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RÉGIS JO LI V E T

PROFESOR EN LAS FACULTADES CATÓLICAS DE LYÓN


DECANO DE LA FACULTAD DE FILOSOFÍA

CURSO
DE

F I LOSOF I A

TERCERA EDICIÓN

A d o t

BUENOS AIRES

EDICIONES DESCLÊE, DE BROUWER


A D V E R T E N C IA

E ste libro es un Curso de filosofía y a la vez un Manual.


E n efecto , d e prim era intención fu é concebido com o la ex p o­
sición d e una doctrina filo sófica qu e dirige todas las p artes d e
la filo so fía y les d a su unidad. E s, adem ás, un libro conform e
a lo qu e s e en tien de con el nom bre d e un Manual: estan do
destin ado a las clases, som étese siem pre a las exigencias que
se im ponen a los libros escolares.
E ste curso es d e volumen relativam ente reducido. M as,
b a jo su form a breve y sencilla, n ada falta en é l q u e sea ver­
daderam en te esencial y com prende algunos tratados qu e ordi­
nariam ente faltan en los M anuales d e filosofía. A cuenta d el
p ro feso r corre, p or supuesto, com pletar lo qu e juzgare n ece­
sario.
E n cuanto a l orden d e m aterias, se ha segu ido el en cad e­
nam iento lógico d e los problem as filosóficos, sin h a b er olvi­
d a d o e l ir gradu an do las dificultades. N o obstante, licito es
a quien lo ju zgare conveniente m odificar a veces este orden,
juntando el estudio d e la C osm ología a l d e la M etafísica g en e­
ral y uniendo la L ógica m ayor con la Critica d el conocim iento.
E s cierto qu e com o la L ógica m ayor, la C osm ología y la
P sicología em plean n ociones qu e propiam ente perten ecen a la
M etafísica gen eral, p od ría ser útil h acer p reced er estos tres
tratados d e una introducción m etafísica tocan do siquiera las
tesis esenciales d e la O ntología. Sin em bargo, tam bién este
orden tiene sus inconvenientes: las nociones d e M etafísica g e ­
neral así presen tadas a l principio d e la filosofía pueden p a re­
cer arbitrarias, al no ser traídas p o r el p rogreso d e la reflexión
aplicada a la experiencia. P or otra parte, estas nociones exi­
gen una cap acid ad d e abstracción qu e no es fá cil conseguir,
al principio, p o r los estudiantes. P o r eso hem os p referid o no
abo rd ar los problem as d e M etafísica gen eral sino a m edida
qu e son plan teados, en cierto m odo, naturalmente, p o r el o b ­
je to m ismo d e los diferen tes tratados. L a Lógica form al intro­
d u ce la cuestión d e la v erdad y la L ógica material, la d e
8 CURSO DB FILOSOFIA

causa. L a C osm ología plantea la consideración d e tas nocio­


nes d e can tidad y d e cualidad, d e extensión y d e m ovim iento.
d e espacio y d e tiem po; y en tas nocion es d e m ateria y d e
form a v a im plicada la división d e l ser en acto y potencia. D e
la misma m anera. la psicología qu e trata d e la razón. nos
INTRODUCCIÓN GENERAL 0 )
lleva a abord ar ciertos aspectos d e la noción det ser q u e la
critica d e l conocim iento precisará m ás aún. P o r el m ismo h e ­
cho. tos problem as d e la M etafísica g en eral presén tan se b a jo
A r t . I. N A T U R A L E Z A D E LA F IL O S O F ÍA
la form a n ecesaria que d e h ec h o les corresponde. A l m ismo
tiem po, el tratado d e M etafísica gen eral p u ed e muy bien
qu edar reducido a m ás breves proporcion es y sobre to d o a p a ­ 1. El deseo de saber, fuente de las ciencias.
recer com o realm ente dirigido p or e l conjunto d e cuestiones Todos los hombres, dice Aristóteles, están naturalmente
especulativas qu e te precedieron y prepararon. ansiosos de saber, es decir que el d eseo d e s a b er es Innato:
échase de ver ya en el niño, por los “por qué“ y los "cómo”
que no cesa de formular. E l deseo de saber es el principio de
las ciencias, cuya primera finalidad no es dar al hombre los
N O T A P A R A L A C U A R T A E D IC IO N medios de actuar sobre la naturaleza, sino en primer lugar
satisfacer su curiosidad natural.
Si el deseo de saber es esencial al hombre, debe ser univer­
L a cuarta edición d e este Curso ha sido ob jeto d e algunas sal en el tiem po y en e l espacio. Y esto es lo que nos ensefia
im portantes m odificaciones. E n prim er Tugar, los capítulos
la historia; pues no hay pueblo, por retrasado que se halle,
referen tes a l hábito, a l instinto y a tas inclinaciones han sid o en el que no se manifieste esta natural inclinación del espí­
retocad os y com pletados. S e h a añ ad id o a l capítulo d e la ritu, y es por consiguiente ton antigua como la humanidad.
imaginación algunas páginas qu e proporcionan tas nociones
esenciales acerca d el ensueño, el sueño y los sueños. H em os
m odificado, adem ás, el orden d e tas cuestiones d e psicología, 2. Las diversas formas del saben
d e suerte q u e concuerde con e l tom o segu ndo (P sico lo g ía ) a) E l conocim iento em pírico. La necesidad de saber da lu­
d e nuestro Tratado de Filosofía. gar primero a los conocimientos empíricos, que son el fruto
del movimiento espontáneo del espíritu, pero son conocimien­
tos imperfectos, en cuanto a menudo carecen de objetividad
y se forman de casualidad, merced a generalizaciones precipi­
tadas. sin orden ni m étodo. Tales son por ejemplo las reglas
meteorológicas del campesino, los proverbios y máximas que
resumen las observaciones corrientes sobre el hombre y sus
pasiones, etc. Estos conocimientos empíricos no son cosa que
se haya de menospreciar. Por el contrario, ellos constituyen
el primer paso de la ciencia, que no hace sino perfeccionar
los procedimientos que el empirismo emplea para adquirir sus
conocimientos.
b) E t conocim iento cien tífico busca sustituir el empirismo
con conocim ientos ciertos. gen erales y m etódicos, es decir con

(1) Las cifras del interior de) texto remiten a los números marginales.
10 CURSO DE FILOSOFIA INTRODUCCION GENERAL 11

verdades valederas en todos los casos, en todos los tiempos fenómenos), y aquello que no es accesible sino a la razón. Si
y en todos los lugares, y unidades entre si por sus causas y pues la filosofía es ciertamente una ciencia universal, lo es en
sus principios. cuanto tiende a conocer, no todas las cosas, como creían los
T a l es la ciencia en general. La filosofía es por eso una antiguos griegos, sino los prim eros principios de todas las cosas.
ciencia y. como veremos, es la más alta de las ciencias hu- Por ahí se echa de ver que una explicación científica no es
manas. Pero en nuestros dias existe la tendencia a limitar la una explicación filosófica; ni una explicación filosófica es una
aplicación del nombre de “ciencia" a las ciencias de la natu­ explicación científica. L o s problem as d e la ciencia n o son los
raleza, y más en concreto a las ciencias que se rigen por leyes d e la filo so fía : el encadenamiento de los fenómenos, tal como
necesarias y absolutas, fundadas sobre el determ inism o de la ciencia lo pretende descubrir, deja intacta la cuestión de
los fenómenos de la naturaleza. En este caso están la Fisica, la naturaleza profunda de las cosas, de sus valores y de sus
la Química, la Mecánica celeste, etc. fines; y el conocimiento de las esencias, de los valores y de
c) E l conocim iento filo sófico, en fin, es la más alta expre­ los fines no nos puede dar la ciencia de las relaciones fe­
sión del deseo de saber. Es una ciencia, en cuanto pretende nomenales.
conocer las cosas por sus causas. Pero mientras que las de­
más ciencias se limitan a descubrir las causas más inmediatas,
¡a F ilo sofía tiene por ob jeto descubrir las causas m ás univer­ A rt. III. M É T O D O D E LA F IL O S O F IA
sales, es d ecir las causas prim eras d e todas las cosas.
3 1. El método depende del objeto formal. — Llámase “mé­
todo" a l conjunto d e procedim ientos em pleados p ara llegar al
A rt . II. O B JE T O D E LA F IL O S O F ÍA conocim iento o a la dem ostración d e la verdad. E l método
de una ciencia depende del objeto mismo de esta ciencia. En
2 1. Antiguo concepto de la filosofía. — La palabra filó s o fo el estudio de los seres vivientes no se emplea el mismo pro­
significa “amigo de la ciencia y de la sabiduría", y dícese que cedimiento que en el estudio de los seres orgánicos; y la quí­
la inventó Pitágoras. Para los antiguos griegos, la filosofía mica procede de distinta manera que la fisica. De modo que
era la ciencia universal; abrazaba casi todo el conjunto de de la definición y del objeto de la filosofía debemos deducir
conocimientos que agrupamos bajo los nombres de ciencia, de el método que le conviene.
arte y de filosofía. T a l concepto duró Hasta la edad media;
a partir de esta época, primero las artes y después las ciencias 2. El método filosófico es experimental y racional a la
de la naturaleza se separaron poco a poco de la filosofía con­ vez. — Hemos definido la filosofía como la ciencia d e las
quistando su autonomía. Esta separación es hoy un hecho cosas p o r sus causas suprem as. De donde se sigue que:
consumado, y existe el mayor interés en distinguir netamente a) L a filo sofía p arte d e la experiencia. Si la filosofía es en
estas dos clases de conocimientos que se llaman científicos y primer lugar “ciencia de las cosas", es decir, del hombre, del
filosóficos. mundo y de Dios, debemos comenzar por conocer las cosas
que queremos explicar; es decir que nuestro punto de partida
2. Filosofía y ciencias. — La ciencia y la filosofía no tie­ será tomado normalmente de la experiencia. La naturaleza
nen el mismo o b jeto form al. Indudablemente que desde un de las cosas, en efecto, la conocemos por sus propiedades, y
punto de vista material, ciencia y filosofía se aplican al mismo éstas nos las da a conocer la experiencia —vulgar o cientí­
objeto: el mundo y el hombre (objeto material). M as cada fica— . Igualmente, de los efectos del poder divino podemos
disciplina estudia este objeto común bajo un aspecto propio elevarnos hasta la Causa primera del universo, ya para afir­
(objeto formal). La ciencia se limita a la determinación de mar su existencia necesaria, ya para determinar su natura­
las leyes de los fenómenos. La filosofía aspira a conocer la leza y sus atributos; y estos mismos efectos son un objeto de
naturaleza profunda de las cosas, sus causas supremas y sus experiencia. Asi, el m étod o filosófico será en primer lugar
fines últimos: interésale propiamente, en todas sus partes, el experim ental, en el sentido de que el punto de partida de la
conocimiento de lo que está sobre la experiencia sensible (o los filosofía lo tomamos de la experiencia.
12 CURSO DE FILOSOFIA INTRODUCCION GENERAL 13

b) L a filo sofía tiende, por ta razón, a lo que está m ás allá del estudio de la lógica, que es como el instrumento univer­
d e ta experiencia. Pero como la filosofía, es, por sus fines, sal del saber, en cuanto define los medios de llegar a la verdad.
esencialmente metafísica, es decir que pretende ir más allá
de la experiencia sensible y llegar hasta las causas primeras, 5 2. Los diferentes tratados de la filosofía. — Las subdivi­
deberá recurrir a la razón, porque estas causas primeras no siones de las tres partes de la filosofea se deducirán de las
las ve el hombre, no las toca con sus sentidos y en conse­ siguientes consideraciones:
cuencia no puede llegar a ellas sino merced a una facultad a ) P roblem as d e ta lóg ica. La lógica puede adoptar dos
superior. Por esta razón, el método filosófico es también un puntos de vista: o bien pretende determinar las condiciones
m étodo racional. universales de un pensamiento coherente consigo mismo (ló ­
gica form al o m en or), o bien busca definir los procedimientos
9. La filosofía no echa mano sitio de la razón naturtd. — o los métodos exigidos, en cada disciplina particular, por los
Por otra parte, si la filosofía se sirve de la razón, es sola­ diferentes objetos del saber (L óg ica m aterial o M etod olog ía).
mente de la razón natural. En esto se distingue absolutamen­ b) P roblem as d e ta filo so fía especulativa. Teniendo por fin
te de la Teología, que se basa, como en sus primeros prin­ la filosofía especulativa el conocimiento puro, su objeto es
cipios, en las verdades reveladas, mientras que la filosofía conocer el mundo de la naturaleza en si mismo (F ilo so fía d e
sólo recurre a las luces de la razón. Su criterio de verdad no la n atu raleza), asi como la causa primera del mundo, que es
es, como en Teología, la autoridad de Dios que revela, sino Dios (T e o d ic e a ).
la evidencia de su objeto. La filosofía de la naturaleza se dividirá a su vez en dos
partes, según se refiera al mundo material como tal (C osm o­
A r t . IV . D IV IS IÓ N D E LA F IL O S O F IA lo g ía ), o al hombre (P sico log ía).
E l estudio de Dios (existencia y naturaleza de Dios) que
4 1. Principio de la división. — Puede uno colocarse bajo forman la Teodicea no puede ser abordado directamente, por
distintos puntos de vista para distinguir las diferentes partes no sernos Dios conocido sino como autor del ser universal.
de la filosofía. Una división corriente en nuestros días con­ También deberá ir precedida lógicamente de un tratado con­
siste en distinguir cuatro partes: lógica, psicología, moral y sagrado al conocimiento del ser en general; y éste es el objeto
metafísica. Pero es éste un orden discutible, primero porque de la O ntologia.
permite suponer que la moral se puede constituir integra­ Lp Ontologia, o su vez, requiere el estudio previo del valor
mente sin la metafísica: luego veremos que eso no es verdad: de nuestra facultad de conocer. Este, en efecto, tiene por objeto
. y en segundo lugar porque la cosmología o estudio del mundo realidades que en modo alguno son objeto de la aprehensión
material como tal, o bien parece no pertenecer a la filosofía sensible. Preciso es, pues, conocer si se justifican, y en qué
sino únicamente a las ciencias de la naturaleza, lo cual es un medida, sus pretensiones de llegar a los primeros principios
error, o bien queda incluida ya en la lógica material, o ya de las cosas. Y éste es el objeto de la Criden d e l conocim iento.
en la metafísica, lo cual no es. ni en un caso ni en otro, su Critica del conocimiento, Ontologia (o Metafísica general)
lugar normal. y Teodicea constituyen el conjunto de la M etafísica.
E s más lógico dividir la filosofía partiendo de este princi­ c) P roblem as d e la filo sofía práctica. La filosofía práctica
pio oue las cosas pueden ser con sideradas y a en si m ismas ya tiene por fin, según lo hemos dicho, definir el bien del hom­
en relación con nosotros. Desde el primer punto de vista, trá­ bre. Para esto podemos colocarnos en un doble punto de vista:
tase simplemente de conocerlas por sus principios supremos en el punto de vista de) hacer, es decir, de la obra a realizar
y sus causas primeras: éste es el obleto de la filosofía especu ­
(arte en general y artes de lo bello en particular), lo cual es
lativa. Desde el segundo punto de vista, se trata de saber
el objeto de la F ilosofía d e l arte, o en el punto de vista del
cómo debemos emplear las cosas para nuestro bien absoluto:
obrar, es decir, de la acción que se va a cumplir, lo cual cons­
y éste es el obleto de la filosofía práctica. Estas partes esen­
ciales de la filosofía Irán además, naturalmente, precedidas tituye el objeto de la M oral.
14 CURSO DE FILOSOFIA

E l siguiente cuadro resume esta división de la filosofía:

PARTES DE LA TRATADOS O BJETO S


TILO SOPÍA

Lógica formal o| Leyes del razonam iento co~


I menor ............| rrecto.
l ó o ig a
W gica materiali M d o¡
mayor ............ J r

f il o s o f ìa | Cosmologia . . . . : E t m ando m aterial corno tal.


DB LA |
natukalbza ( .Psicologia ........... : El hom bre.
II Critica del conb-1 y , ¿ ( ^
f il o s o f ìa cimiento -----J
ESPECULATIVA
METAFÌSICA Ontologia ......... El ser en general. CURSO DE FILOSOFIA
Teodicea i Existencia y naturaleza de
............\ Dios.

III Filosofia del arta; L o bello y las artes.


FILOSOFÍA
PRÁCTICA Moral .................. : El acto humano.
PR ELIM IN A R ES

art. i. d e f in ic ió n d e la l ó g ic a

6 El término de "lógica" viene de una palabra griega que


significa razón. La lógica es en efecto la ciencia d e las lep es
ideales d e l pensam iento, y e l arte d e aplicarlas correctam en te
a la investigación y a la dem ostración d e la verdad,

1. La lógica es una ciencia, es decir un sistem a d e con oci­


mientos ciertos, fu n dados en principios universales. En esto
difiere la lógica filosófica de la lógica espontánea o empírica,
como lo perfecto difiere de lo imperfecto. Porque ta lógica
natural no es otra cosa que la aptitud innata del espíritu a
hacer uso correcto de las facultades intelectuales, pero sin ser
capaz de justificar por la razón, recurriendo a los principios
universales, las reglas del pensamiento correcto.

2. Ciencia de las leyes ideales del pensamiento. — La ló­


gica pertenece por lo mismo a la filo so fía normativa, porque
su fin no es definir lo que es, sino lo que d e b e ser, es decir li
que deben ser las operaciones intelectuales para satisfacer a
las exigencias de un pensamiento correcto. La lógica establece
las condiciones, no de existencia, sino de legitimidad.

3. La lógica es también un arte, es decir un m étod o q u e


perm ite h acer bien una obra según determ inadas reglas. La
lógica, en efecto, al mismo tiempo que define las leyes ideales
del pensamiento, establece las reglas del pensamiento correcto,
cuyo conjunto constituye un arfe d e pensar. Y como el razo­
namiento es la operación intelectual que implica todas las de­
más operaciones del espíritu, con frecuencia se define la lógica
como la ciencia y el arte del razonamiento correcto.

4. La lógica tiene por fin la investigación de la verdad


y su demostración, porque 1n investigación y la demostración
i 18 PRELIMINARES LOGICA t 10

de la verdad son el fin de la inteligencia y por consiguiente condiciones qu e derivan d e las relaciones d el pensam iento con
de la lógica, en cuanto define las condiciones de validez de los diversos ob jeto s a los que se pueden aplicar. De ahí las
las operaciones del espíritu. divisiones generales de la lógica:

A rt . II. IM P O R T A N C IA D E LA LÓ G ICA 1. Lógica formal o menor. — Es la parte de la lógica que


establece la form a correcta de las operaciones intelectuales, o
7 No se ha de exagerar ni rebajar la importancia de la lógica que asegura el acuerdo del pensamiento consigo mismo, de
científica. tal manera que los principios que descubre y las reglas que
formula se aplican a todos los objetos de pensamiento, cua­
1. La lógica empírica. — Puédese llegar y a menudo se lesquiera que éstos sean.
llega a la verdad sin el auxilio de la Lógica científica, sobre Ahora bien, como las operaciones del espíritu son tres, a
todo cuando las operaciones intelectuales no encierran gran saber: la aprehen sión , el juicio y el raciocinio, la lógica for­
complejidad. En este caso basta con la lógica espontánea, de mal comprende normalmente tres partes, que tratan de la
la que la lógica filosófica no es sino un perfeccionamiento aprehensión y de la idea, del juicio y de la proposición, del
metódico; y Leibniz dijo con razón que "/as leyes d e la raciocinio y de la argumentación.
L óg ica no son sino las reglas d el buen sen tido puestas en
orden p o r escrito 2. Lógica material o mayor. — Es la parte de la lógica
que determina las ley es particulares y las reglas especiales
2. La lógica científica. — Mas si el b u e n sentido es siem ­ que derivan de la naturaleza de los objetos que se han de
p re n ecesario, no siem pre es suficiente. Si bien es posible ob­ conocer. Y define los métodos de las matemáticas, de la
servar espontáneamente las reglas de un pensamiento correc­ física, de la química, de las ciencias naturales, de las ciencias
to, hay mayor probabilidad de observarlo cuando esas reglas morales, etc., que son otras tantas lógicas especiales.
son conocidas y familiares. Además, no se trata únicamente A la lógica mayor podemos referir el estudio d e las condi­
de conocer la verdad: es preciso descartar las dificultades y ciones d e la certeza, así como el de los sofism as que quieren
refutar los errores, para lo cual no basta el buen sentido que presentar lo falso con apariencias de verdad. Es-as cuestiones
ignora las causas de error y los procedimientos sofísticos. En no se confunden con aquellas de que trata la crítica del cono­
fin, el buen sentido puede deducir de una verdad las conse­ cimiento. No se trata, en efecto, en lógica, sino de definir,
cuencias más inmediatas. Pero asi como no es capaz de ele­ desde un punto de vista formal, lo que son d e d erech o la
varse hasta los principios universales, tampoco sabe llegar a verdad y el error y cuáles son las condiciones d e d erech o de
las consecuencias remotas. la certeza; mientras que la Crítica del conocimiento tiene por
La lógica es pues necesaria para hacer al espíritu más agudo objeto resolver la cuestión de saber si d e h ech o nuestras facul­
y ayudarle a dar razón de sus operaciones recurriendo a los tades de conocimiento son capaces de llegar a la verdad.
principios en que se funda su legitimidad.

A rt . III. D IV IS IÓ N D E LA LÓ G ICA

3 Hemos visto en el número 6 que la lógica tiene por objeto


establecer las condiciones que las operaciones intelectuales de­
ben llenar para ser correctas. Ahora bien, estas condiciones
podémoslas agrupar en dos grandes categorías. Primero, las
condiciones q u e aseguran el acu erdo d e l pensam iento consigo
mismo, hecha abstracción de cualquier dato particular, de tal
manera que sean válidas umversalmente. Vienen luego las
P R IM E R A PA RTE

L Ó G I C A F O R M A L

9 Ln lógica formal establece las condicione« de! acuerdo de!


pensamiento consigo mismo. No contempla las operaciones
intelectuales desde el punto de vista de su naturaleza »—cosa
que pertenece a la psicología— , sino desde el punto de vista
de su validez intrínseca, es decir, de su ¡orina. Y como todo
raciocinio se compone de Juicios, y todo juicio de ideas, debe­
mos distinguir tres operaciones intelectuales específicamente
diferentes:

1. A prehen der, es decir concebir una idea.


2. Juzgar, es decir afirmar o negar una relación entre dos
ideas.

3. R azonar, es decir, d e d os o más juicios dados deducir


otro juicio que de ellos se sigue necesariamente.
La lógica estudia estas tres operaciones en si mismas, a sa­
ber en tanto que son actos de! espíritu, y en sus expresiones
verbales, que son: para la aprehensión, el térm ino; para e!
juicio, la proposición: para el raciocinio, el argumento.
Todos los principios y todas las reglas válidas de las ope­
raciones del espíritu lo son igualmente y de la misma manera
de sus expresiones verbales.
CAPITULO I

LA APREHENSIÓN Y EL TÉRMINO

A r t . I. D E F IN IC IO N E S

10 !• Aprehender significa captar, tom ar, y la aprehensión,


desde el punto de vista lógico, es el acto p or el cual el espíritu
con cibe una idea, sin afirm ar ni negar n ada d e ella. La apre­
hensión difiere, pues, del juicio, del cual vamos a ver que
consiste en afirmar o negar una cosa de otra.

2. La idea, o concepto, es la sim ple representación intelec­


tual d e un objeto. Difiere esencialmente de la imagen, que es
la representación determinada de un objeto sensible.

3. El término es la expresión verbal d e la idea. — Desde' el


punto de vista lógico, debemos distinguir el término de la
palabra. E l término puede, en efecto, comprender varias pala­
bras (por ejemplo, el buen Dios, algunos hombres, una acción
brillante), que no obstante sólo forman una idea lógica.

A r t . II. C O M P R E H E N S IÓ N Y E X T E N S IÓ N
H Podemos considerar una idea y por consiguiente un tér­
mino. desde el punto de vista de la comprehensión y desde el
punto de vista de la extensión. Esta distinción es de capital
importancia para toda la lógica formal.

1. La comprehensión es el contenido de una idea, es decir


el conjunto d e elem entos d e qu e consta una idea. A sí la com­
prehensión de la idea de hombre implica los elementos si­
guientes: ser, viviente, sensible, racional.

2. La extensión es el conjunto d e sujetos a los cu ales con­


viene la idea. Así, la idea de hombre conviene a los canadien-
24 LOGICA PORMAL LA APREHENSION Y EL TERMINO 25

ses. a los vascos, a los blancos, a los negros, a Pedro, a Car­ de ser (lo que es) es simple: la idea de hombre (animal ra­
los, Eduardo, etc. cional) es compuesta.
b) En cnanto a la extensión, hay qtte distinguir:
3. Relación de la comprehensión y de la extensión. L a idea singular: es aquella que no se puede aplicar sino a
a) La com prehensión d e an a idea está en relación inversa un individuo: Carlos, este árbol, este libro.
d e su extensión. La idea de ser, que es la menos rica de todas, La idea particular: es aquella que se aplica de manera inde­
es por lo mismo la más universal: la idea de hombre, que terminada sólo a una parte de una especie o de una clase
encierra mayor número de elementos, no se aplica sino a una determinada: algunos patos.
parte de los seres; la idea de vasco, que añade a la idea de L a idea universal: es aquella que conviene a todos los indi­
hombre nuevos elementos, es todavfa más restringida; y en viduos de un género o de una especie dada: el hombre, el
fin, la Idea de tal individuo. Carlos, Eduardo, cuya compre­ círculo, la mesa. etc.
hensión es la más rica, es por lo mismo la más limitada en La idea singular equivale n una idea universal, porque si
cuanto a la extensión. bien está limitada a un solo individuo, agota toda su extensión.
b ) E l g én ero y la especie. También es posible ordenar las
ideas, y por consiguiente los seres por ellas representados, se­ 3. Punto de vista de sus relaciones m utuas.— Las ideas
gún una jerarquía fundada en su extensión. La idea superior pueden ser entre si:
en extensión se llama gén ero con relación a la idea inferior, a) C ontradictorias, cuando la una excluye a la otra, sin
y ésta se dice esp ecie con relación a la primera. En princi­ que haya término medio posible entre ambas. Por ejemplo:
pio, se llama g én ero a toda idea que contiene debajo de si ser y no ser: estar en la luna y no estar en la luna; avaro y
otras Ideas generales (animal con relación a hombre, pájaro» no avaro.
per, etc.), y esp ecie a toda idea que no contiene sino indi­ b) Contrarias, cuando expresan las notas más opuestas en
viduos. un género dado, de tal modo que exista un término medio
entre ellas: blanco y negro: avaro y pródigo: estar en Pam­
A r t . II!. C L A SIF IC A C IÓ N D E LAS ID E A S plona y es*ar en Bilbao.
Y D E LO S T É R M IN O S
A r t . IV . REG LA F O R M A L D E LA S ID E A S
12 Para clasificar las ideas puédense 'tomar distintos puntos
de vista. Y DE L O S T É R M IN O S

1. Punto de vista de su perfección. 13 I . En si misma, una idea no es ni verdadera ni falsa,


porque no contiene ninguna afirmación. E s lo que es y
a) La id ea es adecu ada cuando representa al espíritu todos nada más.
los elementos del objeto. Es inadecu ada en el caso contrario.
b ) La id ea e s clara cuando basta para hacer reconocer su 2. Una idea puede ser contradictoria, es decir compren­
objeto entre todos los demás; y oscura en el caso contrario. der elementos que se excluyan mutuamente. Por ejemplo la
c) La idea es distinta o con fu sa según que nos dé a cono­ idea de circulo cuadrado.
cer, o no, los elementos que componen sus objetos. Una idea Las ideas contradictorias no pueden ser sino ideas confusas,
clara puede no ser distinta: un jardinero tiene idea clara, porque es imposible concebir clara y distintamente una Idea
pero no distinta (al revés que el botánico), de las flores que realmente contradictoria (que es, en realidad, la nada).
cultiva. En cambio, una idea distinta es necesariamente clara. H em os d e procurar, pues, que nuestras id eas no encierren
elem entos contradictorios. Ahora bien, como la contradicción
2. Punto do vista de su comprehensión y de su extensión. en las Ideas proviene siempre de su confusión, hay que hacer
a) E n cuanto a la com prehensión, tina idea es sim ple o desaparecer esta confusión analizándolas, es decir que hay
com puesta. según comprenda uno o varios elementos. La idea que definirlas y dividirlas.
26 LOGICA FORMAL LA APREHENSION Y EL TERMINO 27

Definición. — Dividir es distribuir un tod o en sus partes.


A rt. V. LA D E F IN IC IÓ N Hay por consiguiente tantas clases de divisiones cuantas cla­
ses de todos existan.
14 1. Noción. — Definir, según el sentido etimológico, es lo
mismo que delim itar. La definición lógica consiste, en efecto,
en circunscribir con exactitud la comprchcnsión de un objeto, 2. Especies. — Llámase un tod o a aquello que puede ser
en otros términos en d ecir lo qu e una cosa es. resuelto o dividido, sea físicamente, o al menos idealmente,
en diversos elementos. D e ahí tres clases de tod o: físico, lógi­
2. División. — Distinguense: co y moral.
a) F ísico. E l todo físico es aquel cuyas p artes son real­
a ) L a defin ición nominal, que expresa el sentido de una m ente distintas. Este todo puede ser: cuantitativo, en cuanto
palabra. Asi, decir que la p alabra “definir" significa "deli­ se compone de partes homogéneas: un bloque de mármol:
mitar" es dar una definición nominal. esencial, en cuanto .forma una esencia completa: el hombre:
b ) L a definición real, que expresa la naturaleza de la mis­ potencial, en cuanto compuesto de diferentes facultades: el alma
ma cosa. La definición real puede ser: humana como compuesta de inteligencia y de voluntad: ac­
E sen cial. E s aquella que se hace por el gén ero p róx im o y la cidental. en cuanto compuesto de partes unidas exteriormen-
d iferen cia esp ecifica. Definimos así al hombre: animal racio­ te: una mesa, un montón de piedras.
nal; anim al es el género próximo, es decir la idea inmediata­ b) L óg ico (o m etafisico). El todo lógico es aqu el cuyas
mente superior, en cuanto a la extensión, a la idea de hombre: partes no se distinguen sin o p or la razón. V a expresada por
y racional, que es la diferencia específica, es decir la cualidad
una noción universal que contiene en sí a otras como partes
que, añadida a un género, constituye una especie, distinta subjetivas. Asi el género contiene sus especies: por ejemplo,
como tal de todas las especies del mismo género. la idea de metal con relación a los diversos metales (hierro,
D escriptiva. Es aquella que, a falta de los caracteres esen­ cobre, zinc, etc.); o también la idea de animal referido a ani­
ciales (género próximo y diferencia especifica), enum era los
mal racional (hombre) y a animal no racional (bruto).
caracteres extern os más notables de una cosa, permitiendo c) M oral. E l todo moral es aqu el cuyas partes, actualm ente
así distinguirla de todas las demás. (E l carnero es un rumian­ distintas y separadas, están unidas p or el lazo m oral d e l mis­
te de cabeza alargada, nariz encorvada, ojo lánguido, etc.) m o fin : una nación, un ejército, una familia, etc. V a expresado
Es la definición que se emplea en las ciencias naturales. por un concepto colectivo.
3. Reglas de la definición. — Son dos:
3. Reglas. — Una división, para ser buena, ha de ser:
a) L a definición d e b e ser m ás clara qu e lo qu e se defin e.
Por eso es preciso que no contenga el término que se define a) C om pleta o adecuada, es decir que enumere todos los
~~que normalmente no sea negativa, porque decir que el hom­ elementos de que se compone.
bre no es un ángel, no es aclarar la cuestión de la naturaleza b) Irreductible, es decir, que no debe enumerar sino los
del hombre— ; en fin, que sea breve. elementos verdaderamente distintos entre si, de manera que
b) L a definición d eb e convenir a todo lo qu e se d efin e y ninguno esté comprendido en otro. La división siguiente: el
a eso sólo. E s decir que no ha de ser ni dem asiado lim itada hombre está compues'o de un cuerpo, de un alma y de una
(el hombre es un animal de color blanco), ni d em asiad o am ­ inteligencia, pecaría contra esta regla, ya que el alma humana
plia (el hombre es un animal). comprende la inteligencia.
c) F u n dada en el m ism o principio, y por consiguiente que
A r t . V I. LA D IV IS IÓ N debe proceder por miembros verdaderamente opuestos entre
si. La división siguiente: mi biblioteca se compone de libros
15 La división de las ideas en sus elementos es uno de los me­ de filosofía y de libros bien encuadernados, pecaría contra es­
dios necesarios de obtener una buena definición. ta regla, porque bien encu adern ados no se opone a filosofía.
EL JUICIO Y LA PROPOSICION 29

a ) D esd e el punto d e vista d e la form a. Se distingue los


juicios afirm ativos y los juicios negativos.
b) D esd e el punto d e vista d e la materia.. Distingucnse en
analíticos y en sintéticos.
CAPITULO II Llámase analítico a un juicio en que el atributo es: ya idén­
tico al sujeto (como en el caso de la definición: "E l hombre es
EL JUICIO Y LA PROPOSICIÓN un animal racional"), y a esencial al sujeto ( " E l hombre es
racional” ), ya propio ( ') al sujeto (" E l circulo es redondo").
Llámase sintético un juicio cuyo atributo no ex p resa nada
d e esencial ni propio d e l su jeto: "E ste hombre es viejo", "E l
A r t . I. D E F IN IC IO N E S tiempo es claro".

18 I. Definición del Juicio. — El Juicio es el acto p o r et que 2. Clasificación de las proposiciones. — Podemos clasifi­
t i espirita afirm a una cosa d e otra; "D ios es bueno", "el hom­ car las proposiciones desde el punto de vista de la cantidad o
bre no es inmortal" son juicios en cuanto el uno afirma de desde el punto de vista de la cualidad.
Dios la bondad, y el otro niega al hombre la inmortalidad. A. L a cantidad de una proposición depende de la extensión
El Juicio encierra, pues, necesariamente tres elem entos, a d e l sujeto. Se pueden distinguir:
saber: un su jeto, que es el ser del cual se ,a firma o niega al­ a) L a s proposiciones universales: son aquellas en que el
guna cosa: un atributo o predicado, que es lo que se niega o su jeto es un término universal, tom ado universatmente. Por
afirma del sujeto: una afirm ación o una negación. ejemplo: "E l hombre (o todo hombre) es mortal."
E l sujeto y el atributo son la m ateria del Juicio: y la form a b) L as proposiciones particulares: aquellas en que el sujeto
del Juicio resulta de la afirmación o de la negación. es un término particular: "Algún hombre es virtuoso."
c) L as proposiciones singulares: aquellas cuyo su jeto es un
2. Definición de la proposición. — La proposición es la ex­ término singular: "Pedro es sabio”, "E ste árbol es viejo". E s­
presión v erbal d e l juicio. tas proposiciones, por la razón expresada en el número 12,
Compónese. como el juicio, de d os términos, sujeto y predi­ deben ser asimiladas a las proposiciones universales.
cado, y de un verbo llamado cópula (es decir lazo), porque B. L a cualidad de una proposición depende de ta afirm a­
une o separa los dos términos. ción o de la negación, según que la relación del atributo al su­
E l verbo de la proposición lógica es siem pre el verbo ser. jeto sea una relación de conveniencia o de no conveniencia.
tom ado en sen tido copulativo o relativo, como en esta propo­
3. Las cuatro proposiciones. — Como toda proposición tie­
sición: "Dios es bueno", y no en sentido absoluto, en el que
ne a la vez una cantidad y una cualidad, puédese distinguir
significa existir, como en esta proposición: "D ios es". A me­
cuatro especies de proposiciones, que los lógicos designan con
nudo el verbo gramatical comprende a la vez al verbo lógico
vocales, a saber:
y al ptributo. Asi, esta proposición: " Y o hablo", se descom­ a) L a universal afirm ativa ( A ) : Todo hombre es mortal.
pone, desde el punto de vista lógico, en esta otra: "Y o soy o b) L a universal negativa ( E ) : Ningún hombre es espíritu
estoy hablando". Del mismo modo, "D ios existe", se descom­
pone asi: "D ios es existente". puro.
c) La particular afirm ativa ( I ) : Algún hombre es sabio.
d) La particular negativa ( O ) : Algún hombre no es sabio.
A r t . II. E S P E C IE S D E JU IC IO S Y D E
P R O P O S IC IO N E S 4. Relación de los términos desdo el punto de vista de lo
1. Clasificación de los Juicios. — Podemos clasificar los extensión, en las universales.
juicios desde el punto de vista de su form a y desde el de su (t) La propiedad, en lógica, es un carácter que no pertenece • 1«
materia. esencia del sujeto, pero deriva de ella necesariamente.
30 LOGICA FORMAL EL JUICIO Y LA PROPOSICION 31

a ) E n las afirm ativas ( A ) , el sujeto se toma en toda su ex ­ 2. Layes de la oposición.


tensión, pero el p red icad o no se toma sino según una parte d e a ) L ey d e las contradictorias. Dos proposiciones contradic­
su exten sión : "E l hombre es mortal" significa que el hombre torias (A y O , E e I) no pueden ser ni verd ad eras ni falsa s
es uno de los mortales, es decir una parte de los seres mortales. a la vez. S i una es verdadera, la otra es necesariamente falsea;
b ) E n ias negativas ( E ) , el sujeto y el atributo es'án- toma­ si una es falsa, la otra es necesariamente verdadera.
dos en tod a su extensión: "Ningún hombre es espíritu puro"
significa que el hombre no es ninguno de los espíritus puros. b) L ey d e las contrarias. Dos proposiciones contrarias (A
y E ) no pu eden ser v erdaderas a l m ism o tiem po; si una es
A rt. III. D E LA O P O SIC IÓ N verdadera, la otra es falsa. Pero las dos pu ed en ser falsas al
m ismo tiem po.
18 1. Noción. — Si consideramos las proposiciones no en si E n m ateria n ecesaria (es decir, cuando el predicado es de
mismas, sino en sus mutuas relaciones, échase de ver que se la esencia del sujeto), dos contrarias no pueden ser falsas a
pueden oponer entre si de diversas maneras. Definiremos, la vez. Por consiguiente, de la falsedad de la una puédese
pues, la oposición como la relación d e dos proposicion es que, concluir a la verdad de la otra.
ten iendo e l mismo su jeto y el m ismo predicado, tienen una
cualidad o una cantidad diferen te, o bien, a la vez, una cu a­ c) L ey d e las subcontrarias. Dos proposiciones subcontra­
lidad y una cantidad diferen tes. rias (I y O ) no pu ed en ser falsas al m ism o tiem po. P e r o sí
verdaderas.
2. Diversas oposiciones. — Son cuatro: En m ateria n ecesaria, dos subcontrarias no pueden ser ver­
daderas a la vez. En consecuencia, de la verdad de una se
a ) L as proposiciones contradictorias. Llámase contradicto­ puede concluir a la falsedad de la otra..
rias a d o s pro¡)osiciones qu e difieren a la vez p or la cantidad
y p or la cualidad: la una niega lo que la o‘ra afirma, sin que d) L ey d e las subalternas. Dos proposiciones subalternas
exista medio entre la afirmación y la negación. ( A e l , E y O ) pu eden ser verdaderas a l m ism o tiem po y fa l­
sas tam bién; o bien pu ed en ser una verd ad era y la otra falsa.
Todo hombre es sabio ( A ) .
Algún hombre no es sabio ( O ) .
A r t . IV . C O N V E R S IÓ N D E L A S P R O P O S IC IO N E S
b) L a s proposiciones contrarias. Llámase contrarias a d os
p rop osicion es universales qu e difieren p o r la cu alidad: 1. Naturaleza de la conversión. — Tomemos la siguiente
proposición: "Ningún circulo es cuadrado." E s posible enun­
Todo hombre es sabio ( A ) . ciar la misma verdad trasponiendo los términos, es decir ha­
Ningún hombre es sabio ( E ) . ciendo del sujeto predicado, y del predicado sujeto: "Ningún
c) L a s proposiciones subcontrarias. Llámase subcontraria cuadrado es círculo." D e esta manera tenemos convertida
p d o s proposiciones particulares qu e difieren p o r la cu alidad: la primera proposición, es decir la tenemos traspuesta, por la
intervención de los extremos, en otra proposición que expresa
Algún hombre es sabio ( I ) . la misma verdad. La conversión puede, pues, ser definida
Algún hombre no es sabio ( O ) . como el procedim ien to lóg ico qu e consiste en trasponer los
térm inos d e una proposición sin m odificar su cualidad.
d) L a s proposicion es subalternas. Son aquellas que no d i­
fieren sin o p o r la cantidad:
2. Regla general de la conversión. — La proposición que
Todo hombre es virtuoso ( A ) . resulta de la conversión no debe afirmar (o negar) más que
Algún hombre es virtuoso ( I ) . la proposición convertida. Por consiguiente, ya la cantidad de
Ningún hombre es espíritu puro ( E ) . la proposición no cambia (conversión sim p le), o ya, por el
Algún hombre no es espíritu puro ( O ) . contrario, hay cambio de cantidad ( conversión p o r accid en te).
32 LOGICA FORMAL

3. Aplicaciones.
a ) L a universal afirm ativa (A ) se convierte en una parti­
cular afirm ativa. Asi en la proposición: "Todo hombre es
mortal", hom bre es universal, y m ortal es particular (17).
Tendremos, pues, que "algún mortal es hombre".
CAPITULO II!
Esta proposición, al no convertirse simplemente, no es reci­
proca. H ay que hace excepción, cuando la universal afir­
EL RACIOCINIO Y EL ARGUMENTO
mativa es una definición. En tal caso, se convierte simple-
mente: "E l hombre es un animal racional", "el animal radO'
nal es el hombre".
b ) L a universal negativa (E ) se convierte sim plem ente.
porque los dos términos tómanse en ella universalmente ( 17) ; A rt. i . d e f i n i c i o n e s
"Ningún hombre es espíritu puro", "ningún espíritu puro
es hombre". Esta proposición es, pues, reciproca. 20 1. El raciocinio cu general es la operación p or la qu e
c) L a particular afirm ativa ( I ) se convierte también sim ­ et espíritu, d e d os o más relacion es conocidas, concluye a otra
plem ente. es decir que es reciproca, porque los dos términos relación qu e d e eflas se deriva lógicam ente. Como por otra
son tomados en ella particularmente: "Algún hombre es sa­ parte las relaciones son expresadas por los juicios, el racio­
bio", "algún sabio es hombre". cinio puede también ser definido como la operación que con­
d) L a particular negativa (O ) no pu ed e ser convertida or­ siste en deducir de dos o más juicios otro juicio contenido
dinariamente. Sea la proposición: "Algún hombre no e9 mé­ lógicamente en los primeros.
dico"; no es posible hacer del sujeto hom bre un atributo, por­ El raciocinio es. pues, un pasaje de lo conocido a lo des­
que entonces tendría una extensión universal en la proposi­ conocido.
ción negativa: "Algún médico no es hombre."
Pero se puede convertir esta proposición por contraposi­ 2. El argumento es la expresión verbal del raciocinio.
ción, es decir, añadiendo la partícula negativa a los términos
convertidos: "Algún hombre no es médico”, "algún médico no 3. El lógico encadenamiento de las proposiciones que com­
es no hombre"; es decir: "Algún no médico es hombre." ponen el argumento se llama la form a o consecuencia del ar­
gumento.
Las mismas proposiciones forman la materia del argumento.
La proposición a la que conduce el argumento se llama
conclusión o consiguiente; y las proposiciones de las que se
deduce la conclusión llámanse colectivamente el antecedente:
El hombre es mortal. Es así que Pedro es hombre (an te­
ced en te).
Luego Pedro es mortal (con clusión).

4. Consecuencia y consiguiente. — Estas definiciones per­


miten comprender que un argum ento p u ed e ser bu eno en
cuanto a la consecuencia y m alo en cuanto a la conclusión
o consiguiente. Por ejemplo:
Todo hombre es inmortal
Consecuencia buena.
Es así que Pedro es hombre.
Consiguiente malo.
Luego Pedro es inmortal
34 LOGICA FORMAL BL RACIOCINIO Y BL ARGUMENTO 93

De la misma manera, un argumento puede ser m alo por


p acte d e la consecuencia y bueno p or p arte d e la conclusión A rt . 111. E L S IL O G IS M O
o consiguiente. Por ejemplo:
1. N ociones generales
E l hombre es libre.
Consiguiente bueno.

5.
Pedro es hombre.
Luego Pedro es falible.
( Consecuencia mala.

La inferencia. — El término inferencia es tomado a me­


22 1 • Naturaleza del silogismo. — E l silogismo es un argu­
m ento p o r el cual, d e un an teceden te q u e une d o s térm inos
a un tercero, se d ed u ce un consiguiente q u e une estos d os tér­
nudo como sinónimo de razonam iento. En realidad, posee m inos entre si.
un sentido muy general y se aplica no solamente a cualquier a ) C om posición d el silogismo. Todo silogismo regular se
razonamiento (deducción, inducción), sino también, aunque compone, pues, de tres proposiciones, en las cuales tres tér­
menos propiamente, a las diferentes operaciones de conver­ minos son comparados dos a dos. Estos términos son:
sión (19). En este último caso, empléase el término de in fe­ E l térm ino m ayor ( T ) , asi llamado por ser el que tiene
rencia inm ediata. mayor extensión.
E l térm ino m enor ( t ) , asi llamado porque es el que tiene
menor extensión.
A rt . II. D IV ISIÓ N El térm ino m edio ( M ) , asi llamado por ser e l interm e-
' diario entre el mayor y el menor.
21 Consistiendo el razonamiento en servirse de lo conocido Las dos primeras proposiciones que componen colectiva­
para encontrar lo que se ignora, puédense presentar dos ca­ mente el antecedente se llaman prem isas, y la tercera con ­
sos, según que lo que ya se conoce sea una v erd ad universal clusión. La premisa que contiene el término mayor se llama
(razonamiento deductivo) o bien uno o varios casos singu­ m ayor. La que contiene el término menor se llama menor.
lares (razonamiento inductivo). b) F orm a d e l silogism o. Para comprender la naturaleza
del silogismo, tal como lo hemos definido, supongamos que
1. El razonamiento deductivo. — E l razonamiento deduc­ buscamos la relación que existe entre la caridad y la amabi­
tivo es un m ovim iento d e l pensam iento qu e va d e una ver­ lidad, a fin de establecer esta relación, no empíricamente,
dad universal a otra v erd ad m enos universal (o singular). sino lógicamente, es decir, sobre principios necesarios. Para
Por ejemplo: conocer esta relación y su razón de ser, vamos a comparar
Todo lo que es espiritual es incorruptible. sucesivamente la caridad con la virtud y la amabilidad con
Es asi que el alma humana es espiritual. la misma virtud, pues sabemos que la caridad es una virtud
Luego el alma humana es incorruptible. y que la virtud es amable. De esta comparación podemos
concluir que la caridad, por ser una virtud, es necesariamente
“E l alm a humana es incorruptible", es una verdad menos amable. E s decir que de la identidad (lógica) de la amabili­
general que la que enuncia que “todo lo espiritual es inco­ dad y de la caridad con la virtud, deducimos la identidad de
rruptible. la amabilidad y de la caridad. La idea de virtud nos ha ser­
La expresión principal de este razonamiento es el silo­ vido, pues, de término medio. De ahí el siguiente silogismo:
gism o. ,
M T
2 . El razonamiento inductivo. — E l razonamiento induc­ La virtud es amable.
tivo es un m ovim iento del pensam iento qu e va d e una o va­ t M
rias verdades singulares a una verdad universal. Su forma E s asi que la caridad es una virtud,
general es la siguiente:
t T
E l calor dilata el hierro, el cobre, el bronce y el acero.
Luego la caridad es amable.
Luego el calor dilata todos los metales.
36 LOGICA FORMAL
EI. RACIOCINIO Y F.L ARGUMENTO »7
De la forma del silogismo, según se desprende de lo que ca d o s) diferentes, lo que equivale a introducir un cuarto
acabamos de decir, podemos inmediatamente deducir que el término en el silogismo. En el ejemplo siguiente:
término m edio se d eb e encontrar en las d os prem isas, en rela­
ción. en la una (la mayor), con el término mayor, en la otra El p erro ladra.
(en la menor), con el término menor; y que nunca se ha d e Es asi que el perro es una constelación.
encontrar en la conclusión. Luego una constelación ladra.
E l término medio p erro tómase en un sentido en la mayor
23 2. Principios del silogismo. — Estos principios derivan de y en otro en la menor. Hay pues cuatro términos.
la naturaleza del silogismo. El primero está tomado desde el b) Pécase también contra esta regla tomando dos veces
punto de vista de la comprensión, es decir de la considera­ el término medio particularm ente:
ción del contenido de las ideas incluidas en el silogismo. El
Algunos hom bres son santos.
segundo, desde el punto de vista de la extensión, es decir, de
Es asi que los criminales son hom bres.
la consideración de las clases o de los individuos a que se Luego los criminales son santos.
aplican las ideas presentes en el silogismo. Estos dos pun­
tos de vista son correlativos (10). Siendo el término medio hom bres particular en las dos pre­
a) Principio d e la com prehensión. Dos cosas idénticas a misas, en una se lo toma en una parte de su extensión, y en
una tercera son idénticas entre sí. la otra en otra parte de esa misma extensión. Lo cual da
Dos cosas, una de las cuales es idéntica y la otra no es cuatro términos.
idéntica a una tercera, no son idénticas entre s!. c) Pécase. en fin. contra la misma regla dando al término
b) Principio d e la extensión. Todo lo que universalmente menor o al término mayor, una extensión mayor en la con­
se afirma de un sujeto es afirmado en todo lo que está con­ clusión que en las premisas. Sea el silogismo:
tenido en este sujeto. Si se afirma universalmente que la Los Etiopes son negros.
virtud es amable, afirmase por lo mismo que cada una de las E s asi que todos los Etiopes son hom bres.
virtudes es amable. Luego todos los hom bres son negros.
Todo lo que se niega universalmente de un sujeto es ne­
gado de todo lo que está contenido bajo ese sujeto. Si se Este silogismo tiene cuatro términos, porque se toma hom ­
niega universalmente que el hombre es inmortal, niégase bre particularmente en la menor, y universalmente en la
Igualmente de cada uno de los hombres. conclusión (17) . Para que el silogismo fuera correcto, debe­
rta concluir:
“Luego algunos hom bres son negros."
2. R eglas del srLOGisMo
2. Segunda regla. — De d os prem isas negativas, nada s e
34 Las reglas del silogismo no son otra cosa que aplicaciones pu ede concluir. Si, en efecto, ni el término menor, ni el tér­
de los principios que acabamos de enunciar. mino mayor son idénticos al medio, no hay relación entre
Los lógicos enumeran ocho reglas del silogismo, cuatro de ellos, y ninguna conclusión es posible. Por eso nada se sigue
las cuales conciernen a los términos y otras cuatro a las de las siguientes premisas:
proposiciones. Mas estas ocho reglas pueden reducirse a tres
principales, a saber: El hombre no es un espíritu puro.
Es así que un espíritu puro no es mortal.
I .liego...
1. Regla primera. — E l silogism o no ha d e tener sino tres
términos. 3. Torcera regla. — D e d os prem isas particulares nada
a) Muy a menudo se peca contra esta regla dando al tér­ se pu ede concluir. En efecto, en ese caso son posible tres
mino medio d os extensiones (y por consiguiente d o s signifi- hipótesis:
EL RACIOCINIO Y EL ARGUMENTO 39
38 LOGICA FORMAL
4. Cuarta figura. — E l térm ino m edio es p red icad o en la
a) Las dos premisas son afirmativas. E l término medio m ayor y su jeto en la m enor:
es en tal caso tomando dos veces particularmente (ya que en Pedro ( T ) es hom bre ( M ) .
las particulares afirmativas, el sujeto y el predicado son E s asi que todo hom bre (M ) es mortal ( t ) .
particulares), y el silogismo tiene cuatro términos. Luego algún mortal (t) es Pedro ( T ) .
b ) Las dos premisas son negativas. Pécase entonces con­ En realidad esta figura (llamada figura g alén ica) no es
tra la scguuda regla.
una figura distinta. No es sino una form a indirecta de la
c) Una premisa es afirmativa y la otra negativa. E l tér­
primera figura.
mino medio debe ser en tal caso atributo de la qegativa que
es el único término universal de las premisas (17). M as
como la conclusión será particular negativa (*), el término 4. M odos del s il o g is m o

mayor que es su predicado estará tomado universalmente, y


1. Definición y división. — El modo del silogismo resulta
tendrá por consiguiente mayor extensión que en las premisas,
y el silogismo tendrá cuatro términos. de la disposición d e las prem isas según la cualidad y la can ­
tidad (A , E . I, O ) . Cada una de las dos premisas puede ser
Nada se puede, pues, concluir de dos premisas particulares
sin violar una de las reglas del silogismo. universal afirmativa ( A ) , universal negativa ( E ) , particular
afirmativa ( I ) . y particular negativa ( O ) . Por consiguiente,
tenemos, en la mayor, cuatro casos posibles, y en cada uno
3. F ig u r a s d e l s il o g is m o de estos casos, cuatro casos posibles en la menor, lo que da
dieciséis com binaciones:
25 La figura del silogismo resulta d el lugar qu e ocupa el tér­
mino m edio en las prem isas. Ahora bien, eltérmino medio M ayor: AAAA EEEE li li OOOO
puede ser sujeto en las dos premisas o atributo en las dos, o Menor: A E IO A E IO A E IO A E IO
sujeto en una y atributo en la otra. D e ahí cuatro figu ras:
Y como estos dieciséis m odos pueden existir en cada una
1. Primera figura. — E l término m edio es su jeto en la d e las cuatro figuras, síguese que hay 16 X ^ = posibles
m ayor y p red icad o en la m enor: combinaciones.
Todo hom bre (M ) es mortal ( T ) .
Pedro (t) es hom bre ( M ) . 2. Modos legítimos. — Un gran número de estos 64 mo­
Luego Pedro (t) es mortal ( T ) . dos posibles pecan contra alguna de las reglas del silogismo.
Ix>s lógicos demuestran que sólo diecinueve m odos son legí­
2. Segunda figura. — E l término m edio es p red icad o en timos. Y los designan con palabras latinas de tres silabas. La
las d o s prem isas: vocal de la primera silaba designa la naturaleza de la mayor;
Todo circulo ( T ) es red on d o ( M ) . la de la segunda, la naturaleza de la menor; y la de la tercera,
E s asi que ningún triángulo (t) es redon do ( M ) . la naturaleza de la conclusión. He aqui, a titulo de ejemplo,
Luego ningún triángulo (t) es circulo ( T ) . los modos legítimos de las dos primeras figuras:

9. Tercera figura. — E l térm ino m edio es sujeto en las a) Prim era figura. Cuatro modos legítimos:
d os prem isas: A ll E lO
A AA EAE
La caridad (M ) es amable ( T ) . Celarent Darii Ferio
Barbara
E s así que la caridad (M ) es una virtud ( t ) .
Luego alguna virtud (t) es amable ( T ) . b) S egun da figura.
0 ) En virtud de una regla del silogismo, según la cual la conclusión EAE AEE E IO AO O
sigue siempre a la parte más débil; es decir, que es negativa, si una de Cesare Carnes tres Festino Baroco
las premisas es negativa, y particular si una de las premisas es particular.
40 LOGICA FORMAL
P.L RACIOCINIO Y F.L ARGUMENTO 41

5. E s p e c i e s d e s il o g is m o b) R educción d el sitogism o conjuntivo:


Si Pedro pasea, no lee.
27 Distínguese dos clases de silogismos: el silogismo ca teg ó­ Es as! que pasea,
rico y el silogismo hipotético. Luego no lee.
A. Definiciones. 3. Reglas. — Son cuatro.
a) A firm ar ta condición es afirm ar el condicionado: Si
1. B silogismo categórico es aquel cuija mayor afirm a o Pedro trabaja, existe. E s asi que trabaja. Luego existe.
niega pura y simplemente. De él hemos tratado hasta ahora. b) A firm ar el condicionado n o es afirm ar ta condición: Si
Pedro trabaja, existe. Es asi que existe. Luego trabaja. (Con­
2. B silogismo hipotético plantea en la m ayor una alter­ clusión ilegitima, pues puede existir sin trabajar.)
nativa, y en ta m enor afirm a o niega una d e las partes d e c) N eg ar el condicionado es negar la condición: Si Pedro
la alternativa. trabaja, existe. Es asi que no existe. Luego no trabaja.
d) N eg ar la condición no es negar e l condicionado: Si Pe­
B. B silogismo hipotético. dro trabaja, existe. Es asi que no trabaja. Luego no existe.
1. División. T res son las esp ecies de silogismo hipotético: (Conclusión ilegitima, pues puede existir sin trabajar.)
a) E l silogism o condicional: aquel cuya m ayor es una pro­ 6. Los SILOGISMOS INCOMPLETOS Y COMPUESTOS
posición condicional:
Los más corrientes son el entimema, el sorites y el ditema.
Si Pedro trabaja, aprobará.
E s así que trabaja, 1. B entimema. — E s un silogismo en que se sobrentien­
Luego aprobará. de una de las premisas:
Todo cuerpo es material.
b ) Silogism o disyuntivo: aquel cuya m ayor es una propo­ Luego el alma no es un cuerpo.
sición disyuntiva: Este argumento da por supuesta la menor siguiente: E s
O Pedro trabaja o es perezoso. asi que el alma no es material.
E s as! que trabaja, 2. B Borites. — E s una serie d e proposicion es en caden a­
Luego no es perezoso. d a s d e m odo qu e el atributo d e la prim era sea sujeto d e ta
segunda, el atributo de la segunda sujeto de la tercera, hasta
c) E l sitogism o conjuntivo: aquel cuya m ayor es una pro­ la última proposición en la que van juntos el primer sujeto y
posición conjuntiva: el último atributo:
Pedro no lee y pasea al mismo tiempo. Pedro es un niño bueno.
E s asi que pasea, El niño bueno es amado de todos.
Luego no lee. Quien es amado de todos es feliz.
Luego Pedro es feliz.
2. Reducción. — E l silogismo disyuntivo y el silogismo 3. B dilema. — Es un argumento en el que se pone al
conjuntivo se reducen a silogism os condicionales: adversario ante una alternativa, cuyas d o s partes conducen
a) R educción d el silogism o disyuntivo: a la misma conclusión:
Estabas en tu puesto o no estabas.
Si Pedro es trabajador, no es perezoso. Si estabas, has faltado a tu deber.
E s asi que es trabajador, Si no estabas, es que has hufdo cobardemente.
Luego no es perezoso. Luego en ambos c,asos mereces el castigo.
42 LOGICA FORMAL EL RACIOCINIO Y EL ARGUMENTO 43

7. V alor del silogism o nuevo y realice algún progreso en el conocimiento, progreso


que consiste en descubrir en una idea algo que en ella está
28 1. Objeciones. — Contra el valor del silogismo se han pro­ contenido, pero que no se veía al principio. Por esta razón
puesto algunas objeciones, que se pueden reducir a las dos habla Aristóteles justamente de la causalidad d e l término
m edio. subrayando asi su valor y fecundidad en el orden del
siguientes:
a ) E l silogism o no es sino un puro verbalism o. Esta es la conocimiento.
objeción constantemente repetida contra el silogismo desde b) V alor d el silogism o categórico. No todo silogismo ca­
el tiempo de Descartes. E l silogismo se reduce a una pura tegórico se reduce a un silogismo hipotético. La objeción
tautología, es decir a la pura y simple repetición de la misma que eso pretende apóyase, sin pruebas, en la doctrina que
cosa, y por consiguiente no es capaz de hacer progresar niega el valor de las ideas universales. La discusión de esta
realmente al espíritu. Que es lo que Stuart Mili en particular doctrina pertenece sobre todo a la Crítica del conocimiento.
se esforzó en demostrar. En efecto, dice, examinemos el Pero podemos ya observar en este lugar que el concepto o
siguiente silogismo: idea universal expresa en primer término una esencia o una
E l hombre es un ser inteligente. naturaleza real y objetiva, y que asi tiene un contenido pro­
Pedro es hombre. pio, aplicable universalm ente a todas las especies del mismo
Luego es un ser inteligente. género y a todos los individuos de la misma especie (11).
En otros términos, el concepto expresa una cosa que d e b e
Es claro que para poder afirmar legítimamente la mayor
universal "el hombre es un ser inteligente" es preciso saber encontrarse en todas las especies (si es un concepto gené­
de antemano que Pedro. Pablo. Juan. etc., son seres inteli­ rico) y en todos los individuos (si es un concepto especifico).
gentes. La conclusión, pues, nada me enseña que yo no lo Por eso hemos de decir más adelante que e l con cepto ex presa
supiera antes. Por consiguiente, el silogismo es puro ver­ a lg o universal y n ecesario; y como tal. sirve legítimamente
de base al silogismo categórico.
balismo.
b ) E l silogism o categórico se reduciría a un silogism o Obsérvese, además, que la objeción es contradictoria en si
hipotético. Esta objeción no hace en realidad sino repetir y misma. Pretende, en efecto, reducir el silogismo categórico
ampliar la objeción anterior. Y sostiene que, al no poder a la siguiente forma: " S i Pedro es un hombre, es un ser inte­
enumerar todos los casos particulares cuya verificación per­ ligente." Ahora bien, la relación necesaria asi establecida
mitirla formular categóricamente la mayor universal, todo entre dos atributos o dos nociones (humanidad e inteligen­
silogismo, al tener por mayor una proposición cuyo sujeto cia), no puede darse si no existe una naturaleza humana, lo
es una noción universal (12). no sería en realidad sino un que equivale a decir que el juicio hipotético supone un juicio
silogismo hipotético. E l silogismo precedente se reduciría, categórico. Asi que, lejos de reducirse el silogismo categó­
pues, a este silogismo hipotético: "S i todos los hombres son rico a un silogismo hipotético, es el silogismo hipotético el
seres inteligentes. Pedro que es un hombre es un ser inteli­ que supone necesariamente un juicio categórico, pues no es
gente"; o más breve: "S i Pedro es hombre, es inteligente." posible enunciar la proposición "S i Pedro es un hombre, es
inteligente", si no es fundándose en el juicio categórico: "E l
2. Discusión. hombre es un ser inteligente".

a) E l silogism o es instrumento d e descubrim iento. En 3. Verdadera naturaleza del silogismo. — Por lo que an­
electo , las objeciones que acabamos de recordar suponen erró­ tecede se comprende cuál es la naturaleza del silogismo. Que­
neamente que la conclusión está contenida explícitam ente en da ya dicho que se funda en la esencia de las cosas. Lo que
la mayor. De hecho, la conclusión no está contenida sino equivale a decir que:
virtualmente (o im plícitam ente) en la m ayor, lo cual obliga a ) E l silogism o se fu n da en lo necesario. La esencia es, en
a recurrir, para descubrirla, a una idea intermediaria (térmi­ efecto, en los seres, algo necesario, es decir lo que no puede
no medio). De ahí también que la conclusión nos dé algo dejar de ser (supuesto que los seres sean). Así. no es nece-
44 LOGICA FORMAL EL RACIOCINIO lr EL ARGUMENTO 45

sarfo que el Hombre exista (pues Dios lo creó libremente): El metal conduce la electricidad.
pero si ex iste, e l hom bre es necesariam ente un anim al racio- Deducción Es asi que el hierro es un metal.
nal. Del mismo modo, no es necesario que el circulo exista; Luego el hierro conduce la electricidad.
pero si ejcfste, e s n ecesario que s e a redon do. Por consiguiente,
El hierro, el cobre, el z i n c. . . conducen la elec­
que el hombre sea un ser Inteligente o que el circulo sea re­
Inducción tricidad.
dondo. esto no es una simple comprobación empírica que no
tuviera otro valor que el haberse observado que cada hombre E s asi que el hierro, el cobre, el zinc son metales.
Luego el metal conduce la electricidad.
individual es un ser Inteligente, y cada circulo es redondo,
sino que se trata de verdades necesarias, en razón d e lo que
son, p o r su misma esencia, la naturaleza humana y e l circulo. 2. Principio de la inducción. — Puédese enunciar asi: L o
Asi se comprende que el silogism o, p o r fu n darse en la esen ­ qu e es verdad o fa lso d e m uchos individuos suficientemente
cia, es decir, en lo necesario, d a auténticam ente una ex p lica­ enunmerados de una especie dada, o d e m uchas partes sufi­
ción o una razón d e ser, y no un simple hecho. cientemente enumeradas de un todo dado, es v erd ad o es
fa ls o d e esta especie y d e este todo.
b ) E l silogism o se refiere a lo universal. En efecto, lo que
es necesario es. p o r el mismo h ech o, universal. Esto se hq de E l procedim iento del razonamiento inductivo, tal como lo
entender desde el doble punto de vista de la comprehensión practican las ciencias experimentales, será estudiado en la
lógica material.
y de la extensión. Porque toda naturaleza encierra siempre
en si los atributos que le convienen esencialmente, y forman En cuanto a la cuestión del fundamento de la inducción o
el campo de lo necesario. (Dondequiera que exista la natu­ d el valor del razonamiento inductivo, la volveremos a encon­
raleza humana, hay animalidad y racionalidad.) De la mis­ trar en la Lógica mayor (inducción científica) y en la Psi­
cología (abstracción).
ma manera, todo lo que se dice de un universal convendrá
necesariamente a todos los sujetos singulares de los que se
dice este universal. (Todo lo que se dice del hombre, como
tal. conviene a todos los hombres, tomados individualmente.)

A rt . IV . LA IN D U C C IÓ N

29 L Nociones generales.
a) D efinición. La inducción es un razonam iento p o r el
qu e el espíritu, d e d atos singulares suficientes, in fiere una
verdad universal:
El hierro, el cobre y el zinc, conducen la electricidad.
E s as! que el hierro, el cobre y el zinc son metales.
Luego el metal conduce la electricidad.
b ) N aturaleza d e la inducción. La definición que precede
permítenos comprender que la inducción d ifiere esencialm ente
d e la deducción. En efecto, en el razonamiento deductivo. la
conclusión está contenida en las premisas como ln parte en
el todo, mientras que en el razonamiento inductivo, la con­
clusión está en las premisas en la relación del todo a las par­
tes. Lo que es fácil de ver comparando los ejemplos siguientes:
SEG U N D A PA RTE

L Ó G I C A M A T E R I A L

1. Definición. — Después de haber estudiado las leyes que


gobiernan la rectitud del razonamiento, es decir el acuerdo del
pensamiento consigo mismo, debemos preguntarnos a qué con»
diciones debe someterse el pensamiento para ser no sólo co­
rrecto, sino además verdadero, es decir conforme a los diver­
sos objetos que el espíritu puede desear y conocer. L a lógica
m aterial es. pues, aqu ella q u e considera la m ateria d e l con o­
cim iento y determ ina el cam ino q u e se ha d e segu ir p ara lle­
g ar con segu ridad y rapidez a la verdad. Esta parte de la
lógica es llamada a menudo M etod olog ía, por ser un estudio
de los diversos métodos empleados en las ciencias.
Por otra parte, la Lógica mayor, al hacer intervenir la no­
ción de verdad como conformidad del espíritu con las cosas,
exige, antes del estudio de los métodos, el estudio d e las con­
dicion es d e d erech o qu e perm itan al espíritu ten erse p o r legí­
tim am ente segu ro y cierto, es decir por realmente conforme
con las cosas.

2. División. — La lógica material encerrará, pues, las di­


visiones siguientes: L as condiciones d e la certeza, e l m étodo
en gen eral, y los procedimientos generales de la demostración
científica, análisis y síntesis, noción d e la ciencia y d e las
ciencias, y los diferen tes m étodos.
CAPITULO I

CONDICIONES DE LA CERTEZA

30 Hemos estudiado hnstn aquí los principios y reglas del ra­


zonamiento correcto. M as a pesar del conocimiento de estos
principios y del empleo de estas reglas, el hombre sigue siem-
pre sujeto al error, y de hecho equivócase muy a menudo, to­
mando lo falso por verdadero. También es preciso definir la
verdad y el error, conocer los procedimientos sofísticos por
los que el error se presenta bajo las apariencias de la verdad
y determinar las señales que nos permitan distinguir la ver-
dad y determinar las señales que nos permitan distinguir la
verdad del error.

A r t . I. LA V E R D A D Y E L E R R O R

1. L a verdad

A veces hablamos de "vino verdadero", de "oro verdade­


ro”, y a veces decimos: "E ste vino es bueno", "este oro es
puro", "este cuadro es hermoso". En ambos casos queremos
afirmar que lo que es. es. Y en eso precisamente consiste la
verdad en general.
Pero hay no obstante una diferencia entre los do9 géneros
de expresión que acabamos de citar. La primera expresa una
verdad ontològica, y la segunda una verd ad lógica.
1. La verdad ontològica expresa el ser d e las cosas, en
cuanto respon de exactam en te a l nom bre qu e s e le d a : en
cuanto, por consiguiente, está conforme con la idea divina de
la que procede. Las cosas, en efecto, son verdaderas en cuan­
to se conforman con las ideas según las cuales han sido
hechas. Conocer esta verdad, es decir, conocer las cosas tal
como son, he ahi la tarea de nuestra inteligencia.
2 . La verdad lógica expresa la con form idad d e l espirita
con las cosas, es decir con la verdad ontològica. Cuando yo
50 LOGICA MATERIAL
CONDICIONES DE LA CERTEZA 51
afirmo: "E ste oro es puro", enuncio una verdad, si la pureza
o real. p ero siem pre provisoria, d e l asentim iento a una aser­
pertenece de verdad a este oro, es decir si mi juicio está con­
ción tenida hasta aquí por cierta, a fin de controlar su valor.
forme con lo que es.
d) U niversal, qu e consiste en considerar incierta toda aser­
Síguese de ahí que la verdad lógica no existe sino en el
ción. Es la duda de los escépticos.
juicio, y en modo alguno en la simple aprehensión. La no­
ción "puro oro" no expresa ni verdad ni error. No es posible C. La opinión.
la verdad sino cuando el espíritu, afirmando una cosa de
otra, conoce su acto y su conformidad con el objeto, cosa que 1. Definición. — La opinión es el estad o d e l espíritu que
sucede en el juicio. afirm a con m iedo d e engañarse. A diferencia de la duda, que
es una suspensión del juicio, la opinión consiste, pues, en
31 2. Los diversos estados del espíritu en presencia de la afirmar, pero de tal suerte que las razones de negar no hayan
verdad. desaparecido con absoluta certeza. E l valor de la opinión de­
pende. pues, de la mayor o menor p robabilid ad de las razones
E l espíritu puede encontrarse con respecto a la verdad en que fundamentan la afirmación.
cuatro estados diferentes: la verdad puede ser para él como
no existente: es el estado d e ignorancia; la verdad puede pre­ 2. División de la probabilidad.
sentársele como simplemente posible: es el estad o d e du da; a ) P robabilid ad m atem ática. Es aquella en que siendo to­
la verdad puede presentársele como probable: es el estad o d o s los casos p osib les d e la misma naturaleza, en número f i ­
d e opinión; en tin. la verdad puédesele aparecer como evi­ nito, y conocidos d e antem ano, su g rad o d e p robabilid ad p u e­
dente: es el estad o d e certeza. 4 d e ser evalu ado en form a fraccionaria. E l denominado ex­
presa el número de casos posibles y el numerador el número
A. La ignorancia. de casos favorables. Si suponemos una caja que contenga
1. Definición. — La ignorancia es un estado puramente ne­ 6 bolas negras y 4 blancas, la probabilidad de sacar una bola
gativo que consiste en la ausencia d e todo conocim iento rela­ blanca será matemáticamente de 4/10.
tivo a algún objeto. b) P robabilid ad m oral. E s aquella que se aplica a los acon ­
tecim ientos en qu e interviene en algún m odo la libertad hu­
2. División. — La ignorancia puede ser: vencible o inven­ m ana.
cible. según que esté, o no, en nuestro pod er hacerla desapa­
recer: cu lpable o excusable, según que debamos, o no, ha­ D. La certeza y la evidencia.
cerla desaparecer. 32 1- Definiciones.— L a certeza es el estado del espiritu que
consiste en la firm e ad h esión a una verdad conocida, sin m ie­
B. La duda. d o d e equivocarse. La evidencia se funda en la certeza, y se
1. Definición. — La duda es un estad o d e equilibrio entre define como la p len a clarid ad con qu e la v erd ad s e im pone a
la adhesión d e la inteligencia.
la afirm ación y la negación, como consecuencia de ser los
motivos que tenemos para afirmar equivalentes a los que 2. División. — Podemos colocarnos en distintos puntos de
tenemos para negar. * vista al dividir la certeza (y la evidencia sobre la cual des­
2. División. — La duda puede ser: cansa) .
a ) E spon tán ea, es decir que consiste en la abstención del a ) D esd e el punto d e vista d e su fundam ento, la certeza
espíritu por d e fec to d e exam en d el pro o d el contra. puede ser:
b ) R efleja . es decir que resulte del examen de las razones M etafísica: Cuando se funda en la esencia misma de las
cosas, de tal modo que la aserción contradictoria sea nece­
pro y contra.
c) M etód ica, es decir consistente en la suspensión, ficticia sariamente absurda e inconcebible. T a l es la certeza de este
principio: " E l todo es mayor que la parte."
52 LOGICA MATERIAL CONDICIONES DE LA CERTEZA 53

F ísica: Cuando está fundada en las ley es d e la naturaleza estando determinada al asentimiento si no es por la evidencia
material o en la experiencia. de modo que la aserción con­ de la verdad, nunca se engañarla, es decir que nunca darla
traria sea simplemente falsa, pero no absurda ni inconcebible. su adhesión fuera de la evidencia, si no sufriera alguna in­
T al es la certeza de esta aserción: " E l metal es conductor fluencia extraña. Esta influencia es la de la voluntad, vic­
de la electricidad*’, o de ésta: "Y o estoy enfermo.” tima de las pasiones, y en consecuencia las verdaderas causas
M oral: La que se funda en una ley psicológica o m oral, del error son casi siempre causas morales.
de manera que la aserción sea verdad en la mayor parte de b) C au sas m orales. Podemos reducirlas a tres principales,
los casos. Por ejemplo: “Una madre ama a sus hijos”, "A l qite son: la vanidad, por la que confiamos demasiado en las
hombre le repugna la mentira”. propias luces: el interés, por el cual preferimos las aserciones
b) D esd e e l punto d e vista d e la m ateria d e don de la sa c a ­ que nos son favorables: la p ereza, por la cual retrocedemos
mos, la certeza puede ser: ante la información y el trabajo necesarios, aceptando sin
Inm ediata o m ediata, según la adquiramos directamente examen los prejuicios corrientes, la autoridad de los falsos
del mismo objeto, o por intermedio de la demostración. Por sabios, las apariencias superficiales, los equívocos del len­
ejemplo: guaje, etc.
Lo que es. es (certeza inmediata).
La suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos rec­ 3. Remedios contra el error. — Si el error tiene causas
tos (certeza mediata). lógicas y causas morales, deberáselo combatir con remedios
Intrínseca o extrín seca. según resulta de la vista del objeto lógicos y con remedios morales.
mismo, o, al contrario, de la autoridad de quien vió el objeto. a) R em ed ios lógicos. Constituyen una especie de higiene
Por ejemplo: intelectual y tienden a desarrollar la rectitud y el vigor del
Es de dta; dos y dos son cuatro (certeza intrínseca o cien­ espíritu, mediante la metódica aplicación de las reglas lógicas,
tífica). el control de la imaginación y el desarrollo de la memoria.
Roma fué fundada por Rómulo (certeza extrínseca o creen­ b) R em edios m orales. Estos son naturalmente los más im­
cia). Todas las aserciones históricas sólo son susceptibles de portantes. Resúmense en el am or d e la verdad, que nos in­
certeza extrínseca. clina a desconfiar de nosotros mismos, a juzgar con perfecta
imparcialidad, a proceder con paciencia, circunspección y per­
3. E l error severancia en buscar la verdad.

33 1. Naturaleza del error. — Si la verdad lógica es la con­


formidad de la inteligencia con las cosas, el error, que es su A rt . II. L O S S O F IS M A S
contrario, habrá de ser definido como la no con form idad d el
juicio con las cosas. 1. Nociones generales
Engañarse no es. pues, ignorar pura y simplemente. La
34 1- Definiciones. — Entiéndese por sofism a un razonamien­
ignorancia consiste propiamente en no saber nada ni afirmar
to errón eo qu e se presenta con aparien cias d e v erd ad . St el
cosa alguna, mientras que el error consiste en no saber y afir­
sofisma se comete de buena fe y sin intención de engañar,
mar creyendo que se sabe. Es una ignorancia que se ignora.
llámaselo más bien paralogism o. Pero esta distinción, fun­
2. Causas del error. — Las causas del error son lógicas y dada en la buena o mala fe, es cosa del moralista. Para el
morales. lógico, sofisma y paralogismo son la misma cosa.
a) C au sas lógicas. Provienen de la natural debilid ad d e
nuestro espíritu: falta de penetración, de atención, de me­ 2. División. — El error puede tener dos causas: o bien
moria. proviene del lenguaje, o bien de las ideas que entran en el
Sin embargo, esta nativa imperfección del espíritu nunca razonamiento. De ahí dos clases d e sofismas: sofism as d e p a ­
es ,1a causa suficiente del error. Porque la inteligencia, no labras y sofism as d e cosas o de ideas.
54 LOGICA MATERIAL CONDICIONES DE LA CERTEZA 55

2. S o f is m a s de pa la bra s
b) S ofism a d e la ignorancia d e la causa. Consiste en tom ar
por una causa un sim ple an teceden te o alguna circunstancia
35 Los sofismas verbales se fundan en la aparen te identidad accidental. Ejemplo:
d e ciertas palabras. Los principales son: Una lesión cerebral trae trastornos intelectuales.
Luego el pensamiento es un producto del cerebro.
1. El equivoco, que consiste en tomar en el razonamiento
una m isma p alabra en sen tidos diferen tes. T a l es el razona- c) S ofism a d e la enum eración im perfecta. Consiste en sa­
miento siguiente: car una conclusión g en eral d e una enum eración insuficiente.
El perro ladra. Por ejemplo:
El perro es una constelación. T a l juez es venal, y tal otro también.
Luego una constelación ladra. Luego todos los jueces son venales.
d) S ofism a d e la fa ls a analogía. Consiste en concluir d e
2. L a confusión del sentido compuesto y del sentido di­ un ob jeto al otro, a p esar d e su diferen cia esencial, fundán­
vidido« que tiene lugar cuando se juntan en el discurso, es dose en un parecido entre ambos. T a l es el argumento:
decir cuando se toma colectivam en te lo qu e es d iviso en reali­ La luna es un planeta como la tierra.
d ad , o qu e se divide en el discurso, es decir que se toma se­ La tierra está habitada.
paradamente lo qu e en realid ad n o form a sino uno. T a l es el Luego la luna lo está también.
argumento del pródigo:
Este gasto no me arruinará. Ni este segundo, ni este ter­
cero. Por consiguiente todos estos gastos no me arruinarán o 2. Sofismos de deducción.
también en sentido opuesto, este argumento: a) F alsa conversión y oposición ilegitim a. (V éase en la
Cuatro y dos son seis. Lógica formal lo referente a la converción y la oposición de
Luego cuatro hacen seis y dos hacen seis. las proposiciones: 18-19.)
b) Ignorancia d e la m ateria • d el asunto. Consiste en p ro­
3. L a metáfora, que consiste en tomar la figu ra p o r la bar ya otra cosa, y a m ás o m enos aq u ello d e qu e s e trata. T al
realidad. Este género de sofisma es frecuente sobre todo al seria el razonamiento que pretendiera probar que el Soberano
hablar de cosas espirituales: como para expresarlas debemos Pontífice no es infalible por ser pecador.
emplear imágenes sensibles, fácilmente la imagen sustituye c) Petición d e principio. Consiste en tomar p or principio
a la cosa y llega a ser una fuente de error. d el argum ento aqu ello d e que se discute. Por ejemplo:
El pensamiento es un producto del cerebro.
3. S o f is m a s d e id e a s o d e c o s a s
Luego el pensamiento es un atributo de la materia orgánica.
36 Estos sofismas provienen no de la misma expresión, sino d) C irculo vicioso. Consiste en dem ostrar, una p or la otra,
de la idea expresada, y en consecuencia se refieren a las co­ d os proposiciones qu e tienen am bas la misma n ecesidad d e
sas. Se los divide en sofism as d e inducción y en sofism as d e ser dem ostradas. T a l el argumento que probara el orden del
d edu cción , según que resulten de una inducción ilegitima o mundo por la sabiduría divina y la sabiduría divjna por el
de una deducción ilegitima también. orden del mundo.
1. Sofismas de inducción.
4. R e f u t a c ió n d e l o s s o f is m a s
a ) S ofism a d el accidente. Consiste en tom ar p o r esen cial o
habitu al lo qu e no es sino accidental, e inversamente. T a l 1. Sofismas de palabras. — Para refutar los diversos so­
es el argumento. fismas de palabras no existe otro medio que criticar sin com­
Este remedio no ha producido efecto. pasión el lenguaje, para asi determ inar con exactitud el sen­
Luego los remedios no sirven para nada. tido d e las palabras que se emplean.
5* LOGICA MATERIAL CONDICIONES DE LA CERTEZA 37

2. Sofismas de ideas. — Los sofismas de ideas o de cosas del espíritu, en cuanto Ilumina los objetos del pensamiento, lo
pecan ya por la materia o bien por la forma. Para refutar* que el sol, al iluminar los objetos materiales, es a los ojos del
los, hay que exam inarlos d esd e el d o b le punto d e vista d e cuerpo.
la m ateria y d e la form a. Una premisa o las dos a la vez b) E sta claridad es la qu e determ ina en nosotros la a d h e ­
pueden ser falsas o ambiguas. S i son falsas, hay que negar* sión, porque de la naturaleza de la inteligencia es dar su asen*
las; si son ambiguas, hay que distinguirlas, es decir precí* timiento a la verdad, d esd e el momento que ésta es clara*
sar sus diferentes sentidos. Si el argumento peca por la forma, mente percibida. La evidencia ejerce de esta manera sobre el
la consecuencia debe ser negada. espíritu una especie de fuerza, que hace que quien ve la ver­
dad no pueda creer que no la ve.
A rt. III. EL C R IT E R IO D E LA C E R T E Z A
40 2. La evidencia es el motivo supremo de la certeza; es
I. N aturaleza del criterio decir que todo lo que es evidente es necesariamente verdad,
y todo lo que es verdad, y sólo eso, es. de derecho, necesaria­
38 1 • Definición. — Llámase criterio a l signo p o r el qu e se mente evidente.
reconoce ana cosa y s e la distingue d e todas las dem ás. Y co*
a) T o d o lo qu e es evidente e s verdad. Esto lo prueban la
mo continuamente oponemos la verdad al error, diciendo;
naturaleza y los caracteres de la evidencia.
"E sto es verdad, esto es falso", debemos poseer algún signo
P ru eba p o r la naturaleza d e la evidencia. En efecto, el cri­
o criterio en el cual reconozcamos la verdad. Y a este signo
terio de la verdad es algo necesario y a la vez suficiente para
es el que Oamamos criterio d e la verdad, y, como a este signo
que el esptritu dé su asentimiento sin miedo a errar. Ahora
debemos el poseer la certeza, llámasele también, colocándose
bien, tal es la evidencia del objeto: si esa evidencia es necesa­
en el punto de vista, no del objeto que aparece, sino del
ria. es también suficiente, en cuanto se impone al espíritu
espíritu que conoce, e l criterio d e la certeza.
con tal claridad que la duda se hace imposible.
P ru ebas p o r los caracteres d e la evidencia. La evidencia
2. El criterio supremo. — Se han de distinguir criterios
es en efecto: universal, es decir que es la marca d e tod a ver­
particulares y un criterio suprem o y universal. Los primeros
d a d cierta, de cualquier modo que haya sido adquirida y de
son propios de cada orden de verdad: asi tenemos el criterio
cualquier orden que sea, y válida p a ra todos los espíritus que
histórico, matemático, moral, etc., que son los signos en los
la contemplan: irreductible, en el sentido de que se basta a b s o ­
que se reconoce las verdades histórica, matemática, moral, etc.
lutam ente a sí misma, tanto que todos los demás criterios de
E l criterio supremo de la verdad y de la certeza, del cual
certeza, tales como los primeros principios de la razón, el
únicamente vamos a ocuparnos aquí, es el signo distintivo d e
sentido común, el consentimiento universal del género huma­
toda esp ecie d e verdad, el cual no supone a ningún otro y al
no. etc., sacan su certeza de la evidencia que llevan consigo.
cual todos los otros se subordinan y que constituye el último
motivo de toda certeza. La evidencia es a si misma su propia prueba.
Síguese de ahí que la evidencia no hay que p robarla. Basta
2. E l criterio d e la evidencia
hacerla ver, asi como no hay argumento para probar que a
mediodía es de día: basta abrir los ojos y ver. Síguese tam­
39 E l supremo criterio de la verdad y el último motivo de bién que toda demostración consiste en nacer brillar alguna
toda certeza es la evidencia. evidencia a los ojos del espíritu.
b) T o d o lo qu e es verdad, y só lo eso. es evidente. Decir
1. Naturaleza de la evidencia. — Hemos definido más que todo lo que es verdad es evidente, no es afirmar que, con
arriba la evidencia (92) como la p len a claridad con qu e la relación a nosotros, todas las verdades sean actualmente evi­
verdad s e im pone a la adhesión d e la inteligencia. Aquí bas* dentes. El hecho de la existencia de estados de ignorancia, de
tará con explicar esta definición. duda y de opinión demuestra lo contrario. Mas esta afirma­
a ) La evidencia es e l esplendor d e la verdad. Es a los ojos ción significa que en si y d e d erech o la verdad encierra este
58 LOGICA MATERIAL

carácter esencial de poder ser distinguida del error. S ó lo la


v erd ad g oz a d el privilegio d e la evidencia. Si es cierto que exis­
ten evidencias ilusorias (alucinaciones, sonambulismos, etc.),
todo esto no es sino ilusiones d e evidencia. Y provienen de
un estado psíquico anormal. M as en el estado anormal de
CAPITULO II
las facultades sensibles, intelectuales y morales, sólo la ver­
dad puede imponérsenos. También debemos, a fin de preca­
vernos contra las evidencias ilusorias, practicar una higiene a DEL MÉTODO EN GENERAL
la vez ¡islca, intelectual y m oral. Sólo asi, según las palabras
de Bossuet, “el entendimiento, purgado de sus vicios y ver­
daderamente atento a su objeto, no se engañará jam ás".
A rt . i . n o c ió n del m étodo

41 1. Definición. — En su sentido más general, el método es el


orden qu e h ay q u e im poner a las diligencias necesarias p ara
llegar a un fin d a d o . Si nos colocamos en el punto de vista
del conocimiento, diremos, con Descartes, que método es “el
camino que debemos seguir para llegar a la verdad en lai
ciencias“.

