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La muerte de Jesucristo y la

crucifixión (ver infografías)


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Revista La Fuente AGOSTO 2015

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La cruz es el símbolo religioso más extendido en el mundo y el más emblemático del


cristianismo. Ella representa muchas cosas para nosotros al recordarnos el hecho más
trascendente de la historia: el sacrificio voluntario de Jesucristo, el Hijo de Dios, para
salvar a la humanidad.

Pero, ¿cuánto de su significado comprendemos realmente? ¿Y cuáles son las implicancias


prácticas de la cruz para nuestra vida diaria? En este artículo queremos entender “la
muerte de Jesús en la cruz” y “la crucifixión de Jesús”:

 Quién es Jesús,
 Cómo era Jesús realmente,
 Cómo murió Jesús, la crucifixión de Jesús,
 Causas de la muerte de Jesús,
 Por qué murió Jesús en la cruz,
 Qué pasó después de la muerte de Jesús,
y sobre todo que...

 Jesús es vida, y
 La cruz no es el fin, sino el comienzo de la vida eterna.

La crucifixión en la historia
Antes de considerar el significado religioso de la cruz para nosotros hoy, haremos bien en
mirar algo del trasfondo histórico en que ella surgió y se desarrolló. Para comenzar,
debemos señalar que lo que hoy es un símbolo de salvación para nosotros, antiguamente
fue un símbolo de tortura y muerte. Antes y después de Cristo, millones de hombres y
mujeres, delincuentes o no, murieron de este modo.

Al parecer, este método de ejecución se originó en Asiria, donde fue utilizada


sistemáticamente por los persas durante el siglo VI a. C. Más tarde, Alejandro Magno
copió este sistema y lo introdujo en los países del este del Mediterráneo en el siglo IV a.
C., siendo los fenicios, o quizás los cartagineses, quienes probablemente lo introdujeron
en Roma en el siglo III a. C.

La crucifixión romana
Había muchas formas de crucifixión. Las cruces podían tener forma de “X”, de “Y”, o de
“T”. Los romanos normalmente empleaban esta última. La forma actual de la cruz se debió
a que los romanos decidieron luego poner sobre la cabeza de los ejecutados un letrero
explicando las causas de su condena:

"Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí
le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Escribió también
Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS
JUDÍOS. Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue
crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en
latín. Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los
judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos. Respondió Pilato: Lo que he escrito, he
escrito." - Juan 19.17–22. RVR1960.

Una muerte vergonzosa


La pena de la crucifixión estaba reservada para los reos más despreciables, y era
considerada la forma más humillante de morir. De hecho, la ley de Dios declaraba esta
forma de morir como una muerte maldita (Dt 21.22– 23; cf. Ga 3.13). Clavado en un poste,
semidesnudo, con un cartel sátiro sobre la cabeza y expuesto a la intemperie hasta que el
hambre, la sed, las heridas o la asfixia acababan con la vida del reo. Los más fuertes
duraban agonizando en la cruz hasta una semana. Además, tanto las vestimentas como
las pertenencias del crucificado podían ser reclamadas por el centurión y los soldados
encargados de la ejecución (cf. Jn 19.23–24).

Debido a su carácter cruel y humillante, esta forma de castigo estaba prohibida para los
ciudadanos romanos condenados a muerte. Se prefería que estos murieran a espada
antes que por la muerte lenta, dolorosa y vergonzosa de la cruz, donde no sólo la muerte
tardaba en llegar sino que el reo se convertía en espectáculo público y objeto de burla.
Esta forma de tortura y ejecución fue practicada por los romanos hasta el año 337 d. C.,
cuando fue prohibida en todo el imperio. Esto, después de que el cristianismo fuese
legalizado por el emperador Constantino.

Cómo murió Jesús


Científicos médicos e historiadores hoy día analizan los datos proveídos por la Biblia y los
datos de las fuentes externas de la Biblia y concluyen que Cristo sufrió con
la crucifixión una de las muertas mas duras y dolorosas jamás imaginadas por el hombre.

