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Claudia Cinatti
La búsqueda del “núcleo irracional” del sujeto cartesiano, comienza con un recorrido a
través de la tradición del idealismo alemán de los siglos XVIII y XIX y la relectura
emprendida en el siglo XX principalmente por los pensadores de la escuela
existencialista y de la fenomenología en su versión heideggeriana. Zizek inicia su
reflexión con lo que considera el intento más “radical” –y fallido- de “deconstrucción de
la subjetividad metafísica” emprendido por M. Heidegger.
Para Heidegger la filosofía occidental había perdido su objeto de reflexión, el Ser, y en
lugar de permitir su compresión y develamiento, le había dado preeminencia a la
construcción de una “visión del mundo”, ovidándose de que las distintas épocas
históricas no eran más que las manifestaciones del Ser. De allí su intento de “atravesar
la metafísica”, es decir, “deconstruir” sus conceptos para que pudiera salir a luz la
verdad ontológica.
Indudablemente el pensamiento heideggeriano ha dejado una huella profunda tanto en
las teorías filosóficas como en la teoría psicoanalítica. Zizek intenta esclarecer en
primer lugar la relación ambigua –que combina la deuda teórica con la crítica ético-
política- del “pensamiento posmoderno progresista” representado sobre todo por
Jameson y Derrida con las polémicas formulaciones de Heidegger. La incomodidad a la
hora de reivindicar lisa y llanamente la herencia heideggeriana surge nada menos que
del horror del apoyo de Heidegger al régimen nazi en sus primeros años, del que fue
funcionario universitario.2
Contra las interpretaciones de aquellos que consideran que éste fue un “error” o un
“desliz” luego corregido con su renuncia, Zizek propone que el apoyo al nazismo está
profundamente arraigado y es una consecuencia de su pensamiento teórico; en este caso,
que el nazismo no era una “aberración” del desarrollo “normal” del capitalismo, sino
que como exceso revelaba la verdad del sistema. La “grandeza interior” del movimiento
nazi estaba en que expresaba la realización del encuentro entre el hombre moderno y la
tecnología. Su desilusión se debió en parte a que Heidegger consideraba que la
ideología biologicista y racista actuaba como legitimación del nazismo, opacando su
capacidad de revelar la esencia del hombre moderno.
Zizek considera que el fracaso del intento de Heidegger de “atravesar la metafísica
subjetiva” 3 encuentra su expresión en su principal obra inconclusa Ser y Tiempo. Uno
de los principales temas de análisis en este libro son los avatares del “ser en el mundo” -
el Dasein- que es arrojado a una situación –no elegida- a la que intenta por todos sus
medios darle un sentido. Esta condición de “arrojado” y su finitud es leída como un
“defecto ontológico”, estructural del Ser, que lo hace portador de una culpa existencial y
limita su libertad de elección. Heidegger contrapone a la supuesta “elección libre” del
hombre sumergido en la sociedad moderna anónima, típica del individualismo liberal
americano, la “elección libre de asumir el propio destino”, es decir una elección forzada
del ser en el mundo que desmentiría la posibilidad de la libertad, limitada por el
contexto en el que se dan las decisiones del sujeto. La temporalidad adquiere aquí una
significación fundalmental, ya que todo “por venir” está desde siempre determinado por
un futuro anterior, un “haber sido” y tiene como límite la finitud -en términos
heideggerianos- el “ser para la muerte”. Esta característica no es exclusiva de la
individualidad, también los pueblos deben “asumir su destino histórico”, como
repetición de posibilidades pasadas.
Zizek sugiere que estas formulaciones no deben entenderse como una suerte de fatalidad
religiosa, y que otros pensadores han tomado nota de esta situación particular, por
ejemplo, se reencuentran posteriormente en la “interpelación” althusseriana en la que el
sujeto “proletariado” asume su destino revolucionario porque ya ha sido “elegido” por
la historia como el portador de la revolución. También encuentra ecos de esta particular
relación entre el pasado y el presente en las formulaciones de W.Benjamin, donde la
revolución es concebida como la repetición realizada de las posibilidades ocultas
(reprimidas) que fueron derrotadas en el pasado y que son redimidas por la
reactualización de la perspectiva revolucionaria4.
