Está en la página 1de 2

Gonzalo Gustavsson Ivanovich Djokoviҫ McDonald

Petersen Donald Peter González Mendelsshon


Ivan Djoko Mendel Gustav

Juramento de Estrasburgo (842)


In Godes minna ind in thes christianes folches ind unser bedhero gealtnissi, fon thesemo dage frammordes, so fram so mir Got geuuizci indi mahd furgibit, so haldih tesan
minan bruodher, soso man mit rehtu sinan bruodher scal, in thiu, thaz er mig sosoma duo ; indi mit Ludheren in nohheiniu thing ne gegango, zhe minan uuillon imo ce
scadhen uuerhen.
Pro deo amur et pro christian poblo et nostro commun salvament, d'ist di in avant, in quant deus savir et podir me dunat, si salvarai eo cist meon fradre Karlo et in aiudha
et in cadhuna cosa, si cum om per dreit son fradra salvar dist, in o quid il mi altresi fazet, et ab Ludher nul plaid nunquam prindrai, qui meon vol cist meon fradre Karle in
damno sit
Por el amor de Dios y por el pueblo cristiano, y por nuestro bien común, a partir de ahora, mientras Dios me dé sabiduría y poder, socorreré a este mi hermano Carlos/Luis
con mi ayuda y cualquier otra cosa, como se debe socorrer a un hermano, según es justo, a condición de que él haga lo mismo por mí, y no tendré nunca acuerdo alguno
con Lotario que, por mi voluntad, pueda ser perjudicial para mi hermano Carlos/Luis.
Español
Auru Or Ouro Gold Oro Guld
Pater Père pai Vater Padre Far
Diurnu Jour Dia Tag Giorno Dag
Lapidem Pierre Pedra Stein Pietra Sten
Nocte Nuit Noites Nacht Notte Natt