 Antes de la crucifixión Jesús ya empezaba a sufrir porque sabía lo que le


esperaba: La noche antes de la ejecución sobre el Monte de los Olivos, Jesús no tan solo
no durmió en toda la noche, sino que parece haber estado sudando abundantemente. Tan
grande era el sufrimiento que había pequeños vasos sanguíneos que se rompían en sus
glándulas sudoríferas y emitían gotas rojas tan grandes que caían al suelo (Lucas 22:44).
Este síntoma de intenso sufrimiento se llama hematohidrosis.
 Este documental "Las 18 horas finales de Jesús" presenta los hechos médicos,
forenses e históricos sobre la Crucifixión de Jesucristo y captura cada detalle de las
últimas horas antes de que Jesús muriera en la cruz. Cuatro famosos expertos mundiales
exploran varios aspectos de la crucifixión de Jesús:
Jesús crucificado
La extraordinaria historia del sacrificio de Jesús demuestra cómo la gracia de Dios es
capaz de redimir aun lo peor de la humanidad. Es asombroso pensar que algo que era
símbolo de una completa desdicha, ruina, desprecio y derrota, llegó a ser símbolo de
amor, fe y esperanza para el mundo. En este sentido, ¡incluso la horrible cruz fue
“redimida” por la gracia de Dios! En la carta del apóstol Pablo a los Colosenses podemos
apreciar tres beneficios que fluyen de la cruz de Cristo, en términos extraordinarios:

1. Reconciliación:
Mediante el sacrificio de Cristo, fue la intención de Dios “por medio de él reconciliar
consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos,
haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Col 1.20 RV60).

2. Libertad:
Cristo nos ha hecho libres de la culpa “anulando el acta de los decretos que había contra
nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Col
2.14 RV60).

3. Victoria:
También nos ha dado la victoria sobre los poderes del mal cuando, “despojando a los
principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”
(Col 2.15 RV60).

Nadie jamás hubiera imaginado que una imagen tan horrenda como la cruz llegaría a
significar cosas tan maravillosas. Eso es lo que sucede cuando lo peor de nosotros es
alcanzado por lo mejor de Dios: ¡Su gracia!
3 frases de amor
Hasta la muerte en la cruz Jesús obedece al Padre para lograr mediante su muerte la
salvación de la humanidad. Y este amor Jesús lo demuestra con 3 frases que expresa allí
mismo en horas de su muerte. Y estas frases de amor están dirigidas al Padre, hacia sus
prójimos en la cruz y hacia su familia.

Estas 3 frases de amor nos enseñan como se expresa el amor verdadero. No son versos
de amor, ni frases muy bonitas, ni frases expresadas como en los poemas de amor, sino
allí en la cruz la vida de Jesús es la expresión del verdadero amor.

Y el verdadero amor en la vida diaria se traduce en...

 PERDÓN: "Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y
repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes." Lucas 23:24
 ESPERANZA: "Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo
en el paraíso." Lucas 23:43.
 CUIDADO MUTUO: "Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él
amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al
discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa." Juan
19:26-26.
Lo que la cruz nos enseña
La cruz nos enseña muchas lecciones que tienen su efecto práctico en la vida cristiana.
Mencionaremos tres que son fundamentales:

1. La cruz nos humilla ante el amor de Dios.


“A la verdad, como éramos incapaces de salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por
los malvados. Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se
atreva a morir por una persona buena. Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto:
en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro 5.6–8).

La cruz nos enseña primeramente cuán profunda es nuestra culpa y perdición delante de
Dios. Al estar ante la cruz nos damos cuenta de que no podemos hacer absolutamente
nada por nosotros mismos, que no tenemos nada que ofrecer. Dependemos
completamente de un Sustituto que sea capaz. ¡Somos tan pecadores que se requiere que
el santo Hijo de Dios muera una muerte espantosa en nuestro lugar para salvarnos! Sobre
el fondo oscuro de nuestra condición es que el amor de Dios ha venido a brillar en la cruz
de Cristo.

2. La cruz nos desafía a pagar un precio por seguir a Cristo.


“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su
hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es
digno de mí” (Mt 10.37–38).

“He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora
vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí”
(Ga 2.20).

Por otro lado, el llamado de Jesús a seguirle es, como vemos, radical. Convertirse en un
discípulo suyo requiere de una autonegación completa en esta vida y una disposición a la
ruina y al martirio, si fuera necesario. Son cosas que haremos sólo si valoramos a Jesús lo
suficiente, si verdaderamente creemos que vale la pena, porque Él lo merece.
3. La cruz nos motiva a servir a la iglesia de Cristo.
“Ahora me alegro en medio de mis sufrimientos por ustedes, y voy completando en mí
mismo lo que falta de las aflicciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la iglesia. De
esta llegué a ser servidor según el plan que Dios me encomendó para ustedes: el dar
cumplimiento a la palabra de Dios” (Col 1.24–25).