Algunos autores plantean que el fracaso del proyecto anunciado en Ser y Tiempo que
hizo que Heidegger abandonara la obra se debía buscar en el propio carácter del
lenguaje que hacía imposible la empresa deconstruccionista. Esta posición se
fundamenta en el “giro hacia el lenguaje” que emprende el propio Heidegger.
Zizek se inclina por los que interpretan que el abandono de Ser y Tiempo está en una
imposibilidad intrínseca, marcada por el encuentro de Heidegger con una subjetividad
radical (trascendental) ante la cual prefiere retroceder. Encuentra aquí uno de los nudos
que guiará la constitución subjetiva.
“El ser humano es esta noche, esta nada vacía, que lo contiene todo en su simplicidad –
una riqueza inagotable de muchas representaciones, múltiples, ninguna de las cuales le
pertenece- o está presente. Esta noche, el interior de la naturaleza, que existe aquí –puro
yo- en representaciones fantasmagóricas, es noche en su totalidad, donde aquí corre una
cabeza ensangrentada –allá otra horrible aparición blanca, que de pronto está aquí ante
él, e inmediatamente desaparece. Se vislumbra esta noche cuando uno mira a los seres
humanos a lo ojos –a una noche que se vuelve horrible”. 6
Hemos reproducido esta cita de Hegel, ya que para Zizek –junto con la actividad de
disolución del entendimiento como una de las figuras de la conciencia sometida a la
experiencia, analizada en la Fenomenología del Espíritu 7- tiene un valor constitutivo
del sujeto en cuanto negación radical. Esta “noche del mundo” sería un momento
fundante de locura (presimbólica), cuya superación es condición para el acceso al logos.
Así, según Zizek, Hegel rompe con la tradición subjetiva de la Ilustración: el núcleo del
sujeto ya no sería “la luz de la razón”, sino que más bien, sin este pasaje por la locura no
hay subjetividad posible.
Zizek establece un hilo que parte de la imaginación trascendental de Kant, pasa por la
noche del mundo hegeliana y por la espectralidad de Derrida, y encuentra su expresión
quizás más acabada en la pulsión de muerte freudiana y su relación con el orden de lo
Real de la formulación lacaniana8. Este “rasgo patológico constitutivo del sujeto” tiene
sus consecuencias en la relación intersubjetiva porque, antes de que sea posible una
relación entre dos sujetos, hay algo más primario, una relación con un otro que aún no
está subjetivado. Por eso el otro aparece en la teoría psicoanalítica como una “otredad
monstruosa”, que justamente la ley simbólica vendrá a mediar, colocándola en el
“horizonte común de la comunicación discursiva”. Las “ideas racionales” y el edificio
simbólico intentan ocultar esto Real monstruoso, fragmentado, preontológico.
Ahora bien, ¿dónde encuentra Zizek el fundamento de este “núcleo irracional”, esta
“dimensión preontológica” en la teoría hegeliana? Según su interpretación, la
formulación hegeliana es el negativo de la definición kantiana de la “realidad
trascendental”, es decir que las insuficiencias de nuestro conocimiento, sus visiones
unilaterales, sus contradicciones, son a la vez insuficiencias de nuestro objeto de
conocimiento, de la realidad. Este punto de falla impulsaría permanentemente el
proceso dialéctico e impediría el determinismo y el intento de reestablecer una
“totalidad orgánica” y un reencuentro armonioso del sujeto con la sustancia social.
Zizek intenta pensar las consecuencias de este supuesto previo caótico para la
constitución de la realidad social. Esta para sostener la apariencia de consistencia dada
por su constitución simbólica, supondría un “significante vacío”, el “significante amo”
lacaniano que ocultaría esta falla de origen.