2. Impórtemela del método. — E sta importancia es evi­


dente. E l método tiene por efecto disciplinar el espíritu, ex«
duir de sus investigaciones el capricho y la casualidad, adap­
tar el esfuerzo a las exigencias del objeto, y determinar los
medios de investigación y el orden de ésta. Es pues un factor
d e segu ridad y econom ía.
Pero el método no se basta a si mismo, y Descartes exagera
cuando dice que las inteligencias no se diferencian sino por
los métodos que emplean. E l m étodo im plica. si ha d e ser f e ­
cundo. inteligencia y talento. Es una ayuda para estas facul­
tades pero no las reemplaza jamás.

A rt. II. D IV IS IÓ N

42 S e pueden distinguir diferentes especies de métodos. Los


principales son los siguientes:

1. Método de invención y método de enseñanza. — Dice­


se a veces que estos dos métodos se oponen en cuanto que el
primero procede por inducción y el segundo por deducción.
En realidad, es verdad que el descubrimiento se hace las más
de las veces por inducción (o análisis) y la enseñanza por
deducción (o síntesis); no obstante, e l inventor y e l m aestro
60 LOGICA MATERIAL DEL METODO EN GENERAL 61

habrán d e em plear am bos procedim ientos. Enseñar una cien­ 4. Métodos de construcción y de sistematización, — E s­
cia es, en cierto sentido, obligar al alumno a reinventarla por tos métodos tienden a facilitar la organización del saber en
si mismo. De la misma manera, inventar es a menudo dedu­ sistem as o teorías, de tal modo que el encadenamiento de las
cir de una verdad general consecuencias no conocidas antes. ideas reproduzca el encadenamiento de las cosas.

2. Método de autoridad y método científico. A rt . III. LA D U D A M E T Ó D IC A


a ) D efiniciones. El método d e au toridad es aquel que, para
43 1 • Necesidad de la duda metódica. — Se ha repetido mu­
Hacer admitir una doctrina, se funda en la autoridad, es de­
chas veces que p ara saber bien h ay q u e sab er dudar bien.
cir en e l valor intelectual o m oral de aquel que la propone o
De hecho, siendo toda ciencia una creencia razon ada, supone
la profesa. Es de regla en materia de fe, en la que los miste­
en su principio un estado en que el espíritu suspenda su asen­
rios son creídos por la autoridad de Dios que revela. M étod o
timiento a las certezas espontáneas y renuncie a sus prejui­
científico es el que procede por demostración y echa mano del
cios, a fin de no dar asentimiento sino a la evidencia de la
criterio de la evidencia intrínseca.
verdad. T a l es la duda metódica.
b ) A u toridad y razón. De hecho, el m étodo d e au toridad
recurre también a la razón , cuando demuestra que las verda­ 2. Límites de la duda metódica. — La duda, aun la sim­
des que enseña tiene garantías tan ciertas que la razón puede plemente metódica, jam ás p u ed e ser universal, porque hay
inclinarse a ellas con la seguridad de no obedecer sino a la
certezas cuya evidencia es tal que no puede ser en modo a l­
fuerza de la verdad ( evidencia extrín seca). Puede, pues, te­
guno negada, ni siquiera por una ficción. Tales son la evi­
ner también un carácter científico.
dencia de nuestra existencia y la de los primeros principios de
Sin embargo, cuando se trata de una autoridad humana, si la razón. Quien quisiera poner en duda estas evidencias no
bien es prudente tener en cuenta las opiniones de quienes por podrá ya demostrar cosa alguna. Toda demostración parte
su genio, sus trabajos y su vida merecen el respecto universal, necesariamente de cierto número de principios que son inde­
no lo seria contentarse con esas opiniones sin critica ni re­ mostrables. no por falta de claridad, sino por plenitud de evi­
flexión (como lo hacían los discípulos de Pitágoras. que se dencia. Se dice que tales principios son evidentes p or si
limitaban a decir, como prueba de sus doctrinas: "E l M aes­ mismos.
tro lo d ijo "). Este método conducirla por un lado al estan­
camiento de la ciencia, y, por otra parte, acabaría dando a
las autoridades humanas una infalibilidad que no les corres­ A rt. IV. P R O C E D IM IE N T O S G E N E R A L E S D E L
ponde. E l recurso a la au toridad humana no tiene, pu es, sen­ M ÉTO DO : A N A L ISIS Y S IN T E S IS
tido si n o e s para guiar la investigación o p ara confirm ar
ciertas aserciones dem ostradas p o r otro camino, según las exi­ I . Nocion
gencias de la ciencia.
44 L Análisis y división. Síntesis y adición. — Hemos visto
más arriba (28) que la demostración se funda en lo necesa­
3. Método experimental y método racional. — E l m étodo rio, es decir en la esencia y las propiedades de las cosas. Aho­
experim ental ap óy ase en los h ech os d e la experiencia. Es el ra bien, no se llega a l preciso conocim iento d e las esencias o
método de las ciencias de la naturaleza, que parte de los he­ naturalezas y d e las propied ad es sino p o r m edio d e l análisis,
chos y no admite otro criterio que el de la verificación por los es decir de una operación que busca distinguir, en un todo
hechos. E l m étodo racional es aquel que. n partir de hechos complejo, lo esencial de lo accidental. L a síntesis s e añ ad e al
(filosofía) o a partir de proposiciones admitidas a priori co­ análisis com o un m edio d e verificación d e los resultados d e
mo evidentes por sí mismas (matemáticas), p roced e, p o r d e ­ este último.
ducción o inducción, en virtud d e 1as solas exigencias lógicas El análisis es, pues, una división y la síntesis una compo­
y racionales. sición. Pero el uso tiende a hacer reservar el nombre de aná-
DEL METODO EN GENERAL 63
62 LOGICA MATERIAL

lisis a las diferentes formas de la división y el nombre de a) E l análisis d eb e ser com pleto. Debe, en efecto, procurar
división a la distribución de un todo en fragmentos o partes distinguir con la mayor precisión posible todos los elementos
integrantes (el cual podrá ser reconstituido por un procedí" que componen el objeto estudiado, sea éste un objeto mental,
miento que será, no una síntesis, sino una adición). Así se como una idea, o físico, como el agua que el químico resuelve
en O y 2 H.
divide una barra de hierro en fragmentos homogéneos y se la
reconstituye al fuego con esos mismos fragmentos. En otros b) L a síntesis d e b e ser gradual. "Conducir con orden mis
términos, el análisis y la síntesis buscan estab lecer relacion es pensamientos, empezando por los objetos más simples y fá­
mientras q u e la división y la adición no se refieren sino a la ciles de conocer, para llegar poco a poco, como por grados,
cantidad y se expresan p or un núm ero; el agua = H ¡,0 (aná­ hasta el conocimiento de los más compuestos. Lo que equivale
lisis que da la proporción de H y de O ) ; el agua de este a decir que es preciso siempre, por referencia al análisis an­
tanque = 1.000 litros (adición y división). terior, recom poner el o b je to según e l orden qu e estab lece un
lazo d e depen den cia y com o una jerarqu ía entre los elem entos
2. Definiciones. — Definiremos, pues, el análisis, en ge­ com ponentes.
neral, como la resolución d e un todo en sus partes o como el
paso de lo complejo a lo simple; y la sintesis como una com­
2. El control mutuo. — Análisis y síntesis deben ir juntos,
posición qu e consiste en ir d e ¡as partes al todo, o como el
pasaje de lo simple a lo complejo. pues am bos se controlan mutuamente. E l análisis empleado
exclusivamente correría el peligro de llevar a atrevidas sim­
plificaciones. E l recurso exclusivo de la síntesis tendería, por
2. E species otro lado a favorecer construcciones apresuradas y arbitrarias.
1. Análisis y síntesis experimentales. — El análisis y la El análisis ayudará, pues, a preparar síntesis objetivas y a
síntesis experim entales (o reales) consisten en ir d e lo com ­ corregir síntesis artificiales. La síntesis permitirá verificar
pu esto a los elem en tos com ponentes, o de los elem entos al si el análisis ha sido completo.
tod o com plejo qu e form an . Ambos se refieren, pues, a l ser
real. Mas no siempre son realizables físicamente; es posible
descomponer el agua en O y 2 H y volverla a componer en 4. A n á l is is e in d u c c ió n . S ín t e s i s y d e d u c c ió n
el audiómetro a partir de O y 2 H; pero no es posible des­
componer el alma en sus facultades sino mentalmente. Ahora podemos distinguir bien en qué se parecen y en qué
difieren el análisis y la inducción, la síntesis y la deducción.
2. Análisis y síntesis racionales. — Consiste el primero en
ir d e los efecto s a las causas, d e los h ech o s a las leyes g en era­
les qu e los rigen, d e las ideas m enos g en era les a las m ás g e ­ 1. Análisis e inducción* — L a inducción es una esp ecie d e
nerales (por ejmplo, del individuo a la especie, de la especie análisis pues descompone el objeto complejo de la experiencia,
al género); — y la segunda, d e los principios a las consecuen ­ para captar en él la esencia, la naturaleza, la causa, el princi­
cias. d e las causas a los efectos, d e las ideas m ás gen erales a pio o la ley. En los dos casos, trátase de un proceso regresivo,
las m enos gen erales. Refiérense a los seres ideales o lógicos y es decir inverso al orden natural, en el que las partes son (al
no es posible hacerlas sino mentalmente. Empléaselas sobre menos lógicamente) ¿anteriores al todo, y lo simple anterior
todo en matemáticas y en filosofía. a lo complejo.

3. R eg la s de e m p l e o 2. Síntesis y deducción. — La deducción es una esp ecie d e


síntesis, pues consiste en ir de los principios a las consecuen­
45 1 • Las reglas cartesian as.— Descartes resumió en el D is­
cias, lo cual es una composición, es decir un proceso progresi­
curso d e l M étod o, las reglas que rigen el uso del análisis y
vo, conforme al orden natural de las cosas.
de la síntesis. Estas reglas son las siguientes:
LA CIENCIA Y LAS CIENCIAS 65

raím ente necesarias, es decir de tal naturaleza que lo real,


meta físico, físico o moral, seria ininteligible sin ellas. Desde
este punto de vista también, hemos de decir que no hay ciencia
de lo individua], porque lo individual, com o tal, es contingente
(es decir que podria no ser).
CAPITULO III c) En qué sen tido lo individual y lo contingente son objetos
d e ciencia. La aserción de que no hay ciencia sino de lo general
LA CIENCIA Y LAS CIENCIAS y de lo necesario no significa que la ciencia no p u ed a referirse
a lo contingente e individual, sino sólo que. en lo contingente
e individual, busca lo universal y n ecesario, es decir las leyes
a que obedecen, las causas de las cuales dependen, las esencias
A r t . I. N O CIÓN DE LA C IEN C IA o naturalezas que las definen como partes de una especie o
un género.
46 I • Definición. — Debemos precisar aquí Ja noción de cien­
cia dada al principio de este libro ( 1 ) . El término de ciencia 3. Las ciencias de la naturaleza son disciplinas particu­
se dice desde un punto de vista objetivo y desde un punto de lares. que tienen por objeto los diferentes dominios de lo real.
vista subjetivo. Su número es indefin ido y no cesan de aumentar a medida
a) O bjetivam ente, la ciencia es un conjunto d e verdades que el estudio de la naturaleza va revelando la complejidad
ciertas y lógicam ente unidas en tre si, de modo que formen de los fenómenos naturales.
un sistema coherente. Según esto, la filosofía es una ciencia Puédese, no obstante, distinguir, entre las ciencias de la
con el mismo titulo que la física o la quimica. Y aun se ha naturaleza, algunas grandes categorías que encierran subdi­
de decir que en cierto modo responde mejor, en principio, a visiones más o menos numerosas. La clasificación d e las cien­
la idea de la ciencia que las ciencias de la naturaleza, por cias tiene por objeto determinar y ordenar lógicamente estos
emplear principios más universales y por esforzarse en des­ grupos o categorías.
cubrir la razón universal de todo lo real.
b) Subjetivam ente. la ciencia es el conocim iento cierto d e
las cosas p o r sus causas o p o r sus leyes. La investigación de A r t . II. C L A SIF IC A C IÓ N D E LA S C IE N C IA S
las causas propiamente dichas (o del por qué de las cosas)
conviene principalmente a la filosofía. Las ciencias de la natu­ 48 1 Las diferentes clasificaciones. — Los filósofos han pre­
raleza se limitan a buscar las leyes que gobiernan la coexisten­ tendido hace ya mucho tiempo clasificar racionalmente las
cia o la sucesión de los fenómenos (es decir buscan el có m o ). ciencias. T ai clasificación tendría, en efecto, la ventaja de
presentar un cu adro ord en ad o d e todo lo real. Los principales
47 2. No hay ciencia sino de lo general y de lo necesario. intentos de clasificación son los siguientes:
Dedúcese esto de la misma definición de la ciencia. a) C lasificación d e A ristóteles. Aristóteles distribuye las
a) La ciencia tiene por o b jeto lo general. Como toda cien­ diversas ciencias en teóricas (física, matemática, metafísica)
cia tiene por objeto investigar las causas y las leyes, es, por y prácticas (lógica y moral).
lo mismo, conocimiento de lo más general que existe en lo b) C lasificación d e Bacon. Bacon divide las ciencias según
real. El individuo y lo individual, como tal, no es ni puede ser las facultades que de ellas se ocupan: ciencias de la memoria
objeto de ciencia propiamente dicha, sino únicamente de co­ (historia), de imaginación (poesía), y de razón (filosofía).
nocimiento intuitivo, sensible o intelectual. c) C lasificación d e A m père. Ampère clasifica las ciencias
b ) La ciencia tiene p or o b jeto lo necesario, en el sentido de en cosmológicas (o ciencias de la naturaleza) y noológicas (o
que tas causas y las ley es que constituyen su o b jeto son reali­ ciencias del espíritu).
d ad es o retaciones qu e son m eta físicam ente, físicam en te o mo- d) C lasificación d e A ugusto C om te. Las precedentes clasi-
66 LOGICA MATERIAL

ficaciones no son rigurosas, porque las divisiones que propo­


nen no son irreductibles (15). La clasificación de Augusto
Comte es mejor, en cuanto se funda en un principio más
riguroso. Y consiste en clasificar las ciencias según su com ­
p lejid a d crecien te y su decrecien te gen eralidad, lo cual da el
orden siguiente (que corrige y completa el de Augusto Com-
CAPITULO IV
t e): Matemática, Mecánica, Fisica, Química, Biología, Psi­
cología, Sociología.
LOS DIFERENTES MÉTODOS
2. Sentido de la clasüioación. — Esta clasificación no sig­
nifica que se pueda pasar de una ciencia a otra sin hacer
intervenir un nuevo elemento, es decir que sea posible reducir
las ciencias superiores a las iuferiores. Al contrario, ca d a esca ­ art. i. la d is t in c ió n de los m éto d o s
lón h ace intervenir un elem ento irreductible a los preceden tes.
Asi, la mecánica introduce la idea de movimiento, que no está 49 1. El método depende del objeto de las ciencias. — Se
incluido en la noción de las matemáticas, las cuales sólo se comprende que cad a categoría d e ciencia, siendo por defini­
refieren a la cantidad. De la misma manera, la biología intro­ ción irreductible a las otras categorías, exija el em pleo d e un
duce la idea de vida, que no corresponde en modo alguno a m étod o distinto. E l método que se ha de emplear en una
las ciencias precedentes. ciencia depende, en efecto, de la naturaleza del objeto de
esta ciencia. No es posible estudiar la inteligencia, que es
Inmaterial, por los mismos procedimientos empleados para
conocer el cuerpo y sus órganos. E l estudio de la vida exige
otros métodos que el estudio de la materia inorgánica o de
la pura cantidad abstracta.
Debemos, pues, definir los diferentes métodos empleados
en las ciencias y describir sus característicos procedimientos.

2. Los métodos-tipos. — Teóricamente, pues, existen tan­


tos métodos como grupos de ciencias admitidos en la clasifi­
cación que hemos dado más arriba. Hay que observar, no
obstante, que esta clasificación puede a su vez reducirse a
tres grandes divisiones, que son: las matemáticas '—las cien­
cias físico-químicas y biológicas— , las ciencias morales. De
modo que deberemos distinguir tres m étodos g en erales, que
sufrirán sin duda, al adaptarse a cada ciencia del grupo, mo­
dificaciones accidentales, pero que conservarán, en último
término, sus caracteres distintivos. •
Vam os, pues, a estudiar sucesivamente:

e l m étod o d e las m atem áticas;


el m étodo d e las ciencias d e la naturaleza fisica;
el m étodo d e las ciencias m orales.
68 LOGICA MATERIAL
LOS DIFERENTES METODOS 69

A rt . II. M É T O D O D E LA S M A T E M A T IC A S 2. P r o c e d im ie n t o s d e l a s m a t e m á t ic a s
I. N o c ió n d e l a s m a t e m á t ic a s
1. Naturaleza de la demostración m atemática.
50 I* Definiciones. — En general, las matemáticas son el
a) L as m atem áticas establecen relaciones n ecesarias entre
estad io d e la can tidad d e tos cu erpos, hecha abstracción d e
diferen tes m agnitudes. Para comprender bien la naturaleza
la naturaleza d e estos cuerpos.
de la demostración matemática, hay que notar que se trata
La cuestión de la naturaleza de la cantidad es propia de la
de descubrir las relaciones existentes entre magnitudes dife­
Cosmología; por eso aquí sólo queremos notar que se distin­
rentes (entre números diferentes, entre una linea y una su­
gue la cantidad discontinua. que es aquella cuyas partes están
perficie, etc.). La experiencia, al principio (entre los Egip­
separadas y forman un número, y la can tidad continua, que
cios principalmente), permitió establecer algunas de estas re­
es aquella cuyas partes no están separadas, sino unidas entre
laciones. Pero eso no fué sino una com probación. Los Griegos,
si. de tal modo que el extremo de una sea el comienzo de
al fundar asi la ciencia matemática, quisieron determinar las
la otra: tal es. por ejemplo, la extensión.
razon es de estas relaciones y proceder por principios suscep­
2. División. — Según que las matemáticas traten de la tibles d e consecuencias n ecesarias y en núm ero indefinido.
cantidad discontinua o de la continua, distínguese: T a l es, en su noción más general, la demostración matemática.
a) L as ciencias d e los núm eros: la aritm ética o ciencia del b) L as m atem áticas proced en p or sustitución d e magni­
número y de sus propiedades; el álgebra, generalización de la'' tudes. El tipo de la demostración matemática puede ser defi­
nido por el ejemplo:
aritmética como ciencia de las relaciones generales de los
números representados por letras.
3 .+ 5 = 8
b ) L as ciencias d e las figuras: la geom etría o ciencia de las
4 i-I- 4 = 8
figuras que se pueden trazar en el espacio; la geom etría an a­ 3 I* 5 = 4 i- 4
lítica o aplicación del álgebra a la geometría; la m ecánica
racional o estudio del movimiento en el espacio.
es decir que consiste en sustituir una magnitud p o r otra p or
3. Origen. m ed io d e interm ediarios tan num erosos com o sea necesario,
hasta llegar a definir cuál es la relación de las dos magnitu­
a) E l problem a d el origen d e las nociones m atem áticas. A des entre si. Esta comparación de magnitudes se apoya en los
veces se ha pretendido que las nociones matemáticas existirían dos axiomas siguientes: dos cantidades iguales a una tercera
en el espíritu absolutamente a priori, antes de toda experien­ son iguales entre sí —dos cantidades, una de las cuales es
cia. La razón que se invoca en favor de esta tesis es que la igual y la otra desigual a una misma tercera son desiguales
naturaleza no nos d a nunca un número, sino sólo unidades. entre sí. Echase asi de ver que volvemos a encontrar aquí
ni tam poco los ob jeto s geom étricos: punto sin dimensiones, el tipo de la demostración silogística.
superficie sin espesor, recta absoluta, circulo perfecto, etc. c) L a dem ostración m atem ática em plea e l análisis y la
Todas estas nociones serian, pues, innatas en el espíritu. síntesis. En efecto, el matemático se sirve del procedim iento
b) M atem áticas y experiencia. En realida^, hay que decir an alítico cuando parte de la proposición compleja a demos­
que los ob jeto s m atem áticos son construidos p o r el espíritu trar, y redúcela a una proposición más simple de la cual es
m ediante los d atos sacados d e la experiencia. Por haber cuer­ una consecuencia necesaria, y asi sucesivamente hasta que
pos sólidos en la naturaleza, hay geometría. Y de la misma llega en fin a una proposición tenida por cierta y cuya ver­
manera, la pluralidad de unidades de la misma naturaleza Ha dad garantiza la de la proposición que se queria demostrar.
servido de fundamento a la elaboración del número. El pro­ Empléase este proceder en la solución d e los problem as.
ceso de formación de las nociones matemáticas descansa en El matemático emplea el procedim iento sintético cuando
el poder de abstracción propio del espíritu humano. parte de verdades generales —axiomas o proposiciones ya
70 LOGICA MATERIAL LOS DIFERENTES METODOS 71

demostradas'-' y saca de ellas, por via de consecuencia, tidad al orden de la cualidad. Ejemplo: dos cantidades igua­
otras proposiciones más complejas. E s el método empleado les a una misma tercera son iguales entre si.
en la dem ostración d e los teorem as. c) P ostulados. Los postulados son ciertos juicios indem os­
La demostración por reducción al absu rdo es un procedí' trables. cuya evidencia es inferior a la de los axiomas, pero
miento indirecto, que consiste esencialmente en suponer ver- d e los qu e tiene n ecesid ad el m atem ático p ara elaborar su
dadera la contradictoria de la proposición que se quiere ciencia. Pide és*e que provisionalmente (de ahí su nombre de
probar y en hacer ver que nos lievaria a una o varias con- p ostu lados) se los dé por buenos, como se verá que lo son en
secuencias absurdas. la constitución de la ciencia que los emplea. T a l es el caso
d) ¿Se em plea también en m atem áticas la inducción? Se­ del postulado de Euclides: "P or un punto dado fuera de una
gún Henri Poincaré empléasela bajo la forma de un razo­ . recta, siempre se puede tirar una paralela a esta recta, pero
namiento llamado por él razonam iento p o r recurrencia. Este nada más que una", y también: "E l espacio es una magnitud
razonamiento consiste esencialmente en hacer ver que si una de tres dimensiones".
propiedad es verdadera de un elemento n de la serie de los
números, lo es igualmente de n rl- 1 y de los primeros ele­ A r t . III. M É T O D O D E LAS C IE N C IA S D E LA
mentos de la serie, y debe serlo también de todos los núme­ N ATURALEZA
ros indefinidamente a partir de n. Poincaré ve en esto el
razonamiento matemático por excelencia, por tener la carac­ 1. N o c io n e s gen era les

terística de la inducción, que consiste en aplicar a todos los 53 1. Loa ciencias experimentales. — Dase el nombre gene­
casos semejantes lo que se ha verificado de un caso particular. ral de ciencias de la naturaleza a las qu e tienen p o r o b jeto
Pero es dudoso que haya en ese caso una verdadera induc­ los fen óm en os d el m undo material. Llámaselas también cien­
ción. M ás bien parece que se trata de una deducción, que cias experim entales porque se fundan en la experiencia sen­
consistía en aplicar indefinidamente una propiedad verifica­ sible y a ella se refieren constantemente, como al único cri­
da de un caso dudo de construcción numérica a otros núme­ terio de la validez de sus conclusiones. Reciben asimismo el
ros construidos de la misma manera. nombre de ciencias inductivas en cuanto parten de los hechos
singulares para remontar a las leyes que las rigen.
52 2. Elementos de la demostración. — Estos elementos son
tres: las definiciones, los axiomas y los postulados. 2. División. — Distínguese dos grupos de ciencias de la
a) D efin icion es. Las definiciones son o bien esenciales. naturaleza:
cuando enuncian tas p rop ied ad es de un objeto matemático a) C ien cias fisicoquím icas. Estas ciencias se ocupan de
(por ejemplo, esta definición: la circunferencia es una fi­ los fenómenos de la naturaleza bruta o inorgánica. Las cien­
gura cuyos puntos equidistan del centro), o bien gen éticas. cias físicas estudian tas p ropiedades gen erales d e los cuerpos;
cuando formulan la ley d e construcción de un objeto mate~ las ciencias químicas estudian la constitución d e los diferen tes
mático (la esfera es el volmen engendrado por un semi­ cuerpos.
círculo que gira alrededor de su diámetro). c) C iencias biológicas. Tratan de los fen óm en os propios
La definición genética es la que caracteriza a las m atem áti­ d e la vida orgánica.
cas. La definición esencial es en ellas secundaria y derivada. 3. Extensión del método experimental. — E l grupo de
De ahi se sigue que las definiciones matemáticas, por ser ciencias m orales (Historia, psicología, sociología) pertenece
construcciones, son perfectas desde el primer momento y sin duda, bajo cierto aspecto, a las ciencias de la naturaleza
constituyen el punto de partida de la demostración, cuando y en gran parte dependen del método experimental. Pero
en las ciencias de la naturaleza se las encuentra al fin de la hácese de ellas un grupo distinto, porque se aplican al hom­
demostración o de la investigación. bre. en cuanto es ser inteligente y libre, y consideran asi
b) A xiom as. Los axiomas son principios inm ediatam ente una realidad irreductible a los objetos de las ciencias de la
evidentes, que resultan de la aplicación del principio de iden­ naturaleza propiamente dichas.
72 LOGICA MATERIAL LOS DIFERENTES METODOS n

2. Condiciones " a priori" de la validez de las hipótesis. —


2. P r o c e d im ie n t o s
Antes de toda verificación, la hipótesis, para ser tomada en
54 Puédense distinguir cuatro fases en la elaboración de las consideración, debe realizar las condiciones siguientes:
ciencias de la naturaleza. Dos se refieren al conocimiento de a) L a hipótesis d e b e ser sugerida y verificable p o r tos h e ­
los fenómenos: la observación y ¡a experim entación: y otras chos. No debe ser absurda, es decir contradictoria en si mis­
dos a la formulación d e las leyes: la hipótesis y la inducción. ma. Esto no quiere decir que no pueda contradecir a otras
hipótesis anteriormente admitidas. Por el contrario, el pro­
A. La observación. greso de la ciencia se realiza muy a menudo sustituyendo con
1. Noción. — Observar, en general, consiste en aplicar la hipótesis nuevas y más explicativas las antiguas teorías.
atención a un o b jeto a fin d e con ocerlo bien. Por la observa­ b) L a hipótesis d e b e ser sim ple. Requiérese en ella la sim­
ción comienzan todas las ciencias experimentales, porque se plicidad, en virtud del postu lado de la simplicidad de las le­
trata en primer lugar de establecer la realidad de la natura­ yes de la naturaleza. Mas una simplicidad es aqui un concepto
leza de los fenómenos. Para esto, no se conténta el sabio con ambiguo. Hay una simplicidad que es pobreza, y otra que
la simple percepción de los sentidos, que es generalmente es riqueza: el mecanismo de la visión es simple, en cuanto es
insuficiente en precisión y en penetración, sino que recurre a perfectamente uno, pero realmente complejo en sus diferen­
ciertos instrumentos (microscopio, telescopio, espectroscopio, tes órganos. El criterio de la simplicidad parece, pues, difícil
fotografía, termómetros, balanzas, etc.), que le permiten des­ de manejar.
cubrir con el mayor detalle posible los elementos de los cuer­
pos y sobre todo medir los fenómenos. 3. Papel de la hipótesis. — La hipótesis, como queda di­
2. Condiciones. — Una observación, para ser buena, re­ cho, no es sino una explicación provisional. Por ahf queda
quiere ciertas condiciones intelectuales: curiosidad y sagaci­ definida su finalidad, y tiene dos aspectos distintos:
dad, y otras m orales: paciencia e imparcialidad. a) L a hipótesis sirve para dirigir el trabajo d e l sabio. Ayú­
dale, en efecto, a imaginar los medios de que se va a servir
B. La hipótesis. y los métodos para seguir adelante en sus investigaciones y
55 1* Noción. — Una vez bien establecidos los hechos, trátase llegar a la certeza. Es, pues, tam bién ella, un principio d e
de descubrir la ley de su manifestación y encadenamiento, es invención y d e progreso.
decir de explicarlos. Pero esta explicación no es evidente. b) L a hipótesis sirve p ara coordinar tos h ech os conocidos
Para dar con ella, el sabio se ve obligado a recurrir a una anteriorm ente. La hipótesis está destinada a poner orden en
hipótesis que constituye una explicación provisional d e tos los materiales acumulados por la observación. "Sin ella", dice
fenóm enos observados. Claude Bernard, "no es posible reunir más que estériles ob­
Aqui es donde es más necesario el genio del sabio, ya que servaciones", como hace el empirismo.
no existe regla d e la invención. Esta se presenta casi siempre
como una especie de súbita iluminación o intuición que da C. La experimentación.
al sabio una luz inesperada. Asi es como Arquimedes descu­
brió súbitamente, mientras se bañaba, que los cuerpos sumer­ 56 L Noción. — La experimentación consiste en e l conjunto
gidos reciben un empuje de abajo a arriba ejercido por el li­ d e procedim ientos em picados para verificar la hipótesis. Difie­
quido en que están sumergidos. Las fuentes más comunes de re. pues, de la observación en que obedece a una idea directiva,
la invención de las hipótesis son las an alogías (Newton com­ y no simplemente, como se dice a veces, en que Implica la
para el fenómeno de la calda de la manzana al de la atrac­ intervención del sabio para modificar los fenómenos. La ob­
ción de los planetas por el sol), y la deducción, que hace que servación puede en efecto comportar también parecida inter­
aparezcan las consecuencias, hasta entonces ocultas, de los vención: llámase en tal caso observación activa o provocada.
fenómenos o las leyes ya conocidas. pero es anterior a la invención de la hipótesis.
n LOGICA MATERIAL LOS DIFERENTES METODOS n

2. Principios da la experimentación. M éto d o d e diferen cia. E l método de concordancia no basta


por ser insuficiente para hacer distinguir la simple coinciden­
a ) Id e a gen eral d e los m étodos d e experim entación. La cia y la verdadera causalidad. Debe ser completado con una
idea general que rige los métodos de experimentación es la contraprueba que Stuart Mili llama método de diferencia. Es-'
siguiente: consistiendo esencialmente la hipótesis en estable­ te método consiste en considerar dos casos tan semejantes
cer una relación de causa a efecto, o de antecedente a consi­ como sea posible y que sólo difieran en un solo elemento. S i
guiente entre dos fenómenos, trátase d e descubrir si realm ente el fen óm en o se p rod u ce en un caso y en el otro no, este e le ­
B (supuesto o consiguiente) varia cad a vez qu e se h a c e variar m ento será e l an teced en te qu e buscam os. Ejemplo: Jas expe­
a A (supuesta causa o an teced en te) y varia en las mismas riencias de Pasteur acerca de la generación espontánea. Dos
p rop orcion es que A . frascos de igual naturaleza y colocados en Jas mismas condi­
b ) P rincipio gen eral d e los m étodos d e experim entación. ciones de temperatura, están durante el mismo tiempo, el uno
Este principio es el del determ inism o, que se enuncia asi: En cerrado y el otro abierto. En éste se produce la fermentación,
idénticas circunstancias, idénticas causas producen idénticos y en el otro no. Pasteur concluye que la fermentación es
efectos; o también: las ley es d e la naturaleza son constantes. debida a los gérmenes del aire.
M éto d o d e las variaciones concom itantes. El método de
57 3* Los diferentes métodos de experimentación. — Para
diferencia es seguro cuando no hay sino dos casos posibles.
poner en práctica la idea general de la experimentación, se
E l método de las variaciones concomitantes deberá intervenir
han imaginado diversos procedimientos dirigidos a conseguir
en los demás casos. Y se formula asi: cuando un fen óm en o
la mayor precisión posible.
varia en la m isma proporción qu e uno d e los antecedentes,
a) L as tablas d e B acon . Bacon propone establecer tres
es cau sado p o r este anteceden te. Ejemplo: las experiencias
tablas diferentes: tabla d e presencia, que da, con sus circuns­
de Pascal en Puey-de-Dóme, destinadas a demostrar que la
tancias, los casos en que se produce el fenómeno que se
elevación de la columna del barómetro varía proporcíonal-
quiere explicar; tabla d e ausencia, en la que están consigna­
mente a la presión atmosférica.
dos los casos semejantes a los primeros en que el fenómeno
no se produce; tabla d e los grados, que da los casos en que M éto d o d e residuos. E l método de las variaciones conco­
el fenómeno varia. mitantes tiene la ventaja de que recurre a la medida de los
fenómenos, lo cual la hace práctica en física. Pero no es apli­
Este método no proporciona suficiente certeza, pues nun­
cable cuando los fenómenos no son susceptibles de medida
ca llega a asegurar que solamente se hayan considerado los
fenómenos o grupos de fenómenos (A y B ) que se suponen cuantitativa. E l método de residuos se em plea cad a vez qu e
los elem en tos d e un ca so d a d o son perfectam en te conocidos
causa y efecto, antecedente y consiguiente.
y explicados, ex cep to uno. Y se concluye que este elemento
b) M éto d o d e coincidencia solitaria d e Stuart M ili. Stuart
debe ser explicado por otra causa que se trata de descubrir
Mili imaginó, para remediar el defecto de las tablas de Bacon.
con ayuda de uno de los métodos precedentes. E l ejemplo
sustituir al principio de la coincidencia constante el de la
coincidencia solitaria. De ahi los cuatro métodos o procedi­ más célebre es el del descubrimiento de Neptuno por Le V e -
rrier, que fué provocado por la observación de las irregula­
mientos que preconiza:
ridades de Urano. Este método, como se ve, es más un instru­
M étod o d e concordancia. Supongamos varios casos muy
diferentes en los que se produce un fenómeno dado. S i se mento de descubrimientos, que un método de verificación.
d escu bre un an teceden te qu e sea común y é l solo común a 4. Valor del método de coincidencia solitaria. — Este mé­
todos los casos, con sidéraselo en relación esencial con el fe n ó ­ todo no proporcionaría una certeza absoluta si no se estuviera
m eno. Ejemplo: obsérvese el sonido que producen una cuerda seguro de haber hecho un com pleto análisis de la experiencia.
que vibra, una campana, un tambor, una voz. etc., y se com­ No obstante, prácticam ente basta p ara la ciencia, que por lo
prueba que en todos estos casos hay un solo fenómeno común demás admite siempre la posibilidad de nuevas explicaciones
que es la vibración de un cuerpo sonoro. De ahi se concluye ulteriores, más en conformidad con los datos de una expe­
que este fenómeno es la causa del sonido. riencia mejor conocida.
76 LOGICA MATERIAL I.OS DIFERENTES METODOS 77

D. La inducción. En realidad, el problem a d e l fun dam en to d e la Inducción


es un problem a propiam ente filo só fico , por tratarse aquf de
58 1. Noción. — La inducción científica consiste esencial' justificar el principio del determinismo. La solución d e este
mente en pasar, d e l descubrim iento d e una relación constante problema depende a la vez de la psicología y de la critica del
entre d o s fen óm en os o d os p rop ied ad es, a la afirm ación d e conocimiento, porque el problema se reduce al de la forma­
una relación esencial, y por consiguiente universal y n ecesa­ ción y valor de las ideas generales. E l problem a d e la induc­
ria, entre esos d o s fen óm en os o p ropiedades. ción cien tífica n o es sino un ca s o particular d e l problem a
2. Leyes científicas. — Las leyes científicas a las que con# gen eral d e l conocim iento abstracto, ya que la ley científica
duce el razonamiento inductivo son, según la fórmula di no es sino un hecho general, sacado de la experiencia sensi­
Montesquieu, las relaciones constantes y n ecesarias que deri­ ble. Y a veremos precisamente que la inteligencia está dotada
van d e la naturaleza d e las cosas. Las leyes expresan ya rela­ del poder de captar, por la abstracción, lo universal en lo
ciones d e existencia o d e coexistencia (el agua es un cuerpo singular y lo necesario en lo contingente, y mostraremos lo
incoloro, inodoro, de tal densidad, susceptible del estado só- que justifica la función abstractiva del espíritu y garantiza
lido, liquido, gaseoso, etc.), ya relacion es d e cau salidad o d e su valor.
sucesión (el agua hierve a los 100 grados; el calor dilata los
metales, etc.), o ya, en fin, relacion es d e fin a lid ad (el higado 3. P r o c e d im ie n t o s p a r t ic u l a r e s de la biolog Ia
tiene por función regular la proporción de azúcar en la 60 1. Punto de vista finalista. — La biología, con la que va
sangre). junta la consideración de la vida, emplea procedimientos que
3. Las teorías científicas. le son propios. No se trata a los seres vivientes como a los
seres inorgánicos. Observación y experimentación suponen,
a) D efinición. Se da el nombre de teorías a ciertas hipó­ pues, aquí, una adaptación necesaria y particularmente el
tesis qu e tienen p or fin unificar un gran núm ero d e ley es b a jo constante recu rso a la idea d e finalidad. El biólogo sostiene
una ley muy general. Tales son la teoría ondulatoria, según que los vivientes son organismos que ejercen diversas funcio­
la cual la luz se propaga por ondas; la teoría electrónica, se­ nes, que se jerarquizan en vista de un fin determinado. E l
gún la cual el átomo se compone de electrones; la teoría evo­ descubrim iento d e las funciones, es d ecir d e tos fin es, viene
lucionista, según la cual las formas vivientes derivarían, por a ser e l fin d e la ciencia.
progresivas diferenciaciones, de formas menos numerosas y
más simples. 2. Clasificación y sistematización. — Uno de los medios
b ) V alor. Este valor depende de la medida en que las para alcanzar ese fin es la clasificación o sistematización, que
teorías científicas permiten unificar el sa b e r positivo de un tiene por objeto distribuir los seres vivientes en distintos gru­
modo racional y p rovocar nuevos descubrim ientos. Su falta p os cada vez m ás gen erales y tales que los grupos inferiores
de fecundidad es lo que hace que normalmente se les aban­ sean subdivisiones de los superiores.
done por otras que parecen más capaces de orientar las inves­ Esta clasificación, fundada en la naturaleza de las cosas,
tigaciones y de agrupar con inteligencia las leyes. responde a una n ecesidad d e l espíritu, que en todas partes
59 (• Fundamento de la inducción. — Hemos dicho que la busca la unidad. También debe ayudar a formular la d e fi­
ciencia aplica a todos los casos de la misma especie lo que nición d e los seres vivientes mediante la enumeración de los
ha sido verificado de uno o varios casos singulares (2 9 ). caracteres que les señalan su lugar en la clasificación.
¿Cómo legitimar este procedimiento? Respóndese general­
mente que el fundamento de eso es el principio d e l determ i- A rt . IV . M É T O D O t r f i LA S C IE N C IA S M O R A L E S
nismo o de la constancia de las leyes de la naturaleza. Lo 1. N o c io n e s g en era les
cual es cierto. M as. d esd e e l punto d e vista científico, este
principio no es sino un postulado: la ciencia, como tal. cree 61 L Definición de las ciencias morales. — Dase el nombre
en la constancia de las leyes, pero no la demuestra. de ciencias morales a las ciencias q u e se refieren a les d iv er-
LOS DIFERENTES METODOS 79
78 LOGICA MATERIAL

sas m anifestaciones, individuales o colectivas, d e l hom bre, en tierra, historia del arte, etc.). En sentido estricto, la historia
cuanto es un ser inteligente y libre. La consideración de lo es el estu dio d e los h ech o s d e l p a sa d o que han interesado a la
que caracteriza al hombre, a saber la inteligencia y la liber­ evolución d e la hum anidad. Por esta razón, ocúpase la histo­
tad, es lo que da a las ciencias morales su objeto especial e ria a la vez de los h ech os hum anos (por ejemplo, la guerra
irreductible en la jerarquía de las ciencias. de las Gallas, las Cruzadas, la Reforma, etc.) y de los h ech os
E l hecho de que el hombre sea considerado aquí como un m ateriales qu e han ten ido efecto s hum anos (erupción del
ser dotado de libertad no quiere decir que las ciencias mora­ Vesubio en el 79. inundaciones del Nilo, etc.).
les renuncien a establecer leyes. En primer lugar h ay leyes b) N atu raleza d e los hech os históricos. Llámanse hechos
d é la actividad Ubre com o tal (leyes m orales); además el históricos a ciertos acontecim ientos rod ead os d e esp eciales
hombre, individual y colectivo, aun cuando obra libremente, circunstancias en el tiem po y en el espacio. Los hechos histó­
es susceptible de un com portam iento norm al, regular y p re­ ricos son, pues, originales y únicos. Y es uno de los caracte­
visible, qu e perm ite estab lecer leyes positivas (m edias o esta­ res que distinguen a la historia de la sociología: ésta, en efecto,
d ísticas), válidas para la mayor parte de los casos. puede tomar como objeto de estudio los hechos del pasado,
pero sin considerarlos sino bajo su aspecto general, despoja­
2. División. — Puédense distinguir dos grandes categorías dos de las circunstancias concretas que los han distinguido
de ciencias morales, a saber: históricamente. En las formas his'óricas de la propiedad
a ) L as ciencias m orales teóricas. Son las que estudian al privada, la sociología buscará descubrir la esencia del derecho
hombre, individual o colectivo, tal cual es. Tales son la psi­ de propiedad; en la Reforma, la investigará la forma general
cología, la sociología y la historia. Estas ciencias son cien­ de las revoluciones religiosas.
cias d e h ech os.
b ) L a s ciencias m orales prácticas. Son las que definen las 2. Los documentos históricos.
leyes a las que debe conformarse la actividad humana. Tales a) M onum entos y escritos. Distínguense comúnmente dos
son la lógica, la moral y la política. Son éstas las ciencias clases de documentos; los m onum entos o docum entos m ate­
norm ativas. riales (inscripciones, papiros, medallas, trofeos, imágenes,
3. Distinción de loa métodos. — Los dos grupos de cien­ templos, tumbas, obras de arte, e tc.), y los escritos o docu ­
cias morales son bastante distintos entre si, y así exigen m entos psicológicos (anales, historias, memorias, correspon­
distintos m étodos. E l primer grupo depende evidentemente dencia, actas públicas, obras literarias, etc.).
de los procedimientos del método experimental, adaptados a b) V estigios y testim onios. La división de los documentos
esos nuevos objetos. En cuanto al segundo grupo, hace inter­ en vestigios y testimonios parece preferible a la precedente,
venir a eso que se llama juicios d e valor o juicios que formu­ que no es irreductible. En efecto, ciertos documentos no son
lan lo que está bien y lo que conviene hacer, y así depende otra cosa que vestigios o trazas d e l p asad o, sin h ab er sid o
de un método diferente de los que se emplean en las ciencias destin ados p o r si m ismos a trasmitir el recuerdo a la p oste­
de los hechos. Este método lo estudiaremos cuando llegue­ ridad: tales son los objetos de alfarería, las armas, alhajas,
m os a la Moral. libros de contabilidad, monedas, etc.; los otros son testim onios
E l método empleado en Psicología lo veremos junto con que tienen form alm ente p o r ob jeto inform ar a la posteridad:
esta disciplina. De modo que no nos queda aquí por tratar memorias, crónicas, anales, inscripciones, etc.
sino del método de la historia y del de la sociología.
3. Procedimientos de la historia. — El método histórico
abraza tres fa s e s principales:
2. M étodo db la h is t o r ia
a) L a bu sca d e los docum entos. E l primer trabajo del his­
1. Noción de historia. toriador consiste en reunir los documentos más a propósito
a ) D efinición. *— En un sentido muy general, llámase his­ para dar a conocer los hechos del pasado. E l genio del inves­
tigador es aquí el «factor principal. Pero una vez hecho el
toria al estudio d e to d o lo qu e tiene un p a sa d o (historia de la
80 LOGICA MATERIAL
LOS DIFERENTES METODOS 81
descubrimiento, num erosas y com plejas técnicas deben entrar
en Juego para su explotación. Esto es cierto sobre todo cuan­ considerar la historia como una ciencia porque encierra en a!
do se trata de excavaciones: no basta haber descubierto un certeza, adquirida por métodos que poseen rigor suficiente,
subsuelo rico en documentos; el aprovechamiento de tales y porque explica los hechos relacionándolos con sus causas.
tesoros (palacios, estatuas, monedas, papiros, fósiles, etc.) Hablando en rigor, deberíamos decir que la historia es una
requiere el empleo de métodos generalmente muy delicados ciencia, no p or su o b jeto , que carece de los caracteres de ge­
y exige grandes medios materiales. neralidad y necesidad necesarios en las ciencias propiamente
Los documentos del pasado vanse asi acumulando gracias dichas, sino por los m étodos que em plea.
a las ciencias auxitiares d e la historia: arqueología, epigrafía,
papirologla, paleografía, numismática, etc., que tienen como 3. M é t o d o d e l a s o c io l o g ía
objeto propio la investigación, clasificación y critica de los
documentos históricos y forman el dominio de la erudición. A. Noción de la sociología.
que es la base de la historia, como la observación está a la 64 L L a ciencia sociológica. — La sociología, ciencia d e los
base de la ciencia. hech os sociales, o estudio descriptivo, comparativo y explica­
b ) L a critica histórica. La critica tiene por objeto a la vez tivo de las realidades sociales, es una disciplina reciente. No
los documentos-vestigios y los documentos-testimonios. En es que el estudio de las sociedades haya sido ignorado de los
cuanto a los vestigios del pasado, trátase de establecer la au­ antiguos. Platón y Aristóteles se ocuparon de él. En los si­
tenticidad y el origen d e tos docum en tos, determinar su grad o glos xvn y xviii, Hobbes, Locke, Montcsquieu y Condorcet in­
d e integridad y, cuando hay lugar, de hallar su sentido, es tentaron determinar cómo se comportan los hombres en cuan­
decir descifrarlos y traducirlos. La critica de los testim onios to seres sociales. Pero con A ugusto C om te so b re tod o tiende
consiste en ver si tos testim onios son sinceros y exactos (la ta sociología a hacerse ciencia, es decir, una disciplina some­
buena fe no supone necesariamente la exactitud). Por eso tida a un riguroso método y destin ada a d efin ir las ley es qu e
hay que criticar ya el hecho narrado en si mismo, ya también rigen la vida en sociedad.
a los testigos que lo trasmiten. En nuestros días, la sociología se ha esforzado, con Durk-
Estas diferentes criticas requieren criterios de veracidad heim, por modelarse exactamente según las ciencias experi­
interiores a los mismos documentos ( critica interna) , o bien mentales y, por un inesperado desarrollo, ha pretendido ab­
criterios externos a los documentos (critica ex tern a). sorber todas las ciencias morales, que no serian, según esta
c) D escripción d e l pasado. El historiador, después de ha­ concepción, sino partes o elementos de la sociología, ciencia
ber reunido y establecido los hechos, debe saberlos explotar. universal del hombre. Más adelante veremos qué es lo que
Delicado trabajo que exige gran sag acid ad para descubrir ef se ha de pensar de esa idea.
real encadenamiento de los nechos históricos, y perfecta im­
parcialidad, evitando cualquier explicación que no sea Im­ 2. El hecho social, objeto de la sociología. — La dificultad
puesta o sugerida al menos por los mismos hechos. Aquí, la qiie encuentra la sociología consiste en definir exactamente
imaginación juega capital papel, pues que se trata de hacer su objeto. Dicese generalmente que es el h ech o social. Pero
revivir el pasado y reconstruirlo. Lo importante es que la esta noción está muy lejos de ser clara.
imaginación no trabaje al margen de los hechos, sino que al a ) L a conciencia colectiva. Hay que descartar en primer
contrario no sea sino una forma de la penetración psicológica término la definición que da Durkheim del hecho social,
y de la sumisión a la realidad. cuando afirma que es aquel que se ha producido por una con­
ciencia colectiva, exterior y superior a las conciencias indi­
3. ¿Es la historia una ciencia? — Es muy evidente que viduales. T al preten dida conciencia colectiva no existe. E s
la historia n o es una ciencia d e la misma naturaleza qu e ésa una concepción mítica y contradictoria, pues toda con­
la física o la química. Estas enuncian leyes universales; la ciencia es necesariamente individual.
historia narra hechos singulares, únicos. No obstante, se puede b) La violencia. Durkheim procuró también definir el he­
cho social por su carácter esencial, que consistiría en la vio-
82 LOGICA MATERIAL LOS DIFERENTES METODOS 8‘J

leticia q u e ejerce sob re las conciencias individuales. (E l modo d estin ad a a determ inar las ley es d e coexistencia d e lo s grupos
seria un hecho social, en cuanto obliga a pensar, sentir y sociales, las leyes d e funcionam iento de esos grupos (ejem­
obrar de tal o cual manera.) Pero n o p a rec e qu e la obligación plos: leyes de la imitación, ley del menor esfuerzo), y en fin,
tenga carácter d e universalidad su ficien te com o p ara d efin ir las ley es d e evolución de las sociedades humanas. Pueden
e l h e c h o social. Hay imposiciones que sólo traducen leyes otras ciencias abordar estos problemas, pero no como asunto
físicas y, por el contrario, muchos hechos sociales no imponen esencial; mientras que (a sociología tiene por objeto propio el
al individuo una verdadera violencia: la moda no es tiránica establecimiento de esas diversas leyes, empleando los datos
para todos y hay muchos individuos que no temen sustraerse y los resultados que le proporcionan las otras ciencias, del
a ella. mismo modo que la historia utiliza los resultados de numero­
c) L a influencia d e la socied a d sob re los individuos. P a­ sas ciencias ¿auxiliares.
rece que, para garantizar al hecho social suficiente especifici­ b) L a sociología n o es una ciencia universal. No obstante,
dad, basta definirlo como un hecho (manera de pensar, de si bien el hecho social da origen a una ciencia distinta, esto
sentir, de obrar) qu e encuentra en la so c ied a d com o tal su no basta para constituir una ciencia universal, como pretende
causa form al y su causa final. En cuanto los individuos se Durkheim. N o to d o h e c h o hum ano es un h ech o social. E l
encuentran agrupados en sociedad, es decir reunidos para la individuo humano no está en la sociedad como una gota de
realización de fines comunes a todos ellos, y no simplemente agua en el mar. Posee una relativa independencia, una real
yuxtapuestos o reunidos accidentalmente (como, por ejem­ autonomía, como consecuencia de la libertad de que está do­
plo. en un vagón de tren), aparecen modos comunes de com­ tado. Esto se expresa brevemente diciendo que es una persona.
portarse que no existirian fuera del grupo, en individuos ais­
4. Naturaleza de las leyes sociológicas. — Los hechos so­
lados. D e ahí ciertos fenómenos de carácter social, es decir
ciales son muy complejos y la sociología no p u ed e aspirar a
producidos por individuos que obran libremente, pero deri­
una exactitu d sem ejan te a la d e las ciencias fisicoquím icas.
vados de la influencia ejercida por el grupo social y su fina­
Cuando Durkheim pretende establecer en sociología leyes tan
lidad propia sobre los individuos que lo componen.
precisas como las de las ciencias naturales, funda su preten­
sión en un concepto que elimina radicalmente la realidad de
65 3. ¿Es la sociología una ciencia distinta? — El hecho so­ la libertad humana. Este concepto está fundudo en un mate­
cial. tal como acabamos de definirlo, ¿puede dar origen a una
rialismo indefendible.
ciencia distinta y autónoma? Unos lo han negado, diciendo H ay. n o obstante, en los h ech os sociales cierto determ inis-
que la sociología se confunde con las otras ciencias morales, m o qu e garantiza tu exactitud aproxim ada d e las ley es que
mientras que otros lo afirman, y aun ha habido quien ha pre­ los rigen; este deterninismo define aquí el orden más común
tendido (como Durkheiin) hacer de la sociología la ciencia según el cual se mueven las libertades humanas, y es justa­
moral universal. Ambas afirmaciones son erróneas. mente la indeterminación de los elementos individuales (es
a) L a sociología no se confunde con las otras ciencias m o­ decir, aquí, las libertades humanas) la que garantiza la cons­
rales. Se ha pretendido a veces, desde un punto de vista exac­ tancia de las medias y de las leyes estadísticas, por el hecho
tamente contrario al de Durkheim. que los hechos sociales no de que, cuando se refiere a un número muy grande, los casos
podían ser el objeto de una ciencia especial. Diversas ciencias aberrantes o excepcionales desaparecen sensiblemente en la
particulares, dicen quienes asi opinan, se dividen los diferen­ multitud de los casos conformes a las leyes de la naturaleza
tes hechos sociales (historia, etnología, lingüistica, geografía
moral.
humana, etc.) de modo que nada queda para la sociología,
sino el h e c h o social puro, que evidentemente es un mito. 6 6 B. Método de la sociología.
E sta objeción no deja de tener importancia, ya que hace
resaltar el hecho de que las ciencias particulares encierran Siendo la sociología una ciencia de hechos, su método será
también un aspecto social. Pero comete el error de echar en el m étod o inductivo, con fas diferencias exigidas por el objeto
olvido el hecho de que hay lugar p ara una ciencia esp ecial de la sociología.
84 LOGICA M ATERIAL
EOS DIFERENTES METODOS 88

1. La observación en sociología. — La sociología partirá


fines a seguir, lo mismo que la moral nos indica las reglas
de la observación de los hechos sociales, ya directa, ya indi­ del deber. Pero esto es imposible, ya que la sociología no es
recta (mediante la historia, la etnología, etc.). La ob serv a- sino una ciencia d e hechos, que nos enseña el cóm o de los
ción directa es d e p oca amplitud. La historia de las sociedades fenómenos sociales, sin ser capaz de darnos orden alguna
antiguas será de gran utilidad para extender hasta las épocas que nos imponga tal o cual modo de obrar. La sociología,
más primitivas y a las civilizaciones desaparecidas el campo como tal. es extraña a la determinación de los fines morales.
de la observación sociológica.
2. La sociología es útil al moralista y al político. — Un
2. La experimentación en sociología. — La experimenta­ error no menos pernicioso seria pensar que no podemos es­
ción apenas es practicable por el sociólogo. La única forma perar nada de la sociología. Los hechos sociales que esta
de hacerla es el estudio d e tos d e fe c to s producidos en una s o ­ ciencia nos pone en evidencia, las leyes que formula son pre­
cied ad d ad a p or las innovaciones políticas o sociales o por un ciosos elementos con respecto a la moral social y a la política.
suceso determinado. (Ejemplo: la introducción de la indus­ La sociología debe convertirse de este modo en un instrumen­
tria en un país agrícola.) Aun este tipo de estudio se funda to en m anos d el m oralista y d el político, haciéndoles conocer
más bien en la observación que en la experimentación pro­ mejor la naturaleza humana y sugiriéndoles los medios más
piamente dicha. propios para asegurar, mediante una mejor organización
social, económica y política, el bien y el progreso de la per­
3. Ld estadística. sona humana.
a) N aturaleza y o b jeto d e tas estadísticas. Llámase esta­
dística al recu erdo numérico d e h ech o s d e la misma especie
qu e se han produ cido en un tiem po y espacio d ad o s (ejemplo:
estadística de los suicidios en Francia en 1936).
Las estadísticas se emplean mucho en sociología. Su objeto
es poder establecer relaciones d e cau salidad o d e coexistencia
entre diferen tes hechos sociales d e d iferen te naturaleza. Asi
se procurará buscar por las estadísticas la proporción que
existe entre el número de despachos de bebidas alcohólicas y
el número de locos en un país determinado. Si las variaciones
de los dos números son constantes, se concluirá que hay re­
lación de causa a efecto entre los dos hechos.
b ) Lím ite d e la estadística. E l método de estadística es, no
obstante, un procedim iento im p erfecto, porque a menudo las
estadísticas son inexactas y sobre todo porque pueden admitir
muy diferentes interpretaciones. Para que fueran susceptibles
de una sola interpretación, seria preciso que el hechos social
al que se refieren hubiera sido rigurosamente aislado y to­
mado asi en su estado puro, cosa que apenas es posible.

C . Papel de la sociología.
87 I . La sociología no es una moral. — La sociología ha te­
nido, con Durkheim, grandes pretensiones. Se ha querido, en
efecto, sacar de ella un arte sociológ ico que nos señalarla los
i
LIBRO SEGUNDO

FILO SO FIA ESPECU LA TIV A

COSMOLOGÍA
FILOSOFÍA 1
DE LA NATURALEZA | PSICOLOGÍA

CRÍTICA DEL CONOCIMIENTO


METAFÍSICA ONTOLOGÌA
TEODICEA
COSM OLOGIA

PRELIMINARES

1. Nodón.
68 e ) D efinición. La Cosmologia (etimológicamente ciencia
d el m undo) constituye la primera parte de la Filosofia natu­
rai (o filosofia de la naturaleza): su objeto es e l estu dio d e
tos cu erpos com o tales, haciendo por consiguiente, abstracción
de si son vivientes o no. Distinguese de las ciencias fisico­
químicas en que busca determinar la naturaleza de los prin­
cipios intrínsecos d e los cuerpos, mientras que las ciencias fí­
sico-químicas. dejando de lado las cuestiones de naturaleza
o esencias, se limitan al estudio de las apariencias sensibles de
los cuerpos y de sus leyes empíricas.
b) L a cuestión d e la vida. El estudio de la vida pertenece
normalmente a la Psicología o estudio .del alma y de sus
operaciones. La vida, en efecto, es el hecho del .alma, vege­
tativa, sensitiva o racional. Podemos, no obstante, como se
hace ordinariamente, limitar la Psicologia al estudio del hom­
bre y remitir a la Cosmologia el estudio de la vida en general.

2. División. — La Cosmología, conforme al orden de toda


la filosofia, parte de la observación de las p rop ied ad es mfis
gen erales d e los cu erpos a fin d e d efin ir su esencia, tal como
se manifiesta por esas propiedades. Juntando, pues, a este
estudio el de la vida, tendremos la división siguiente:

I. Las propiedades generales de los cuerpos:

A . C antidad:

1. Discontinua: el número.
90 COSMOLOGIA

2 . Continua:
a ) Simultánea: la extensión, con sus efecto s
formales, que son el lugar y e l esp acio,
* b) Sucesiva: el m ovim iento, y el tiem po, que
es la medida del movimiento. CAPITULO I

B . C ualidades sensibles. PROPIEDADES GENERALES DE LOS CUERPOS


O. La ‘e sencia y la naturaleza de los cuerpos: la teoría
hilemórfica.
69 Las propiedades más generales de los cuerpos son, por una
DI. La vida.
parte, la cantidad y todo lo que con ella tiene relación, y. por
otra, las cu alidades sensibles.

A rt . I. LA C A N T ID A D

Los cuerpos forman los dominios de la cantidad. La pri­


mera cuestión que interesa a la Cosmología es, pues, la de
la cantidad, considerada bajo los dos aspectos que puede pre­
sentar (5 0 ), a saber la cantidad discontinua o número, y la
cantidad continua, que comprende la extensión (con sus efec­
tos formales: lugar y espacio), el movimiento y el tiempo.

1. L a cantidad discontinua

A . Nociones de unidad y de número.


Desde ahora hay que distinguir la unidad numérica, que
va unida a la cantidad, y la unidad trascendental, que es ex­
traña al orden de la cantidad.
1. La unidad numérica. — La cantidad discontinua es
aqu ella qu e s e cuenta o m ide y que s e ex p resa p o r un número.
Este tiene por principio la unidad num érica. Así “ 10 aves"
es una cantidad medida por el ave-unidad; “ 10 metros" es
una cantidad medida por el metro-unidad.
2. La unidad trascendental. — La unidad trascendental
(de la cual hablaremos en Metafísica general) designa sim­
plemente la p rop ied ad qu e p o s e e el ser d e ser indiviso en sí
mismo. Esta propiedad no añade realmente nada al ser. Y
no significa sino una negación, a saber la negación de la di­
visión: todo lo que es ser es indiviso. De ahí el axioma: el ser
y el uno son convertibles.
n COSMOLOGÍA PROPIEDADES GENERALES DE LOS CUERPOS 93

Esta unidad trascendental es principio de /a multitud, es haría im posible el m ovim iento. En efecto, estando la exten­
decir de la colección de los seres indivisos en sf mismos y sión compuesta de partes en número infinito — por el hecho
distintos unos de otros y considerados como distintos: un de ser el continuo indefinidamente divisible— seria imposible
hombre, un caballo, una piedra y un vegetal forman una mui- atravesar ningún espacio, ya que cada uno de los elementos
titud o pluralidad de seres. de este espacio estaria a su vez compuesto de elementos en
número infinito. Como no es posible atravesar lo infinito,
B. La génesis del número. seria imposible moverse. Ilustra Zenón esta doctrina con el
ejemplo de Aquiles y la tortuga: Aquíles, el de los ágiles
70 El número se encuentra bajo diversas formas: pies, corre inútilmente, pues nunca podrá alcanzar a la tor­
1. En la cantidad continua (número continuo): la que es tuga. De hecho el movimiento es una ilusión, si la extensión
divisible en partes d e la misma naturaleza. Las partes del con­ existe; y si el movimiento existe, la extensión es una ilusión.
tinuo son tales que el extremo de una es a la vez el comienzo b) Discusión. Contra esta doctrina, tenemos primero el
de la siguiente. De ahí resulta la propiedad de la extensión. hecho evidente de la realidad del movimiento. Además, el
error de Zenón de suponer que las p artes d e la extensión son
2. En la cantidad discontinua (número discontinuo o pro­ discontinuas. De hecho, estas partes son. no divididas real­
piamente dicho): es aquella que está form ad a d e unidades d e mente, sino sim plem ente divisibles y componen un continuo
ta misma naturaleza o de partes actualmente separadas las que un movimiento, igualmente continuo, puede atravesar.
unas de las otras o en simple contigüidad: tres sillas, cien
hombres, las partes de una máquina, los granos de un montón 72 Efectos formales de la extensión. — De la extensión
Distínguese el número numerado y el número numerador. de los cuerpos resultan el lugar y el espado.
El num erado designa las co sa s múltiples qu e se expresan o a) E l tugar. E l lugar es la superficie interior d e un conti­
suman en un número: tres sillas, diez hombres; el num erador nente con relación a un contenido, pero considerado como
es e l núm ero abstracto o tomado absolutamente: 2, 3, 5, etc. inmutable y que no cambia jamás. E l lugar es, pues, una
determinación fija e invariable del espacio.
2. L a cantidad continua b) E l espacio. Podemos distinguir el espacio del sentido
común, el espacio del matemático y el espacio del filósofo.
A. La extensión de los cuerpos. Para el sentido común, el espacio aparece como un pran
71 1- Realidad de la extensión. — La realidad de la exten­ receptáculo d e tres dim ensiones, del que podemos, por la ima­
sión ha sido negada por algunos filósofos, en particular por I09 ginación, extender indefinidamente los limites. Este recep­
idealistas, que sostienen que la extensión no tiene existencia táculo contiene todos los cuerpos.
real, y que no es sino una idea en el espíritu (opinión de Para el m atem ático, el espacio es una magnitud continua.
Berkeley), o una simple manera de sentir (opinión de K ant). homogénea, en la que no existen sino puntos sin dimensión,
Estas opiniones pertenecen sobre todo a la Critica del co­ superficie sin profundidad, etc.
nocimiento. Aquí haremos notar solamente que van contra Para el filó so fo , el espacio real es el tugar universal d e tos
el Juicio espontáneo, natural y necesario del sentido común, cuerpos, la relación d e las dim ensiones d et universo con tod o
que sostiene la realidad objetiva de la extensión: si tal Juicio lo que esas dim ensiones encierran. Esta definición precisa el
fuera falso, habríamos terminado con toda certeza. concepto imaginativo del sentido común y corrige la conven­
ción matemática. Pues, en efecto, implica la afirmación de
2. Las pretendidas antinomias del continuo. — Otras ob­ que no existe espacio real sin cuerpo real: el esp acio es. pues,
jeciones contra la realidad de la extensión (o del continuo) inseparable d e tos cuerpos, p ero no se confu nde con ellos.
han sido propuestas en nombre de un análisis del continuo. Para dar con el espacio real, hay que considerar el universo
Son los célebres argumentos de Zenón de Elea. en sus dimensiones y a ésta en su relación con lo que contiene.
a) Z enón d e E lea pretende que si la extensión fu era real. El espacio es, pues, una relación de dimensiones.
94 COSMOLOGIA PROP1EDADES GENERALES DE LOS CUERPOS 95

B. El movimiento. ses del movimiento en cuanto se suceden los unos a los otros.
El tiempo es, pues, una especie de número. Pero no es un
73 1 • Moción. — Para el sentido común, el movimiento con» núm ero discontinuo, sino continuo y en m archa.
siste en el traslado o p aso d e un lugar a otro. Esto es cierto, Hay que hacer distinción entre tiempo y duración. Esta
pero no define el movimiento sino desde fuera y no se aplica se limita a significar la perm anencia en el ser, haya o no
sino al movimiento local. hay sucesión. E l tiempo implica la sucesión. Quien suprime
a ) E lem en tos d e la definición. Para definir filosóficam en te la sucesión anula el tiempo.
el movimiento, hay que utilizar las n ocion es d e acto y d e
potencia, que pertenecen a la M etafísica general. Aquí bas­ 2. Los diferentes tiempos. — Distinguense:
tará saber que la potencia es la aptitud de un ser a devenir o a a ) E l tiem po concreto o vivido. que es el que resulta d el
recibir alguna cosa (Pedro está en potencia de recibir la cien­ m ovim iento vivido p o r ca d a ser. Este tiempo puede ser más
cia; el agua fría está en potencia de convertirse en vapor); o menos rápido, según la rapidez o lentitud del movimiento
mientras que el acto es el hecho, para un ser, de haber recibido vivido por este ser. En el sueño, casi desaparece el tiempo,
o de haber devenido esta cosa que podía recibir o devenir a causa de la lentitud de la actividad psíquica (o movimiento
(Pedro, habiendo recibido la ciencia, es sabio de hecho o en psíquico). Otras veces, cuando la actividad es intensa, el
acto. E l agua calentada a cien grados está caliente en acto). tiempo parece que vuela.
b ) D efinición. Considerado en su esencia, el movimiento b) E l tiem po abstracto. E s el tiem po uniform e y v acio que
se define, pues, como el acto d e lo qu e está en potencia en nos representamos como una linea, a lo largo de la cual se
tanto qu e está en potencia. Para comprender esta definición, sitúan los sucesos del universo.
partamos del cambio. Pedro va a comenzar a aprender latín. c) E l tiem po objetivo. E s el qu e resulta d e l m ovim iento d e
Puede aprenderlo por su cualidad de ser inteligente y. por la tierra sob re si misma y que ha sido tomado como unidad
una razón más próxima, por sus primeros estudios de gra­ (un día de veinticuatro horas). Este tiempo uniforme no
mática. Está, pues, en potencia de saber ~1 latín. Cuando ya depende de nosotros, aunque sin un espíritu que numere o
lo sepa será en acto latinista. Habrá pasado, pues, de la po­ mida el movimiento de la tierra, el tiempo no existiría en
tencia al acto. Este p a sa je es el que constituye el movimien­ acto, sino sólo en potencia, en el movimiento de la tierra.
to: es un acto (o sucesión de actos), pues, que consiste en la
progresiva adquisición de los elementos del latín; pero es el 3. Los elementos del tiempo.
acto de un ser en potencia, porque Pedro no es aún un lati­ 75 a) P resen te, p asa d o, futuro. El tiempo se compone esen­
nista perfecto. Cuando lo sea, el movimiento cesará. E l mo­ cialmente de tres partes: el pasado, el presente y el futuro.
vimiento es, pues, el acto de una potencia en cuanto tal, es Sólo el presente existe; el pasado no es ya y el futuro no es
decir un acto com en zado, qu e se continúa, qu e no ha lleg ad o todavía. Esto prueba una vez más que el tiem po. tom ado en
a su térm ino final. su totalidad, n o existe realm ente, sino p o r e l espíritu, que,
gracias a la memoria, conserva el pasado y, por la previsión,
2. División. — La noción de movimiento se aplica, no sólo anticipa el porvenir.
al movim iento local, sino, por analogía, a to d o cam bio; y no b) L a duración concreta. No obstante, la duración con­
sólo al orden material, sino también al orden espiritual (ra­ creta, es decir el ser mismo, en cuanto permanencia de ser
zonar. meditar son movimientos). en la sucesión, realiza en cierto modo la presencia simultánea
del pasado y del porvenir con el presente. E l presente del
ser que dura es, en efecto, pasado acumulado y al mismo tiem­
C. El tiempo.
po futuro potencial, bajo la forma de las virtualidades de que
74 i- Moción. — E l tiempo se define: E l núm ero o la m edida está lleno.
d e l movim iento. E l tiempo, en efecto, no se puede concebir c) E l presente. El presente es como un punto-lim ite y qu e
sin el movimiento y resulta de distinguir los progresos o fa­ perpetu am ente se m ueve entre el pasado y el porvenir. Con­
96 COSMOLOGÍA PROPIEDADES GENERALES DE LOS CUERPOS 97

siderado abstractamente, no encierra ninguna multiplicidad


B. División de las cualidades.
interna, ninguna sucesión de actos. Pero también se puede
hablar de un p resen te concreto, psicológico, que encierra cier­ 1. División accidental— Desde el tiempo de Locke, dis-
ta sensación de multiplicidad Interna: es el tiempo requerido tinguense cualidades primarías y cualidades secundarias, que
para que la conciencia capte como un todo sintético y único corresponden, respectivamente, a lo que los Escolásticos lla­
una sucesión de movimientos. Asi una frase (sucesión de maban sensibles comunes y sensibles propios. Las cu alidades
palabras) se dice en un presente concreto. En realidad, como prim arias son las que se refieren a la cantidad, a saber* la
es claro, este presente concreto, síntesis de sucesiones, implica extensión, la figura o form a, e l m ovim iento y la resistencia.
los tres elementos del tiempo. Las cualidades secundarias son aquellas que son o b je to d e un
4. El tiempo y la eternidad. sen tido propio: color y luz (v ista), sonido (oíd o), sabor (gus­
to ), olor (olfato), cualidades táctiles y calor (ta cto ), etc.
a) E l tiem po corresponde a lo qu e cam bia, a lo que com­ Esta división está hecha desde un punto de vísta accidental.
porta la sucesión y el devenir. L a etern idad es una duración. Además, el movimiento no es, propiamente hablando, una
es decir una permanencia en el ser, sin ninguna sucesión. cualidad, sino que, por reducción, pertenece a la categoría
y, por tanto, sin comienzo ni fin. Podemos decir, con otros del lugar. Asimismo, la extensión se reduce a la cantidad.
términos, que es un perpetuo presente, una perfecta y total
posesión del ser.
b ) E l tiem po podría no h a b er tenido ni com ienzo ni fin . 2. División esencial. — Poniéndonos en el punto de vista
Dios, en efecto, hubiera podido crear ese tiempo. E l tiempo de la esencia de la cualidad, es decir de las d iv ersas m aneras
asi concebido, no cambiarla de naturaleza y no se confun­ cóm o un sujeto pu ede ser m odificado, tenemos las cuatro es­
dirla en modo alguno con la eternidad, pues no dejaría de ser pecies de cualidades siguientes:
sucesión y devenir; mientras que la eternidad, por ser per­ a) La disposición. Llámase asi a las maneras de ser que
fecta posesión del ser, excluye necesariamente cualquier su­ afectan a la misma naturaleza de un ser, sea espiritual (el
cesión y devenir. don de la música), sea corporal (la salud).
b) L a potencia y la im potencia. Son las cualidades que
A rt . II. LA S C U A L ID A D E S S E N S IB L E S afectan al sujeto en cuanto es susceptible de actividad (Pedro
puede hacer sin fatiga una caminata de varias horas; Pablo
A. Noción. es incapaz).
7 5 ble 1. Naturaleza de la cualidad. — La cualidad es una m a­ c) L as pasiones. Bajo este nombre (también se las llama
nera d e ser qu e afecta a las co sa s en si m ism as. Su dominio cualidades p o sib les), agrupanse las cualidades que resultan
es mucho más vasto que el de la cantidad, pues la cualidad de una alteración (color, sonido, sabor, calor, olor, etc.), y
afecta al espíritu lo mismo que al cuerpo: al revés de la can­ las que causan la alteración (propiedades químicas o físicas:
tidad, que sólo existe en los cuerpos. la electricidad, por ejemplo).
d) L a figura y la form a. Llámase asi a las cualidades que
2. La objetividad de las cualidades Sensibles. — Nadie ha determinan (o particularizan) la cantidad de un sujeto.
negado la realidad empírica (o aparente) de las cualidades
sensibles, que se Impone por si misma. Pero ciertos filósofos
C. La medida de las cualidades.
se han preguntado si las cualidades sensibles poseen en rea­
lidad, objetivam ente hablan do, toda la realidad que espontá- La experiencia nos dice que las cualidades admiten grados
neamente Ies atribuimos; es decir si, por ejemplo, el color, el (el agua está más o menos caliente; un tela es más o menos
calor, el peso, etc., existen, como tales, fuera de nosotros. No roja: un sabor es más o menos pronunciado, etc.). Esta com­
hacemos aquí más que plantear este problema y remitir, para probación nos lleva a preguntarnos si no será posible medir
su discusión, a la Psicología, donde volveremos a encontrarlo las cualidades, es decir reducirlas de algún modo al número
en el estudio de la sensación. (y por consiguiente a la cantidad).
98 COSMOLOGÌA

1. Medida indirecta. — Los procedimientos empleados en


las ciencias para medir las cualidades (o fenómenos) nos
son muy familiares. Cuando consultamos el termómetro, sa­
bemos que las variaciones del calor se hallan en él expresadas
por el movimiento de la columna de mercurio en el tubo
graduado. E s claro que no se trata sino de una medida in­
directa del calor, com pletam ente d iferen te d e la m edida d e CAPITULO II
una cantidad, que se hace por comparación con otra cantidad:
veinte grados de calor no son la suma de veinte veces un
grado. Para realizar estas medidas indirectas, las ciencias re­ LA MATERIA Y LA FORMA
curren, ya a la m edida d e la m asa, ya a la m edida d e los e fe c ­ O LA ESENCIA DE LOS CUERPOS
tos cuantitativos (termómetro, barómetro, galvanómetro, etc.),
ya a la m edida d e relacion es y proporcion es que consiste en
comparar entre si medidas de masas o de efectos cuantitativos.
76 La cuestión de la esencia de los cuerpos no es un problema
2 . La medida, analógica. — E n todos estos casos, la medi­ propio de las ciencias fisicoquímicas. Está, en efecto, por sobre
da de las cualidades no es evidentemente sino una medida por la competencia del físico, pues se trata de descubrir, no pre­
analogía. L a cualidad, com o tal. n o se m ide, es decir que no cisamente los elem en tos de los cuerpos (moléculas, átomos,
es reductible a un número. Síguese de ahí que la diversidad iones, electrones, neutrones, positones, etc.), que forman el
cualitativa, como tal, escapa a la ciencia, que no es capaz de objeto de las ciencias, sino los principios intrínsecos de su
darnos sino una representación simbólica de la realidad. constitución. Con otras palabras, el físico no va jamás, o no
puede ir, como físico, más allá de los cuerpos, pues aun los
elementos de los cuerpos, por pequeños que sean, son también
cuerpos. La Cosmología, en cambio, partiendo de la experien­
cia y echando mano de los resultados de las ciencias fisico­
químicas, va más allá de los cuerpos y determina los prin­
cipios de que se componen, no en cuanto son tales o cuales
cuerpos, sino en cuanto son, pura y simplemente, cuerpos.

A r t . I. LA T E O R IA H IL E M Ó R F IC A
77 E l nombre de teoría hilem órfica (de hyle. materia, y m orfe.
forma) ha sido dado a la doctrina propuesta primero por
Aristóteles, qu e defin ió la esencia d e los cu erpos com o la re­
sultante d e la unión d e d o s principios llam ados la m ateria y
la fo rm a .

1. M ateria y forma.
a ) N oción . Los cuerpos tienen materia, y es ésta una ma­
teria determinada: la materia del cuerpo humano difiere de
la de una piedra o de la del aire. ¿Mas de dónde viene la
diferencia que existe entre estas diversas materias? No viene
de la materia misma como tal, pues vemos que ésta es sus-
100 COSMOLOGIA LA MATERIA Y LA FORMA 101

ceptible de todas las transformaciones, en virtud de una espe- tados de eso que la ciencia llama inercia, es decir Impoten­
ele de inercia o de plasticidad que le es propia. La diferencia cia de modificar su estado por si mismos: y a la vez mani­
debe provenir, pues, de otro principio, que se llama la form a fiestan. ba)o la provocación de agentes físicos, determinadas
sustancial y que, ap od erán d ose d e la m ateria indeterm inada actividades: el fuego quema, el cuerpo del animal se mueve,
( o prim era) te d a qu e sea tal m ateria (materia segunda: el árbol crece y da fruto. Estos dos aspectos contrarios de las
cuerpo humano, piedra, vegetal). E l cuerpo, com o tal, tiene realidades corporales explicanse por el doble principio que
pu es d os principios constitutivos intrínsecos: la m ateria pri­ las constituye: la m ateria es. en ellos, principio d e p asiv id ad e
m era y la form a sustancial (llamada asi porque, uniéndose inercia, mientras que la form a es principio d e actividad.
con la materia, constituye una determinada sustancia cor~
poral. 4. La.noción de especie.
b) La materia y la form a com o poten cia y acto. Según
este análisis, luego se echa de ver, por los datos dados más 79 a ) D efinición. Todo cuerpo pertenece a una especie de­
arriba (73) acerca de la potencia y el acto, que la materia terminada. es decir a una categ oría d e seres d e la m isma
prim era es potencia y pura potencia, es decir capaz de devenir naturaleza (especie mármol, especie roble, especie lobo, es­
cualquier cuerpo, a causa de su absoluta indeterminación pecie humana). La forma sustancial es, en los cuerpos, el
original. En cambio, la form a sustancial es acto, ya que por principios especifico, es decir el principio que. al unirse con la
ella la materia deviene tal acto. Por eso se dice que la form a materia, produce un ser de una especie dada.
es el acto d e ta m ateria. A si e l alm a racional ( forma sustan­ b) L a form a es el fun dam en to d e la d iferen cia esp ecifica.
cial) es el acto que hace de la materia primera un cuerpo La forma sustancial es. pues, la que servirá para definir lo
humano. que se llama la diferencia especifica, es decir el carácter esen­
c) L a m ateria y la form a com o principios d e ser. Importa cial que sitúa un ser en una especie dada. Así, la diferencia
comprender bien que ta materia prim era n o existe ni pu ede especifica del hombre (animal racional) será el carácter de
existir com o tal. Toda materia real es materia segunda, es racional, el cual define la forma sustancial del hombre o alma
decir determinada por una forma sustancial. De la misma racional.
manera, ta form a sustancial (salvo el caso del alma humana, c) L as form as sustanciales y. por consiguiente. las dife­
como veremos en Psicología) no existe ni subsiste sin m ateria. rencias especificas de la mayor parte de los seres nos son
En efecto, materia primera y forma sustancial no son seres, desconocidas en sus esencias. A estos seres se los define por
sino sólo principios d e ser. sus prop ied ad es o también, en ciertos casos, por sus caracteres
externos: asi se definirá a la especie roble describiendo la
2. Unión de la m ateria y de la forma. forma de sus hojas y de su fruto.

a) L a unidad qtte resulta d e ta unión d e la m ateria y d e 5. La forma accidental. — Todo ser corporal puede recibir
la form a es una unidad esencial, es decir que forma una única diversas form as accidentales, que no cambian su naturaleza,
esencia o especie. sino sólo su manera de ser. Asi el mármol (materia segunda)
b ) L a unión d e ta materia y d e ta form a se realiza sin in­ puede devenir estatua o columna, estatua de Júpiter o estatua
term ediario, ya que la forma sustancial es el acto primero de Mercurio. El agua puede llegar a ser vapor o hielo. Estas
de la materia. Los dos principios del cuerpo se unen, pues, formas accidentales son actos segundos, con relación al cuer­
por si mismos, ba|o la acción de un agente físico, y formando po. que está en potencia de estos diversos actos.
por si mismos un cuerpo único, una única sustancia. (E l
hombre, compuesto de un cuerpo y de un alma, es un so ­
A r t . II. E L P R IN C IP IO D E IN D IV ID U A C IÓ N
lo ser).
80 1. El problema de la individuación. — Se ha planteado la
3. Actividad y pasividad en los cuerpos. — Los cuerpos se cuestión d e saber si ta individuación (el hecho de ser un In­
muestran a la vez activos y pasivos. Vense, en efecto, afee- dividuo, es decir un ser uno en si mismo y distinto de los
102 COSMOLOGIA

demás) provien e d e la m ateria o d e la form a sustancial. Plan­


téase esta cuestión para explicar cómo una especie (por ejem­
plo la especie humana) puede abarcar múltiples individuos
(Juan, Santiago, Pablo, etc.), es decir encerrar diversos seres
idénticos (todos de la misma naturaleza) y distintos a la vez
(pues el uno no es el o tro). CAPITULO III

2. La individuación por la materia. — Respóndese co­


múnmente que la m ateria es el principio d e individuación. En LA VIDA
efecto, la forma, por si misma, es universa] (asi, la razón, que
hace al hombre, no tiene en si nada de individual; una razón
que no fuera sino razón, formarla ella sola una especie). Por
el contrario, al recibir la forma, la materia, en cuanto está A rt . I. LA V ID A E N G E N E R A L
afectada de cantidad, es decir de dimensiones y. por consi­
guiente, de finitud, limita y contrae la forma, la determina y, 1. Noción.
por tanto, la individualiza.
a ) E l m ovim iento inm anente. La vida es una realidad de­
masiado simple para poderla definir. Lo único que se puede
hacer es describirla como algo que se manifiesta por el m ovi­
m iento espon tán eo e inm anente, es decir por un movimiento
que el viviente produce de por si mismo, de su propio fondo,
y que tiene su inmediato término en el mismo viviente (de­
biéndose entender aquí por m ovim iento, no sólo. el movi­
miento local, sino todo paso de la potencia al acto y aun cual­
quier operación (7 3 ). D e m odo q u e el viviente se mueve.
mientras que el no viviente es m ovido.
b) N atu raleza d el movim iento inm anente. Cuando se dice
que el viviente se mueve por si mismo, no se quiere decir
que sea el principio absolutamente primero del movimiento.
En realidad, aun el movimiento que viene de él está con­
dicionado en su ejercicio por un conjunto de causas de las
que depende en todo momento. Por ejemplo, el árbol cre­
ce y produce fruto ( movimiento inmanente, signo de vida )»,
pero el acto de crecer y de fructificar depende de la natura­
leza del terreno y de las energías solares. También se ha de
decir universalm ente que to d o lo q u e s e m ueve es m ovido p o r
otro ser, es decir que d ep en d e d e otro ser en el ejercicio d e su
actividad. Si, pues, se afirma que el viviente se mueve a si
mismo, es en este sentido: que el movimiento no le es comu­
nicado mecánicamente d esd e afu era (como es el caso del mo­
vimiento de la piedra), sino que resulta, bajo la acción de las
causas que lo hacen posible, del mismo principio vital, es
decir qu e provien e del interior mismo del viviente.
104 COSMOLOGIA LA VIDA 105

2. El olm a, principio de movimiento.


A r t . II. E L P R O B L E M A D E LA E V O L U C IÓ N
a) T o d o cuerpo es viviente p o r un alm a, distinta d e la m a­
teria corporal. El cuerpo, en cuanto es materia, no es capaz I . L a mróTESis evolucionista
d e moverse. Como lo hemos visto más arriba, el movimiento 83 1. La tesis evolucionista. — El estudio cada día más ex­
proviene en él de la form a sustancial, la cual, en los vivientes, tendido y preciso de las especies que componen la fauna y la
recibe el nombre de alma. flora del globo terrestre, el descubrimiento de numerosos fósi­
b) S e ha d e rechazar, pues, la teoría fisicoquím ica o m ate­
les que pertenecen a las especies actuales, pero con caracteres
rialista, según la cual la vida se explicarla adecuadamente por
somáticos menos acentuados que los de nuestros dias. el estu­
combinaciones de fuerzas fisicoquímicas y será por consi' dio de especies totalmente desaparecidas, pero emparentadas
guíente reductible a una propiedad de la materia.
al parecer a las especies sobrevivientes, y otros muchos datos
La materia es pasiva; el viviente es activo. La materia va que se podrían citar, han puesto, en el siglo xix, muy en boga
aumentando de afuera, por adición de elementos homogéneos; lo que se ha dado en llamar la teoría transform ista o evolu­
el viviente aumenta de adentro, por intususcepdón y asimi­ cionista, según la cual todas las esp ecies actu ales, vegetales
lación y según un plan en que se echa de ver una ley inma­ y animales, del globo, provendrían, p o r vía d e evolución, d e
nente. Asimismo, el viviente se reproduce; cosa que no puede un reducido núm ero d e troncos p rim itiv os o qu izás d e un
hacer la materia. soto tronco.

