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¿Qué dejamos atrás?

Postales de la Sudáfrica que ya no veremos en la televisión


POR NAZU

Ha caído el telón de la Copa Sudáfrica 2010. La España de Iniesta y Villa ha


sabido sobreponerse a la pesada chapa de candidato, y se ha coronado por
primera vez campeona en un certamen que ha mostrado escenas de fútbol
algo modestas, pero nos ha mantenido en vilo hasta sus últimos momentos, ya
con la destacable actuación de Uruguay, ya con el buen juego desplegado por
Alemania u Holanda, que quedó, por tercera vez, a las puertas de su
consagración.

Nos queda algo lejos, aunque latente, la derrota argentina ante una Alemania
que con sus cuatro goles sacudió la figura de Maradona (principal presa para
los oportunistas de siempre) y su planteo tan ofensivo como no se veía desde
los tiempos de Bielsa al mando de la celeste y blanca.

Quedarán para estos días el top ten de los goles, la repetición de las polémicas,
la entrega de premios y hasta la danza de nombres para el Torneo Apertura del
fútbol local. Y pasaremos a otra cosa.

¿Qué dejamos atrás?

Una nación donde el apartheid no forma parte del pasado, sino que sacude la
realidad día a día. Hay una media de 18.000 asesinatos anuales y en el mismo
lapso se denuncian 37.000 violaciones y otros 118.000 casos de lesiones
corporales. La esperanza de vida es de 43,27 años, según el informe anual de
la ONU.

El país con mayor cantidad de enfermos de sida, unas 5,7 millones de personas
(uno de cada cinco adultos). Un día como hoy van a morir 1000 personas en
Sudáfrica a causa del VIH.

El estigma de la prostitución, que creció drásticamente durante el desarrollo de


la competencia. Diversos informes indican que 40.000 mujeres que ejercen la
prostitución entraron a Sudáfrica durante el mundial. El gobierno británico,
previsor y generoso, donó 42 millones de condones. Pero se necesitarán
algunos millones más para llegar a los 1.000 millones que pidió Sudáfrica, en
una iniciativa urgente y limitada que no combate de frente este modo de
explotación, prohibido en el país desde 1957.

El fracaso, en términos económicos, que hasta ahora representa el mundial.


Sudáfrica esperaba 450.000 extranjeros y la embajada difundió, optimista, que
habían arribado 750.000 turistas, un dato bastante distinto al difundido por la
Cámara de Turismo, que informó una afluencia de unos 200.000 turistas,
evidenciada en la merma de público en los distintos partidos iniciales de la
competencia.

Los estadios, que luego del mundial quedarán como “elefantes blancos”,
postales del lujo exacerbado, contrastante con la miseria a su alrededor, en un
país donde el fútbol no es el deporte principal. Para dar un ejemplo, el estadio
de Mbombela, en Nelspruit, costó 171 millones de dólares, alrededor de 43
millones por cada partido que allí se dispute. Las promesas de trabajo
incumplidas hicieron que la gente de allí se manifieste, y la represión policial
causó la muerte a un anciano de 75 años. Además, ocho personas murieron en
circunstancias sospechosas tras la denuncia de irregularidades en la
construcción de los estadios, según la prensa sudafricana.

Complejizar la mirada

Dentro de algunos años recordaremos a este mundial por la generosidad y la


energía de los sudafricanos, por sus ganas de crecer y progresar, pero también
por sus profundas desigualdades, y por los oscuros negocios que han envuelto
al gobierno sudafricano con la “multinacional del fútbol” (FIFA).

Repasar estos datos torna un poco difícil pensar en el disfrute de una


competencia que es mucho más que eso. Es necesario un tercer tiempo de
reflexión para entender un fenómeno complejo, que nunca se da ajeno al poder
o a la política globales. Tengamos al menos eso, un lujo que no se dan los
medios del mundo, que se olvidarán de Sudáfrica cuando ya no sea noticia.

Fuentes:

es.fifa.com

canchallena.com

letercermonde.com

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