Sintéticamente podemos decir que lo que le da sentido y unidad a la primera reflexión
desde la filosofía es una relectura con categorías lacanianas de conceptos hegelianos,
sobre todo en lo que más le interesa a Zizek, la definición de la “negación de la
negación” y la tensión permanente entre lo universal y lo particular.
En la segunda parte de su libro, Zizek hace una extensa revisión de las teorías políticas
de Balibar, Rancière, Badiou y Laclau. Estos cuatro intelectuales comparten una matriz
teórica con raíces en la filosofía de Althusser, con la que posteriormente rompen.
Leyendo atentamente los fundamentos de estos autores, lo que surge es su adaptación a
las condiciones de la “pospolítica” o el “posmarxismo” en el sentido de que la
revolución social, tal como la conocimos en el siglo XX -sus fuerzas motrices y su
estrategia- es un proyecto acabado del pasado, ya sea porque ha llevado al
“totalitarismo” (esto en el caso de Badiou) o por afirmar la primacía de lo “político” y
tomar como dado las bases económicas del capitalismo “global”. En el caso de Laclau,
el sujeto se reduciría a un “agente que opera la hegemonía” en los límites de la
“democracia”, reduciendo la política a la lucha por hegemonizar con un contenido
particular un significante ideológico universal que en realidad es un vacío. Esta
situación surge del hecho de que para Laclau la sociedad como tal es un imposible y que
sólo puede expresarse a través de la lucha por la hegemonía de las identidades
inestables. La tarea teórica sería “deconstruir” estas hegemonías, mostrando su carácter
provisorio, ilusorio y en última instancia ideológica.
Vamos a centrarnos sobre la revisión de Alain Badiou, ya que es el que parece intentar
teorizar sobre un cambio social fundamental, y del cual Zizek, con algunas reservas, se
siente más próximo.
El concepto de “acontecimiento” en la teoría política de Badiou juega un rol central para
designar lo más parecido a un cambio radical del orden establecido11. Sin embargo,
estos “acontecimientos” –que para Badiou definen procesos tan diferentes como por
ejemplo el cristianismo (dedica una parte importante de su obra a la relectura de San
Pablo), la Revolución Francesa o la Revolución Rusa-, no constituyen procesos
históricos que surgen de las correlaciones de fuerzas previas, de las luchas políticas,
ideológicas y militares de las clases antagónicas, no puede ser explicado en los términos
históricos, sino que ocurren de forma contingente e impredecible, surgen de la nada. Es
que la reflexión de Badiou no parte de la experiencia histórica de los levantamientos de
las clases explotadas y de las revoluciones obreras (triunfantes y derrotadas), de las
fuerzas motrices que las llevaron adelante, sino que responde a una discusión filosófico-
ontológica que involucra al “ser” y la “verdad”, en el sentido en que el acontecimiento
revela la “verdad” de una situación dada, esta verdad es a la vez contingente y única
para esa situación concreta.
El acontecimiento-verdad será aquel que irrumpa en el orden positivo del ser y sea
capaz de cambiarlo de raíz. ¿Quiénes son los sujetos de estos acontecimientos? No son
actores sociales, clases, sujetos políticos organizados con una estrategia revolucionaria,
sino un sujeto que en la situación reconoce los signos de la verdad y se hace su agente,
en este mismo acto de subjetivación política, emerge un sujeto contingente de decisión,
que no se basa en la situación fáctica preexistente, y que su elemento distintivo es lo que
llama la “fidelidad al acontecimiento”. Por lo tanto, el acontecimiento sólo es legible a
través de su sujeto agente (ya que no se puede comprender a partir de las condiciones
objetivas y subjetivas previas) que es el que finalmente “nombra” al acontecimiento,
que sólo puede ser reconocido por los sujetos involucrados. Yendo a un ejemplo
histórico ¿qué le indicaría a un observador no implicado que los sucesos acaecidos en
1789 son la “Revolución Francesa”? Desde la perspectiva de Badiou nada hace que esta
serie de hechos sea la “Revolución Francesa” más que los sujetos que la nombran, es
decir ésta no es una categoría objetiva, sino que constituye el nombre con el que los
sujetos simbolizan su actividad, por eso la denominación es parte del acontecimiento.