9. Loa grado« de la vida, 2. Las diferentes formas de evolucionismo.

82 a) D istíngu em e tres grados d e la vida: la vida vegetativa a) L am arck. Fué Lamarck, profesor en el Museo de His­
(plantas), la vida sensitiva (anim ales), y la vida racional toria Natural de París, el primero que formuló con claridad
(hombres), que tienen por principios respectivamente las al­ la hipótesis evolucionista, especificando que los factores (o
mas vegetativa, sensitiva y racional. causas) de la evolución eran, en su opinión, los tres siguien­
E l hombre, naturaleza intelectual, no posee tres almas, tes: el m edio am biente, la herencia y el tiem po. Las varia­
aunque esté do4ado de las facultades o potencias vegetativa, ciones del medio ambiente (clima, alimentación, temperatura-
sensitiva y racional; como tampoco el animal tiene dos almas, tura) provocan diversos cambios en el cuerpo viviente. Lo
vegetativa y sensitiva. E l alm a superior asum e lab fun ciones mismo sucede con las necesidades, determinadas por el estado
d e los g rad os inferiores: el alma del animal es a la vez vege­ del ambiente, y que crean poco a poco los órganos capaces de
tativa y sensible: el alma humana es a la vez vegetativa, satisfacerlas (de ahí el principio "Jamarcklano": "la función
sensible y racional. crea el órgano"). Estos cambios se trasmiten por herencia,
b ) L as funciones vegetativas y sen sibles n o sobrepasan el fijándose así en la especie.
nivet d el cuerpo, y el alma que es su principio hállase indiso­ b) Darwin. Darwin vuelve a repetir las ideas de Lamarck,
lublemente unida a la materia. Por eso no sobrevive a la poniendo en vez de la acción del ambiente de Lamarck la
disolución del compuesto. Cosa muy distinta sucede con el concurrencia vital o lucha p o r la vida. Todo viviente, dice
alma humana, cuyas operaciones superiores realizanse sin el Darwin, está en lucha contra el medio y contra las especies
concurso intrínseco (sino sólo con el concurso extrínseco, es que le rodean. Esta lucha produce una selección natural, en
decir a titulo de condición) de los órganos corporales. E l alma el sentido de que los individuos más débiles sucumben, so­
humana es, pues, en su existencia, independiente d e l cuerpo breviviendo sólo los más fuertes y los más aptos. Esta lucha
y subsiste despu és d e la disolución d e l organism o corporal. es por lo mismo un principio de diferenciaciones entre los
individuos. Las diferencias favorables y útiles prosperan con
el uso y se trasmiten por herencia.
c) D e V ries. E l naturalista holandés D e Vries sostuvo que
la evolución no se realizó, según creyeron Lamarck y Darwin,
106 COSMOLOGIA LA VIDA 107

mediante pequeñas variaciones continuas, sino por m utacio­ valdrían a verdaderas creacion es y no serla posible hablar
n es bruscas y d e gran amplitud. producidas por fortuitas in­ ya de evolucionismo.
fluencias. c) E n cualquier hipótesis, es im posible contentarse con una
explicación puram ente m ecanista d e la evolución, como lo in­
2. E s t a d o a c t u a l d e l a c u e s t ió n tentaron Lamarck y Darwin. Jamás se explicará la vida y
sus transformaciones por el simple juego de factores externos,
84 Dos problemas están en juego: el del hecho de la evolución físicos o químicos. Estos no son para el viviente sino ocasio­
y el del m ecanism o según el cual se realizó. nes de manifestar las virtualidades o potencias inscritas en
1. El hacho de la evolución. — Los sabios parecen estar su naturaleza. Por lo tanto, toda teoría de la evolución de­
de acuerdo en reconocer la realidad d e una evolución, a l m e­ berá ser mecanista y finalista a la vez, experimental y meta­
nos den tro d e los lim ites d e los g én ero s y especies. Habría física. E l principio prim ero d e la evolución, es en prim er
habido, pues, en el origen de las especies y de los géneros térm ino la idea (o forma) q u e es e l viviente, con todas las
actuales, un reducido número de troncos que. por diferencia­ potencias de transformación que van incluidas en esta idea
ciones sucesivas, habrían dado lugar poco a poco a la actual o forma. L o s factores extern os, mecánicos y químicos, inter­
multiplicidad. Parece haber pruebas suficientes en favor de vienen. de un modo más o menos eficaz, com o condiciones
determ inantes d e la p oten cia evolutiva.
esta opinión. E n cuanto a extender' más allá los dominios de
la evolución, es decir a emparentar los troncos que son el Queda todavía por descubrir cuáles han podido ser el modo
principio de las especies actuales con tipos más generales y de acción y la amplitud de estos factores externos, cosa que
éstos con un solo tipo inicial, es, por el momento, al menos, pertenece investigar a la ciencia.
ir más allá de lo que permiten afirmar los hechos conocidos Hasta hoy, las cosas que podemos tener por ciertas son muy
y realmente establecidos. limitadas, y el proceso de la evolución está aún encerrado en
el misterio.
2 . Mecanismo de la evolución. — Si acaso hubo evolución,
¿cóm o s e p rod u jo?
a ) L a s teorías d e L am arck y d e D arw in están hoy casi d e l 3. Loe orig’e nee humanos»
to d o ab an d on ad as, como explicaciones generales de la evolu­ 85 a ) E l problem a. Las observaciones que acabamos de ha­
ción. E n efecto, los cambios no pudieron producirse por gra­ cer valen con mayor razón para la esp ecie humana. ¿Pro­
dos insensibles, como creían Lamarck y Darwin, pues para viene ésta, ppr evolución, d e esp ecies anim ales anteriores?
nada hubieran servido. E l medió ambiente no ejerce la in­ Nada permite afirmarlo de manera absolutamente cierta.
fluencia imaginada por Lamarck. La función no crea el ór­ b) Lim ites d e la teoría evolutiva. No obstante, admitiendo
gano, sino que lo supone. La selección se realiza lo más a la posibilidad y aún. hasta cierto punto, la probabilidad de tal
menudo al azar. La herencia no parece trasmitir los carac­ evolución (numerosos fósiles parecen presentar, si no a los
teres individuales adquiridos, sino sólo sencillas disposiciones. antepasados de la especie humana [h o m o sap ien s], al menos
Además, estas teorías nos dan razón de ciertos hechos de a tipos emparentados de más o menos cerca a esos hipotéticos
mutaciones que son ciertos. . antepasados), la evolución n o p od rá constituir jam ás una ex ­
b ) E l m utacionism o p arece ad a p tarse m ejor a los hech os plicación adecu ada d e la esp ecie humana, porque entre el ani­
conocidos. M as está lejos de responder a todos los problemas mal y el hombre hay un abismo infranqueable. La evolución
que plantea el hecho de la evolución. En particular, la am­ si realmente fué un hecho, debió estar por tanto limitada a la
plitud de las mutaciones, por importante que sea, es todavía preparación del cuerpo humano, que no llegó a ser efectiva­
demasiado reducida para poder dar cuenta de la formación mente un cu erpo humano sino por la creación por Dios del
de grupos superiores a las especies y a los géneros (es decir alma espiritual. De modo que habría que hablar, aun en este
de familias o de órdenes). Por otra parte, ciertas gran des caso, de una inm ediata creación por Dios d el cu erpo y d el
m utaciones, como las que producirían nuevos géneros, cqui- alm a d e l prim er hom bre.
108 COSMOLOGIA

Por ahí se echa de ver Igualmente que, en esta hipótesis,


el hom bre carecería en realidad d e an tep asad os, si al menos
se toma esta palabra en sentido propio. No se la deberá por
tanto emplear (como lo hemos hecho anteriormente), sino en
el sentido limitado e impropio que resulta de lo que acaba­
mos de decir.
PSICOLOGÍA

PRELIMINARES

CAPITULO 1

OBJETO. MÉTODO Y DIVISIÓN DE LA PSICOLOGIA

A r t . I. O B JE T O

88 Etimológicamente, la psicología es el estudio d e l alm a. Po­


demos retener sin inconveniente esta definición, a condición
de comprender que el alma no puede ser aprehendida y cono­
cida sino en y por las diversas manifestaciones de su activi­
dad. La psicología es, pues, el estudio d e l conjunto d e los
fen óm en os psíquicos y d e las leyes que los rigen (psicología
experimental o descriptiva), realizado d e m od o q u e h ag a p o ­
sible determ inar la naturaleza d e l alma humana, y, a partir
de esta naturaleza, el d estin o d e esa alm a (psicología ra­
cional).

A r t . II. M É T O D O
S7 El método de la psicología será pues a la vez experimental
y racional. Vamos a precisar aquí los puntos en que este mé­
todo se distingue del método común de las disciplinas expe­
rimentales (53-60).

1. L a observación
La observación, en psicología, puede ser interior y exterior.
1. La observación interior. — La observación interior o
introspectiva consiste en observ arse a si mismo, aplican do la
atención a los fen óm en os d e la conciencia.

i
110 OBJETOt METODO Y DIVISION DE LA PSICOLOGIA 111
PSICOLOGIA

La introspección tiene la ven taja inmensa d e lleg ar inm edia­ las manifestaciones externas de los demás si nosotros no he­
tam ente a su objeto, sin los riesgos que encierra la percepción mos probado y observado en nosotros mismos los fenómenos
externa. H ay que observar, no obstante, qu e n o siem pre es interiores revelados por los movimientos o actitudes externas.
practicable: ciertos hechos psicológicos, como la ira, no pue­ Pero es un auxiliar precioso, y aun indispensable en cuanto
den ser observados en el momento que se producen. Además queramos pasar de la observación a la experimentación.
la atención interior tiende a modificar más o menos los hechos 88 d) P aralelism o p sicofísico. Este paralelismo de los hechos
de conciencia, imponiéndoles una especie de fijeza o rigidez psíquicos y de los hechos fisiológicos empleado sobre todo por
que ellos no tienen: ¿cómo observar un ensueño sin interrum­ el método objetivo ha incitado a veces a los psicólogos a in­
pirlo, o una distracción sin fijarse en ella? En fin, la intros­ tentar una reducción d e lo psíquico a lo puram ente fisioló-.
pección fracasa cuando quiere llegar a lo inconsciente y aun gico. como si los estados de conciencia no fueran sino un sim­
a lo subconsciente. ple aspecto de las modificaciones orgánicas.
Si bien es cierto que en muchos casos se puede utilizar la M as tal reducción es insostenible, porque, entre el orden
m em otia (acuérdase uno de lo que experimentó cuando estaba psíquico y el orden fisiológico existen tales diferencias que
airado), sabido es cuántos peligros de error encierra esta fa­ implican una distinción radical. En efecto, los fenómenos
cultad. D e ahí la necesidad de recurrir a la observación obje­ psíquicos son esencialmente interiores, cualitativos, es decir
tiva para completar, verificar y corregir los resultados de la desprovistos de dimensiones espaciales, personalizados y
introspección. agrupados en sintesis originales; mientras que los hechos fi­
siológicos son periféricos, extensos, medibles y localizados,
exteriores los unos a los otros.
2. La observación externa. La estrecha dependencia de los hechos psíquicos y de los
fisiológicos no podría pues ser interpretada como si existiera
a) N oción . Este género de observación psicológica nos es una causalidad real de los segundos con relación a los pri­
completamente familiar. En efecto, la observación objetiva meros. La d epen den cia d e los d os órd en es significa única­
la practicam os corrientem ente cuando, en ciertos h ech o s p si­ m ente que la conciencia d ep en d e d e con diciones fisiológicas.
cológicos. captam os otros h ech o s o estados psicológicos uni­ Por ejemplo, los movimientos cerebrales no producen el pen­
d o s a ellos. Las lágrimas nos revelan el sufrimiento o la tris­ samiento, pero éste está condicionado en su ejercicio por cier­
teza; la inmovilidad del cuerpo, la fijeza de la mirada revelan tos fenómenos cerebrales.
el esfuerzo de la atención, etc. En psicología se trata de dar
una forma científica a este proceso de observación.
b) P rocedim ien tos d e observación objetiva. Estos procedi­ 2. E x p e r i m e n t a c ió n e in d u c c ió n
mientos son muy variados. Los más comunes son los siguien­
tes: m étod o d e los tests (endientas o cuestionarios), mediante 89 1. Importancia de la experimentación. — La experimenta­
los cuales revéjanse las reacciones psicológicas de personas ción en psicología ha tomado gran auge merced a los métodos
más o menos numerosas en una situación o ante un hecho de tests y al empleo de instrumentos de medida (estesiómetro,
dado, buscando aislar el elemento común; estudio d e casos cronómetro, etc.), y de procedimientos que hemos menciona­
anorm ales o patológicos, que, por contraste, hacen resaltar do antes al hablar de la observación objetiva (8 7 ). Estos
los comportamientos normales; estudio com p robad o de los procedimientos prestan en efecto muy buenos servicios en la
adultos y de los niños, de los civilizados y de los salvajes; es­ experimentación, cuando están al servicio de una idea direc­
tudio de los com portam ientos o actitudes extern as que tradu­ triz o de una hipótesis.
cen los estados psicológicos; psicoanálisis, que pretende poner La historia de la psicología demuestra que la experim enta­
de manifiesto las fuentes inconscientes de la vida psíquica. ción ha h ech o p rog resar m ucho a la psicolog ía descriptiva
c) A lcan ce d el m étodo objetivo. El método objetivo no y ha perm itido crear técnicas muy variadas en vista de la
puede evidentemente bastarse. No es más que un auxiliar d e orientación profesional, de los métodos de aprendizaje, del
la introspección, pues nunca nos será posible dar un sentido a tratamiento de ciertas anomalías psíquicas, etc.
112 PSICOLOGIA OBJETO, METODO Y DIVISION DE LA PSICOLOGIA US

2 . Layas psicológicos. amo, quiero), que a su vez presuponen toda una serie de
hech os y d e estad o s afectiv os. Así tenemos tres categorías
a ) C arácter d e tas leyes psicológicas. La psicología expe­
bien distintas, que conciernen, respectivamente, al conoci­
rimental trata de establecer leyes, que expresen relaciones miento y a la tendencia (afectividad y actividad).
constantes entre los fenómenos. M as estas ley es no tienen el
Pero todavía hay que precisar esta división, porque entre
carácter d e rigor q u e poseen en física, dada la extrema com­ los hechos de conciencia tenemos que distinguir los hechos
plejidad y entreveramiento de los hechos psíquicos, y tam­ d e conocim iento sensible (veo, toco, oigo, etc.), y los h ech o s
bién a causa del coeficiente personal de cada individuo. Que
d e conocim iento intelectual (comprendo, juzgo, etc.). Por
es lo que explica el carácter relativamente vago de las leyes otra parte, entre los hechos propios de la vida afectiva y
psicológicas. activa, también hay que distinguir los hech os d e tendencia o
b ) D eterm inism o psicológico. Las leyes psicológicas nunca d e apetición sen sible, que son los que traducen las tendencias
implican la negación de la libertad, asi como tampoco la li­ originadas por rl conociniicnfo sensible (el miedo, la ira. etc.),
bertad excluye cierto determinismo. H ay en e fec to diversas y los hechos de tendencia intelectual, que revelan las tenden­
clases d e determ inism os: el de la naturaleza inorgánica signi­ cias dependientes del conocimiento intelectual (amor de la
fica un encadenamiento rigurosamente necesario de los fenó­ virtud, deseos de saber, etc.).
menos. En el orden psicológico, el determinismo significa b) E l su jeto psicológico. El dualismo psicológico parece
solamente que el juego de los fenómenos psíquicos comporta exigir a la vez que lo refiramos a d os fu en tes distintas, ya que
‘ un orefert que le es propio. La libertad puede modificar este el conocimiento y la tendencia son irreductibles entre si, y que
determinismo. pero no suprimirlo: la voluntad que interviene le encontremos, bajo estos dos aspectos, ttn único sujeto co­
para reprimir las lágrimas no hace que las lágrimas no exis­ mún, puesto que estas dos funciones actúan sin cesar una so­
tan y no sean el signo del dolor. La misma represión de las bre la otra, como si procedieran de un mismo y único sujeto.
lágrimas confirma la realidad de la ley que une los dos Suponemos que este sujeto, según lo admite el sentido co­
fenómenos. mún, es el alm a, principio inmaterial uno y formalmente di­
verso de toda la vida, vegetativa, sensitiva y racional. T a l
A r t . III. D IV IS IÓ N D E LA P SIC O L O G IA es la hipótesis que va a darnos el cuadro general de nuestro
estudio.
90 L Principio de la división. — Nuestra división resultará
de una hipótesis que nos es sugerida por la experiencia psico­ 2. División. — Las advertencias que anteceden nos llevan
lógica general y que nos proporcionaré el cuadro de nuestras a decir que según una división lógica, en la psicología se
investigaciones. Estas, en efecto, no pueden realizarse al azar distinguen (después del estudio del hábito, condición la más
y tienen que ser conducidas según una idea que ellas confir­ general de la vida psicológica), tres partes principales. Las
marán o echarán por tierra, completarán o corregirán. dos primeras se refieren respectivamente a la vida sensitiva
a ) E l dualism o psicológico. Los hechos de conciencia que y a la vida intelectual, y coda una de estas partes supone una
estudia la psicología son de una extraordinaria variedad: que­ doble consideración: hechos d e conocim iento y h ech os d e
rer, ver, comprender, desear, dudar, amar, creer, oír, tener tendencia. La tercera parte tra'a del su jeto psicológico, con­
miedo, emocionarse, etc.: parecería que en este dominio exis­ siderado sucesivamente como su jeto em pírico y como su jeto
tiría la más grande confusión. No obstante, si bien se con­ m etafisico. De ahí el cuadro siguiente del conjunto de la
sidera la cosa, échase de ver que todos estos hechos pueden psicología.
ser clasificados en algunos grupos irreductibles que implican
la existencia de facultades distintas e igualmente irreductibles.
Distinguimos, en efecto, dos grupos perfectamente origina­
les: el de los h ech os d e conciencia (veo, dudo, comprendo,
razono) y el de los hechos d e tendencia y d e qu erer (deseo,
114 PSICOLOGIA

O bjeto, método y división de la


I ntroducción Psicología.
E l hábito.
L a sensación.
Conocimiento sen~ L a percepción.
sible. L a im aginación.
L a m em oria. CAPITULO 11
La vida s e n sib l e
E l instinto.
L as inclinaciones. EL HABITO
Actividad sensible P lacer y dolor.
E m o c i o n e s , senti­
m ientos y pasion es.

L a atención. A r t . I. N A T U R A L E Z A D E L H A B IT O
E l pen sam ien to g en e­
ral. L Definición. — La palabra “hábito" viene de otra latina
Conocimiento inte- que significa ten er o p oseer. Es, en efecto, en su sentido más
L a idea.
lectual. general, la p rop ied ad d e conservar las m odificaciones recibidas.
E l juicio.
L a vida E l raciocinio.
INTELECTUAL Pero hay que precisar mejor la naturaleza del hábito. No

I
Actividad
ria.
volunta
{
L a voluntad.
L a libertad.
se reduce totalmente a la inercia y a la pasividad; pues por
experiencia sabemos todos que el hábito tiene por resultado
darnos mayor facilidad de obrar. Que es lo que queremos
E l y o y la person ali­ decir al excusarnos cuando en un trabajo nuevo no nos salen
E l sujeto empirico d ad . bien las cosas; “M e falta la costumbre“. E l hábito puede,
L a conciencia. pues, ser definido en sentido propio, como una aptitud adqu i­
N atu raleza d e l alm a rida p ara reproducir ciertos actos con tanta m ayor fa cilid a d
E l s u je t o cuanto con m ayor frecu en cia s e realizan.
PSICOLÓGICO humana.
U nión d el alm a y d e l
El sujeto metafisico cuerpo. 2. Hábito y costumbre. — E l hábito no se ha de confun­
O rigen y destin o d el dir con la costumbre. Sabido es que los seres vivientes son
alm a. > capaces de acomodarse, hasta cierto punto, al medio ambiente
y a las circunstancias (clima, temperatura, alimentos, e tc.);
el organismo se transforma en cierto modo bajo la acción de
las nuevas condiciones en que se encuentra. A estos fenóme­
nos de adaptación pasiva (llamados a veces, pero de manera
un tanto equivoca, costumbres o h ábitos p asiv os) se les da
el nombre de costumbre.
Pues bien, la costumbre no es todavía el hábito propia­
mente dicho. La costumbre manifiesta la plasticidad del orga­
nismo; mas esta plasticidad misma n o es sino una condición
d el hábito: éste implica ejercicio de actividad. Y crea d ife -
PSICOLOGÌA EL HABITO 117
116

rentes habilid ad es y perm ite a l viviente, n o só lo ad a p tarse


A r t . II. F U N C IÓ N D E L H A B IT O
a las circunstancias, sino saberlas dom inar.

3. Automatismo y dinamismo del hábito. — Si es verdad 92 L Finalidad del hábito. — E l hábito es condición de con­
tinuidad y progreso.
que el hábito es dinamismo, también es autom atism o, y hasta
es principalmente este carácter el retenido por el sentido co­ a ) C ontinuidad. E l hábito da a nuestra vida la cohesión
mún. Ninguna cosa nos es más familiar que el desenvolvi­ por la que los actos que realizamos forman, no otros tantos
miento mecánico del acto habitual en que, a partir d e una episodios aislados en nuestra existencia, sino una tram a bien
señ al d ad a (como en una lección que se sabe de memoria y ap retad a y continua en la que el presente está unido al pa­
que se desarrolla entera a partir de la primera palabra) todos sado y prepara el porvenir. Sin duda, la libertad conserva
los movim ientos se encadenan sin cesa r y p o r si mismos d esd e siempre el poder de intervenir soberanamente en este enca­
el principio hasta el fin. La conciencia, no sólo no tiene nece­ denamiento. M as su función es más bien inicial, en cuanto
sidad de intervenir, sino que, lo más a menudo, su interven­ es creadora (por la atención, que es una de las formas de la
libertad) de los mismos hábitos. Una vez formados, éstos se
ción corre peligro de perturbar el desenvolvimiento del acto
van desarrollando por su propio movimiento, y permiten con­
habitual. Desde este punto de vísta, definiremos el hábito
como una impulsión autom ática a continuar hasta el fin un servar los frutos de los esfuerzos anteriores. Por ese camino
acto o ttn conjunto d e actos a partir d e la señ al q u e les ha adquiere la vida esta unidad y es'.a continuidad que hacen
de ella una especie de obra de arte, en la que todos los ele­
h ech o com enzar.
Asi, el hábito es a la vez automatismo y dinamismo. En mentos son solidarios y se organizan alrededor de una idea
central.
efecto, e l autom atism o es e l m edio d e qu e dispon e la natura­
leza para realizar sus propios fin es, es decir que se sirve d el b) P rogreso. Por un lado, merced al hábito, los resultados
m ecanism o p ara hacerse libre. Basta para comprender esto, consegu idos se conservan y van en aum ento. El pianista que
pensar en la libertad que son para el espíritu los h ábitos posee la digitación requerida, puede en adelante aprender sin
intelectuales (por ejemplo, las reglas lógicas), para la vida cesar nuevas piezas. Por otra parte, el hábito es una función
moral las virtudes. para la vida social el len gu aje y la escri­ d e econom ía: reduce al mínimum el desgaste de fuerzas para
tura. para la vida práctica las técnicas d e los oficios. Todos obrar. Asi, el mecanismo de la escritura, que por decirlo asi
estos automatismos, al fijar nuevas conquistas en forma de se ejercita solo, permite fijar enteramente la atención en las
hábitos, liberan las fuerzas del hombre para nuevos progresos. ideas que se quieren expresar por escrito. En fin, el hábito
llega a ser cread or cuando a las aptitudes naturales añade
nuevos m odos d e ejercicio, nuevas técnicas que. dando al
4* Especies de hábitos. — E l hábito no crea ninguna acti­ viviente originales habilidades, abren a su actividad grandes
vidad especial: mas se aplica a todas dándoles un funciona­ perspectivas de Indefinido desenvolvimiento.
miento más fácil y regular: y cuando produce algo nuevo,
es siempre en el cuadro de las actividades fundamentales del
93 2. Efectos del hábito. — Basta considerarnos a nosotros
hombre. P od em os, pues, ten er tantos hábitos com o son en
mismos para descubrir los efectos del hábito.
nosotros las funciones. Podemos, no obstante, dividirlos en
tres clases generales que son: hábitos intelectuales, que afec­ a) E l hábito refuerza los órganos y las facu ltad es. Des­
arrolla los órganos, dándoles fuerza, resistencia y agilidad.
tan a las facultades del conocimiento (asi, la ciencia, conside­
rada subjetivamente, es un hábito): hábitos m otores. que son Por el contrario, la inactividad los atrofia. En este hecho se
funda la cultura física.
aptitudes para ejecutar, merced a mecanismos adquiridos por
el ejercicio y funcionando de manera automática, actos más o b) E l hábito dism inuye la conciencia. E l lenguaje corriente
menos complejos (asi las técn icas de la bicicleta, del pati­ se expresa muy bien cuando dice "obrar por costumbre” para
naje, de la escritura y, en general, de los oficios): los hábitos significar "obrar maqulnalmente”. Si la atención h a sid o n e­
m orales, que afectan a la voluntad (virtudes y vicios). cesaria para adquirir tos hábitos, éstos, una vez adquiridos,
118 PSICOLOGIA EL HABITO U9

tienden a dispensar d e la atención. Y aun muchas veces, la tem a en tero tiene ten dencia a reproducirse d es d e q u e la con­
atención es una fuente de error, porque al dirigirse a los ele- dición inicial (o señal) fu e puesta. Asi, la lección aprendida
m entos de un conjunto que funciona como un todo, corre el de memoria se viene sola a los labios en cuanto se pronuncian
riesgo de separarlos y aislarlos y, por tanto, de desorganizar las primeras palabras. Y al contrario, el bloq u e o sistema
el sistema. ten derá a disgregarse en cuanto se m odifiquen las condicio­
c) E l h á b ito refu erza tas n ecesid ad es. Sí bien el hábito no n es d e su funcionam iento. Asi la recitación queda dificultada
crea necesidades, propiamente hablando, no deja de reforzar de golpe por el cambio de una palabra.
las tendencias que lo han puesto a su servicio. B ajo este Fisiológicamente, la condición esencial del hábito será,
aspecto, obra como una segunda naturaleza. mientras que las pues, por una parte, la creación d e vías nerviosas que faciliten
tendencias y los instintos q u e p on e en actividad adqu ieren, el paso del influjo nervioso, y por otro lado, el ablandam iento
p or lo m ismo, una fu erza cad a vez m ás gran de y m enos con ­ y la disciplina d el sistem a muscular (si se trata de hábitos
trariada. de forma que el hábito puede llegar a convertirse m oto res).
en verdadera tiranía. * Lo mismo se ha de decir de la repetición. En efecto, hácese
M as también se comprende que e l h ábito no d eb e, e n efecto , ésta indispensable desda el momento que se trata de vencen
su tiránico p od erío sino a la tendencia, a la n ecesidad o a la una resistenti^ orgánica. E l número de repeticiones será, por
pasión q u e s e han a p o d era d o d e é l p ara actuar con m ás fa c i­ supuesto, muy diversa, según las especies o los individuos.
lidad. D e por sí mismo, no conoce otra tiranía que la que Pero de todos modos e l h áb ito com ienza d esd e el prim er acto,
ordena la form ación del acto habitual a partir del primer acto y a veces este primer acto, realizado con una intensidad o
(o primer anillo de la cadena), llamado señal. aplicación extrema, puede engendrar un hátyto perfectamente
constituido.
A r t . III. F O R M A C IÓ N Y D E S A P A R IC IÓ N c) C pndiciones psicológ icas. Estas condiciones pueden rer
D E L O S H A B IT O S sumirse en la in d ig e n c ia , que adquiere conciencia de los
mecanismos eligidos por ?1 hábito y comprende su sentido
94 L Condiciones de su formación. — El hábito depende exacto, y en e l interés, que regula la atención. L a aten oión
para su formación, de ciertas condiciones biológicas, fisio­ e s la qu e ju eg a el principal p ap el en la form ación d e los h á ­
lógicas y psicológicas. bitos. En efecto, ella es la que elige los m ovim ientos útiles y
a ) C on dicion es biológicas. Hemos visto que el hábito es elimina los inútiles; la que coordina los diversos movim ientos
un medio de superar a la naturaleza, añadiendo algo nuevo. entre si; y la que intensifica los actos realizados, concentrán­
Mas esta m isma superación es alg o qu e p id e la m isma natu­ dose entera en ellos.
raleza. que se ve sometida a la servidumbre de la materia, Desde este punto de vista, las experiencias concernientes a
pero que es también espíritu y libertad. El hábito es de este las condiciones del apren d izaje tienen particular interés, por­
modo el efecto y la señal de la dualidad de nuestra natura- que hacen comprender con mucha claridad el papel prepon­
leza, que es corporal y espiritual a la vez. derante que juegan los factores conscientes en el progreso
Biológicamente, el hábito no tiene, pues otra condición que del aprendizaje, el cual se resume en la adquisición de un
de responder de algún modo a las tendencias de la natura- sistema de hábitos.
leza, lo cual significa que la naturaleza no excluye sino los
hábitos q u e la contrarían o la niegan. La costumbre puede 95 2. Condiciones de la falta, de uso. — Los hábitos son cosa
hacer que sean tolerables ciertos excesos y ciertas faltas (asi, que se adquiere y también pueden perderse, aun los más inve­
Mítrídates se ejercitaba en absorber dosis cada vez más fuer­ terados. Las leyes de la desaparición (o d esu so) son exacta­
tes de veneno), pero siempre dentro de los límites que la mente las contrarias de las leyes de su formación: es posible
naturaleza nunca deja sobrepasar. deshacerse de los hábitos, ya absteniéndose de ejercitarlos, o
b ) C on dicion es fisiológicas. Los elementos que componen bien desorganizando el sistema que esos hábitos forman.
el hábito forman un tod o organizado, de tal modo que e l sis­ a ) L a abstención. La abstención, o falta de cumplimientos
120 PSICOLOGIA EL HABITO 121

de los actos habituales, puede admitir dos formas o grados: a) E xisten matos hábitos. Cuando se habla de las ventajas
uno es la progresiva disminución del número de ac*os habitua­ del hábito, es porque se echa en olvido que no hay sólo bue­
les, y el otro, la supresión radical, de una taz. En todos los nos hábitos; pues también los hay malos. Llega uno a fami­
casos, /a voluntad es la que tiene qu e intervenir p ara inhibir liarizarse con el mal tan fácilmente, por no decir más, que
el e fe c to norm al d el signo, y por lo m ismo e l desen gran aje con el bien; y puede decirse del hábito lo que Esopo decía
d e los movimientos, gestos y palabras qu e constituyen el m e­ de la lengua: tan pronto es una cosa excelente como una
canism o habitual. Asi el fumador que. para vencer su pasión, cosa detestable.
deje de llevar consigo el paquetillo de cigarros, cuyo con*acto b) E l hábito es factor d e endurecim iento. ¿Es el hábito,
en el bolsillo determina automáticamente (a titulo de señ al) siquiera alguna vez, una cosa buena? Aun sin hablar de los
el gesto de tomar un cigarrillo y encenderlo. Poco a poco, si malos hábitos, débese notar bien que si el hábito, al disminuir
el esfuerzo de Inhibición se mantiene, el hábito desaparece, la conciencia, nos hace poco a poco menos sensibles a las emo­
por falta de ejercicio. ciones y de este modo nos hace aguerridos y duros, también
Con mucha más razón, el hábito desaparece por falta d e nos vuelve insensibles a lo b ello y al bien, crea la monotonía
ejercid o, cuando no se trataba sino de una técnica (arte u y la saciedad y engendra el tedio.
oficio, deporte o juego) que se deja de practicar, y no del c) E l h ábito engendra el autom atism o. En fin, si el hábito
instrumento de una pación que hay que vencer. E l pianista es función de economía, asimismo lo es de au'omatismo. en
que deja de hacer ejercido, acaba por no tocar sino imper­ cuanto qu e sustrae nuestros actos d e l im perio d e la reflexión
fectamente: el pelo'ari que no hace ejerddo. olvida la técnica y d e la voluntad. Y por ahi demuestra ser el mayor enemigo
del bello y viril juego vasco. de la libertad y de la responsabilidad.
b ) L a desorgan ización . Obsérvase a veces que el hábito
puede quedar destruido por reem plazo, es decir por la adqui­ % Apreciación.
sición de un hábito contrario al que se quiere destruir. Es a) E sta requisitoria se aplica m ás a la rutina q u e a l h ábito.
muy cierto que, sobre todo en el orden moral, este procedi­ La rutina es. en efecto, la que suprime la iniciativa, la que
miento es de los más eficaces, porque da una finalidad p osi­ paraliza la actividad inteligente y libre, y la que engendra
tiva a la actividad. Por esto se aplica frnucho más a la ten­ la saciedad y convierte al ser viviente en una máquina.
dencia o a la pasión que al mismo hábito. Para vencer a b) E s cierto, no obstante, qu e el h ábito tiende a d eg en erar
éste, el medio más eficaz, además de la abstención, consiste en rutina, asi como el espíritu de economía en avaricia y la
en desorganizar el sistem a por é l constituido. Pero esta des­ prudencia en pusilanimidad. Mas siempre es posible poner
organización rara vez es total, cuando el hábito es'á muy remedio a este peligro. Primero, por la reflexión y la atención.
arraigado. Esto explica la reaparición de los hábitos perdidos que renuevan sin cesar los hábitos, los enriquecen y los trans­
y la mayor o menor facilidad con que se puede volver a ellos. forman. incorporando a lo adquirido que representa el hábito
formado las nuevas conquistas que aquéllas realizan; luego,
A rt . IV . IN C O N V E N IE N T E S Y P E L IG R O S D E L por el espíritu d e iniciativa, o. más precisamente, por el hábito
H A B IT O de la inicia'iva o de la libertad, que es un hábito como los
otros y, desde el punto de vista de la educación, el primero
96 E l hábito, se dice, tiene sus contras: pues encierra ciertos
de los hábitos.
Inconvenientes y peligros que importa revelar, tanto que cier­
El hábito de la reflexión y de la libertad es lo que primero
tos moralistas han pretendido condenar los hábitos como cosa
se trata de adquirir, es decir el h ábito d e dom inar las propias
nefasta. As! lo hace Rousseau en su Em ilio. Conviene cono­
costum bres o hábitos, de controlarlos por medio de la razón
cer los argumentos que se han presentado contra el hábito,
para ver luego su valor y alcance.
1. Requisitoria contra el hábito. — Esta requisitoria hace
6 si es preciso, de destruirlos o reformarlos por la voluntad.
e esa manera, queda uno asegurado contra la rutina; y los
hábitos, lejos de ser un peligro, serán auxiliares preciosos y
las siguientes observaciones: la condición misma del progreso en el bien.
122 PSICOLOGÍA

c) H áb ito y libertad. E l principal sofisma de la requisito'


ría que se dirige contra el hábito es, en efecto, la afirmación
de que suprime necesariamente la libertad y la responsabili'
dad. S i bien es cierto que el hábito, abandonado a su automa'
tismo, atenúa no poco la libertad y por lo tanto la responsabi'
lidad en los actos que produce, conviene notar: primero, que
P R IM E R A PA RTE
e l h á b ito es voluntario en su causa, es decir en los actos libres
que lo han engendrado, y. luego, que el ejercicio del hábito
deja subsistir la libertad y la responsabilidad en la medida
en que la voluntad, hacien d o deliberadam ente u so d el hábito, LA V I D A S E N S I B L E
confirm a y refuerza la libre iniciativa d e d o n d e p roced e.

Por "vida sensible" entendemos el conjunto de fenómenos


cognitivos y dinámicos determinados en el sujeto psicológico
por excitaciones procedentes de los objetos materiales exter'
nos o que tienen por fin objetos sensibles externos. Esta doble
serie de fenómenos, especificamente distintos, pero en cons'
tante relación mutua, define toda la vida psíquica de los an i'
males. En el hombre, la misma vida sensitiva está informada,
penetrada y parcialmente gobernada por la vida intelectual.
Pero los fenómenos sensibles, cognitivos y dinámicos, no con-
servan menos su especialidad propia« que autoriza a estudiar­
los en sí mismos y por si mismos.
CAPITULO I

EL CONOCIMIENTO SENSIBLE

Los fenómenos agrupados bajo el nombre de conocim iento


sen sible son aquellos que resultan inmediatamente de la ac­
ción de los objetos externos sobre los sentidos. Son las sen­
sacion es. las cuales son las condiciones sensoriales de la p er­
cep ción ; la imaginación o facultad de conservar o de hacer
revivir los datos sensibles como tales, sin referencia al pasado;
y en fin la m em oria o facultad de conservar el pasado en
cuanto pasado.

A rt . I. LA SE N SA C IÓ N

A. Noción.
98 E s cosa natural comenzar el estudio del conocimiento sen­
sible por la sensación. M as importa observar que las sen sa­
cion es no pueden ser con sideradas com o los elem entos o partes
d e qu e se com pondrían las percepcion es (o aprehensiones de
objetos). En realidad, tod o conocim iento sen sible es p ercep ­
ción d e un objeto, y sólo por abstracción se aísla la sensación
a fin de estudiarla aparte.
1. Definición de la sensación. — La sensación, conside­
rada a titulo de condición sensorial de la percepción, puede
ser definida como el fen óm en o psíquico determ inado p or la
m odificación d e un órgan o corpóreo.
2. Los dos aspectos de la sensación. — Este fenómeno
tiene dos aspectos distintos: por una parte, e l conocim iento d e
un ob jeto , captado con sus cualidades sensibles (calor, color,
sabor, resistencia, etc.); y un estad o afectiv o más o menos
pronunciado (placer o dolor), unido a es'.a aprensión y que
determina una reacción motriz (atención, atracción, deseo,
repulsión, etc.). Los dos elementos cognitivo y afectivo, están
126 LA VIDA SENSIBLE EL CONOCIMIENTO SENSIBLE 127

en relación inversa el uno del otro: cuanto más intenso es sobre el órgano periférico y produce en él una impresión
el estado afectivo, menos neta es la representación. que. recogida por el n ervio conductor, es trasmitida al cerebro.
b ) V elocid ad d e la conducción. Ha sido posible medir la
B. Proceso. velocidad del paso de la impresión al cerebro a partir del
órgano externo: esta velocidad es poco más o menos de 30
Este proceso comprende la excitación, la impresión orgá­
metros por segundo.
nica y Ja aprensión de las cualidades sensibles.
c) R eaccion es m otrices. Una vez que el influjo nervioso
ha llegado al cerebro, luego se producen diversas reacciones,
1* La excitación. — Es la acción de un cuerpo o excitante que consistirán en la adaptación motriz del órgano de los sen­
sobre el organismo sensorial. A cada sentido corresponde tidos ( fijeza de la mirada, etc.) y en una serie de movimientos
un excitante especial. ( iniciados al menos), p ara acercarnos o huir d e l objeto. Estas
Se ha pretendido determinar las leyes según las cu ales obca reacciones han recibido el nombre de reflejos.
la excitación :
a) L ey d e la mínima y d e la m áxim a. E l excitante no pro­
99 3« La aprehensión d e las cualidades sensibles. — Las
voca la sensación si no llega a cierta intensidad o si pasa de cualidades sensibles que captamos merced a la sensación for­
ella. Asi el oído tiene un minimo y un máximo audibles; el man el dominio de los sensibles propios y el de los sensibles
tacto, un minimo tangible, etc. (U na luz demasiado viva nos
comunes.
ciega, y no percibimos el infrarrojo ni el ultravioleta.) a) S ensibles propios. Llámase asi a los ob jeto s especiales
Este minimo y este máximo varían en cierta medida según y propios d e cad a uno d e los órganos d e los sentidos. Estos
los individuos: el ciego tiene finísimo tacto, y el violinista son externos e internos.
tiene el oído más sensible que quien no es músico.
L o s sen tidos extern os o sentidos con órganos externos, son
b) L e y d e l dintel diferencial. Distínguese la sen sibilidad
los cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto, que tie­
fundam ental. que es la capacidad de ser impresionado por nen respectivamente como sensibles propios el color y la luz,
un excitante, y la sensibilidad diferen cial o capacidad de sen­ el sonido, el olor, el sabor y la resistencia (con las diversas
tir las diferen cias de intensidad de diversas sensaciones. sensaciones kinestésicas: contacto, presión, esfuerzo, peso,
Está plautcada la cucstióu de saber, para cada sentido, en actitud). A estos cinco sentidos se añade el sen tid o térm ico.
qué medida debe aumentar la intensidad de la excitación para que tiene órgano propio (los corpúsculos de Meissner y de
que el aumento sea perceptible. Algunos psicólogos, como Ruffini) y produce las sensaciones de calor y de frío.
W eber y Fechncr, lo han querido traducir en cifras; pero ta­
L os sentidos internos (o tacto interno) se reducen a lo que
les cifras no han podido ser comprobadas exactas como no
se llama la cenestesia. Llámasele sentido interno por estar
podían serlo, porque los h ech os psíquicos n o son cuantitati­
difundido en el organismo y no localizado en la periferia
vos. Pero es cierto que la sen sación aum enta menos aprisa
externa, y también porque nos avisa de las impresiones orgá­
qu e la excitación, y que el aumento que ha de recibir la exci­
nicas internas y, por eso, es de naturaleza principalmente
tación para ser perceptible como nueva, es tanto mayor cuanto
afectiva. Reúne el conjunto d e las sen sacion es orgánicas que
la excitación inicial ha sido mayor.
* s e dan en nosotros com o asociadas y fun didas en una esp ecie
c) L ey d e relatiiñdad. Una sensación varia según las otras
d e confu sa sensación g lobal. (A esta sensación general nos
sensaciones que la preceden o la acompañan. Asi lo blanco
referimos cuando decimos, por ejemplo: “M e siento bien o
parece más blanco al lado de lo negro; y si hace frío de — 15
me siento mal'’, “tengo una impresión de malestar o de bien­
grados, se siente una sensación de calor al pasar a una habi­ estar general“ ).
tación que esté a r|- 5 grados.
b) S en sibles com unes. Existen, en fin, ciertas realidades
sensibles que son el o b je to d e varios sentidos. Son éstos los
2* La impresión orgánica.
sensibles comunes: extensión, dim ensiones, form as, figuras y
a) A cción sob re el órgan o periférico. E l excitante obra m ovim ientos. D e hecho, estos sensibles comunes, objetos com-
12B LA VIDA SENSIBLE P.í. CONOCI MIENTO SENSIBLE 12$

piejos, son el resultado de una larga elaboración de los datos los nervios conductores, com o quiera qu e sean p u estos en
sensibles. conm oción ..dan siem pre la misma sensación (o la misma cua­
lidad sensible). Ln electrización del nervio óptico, la sección
C. La objetividad de las cualidades sénsibles. o la presida de es c mismo nervio producen idénticamente
una sensación de deslumbramiento. Igualmente, hócese notar
Los filósofos se han planteado la cuestión de si la sensa- en el mismo sentido que la electrización del nervio acústico
dón, como tal, es realmente un acto de conocim iento objetivo, produce un sonido, ln del nervio olfativo una sensación del
es decir un acto que haga aprehender algo distinto del sujeto olor, etc. Seguirinse de ahí que las cualidades sensibles no
que siente. Todos convienen en que la sensación nos hace son producidas por el objeto percibido, sino por los mismos
aprehender algunas cualidades. Pero ¿son estas cualidades órganos sensoriales.
realidades objetivas, o son simplemente modificaciones o es­ d) O bjetividad fisica d e la sensación. Los argumentos que
tados del sujeto, provocados por un objeto exterior, sin ense­ acabamos de ci ar no prueban en modo alguno la subjetivi­
ñarnos nada de este objeto? dad de las cualidades sensibles.
En efecto, el argumento inccanístico carece de valor, en
1. Elementos del problema. cuanto identifica las vibraciones y las cualidades sensibles.
La Lisien demuestra solamente que existe una relación n ece­
a ) C ualidades prim arias y cu alidades secundarias. La dis­ saria entre vibraciones y cualidades: pero una relación no es
tinción entre cualidades primarias y cualidades secundarias una identidad. Que la Fisica no descubra más que movimien­
es algo esencial en el problema. L lém an se cu alidades prim a- to, es cosa que se comprende muy bien, ya que sólo mira al
rías la figura y el m ovimiento (71-73): y cu alidades secunda­ aspecto cuantitativo de los fenómenos. Su aspecto cualita­
rias los sensibles propios: color, sonido, olor, sabor, cualida­ tivo no puede ser aprehendido sino por una actividad vital.
des táctiles. En cuanto a la especificidad de los nervios conductores, no
b) T eoría m ecanistica. La objetividad de las cualidades basta ésta para probar la subjetividad de las cualidades sensi­
primarías, a saber de la extensión y de los cuerpos, es negada bles. Habría que demostrar todavía la indiferencia del órg a­
por los idealistas. Aquí no tenemos por qué examinar esta no p eriférico a la excitación, de tal modo que la retina, por
opinión sino desde el punto de vista de la psicología. Mas, ejemplo, reaccione de numera constantemente idéntica ante
primero conviene considerar la cuestión de las cualidades se­ cualquier excitante. Pues bien, lo que sucede es completa­
gundas, de las cuales muchos de los filósofos antiguos ( Demó- mente lo contrario. L os órganos p eriféricos están p erfecta ­
crito, Epicuro, Lucrecio) y modernos (Descartes, Locke, etc.), m ente especializados: la retina no es sensible sino a las vibra­
han sostenido que eran puramente subjetivas, es decir sin ciones etéreas: el sentido térmico no reacciona sino ante las
realidad fuera del sujeto que las siente. vibraciones moleculares, etc.: y de ahí se ha de inferir la efi­
El argumento que dan en prueba de esta opinión consiste cacia real del mismo excitante, es decir del sensible propio y
en decir que las ciencias naturales demuestran que toda di­ por lo mismo la objetividad fisica de la sensación.
versidad en los cu erpos es d e naturaleza m ecánica, es decir, Cosa que. por lo demás, no quiere decir que sean falsos los
que se reduce a un movimiento local: modificación de las hechos invocados por Mfilie»-. Pero se los explica mejor fiján­
estructuras atómicas de los cuerpos por vibraciones etéreas, dose en que la excitación directa de los nervios sensoriales
moleculares, etc. De ahí habría que concluir que el movi­ tie*ie por efecto hacer revivir el tipo de sensaciones de que
miento es la única realidad objetiva y que las cualidades son normalmente conductores.
sensibles no son más que afecciones subjetivas.
c) La especialidad de los nervios conductores. El biólogo 2. La actividad sensible es realmente cognitiva. — Toda
Juan Mflller. de principios del siglo xix. quiso demostrar di­ esta discusión nos lleva a afirmar que los sentidos nos dan
rectamente la tesis mccanista haciendo ver lo que él llamaba realm ente a conocer las cualidades sensibles, tal cual existen
la especificidad de los nervios sensoriales, en virtud de la cual c/t la naturaleza.
130 LA VIDA SENSIBLE
EL CONOCIMIENTO SENSIBLE 131
Este conocimiento resulta del hecho de que el o b jeto ex ­
tern o se h ace presen te a l órgano sensorial m ediante una es­ debería transformarse en extensión. Por eso hay que decir
p ecie sensible o im agen, que es la similitud del objeto, pre­ que la extensión es un d ato primitivo, inm ediatam ente p erci­
sente en el mismo sentido, y constituyendo como tal el prin­ b id o con las cu alidades secundarias d e color y d e resistencia;
cipio determinante del conocimiento sensible. Síguese de ahi todo color nos aparece como extenso y toda sensación táctil
que la sensación no es el acto del alma sola, sino del alma y es sensación de superficie (longitud y latitud).
del cuerpo informado por ella, y en fin que el objeto sentido Estas observaciones deben aplicarse a la sensación d e p ro ­
está en el sujeto senciente según el modo de éste, es decir fu n didad (o tercera dimensión del espacio), pues el mismo
bajo una forma inmaterial. Esta última propiedad caracteriza tacto es originariamente sensible al relieve, que es una forma
por lo demás el conocimiento en toda su extensión, ya sea de la profundidad. Los ciegos de nacimiento, al instante des­
sensible o intelectual, y se expresa en la fórmula siguiente: pués de la operación que les devuelve la vista, perciben, como
lo con ocido está p resen te en el cognoscen te según el m odo d el los niños, inmediatamente las cosas como exteriores. Pero es
cognoscen te. La diferencia entre los dos grados de conoci­ verdad que aprecian mal las distancias: el ciego operado ima­
miento es que, en el conocimiento sensible, el objeto perci­ gina las cosas como tangentes a sus ojos y los niños extien­
bido está presente al sen‘ido en su realidad singular (ima­ den la mano para coger objetos lejanos y fuera del alcance
gen), mientras que en el conocimiento intelectual (como lo de su mano. Esto significa que la percepción d e los sensibles
veremos mejor más adelante) el objeto conocido no está pre­ com unes está som etida a una elaboración progresiva, en la que
sente a la inteligencia sino bajo una forma a b s tra c t (idea). interviene la colaboración d e los diversos sentidos interesados.
Síguese de ahí que el conocimiento por los sentidos es a me­ Así, el niño va poco a poco perfeccionando su percepción de
nudo llamado intuición sensible, en cuanto que es la inmediata la profundidad (o de la distancia) a través de los fracasos que
percepción de la cualidad sensible en su realidad concreta. sufre en sus esfuerzos por alcanzar los objetos lejanos, me­
diante los movimientos cada vez más precisos de convergencia
101 3. Primitividad de la sensación de extensión. — Puesto binocular y de acomodación (sensación kinestésica), etc.
que las cualidades segundas aparecen como datos objetivos,
luego podríamos concluir de ahi a la objetividad de las cuali­ D. La cuestión de los errores de los sentidos.
dades primarias, es decir de la extensión y de lo que a ella se Esta cuestión se plantea muy naturalmente después de lo
refiere, ya que las cualidades segundas se presentan siempre que hemos dicho de la intuición sensible. Parecería que los
como dadas en la extensión y en el espacio. No obstante, sentidos fueran incapaces de es‘ar sujetos a error, puesto que
ciertos filósofos han sostenido que la misma sensación de tocan directamente a sus objetos y reaccionan espontánea­
extensión no era primitiva y objetiva, sino construida y por mente ante la excitación. M as la experiencia demuestra, se
tanto subjetiva. Esto es lo que se llama la teoría genética de dice, que los sentidos se engañan a menudo y los escépticos,
la extensión. según veremos en la Critica del conocimiento, fundan en
a ) T eoría genetista. Esta teoría (propuesta por Hume, estos errores su principal argumento. Existe, pues, el proble­
Spencer, W undt, Lotze, Taine y Ribot) afirma que. siendo ma. Su solución, desde el punto de vista psicológico, la dedu­
las sensaciones inextensas, la noción o imagen de extensión es ciremos de las observaciones siguientes:
pura construcción del espíritu. Para explicar esta construcción a) P ropiam en te h ablan d o el error n o existe sino en el
se han imaginado distintas hipótesis, la principal de las cuales juicio. Todo error, en efecto, consiste en afirmar de un ser
(Spencer) consiste en decir que nosotros construim os la ex ­ algo que no le conviene (3 0 ). No existen, pues, hablando en
tensión pen san do com o sim ultáneas y coexisten tes, sen sacio­ rigor, errores de los sentidos, ya que el juicio pertenece
n es q u e prim itivam ente no se dan sino com o sucesivas. exclusivamente a la inteligencia. No obstante, tos sentidos
b ) T eoría nativista. El argumento genetista no lo podemos pueden inducir a error a la inteligencia q u e pronuncia el
admitir, porque es cierto que no convertimos lo sucesivo en juicio.
coexistente, pues de ser asi toda sucesión rápida y constante b) L o s sen tidos pu eden ser causas accidentales d e error.
Esto sucede siempre que no ejercen su actividad en las con-
132 LA VIDA SENSIBLE EL CONOCIMIENTO SENSIBLE 133

didones normales, es decir cuando el órgan o sen sorial es de­ esencial, y por consiguiente que el “dar un significado" (o
fectuoso (como en caso de dal'onismo): cuando el m edio el acto de captar activamente el sentido de un dato sensorial)
sen sible modifica la acción que proviene del objeto (los grie­ es realmente constitutivo del acto perceptivo.
gos creían que el sol era tan grande como el Peloponeso; el
sol parece girar alrededor de la tierra): y en fin, cuando el B. El luicio de exterioridad.
o b je to cambia en el mismo momento de la sensación, de tal
modo que ésta capta, no la realidad sensible presente, sino I. Las teorías genetistas. — Las precedentes observaciones
una realidad sensible que no existe ya. nos hacen comprender el error de las doctrinas genetistas, es
Estas causas de error son, como se ve, puramente acciden­ decir de las doctrinas que sostienen que las sensaciones, únicos
tales, ya que. por si mismos, los sentidos aprehenden real­ datos primitivos, son de naturaleza puramente subjetiva y, por
mente lo que hay. lo que tienen delante. E l error provien e consiguiente, no revelan al sujeto sino sus propias modifica­
siem pre d e qu e la inteligencia em ite ttn juicio sin criticar e ciones y de ningún modo objeto alguno real c independiente
interpretar tos d atos sensibles, comparándolos entre sí. de él. Estas doctrinas conducen a preguntarse edmo llegam os
a percibir los ob jeto s en el esp acio a partir d e puras sen sa­
ciones. Las teorías propuestas para resolver este problema
A rt . II. LA P E R C E P C IÓ N (que no es de hecho sino un falso problema) pueden redu­
cirse a las de la "alucinación verdadera" y de la inferencia.
A. Noción. a) T eoría d e la alucinación verdadera. En virtud de esta
teoría, defendida por Taine, las imágenes tienen natural ten­
103 I* Definición de lo percepción. — 'S e d efin e o rd in aria­ dencia a devenir objetos, es decir a exteriorizarse, según lo
m ente la percepción diciendo que es el conocim iento d e un hace ver el fenómeno de la alucinación. Solamente que en la
objeto. E s ta definición es e x a c ta . A ñ ád ase que la p ercep ció n alucinación llegamos a reducir las imágenes-objetos (por
se distingue en eso de la sensació n , que es la aprehensión de ejemplo, el tacto me permite comprobar que la vista es el
una cualidad sensible. Podem os adm itir esta o b serv ació n , a objeto de una alucinación al hacerme ver a tal persona muer­
condición de no entender p o r esas p alabras que el o b je to serla ta hace tiempo, como presente delante de m i), mientras que.
construido a b ase de sensacion es, que serian sus elem entos o en la percepción, esta reducción no se realiza. La percepción
partes. E n realidad, según lo hem os notad o, m ás arrib a ( 1 0 0 ) , constituye, pues, una alucinación verdadera.
toda sensación es ya percepción d e un ob jeto , y sólo p or a b s­ E sta teoría está llena d e falacia. Y esa falacia consiste en
tracción se habla de sensación pura. N o o b stan te, en el pro­ dar por una realidad aquello que se discute, afirmando que
ceso cognitivo total, se puede legítim am ente distinguir por un las imágenes tienden a mudarse en objetos. Esta transforma­
lad o las condiciones sensoriales de la percepción, que son las ción no es, en efecto, posible (en ciertos casos), sino porque
sensaciones o aprehensiones de las cualid ad es sen sib les y la las imágenes son el resultado de anteriores percepciones de
aprehensión del o b jeto com o tal. que es la percepción. objetos. De lo contrario, serla algo inconcebible. Por otra
parte, no se comprende, en la teoría de Taine, cómo ciertas
2. D ato se n so rial y sig n ifica ció n . — P artien d o de los he­ imágenes se cambian en objetos, mientras que otras siguen
chos concretos, com préndese que percibir es siem pre nprehen- siendo imágenes o fenómenos subjetivos.
d er intuitivamente un todo organ izado , de tal m anera que a b) T eoría d e la inferencia. El objeto, en esta concepción
la Intuición se dé una organización ju n to con sus m ateriales propuesta por Reid, resultaría de un razonam iento efectuado
sensoriales. S i pues hay que distinguir dos asp ecto s en toda a partir de la sensación. El sujeto senciente, al no hallar en
percepción, a sab er el asp ecto m aterial y el asp ecto formal si la causa adecuada de la sensación la atribuirla a una causa
(d ato sensorial —afectad o d e un sign ificado), es im portantísi­ exterior a él y al mismo tiempo se formarla de esta causa
mo observar que el significad o no es arbitrariam en te añadido una representación conforme a la sensación que tuvo.
al dato sensorial, sino que está en él contenid o com o cosa Fuera de que ninguna conciencia tenemos de tal razona-
134 LA VIDA SENSIBLE
EL CONOCIMIENTO SENSIBLE 135
miento, esta teoría n o pu ede explicar p o r qué no objetivam os
igualm ente los estad os afectiv os de los que no encontramos percepción extraordinariamente neta de los colores, hasta en
la causa en nosotros. sus más mínimas tonalidades.

2. La intuición sensible. 2. La cultura artística« — Lo primero, pues, que hay que


hacer es prestar atención, es decir hacer uso activo d e los
a ) E l p roblem a d el puente es un fa ls o problem a. En reali­ sentidos. Para esto, el cultivo de las bellas artes puede traer­
dad, el problema del juicio de exterioridad se plantea en tér­ nos una real utilidad: si es imposible cultivarlas todas, con­
minos que hacen de él un falso problema, un problem a iluso­ viene al menos interesarse especialmente por alguna de ellas
rio. No tenemos que buscar cómo pasamos del estado subje­ y no permanecer extraño a ninguna. Las artes tienen por
tivo a un objeto externo, porque no h ay tal p a sa je del interior objeto la materia sensible y exigen gran fineza en la percep­
a lo de fuera. E l o b je to se d a inm ediatam ente a la conciencia ción de esta materia; al mismo tiempo, obligan a disociar las
com o una realid ad exterior. T an cierto es esto que la noción síntesis objetivas a fin de verificar uno a uno sus elementos.
de estados subjetivos, estudiados en sí mismos, por reflexión Con mucha frecuencia, los grandes artistas son aquellos que
sobre la conciencia, es una noción tardía, que escapa al niño supieron volver, por sobre las síntesis convencionales, a la
y al ignorante, los cuales no conocen más que cosas. pureza de las sensaciones originales.
b ) E l realism o inm ediato. E l error que vicia las teorías ge­
netistas. lo mismo que todas las teorías idealistas (que exa­ « A rt . III. LA IM A G IN A C IÓ N «
minaremos en la Critica del conocimiento) consiste en creer
que el objeto primero de la percepción es la modificación del 1. N o c io n e s g e n e r a l e s
sujeto que siente o piensa. Si así fuera, nosotros no conoce­
ríamos realmente sino a nosotros mismos, y el mundo exterior 1. Definición. — Llámase imaginación a la facu ltad d e con­
seria un problema que resolver. De hecho, con ocem os inm e­ servar, reproducir y com binar las im ágenes d e las cosas
diatam en te las co sa s. p ero en nosotros y p o r su representación . sensibles.
que es su manera sensible (imagen) o inmaterial (idea) de E l objeto de la imaginación es. pues, todo lo que se ha
presentarse a nosotros (100). recibido por los sentidos: colores, formas, olores, sonidos, re­
sistencia. calor, peso, etc.
C . La educación de loe sentidos.
2. División. — La imaginación se manifiesta en nosotros
104 La educación de los sentidos tiene una importancia que a de dos maneras: como im aginación reproductora y como ima­
menudo es pasada por alto, como si la naturaleza no tuviera ginación creadora.
necesidad, aquí como en otras cosas, de ser ayudada y a veces a) L a im aginación reproductora. Limitase, como la pala­
rectificada. bra lo indica, a reproducir, es decir, a recordar imágenes. En
la realidad es raro que la imaginación, al recordar antiguas
1. La educación de la percepción. — Esta educación con­ imágenes, no las modifique más o menos profundamente. Asi
siste ante todo en p erfeccion ar las percep cion es naturales. es se explica que la narración del mismo acontecimiento, en fe­
decir aquellas que no dependen de ninguna industria, en su chas distintas, por la misma persona, presente a menudo va­
ejercicio fundamental: percepción de los colores de los so­ riantes tan considerables.
nidos. de los olores, etc. Los sentidos pueden adquirir, me­ Esta especie de imaginación parece a primera vista con­
diante un trabajo metódicamente llevado, una extremada fundirse con la memoria. Pero d ifiere esencialm ente d e ella.
finura. Esto se ve en los ciegos, que. obligados a recurrir Esta, en efecto, tiene por objeto estados de conciencia, o, ha­
constantemente al tacto, alcanzan, en el uso de los sentidos, blando con mayor precisión, mis antiguos estados de concien­
un maravilloso grado de precisión. E l violinista capta en los cia, no en cuanto fueron, en tal época de mi pasado, mis
sonidos matices que el profano ignora. E l pintor posee una imágenes (lo cual seria objeto de la memoria), sino en si
mismas y por si mismas.
1S6 LA VIDA SENSIBLE EL CONOCIMIENTO SENSIBLE 137

b) L a Imaginación creadora. Consiste en com binar d o s Hasta la ciencia pura se beneficia de la creación Imagina­
antiguas im ágenes para form ar otras nuevas. Es la fncul'.ad tiva, ya que las grandes hipótesis científicas son antes que
que nos permite hacer cosas nuevas con btras viejas. nada el fruto de una imaginación que recons'ruye en cierto
Puede ejercerse en cierto modo espon tán eam en te: que es modo la naturaleza según un plan anticipado que la expe­
lo que sucede en los sueños en los cualés las imágenes se riencia deberá después confirmar o negar.
asocian en el que sueña, dando lugar a combinaciones más En fin. la misma vida práctica echa mano incesantemente
o menos fantásticas. de la imaginación creadora, en cuanto se ve obligada a ima­
La forma más original de la imaginación creadora es la ginar de antemano el curso de los acontecimientos que quiere
form a activa y refleja : el espíritu interviene en cs*e caso producir. Cierto que a veces estas imaginaciones son la " tá ­
echando mano del material de imágenes que le da la imagi- bida de Ja lechera" u o'ros castillos en el aire, pero también es
nación y ordenándolas en nuevas combinaciones. Esta forma con frecuencia la poderosa y justa previsión del hombre de
de Imaginación es la que propiamente se llama creadora: no negocios, del financiero, del hombre de Estado o del general.
que crea materia alguna, ya que ésta proviene entera de los Ja de un César o de un Napoleón.
sentidos, sino que produce en su fantasía estas formas nuevas,
que son otras tantas creaciones de la imaginación.
3. La a so c ia c ió n d e id e a s

2 . P rocedim ientos de la imaginación creadora A. Noción.


108 La creación imaginativa emplea diversos procedimientos
1. Definición. — Generalmente se define la asociación de
que se pueden reducir a tres principales. ideas como el fenómeno psicológico por el cual se establecen
1. La asociación. — Este procedimiento consiste en utilizar ciertos lazos espontáneos entre diversos estados de conciencia,
las retaciones y las analogías qu e existen entre las cosas. Lo. de tal modo que la presencia del uno, llamado inductor, pro­
que caracteriza al gran artista y al gran escritor, es su np- voque de una manera en cierto modo automática otro estado
ti‘ud especlalfsima para descubrir entre los seres de la natu­ de conciencia Pautado inducido. En realidad, esta definición
raleza semejanzas no percibidas por el común de los mortales. es la fórm ula de un problem a m as bien que e l enunciado d e
La obra de los verdaderos poetas está llena de esas invencio­ un p roceso psicológico. Trátase, en efecto, de saber si el he­
nes imaginativas que tanto provocan nuestra admiración. cho de esas túvonos, que son ciertas, puede explicarse real­
mente por la asociación m ecánica d e los estados de conciencia
2 . La disociación. — Pora formar combinaciones con an­ o de las imágenes. T al es la tesis asociacíonista; mas esta
tiguas imágenes, hay que disociar primero en sus elementos tesis es de lo más discutible. A fin de no prejuzgar nada,
los conjuntos en que estas imágenes se encontraban. Es tam­ bastaría decir que la asociación de ideas (tomando aquí la pa­
bién propio del genio el saber disociar los fenómenos que labra "ideas" en un sentido amplio, que abarque percepciones,
para nosotros no forman sino un todo inseparable: asi Ncw- imágenes representativas, impresiones afectivas e Ideas pro­
ton, al disociar el movimiento de la caída de una manzana y piamente dichas) es el fen óm en o p or e l qu e ciertos estad os
asociarlo luego al movimiento de la luna alrededor de la tierra. psíquicos se m anifiestan espontáneam ente a la conciencia co­
mo unidos entre si.
3. La combinación. — V er las semejanzas, disociar los
conjuntos en sus elementos, tales son los medios que la ima­ Z. Asociación y espontaneidad. — Por ahí se comprende
ginación emplea para realizar sus nuevas cotnbinarlonrs. epte la espon tan eidad es eí carácter d e ta asociación y lo que
Este es el procedimiento esencial que da vida a las artes la distingue de las relaciones reflejas que establecemos acti­
liberales (música, pintura, escultura, arquitectura) y a las vamente. por el razonamiento, entre ideas e imágenes. Esto
artes m ecánicas. Todas las invenciones proceden de la imagi­ no excluye evidentemente que ciertos estados asociados ten­
nación combinadora. gan entre sí relaciones lógicas, sino solamente que la asocia-
isa LA VIDA SENSIBLE EL CONOCIMIENTO SENSIBLE m

ción actual resulte de la consideración refleja y voluntaria d e Puédese establecer que la ley d e sem ejanza, entendida en
estas relaciones. el sen tido asociacionista, s e reduce a la ley d e contigüidad.
Bn efecto, la semejanza es una relación que no es accesible
B. Teoría a so á a á o n ista . sino al espíritu que compara y juzga. S i pues se eliminan los
factores intelectuales y voluntarios, como quiere la hipótesis
108 La teoría asociacionista consiste en explicar la asociación asociacionista, la semejanza se reduce necesariamente a la
por la combinación de tres leyes: de semejanza, contraste y contigüidad, ya que los elementos, como son las imágenes-
contigüidad. átomos de las asociacionistas, son absolutamente incapaces de
1. Ley de semejanza. — "Los objetos que se parecen, con dominar el conjunto que componen para deducir de él las
facilidad se evocan mutuamente." Por semejanza se ha de semejanzas. Por tanto, sólo interviene la contigüidad mecá­
entender aqui ciertas relacion es d e similitud ya objetiv as (por nica y, para las imágenes, parecerse no es otra cosa que entrar
ejemplo, el hecho de que dos personas tengan caracteres físi­ en contacto de algún modo. Finalmente, el asociacionism o re­
cos semejantes: una "hace pensar" en la o tra): o bien su bjeti­ d u ce toda la actividad psicológica a la sola ley d e la inercia
vas, es decir establecidas por un sujeto entre objetos diferen­ y llega a m aterializar la conciencia, que no es en adelante
tes, por causa de im presiones semejantes que provocan (caso sino el mundo de las cosas.
de las "slncstesias": audición colorada, o al revés: colores
C . La organización y la sistematización.
sonoros).
Lo que hasta aqui vamos diciendo demuestra claramente
2. Ley de contraste. — "D os representaciones que contras­
que la cuestión no es sobre tal o cual forma de asociacionismo,
tan tienen tendencia a evocarse mutuamente." N aturalm ente
sino sobre el asociacionismo mismo. En efecto, esta concep­
pen sam os p o r antítesis (grande y pequeño, blanco y negro,
ción, al suponer "elementos" psíquicos e imágenes-átomos, es
fuerte y débil, claro y obscuro, etc.). La razón de este proce­
decir ciertas cosas en la conciencia, necesariamente es meca-
so parece ser que prácticamente conocemos menos las cosas
nistica y materialista. S i p u es e l m ecanism o no tiene lugar en
en si mismas que por oposición a sus contrarias.
la conciencia, p reciso es renunciar a l asociacionism o. Hay que
D e hecho, e l contrarié se redu ce a la sem ejanza, pues no
explicar, no obstante, los tan numerosos hechos de asociación,
puede haber contraste (o contrariedad), sino entre objetos de
es decir de representación global y sintética en la conciencia
la misma especie: percibir un contraste es, pues, percibir una
mediante una parte del complejo. Vamos a ver que todo se ex­
semejanza. Hay contraste entre blanco y negro, redondo y
plica aqui excluyendo cualquier encadenamiento mecánico de
cuadrado: pero no entre blanco y cuadrado, ni entre negro y
Imágenes, por las leyes de organización y de sistematización.
avaro.
2 . Ley de contigüidad» — "D os o más representaciones tie­ 1. La organización. — La organización es la forma misma
nen tendencia a evocarse mutuamente, cuando han estado de la percepción, que va espontáneamente a los objetos y su­
contiguas, es decir, sim ultáneas o en sucesión inm ediata." bordina a éstos la aprehensión de los elementos. Este proceso
Tales son las innumerables asociaciones entre signos natura­ es tan evidente que toda percepción distinta de elementos
les o convencionales y cosas significadas (lágrimas-dolor, hu­ implica referencia de estos elementos a los objetos o a las
mo-fuego. flecha-dirección, anzuelo-pesca-pez. etc.). La mis­ cosas a las que son susceptibles de pertenecer: lo que equivale
ma ley de contigüidad explica que por una imagen sean evo­ a decir que el to d o ca p tad o p o r la tarde.
cadas las circunstancias de la experiencia original; el encuen­ Síguese de ahi, por una parte, que tod a im agen es ya una
tro de un compañero de vacaciones evoca las imágenes relati­ síntesis (103). Por el mismo hecho, toda presentación ima­
vas a los comunes paseos, etc. Por eso Hamilton llama a esta ginaria d e un elem en to o d e una parte d e un tod o cualquiera
ley. ley d e reintegración. es decir que tiene la propiedad de (simultáneo o sucesivo) im plicará la representación imagina­
reconstituir el todo a partir de uno de los elementos. La reci­ tiva d el o b jeto a qu e p erten ece la im agen. Por otra parte,
tación de memoria está en gran parte fundada en eso. los objetos o cosas preceden a los elementos como tales. Exac-
140 LA VIDA SENSIBLE
EL CONOCIMIENTO SENSIBLE 141
tamente lo contrario de lo que supone el asodadonlsmo. Por
ah! se explica que una figura (u objeto) deje ya de ser re­ cir que se admita el asociacionism o. teoría sostenida en el siglo
conocida en cuanto, aun siendo los elementos los mismos, cam­ xvm por Hume y en el xix por los filósofos empirístas y ma­
bia su relativa disposición, y al revés, que una figura (u obje­ terialistas (James y Stuart Mili, Bain, Taine, Spencer) y que
to) es reconocida sin dificultad, mientras la estructura no consiste en explicar toda la vida psíquica por el movimiento
cambie, a pesar de las profundas modificaciones introducidas de las asociaciones, es decir, según esta teoría, por el Juego
en sus elementos. de imágenes-átomos, que se unen entre si mecánicamente.
■Según esta doctrina, toda la vida psíquica estaría dom in ada
2. La sistematización. — La sistematización es la fuente p o r la ley d e la inercia. M as, según acabamos de ver, la expe­
del mayor número de nuevas asociaciones, que son el fruto riencia nos dice todo lo contrario. Todo depende, en fin de
de una invención. La organización, en efecto, concierne a los cuentas, de la actividad del espíritu y de su espontaneidad
objetos como to d os. mientras que la sistem atización es relativa creadora.
a las relaciones entre objetos y a la u nidad funcional d e tos
conjuntos. La espontaneidad del espíritu tiene gran interven­ 2. La prim ada doi todo. — La conclusión que precede se
ción en estas aproximaciones, invenciones de símbolos y com­ impone tanto más cuanto que la psicología contemporánea
posiciones de formas que constituyen el dominio específico ha demostrado de la manera más segura que, propiamente ha­
de las artes y lo propio de la imaginación creadora (106). Los blando, no existe "evocación” de imágenes, las unas por las
asociadonistas no se ban equivocado al extender hasta ahí el otras, sino aprehensión del todo en el elemento y del con­
campo de la asociación, ya que a ella deben mucho las artes junto en la parte. N o son. pu es, tas im ágenes tas qu e s e d e ­
y las ciencias (5 5 ). Su error ha consistido en querer explicar terminan mutuamente por un ju eg o m ecánico, sino solam en te
m ecánicam ente esta espontánea explotación de semejanzas y la percepción o la imaginación tas qu e se ejercitan según su s
contrastes. Quien aquí interviene es el poder de sistematiza­ propias exigencias, conforme a las exigencias de la realidad,
ción del espíritu. que se compone de sistemas, de estructuras y de formas, y
no de cosas independientes y de elementos distintos y libres.
3. Las asociaciones de hecho. — Todavía quedaría por
explicar cómo y por qué tales sistem atizaciones o tales agru-
4. E l ENSUEÑO. E L SUEÑO Y LOS SUEÑOS
pam ientos se presentan de hecho a la conciencia. L a ex p lica­
ción la hallam os en d o s cosas: en tas circunstancias concretas Hay algunos estados en los que la conciencia parece estar
d e la actividad individual y en el fa cto r d e l interés. Por una como sumergida bajo una nube de imágenes. Estos estados
parte, en efecto, los tipos d e im aginación dirigen otros tantos son: el ensueño, el sueño y los sueños.
tipos diferentes de sistematización. Por otro lado, las ten den ­
cias instintivas o habituales, las necesidades, la dirección ac­ 1. El ensueño. — Se entiende por ensueño el hecho de d e ­
tual del interés. las impresiones afectivas, todas estas cosas jar a la vida interior seguir su curso espontáneo, en una seml-
nos llevan, a menudo sin qtie nos demos cuenta, a tejer, en el inconsclencin del mundo exterior que nos rodea y en el rela­
conjunto de nuestros objetos familiares, redes de uniones más jamiento de las funciones de control y de inhibición.
o menos complejas y extensas y, una vez formados esos gru­ Se ha querido distinguir a veces un fan tasear p asiv o, que
pos, a recurrir ya a los unos ya a los otros, con una espon­ dejaría correr la vida interior a la deriva y producirla una
taneidad semejante al automatismo, pero que expresa de especie de desagregación de la conciencia: y un fa n ta sea r
hecho la libertad de una imaginación que. lejos de estarles activo, cuya propiedad sería contruir un mundo imaginario,
sometida, domina el movimiento de las imágenes. ya por el gusto de la ficción (niños y primitivos), ya por la
necesidad de escapar a la realidad (caso de soñadores des­
D. Asociación y asociacionismo. piertos). De hecho, esta distinción más bien define direccio­
1. La teoría m ecánica de la asociación. — El reconocer la nes que estados. No existe el fantasear completamente pasivo,
realidad de los hechos de asociación espontánea no quiere de­ que se confundiría con el sueño. En cuanto al "fantasear
activo", redúcese ésta al juego de la Imaginación creadora, o
EL CONOCIMIENTO SENSIBLE 143
142 LA VIDA SENSIBLE
y externas que afectan al que duerme. Pero sólo entran en el
bien confina con la demencia, en la que la función de la rea­
sueño a titulo de símbolos o ficciones. En efecto, d eb id o al
lidad queda suprimida. E l ensueño es pues un estado inter­
d o b le rebajam iento d el su jeto (es decir de la conciencia re­
mediario difícil de clasificar. S ien do a la vez activo y pasivo,
fleja) y d el o b jeto (es decir, del mundo de las percepción),
p a réc ese a un su eño dirigido y vigilado.
tod o lo qu e a c a ec e d e real (impresiones, malestar, inquietud,
2. El sueño. recuerdos, deseos) en el sueño n o p u ed e tener lugar sino b a jo
las especies d e la im agen y d e la ficción.
a ) P sicológicam ente, el estado de sueño puede caracteri­ c) E l sueño com o ficción. Partamos, para comprender los
zarse como un estado de desorgan ización d e las fun cion es psi­ sueños, del estado de fascinación en que hace caer la lectura
co ló g icas (especialmente de las facultades de atención, de de una novela apasionante: creemos en lo que leemos, toma­
voluntad y de critica), en el que la conciencia de sí mismo mos parte en su trama, y quedamos envueltos en la historia,
queda grandemente reducida y aun desaparece enteramente, por inverosímil que sea para la conciencia refleja y critica.
al parecer, en el sueño profundo. D orm im os en la m edida en Algo asi acontece en los sueños: la conciencia onírica es una
q u e n os desinteresam os d e la realidad. conciencia qu e s e d e ja envolver p o r su p rop io ju eg o ; ella crea
b ) F isiológicam en te, el sueño se caracteriza por el trastor­ la fascinante historia y al mismo tiempo la contempla en su
n o d e las fun ciones vegetativas, es decir por un rebajamiento desarrollo.
de la excitabilidad, por la supresión de la inervación volunta­ De modo que el su eñ o tiene un sen tido, por incoherente
ria y por la disminución de la respiración y la circulación. que parezca. Es una historia irrealm ente vivida, qu e o b ed ec e
c) B iológicam ente, el sueño se presenta como el descan so a la lógica d e la ficción , en la que lo ilógico entra como ele­
d e l cerebro, no en el sentido de que durmiéramos por efecto de mento y, como tal. posee su coherencia propia, irreductible
una intoxicación de los centros cerebrales, sino más bien para a la coherencia de la vigilia.
no ser intoxicados. d) F in alidad d e los sueños. Los sueños parecen tener por
finalidad p roteg er el sueño, haciendo pasar al régimen de la
2. Loa sueños. ficción, con lo que éste tiene de representativo, la masa de
a ) insuficiencia d e las teorías som atógen a y asociativa. impresiones y recuerdos que, si acontecieran en el sueño con
S e han pretendido explicar los sueños ya por las impresiones su propia realidad, serian un obstáculo al sueño y al reposo
que sobrevienen al que duerme bajo forma de excitaciones que el sueño debe asegurar.
sensoriales o de sensaciones internas (teoría som atógen a) ; o
ya también por la combinación de las excitaciones sensoriales - 5. P ed a g o g ía d e l a im a g in a c ió n
del sueño con los materiales de la vigilia, combinaciones que
resultarían del juego de las leyes clásicas de la asociación 112 Con la imaginación sucede lo que con nuestras restantes
(teoría asociacion ista). M as estas dos teorías son insuficien­ facultades: es útil y necesaria, y produce las obras maestras
tes. Por un lado, en efecto, si las excitaciones sensoriales del arte y de la ciencia. M as puede asimismo ser desordenada
fueran la causa especifica de los sueños, existiría relación y tener malos efectos. Lo cual no es una razón para conde­
constante entre la excitación física y su efecto, lo cual no su­ narla, como se hace a menudo. Una vez que se conocen los
cede asi (el sonar del despertador provoca el soñar ya con trastornos que puede acarrear, hay que trabajar por ponerle
una campana de iglesia, ya con un montón de sillas que caen remedio, y no lanzar sobre ella el anatema. Bien dirigida, no
al suelo, o bien con una llamada telefónica, e tc.); por otra puede menos de producir resultados de capital importancia.
parte, la teoría asociacionista no acaba de explicar que los
sueños tengan un sentido. 1. Peligros de la imaginación.
b ) E l sim bolism o onírico. Diremos, pues, que la conciencia Malebranche la llama “la loca de la casa", y Pascal escribe
onírica parece caracterizarse por lo que llamaríamos la fu n ­ que es "maestra de error y de falsedad". No hay por qué
ción sim bólica. Los materiales del sueño los tomamos todos negarlo; la imaginación puede ser una cosa y otra.
de la experiencia de la vigilia y de las impresiones internas
144 LA VIDA SENSIBLE
EL CONOCIMIENTO SENSIBLE 145
a ) L a im aginación pu ed e, en efecto , acarrear m uchos m a­
les. E lla produce el pesim ism o, esc estad o de pesada tris 'e ra . vivos colores las alegrías del triunfo, la satisfacción de sus
que h ace ver todo de color som brío, ap aga tod as las alegrías
padres y las promesas del porvenir. N utre la esperan za. pues,
y h ace p esad a la vida. La Im aginación alim enta las pasiones, siendo infatigable, no cesa de abrir nuevas perspectivas. Y
p resen tand o el placer con co lo res pertu rbad ores y tan vivos hasta en cierto modo prepara el porvenir, orientando el espí­
a veces que la razón queda paralizad a y aniqu ilad a la volun­ ritu y fijándolo en una dirección soñada, en primer término;
tad. E s lo que se llam a el vértigo m oral, de donde provienen y después, si la voluntad es fuerte, en esa misma dirección
tan tas cald as. seguida con perseverancia. Si se trata, cosa importante, de
b ) L a imaginación produ ce los sueños rom ánticos, a le ja el descubrir una vocación, a la imaginación es a donde hay que
espíritu de la realidad y de su s ex ig en cias y p repara asi terri­ acudir lo más comúnmente: por ese camino es posible obtener
b les d esengaños que gastan las en ergías y traen el d esco ra­
preciosas indicaciones.
zonam iento. Y cosa que es aún más importante: la im aginación ayu da
T o d o s esto s peligros son m uy reales. P ero no o b stan te no a am ar e l bien y lo bello, presentándolos bajo una forma vi­
h ay que ach acarlo s a la im aginación pura y sim plem ente, sino viente que da calor al corazón y facilita el esfuerzo de cada
más bien a una imaginación en ferm a y d esord en ad a. U n a dia. La imaginación nos hace sensibles a las miserias ajenas,
im aginación viva es siem pre un tesoro, a condición de que representándonoslas con vivos colores: y así mantiene e l e s ­
sea bien gobernada. P o r eso, quién viendo en sí mismo algu ­ píritu d e sacrificio y d e caridad. Crea la sim patía y propaga
nos peligros de la Im aginación, quisiera im pedir el v u cfo de la sociabilidad, ayudando a comprender y participar de los
e9ta facultad , sería com o el ciru ja n o que quisiera c o r 'a r una ajenos sentimientos. Muy a menudo, los "corazones secos"
pierna a quien su fre de reum atism o. N o se trata d e cortar no son sino imaginaciones pobres.
sino d e curar. Podemos, pues, concluir de esta breve exposición que la
im aginación es un bien muy precioso. Nunca hay que hacer
nada por limitarla en modo alguno; sino que hay que ende­
2. Ventajas do la imaginación. rezarla y dirigirla cuando quiera emplearse en quimeras o
malsanas fantasías: y hay que excitarla y ponerla en tem­
Estas ventajas son muy numerosas. Lo que hemos dicho
peratura cuando naturalmente es lenta y fría. Puesta al ser­
más arriba acerca del arte, de la ciencia y de la vida práctica,
vicio de la razón, regulada y vigilada por ella, la imaginación
basta para demostrarlo. Insistimos aquí únicamente sobre el
no puede menos de contribuir a hacer la vida más fecunda,
papel de la imaginación en la formación del espíritu y del
más virtuosa y más bella.
corazón.
a ) D esd e el punto d e vista intelectual. L a s ideas son a b s­
tra cta s y tenem os gran d ificultad , m ientras carecem os de una A r t . IV . LA M E M O R IA
cultura b a sta n te com pleta, p ara asim ilarlas d irectam en te. D e
ahí viene que el niño no las com prenda si no van ilustrad as A. Naturaleza de la memoria.
p or la im agen. Sab id o es. a propósito de esto, la im portancia
que han tom ado las im ágenes en los libros clásico s, y de ahí 113 I . Lo que la memoria no es. — Defínese a veces la me­
proceden asim ism o las lecciones d e cosas, que no son, en d efi­ moria como la facu ltad d e revivir lo p asad o. M as esta defini­
n itiva, o tra co sa que lecciones de im ágenes. U n niño dotado ción, tomada a la letra, no es exacta, porque el pasado ya no
de buena im aginación h ará m ás rápidos pro greso s que el que existe y no puede revivir.
está desprovisto de ella, pues tendrá n su disposición m ejores La memoria no es tampoco la facu ltad d e conservar y re­
m ateriales en qué ap oy ar su pensam iento y ap licar su espíritu. cordar tos conocim ientos adquiridos, pues su objeto es mucho
b ) D esd e el punto d e vista m oral, la im aginación es tam ­ más extenso. La memoria puede conservar y recordar los
bién un gran recurso. Ella m antiene en el niño el gu sto d e sentimientos y las emociones anteriores, y de hecho todo es­
apren der y el d eseo d e salir adelan te, rep resen tán d ole con tado de conciencia puede ser fijado, conservado y recordado
por la memoria.
146 LA VIDA SENSIBLE EL CONOCIMIENTO SENSIBLE 147

2. Lo que la memoria es. — Definiremos, pues, la memo­ tenacidad notabilísima: que es lo que explica que el anciano
ria: la facu ita d d e con servar y reproducir los estados d e con- pueda evocar con exacta fidelidad los recuerdos de la niñez,
ciencia an teriorm en te tenidos. Esta definición se aplica pro­ cuando es ya incapaz de conservar los recuerdos de las cosas
piamente a lo que se llama m em oria sen sible o memoria pro­ más recientes. Hay que notar también aquí la influencia d el
piamente dicha. En cuanto a la m em oria intelectual o memo­ estad o físic o gen eral: la fatiga, la debilidad nerviosa influyen
ria de las ideas como tales, no es otra cosa que una función también en la aptitud para conservar los recuerdos. En ciertos
particular de la inteligencia. casos (p sicasten ias). las impresiones que vienen del exterior
llegan tan atenuadas que no dejan, por decirlo asi, ninguna
B . Análisis del acto do memoria. huella detrás de si.
Un acto de memoria a primera vista parece ser simple. C on dicion es psicológicas. Hay. no obstante, pocas faculta­
De hecho, es un acto complejo en el que se pueden distinguir des cuyo funcionamien'o pueda hacerse mejorar con tanta fa­
cuatro momentos: la fijación y conservación, la reproducción, cilidad y generalidad como la memoria, tanto que las condi­
el reconocimiento, y la localización de los estados de concien­ ciones psicológicas son con mucho las más importantes.
cia anteriores. Estas condiciones pueden reducirse a dos prncipalcs: la
intensidad: un recuerdo se fija y se conserva tanto más fácil­
1. La fijación y la conservación de los recuerdos. mente cuanto la impresión ha sido más viva, en lo cual inter­
a) E l h ech o d e la conservación. Es un hecho que los re­ vienen no poco la atención y la repe'ición; la organización
cuerdos subsisten en nosotros. No siempre los tenemos pre­ d e las ideas: las ideas (y los sentimientos) se fijan y conservan
sentes; mas, pudiéndolos siempre reproducir, hay que admi­ tanto mejor, cuanto más unidas están entre si por la lógica.
tir que nuestros estados de conciencia, una vez tenidos, son Por eso la intervención de la inteligencia en la organización
conservados en la memoria. Y esto sucede aun con aquellos de los recuerdos es un importante factor de su conservación.
que nunca una circunstancia favorable nos dará ocasión de
hacer renacer; y hasta se citan casos de asfixiados que, en el 2. Reproducción de los recuerdos. — La reproducción pue­
momento de desvanecerse, ven pasar ante sus ojos, con una de ser espontánea y voluntaria.
precisión extraordinaria, los acontecimientos de toda su vida, a) L a reproducción espon tán ea es aquella en la que un re­
que ya creían olvidados. cuerdo se presenta a la conciencia como de por sí mismo, sin
M as esta conservación de los recuerdos por la memoria está que nada parezca evocarlo. No obstante, si analizamos bien
sometida a ciertas condiciones que hay que conocer, si que­ el contenido de la conciencia en esc momento, veremos que
remos sacar provecho de esa facultad. el recuerdo evocado está unido a alguno de los elementos de
b) C on dicion es d e la fijación y d e la conservación. Estas es*e contenido.
condiciones son fisiológicas y psicológicas a la vez. b) L a reproducción voluntaria. Supone un esfuerzo más
C ondiciones fisiológicas. La capacidad de fijar y de con­ o menos largo y penoso, y pone en movimiento las asoc acio­
servar los recuerdos depende de ciertas condiciones orgánicas nes de ideas o imágenes, hasta que, poco a poco, per elimina­
que varían considerablemente de individuo a individuo: unos ción sucesiva de las falsas respuestas de la memoria, s iria a
están, naturalmente, dotados de una “buena memoria"; o*ros flote el recuerdo buscado.
tienen la memoria rebelde y mala. En general, los niños,
d o ta d o s d e gran plasticidad orgánica, fija n los recuerdos m ás 3. Reconocimiento de los recuerdos. — No existe en efecto
fácilm ente q u e los viejos. Si no los conservan con la misma recuerdo verdadero sino cuando el recuerdo es reconocido c<*.-
fijeza, esto depende sobre todo de la falta de ciertas condi~ mo evocando un estado anteriormente tenido y tenido p o r mi.
dones psicológicas (atención y organización lógica especial­ es decir como uno de los elementos de mi p asado.
mente), que compensan en el adulto los medios orgánicos. No E l recuerdo así reproducido y reconocido se distingue de
obstante, cuando las impresiones sensibles tienen una inten­ la percepción como un estado débil se distingue de un estado
sidad especial, los recuerdos quedan fijos en los niños con una fuerte, y de la imaginación, en que la imagen puede ser mo-
148 LA VIDA SENSIBLE EL CONOCIMIENTO SENSIBLE 140

dlficada por nosotros, al revés del recuerdo, que podemos re­ por Idéntica razón a la misma sociedad. Las generaciones que
chazar. pero modificar a capricho. se suceden no pueden pensar en comenzar desde el principio
todas las ciencias y artes que les son necesarias. Dependen
4. Localización de los recuerdos* — Hhy, en fin, que co­ éstas del pasado y perduran merced a la memoria. Por ella
locar el recuerdo en el lugar que le corresponde en el pasado. se conserva y se transmite de edad en edad el capital intelec­
i La memoria recorre, para conseguir eso, los antiguos aconte­ tual y moral de los siglos pasados, y por ella también es
cimientos a fin de encontrar entre ellos el lugar preciso del posible el progreso de la civilización. Escribe Pascal que
recuerdo buscado. Echa mano para esto del recuerdo de suce­ "la humanidad es como un solo hombre que aprende conti­
sos importantes, alrededor de los cuales se clasifican y orde­ nuamente".
nan los de menor intensidad. 2. Papel de la memoria en la educación moral. — La me­
moria desempeña aquí un papel análogo al que le señalába­
C. Importancia de la memoria. mos respecto de la educación intelectual. Adorna el espíritu
de m áxim as y ejem plos qu e forman una especie de atmósfera
114 Hemos hablado más arriba de la importancia del hábito. moral. Por eso se nos recomienda con tanta razón que nos
Pues bien, todo lo que hemos dicho del hábito puédese aplicar instruyamos, en forma atrayente, en las vidas de los hombres
a la memoria, que no es sino una especie de hábito, asi como ilustres y en las vidas de los santos. Estos elevados ejemplos
el hábito no es sino una especie de memoria. Vamos a ver el de heroísmo o de santidad, de sacrificios por la ciencia y por
papel que desempeña la memoria, sobre todo la intelectual, la humanidad, se retienen con mucha facilidad y no es raro
en la formación del espíritu y en la educación moral. que, en las luchas de la vida, su recuerdo sirva de punto de
apoyo, de enseñanza y de ejemplo a las almas Inquietas o
1. Papel de la memoria en la educación intelectual.— tentadas.
Su influencia es grande, como vamos a verlo. M as observe­
D. Medios de ejercitar la memoria.
mos para comenzar, que el poder de la memoria no es un fin,
sino sólo un m edio. Trátase menos de almacenar numerosos 115 Se puede y débese ejercitar la memoria metódicamente: y
conocimientos que de formar el juicio y darle seguridad y rec­ los medios de ese ejercicio se derivan de las condiciones psico­
titud. Montaigne escribió con mucha razón: "M ás vale ca­ lógicas de que hemos hablado.
beza bien he.cha que cabeza muy llena." Con estas reservas, 1. La atención. — Si la condición primera para fijar y con­
es muy cierto que para aprender a pensar, el ejercido de la servar el recuerdo es la intensidad de las primeras impresiones,
memoria es indispensable. En efecto: no se ponderará bastante el papel de la atención. Que equi­
a) L a m emoria interviene en todos los actos d el espíritu. vale a decir lo mediocre que es el procedimiento, tan corriente
En el razonamiento, tenemos que emplear ideas y juidos an­ en el niño, de la repetición mecánica. La experiencia enseña
teriores. y además, a medida que avanzamos en el razona­ por lo demás que el número de repeticiones está en razón In­
miento, debemos acordarnos de lo que ya queda dicho. versa de la atención que se pone en el sen tido de la lección
E l mismo lenguaje, que tan natural nos parece, no es sino que se debe retener.
una vasta memoria de palabras y de ideas expresadas por esas
palabras. ¿Y cómo podríamos pensar, además, si la memoria 2. La memoria de las ideas. — Pero sobre todo, es esen­
no nos proporcionara, en cierto modo a discreción, las ideas y cial no pretender aprender nada de memoria, que prime­
las palabras necesarias? ro no haya sido perfectamente comprendido, a fin de ayu dar
b ) L a memoria es la condición d e l prog reso intelectual. En a la memoria verbal m ediante la m em oria d e tas ideas,
efecto, nos seria imposible realizar progreso alguno, si los que es sin duda la más importante. E l m ejor m edio d e re­
conocimientos que adquirimos se fueran borrando al mismo tener las cosas, es unirlas según su orden natural. Por eso
tiempo. Tendríamos que estar comenzándolo todo cada dia. el ejercicio de la memoria se confunde con el ejercido del
Por lo demás esta observación de sentido común aplicase juicio y conviértese asi en una formación del espíritu,
150 LA VIDA SENSIBLE

3. El método do los conjuntos. — Por la misma razón, es


decir para enriquecer de inteligencia la memoria, se ha de
preferir el método de conjuntos al método de fragmentos. Un
“trozo" para aprender es normalmente un todo cuyas partes
están unidas lógicamente y por tanto se llaman unas a otras.
CAPITULO II
E s claro que se apren de tanto m ás fácilm en te cuanto an tes se
h ay a com pren dido el en caden am iento d e las id eas. d e los sen ­
tim ientos y de. las im áyenes; cosa que no es posible hacer
EL DINAMISMO SENSIBLE
cuando se procede por pequeños fragmentos.