La pasión de Cristo
Por la "pasión de Cristo" generalmente entendemos los días de la Semana Santa y los
acontecimiento que llevan a la cruz. Pero la pasión de Cristo es mucho más. Se inicia
mucho antes de los días de la muerte de Jesús y va mas allá de la cruz.

El padecimiento de Cristo por su iglesia en la cruz (Ef 5.25–27) debe motivarnos también
al servicio abnegado a nuestros hermanos en la fe. El precio que nuestro Señor pagó por
ella fue tan alto que no podemos considerar como demasiado ningún esfuerzo y sacrificio
que debamos realizar para el servicio y edificación de la iglesia, la amada esposa de
nuestro Salvador.

¡Vale la pena luchar por ella!


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La cruz y el discipulado
Como vimos, la imagen de la cruz ocupó un lugar prominente en las demandas de Jesús
para el discipulado, como leemos: “Dirigiéndose a todos, declaró: —Si alguien quiere ser
mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga” (Lc 9.23).

Para los contemporáneos de Jesús, estas palabras no tenían las connotaciones


espiritualistas que han llegado a tener para nosotros a través de la historia de la iglesia.
Para ellos, sólo podían significar una cosa: hacerse discípulo de Jesús implica estar
dispuesto a perderlo todo en esta vida, incluso la vida misma de la peor manera. ¿Quién
quiere eso?

Por supuesto, Él no estaba diciendo que seguirle llevaría a uno necesariamente a la ruina
material o al martirio, pero estaba señalando, inequívocamente, que seguirle requiere estar
dispuestos a sufrir tales padecimientos. En una palabra, el llamado de Jesús a seguirle es
un llamado radical a abandonar nuestros propios intereses, sueños y seguridad en este
mundo para poner en primer lugar los propósitos y voluntad de nuestro Señor. Son
palabras que no dejan ningún espacio para el cristianismo superficial.

Este aspecto del llamado del evangelio se ha visto amenazado de muchas maneras a lo
largo de la historia, y hoy no es la excepción. Es vital que la iglesia en su predicación y
testimonio al mundo mantenga las demandas del discipulado tal como el Señor las
estableció, sin diluir ni disimular su mensaje. Caer en tal peligro nos lleva inevitablemente
a ofrecer al mundo lo que Dietrich Bonhoeffer llamó una “gracia barata”.

QUÉ SIGNIFICA PARA TI LLEVAR LA CRUZ DIARIAMENTE y QUÉ IMPLICA ESTO EN


TÉRMINOS PRÁCTICOS
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¿Sólo para el comienzo?


No comprender adecuadamente el lugar que ocupa la cruz en el discipulado, es decir, el
seguimiento de Jesús en la vida, ha llevado a algunos a reducir la importancia de la cruz al
restringirla al comienzo de la vida cristiana. Su razonamiento es: “Si ya somos cristianos, si
ya hemos creído el evangelio, si ya hemos recibido la salvación que Él compró para
nosotros con su preciosa sangre, ¿por qué seguir enfocándonos en la cruz? ¿No es
tiempo de prestar atención a asuntos más ‘maduros’ para crecer en la fe”.

Pues, no. En los términos de nuestro Salvador, la cruz no es sólo el comienzo del camino,
¡es el camino entero! Como el autor David Prior señaló una vez, “nunca avanzamos a
partir de la cruz, sino solamente hacia una comprensión más profunda de la cruz”. Es un
error pensar que comenzamos la vida cristiana al pie de la cruz pero que luego la dejamos
atrás para avanzar. El Espíritu Santo nunca nos lleva “En los términos de nuestro
Salvador, la cruz no es sólo el comienzo del camino, ¡es el camino entero!” más allá de la
cruz, sino más bien a profundizar cada vez más en ella.

Para el apóstol Pablo, la cruz representaba toda su fe, todo su mensaje, toda su vida. En
él encontramos un ejemplo de cómo vivir una vida “cruz-céntrica”. Él definía su evangelio
como “la palabra de la cruz” (1 Co 1.18 RV60), y consideraba la cruz de Cristo como el
motivo de todo su orgullo: “En cuanto a mí, jamás se me ocurra jactarme de otra cosa sino
de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí, y
yo para el mundo” (Ga 6.14).

No hay otro camino a la auténtica madurez cristiana sino a través de una dedicación
intencional a crecer en la comprensión de la cruz y sus implicancias para nuestra vida
diaria. En palabras del recordado John Stott,

“la cruz es el fuego ardiente donde la llama de nuestro amor es encendida,


pero debemos permanecer lo suficientemente cerca como para que sus
chispas caigan sobre nosotros”.

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