¿Qué consecuencias tiene esta estructura “novedosa” de reducir procesos históricos a un
solo acto de un sujeto contingente?
Aunque frente al cinismo posmoderno Badiou se refiera a la necesidad y al deseo de un
cambio radical, desde el punto de vista de la interpretación histórica de procesos
revolucionarios para anticipar desarrollos futuros y aportar a una estrategia que termine
verdaderamente con el sistema capitalista, la teoría del acontecimiento-verdad no
significa un avance.
En relación al sujeto-agente, Zizek encuentra un punto importante de coincidencia entre
el sujeto del que habla Badiou y el sujeto lacaniano: se trata, en ambos casos, de un
sujeto contingente, que plantea la paradoja de que, con su acto, le da al caos previo la
apariencia de orden “objetivo” de la realidad. Es en este sentido que Zizek afirma que
toda ontología es política y que el sujeto es su centro ausente.
Este sujeto se hace “agente de una verdad” que no ha generado ni le pertenece. Pero
previo al acto de subjetivación, es pura negatividad, es decir no tiene un desarrollo
histórico, que en su combinación dialéctica con las condiciones objetivas, hace que se
asuma como sujeto (revolucionario). En términos lacanianos, es pura pulsión de muerte.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando ese acontecimiento se hace “ser”, es decir cuando
establece un nuevo orden “positivo”? Aquí el problema es más grave, ya que para
Badiou esto implicaría perder la radicalidad del acontecimiento. Y a pesar de sus
coincidencias la crítica de Zizek a Badiou parece acertada: en efecto, sostiene que su
práctica política –al igual que en el caso de Rancière y su teoría de la rebelión
espontánea de los excluidos que se levantan para “hablar por sí mismos”- se caracteriza
por una posición que espera estallidos marginales espontáneos de politización, que en sí
mismos ya están condenados al fracaso porque retroceden ante el orden existente.
Quizás uno de los puntos más agudos de la crítica de Zizek a las teorías políticas de las
últimas décadas sea su evaluación del multiculturalismo, la política de identidades y lo
que denomina la “pospolítica posmoderna” cuya expresión concreta la constituye la
“Tercera vía” y su referente teórico la “sociedad de riesgo”12. Para Zizek constituyen el
complemento ideológico de la etapa neoliberal de capitalismo.
La definición –por lo demás poco rigurosa- que hace Zizek del “capitalismo global”
toma como propios los mitos más conocidos de los teóricos de la “globalización”.
Sintéticamente, Zizek plantea que el dominio de las multinacionales habría terminado
con la diferencia entre metrópolis y estados (semi) coloniales, por la sencilla razón de
que tanto sus territorios de origen como el resto del mundo constituirían un mercado
homogéneo a conquistar. En línea con este argumento, lo que llama el “poder
colonizador” ya no estaría en los estados nacionales (por caso, los países imperialistas, y
en particular Estados Unidos), sino en las corporaciones globales. No podemos más que
rechazar por falsa esta mistificación. La mayor internacionalización del capital lejos de
haber borrado la jerarquía de estados que componen la situación internacional entre
estados imperialistas y estados semicoloniales, la ha exacerbado (valga sólo como un
ejemplo la ofensiva guerrerista de Bush para reafirmar la hegemonía norteamericana).
Hecha esta aclaración la crítica de Zizek al multicultarilismo posmoderno como forma
ideológica del neoliberalismo resulta contundente: el multiculturalismo trataría desde
una posición “global vacía” a los Otros (las otras culturas, las otras identidades) “como
el colonizador al colonizado”, constituyendo de ese modo “una forma renegada de
racismo” (no un racismo directo) en la que el respeto a la especificidad del Otro no es
más que la manera de demostrar la propia superioridad.