4. El concurso de las diferentes memorias. — También es


importante, para hacer producir a la memoria todo su rendí- A rt . I. N A T U R A L E Z A Y D IV IS IÓ N
miento, buscar la colaboración de las diferentes memorias:
memoria visual de las palabras leídas, memoria auditiva de
116 I. Naturaleza de los fenómenos afectivos. — Los fenóme­
las palabras oidas, memoria de las imágenes evocadas, me­
nos afectivos son ciertas m anifestaciones d e nuestras tenden­
moria de los gestos realizados. Lo principal en este asunto cias y d e nuestras inclinaciones. E s evidente que, de no existir
es descubrir cuál es la memoria predominante y emplearla
esas tendencia's, podría haber, en el viviente, en respuesta a
en el ejercicio y desarrollo de la memoria en general.
una excitación externa, una reacción mecánica proporcionada
a esta acción; pero no esta manifestación, tan varia en sus
5.. El olvido, auxiliar de la memoria. — En fin, hay que expresiones, de sentimientos y de emociones, que define la
aprender, a olvidar. Esta regia, que parece una paradoja, * vida afectiva del animal.
tiene, no obstante, su importancia. Porque la memoria no de­
be ser nunca sobrecargada, y para que esté siempre alerta y 2. División de los fenómenos afectivos. — Dividiremos,
a punto, es preciso que los recuerdos vengan a agregarse a pues, las manifestaciones del dinamismo sensible en dos gru­
algunas ideas fundamentales y muy generales, y que todo lo pos: las tendencias y los estad os afectivos. Entre las tenden­
inútil sea echado fuera y olvidado. cias. distinguiremos las tendencias naturales o instintos, que
La educación de la memoria no se realiza sin dificultad, derivan de las necesidades fundamentales del viviente, y las
por fal'a de experiencia. Quisiéramos retenerlo todo, por no inclinaciones, que derivan de sus necesidades secundarias.
raber clasificar las ideas. A p ren d er a olvidar es. pu es. ap ren ­ Los estad os afectiv os pueden a su vez dividirse en dos gru­
d er a p on er orden en los recu erdos, esforzándose por distin­ pos: los que tienen por antecedente una modificación orgá­
guir lo esencial de lo accesorio. También por ese camino, y nica (p lacer y d o lo r ), y los que tienen por antecedente un
de una manera muy eficaz, se forma el juicio y la razón. hecho psíquico (em ocion es y sentim ientos). Quedan además
las pasion es, que son inclinaciones elevadas a un alto grado
de poder.

A rt . I. E L IN S T IN T O
A. Noción.
117 1- Definición. — Llámase instinto al conjunto d e tenden­
cias naturales qu e derivan d e las n ecesid ad es fundam entales o
prim arias d e l viviente. E stas necesidades son las que empujan
ai animal a ejercer todos los actos necesarios para su conser-
152 LA VIDA SENSIBLE EL DINAMISMO SENSIBLE 15S

vación individual o especifica. Gstas tendencias naturales no riormente adquirido. E l instinto es sin du da inteligente, p ero
constituyen facultades distintas; sino que se identifican con el anim al no lo es: es decir, que la inteligencia. en e l anim al,
la naturaleza d e l viviente sen sible y se definen por ella. no es una facu ltad o una función: es solam ente una cu alidad
Las tendencias adquiridas o inclinaciones arrancan de las d e l instinto.
tendencias naturales o instintos, cuyas manifestaciones acci­
dentales expresan, variables en número y en Intensidad según
los individuos. De ahi que los instintos sirvan para definir la 2. La permanencia. — E l instinto es una conducta p erm a­
naturaleza esp ecifica, mientras que el sistema de las inclina­ nente y estable del animal, no obstante las modificaciones que
ciones permite determinar el carácter de los individuos. pudieran afectar a una u otra de las funciones que encierra.
Las tendencias, sean innatas o adquiridas, son inconscien­ Esta estabilidad se echa de ver en el hecho de que, ni en e l
tes. como la misma vida. No pueden ser captadas directa e esp acio ni en el tiem po se p rod u cen variaciones n otables ni
inmediatamente en si mismas, sino sólo en sus efectos, que progresos im portantes y du rables en el ju eg o d e l instinto. Las
son los fenómenos afectivos. abejas obran hoy exactamente como en tiempo de Virgilio, y
tampoco parece que los gatos hayan hecho progresos en el
2. Instinto, tropismos y reflejos. — E l instinto difiere, pues, arte de cazar ratones.
de los tropism os, o fenómenos de orientación, determinados, en
las plantas, por agentes físicos (luz, humedad, pesadez, etc.), 3. La universalidad especifica. — Cada especie puede de­
de los reflejos, reacciones provocadas automáticamente, en finirse por un sistem a d e instintos (o de técnicas instintivas)
los animales, por los centros nerviosos, bajo la acción de con tanta seguridad como por su estructura orgánica. Asi,
ciertos excitantes (secreciones salivales a la vísta de la co­ cada especie de arañas tiene su manera especial de tejer su
mida. el acto de cerrar los ojos ante una luz muy viva, los tela, cada ave construye su nido particular, cuyos elementos
gestos de protegerse al caer). E l instinto difiere también del (lugar, materiales, apoyos) son tan estrictamente determina­
hábito, que no posee la ínnatidad de los instintos. dos que el naturalista sabe inmediatamente a la vísta del nido,
por qué especie de ave ha sido construido.
B. Caracteres. No obstante, todo instinto, aun entre los m ismos insectos,
adm ite ciertas diferen cias individuales en cuanto a las formas
118 Distínguense los caracteres primarios y los secundarios. Los que reviste. Estas variaciones individuales son más notables
primeros son el innatismo y la estabilidad de los instintos: los a medida que nos elevamos en la escala animal: de los insectos
segundos: la universalidad especifica y la ignorancia del fin. a los vertebrados, sobre todo a los mamíferos y. entre éstos, a
los grandes monos. En realidad, la universalidad esp ecífica
1. La innatidad o innatismo. d ebería caracterizarse por la uniform idad d e los resultados
m ás bien qu e p o r la d e los m ecanism os.
a) N aturaleza. En lo que tiene de esencial, el instinto no
supone ni aprendizaje ni discernimiento individual, ni inte­ 4. La ignorancia del fin— El animal hace con gran per­
ligencia que utilice una experiencia anterior. De ahí su in fa­ fección lo que realiza por instinto, pero no s a b e ni lo qu e h ace,
libilidad y su p erfección inm ediata. Las operaciones más com­ ni cóm o lo h ace, es decir que no elige ni el fin, ni los medios,
plicadas parecen un Juego para ciertos insectos: las abejas y sino que ambas cosas se las impone la naturaleza. L a estupidez
las arañas resuelven problemas de geometría de una comple­ d el instinto resulta d e su n ecesidad, y lo qu e explica su n ece­
jidad desconcertante; la mariposa, apenas sale de su capullo sidad explica a l mismo tiem po sus errores. La gallina incuba
mete su trompa en el cáliz de las flores. con perseverancia un huevo de vidrio, y la abeja solitaria sigue
b) Instinto e inteligencia. E l instinto, como tal. se opone cargando sin cesar de miel una celdilla agujereada en el fondo.
por tanto a la inteligencia, definida como ln capacidad de •El psiquismo animal es, pues, algo sin reflexión y au tom á­
adaptarse a nuevas situaciones, con la ayuda del saber ante- tico. La conciencia del animal es una conciencia oscura.
154 LA VIDA SENSIBLE EL DINAMISMO SENSIBLE 155

C . d o sificació n de los instintos. riores (como esos autómatas cuyos movimientos están regu­
119 Principio de clasificación. — Hemos dicho que los ins­ lados por resortes). Esta teoría olvida evidentemente la reali­
tintos no pueden derivar sino de las necesidades fundamenta­ dad de la vida sensible y aun una especie de inteligencia (co­
les del animal. Por tanto, habrá tantos instintos prim arios nocimiento, memoria) en el animal.
cuantas sean las n ecesid ad es prim arias d e l viviente, o cuantos b) T eoría intelectualista. Según esta teoría, defendida por
objetos tenga que apropiarse el animal para satisfacer sus Montaigne, el instinto seria inteligencia com o la nuestra, y
necesidades. Estos objetos son tres: el alimento, el compañe­ aun superior a la nuestra en seguridad e ingenio. Esta tesis
ro sexual y el congénere. Habrá pues tres clases d e instintos también se ha de rechazar, porque el instinto, si bien es gene­
fun dam en tales: el instintos d e l alim ento, el instinto sexu al y ralmente seguro, está rigurosamente limitado a ciertas técni­
e l instinto gregario. cas invariables, mientras que la inteligencia humana es sus- ,
ceptible de una infinidad de adaptaciones diversas.
2. Instinto y técnicas instintivas. — Este punto de vista c) T eoría evolucionista. El instinto, según Lamarck y
conduce a eliminar de la lista de los instintos todas las reac­ Darwin, sería un hábito adquirido p or la esp ecie al correr d e
ciones orgánicas refleja s que en él se catalogan generalmente, una larguísima evolución y trasmitido p o r herencia. Esta teo­
tales como los actos de andar, trepar, rascarse, bostezar, es­ ría no es sino una hipótesis que tropieza con graves dificulta­
tornudar, etc. Tampoco hay que considerar como instintos des, que han sido expuestas en Cosmología (8 4 ).
especiales las técnicas m edian te las qu e se ejercen los instin­
tos: pues no son otra cosa que el mismo instinto; ¿qué podría
significar el instinto alimenticio si no estuviera provisto desde A rt . III. L A S IN C L IN A C IO N E S
el principio, en el recién nacido, de la técnica que le hace 121 Hemos dicho más arriba que las tendencias adquiridas o
apto para mamar, o, en el pollito, de la técnica innata que le inclinaciones derivan de las necesidades secundarias del vi­
permite picotear? viente. Y dependen, en sus manifestaciones, de la estimulación
de un hecho de conocimien'o. sensible o intelectual. De ahí
D, Origen del instinto. la distinción entre inclinaciones sen sibles, orientadas a los
120 Diversas teorías han sido propuestas para explicar el ins­ bienes sensibles, e inclinaciones intelectuales, propias del hom­
tinto. bre. y que tienen por objeto los bienes no sensibles y se ejercen
por la voluntad. Podremos pues, definir las inclinaciones como
1. Teoría biológica. — No es posible explicar el instinto,
tendencias, fu n d ad a s en la naturaleza, a produ cir ciertos actos.
con los caracteres que le distinguen, si no se admite en el ani­
mal una fu erza vital dotada de finalidad interna, es decir que A. Naturaleza de las inclinaciones.
organiza al animal desde adentro y le provee de todos los
instintos necesarios para su vida, su subsistencia y su propa­ Vamos a estudiar aquí las inclinaciones humanas, en si
gación. Esta fuerza vital aparece como inteligente y ciega a mismas y en sus relaciones con los instintos.
la vez: la inteligencia que manifiesta es una inteligencia ob­
jetiva, la misma que se mueve en toda la naturaleza y que 1. Instinto e inteligencia. — Es más bien cosa rara que los
supone un Organizador y un Legislador supremo. instintos se manifiesten en estado puro en la especie humana,
después de la primera infancia. De hecho, en e l adulto, no
2. Teorías inadecuadas. — Compréndese por lo dicho que significan apen as sino orientaciones gen erales o cuadros d e
es imposible admitir las diferentes teoría que pretenden, ya actividad: la experiencia, las costumbres, las obligaciones so­
identificar el instinto con la razón, ya reducirlo a un puro ciales. sobre todo la actividad de la in‘eligencia. no cesan de
mecanismo. - ejercer su acción para refrenar, derivar, canalizar o modifi­
a) T eoría d e los anim ales m áquinas. T a l es la teoría de car la actuación de los instintos. El hombre gana, por ahi,
Descartes. L os anim ales serian puros m ecanism os, y sus mo­ muchísimo en variedad y multiplicidad de inclinaciones, pero
vimientos serian provocados por La acción de los objetos exte­ pierde otro tanto en seguridad mecánica. N o obstante, la ven-
158 LA VIDA SENSIBLE EL DINAMISMO SENSIBLE 157

taja es cierta, ya que a /a habilid ad precisa y seyura, p ero La simpatia pasiva es la cap acid ad d e sentir con sus sem e­
estrictam ente limitada det instinto, la inteligencia humana jantes, de participar en sus sentimientos y emociones. En los
sustituye una habilidad universal. animales, manifiéstase por una especie de contagio emocional
(por ejemplo, cuando el pánico invade a un rebaño). En el
2 . Instinto y v o lu n tad . — E l hom bre tiene el poder de su s- hombre, la simpatia pasiva juega un papel Importante, bajo
pen d er el ele cto del impulso instintivo por un a c to inhibidor la forma espontánea (la vísta de las lágrimas basta a veces
de su voluntad re fle ja . E l a c to instintivo. som etido a un juicio para hacer llorar), y a la vez bajo su forma deliberada, cuan­
d e valor, n o tiene, norm alm ente, el carácter explosivo que do es un producto de la actividad moral por la que queremos
caracteriza e l ejercicio d el instinto d eja d o a su ordinario m odo participar en las alegrías y en las penas de los demás.
d e ser. D e ahí que, en el hom bre, la tend encia se separe en La simpatia activa designa un conjunto d e actitudes d e
cierto modo del acto . A l revés de lo que su ced e en el anim al, benevolencia, p ara proteger, ayudar, socorrer y consolar a l
esa tendencia puede se r poten cial o virtual. prójim o. Es, pues, análoga a la amistad. Sus causas inmedia­
tas pueden residir ya en la simpatia pasiva, ya en motivos
B. Las te n d e n cia s e sp e cífica m e n te h u m an as. racionales (caridad, filantropía, solidaridad, etc.).
b) L a imitación. La imitación es algo propiam ente hu­
122 E l hom bre posee inclinaciones esp ecificas, unidas a su n a- mano. Los animales son incapaces de ella: los caballos, ate­
turaleza intelectual y m oral. D efín eselas com únm ente como rrados al oir el relincho angustiado de otro caballo, no imitan
am or d e la verdad, d e l bien y d e lo bello. a éste, sino que sufren el contagio del miedo. La imitación es
una copia y no una reacción autom ática. M as no parece que
] . E l a m o r d e l a v erd ad , d el b ie n y d e lo b e llo . — E s im­ se la pueda considerar como un verdadero instinto, sino más
posible enum erar tod as las com p lejas in clinacion es que d eri­ bien como una inclinación muy compleja, cuyas manifesta­
van de las tend encias instintivas del hom bre a descu brir la ciones se reducen ante todo al instinto social (simpatía, admi­
verdad, a realizar el bien por su vida m oral y la belleza por las ración, sumisión ante el prestigio, etc.).
ob ras de a rte . E stas inclinaciones tienen su raíz común en la c) E l ju ego. Defíneselo como una actividad sin fin, es de­
tazón, de la que son diversos aspectos, in n ato s y universales cir una actividad qu e no busca produ cir una obra, sino ejer­
com o la misma razón. citar la actividad. Juégase por jugar: el juego encuentra su
fin en si mismo. ¿Podremos reducirlo a un instinto propia­
- 2 . ¿E x iste u n instinto relig io so ? — L a universalidad del mente dicho? Parece que no. El juego parece ser más bien
hecho religioso en el tiempo y en el espacio no es argum ento una actividad que preforma o suple a las tendencias instin­
p ara consid erarlo com o un prod ucto de un in stinto especial. tivas: la niña juega a las muñecas: el niño a los soldados. De
La "religión natural" resulta d et ejercicio d e todas nuestras hecho, la actividad del juego sigue exactamente la evolución
inclinaciones o n ecesidades racionales: inclin ación a la verdad, de los instintos y parece una inclinación que derivarla del
que mueve a bu scar la explicación de tod as las cosas en un conjunto de los instintos, en sus manifestaciones y en su des­
D io s cread or. P a d re y P rovid encia de la hum anidad, inclina­ envolvimiento al mismo tiempo.
ción a l bien y a la belleza, que nos lleva a d escu brir en D io s
la fuente prim era y ejem p lar p erfecto de la B on d ad y de la C. La reducción de las inclinaciones.
B elleza, el principio de toda ju sticia, e l ju ez de las conciencias 123 ¿Es posible reducir a la unidad los instintos y las inclina­
y la cosa más deseable. ciones del hombre? Muchos filósofos, especialmente La R o-
chefoucauld. Hobbes y Freud. han creído que si.
3. L a s in clin a cio n e s so c ia le s . — E lla s son, en el hom bre,
la form a del instinto greg ario y pueden red u cirse a tres fu n ­ 1. Reducción al egoísmo.
dam entales: la sim patía, la im itación y el ju eg o. a) E xposición. Según La Rochefoucauld, "las virtudes van
a ) L a simpatía. H ay una sim patia pasiva y otra activa. n perderse en el interés, como los ríos en la mar". T od o p ro-
is a LA VIDA SENSIBLE EL DINAMISMO SENSIBLE 159

ce d e en n osotros d e l am or prop io. es decir del amor de sí mis­ pueden redu cirse a la sexu alidad, ya que el instinto del ali­
mo y de todas las cosas por sí. Hobbes expone el mismo pun­ mento y el instinto gregario parecen específicamente distin­
to do vista. Para él, la sociedad nació de un contrato, desti­ tos de ella.
nado a poner fin al estado de guerra primitivo, en que el hom­
bre era “para el hombre un lobo". La so c ied a d no seria p o r 3. Conclusión. — Debemos, pues, concluir que es im posi­
tanto sino una intención disim ulada d el egoísm o. Si poco a ble reducir a una misma cosa los instintos y las inclinaciones.
poco las prácticas del altruismo han ido adquiriendo un valor En efecto, los instintos derivan de las necesidades y éstas son
autónomo, no por eso es menos cierto que todo deriva d el múltiples e irreductibles. Su unidad no puede ser sino fun ­
egoísm o. q u e es. en e l fon d o, el único instinto d el hom bre. cional, en cuanto que son hechos para el viviente y deben
b) D iscusión. Toda esta tesis se basa en un con cepto equ í­ armonizarse entre si para asegurar el bien individual y espe­
v oco d e l interés. En cierto sentido es verdad que todas nues­ cifico del viviente. En el hombre, la reducción a la unidad
tras inclinaciones son expresiones de nuestro interés: el bien todavía tendría menos sentido, en razón de la dualidad sensi­
es, en efecto, el único fin posible de nuestra actividad: nada ble e intelectual de la naturaleza humana. E sta du alidad
podemos amar, desear o buscar sino bajo el aspecto de bien. implica la realid ad d e instintos y d e inclinaciones esencial­
Desde es‘e punto de vista, todo es "interesado": no sólo nues­ m ente d iferen tes.
tras tendencias sensibles, sino el mismo desinterés, y el sa­
crificio de sí. Pero este "interés" evidentemente que es del
todo diferente del interés egoísta, pues él nos impone, cuando A rt . I V . P L A C E R Y D O L O R
el deber lo exige, sacrificar nuestros gustos. nuestros bienes y
nuestra propia vida. 1. N aturaleza
2. Reducción a la sexualidad. 1. Causas del placer y del dolor.
a ) E xposición. Freud piensa que todos los instintos del a ) E s im posible defin ir e l p la cer y e l d olor en si mismos.
hombre derivan de un instinto fundamental, que no puede ser Ambos son, en efecto, estados simples y primitivos, que por
otro que el instinto sexual, como lo detnues'ra la inmensa tanto no es posible explicar por otros más simples. M as aquí
fuerza y la influencia que lo caracterizan. En el hombre, dice no importa mucho dar una definición, porque no hay quien
Freud, todo proviene de la libido (sexualidad), ya directa, ya no sepa por experiencia qué son el placer y el dolor.
indirectamente, en cuanto los impulsos sexuales, que ya per­ b) P od em os n o obstan te caracterizarlos p o r sus causas.
dieron del todo o en parte su uso propio, se aplican a otros Desde este punto de vista, el placer aparece como un estad o
fines, median'e el proceso de sublim ación, es decir por el he­ afectiv o ag rad able, que resulta d el buen ejercicio d e una acti­
cho de que la fuerza no empicada y reprimida del instinto vidad o d e una tendencia satisfech a; mientras que el dolor es
sexual es utilizada para fines sin relación directa con este un estad o afectiv o desag rad ab le, qu e resulta d el descom ed id o
instinto. B ajo este aspecto, el heroísmo, el genio y la santidad ejercicio d e una actividad o d e una inclinación contrariada.
resultarían impulsiones reprimidas de la sexualidad. Estas definiciones se aplican a la actividad sensible, lo mismo
b) Discusión, ha tesis de Freud se basa en una filosofía de que a la intelectual.
las más discu'ibles. en cuanto que, sin prueba alguna, pone c) H ay q u e recurrir a la vez a la actividad y a la tenden­
como postulado que todas las manifestaciones de la actividad cia. La explicación causal del placer y del dolor que acaba­
humana no pueden derivar sino de la actividad sensible, y mos de dar junta en uno la teoría aristotélica o teoría de la
por tanto que lo único natural en el hombre es lo que tiene actividad, y la teoría biológica y finalista. Los dos puntos de
de común con los demás animales. F reu d niega pura y sim- vista, el de la actividad y el de la tendencia, deben, en efecto,
plem ente la realidad d e las inclinaciones específicam en te hu­ intervenir aquí; porque por un lado la actividad que se ejerce
manas. Mas aunque se redujeran las inclinaciones del hom­ según las ley es que regulan su buen funcionam iento engendra
bre a los instintos del animal, aun seria cierto que éstos n o norm alm ente p la c er (pasearse, en las condiciones de salud
160 LA VIDA SENSIBLE EL DINAMISMO SENSIBLE 16!

necesarias, es un placer: sobrepasar, en duración, lo que el


estado fisico tolera, produce dolor); y por otro lado, ta raíz 2. P a p e i . d e l p l a c e r y d e l d o lo r
m ás profu nda d e estos hechos y estad o s afectivos se encuentra 1. Papel biológico. — El placer y el dolor son útiles en las
en el ju eg o d e tos instintos y d e tas tendencias, ya que el fun­ diversas funciones vitales.
cionamiento y tos limites de la actividad están regulados por a ) Sirven d e guias d e la actividad vital, ya que, según he­
las necesidades natas de las tendencias y de los instintos. mos visto, traducen respectivamente el ejercicio de una acti­
d) L as teorías intelectualistas son insuficientes. Se han de vidad conforme o contraria a las tendencias. Estos gulas no
desechar por tanto las teorías llamadas intelectualistas (es­ deben sin embargo ser obedecidos ciegamente. Su papel c?
toicos, Descartes, H erbart), que reducen el placer y el dolor a solamente avisarnos de lo que es bueno o malo, pero nunca
juicios o ideas más o menos confusas. Seguirfase de esas teo­ de lo que está m oralm ente bien o mal: lo agradable a la sen­
rías que seríam os dueños d e l p lacer y d el d olor en ta misma sibilidad no es siempre e l bien, ni lo desagradable es siem­
m edida en q u e lo fuéram os d e nuestras ideas y juicios: sufrir pre e l mal.
de dolor de muelas seria esencialmente pensar en ese dolor; b) S on auxiliares. El placer tiende a aumentar la actividad
y bastarla dejar de pensar en él para quedar libres de sus que lo produce; el dolor tiene el efecto contrario. E l placer
molestias. Si estas doctrinas pueden tener cierto valor en dilata, el dolor contrae.
algunos casos de dolor moral, que la atención aumenta y
reaviva, son falsas ciertamente al referirse a los dolores físi­ 2. Papel moral. — ¿Es e l p lacer p o r si mismo la recom ­
cos, que en modo alguno se reducen a simples representa­ pen sa d e l mérito? ¿Es el dolor señal de demérito? Nadie po­
ciones. dría afirmar tal cosa sin ir contra la experiencia y el sentido
moral de la humanidad, sobre todo cuando el placer y el
2. Condición del placer y del dolor. — No hay placer ni dolor son de orden corporal, en el que el hombre no puede en­
contrar su fin. E l d olor p u ed e ser a m enudo señ al d e grandeza
dolor sin conciencia, porque estos estados son esencialmente
y fu en te d e mérito, cuando se lo acepta en vista del bien
subjetivos: y si no los sentimos es como si no existieran, o,
moral, superior a los bienes sensibles.
mejor aún, no existen. Asi. un anestésico (opio, morfina,
No obstante, parece cosa cierta que placer y dolor debie­
éter) suprime el dolor, por el hecho mismo que suprime la ran representar sanciones del mérito y del demérito: y que,
conciencia del dolor, o, mejor, la percepción del estado fisico en no pocos casos, pueden serlo realmente. Que no lo sean
del que nace la impresión doiorosa. siempre, es señal de un d esord en en nuestra naturaleza. Esto
es todo lo que la filosofía puede decir al respecto. La fe cris­
3. ¿Existen estados neutros? — Entre el placer y el dolor, tiana da luz en este negocio, dándonos a conocer la causa
que son estados contrarios, ¿no habrá una zona neutra o un y naturaleza de este desorden.
punto de indiferencia total, de cero afectivo? Parece que no.
Un estad o d e indiferencia absolu ta p arece irrealizable: toda A r t . V . E M O C IO N E S Y S E N T IM IE N T O S
actividad, por débil que sea, lleva siquiera cierto matiz afec­ 1. La e m o c ió n
tivo. Si a veces ciertos estados toman una especie de carácter
neutro, esto proviene generalmente de un afecto de contraste 1. Noción.
con relación a otros estados afectivos más intensos que les
a) D efinición. La emoción se toma en un sentido muy
precedieron. Hay que notar Igualmente que hay estados fí­
general, para significar cualquier especie de estado afectivo
sicos (por ejemplo, el estado de buena salud) que no parecen
de cierta intensidad. Aquí la entenderemos de manera más
neutros sino porque su tonalidad afectiva, muy real, perma­ estricta, como designando un fen óm en o a fectiv o com plejo,
nece subconsciente, y continuamente disimulada en cierto p rov o cad o por un ch oqu e brusco y d an d o lugar a una p ro­
modo por otros hechos afectivos más Intensos. fu n da conmoción de fn conciencia. (M ientras escribo, suena
162 LA VIDA SENSIBLE EL DINAMISMO SENSIBLE 163

un tico detrás de mí que me produce gran sobresalto, del que sido aplicada sobre todo a la emoción-choque. Sostiene que ¡a
tardo en reponerme. Leyendo el diario, me entero de la em oción no es otra cosa q u e la conciencia d e trastornos fisio­
muerte accidental de un amigo muy querido; al leer esta noti- lóg icos e invoca en su favor los hechos de las fobias (terrores
cia “recibo un gran golpe" que me pone muy triste.) sin causa externa), los numerosos casos en que se adopta la
b ) ¿Existen d o s clases d e em ociones? Suélese distinguir la actitud exterior de la emoción para hacerla así nacer (caso
em oción -ch oqu e (coarsc emotion), categoría en la que entran de los comediantes —silbar para tener valor— . Napoleón
los ejemplos que preceden, y la em oción fina, o estad o em o­ rompe un vaso de porcelana para montar en cólera, etc.),
tivo ap a cib le y du radero. rico en elementos representativos. los casos igualmente frecuentes en que se suprime una emo­
D e hecho, la emoción fina parece difícil de ser distinguida ción impidiendo los fenómenos fisiológicos que van unidos
de los sentimientos, y mejor es reservar el.nombre de emo­ con ella (el rechazar las lágrimas rebaja la emoción). Segui-
ción al fenómeno afectivo descrito con el nombre de emoción- riase de ahí que el mecanismo de la emoción seria el que sigue:
choque. una representación —reacciones periféricas— conciencia de
esas reacciones-emoción. D e ahí el nombre de “teoría perifé­
2. Análisis. — Pucdense descubrir en la emoción dos cla­ rica dada a esta explicación del fenómeno emotivo.
ses de elementos; c) A preciación d e la teoría periférica. La teoría periférica
a) E lem entos psíquicos. En cuanto se produce el choque, encuentra no pocas dificultades. En primer lugar, con difi­
surgen multitud de representacion es m ás o m enos unidas. que cultad se aplicaría a las emociones suaves. Además, aun limi­
vienen bruscamente a inhibir y reemplazar el curso de las tada a las emociones-choques, los hechos que invoca tienen
representaciones normales. En el mismo momento es pro­ muchos hechos contrarios (el actor que representa sin emo­
vocado un fen óm en o afectiv o d e gran intensidad, agradable ción; los lloros que calman la emoción: dicese que “llorar
o desagradable y generalmente penoso y difícil de soportar, hace bien”, etc.).
a causa de su violencia y de su brusca aparición. Pasado el No obstante, esta teoría encierra un im portante elem ento
primer choque, poco a poco sigue la adaptación, más o menos d e verdad. Opónese con mucho tino a la teoría psicológica,
laboriosa, que tiende ya a prolongar en forma de estad o du ra­ que comete la torpeza de considerar los hechos fisiológicos
d ero (sentimiento) la em oción primitiva, ya a eliminar el como accidentales en la emoción. En realidad, también estos
recuerdo de la emoción, cuando ésta es el resultado de un hechos son esenciales, de la misma manera que el cuerpo es
hecho sin consecuencias. parte de la esencia de la naturaleza humana. L a em oción
b ) E lem en tos fisiológicos. Son de sobra conocidos los fe­ es a la vez un fen óm en o psíquico y un fen óm en o orgánico:
nómenos que en el cuerpo produce la emoción: aceleración según su intensidad, ya predomina el fenómeno psicológico,
del ritmo del corazón y del ritmo respiratorio; sensación de o ya el fisiológico. M as am bos concurren juntos a producir
garganta apretada y de boca seca; perturbaciones intestina­ la em oción.
les, palidez, reflejos incoherentes de adaptación o de protec­
ción, etc. 2. Los SENTIMIENTOS

127 1- N oción . — L os sentim ien tos son estad os afectiv os dura­


3. Naturaleza de la emoción. bles d e orden m oral. E n eso se distinguen a la vez de los
a) ¿Cuál es la naturaleza d e la emoción? ¿Es psíquica o estad os afectiv o s de ord en físico (p la ce r y dolor co rp o ra l),
fisiológica? En el primer caso, los elementos fisiológicos no m ientras que los sentim ien to s nacen de una rep resen tación
son sino efectos del estado mental: lloro porque estoy triste. de la s em ociones, que son bruscas y p a sa je ra s, y en fin de
En el segundo, al contrario, el estado mental es simple con­ la s sensacion es, que son producidas por un ex cita n te físico,
secuencia de los fenómenos fisiológicos: estoy triste porque (im ag en o id ea ) o m ás o m enos clara.
lloro.
b) L a teoría periférica. La segunda hipótesis o teoría peri­ 2 . N a tu ra lez a . — S e equ ivocaría quien p en sase que los sen­
férica. sostenida por Descartes, Lange y Williams James, ha tim ientos p ertenecen a i alm a so la y n ad a tienen que ver con
164 LA VIDA SENSIBLE
RL DINAMISMO SENSIBLE 169
el cuerpo. Todos los estados afectivos pertenecen a la vez
al cuerpo y al alma. Sólo que en tos sentim ientos (senti- bran entre si. mientras que la pasión es exclusiva y rompe el
mientos de veneración, de tristeza, de odio, de simpatía, de equilibrio en favor propio.
goce estético, etc.), tas representaciones desem peñan un p ap el
prepon deran te mientras qu e e l reflejo orgán ico es débil, si 2. Causas de las pasiones. — Las causas de las pasiones
bien posee ordinariamente una tonalidad agradable o des­ pueden ser fisiológicas o psicológicas.
agradable que le asemeja a la sensación. a) C au sas fisiológicas. La pasión es. según queda dicho,
una inclinación llevada a un elevado grado de intensidad.
3. Función. — La actividad humana es extremadamente M as las inclinaciones están inmediatamente fundadas en la
compleja. Toda una trama de acciones y de reacciones se naturaleza. De ahí que las pasion es provengan p o r una p arte
produce por la acción de múltiples y diversos elementos que ( d el mismo tem peram ento. Las inclinaciones. Indudablemente,
constantemente vienen a integrarse a la vida psíquica: per­ se equilibran mutuamente, aunque no de una manera perfec­
cepciones, imágenes, ideas, recuerdos, creencias, sentimien­ ta: en realidad se hallan desigualmente desarrolladas, según
tos, inclinaciones, placeres y penas, etc. En este conjunto, el la herencia y el tem peram ento físico. Cuando cedemos ante
principal papel lo desempeñan los estados afectivos. Una si­ las inclinaciones predominantes, hallámonos camino de las
tuación determinada no es jamás para nosotros una repre­ pasiones, y puédese decir que éstas existen en germen en
sentación, sino una cosa unida a nuestras tendencias e incli­ nuestras inclinaciones, es decir, en nuestro temperamento físi­
naciones. De ahí vienen las diversas reacciones con que la co y moral.
consideramos. Si un acto nos parece fácil y agradable, lo Este germen puede ir en aumento por Influencia de las
ejecutamos con gozo y entusiasmo: si se nos presenta como circunstancias externas, tales como la educación, los ejem­
desagradable, sobre nuestras fuerzas o contrario a nuestros plos y las costumbres. En general, la pasión nace poco a
gustos, al momento nace en nosotros una influencia inhibi­ poco y las causas psicológicas Intervienen en todo su des­
toria que paraliza nuestros movimientos. E s el sentimiento arrollo.
que, ya fav orece o ya refren a y paraliza la acción. E l sen­ b ) C au sas psicológicas. Estas son las más impprtantes,
timiento aparece asi como el regulador d e la actividad. porque la pasión no puede extenderse y fortificarse sino mer­
ced a la complicidad al menos tácita de nuestra voluntad, que
es de esa manera la principal causa de la pasión.
A rt . V I. LA S P A S IO N E S

128 1 Naturaleza de la pasión. — La pasión podemos definir­ 129 3. Efectos de las pasiones. — Estos efectos interesan a la
inteligencia y a la voluntad.
la por comparación con la inclinación.
a) D efinición. Podemos definir la pasión como un movi­ a ) E fecto s sobre la inteligencia. La pasión tiene un doble
miento im petuoso d el alm a que nos arrastra hacia un o b ­ efecto: debilita y sobreexcita la inteligencia. En efecto, la
jeto o nos aleja d e él. según veamos en él un principio de pla­ pasión centra las actividades del alma sobre el objeto de esa
cer o de dolor. De modo que las pasiones no son otra cosa pasión al mismo tiempo que suspende toda forma de activi­
que las inclinaciones llevadas a un alto grado de intensidad. dad que no sea para los fines pasionales. Prodúcese así una
b) Inclinación y pasión. No hay que reducir, sin embargo, especie de unificación d el alm a p o r em pobrecim iento.
la pasión a la inclinación. Esta resulta inmediatamente de En cambio, la inteligencia se halla ex altad a y sobreexcitada
la naturaleza y es innata como el instinto que manifiesta; al servicio d e tos fines d e la pasión. El apasionado (H arpa-
gón, Grandet) ejecuta a menudo prodigios de ingeniosidad:
mientras que la pasión es adquirida, en cuanto que añade a
la Inclinación de la que procede una intensidad y vehemen­ el m onoidetsm o. que es el constitutivo de la pasión, permítele
cia que son cosa nuestra. Además, la inclinación es perma­ centrar su atención sobre el mismo punto, con una perseve­
nente como la misma naturaleza, mientras que la pasión tiene rancia que no retroceda ante ningún obstáculo, ni conoce
otro Interés que el de la pasión.
e l carácter d e una crisis. En fin, las inclinaciones se equill-
b) E fecto s sob re la voluntad. Lo que sucede con la Intel!-
EL DINAMISMO SENSIBLE 167
166 LA VIDA SENSIBLE

gencia, sucede también con la voluntad. L a pasión pu ed e ex al­ métodos, intelectuales y morales, que dirigen la formación del
tar la energía d el alm a: es el caso de las pasiones nobles. espíritu y del corazón, de la voluntad y del carácter.
P u ed e asim ism o roba r a la voluntad toda esp ecie d e au tono­ E s posible, no obstante, en este terreno, orientar mal la for­
mía y hacer de ella una verdadera esclava, dispuesta a todas mación personal de las inclinaciones o la cultura de la perso­
las cobardías y aun al crimen. nalidad moral y hacer uso indebido de ese poderoso instru­
mento de progreso que se llama la emulación. Hagamos al­
4. l a pasión desde el punto de vista moral. — La pala­ gunas observaciones sobre estos dos puntos.
bra pasión empléase generalmente en un sentido peyorativo, a ) E l am or propio. La palabra amor propio se puede to­
y designa, en el lenguaje corriente, un apetito desorden ado. mar en dos sentidos contrarios. Defínesele a menudo por el
En realidad, la pasión no es m ala en si m isma. Sólo se hace
egoísm o. En tal sentido, es claro que debe ser combatido. Un
mala en razón de su objeto. Existen pasiones nobles: tal la
método de formación que tuviera por resultado, buscado o
pasión de la verdad, la pasión de la caridad, la pasión del
no, acostumbrarnos, 'bajo capa del amor a si mismo, a to­
amor de Dios que hace a los santos. Estos, en cierto sentido,
son todos apasionados. La pasión sólo llega a ser culpable, marnos como fin en todas las cosas y a considerarnos como
cuando tiende hacia un objeto moralmente malo. Podemos el centro del mundo, seria algo radicalmente malo. M as el
dividir las pasiones por si mismas, independientemente del amor propio se puede también definir: cu idado d e la dignidad
valor moral de su objeto. person al, que es justamente lo opuesto al egoísmo, pues nos
inclina, según lo hemos visto más arriba (123), a poner la
5. Claaiiicadón de las pasiones. — Las pasiones pueden virtud, la justicia y la caridad por sobre todos nuestros intere­
d'v dírse como las inclinaciones, de modo que a cada incli­ ses materiales y sensibles. Asi entendido, el amor propio es
nación corresponde una pasión (122). Sin embargo, todas la más fundamental de todas nuestras inclinaciones morales
las pasion es p u eden reducirse a l am or y a l od io, y el mismo y el motor más poderoso de nuestra formación personal.
odio puede reducirse al amor, porque el odio a un objeto no Sin duda que es difícil saber apreciar si ciertas formas del
proviene sino del amor que se tiene a otro, que es su contrario. amor propio no nos llevan más a p arecer que a ser. o en todo
caso a poner el ser al servicio del parecer. M as esta desvia­
A rt . V IL P E D A G O G ÍA D E LA S IN C L IN A C IO N E S Y ción no debe conducirnos a ignorar lo que haya de bueno y
D E LA S P A S IO N E S de excelente en el sentim iento d el h on or y en el cu idado d e
la dignidad person al. Ambos son dos preciosos auxiliares de
130 T o d a form ación m oral debe tener por o b je to d esarrollar las la formación moral, a condición de saber hacer consistir el
inclinaciones m ás nobles, in sp irar pasiones gen ero sas y ayu ­ honor y la dignidad personal en lo que deben ser: es decir,
d ar o dom ar la s inclinaciones desord enad as y ah o g a r en g er­ mucho menos en reclamar y exigir obstinadamente lo que
m en las m alas pasiones. otros nos deben en respeto y consideración, que en la pro­
funda necesidad de no hacer cosa alguna que nos haga aver­
1. E l a r t e de gobern ar l a s in c l in a c io n e s
gonzarnos de nuestra conducta en lo más secreto de nuestra
conciencia.
Hemos dividido las inclinaciones en inclinaciones superiores b) L a em ulación. Por ahí se echa de ver qué es lo que hay
e inclinaciones sociales. Es*as dos categorías de inclinaciones que pensar de la emulación. Puede tener su utilidad. Pero
han de ser desarrolladas y dirigidas con gran diligencia. hemos de guardarnos de ciertos excesos demasiado frecuen­
tes. Hemos de impedir que la emulación se transforme en
1. Inclinaciones superiores. — Amor de la verdad, del bien
y de lo bello, amor de Dios, principio y ejemplar de toda celosa rivalidad, en orgullo y en ansias de dominar. La me­
verdad, bondad y hermosura: he ahí el más excelso fin de jor emulación no consiste tanto en compararse con los demás,
la formación personal: lo demás no es sino un medio para sino en compararse consigo mismo: conviene ante tod o com ­
este fin. Aquí deben intervenir, pues, todo el conjunto de parar lo qu e éram os ay er con lo qu e som os hoy, a fin de com-
168 LA VIDA SENSIBLE EL DINAMISMO SENSIBLE 169

prender que no se trata tanto de aventajar a los otros como hacer por no crearnos voluntaria o imprudentemente situa­
de sobrepasarse a si mismo. ciones peligrosas: las lecturas y los espectácu los son cosas
sobre las que hemos de vigilar con gran cuidado. "Quien ama
2. Inclinaciones sociales. — Estas inclinaciones se mani­ el peligro, perecerá en él."
fiestan sobre todo por la imitación y por las afeccion es sim ­ Lo que importa más en este asunto es adquirir una fuerte
páticas. voluntad, como lo hemos de ver más adelante.
a ) L a imitación. El hombre es naturalmente imitador y
se comprende fácilmente cuánto puede en nosotros la fuerza
2. Remedios curativos. — Cuando aparece una mala pa­
d e l ejem plo, sobre todo en la juventud, cuando todavia no se
sión, ¿cómo haremos para combatirla?
ha formado uno un juicio personal sobre las cosas de la vida.
a) L a lucha directa no os siem pre la m ás indicada, y aun
Por eso importa mucho saber elegir las amistades y evitar
es bastante raro que dé buenos resultados. Por regla general,
cualquier compañía con quien se corre el peligro del mal
una pasión no se la combate bien sino por una pasión con­
ejemplo. Todos conocen el proverbio: "Dime con quién an­
traria.
das y te diré quién eres."
b ) N o obstante, en ciertos casos, la lucha d irecta pu ed e re­
b ) L as afeccion es simpáticas. En cuanto a las afecciones
sultar eficaz. El procedimiento consiste en asociar a las p a­
simpáticas, no son en sí malas, ni mucho menos; pero hay
sion es alguna em oción d esag rad able. Asi, en la lucha contra
una ayuda y un consuelo. M as acontece también a menudo
la cobardía o contra la sensualidad, etc., es bueno represen­
que da uno su amistad sin reflexión y con increíble ligereza.
tarse las tristes consecuencias de estas pasiones: vergüenza,
Hay que sa b e r gobern ar los sentim ientos d e l corazón. Acon­
menosprecio, enfermedad física. Y principalmente, la idea de
tece, en fin, a veces, que ciertas precoces amistades tienen
pecado y de la ofensa hecha a Dios es eficaz para las almas
algo de inquietas y de apasionadas, y fácilmente se hacen
cristianas.
absorbentes. Es eso señal de una sensibilidad desordenada,
que hay que dominar y moderar.

2. R e m e d io s c o n t r a l a s m a l a s p a s io n e s

131 No basta trabajar para desarrollar en si las buenas incli­


naciones; hay que esforzarse por vencer las malas y preve­
nir y hacerse dueños de las pasiones malsanas. Es decir, que
hay remedios preventivos y remedios curativos.
1. Remedios preventivos. — La pasión puede nacer, como
lo sabemos ya, sea de las disposiciones fisiológicas o morales,
sea de las circunstancias exteriores. Vamos a detenernos,
pues, en estos dos puntos:
a) L a im aginación es la gran fuente de las pasiones. De
modo que, en este terreno, todo se reduce a aplicar las reglas
que hemos dado ya acerca de la imaginación. E n cuanto al
tem peram ento físico, conviene investigar si está, o no, per­
fectamente sano; y si no lo está, hacer intervenir los remedios
físicos convenientes.
b ) L as circunstancias exteriores ejercen gran influencia en
la génesis de las pasiones. E stas circunstancias, la mayor
parte de las veces no dependen de nosotros. Pero hemos de
SEG U N D A PA RTE

LA V I D A I N T E L E C T U A L

132 De la vida sensible a la vida intelectual no es tan simple


el paso. La actividad sensible, en efecio, se refiere al presente
sensible inmediato y carece de esa universalidad que define
a la inteligencia racional del hombre y hace que las activi­
dades sensibles se realicen en un clima racional que las mo­
difica profundamente. Esta actividad racional es lo que va­
mos a estudiar ahora, tanto en sus operaciones cognitivas,
como en los movimientos que inspira y gobierna.

I
!
CAPITULO I

EL CONOCIMIENTO INTELECTUAL

El pensamiento es más general que el conocimiento Inte­


lectual, pero por donde mejor se caracteriza la actividad cog­
noscitiva del espíritu es por las operaciones del pensamiento:
concepto, juicio y raciocinio. Alrededor, pues, de estas nocio­
nes vamos a ordenar nuestro estudio del conocimiento inte­
lectual y de su función más general que es la atención.

A r t . I. LA A T E N C IÓ N

1. N a t u r a l e z a d e l a a t e n c ió n

133 1. Definición. — Las diversas manifestaciones de nuestra


vida psicológica pueden revestir dos formas diferentes: la
form a distraída y la form a atenta. En la primera, nuestros
estados interiores y los acontecimientos externos se suceden
sin que nuestro espíritu intervenga en ellos activamente. En
I la segunda, concentramos en ellos nuestras facultades de co­
nocimiento. Podemos, pues, definir la atención como la con ­
centración d e la conciencia sobre su ob jeto.

2. Atención y reflexión. — La atención puede aplicarse ya


a nuestra vida psicológica, ya a los objetos exteriores. A la
observación activa de los objetos exteriores se reserva gene­
ralmente el nombre de atención, mientras que la observación
activa de los estados interiores más bien se llama reflexión.
I Todo lo que va a seguir se aplica a la vez a la observación
subjetiva y a la observación objetiva.

2. F o r m a s d e a t e n c ió n

134 La atención puede ndoptar formas muy diversas, según se


la considere desde el punto de vista de su mecanismo: aten-
174 LA VIDA INTELECTUAL EL CONOCIMIENTO INTELECTUAL 179

ción espontánea y atención voluntaria, o desd e el punto de 2. Efectos psicológicos.


v ista de las funciones psicoló gicas en que se en cu en tra : aten­
a) E strecham ien to d el campo d e la conciencia. En la aten-
ción intelectual, atención afectiva, etc.
ción lo único que interesa es el objeto considerado; cuando la
atención es muy grande, él solo absorbe toda la conciencia,
1. Atención espontánea y atención voluntaria. que se vacia momentáneamente de cualquier otro contenido.
a ) L a atención espon tán ea es aq uella que se impone por
b) M ultiplicación d e los actos perceptivos. La atención
si misma al su jeto . N o es fruto de ningún a cto de voluntad,
normal no es un acto absolutamente continuo. Por el contra­
sino que por el co n trario resulta pasivam ente de las preocu- rio, se compone de una serie d e observacion es activas y d e
paciones dom inantes del m omento. T a l la aten ció n del pintor reflexion es concom itantes. De hecho, renuévase continua­
a las lineas y a io s colores. mente y se desarrolla según un ritmo de tensión y de relaja­
b ) L a atención voluntaria es la que resu lta de una con~ miento sucesivos.
cen tración activ a y d eliberada de las facu ltad es cogn oscitivas
so bre un o b je to , in terior o exterior. 4. P ed a g o g ía d e l a a t e n c ió n

De este estudio de la atención se deducen dos importantes


2. Atención afectiva y atención intelectual. consecuencias desde el punto de vista práctico.
a ) L a atención afectiv a desem peña un papel considerable
1. Desarrollar la atención voluntaria. — Esta es en efec­
en lo s em otivos, los apasionad os y los nerviosos. A p licase a
los sentim ientos y a las em ociones de una m anera a veces
to la verdadera atención humana, si es verdad que la atención
ob sesionante.
espontánea nos es común con los animales. Y desarrollar
E n su form a volu ntaria, consiste en un v igoroso esfuerzo
nuestra capacidad de atención voluntaria es también, como lo
p ara disciplinar la sensibilidad.
notábamos antes a propósito del " y o ' (97), hacerse uno cada
vez más dueño de si mismo, sustituyendo las diversas atrac­
b ) L a atención intelectual es, en su form a espon tán ea, la
ciones que. si nos dejamos estar, nos arrastran detrás de si,
curiosidad natu ral de los problem as in telectu ales; y en su
con la actividad reflexiva que nunca se deja distraer en su
form a voluntaria, lo que se llam a contem plación o fijación
papel y hace que nuestras facultades rindan el máximum de
del espiritu sobre un o b je to de pensam iento, con sostenido
su poder.
esfu erzo p ara elim inar las d istracciones y preocupaciones e x ­
tra ñ as a l o b jeto contem plado.
2. Dirigir la atención voluntaria. — Porque ser capaces de
atención no es lo único que importa; es preciso también ha­
cer buen uso de ella, dándole la educación conveniente.
3. E f e c t o s d e l a a t e n c ió n
a) En el estudio. Sabido es que se aprende con mucha ma­
135 L a aten ció n tiene efe cto s fisiológicos y e fecto s psicológicos. yor facilidad aquello a que nos “aplicamos'*, como se dice
vulgarmente, que lo que leemos distraídamente.
1. Efectos fisiológicos. b) En la vida m oral, por otra parte, uno de los más impor­
tantes preceptos es alejar la atención de las imágenes y sen­
a ) L a atención activa la circulación, principalm ente en los timientos que solicitan nuestras malas inclinaciones, y apli­
cen tro s cerebrales, y la retarda en la p eriferia. carlas con perseverancia a las ideas y tendencias elevadas y a
b ) R etarda el ritm o respiratorio. las sugestiones del deber. Las tentaciones no nos vencerían
c ) P rodu ce fen óm en os m otores: ad aptación de los órganos si no encontrasen en nosotros la complicidad de una malsana
de lo s sentidos, con vergen cia y acom odación de los o jo s, atención; y muy a menudo, “huir de la tentación" no es otra
co n tracció n de la fren te, etc., detención de lo s movim ientos cosa que negarle la atención.
corporales. c) R esp ecto d e la sensibilidad. En fin, por la atención vo-
176 LA VIDA INTELECTUAL EL CONOCIMIENTO INTELECTUAL 177

Juntaría, metódica y continua, prestada a los principios del una especie dada) es un acto de pensamiento. Lo mismo se
deber y a las altas ideas morales, es posible llegar a crear en ha de decir de! juicio que enuncia que la suma de los ángulos
si mismo una sensibilidad disciplinada y recta, de manera que de un triángulo es igual a dos rectos, igual que del razona­
la préctica del bien venga a ser fácil y agradable. miento por el que se establece esta aserción. Del mismo modo
también determinar la causa de un fenómeno, es formular
A rt . II. E L P E N S A M IE N T O EN G E N E R A L una relación que sólo es accesible a la inteligencia.
Podríase decir, de una manera más general, que pen sar es
1 . N ociones g e n er a les com prender, es decir comprender las cosas, ya en sí mismas,
137 1. Im agen e idea. — Cuando analizamos los conocimientos ya en sus razones de ser.
que hemos adquirido, no podemos menos de distinguir dos
categorías bien distintas. U nas se refieren a las realidades 2. Idea, juicio, raciocinio. — Por ahí se ve que el pensa­
concretas y singulares, que tienen una definida posición en miento comprende tres operaciones distintas:
el espacio y en el tiempo, por ejemplo esta mesa donde escribo, a) L a concepción d e las ideas, que consiste en captar lo
esta casa que habito, el sentimiento que experimento en este qu e es la cosa (el triángulo como figura que tiene tres lados).
instante. Las otras, en cambio, son gen erales y ap licables a S e la expresa en la idea o concepto, que expresa una esencia
un núm ero indefinido d e o b jeto s: una casa, una mesa, un (o el sustituto de una esencia).
triángulo, un sentimiento. Las primeras son im ágenes, y las b) E l juicio, que consiste en afirmar (o negar) una rela­
segundas, id eas o conceptos. ción d e conveniencia entre varias ideas (el círculo es redondo,
el tiempo es hermoso, el hombre es racional).
2. El conocimiento abstracto. — E l conocim iento intelec­ c) E l raciocinio, que consiste en establecer un n exo lógico
tual es el que p roced e por ideas gen erales y abstractas. Esto entre varios juicios.
no quiere decir que no tenga relación con el conocimiento Estas operaciones han sido ya estudiadas e.n la Lógica for­
sensible. Al contrario, apóyase siempre en él y de él extrae mal. Es importante, no obstante, notar que la Psicología las
sus materiales, mediante un procedimiento que llamamos contempla desde otro punto de vista que la Lógica. La Psico­
abstracción que estudiaremos más adelante. logía. en efecto, tiene por fin determinar, no, como la Lógica,
3. Los dos aspectos de la vida intelectual. — La inteligen­ las ley es ideales del pensamiento correcto (6 ) , sino la natu­
raleza d e l pensam iento, las condiciones d e h ech o y tas leyes
cia encierra una d ob le serie d e funciones. Unas (con cepción
experim entales de su ejercicio.
d e las ideas, d el juicio y d e l raciocinio) tienen por objeto la
elaboración de los materiales (o imágenes) que nos dan los
3. Naturaleza de la inteligencia. — El pensamiento difiere
sentidos externos o internos: estas fundones forman lo que
esencialmente del conocimiento sensible. Este se realiza por
llamamos e l pensam iento. Las otras tienen por objeto la con­
los órganos corporales, mientras que la inteligencia es una
servación de los materiales del conocimiento, imágenes e
facu ltad inorgánica por la que el alm a con oce las cosas d e
ideas, y la asociación espontánea y activa, de estos materiales:
una manera inmaterial.
estas funciones son la mem oria y la asociación d e ideas.
La inteligencia tiene, sin duda, condiciones orgánicas, que
son los nervios y el cerebro: pero condiciones no son causas.
2. El pen s a m ie n t o
(Para tocar el violin, el artista emplea el arco, pero el arco
A. Noción. no es causa de la melodia, sino condición.) Por eso se ha de
decir con Aristóteles que "pensamos sin órgano" (8 3 ).
138 1. ¿Qué c°*u 68 pwwort — Pensar, en general consiste en
con ocer qu é son tas cosas y qu é relacion es guardan en tre si.
4. Formas del pensamiento.
V er el triángulo inscrito en la pizarra es una percepción sen­
sible. Definir el triángulo por una noción aplicable a todos a) D iscurso e intuición. Hay que distinguir: el pensam ien­
los triángulos universalmente (o a todos los triángulos de to discursivo (o discurso), que consiste en operaciones múl-
178 LA VIDA INTELECTUAL EL CONOCIMIENTO INTELECTUAL 179

tiples y sucesivas. Su tipo es el raciocinio, que es necesario raleza racional) d e ex p resarse o d e afirm arse fren te a los d e ­
cuando no vemos Ja verdad de una vez; el pen sam ien to In­ m ás. d e expresar el sen tido que quiere d ar a l m undo, d e co­
tuitivo (o intuición), que es la vista inmediata y global de m unicarse con los d em ás p ara realizar sus p roy ectos y acabar,
un objeto o de una verdad. (También se toma la palabra p o r es e camino, su prop ia liberación y conquistar su autono­
intuición en el sentido de presentim iento, que es un sentido mía. En cuanto a saber cómo se ha actualizado esta triple
menos riguroso.) necesidad, puédese admitir que el gesto, la mímica, el grito
b ) Intuición y discurso están constantem ente aso ciad os en y la imitación de los ruidos naturáles (onomatopeya) fueron
el pensamiento. De hecho, todo trabajo del espíritu parte de lo primero de que el hombre echó mano.
una intuición para llegar a otra mediante el discurso. A l prin­
cipio de nuestro conocimiento, tenemos objetos (las cosas) y
nociones (noción de ser, de causa, etc., y primeros principios), A rt . III. LA ID E A
aprehendidos por una intuición espontánea, una sensible y
otra intelectual. A partir de estos objetos primitivos, comienza 141 I* h a abstracción. — La idea general se forma por una
un trabajo discursivo que tiene por objeto profundizar y pre­ operación que llamamos abstracción.
cisar el conocimiento de la realidad que está ante los sen­ a ) E n gen eral, a b stra er e s considerar ap arte, en un todo
tidos, y descubrir el orden de las cosas y sus razones de ser. complejo, los elem entos que lo componen. Esta operación es
Este trabajo tiende asimismo a terminarse en una nueva in­ la que en Metodologia hemos designado con el nombre de
tuición, procurando esta vez una vista más rica de la realidad. análisis (4 4 ).
En fin de cuentas, sab er es ver. b) E n cuanto operación qu e produ ce la id ea general, la
abstracción es el acto p o r q u e la inteligencia p ien sa un o b jeto
140 &. Instrumentos del pensamiento. — Nosotros somos seres d eja n d o d e lad o sus caracteres singulares. Asi resultan de
espirituales y corporales a la vez; de ahi que nuestro pensa­ una abstracción las ideas de virtud, de bien, de triángulo, de
miento deba ir encarnado en lo sensible. Eso tiene lugar por mesa, de hombre, etc., que excluyen la consideración de todos
medio del lenguaje y de la escritura. los caracteres por los que la virtud es tal virtud (humildad, ca­
a) N atu raleza d el lenguaje. E l lenguaje es un sistem a d e ridad), el bien tal bien (esta pera para quien tiene sed), el
signos, sonoros (la palabra) o visuales (el gesto y la escri­ triángulo tal triángulo (este triángulo isósceles trazado en la
tura), que tienen por fin la expresión de los hechos psicológi­ pizarra), etc.
cos y más en particular del pensamiento. c ) L a generalización. La idea abstracta puede ser inmedia­
b ) P en sam ien to y lenguaje. Inútil parece preguntarse, co­ tamente pensada como aplicable a todos los objetos de la
mo hace de Bonald, cuál es antes, el pensamiento o el lenguaje, misma especie. (L a idea de triángulo conviene a todos los
ya que el lenguaje refleja el pensamiento y prácticamente se triángulos, isósceles, escalenos, etc.; la idea de hombre a todos
confunde con él. No obstante, en el complejo pensamiento- los hombres, negros, blancos, Juan, Antonio, etc.) Es, pues,
lenguaje. es posible sin duda definir cuál es el aspecto o ele­ al mismo tiempo que abstracta y en cuanto abstracta, general.
mento que tiene la primacía formal, es decir definir un orden Dásele, a menudo, desde este punto de vista, el nombre de
lógico. Pues bien, desde este punto de vista, sin duda que el con cepto.
papel esencial hay que atribuirlo al pensamiento, puesto que E s evidente que la abstracción puede ser más o menos ge­
si e l pensam iento se actualiza en y p o r la p alabra, ésta n o h a c e neral. La idea de mesa redonda, por ejemplo, es menos gene­
otra cosa q u e expresar el pensam iento. Sin pensamiento no ral que la mesa; el concepto de soporte es más general que
habría lenguaje, sino solamente ciertas reacciones emocionales el de mesa; la idea de hombre es menos general que la de vi­
estrictamente expresivas del estado afectivo de un individuo viente. Asi puede uno elevarse poco a poco a una abstracción
incapaz de salir fuera de si. cada vez más completa, que nos conduzca a la idea más uni­
Por eso debemos decir que el lenguaje nació de una triple versal, que es la idea d e ser, o idea de lo que es o existe (de
n ecesid ad que siente el hombre (y que procede da su natu­ cualquier modo que sea).
1B0 LA VIDA INTELECTUAL EL CONOCIMIENTO INTELECTUAL 181

2. Abstracción total y abstracción formal. — Distínguese un cambio"; d e fin. o de "el para qué una cosa es hecha*'. Ló
la abstracción total (o exten siva), que consiste en considerar mismo que la idea de ser. estas nociones dan lugar a ciertos
el g én ero aparte d e la especie o la esp ecie ap arte d el individuo principios universales: principios d e cattsatidad, d e sustancia,
(por ejemplo, el animal aparte del hombre o de toda otra d e finalidad.
especie animal; al hombre aparte de Pedro, Juan, etc.); y la La cuestión del valor de estas nociones y principios la tra­
abstracción form al (o intensiva), que consiste en considerar la taremos en la Critica del conocimiento.
esencia (o la fo r m a ) aparte d e l su jeto en el qu e está realizada
(por ejemplo, la humanidad, la blancura, aparte de los sujetos 142 3- Problema de los universales. — Este problema, que es
en los que existe, o la justicia aparte de los actos de justicia). un problema crítico, tiene también un aspecto psicológico, y
La abstracción Formal tiene a su vez diversos niveles o grados. por eso vamos a hablar aquí de él.
¿Q ué valor tienen las ideas g en erales, o los universales (an­
3. Grados de la abstracción formal. — Aristóteles distin­
tiguo plural de universal)? La razón de plantear esta cuestión,
guió tres g rad os progresivos d e abstracción form al, que dan
es que parece que nada correspondiera a los universales en la
tres niveles de inteligibilidad creciente. En efecto, en un ob­
realidad, en la que no existe la mesa en general, sino mesas
jeto material, la inteligencia puede abstraer primero las cu a­
determinadas, ni el hombre en general, sino tales hombres
lidades sensibtes, considerándolas aparte de sus notas singu­
singulares.
lares: es el grado de abstracción propio de las ciencias de la
a) El nominalismo. Unos (los nom inalistas) pretenden
naturaleza, que tienen como objeto por ejemplo el calor, la
qu e los universales no existen ni en la realidad ni en el espíritu
pesadez, la fuerza, la velocidad, la vida, etc.; luego la can tidad
y que son meras palabras (nomina). Esta opinión choca evi­
com o tal. considerándola aparte de las cualidades sensibles
dentemente con la evidencia que tenemos de pensar realmente
que le afectan; es el grado de abstracción propio de las ma­
algo mediante las ideas generales.
temáticas, que tienen por objeto el número y las figuras; y en
• b) El conceptualism o. Otros (los conceptualistas) decla­
fin, el ser mismo, considerado aparte de toda materia, única­
ran que a la idea gen eral corresp on d e sin du da una realidad
mente como ser. Este tercer grado de abstracción es el grado
en el espíritu, p ero no fu era d e él. A esta operación llamaba
propio de la metafísica.
Aristóteles la "inducción".
Síguese de ahi que los conceptos están cad a ve¿ m enos d e ­
c) R ealism o m oderado. La opinión conceptualista no se
term inados a m edida que nos elevam os en la abstracción. La
puede admitir en su forma absoluta, porque vemos muy claro
idea de ser es la menos determinada de todas, puesto que
que a tos universales correspon de alg o en la realidad: hay algo
conviene a todo lo que es o puede ser. A l contrario, el indi­
en la realidad que responde a la idea de hombre, de virtud,
viduo (Pedro, este caballo, este cuadro) es la realidad más
de bien, etc. Sólo que eso que corresponde a la idea general
determinada.
no existe en la realidad de la misma manera que en el espíritu,
4. Los primeros principios. — La idea d e ser, que resulta es decir en forma de universal (como erróneamente creyeron
de la primera mirada de la inteligencia sobre las cosas, da los R eatistas o Reales), sino b a jo form a singular individuat.
inm ediatam ente lugar a ciertos juicios qu e se llaman prim e­ Por eso se dice que los universales son abstraídos de los sin­
ros principios, que expresan las leyes del ser. intuitivamente gulares. Esta postrera opinión es a menudo llamada realism o
aprehendidas en el ser. Tales son: el principio d e identidad m oderado.
(lo que es, es, o también: el ser es idéntico a si mismo), y
el principio d e contradicción (una cosa no puede ser y no 4. Entendimiento agente y entendimiento paciente.
ser bajo el mismo aspecto).
También hay que citar, entre las nociones que nos da in­ a) Exclusión det innatismo y d et ontologism o. E l realismo
tuitiva, aunque confusamente, el primer contacto del espíritu moderado excluye a la vez el innatismo. según el cual las
con las cosas, las nociones d e causa, o d e "lo que produce ideas existirían en la inteligencia, sea en acto, sea (según pen­
algo"; d e sustancia o de "lo que subsiste cuando se produce saba Descartes) virtualmente, antes de cualquier actividad
182 LA VIDA INTELECTUAL EL CONOCIMIENTO INTELECTUAL 183

del espíritu, como una especie de tesoro inteligible del que la


A r t . IV . JU IC IO , R A C IO C IN IO Y C R E E N C IA
inteligencia no tendría sino echar mano, y el ontologism o
(M alebranche y Rosmini), que enseña que la inteligencia sa­ 1. Naturaleza del Juicio.
ca sus ideas, no de las cosas, sino de la esencia divina (teo­
ría de la visión en D ios). a) O rigin alidad d e l juicio. El juicio, según queda dicho,
Ni una ni otra de estas doctrinas puede ser admitida. realiza una sintesis. M as esta síntesis no es el resultado, se­
La experiencia demuestra, en efecto, que no tenemos ideas gún lo afirma Condiliac, de la presencia de dos sensaciones
innatas, ni en acto, es decir del todo terminadas o perfectas, simultáneas a la conciencia; ni, como lo han pretendido los
ya que tenemos conciencia d e ir elaboran do p o c o a p o c o nues­ asociacionistas (Hume, Stuart M ili), de la simple asociación
tras id eas m ediante la experiencia, ni virtualmente, ya que de diversas realidades en relación de contigüidad.
la voluntad n o basta p ara adquirirlas, como sucedería si es­ Estas teorías tienen el defecto de hacer del juicio un proceso
tuvieran virtualmente a disposición de la inteligencia. de pasividad, siendo asi que el juicio resulta, por el contrario,
En cuanto al ontologismo, sería dar por supuesto que vemos de la aplicación activa d e l espíritu a la realidad para captar
a Dios, pues las ideas en Dios no son otra cosa que el mismo y afirmar las relaciones de las cosas entre si.
Dios. Pero es evidente qu e no vem os a D ios y que no cono­ b) E l juicio, a cto d e percibir una relación . Es cierto que
cemos sino muy imperfectamente su naturaleza, según lo muchos juicios se formulan espontáneamente. M as esto im­
veremos en Teodicea, sino a partir de los efectos de su poder. porta poco, porque lo qu e caracteriza el juicio es e l acto d e
b ) L a condición radical d e la form ación d e las ideas. Esta afirm ar una relación entre ideas, acto que no se encuentra ni
condición se realiza mediante el concurso de una facultad que en la yuxtaposición mecánica de las sensaciones, ni en la
Santo Tom ás, con Aristóteles, designó con el nombre de inte­ asociación espontánea de imágenes o de ideas.
lecto o entendim iento ag en te (o activo). En efecto, las imá­
2. Naturaleza del raciocinio. — Los filósofos que han pre­
genes formadas en los sentidos por el conocimiento sensible
tendido reducir el juicio a una asociación mecánica de ideas
no son capaces de obrar por si mismas sobre la inteligencia,
han formulado idéntica tesis a propósito del raciocinio. M as
que es completamente inmaterial, porque están sometidas a
esta teoría es igualmente indefendible, pues el raciocinio
las condiciones de la materia, en cuanto representan deter­
auténtico es consecuen cia d e la actividad intelectual y obra
minados objetos materiales. Que es lo que se significa cuando
constructiva d e l espíritu.
se dice que no son inteligibles en acto, es decir cognoscibles
como tales por la inteligencia. P ara h acerse cogn oscibles en
3. La creencia.
acto, es p reciso qu e tas im ágen es sean elev ad as a l nivel d e
inm aterialidad d e la inteligencia, y p o r consiguiente d esp o ja - a) N oción. Juzgar es afirm ar una relación, d ar su a d h e­
d es d e sus condiciones sensibles, singulares y concretas. Esta sión a una relación percibida. Esta adhesión consciente es lo
operación se realiza por una especie de iluminación de las que llamamos creencia.
imágenes sensibles, que es la función propia del intelecto Este sentido técnico de la palabra creencia hay que distin­
agente y que constituye la abstracción intelectual. guirlo de los otros sentidos que a menudo se da a la misma
c ) E l conocim iento intelectual propiam ente dicho. E l en­ palabra. Empléasela, en efecto, para designar una sim ple opi­
tendimiento agente es, pues, una facultad activa que opera nión p ro b a b le (creo que mañana hará buen tiempo); un jui­
a titulo de condición de la intelección. La inteligencia propia­ cio acerca de v erdades ciertas, pero no susceptibles d e pru eba
mente dicha (facultad pasiva) recibe el nombre de entendi­ experim ental (creencias morales: se cree en la justicia, en el
m iento pacien te, en cuanto recibe las especies inteligibles for­ progreso, en la primada de lo espiritual, etc.); y en fin, las
males por la actividad del entendimiento agente. E sta s esp e­ verdades qu e descansan en el testim onio, ya humano (his­
cies inteligibles fecu ndan, por decirlo así, a la inteligencia, toria), ya divino (creencias religiosas).
q u e p u ed e en consecuencia produ cir el acto d e intelección o b) P a p el d e la inteligencia y d e la voluntad. Es un hecho
acto d el conocim iento intelectual. que la creen cia n o d ep en d e d e la inteligencia sola, contra lo
184 LA VIDA INTELECTUAL EL CONOCIMIENTO INTELECTUAL 185

qüe afirma Spinoza, salvo en los casos en que la evidencia


es absoluta (caso del principio de identidad, por ejemplo), A. La concepción de las ideaB.
porque, en estos casos, ver y prestar adhesión son la misma La idea es abstracta y general. Hemos dicho antes lo mucho
cosa. Por lo demás, la afirmación o la negación están gene~ que cuesta a los espíritus jóvenes asimilarse las cosas abstrac­
raímente condicionadas, en mayor o menor grado, por las tas. Vamos a tratar de nuevo sobre este punto y precisarlo.
influencias que se originan en la sensibilidad o en la volun-
tad y se ejercen en la inteligencia.
1. La abstracción.
L a creencia tam poco d ep en d e d e la voluntad sola, contra
lo que afirma Descartes; la prueba la tenemos en que siempre a) Un buen m étodo d e form ación intelectual quiere qu e en
invocamos, para justificar nuestras creencias, no nuestro puro todo partam os d e lo concreto: el niño tiene, en efecto, gran
querer, cosa que seria risible, sino motivos de orden intelec­ antipatía por la abstracción, porque no la comprende y porque
tual o sensible. no representa para él más que palabras casi vacias de sentido.
L a creencia d ep en d e a la vez d e la inteligencia y d e la b) L as nociones generales, fin d e la form ación d e l espíritu.
voluntad, pero por distintas razones. El principal y más di­ No obstante, hay que salir de lo concreto y de lo singular,
recto papel pertenece a la inteligencia que ve las relaciones ya que lo que la educación pretende darnos son nociones
y les da su asentimiento. A la voluntad corresponde otro p ap el gen erales y, por tanto, abstractas. Las lecciones de cosas d e ­
indirecto: ella es la que mantiene o distrae la atención, la ben ser una introducción a las lecciones de ideas; pues d e lo
que aplica la inteligencia al objeto y rechaza las distracciones, contrario, de poco servirían para la cultura intelectual. Eso
y la que aleja los prejuicios y las pasiones. Acontece a me­ se conseguirá procediendo de una manera progresiva y tenien­
nudo que se profesan tales o cuales doctrinas por no haber do cuidado de mantener siempre contacto con los hechos y
qu erido aplicar jamás la inteligencia al examen de las razones las observaciones particulares en las que se fundan las ideas
contrarias a esas doctrinas; o también porque esas doctrinas abstractas. Poco a poco se llega asi a acostum brarse a p en sar
encuentran la com plicidad d e nuestros sentim ientos y d e nues­ por ideas, en vez de pensar por imágenes, y por tanto a
tros intereses. Los sentimientos pueden ejercer tal influencia ordenar los propios conocimientos de tina manera lógica.
sobre el pensamiento que lleguen a orientar el 'razonamiento,
no según las exigencias lógicas del objeto, sino según la con­ 2, La generalización. — El niño generaliza con gran faci­
clusión elegida de antemano. (Tantas veces damos por de­ lidad. pero a menudo a tontas y a locas, fundándose en seme­
mostrado aquello que queremos! La inteligencia abdica, en janzas las más lejanas y fantásticas. Para el niño pequeñito,
tal caso, de su prerrogativa esencial. todos los hombres son “papá". A medida que avanza la edad,
este instinto generalizador hácese más circunspecto, pero fá­
A rt. V . LA E D U C A C IÓ N IN T E L E C T U A L cilmente sigue siendo precipitado y arbitrario, sin que la expe­
riencia consiga corregir este defecto.
144 "V a le más una cabeza bien construida que una cabeza bien Las causas de estas indiscretas generalizaciones, en el niño,
llena", decía Montaigne, a propósito de la memoria. Es que hay que buscarlas en lo limitado del vocabulario, y en la falta
el fin de la educación intelectual es ante todo la formación del de reflexión y de conocimientos precisos. En el adulto, es muy
juicio, es decir aprender a ver bien las cosas y sus verdaderas feo defecto la irreflexión. Por eso hay que apren der a r e fle ­
relaciones. Y esto tiene tanta mayor importancia, cuanto que xionar, cosa menos común y menos fácil de lo que se cree,
la educación intelectual se subordina a la educación moral, porque eso supone luchar, por un esfuerzo no fácil, contra la
com o un m edio a un fin. En efecto, no hay que separar nues­ inclinación al menor esfuerzo y a la precipitación, y supone
tras diversas actividades dejándolas incomunicadas: formar el sobre todo que uno se guarda con cuidado de la tendencia a
espíritu es una manera de formar la voluntad, afinando la reducir las cosas que nos son menos familiares a los cuadros
conciencia, dándote mayores luces sobre sus deberes y ensan­ que no requieren esfuerzo por sernos habituales. |E1 pensa­
chando sus horizontes. miento difícilmente se acomoda a las cosas prefabricadas! En
186 LA VIDA INTELECTUAL EL CONOCIMIENTO INTELECTUAL 187

el orden práctico, que concierne a las cosas singulares, impor­ a fin de llegar a reemplazar las creencias espontáneas e Irre­
ta prestar atención a las diferencias de cosas y de personas y flexivas por otras fundadas en razones claras y fuertes. La
la más común fuente de error es tomar las realidades de la confianza nos es natural; y la disposición, tan fuerte en el
vida por esquemas que puede uno cambiar a discreción. niño, a creer en las afirmaciones ajenas o a adoptar pasiva­
mente las maneras de pensar y de sentir de la sociedad en
3. El paitacismo. — Las palabras traducen las ideas, y. que vivimos, persiste en la mayor parte de los hombres a pesar
como acabamos de ver. les comunican rigidez y estabilidad. de las más graves desilusiones. La credulidad no es esencial,
La palabra es indispensable, pero tiene sus peligros: peligros por ser seres sociales. Pero puede encerrar sus peligros y de­
de los que todos somos más o menos víctimas cuando habla­ be ser constantemente temperada por el espíritu crítico, que
mos sin pensar echando mano de fórmulas o frases hechas debemos formar o afinar.
cuyo sentido apenas entendemos, y palabras altisonantes. Li­ b) Instrum entos d el espíritu critico. A decir verdad, no
bertad, Justicia, Tolerancia, etc., que sirven para disimular la existe método especial para formar el espíritu critico. Todo
vacuedad de las ideas. Nunca desconfiaremos bastante de es­ debe, en la educación, contribuir a ello: e l estudio d e la g ra­
ta tendencia a contentarnos con palabras sin fijarn os en las m ática y d e las lengu as, el de las letras y las ciencias, y ante
id ea i. También hay que tener cuidado de combatir la natural todo el estudio, d e la filo sofía. Todo nos debe servir para ad­
propensión al psitacismo, procurando defin ir el sentido d e las quirir el gusto de la prudencia en la afirmación, de la precisión
p alabras que empleamos, evitar servirnos de palabras cuyo en las ideas, de la modestia, de la fineza y de la penetración:
sentido ignoramos, y descartar los vocablos sonoros que disi­ cualidades todas que determinan la rectitud del juicio.
mulan la vaguedad de las ideas y son la mejor señal de un L a vida social debe contribuir también a lo mismo. Sí por
pensamiento pobre y sin contenido. un lado nos impone un conformismo peligroso para el espíritu
critico, implica por otra parte una constante confrontación
B. El luido. d e nuestros pensam ientos y nuestros sentim ientos con los d e
los dem ás, y, por lo mismo, la necesidad de esforzarnos por
145 Formar el juicio: he ahi lo esencial en la educación inte­ apoyar nuestras aserciones y creencias en razones precisas y
lectual. claras, a fin de convencer a los demás y responder a sus difi­
cultades. D e lo que se sigue, para los espíritus activos, una
1. ¿Hoy que cultivar el Juicio? — S e ha querido a veces constante rectificación de sus juicios espontáneos, un enri­
negar esto, diciendo que “el buen sentido es la cosa mejor quecimiento y una profundización de sus creencias reflexivas.
repartida en el mundo“ (D escartes); y un moralista pretende
que “si todo el mundo se queja de su memoria, nadie se queja
de su juicio". Este postrer argumento carece evidentemente C. El razonamiento.
de valor, porque el amor propio bastaría disuadirnos de pro­
clamar nuestra falta de juicio, y, por lo demás, los que más 146 1. Razonamiento y razón. — El razonamiento no es la ra>
faltos están de esa facultad son los que se creen mejor dota­ zón, y h ay m uchos razonam ientos qu e son un insulto a la
dos de ella. razón, sin dejar de encerrar en si mismos una lógica inata­
La verdad es que los hom bres están muy desigualm ente cable. Los locos, como todo el mundo sabe, son a menudo
d otad os en cuanto a l juicio, y aun parecería que hay algunos grandes lógicos: lo malo es que las premisas de sus razona­
con el juicio naturalmente torcido. Lo que nos indica que el mientos son absurdas.
cultivo del juicio es necesario. ¿Pero cómo proceder? Muchos hombres se les parecen no poco, razonando sin cesar
acerca de nociones incompletamente formadas, sin preocuparse
2. ¿Cómo cultivar el juicio? por comparar con la experiencia sus imprudentes deducciones.
Los utopistas a lo Rousseau entran en esa categoría, y muchos
a ) Espíritu d e discernim iento. Formar el juicio equivale a espíritus revolucionarios no fueron, si así podemos decir, otra
formar el “espíritu de critica", o espíritu d e discernim iento. cosa que maniáticos del razonamiento en el vacio y contra
188 LA VIDA INTELECTUAL

sentido. En la vida corriente, nada más frecuente que tales


razonadores improvisados.

2. Espíritu de geometría y espíritu de finura. — El razo­


namiento no vale nada por si mismo. La aptitud lógica, el
rigor en el encadenamiento de las ideas son cualidades pre-
CAPITULO II
ciosas, con tal que a eso se añada el buen sentido, /a atención
a la experiencia, ta previsión d e las excepciones, el vivo sen ­
timiento d e la com plejidad d e la realidad, que hacen que no
tratemos las cosas de la vida con la rigidez normal en las LA ACTIVIDAD VOLUNTARIA
matemáticas. Esto es lo que Pascal quiso dar a entender
cuando recomendaba que siempre fueran juntos el espíritu
de geometría y el espfritu de finura.
147 Todos los capítulos precedentes se referían a los diversos
modos de actividad psicológica: que hayamos tratado de co­
nocimiento sensible o intelectual, de instintos o de inclina­
ciones, siempre nos hemos referido a manifestaciones de dina­
mismo. No obstante, la palabra "actividad" se puede entender
en un sentido más restringido, para designar el movimiento
exterior, o el conjunto d e m ovim ientos extern os exigidos p or
la vida d e relación. Estos movimientos ejecútanse mediante
ciertos mecanismos neuromusculares. Pero son dirigidos, des­
de dentro, por una facultad que. en cierto modo, los tiene a su
disposición y los emplea para los diversos fines del viviente.
Esta actividad, llamada apetito racional cuando se ejerce en
dependencia de la razón, es lo qué ahora vamos a estudiar en
su principio, que es la voluntad, y en su propiedad esencial,
que es la libertad.

A r t . I. LA V O L U N T A D

1. N a t u r a l e z a d e la v o l u n t a d

La voluntad es el principio más alto de la actividad humana.