 Eligen sus reyes por la nobleza, pero sus capitanes por el valor. El poder de los reyes no es absoluto ni perpetuo. Y los capitanes, si se muestran más
prontos y atrevidos, y son los primeros que pelean delante del escuadrón, gobiernan más por el ejemplo que dan de su valor y admiración de esto,
que por el imperio o autoridad del cargo: pero el castigar, prender y azotar no se permite sino a los sacerdotes; y no como por pena, ni por mandado
del capitán, sino como si lo mandara Dios, que ellos creen que ayuda a los que pelean. Llevan a la guerra algunas imágenes e insignias que sacan de
los bosques sagrados y lo que principalmente los incita a ser valientes y esforzados es, que no hacen sus escuadras y compañías de toda suerte de
gentes, como se ofrecen acaso, sino que las constituyen de cada familia y parentela (hombres libres que juraban fidelidad a un líder) al entrar en la
batalla tienen cerca sus prendas más queridas, para que puedan oír los alaridos de las mujeres y los gritos de los niños: y éstos son los fieles testigos
de sus hechos, y los que más alaban y engrandecen. Los príncipes resuelven las cosas de menor importancia, y las de mayor se tratan entre todos;
pero de manera que, aún aquellas de que toca al pueblo el conocimiento, las traten y consideren primero los prohombres y príncipes. Se reúnen a
tratar de los negocios públicos, si no sobreviene de repente algún caso no pensado, en ciertos días fijos, como los de luna nueva, o luna llena; que
este tiempo tienen por el más favorable para emprender cualquier cosa. […]
 Prefieren el peligro de ser muertos o heridos, que a labrar la tierra y esperar la cosecha y suceso del año. Y aún les parece flojedad y pereza adquirir
con sudor lo que se puede alcanzar con sangre. No tienen interés en la agricultura y la mayor parte de ellos se alimenta de leche, queso, carne […]
Hacen una bebida de cebada y trigo, que quiere parecerse en algo al vino. Sus comidas son simples: manzana salvajes, venado fresco y leche cuajada”
[…] Mientras no hacen la guerra, cazan un poco y sobre todo viven en la ociosidad dedicados al sueño y a la comida. Los más fuertes y belicosos no
hacen nada; delegan los trabajos domésticos y el cuidado de los penates y del agro a las mujeres. […]
 Eligen también en las asambleas a los príncipes, que son los que administran justicia en las villas y aldeas. Asisten con cada uno de ellos cien
hombres escogidos de la plebe, que les sirven de autoridad y consejo. Eligen algunas veces por príncipe algunos de la juventud, ya por su insigne
nobleza o por los grandes servicios y merecimientos de sus padres. Y éstos se juntan con los más robustos, y que por su valor se han hecho conocer y
estimar; y ninguno de ellos se avergüenza de ser camarada de los tales y de que se los vea entre ellos; antes hay en la compañía sus grados los cuales
son discernidos, por parecer y juicio del que siguen. Los compañeros del príncipe procuran por todas vías alcanzar el primer lugar cerca de él; y los
príncipes ponen todo su cuidado en tener muchos y muy valientes compañeros. El andar siempre rodeados de una cuadrilla de mozos escogidos es su
mayor dignidad y son sus fuerzas; que en la paz les sirve de honra y en la guerra de ayuda y defensa. Y el aventajarse a los demás en número y valor
de compañeros, no solamente les da nombre y gloria con su gente, sino también con las ciudades comarcanas: porque éstas procuran su amistad con
embajadas, y los hombres con dones; y muchas veces basta la fama para acabar las guerras, sin que sea necesario llegar a ellas. […]
 El retirarse, como sea para volver a acometer, tienen más por ardid y buen consejo que por miedo. Retiran sus muertos aún en el momento en que
está en duda la batalla. El mayor delito y flaqueza entre ellos es dejar el escudo. Y los que han caído en tan ignominia no pueden hallarse presentes a
los sacrificios ni juntas, y muchos, habiéndose escapado de la batalla, acabaron su infamia ahorcándose. Cuando su ciudad está largo tiempo en paz y
ociosidad, muchos de los mancebos nobles de ella se van a otras naciones donde saben que hay guerra, porque esta gente aborrece el reposo, y en
las ocasiones de mayor peligro se hacen más fácilmente hombres esclarecidos. Y los príncipes no pueden sustentar aquel acompañamiento grande
que traen sino con la fuerza y con la guerra: porque de la liberalidad de su príncipe sacan ellos, el uno un buen caballo, y el otro una framea victoriosa
y teñida en la sangre enemiga. Y la comida y banquetes grandes, aunque mal ordenados, que les hacen cada día, les sirven por sueldo. […]
 Y con todo se guardan estrechamente entre ellos las leyes del matrimonio, que es lo que sobre todo se debe alabar en sus costumbres. Porque casi