Pero el punto más importante de su crítica tiene que ver con que la lucha por la
“politización de las distintas identidades” (étnicas, sexuales, etc.) se basa en que la
pospolítica posmoderna ha descartado la posibilidad de que el capitalismo pueda ser
derrotado y ha encontrado en estas luchas identitarias, una salida alternativa que no
afecta al sistema capitalista mundial que es capaz de absorberlas. Para Zizek se trataría
no sólo de una “despolitización de la economía”, es decir la naturalización del
capitalismo, sino también de una “despolitización de la política”, reemplazando la lucha
política por la “lucha cultural por el reconocimiento de identidades marginales” y la
tolerancia de las diferencias13.
NOTAS
1 Salvo otra indicación, todas las citas textuales y referencias conceptuales están
tomadas de “El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política”, Slavoj
Zizek, Editorial Paidos, 2001, Buenos Aires.
2 Heidegger asumió el cargo de rector de la Universidad de Friburgo en mayo de 1933,
poco después del ascenso del nazismo al poder. Se alejó por diferencias administrativas
en febrero de 1934. Posteriormente explicaba así su adhesión al nacionalsocialismo: “Lo
que me incitó en esa época a aceptar la elección unánime como rector por parte de mis
colegas, no era solamente la esperanza en Hitler que debía ser tan cruelmente
decepcionada más tarde. Fue asimismo determinante la perspectiva de que había que
convencer al cuerpo profesoral de la Universidad para contribuir a hacer que el
nacionalsocialismo se desarrollara en la dirección de un socialismo nacional, de modo
de volver efectivas las potencialidades espirituales que había en él”. Carta a Jean
Palmier, 10 de enero de 1969, publicada en Conmemorando a Martin Heidegger, Letra
Viva, Buenos Aires, 2002. Este posicionamiento político le valió la crítica implacable
de sus adversarios teóricos y de sus discípulos, entre ellos Marcuse.
3 El propósito de Heidegger encuentra su antecedente más inmediato en la filosofía de
Nietzsche y su “muerte proclamada de Dios” como expresión de que ha llegado a su fin
el pensamiento que buscaba un fundamento último de la realidad. Para Nietzsche, la
metafísica occidental se corresponde con una “voluntad de poderío débil” que lleva a
postular reiteradamente un en sí absoluto, que es su propia causa y que no necesita de
nada exterior para existir. De esta forma la filosofía se había sostenido en una
explicación última de la realidad –causa primera, motor inmóvil, espíritu, voluntad o
Dios. Heidegger retoma en otro plano este “atravesamiento” de la metafísica ya que
considera fallida la experiencia nietzscheana. Para Heidegger, los recursos conceptuales
de la filosofía ya estaban agotados y de lo que se trataba era de salir de ella.
4 Esta observación de Zizek parte de la lectura de Tesis de filosofía de la historia, donde
Benjamin articula la dimensión temporal, que surge de su interpretación del
materialismo histórico, haciendo una dura crítica a la noción de “progreso”,
contraponiendo su visión a la historiografía que trata al pasado como algo cerrado. Para
Benjamin, esta concepción positivista ha sido adoptada por la socialdemocracia en su
degeneración, lo que se expresa en su glorificación del trabajo y la tecnología y en su
débil posición frente al ascenso del nazismo. En la tesis 2, donde quizás se concentre su
concepción del tiempo, plantea que “El pasado lleva consigo un índice temporal
mediante el cual queda remitido a la redención. Existe una cita secreta entre las
generaciones que fueron y la nuestra. Y como a cada generación que vivió antes que
nosotros, nos ha sido dada una flaca fuerza mesiánica sobre la que el pasado exige
derechos. No se debe despachar esta exigencia a la ligera. Algo sabe de ello el
materialismo histórico”. W. Benjamin, Discursos interrumpidos I, Editorial Taurus,
Buenos Aires, 1989.