Opónese al instinto como una actividad reflexiva a otra in­
consciente y fatal. Por ella es el hombre "padre de sus actos”.
Podemos definir la voluntad como la facu ltad d e apetecer
el bien conocido p or la razón. La voluntad es pues:

1. Un principio de actividad inteligente, en cuanto conoce


el fin al cual tiende, los m edios de tender a él y las consecuen­
cias que de ahi resultan.
190 LA VIDA INTELECTUAL LA ACTIVIDAD VOLUNTARIA 191

2. Un principio de actividad libre, capaz de determinar


ella misma y por si misma, mediante la elección que opera 2. Parte de la voluntad en las diferentes lases.
entre los diversos bienes que le propone la razón.
a ) E n la deliberación . Colocadas ante una alternativa, las
3. Un principio de actividad ordenada al bien, el cual es tendencias son atraídas instintivamente por uno de los térmi­
de esa manera el objeto propio de la voluntad. El hombre no nos con detrimento de los otros. La voluntad debe intervenir
pueda querer otra cosa que el bien; con relación a este objeto, aquí a fin de m antener e l equilibrio que permita a la reflexión
la voluntad no es libre, y to d o lo qu e apetecem os, n o p od em os obrar con toda independencia. Los impulsivos carecen de es­
ap etecerlo sino b a jo el asp ecto d e l bien. La libertad nace, ta voluntad de inhibición, cuyo objeto es poner un freno al
como lo diremos más adelante, de la elección que el hombre empuje de las tendencias instintivas.
debe operar entre los diferentes bienes que se le ofrecen. La voluntad interviene, pues, en esta fase para sustituir
la atención espontánea que despiertan ciertas alternativas en
perjuicio de las otras, con la atención reflex iv a que conduce
2. A n á l is i s d e l a c t o v o l u n t a r io
metódicamente el examen, sin dejarse distraer de su objeto.
1. Loa tres lases del acto voluntario. — Sucede con el acto b ) E n la decisión. E n ella, según lo hemos visto ya, todo
pertenece a la voluntad. M as todavía es necesario que haya
de la voluntad como con el de la memoria: parece ser simple,
verdadera decisión. Muy a menudo, no existe sino apariencia
pero es compuesto. Puédense distinguir tres fases en un acto
de decisión; que es lo que sucede siempre que un término de
voluntario. Estas fases no siempre son fáciles de determinar:
la alternativa es preferido por el juego del automatismo psico­
en algunos actos casi instantáneos, confúndese en cierto modo
una con otra. Mas cuando se trata, por ejemplo, de una de- lógico. En tal caso, entre todos los motivos que se presentan,
cisión grave que hay que tomar, los diferentes momentos del el más fuerte es el que vence, sin que el sujeto haya contri­
buido por un acto verdaderamente reflexivo a la elección
acto voluntario aparecen claramente distintos. Estos son: la
deliberación , la decisión y la ejecución. que anula la primera indeterminación.
Para que haya volición, es preciso, pues, que un acto posi­
a ) £ a deliberación . Es un momento de indecisión y de
hesitación, durante el cual el espíritu examina bajo sus di­ tivo y reflex iv o ponga fin a la deliberación.
c) E n la ejecución. La voluntad no tiene que intervenir
versos aspectos el problema en cuestión, concibe las alterna­
tivas que se presentan y las razones por y contra de cada una aquí sino para pon er en m ovim iento a las facu ltad es ejecutoras
de ellas, para concluir en fin: “T al es la decisión que debo y mantenerlas en actividad. Debe renovar a menudo la deci­
sión inicial, y rechazar cualquier retorno ofensivo de las ten­
tomar." M as no siempre se realiza esa decisión; a menudo,
ciertas voluntades débiles deticnense en ese juicio prepara­ dencias instintivas que le arrastrarían en sentido contrario.
torio, sin resolverse a pasar adelante.
b) L a decisión. Redúcese en su totalidad al “quiero" que
cierra definitivamente la deliberación, con la elección de uno 3. E n fer m ed a d d e la vo lu n ta d
de los términos de la alternativa completada por la delibera­
ción, de manera que las otras queden por lo mismo eliminadas. 148 Una voluntad sana y enérgica exige que, en la deliberación,
c) L a ejecución. Consiste en realizar la elección y el sea uno dueño de sí, y capaz de tomar un partido y ejecutar
“quiero" de la decisión. Esta fase es en cierto modo exterior lo resuelto. La falta de refiexión, la falta de decisión y la
al acto voluntario, ya que puede faltar (por ejemplo, cuando falta de energía en la ejecución son otros tantos defectos de
la realización es imposible) sin que su ausencia quite nada la voluntad. Cuando estos defectos se van acentuando, lle­
al acto voluntario. Este va. pues, concentrado formalmente gan a ser verdaderas enfermedades, que los psicólogos lla­
en la decisión. man abulias, o ausencia de voluntad. Podemos, pues distin­
guir una patología d e la liberación, una p atolog ía d e la d eci­
sión y una patología d e la ejecución.
192 LA VIDA INTELECTUAL LA ACTIVIDAD VOLUNTARIA 193

1. Patología de la deliberación. 4. E d u c a c ió n d e l a v o l u n t a d
n) A bulias d e los impulsivos. Es el caso de aquellos en
quienes la voluntad no llega a hacer posible la deliberación: A. La educación de la voluntad.
sufren pasivamente sus impulsos, y puédese decir de ellos
que no actúan sino que son actuados. Lo que hace al hombre, lo que le da su más alto valor moral
b) Abulia d e los intelectuales. Es el caso de aquellos que y su verdadera dignidad, no es la importancia de sus conoci­
deliberan indefinidamente, sin pasar jamás a la decisión; plan- mientos: la ciencia no vale sino por e! empleo que de ella se
téanse sin cesar los mismos problemas y no pueden resolverse hace; y un moralista ha dicho con mucha razón: "Ciencia sin
a terminar la discusión. Para estos tales nunca se cierra la conciencia no es sino la ruina del alm a"; y Bossuet escribe:
deliberación. "¡M aldita la ciencia que no sirve para amar!" Lo que hace
al hombre es la rectitud de su voluntad y su sumisión a los
2. Patología de la volición. — Algunos, por el contrario, principios del deber. Es decir que la formación de la volun­
son capaces de concluir la deliberación y de formular un jui­ tad es uno de los fines esenciales de la educación.
cio práctico. M as el paso al acto de decisión les es imposible; Esta formación puede practicarse directa o indirectamente.
saben lo que deben hacer, pero no se deciden a quererlo hacer.
O bien esperan a que las circunstancias decidan en vez de 1. Educación indirecta. — La naturaleza humana es una, y
ellos: es la abulia d e los veleidosos. todas sus actividades es!án relacionadas mutuamente: lo que
perfecciona a la una, por necesidad se refleja sobre las otras.
3. Patología de la ejecución. Por eso no hay por qué extrañarse de que la voluntad se be­
neficie de la educación fisica y de la educación intelectual.
a) A bulia d e los débiles. Es el caso de aquellos que deci­ a ) L a educación fisica puede ser a veces una gran ayuda.
den, y aun a veces con energía, pero abandonan la ejecución; El sentido común lo reconoce cuando dice del hombre de vo­
no cesan de volver a su decisión y lo hacen con tanta mayor luntad que tiene "nervio". E s que los ejercicio físicos exigen
energía cuanto que la ejecutan menos. Si comienzan a obrar, un despliegue de energía y contribuyen eficazmente a crear
a la primera dificultad ceden, y aun a veces provocan esta es'as cualidades de aguante, de fortaleza y de audacia que
dificultad que les dispensará de llegar al fin de su querer. son otras tantas manifestaciones de voluntad.
b) A bulia d e los obsesos. Es el caso de aquellos que están b) L a educación intelectual, como a menudo lo hemos ido
sometidos a la acción de una idea fija. Cuando esta enferme­ demostrando, es de muy gran importancia para la formación
dad es en forma benigna, a los obsesos podemos tomarlos por de la voluntad. La decisión, que es el acto de voluntad por
voluntarios. Pero, muy al contrario, la voluntad está en ellos excelencia, exige claridad y prontitud en el pensamiento, y la
ausente, porque la voluntad consiste en ser dueflos de nuestras acción será siempre tanto más enérgicamente realizada, cuan­
elecciones, es decir, en definitiva, dueños de nosotros mismos; to mejor preparada haya sido por una recta razón y un juicio
mas los obsesos son mandados y dirigidos por su idea fija. seguro. El hombre de voluntad es aquel que quiere, pero
c) L a terqu edad. Este caso podemos considerarlo vecino también aquel que ve, el que mide con precisión el alcance
de la obsesión: los porfiados son aquellos a quienes nadie de sus actos y sus consecuencias.
puede hacerse apearse de sus ideas o de sus caprichos. E s Por otra parte, las convicciones intelectuales profundas ha­
éste sin duda un caso de obsesión, y la terqu ed ad es más bien cen normalmente las voluntades fuertes. Las ideas tienden
im potencia d e voluntad que voluntad verdadera, pues provie­ por si mismas a realizarse, y la fe sincera y ardiente alimenta
ne, en efecto, de una enfermiza exaltación de los instintos de la acción con su llama, Al origen de todo lo que se hace de
afirmación de si y de contradicción de los demás: y estos ins­ grande y de hermoso aqui abajo, hay siempre una poderosa
tintos dominan la voluntad en vez de ser la voluntad la que pasión intelectual; y Pascal tiene razón de decir: "Nada
domine a tos instintos. grande se hace cuando falta la pasión."
194 LA VIDA INTELECTUAL LA ACTIVIDAD VOLUNTARIA 195

2. Educación directa.— Esta educación la debemos acep­ tiene muy diversos grados; entre esos bienes de valor tan
tar y a ella debemos colaborar a todo lo largo de nuestra for­ desigual debemos elegir, y elegir es ser libres.
mación moral. Por eso hay que comprender bien aquí el papel
del educador. Se ha de guardar éste de dos excesos: de ceder 1. N a t u r a l e z a d e l a l ib e r t a d
a los caprichos de aquel a quien quiere formar, y de exigir de La palabra libertad empléase en diversos sentidos que hay
él una obediencia pasiva. que saber distinguir.
a ) E l capricho. E s un hecho de experiencia que nada per­
judica tanto al niño como la debilidad de los padres y maes­ 1. Diversas libertades. — En general, ser libres significa:
tros ante sus caprichos. E l capricho n o es. en e fec to , sino un p od er hacer o d eja r d e h acer una cosa. En este sentido, uno
im pulso instintivo al que el niño no sabe o no quiere oponerse. es libre cuando puede hacer lo que quiere, es decir cuando se
Si se cede siempre a sus fantasías, enséñasele a dejarse llevar puede obrar sin obligación y sin obstáculo. Desde este punto
pos ellas en vez de enseñarle a dominarlas; y además piérdese de vista, existen tantas libertades como formas de actividades.
toda autoridad sobre él. Y asi tenemos:
M as el capricho no es sólo privativo del niño. Existe en a) L a libertad física, cuando nuestra actividad física puede
todas las edades y es señal de una voluntad débil. Un hombre ejercerse sin ser forzada ni impedida.
enérgico controla su natural impulsividad, porque sabe que b) L a libertad civil, cuando las leyes de la sociedad garan­
la verdadera libertad se conquista así: puede uno. en efecto, tizan nuestra libertad de acción, en ciertas condiciones deter­
bajo las apariencias de hombre libre, ser juguete del deter­ minadas por las necesidades del orden social.
ninismo interior de las imágenes. c) L a libertad política, cuando estamos asociados al go­
b ) L a obedien cia pasiva, por otra parte, está lejos de ser bierno del Estado.
un ideal ni para los otros, ni para si mismo, salvo en ciertos Estas diversas clases de libertades no son sino libertades
casos patológicos. La voluntad no se forma asi. porque re­ externas. La libertad psicológica, de que tratamos aquí, es
clama siempre, como lo hemos visto, la razón. E s esencial­ otra cosa: no es la libertad de "poder hacer", como las prece­
mente una actividad racional, y no se qu iere d e verd ad sino dentes. sino la libertad de "querer", y se la designa a menudo
lo q u e s e con oce o com pren de bien. Hay que aprender a obe­ con el nombre de libre albedrío.
decer, no tanto al que manda, sino a las razones de las que es 2. El libre albedrío. — E l libre albedrío no es una facul­
intérprete. También conviene, en general, dedicarse a com­ tad distinta de la voluntad, sino un atributo de la voluntad.
prender los motivos de las órdenes que se reciben, a fin de Defíneselo: el p o d e r q u e tiene la voluntad d e determ inarse
que la obediencia no sea simple manifestación de pasividad p or sí misma a obrar o n o obrar, sin ser obligada a ello p or
(que es lo contrario de la voluntad), sino, por el contrario, ninguna fu erza, ni ex tern a ni interna.
un despliegue de actividad inteligente y personal. D e este
modo, la ejecución de la orden recibida conviértese en acto 2. P r u e b a s d e l a l ib e r t a d p s ic o l ó g ic a
propio de la voluntad del que obedece.
c) E l h ábito d e la voluntad. Puede ser útil a veces impo­ 151 Que el hombre esté dotado de libre arbitrio o libertad psi­
nerse a si mismo cierros actos o tareas difíciles, a fin de for­ cológica podemos demostrarlo recurriendo al testimonio de la
talecer la voluntad. Esta es susceptible de hábitos, como las conciencia (prueba directa); por la consideración de ciertos
demás facultades, y adquiere por el ejercicio facilidad y vigor. hechos morales y sociales (prueba indirecta); y en fin. por
un argumento metafísíco.
1. Prueba por la conciencia. — Esta prueba resulta del
A rt . II. LA L IB E R T A D análisis que hemos hecho del acto voluntario, en el que la
conciencia experimenta directamente la libertad del querer.
150 La voluntad, como queda dicho, quiere necesariamente el Volvamos a este análisis, colocándonos en el punto de vista
bien. Pero de hecho el bien que se nos ofrece es múltiple y de la libertad.
196 LA VIDA INTELECTUAL LA ACTIVIDAD VOLUNTARIA 107
a) L a deliberación . Tenemos conciencia, antes de obrar, de de los motivos que lo solicitan, para pedirles sus títulos, fus«
no ser simples espectadores del conflicto interior de los móvi­ garlos y elegir, no el más fuerte, sino el mejor.
les y de los motivos que nos solicitan y de las tendencias
instintivas que nos empujan, ya que intervenimos para impo­ 3. Prueba moral. — El argumento fundado en la concien­
cia moral, lo mismo que el fundado en la conciencia social,
nerles silencio. Asi tenemos conciencia de dominarlos, lo
es un argumento indirecto, en el sentido que concluye a la
mismo que de dirigir nuestra atención a voluntad sobre tal
exis'encia de la libertad apoyándose en ciertos datos morales,
alternativa con exclusión de las otras, de prolongar y de li­ a saber: la obligación y la responsabilidad.
mitar arbitrariamente nuestro examen. a) L a obligación. Todos nos sentimos obligados a cumplir
b ) L a decisión . En el momento mismo en que tomamos la ciertos actos y a abstenernos de algunos otros. Ahora bien
decisión, nuestra conciencia atestigua que podríamos tomar el este sentimiento de obligación supone la libertad, pues de lo
partido contrario al elegido. Y en tal caso nos reconocemos contrario es completamente ininteligible. Si nos reconocemos
verdaderamente como causa única e independiente del partido obligados a practicar la Justicia, es que nos sentimos libres de
que tomamos. practicarla o no. En cambio, nunca nos sentiremos obligados
c) L a ejecución. Durante la ejecución, tengo conciencia de a digerir, porque en eso no somos libres.
poder a discreción volver atrés, anular la decisión tomada, b) E l sentim iento d e la resp on sabilidad deriva del senti­
repetir la deliberación, o bien abandonar pura y simplemente miento de la obligación moral. Nosotros no podemos tener
la ejecución. conciencia de ser responsables de nuestros actos, es decir de
Y este testimonio de la conciencia es tan claro y tan cate­ tener que responder de ellos, sino porque estos actos son obra
górico que nada nos permite dudar de él: en ese hecho capto de nuestra libertad, y en la medida en que lo son. Suprimid
directamente, en su misma realidad, el hecho de mi libertad la libertad y la responsabilidad desaparece.
interior.
4. Prueba por la conciencia social. — Las sanciones em­
2. Objeción socada de la ignorancia de las causas. — A l­ pleadas en la vida social (recompensa o castigo) no tienen
gunos filósofos que niegan el libre albedrío han querido negar sentido si la libertad no existe. Ellas suponen que los hom­
el testimonio de la conciencia. bres se reconocen libres y responsables de sus actos. Por eso
a ) L a objeción. Formúlase asi: el testimonio de la concien­ mismo, no se castiga a los dementes que cometen actos pro­
cia se basa en una ilusión, y nuestra conciencia de libertad hibidos: por falta de razón, y por ende de libertad, sus actos
sólo se debe a la ignorancia en que estamos, en el momento no les son Imputables.
Por. otra parte, el uso continuo de los contratos, por lo que
de obrar, de los motivos que nos determinan a ello. "La aguja
los hombres se obligan recíprocamente, implica igualmente la
imantada a la que la fuerza magnética vuelve hacia el norte,
creencia en el Ubre albedrío. Nadie puede, en efecto, compro­
o la veleta empujada por el viento, si tuvieran conciencia de
meterse a realizar tales o cuales actos sino en la medida en
sus movimientos sin conocer la razón de ellos, se sentirían
que se cree en la libre determinación.
orgullosas atribuyéndose la Iniciativa" (B a y le).
b) R espuesta. Esta objeción carece de valor, porque sí, en 5. Prueba metafísica. — Esta prueba es la más sólida y
rigor, puede acaso aplicarse a la actividad de los impulsivos, profunda de todas, porque da la razón del libre albedrío, de­
no tiene fundamento al querer explicar la acción refleja. Esta, mostrando ser una consecuencia necesaria (o una propiedad)
en efecto, implica, no la ignorancia de las causas que llevan a d e la razón.
la acción, sino al contrario el conocimiento de esas causas, ya a) E l argum ento. Silbemos ya que la voluntad es una fa­
que la deliberación no es otra cosa que el examen metódico de cultad racional que tiene por objeto el bien, conocido por la
esas causas. U no se conoce tanto m ás libre cuanto m ejor co­ razón en form a universal, es decir el bien en general, tanto
n oce 1a causa p o r la cual obra, y el hombre de voluntad no se que no podemos desear o querer cosa alguna sino bajo ese
decidirá a obrar antes de haber adquirido plena conciencia nspecto de bien. Pues bien, como las cosas que de hecho po­
198 LA VIDA INTELECTUAL

demos desear y querer no son sino ciertos aspectos del bien,


es decir ciertos bien es lim itados y parciales, y no el bien ab­
soluto y total, la voluntad n o está determ in ada n ecesariam ente
p o r ninguno d e ellos, es decir, qu e es libre. D e esta indeter­
minación del querer nace el libre albedrío.
b ) O bjeción d e l determ inism o psicológico. Una objeción
general contra la libertad consiste en decir que ésta produciría TERCERA PARTE
a ctos sin an teceden tes, es d ecir no d eterm in ados y por consi­
guiente sin razón de ser, lo cual es ininteligible.
Esta objeción parte de un equivoco. E l acto libre no tiene
antecedente que obre a la manera de una causa física, a la que EL SU JETO PSICOLOGICO
su naturaleza y condiciones externas determinen n ecesaria­
m ente a un efecto siempre idéntico (5 8 ). La verdad es que
tiene un antecedente, que es la voluntad, causa de naturaleza
muy especial, a la cual ni su naturaleza ni las condiciones 152 Todo lo que hasta aquí llevamos estudiado no son sino fenó­
externas determinan necesariamente a tal o cual efecto parti­ menos, propiedades, cualidades y diversas actividades. Ahora
cular, sino que puede determinarse por si misma, a la luz de vamos a considerar al su jeto de estos fenómenos psicológicos.
la razón, hacia uno u otro de esos efectos (8 9 ). E l acto libre Porque es muy evidente que todos suponen un sujeto del cual
tiene, pues, un an teceden te, p ero un an teceden te d e una natu­ proceden y al cual manifiestan empiricamente: propiamente
raleza particular. Este antecedente es el que hace inteligible hablando, la im aginación o los instintos, la inteligencia o la
al acto libre, colocándolo en su lugar en una serie ordenada voluntad, no son sino los instrumentos o m edios p o r los qu e
de fenómenos. un sujeto, hom bre o anim al, obra en conform idad con su na­
turaleza. No es la inteligencia la que piensa, ni la voluntad la
que quiere, sin o qu e el hombre piensa por la inteligencia y
quiere por la voluntad.
Vamos, pues, a considerar al sujeto de la vida psicológica.
Este sujeto lo conocemos en primer lugar como un yo físico
y moral ( su jeto em pírico), que está constituido, objetivam ente,
por el conjunto de fenómenos orgánicos, fisiológicos y psicoló­
gicos que comprendo como míos; y subjetivam ente por la con­
ciencia de existir como principio y sujeto de esos fenómenos,
es decir por la conciencia de que son míos. Por ese camino,
el yo, en el hombre hácese sujeto. Pero la psicología no puede
limitarse a la descripción de este yo empírico y de sus condi­
ciones. Queda por investigar cuál es la naturaleza de este
sujeto y cuáles son sus relaciones con los mecanismos orgá­
nicos y fisiológicos por los que ejerce sus actividades. T ráta­
se. pues, de definir al su jeto m etafisico de la vida psicológica,
es decir al alma humana.
CAPITULO I

EL SUJETO EMPIRICO

A rt. I. " M IS ” F E N Ó M E N O S Y E L " Y O ”

I . A n á l is is d e s c r ip t iv o

153 1- Distinción entro el "conjunto de fenómenos" y el


"y o ". — Esta distinción que la psicología elabora, nos la pro­
porciona e! sentido común. Cuando decimos: "M e siento dis­
tinto de lo que era ayer", oponemos un "y o " que no ha cam­
biado a un conjunto de fenómenos en mi que ha sufrido una
evolución. Ese conjunto d e fen óm en os forma el contenido d e
la conciencia: funciones, imágenes, ideas, sentimientos, per­
cepciones. tendencias, emociones, recuerdos, etc. A la base
de todos esos fenómenos está el "y o " sujeto.

2. Caracteres del "yo". — Estos caracteres los hemos de


considerar con gran cuidado, pues ya veremos las conclusio­
nes que de ellos hemos de sacar desde el punto de vista de la
naturaleza del alma. Esos caracteres son:
a) L a unidad. Nuestra vida interior puede estar y está,
de hecho, en perpetuo movimiento y cambio. No obstante,
todos sus estados, extraordinariamente movibles y fugitivos,
unificante en el "y o ", que es su centro de convergencia y la
más clara señal de la personalidad.
b) L a identidad. Cualesquiera que sean los constantes
cambios de nuestra vida interior, de nuestros fenómenos, nos­
otros nos reconocemos siempre idénticos a nosotros mismos,
y, desde la niñez hasta la vejez, siempre los mismos, es decir
que todos nuestros estados de conciencia los atribuimos al
mismo yo, invariable en cierto modo en medio del variante
flujo de nues‘ra vida psíquica.
c) L a actividad. El "y o " lo contemplamos además como la
fuente de todos nuestros estados interiores. De él sentimos
102 EL SUJETO PSICOLOGICO BL SUJETO EMPIRICO 203

que proceden nuestros pensamientos, nuestro querer, nuestras más o menos amenazadas por una falla del imperio que la
acciones; tanto que sobre este invencible sentimiento funda-* voluntad ejerce sobre los impulsos irracionales del instinto.
mos nuestra idea de responsabilidad, mientras que, cuando la c) F a cto res sociales. Durkheim y los sociólogos han atri­
actividad se hace automática e inconsciente, el sentimiento del buido a la influencia de la sociedad el papel esencial en la
“yo” se atenúa hasta el punto de no significar sino una con- formación de la personalidad. Para ellos, la personalidad es
fusa conciencia de espontaneidad vital. Igualm ente, en la acti­ un producto de la sociedad. Pero esto es un error. E s cierto
vidad voluntaria culmina el sentim iento d e autonom ía y d e que el fa c to r social tiene un com etido im portante en el d esen ­
responsabilidad, señ al decisiva d e la person alidad. volvim iento d e la person alidad, p ero no la constituyen. La so­
ciedad nos ayuda mucho a dominar y ordenar los elementos
3. La persona humana. — E l “yo” significa, pues, la tom a psicológicos, favorece la identidad persona], que toda la vida
d e posesión d e tod os eso s estados internos. Estos, de simples social supone y exige, pero, a pesar de todo, no desempeña en
objetos sentidos que deben ser para la conciencia sensible del este terreno el principal papel. Este pertenece al progreso de
animal, conviértense en el hombre, y tanto más cuanto éste la razón y del dominio de si mismo, al que la sociedad favo­
es más dueño de sí por la razón y la voluntad, en un “si” y rece, pero no produce; cosa que viene a decir que la síntesis
“para si", es decir en una persona, con los caracteres de uni­ psíquica n o es construida d e afu era, sino d e adentro.
dad y de identidad, de razón y de autonomía que la definen.
2. T e o r ía s d e la p e r s o n a l id a d

154 4 . La síntesis psíquica. — En la medida en que la volun­ 155 Vamos a examinar aqui los caracteres que definen el “yo“,
tad domina el curso de la vida psicológica, más aparece ésta es decir la personalidad. Dos son las teorías que encontramos.
como un to d o unificado. Esta síntesis, que está sólo prefor­ Los unos, que se llaman fenom en istas, quieren explicar la per­
mada en el organismo físico, es, pues, una conquista sobre la sonalidad únicamente por los fenómenos que constituyen el
natural anarquía de las tendencias, conquista debida al juego yo. Los otros, llamados sustancialistas. sostienen que la per­
de factores orgánicos, psicológicos y sociales. sonalidad no puede explicarse sino por un sujeto de atribución
a ) F a cto res orgán icos. La unidad fun cional d e l sistem a de todos esos fenómenos.
nervioso es la q u e proporcion a la prim era b a se a la unidad d e
1. Teoriaa fenomenistas. — Estas teorías fueron defendi­
la conciencia. Pero es claro que no se trata aquí sino de una
das, en el siglo xvu, por Locke. Condillac, Berkeley. Hume y
condición de la personalidad. Por importantes que sean (sa­
Kant, y en el siglo xix por Taine.
bido es hasta qué punto influyen en el sistema afectivo y men­
a ) A rgum entos fenom en istas. Estos argumentos consisten,
tal las lesiones orgánicas, las secreciones internas y el estado
por una parte, en criticar la idea de sustancia, que reducen
físico general), los factores orgánicos no pueden explicar la
a un sustrato inerte e inmutable; y por otro lado en querer
autonomía del sujeto psicológico.
explicar la experiencia del “yo-sujeto“ tanto por la asociación
b) F a cto res p sicológicos. Psicológicamente, la personali­ (la sustancialidad del yo seria un resultado, según Hume, de
dad es una síntesis de todas las funciones psíquicas; es una la memoria), o bien por una función de apercepción que,
especie de organism o inm aterial, controlado y dirigido por la según Kant, reuniría bajo un mismo concepto (el del “yo“ )
razón, unificada en el tiempo por la memoria y cuya autonomía los diversos y múltiples estados de la conciencia.
es efecto de la voluntad libre. b) D iscusión. Ninguno de estos argumentos es válido. Por
S i la personalidad no se nos da toda hecha desde el prin­ una parte, en efecto, la idea de sujeto o de sustancia no puede
cipio, esto no es sólo porque sus condiciones orgánicas no es­ reducirse a la de un substrato inerte bajo el cambio. En rea­
tán todavía plenamente realizadas, sino también porque es lidad. el su jeto form a con sus cualidades un so lo ser concreto,
natural que sea una conquista progresiva. La experiencia nos d e tal m od o qu e el su jeto cam bia constantem ente, según el
¿»«igoftA bastante las vicisitudes por que pasa esta difícil con­ curso d e los fen óm en os q u e le afectan . La permanencia sólo
quista, que por lo demás nunca está terminada y si siempre pertenece a su esencia, y no a su realidad concreta. En cam-
204 EL SUJETO PSICOLOGICO EL SUJETO EMPIRICO 205

blo el yo>colecdón de Hume y el yo-serle de Taine son total­ fisonomía propia. En este sentido, cada uno tiene su carácter.
mente Ininteligibles: Jamás se podrá explicar asi la experiencia b) C arácter y voluntad. M as no por eso tienen todos “ca­
del "yo ”, es decir, la ^experiencia de un ser que se conoce rácter". T en er carácter significa, no tanto poseer un conjunto
como una unidad idéntica a sf misma a través de la duración. de cualidades (o de defectos), por las que nos distingamos de
Por otra parte. Kant tampoco explica nada cuando afirma los demás, cuanto estar dotados de una voluntad firm e y
que los estados de conciencia toman la forma del “yo” por­ constante.
que son percibidos como constituyendo una unidad, que él E l problema de la educación moral consiste, pues, en obrar
llama “unidad formal". En efecto, como hace falta un sujeto sobre el carácter a fin de dar o adquirir precisamente carácter.
que dé cuenta de esta percepción, siguese que es el su jeto e l
que explica lo qu e d ebería explicarlo a él. El argumento de 2. Elementos del carácter. — Podemos determinar un ca­
Kant es, pues, una pura y simple petición de principio. rácter por sus elementos fisiológicos y psicológicos,
a ) E lem entos fisiológicos. Estos elementos forman el tem ­
2. El punto de vista sustandalista. — No queda otra expli­ peram en to o “personalidad fisiológica". Los antiguos distin­
cación posible de la experiencia y de los caracteres del “y o" guían cuatro temperamentos fundamentales: linfático, san ­
que la existencia de un sujeto substancial. guíneo, bilioso y nervioso. División evidentemente demasiado
a) F undam ento d e la unidad y d e la identidad d e l y o. La rígida para ser aplicada sin distingos a lo real: de hecho, la
unidad y la identidad del yo no pueden comprenderse sino por personalidad fisiológica participa de los diversos temperamen­
la realidad de un sujeto individual, es decir qu e esté som etido tos y además la base de esta división parece bastante arbitraria
al cam bio y qu e a la vez dure m ientras cambia. Sea como fuere, a la base del carácter hay siempre cierta
La autonomía del “yo", a su vez, encuentra en la Indivi­ complexión fisiológica que el educador no puede echar en ol­
dualidad su condición necesaria (pero no suficiente), porque vido; y a veces la formación del carácter habrá de comenzar
únicam ente un individuo (y no una colonia o una serie) p u ed e por un tratamiento médico.
set una person a, es decir un ser inteligente y libre, dueño b ) E lem entos psicológicos. Estos elementos pueden estar
de si mismo. distribuidos según el predominio de una u otra de nuestras
b) L a intuición d e l yo. El sujeto que somos cada uno de facultades.
nosotros es para nosotros una verdadera experiencia. H ay L a sensibilidad es el elemento más característico: lo que
una intuición d e l yo-su jeto que es coexIstensiva a toda nuestra m ejor nos individualiza son nuestros gustos, nuestras incli­
vida psicológica. Esta conciencia de s! mismo es habitual: para naciones, nuestra emotividad y nuestros impulsos. Al con­
que se haga actual, es preciso un acto de reflexión sobre sf. junto de todas estas cosas desígnasele con el nombre de natu­
Pero, aun cuando es actual, el su jeto no se ap rehen de sino en ra/ y es difícil echarlo de si.
sus actos y p o r sus actos: y además, esta intuición de sí no nos L a inteligencia sólo desempeña un papel secundarlo en el
da inmediatamente la naturaleza del sujeto que somos nos­ discernimiento del carácter. Es, en efecto, una cosa bastante
otros. Para conocer esta naturaleza, hay que hacer uso del impersonal. Sin duda que hay que distinguir diversos tipos
razonamiento, partiendo de la experiencia psicológica que nos de inteligencias: inteligencias abstractas, inteligencias concre­
da, sin Justificarla meta físicamente, la realidad a la vez com­ tas, etc.; de donde resultan tendencias y gustos que nos dife­
pleja y una de un yo físico y psíquico. rencian a unos de otros. Mas al lado de lo "natural", estas
diferencias no son muy sensibles, y de hecho generalmente
A r t . II. E L C A R A C T E R se las deja de lado.
L a voluntad, en cambio, Juega un papel considerable, por­
.1. Noción del carácter. que ella es, si bien se mira, la que hace la personalidad de
a ) Car&ctet y personalidad. La palabra carácter, bajo el cada uno de nosotros. Esto es tan cierto que el lenguaje
punto de vista moral, casi es sinónimo de person alidad ; lo que corriente define el carácter por la voluntad, y asi habla de
nos distingue moralmente de los otros es lo que nos da nuestra "hombres de carácter", es decir de hombres que saben ser en
206 EL SUJETO PSICOLOGICO EL SUJETO EMPIRICO 207

todo ellos mismos, y cuyos actos llevan su propia marca. Asi,


el carácter podrá ser definido por las tendencias -instintivas, A r t . 111. LA C O N C IE N C IA
por la naturaleza de la inteligencia y por el grado de voluntad.
157 El estudio del yo y de la personalidad nos introduce natu­
ralmente en el estudio de la conciencia, ya que el "y o " y
2. ¿Ea posible formar el carácter?
sus facultades son conciencia de si como sujeto y principio de
a) T eoría d e inm utabilidad d el carácter. Algunos psicó­ la vida psicológica. Los problemas que esta facultad de cono­
logos han pretendido, que el carácter es inmutable, y el sentido cerse a si mismo plantea, conciernen a su naturaleza, a sus
común parece darles razón, cuando dice, por ejemplo: "C ada formas y a sus grados.
uno es como es, y es inútil querer cambiarlo."
b) E l carácter p u ed e ser m od ificad o y corregido. En este
terreno, las teorías no valen gran cosa. Los hechos hablan 1. N a t u r a l e z a d e l a c o n c ie n c ia
muy claro y nos demuestran hasta la evidencia que el carác­
ter puede ser modificado por la educación o la voluntad per­ 1. Definición. — La conciencia psicológica es la función
sonal. Por lo demás, esto se deduce claramente del análisis p or la cual conocem os nuestra vida interior, es decir nuestros
que hemos hecho de los elementos del carácter. diversos estados psicológicos, a medida que se van presentan­
En efecto, por una parte, el tem peram ento, que es la base do en nosotros. Esta función recibe a menudo el nombre de
del carácter, p u ed e sufrir la influencia d e un tratam iento conciencia subjetiva por oposición a la conciencia objetiva
apropiado. Una higiene metódica puede disminuir la ner­ que es el conjunto de nuestros estados psíquicos.
viosidad de los nervios y calmar la impulsividad del san­
guíneo; y además el temperamento varía más o menos profun­ 2. Caracteres. — Los datos de la conciencia son:
damente según la edad, la profesión, el clima, e tc .. . . Todas a) Inm ediatos e intuitivos, porque, gracias a la conciencia,
estas cosas prueban que el temperamento no es inmutable. no existe intermediario entre aquel que percibe y lo que se
M as por otra parte, y principalmente, todos p odem os obrar percibe. La conciencia realiza propiamente la identidad del
sobre cad a uno d e los elem entos d el carácter: sobre la sensi­ sujeto y del objeto.
bilidad, sobre la inteligencia, sobre la voluntad: y todas las b) C iertos, porque la misma ausencia de intermediarios
reglas prácticas que hemos ido formulando a propósito de las entre el que percibe y lo que es percibido hace imposible cual­
facultades del conocimiento como de .las de la acción, no son quier deformación de los datos de la percepción. Asi, si es po­
otra cosa que medios de formar o transformar nuestras fa­ sible dudar, por ejemplo, de la veracidad de mi sensación de
cultades, y, por tanto, el carácter a que su conjunto da lugar. rojo, me es imposible dudar de la sensación misma, como
E s posible, pues, influir sobre el carácter de los demás, y simple estado de conciencia.
cada uno sobre el suyo propio. c) P erson ales e im penetrables, porque no pueden ser
aprehendidas sino por quien las experimenta.
3. ¿Cómo fortalecer el carácter? — Hemos dicho ya que
io que hace al hombre de carácter es la unión de conviccio­
3. Objeto.
nes firmes con una fuerte voluntad. Por tanto, dispónese uno
a devenir "un carácter" haciéndose con buenos principios de a) T o d o lo qu e p erten ece a la experiencia interna, es decir
acción y con una enérgica voluntad. Pero, en este caso, for­ los diversos estados del y o : ideas, sentimientos imágenes, que­
mar un carácter no constituirá, propiamente hablando, una rer, tendencias, etc.
tarea especial: sino que es el conjunto de la educación, for­ b) N a d a d e lo qu e p erten ece a la experiencia externai es
mación intelectual y formación moral, lo que deberá contri­ decir nada de lo que nos llega de afuera, comprendiendo en
buir a ello; y ésta no estará verdaderamente acabada sino este afu era a nuestro mismo cuerpo. Sin duda que decimos
cuando el hombre se vea armado de sólidos principios y gran tener conciencia del calor o del frió. Pero esto no es sino una
energía para afrontar decididamente las luchas de la vida. manera de hablar. En realidad, únicamente tenemos concien-
208 EL SUJETO rsrCOLOCtCO EL SUJETO EMPIRICO 209

cia de sentir el calor o el frío, o, más exactamente aún, de 2. Naturaleza del inconsciente psicológico. — Se ha que­
tener calor o irlo. rido a veces resolver a priori el problema del inconsciente di­
ciendo que un h ech o d e conciencia inconsciente seria una cosa
2. F o r m a s d b l a c o n c ie n c ia contradictoria y que por tanto no existe tal inconsciente psi­
cológico. Mas esto no pasa de ser un juego de palabras. Cuan­
158 La conciencia puede ser espontánea o refleja.
do se hable de "inconsciente psicológico" no se quiere evi­
1. La conciencia espontánea. — Llámase espon tán ea la dentemente decir que pueda haber Inconscientes que sean
conciencia que acompaña a todos los estados propiamente psi­ conscientes (lo que seria un absurdo), sino que puede haber
cológicos. y sin la cual todos estos estados nos serian extra- hechos in'ernos y subjetivos (o hechos en la conciencia) que
ñs. como los fenómenos de la vida vegetativa. escapan al sujeto de ellos.

2. La conciencia refleja. — La conciencia refleja consiste B. ¿Existen hechos psicológicos inconscientes?


en volver deliberadamente sobre los estados psíquicos a fin de
observarlos. Evidentemente que eso no es posible sino por la Es ésta una cuestión de hecho. Y parece que no se puede
conciencia espontánea o por la memoria, que hace revivir los probar la realidad de tales hechos psicológicos. Los argu­
estados pasados. Este desdoblamiento que ella realiza es el mentos que se dan carecen de valor.
privilegio d e l ser inteligente. En efecto, solamen'e él es ca­
paz de volver sobre sus propios estados para observarlos y, 1. La noción de hechos psicológicos. — Importa notar
por lo mismo, para escapar al determinismo de las represen­ primero que el problema se refiere a los h ech o s psicológicos,
taciones y tomar posesión de si. es decir a ciertos actos y actos psicológicos. Por consiguiente,
cuando en prueba del inconsciente psicológico se alega la exis­
3. Los GRADOS DB LA CONCIENCIA tencia de estad os psicológicos o de virtualidades psíquicas
(como las disposiciones morales), o también cuando se cita,
A. El problema del inconsciente.
con el mismo fin, hechos fisiológ icos (como los procesos cere­
Hase planteado la cuestión de si la conciencia se extendía brales, la circulación de la sangre, etc.), estamos completa­
realmente a todos los hechos psíquicos, es decir si no existen mente fuera d e la cuestión. Estas realidades internas son sin
acaso h ech os psicológicos inconscientes, no percibidos, en el duda incoscientes, pero no son actos psicológicos. Trátase,
momento que se producen, por el mismo sujeto. pues, de saber si existen, por ejemplo, juicios o razonamientos
inconscientes.
1. Nociones del inconsciente y del subconsciente. — Para
resolver el problema, conviene empezar haciendo una distin­
2. Argumentos en favor de los hechos inconscientes.—
ción importante, demasiado olvidada de ordinario. El término
Examinemos brevemente los distintos argumentos propuestos
inconsciente, puede, en efecto, ser tomado ya en sentido es­
a favor de los hechos psicológicos inconscientes:
tricto, ya en sentido lato.
En su sen tid o estricto, designa una realidad psicológica qu e a) A rgum ento d e las p ercep cion es débiles. E s el argu­
escapa totalm ente a l sujeto donde radica. E s el inconsciente mento de Lcibniz. El ruido del mar se compone de una Infi­
absoluto. nidad de ruidos, de los que no tenemos ninguna percepción
En sentido am plio, inconsciente no significa sino una con ­ consciente, aunque los percibimos realmente al percibir el
ciencia reb ajad a y débil, pero no reducida a cero. Es el in­ ruido total, suma de los ruidos singulares.
consciente relativo o subconsciente. A fin de evitar cualquier Este argumento nada vale, porque es posible suponer que
equivoco, vamos a emplear la palabra “inconsciente" para de­ las impresiones múltiples, causadas por los diferentes ruidos,
signar el Inconsciente propiamente dicho, y "subconsciente" se funden en una sola impresión global en el órgano del oido.
para significar el inconsciente relativo. b ) A rgum ento d e la costum bre. La costumbre, se dice.
210 EL SUJETO PSICOLOGICO EL SUJETO EMPIRICO 211

está fundada en el inconsciente. No sentimos el roce del ves­ minio extremadamente extenso: es el dominio de los estados
tido sobre el cuerpo; leemos sin tener conciencia de las pala­ y de las virtualidades: disposiciones, tendencias, inclinacio­
bras y de las letras como signos; dejamos de percibir el tictac nes, recuerdos, etc., que componen el fondo de nuestro carác­
del reloj en nuestro cuarto y en la calle los múltiples ruidos ter y el tesoro de nuestra memoria, Estos estados y estas vir­
que Se producen. tualidades son por definición inconscientes, ya que no son
En verdad, todos estos hechos prueban la realidad de un sino posibilidades d e actos y no actos propiamente dichos. Los
inconsciente relativo o subconsciente. La conciencia que te­ mismos recuerdos no subsisten en el inconsciente sino en for­
nemos del roce de nuestros vestidos, de las palabras como ma de virtualidades.
signos, de los ruidos de la calle, es una conciencia sumamente 2. Papel del inconsciente. — Este papel es inmenso, por­
débil, pero no igual a cero.
que el inconsciente p sicológ ico es com o la fu en te profunda
c) A rgu m ento d e la invención. Cítase aquí el caso, tan­ d e la qu e p roced en nuestras actividades conscientes, el terreno
tas veces repetido, del sabio que ve surgir de golpe ante su del que sacan su sustancia. Esta importancia ha sido puesta
espíritu la solución, completamente inesperada, de un pro­ de relieve por el psicoanálisis (análisis de la conciencia), cuya
blema, detenidamente estudiado antes, pero abandonado hace finalidad es descubrir, partiendo de los actos no controlados
tiempo. (Idéntica observación en la invención artística.) Por ( lapsus. sueños, etc.), la naturaleza moral y las tendencias
tanto, se concluye, el trabajo de investigación o de invención
oscuras del sujeto.
se continuó en la propia conciencia.
Esta conclusión, no obstante, parece dudosa. ¿No es más
4. D el c o n o c im ie n t o de sí
sencillo admitir que, habiendo sido preparados por el trabajo
anterior todos los elementos necesarios, se encuentre la solu­ Decía Sócrates que el principio de la moral era conocerse
ción instantánea e inopinadamente bajo la influencia de cier­ bien a si mismo. Y ?n efecto, si quiere uno ser capaz de obrar
tas condiciones externas (reposo intelectual y físico) o de eficazmente sobre si mismo, corregir sus defectos, domar sus
ciertos hechos en relación más o menos próxima con el pro­ pasiones, conocer sus aptitudes a fin de sacar de ellas prove­
blema científico o artístico? Por lo demás, también se puede cho, hay que comenzar por observarse atentamente y con
suponer entre ambos una especie de m aduración, evidente­ método. Hay que estudiar el interior, a fin de enderezar o
mente inconsciente, pero que nada tiene de común con una fortalecer el "y o ".
actividad propiamente psicológica. 1. Hay que estudiar el interior, es decir que es necesario,
por la conciencia refleja, adquirir clara noción de lo que so­
3. El subconsciente. — En realidad, los ejemplos que se mos. Esto es lo que los maestros de la vida espiritual reco­
citan no prueban sino la existencia de hechos su bcon scien tes. mendaron siempre con tanta insistencia, con el nombre de
pero no de hechos inconscientes. E l dom inio d el subconsciente exam en d e conciencia. La conciencia espontánea nos hace
es muy vasto. Alrededor de nuestra conciencia clara, existe ver sin duda nuestros estados interiores, pero de manera bas­
toda una zona de percepciones sordas que van disminuyen­ tante clara: ella coincide, en efecto, con esos mismos estados.
do poco a poco sin llegar al cero psicológico. Basta la aten­ Para conocernos bien, hemos de tomarnos a nosotros mismos
ción para hacerles surgir en el campo de la conciencia, cosa deliberadamente como sujeto de estudio, y emplear para esto
que seria imposible si se tratara de un verdadero inconsciente. inteligentemente el m étod o psicoanalitico que nos dará razón
de los actos no controlados que realizamos. Fácilmente ten­
C. El dominio del inconsciente. demos a no tener cuenta con ciertos actos o gestos, con pre­
texto de que “se nos han escapado". Pues bien, estas activi­
1. La realidad del inconsciente. — Lo que acabamos de dades incontroladas tienen muy grande importancia para ade­
decir sólo tiende a eliminar la noción mítica de h ech os psíqui­ lantar en el conocimiento de nosotros mismos, revelándonos
cos inconscientes, pero no la realidad de un inconsciente psi­ lo que somos en lo más hondo de nosotros mismos, en nuestras
cológico. Existe, por debajo de la conciencia, todo un do­ tendencias e inclinaciones fundamentales.
212 ÉL SÜJËTO PSICOLOGICO

2. Hay que enderezar y fortalecer el "y o ", es decir ha­


cernos cada día más dueños de nosotros mismos; dominar por
la voluntad la corriente de los estados interiores, y afirmarnos
asi, según la frase de Aristóteles, como "padres de nuestros
actos". Es posible, en efecto, vivir más o menos extraños a
nosotros mismos, dejándonos conducir pasivamente por el
CAPITULO II
determinismo de nuestros estados psíquicos, cuando la verda­
dera vida humana consiste en sustituir el yo empírico con otro
yo voluntario y reflexivo, por el que nuestra vida intelectual
EL ALMA HUMANA
y moral queda fortalecida, la identidad material de nuestra
existencia sometida a un armonioso desenvolvimiento, y su
actividad dirigida y regulada en conformidad con los princi­
pios superiores de la moral.
I 161 Hasta aquí nos hemos limitado a describir y analizar loa
hechos psicológicos, para determinar sus leyes empíricas. T r á ­
tase ahora de deducir de los hechos observados y de las leyes
establecidas, la naturaleza de este sujeto metaflsico sin el que
los hechos psicológicos y la realidad misma de su sujeto empí­
rico son inteligibles. Este sujeto metafísico es lo que designa­
mos con el nombre de alm a y es, como tal, el objeto de lo
que comúnmente se llama P sicología racional, porque su ob­
jeto no es accesible sino a la razón.
En este último capitulo, que no es, en suma, sino la con­
clusión del conjunto de la psicología, vamos, pues, a tratar las
cuestiones siguientes: naturaleza d e l alm a, unión d e l alm a g
d el cuerpo, y destin o d e l alm a.

A rt . I. N A T U R A L E Z A D E L ALM A
162 El estudio objetivo de los fenómenos psicológicos nos lleva
a afirmar que el hom bre p o see un alm a qu e es tina sustancia
sim ple i/ espiritual. Vamos a ver, al demostrar cada una de
las partes de esta aserción, que no tenemos más que ir sacando
las conclusiones contenidas en los resultados positivos de
nuestros anteriores estudios de Cosmología y de Psicología.

I. E xisttíncia y unicidad df.t. a lm a

1 .Existencia del alma. — Imposible negar la existencia del


alma sin hacer por lo mismo ininteligible todos los hechos
que hemos estudiado. En efecto, cuando dos cosas encierran
propiedades opuestas, lógicamente concluimos que son de di­
ferentes naturalezas. Pues bier, en el hombre echamos de
i ver dos categorías d e fen óm en os perfectam en te distintos: los
¡ fenóm en os m ateriales, reductibles a m ovim ientos y, por tanto,
214 EL SUJETO PSICOLOGICO EL ALMA HUMANA 215

cuantitativamente mensurable (pesadez, inercia, etc.), y fe - es decir una realid ad perm anente, fu en te y sostén d e los fe n ó ­
nóm enos cualitativos (pensamiento, voluntad, sentimiento). m enos d e la vida.
irreductibles a m ovim ientos. No es posible que fenómenos
tan opuestos procedan de un solo principio o, al menos, de 2. Prueba. — En efecto, si en cualquier momento me es
un principio perfectamente uno en si mismo. D ebem os, p u es. dado recordar mis actos de conciencia pasados y reconocerlos
adm itir en e l hom bre la d ob le realidad d e un cu erpo y d e un como mios. preciso es que algo de permanente subsista en mí;
alm a, neto primero del cuerpo orgánico. de lo contrario, lejos de reconocerme en mis estados pasados,
mi conciencia de mi mismo se desvanecería a medida que estos
actos fueran desapareciendo, y no tendría de mí sino una
2. Unicidad del alma. conciencia sucesiva, siempre limitada al presente inmediato.
a) E l principio vital único. E l hombre no es solamente una Así, pues, el alm a es una sustancia. Pero esta sustancia ¿es
inteligencia, sino que realiza también funciones de la vida material o espiritual? Esto vamos a estudiarlos ahora.
vegetativa y de la vida sensible, que exigen, una y otra, un
principio proporcionado a sus operaciones propias. Sin em­ 3. S im p l ic id a d del a lm a

bargo. el hombre, naturaleza intelectual, no tiene tres almas, 164 El alma no es simplemente una en número y una en el
ni el animal posee dos, una vegetativa y la otra sensitiva. E l tiempo, es decir idéntica a si misma, sino que es también una
alma superior asume las funciones de los grados inferiores y en su esen cia, es d ecir sim ple e indivisible, al revés de las co­
por eso e l alm a hum ana es a la vez principio d e la vida v eg e­ sas materiales, que son compuestas y divisibles. Esto es lo
tativa d e la vida sen sible y d e la vida intelectual. que demuestra el análisis de las operaciones del alma.
Que es, por lo demás, lo que nos dice el análisis psicológico a) L a sensación. De las cosas materiales tenemos una p er­
de la conciencia; éste nos ha revelado la existencia de un “y0 ”, cepción indivisa. Pero esto no se puede explicar sino por la
que destaca siempre en el torbellino y el incesan te (lujo d e los simplicidad del alma. Si, en efecto, el alma estuviera com­
fenómenos interiores, de cualquier naturaleza que sean, como puesta de partes, cada una de estas partes percibiría o todo
centro de convergencia de todos estos fenómenos y como el objeto o sólo una parte de él; y entonces tendríamos, en
fuente activa de todos los estados psíquicos (158). Mas esta el primer caso, tantas percepciones parciales cuantas partes
conciencia d el "yo", con sus caracteres, seria com pletam ente tuviera el alma, pero nunca una percepción una e indivisa
inexplicable si e l alm a no fu era única.
del objeto.
b ) E l pensam iento d e identidad y d e respon sabilidad. Por b) L a reflexión . E l alma puede replegarse sobre si misma
otra parte, el alm a no es sólo una en número, sino que tam­ para conocerse en sus actos. Pero lo que es compuesto no
bién es una en el tiempo, es decir, que perm an ece siem pre puede conocerse a si mismo como un todo, porque las partes
idéntica a si misma. Esto lo demuestra claramente nuestra del compuesto son necesariamente exteriores las unas a las
invencible conciencia d e identidad, a través de todos los cam­ otras. Suponiendo que una parte pudiera conocerse a si mis­
bios de nues'ra vida. Lo mismo nos dice el sentim iento qu e ma. las otras le seguirían siendo siempre extrañas. S ó lo una
tenem os d e la respon sabilidad: tenemos conciencia de que so­ sustancia sim ple es capaz d e replegarse sobre si misma, es
mos responsables de nuestros actos pasados, y tal sentimiento decir de conocerse por reflexión.
seria imposible si nuestra alma no fuera la misma de siempre.
4. E s p ir it u a l id a d d e l a l m a
2. SuSTANCIALIDAD DEL ALMA 165 Llámase espiritual a todo ser que no depende de la materia
1. Noción. — Ciertos filósofos materialistas han querido re­ ni en su existencia, ni en sus operaciones. Y el alm a humana
ducir el alma a lina simple colección de fenómenos. Mas esta es espiritual. Pero hay que entender en qué sentido hacemos
doctrina contradice a los hechos psicológicos más ciertos. E s­ esta afirmación. E s un hecho que las operaciones sensibles
tos hechos nos obligan a admitir que el alma es una sustancia, del alma se sirven del concurso directo del cuerpo y que las
210 EL SUJETO PSICOLOGICO EL ALMA HUMANA

operaciones superiores, Inteligencia y voluntad, no pueden o la unión de dos am igos): y unión sustanclat, o fusión de
ser realizadas sino mediante ciertas condiciones orgánicas. dos realidades incompletas que constituyen por su unión una
Mas el alm a, por su naturaleza misma, es independiente del sustancia única, aunque compuesta.
cuerpo, en el sentido de que ejerce sin órgan o sus fun ciones
superiores de Inteligencia y de voluntad, y de que es cap az d e
existir sin e l cu erpo. Esto supuesto, ¿cuáles son las pruebas 2. El problema de la unión del alm a y del cuerpo.
de la espiritualidad del alma? a) L as doctrinas d e D escartes. M alebran ch e y Leibniz. E l
a) P ru eba p or la naturaleza d e la inteligencia. T a l ope­ problema de la unión del alma y del cuerpo volviéronlo inso­
ración. tal naturaleza. Ahora bien, las operaciones de la inte­ luble ciertas doctrinas filosóficas, tales como las de Descartes
ligencia y de la voluntad, en sf mismas o intrínsecamente, y Malebranche. que conciben el cuerpo humano y el alma
no dependen del cuerpo. Luego el alma de la que proceden humana como sustancia o seres completos en sf mismos. Para
tampoco depende de él, y debe ser llamada subsistente, es estos filósofos, en efecto, el alma es esencialmente pensamien­
decir capaz de existir sin el cuerpo. to y el cuerpo esencialmente extenso. Dos sustancias comple­
La inteligencia, por las ideas, conoce inmaterialmente las tas tan radicalmente opuestas no pueden tener entre si sino
cosas corporales, y su acto, que no tiene nada de material una unión accidental. Para explicar sus relaciones (relaciones
ni de cuantitativo, no puede proceder de una facultad orgá­ de lo físico y de lo moral), Malebranche propuso una solución
nica. La inteligencia es. pues, una facultad espiritual: y el tan poco natural como es el ocasionalism o. según el cual los
alma de la cual procede no puede menos de ser una sustancia movimientos del alma serian producidos directamente por Dios
espiritual. con ocasión de los movimientos del cuerpo, e inversamente.
b ) L a voluntad manifiesta igualmente la espiritualidad del Leibniz. por su parte, propone, para resolver el mismo pro­
alma: tiende al bien inmaterial e infinito, desea los bienes es­ blema, la teoría de la arm onía p reestablecid a, según la cual
pirituales, va tras la ciencia y la virtud. M as estas cosas no Dios, desde el principio, habría sincronizado en cierto modo
serian posibles si la misma voluntad no fuera una facultad es­ la serie de hechos psíquicos y la de los hechos corpóreos.
piritual: ningún ser desea lo que está esencialmente sobre su Estas teorías hicieron pronto lugar a otras doctrinas que,
naturaleza y le es por tanto incognoscible. Lina piedra no para resolver un problema tan mal planteado, negaron o bien
puede desear pensar. De lo cual debemos concluir que el al­ la realidad del alma ( m aterialism o de Huma), o bien la rea­
ma. de la que procede la voluntad, es una sustancia espiritual. lidad de la materia ( inm aterialism o de Berkeley).
c) N o obstante, el alm a no es un espíritu puro. No es sino b ) E l tod o sustancial. El problema de las relaciones del
incompletamente espiritual. Porque, como lo hemos dicho ya, alma y el cuerpo no puede ser resuelto de manera inteligible
alguna de sus funciones (vegetativas y sensibles), dependen si no se admite que el cu erpo y e l alm a están unidos en un
intrínsecamente de los órganos corporales, y sus funciones su­ único tod o sustancial, o, según queda explicado en Cosmolo­
periores (inteligencia y voluntad) dependen extrinsecamente gía (76-77, 81), que el alma es la forma inmediata y única
de esos órganos (8 2 ). Es asimismo una sustancia incom pleta, del cuerpo, lo que equivale a decir que por ella y sólo por
destinada a estar unida a un cuerpo y a formar con él una ella el hombre no solamente es hombre, sino también animal
sola y misma sustancia compuesta que, por esta razón, se y viviente, cuerpo, sustancia y ser (78, 8 2 ). Síguese de ahf
llama el com puesto humano. que el alma no está en el cuerpo como un piloto en su navio
(unión accidental), sino que. formando con él un solo todo
natural, el alm a está toda entera en tod o e l cu erpo g toda
A r t . IT. LA U N IÓ N D E L A LM A Y D E L C U E R P O
entera en cad a parte d e él. El hombre no está compuesto de
1. Unión accidental y unión substancial. — H ay que dis­ dos seres; es un solo ser compuesto.
tinguir dos modos de unión: unión accidental, que es la que
existe entre dos seres completos por sí mismos e independien­ 1G7 3. Relaciones de lo físico y lo moral. — Sólo la unión sus­
tes el uno del otro (tal la unión de los anillos de una cadena. tancial es capaz de dar cuenta de lo que se llama las retado-
218 EL SUJETO PSICOLOGICO EL ALMA HUMANA 219

nes de lo físico y lo moral, es decir del influjo mutuo de las doctrina profesa que el alma humana constituye con Dios
funciones vegetativas, sensibles e intelectuales. Una penosa una sola e idéntica sustancia, de la cual será una emanación
digestión o un dolor de cabeza hacen imposible el trabajo del o manifestación pasajera. Después de la muerte, el alma iría
espíritu. Al revés, una intensa actividad intelectual detiene a juntarse con el gran Todo, en el que ya no poseerá ni Indi­
la digestión, acelera o detiene el pulso. Las operaciones sen- vidualidad ni conciencia de si.
sibles del alma dependen intrínsecamente de los órganos cor­ Es un abuso de palabras el que tal doctrina hable aún de
porales. Las funciones intelectuales no dependen de ellos sino la inmortalidad del alma, y a qu e la inm ortalidad exclu ye a b ­
extrínsecamente, es decir como de condiciones externas: en solutam ente el aniquilam iento d e la personalidad. La inmor­
efecto, en los datos sensibles es donde nuestra inteligencia talidad exige, para ser verdadera, una sobrevida individual y
canta el primer objeto de sus operaciones. sustancial, de modo que conservemos nuestra facultad de co­
Todos estos hechos tan conocidos no pueden ser explicados nocer y de amar, la conciencia de nosotros mismos y de nues­
de manera satisfactoria si no se admite que el cu erpo y el tra identidad personal.
alm a no form an m ás qu e una sola sustancia cuyas fun ciones
son solidarias entre si.
2. P r u e b a s d e l a in m o r t a l id a d d e l a l m a

A r t . III. E L D E S T IN O D E L ALM A Tenemos que demostrar que nuestra alm a es inmortal d e


d erec h o y d e hecho. Debemos dividir asi nuestro argumento
168 La unión del alma y del cuerpo no es indisoluble: llega un porque si el alma es por su naturaleza, es decir de derecho,
día en que se rompe. Sabemos muy bien cuál es el destino inmortal, queda por probar todavía que ninguna potencia
del cuerpo. Pero ¿qué sucede con el alma? ¿Morimos total­ exterior vendrá a aniquilarla.
mente o enteros? Grave asunto del que depende toda la orien­
tación de nuestra vida; es muy cierto lo que dice Pascal:
1. La Inmortalidad intrínseca. — El alma es inmortal in­
"Pase que no profundicemos mucho en la opinión de Copér-
trínsecamente, es decir que e l alma es. p o r naturaleza, in­
nico; pero |en ésta! A la vida entera importa saber si el alma
corruptible e inmortal. Esto se puede probar con tres argu­
es mortal o inmortal."
mentos principales.
Pero antes de demostrar que el alma es inmortal, importa
a) P ru eba m etafísica. Esta prueba se funda en la simplici­
precisar bien qué es lo que se entiende por inmortalidad.
d a d d e l alm a. Una sustancia puede perecer de dos maneras:
directamente (o por s i), o bien indirectamente (o por acci­
1. N o c ió n d e l a in m o r t a l id a d dente). Una sustancia perece directam ente, cuando es sepa­
1. Definición. — La inmortalidad natural es una p rop ie­ rada del principio del cual trae su ser, la vida y sus funciones:
d a d en virtud d e la cual un ser no p u ed e morir. T a l es la asi, el cuerpo, separado del alma, que es su principio vital,
inmortalidad del alma humana. Llámasela natural, por deri­ se descompone y retorna a sus elementos. Una sustancia pe­
var de la naturaleza misma del alma. rece indirectam ente o por accidente, cuando queda privada
del sujeto sin el cual no puede ejercer sus funciones vitales:
2. Condiciones de la inmortalidad. — La inmortalidad tal es el caso del alma de las bestias, cuyas funciones todas
natural exige tres condiciones, a saber: qu e el alm a continúe son orgánicas, y no pueden por tanto ejercerse sin el cuerpo.
existiendo, después de la disolución del compuesto humano; Pues bien, el alma hum ana no p u ed e p erecer ni directa­
que, en esta sobrevida, el alma con serve su individualidad y m ente, por ser una sustancia simple, y por tanto incapaz de
siga por tanto consciente de si misma y de su identidad; qu e descomponerse, ni indirectam ente, por no tener necesidad del
la sobrevida sea ilimitada. cuerpo y de sus órganos para ejercer sus funciones propias
de conocimiento y voluntad. El alma es, pues, por su propia
3. La Inmortalidad panteista. — Hemos de hablar del na'ralezua, incorruptible e inmortal.
panteísm o en Teodicea. Aquí nos bastará apuntar que esta b) P ru eba m oral. Esta prueba está fundada en la justicia
220 EL SUJETO PSICOLOGICO EL ALMA HUMANA 221

d e D ios, que exige que la virtud y el vicio reciban las sánelo-' to. Dios solo puede volver el alma a la nada, de donde la
nes debidas: recompensa o castigo. Aquí abafo, las sanciones sacó por su omnipotencia. Pero la razón nos prueba que eso
de la virtud y del vicio son evidentemente insuficientes; y no lo hará nunca y qtie no dió al alma una naturaleza In­
basta muchas veces es el vicio el que triunfa y la virtud la mortal sino para asegurarle, de hecho, la inmortalidad. Su
que queda humillada. La justicia ex ig e qu e cada uno sea sabiduría y su bondad lo exigen.
tratado según sus obras, y esto só lo es posible p or la inmor~ L a sabiduría d el C read or ex ig e que no destruya su obra;
talidad d e l alm a. el arquitecto no construye para demoler, ni Dios ha dado al
c) P ru eba psicológica. Esta prueba está fundada en las alma una naturaleza inmortal para luego reducirla a la nada.
tendencias esenciales de nuestras facu ltades. Es un hecho L a bon dad d e D ios exige que el alma goce de esta inmor­
que todos aspiramos a conocer la verdad absoluta y a poseer talidad sin la que sus más ardientes y más profundas aspi­
el bien supremo y la felicidad perfecta, es decir a gozar de raciones quedarían insatisfechas. Frus'rada en sus tendencias
obfetos que están sobre el tiempo. Esto es tan cierto que esenciales, el alma humana tendría una suerte peor que la
nunca estamos satisfechos de verdad ni de felicidad; cuanto de las bestias, que por lo menos consiguen su fin, y caerla
más avanzamos en el conocimiento de la verdad y en la en la desesperación. M as todo esto es indigno de la bondad
práctica del bien, mayor se hace nuestro deseo, hasta el punto de Dios.
de que nada parece satisfacerle fuera de la Verdad, de la Por tanto, de derecho como de hecho, el alma es inmortal,
Bondad y de la Belleza perfecta, es decir fuera de Dios. En con una inmortalidad personal y sin fin.
eso está nuestro fin, fal como lo manifiestan nuestras más
profundas tendencias, que demuestran de ese modo que el
alma está sobre todo tiempo particular y finito y que es real­
mente inmortal por naturaleza.
M as la inmortalidad seria una palabra vana si el alma,
en su sobrevivencia, no conservara la conciencia de si misma
y de su identidad y no pudiera ejercer sus operaciones. Que
eso no es así. sino que el alma conserva su individualidad,
es lo que demuestran los tres argumentos antes citados. La
prueba metafísica implica en efecto, que el alma, perseve­
rando en su ser, continúa al mismo tiempo realizando las
operaciones que se hacen sin órgano. La misma conclusión
se impone por las otras dos pruebas: para que las sanciones
de la otra vida sean eficaces, preciso es que el alma se conozca
como Idéntica a lo que era durante su vida terrestre: y para
que sus aspiraciones a la felicidad sean satisfechas, es nece­
sario que guarde la conciencia de sí misma y de su indivi­
dualidad. En fin. la sobrevida ilimitada aparece como una
condición esencial de 1a perfecta felicidad: no es posible ser
verdaderamente feliz, si no tiene uno la plena seguridad de
no perder el bien poseído.

2. La inmortalidad extrínseca. — El alma es, pues, de


derecho. Inmortal. ¿Pero lo es de hecho? Para esto es preciso
que ninguna fuerza exterior al alma venga a aniquilarla.
Pues bien, solamente el que crea puede aniquilar. Por tan­
M E T A F I S I C A

PRELIMINABES

170 1* Noción. — La palabra M etafísica (después de la física),


fué dada por los discípulos de Aristóteles a l conjunto de los
tratados aristotélicos que seguían a los consagrados a las co­
sas de la naturaleza. Después ha sido empleada para designar
la p a rte d e la filo so fía consagrada a las realid ad es qu e en
ningún m odo son o b je to d e los sentidos.

2. División. — Las realidades que no caen bajo los senti­


dos pueden ser de dos clases:
a ) L as qu e no encierran ninguna m ateria, como los ángeles
y Dios.
b) L as que, conviniendo a la vez a los seres m ateriales y
a tos inm ateriales, son con sideradas p or los filó s o fo s fu era d e
cualquier m ateria y en su más alto grado de generalidad. T a ­
les son las realidades designadas con los nombres de ser. de
sustancia, de causa, etc. Estas últimas forman el objeto de
la M etafísica gen eral. Las primeras, el objeto de las M eta­
físicas especiales.

3. Método.
171 a ) L a M etafísica s e fu n d a en la experiencia. No nos es
posible, en efecto , con ocer p o r la razón los seres inm ateriales
sino en la medida en que se nos manifiestan por sus efectos.
La M etafísica debe por tanto apoyarse siempre en los datos
de los sentidos, internos y externos, así como en las ciencias
de la naturaleza, y esforzarse en determinar por el razona­
m iento cuál es la naturaleza del ser universal y cuáles son
sus principios y sus causas.
b) L a M etafísica es una ciencia. La Metafísica no es, pues,
una construcción arbitraria, ni una obra de arte, ni un objeto
224 METAFISICA

de creencia Irracional. La M etafísica es una ciencia, y, en


cierto sentido, la ciencia más rigurosa que existe, ya que su
objeto, por estar sobre la materia y libre de cambios, está
libre de las causas de error que provienen de los objetos que
se hallan en perpetuo devenir.
c) L as con diciones técnicas y m orales d e la M etafísica. L a
M etafísica, más que ninguna otra ciencia, requiere con dicio­
nes técnicas difíciles y condiciones m orales particulares. En C R ÍT IC A D E L C O N O C IM IE N T O
efecto, procede por abstracción y rechaza, por peligrosa, la
intervención de la imaginación. Al mismo tiempo exige una
especial firmeza lógica. Por otra parte, la Metafísica trata de
los grandes problemas de la existencia y de la naturaleza de 1. Noción. — El problema del valor del conocimiento ha
Dios, de nuestro origen y de nuestro fin. Lo que hemos dicho adquirido, en la filosofía moderna, desde el tiempo de Descar­
más arriba (128) del papel de la voluntad en el Juicio, basta tes, tanta importancia que a veces parecería constituir él solo
para hacer comprender que la Metafísica exige, no sólo una toda la filosofía. Evidentemente que en eso hay una exagera­
disciplina de la inteligencia, sino también una disciplina del ción. E l obrero no puede limitarse a examinar su instrumento
corazón. de trabajo. Pero otro exceso sería poner en duda la legitimi­
dad de la cuestión d e sab er e l valor d e nuestro conocim iento.
4. La Critica del conocimiento. — La Critica del conoci­ Los “errores de los sentidos”, los errores de la inteligencia,
miento, en cuanto tiene por objeto determinar el valor de el conflicto del conocimiento sensible y del conocimiento inte­
nuestro conocimiento metafisico, constituye una necesaria lectual plantean inevitablemente esta cuestión.
introducción a l estudio d e la M etafísica. Esta, en efecto, no
podrá construirse válidamente sino sobre la base de una razón 2. División. — El problema critico puede dividirse en d o s
cierta de la legitimidad y alcance de sus pasos y actividades. partes. En efecto, plantéase la cuestión de saber si som os
ca p aces d e con ocer la verdad. Trátase luego de determinar
cuáles son las verdades que podemos conocer, es decir ctt&l
es la extensión d e nuestro ocnocim iento.
CAPITULO I

EL CONOCIMIENTO DE LA VERDAD

173 Sobre la cuestión de saber si somos capaces, en general,


de conocer la verdad, dos opiniones son posibles: una nega­
tiva, y otra afirmativa. La primera se llama escepticismo: la
segunda dogmatismo o racionalismo.

A r t . I. E L E S C E P T IC IS M O

1. E xposición
El escepticismo admite diversos grados, según que profese
universalmente la imposibilidad de conocer alguna cosa, o
solamente la imposibilidad de conocer las cosas con plena
certeza. La primera posición constituye el pirronism o: la
segunda el probabilism o.

1. El pirronismo. — El pirronismo (llamado asi de Pirrón,


filósofo griego) profesa que el sabio no debe afirmar nada,
porque todo es incierto. Acepta no obstante las apariencias:
pero aun confesando que las cosas se le muestran bajo o tal o
cual aspecto, declárase en la im posibilidad d e saber jam ás si
tas cosas son tales com o aparecen.
Los argumentos del pirronismo son las siguientes:
a ) L os errores d e los sentidos (el palo que aparece quebra­
do en el agua, la torre cuadrada que de lejos parece redonda,
el sol que parece girar alrededor de la tierra, el agua profunda
que parece azul, etc.) prohíbennos dar crédito a los sentidos,
que son la fuente de todos nuestros conocimientos.
b) L os errores d e la inteligencia, manifestados por las opi­
niones contradictorias que los hombres profesan acerca de los
mismos objetos, y por los continuos cambios que experimen-
228 CRITICA DEL CONOCIMIENTO EL CONOCIMIENTO DE LA VERDAD 229

tamos acerca de creencias que parecían muy bien fundadas, 3. Es posible verificar, sin circulo vicioso, la veraeldad
son también prueba de nuestra absoluta incapacidad de cono­ de la inteligencia, como lo podemos demostrar por las obser­
cer la verdad. vaciones siguientes:
c) A rgum ento d e l dialeto (del griego: el uno por el otro). a) L a verificación experim ental. Hay muchos medios de
El valor de nuestro saber depende del valor de nuestra inte­ verificar el valor de un instrumento. Uno de ellos consiste
ligencia. M as nos es imposible conocer el valor de nuestra en servirse de él: el carpintero prueba la sierra aserrando
inteligencia, ya que ese valor no podemos conocerlo sino por madera. Del mismo modo, e l valor d e la Inteligencia s e verifi­
ella misma. ca en ta constitución d e la ciencia, d e la qu e ella e s e l instru­
mento. La ciencia avanza y permítenos una eficaz acción so­
2. El probabilism o.— El probabilismo es una atenuación bre la naturaleza, lo cual seria Inconcebible si no tuviéramos
del escepticismo. Fué propuesto por los Nuevos Académicos un conocimiento cierto y preciso de esta misma naturaleza.
(sobre todo por Carnéades) y por Cicerón. Consiste en afir­ b) L os casos privilegiados. Por otra parte, hay, en el or­
mar que los argumentos escépticos no prueban que no seamos den especulativo, casos privilegiados en los que la inteligencia
capaces de saber nada, sino sólo que nunca p od em os ir m ás allá capta ciertas evidencias absolutas, por ejemplo en la intuición
d e la probabilid ad (u opinión). Esta puede ser más o menos de los primeros principios. Luego la evidencia se basta a si
grande, pero sin llegar jamás a la certeza propiamente dicha. misma; es para si misma su propia luz. L a inteligencia, en
este caso, percibe, en su movimiento espontáneo, la infalibi­
lidad d e qu e está d otad a cu an do s e m ueve según su ley , que
2. D is c u s ió n es someterse al objeto.
c) L a mutua com probación d e los conocim ientos. Es. en
174 L La verdad y el error sólo están en el )uicio. — Propia­ Sin. un hecho de experiencia que a menudo nos es dado com­
mente hablando, no existe error d e los sentidos. Estos, en probar nuestros conpcimientos, los unos por los ogros: lo mis­
efecto, no poseen otra función que la de hacernos aprehender mo que se comprueba el tacto por la vista y al revés, los datos
las apariencias o fenómenos y en esto son infalibles. La vista de la inteligeneja pueden $pr verificados por referencia a los
no yerra cuando ve como roto el palo sumergido en el agua. datos de la percepción sensible, donde tienen su origen. La
El error no puede estar sino en el juicio, que es un acto de verdad debe estar siempre de acuerdo consigo misma.
la inteligencia: a ésta corresponde, según hemos visto en Psi­
cologia (102), criticar los datos sensibles antes de juzgar, 4. El escepticismo «s contradictorio. — Contra el escepti­
comparando las percepciones de los diferentes sentidos refe­ cismo, en general, es posible demostrar que no es posible
rentes al mismo objeto. defenderlo sin incurrir en contradicción. Si, en efecto, afir­
ma que ninguna cosa es verdad (o cierta), por lo mismo afir­
2. Loa errores de la inteligencia son accidentales. — Los ma ser verdad (o cierto) que nada es verdad. Luego hay
hombres se engañan; de esto no se puede dudar. Mas el error alguna cosa que es verdad.
¿es esencial, necesario, o es, por el contrarío, accidental? El
5. El escepticismo es prácticamente imposible. — En efec­
hecho de que rectificamos nuestras opiniones y de que bus­
to, e l escéptico, si fuera lógico consigo mismo, n o d eb erla
camos convencernos unos a otros, demuestra que nos creem os
ni hablar, ni molerse, porque cualquier palabra y cualquier
capaces d e la verdad. Y es también un hecho que todo un
gesto implican alguna afirmación. Aristóteles dice muy bien
inmenso conjunto de verdades han conquistado el unánime
que el escéptico desciende a la categoría de los vegetales.
consentimiento de las inteligencias. L as fluctuaciones d el sa­
ber explicansc bien p o r la com plejidad d e lo real y, en ciertos 8. Inconsistencia del probabilismo. — El probabilismo tam­
casos, como lo vimos ya (143), p o r las influencias d e la poco puede justificarse más que el escepticismo extremo. Por­
sensibilidad y d e la voluntad, sin que haya por qué hablar que desde el momento que admite que hay cosas m ás p r o b a ­
de la impotencia congènita del espíritu humano. bles que otras, por lo mismo confiesa que existe un criterio de
230 CRITICA DEL CONOCIMIENTO EL CONOCIMIENTO DE LA VERDAD 231

verdad según el cual se establecen los diversos grados de pro- dad de la inteligencia. Sólo se detiene ante esta certeza a la
bilidad. Y si hay un criterio d e verdad, es p osib le lleg ar a ella. que no puede afectar la duda más extravagante: pienso, luego
Por tanto, de toda esta discusión se ha de concluir que el existo: certeza de la existencia aprehendida en el acto de pen­
escepticismo no tiene argumento alguno valedero, y que hasta sar. Sobre esta verdad fundamental, tipo de toda certeza, pre­
se destruye al afirmarse. tende reconstruir todo el edificio de la ciencia.

2. Discusión. — E l procedimiento cartesiano suscita graves


A r t . II. E L D O G M A T IS M O dificultades.
175 La verdad del dogmatismo (llamado a menudo también a) L a du da cartesian a es d em asiad o am plia. No es razo­
racionalism o) ( ’ ) dedúcese inmediatamente de la refutación nable extender la duda, ni siquiera la metódica, a verdades o
del escepticismo, pues las dos tesis son contradictorias. Hay hechos que están garantizados por una evidencia absoluta,
que precisar, no obstante, los argum entos positivos sobre los como son, por ejemplo, las verdades matemáticas.
cuales se apoya el dogmatismo, a fin de demostrar que somos b) E l procedim ien to cartesiano es contradictorio en si m is-
verdaderamente capaces de conocer la verdad. Estos argu­ mo. Su fin, en efecto, es descubrir una verdad evidente en
mentos son de valor bastante desigual, y primero tenemos absoluto. Pero ¿cómo podrá consiguirlo desde el momento
que rechazar los que no prueban nada. que admite que las verdades evidentes, espontáneamente ad­
mitidas antes de la duda, en razón precisam en te d e su eviden­
cia, puedan ser simples errores. Después, lo mismo que antes,
1. E l m étodo cartesian o es siempre la misma la facultad la que conoce: si antes pudo
errar tan gravemente, ¿qué garantía tenemos de que no será
1. Exposición. — Descartes profesa que p ara d em ostrar la engañada después? Si la evidencia no tiene valor antes de la
aptitud d e l espíritu paca co n o cer la verdad, con vien e com en - duda, ¿cómo lo tendrá durante ella o después?
zar p o r una duda universal. N o se trata de la duda de los c ) N o es p osib le d em ostrar directam ente la veracidad d e
escépticos, ya que está ordenada a la verdad. E s una d u d a la inteligencia. Tod a demostración propiamente dicha de la
m etódica (3 1 ), que tiene por fin descubrir primero si no ha­ veracidad de la inteligencia es un circulo vicioso, ya que esta
brá alguna verdad tan absolutamente cierta que la duda no demostración no se puede hacer sino por la misma inteligencia.
pueda afectarle; y después, cuál es el criterio de la certeza. L a veracidad d e la inteligencia se m uestra, se com prueba, se
Descartes extiende, pues, su duda a todas las certezas es­ experim enta, pero no se demuestra. Y esto vale y tiene ma­
pontáneas: existencia del mundo exterior, existencia de su yor valor que la demostración (139).
cuerpo, verdad de las demostraciones matemáticas y veraci-(*)

(*) El término racionalism o se emplea en diversos sentidos que hay 2. L a s p r i m e r a s n o c io n e s y l o s p r im e r o s p r in c ip io s


que distinguir con gran cuidado. Empléaselo, en primer lugar, como lo
hacemos aquí, para afirmar la cap acid ad de la ratón hum ana d e conocer
con certeza las verdades que son de su dom inio . En este sentido se agru­ A. Naturaleza y división.
pan bajo el nombre de filosofías racionalistas las doctrinas que hacen 176 L Las primeras nociones. — Hemos advertido ya antes,
del conocimiento de la verdad la propiedad de la inteligencia humana,
en oposición a las filosofías del sentimiento o del corazón, que atribuyen en Psicología (1 4 1 ), que el hombre adquiere naturalmente,
la adquisición de la verdad a procesos o métodos irracionales. El término es decir por la actividad espontánea y necesaria de la razón,
racionalism o ha recibido históricamente un sentido inás restringido, que cierto número de nociones y de verdades que están como a la
designa a toda doctrina que profesa la absoluta y exclusiva suficiencia base de todos sus conocimientos, cronológica y lógicamente.
d e la ratón hum ana en el descubrim iento de la verdad en tod a su exten ­
sión , y que rechaza, en consecuencia, toda afirmación dogmática que la Esle conjunto de nociones y de juicios es lo que los moder­
razón humana no sea capaz de establecer por sus propios medios y com­ nos llaman la razón.
prender adecuadamente. En una palabra, el racionalismo asi entendido, Las nociones primeras son de ser. de causa, de sustancia
preséntase como la negación de la revelación divina de los misterios
y del conocimiento. y de fin.
232 CRITICA DEL CONOCIMIENTO EL CONOCIMIENTO DE LA VERDAD 233

2, Los primeros principios. — Las primeras nociones dan de este problema, esbozado ya en Psicología (1 4 1 ), se resu­
inm ediatam ente nacimiento, por un acto de pensamiento que me en las observaciones siguientes:
coincide con su aprehensión, a cierto dúmero de principios
que no hacen sino expresar las leyes universales del ser. 1. Loa principios son oblativos y a posteriori como la
a) L a consideración d el ser en si m ism o da nacimiento al noción de ser. — En efecto, según lo hemos visto ya, los pri­
principio d e identidad: "lo que es es", ó también: "el ser es meros principios están contenidos implícitamente en la noción
idéntico a sf mismo". El principio de identidad puede expre­ de ser, del que no hacen sino formular las leyes. Pues bien,
sarse en forma negativa: "lo que no es, no es", o también: la noción d e ser es una noción objetiv a, que resulta, por una
"una cosa no puede al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto abstracción espontánea y natural, de la aprehensión de los
ser y no ser" (principio d e no contradicción o, más breve, seres dados en la experiencia. Por eso, los prim eros principios,
principio d e contradicción) ; o en forma disyuntiva: "una antes de ser leyes del pensamiento, son prim ero percibid os
cosa es o no es", o también: "entre ser y no ser no hay tér­ como ley es d e l ser, y no son leyes del pensamiento sino por
mino medio" (principio d e tercero ex clu id o). ser las leyes del ser. E l pensamiento, al formularlas, Implícita
b) La consideración d e l ser en su relación a los diferen tes o explícitamente, no hace sino obedecer a las exigencias del
seres d a lugar a l principio d e razón su ficien te: "todo ser tiene ser que percibe.
su razón de ser". Este principio tiene tres distintos aspectos:
2. La intuición de los principios resulta de una aptitud
D esd e el punto d e vista d e la eficien cia, se expresa en el
innata de la inteligencia. — Existe, en la aprehensión de los
principio d e causalidad: "todo lo que comienza a ser tiene
una causa". principios un elemento a priori» que consiste en la aptitud
innata d e la inteligencia. Por efecto de esta aptitud la inteli­
D esd e el punto d e vista d e la subsistencia, se expresa en
gencia es considerada, como naturalmente apta, merced a 1a
el principio d e sustancia: "todo accidente (o fenómeno) su­
virtud del entendimiento agente (1 4 2 ). a ver en los seres el
pone un sujeto en el cual inhiere".
ser universal y las más generales leyes del ser.'
D esd e e l punto d e vista d e la finalidad, se expresa en el prin­
cipio d e finalidad: "todo ser obra en vista de un fin", o: "toda
actividad está determinada por la naturaleza de este ser". 3. N a t u r a l e z a d e l a in t e l ig e n c ia

3. Caracteres de los primeros principios. — Los primeros 178 La naturaleza de la inteligencia se deduce del análisis que
principios son: acabamos de hacer. De este análisis se siguen las dos verda­
a) N ecesarios, porque es im posible p en sar sin ech ar m ano des que enunciamos a continuación:
d e ellos, conscientemente o no. También son necesarios en el
sentido de que negarlos es n egar el pensam iento, y violarlos 1. La naturaleza de la inteligencia es capaz de conocer la
es no pensar. Imposible, en efecto, decir que lo blanco no es verdad. — En efecto, la inteligencia, reflexion an do sob re la
blanco, que el hombre es un animal sin razón o que el círculo m anera d e con ocer los principios, tiene conciencia de estar
es cuadrado. Semejantes aserciones no corresponden a nin­ determinada a este conocimiento por aprehensión objetiva del
guna idea coherente: no pasan de ser puras palabras. ser: asi ap reh en d e su propia naturaleza, qu e es d e co n for­
b) U niversales, porque, por un lado, caracterizan a ta m arse con e l ser que percibe.
razón en toda su extensión (universalidad objetiva) y por 2. La verdad consiste en la conformidad de! espíritu con
otro lado se imponen a cualquier inteligencia, humana o divi­ las cosas. — Estando la inteligencia p or naturaleza determi­
na (universalidad subjetiva). nada a conformarse al ser, no habrá verdad sino en la medida
en que esa inteligencia obedezca a las exigencias objetivas
B. Origen. del ser. es decir cuando haya adecuación d e sus juicios con
177 Se ha preguntado si los principios son a priori, es decir el ser. Toda la ciencia y toda la filosofía se construyen asi a
anteriores a toda experiencia, o a posteriori. La solución la luz del ser y de sus leyes universales.
EXTENSION DEL CONOCIMIENTO 235

en el conocimiento sensible, lo cual es cierto, sino en sostener


que esos conocimientos no encierran nada que no sea de
naturaleza sensible. Y a hemos demostrado, por el contrario
(126. 177), que la razón es naturalm ente cap az d e apreh en ­
d er en los d a to s sen sibles, por medio de la abstracción, los
CAPITULO II aspectos inteligibles d e lo real, qu e los sen tidos son incapaces
d e com pren der o extraer y qué. mediante el razonamiento
fundado en la experiencia, es capaz de descubrir los princi­
EXTENSIÓN DEL CONOCIMIENTO pios y las causas de lo real.

A rt . II. E L ID E A L IS M O
179 El problema del alcance del conocimiento es un problema
distinto del precedente, porque el hecho cierto de que somos 1. N oción de idealismo
capaces de llegar a la verdad deja subsistir la cuestión de
saber qué verdades o qué cosas somos efectivamente capaces A. Principio del idealismo.
de conocer. Podemos distinguir aqui dos opiniones extremas 80 El idealismo ha tenido, desde tiempo de Descartes, inmensa
y contrarias, que a su vez admiten muchas variantes: una fortuna y ha sido enseñado por muchos filósofos bajo muy
afirma que no podemos conocer sino las cosas sensibles (sen ­ diversas formas. Podemos, no obstante, reducir todas esas
sualism o y em p irism o), y la otra que no conocemos sino ideas teorías a la afirmación de un principio común a todas, que se
(id ealism o). Nosotros no podemos admitir ninguna de estas llama principio d e inm anencia. Este principio consiste en de­
dos teorías. La doctrina que nosotros profesamos (realism o) cir que el h om bre no con oce directa e inm ediatam ente sino su
se mantiene a igual distancia de estas dos opiniones, sin dejar propio pen sam ien to (o sus ideas, y de ahí el nombre de
de reconocer lo que hay de aceptable en cada una de ellas. id ealism o ).

A rt. I. E L S E N S U A L IS M O Y E L E M P IR IS M O B. Problema del mundo exterior.