solos ellos se contentan con una mujer, sino son algunos de los más principales, y eso no por apetito desordenado, sino que por su mucha nobleza
desean todos emparentar con ellos por el casamiento. Hay pocos adulterios, en una nación tan numerosa; el castigo es inmediato y corre a cargo del
marido, el cual, después de haberle cortado los cabellos en presencia de los parientes, la echa desnuda de casa y la va azotando por todo el lugar.
Tampoco se perdona a las que proceden mal, aunque no sean casadas; que no hallará marido, por mucho que sea hermosa, moza y rica, porque
ninguno allí se ríe de los vicios, no se llama vivir en el siglo el corromper y ser corrompido. Y aún hacen cosas mejor las ciudades donde solamente se
casan las doncellas, y una sola vez se cumple y pasa con el deseo y esperanza de ser casada: de manera que como no tienen más de un cuerpo y una
vida, así no han de tener más que un marido, para que no tengan más pensamiento de casarse ni más deseo de ello, y que no le amen como a
marido, sino como a matrimonio. Tiénese por gran pecado entre ellos dejar de engendrar, y contentarse con cierto número de hijos, o matar algunos
de ellos.
Un Sajón (449 A. D.) Snorri Sturluson (1179 - 1241) Hengist Quiere Hombres (449 A.D.)
Ya se había hundido la encorvada luna; Tú, que legaste una mitología Hengist quiere hombres.
Lento en el alba el hombre rubio y rudo De hielo y fuego a la filial memoria, Acudirán de los confines de arena que se
Pisó con receloso pie desnudo Tú, que fijaste la violenta gloria pierden en largos mares, de chozas llenas de
La arena minuciosa de la duna. De tu estirpe pirática y bravía, humo, de tierras pobres, de hondos bosques, de
Sentiste con asombro en una tarde lobos, en cuyo centro indefinido está el Mal.
Más allá de la pálida bahía,
De espadas que tu triste carne humana Los labradores dejarán el arado y los
Blancas tierras miró y negros alcores,
Temblaba. En esa tarde sin mañana pescadores las redes.
En esa hora elemental del día
Te fue dado saber que eras cobarde. Dejarán sus mujeres y sus hijos, porque el
En que Dios no ha creado los colores.
En la noche de Islandia, la salobre hombre sabe que en cualquier lugar de la noche
Era tenaz. Obraron su fortuna Borrasca mueve el mar. Está cercada puede hallarlas y hacerlos.
Remos, redes, arado, espada, escudo; Tu casa. Has bebido hasta las heces Hengist el mercenario quiere hombres.
La dura mano que guerreaba pudo El deshonor inolvidable. Sobre Los quiere para debelar una isla que todavía no
Grabar con hierro una porfiada runa. Tu pálida cabeza cae la espada se llama Inglaterra.
De una tierra de ciénagas venía Como en tu libro cayó tantas veces. Lo seguirán sumisos y crueles.
A ésta que roen los pesados mares; En El otro, el mismo, 1964 Saben que siempre fue el primero en la batalla
Sobre él se aboveda como el día Al Idioma Alemán de hombres.
El destino, y también sobre sus lares, Mi destino es la lengua castellana, Saben que una vez olvidó su deber de venganza
el bronce de Francisco de Quevedo, y que le dieron una espada desnuda y que la
Woden o Thunor, que con torpe mano pero en la lenta noche caminada espada hizo su obra.
Engalanó de trapos y de clavos me exaltan otras músicas más íntimas. Atravesarán a remo los mares, sin brújula y sin
Y en cuyo altar sacrificó al arcano Alguna me fue dada por la sangre- mástil.
Caballos, perros, pájaros y esclavos. -oh voz de Shakespeare y de la Escritura-, Traerán espadas y broqueles, yelmos con la
Para cantar memorias o alabanzas otras por el azar, que es dadivoso, forma del jabalí, conjuros para que se
De reyes y de lobos y del Hado pero a ti, dulce lengua de Alemania, multipliquen las mieses, vagas cosmogonías,
Que no perdona y del horror sagrado te he elegido y buscado, solitario. fábulas de los hunos y de los godos.
Que hay en el corazón de los pinares. A través de vigilias y gramáticas, Conquistarán la tierra, pero nunca entrarán en
de la jungla de las declinaciones, las ciudades que Roma abandonó, porque son
Traía las palabras esenciales del diccionario, que no acierta nunca cosas demasiado complejas para su mente
De una lengua que el tiempo exaltaría con el matiz preciso, fui acercándome. bárbara.
A música de Shakespeare: noche, día Mis noches están llenas de Virgilio, Hengist los quiere para la victoria, para el
Agua, fuego, colores y metales, dije una vez; también pude haber dicho saqueo, para la corrupción de la carne y para el
Hambre, sed, amargura, sueño, guerra, de Hólderlin y de Angelus Silesius. olvido.
Muerte y los otros hábitos humanos; Heine me dio sus altos ruiseñores, Hengist los quiere (pero no lo sabe) para la
En arduos montes y en abiertos llanos, Goethe, la suerte de un amor tardío, fundación del mayor imperio, para que canten
Sus hijos engendraron a Inglaterra. a la vez indulgente y mercenario; Shakespeare y Whitman, para que dominen el