5 La hipótesis de que la imaginación ha sido tratada con desprecio por la filosofía
también se encuentra en otros autores. Por ejemplo Cornelius Castoriadis reflexiona al
respecto para fundamentar su definición de la “imaginación radical” del individuo
singular y el “imaginario social instituyente”, como poder de creación inmanente a toda
colectividad humana y a los seres humanos singulares, con lo que pretende escapar de
postular un supuesto trascendente para explicar la emergencia de lo nuevo radical en la
historia. Parte del tratamiento del tema en Aristóteles, su abandono posterior y el
retroceso repetido de Kant y Heidegger frente a este núcleo de la subjetividad. Ver por
ejemplo “Imaginario e imaginación en la encrucijada” en Figuras de lo pensable, C.
Castoriadis, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1999.
6 GWF Hegel, “Jenaer Realphilosophie” citado por Zizek.
7 En la Fenomenología del Espíritu, Hegel mantiene la distinción kantiana entre
entendimiento y razón. El entendimiento respondería al primer momento abstracto,
mientras que la razón se divide en razón negativa, que se corresponde al momento
dialéctico de la negación y razón especulativa o positiva. En el prólogo de esa obra,
Hegel explica que la función de separación, de análisis del entendimiento, remite a
momentos esenciales de lo concreto. Plantea que “La actividad del separar es la fuerza y
la labor del entendimiento, de la más grande y maravillosa de las potencias, o mejor
dicho, de la potencia absoluta”. G.W.F. Hegel, “Fenomenología del Espíritu”, Fondo de
Cultura Económica, México, 1991, pág. 23
8 Para el lector no familiarizado con la teoría de Jacques Lacan, señalamos
esquemáticamente que, postula tres registros: lo Simbólico, que es el campo del Otro
del lenguaje donde se articula el deseo en la cadena significante, lo Imaginario, que es el
campo de la realidad, del yo (de aquí su relación con el narcisismo) y del otro especular
como rival, formulado originalmente en el estadío del espejo y lo Real que es lo
traumático imposible de simbolizar, el registro del goce de la pulsión, no articulable por
el lenguaje, pero que actúa como causa. Gráficamente, estos registros se representan
como tres círculos anudados, y en su intersección se ubica el llamado objeto a, que es en
realidad una nada, una falta constitutiva. Para una exposición sintética de este tema, ver
por ejemplo ”Imaginario y Simbólico en Lacan”, F. Jameson, Ed. El cielo por asalto.
9 Freud postula una primera represión originaria, constitutiva. Los síntomas resultarían
de una represión secundaria e indicarían el fracaso de la primera represión y el retorno
de lo reprimido, constituyen así una “formación de compromiso” entre lo reprimido y la
represión.
10 En la teoría freudiana el concepto de pulsión es un concepto límite entre lo somático
y lo psíquico, ya que la pulsión surge apuntalada por las funciones biológicas de la
alimentación, la excreción y la reproducción pero en su circuito se independiza de las
mismas, pierde su objeto por lo que su satisfacción es inalcanzable y en realidad sólo se
encuentra en seguir funcionando. En su texto “Más allá del principio del placer” Freud
establece un dualismo pulsional entre pulsión de vida y pulsión de muerte, esta última
está ligada a la llamada “compulsión de la repetición”, que surge de la observación
clínica de la vuelta obstinada de los pacientes en los sueños y otras manifestaciones del
inconsciente al hecho traumático. Este giro supuso un cambio importante en cuanto a
que se puede encontrar “placer en el displacer”. Lacan ubica el concepto de pulsión en
su reinterpretación de la teoría freudiana en la intersubjetividad en relación a un Otro,
así como el deseo será en la teoría lacaniana “el deseo del deseo del Otro” la pulsión se
sostiene también en este otro y sus objetos privilegiados serán la voz y la mirada. La
repetición está ligada a la pulsión, al goce y al encuentro con lo traumático. Este último
sentido es relevante para el concepto de subjetividad que plantea Zizek.