1. Principio del sensualismo. — El sensualismo (o empi­ Este problema nace inmediatamente del principio de la in­
rismo) tiene como principio fundamental que to d as nuestras manencia. Porque si nosotros no conocem os directam ente
ideas sin excepción vienen únicam ente d e los sen tidos y por sino nuestras ideas, la existencia d e un m undo distinto d e l d e
consiguiente no pu eden enseñarnos n ada qu e no perten ezca nuestro pen sam ien to deja de ser cierta, y se convierte en un
problem a qu e h ay qu e resolver.
al orden sensible.
Esta doctrina fué sostenida en la antigüedad por los sofis-
tas (Georgias y Protágoras) y los epicúreos (Epicuro); en la C. Las formas del idealismo. Puédense distinguir:
edad media, por ciertos nominalistas (Pedro Aureolo. Guiller­ 1. El idealismo propiamente dicho. — Podemos agrupar
mo de Occam, Nicolás de Autrecourt): entre los modernos bajo este nombre todas las doctrinas que reducen el universo
por Locke, Condillac, Hume, Stuart Mili, etc. Condillac pre­ a un sistema de ideas. Dicho de otra manera, el universo, para
tendió demostrarla rigurosamente, queriendo probar que todo estas doctrinas, n o tiene realid ad sino en el espíritu. Fuera
conocimiento se reduce a la sensación y a las transformacio­ del espíritu no hay nada. Los principales filósofos que han
nes de la sensación. enseñado esta doctrina son Berkeley, Fichte, Schelling, Hegel.
El idealismo invoca en favor suyo los siguientes argumentos:
2. Critica del sensualismo. — P,1 error del sensualismo no a) L a inm anencia d e l conocer. El principio de la inmanen­
está en afirmar que nuestros conocimientos tienen su origen cia del conocer es considerado por el idealismo como evidente.
236 CRITICA DEL CONOCIMIENTO EXTENSION DEL CONOCIMIENTO 237

D e hecho, la demostración que pretende dar y que consiste tan d a, de causalidad, de finalidad, etc.; las de la sensibilidad
en decir que el espíritu, p ara conocer, no p u ed e salir d e si son las categorías de espacio y de tiem po. Si las cosas nos
para irse a pasear por las cosas, no tiene sino las apariencias aparecen como sustancias, como regidas por las leyes de la
de una demostración. Es una simple petición de principio o causalidad y de la finalidad, si nos aparecen como situadas
un circulo vicioso. E l principio d e la inm anencia es un puro en el espacio y en el tiempo, esto no significa que esas cosas
postulado. sean tales en si mismas, sino solamente que nosotros las hace­
b) C ritica d e las nociones d e sustancia y d e m ateria. Estas mos tales. En definitiva, el universo d e l conocim iento es, en
dos nociones (que Berkeley identifica erróneamente) no res­ su form a, obra d e l espíritu.
ponden, dice Berkeley, a ninguna cosa real. En efecto, la idea c) A rgum entos d e l criticismo. Los argumentos de Kant no
d e sustancia es inconsistente. La sustancia, según se la defi­ son otra cosa que los del empirismo sensualista, que Kant
ne, es lo que sostiene los fenómenos. Pero primero, este so­ copia de Locke y Hume. T o d o conocim iento, dice, no p u ed e
porte, si existiera, seria imposible de conocer. Además es venir sino d e los sentidos, y como los sentidos no conocen sino
contradictoria, porque él mismo tendría necesidad de soporte objetos singulares, sensibles y contingentes, síguese de ahí que
y as! hasta el infinito. Es además inútil, porque los fenóme­ nuestras ideas, que se refieren a objetos universales, no sen­
nos se bastan a sí mismos. sibles y necesarios (la idea de hombre, la Idea de causa, de
Si nos fijamos en la noción de materia, dice Berkeley, lle­ libertad, los primeros principios, etc.) son puras construccio­
gamos al mismo resultado. L a m ateria, en efecto, no es esto, nes de la razón y no datos objetivos.
ni aquello, ni nada de determinado. E s p u es, absolutam ente
im pensable y no respon de a n ada real. 3. El idealismo cartesiano. — El idealismo de Descartes y
Berkeley concluye de aquí que todo lo real se reduce a de Malebranche no es de hecho sino un idealism o p roblem á­
fenómenos, que no son otra cosa que las ideas. S er, en este tico, ya que estos dos filósofos, partiendo de la hipótesis idea­
concepto, es percibir o ser percibido. E l universo es real, pero lista. quieren luego restablecer la realidad del mundo exterior.
es un universo de espirítus y de ideas (de ahi el nombne de Pero siguen siendo verdaderamente idealistas en cuanto afir­
esta doctrina: inmaterialismo). man que la creencia en la realidad del mundo exterior no se
apoya en la percepción (pues sólo percibimos nuestras ideas),
sino únicamente en la revelación (directa, según Malebran­
2. El criticismo. che: indirecta, según Descartes) del mismo Dios.
a) E l ideótismo form al. Es la doctrina expuesta por Kaht
en su Critica d e la razón pura (de ahi el nombre de "criti­ 2. D is c u s ió n d e l id e a l is m o
cism o"). Esta doctrina constituye un idealismo formal en el
sentido de que Kant reconoce la existencia necesaria de o b je ­ 1. Desmentido de la experiencia. — Que el espíritu no
tos independientes d e l espíritu y externos a é l (cosa que no pueda salir de si para ir a pasearse en las cosas, es la misma
admite el idealismo propiamente dicho o m aterial), pero los evidencia. Mas de ahi no se sigue que no conozcamos más
declara al mismo tiempo absolutam ente incogn oscibles en si que nuestras ideas. Esto va primero contra e l sentim iento tan
mismos. Estos objetos no nos aparecerían, según Kant, sino fu erte c invencible que tenemos d e con ocer cosas objetivas,
revestidos de las formas a priori de nuestra razón y de nues­ exteriores a nosotros. Si no pudiéramos conocer sino nuestras
tra sensibilidad, del mismo modo que todas las cosas deberían Ideas, no se comprendería lo que con buen acierto se ha lla­
aparecemos rojas y dejarnos en la absoluta ignorancia de su mado tos choqu es d e la experiencia, es decir la obligación en
verdadero color, sí nuestra visión proyectara, p o r un efecto que sin cesar nos pone el contacto con la naturaleza de modi­
d e su estructura, el color rojo (color a priori) sobre todos los ficar nuestras ideas y nuestros sistemas de ideas para hacerlas
objetos que se le presentaran delante. encuadrar con ella (99-101). La ciencia entera, con sus lentas
b ) L as form as a prior! d el conocim iento. Las formas a prio­ y difíciles investigaciones (5 7 ), no cesa de desmentir al
ri del entendimiento son, según Kant, las categorías de sus­ idealismo.
238 CRITICA DEL CONOCIMIENTO EXTENSION DEL CONOCIMIENTO 239

2. Falsa noción de la idea y del conocimiento. 184 4. Critica del inmaterialismo. — Los argumentos de Ber-
a) L a idea es no o b je to . sino m edio d e l conocim iento. Para keley se basan en puros contrasentidos:
a ) N oción d e sustancia. L a sustancia, contra lo que piensa
el idealismo, lo que conocemos es la idea; la idea es el objeto
directo e inmediato del conocimiento. M as esto es un error Berkeley, no es un sop orte inerte, sobre el que irían pasando
muy grave. L a id ea, en efecto, es. no lo qu e prim eram ente ée los fenómenos, como las perlas de un collar en el hilo que las
con oce, sino aq u ello en lo qu e y p o r lo qu e una cosa es con o­ sostiene. En realidad, la sustancia es inseparable de los fenó­
cida. (Sólo por un acto segundo, por reflexión o retorno sobre menos o accidentes, que son algo de ella misma. La sustancia
si, puede la idea como tal ser objeto directo del conocimiento.) es el sujeto del cambio, y el cam bio la afecta realm ente. Si no
Lo que se conoce directa e inmediatamente es, pues, la cosa hubiera sustancia, todo cambio produciría un ser totalmente
misma, pero en y por su semejanza o su sustituto mental que nuevo.
es la idea. P o r la idea y en la idea, la cosa está en n osotros b) N oción d e m ateria. L a m ateria prim era o prim a. homo­
inm aterialm ente. De ahi, la irresistible evidencia en que nos génea e indeterminada, es el resultado de una abstracción,
encontramos de aprehender, por el conocimiento, realidades como hemos visto en Cosmología (7 7 ); no existe com o tal.
objetivas. Esto no quiere decir que no exista de ningún modo (el hom­
b) E l v erd ad ero problem a critico. Compréndese asimismo bre, como tal, es decir que no fuera tal o cual hombre, no
que el único problema critico concebible consiste no en saber existe; pero de ahi no se sigue que a nuestra idea de hombre
si existe algo fuera del pensamiento (lo cual no tiene sentido no corresponda cosa alguna en la realidad). De hecho, la
alguno, por ser tan evidente y convincente la evidencia de esta materia existe como materia segunda o elemento constitutivo
existencia), sino en saber si lo que existe evidentemente fuera de los cuerpos, lo mismo que el hombre existe en su forma in­
del sujeto que conoce, es decir el universo y todo lo que en­ dividual (Pedro, Pablo, etc.).
cierra, está en conformidad —y en qué medida y en qué con­
diciones—' con la idea que de él tenemos. 185 Critica del criticismo kantiano. — Kant niega ser idea­
lista. E s totalmente imposible, dice, dudar de la realidad de
3. Objeciones idealistas. — El idealismo suele presentar las cosas, porque la simple conciencia de mi propia existencia
contra la doctrina que acabamos de exponer, ciertos argumen­ es al mismo tiempo una conciencia inmediata de la existencia
tos que vamos a examinar. de otra cosa distinta de mi. M i experiencia interna no p u ed e
a) Lo que conocemos, dicen los idealistas, debe estar en el ex plicarse p or tanto sino p or la percepción d e cosas exteriores
pensamiento. M as un objeto distinto del pensamiento no está a mi. Kant quiere, pues, limitarse a un simple idealismo
en el pensamiento. Por consiguiente, no podrá ser conocido. form al. Pero este mismo idealismo choca con no pocas difi­
R espuesta. Las cosas que conocemos deben, en efecto, estar cultades.
en el pensamiento, ya que ésa es la misma definición del a ) E l criticism o kantiano vale lo qu e vale e l em pirism o
conocimiento. Pero no es necesario que esté en el pensamiento sensualista que le sirve d e base. Y más arriba hemos demos­
materialmente (como el agua en un vaso), sino que basta que trado el carácter sofistico de los argumentos sensualistas.
esté en él por un sustituto m ental, como la casa está presente b ) L a doctrina d e K an t es adem ás contradictoria en sí mis­
al órgano de la visión por su imagen. m a: admite la realidad de objetos independientes del sujeto
b) E l o b jeto no está presen te en el pensam iento sino p o r cognoscente (cosas en si o números) que al mismo tiempo
¡a idea. No se conoce, pues, el objeto, sino la idea. declara absolutamente incognoscibles. En rigor, si las cosas
R espuesta. Esto seria cierto si la idea fuera el término últi­ en si fueran incognscibles, nosotros no podríamos estar ciertos
m o del conocimiento. M as no es sino el término m ediato: en sino de la existencia de los fenómenos o apariencias, es decir
la idea, percibe el espíritu el objeto mismo, sin detenerse en la sólo de las modificaciones del sujeto cognoscente.
idea como tal; algo asi como en la lectura percibimos el sen­ c) L a hipótesis d e las form as a priori es arbitraria. En efec­
tido de las palabras, sin detenernos en las palabras como fi­ to, Kant no concibe, para un conocimiento, el término medio
guras o signos. entre proceder íntegramente de lo sensible y ser totalmente
240 CRITICA DEL CONOCIMIENTO EXTENSION DEL CONOCIMIENTO 241
a priori, es decir ser !a obra subjetiva de la facultad cognos­ cente. Es la ciencia una investigación paciente y minuciosa,
citiva. M as esto equivale a olvidar sin m otivo la hipótesis d e cuyos resultados son constantemente confrontados con la rea­
una función abstractiva det espíritu, en virtud de la cual éste lidad, que es la que ordena.
es apto para captar en lo sensible realidades no sensibles (ca­ c) E l acu erdo d e los hom bres entre si acerca de los objetos
tegorías. naturalezas y sustancias, formas y esencias, leyes y de la experiencia no puede explicarse sino en la concepción
principio). Desde este punto de vista, lo que, en nuestro sa­ realista. Si los objetos no fueran sino ideas en el entendimien­
ber, es metempfrico y meta físico, seria también (o al menos to, seria inconcebible que mi universo coincidiera constante­
podría ser) objetivo. Kant yerra, pues, al presentar la hipóte­ mente con el de los demás, y el de los demás con el mió.
sis de las formas a priori como la única solución del conoci­
miento. No sólo no es ésta la única solución posible, pero ni 187 3- El sentido del realismo. — Importa comprender exac­
siquiera es la más clara y más conforme con los datos de la tamente el sentido del realismo.
psicología (142). a) O b jeto d e la inteligencia. A] afirmar la realidad objeti­
va del ser y la esencial ordenación de la inteligencia al conoci­
6. Conclusión. — Conclúyese de esta discusión que el idea­ miento del ser, el realismo afirma en primer término que ef
lismo no puede alegar en su favor ningún argumento válido o b jeto d e la inteligencia es realm ente la universalidad d e l ser.
y que choca con insolubies dificultades. Por eso. la v erdad De ahi nace en nosotros la necesidad de saber siempre más,
d el realism o qu eda indirectam ente establecida. de penetrarlo todo y de abrazarlo todo por el espíritu.
b) L os limites efectiv os d e la razón humana. Observando,
por un lado, que nuestra inteligencia no es sino una inteli­
A r t . II!. E L R E A L IS M O gencia humana, es decir condicionada en su ejercicio por órga­
186 L Noción. — Se llama realism o, por oposición al idealismo, nos corporales, el realismo no puede olvidar los limites efecti­
la doctrina que p ro fesa la realid ad d e l mundo exterior, es de­ vos de nuestro conocimiento, limitado pr arriba y por abajo.
cir de un universo realmente distinto del sujeto que conoce. Existen, en efecto, realidades puram ente espirituales (Dios,
■Esta doctrina no es objeto de demostración, porque no se los espíritus puros) que nuestra inteligencia, ordenada al co­
demuestra lo evidente. Hemos demostrado, en efecto, primero nocimiento del mundo sensible, no puede aprehender en si
en Psicología (103), y después al discutir el idealismo, que mismos, sino solamente p er analogía con lo sensible. Y asi
existe una verdadera evidencia d e la aprehensión d e ob jeto s pensamos el espiriiu por analogía con lo que hay de menos
realm ente distintos d el sujeto cogn oscen te. La refutación de burdo en el mundo de los cuerpos ( spiritus. aire, soplo).
los argumentos contrarios deja subsistente en toda su fuerza Existe, asimismo, en lo real, todo lo qu e es m ateria y todo
esta fundamental evidencia. to que dep en d e d e In m ateria: estas naturalezas, consideradas
en su singularidad o individualidad concreta, no son inmedia­
2. La evidencia realista.— Podemos, no obstante, resumir tamente accesibles a la inteligencia, sino únicamente a la apre­
los aspectos de la evidencia realista. hensión sensible.
a) E l carácter intencional d e la conciencia. El realismo es­ c) E l dom inio propio d e la inteligencia humana. Entre
tá evidentemente implicado en la invencible persuasión del estos dos limites opuestos es donde ejerce sus actividades
sujeto que conoce, de ser determinado a conocer por objetos nuestro conocimiento, como en su dom inio propio. Dominio
distintos de él. Ningún argumento es capaz de disminuir este amplísimo, que encierra las naturalezas m ateriales abstractas
sentimiento. Eso es lo que, en términos técnicos, se llama el y todo lo que puede ser conocido por ellas, el ser universal,
carácter internacional del conocimiento: por su misma natura­ sus leyes y divisiones generales, la C ausa prim era d e l ser y tos
leza, tiende éste hacia un objeto distinto de él para apropiár­ principios d el orden m oral. A lo que hay que añadir: nuestra
selo inmaterialmente. actividad intelectual y voluntaria y, en ella, la existencia d el
b ) E l testim onio d e la ciencia. La ciencia implica hasta la su jeto pensante y volente, el sujeto que piensa y quiere.
evidencia la realidad de un mundo distinto del sujeto cognos- d) E l realism o filo só fico no es un realism o ingenuo o lite-
242 CRITICA DEL CONOCIMIENTO

ral. como el del sentido común. E s un realism o critico, es


decir preocupado de determinar, en lo real que se ofrece a la
experiencia, lo que es objetivado y lo que pertenece a la acti­
vidad del espíritu. E l problem a d e los universales, examinado
en Psicología (1 4 2 ). responde sobre todo a esta preocupación
critica. Su discusión conduce a afirmar que el universo d el ONTOLOGIA
s,
conocim iento no es una copia d e l universo objetivo, sino una
construcción realizada por la inteligencia a partir de los datos
sensibles y correspon dien do, en su modo material, a las reali­
dades de la experiencia. 188 1. Noción. — La Ontologia (o Metafísica general) es la
La experiencia, en efecto, encierra algo inteligible, a saber ciencia d e l ser en cuanto ser, y d e los caracteres qu e p erte­
las formas y las esencias, objetos primeros de la inteligencia, necen a l ser com o tal. La noción de ser, según hemos visto
en cuanto ideas objetivas de las cosas. Este mundo de ideas en Psicologia (141), es la más alta abstracción a que nos es
objetivas, que existe en forma singular, es lo que la inteli­ posible llegar, cuando en cierto modo hemos despojado a los
gencia conoce en forma universal (1 0 0 ). E l universo d el c o ­ seres singulares de todo lo que los distingue y hace de ellos
nocim iento es. pues, el universo real, p ero apreh en d id o p or tal o cual ser determinado.
e l espíritu según el m odo inm aterial qu e le es p rop io.
e) E l realism o / rente al em pirism o y a l idealism o. Por ahí 2. Objeto. — La M etafísica tiene, pues, por objeto a todos
se puede comprender cómo el realismo critico permanece a los seres, pero sólo en cuanto son ser y no en cuanto son
igual distancia del empirismo sensualista y del idealismo, y tales o cuales seres determinados. Es por tanto la ciencia uni­
conserva del uno y del otro todo lo que ambos encierran de versal. Siendo su objeto el más abstracto posible, tiene la
verdad, enseñando, por una parte, que nuestro saber tiene su máxima extensión, ya que conviene a todo lo que es o puede
origen en los datos sensibles, y. por otro lado, que la razón ser, y la minima comprehensión, pues hace abstracción de
construye, a partir de estos datos, un universo inteligible o toda nota o cualidad particular (1 1).
universo de ideas que responde a las ideas (formas y esen­
cias) inmanentes a los objetos de la experiencia. 3. División. — Podemos estudiar al ser en si mismo, o en
su g ran d es divisiones o también en cuanto es causa.
CAPITULO l

EL SER EN Sf MISMO

A rt. I. E L S E R E S T R A S C E N D E N T E

189 1- El w no es un género. — Podría uno Imaginar que.


siendo los diversos seres especies de seres, el ser en general
Fuera el género supremo.
M as esto es imposible. En efecto, siempre que hay relación
de género a especie, ésta añade realm ente al género una nota
que el género no contiene: "racionar* es una nota que no con­
tiene el concepto de "animal". Pero a l ser no se le p u ed e añ a­
dir nada, porque todo lo que es es ser. Por lo tanto el ser no
es un género.
En otros términos, si todos los seres no fueran sino diversas
especies del ser (tomado como género supremo), todas las no­
tas que sirvieran a diversificar el ser estarían necesariamente
fuera del ser; lo que equivale a decir, ya que la nada no puede
diversificar, que no habría más que un solo ser. La variedad
de seres no seria sino una apariencia ilusoria. T a l era la teo­
ría de Parménides, que precisamente consideraba al ser como
un género.

2. El ser bo es trascendental, es decir una noción qu e


trasciende o sobrepasa todas las categorías d el ser y se aplica
a todo lo que es o puede ser, de cualquier forma que sea. En
efecto, cada categoría del ser dice lo que es el ser (por ejem­
plo, el ser es sustancia, cualidad, relación, e tc.); mas ninguna
lo dice adecuadamente (el ser no es sólo sustancia, sino tam­
bién accidente: no sólo la cualidad, sino también la cantidad
es ser, etc.). Diremos, pues, que el con cep to d e ser es inm a­
nente a todas las categorías, en cuanto todas ellas son ser,
p ero tas trasciende a todas, en cuanto que, como tal, está sobre
todas ellas.
246 ONTOLOGIA EL SER EN SI MISMO 247

3. Ser finito y Ser infinito. — E l concepto d e ser trascien­ como se ve, una proporción d e relación que podríamos tradu­
d e no sólo a cada categoría de ser singular, sino también cir de esta manera:
a todas las categorías juntas . porque abraza —aunque bajo verdad visión corporal
aspectos esencialmente diferentes— a la vez a los seres finitos
(que se dividen en categorías) y al Ser infinito (que está inteligencia luz
por encima de las categorías).
3. La analogía del ser. — Por ahí se ve que la noción de
A rt . II. E L S E R E S A N A LO G O ser no puede ser sino analógica. El ser, en efecto, no puede
decirse de los diferentes seres sino bajo un aspecto en parte
190 1. Definiciones. — Hay que distinguir el término univoco. semejante y en parte diferente. La idea de ser conviene a to­
el término equivoco y el término análogo (o analógico). dos los seres. cualesquiera que sean: a Dios, al ángel, al hom­
a) U nivoco se dice del concepto qu e puede atribuirse de bre. al perro, al árbol, a la estrella, al pensamiento, a la pala­
manera absolutamente idéntica a diversos sujetos. Por ejem­ bra, al aire, a la sociedad, a la amistad, a la vida, a la ciencia,
plo, el concepto de hombre se aplica unívocamente a Pedro, a a la virtud, etc. M as no conviene a todos los seres en idéntico
Pablo, a un negro y a un blanco. sencido, porque cada uno d e ellos es ser de una manera abso­
b) Equivoco se dice de un nombre que no se aplica a di­ lutamente especial y propia: el ser de Dios es esencialmente
versos sujetos sino en un sentido totalmente diferente. Ejem ­ diferente del ser del hombre: el ser de la planta, esencialmen­
plo: el carnero, constelación celeste y un animal. E l equivoco te diferen'e del ser del animal: el ser de la piedra esencial­
no puede jamás ser un concepto, sino una palabra que se mente diferente del ser de la planea, etc. Entre estos seres
aplica a distintos conceptos. decimos que hay relación de analogía.
c) A n á logo se dice de un concepto referido a realidades
esencialmente diversas, pero que tienen no obstante entre si 191 4 Unidad relativa de la idea ds ser. — La noción de sor,
cierta proporción. E s pues intermedio entre el equivoco y el por no ser sino relativamente una. es confusa. En efecto:
univoco y designa una noción que se aplica a varios sujetos a ) La noción d e ser. en su más alta generalidad, comprenda
en un sentido ni totalmente idéntico ni totalmente diferente. todas las maneras, reales o posibles, como el ser puede existir.
Asi la salud es una noción analógica en cuanto se aplica a (Dicese, en términos técnicos, que la noción d e ser connota la
un alimento, al rostro y al cuerpo. En efecto, el alimento existencia, es decir que no podemos pensar esa noción sin
produce la salud, el rostro expresa la salud y el cuerpo la dejar de referirla a la variada multitud de modos de existen­
posee. cia). Desde este punto de vista, la noción de ser es esencial­
mente diversa, porque el ser puede ser realizado y se realiza
2. Las especies de analogía. Se distinguen: de hecho de múHpies maneras, la noción del ser debe conte­
a) La analogía d e atribución, que es la d e un término o d e ner esta diversidad.
un concepto que conviene a muchas cosas en razón d e su b) M as. por otra parte, sólo confusamente contiene esta
relación con otra . a la que únicamente se aplica el término diversidad, en el sentido de que abraza la universalidad de
propia y principalmente. Asi el término sano no se dice propia los seres, sin representar a ninguno en particular. Desde este
tj principalmente sino d el cuerpo ; pero por analogía aplicase punto de vista, la noción d e ser posee cierta unidad, a saber:
igualmente al alimento o al clima, que producen la salud en en cuanto que, encerrando vagamente la idea de la diversidad
el cuerpo, y al rostro que revela la salud corporal. de los seres, hace en cierto modo abstracción de ellos. Esta
b) La analogía de proporcionalidad, que es la de un térmi­ unidad, como se comprende, es imperfecta e informe. Y de
no o d e un concepto que convienen a muchas cosas en razón ahí nace el sentimiento de confusión que produce esta noción
d e una semejanza de relación. Asi se habla de la “luz de la y en general la noción analógica.
verdad", queriendo dar a entender que la verdad es a la inte­ c) Esta noción d e ser la poseen necesariamente todos los
ligencia lo que la luz del sol es a los ojos del cuerpo. Hay ahí. hombres, desde el momento que empiezan a pensar . Pero, en
US ONTOLOGÌA EL SER EN SI MISMO 249

quien no es filósofo, tiene un carácter de confusión que indica hecho mismo lo contrario del ser. es decir que es no-ser, o, en
que no hay en él conciencia plena de la complejidad de la otros términos, privación de un bien debido a una naturaleza.
noción. Lo contrario sucede al filósofo, cuando reflexiona so­
bre la noción de ser. No es que suprima de ella la confusión
que le es esencial, pero descubre las razones de esta confu­ 2. E l un o
sión; y es una gran claridad saber por qué es necesariamente 1. La unidad excluye la división en acto. — Todo ser es
confusa la noción de ser.
uno por esencia. En efecto, el ser puede ser o simple o com­
puesto. M as lo que es sim ple no puede ser sino indiviso, por
A rt. III. LA S P R O P IE D A D E S T R A S C E N D E N T A L E S definición. Lo que es com pu esto no tiene ser (es decir no
DEL SE R existe) mientras sus partes están separadas; y sólo lo tiene
cuando sus partes están reunidas y forman el mismo com­
í . N ociones g en era les puesto.

192 I- Las tres propiedades trascendentales.— T o d o lo qu e 2. La noción de unidad es analogía. — E l ser no es uno
existe o p u ed e existir es uno, verdadero y bueno. Estas tres unívocamente, sino analógicamente.
propiedades acompañan inseparablemente al ser y son una L a an alogía d el uno resulta en e fe c to d e la analogía d e l ser,
misma cosa con él. Que es lo que expresa el axioma: "La ya que el ser y el uno son convertibles, es decir que. si todos
unidad, la verdad y la bondad son convertibles con el ser." los seres son unos (o indivisos) por ser seres, cada clase de
Por eso se las llama trascendentales, en cuanto se identifican ser es una con una unidad que le es propia.
realmente con el ser. que es trascendente. Que es lo que la experiencia nos enseña claramente, pues
vemos que la unidad interna d e los seres encierra muy diver­
2. Boladón del sor y d* sus propiedades. — Acabamos de sos grados, desde el todo esen cial (un hombre, un árbol), has­
decir que los trascendentales coinciden realm ente con el ser. ta el to d o acciden tal (una casa, una máquina). Por debajo de
En efecto, como el ser no es un género, no es susceptible de esta unidad accidental, existe toda una gama de unidades d e
recibir un atributo que lo determine "desde afuera" (como continuidad (el vuelo del ave. la trayectoria del obús), que
la diferencia especifica le viene de afuera al género, que no son obra de la inteligencia. La unidad se halla dondequiera
la contiene en s i). Todas sus determinaciones le vienen, pues, que haya ser: pero encierra la misma flexibilidad analógica
"de dentro", por vía de explicitadón. En es‘e sentido, las pro­ que el ser, con el que comparte la necesaria trascendencia.
p ied ad es d e uno, d e verdadero y d e bu eno n ada real añaden
a l ser, pues ellas mismas son ser. El ser las contiene necesa­ 3. División de la unidad trascendental. — La unidad tras­
riamente. Ellas no hacen sino poner de relieve los diferentes cendental comprende:
aspectos del ser; por esta razón tampoco son simples tauto­ a j L a unidad d e sim plicidad. Esta unidad es la q u e co ­
logías. rrespon de al ser que carece d e partes. Dios solo excluye ab­
solutamente toda especie de composición, es decir que el Ser
3. Deducción de las propiedades trascendentales. — El divino es absolutamente simple y perfectamente uno.
ser puede ser considerado ya en si mismo, ya relativamente: b) U nidad d e com posición. Esta unidad es la d e l ser qu e
a) C on siderándolo en si mismo, absolutam ente, nada se está com puesto d e partes.
puede decir de él sino que es el ser. Se han de distinguir aquí diversas ca‘egorias, a saber: ta
b ) C on siderándolo también en si m ismo, p ero negativa­ unidad esencial, o unidad de lo que no tiene más que una
mente, echóse de ver que es indiviso en si mismo, es decir uno. esencia, por eiemplo la unidad de un cuerpo orgánico, de un
c) R elacion án dolo con la inteligencia, descúbrese que el ser roble, de un hombre, y la unidad accidental, o unidad de lo
es verdadero; p on ién dolo en relación con la voluntad, aparece que tiene muchas esencias: esta unidad accidental puede re­
como bueno. El mal. que es lo contrario del bien, es por el sultar ya de una unión extrínseca, o de fuera, de los elementos
25Q ONTOLOGIA EL SER EN SI MISMO 251

que lo componen: un montón de piedras, una mesa, un apara» sea más inteligible en si (ya que cuanto más Inmaterial sea
to de radiotelefonía, o bien de una unión intrínseca, o de un ser, más accesible es a la inteligencia), nos es de hecho
dentro de los elementos: por ejemplo, la unión de Pedro con menos inteligible. De igual modo, lo que está por debajo del
la ciencia que posee. ser propiamente dicho, es decir lo que es potencialidad o
virtualidad, no nos‘es sino imperfectamente inteligible. N u es­
4. La multitud trascendental. — La unidad trascendental tro conocim iento se desenvu elve, pues, entre d os zonas oscu­
es, como lo hemos visto (6 9 ), principio de la multitud tras­ ras: una posee demasiada luz para nuestra inteligencia y nos
cen den tal, es decir de la pluralidad de seres cada uno de los ciega: la otra tiene demasiada poca para nuestra capacidad
cuales es uno (con unidad más o menos perfecta). E sta plu­ intelectual.
ralid ad no /orma un núm ero (un caballo, una piedra, un
hombre y una estrella no hacen cuatro). Un número no se
forma sino con partes d e un to d o cuantitativo o con seres 4 . E l bien
considerados como partes de un tdo: asi se habla de las diez
1. La relación a la tendencia. — La bondad expresa en
habitaciones de una casa, o también de diez hombres, consi»
primer lugar una relación a una tendencia: e l ser es bueno
derados como diez parces de la especie humana. También se
en cuanto es cap az d e llenar una n ecesid ad o satisfacer un
podría decir (aunque impropiamente), que un caballo, un
d eseo. La bondad, propiedad trascendental, no hace sino ex»
hombre, una piedra y una estrella forman cuatro cosas o
presar en forma explícita la relación de conveniencia que
seres, considerándolas en este caso como a partes del ser.
existe entre el ser y la tendencia.
3 . La verdad
2. El bien trascendentaL — E l bien, por ser el término de
1 9 2 bis 1. La verdad trascendental* — Hemos indicado ya (30) la tendencia y del deseo, aparece como siendo por naturaleza
la distinción que hay que hacer éntre verdad trascendental y ser y perfección, ya que todos los seres desean la perfección
verdad lógica. Esta expresa, decíamos, la conformidad de la de su ser. Asi, el bien ij el fin coinciden: todo fin es un bien
inteligencia con lo que es. Es, pues, una cualidad o propiedad y todo bien es un fin o puede serlo.
d e la inteligencia. La v erd ad trascenden tal es una p rop ied ad El fin puede presentarse en cierta manera de dos modos o
d e los seres, porque es e l ser m ism o d e las cosas, en cuanto grados: como d esea d o por quienes aún no lo han conseguido,
inteligibles, es decir cognoscibles por la inteligencia. o como deleitable y o b jeto d e am or para quienes lo poseen.
Pues bien, ésos son precisamente los caracteres del ser, que
2. La inteligibilidad. — Por ahi se ve que la inteligibilidad es a la vez objeto de deseo y fuente de delectación y de gozo.
(o cognoscibilidad) es una p rop ied ad trascenden tal qu e acom ­ Es. pues, como tal. un bien, y de ahi se sigue que el bien
pañ a a l ser inseparablem ente, pero en diversos grados, en y el ser convertibles: todo lo que es ser es bueno en cuanto
todas sus determinaciones. E l ser, pues en presencia de una es ser y en la medida que lo es.
inteligencia, es inteligible tal cual es. Y reciprocamente, la
inteligencia está, por naturaleza, abierta a la universalidad 3. Loa tres especies de bien. — El bien se puede dividir
del ser, pues, según acabamos de ver. el ser, como tal, es en bien útil, deleitable y honesto.
inteligible. Diremos, pues, que yendo la inteligibilidad a la a) E l útil. E l bien útil es el que sirve d e m edio para con­
par con el ser, las co sa s son inteligibles en proporción d e l seguir un bien. Todo su valor de bien, en cuanto es útil,
ser qu e p oseen . consiste, pues, en su capacidad de procurar otro bien; en si
No obstante, la inteligencia está sometida, en n osotros, a mismo puede no tener ningún atractivo (la medicina o la
ciertas condiciones que limitan su extensión y alcance. Como operación para el enfermo).
lo hemos notado más arriba (187), está, en cuanto inteligen» b) E l deleitable. El bien deleitable es aquel que trae goce
cia humana, ordenada al ser de la experiencia sen sible. De y alegría: tal una obra de arte, el deporte o el juego.
asi se sigue que todo lo que está sobre lo sensible, aunque c) E l hon esto. E l bien honesto es el que nos atrae, no por
252 ONTOLOGIA
la utilidad o el goce que nos procura sino an te to d o p o r la
perfección qu e nos trae.
Por ahí se ve que el bien prim ero y propiam en te dicho es
e l qu e responde a l fin esencial d el ser (que es dar la perfec­
ción ) : es el bien honesto. El bien deleitable es verdadera­
mente. en cuanto deleitable, un fin de la tendencia, pero no su CAPITULO II
fin último, porque el goce no es la totalidad del bien, sino
sólo un aspecto del bien. Finalmente, lo útil se halla evidente­
mente en el último grado del bien, pues no es fin sino medio. LAS DIVISIONES DEL SER

4. El mal. — E l mal, que es lo contrario del bien trascen­


dental, consiste, para un ser, en la privación de un bien que
le pertenecía. E s una fa lta o una deficien cia d e ser. Estos J 193 El ser no existe bajo la forma absolutamente indetermi­
términos de privación, falta y deficiencia, sirven para ha­ nada en que lo considera, por abstracción, el metafisico. S olos
cernos entender que se trata, no de la pura y simple ausen­ los seres, es decir los individuos, existen verdaderam ente; y
cia de una perfección cualquiera, sino de la ausencia de un todo lo demás no es sino maneras de ser de los individuos, y
bien necesario a la integridad d e un ser determ inado. Asi, no ser absolutamente. Pues bien, estos diversos seres, indi­
la ceguera no es un mal sino en quien debe ver (privación ) , viduos o no, pueden ser agrupados a su vez en grandes cate­
pero no en la piedra, a la cual no corresponde ver ( n egación ). gorías que constituyen las primeras divisiones o las d eter­
m inaciones m ás gen erales d el ser. Estas grandes divisiones
son las de la sustancia y las de los diversos accidentes. Ade-
• más, el ser se puede dividir en toda su amplitud, en acto y
¡ potencia. Siendo esta última división más general aún que
la de las categorías, por ella debemos comenzar.

A rt . I. E L A C T O Y LA P O T E N C IA
La distinción de la esencia y de la existencia es la que

i mejor nos hace penetrar en la división en potencia y acto.

1. Esencia y existencia.
a) N oción. Analizando la idea de ser, échase de ver que
el ser puede tomarse en dos sentidos. Primero, como signi­
ficando el acto d e existir (la existen cia) como en estas pro­
posiciones: "C ésar existió realmente", "Pedro lee (está le­
yendo)": en ambos casos, se afirma la existencia de una cosa,
de César y del acto de leer.
¡ El ser puede también ser tomado como designando: ya
lo que es o puede ser, es decir el sujeto actual o posible de
I la existencia: y asi en las proposiciones "Pedro lee”, "el
I hombre es racional", "el muro es blanco", las palabras P e­
dro. hom bre, mitro son los sujetos en que existen o pueden
ONTOLOGIA LAS DIVISIONES DEL SER 255
254

existir la lectura, la razón o la blancura; o ya lo qu e una cosa 2. Potencia y acto.


es: Pedro es hom bre, este muro es blan co, César fué un gran a) L as nociones d e acto y d e potencia van y a im plicadas
capitán. Estas últimas acepciones forman lo que se llama, en la distinción d e esencia y existencia. La esencia aparece,
en sentido amplio, la esencia. en efecto, como lo que puede existir, como en potencia de
Tomada en su sentido estricto, la esencia es aqu ello p o r lo existir; y la existencia es lo que da a la esencia el acto de
que una cosa es ¡o qu e es y se diferencia de cualquier otra existir, lo que hace de ella un ser en acto.
( anim al racional expresa la esencia de hombre, es decir aque~ b) L as n ocion es d e acto y d e poten cia nos son tam bién
lio por lo que el hombre es hombre). Esta esencia es la que sugeridas p o r el fen óm en o d el cam bio. Todo cambio, en efec­
formula la definición por género próximo y diferencia espe­ to, consiste en el paso de la potencia al acto. El agua deviene
cífica (1 4 ). o se convierte en vapor; es, pues, vapor en potencia. T a l
b) P rop ied ad es d e la esencia. La esencia, tal como se la árbol da frutos: el fruto está, pues, en potencia en el árbol.
entiende en seniido estricto, es: el ser n ecesario, no en el sen­ Vapor y hielo son diversos actos del agua, asi como el fruto
tido de que existiría necesariamente (propiedad que no con­ es el acto del árbol. Vese, pues, que la potencia e s la aptitud
viene sino a la Esencia divina, como se verá en Teodicea), d e llegar a ser o deven ir alguna cosa. Por su parte, el acto
sino en el sentido de que es imposible pensar una cosa como es o bien e l estad o d el ser q u e ha adqu irido o recibido la
desprovista o privada de su esencia, porque eso equivaldría perfección p ara la qu e estaba en potencia, o bien el ejercicio
a pensarla a la vez como siendo y como no siendo lo que es. d e una actividad qu e h ace p asar a un ser d e la potencia al
Imposible pensar el triángulo con sólo dos ángulos, o pensar acto (el a c ‘o en este último sentido, se llama acción o acto
una piedra como dotada de inteligencia; — el prim er principio segundo) (7 3 ).
d e inteligibilidad, en cuanto por ella cada ser es primero inte­ c) L a poten cia es alg o real en el ser: asi, para el agua, la
ligible (es decir cognoscible por la inteligencia) y por ella capacidad de hacerse vapor o hielo. Los seres no se convier­
se explican todas sus propiedades: por la esencia "animal ten o devienen cualquier cosa.
racional" se comprende en primer término el ser "hombre”
3. Axiomas. — Sobre el acto y la potencia, enúncianse al­
y las propiedades de este ser: mortalidad, sujeción al dolor, gunos importantes axiomas.
oapacidad de reír, etc. a) U na cosa no es p erfecta sino en cuanto está en acto.
Y a hemos observado (79) que la inteligencia humana, al Asi, la perfección del árbol consiste en dar frutos.
no poder captar siempre las esencias echa mano ya de las b ) E l ser obra en la m edida en que está en acto: en efecto,
propiedades, o ya de la forma exterior de las cosas, como obrar es producir algo, es decir realizar un acto; pero nadie
sustituto de la esencia. da lo que no tiene.
c) T o d o s los seres crea d os se com ponen d e esencia y exis­ c) T o d o ser capaz d e cam bio está com puesto d e potencia
tencia, lo cual equivale a decir que no existen en razón de lo y d e acto: de acto, pues al presente posee un estado determi­
que son. Su esencia no implica la existencia. Podrían, pues, nado; de potencia, por ser susceptible de recibir otro estado.
no existir: trátase de los seres que en término técnico se d) L a p oten cia no pu ede p asar al a cto sino p or la acción
llaman contingentes. d e un ser en acto, porque lo menos no produce lo más; todo
Un célebre problema que plantea la distinción de esencia y efecto tiene una causa proporcionada.
existencia consiste en saber si, en un ser singular, la esencia es
realm ente distinta de la existencia, es decir del acto que la
hace existente. Los filósofos tomistas sostienen la distinción A r t . II. LA S C A T E G O R IA S
real. Hay que notar también que distinción real no significa 1. Nociones generales
necesariam ente separación , ni siquiera posibilidad de separa­
ción (la blancura es real y distinta del papel en que escribo, 1. Definición. — Llámase categorías (o predicamentos) a
mas no es posible separarla de él). los gén eros suprem os d el ser. Estos géneros supremos son
256 ONTOLOGÌA LAS DIVISIONES DEL SED 257

m odos del ser y no especies del ser, porque el ser, como lo 89 que nació en 1900; que Roma fué tomáda por A la-
hemos visto (1 89), no es un género. Defíneselo como los rico en 410: tiem po;
m od os m ás generates co m o pu ede existir el ser. 99 que uno está vestido, armado, etc.: haber.
Tales son, con la sustancia, las diez categorías (o pred ica­
2. División. — El ser es sustancia o accidente. S e llama m entos) distinguidas por Aristóteles. Queda sin embargo
sustancia a un ser al qu e com pete existir en sí y en razón una cuestión por saber, y es si cada uno de esos modos de
d e sí. A la sustancia se opone el accidente (etimológicamente: ser constituye una realidad accidental especial, o si algunos
lo que sobreviene a una cosa) qu e es un ser qu e no pu ede no son diferentes aspectos de una misma realidad o compor-
existir en si, sino sólo en un sujeto. tamien'.os puramente extrínsecos. Las opiniones varían.
A la sustancia pertenece en primer lugar el nombre de ser.
El accidente es modo de ser más bien que ser. 2. L a relación

3. La noción do sustancia. — L a noción d e sustancia es Hemos estudiado ya en Cosmología diversos accidentes, a


primitiva. N a ce d e la percepción d el cam bio, que obliga a saber, la cantidad, el lugar, el tiem po y la cualidad. Como
distinguir, en el mismo objeto, realidades cambiantes y una por otra parte no tenemos por qué detenernos en la situación
realidad permanente. El agua que se caliento al fuego es la y el haber, quédannos por estudiar por un lado la acción y la
misma agua que estaba fria un poco antes. Pedro está suce­ pasión, que las estudiaremos con la causalidad, y, por otra
sivamente alegre, triste, irritado, sano, enfermo: es la misma parte, la relación, que vamos a estudiar ahora.
persona, en todos esos cambios. Este anciano es el mismo
1. Noción. — La relación es aquello por lo que un sujeto
individuo que antes era un niño. La realidad permanente
se relaciona con un término. Tales son, por ejemplo, la igual­
es la sustancia. La reflexión permite precisar esta noción de
dad, la semejanza, la causalidad, que son efecto respectiva­
sustancia, dándonos a entender que la sustancia es, más fun­
mente de la cantidad, de la cualidad y de la acción, y se
damentalmente todavía, una cosa apta para existir en si (y
añaden a ellas como otras tantas dc'crminadones accidenta­
no en un sujeto que la recibiría) y p or si, es decir en razón
les. Las otras categorías (tiempo, lugar, etc.) son por el con­
de lo que es. trario efecto s de la relación.
L a p rop ied ad esencial d e la sustancia es. pues, existir por
sí y en si y no en un suje'o. El accidente es aquello que no 2. Análisis. — La relación encierra tres elementos esencia­
existe sino en un sujeto ya existente: la virtud no puede le s un sujeto, es decir aquello que es'á en relación con otra
existir sino en un ser racional; la blancura no puede existir cosa y a lo que se atribuye la relación: así, el padre, sujeto
sino en una cosa material, etc. de la relación de paternidad: un térm ino. es decir aquello con
lo que el sujeto está en re’ación: el padre con relación al hijo,
4. Los accidentes. — Hay tantos modos de ser accidenta­ o el hijo al padre: un fundam ento de la relación, es decir una
les (o accidentes) cuantas son las diversas maneras de atri­ causa o una razón en virtud de la cual un sujeto se relaciona
buir un predicado a un sujeto. Y de un sujeto se dice: con otro: la luz es la que condiciona la relación del ojo con
I 9 que es blanco, negro; hábil, dichoso, alegre, caritati­ el objeto visto.
vo, etc.: cualidad: El sujeto y el término de la relación tomados juntos consti­
29 que es grande o pequeño: cantidad: tuyen los dos términos de la relación y se llaman correlativos,
39 que está cercano o lejano, que es padre o hijo, etc.: cuando la relación es mutua (padre e h ijo ).
relación:
49 que pega, guía, habla, etc.: acción : 3. Propiedades. — Las principales propiedades de la rela­
59 que está herido, guiado, etc.: pasión; ción son las siguientes:
69 que es.ó en París, en Roma: lugar; a) N o hay m ás o m enos en la relación. Las relaciones no
79 que está de pie, acostado, sentado, etc.: situación: pueden aumentar o disminuir por sí mismas; una cosa, por
258 ONTOLOGIA

ejemplo, es igual o desigual, semejante o desemejante con


relación a otra.
b ) L as relacion es son recíprocas. Puédeselas, pues, cam­
biar, y decir, por ejemplo: “el padre y el hijo", y "el hijo y
el padre"; "el cuadro y el pintor", y el "pintor y el cuadro";
"la visión de este objeto", y "el objeto de esta visión". CAPITULO III
c) L os correlativos son sim ultáneos. Los correlativos se f
dan necesariamente juntos y nunca separados: no hay padre
sin hijo, ni hijo sin padre. Por lo mismo, los correlativos son LA S CAUSAS
conocidos simultáneamente, y se definen mutuamente.

4. División. — Divídese la relación ya desde el punto de


vista de su fundamento (división esencial), o ya desde el
A rt. i . n o c io n e s g en erales
punto de vista de los términos (división accidental).
a) P unto d e pista d el fun dam en to. Distinguimos aquí las
relaciones de igualdad, que nacen de la cantidad; las relacio­
196 1* Definiciones. — Llámase principio a aquello de donde
procede una cosa, de cualquier modo que sea. Así, toda causa
nes de cau salidad. que resultan de la acción; y las relaciones es principio, mas no todo principio es causa, porque el término
de sem ejanza, que resultan de la cualidad o de la forma. de causa no se emplea sino para designar aqu ello d e lo que
También se puede distinguir la relación real, que existe una cosa d ep en d e en cuanto a la existencia. Llámase e fe cto
independientemente del espíritu: tales son las relaciones de
a lo que proviene de la acción causal y consecuencia a lo que
las causas con sus efectos, y la relación lógica, que resulta
resulta del principio.
de una operación del espíritu: relación de una cosa consigo
misma, del presente con el futuro, del ser con la nada.
2. Análisis d o la causa. — El análisis revela tres elemen­
b) P unto d e vista d e los térm inos. Desde este punto de tos o condiciones en la noción de causa. Por un lado, la
vista, distinguense dos clases de relación: la relación mutua. causa d e b e ser realm ente distinta d el efecto. Por tanto, la
cuando los d o s térm inos no pu eden darse, com o tales, sino a
causalidad no se confunde con la actividad: obrar no es nece­
la vez: no hay paternidad sin filiación y viceversa; la relación sariamente causar o producir. Por otro lado, e l e fe c to d e b e
no mutua, cuando los dos términos n o son correlativos: el uno
d ep en d er realm ente d e la causa, pues es producido por la
es* relativo, y el otro es absoluto (no relativo) (tal es la rela­
virtud de la causa. Y en fin. la causa d e b e tener sobre e l e fe c ­
ción entre la criatura y Dios o también entre la ciencia y su
to prioridad d e naturaleza. Decimos "prioridad de naturaleza"
objeto). En este caso, la relación del término absoluto (Dios,
y no de tiem po, porque la causalidad es una relación que no
el objeto de la ciencia) al término relativo (la criatura, la
implica necesariamente el tiempo (o la sucesión). Y hasta
ciencia) no es sino una relación lógica.
hay que decir que, considerados en lo que tienen de esencial,
el ejercicio de la acción causal y la producción del efecto son
cosas simultáneas e indivisibles.

3. C ausa, condición, ocasión. — Hay que distinguir con


cuidado estas tres nociones. L a condición es una cosa que
perm ite a la causa produ cir su efecto , ya positivam ente, a
titulo de instrumento o de medio (asi el arco es para el violi­
nista condición de la melodía que va a tocar), ya negativa­
m ente. separando los obstáculos (el pianista debe hacer afi­
nar el piano, si ha de tocar bien).
260 ONTOLOGIA
LAS CAUSAS 261

L a ocasión es una circunstancia accidental que crea condi­ p a l): asi se puede reconocer, en una construcción, el estilo
ciones favorables a la acción (el buen tiempo es la ocasión que propio del albañil.
me decide a salir de paseo). Ni la ocasión más feliz, ni la
b ) C au sa esen cial y causa accidental. La causa, principal
condición más indispensable (llamada condición sirte qua non) o instrumental, puede ser causa p or si (o esen cial) o causa
pueden ser confundidas con la causa propiamente dicha por­
p o r accid en te (o accid en tal). La primera es aquella que pro­
que el efecto no depende de ellas esencialmente, sino acci­
duce el efecto propio para el cual está ordenada: asi la ope­
dentalmente. ración que sana al enfermo. La segunda es la que produce
un efecto al cual no estaba ordenada: la operación que mata
A rt . II. LA S C U A T R O E S P E C IE S D E C A U S A S al enfermo: otro ejemplo es el acto del cavador que, al abrir
1 9 6 bis Las causas son cuatro: eficiente, material, formal y final. un hoyo para plantar un árbol, encuentra un tesoro. Por
Tales son. pues, las cuatro maneras cómo se puede contribuir ahí se ve que el efec to d e la causa accidental, a l rev és d el d e
a la producción de una cosa. ta causa csenciat. no tiene razón d e fin. por producirse fuera
de la intención del agente. Ejemplo de esto es lo que acaece
1. L a causa e f ic ie n t e en la casualidad, que es propiamente una causa accidental.
c) C au sa prim era y causa segunda. La causa principal
1. Definición. — La causa eficiente es aquella qu e. por
puede ser causa primera o causa segunda, según sea princi­
su acción física, produ ce el efecto . E l escultor es causa de la
p io prim ero o principio interm ediario d e la acción. Por lo
estatua, como estatua.
mismo, toda causa principal es primera y toda causa primera
2. División. — La causa eficiente puede ser ya causa prin­ es necesariamente causa principal.
cipal o instrumental, ya causa esencial o accidental, ya causa D e la misma manera, toda causa segunda es instrumental
primera o segunda, ya (en sentido amplio) causa física o con relación a la causa primera de la cual depende. Pero
moral. puede, b a jo otro aspecto, ser también causa principal; lo mis­
a ) C ausa principal y causa instrumental. La causa efi­ mo que ta causa prim era p u ed e no ser prim era sino b a jo un
ciente es causa principal, cuando se mueve y obra p or su p ro­ asp ecto defin id o y causa segunda b ajo otro asp ecto. Hemos
pia virtud (el escultor que traba|a el mármol; el arquitecto de ver que Dios solo es Causa absolutamente primera e inde­
que construye la casa); o causa instrumental, cuando está a l pendiente: todas las otras causas no obran sino dependiendo
servicio d e la principal (el escoplo del escultor; el albañil que de Dios, Causa primera universal, y, como tales, no son sino
ejecuta los planos del arquitecto). causas segundas.
L a acción es común a la causa principal y a la instrumen­ d) C au sa física y causa m oral. Llámase causa física aque­
tal, pero por diferente razón. E s tod a entera, p ero no total­ lla que obra por un influjo físico. No obstante, por "influjo
mente, e fe c to d e la causa instrum ental (la casa es, entera, físico" no hay que entender una actividad de orden sensible
producto de la actividad de los albañiles, carpinteros, etc.; y material, sino sólo un influjo real: asi el arquitecto es causa
pero no lo es totalmente, porque el plano de la casa no es física de la casa, en cuanto que ordena toda la actividad de
obra suya). En cambio, la acción es toda entera y totalm ente los obreros.
e l efecto d e la causa principal, en cuanto ésta determina y
L a causa m oral es aquella que consiste solamente en deter­
dirige toda la actividad de la causa instrumental.
minar m oralm ente a un agente racional a ejercer su activi­
De ahí que el efecto se parezca a la causa principal y n o a
dad propia; asi sucede con los consejos dados a un amigo. L a -
la causa instrumental: el estilo de la casa revela al arquitecto
causa m oral, asi entendida, sólo im propiam ente s e llam a causa
y no al albañil. Puede también, no obstante, llevar la marca
del instrumento, en la medida en que éste ha ejercido su pro­ eficien te y se relaciona más bien con la causalidad final.
pia actividad junto con la acción de la causa principal (es
decir que ha sido, para una parte de la obra, causa prlnd- 197 3» Acción y pasión. — Ahora podemos tratar de Ir más
adelante en la noción de la causalidad eficiente, estudiando
2« ONTOLOGIA LAS CAUSAS 863

las relaciones de la acción y de la pasión o. lo que es igual, la materia es el principio determinable (o potencial); mien­
del agente y del paciente. tras que la forma es el principio determinante (o acto) (7 7 ).
a) L a causa no cam bia p or e l h e c h o d e la acción. En efec­
2. La causa formal. — Compréndese, por lo que antecede,
to. la causalidad, com o tal. ninguna otra cosa dice sino el
que causa form al es sinónimo de forma, puesto que la forma
acto de producir una cosa; lo cual de si n o im plica ninguna
es lo qu e concurre a la constitución d e un com puesto, com o
pasividad en e l agen te.
p arte intrínseca determ inante y esp ecificad ora (7 9 ). Asi,
No obstante, este principio no excluye el cambio acciden tal
el alma humana, al sobrevenir al cuerpo, constituye un ser
en el agente. E s cierto, en efecto, que el agente co rp oral es
humano.
siempre modificado, en el ejercicio de su actividad causal, por
la reacción d e l su jeto sobre el cual obra (o p a c ien te) : asi. el
3. La causa fin a l
martillo se calienta al golpear. Pero el ag en te no es m odifi­
ca d o en cuanto ob ra : lo es solam en te en cuanto recib e una 1. Noción.
acción (o reacción) de parte del paciente. Por eso una causa
a ) D efinición. E l fin, en general, es aqu ello por lo qu e se
eficiente que fuera únicamente causa, sin recibir nada (o
p rod u ce un efecto . Es, pues, el térm ino de la acción, en el
padecer) de ninguna otra causa, permanecería siempre idén­
orden de la ejecución, y el principio de la acción, en el orden
tica del todo a si misma. Eso sucede con Dios, causa primera
de la intención, ya que él dirige toda la serie de las operacio­
universal.
nes. Por esta razón es causa d e las causas. Por ejemplo.
b) L a acción está en el p acien te. E l término acción tómase
Pedro quiere ser ingeniero: este fin (intención) es el que le
aquí en el sentido de e fe c to produ cido. Como tal. la acción
va a conducir a hacer tales estudios, a entrar en tal escuela, a
no está en la causa sino como en su principio; su término está
tal examen, etc. Cuando haya obtenido el titulo de ingeniero,
en el paciente que sufre una modificación y nada hay fuera
el fin (o la intención) estará realizado y toda la serie de
del paciente. L a acción constituye, pues, con la pasión , una
actividades ordenadas por ese fin se habrán term inado igual­
sola e idéntica realidad, que expresa, en cuanto acción, una
mente. El fin es, pues, a la vez el principio y el término de
relación del agente al paciente, y como pasión, una relación
la acción.
del paciente al agente.
b) N aturaleza d e la causalidad final. ¿Cómo explicar la
c) E l e fe c to preexiste en la causa. Este axioma significa,
causalidad del fin, es decir su propiedad de mover al agente
no sólo que el efecto pr^existe virtualm ente en la causa, sino
a producir alguna cosa? Evidentem ente, el d e s e o es el princi­
también que preexiste en ella d e una m anera m ás p erfecta de
p io d e l m ovim iento: yo me pongo en movimiento cuando me
lo que existe en si mismo, en cuanto producido y realizado.
siento solicitado por alguna cosa que se me presenta como
Por una parte, en efecto, si la causa no p o sey era virtual­
apetecible.
m ente tod a la p erfección d el efecto , éste vendría d e la nada,
M as la explicación la hemos de ir a buscar más allá, porque
o lo más de lo menos, lo cual es absurdo. Por otra parte, el
todavía podemos preguntarnos la razón d el d eseo. Pero sabe­
efecto , an tes d e ser produ cido, no es otra cosa qu e la causa
mos ya (192 bis) que la tendencia y el deseo no se ponen
com o poten cia d e producirlo, y. realizado, no es sino un as­
en acto sino por la aprehensión de algún objeto que se pre­
pecto parcial de la perfección de la causa, lo cual equivale
senta como un bien que conviene al agente. E s. pu es, fu n da-
a decir que la causa es necesariamente más perfecta que el
m entam lente. el bien en cuanto d eseable, lo qu e d a razón d e
efecto. la casualidad d el fin. Por eso se dice que el fin y el bien son
convertibles.
2. C ausa material y causa formal
19 7 bis 1. La causa material. — Dase este nombre a la m ateria 2. División. — El fin lo podemos distinguir en fin de la
d e qu e está h echa una cosa, es decir, bajo una forma más téc­ obra y fin del agente; en fin principal y fin secundario; en
nica, lo qu e concurre a la constitución d e un com pu esto com o fin mediato y fin último.
parte intrínseca determ inable. En efecto, en un compuesto. a) F in d e la obra y fin d e l agente. El fin d e la obra e t
264 ONTOLOGÌA

objetivo: es el fin al cual está ordenada la obra por su misma


naturaleza: asi, la limosna se destina por si misma al alivio
del pobre. B i fin d el agente es subjetivo, porque reside en la
intención: el que Hace la limosna, puede Intentar: ya socorrer
al pobre, o ya ser tenido por generoso. Cuando el fin del
agente no coincide con el fin d e la obra, éste se convierte en TEODICEA
un simple m edio.
b) Fin principal tj fin secundario. E l fin principal es aqu el
qu e se p reten de an tes que ningún otro y al cual se subordinan
los demás fines (llamados secundarios). Asi, el soldado com­
bate con valor por defender a sii patria, y secundariamente
PRELIMINARES
por conseguir una condecoración.
c) F in m ediato y fin último. Que sean principales o secun­
darios, los fin es particulares no son jam ás sino fin es m ediatos
y nunca el fin último de la acción. Están, pues, necesaria­ I. Naturaleza de la Teodicea.
mente subordinados a un fin, que es último y absoluto. Este
fin es siempre el bien o la propia perfección del agente. T o ­ 198 a) D efinición nominal. E l nombre de T eod icea vierte de
dos los demás fines son particulares e instrumentales con rela­ dos palabras griegas que significan justificación d e D ios, y
ción a este último fin. se reservaba primeramente a las obras destinadas a defender
la Providencia contra las dificultades que suscita el problema
de la existencia del mal.
b) D efinición real. El Hombre de Teodicea ha pasado ya a
ser sinónimo de T eología natural, y se aplica al conjunto del
tratado de Dios. Es, pues, la ciencia d e D ios p or la razón.
c) T eod icea y T eología. La Teodicea es, pues, una ciencia
racional, es decir que se apoya sólo en las luces de la razón.
En eso difiere de la Teología que tiene por primeros principios,
no los principios de la razón, sino los datos de la Revelación.

2. Importando de la Teodicea.
Apenas si es necesario hacer resaltar la importancia y uti­
lidad de la Teodicea. La excelencia de una ciencia está en
razón de la excelencia de su objeto. Pues bien, el pensam iento
no p u ed e tener o b jeto m ás ex celen te que a D ios. Ser supremo,
principio primero y último fin de todas las cosas. En el co­
nocimiento y amor de Dios está nuestra perfección y, por
tanto, nuestra verdadera felicidad.
Por otra parte, nues’ro conocim iento d el m undo y d e l hom ­
b re jamás podrá ser completo, si no subimos hasta Dios como
a la causa de todo lo que existe: ni la m oral podrá encon­
trar sólido fundamento, si no recurrimos a Dios, soberano
legislador.
IM TEODICEA

En fin. la Teodicea, al demostrar la existencia de Dios,


proporciona a la f e la primera de sus bases racionales.

3. Método de la Teodicea.
Dios no es accesible a los sentidos. Por eso. la Teodicea P R IM E R A PA RTE
no puede ser una ciencia propiamente experimental. E s por
excelencia una ciencia m etafísica, en cuanto que su objeto so-
brepasa absolutamente a la experiencia sensible, y deberá, LA E X IS T E N C IA D E D IO S
en consecuencia, emplear el m étod o racional (4 3 ). M as como
Dios no nos puede ser conocido sino por los efectos de su po­
der, la Teodicea deberá partir de la observación d e los hechos.
para elevarse de ellos hasta Dios, razón suprema de estos Antes de entrar en las pruebas de la existencia de Dios,
hechos. conviene preguntarse si estas pruebas son n ecesarias y si son
p osibles. En efecto, por un lado, los ontologistas han preten­
4. División de la Teodicea. dido que es inútil demostrar la existencia de Dios; y, por
otra, los fid eistas y los agnósticos han negado la posibilidad
A propósito de Dios, podemos plantearnos tres clases de de esta demostración. Vamos a comenzar, pues, por hacer la
cuestiones: podemos preguntarnos si existe, cuál es su natu­ crítica de estas dos opiniones.
raleza, cuáles son sus atributos, y en fin cuáles son sus rela­
ciones con el mundo. De ahí la siguiente división de la T eo ­
dicea: existen cia d e D ios; naturaleza y atributos d e D ios:
relacion es d e D ios con el m undo.
CAPITULO I

NECESIDAD Y POSIBILIDAD DE UNA DEMOSTRACIÓN

A rt . I. E L O N T O L O G IS M O

199 1. El argumento ontològico. — Los ontologistas pretenden


que no es necesario demostrar la existencia de Dios, porque,
en su opinión, esa existencia es inm ediatam ente evidente, y
la evidencia no se demuestra.
Unos (Malebranche, Giober I) afirman que tenem os la in­
tuición d e D ios en la d el ser universal. De ahi el nombre de
ontologism o que se da especialmente a esta doctrina.
Los otros (San Anselmo. Descartes) se limitan a pretender
que la existencia d e D ios es evidente a priori, por el solo hecho
de comprender el significado de la palabra Dios. En efecto,
afirman, la palabra Dios significa "el Ser que posee (odas las
perfecciones". Y como la existencia es una perfección (|impo-
sible, sin recurrir en el absurdo, pensar en "un Ser perfecto
que no ex ista"!); luego Dios existe. Seria, pues, imposible
concebir a Dios sin comprender al mismo tiempo su existen-
eia. Este es el famoso argumento que se ha llamado el argu-
mento ontològico.

2. Critica del argumento ontològico. — Santo Tomás cri­


tica es'e argumento del modo siguiente:
a) N o es evidente para todos, ni nuil para los que admiten
la existencia de Dios, que D ios sea et ser absolutam ente p er­
fecto . de modo que no sea posible concebir otro mayor. Mu­
chos filósofos paganos dijeron que el mundo era Dios, y
algunos pueblos miran al sol y a la luna como a un Dios.
i b) E l sofism a ontològico. Aun suponiendo que la defini­
ción nominal de Dios fuera para todos "el ser absolutamente
perfecto”, el argum ento on tològico es un verdadero sofism a,
en cuanto p asa indebidam ente d el orden lógico al orden real:
NECESIDAD Y POSIBILIDAD DE UNA DEMOSTRACION 271
270 LA EXISTENCIA DE DIOS

los más eminentes, para demostrar la existencia de Dios. Seria


yo no puedo con cebir un ser perfecto sin con cebirlo como
cosa inconcebible que este esfuerzo procediera de una ilusión.
existente (orden lógico); pero esto no prueba que este ser
b) C ritica especial. Santo Tomás responde al argumento
perfecto exista (orden real).
fideista que en cualquier hipótesis nuestro conocimiento de la
c) E l ontologism o es. con mayor razón, sofístico. N osotros
existencia de Dios tiene origen sensible, ya que toma como
no vem os a D ios. Todo nuestro saber proviene, directa o in­
punto de partida los efectos sensibles del poder divino. Por
directamente. de la experiencia sensible; y Dios es y sigue
eso este conocimiento no es capaz de hacernos conocer a Dios
siendo siempre para nosotros, aun al fin de nuestras investi­
perfectamente, porque no hay proporción alguna entre sus
gaciones y de nuestras demostraciones, un D ios escon d id o;
bras sensibles y su naturaleza. Mas la dem ostración sacad a
tan lejos está de nuestra aprehensión directa y de nuestra
d e los efecto s sen sibles basta para hacern os conocer a D ios
comprehensión natural.
com o causa d e estos efecto s, que es el objeto mismo de la
En cuanto a la intuición d el ser universal o inteligible (de demostración.
la que hemos hablado en Psicología (141) y en Critica (177),
Además, la mejor refutación de los argumentos fideistas y
no e s en form a alguna la intuición d e D ios o del Ser infini­
agnósticos consiste en exponer las pruebas de la existencia de
tamente perfecto, sino la del ser en general o indeterminado.
Dios de tal manera que su valor se imponga a la inteligencia
La existencia de Dios no nos es, pues, inmediatamente vi­
y la obligue por la evidencia de la verdad.
dente, y tiene necesidad de ser demostrada. Pero ¿es posible
esta demostración?

A rt. II. E L F ID E IS M O Y E L A G N O T IC IS M O '


200 1. El argumento iideista y agnóstico. — L o s fid eistas pre­
tenden que la existencia d e D ios no p u ed e ser con ocida p o r la
razón natural, sino sólo p o r la fe . Los agn ósticos niegan a la
vez el poder de la razón y las luces de la fe.
E l principal argumento de unos y otros es que los princi­
pios de nuestras demostraciones vienen de los sentidos, por­
que toda nuestra experiencia es de origen sensible. Por tanto,
to d o lo qu e sobrepasa lo sen sible es incogn oscible e indemos­
trable por la razón; y como la existencia de Dios está sobre
lo sensible, es por lo tanto indemostrable.

2. Critica del argumento iideista.


a) C rítica gen eral. Santo Tomás advierte, primero, que la
opinión fid eista y agn óstica es una injuria p ara la razón na­
tural, que encuentra su más perfecta expresión en el arte de
la demostración, que de los efectos se eleva al conocimiento
de las causas. A d em ás destru ye el orden d e las ciencias y
com prom ete la integridad d el saber. Porque si no hay ciencia
de lo que sobrepasa la experiencia sensible, la ciencia de los
fenómenos de la naturaleza sería la ciencia suprema, y el
conjunto del saber humano queda privado de toda última
explicación. En fin, la opinión fideista y agn óstica juzga ser
van idad e l esfuerzo constante d e los filó so fo s, sobre todo de
PRUEBAS METAFISICAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS 273

fen óm en os qu e se suceden e implican unos a otros y form an


asi series o anillos sólidamente articulados. Eso es lo que po­
demos llamar el hecho del condicionam iento universal, por el
que todos los seres y todos los fenómenos del universo en­
CAPÍTULO II cuentran su condición, es decir su causa o razón de ser en
otro ser o en otro fenómeno.
b) L a causa prim era incondicionada. E l principio que nos
PRUEBAS METAFÍSICAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS dirige aqui es que, de condicionado a condicionante, llégase
necesariamente a un principio o a una causa absolutamente
primera, absolutamente incondicionada, y, por tanto, colocada
fu era d e la serie causal. D e nada serviría, en efecto, ir hasta
201 Podemos distinguir dos grupos de pruebas de la existencia lo infinito, ya que la serie causal, aun concebida como infinita,
de Dios: el de las pru ebas m etafísicas y el de las pru ebas mo~ estaría aún toda entera condicionada, es decir compuesta úni­
rales, según que estas pruebas partan de la realidad objetiva camente de interm ediarios, que transmitirían simplemente la
del universo o de la realidad moral. En realidad, teda prueba causalidad. En el orden causal, el primer término incondlcío-
de Dios es metafísica, pues la existencia de Dios no es, pro­ nado es el que lo produce todo, no sirviendo el resto más que
piamente hablando, objeto de aprehensión intuitiva y no puede para transmitir el movimiento o el ser. (U n canal, por largo
ser demostrada sino con la ayuda de principios meta físicos. que sea, no es la explicación del agua que circula en él; sólo
Es posible, no obstante, teniendo en cuenta es’a advertencia, la fuente nos explica el rio. De la misma manera no se ex­
conservar la división en pruebas metafísicas y pruebas morales. plica el movimiento de las bolas del billar, multiplicando el
número de bolas, sino únicamente recurriendo a la mano que
es causa primera del movimiento que las bolas se transmiten
A rt . I. O B S E R V A C IO N E S G E N E R A L E S unas a otras.)
S O B R E LA S P R U E B A S M E T A F IS IC A S c) L a causa universal absolutam ente prim era. Nuestra In­
vestigación no puede llegar sino a una causa única y por tanto
1. La experiencia en las pruebas metafísicas. — Estas
universal, porque la cansa absolutam ente prim era no p u ede
pruebas se llaman a menudo pruebas físicas, para subrayar el
ser sino única. Si, en efecto, fuera múltiples, habrfa que supo­
hecho de que se apoyan en la experiencia objetiva. M as toda
ner que las causas absolutamente primeras son independientes
pru eba d e la existencia d e D ios, sea meta física o moral, d eb e
entre sí (de lo contrario, no serían todas absolutam ente pri­
partir necesariam ente d e d a to s experim entales, es decir, que
meras). Pero esta suposición es incompatible con la unidad
debe tener su origen o punto de apoyo en los seres y los he­
y el orden que reina en el universo, c Inconciliable con las
chos concretos que nos revela la experiencia, para elevarse de
exigencias de la razón, para la que lo inteligible, el ser y el
ahí a un Ser real sin el cual estos seres y estos hechos y todo
uno son convertibles (192). Si no, habría que admitir que la
el universo quedarían inexplicados e inexplicables.
ley absoluta de las cosas no coincide con la de nuestro pensa­
miento. que si el absurdo es inconcebible, puede no obstante
202 2. Vista de conjunto de las pruebas metafísicas. — Antes
constituir el fondo de las cosas. Mas en eso hay una Imposi­
de exponer los diversos argumentos, es conveniente contem­
bilidad radical, puesto que. según lo hemos visto en la Critica
plarlos en conjun'o, en forma sintética, a fin de hacer más
del conocimiento (177), los principios de la razón no son otra
accesible a la inteligencia lo que constituye el nervio común
cosa que las leyes mismas del ser.
de todos ellos. Se ha de concluir, pues, que no existe sino una C ausa abso~
a) E l h ech o d e l condicionam iento universal. Todo lo que
vemos en nuestro alrededor y todo lo que la ciencia nos enseña latam ente prim era, y que esta Causa, que, por definición
cada dia, aparécenos como un encadenamiento de seres o de (siendo absolutamente primera) no depende de ninguna otra
y domina a todas las series causales, debe ser un S er necesa-
274 LA EXISTENCIA DE DIOS PRUEBAS METAFISICAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS 275

rio. es decir tal que no pueda no ser. tal que exista por su 1. Principio del argumento.
misma esencia y tenga en si la razón total de su existencia.
a) L a noción d e movim iento. El término de movimiento
204 3. Objeción kantiana. — Kant presentó contra el valor de no designa solamente el desplazamiento local, sino, en gene­
las pruebas de lá existencia de Dios una objeción general que ral. todo p a s o d e la potencia al acto, es decir, de una manera
vamos a examinar en este lugar. Todas estas pruebas, dice, de ser a otra. En efecto, como ya lo hemos visto en Cosmo­
se apoyan en el principio de causalidad, ya que quieren de­ logía (7 3 ), lo esencial en el movimiento es propiamente el
mostrar que Dios es causa del universo. M as e l principio d e paso, com o p aso , lo que hace del movimiento una realidad
cau salidad no tiene valor sino en el orden d e la experiencia que participa a la vez del acto y de la potencia. E l movim iento
sensible. Luego las pruebas de la existencia de Dios son in­ es pues, el sign o y la form a d e lo qu e en gen eral se llam a el
eficaces. devenir.
A esta objeción respondemos: primero, que el principio d e b) L a inteligibilidad d e l devenir. Toda la cuestión estará,
causalidad, tal como lo empleamos aquí, no nos sirve sino para pues, en descubrir lo que hace inteligible (es decir lo que
p robar qu e el universo exige una causa, y esto en virtud de explica) el devenir. Para eso debemos recurrir al principio,
lo que vemos experimentalmente en el universo, y en m anera establecido en Ontologia (1 9 4 ), según el cual "todo lo que
alguna p ara defin ir lo qu e es o d eb e ser en si esta causa: luego, se mueve es movido por otro", es decir que nada pasa de la
y en conformidad con lo que dejamos establecido en la Critica potencia al acto sino por la acción de una causa que ya está
del conocimiento (1 7 7 ), que el principio d e cau salidad no es en acto; lo cual significa, en pocas palabras, que nada p u ed e
una form a subjetiva, es decir a priori y arbitraría, de nuestra ser causa d e si mismo.
razón, sino una evidencia objetiva, captada en el mismo ser
que se nos da en la experiencia y por tanto válido proporcio­ 2. El argumento. — En virtud del principio precedente,
nalmente para la universalidad del ser. Síguese de ah! que, Santo Tom ás establece que el movim iento exige un prim er
al revés de lo que afirma Kant. el em pleo trascenden tal d e l m otor (lo cual no es sino una aplicación del principio general
principio d e cau salidad es legitim o y rigurosamente válido. de la inteligibilidad del devenir). "E n efecto, escribe, es cosa
evidente (y nuestros sentidos lo atestiguan) que en el mundo
algunas cosas están en movimiento. Mas todo lo que está en
A r t . II. LA S C IN C O V ÍA S movimiento es movido por otro. Es, en efecto, imposible que,
bajo el mismo aspecto y de la misma manera, un ser sea a
205 Una vez que hayamos comprendido bien el esquema gene­ la vez moviente y movido, es decir que se mueva a si mismo
ral de las pruebas físicas (o metafísicas) de la existencia de y pase por si mismo de la potencia al acto. Por tanto, sí una
Dios, son fáciles de comprender los cinco argumentos (o las cosa está en movimiento, se ha de decir que es movida por
cinco vías que llevan a Dios) propuestos por Santo Tomás.
otra (8 1 ). Además, si la cosa que mueve se mueve también,
Estos argumentos parten de los diferentes órdenes de condi­
es necesario que también ella sea movida por otra, y ésta por
cionamiento que nos es dado observar en el universo, y cada
otra. M as no es posible llegar asi hasta el infinito, porque en
una nos conduce a l m ismo Principio absolutam ente prim ero,
tal caso no habría primer motor, y se seguiría que tampoco
que es Dios. habría otros motores, porque los motores intermediarios no
mueven si no son movidos por el primer motor, como el palo
1. P rueba po r e i . m o v im ie n t o
no mueve si no es movido por la mano. Por tanto, es n ecesario
llegar a un m otor prim ero qu e no sea m ovido p or ningún otro.
Santo Tomás considera esta prueba como la más clara de Y este primer motor es D ios."
todas. Para comprenderla bien, hay que tener muy presentes
en el espíritu la noción de movimiento y el principio general 2 bis. Objeción. — Algunos filósofos han creído poder esca­
sobre el cual se funda toda la prueba. par de esta conclusión admitiendo una serie indefinida y eterna
276 LA EXISTENCIA DE DIOS PRUEBAS METAFISICAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS 277

d e m otores y d e móviles. Si el mundo y el movimiento, pien­ deven ir fenomenal. Aquí contemplamos la cau salid ad propia-
san. son eternos, no hay por qué buscar un primer motor. m ente dicha. Todo lo que es producido, hemos dicho, es pro­
Mas Santo Tomás responde que esta objeción nada dice ducido por otra cosa (de lo contrario, lo que es producido
contra el argumento, por no tomarlo en su verdadero sentido. seria causa de si, es decir, seria anterior a sí, lo cual es ab­
En efecto, el argumento conservaría toda su fuerza aun en surdo). Concluíamos de ahí. por exclusión de la regresión
la hipótesis de la eternidad del mundo, pues lo que en él se al infinito, que hay una Causa absolutamente primera, fuente
considera no es la serie de motores accidentalm ente subordi­ de toda causalidad.
nados en el tiempo, sino la serie de motores acciden tal y esen ­ b ) E sta C ausa prim era es trascenden te a tod as tas series
cialm ente subordinados: actualm ente, la planta crece, y su causales. En o*ros términos, no puede ser un elemento de la
crecimiento depende del sol; mas el sol ¿de quién depende7 serie de causas. En efecto, si no fuera sino el primer etem ento
¿De quién tiene su movimiento actual? Si lo recibe de otro de la serie causal, habría que explicar cómo este primer ele­
astro, este astro, a su vez, ¿de dónde tiene actualm ente su mento habría comenzado a ser causa, es decir que, en virtud
movimiento? Es imposible ir hasta el infinito, porque eso sería del principio de que nada se produce a sí mismo, habría que
suprimir el principio y la fuente del movimiento y por tanto recurrir a una causa anterior a la que se quisiera considerar
el movimiento mismo. Mas es claro que existe el movimiento. como primera, lo cual es contradictorio. Por tanto, necesaria­
Luego existe un primer motor. Y si el mundo fu era eterno, mente es preciso qu e la C ausa prim era trascienda (es decir
eternam ente exigiría su m ovim iento un prim er m otor. sobrepase absolutamente y domine) a todas tas series causales,
qu e sea causa p or si. incausada e increada.
3. Corolarios. — De la noción de prim er m otor inmóvil.
es decir de un ser inmutable en la perfección qu e le perten ece 2. Oblación. — Se ha querido a veces oponer a este argu­
p or su misma esencia, ptiédense deducir inmediatamente los mento la hipótesis d e una causalidad circular, es decir de una
siguientes corolarios: causalidad reciproca de los elementos del universo, transfor­
a ) E l prim er m otor inmóvil es infinitam ente p erfecto . En mándose la materia en energías diversas para volver luego a
efecto, todo cambio implica imperfección, ya que cambiar es su estado original, y así indefinidamente (hipótesis defendida
adquirir ser que no se poseía. Si pues, el primer motor es por algunos filósofos griegos, que no tenían la noción de crea­
absolutamente inmutable, es porque posee toda la perfección, ción, y entre los modernos por Nletzsche).
es decir la plenitud del ser. En otros términos es A cto puro. Pues bien, aunque se concediera un fundamento a esta hi­
b) E l prim er motor inmóvil es un ser espiritual, porque la pótesis. no cambiaría nada al alcance de la prueba por la
materia es corruptible y por tanto esencialmente imperfecta. causalidad: qu e la evolución sen circutar o qu e sea lineal, esto
Siendo espiritual, el primer motor debe también ser inteligente n o a fecta sino a la transmisión, p ero n o a la fuen te d e la
y libre, porque la inteligencia y la Ibertad son propiedades causalidad. Quedaría además por explicar la existencia del
esenciales de los seres espirituales. universo, concebido como un Todo.
c) E l prim er motor inmóvil es eterno, por ser absolutamen­
te inmutable.
d) E l prim er motor inmóvil está presen te en todas partes. 3. P r u e b a por la existen c ia de s e r e s c o n t in g e n t e s
pues siendo principio del movimiento universal, está presente 1. El argumento. — Esta nueva prueba parte del hecho de
por su poder a todo lo que mueve, es decir al universo entero. que el mundo físico se com pone d e seres contingentes, es decir
de seres que son. pero podrían no ser, porque estos seres,
2. P r u e b a p o r l a c a u s a l id a d o bien los hemos visto nosotros nacer, o bien la ciencia nos
prueba que han sido formados, o bien su composición exige,
1. El argumento. para quedar explicada, una causa de la unidad de tales seres.
20S a) E xiste una C ausa absolutam ente prim era. En la prueba Ahora bien, los seres contingentes no tienen en si la razón
por el movimiento, nos colocábamos en el punto de vista del d e su existencia. En efecto, un ser que tuviera en sí, es decir
278 LA EXISTENCIA DE DIOS PRUEBAS METAFISICAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS 279

en su misma n atu raleza, la razón de su ex isten cia, existiría fecto . U n idad absoluta, V erd ad . B on dad. Inteligencia y S a ­
siem pre y necesariam en te. L os se res co n tin g en tes deben, biduría infinitas.
pues, ten er en o tro la razón de su ex iste n cia ; y este o tro , si
tam bién es co n tin g en te, la tiene asim ism o en otro. M a s no es 2. Alcance del argumento. — Este argumento no exige só­
posible ir así h a sta el in fin ito : de se r en ser. hay que lleg a r, lo una Belleza ideal, sino una B elleza subsistente, no sólo una
ni fin de cu entas, a un ser que tenga en si misino la razón Verdad o Bondad ideal, sino una V erd a d y una B on d ad sub­
de su ex isten cia, es decir a un se r n ecesario, que exista d e p o r sistentes (y asi de las demás perfecciones); es decir que nos
si, y por el cu al todos los o tro s ex istan . lleva, como los argumentos precedentes, a un Ser que existe
E ste se r necesario, que ex iste por su propia n atu raleza, y en si y por si, y que es por esencia Verdad. Bondad, Belleza,
no puede d e ja r de existir, es D ios. Unidad, etc., absolutas e infinitas.
Es que este argumento consiste también, como los prece­
2. O b je c ió n ip o n te is ta .— L o s p an teista s adm iten este ra z o ­ dentes, en ir en busca de una razón d e ser. a saber en busca
nam iento, pero no su conclu sión. P a ra ellos, el ser n ecesario de la razón o de la causa de la semejanza o jerarquía de los
no seria un D ios person al, sino el m ism o mundo, tom ado en seres compuestos. Y por ese camino, establece que seres que
su co n ju nto , y concebid o por ellos com o un ser único e in fin ito . poseen desigu ales g rad os d e perfección no tienen en si mismos
M a s esta d octrin a va evid entem ente co n tra la razón . E n la última razón d e esta p erfección , y qu e ésta no p u ed e expli­
efecto, el todo, qu e es la suma d e las partes, no p u ed e ser d e carse sino p or un S er q u e la p osea absolutam ente y p or esen ­
naturaleza distinta d e esas partes. Y siend o el mundo un com ­ cia, mientras que todos los demás no la poseen sino partici­
puesto de seres co n tin g en tes, él tam bién es con tin gen te, y n o pada.
tiene m ás razón que cad a una de sus p artes para ex istir por
si mismo. P o r tan to , su ex isten cia, p ara se r inteligible, ex ig e la 5. P r u e b a po r e l o rden d e l m u n d o
existencia de un se r que ex ista p or si mismo, y éste es D io s.
1. El argumento.
209 a ) Principio d el argum ento. L a prueba por el orden del
4. P r u e b a p o r l o s g r a d o s d e p e r f e c c ió n d e l o s s e r e s
m undo ( o argum ento de la s cau sas fin a le s) se apoya en el
208 1 • El o rg u m en to . — P artam o s del asp ecto de b elleza que principio d e fin alidad, y ad op ta la form a sigu ien te: L a com ­
en tantos m odos m anifiestan las co sas. Y decim os si la belleza p leja organización en vista d e un fin requiere una inteligencia
se encuentra en diversos seres según grad os diversos, preciso organ izadora. E n e fecto , só lo la inteligencia puede d ar razón
es que sea en ellos producida por una cau sa única. E s im posi­ del ord en, es decir de la organ ización de los medios en vista
ble, en efecto , que esta cu alidad común a seres múltiples y de un fin o de los elem entos en vista del todo que com ponen:
diversos p erten ezca a estos seres en razón d e su propia natu­ los cuerpos ignoran los fin es y, por tanto, si cierto s cuerpos
raleza. pues no se com prendería por qué la belleza se en cu en ­ o elem entos corporales funcionan ju n to s, síguese que su o rg a­
tra en ellos m ás o m enos lim itada. S e ria n esta belleza p or su nización h a sido la obra de una inteligencia.
misma esencia, es decir que necesariam ente la poseerían com ­ b ) F orm a d el argum ento. E l argum ento parte del h echo
pleta y p erfe cta , sin lim ites ni restricció n . E l hecho de que d el orden universal. E s te orden es ev id en te: considerado en
h aya d iferen tes grad os de belleza im plica, pues, que los d i­ su co n ju n to , contem plam os el universo com o una cosa adm ira­
versos seres en qu e se descubren estos g rad o s participan sim ­ blem en te ord enad a, en la que todos los seres, por d iferentes
plem ente d e una B elleza qu e existe fu era y sob re esta jera r­ que sean , conspiran a un fin com ún, que es el bien general
quía d e bellezas, y que es la B elleza absolu ta e infinita. del universo. P o r o tra p a rte, cad a uno de los seres que com ­
E ste argu m ento se puede a p lica r válidam ente a tod as las ponen el universo m an ifiesta una finalidad in tern a, es decir
p erfecciones o cu alid ad es que pueden se r llevadas al ab solu to: una ex a cta apropiación de tod as sus partes en vista del bien
ser, unidad, bon d ad , verdad, belleza, inteligen cia y sabid uría. de este mismo ser.
E l prim er P rincipio d eb e ser. pues, n ecesariam ente S er p er­ P u es bien, este orden no es inteligible sino p or la existencia
280 LA EXISTENCIA DE DIOS PRUEBAS METAFISICAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS 28!

d e un principio inteligente que ordena todas las cosas para su leyes necesarias. L a evolución requiere, pues, absolutam ente
fin y para el fin del todo que forman. Que es lo que se de­ una inteligencia. Y es que las causas eficientes no excluyen
duce del principio demostrado más arriba. H ay qu e admitir, en modo alguno las causas finales: al contrario, el mecanismo
pues, qu e existe una C ausa ord en ad ora d e l universo. no tiene sentido ni siquiera existencia sino por la finalidad.
Hemos demostrado ya (84) que las causas que pueden expli­
car la evolución de los seres del universo no hacen sino obe­
2. Objeciones. decer a una idea inm anente, y. por consiguiente, suponen la
210 a) & argum ento no nos llevaría a la existencia d e una existencia de un orden anterior y superior a ellas.
inteligencia infinita. T al es la objeción de Kant. E ! mundo,
dice, no es infinito: y. si, en efecto, es necesaria una inteli­
gencia ordenadora para explicar su unidad in'erna, bastarla,
en rigor, una inteligencia de una potencia prodigiosa sin duda,
pero no formalmente infinita.
La objeción es vana, pues comete el error de suponer que
el orden del mundo resultarla de un simple arreglo de mate­
riales preexistentes. En este caso, en efecto, una inteligencia
no infini*a seria una explicación suficiente del orden del mun­
do. Pero el asunto cambia totalmente si el orden no es m ás
qu e un asp ecto d el ser. ya que es un orden interno, resultado
de la esencia y de las propiedades mismas de las cosas, de
modo que e l autor d el orden es necesariam ente, p or e l m ismo
hecho, el cread or d el ser universal, a la vez Potencia infinita e
Inteligencia infinida.
b) E l ju ego d e l azar. Es difícil negar que el orden reine en
el mundo. Por eso los ateos no lo ponen en duda. M as para
escapar a la conclusión del argumento, afirman que el orden
del mundo puede ser explicado por la casualidad. E l mundo
actual, dicen, es el producto de fuerzas inconscientes y fatales;
ha pasado por fases muy diferentes de la que ahora conoce­
mos. y ésta no se ha perpetuado sino gracias a la armonía
que estas misteriosas fuerzas han acabado por engendrar for­
tuitamente.
Fácil es echar de ver que esta explicación es, en realidad,
lo contrario de una explicación. La casualidad tiene como
característica la inconstancia y la irregularidad, que es Justa­
mente lo contrario del orden. La casualidad puede, en rigor,
dar razón de un orden accidental y parcial, pero no de un
orden que gobierne innumerables casos, y que se perpetúe,
ya en el interior de los seres, ya en sus mutuas relaciones,
con una constancia Invariable.
c) La evolución. También se ha invocado la evolución pa­
ra explicar el orden del mundo. M as la evolución, lejos de
fundar el orden, lo supone, ya que se realiza según leyes, y
PRUEBAS METAFISICAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS 283

d e fascin ación y so b re to d o e l valor obligatorio que le recon o­


cem os. P a ra que la o b lig ació n moral ten ga un sentido, es pre­
ciso que m anifieste un ord en del cual n oso tro s no somos los
au to res, y que em ane de una Razón suprem a, principio y fin
CAPITULO III de nuestra natu raleza. T am bién es preciso qu e el id eal sea a
la vez realizado y san cion ad o p or un Bien trascendente, vi­
v ien te y person al, es d ecir que representa un valor absoluto,
P R U E B A S M O R A L E S D E LA E X ISTE N C IA D E D IO S o b jetiv o , fundado de un S e r que lo realice en su plenitud y
g a ra n tice el respeto por él.