Keller, la rosa que una mano deja mar las naves de Nelson, para que Adán y Eva
Fragmento en la mano de un muerto que la amaba se alejen, tomados de la mano y silenciosos, del
Una espada, y que nunca sabrá si es blanca o roja. Paraíso que han perdido.
Una espada de hierro forjada en el frío del alba, Tú, lengua de Alemania, eres tu obra Hengist los quiere (pero no lo sabrá) para que
Una espada con runas capital: el amor entrelazado yo trace estas letras.
Que nadie podrá desoír ni descifrar del todo, de las voces compuestas, las vocales En El oro de los tigres, 1972
Una espada del Báltico que será cantada en Nortumbria, abiertas, los sonidos que permiten
Una espada que los poetas el estudioso hexámetro del griego La Promesa del Rey
Igualarán al hielo y al fuego, y tu rumor de selvas y de noches. Tostig, hermano del rey sajón de Inglaterra,
Una espada que un rey dará a otro rey Te tuve alguna vez. Hoy, en la linde Harold Hijo de Godwin, codiciaba el poder y se
Y este rey a un sueño, de los años cansados, te diviso alió con Harald Hardrada, rey de Noruega. (Este
Una espada que será leal lejana como el álgebra y la luna. había militado en Constantinopla y en Africa; su
Hasta una hora que ya sabe el Destino, estandarte se llamaba Landšda, Desolador de
Una espada que iluminará la batalla. A Islandia Tierras; también fue poeta famoso). Con un
De las regiones de la hermosa tierra ejército noruego desembarcaron en la costa
Una espada para la mano
Que regirá la hermosa batalla, el tejido de hombres, Que mi carne y su sombra han fatigado oriental y rindieron el castillo de Jorvik (York). Al
Una espada para la mano Éres la más remota y la más íntima, sur de Jorvik los enfrentó el ejército sajón.
Que enrojecerá los dientes del lobo Última Thule, Islandia de las naves, Veinte jinetes se allegaron a las filas del invasor;
Y del despiadado pico del cuervo, Del terco arado y del constante remo, los hombres, y también los caballos, estaban
Una espada para la mano De las tendidas redes marineras, revestidos de hierro. Uno de los jinetes gritó:
Que prodigará el oro rojo, De esa curiosa luz de tarde inmóvil -¿Está aquí el conde Tostig?
Una espada para la mano Que efunde el vago cielo desde el alba -No niego estar aquí -dijo el conde.
Que dará muerte a la serpiente en su lecho de oro, Y del viento que busca los perdidos -Si verdaderamente eres Tostig -dijo el jinete-
Una espada para la mano Velámenes del viking. Tierra sacra vengo a decirte que tu hermano te ofrece su
Que ganará un reino y perderá un reino, Que fuiste la memoria de Germania perdón, su amistad y la tercera parte del reino.
Una espada para a mano Y rescataste su mitología -Si acepto -dijo Tostig- ¿qué dará el rey a Harald
Que derribará la selva de lanzas. De una selva de hierro y de su lobo Hardrada?
Una espada para la mano de Beowulf. Y de la nave que los dioses temen, -No se ha olvidado de él -contestó el jinete-. Le
Labrada con las uñas de los muertos. dará seis pies de tierra inglesa y, ya que es tan
A Una Espada En York Minster Islandia, te he soñado largamente alto, uno más.
En su hierro perdura el hombre fuerte, Desde aquella mañana en que mi padre -Entonces- dijo Tostig- dile a tu rey que
Hoy polvo de planeta, que en las guerras Le dio al niño que he sido y que no ha muerto pelearemos hasta morir.
De ásperos mares y arrasadas tierras Una versión de la Völsunga Saga Los jinetes volvieron. Harald Hardrada
Lo esgrimió, vano al fin, contra la muerte. Que ahora está descifrando mi penumbra preguntó, pensativo:
Vana también la muerte. Aquí está el hombre Con la ayuda del lento diccionario. -¿Quién era ese caballero que habló tan bien?
Blanco y feral que de Noruega vino, Cuando el cuerpo se cansa de su hombre, El conde respondió:
Urgido por el épico destino; Cuando el fuego declina y ya es ceniza, -Era Harold Hijo de Godwin.
Su espada es hoy su imagen y su nombre. Bien está el resignado aprendizaje Antes que declinara el sol de ese día, el ejército
Pese a la larga muerte y su destierro, De una empresa infinita; yo he elegido noruego fue derrotado. Harald Hardrada
La mano atroz sigue oprimiendo el hierro El de tu lengua, ese latín del Norte pereció en la batalla y también el conde.
Y soy sombra en la sombra ante el guerrero Que abarcó las estepas y los mares En Literaturas germánicas medievales, 1978
Cuya sombra está aquí. Soy un instante De un hemisferio y resonó en Bizancio
Y el instante ceniza, no diamante, Y en las márgenes vírgenes de América.
Y sólo lo pasado es verdadero. Sé que no lo sabré, pero me esperan
Los eventuales dones de la busca,
No el fruto sabiamente inalcanzable.
Lo mismo sentirán quienes indagan
Los astros o la serie de los números...
Sólo el amor, el ignorante amor, Islandia.

También podría gustarte