11 Los fundamentos filosóficos más importantes de la teoría política de A. Badiou se
pueden encontrar en su libro “El ser y el acontecimiento”. Su referencia permanente es a
la matemática analítca, a los axiomas de la teoría de conjuntos, de los números ordinales
y cardinales, entre otros conceptos matemáticos. Badiou parte de afirmar que asistimos
al fin de una época que se percibe en distintos planos: en la ciencia se estaría
desarrollando una reestructuración que revelaría la naturaleza de la base matemática de
la racionalidad. En relación a la doctrina del sujeto, estaríamos a una segunda época, en
la que el Sujeto “ya no es el sujeto fundador, centrado y reflexivo, cuyo tema circula
desde Descartes a Hegel y sigue siendo todavía legible hasta Marx y Freud (y hasta
Husserl y Sartre). El Sujeto contemporáneo es vacío, escindido, a-sustancial, irreflexivo.
Además, no corresponde suponerlo sino respecto de procesos particulares cuyas
condiciones son rigurosas”. Y el último aspecto de esta nueva época está marcado por el
comienzo de una nueva doctrina de la verdad, distinta de la veracidad, donde ésta se
desprendería de la adecuación fáctica. Posteriormente, a la luz de la reacción de las
décadas de los ‘80 y ‘90, Badiou hace un ajuste en su teoría. En el prólogo a este libro
escrito en 1999, casi diez años después de la edición original, plantea que “es evidente
que en una secuencia post-acontecimiento surgen nuevas formas subjetivas reactivas”.
Por lo tanto “un acontecimiento abre un espacio subjetivo que se “puebla” de tres
figuras posibles (además del sujeto fiel, hay un sujeto reactivo y un sujeto oscuro)”. “El
ser y el acontecimiento”, Editorial Bordes Manantial, Buenos Aires, 1999.
12 Las principales figuras teóricas de esta corriente son los sociólogos Ulrich Beck, que
en 1986 publicó el libro “La Sociedad de Riesgo”, y Anthony Giddens.
13 Zizek entabla un debate en su libro con Judith Butler, que esencialmente gira en
torno a la posición desde dónde hacer efectiva la crítica al multiculturalismo, que por
razones de lo limitado de esta revisión no vamos a desarrollar.
14 Para una exposición más extensa de los fundamentos de Zizek de su reivindicación
de Lenin ver por ejemplo Cuando el partido se suicida, “New Left Review“, Ed. en
español N* 2, o Repeating Lenin, disponible en Lacan.com
15 El atravesamiento del fantasma que aquí constituiría el acto revolucionario coincide
con el fin de análisis, cuya meta es que el sujeto logre “atravesar el fantasma” como
forma de cambiar su posición subjetiva.
16 Estos señalamientos no agotan ni sustituyen el desarrollo de una crítica marxista
sistemática a la teoría lacaniana que excede ampliamente los objetivos de este artículo.
17 “Trotsy’s Notebooks, 1933-1935. Writings on Lenin, Dialectics, and Evolutionism”,
Columbia University Press, New York, 1986, pág. 106-107. El texto continúa: “Al
mismo tiempo, nos acercamos a una suerte de punto crítico, una ruptura en la
gradualidad, una transición de cantidad en calidad; la psique, que surge de la materia, se
“libera” del determinismo de la materia, y así puede independientemente –por sus
propias leyes- influenciar la materia (...) Cuando hacemos la transición de la anatomía y
la fisiología del cerebro a la actividad intelectual, la interrelación entre ‘base’ y
‘superestructura’ es incomparablemente más laberíntica. Los dualistas dividen al mundo
en dos sustancias independientes; materia y conciencia. Si esto es así, entonces, ¿qué
hacemos con el inconciente?”. Trotsky conoció la obra de Freud y el círculo freudiano
durante su estancia en Viena en la primera guerra mundial. En Literatura y revolución
hay otras referencias al tema. Por ejemplo considera que “el intento por declarar al
psicoanálisis ‘incompatible’ con el marxismo, volviéndole la espalda sin ceremonia al
freudismo, es demasiado simplista”. Esta posición era sostenida por algunos
intelectuales rusos como V. Voloshinov, que intenta una crítica enfocada desde el tema
ideológico del freudismo, que considera primordial, desarrollado en su libro
“Freudismo. Un bosquejo crítico”, Ed. Paidos, Buenos Aires, 1999.