A r t . II. PRUEBA P O R L A S A S P IR A C IO N E S DEL


211 1. S e n tid o g e n e r a l d e la s p r u e b a s m o ra les. — L a s p ru ebas A LM A
m orales se llam an a sí porque su p u nto de partid a es la realid ad
219 1- E l h e c h o d e la in q u ietu d h u m a n a . — E l hom bre está
m oral. E x p u e sta s con rig o r, no tienen m enos fuerza que los
som etido, durante su vid a, a una especie de contradicción que
argum entos m etafisicos con los que por lo dem ás están reía -
no cesa de inqu ietar su razó n y de llen ar de an gu stia su co ra ­
cionad os. P o r o tra p arte, son especialm ente a p rop ósito p ara
zó n : p or un lado, tiende, co n todas las fuerzas de su ser, a la
hacer en tender, no sólo lo muy p rofu n d o qu e el problem a d e posesión de una felicid ad p erfecta, estab le y sin fin. en la que
D ios está arraig ad o en lo m ás h on d o d e nuestro corazón, sino se realizarían a la vez la perfección de su n atu raleza y las
también q u e no hay solución verd ad era y su ficien te sin o en a n sia s de su co razó n ; m as p or otro lado, y sin poderlo rem e­
la creencia en la existencia d e un D ios person al. In telig en cia y diar, h állase som etido a la m iseria, a la enferm edad, a la tris­
A m or in fin ito s. P o rq u e aquí es donde la idea de un D io s c ó s­
teza y en fin a la m uerte.
mico, alm a del mundo, in fin ito devenir y ley universal a n ó ­
nima e im personal, m enos s a tis fa c e ni a la razón ni al corazó n . 2 . E l a rg u m en to . — E l hom bre es un ser lleno de inquie­
tudes. M a s posee tam bién el sentim iento invencible de que la
2 . D ivisión d e la s p ru e b a s m o ra le s. — Podem o red u cir a
con trad icción debe term in ar, y de que la m uerte no puede ser
cu atro las pru ebas m orales que com únm ente se invocan en p ara él un fra ca so rad ical, ni una en trad a en la nada. E ste
favor de la ex isten cia de D io s, a sa b e r: las pru ebas p o r la sentim iento no es sim plem ente una reclam ación de la sensi­
obligación m oral, por las aspiracion es d el alm a ( o prueba bilidad que se su bleva a n te la disolución del se r corporal, sino
p sico ló g ica) . p o r el consentim iento universal, y por el h ech o a lg o más elevado, una reclam ación de la razón. .
d e la experiencia mística. E l universo físico m an ifiesta, en efecto , un orden evidente;
un riguroso determ inism o regula su curso y reúne sus ele­
A r t . I. P R U E B A PO R LA O B L IG A C IÓ N M O R A L m entos, form ando un cosm os, un mundo (q u e quiere decir
co sa ordenada y a rm o n io sa ). Sien d o esto asi. ¿cóm o será p o ­
212 L El h e ch o d el d e b e r .- N u estro s a cto s aquí a b a jo no van
sible que el desorden y el absurdo reinen en el orden m oral
ni pueden ir al azar, sino que están ord enad os por fin es m o­
y que reinen d oblem ente: primero, por la aniquilación de un
rales que resum im os en la idea de deber. P u es bien, la o b e ­
ser in teligen te y libre, que aspira con toda su alm a a vivir
diencia a l d e b e r es esencialm ente la prosecución perseveran te
sin fin y a gozar de una dicha sin mezcla de infelicidad, sin
d e un id eal d e perfección m oral.
poder en co n trar aqui a b a jo , ni en los p laceres, ni en el arte,
2 . S e n tid o d el d e b e r. — M a s ¿cóm o este ideal no seria una ni en la cien cia, n ada que le satisfag a plenam ente; y luego
idea su b jetiv a del espíritu? ¿ O una especie de ilusión in v e n ta ­ por el fracaso que p ad ecería la ju sticia si después de la muerte,
da por la hum anidad? D ám onos cuenta p erfe cta de que si no no viniera o tra vida a restab lecer, en favor del ju sto, el equi­
fuera m ás q u e una form a subjetiva, no podría p oseer el p od er librio que aqui a b a jo no encuentra realización?
E s , pues, im posible adm itir que el mundo, ord en ad o y ra-
S84 LA EXISTENCIA DE DIOS
PRUEBAS METAFISICAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS 283
clonal en e l orden físico, esté en tregado a l absu rdo en él orden
moral. Esto equivale a decir que el orden moral Implica y A rt. IV . P R U E B A P O R LA E X P E R IE N C IA M IST IC A
exige a la vez un Bien suprem o, que satisfaga los profundos
215 1- El hecho de la experiencia mística. — Muchas son las
anhelos del corazón humano, y una P roviden cia que asegure grandes almas religiosas: San Pablo, San Francisco de Asís,
la realización de una soberana e incorruptible justicia.
San Juan de la Cruz, Santa Teresa, María de la Encarnación,
etc., que han afirmado haber entrado en contacto experim ental
A rt. H f. P R U E B A PO R E L C O N S E N T IM IE N T O con D ios, de una manera que sobrepasa seguramente los me­
d io s de e x p r e s ió n hiunnnn. y en el que han norndn de la Irre­
U N IV E R S A L
sistible evidencia de la presencia de Dios. Puédeselas tachar
214 1 0 hecho del consentimiento universal. — La idea de de ilusiones. Pero hay que ver también las grandes dificultades
Dios no es una idea reservada a los filósofos y a los sabios, ni en que incurre esta explicación, cuando se trata de espíritus lú­
una noción moderna, ni un elemento de la' civilización occi- cidos y sanos, de caracteres de absoluta rectitud y lealtad, de
dental. Es una id ea universal en el tiem po y en el espacio. En personas cuya vida fué una prodigiosa fecundidad para el bien
todas las latitudes y en todas las culturas, desde los orígenes
hasta nuestros dias, los hombres, sabios o ignorantes, han afir­ 2 . El argumento. — El argumento que se funda en el he­
mado su creencia en la existencia de un Dueño soberano del cho místico consistirá en decir que toda esta experiencia d e lo
universo. Ni las mi'ologfas. tan rarns a veces, en las que se ha divino, que alcanza las más altas cumbres en los grandes mts-
expresado la creencia en Dios, ul el ntelsmo. pretemlMo o real, tlnvi crhflnnoi. «•* nhnnhitntncntc incxpllrnhtc ni no prescin de
que encontramos en la historia, sobre todo en la contempo­ tic D ios. Puédese admitir, sin duda, que tal o cual místico
ránea. nada pueden suponer contra e l h e c h o d e l cnnsentitnlen- haya e s t a d o e n el e r r o r . P e r o s e r la rcnlntenle fmpnalbls que
to universal, m oralm en te unAnlme d e l panero hum ano. Pues todos se hubieran engañado y nos engañen hablándonos, con
bien, este hecho debemos explicarlo. tanta fuerza y convicción, de las mismas realidades sobrena­
turales que ellos conocieron en experiencias absolutamente
2. Sentido y alcance del argumento. — No se puede decir personales e incomunicables.
simplemente que la universalidad de la creencia en Dios Se ha de concluir, pues, con Bergson, que existe, en la una­
pruebe su existencia. Hasta Copérnico, los hombres creyeron nimidad de los grandes místicos cristianos al describir sus ex­
unánimemente que el sol giraba alrededor de la tierra: pero periencias, "la señal de una identidad de intuición", o, más
exactamente, de una identidad de experiencia que no se ex­
esto no prueba en modo alguno la realidad de tal movimiento.
plica bien sino "por la existencia real d e l S er con el cual (los
M as esta unanimidad probaba sin duda que serias y graves
m ísticos) creen en com unicación".
razones (a saber, las apariencias, tales que nada, hasta Co-
pérnlco y Galileo, permitía contradecirlas) militaban en favor
3. Aleone© del argumento. — Este argumento, no obstante,
de tal opinión.
no parece constituir una verdadera prueba. Porque si la ex­
Lo mismo sucede en el caso de la universalidad de la creen­ periencia mística no vale, para sus mismos beneficiarios, sino
cia en Dios. E sta universalidad supone que existen razones en la medida en que la interpretan según la noción que de
p od erosas y accesibles a todas las inteligencias en fa v o r d e la Dios poseen por la razón y de la fe, es evidente con mayor
creencia en D ios. Mientras no se llegue a demostrar que estas razón que el testimonio d e los místicos no ten dré valor y
razones están desprovistas de valor, se habrá de pensar que la fuerza d e prueba sino para quienes adm iten ya. p o r la razón
creencia en Dios se basa en el ejercicio normal del pensamien­ y por la fe . la existencia d e un D ios personal.
to humano, dócil a las exigencias racionales. M as también se
echa de ver por lo dicho que no es tanto la creencia lo que
sirve de argumento, cuan‘o la presunción d e qu e una evidencia
objetiva es la qu e ha d a d o tugar a l consentim iento universal.
CONCLUSION 287

3. Espontaneidad do la creencia en Dios. — La conclusión


a que llegamos no es exclusivamente el fruto de una demos­
tración científica, tal como la que los filósofos, preocupados
de la precisión, o para responder a diversas dificultades, han
formulado. L a certeza d e la existencia d e D ios no d ep en d e
d e la perfección científica d e las p ru ebas q u e se pueden p r e ­
CAPITULO IV
sentar. Al contrario, prueba necesaria a cualquier hombre pa­
ra adquirir una certeza plena es tan fácil y tan clara que ape­
nas si se fija uno en los procedimientos lógicos empleados, y
CONCLUSIÓN DE LAS PRUEBAS los argumentos científicamente desarrollados, lejos de dar al
DE LA EXISTENCIA DE DIOS hombre la primera certeza de la existencia de Dios, no hacen
sino aclarar y fortalecer la que ya poseía.

217 4. ¿Hay una intuición do la existencia do Dios? — Esta


espontaneidad de la creencia en la existencia de Dios explica
216 I - E l p u n to d e v ista co m ú n a to d a s la s p ru e b a s . — T o d a s que se pueda tan a menudo hablar de intuición d e la existen­
las pru ebas de la ex isten cia de D io s son aplicacion es d el prin~ cia d e D ios (de la existencia de Dios, decimos, es decir de
cipio d e razón suficiente: tod a co sa tiene su razón , o en sí, esta verdad que D ios existe —y no de Dios en si mismo— ).
o en otro. E n o tro s térm in os: lo m ás no puede v enir de lo Parece, en efecto, que la argumentación en favor de la exis­
m enos ni el ser de la nad a. C a d a prueba, al con tem p lar un tencia de Dios está fundada en una intuición primitiva y uni­
punto de vista particu lar, p recisa la ap licación del principio versal; la misma por la que, como lo hemos vista ya (176),
de razón, en el dom inio de la co n tin g en cia, en el del m ovi­ aprehendemos, inmediatamente y sin ningún razonamiento, en
m iento, en el de las cau sas fin ales, en los dom inios de la o b li­ la realidad objetiva, las leyes universales del ser y. por tanto
gación m oral, de las asp iracio n es del hom bre y del co n sen ti­ las condiciones absolutas de la inteligibilidad del ser.
m iento universal. E n cad a caso , el principio de razón ob liga a Asi es posible explicar a la vez la rapidez d e la inferencia
conclu ir a la existencia de un S e r que existe de p or sí, prim er por la que la humana inteligencia concluye a la existencia de
m otor universal, inteligencia in fin ita, principio y fin del orden Dios, y de la u niversalidad d e esta inferencia. En un sentido,
m oral, y absoluta perfección . es tan natural e invencible como la intuición del ser inteligi­
ble y de los principios universales del ser.
2 . C a d a p ru e b a b a s ta p a r a p ro b a r la e x is te n c ia d e D ios.
— N o h ay, pues, necesidad de recu rrir a tod as la s pru ebas
ju n tas. C ad a una. d e p o r si. nos lleva a D ios e im plica a todas
las otras. D e modo que, com o lo hem os probad o, quien dice
prim er m otor inmóvil, d ice p erfección absoluta, ser in creado
y etern o y causa universal, no só lo del m ovim iento, sino d el
ser. si es cierto que el m ovim iento, es decir el cam bio, revela
la insu ficiencia rad ical del ser.
M a s cad a una de estas pru ebas tiene la v e n ta ja de h acer
resaltar un asp ecto de la cau salid ad divina y de h acer ver
que. cualquiera que sea el pu nto de vista que se ad opta, el
mundo no tiene su razón su ficien te de ex istir sino en D io s;
por eso no queda sino eleg ir en tre estas dos co n clu sio n es: o
D ios o e l absu rdo total.
SEG U N D A PARTE

LA N ATU RA LEZA DE D IO S
C A P ÍT U L O I

LOS ATRIBUTOS DIVINOS EN GENERAL

A rt. I. N O C IÓ N D E LO S A T R IB U T O D IV IN O S
218 I- Definición. — Los atributos divinos no son otra cosa que
las p erfeccion es d e D ios, tales com o la razón p u ede conocerlas.
En efecto, las diversas pruebas de la existencia de Dios nos
han conducido cada una a un aspecto particular de Dios: pri­
mer motor inmóvil, existente por sí. soberana perfección, etc.
Ellas nos han hecho, pues, conocer de una manera cierta no
sólo la existencia de Dios, sino también su naturaleza.

2. ¿Cómo conocemos la naturaleza divina? — Nosotros no


podemos elevarnos, por las solas fuerzas de la razón, a cono-
ser la naturaleza divina en lo que la constituye propiamente.
S ó lo la con ocem os p or sus efectos. Indudablemente que los
efectos tienen siempre alguna semejanza con su causa: por
eso nuestro conocimiento de la naturaleza divina es real. Pero
sigue siendo imperfecto, porque no conocemos perfectamente
una cosa si no la conocemos en ella misma.

A rt. II. N O S O T R O S P O D E M O S C O N O C E R
LA N A TU R A L E Z A D IV IN A
219 Algunos filósofos han sostenido que la naturaleza divina
nos era totalmente incognoscible, porque nuestra razón está
limitada a lo finito y a lo relativo, y lo infinito y lo absoluto
le son totalmente ajenos.
Respondemos a esta objeción con las observaciones si­
guientes:

1. Dios es incomprensible, porque de cualquier manera


que le consideremos, es el Ser infinito. Y nuestra inteligencia.
292 LA NATURALEZA DE DIOS

esencialmente limitada, no puede comprender, es decir abra-


zar al Infinito, asi como nosotros no podemos abrazar una
montaña. Por todos lados, D ios sobrepasa infinitam ente nues­
tra inteligencia, y todo lo que de él podemos concebir no es
sino un balbuceo si se lo compara con lo que es.

2. Dios no es incognoscible, porque el conocimiento que CAPITULO II


de él tenemos, si bien no es perfecto, es, no obstante, un
verdadero conocim iento. La ciencia está lejos de conocer el
mundo de manera perfecta o adecuada: pero tiene, sin em­ ATRIBUTOS ENnTATTVOS
bargo, la legitima pretensión de descubrirnos en parte su
naturaleza y sus leyes. Del mismo modo, si nosotros no somos
capaces de rodear una montaña con nuestros brazos, podemos
al menos con la vista adquirir de ella un conocimiento parcial. 220 Llámase atributos entitativos (o meta físicos) a los que tie­
nen relación con el mismo ser de Dios. Estos atributos son
3. Sabem os que nuestro conocimiento de Dios es imper­ los siguientes:
fecto. — Esto nos libra de ciertos errores. Nosotros no con­
cebimos, en efecto, la naturaleza divina según el modelo de 1. Simplicidad. — Dios no está compuesta de ptrtes. «i
la nuestra: nosotros no hacemos a Dios a nuestra semejanza. cuantitativas, ni metafísicas, ni lógicas. En efecto, toda com­
Dios, decimos, debe poseer todas las perfecciones que se en­ posición implica imperfección, porque el compuesto depende
cuentran en los efectos de su poder, porque no puede haber necesariamente de los elementos o partes que le constituyen;
en la causa menos que en los efectos. M as estas perfecciones en consecuencia, con relación a sus componentes es* un ser
de las criaturas son perfecciones relativas, mezcladas con secundario y derivado. M as Dios es el ser absolutamente
otras imperfecciones. Debemos, pues, al atribuirlas a Dios, primero. Luego en ninguna forma es compuesto. Luego es
negar de ellas todo lo que las limita (lúa d e elim inación) y perfectamente simple;
elevarlas al infinito (vía eminente, d e em in en cia).
De esta manera, no atribuimos a Dios las perfecciones de 2. Infinitud. — Dios es infinito, es decir sin limites en stt
las criaturas sino por analogía (190), es decir afirmando que ser. porque es el Ser por sí mismo, es decir el ser que existe
las semejanzas dejan subsistir infinitas diferencias, y que. por por su propia esencia. En efecto, ¿de dónde podrían venirle
ejemplo, la inteligencia, la libertad y la bondad no son en los límites? No podría ser de un poder extraño a él, pues
Dios solamente superiores a las del hombre, sino que son d e todos son inferiores a él. no depende de nadie y todos depen­
otro orden. den de él. Tampoco podrían venir de su propia voluntad,
porque Dios no se hizo a si mismo. Ni, en fin, de su propia
4. Los divinos atributos no introducen en Dios composi­ esencia, porque esta esencia encierra todas las perfecciones y
ción alguna. — Nuestra manera discursiva de pensar es la que excluye toda imperfección y por tanto cualquier limite.
nos hace concebir estos atributos como distintos entre, si. Mas
lo que en esta concepción hay de inexacto lo corregimos d i­ 3. Unicidad. — La unidad de que tratamos aquí, no es la
ciendo que los divinos atributos no son en realid ad m as qu e los que resulta de la indivisión del ser en si mismo (1 9 2 ); pues
diferen tes aspectos d e la esencia perfectam en te sim ple d e sabemos va que siendo D<os infinitamente simple es por lo
D ios. mismo infinitamen'e uno. Trátase de probar ahora que Dios
es único, es decir que no puede haber más que un solo Dios.
Esto es consecuencia de que el con cep to d e d os seres Infini­
tam ente p erfecto s es contradictorio. En efecto. Dios es todo lo
que es por su misma divinidad, es decir por su naturaleza.
194 LA NATURALEZA DE DIOS

Pues bien, lo que hace tal a un ser es incomunicable y por


tanto no se puede multiplicar; si un hombre fuera tal hom bre
por la misma naturaleza humana, y no (como es el caso) por
las cualidades individuales que lo distinguen de los otros hom­
bres, formaria un uno con la humanidad; sería la humanidad
misma, y no podría haber otro hombre más que él. Asi, sien d o CAPITULO III
D ios la misma n aturaleza divina, no p u ed e h ab er m ás qu e un
so lo D ios. La unicidad divina puede demostrarse también por
la absoluta perfección de la divinidad. S i hubiera m uchos
ATRIBUTOS OPERATIVOS
d ioses, n ecesariam en te diferirían entre sí. M as esta diferencia
implicaría que uno posee algo que falta al otro, el cual no
seria en consecuencia absolutamente perfecto y, por tanto no
podría ser Dios: o bien a ambos faltaría alguna perfección
poseída por el otro, y en tal caso, ninguno poseería la per­ 221 D io s e s un ser espiritual. D ebem os, pues, atrib uirle las
fección infinita, es decir que ninguno seria Dios. op eracion es d e lo s seres espiritu ales, es decir las operaciones
de la inteligencia y las d e la juventud.
4. Inmensidad. — Etimológicamente es inmenso lo que no
se puede medir, e inmensidad es un atributo divino qu e e x ­ A rt. I. L A I N T E L I G E N C I A D I V I N A
cluye d e D ios toda posibilid ad d e ser circunscrito o lim itado
p o r alguna cosa. Este atributo deriva inmediatamente de la 1. L a c ie n c ia d iv in a. — E n D io s todo es infinito. D ebem os,
infinitud divina: lo que es infinito no puede estar limitado por pues, adm itir qua D io s es u n a in teligen cia in fin ita y que posee
nada. una ciencia infinita, a sa b e r: no só lo ciencia de todo lo que
La ubicuidad, o presencia de Dios en todas las cosas, no fué, es o se rá , sino tam bién la de todo lo que es posible. D ios
se realiza sino por la creación del mundo. D ios esté presen te con oce en su esencia la infinita multitud d e los seres que
a l universo y a ca d a p arte d e l universo, al cual conserva por podría llam ar a la existencia com o o tra s ta n ta s participaciones
la continua acción de su poder. de esta esen cia.

5. Eternidad. — Dios es eterno por existir por la misma 2 . O b je to d e la c ie n c ia d iv in a:


necesidad de su naturaleza. Por otra parte, comenzar a ser es a ) L a esen cia d e D ios es el prim er o b jeto de la cien cia di­
una imperfección que no podemos atribuir sin contradicción vina, o b je to siem pre presen te al P en sam iento divino, con el
al ser infinitamente perfecto. cu al se id en tifica.
La eternidad divina excluye el cambio y la sucesión. No b ) T o d o s los seres. D io s conoce todos los seres reales del
es un desenvolvimiento infinito de diversos y sucesivos esta­ pasado, del p resen te y los futuros, asi como todos lo posibles.
dos, sino que es propiamente la p osesión total y p erfecta d e T o d o s esto s seres, reales o posibles, D ios los con oce com o a
una v ifa sin fin. No hay, pues, en ella ni pasado, ni futuro: im ágenes m ás o m enos lejanas d e sí mismo y con ócelos en su
la eternidad es un presente perpetuo. propia esencia.

3 . M o d o d e la c ie n c ia d iv in a. — D ios, para sab er, no tiene


n ecesid ad d e razonam iento, por ser el razonam iento la imper­
fecció n de una cien cia que se form a poco a poco, y que por
tan to supone la ignorancia. D ios ve tod o d e una sola intuición,
de una so la m irad a; y su pensam iento penetra h asta el fondo
más intim o de los seres.
296 LA NATURALEZA DE DIOS

A rt. II. LA V O L U N T A D D IV IN A
222 L El amor divino. — La voluntad, hemos dicho antes (147)
es una inclinación hacia el bien aprehendido por la inteligen­
cia. Esta inclinación debe existir en Dios y llevarle a amar
el bien que conoce.
TERCERA PA RTE
2. Objeto del amor divino.
a) D ios se am a a si mismo co m o se conoce, es decir infini­
tamente. E l es, en efecto, el Bien perfecto, que no puede
menos de amar, y en cuyo conocimiento encuentra una infi­ D I O S Y EL M U N D O
nita felicidad.
b ) D ios am a a todos tos seres qu e ha creado, en tanto que
y en la medida en que participan de su infinita perfección,
es decir en la medida en que imitan su divina esencia.
Los diversos problemas que las relaciones de Dios con el
3. Modo de la voluntad divina. — La voluntad divina no universo plantean son los de la distinción d e D ios y d e l mon­
conoce limites y está libre de cualquier impedimento. D ios do. d e la creación, y de la P rovidencia.
pu ede tod o lo qu e quiere. A veces se añade: salvo lo que en­
cierra contradicción. M ás la contradicción, por no ser más
que un nombre, no puede limitar realmente a lá divina omni­
potencia.
Es también evidente que Dios no puede querer el mal mo­
ral. Este, tomado absolutamente, no se puede definir sino
como la negación de Dios. Pero Dios, que es el ser necesario,
no puede negarse o renegarse a s! mismo.

4. Conclusión acerca de los atributos divinos. — Todo


este estudio acerca de los divinos atributos debe de)arnos un
sentim iento muy vivo d e nuestra insuficiencia y d e nuestra im­
potencia para pensar en D ios en si mismo. Y éste es el punto
más alto de nuestro conocimiento de Dios, ya que por ahf pro­
clamamos la trascendencia infinita del Ser que no puede ser
puesto en parangón con los seres de la creación.
CAPITULO I

DISTINCIÓN DE DIOS Y DEL MUNDO

A rt . I. E L P A N T E IS M O

223 L Loa diferentes formas de panteísmo. — La existencia


de un Dios personal, absolutamente distinto del universo, es
negada por el panteísmo (etimológicamente: Dios es el Todo,
o el Todo es D ios). Podemos distinguir tres clases diferentes
de panteísmo.
a) Panteísmo em anatista. Esta concepción es la de Plotino.
según el cual Dios, o el U n o prim itivo. engendra n ecesaria­
m ente. en virtud d e su m isma naturaleza, a to d o slos seres
d e l universo. Todo el universo emana (o sale), pues, de
Dios, y no es otra cosa que una especie de explicación de
Dios. Este panteísmo absorbe a Dios en el mundo.
b) P an teísm o realista. Spinoza rechaza el sistema emana*
tista. que le parece no guardar bastante la absoluta identidad
de Dios y del mundo. Para Spinoza. en efecto, no existe sino
una sola Sustancia, sino un so lo S er, d e l qu e el universo y
los seres singulares qu e lo com ponen no son sino la m anifes­
tación. Podríamos decir que no son sino fenómenos de Dios.
Spinoza absorbe, pues, el mundo en Dios.
c) P an teísm o evolucionista. E s la doctrina de aquellos pa*
ra quienes D ios es el térm ino d e l devenir universal. Dios no
es, sino que se hace. O si es, no es otra cosa que la fuerza
inmanente que mueve el mundo desde dentro y gobierno su
evolución. Esta doctrina ha sido propuesta bajo muy diversas
formas, sobre todo por los filósofos alemanes del siglo XIX
(Fichte. Schelling, Hegel, Schopenhauer).

224 2. Discusión del panteísmo. — B ajo cualquier forma que


se presente, el panteísmo no solamente queda excluido por
los resultados positivos de la demostración de la existencia
tolos Y EL MUNDO DISTINCION DE DIOS Y DEL MUNDO SOI
3fXJ

de D io s y de los atributos divinos, sino que tam bién Im plica lo qu e es, y h asta debe esta r m ás presen te a tos seres qu e ellos
en si tal cantid ad de dificultades que no es posible propon erlo
lo están a si mismos, y a que no existen ni subsisten sin o por
siquiera de m anera Inteligible. E xam in em o s las p rincipales de efecto de un continuo in flu jo del poder cread or. T a m b ién
hem os de d ecir en toda verdad con S a n P a b lo , que "e n D io s
estas d ificultad es. $
a ) E l pan teísm o es contradictorio en si mismo. E n efe cto . tenem os la vida, el m ovim iento y el s e r".
Id entifica lo p erfecto con lo Im perfecto, lo finito con lo In fi­ L a inm anencia no la hem os de im agin ar, pues, com o una
nito, lo con tin g en te con lo n ecesario . U n solo y mismo se r no esp ecie de m ezcla del S e r divino con las co sa s crea d a s. H a y
puede esta r som etido a la d esg racia ló g ica de poseer atributos que con ceb irla com o un m od o d e presen cia espiritual, irre­
tan incom patibles entre si. U n circu lo cuad rad o seria m ás du ctible a las presencias corporales, y p or lo m ismo infinita­
fácil d e se r concebid o.
m ente m ás profunda y m ás envolvente.
b ) E l panteísm o va contra la experiencia. L a exp erien cia
2 . L a d iv in a tra s c e n d e n c ia . — L a divina inm anencia n o
nos Impone, en efecto , con la m ayor evidencia el sentim ien to
n os ha de h acer olvidar la trascen d en cia, es d ecir la absoluta
de nuestra personalidad, es d ecir d e nu estra cualidad de s u je ­
te s autónom os. libres y respon sables. P e ro ¿seria posible este indepen den cia d e D ios resp ecto d el mundo y e l sob eran o señ o­
sentim iento si n o fuéram os realm en te d istintos de D io s o si
río d e D ios sobre todo el universo. H em os de cuid arn os, pues,
D io s no fuera real sino en n o so tro s y p or n osotros? de rep resen tarn os la divina trascen d en cia com o una ex terio ­
ridad especial y m aterial, com o si la absoluta distinción de
c ) E l panteísm o ch oca contra la realid ad moral. L le g a fa ­
D io s y del mundo Im plicara una yu xtaposición del mundo
talm ente a Ju stificar todo lo que tien e realid ad . S i todo es
D ios, o si D ios se confunde con e l mundo, todo lo au e su ced e y de D io s. L a noción de trascen d en cia nada de eso sig n ifica,
sino que es esencialm ente la independencia absolu ta. Ja p er­
es a la vez necesario y bueno. L a d istinción del Sien y del
mal es una co sa sin sentido ( y a lg o Inexp licab le) y al mismo
fec ta a seid a d de D ios ( o propiedad de ex istir n ecesariam en te,
por si a s e ) .
tiempo d esap arece la idea de responsabilid ad personal.
d) E t pan teísm o evolucionista h a c e brotar a l ser d e la nada.
3 . In m a n e n c ia y tra s c e n d e n c ia so n ig u a lm e n te n e c e s a ria s .
L a idea de un D io s que se v a h acien d o p oco a poco, m ed 'an te
— E n efecto , inm anencia y trascen d en cia son dos aspectos
el devenir universal, equivale a poner lo m enos com o p rin ci­
igualm ente inevitables de una noción de D io s con form e a lo
pio de lo m ás, la nada como principio del ser, sin h a b la r del
que a la vez requieren la experien cia y la razón. S i no existe
absu rdo qu e es suponer un orden qu e se realiza solo, una evo­
lución que se desenvuelve por si m isma, sin ser gob ern ad a
la inm anencia. D ios es ex tra ñ o al universo, y no es p or tan to
ni in fin ito ni p erfecto : la idea de D ios resulta algo co n trad ic­
ni dirigida. S e dice muy poco al d ecir que tales teorías son
torio. S i falta la trascendencia. D ios es idéntico al universo, y
falsas. S o n literalm ente im pensables.
tam bién ap arece como im perfecto, potencial y en devenir. L a
noción de D io s es tina vez m ás contrad ictoria.
A r t . I I. IN M A N E N C I A Y T R A S C E N D E N C IA

224 T en em o s, pues, que atenernos a las pruebas por las que A rt. III. D I O S E S U N S E R P E R S O N A L
D io s se nos m anifiesta como absolu tam ente d istinto del uni­
226 I - N oción d e un S e r infinito p erso n a l. — T o d o lo que a ca ­
verso y trascend iend o a este universo. M a s por un lad o co n ­
bam os de d ecir nos lleva a recon ocer que D io s, si ex iste, no
viene com prender bien que la trascen d en cia de D io s no su ­
puede m enos que ser el S e r infinito, rad icalm ente distinto
prim e la Inm anencia ( o p resen cia) de D io s en el universo, y
del universo que creó y que conserva por un a cto de su libre
por o ‘ ra p arte, h ay que entend er ex actam en te el a lca n ce de
volu n tad ; y por con siguien te que D io s es un S e r que llam a­
estas nociones de trascen d en cia y d e Inm anencia.
rem os. por an alogía, person al, es decir un S er su bsisten te, in­
teligente y libre.
I . L a d iv in a in m a n en cia . — C o m o D ios es n ecesariam en te
¿C óm o, por lo dem ás, seria posible que el principio del que
prim er P rincipio y C au sa universal, d e b e estar presen te a tod o
302 DIOS Y EL MUNDO

proced en, en el universo, lo s su je to s in telig en tes y lib res, las


alm as que asp iran a gozar de la verdad ab solu ta y d e la feli-
cid ad sin fin, fuera una realid ad im personal, in co n scien te y
dom inada p o r un fa ta l determ ínism o? H ab ría en eso una in ­
so p ortable contrad icción .

C A P IT U L O I I
227 2 . E l antropom orfism o. — C u an d o pensam os y h ab lam o s
de D io s, no n o s es posible e sca p a r al antropom orfism o, p o r­
que no podem os p en sar en D io s y h ablar de D io s, si n o es
valiénd o no s d e nuestros co n cep to s, que los sacam os de lo sen ­
LA CREACIÓN
sible. E l antropom orfism o, p o r lo dem ás, puede se r precioso
p ara la co n cien cia religiosa, p orqu e da una esp ecie de apoyo
al alm a hum ana, que tiene n ecesid ad de im aginar lo que
piensa. P e ro es p reciso sa b er bien d e qué se trata, es decir, 228 D e todo lo que llevam os dicho éch ase de v er h asta la evi­
qu e lo neguem os al m ismo tiem po qu e echam os m anos d e él. d en cia que D io s, por se r radicalm ente distinto de un universo
D io s no es un S e r person al com o noso tro s; D io s no tiene que no tien e n i puede ten er en si mismo su razón su ficiente,
cuerpo; la inteligen cia y la v olu n tad no son en él lo que son d ebe ser el crea d o r de este universo. E l h ech o d e la creación
en n oso tro s. E n D io s no ex isten sino d istinciones v irtuales, n o está. pues, en discusión, sino sólo el m odo d e esa creación.
fund ad as en la in fin ita riqueza de su esencia, pero tra n sfo r­ N o n os queda, pues, sin o p recisar la noción de creació n , y la
m adas por nuestra razón d iscursiva en m ultiplicidad real. o tra que le es co n e x a , la de conservación.
D io s nos sob rep asa infinitam ente.
A rt. I. LA N O C IÓ N D E LA C R E A C IÓ N

1. ¿Quó cosa es crear?


a) C rear es h a c er una cosa d e la nada. T a l es el sentido
p rop io de la palabra creación. La producción de una nueva
forma en una materia preexistente sólo impropiamente se
llama creación. En realidad, la forma no es sacada de la
nada, lo mismo que la materia. Hay simplemente transfor­
m ación.
Crear es el privilegio de Dios, porque la creación propia­
m ente dicha ex ig e un p o d e r infinito.
b) C reación y com ienzo. E s fundamental comprender bien
que la idea d e creación n o está necesariam ente unida a la d e
un tiem po inicial. Al contrario, la creación hace completa­
mente abstracción de la idea de comienzo temporal, y no sig­
nifica otra cosa que la absolu ta depen den cia d e l mundo, hasta
el m ás mínimo d e los seres, con relación a D ios.
En realidad, el mundo, por haber sido creado, que haya
tenido o no un primer instante tem poral, no deja de comen­
zar. A l no existir p o r si mismo, sino sólo p o r la virtud crea­
d ora d e D ios, y esto en cad a instante d e su duración, a la
vez en su tod o y en ca d a uno d e sus elem entos, es d e su esen-
304 DIOS Y EL MUNDO LA CREACION 905

cía ai com enzar siem pre. La hipótesis de la ternldad del sustancia. Siendo absurda esta segunda hipótesis, no queda
mundo no suprime esta necesidad: si el mundo no hubiera te­ sino la creación ex ni hilo,
nido comienzo tem poral, no dejarla por este motivo de ser en
cada instante creado por Dios, y por tanto de recibir de Dios 3. Libertad de la creación. — El acto creador es libre,. Esto
el ser que posee (lo cual es propiamente comenzar) (205). es una consecuencia n ecesaria d e la naturaleza d e D ios. Si, en
Echase de ver al mismo tiempo cómo, aun en esta hipótesis, efecto. Dios es el Ser perfecto e infinito, no puede estar some­
la idea de eternidad no podría aplicarse realmente al mundo, tido a una necesidad de producir el ser, pues esto supondría
porque, según hemos visto (220), la eternidad excluye el que está dominado ya por una fuerza exterior a él, o bien .por
cambio y ¡a sucesión (es decir toda suerte d e com ien zo). un dcterminismo in'erno, lo cual es incompatible con la noción
Dios solo es eterno. Por eso, si el mundo no hubiera tenido de ser perfecto e infinito.
un Instante inicial, podríase hablar de su perpetuidad, mas
no de su eternidad.
c) C reación y duración. L a noción d e creación (e n la h i­ A rt . II. O B JE C IO N E S C O N T R A LA C R E A C IÓ N
pótesis de que el mundo hubiera tenido un instan te in icial) no
Implica en modo alguno la idea de una duración vacia, que 229 Las observaciones precedentes permitirán resolver las difi­
precediera a la duración co n creta y a la existen cia real. E n cultades que se suscitan a veces contra la noción de creación.
realidad, et tiem po es coexten sivo a lo real cread o: si el uni­
v erso ha tenido un instante inicial, el tiem po com enzó con 1. La eternidad de! mundo y la idea de creación. — Una
él, y , según hem os visto al estu d iar esta entidad ( 7 4 ) , h asta objeción corriente consiste en decir que si el mundo es eterno,
el tiempo debe ser tenido com o lógicam en te posterior al mun­ la creación es inútil, en el sentido de que la existencia d e l
do como su stan cia móvil, y a que no es fundam entalm ente m undo no tiene ya necesidad de ser explicada.
sino una consecu encia del movim iento. Esta objeción, como se ve, procede de una noción errónea
Si pues el mundo tuvo un comienzo temporal, antes del de la creación, que une indebidamente a ésta con un comienzo
mundo no habla nada, ni ser, ni mundo, ni duración tempo­ temporal. Precisemos, pues, que la hipótesis d e la etern idad
ral, nl vado, ni materia preexistente. E l ser universal, en su d el m undo no suprimiría la n ecesid ad d e la creación, porque
sustancia y en todos los atributos q u e le afectan , incluido el lo que obliga a admitir la creación del mundo, no es el hecho
tiempo, nacieron d e un acto absolu to e intem poral d e D ios. de que haya comenzado después de no haber sido (lo cual es
la verdad d e hecho, pero que ignoraríamos sin la Revelación):
2. El modo do la creación. — No es posible concebir el es ante todo el hecho de que el m undo no tiene en si la razón
origen del mundo, cuando se parte de la idea de creación, d e su existencia, es decir que es contingente, como lo hemos
sino de dos maneras: o bien D ios sa c ó el m undo d e la nada demostrado al estudiar las pruebas de la existencia de
absoluta, o bien lo hizo d e una p arte d e su sustancia. Dios (207). Si. pues, por hipótesis, el mundo fuera eterno,
Esta segunda hipótesis queda excluida por la refutación del no sería menos dependiente eternamente de Dios, es decir,
panteísmo emanatista (224). Es, en efecto, absurdo pensar creado por Dios, en la totalidad de su ser y esto en cada
que Dios haya podido hacer el mundo de una parte de su sus­ momento de su duración y en cada uno de los seres singula­
tancia. porque Dios es un ser espiritual y perfectamente sim­ res que lo componen.
ple. No puede, pues, haber formado de su sustancia un mun­
do material, compuesto y perecedero. 2. Objeción: De nada no se hace nada. — La objeción fun­
Hay que admitir, pues, que D ios c reó et m undo y qu e lo dada en este axioma va dirigida, no ya simplemente contra
creó d e nada. Porque si quisiéramos suponer una sustancia el hecho de la creación, sino contra la misma idea de crea­
preexistente, de la que hubiera Dios formado el mundo, el ción. Esta sería ininteligible.
problema no haría sino volver a plantearse de nuevo: esta También en este caso, la respuesta a la objeción se segui­
sustancia preexistente al mundo ¿de dónde vino? O bien la rá de la exacta inteligencia de la noción de creación. En
sacó Dios de la nada absoluta, o bien la formó de su propia efecto:
306 DIOS Y EL MUNDO

a ) L a creación es incom prensible, p ero n o ininteligible. La


creación, en sentido propio, sobrepasa evidentemente el al­
cance de nuestra inteligencia, por tratarse de una actividad
que es el privilegio de Dios, en cuanto exige un poder infi­
nito. M as la idea de creación no es ininteligible, es decir
absurda. Al contrario, la id ea d e creación es. en prim er lu­ C A P IT U L O III
g ar, inteligible en si misma, ya que atribuye a Dios la omni­
potencia que lógica y necesariamente corresponde al Ser per­
fecto e infinito; y es por otra parte, fu en te d e inteligibilidad, LA PROVIDENCIA
ya que, por ella, el universo se explica ante la razón, en su
existencia y a la vez en sus propiedades. En cambio, la n ega­
ción d e la creación equ ivale a erigir el absu rdo en ley univer­
sal. La razón rechaza este suicidio. A rt. I. N O C IÓ N D E LA P R O V ID E N C IA
b ) S en tid o d e la expresión ex nihilo. Cuando se dice que
de la nada no viene nada, se enuncia una gran verdad si se 231 1- Definición. — Todo lo que hasta aquí hemos dicho de
quiere decir que la nada no es una causa o una materia. Pero Dios se reduce a afirmar la realidad de la divina Providencia,
la noción de creación no supone que el ser venga de la nada, es decir de la acción q u e D ios ejerce sob re la criatura para
sino que viene despu és de la nada. En realidad, viene de Dios conservarla y dirigirla hacia su fin con sabiduría y bon dad,
y de su infinito poder. Dios no hizo el m undo con nada, com o según el orden p o r él establecid o en la creación. Dios, en
con una m ateria p reexisten te, sino que lo hizo absolutamente efecto, es infinitamente sabio, y la sabiduría exige que vele
por su poder, lo hizo no habiendo antes nada. sobre el mundo que creó, para conducirlo al fin que le señaló;
Dios es infinitamente bueno, y su bondad exige que proteja
con su amor a las criaturas que son el fruto de su amor; Dios
A r t . III. LA C O N S E R V A C IÓ N D E L M U N D O es infinitamente p od ero so , y su poder quiere que él gobierne
230 1* La noción do conservación. — Hemos visto antes (203) soberanamente la obra salida de sus manos.
que la permanencia de los seres contingentes no se explica
adecuadamente por el hecho de haberles sido transmitida la 2. Modo de la Providencia.
existencia y la vida. En todo momento, estos seres y el uni­ a ) L a P roviden cia y la naturaleza d e las cosas. — La Pro­
verso entero dependen de la Causa primera: a esta depen den ­ videncia no puede en ningún caso ser concebida como una
cia, q u e no e s otra cosa qu e la sontinuación en e l a cto creador, acción caprichosa, que modificaría arbitrariamente el curso
llám ase la conservación. La actividad creadora de Dios no de las cosas. Ella debe ser pensada como la acción d e una
cesa, pues, de penetrar hasta la misma raíz de nuestro ser, V oluntad soberan a e infinitam ente sabia, conform e con la
para mantenerlo en la existencia. naturaleza d e ca d a criatura y, p or tanto, en e l hom bre, con la
libertad; acción en la que lo esencial consiste en orientar el
2 . Conservación y duración. — La conservación, desde el curso de las cosas en vista del bien de todas las criaturas,
punto de vista divino, no es un acto temporal: confúndese ; según el lugar y función de cada una de la arquitectura uni-
con el acto creador, que no está en el tiempo. M as, d esd e ] versal.
nuestro punto d e vista, es el asp ecto tem poral b a jo el cual se b) L a P roviden cia divina y la actividad d e las criaturas.
trad u ce p ara n osotros, que estamos en el tiempo, e l único acto La acción prividencial es (salvo el caso del milagro) com o el
p o r e l cual nos crea D ios. sostén d e la actividad d e las criaturas y no yuxtapuesta a esta
actividad. Ella la utiliza y la penetra, como la vida utiliza
el mecanismo y penetra la materia. Está en todas partes y en
todas las cosas, en las revoluciones de las esferas y en el des-
308 DIOS Y EL MUNDO LA PROVIDENCIA 309

arrollo de los gérmenes, en la vida y en el movimiento de pusieron los maniqueos (discípulos de Manes o Man!, en el
nuestro corazón, en las aspiraciones de nuestra alma y en siglo tn después de Jesucristo). L a hipótesis dualista es con­
los vuelos de nuestra buena voluntad. E l universo entero, en tradicha. por un lad o, p o r la unidad interna d el universo
todo lo qu e contiene y en cad a uno d e sus instantes, no es (209) y, por otra parte, p or lo qu e implica d e ininteligibilidad
sino el desenvolvim iento visible d e l Am or. el suponer dos Principios absolutam ente prim eros, autónqmos
e infinitos que se limitarían reciprocamente (220).
3 . El m ilag ro .
232 a) D efinición. La palabra milagro significa etim ológica­ 234 2. Mal físico y m al moral. — Para resolver el problema
m ente una cosa m aravillosa, qu e provoca la adm iración y el del mal. hay que distinguir primero el m al físico, que per­
espanto, generalmente porque su causa nos es desconocida. tenece al orden corporal y se traduce por el sufrimiento, y el
Cuando se dice: “Esto es algo milagroso“, quiérese significar mal m oral, que es esencialmente la violación voluntaria y
que el suceso es imposible de explicar por una causa ordina­ libre d el orden qu erido p or D ios y que se llama falta o
ria. En su sentido propio, llámase milagro a todo h ech o sen­ pecado. Uno y otro son, no simple ausencia de un bien supe­
sible y extraordinario produ cido p or D ios fu era d el curso rior a la naturaleza, sino privación d e un bien qu e conviene
ordinario d e tas cosas. El milagro es, pues, un hecho insólito, a la naturaleza (192 b is). De esta distinción derivan las ob­
no en el sentido de que sea raro, sino en el sentido de que servaciones siguientes:
excluye toda explicación por el curso ordinario de la natu­ a ) E l m al. físico o m oral, no es natural, es decir que no
raleza. puede tener cabida en la definición de la naturaleza. D ios.
b) P osibilid ad d el m ilagro. El milagro es posible. Lo es creador de todas las naturalezas, no p u ed e qu erer sino e l bien.
p or parte d e las ley es de la naturaleza, que dependen del Ninguna naturaleza puede, pues, encerrar, com o tal. ni el mal
autor de la naturaleza. También lo es por parte d e D ios, al moral, ni el mal físico (entendidos como privaciones de un
que no contradice ni en su sabiduria, ni en su inmutabilidad, bien moral o físico debido a la naturaleza).
ya que el m ilagro, si bien deroga el orden de la naturaleza E s cierto que el orden corporal lleva consigo, como tal.
sensible, entra en el orden total, qu e es espiritual, y fu é p re­ dolor y penalidades. Mas este dolor y penalidades están na­
visto p or D ios com o un elem ento d e este orden. turalmente ordenados al bien y felicidad del hombre. Por
eso. el nombre de mal no les conviene realmente.
b) La posibilidad d el m al m oral resulta d e la nada ori­
A r t . II. EL P R O B L E M A D E L M A L ginal d e la criatura. La criatura racional es. en efecto, gra­
233 1 La existencia del mal y la Providencia. — La existen­ cias a su finitud, capaz de cometer el pecado y por lo mismo
cia del mal en el mundo es a menudo invocada para negar la de introducir en el mundo los males que se siguen al pecado.
existencia de Dios o la realidad de la divina Providencia. M as ésta capacidad no es una necesidad. E l hom bre es libre,
a) L a existencia d e D ios y la realidad d e l mal. La nega­ y D ios que lo creó, respeta y garantiza esta libertad. Si pues
ción de la existencia de Dios, lejos de resolver el problema del el hombre pecó, hízolo voluntaria y libremente.
mal, no haría sino volverlo totalmente insoluble. En efecto, c) L a libertad, aun falible, es un bien. No se puede repro­
si los males que sufrimos fueran sin remedio ni compensa­ char a Dios el haber dado al hombre el peligroso bien de la
ción, el mundo sería definitivamente absurdo, carente de sen­ libertad. Es una maravillosa prerrogativa ser capaz de deter­
tido y radicalmente malo. M as en este caso, ¿cómo compren­ minarse por propia elección, conformarse, por un acto de libre
der el orden físico que reina en él? S i existe un orden físico, voluntad, con el orden divino, y colaborar asi en cierta ma­
¿cómo no existirá con m ayor razón un orden moral? (213). nera a la actividad creadora de Dios. Esta perfección no es
Es decir ¿cómo el mal no tendría un sentido y una explicación? absoluta, ya que encierra la falibilidad. Pero la justicia exige
b) E l dualism o maniqueo. La explicación del mal no habrá solam ente que el hom bre sea dueño d e su qu erer y d e su
que buscarla en la hipótesis de que existiría un Principio del elección, de tal manera que si peca cargue solo con la res­
mal al lado o frente a un Principio del bien, como lo su­ ponsabilidad de su falta, y de los males que de ella derivan.
910 DIOS Y BL MUNDO

d ) La realidad d el mal en el m undo presente. E l m al p r o ­


piam ente d icho, a l n o pod er v en ir d e D io s, só lo puede se r
e fe cto d e un d esorden m oral en la cria tu ra ; y el m al fisico , si
ex iste, d eriva n ecesariam en te d e un p ecad o ; de ta l m odo que,
com o d ice S a n A g u stín , el mal e s o el pecado o la co n secu en ­
cia d el peca d o.
N o o b sta n te , p ara que e sta arg u m en tación (q u e e s d e P a s ­ L IB R O TERCERO
c a l) fu e ra d el tod o co n clu y en te, se ria p reciso ev id en tem en te
estab lecer q u e los m ales a que e stá su je ta la hum anidad, s o ­
b rep asan realm en te lo que e s com p atible con una n a tu ra lez a
In teg ra, ta l com o D io s d ebió c re a rla . N i aun se rá posib le,
p or u na p ru eb a d e este género , sin o lle g a r a conjeturar que F I L O S O F I A P R A C T I C A
el mal p ro ven g a de una esp ecie d e ta ra que pesa so b re tod os
lo s hom bres. L a razón , con so las su s propias lu ces, n o n os
perm itirla ir m ás allá . S ó lo la fe cristia n a e s capaz d e d efin ir
la s m od alid ad es de la caíd a d e la hum anidad.
e ) D ios hace que el mal sirva al bien. D io s h a ce que el F I L O S O F I A D E L A R T E
mal o cu p e su lu g ar en el ord en, n o esencialm en te, y a que
n o ha sid o querid o por D io s, sin o accidentalmente , en virtud M O R A L
d e la s ex ig en cia s de la bon d ad , de la sabid u ría y del pod er
divinos. L o cu al equivale a d ecir qu e D ios hace q u e el su -
(cimiento sea útil. S ó lo sería absu rd o y un m al ab solu to, un
su frim iento qu e n o sirviera p ara n ad a, que no fu era o la
exp iación d e un pecad o o la con d ición de un bien.
P u e s b ien , ju stam en te el m al físico o el sufrimiento, ta l
cual d e h ech o proviene del p ecad o , p u ed e ser un m edio d e
reparación y una fuente d e mérito. y servir para volver al
hombre a la observancia d el d eber. E n el mismo pecad o . D io s
coloca, p ara el p ecad or, una posibilidad de b ie n : por él es d ad o
al hom bre co n o cer su m iseria, hum illarse a n te el S e ñ o r e in ­
v ocar su p ro tección .
\ i

3 . C o n clu sió n . — A sí echam os d e v er. m anteniénd onos en


esto s p rincipios g enerales de so lución, que la divina P ro v i­
dencia e stá lib re de cualquier rep roche. H a y m uchas co sa s
que p ara n o so tro s son un m isterio. P e ro no es p osib le que
dejem os d e en ten d er que si bien hay misterio. injusticia no
la. hay.
FILOSOFÍA PRACTICA

235 1 • Orden especulativo y orden práctico. — La inteligencia,


como lo hemos notado ya muchas veces, encierra un orden
especulativo y un orden práctico. El primero tiene como fin
el conocimiento de las cosas, de sus relaciones y de sus prin­
cipios. E l orden práctico tiene p or fin directo, no el conoci­
miento, sino la obra a realizar fu era d el su jeto qu e con oce
com o tal. El conocimiento interviene aquí también, por su­
puesto. pero como medio, no como fin.

2 . E l o b ra r y el h a c e r. — E l orden práctico es doble. E n


efecto, comprende el dominio del hacer y el del obrar. Pué-*
dese tratar de hacer o producir una obra sen sible (dom inio
d el á rte), o bien d e obrar o com portarse según las exigencias
d e l bien (dom inio d e la m oral). De ahí que la filosofía prác­
tica comprenda dos partes distintas: filosofía del arte y filo­
sofía moral.
• F I L O S O F I A DEL A R T E

236 La9 principales cuestiones que plantea la filosofía del arte


(llamada a veces E sté tic a ), refiérense a la naturaleza del arte,
a la naturaleza de lo bello, objeto del arte, a la división de
las bellas artes, a las reglas del arte, y a las relaciones del arte
con la moral.

A rt. I. N ATU RA LEZA D EL A R TE

1. El arte en general. — El arte consiste esencialmente en


la recta noción d e las cosas que se han d e hacer, es decir que
tiene por función determinar las condiciones que debe llenar
la obra que se hace para que esté conforme con la idea del
que la realiza.
Desde este punto de vista tan general, no se h ace distinción
esencial entre tas artes útiles y las bellas artes, entre el arte-
sano y la artista. En ambos casos, trátase de introducir una
idea (idea de mesa, de reloj, de una melodía, de un monu­
mento, efe.) en la materia, y en cierto modo de encarnarla
en ella. El arte es siempre el que regula esta impresión de la
idea en una materia sensible.

2. Arte y bellas artes. — Hay no obstante que establecer


una diferencia entre las artes útiles y las bellas artes. Las
primeras buscan esencialmente un fin útil, sin excluir por
eso la belleza, aunque como cosa secundaria; las segundas
son desin teresadas y soto aspiran a la producción d e una cosa
bella. Cuando hablemos simplemente de arte, en adelante, nos
referiremos siempre a las bellas artes.

3. El arte ea una virtud intelectual. — S i en efecto el arte


consiste en la recta noción de la obra a realizar, síguese que
en prim er térm ino resid e en la inteligencia, que es la única
316 FILOSOFIA PRACTICA FILOSOFIA DEL ARTE 317

capaz de concebir la idea que se quiere realizar en la materia de las condiciones subjetivas de su percepción. En si m ismo,
y los medios de hacerlo. lo belio es fu en te d e g oce constantem ente renovado.
El arte, además, es una virtud (o h á b ito ), es decir una
cualidad permanente, que perfecciona la ; facultad, haciendo
2. El mito de la Belleza en si. — Ciertos filósofos, imbui­
la acción fácil, rápida y deleitable. Y como el arte tiene por
dos de platonismo, han pretendido que la belleza no sea sino
objetivo la obra a realizar, diremos que es una virtud práctica,
la pintura de un mundo ideal, la percepción de la invisible
q u e tiende a h acer fá c il y ag rad able e l trabajo d e l artista.
esencia de las cosas, la visión de Tipos absolutos e inmutables.
Síguese de ahí que el verdadero artista posee una esp ecie d e
E s ta s tesis son dem asiado am biciosas, ya que las co sa s son
infalibilidad en las cosas de su arte, y también una espon ta­
sin duda más sim ples. H ay b elleza siem pre qu e una id ea ( o
n eid ad creadora que parece hacer de su actividad artística co­
form a) se ha en carn ado, en tas d eb id as proporciones, en una
mo la manifestación de una segunda naturaleza.
materia (e n el sen tid o pro fètico de la p a la b ra ).
Es cierto, no obstante, como lo demostró muy bien San
A rt . !!. N A T U R A L E Z A D E LA BE L L E Z A Agustín, que las bellezas finitas que contemplamos en las
cosas suponen una Belleza Infinita (2 0 8 ). M as el artista no
237 L a s bellas artes tienen com o fin la producción de la belleza. tiene los ojos fijos en esta Infinita Belleza que, en sf misma,
A h o ra vam os pues a preguntarnos, qué es la belleza y qué es está muy por sobre nuestra aprehensión y que no podemos
el sentim iento de la belleza. verla sino en los reflejos que de ella descubrimos en las cosas.
En las cosas m ismas es pues d on d e el artista busca descubrir
t. La belleza ta belleza.

1. Definición. — Santo Tomás define la cosa bella id qu od


visum ptacet. lo qu e agrada ver. Esta definición encierra dos 3. Teoría de la actividad de Juego.
elementos esenciales que vamos a considerar aparte.
a ) L a B elleza es ob jeto d e inteligencia o d e conocim iento a) L a actividad d e juego. También se ha querido explicar
intuitivo, en cuanto es el resultado de condiciones que sólo son la belleza y la emoción estética que produce por el hecho de
accesibles a la inteligencia. Estas condiciones son: la integri­ que, ajeno totalmente a las preocupaciones utilitarias, el arte
d a d d e l objeto, la proporción o unidad en la variedad, y, en se reduciría a una pura actividad d e ju ego. Lo bello expresa­
fin, la claridad o esplendor de inteligibilidad. rla. pues, lo que es enteramente gratuito (característica del
Es cierto asimismo que la belleza sensible es accesible a los Juego), lo que está libre de la necesidad y de todas las condi­
sentidos y los pone en un estado de bienestar y de satisfac­ ciones exteriores a la pura actividad como tal.
ción: el oído queda encantado con una música hermosa, y el b) A preciación . Esta teoría encierra sin duda una parte de
ojo goza ante las bellas formas plásticas. M as esto se debe, verdad. L o bello, en efecto, es gratuito, en el sentido d e que
por un lado, a las condiciones del arte, que es la encarnación no tiene, com o tal, un fin útil. Bástase a si mismo y se Justifica
de una idea en una m ateria, y, por otra parte, los sen tidos d el por si mismo. Sin duda que el artista puede ser interesado,
hom bre están pen etrados d e razón, a causa de la humanidad pero la obra es esencialmente gratuita, sin otra finalidad que
del compuesto humano. La inteligencia, de hecho, debe siem­ procurar el goce estético.
pre intervenir, pues de lo contrario no habrfa ya percepción Esto no debe sin embargo hacernos confundir el Juego con
propiamente dicha de la belleza, ya que toda percepción de be­ la belleza, la actividad de Juego con la actividad artística. En
lleza supone un Juicio (implícito) que sólo es obra de la in­ efecto, el ju eg o no tiende a produ cir una obra, sino a un sim­
teligencia (143). ple desarrollo de actividad. E l ju eg o no es serio; la seriedad
b ) L a B elleza es fuen te d e p lacer (p tacet). Lo bello es de­ lo arruina, como tal. E l arte, en cambio, aparece como una
leitable: encanta y es arrebatador: y engendra el deseo y el cosa grave y la belleza nos im pone resp eto y veneración. De
amor. La saciedad que puede producir a veces no viene sino la misma manera, la producción de la belleza puede conver-
318 FILOSOFÍA PRACTICA FILOSOFÍA DEL ARTE 319

tirse p a ra el a rtista en una esp ecie de d eb er; el ju e g o n o es el 3. La simpatía. — E l sentimiento estético aparece como
o b je to de nin gu na obligación. eminentemente social. Es factor de simpatia o de goce en co­
mún. Todo el que percibe la belleza gusta comunicar a otros
2. La em oción est ét ic a
su emoción y hacerles partícipes de su admiración. L a belleza
consigue realm ente h acer vibrar las alm as al unisono, y crear
238 L a em oción e s té tica es una co sa m uy co m p leja. S i la a n a ­ una especie de unidad espiritual, precisamente en razón de su
lizam os, d escubrirem os los elem entos sig u ien tes: carácter gratuito. La belleza como tal está por encima de las
causas de divisiones y de conflictos.
1. El goce. — Las cosas bellas, según lo hemos dicho ya,
proporcionan un goce (id quod visum p ía c e t). También se
dice a menudo que son fuente de placer. M as la palabra p la­ A r t . III. LA S B E L L A S A R T E S
c er tiene demasiada significación sensible para que sea aquí
Si se considera el objeto propio de cada una de las bellas
totalmente adecuada. E l término g o c e es más espiritual (sin
excluir por eso el elemento sensible siempre presente en el artes, obtiénese la siguiente división:
sentimiento estético) y conviene m ejor p ara defin ir esta em o­
1. El grupo de las artes plásticas. — Las artes plásticas
ción tan particular y su sceptible d e tal intensidad, qu e n ace
d e la percepción d e la belleza. son aquellas que emplean las formas sensibles macizas y sóli­
das y que producen obras inmóviles. Este grupo comprende:
Sin embargo, en la emoción estética es d a d o percibir tam­
a) La arquitectura, que llega a la belleza por el equilibrio
bién un d e jo d e cierta tristeza, que proviene del sentimiento
y felices proporciones de las pesadas masas de que echa mano.
de lo que se encierra de precario, frágil y transitorio en la
b) L a escultura, que llega a la belleza por la perfección
belleza finita. M as toda belleza encierra una exigencia de
eternidad, lo mismo que toda alegría pura quisiera eternizarse. con que consigue traducir las actitudes y sentimientos de las
Aqui, en la emoción estética, tiénese la im presión d e qu e la formas vivientes y particularmente del hombre. Puede expre­
belleza sen sible está som etida a las con dicion es d e corrupción sar el movimiento (el D iscó b o lo ), pero fijándolo en uno de
y d e disolución d e la m ateria en la que está realizada. Por eso sus momentos.
se ha podido hablar a menudo de la "sangrante dulzura" de c) L a pintura, que busca expresar, combinando los colores,
las cosas bellas. las relaciones de las formas sensibles entre sí. La pintura
puede obtener, por sus propios medios, ciertos efectos propios
2. La admiración. — Las cosas bellas provocan la. admira­ de la arquitectura o de la escultura. Consigue, particularmen­
ción, es decir el asom bro y el respeto. Asombran por lo que te, fijar de una manera más dócil que la escultura, y hasta en
encierran de inesperada perfección, de visión original y pene­ sus matices más sutiles, las expresiones del rostro.
trante, de singulares asociaciones y de atrevidas combinacio­
nes. También inspiran una especie de sagrado respeto, por la 2. El grupo de las artes del movimiento. — Las artes de
revelación que nos hacen del secreto mundo de las formas, y este grupo (música, danza, poesía) producen obras que son
sobre todo por la manifestación del poder que ejercen sobre esencialmente móviles, situadas en el tiempo.
la inteligencia humana. E l hom bre sién tese su byugado p o r l a . ' a ) L a música. El arte musical encierra como elementos que
belleza, y reverencia en ella a una fuerza espiritual. la constituyen: el ritmo, elemento fundamental, que resulta de
D e ahí que se haya podido hablar de "religión del arte" o la desigualdad de los tiempos; la m elodía, que tiene su origen
de "religión de la belleza" (Ruskin), ya que la belleza produ­ en el acento y procede directamente del lenguaje, especie de
ce algunos de los efectos de las cosas sagradas. M as eso no canto; y la arm onía, fundada en la simultaneidad de varias
es más que un modo de hablar. E l arte n o p u ed e ser una reli­ melodías.
gión; y si la hermosura merece nuestros homenajes es porque La.m úsica puede tender a expresar sentimientos (música
refleja y en cuanto refleja la Bondad Infinita, principio de ex p resiv a ), o a transcribir sensaciones auditivas (música d e s ­
todas las finitas hermosuras. criptiva o impresionista). En realidad, la música no hace, en
320 FILOSOFIA PRACTICA FI r o s o n i A DEL ARTE 321

ambos casos, sino sugerir, y supone por esencia una traspo­ No obstante, en cierto sentido se puede decir que e l arte
sición. imita a la naturaleza, a saber en cuanto tiende a producir
b) Ln coreografía. El arte de la danza, tiene algo de mixto: la belleza p or la m anifestación d e una form a en una natura­
la danza, en efecto, participa de la escultura, por las actitudes leza sensible. El artista no puede menos de descubrir esta
movientes que pone en juego; de la arquitectura, por los equ i­ forma, merced a la pene*ración y finura de su visión, en la
librios de grupos que realiza; y en fin, de la música, de la naturaleza exterior o interior, que es un inmenso recep tácu lo
que toma el propio ritmo, dando de él una especie de traduc­ de formas. E l arte, aun desde este punto de vista, es m ás una
ción plástica. creación qu e una im itación, porque aquí, ver, es propiam ente
c) L a poesía. Lo que llamamos arte literario es una cosa descubrir, inventar y construir.
compleja, que oscila entre la expresión de las ideas abstractas 3. El arte y el ideal. — Una concepción contraria a la del
y la poesía, que es una de las bellas artes. arte-imitación de la naturaleza sostiene que el arte tiene por
La poesía puede pretender ya expresar sentimientos, como objeto la manifestación de lo ideal. Esta teoría se emparienta
la música, o bien, como la pintura, describir formas sensi­ con la teoría de la belleza que hemos discutido antes (237)
bles. Tiene su propio encanto, merced al ritmo que gobierna y tropieza con las mismas dificultades.
el desarrollo del discurso verbal y que es, si no independiente La fórmula que hace de lo ideal el o b je to del a rte sería
del sentido, al menos distinta cosa que el sentido de las pa­ falsa, si a este ideal se lo considerase como por encima o fuera
lab ras. de la naturaleza. De hecho, el artista es un escudriñador d e
idea o d e form as, p ero en la misma naturaleza, y el ideal que
A rt . IV . LA S R E G L A S D E L A R T E tiene en vista no es tanto una cosa preexistente a su investi­
gación. un modelo o un tipo, cuanto la figura in terior de la
240 C u an d o se h abla de las reg las del a r ‘e, hay que distinguir obra a realizar en la materia sensible.
en tre las reglas qu e gobiernan la concepción de la obra de
a rte y las reglas qu e dirigen la ejecución d e esa obra.
2 . La e je c u c ió n

241 1. E l oficio. — La ejecución es el dominio del oficio y de


1. L a concepción d e la obra de a r t e
la habilidad manual. E l artista d e b e ser un artesan o, es decir
1. Lera condiciones subjetivas. — No existen reglas que un hom bre d e oficio. La obra que va a producir exige, en
permitan crear con seguridad una obra de arte; pero existen efecto, el empico de herramientas apropiadas, cuyo m anejo
condiciones qu e s e deben ten er en cuenta si se qu iere concebir debe saberlo muy bien, cuyo conocimiento tiene necesidad de
y producir alguna obra bella. Estas condiciones pueden a su materiales, y la posesión de técnicas operativas. S in oficio,
vez resumirse en la forniación o perfeccion am ien to d e l hábito la obra no sería sino un informe balbuceo.
operativo de que hemos hablado más arriba (23 6). Cierto don
innato, que consiste sobre todo en ciertas aptitudes, interviene 2. Arto y oficio. — El oficio es necesario al a rtista, pero
generalmente en el artista. Pero la actividad artística requiere extrínseco al arte. L a perfección d e l oficio nunca p u ed e reem ­
siempre el trabajo, la meditación de las obras maestras del plazar a la virtud o al hábito artístico. Sin embargo, la más
arte cultivado, el recogimiento, la paciente reflexión y el gusto grave tentación que amenaza al artista es el trabajar en el
de la perfección. vacío, es decir el manejar con destreza sus habilidades sin
tener una idea original y nueva que expresar, como ciertos
2. La imitación de la naturaleza. — ¿Es el arte de una imi­ oradores que balancean armoniosamente sus períodos y mul­
tación de la naturaleza? Habría que negarlo en absoluto, si tiplican sus gestos sin tener nada que decir.
por imitación se quiere dar a entender la copia. E l arte no E l oficio está a l servicio d el arte y a é l se subordina todo
es una sim ple copia d e los o b jeto s d e la naturaleza (si asi entero. La obra de arte perfec'a es aquella en que el oficio
fuera, la fotografía sería el arte más perfecto). mejor aprendido llega a no distinguirse de la misma idea y a
322 FILOSOFIA PRACTICA

desaparecer en la expresión de esta idea o de esta forma. Asi


Bach en sus C an tatas. Rafael en sus cuadro de las Loggias
del Vaticano y Racine en su A talia. La admiración se dirige
en tal caso a l objeto bello, y el artista, en cuanto obrero, se
ha hecho olvidar en provecho de su obra.
MORAL
A rt. V . A R T E Y M O RA L
242 L La independencia del arte. — E l arte es. en cierto sen­
tido, independiente de la moral, a saber en cuanto no tiene PRELIMINARES
otro fin inmediato que producir una obra bella.

2. La dependencia del artista. — Si el arte es indepen­


A r t . I. E L H ECH O M ORAL
dien te de la moral, e l artista no lo es, ni puede serlo. I u obra
de arte que produce es una manifestación de actividad que.
como toda obra humana, debe orientarse hacia el fin último 1. C ien cias m orales y moral
universal, que es Dios. Si el artista tomara co*ao fin último 243 L Loa ciencias de los hechos morales. — Hemos hecho
de su activ id ad la belleza que va a producir, cometería una referencia, en Metodología, a un grupo de ciencias llamadas
especia de idolatría. "ciencias morales", y lo hemos definido como algo concer­
niente a las diversas manifestaciones de la humana actividad,
9. Las condiciones concretas de la obra de arte. — La individual y colectiva, como tal (6 1 ). El término de m oral,
obra de arte requiere condiciones de tiempo y de ambiente empleado solamente para designar las cosas que tienen rela­
que le imponen ciertas restríccicnes acciden tales y la hacen ción con el hombre, en cuanto es un agente libre, o las de
en cierto m od o depen dien te d e la M o ral. naturaleza psicológica, no implicaba ninguna calificación de
En si. la obra de arte no p u ed e encerrar inmoralidad sin los fenómenos desde el punto de vista de) bien o del mal.
hallarse por el hecho mismo fuera de los dominios del arte, N o se trataba allá sino d e h ech o s em píricos y d e sus leyes,
que son dominios de serenidad, aun en la pintura de las pa­ y no d e juicios d e valor m oral.
siones. M as la obra d e arte p u ed e, accidentalm ente, produ cir
m atos efecto s, cuando es propuesta a hombres incapaces, por
2. L a moral, ciencia normativa.
falta de cultura suficiente o como consecuencia de falta de
rectitud moral, de elevarse hasta la pura emoción estética. a ) L a idea d e m oral im plica e l recurso a las n ocion es d e
Esto es lo que hace peligroso el desnudo la mayor parte de las bien y d e mal, de deber, de obligación, de responsabilidad, etc.,
veces, en pintura y escultura, y lo que en la poesía comunica es decir a todo ese conjunto de nociones (nociones de bien y
a la descripción de las pasiones del amor, un encanto de tan de mal, de deber, de responsabilidad, de mérito, de sanción,
equivoco carácter. de derecho, de justicia), de juicios d e valor (hay que hacer
E l artista no debe olvidar nunca que el arte n o s e realiza el bien y evitar el mal, dar a cada uno lo suyo, etc.), de
en un m undo d e espíritus puros, sino que es algo que se ofrece sentim ientos (alegría de deber cumplido, arrepentimiento del
a los hombres, cuyas malas pasiones fácilmente se alzan sobre deber violado, obligación de reparar, etc.), que forman el con­
los puros goces del sentimiento estético. tenido de la conciencia m oral y constituyen el h ech o moral.
b) E l h ech o m oral s e distingue d e todos los otros hechos,
en que el primero comporta la enunciación de lo q u e d e b e
ser. mientras que los otros hechos significan simplemente lo
q u e es.
324 MORAL
FREUMINAJIBS 325
c) E l h ech o m oral es universal y caracteriza a la especie
humana. En todas partes y siempre, los hombres han admitido do menos preciso, pero si exacto, la misma noción diciendo
la existencia de valores m orales, distintos de los valores ma­ que la M o ral es la ciencia d e l bien y d el m al: la ciencia d e los
teriales. y se han reconocido sometidos 0 esas ley es m orales, d eb eres y d e las virtudes: la ciencia d e la felicid a d (o fin de
distintas de las leyes físicas y base de un id eal m oral. Re­ la actividad humana), y la ciencia d el destin o humano.
nunciar a estas nociones seria renunciar a la humanidad y
descender al nivel del bruto sin razón. A r t . II. N A T U R A L E Z A DE LA M ORAL
244 3« problemas de la Moral. — La existencia cierta y 245 L La moral es una ciencia.
universal del hecho moral plantea cierto número de problemas a ) M o ra l y sentido m oral. Cuando decimos que la Moral
que constituyen el objeto propio de la Moral como ciencia es una ciencia, queremos decir que es un sistem a d e conclu­
filosófica. Trátase, en efecto, de saber: cuál es el valor de la sion es ciertas fu n dadas en principios universales (4 6 ). En eso
distinción del bien y el mal, cuál es su fundamento, cuál es el se distingue del sen tido m oral, que se pronuncia inmediata­
valor de la conciencia moral por la que conocemos el bien y mente, con mayor o menor certeza, sobre la honestidad de los
el mal, qué es el deber y el derecho. E n resumen, trátase d e actos humanos, pero que no es una ciencia, del mismo modo
determ inar e l valor d el h ech o m oral. que el buen sentido no es la Lógica.
b) M o ral normativa y M o ral cien tífica. La idea de M oral
científica no coincide con la de esencia m oral o de Moral, tal
2. D epinición de la moral
como la hemos definido más arriba. Expresa, en efecto, la
1. Los definiciones insuficientes. — Se han propuesto dife­ concepción positivista (Augusto Comte, Stuart Nill, Spencer,
rentes definiciones de la Moral (que también se llama E tic a ). Durkheim), según la cual la Moral no seria otra cosa que la
Muchas de estas definiciones no vale la pena retenerlas por no ciencia positiva de los hechos morales o de las leyes empíricas
subrayar con bastante claridad el carácter esencial de la Moral. de la conducta humana. La Moral, en este caso, se reducirla
a ) L a M oral es la ciencia d e l hom bre (P a sca l): definición a una ciencia de la naturaleza, y no tendria carácter norma­
demasiado amplia, pues incluye a la psicología, a la historia tivo propiamente dicho, más que la fisica o la química. T al
y a la sociología, que son también "ciencias del hombre". concepción tropieza con lo que hay de más característico en
b ) L a M oral es la ciencia d e las costum bres (Durkheim, el hecho moral, es decir con el sentimiento del deber. S i. pues,
Lévy-Brflhl): esta definición no sirve, porque la Moral no existe una ciencia m oral, propiam en te h ablan d o no ex iste una
consiste solamente en conocer y d escribir las costumbres, sino m oral científica.
en dirigirlas y gobern arlas en notnbre de las leyes de la con­
2. La Moral es una ciencia esencialmente práctica. — La
ducta moral.
Moral, en efecto, tiene por ma'eria los actos, las voluntades,
2. Definición por el objeto formal. — Para tener una bue­ las intenciones, en una palabra la acción. Esto no quiere decir
na definición de la Moral, hay que incluir en ella el objeto que no posea carácter especulativo y racional. Al contrario,
formal de esta ciencia (cosa que no hace la definición de el problem a m oral es un problem a racional y filo só fico , y la
Pascal) asi como su carácter normativo (cosa que olvida la moral tiende a formular principios universales. M as estos
definición dé Durkheim). Diremos, pues, que: principios se refieren esencialm ente a la actividad práctica.
a) L a M oral es la ciencia qu e d efin e las ley es d e la activi­ Por eso la Moral se define como una ciencia norm ativa (a sa­
d a d libre d el hom bre. También se podría decir, de una ma­ ber: ciencia, en cuanto procede por principios universales:
nera más explícita, que la m oral es la ciencia qu e trata d el norm ativa, en cuanto estos principios gobiernan la acción).
em pleo qu e e l hom bre d eb e h acer d e su libertad p ara con se­
guir su fin último. 3. La Moral se aplica a los actos libres, es decir que estu­
dia al hombre en cuanto es dueño de sus actos. Todo lo que
b) O tras definicion es: También se puede formular, de mo­
cae fuera del dominio de la libertad se encuentra (directamente
326 MORAL PRELIMINARES 327

al menos) fuera del dominio de la Moral. (Los fenómenos de 1. Conocimiento del hombre.
la digestión no interesan directamente al moralista.)
a) R ecu rso a la M etafísica. El conocimiento del hombre,
246 4. La Moral está b asad a en la Metafísica. — En efecto:
en este caso, debe ser el de su profunda realidad, de su esencia
y de su naturaleza, de su origen y de su destino, es decir, que
a ) L a s leues m orales son /unciones d e la naturaleza d e l es de orden metafísico.
h om b re. Si la moral es la ciencia de la conducta del hombre. b) L os d atos em píricos. Mas es sabido que no se llega a la
¿cóm o seria p osib le form u lar las ley es d e esta conducta sin metafísica si no es pasando por el orden fenomenal o empí­
referirse. Implícitamente al menos, a la naturaleza d e l hom ­ rico (171). Los fenómenos de la experiencia son los que nos
bre? Las leyes de la conducta serán completamente diferentes revelan la naturaleza del principio de donde proceden. Debe­
según que el hombre pase por un simple animal o por un remos, pues, echar mano en este asunto de los resultados d e
ser dotado de alma espiritual, por un ser destinado a ser ani­ la psicología y d e tod as las ciencias positivas qu e conciernen
quilado totalmente o destinado a la inmortalidad. a l hom bre individual o social, capaces de proporcionarnos
b ) L a obligación m oral n o es real si no es expresión d e una algún dato sobre el comportamiento moral del hombre. Todos
ley divina. E l deber no se puede imponer absolutamente si no estos elementos deben permitir descubrir con certeza, mediante
traduce un orden divino, que obligue a un respeto absoluto. métodos propiamente filosóficos, lo que es en el fondo el
Fuera de ese caso, el deber puede aparecer como un consejo hombre; cuáles son sus tendencias esenciales, cuál es su ideal
de prudencia, como la fórmula del honor o de la dignidad de perfección y dónde está su verdadera grandeza.
personal, mas no como una obligación propiamente dicha, que
se imponga sin réplica a la conciencia. 2. Formulación de los deberes.
Esto no significa que la obligación nos sea impuesta desde a ) D efinición d el orden d e derecho. L a form ulación de los
afuera, como una orden arbitraria. E lla traduce d e h ec h o la deberes im plica de an tem ano un juicio form ulado sobre el
ley d e nuestra naturaleza racional, en cuanto crea d a p or D ios, v alor respectivo de la s tend encias del hom bre, a fin de je ra r­
y es como una ley de nuestra naturaleza el que la conozca­ qu izarlas según un orden d e d erech o (u orden o b lig a to rio ),
mos. M as en esta ley nosotros veneramos al mismo tiempo ju icio que resulta a su vez del conocim iento del hom bre en
la voluntad y la sabiduría del autor de nuestra naturaleza. cu an to ser racio n al, cread o por D io s para conseguir un fin
c) N o hay, pues. M o ral independiente. Todas las tentati­ últim o en el que ha de en con trar perfección y felicidad.
vas que se han hecho para formular una M oral independiente b) D educción d e los d eberes. El oficio de la Moral será
de la Metafísica han fracasado, en el sentido de que esas luego, a partir de este juicio universal sobre el bien y el deber
p reten d id as m orales jam ás han p od id o p resen tarse con un del hombre, dedu cir los d eberes particulares d e la conducta
carácter norm ativo absolu to, ni siquiera defin ir correctam ente humana, tanto individual com o social. Esta deducción supone
e l bien y e l m al m oral. a su vez recurrir constantemente a la experiencia, ya que los
deberes particulares del hombre están determinados por las
condiciones en que se desenvuelve su actividad.
A r t . III. M É T O D O E IM P O R T A N C IA D E LA M O R A L

1. M étodo 2. I m p o r t a n c ia

247 E l m étodo de la M o ra l, cien cia norm ativa, n ecesariam en te La Moral es el complemento esencial de todas las otras
h ab rá de se r un m étod o m ixto, experim ental o in d u ctivo y a ciencias. ¿De qué nos serviría escrutar nuestra naturaleza,
la vez racional o deductivo. E n e fecto , pues que se tra ta de analizar nuestros pensamientos y sentimientos, buscar por
form u lar las ley es d e la activ id ad m oral, es p reciso con ocer la etnología y la historia el comportamiento de los hombres
la n atu raleza del hom bre: y de este conocim iento se irán dedu­ en tiempos pasados y determinar las leyes de la naturaleza
cien d o lo s principios m ás gen erales de la con d u cta hum ana, material, sin con todo esto no se consigue hacer mejor al hom-
328 MORAL
bre, darle mayor imperio sobre si mismo y conseguir que
dirija todas sus fuerzas al bien. Pues bien, la Moral nos
enseña precisamente a realizar todas estas cosas. En efecto:

1. La Moral ilustra la conciencia acerca de los tan fre­


cuentes casos en que el sentido moral no basta y es necesa­
rio un estudio a fondo, a causa de la complejidad de los pro­ P R IM E R A P A R T E
blemas morales que están en juego.

2. La Moral dirige y sostiene nuestra voluntad« en cuanto M O R A L G E N E R A L


proporciona reglas precisas y claras de acción y en cuanto
justifica racionalmente el deber.

A r t . IV . D IV IS IÓ N D E LA M O R A L
249 La Moral general tiene por objeto establecer las co n d icio ­
La división de la Moral dedúcese naturalmente de lo que nes más generales del deber o, en otros términos, los princi­
acabamos de decir al hablar del método. Comprenderá en pios universales que determ inan la rectitud d e tos actos hu­
efecto: la M oral general, que tiene por objeto resolver el pro­ manos. Estas condiciones y principios son:
blema moral, es decir, formular el juicio que funda el valor
absoluto de las nociones y de los principios de la Moral: la I. Extrínsecamente:
M oral especial, que aplica estos principios universales a las
diferentes formas de la actividad humana. 1. E l fin último del hombre.
2. L a ley. que orienta al hombre hacia su fin último.
3. E l d eb er y el d erech o, que se siguen de la ley.

II. Intrínsecamente:

1. L a voluntad libre, condición esencial de la moralidad


de los actos humanos.

2. L a m oralidad (o cualidad moral), que es:


a) O bjetiva, es decir que califica el acto humano
en si mismo, según sus relaciones con el fin
último y con la ley moral.
b ) Subjetiva, es decir que califica el acto humano
en cuanto procede de la conciencia moral.

2. L as consecuencias d e los actos m orales, que son:


a) La responsabilidad.
b) El m érito y el dem érito.
c) La sanción.
d) La virtud y el vicio.
CAPITULO I

EL FIN ÚLTIMO

250 !• El bien y el mal objetivo. — Las cosas hacia las cuales


tiende la humana actividad poseen su valor objetivo propio.
H ay un bien y un m al objetiv os, qu e existen independiente­
m ente d el qu erer y se imponen a éste como cosas que hay
que realizar o hay que evitar.

2. ¿Cómo determinar este bien y este mal objetivos? —


¿Qué cosa es el bien y qué cosa es el mal? Responderemos
brevemente que el bien es aqu ello qu e nos lleva al p erfeccio -
nam iento d e nuestra naturaleza, es decir a conseguir su fin
último; y que e l m al es lo q u e nos separa d e esta p erfección ,
fin último de nuestra naturaleza.

3. El problema moral. — El problema consistirá, pues,


aquí, en definir cuál es la esencia d e nuestra perfección , es
decir en qué consiste el fin último de nuestra naturaleza. Por
el mismo hecho, conoceremos la ley d e nuestra actividad m oral
y en qué se funda su valor absoluto, asi como la naturaleza
d el deber.

A r t . I. E X IS T E N C IA D E L F IN Ú L T IM O
251 1* Actos del hombre y actos humanos. — Hablamos aquí
de los actos hum anos, es decir de aquellos que pertenecen al
hombre en cuanto ser racional, y, por tanto, proceden de su
inteligencia y de su libre voluntad. No todos los actos d el
hombre son necesariamente actos humanos (por ejemplo, di­
gerir es un acto del hombre, pero no un acto hum ano),

2. Todos los actos humanos tienen un fin. — En efecto, la


inteligencia no obra al azar. Las facultades del hombre tie­
nen un objeto determinado, que es su fin particular (la verdad
332 MORAL GENERAL EL FIN ULTIMO 333

es e! fin de la Inteligencia, la belleza el fin del sentimiento intelectuales, otros en la virtud y otros en el conjunto de los
estético, etc.) y están ordenadas al bien total del hombre, que bienes finitos, etc. Es pues posible distinguir d o s clases d e
es el objeto de la voluntad. fin es últimos: el uno, subjetivo, que consiste en el bien con­
creto, en cuya posesión piensa el hombre encontrar 1# fe­
3. El fin de loa actos humanos es Conocido como fin .— licidad. i
Esto es propio de los actos humanos. E l que cumple estos
actos, conoce su fin; e/ hom bre n o busca su fin com o la piedra 1. El fin último subjetivo. — Es éste, por definición, aq u e-
o e l anim al: sino que va tras é l conscientem ente por el cono­ llo a lo qu e la naturaleza tiende com o a l térm ino último d e
cimiento que tiene de la relación de sus actos con su fin. Es su perfección , a su bien total y absoluto, en cuya posesión
decir que tiene la noción de fin y la noción de bien, nociones todos sus deseos quedarán satisfechos y por el cual llegaremos
que coinciden, porque la voluntad no puede querer sino el a la máxima perfección humana.
bien. Del mismo modo, e l fin o e l bien son e l principio y el Esta perfección será para nosotros la felicidad completa,
térm ino d e tos actos hum anos: principio, en cuanto que el fin porque la perfección es no solamente el bien, sino también
conocido y el bien querido son los que determinan el cumpli­ nuestro bien. L a felicid ad : tal es, pues, el fin subjetivo, e l
miento de los actos, y térm ino, en cuanto que todas las acti­ asp ecto b a jo el cual tod o bien, tom ado com o fin, es contem ­
vidades del hombre tienden a la obtención del bien. p lad o y qu erido. Cualesquiera que sean los bienes concretos
en que el hombre piensa encontrar su acabamiento y su re­
4. Todos los actos humanos tienen un fin último. — Este poso. aparécenle necesariamente como fuente de beatitud y
designa aqu ello qu e es qu erido p or si y a lo que todo lo demás con ella se identifican. Este último fin subjetivo deséalo el
se subordina a titulo de m edio. E l que ama el dinero no lo hombre con una tendencia instintiva y fatal, y. como dice
ama por él mismo, sino por los bienes materiales que procura, Pascal, aun en el momento de ir a colgarse de un árbol, anda
y a és*os, a su vez, no se los desea sino como otros tantos buscando la felicidad. El hombre no puede renunciar a la
medios para realizar un fin más alto y final: único fin verda­ felicidad como no puede renunciar al mismo ser.
dero, que es la felicidad. E l hom bre no p u ed e tener pu es sino
un único fin último.
2. El fin último objetivo. — Pero ¿cuál es, entre todos los
bienes que solicitan al hombre, el que le traferá la perfecta
5. El fin último especifica los actos, desde el punto de
felicidad hacia la cual tienden todos sus deseos? ¿Cuál es,
vista moral. — Los actos no son sino los elementos materiales
objetivam ente, el verdad ero bien, fu en te d e verdadera felici­
de la moralidad: e l elem ento form al, es d ecir la m anera com o
d a d ? Este no puede ser sino un bien absoluto, es decir último
tos actos p roceden d e la razón y d e la voluntad, en o'ros tér­
minos, el fin último, es el verdadero principio especificador y querido por él mismo, que excluya to d o mal, sea estable y
de la moralidad, es decir el oue da al acto su especie o su esté al alcan ce d e todos. Esta última condición fmpónese con
cualidad objetiva, buena o mala. evidencia, porque el deseo d e la felicidad nace de la misma
naturaleza, y el bien que lo satisfaga debe ser común a todos
aquellos que participan de la misma naturaleza, es decir a
A r t . II. N A T U R A L E Z A D E L F IN Ú L T IM O todos los hombres. Pues bien, en estas condiciones:
252 E l hom bre busca necesariam ente la felicid ad , es decir el a) N inguno d e tos bienes cread os d e aqu í a b a jo pu ed e ser
bien en gen eral, en cuanto se opone al mal y atrae a todas el soberan o bien. Ciencia, virtud, honores, salud, riquezas:
las voluntades. La felicidad: he ahi el soberano bien. M as todas estas cosas son bienes, pero no el bien perfecto, porque
si todos los hombres desean necesariamente la felicidad como son inestables por naturaleza, mezcladas con diversos males,
el soberano bien, no todos están unánimes en poner la feli­ suponen trabajo y dolor y no son comunes a todos,
cidad en los mismos bienes concretos, nos creen encontrarla b) E l m ismo conjunto d e todos los bien es creados no es
en los bienes corporales, otros en el ejercicio de las facultades capaz d e constituir el soberan o bien, ni, por consiguiente.
334 MORAL GENERAL

satisfacer el profundo deseo del hombre, porque estos bienes,


gomados en conjunto, participan de la fragilidad y relatividad
rte los bienes particulares cuyo conjunto forman.
' c) D ios solam en te es nuestro so b era n o bien. Sólo ¿1 puede
hacernos felices, porque ¿1 sólo realiza el perfecto bien que
concibe la inteligencia y al cual aspira la voluntad. "H abéis CAPÍTULO II
hecho nuestro cbrazón para V os, oh Señor, decia San Agus­
tín, y este corazón está inquieto hasta descansar en V o s."
LA LEY

A rt . III. C O N S E C U C IÓ N D E L F IN Ú L T IM O
253 A to d os es p osib le co n seg u ir la beatitu d y es ésta obligatoria
p ara tod os. 254 D esp u és de h ab er h ab lad o del fin últim o del hom bre, vam os
a tra ta r de la ley, reg la ex trín seca de los a cto s hum anos. E sto s
1. E s posible a todos. — E n efecto, todos los hombres de­ serán buenos o m alos según que estén , o no, conform es con
sean la felicidad. Ahora bien, repugna que un deseo natural la le y m oral, es d ecir con form es, en dependencia de la ley n a ­
no pueda alcanzar su fin, porque la naturaleza viene d e D ios tural y de las leyes p ositiv as que la explican y la determ inan,
y en sus profundas tendencias traduce una orden querida co n el plan que D io s estab leció en su sabiduría para conducir
por Díós. la s co sa s a su fin.
\ i

2 . Ea\obligatoria para todos. — E l hombre, lo mismo que A rt . I. LA L E Y EN G E N E R A L


todo lo 4ue existe, está hecho para Dios; y para él. tender a su
fin. es decir a Dios, es poner de acuerdo su voluntad con el S a n to T o m á s d efin e la ley : una ordenación d e la razón,
fin necesario de toda la creación. E l hom bre no p u ed e asi prom ulgada para el bien común p or aqu el q u e tiene el cargo
renunciar a su fin sin violar e l orden qu erido p o r D ios, es d e la com unidad.
decir el orden natural de las cosas, según el cual todo debe
estar subordinado al primer principio del ser. 1. L a le y e s u n a o rd e n a ció n d e la ra z ó n , en cuanto se
fun d a en con sid eracion es que la ju stifica n . E s pues lo con ­
3. La beatitud comienza desde esta vida, por el conoci­ tra rio de una orden a rb itra ria , fundada en el simple capricho.
miento y el amor de Dios; p ero n o p u ed e term inar sin o en la
otra, porque sólo en ella conocerá el alma a Dios y le amaró 2 . L a le y tie n e p o r fin e l b ie n com ú n, y n o un bien p ar­
tan perfectamente como es posible. ticu lar de tal o cual. P o r supuesto, la ley ob liga a cad a in­
dividuo, pero se dirige a todos en vista de un bien tam bién
4. La vida presente es una preparación para la beatitud. com ún a tod os. P u es bien , este bien común a todos es siem ­
— La vida presente es esencialmente lo que se llama un p re y necesariam en te, d irecta o indirectam ente, D ios mismo,
estad o d e vía, es decir una marcha adelante hacia un término últim o fin del universo.
que aquí abajo no puede alcanzar, pero al cual se irá aproxi­
mando en la misma medida en que se conforme al orden 3. L a le y d e b e s e r p ro m u lg a d a ; pues de lo con trario no
moral, condición necesaria y suficiente de la beatitud. ob lig a, y a que se dirige a n te todo a la inteligencia y no puede
ser obed ecida sino en cu a n to es suficientem ente conocida.

4 . L a le y só lo la d a e l q u e tien e e l c a rg o d e la com u ­
n id a d , es d ecir aquel a quien perten ece d irigir a l bien com ún;
336 MORAL GENERAL
LA LEY 337

Dios en primer lugar, y después todos los que en su nombre


el mal" (primer principio de la moralidad); “hay que decir la
ejercen la autoridad que a él solo pertenece.
verdad, respetar el bien ajeno, ser fieles a las promesas, etc.“.
Todos estos juicios se nos presentan como expresando
A r t . II. LA L E Y E T E R N A obligaciones morales, de las que no podemos sustraernos sin
que nuestra conciencia nos lo eche en cara. A este conjunto
255 1* Definición. — Todo orden tiene su principio en Dios,
de juicios prácticos universales llamamos ley natural (o d ere­
creador y señor soberano de todas las cosas. La ley eterna
ch o n atu ral).
no es otra cosa que el orden m ism o d e l universo, en cuanto
b) O bjecion es positivistas. Los modernos positivistas (Durk-
se im pone a cad a criatura en vista d e la consecuencia d e su
heim, Lévy-Brühl, etc.) han pretendido echar por tierra la no­
fin último. En otros términos, es, dice Santo Tomás, el plan
ción de una ley natural o de un derecho natural observando
del gobierno de todas las cosas, tal como existe en la divina
que el bien y el m al son únicam ente el resultado d e las in­
inteligencia.
fluen cias sociales (educación, leyes, costumbres, e tc .),.y ade­
más que m uchas prácticas consideradas hoy com o matas fu e ­
2. Existencia de la ley eterna. — Que esta ley eterna
ron an tes tenidas por buenas y legitimas (poligamia, sacrifi­
exista, es algo que se sigue con toda evidencia de la conside~
cios humanos, muerte de los padres en su vejez, etc.). Estos
ración de los divinos atributos. Dios no puede dirigir a las
argumentos carecen de fundamento. En efecto, hay actos que
cria'uras hacia su fin último sino según un plan, y un plan
conforme a la razón (231). La creación no es obra d e una nosotros reconocemos como buenos (o malos) en si mismos y
potencia ciega, sino d e una voluntad infinitam ente sabia, que por si mismos independientemente de la ley humana (decir
la verdad, guardar fidelidad a la palabra dada, amar a los
obra conforme al orden establecido por la divina inteligencia.
padres). Por otra parte, si nos tenemos por obligados a obe­
3. ¿Cómo conocemos la ley eterna? — Nosotros no pode­ decer a las leyes humanas y a los preceptos morales transmi­
mos conocer la ley eterna tal como existe en la inteligencia tidos por nuestros educadores, eso lo hacemos en virtud de una
divina. C onocérnosla en cuanto fu é im presa por D ios en nues­ ley natural que nos dice que es cosa buena obedecer a quienes
tra razón, en forma de principios universales que regulan la están investidos de legitima autoridad. En fin, los hechos que
conducta moral, o también por la Revelación. invocan los positivistas están muy lejos de probar que no exis­
ta la ley natural. En efecto, o son falsas aplicacion es de la ley
natural: los salvajes que matan a sus padres ancianos creen
A r t . III. LA L E Y N A T U R A L ahorrarles los dolores de la vejez; o bien solamente conciernen
256 1- Definición. — La ley natural es la ley que e l hom bre a asp ectos secundarios de la ley natural: tal es el caso de la
con oce p o r la luz natural d e su razón, en cuan'o está impli­ poligamia, que no es absolutamente contrario a los fines pri­
cada en la naturaleza de las cosas. Es una participación d e mordiales del matrimonio.
la ley etern a en la criatura racional, una impresión en nos­
otros de la luz divina, por la que nos es dado distinguir el 3. Naturaleza. — Síguese de lo que acabamos de decir que
bien y el mal. la ley natural posee:
a) La inm utabilidad intrínseca, es decir que la ley natural
2. Existencia. es inm utable en si misma, y que sus primeros principios no
pueden desaparecer de la conciencia: en efecto, la naturaleza
a) T estim onio d e la conciencia. La conciencia nos atesti­ humana, regida por esta ley, no cambia, como no cambia la
gua claramente la existencia de la ley na'ural. En efecto, la razón divina, de donde procede esta ley.
inteligencia no puede menos de pronunciar ciertos juicios y
Es preciso no obstante admitir la p osibilid ad y la realidad
tampoco puede dejar de considerarlos como evidentes, sea cual d e cierto progreso d el d erech o natural, en el sentido de que.
fuere la oposición que encuentren de parte de nuestras pasio­ por los avances de la civilización, se vaya produciendo poco
nes y de nuestros prejuicios: “Hay que hacer el bien y evitar a poco un profundizamiento de las exigencias de la ley natural.
338 MORAL GENERAL LA LEY 339

Compréndese por lo demás que tal p rog reso n o s e refiere sino la verdad, su libertad dominando sus pasiones, y su vida m o­
a las ap licacion es m ás o m enos lejan as d e los principios g en e­ ral por la religión.
rales d e l d erech o natural. c) C om o m iem bro d e una especie, debe el hombre poder
b) In m utabilidad extrín seca. La ley natural es asimismo contribuir por el m atrim onio (si ésa es su vocación), por la
Inmutable extrínsecamente, en el sentido de que tan ilícito es procreación y la educación de sus hijos, a la conservación de
ab rog aría, violarla, aun parcialm en te, o d isp en sarse d e ella ía especie humana.
(al menos en sus prescripciones fundamentales), como es d) C om o ser social, debe el hombre o b e d e c er a las autori­
imposible a una criatura renunciar a toda su naturaleza o d ad es encargadas de asegurar el bien común de la sociedad.
parte de ella.

257 4. El p rim er p rincip io d e l a le y n a tu ra l. — E s te principio, A rt. IV . LA L E Y P O S IT IV A


que rig e, en cu an to prim er principio, toda la vida m oral, es
el sig u ien te : hay qu e h acer el bien y evitar el mal, 258 ¿ • N a tu ra lez a . — A la ley natural deben añadirse leyes
a ) E v id en cia d e l prim er principio. E l primer principio del positivas, divinas y hum anas, para exp licarla y determ inar
orden práctico, como el principio primero del orden especu­ d iversas ap licacion es de ella. E n efecto , la ley natural se e x ­
lativo (principio de identidad: lo que es es) expresa una evi­ tiende a todos los a cto s hum anos: m as sus preceptos, por ser
d en cia absolu ta y absolu tam en te prim era, a la luz de la cual muy gen erales, carecen d e determ inación. E s ta insuficiencia
se desarrolla toda la vida moral, como toda la ciencia se cons­ h á cese sen tir especialm ente en la sociedad, que no puede vivir
truye a la luz del principio de identidad y de contradicción. y prosperar sino m ediante num erosas y precisas prescripcio­
b ) O rigen d e l prim er principio. Como el principio primero n es. D e donde la n ecesid ad de leyes positivas.
del orden especulativo, el primer principio del orden práctico La ley positiva es. pues, una ordenación d e la razón, que
lo captamos en el ser por una intuición inm ediata. En efecto, proviene d e la libre voluntad d el legislador y s e añ ade a la
asi como la inteligencia aprehende inmediatamente, en el ser ley natural p ara determ inar sus aplicaciones.
objetivo que se ofrece a ella, la ley universal del ser, que es de
ser conforme a si (141, 177), de la misma manera esa facul­ 2. División. — La ley positiva puede ser:
tad aprehende inmediatamente, en el ser que se presenta como
término de nuestras tendencias, es decir como bien, la ley a) Divina. Esta se nos da a conocer por la Revelación y
universal del bien, que consiste en ser querido y poseído, mien­ se estudia en T eolog ía m oral.
tras que el mal aparece como lo que contraria a nuestras b) H um ana. E s el conjunto de leyes civiles, contenidas en
tendencias y compromete nuestra perfección, y que por tanto los C ódigos.
se debe evitar. E stas n ocion es d e bien y d e m al son, pues,
absolu tam en te prim itivas, como la intuición del ser, si bien 3. Condiciones de legitimidad. — Para ser legitima, no
están sometidas, con el desenvolvimiento de la razón, a una basta que la ley positiva exprese la voluntad del jefe o la de
explícitación y una precisión progresiva. la mayoría. La ley positiva debe primero:
a) E star con form e con la ley natural y no violarla en nin­
5. Los preceptos de la ley natural. — La ley natural com­ guna cosa. Es preciso siempre que todas las decisiones del
prende, junto con el primer principio, algunas aplicaciones poder civil puedan justificarse por alguna ley natural.
muy generales de este primer principio, que son las siguientes: b ) Ir orden ada al bien común d e la sociedad, y no al bien
a ) E n cu an to es ser viviente, debe el hombre resp etar el particular de un individuo, de un grupo o de un partido. Hay
ser q u e h a recibido d e D ios, lo cual le obliga a velar por con­ que advertir que el bien común no es la suma de intereses
servar su vida y su salud, y le prohíbe darse la muerte. particulares, sino el bien de la sociedad com o tal. No obstan­
b ) C om o ser racional, el hombre debe com portarse com o te, estando la sociedad hecha para la perfección d e ¡a persona
una persona, es decir desarrollar su razón buscando siempre humana*, ésta se beneficia siempre de un modo u otro del bien
S4t> MORAL GÉÜEHAL

común, aun cuando deba sacrificarle sus intereses individuales


inmediatos.
c) N o ex ced er los p od eres d e l legislador y no ordenar más
que cosas posibles.

CAPITULO III

EL DEBER 7 EL DERECHO

A rt . I. E L D E B E R Y LA O B L IG A C IO N M O R A L

260 1 Noción.
a) E t m andam iento d e la recta razón. Todo deber con­
creto, es decir que se refiera a un caso particular, es un juicio
práctico m oral, formulado como conclusión de un razonamien­
to fundado en un principio general de la ley natural o
positiva y que impone una obligación. Este razonamiento
puede ser simplemente im plícito y normalmente lo es en el
caso en que la aplicación de la ley moral al caso concreto se
baga sin dificultad.
b) D efinición. Podemos por tanto definir el deber como
la obligación m oral d e hacer o d e no hacer alguna cosa.

2 .Naturaleza. — La esencia del deber consiste, pues, en


una n ecesid ad m oral, tal que la voluntad no pueda sustraerse
a ella sin perturbación del orden de la razón o violación del
derecho ajeno.
Esta necesidad moral nada tiene de común con la n ecesid ad
física o la fuerza. Trátase de una realidad interior, que obra
sobre la voluntad sin violentarla, pero imponiéndose a ella
como la expresión d e ttn orden qu e m anda absolutam ente y
sin condición la obedien cia y et respeto, y que subsiste inmu­
table a pesar de todas las transgresiones de que podría hacerse
culpable la voluntad.

261 3. Fundamento de la obligación moral. — La obligación


moral se presenta, decimos, como absoluta. ¿Cuál es, pues, su
fundamen'o? Tres respuestas han sido dadas: la razón, la
sociedad o Dios.
a) L a razón. Kant funda la obligación moral en la razón*
342 MORAL GENERAL EL DEBER Y EL DERECHO 343

en cuanto ésta formula una ley absolutamente universal y ne­ Estos conflictos, que se producen cuando es imposible cum­
plir a la vez dos deberes que se excluyen mutuamente, son
cesaria. Hay en esta teoría una confusión: la razón nos d a a
puram ente aparentes, porque todo deber viene de Dios, y es
con ocer la ley, p ero n o la crea . Por el contrario, reconoce que
evidente que Dios, que es infinitamente sabio y justo, no pue­
la ley que promulga la conciencia no goza de verdadera auto­
de obligar a cumplir dos deberes incompatibles entre si. En
ridad si no es también la expresión de la ley eterna.
cada caso, el deber más im portante y g rave será, pues el úni­
b ) L a sociedad. E s la teoría de los positivistas. L a presión co d eber, y el que deba anteponerse a los demás.
ejercid a p o r la so c ied a d so b re tos individuos acabaría, con el
tiem po, p o r interiorizarse, y lo que al principio no era para 5. División del deber. — Divídese el deber:
nuestros antepasados sino una orden venida del exterior, se a) E n razón d e su térm ino u objeto: d eb eres para con D ios.
habría transformado, merced a la costumbre y a la herencia, deberes para consigo mismo, y deberes para con el prójimo.
en obligación de conciencia.
b) E n si m ismo. De ahí la distinción de d eb eres d e justicia
Esta tesis no puede ser admitida, por chocar con muchas y d eb eres d e caridad.
y graves dificultades, y en particular: con el hecho de que
ciertas p asion es socia les (la moda, por ejemplo) n o se trans­ A rt . II. E L D E R E C H O Y E L F U N D A M E N T O
form an en obligación d e conciencia: puede uno avergonzarse DEL D ERECH O
de no vestir a la moda, pero nunca tener el sentimiento de una
falta moral por no seguirla: con el hecho de que las im posi­ 1. E l d er ec h o
cion es sociales n o s e captan el resp eto sin o en la m edida en
q u e s e conform an con tas exigencias m orales, que por tan*o 262 1 Noción.
son anteriores y distintas; con el hecho de que la ley natural a) E n sen tido am plio, asi como se llama d erech o, en el
(o derecho natural) posee una universalidad y una inmuta­ orden físico, al camino que conduce sin desviarse de un punto
bilidad tales que aparece como independiente de las socieda­ a otro, lo mismo en el orden moral, derecho es, etimológica­
des de formas tan diversas que se han ido sucediendo en la mente. lo qu e con du ce a l hom bre sin desviarse a su fin último.
tierra. S i la ley natural proviniera d e la socied a d , se hubiera b) E n sen tido p rop io y técnico, el derecho es el p od er m o­
id o diversifican do co m o las socied a d es hum anas. ral d e p oseer, d e h acer o d e exigir una cosa.
c) D ios. En fin de cuencas, únicamente Dios aparece como
el verdadero fundamento de la obligación moral, en cuanto 2. Esencia dtol derecho. — El derecho es un p od er moral.
principio y fin último de todo lo que existe. A l o b e d e c er al es decir un poder que se funda en la razón y la ley moral.
d e b e r m oral, o b ed ec em o s a la voluntad d e D ios, cread or y le­ Opónese asi al poder fisico, que se funda en la fuerza. La
g islad or d e nuestra naturaleza. Sólo esta voluntad puede exi­ fuerza puede sin duda ser justa; pero es cosa distinta del
gir de nosotros el respeto absoluto. Por eso hay que decir, derecho.
como lo hadamos en la Introducción (2 4 6 ), que la Moral
requiere necesariamente una base metafísica. 3. Sujeto del derecho.
a) U nicam ente la person a es su jeto d el d erecho. Sólo el
4. Los conflictos entre deberes. — E l deber en que esta­ ser inteligente y libre, es decir la persona, puede tener dere­
mos de cumplir ciertas obligaciones graves, puede a veces chos, porque sólo él es capaz de ejercer un poder moral, ya que
obligarnos a traspasar otras, incompatibles con este deber. T a l únicamente él es capaz de conocer la ley y las obligaciones
es el caso de lo que se llama conflicto d e d eb eres. (P o r ejem­ que de ella derivan.
plo, Pedro debe participar en un campeonato deportivo, en el b) L os niños y ios dem entes, y en general todos los indivi­
que su presencia es necesaria; mas al mismo tiempo, su deber duos a quienes una enfermedad congènita o accidenta] priva
de hijo le obliga a quedarse junto a su padre, gravemente de la razón, tienen o conservan todos los derechos propios de
enfermo.) los seres racionales y libres. Solamente pueden ser privados.
344 MORAL GENERAL KL DEBER Y EL DERECHO 349

para su propio bien, del «so de esos derechos, que son ejerci­ piedad: un titulo de renta del E sta d o ; una póliza de se g u ro .)
dos en su nombre por quienes están encargados, natural o L a cuestión d e l fundam ento d e l d erech o en general, es de­
legalmente, de sus intereses. cir de la causa eficiente del derecho como tal. del supremo
principio del cual deriva, ha sido objeto de discusiones que
4. Objeto del derecho. — Es el acto m oral qu e se pu ede podemos resumir brevemente.
cumplir o s e p u ed e exigir d e otro. El hombre puede reclamar a) E rrores em piristas acerca d e la fu en te d el d erecho. Los
sus derechos sobre la sustancia de las criaturas irracionales filósofos empiristas han querido fundar el derecho ya en la
y sobre sus actividades, porque están hechas para él. M as no
n ecesidad (H elvetius): toda necesidad crea un derecho; ya
puede reclamar derechos sino sobre la actividad de los seres sobre la fu erza (Hobbes. Niefzsche): ya sobre las leyes d e la
inteligentes, pero no sobre sus personas, que no tienen otro
socied a d civil (Spencer, Durkheim).
fin que a Dios. De ahí la ilegitimidad de la esclavitud absoluta.
Estas teorías han de ser rechazadas. En efecto, la n ece­
5. Propiedades d°l derecho. — Las principales propieda­ sidad no p u ed e crear el d erech o, porque ¿cómo distinguir los
des del derecho son: derechos que nacieran de opuestas necesidades? Habría que
a) L a inviolabilidad. E s la propiedad esencial del derecho. recurrir a la fuerza, de modo que, en último caso, el dere­
Cualesquiera que sean los obstáculos externos con que tro­ cho derivaría de la fuerza. M as por otro lado, la fu erza n o
piece su realización, y cualquiera que sea la violencia que pu ede fu n dar el d erech o, porque el derecho es un poder mo­
padezca, el derecho subsiste en toda su fuerza, porque expresa ral, mientras que la fuerza es de orden físico. Estas cosas
el orden ideal establecido por la ley natural y la ley eterna son heterogéneas y la fuerza no tiene más posibilidad de
la cual nada ni nadie puede modificar o abrogar. engendrar el derecho que una encina de engendrar un ca­
b) L a coactividad. El derecho es exigible por la fuerza, nario. En fin, la socied ad no es la fu en te d e l d erecho, porque,
y el privilegio de la fuerza y su sola razón de ser es servir antes que la sociedad civil, existe la familia, que supone ya
al derecho. No obstante, en el estado de una sociedad orga­ un sistema de derechos; y también, según lo hemos dicho
nizada, la violencia física (fuera del caso de legitima defensa) antes, porque la sociedad, para hacerse obedecer, se apoya
no pertenece a los individuos. asimismo en el derecho, lo que equivale a decir que, lejos de
c) L a limitabilidad. El derecho tiene sus limites, por estar fundar el derecho, lo supone.
fundado en una ley, que a su vez busca un fin determinado. b) E rror racionalista. Kant pretende que el derecho se
De donde se sigue que el derecho no es tal sino dentro de los funda en la dignidad de la persona humana, dignidad que
limites fffados por la ley. se expresa en y por la libertad moral. L a libertad sería asi
d) L os conflictos d e d erech os. Los derechos pueden entrar el o b jeto d e un respeto absolu to y como que constituirla el
en conflicto entre si. En realidad, este conflicto sóló es apa­ supremo bien del hombre.
rente, porque no hay derecho contra el derecho: el derecho T am b ién en esto hay un error. L a libertad no es fin a b s o ­
anterior y superior anula el derecho posterior e inferior. El luto: la libertad nada v ale por si m isma, sino por el uso que
derecho que yo tengo de tocar el piano queda anulado por se h ace de ella. P o r lo dem ás, está som etida al orden m oral,
la noche por el derecho superior que tienen mis vecinos de y la dignidad hum ana con siste en ob ed ec er librem ente a este
dormir. orden m oral. H a b rá que d efinirla, pues, m ás bien por la o b e ­
diencia que p or la libertad , la cual es m edio y no fin.
2. El f u n d a m e n t o d el d er ec h o
2. La ley. fundamento del derecho. — Vamos a quedarnos,
263 1 • E l p ro b lem a. — P u éd ese distinguir el fundam ento del pues, con la doctrina que resulta de nuestro estudio de la ley
derecho en general, y el fundam ento de los d erechos concre­ y según la cual el fundam ento próxim o d e l d erech o no es otro
tos: este últim o se llama el titulo jurídico, es decir, el dere­ qu e la ley natural o la ley positiva legitim a. Hemos definido,
ch o contingente en virtud del cual tal d erech o dado p erten e­ en efecfo. el derecho como un poder m oral: pero sólo una
ce a tal persona dada. ( E je m p lo s: un a cta notariad a de pro - ley puede engendrar un poder moral. En cuanto a] funda-
946 MORAL GENERAL
EL DEBER Y EL DERECHO 947
m entó últim o d el d erech o, e n cu é n d a selo en la ley etern a . de
la que d erivan to d as las o tra s leyes, n a tu ra les y p ositiv as, y
2. Fundamento. — El deber de caridad fúndase en la fr a ­
por ellas lo s d erech o s y lo s d eberes.
tern idad de los hombres entre si; mientras que el deber de
justicia se funda únicamente en los derechos estrictos de la
persona humana. De hecho, nos es dado ver, en la historia,
A rt . I II . L A J U S T I C I A Y L A C A R I D A D que la idea d e caridad ha p rog resad o al mismo tiem po qu e la
1 . L a ju s t ic ia d e fratern id ad humana: el cristianismo fué el que, al revelar
a los hombres su fraternidad, natural y sobrenatural, preparó
264 1 • D efin ició n. — L a ju sticia co n siste en la voluntad firm e el advenimiento histórico de la caridad universal.
y constante d e d a r a ca d a uno lo qu e le es d ebid o.
L a ju sticia su pone, pues, d o s con dicion es n ecesarias: 3. Caracteres. — Los deberes de caridad son:
a ) L a distinción d e las person as en la s que existen co rre ­
lativam ente un d erech o y un d eber de ju sticia . a) R elativam en te indeterm inado en el detalle de sus apli­
b ) L a esp ecificación d e un o b jeto p erten ecien te a una de caciones: yo puedo elegir (salvo un caso de urgencia) las
ellas y que d ebe se r resp etad o, d evuelto o restab lecid o a su
personas a las que haré caridad, el momento y las circuns­
integridad p o r la o tra.
tancias en que la haré y la medida en que la habré de hacer.
b) N o exigibles por la fu erza. Sólo la justicia estricta pue­
2 . D ivisión. — D istin g u e n se: de recurrir a la fuerza para hacerse respetar.

a ) L a justicia conm utativa. Q u e es la que m anda y regula


3. J u s t ic ia y c a r id a d
la igualdad d e lo s cam bios entre los individuos. O b lig a , pues,
a cad a uno a d ar al o tro lo que le p e rte n e ce r cuique suum. 1. ¿Puédese reducir la caridad a la }usticia? — Algunos
A si, se ha de resp etar, en el obrero , el d erech o al ju sto s a la ­ filósofos.han querido negar la originalidad de la caridad, di­
rio; en el co m ercian te, el d erecho al ju sto precio de la m ercan ­ ciendo que no es sino la form a provisoria d e la justicia. La
c ía ; en el com prad or, el d erecho de recibir, p o r el ju sto p re­ caridad, en la historia, dicen esos tales, ha pasado constante­
cio, la can tid ad y la calid ad corresp on d ien te de la m ercancía. mente a ser deber de justicia, a medida que las ideas morales
b ) L a justicia distributiva. Q u e es la que funda el d erech o han ido progresando: antes, dar libertad a un esclavo era un
d e la so cied a d d e exigir d e sus m iem bros lo n ecesario p ara acto de caridad; hoy eso seria un deber de estricta justicia.
su fin, y d e tratar a cad a uno según sus m éritos y n ecesidades. El porvenir verá de la misma manera a la caridad de hoy
P o r eso el E s ta d o d istribu ye los im puestos y la s o tra s c a r­ convertirse en la justicia de mañana.
gas so ciales en proporción a la- fortu na de cad a uno de sus Estas ideas son muy discutibles. Cometen, primero, el
m iembros. L a ju sticia distributiva no qued a sa tisfech a sino error de no reconocer sino a la limosna como forma de cari­
cuando e sta proporción es observad a ta n equitativam ente dad. cuando hay también los dones d e l corazón, a menudo
com o puede se rlo . S u co rrelativ o lo en cu en tra, del lado de los más preciosos: ¿cuál será la futura justicia que los reglamen­
miembros de la so cied ad , en la justicia legal, p or la que ésto s tará? Además, si bien es verdad que cierros deberes de cari­
dan a la so cied ad lo que le es debido. dad se han cambiado en deberes de justicia, esto no es sino
un enderezamiento de ciertos errores de apreciación moral,
2 . La caridad mas en modo alguno la eliminación de la caridad. Al con­
265 L N oción. — L a carid ad con siste en el am or del prójim o. trario, la carid ad es la qu e contribuido a que sea m ayor la
V a , pues, m ás a llá que la ju sticia, que ord ena solam ente re s ­ justicia realizada: por ejemplo, por la mitigación y la supre­
petar lo s d erech o s de lo s dem ás. E lla es esencialm ente el don sión de la esclavitud, por la eliminación de la servidumbre y
d e si m ism a y d e lo que nos p erten ece, p or e fecto de un por el mejoramiento de las condiciones del trabajo.
am or d e ben evolen cia, que nos inclina a qu erer y a h a cer
bien a l prójim o. 2. Relaciones entre la caridad y la justicia. — Lo que
acabamos de decir de la distinción entre justicia y caridad
948 MORAL GENERAL
demuestra hasta la evidencia que justicia y caridad están en
muy estrechas relaciones. En efecto:
a) L a ca rid a d supone el respeto d e la justicia. E l que ama
a su prójimo, comienza primero por respetar sus derechos.
Un patrón que no pagase a sus obreros el justo salario, pero C A PITU LO IV
diera limosnas a los mfts necesitados, faltarla a la vez a la
justicia y a la caridad.
b ) L a justicia d eb e ir tem perada p or la carid ad . Hay que LOS ACTOS HUMANOS
distinguir en efecto con mucho cuidado la leg alid ad y la equi­
d ad . La ley civil permite, por ejemplo, a un rico expulsar
a un pobre de la habitación que no puede pagar. M as esto
es contrario a la equidad, es decir al d erech o natural. El es­ 267 Hasta aquí no hemos considerado sino los principios ex ­
píritu de caridad es, pues, el que aquí habrá de intervenir trínsecos de la moralidad, es decir aquellos que la determinan
para impedir que, en nombre de la legalidad, se cometa una desde afuera, a saber, el fin último y la ley. Vamos a es­
injusticia real. La caridad tempera, de este modo, las reivin­ tudiar ahora los principios intrínsecos, es decir interiores a l
dicaciones de la justicia, y trabaja por lo mismo en favor de su jeto de la ley o agente moral. Estos principios son, por
la paz y concordia sociales. una parte, la voluntad libre, que es la condición necesaria de
c) L a justicia es la auxiliar d e la caridad, en cuanto con­ los actos humanos (y por consiguiente, de los actos m ora­
tribuye a hacer su práctica razonable y eficaz. La caridad, l e s ) : por otro lado, aquellos de los que dependen la moralidad
como el amor del cual procede, es fácilmente ciega y cae a objetiva (dictam en d e la razón p ráctica), y la moralidad
menudo en la debilidad: la limosna distribuida al azar po­ subjetiva (conciencia m oral): y en fin, los principios (res-
dría fomentar la pereza; los padres temen castigar las faltas pon sabilidad. m érito y dem érito, sanción virtudes y v icios).
de sus hijos; un corazón demasiado sensible reparte perdo­ que forman las propiedades y las consecuencias de los actos
nes sin ninguna discreción, etc. Preciso es, pues, que el sen­ humanos.
tido de la justicia acompañe constantemente el ejercicio de
la caridad. S i la justicia d e b e ser caritativa, tam bién la cari­ A r t . I. E L A C T O H U M A N O E N C U A N T O
d a d d e b e se r justa. E S V O L U N T A R IO
d) L a carid ad es la auxiliar d e la justicia. Asi como lo
268 Los actos humanos no pueden ser actos morales sino cuan­
hadamos ver más arriba, la caridad, lejos de perjudicar a la do proceden de la voluntad libre. Su grado de valor moral
justicia, como se ha pretendido a veces, trabaja constante­ dependerá, pues, del grado de libertad con que sean cum­
mente por hacer admitir y practicar los deberes de justicia
plidos.
ignorados o violados por los individuos y la sociedad. La
caridad va siem pre delante abrien do e l cam ino d e una justicia 1. C o n d ic io n e s d e l a c t o v o l u n t a r io
m ás estricta.
Esto no significa que deba desaparecer en beneficio de la Un acto no puede llamarse voluntarlo sino con estas con­
justicia. Cuando ésta esté completamente satisfecha (¿será diciones:
esto posible alguna vez?), la caridad tendrá todavía un cam­
po inmenso donde ejercitarse, para consolar las m iserias m o­ 1. Debe ser espontáneo, es decir debe proceder de una
rales. para hacer reinar en las relaciones sociales, tan a me­ tendencia propia e interior n la voluntad, pues de la con­
nudo turbadas por las desigualdades naturales o sociales, ese trario es forzado.
espíritu d e m ansedum bre y am istad fratern al, sin la cual no
2. El fin debe ser conocido como tal: de lo contrario el
hay verdadera sociedad humana.
acto no es voluntario, sino natural e instintivo, es decir, pro-
350 MORAL GENERAL LOS ACTOS HUMANOS 351

ced en te d e un principio in terio r cieg o , com o su ced e con la obligar a la voluntad, que, por ser interior, está fuera de su
activid ad v eg eta l o anim al. alcance. Pero puede actuar sobre los actos exteriores por los
! que se expresa la voluntad, realizándolos o impidiéndolos.
2. D iv is ió n d e l a c t o v o l u n t a r io Que es lo que hacían los magistrados paganos que forzaban
E l a c to volu ntario puede s e r:
a los cristianos, violentándolos físicamente, a ofrecer incienso
a los Idolos. Estos actos se han de decir involuntarios en la
1. N e c e sa rio o lib re , segú n que la voluntad no pueda d e­ medida en que a ellos no colabora la voluntad.
ja r de cum plirlo o pueda n o cum plirlo.
C u an d o hablam os d e a c to s hum anos, querem os d a r a en ­ 2. Las causas que obran sobre la inteligencia, para dis­
tend er a c to s d e voluntad libre. minuir o suprimir el conocim iento del fin, son las diversas
especies de ignorancia. La ignorancia puede ser ven cible o
2* EU cito o im p erad o , según que pro ced a d irectam en te de invencible. La primera hace al acto indirectamente volun-
la v olu n tad (a m a r, d e se a r) o de una facu ltad m ovida (o | tario, porque siendo voluntario y culpable la negligencia en
"im p e ra d a ") p or la v olu ntad (v e r, p en sar, o i r ) . enterarse, implica la aceptación de las consecuencias de la
ignorancia. Nadie puede, pues, pensar en escapar a la res­
3 . D ire cto o in d irecto , seg ú n que la volu ntad lo rea lice ponsabilidad de sus actos, si evita sistemáticamente ponerse
p or ¿1 m ism o, o com o e fe c to previsto de un a cto b u scad o al tanto de sus deberes.
en si mismo. P o r ejem plo, en c a so de gu erra, un av ia d o r que L a ignorancia invencible es actualm ente involuntaria: por
quiere d estru ir una fá b rica d e arm a s (v o lu n ta rio d ire cto ) tanto, no es culpable.
prevé que el bom bard eo d estru irá alg u n as ca sa s v ecin as de
la fáb rica (v o lu n tario in d ire c to ).
Art. II. E L A C T O H U M A N O C O M O A C T O M O R A L
3. G r a d o s d e l a v o l ic ió n 270 Los actos humanos no se revelan solamente a nuestra con­
ciencia como voluntarios y libres, sino también como mora­
269 E l g rad o de voluntario lib re es p ro p orcional al g ra d o de les, es decir dotados de una propiedad que los hace buenos
espontaneid ad d el acto cum plido y al g rad o de con ocim ien to o malos. Esta propiedad de los actos humanos se presenta
del fin.
a la vez como objetiva (o m aterial), es decir calificando al
acto en si mismo, el cual será objetivamente bueno o malo
1. L a s c a u s a s q u e p u e d e n influ ir s o b re la v o lu n ta d , d is­
según sea, o no. conforme a la ley moral; y subjetiva ( o fo r ­
m inuyendo o anuland o su esp on tan eid ad , son la s sig u ien te s:
m al). es decir que califica al acto, no en sí mismo, sino en
a ) L a p asión , e s d ecir la v io len ta atra cció n de un bien
cuanto procede de la voluntad libre, y que lo hace subjeti­
sensible. L a p asión an teced en te a l a cto volu ntario dism inuye
vamente bueno o malo según la rectitud o falta de rectitud
o suprim e e l uso de la razón y p o r tan to la responsabilid ad .
L a pasión consiguiente a l a c to v olu ntario, p or alim en tarse de la voluntad.
de propósitos d eliberad os, aum enta la responsabilid ad .
A la pasión podem os añ a d ir la s inclinaciones naturales que 1. L a m o r a l id a d o b j e t i v a
resultan d el tem peram ento: de ord in ario no suprim en el lib re
Nuestro estudio del fin último y de la ley moral nos ha
albedrio, pero pueden dism inuirlo m ás o menos.
demostrado que el bien y el mal, en el acto humano, se han
b ) E l m iedo, o turbación m ental provocad o p or un m al
de definir objetivam en te por la conveniencia o la no con­
inm inente. P ued e ser leve o grave. L ev e: no suprime, pero
veniencia de este acto con el fin último del hombre. Mas
dism inuye el libre albed rio; grave: puede lleg a r a suprim ir
como esta conveniencia o esta no conveniencia deben ser co­
la libertad , cu an d o p araliza la razón.
nocidas por la razón humana, decimos que la regla inme­
c ) La violencia, o fuerza e x terio r que fuerza a rea liz a r un
diata del bien y del mal está en el acuerdo o desacuerdo
a cto a l cu al repugna la voluntad. L a violencia no pued e
de los actos morales con la razón humana.
352 MORAL GENERAL LOS ACTOS HUMANOS 353

1. El bien honesto. — Desde el punto de vista moral, un rada como procurando alivio al menesteroso, es una cosa moral­
objeto es bueno o malo en si mismo, según que sea o no mente buena. Este objeto es la primera fuente de moralidad.
proporcionado a la consecución del fin último del hombre b) L a s circunstancias. Entiéndese por circunstancias todos
(251). Por tanto, no es en su ser físico donde debe ser juz­ los elem en tos accidentales d e l acto. Cuando las circunstancias
gado aquí, sino en su ser m oral, que consiste en la confor­ son puros accidentes, es decir cuando son independientes de
midad o no conformidad del acto (o del objeto al cual va la intención del agente, no son capaces de especificar el acto
ordenado y que lo especifica moralmente, es decir le da su moral. En cambio, cu an do encierran una intención esp ecial
cualidad m oral), con el fin último del hombre. d el agen te, sea por o sea contra el orden de la razón, y son
Esta conformidad o proporción del acto humano con el fin queridas p o r ellas m ismas, las circunstancias esp ecifican el
último es la que define propiamente el bien hon esto en su a cto y pu eden cam biar su naturaleza. Y según el caso, son
esencia objetiva. Por tanto podemos decir que la m oralidad agravantes (el que roba a un pobre) o atenuantes (robar
objetiva resultará d e los o b jeto s o [in es inm ediatos d e la a c ­ para dar de comer a un pobre).
ción, según q u e estos fin es ( o estos o b jeto s) sean o no sean c ) E l fin. E l fin a que nos referimos aquí es el fin sub­
bienes h on estos, es decir deseables en si mismos y convenien­ jetivo o intención, es decir el fin que se propone el agente
tes al hombre. moral en su acción. E ste fin su bjetivo p u ede no coincidir
con el fin objetivo: dar limosna por distinta razón que el
alivio del menesteroso (que es el fin objetivo de la limosna
2. La razón práctica.
y que le da su ser moral), por ejemplo, por pura vanidad.
a ) E l dictam en d e la razón. La ley natural, hemos di­ Por aquf se echa de ver que el valor moral de los actos les
cho, no encierra sino principios muy generales. En la prác­ viene m aterialm ente del objeto del acto exterior y form al­
tica, es preciso hacer constante aplicación d e estos principios m ente del fin o intención de que proceden.
a tos casos concretos. Esta aplicación se hace mediante un
silogism o (casi siempre implícito) cuya premisa mayor for­ 4. El acto concreto. — Síguese de lo dicho que un acto
mula el principio general del derecho natural, la menor de­ con creto no será m oralm enfc bu eno si no está con form e en
fine o califica el acto concreto en cuestión, y la conclusión todos sus etcmcntos, objeto, intención y circunstancias, con la
pronuncia un juicio práctico m oral, qu e constituye el d icta­ regla d e m oralidad. Acaso pudiera suponerse que esta doctri­
men o sentencia d e la razón. na no está muy de acuerdo con la primacía de la intención.
Ejemplo: H ay que respetar la palabra dada. Ahora bien, Pero eso seria olvidar que la intención se refiere al acto en­
yo he dado a Pedro palabra de ayudarle con mi dinero. Lue­ tero, y que por tanto no puede ser buena si el objeto y las
go debo darle la suma que necesita. —No hay que cometer circunstancias encierran algo de esencialmente malo. L a in­
injusticias. Y como calumniar es un acto injusto, debo abste­ tención, qu e se refiere sob re to d o a l fin, no p u ed e h acer a b s ­
nerme de ese acto. tracción d e los m edios que em plea. Estos medios no quedan
b) E l m andato d e la razón recta. Es la sentencia qu e res­ siempre justificados por el fin: el fin justifica los medios in­
pon de realm ente, en tal caso concreto (tenidas en cuenta las diferentes en sí mismos, pero no los actos intrínsecamente
circunstancias), a tas exigencias objetivas d e la m oralidad. malos. Que es lo que quiere dar a entender el adagio: ''E l
Esta sentencia es la que constituye la regla próxim a d e [a fin no justifica los medios”, es decir que nunca está permi­
m oralidad objetiv a (ya que la suprema regla es la ley eterna). tido hacer el mal para conseguir un bien.

3. Elementos de la moralidad objetiva. — Son: el objeto,


2. La moralidad s u b je t iv a
las circunstancias y el fin.
a) E t ob jeto . El objeto moral es la cosa qu e e l acto realiza 271 L a m oralidad su bjetiv a es aq uella que ca lifica ( o esp ecifica )
directam ente p or si mismo, en cuanto esta cosa es conocida por al a cto precisam ente en cuan to procede de la conciencia m o­
la razón conforme o no a la ley moral. As!, la limosna conside- ral. E n efecto , la con cien cia, com o regla inm ediata y universal
354 MORAL GENERAL LOS ACTOS HUMANOS 355

de Ja conducta, es la que determina, para cada uno en par~ b) C ierta o du dosa, según que el juicio que pronuncia sea
ticulnr, ln calidad moral de sus actos. E l estudio de la morali­ dado sin peligro de error o sólo con una simple probabilidad.
dad subjetiva es, pues, propiamente el de la conciencia moral.
1. Naturaleza de la conciencia m oraL — Hablando con 272 4. Formación da la conciencia moral.
exactitud, la conciencia moral no es una facultad, sino un a) Caso d e la conciencia cierta. El hombre obra siempre
acto, a saber el ju icio qu e form am os so b re la m oralidad d e honestamente cuando tiene conciencia cierta de la licitud del
nuestros actos y p o r e l cu al d ecidim os en último térm ino lo acto que va a realizar. Para tener una conciencia legítim a­
q u e h a y q u e h acer y lo q u e h ay qu e evitar. Como tal, la m ente cierta, hay que formar la conciencia por la reflexión,
conciencia moral se expresa en la conclusión del silogismo por el estudio de la moral, consultando a personas compe­
moral; es el último juicio p ráctico, es decir aquel que deter­ tentes y sabias, y sobre todo por la práctica habitual de las
mina inmediatamente la acción desde el punto de vista moral. virtudes morales.
La conciencia consiste, pues, esencialmente en la aprecia­ b) Caso de la conciencia dudosa. Cuando, después de ha­
ción de nuestra propia conducta; ella nos dice que hacemos, ber reflexionado y, si es posible, consultado con personas
ue hemos hecho o que vamos a hacer bien o mal en tal caso
3 eterminado; ella nos obliga o desobliga, nos aprueba, nos
competentes, la conciencia queda en la duda acerca de la
licitud de un acto, se puede, según unos, realizar el acto si
excusa o nos reprende. éste tiene una simple probabilidad en su favor (p robabilism o);
según otros, no se lo puede realizar si no tiene en su favor
2. Valor de la conciencia moral. — En la apreciación de
mayor probabilidad que su contrario (probabiliorism o); y, en
este valor, hay que guardarse de un doble error que seria,
fin, según otros, hay que elegir siempre la parte más segura
por una parte, tener por infalibles todas las prescripciones
de la conciencia moral; y por otro lado, negarles sistemáti­ y la más favorable a la ley (tutiorism o) .
camente toda autoridad. E l primer sistema nos parece el más verdadero. S i en
efecto hay du da, sea resp ecto d e la existencia d e la ley.
a) L a conciencia m oral n o es infalible, fuera de sus prime­
sea respecto d e su aplicación, todo su cede com o si la ley no
ros principios universales. Que es lo que la experiencia de
existiera. Uno es libre, pues, de obrar en un sentido o en
cada día nos enseña bastante, y a lo que quiere poner reme­
otro. Notemos, sin embargo, que para hacer uso de esta li­
dio la casuística, determinando el deber y el derecho en los
complejos casos de la vida moral. bertad, hay que tener siempre un m otivo razon able. porque
ningún acto moral se justifica por él solo hecho de que no
b ) L a conciencia m oral n o está desprovista d e to d o valor.
está prohibido: es por tanto necesario que su objeto esté con­
porque nunca ha variado acerca de los principios fundamen­
forme con el fin de los actos humanos, a saber el bien moral.
tales de la moralidad: en este dominio, su valor es absoluto.
Notemos asimismo que cuando este acto puede hacer in­
Sus variaciones y sus contradicciones no existen sino en el
currir en graves peligros, físicos o morales, a uno mismo o
dominio de las aplicacion es concretas a los casos particulares
al prójimo, la caridad para con los demás o para consigo
de la vida moral: estas aplicaciones pueden ser defectuosas
mismo puede exigir que renunciemos a tal acto. En esie
en razón de circunstancias exteriores (grado de civilización,
caso aplícase el principio de que hay que optar por el partido
tradiciones, condiciones de existencia, etc.); mas por muy
defectuosas que sean, siempre se basan en los principios fun­ más seguro.
damentales de la moralidad (2S6) y pueden ser corregidas
por la formación de la conciencia. A r t . III. C O N S E C U E N C IA S D E L O S A C T O S
M ORALES
3. División. — La conciencia moral es:
273 Siendo los actos morales por esencia actos libres, es decir
a) R ecta o falsa, según que el juicio que da esté conforme actos nuestros, queridos por nosotros, síguese que nosotros
o no con la moralidad objetiva, es decir con la ley natural o tenemos la respon sabilidad de todos ellos, y que son, para
la ley eterna. nosotros, causas de m érito y dem érito y que exigen sanciones
356 MORAL GENERAL LOS ACTOS YWMANOS 59*
apropiadas. Además, la actividad moral engendra hábitos, 2. Condicionen del mérito en los actos. — El valor det
buenos o malos, que se llaman las virtudes y los vicios. mérito de un acto moral depende de diversos factores:
a ) D e la g rav ed a d d e los d eb eres. Cuanto mayor impor­
1. L a r e s p o n s a b il id a d tancia tenga el deber que se debe cumplir, tanto mayor es el
1. Noción. mérito del acto realizado según el deber. E s más meritorio
respetar a sus padres que ser cumplido con los desconocidos;
a ) L a responsabilidad. Como la palabra lo indica, la res­ y es mayor falta olvidar un deber de Justicia que faltar a
ponsabilidad es la obligación en qu e se encuentra un agen te un deber impreciso de caridad.
m oral d e " resp on d er” d e sus actos, es decir de sufrir sus con­ b) D e tas dificu ltades que se han d e vencer. El deber que
secuencias. impone grandes sacrificios es fuente de mayor mérito que el
b) L a im putabilidad. La responsabilidad supone la inmu­ mismo deber cumplido sin esfuerzo; y hay más mérito en
tabilidad, que es la prop ied ad en virtud d e la cual un acto hacer el bien a sus enemigos que hacerlo a los amigos.
p u ede, en toda justicia, ser atribuido a una person a com o a Sin embargo, no hay que llegar hasta suponer con Kant,
su autor. El acto de violencia impuesto a un hombre, cuyo que el esfuerzo es esencial al mérito y que la alegría en el
brazo se mueve por la fuerza, no le es imputable. Y por cumplimiento del deber anula el mérito. E s ése un grave error.
tanto no es responsable de tal acto.
La alegría en et d eb er g el sacrificio es señ al d e un gran d o ­
minio d e las p asion es y de un verdadero hábito del bien, cosas
2. Especies. — Distínguese.
que no se realizan sin una lucha y esfuerzo grandes. 'En
a) L a respon sabilidad m oral: es la respon sabilidad en que realidad, el esfuerzo y la dificultad no son fuentes de méritos
incurrimos ante nuestra conciencia y por consiguiente ante sino accidentalm ente. es decir en cuanto que son ocasión y
Dios. Esta responsabilidad se extiende a todos nuestros actos seña! de una voluntad más decidida por él bipn.
morales, interiores y exteriores, públicos o secretos, y hasta c) D e la pu reza d e Intención. Cuanto más pura <£ la in­
a las simples intenciones. tención. mayor es el mérito. Tiene más mérito obligar a sus
b ) L a respon sabilidad social: es la respon sabilidad en qu e amigos por pura benevolencia que hacerlo con la mira de ser
incurrimos ante tas au toridades sociales, por la infracción de tratado del mismo modo llegada la ocasión.
las leyes civiles. La responsabilidad civil no concierne sino
a los actos exteriores, ya que la intimidad de la conciencia
sólo es conocida por Dios. 3. L a s a n c ió n

Existe además otra clase de responsabilidad social, que 1. Noción. — La sanción nace, como hemos visto, de la
resulta de la influencia, buena o mata, que ejercemos sobre responsabilidad, y. en su sentido más general, es la recom ­
los demás con nuestros actos.
pensa o et castigo recibidos p or et cumplimiento o la violación
d e l deber.
2. M é r it o y d e m é r it o t » * • *

274 1. Noción. — La noción de mérito es compleja. Evoca: 2. Especies. — Distlnguense las sanciones terrenas de la
a) E l d erech o a la sanción, recompensa o castigo, según sanción de la vida futura. Las principales sanciones terrenas
que el acto moral sea bueno o malo. son: la sanción d e la conciencia, que es la alegría o la pena
b) E l valor m oral del acto o de quien lo realiza. Dicese, en (pesar, reproche, remordimiento) que resultan, en la concien­
efecto, ya que tal acto es meritorio, o bien que fulano es una cia, de la observancia o la violación de las leyes morales; /a
persona de mérito. La noción de mérito la tomamos aquí en opinión pública, que estima a las gentes honradas y menos­
el sentido de valor moral, puesto que el primer sentido se precia a los pillos; las naturales consecuencias d e nuestros
confunde con la idea de sanción, que estudiaremos más ade­ actos: el alcohólico sufre gran decaimiento físico que trasmite
lante. a su descendencia; las sanciones civiles, que la sociedad civil
358 MORAL GENERAL LOS ACTOS HUMANOS 359

Impone a quienes quebrantan sus leyes (multas, prisión, pena acto. M as, al contrario, hemos visto ya que la sanción es una
de muerte). misma cosa con el bien y con el mal: es, en cuanto felicidad
o desgracia, el aspecto subjetivo de la perfección realizada o
276 3- Necesidad de la sanción de la vida futura. de la decadencia cumplida.
Por otra parte, es muy legitimo que el ardiente deseo de
a ) Insuficiencia d e las sanciones terrestres. Las sanciones la sanción, es decir del aspecto subjetivo de nuestro destino
terrestres, ya se las tome separadamente o juntas, aparecen moral, nos ayude y aliente a hacer el bien y a evitar el mal.
como insuficientes. La sanción de la concien cia sería más pe­ Sin este sentim iento, nuestra actividad m oral carecería d e un
sada para las almas delicadas que para los criminales endure­ auxiliar p recioso y aun n ecesario en la prosecución de un des­
cidos. L a opinión pú blica es caprichosa, injusta y está muy tino en que no solamente la tendencia racional sino también
lejos de sancionar todos los crímenes que se cometen. Además, las aspiraciones de la sensibilidad y del corazón deben encon­
muchas veces se equivoca. En fin, si castiga, no recompensa; trar su término y perfección.
y si recompensa, hácelo insuficientemente y juzgando por el
exterior. En cuanto a las consecuen cias n aturales de los actos
morales, muchas veces alcanzan (por la herencia) a quienes 4. La v ir t u d y el v ic io
no fueron los autores del mal.
b ) Las ex ig en cias d e la justicia. La justicia exige que el 1. Noción. — La virtud es el hábito d el bien, es decir una
bien tenga su recompensa y el mal su castigo. M as esto no disposición establece a obrar bien, que afecta a la voluntad del
se puede realizar sino por la sanción d e la vida futura. Sólo agente moral. A la virtud se opone el vicio, que es el hábito
ella puede ser rigurosam ente justa, pues que depende de Dios d el mal. o una disposición estable a obrar mal.
que “escudriña los riñones y los - corazones*', y realm ente
eficaz, porque nadie p u ed e escapar a ella. Ningún subterfu­ 2. Clasificación.
gio del culpable, ni ningún error del juez son aquí posibles.
La justicia será restablecida en su integridad por aquel que, a) L a s virtudes cardinales. Podemos clasificar las virtudes
habiendo dado la ley, tiene derecho a pedir cuentas a quienes desde distintos puntos de vista. Un principio de clasificación
elevó a la dignidad de seres morales, autores y padres de sus (adoptado por Platón) se puede deducir de la importancia
actos (169« 213). de las virtudes. De ahí el nombre de virtudes cardinales
c) L a M oral ex ig e a D ios. Esta es la conclusión que se dado a las virtudes consideradas como las primeras de todas
impone del estudio de la sanción y que demuestra una vez y la fuente de las demás: prudencia, fortaleza, tem planza y
más que no hay moral sin Dios, ni tampoco sin idea de bien justicia.
y de mal. b) V irtudes naturales y virtudes m orales. Esta división se
funda en el hecho de que ciertas cualidades morales dadas
277 4- Valor de la sanción. por la naturaleza pueden pertenecer lo mismo a gentes sin
conciencia que a gentes honradas y rectas (por ejemplo, la
a ) O bjeción estoica y kantiana. Los Estoicos, en la anti­ fortaleza, la prudencia, las virtudes cívicas); mientras que
güedad, y Kant. entre los modernos, han pretendido que la las virtudes propiam en te m orales son consecuencia d e una
id ea d e la sanción echaría p o r tierra la M o ra l hacien do in­ elección racional y d e un esfu erzo d e perfección m oral, y
teresad a la práctica d e l bien, cuando el bien sólo debería ser suponen un m érito moral. Desde este punto de vista, todas
querido y practicado por él mismo, en razón de su valor in­ las virtudes, cardinales o naturales, pueden ser moralizadas,
trínseco. es decir practicadas con fin es propiam ente m orales. Asi la
b ) D iscusión. Esta objeción se apoya en una falsa noción templanza (que puede ser una virtud natural), será mora­
d e la san ción . Supone, en efecto, que la sanción puede ser. lizada por la intención de comportarse como un hombre que
por si misma e independiente del bien, la razón última del domine las tendencias desordenadas de los sentidos.
360 MORAL GENERAL

3. Origen de las virtudes y de los vicios. — Las virtudes


v los vicios ¿son innatos o adquiridos? Son las dos cosas a
la vez.
a ) Innatos, en cuanto encontramos en nosotros los gérm e­
nes más o menos fuerte de todos los vicios como de todas
las virtudes. C A P IT U L O IV
b) A dquiridos, en el sentido de que sólo por nuestros es­
fu erzos los gérmenes de las virtudes se convierten en virtudes
sólidas y durables; y de que por nuestra cobardía los gérme­ LAS PRINCIPALES CONCEPCIONES MORALES
nes de los vicios se desarrollan y echan profundas rafees.

279 Para completar la exposición que precede, no estará de


más exponer las principales concepciones de la vida moral
que han sido propuestas en el curso de la historia desde un
punto de vista distinto del que se deduce del estudio que
acabamos de hacer. Asi realizaremos una especie de verifica­
ción indirecta de los principios de este estudio.
Los filósofos modernos suelen dividir las concepciones mo­
rales en tres categorías, según la manera como cada uno con­
cibe el soberano bien, y, por tanto, la regla de moralidad. Los
unos (con cepcion es utilitarias) ponen el soberano bien en él
placer; otros (con cepcion es sentim entales o altruistas) en la
cultura y el progreso de los sentimientos desinteresados y de
las inclinaciones sociales; los otros (con cep cion es racionales)
lo colocan en la obediencia al deber conocido por la razón.

A rt. I. LA S C O N C E P C IO N E S U T IL IT A R IA S
1. Principio de las concepciones utilitarias. — E l carác­
ter común de las teorías utilitarias es que colocan el soberano
bien del hombre en el p lacer o el g oce, y hacen por tanto
del placer el criterio del bien y del mal: es bu eno lo qu e nos
trae un g o c e: es m alo lo qu e nos im pide g ozar o nos h ace
sufrir.

2. Las diferentes teorias utilitarias. — Las teorías utili­


tarias se diferencian entre sí según la manera como estiman
que hay que seguir el placer.
a) E l hedonism o (teoría de Gorglas, Callides, Aristipo de
Cirene) enseña que hay que aprovechar el placer cada vez
que se nos presenta delante. Un placer perdido no se vuelve
a recobrar. La regla es el g o c e inm ediato.
362 MORAL GENERAL LAS PRINCIPALES CONCEPCIONES MORALES 363

b ) E l epicureism o. Epicuro rechaza este sistema de goce y vida por el bien de los demás viene a ser una suprema
inmediato. Y enseña que. en interés d e l m ismo g o c e. h ay qu e im becilidad.
elegir entre los p laceres, tomando aquellos que no van segui- b ) E l utilitarismo d e E picu ro y d e Bentham no corrige a
dos de pena alguna, los que no corren peligro de privarnos de fondo al hedonismo, ya que mantiene la soberania del pla­
un placer mayor, prefiriendo los placeres tranquilos a los cer. E l m étodo qu e p recon iza no tiene ninguna fu erza obli­
placeres violentos y evitando andar tras los placeres artifi- gatoria. y no son más que recetas para gozar mejor. Ni per­
dales. En una palabra. Epicuro tiende más bien a realizar miten condenar a quien prefiera gozar inmediatamente de
un estado de tranquilidad (a ta ra x ia ), que una actividad de todos los placeres que pudiera tener a mano.
goces. También se puede replicar al utilitarismo de Bentham que
c ) E l utilitarismo. Bentham tiene la pretensión de dar un la aritmética del placer exigiría una contabilidad complicada.
carácter dentlfico al epicureismo y a la vez hacerlo menos ¡L a bu sca d e l p lacer suprimiría el placert ¿Y cómo apreciar
austero. E l fin. dice, es sin duda conseguir la mayor suma en cifras lo que es propio de la cualidad?
posible de placer. M as para llegar a esto, conviene redactar c ) L a teoría d el interés general, de Stuart Mili, no es más
una espede de aritm ética d e los p laceres, que entre ellos coherente que las precedentes doctrinas morales. Exige, en
permita elegir los que sean superiores por su intensidad, su efecto, tener cuenta con la calidad de los placeres: ¿mas có­
certeza, su proximidad, su duradón, su pureza, su extensión mo Apreciar esta calid ad sin un principio m oral distinto d el
y su fecundidad. Que es lo que se llama la m oral d e l interés placer? También afirma la primada del interés general: ¿pero
person al. con qué derecho? Si el placer es la regla suprema, ¿por
Stuart M ili adopta la teoría de Bentham, advirtiendo, sin qu é d eb ería y o sacrificar m i placer o la sociedad? No se ve
embargo, que habrá qu e ten er en cuenta, no sólo, como quería por qué.
Bentham, con la can tidad d e l p lacer, sino tam bién con su c a ­ E s. pues, imposible tomar el placer, en cualquier forma
lidad; y que cu an do hu biere con flicto en tre e l interés g en era l que se presente, por regla de vida. El placer no es el bien,
y por tanto debe ser juzgado por un principio superior, que
y e l particular, é l particular d eb erá ced er é l otro. D e ah! el
sea un principio moral.
nombre de M o ral d e l interés g en eral que se ha dado a esta
teoría.
A r t . II. C O N C E P C IO N E S S E N T IM E N T A L E S O
280 3- Discusión. — Ninguna de estas teorías se puede pre­ A L T R U IS T A S
sentar como una verdadera Moral.
a ) L a reg la d e l p lacer n o tiene valor m oral. En efecto. 1. Principio de laa teorías sentimentales. — Estas teorías
e l placer, inmediato o diferido no p u ed e presen tarse com o son llamadas así porque p iden a los sentimientos, y especial­
oblig atorio. E l placer solicita las inclinaciones, pero no se mente a los sentim ientos desin teresados o altruistas que p re­
impone a la razón como la suprema ley de nuestra actividad. sen ten la regla d e la m oralidad, ya que para ellos el soberano
Por otra parte, lo s p laceres, aun prudentemente dosificados, bien consiste en la satisfacción de esos sentimientos altruistas.
no nos traen la felicid ad . Al contrarío, son fuentes de inquie­
tudes. ya que. siendo finitos en si mismos y en su duración, 2. Principales teorías altruistas.
dejan más bien una sensación de vacio que un sentimiento a ) M orales d e la ben evolencia y d e la sim patía. Según
de plenitud. Además, los p laceres tran sfórm en se en sus con ­ Hutcheson, únicamente el sentimiento es capaz de hacernos
trarios: el placer tiende, en efecto, por si mismo, a un estado conocer el deber. El está al principio de los juicios que de
de exasperación y se cambia en dolor. En fin, si el p la cer es continuo hacemos sobre las personas y las cosas, en virtud
la regla suprem a, todos los crím enes s e encuentran justifi­ de una regla de benevolencia, que es su ley esencial. T am ­
cad os por el hecho de haber servido a procurar el placer a bién la verdadera b on d ad resulta necesariam ente para nos­
sus autores; y el sacrificio de su tranquilidad, fortuna, salud otros d e la obedien cia a esta desinteresada inclinación que
ttf MORAL GENERAL LAS PRINCIPALES CONCEPCIONES MORALES 365

s e expresa en nosotros bajo la forma del sen tido m oral. Ade­ cap rich oso e inconstante; luego, porque todos los actos reali­
más, por ella encontraremos la v erd ad era felicid a d , que acom­ za d os a impulsos d e un sentim iento cualquiera estarían sin
paña siempre a la práctica de la benevolencia hacia nuestros m as justificados. De no ser asi, habría que distinguir un
semejantes. buen y un mal uso del sentimiento, lo cual equivaldría a
Adam Smith prefiere fundar la moral en la sim patía, por la confesar que hay una regla moral superior a los sentimien­
que entramos en comunión con los sentimientos que nos pa­ tos. Estas observaciones se aplican especialmente a las mo­
recen inspirar las acciones de los demás. Para Adam Smith, rales de la benevolencia (Hutcheson) y de la simpatía (Adam
el verdadero principio de la moral es éste: trabajar por d e s ­ Sm ith).
arrollar en sf la sim patía desin teresada, que nos hace alegrar­ b ) L a m oral d e la hum anidad depende del pan teísm o de
nos de la felicidad ajena, favoreciéndola y participando de Augusto Comte y tiene el valor de esta posición metafísica.
ella, y que nos incita a obrar de tal modo que merezcamos Choca además contra la evidencia de que el hombre indivi­
siempre de parte de los demás la más pura y universal dual existe más realmente que la sociedad y, por consiguiente,
simpatía. que la socied a d no es sino un medio para la p erfección d e la
b ) M oral d e la hum anidad (Augusto Com te). Según este person a humana.
filósofo, la existencia de la humanidad es más real que la del c) M oral d e la com pasión. A la base de toda esta moral
individuo. Este debe sacrificarse por la llegada del Gran Ser hay una m etafísica d e l m undo ”com o voluntad” que no po­
colectivo. De modo que toda la moral va así ordenada por demos admitir. Por otra parte, puédese suponer que Scho­
el principio de que só lo vale m oralm ente aqu ello qu e contri- penhauer se pone en contradicción consigo mismo al predi­
huye a la unifioación m oral d e l g én ero humano. car la compasión: si el m al es la person alidad, ¿por q u é guar­
c ) M oral d e la com pasión. E s la teoría de Schopenhauer. d arle m iram ientos teniéndole com pasión en el prójim o?
E l mundo es malo, dice Schopenhauer. porque es una ten­ d) L a solidaridad es un h ech o social, pero n o un h ech o
dencia hada un término ilusorio, esfuerzo vano, querer frus­ moral. Existe la solidaridad en el bien, pero también en el
trado, y en fin de cuentas, pena y dolor. E l ideal será, pues, mal. Además, si bien es cierto que tenemos deudas hada la
m atar en nosotros tod o querer y tod o d eseo , fuentes de sufri­ sociedad y que en justicia debemos pagar esas deudas por
miento. y por consiguiente renundar al egoísmo cambián­ nuestro desinterés y nuestras virtudes, habrá que recurrir a
dolo por una com pasión universat y profu n da, que nos ins­ un principio distinto de la solidaridad para justificar este
pirará hacia todos la justida y la caridad. d eb er d e justicia.
d) M oral d e la solidaridad (León Bourgeois). E l senti­ e) E l honor no es más eficaz. La estima d el prójim o es
miento de la solidaridad que nos une, en todas formas, a los un criterio caprichoso, incom pleto, errón eo a m enudo y sólo
otros hombres y a toda la sociedad, debe inspirar constante­ llega a los actos externos. En cuanto al honor delante de la
mente nuestra conducta y determinarnos a practicar una es­ propia conciencia, o bien este honor se regula por la ley mo­
tricta justicia y a sacrificarnos por el bien de la humanidad. ral y entonces es ésta la suprema regla de la moralidad, o
e) M oral d e l hon or (V ign y ). E l honor, tal como lo con- bien no es sino un principio vago, incapaz de servir de cri­
dbe la sociedad, y tal como lo requiere la conciencia, /no terio moral.
podrá ser un principio moral? No hacer nada contra el ho­ En definitiva, que todas estas teorías no pueden fundar
nor: ¿no habrá en esto una regla aplicable siempre y sus sino falsas morales. Ninguna de ellas es a propósito para pro­
ceptlble de arrastrar a los hombres hasta el heroísmo? curarnos un principio preciso, eficaz y universal de conducta
moral.
3. Discusión.
A r t . III. LA S C O N C E P C IO N E S R A C IO N A L E S
a) E l sentim iento no puede constituir una regla m oral. El
sentimiento tiene sin duda su importancia en moral, pero 283 1 • Principio de las teorías racionales. — Agrópanse bajo
no puede ser la regla de moralidad: primero, porque es ciego. este título de teorías racionales todas las doctrinas q u e ponen
S66 MORAL GENERAL LAS PRINCIPALES CONCEPCIONES MORALES S67

e l so b era n o bien en la p erfección d e nuestra naturaleza ra­ a Dios o que nos traerá la alegría de la conciencia, sino úni­
cion al y que. por tanto, piden a la razón que sirva de regla camente que es el deber. Todo lo demás, no sólo no es mo­
de moralidad. ral, sino que vicia a fondo la moralidad, transformando el
im perativo categórico (obedece por puro respeto a la ley) en
2 . E l eudemonismo racional (A ristóteles). — E l principio un im perativo h ip otético (obedece si quieres ser dichoso, si
común de las teorías racionales puede entenderse de diver­ quieres ser estimado, etc.).
sas maneras. Los unos, como Aristóteles, insisten sobre todo Esta moral se presenta, pues, como puramente form al, es
en la felic id a d q u e procura la actividad especu lativa d e la ra­ decir como no teniendo cuenta sino de la intención (o forma
zón. D e ahi el nombre de "eudemonismo racional" que se de la moralidad) y en modo alguno del contenido o materia
ha dado a esta teoría. La felicidad, dice Aristóteles, debe de la actividad moral. En razón de este carácter Kant pone
resultar para nosotros del progreso y de la perfección de la tres máximas, puramente formales asimismo, como reglas
actividad más noble de nuestra naturaleza, es decir del ejer­ de la actividad moral, a saber: "O bra siempre según una
cicio de la inteligencia, en su forma más elevada, a saber la máxima tal que puedas querer que al mismo tiempo se con­
contem plación d e la v e r d a d y d e l o b jeto m ás inteligible. qu e vierta en una ley universal"; "O bra de tal suerte que trates
e s D ios. Necesariamente, la felicidad se juntará a esta acti­ siempre a la voluntad libre, en ti y en los demás, como un
vidad contemplativa, como a la juventud su flor. fin y no como un medio"; "O bra siempre de modo que pue­
3 . Lo moral estoica. — Zenón de Citio, fundador del es­ das considerar a tu voluntad como legisladora universal".
toicismo. resume su doctrina en esta máxima fundamental: Estas máximas, como está claro, no determinan material­
“H a y q u e segu ir a la n atu raleza" , es decir a la razón: por­ mente ningún deber; solamente estipulan la form a de la ac­
que la razón es lo que distingue al hombre del animal. Pues tividad moral, es decir las intenciones gracias a las cuales
toda actividad, cualquiera que sea su materia, será moral.
bien, la razón nos muestra que existe una sabiduría, que
consiste en acep tar e l orden universal. que no depende de En fin, una tal concepción moral exige evidentemente, si
nosotros, y de renunciar a los d eseo s, que engendran la in­ ha de tener sentido, las id eas de libertad. d e D ios y d e vida
quietud y la discordia. Unicamente así podrá el hombre sus­ futura, porque el deber supone la libertad moral y exige las
traerse a las pasiones, identificándose con la Razón univer­ sanciones de la otra vida. M as estas ideas son postuladas por
la Moral, es decir que la Moral no se funda en la Metafísica,
sal (D ios o el destino). La apatía o la serenidad perfecta es,
sino la Metafísica en la Moral.
pues, el ideal del sabio y el nombre mismo de la beatitud.
La virtud, desde este punto de vista, no es sino la regla de
la razón y como tal identificase con el bien, que es la razón 285 4. Discusión.
misma, porque es orden y perfección. Como por otra parte
la virtud se resume en la voluntad de obrar siempre según la a) E l eudem onism o racional. La doctrina de Aristóteles
razón, no admite grados: esta voluntad, en efecto, existe o no constituye sin duda una elevada concepción. No obstante,
existe. L a virtud, pues, es p erfecta y com pleta d e s d e e l prin­ tiene el triple d e fe c to d e no p od er p resen tarse com o obliga­
cip io: de ahí que quien posea una sola virtud, las posee nece­ toria. d e p ropon er un id eal qu e sólo es accesib le a un pequ eñ o
sariamente a todas, y quien carece de una sola, carece abso­ núm ero d e privilegiados y esto durante muy poco tiempo, y
lutamente de todas. en fin, de concebir e l sob eran o bien d e una m anera d em a­
siad o exclusivam ente su bjetiva (ya que no se define la felici­
284 4. Lo moral formal de Kant. — Afirma Kant que la bu e­ dad sino como un estado de goce perfecto).
na volu ntad e s aqu ella q u e cum ple e l d eb er sim plem ente por b) L a m oral estoica. Critícase a menudo a la moral estoica
ser e l d eb er, sin recurrir a n ada exterior a l d e b e r (felicidad, diciendo que es demasiado elevada. Seria más exacto decir
satisfacción de) sentimiento, mandamiento divino). Por con­ que es inhumana. En. efecto, el estoicism o n o considera en el
siguiente. el móvil de nuestros actos no debe ser jamás la hom bre sino la razón: m as también hay en é l la sensibilidad
consideración de que el acto es bueno en sí mismo, que agrada y las n ecesid ad es d e l corazón, que d eben estar subordinadas.
S68 MORAL GENERAL LAS PRINCIPALES CONCEPCIONES MORALES 369

p e r o no sacrificad as a la razón. Por otra parte, el estoicismo vida futura; que la perfección humana consiste, mediante la
aconseja al hombre aceptar el destino y pone la felicidad en práctica de las virtudes morales, en acercarse a Dios, fin y
esta aceptación. M as si el D estino, para el estoicismo, no es bien objetivos del hombre.
sino la ley impersonal e inflexible que gobierna al mundo, b) C arácter sintético d e la m oral tomista. Esta doctrina,
¿qué podria hacer sino aguantarlo, y qué alegría podría en ­ que es la que acabamos de exponer, da satisfacción a todo lo
contrar en ello? En fin, ¿cóm o adm itir qu e no existen grados que hay de justo en las reclamaciones de las otras teorías
en e l vicio, lo m ismo que en la virtud? S i las virtudes son morales. Reconoce a la razón el derecho y la obligación de
cualidades de la voluntad (y no de la razón, como dicen los determinar el deber, pero se guarda muy bien de condenar
estoicos), deberán ser múltiples y diversas como los diversos el sentim iento; al contrario, exige que los sentimientos, por
y múltiples objetos a que tiende la voluntad y que dan a sus los que se manifiestan nuestras profundas tendencias, cola­
actos su valor moral (270). boren en la vida moral y que. debidamente jerarquizadas por
c) L a m oral fo rm a l d e K ant. Encierra graves dificultades. la razón, reciban la satisfacción que les es debida. De la
Las principales son las siguientes: esta m oral h ace d e la razón misma manera, si bien esta doctrina excluye cualquier posi­
humana un absolu to, cuando nuestra razón no hace sino in­ bilidad de tomar el placer como fin de la actividad humana,
terpretar y formular un orden natural y moral que viene enseña que la felicid a d es verdaderamente el aspecto subje­
de la Razón y de la Voluntad divina: es im practicable, en tivo de nuestra perfección realizada, y que esta felicidad debe
cuanto sacrifica las aspiraciones del corazón y las exigencias ser realmente, en dependencias del bien objetivo, que es Dios,
de la sensibilidad, que son no obstante tendencias esenciales último fin de todas las cosas, el fruto de nuestra actividad
de nuestra naturaleza: ¿cómo entender que la alegría de obrar moral. El mismo p lacer entra como elemento integrante en
bien vicie a fondo el cumplimiento del bien?; no encierra la felicidad total: no es malo por sí mismo: sólo que, siendo
ninguna obligación real, ya que rechaza toda consideración medio y no fin, debe estar siempre subordinado a los fines
de una autoridad superior ai hombre como contradictoria últimos de la vida moral. En fin, esta doctrina es una salva­
con la moralidad: propon e una fa ls a concepción d el bien, guardia, como lo quiere Kant. de la autonom ía d e l agen te
como si éste pudiera definirse independientemente de toda moral, subrayando que la ley a la que ésta esta obligado a
consideración del valor objetiv o de la actividad moral: en obedecer, no es una prescripción arbitraria venida de fuera
fin, al exigir o postular la inm ortalidad d el alm a y la exis­ sino la misma ley de su naturaleza, tal cual 1« creó Dios;
tencia d e D ios, incurre en contradicción con sigo misma: si la tanto que en él es donde la conoce, y que al obedecerle a
buena voluntad debe ser recompensada y la justicia restable­ él, obedece, al mismo tiempo que a Dios, a los profundos
cida, es evidente que la virtud no queda destruida por el anhelos de su naturaleza. Puédese, pues, decir que esta doc­
pensamiento de la felicidad que le acompaña o la ha de re­ trina realiza la síntesis de todas las exigencias de la moralidad.
compensar.

5. Lo Moral tomista.
n) E l finalism o objetivo d e S on to Tomas. S an to T om ás.
echando mano de la luz debida a la Revelación cristiana,
corrige y com pleta a A ristóteles, sobre los tres puntos defec­
tuosos del eudemonismo racional, sustituyendo el sim ple eu­
dem onism o d e este último con un fin alism o objetivo, y ha­
ciendo ver: que el bien moral es obligatorio, en cuanto ex­
presa un orden de derecho, querido por Dios, creador y legis­
lador de nuestra naturaleza; que la perfección y la felicidad
deben ser accesibles a todos y requieren las sanciones de la
SEG U N D A PA RTE

MORAL ESPECIAL

La moral especial no es otra cosa que la aplicación de los


principios universales de la moralidad a las diversas situa­
ciones de la existencia y a las relaciones que nos unen con
el prójimo. D e ahí las d o s p artes de la moral especial: la que
trata d e los d erech o s y d e los d eb eres d e los individuos, en
cuanto p erson as privadas, y la que trata d e los d erech os y
deberes d e l hom bre, com o ser social.
CAPITULO I

MORAL PERSONAL

La moral personal trata de los d eb eres p ara con D ios, d e


tos d eb eres p ara con sigo mismo, y d e ios d eb eres para con e l
prójim o.

A r t . I. L O S D E B E R E S PA RA C O N D IO S
Los deberes para con Dios se resumen en la religión, que
se expresa por el culto y por la oración.

I . La r e l ig ió n

1. Noción do la religión. — La palabra religión puédese


entender en diversos sentidos:
a) M aterialm en te. la religión es el conjunto d e las doctri­
nas que regulan las relaciones del hombre con Dios:
b) S ubjetw am ente. la religión es la virtud que hace que
demos a Dios todos los homenajes que le son debidos:
c) O bjetivam ente, es el confunto d e los d eb eres d e l hom ­
bre para con D ios.

2. La religión es el primero de los deberes. — En efecto,


el hombre está obligado a hacer el bien y a evitar el mal: tal
es la primera ley promulgada por su conciencia. Pues bien,
un bien excelente entre todos es este orden moral en virtud
del cual toda criatura racional está sometida a su autor; reco-
noce su perfección suprema y le imita según su naturaleza
y su poder.

3. El amor supremo de Dios. — Todos los deberes de re­


ligión convergen hacia el amor de Dios por sobre todas las
cosas. En efecto, subordinar todas las cosas al bien, y por
consiguiente al mismo Dios, reconocer su perfección infinita
374 MORAL ESPECIAL MORAL PERSONAL 379

y co n fesa r n u estra total d ependencia p a ra con ¿1, ta l es el deriva de nuestros deberes de justicia para con Dios. S i esta­
fundam ento de la religión. M a s tam bién lo es el am or de mos obligados a reconocer los beneficios que recibimos de la
D io s reinand o so b re tod os lo s o tro s am ores. D e m an era que mano de los hombres, con mucha mayor razón debemos pro­
no solam ente el am o r n atu ral de D io s so b re tod as la s co sas clamar nues'.ra total dependencia para con Dios y darle
es posible a l hom bre, sino que tam bién es o b lig ato rio y es gracias por todos los beneficios que nos hace su divina
el m&s im p o rtante d e lo s deberes. Providencia.

2. E l culto A r t . II. D E B E R E S D E L H O M B R E PA RA
288 1* N oción . — L a religión im plica el culto, porque debe C O N S IG O M ISM O
trad u cirse en a c to s. E l culto es. pu es, e l conjunto d e los Entre los deberes del hombre para consigo mismo, los unos
actos p o r los cu ales s e m anifiesta la religión. Y esto s a cto s se refieren al cuerpo y los otros al alm a.
pueden se r. y a in tern o s (culto in tern o), y a ex tern o s (culto
exterior: particular o pú blico).
1. D e b e r e s pa ra con e l c u e r po
2. E l cu lto e a d e d e re c h o n a tu ra l. — E n e fe cto , la le y n a ­
tu ral n o s im pone h o n ra r a D io s, so b era n o señ o r d e to d as la s 290 El hombre está obligado a p rov eer al m antenimiento y a
co sas. Y esto d ebem os h acerlo : la conservación d e la vida, a fin de poder cumplir convenien­
a ) Interiorm ente, p or el h om en aje de n u estra inteligencia temente sus deberes de estado. Este deber encierra obliga­
y e l am or d e n u e stro corazó n. ciones positivas y obligaciones negativas.
b ) E xterlorm en te. A si lo ex ig e la n atu raleza del hom bre:
com puesto de un cuerpo y un alm a unidos en una misma 1. Obligaciones positivas. — Estas se resumen en el em­
n atu raleza, d otad o a la vez de sensibilid ad y d e razó n , y no pleo de los m edios ordinarios para asegurar la conservación
pudiendo e je rc ita r é s ta sin recu rrir a los sen tid o s y sin a p o ­ de la salud corporal. M as el deber de mantener y proteger
y a rs e en una exp resió n ex tern a, el hom bre debe d ar a D io s la vida no es tal que esté uno absolutamente obligado (a no
un cu lto in terio r y e x terio r a la vez. ser en casos excepcionales) a recurrir a medios extraordi­
c ) Socialm ente. E l cu lto público es indispensable, puesto narios.
que la so cied ad v ien e d e D io s y le d ebe su h om en aje com o
a su A u to r y suprem o bienhechor. P o r o tra p a rte, ninguna
2. Obligaciones negativas. — Estas obligaciones son de
co sa e s tan e fica z p a ra prom over la religión com o las m ani­
dos clases: tem planza y prohibición d el suicidio.
festacio n es p ú blicas en qu e to d o s com ulgan en un m ismo
a) L a tem planza (mesura en el beber y comer, castidad)
sentim iento de am o r y de ad oración. preserva de los excesos de la sensualidad, que arruinan la
salud aun más que las privaciones.
b) P rohibición d el suicidio. E l suicidio viola el derecho
3. L a o r a c ió n
natural, porque el h om bre no se p erten ece a si m ismo: no
289 N oción . — L a o ració n es e l a c to p o r e l cual la criatura es él el autor de su vida y por tanto no puede renunciar a
racional testim onia a D ios su resp eto y le p id e su auxilio. ella a su arbitrio. Al darse la muerte, el hombre peca, pues,
N o h ay co sa m ás n atu ral al hom bre que reco n o cer su co n ­ gravemente contra D ios.
dición d e criatu ra, co n fe sa r su n a d a d elan te de la om nipo­ También peca contra si mismo, al privarse del mayor de
ten cia divina y so licita r d e D io s la ay u d a de qu e tien e n ece­ los bienes de este mundo, que es la vida. Sin duda que este
sidad p ara ob ed ecer a las leyes del deber. bien puede ser una carga para un individuo: pero esta vida
es la preparación para o fra que traerá la necesaria compen­
2» N e c e sid a d d e la o ra ció n . — L a o ració n n o es un lu jo sación. Desde el punto de vista moral, no hay cosa tan her­
del que u no pueda p rescind ir. E s una obligación natural que mosa como la virtud frente al infortunio., y es también una
376 MORAL ESPECIAL MORAL PERSONAL 377

manera de vencer y conservar la vida a pesar del sufrimiento, 1. E l hom icid io y la v io len cia .
cuando humanamente parece carecer de utilidad y objeto.
En fin, el que se da la muerte peca contra la socied ad , pri­ a) "N o m atarás". El homicidio es quitar la vida a un ino­
mero privándola de uno de sus miembros, y en segundo cente. Evidentemente se opone al deber que incumbe a todos
lugar negándole el ejemplo de la vida y de la paciencia en los hombres de respetar la vida del prójimo. M as la prohibi­
la adversidad. ción del homicidio no está limitada a la muerte propiamente
dicha: extiéndese también a todo lo que puede atentar gra­
vemente contra la vida y la salud del prójimo, es decir, en
2. D e b e r e s para con e l a lm a
general, a toda injusta violencia que oprima al prójimo en su
291 Estos deberes tienen una gran importancia, ya que el hom­ persona o en su libertad físicas.
bre es hombre por la inteligencia y la voluntad, que son facul­ b) L a legitima d efen sa . La prohibición del homicidio y de
tades espirituales. Estas facultades debe, pues, ejercitarlas y la violencia no tiene que ver ni con la p en a d e muerte o los
desarrollarlas, hasta donde le sea posible. castigos corporales impuestos por el poder judicial, en nombre
del bien superior de la sociedad, como castigo de un crimen;
1. El hombre debe instruirse en todas las verdades meta­ ni con el caso de legitim a d efen sa. El que se ve injustamente
físicas y morales que le són necesarias y útiles para conseguir atacado tiene derecho a defenderse con todos los medios que
su fin último. estén en su poder; mas esta defensa, para ser legitima, no se
Tiene obligación de adquirir los conocimientos que le son ha de ejercer sino dentro de los limites del perjuicio que se
necesarios para cumplir adecuadamente sus deberes de estado. quiere evitar.
De todas maneras, el hombre no puede elevarse sino en la
medida en que conoce, y todo el progreso moral depende en 2. La mutilación. — Llámase mutilación cortarse un miem­
cierto modo del de la inteligencia. bro o cualquier otra parte del cuerpo humano. La mutilación
es legitima y está permitida cuando se trata de una operación
. 2. El hombre debe elevarse moralmente. — El fin del quirúrgica, destinada a procurar un bien físico. M as es crimi­
conocimiento es la práctica del bien. Instruido sobre su natu­ nal .cuando se realiza con violencia injusta, es decir fuera del
raleza. su origen, su destino y su papel en la sociedad, no caso de legítima defensa, y cuando se la practica bajo pretexto
tendrá el hombre más que poner toda su inteligencia al ser­ de eugenism o. es decir con la finalidad (supuesto) de asegurar
vicio de una buena voluntad. Adquirir la virtud, tal es el la pureza de la raza humana. De hecho, las mutilaciones ope­
deber del hombre y el deber de toda su vida. radas por eugenismo no sólo constituyen una criminal violencia
contra la integridad de un ser humano, sino que están muy
A r t . III. L O S D E B E R E S PA RA C O N E L P R Ó JIM O lejos de conseguir el fin que se proponen y tienen, por el con­
trario, fisicn. moral y socialmente, desastrosas consecuencias.
292 Los deberes para con el prójimo pertenecen al orden de la El consentimiento del sujeto no puede tampoco legitimar
caridad y al orden de la justicia. Y a hemos definido anterior­ esos procedimientos del eugenismo. porque, según lo hemos
mente (266) el papel de la caridad. Réstanos aquí determi­ visto anteriormente (290), el hombre no es dueño absoluto de
nar los diferentes deberes de justicia para con el prójimo. su cuerpo como no lo es de su vida.
Estos deberes conciernen a la person a física, a la person a
m oral, a la p rop ied ad y al trabajo ajeno. 3. El dudo. — El duelo, o com bate singular, es soberana­
mente injusto e irracional. Injusto, porque nadie tiene dere­
1. D e b e r e s p a r a c o n la p e r s o n a f ís ic a d e l o s d e m á s cho a atentar contra su propia vida o contra la del prójimo,
y el duelo reviste la doble malicia del homicidio y del suicidio;
El respeto que se ha de tener para con la vida del prójimo irracional, porque es absurdo apelar al azar, o, lo que no es
excluye el homicidio y la violencia, la mutilación y el duelo, mejor, a la fuerza bruta, para liquidar un asunto de derecho.
378 MORAL ESPECIAL MORAL PERSONAL 379

qué atenerse: y en el segundo, só lo se trata d e no qu erer


2. D ebe r es para con la perso n a m oral de lo s d b m As
responder.
293 P o r 1'p erso na m o ral" entend em os aq u í todos los bien es espi-
rituales q u e constituyen la d ign idad propia d e la person a 293 bia 2. El respeto de la libertad ajen a. — No puede tratarse
hum ana y funda su d erech o a la verdad, su ¡derecho a la aquí sino de la libertad exterior, que es la única a la que la
libertad y su d erec h o a l honor. violencia puede llegar directamente. Esta libertad consiste en
ejercer sin imposición alguna y con toda independencia las
!■ El ráspelo de la verdad. actividades externas, sean corporales (libertad físic a ), sean
espirituales (libertad d e concien cia). Esta libertad es un d e ­
a ) F u n dam en to d el d erech o d e veracidad. E l o b je to d e la rech o fundam ental d el hom bre que, siendo racional y estando
p alabra, h ab lad a o escrita, es p erm itir a lo s hom bres com uni­ dotado de libre albedrío, debe poder obrar en toda indepen­
ca rse en tre si en su s diversas n ecesid ad es. P u es b ien , la pri­ dencia, mientras queden a salvo los derechos corporales y
m era cond ición p ara que la p alab ra co n sig a su fin es que espirituales del prójimo.
ex p rese la verd ad . N o se ria p osib le la vida en com ún si no a ) E l respeto d e la libertad física. La libertad física del
pudiéram os co n ta r co n la v eracid ad de los dem ás. P o r eso la prójimo queda suprimida o disminuida por la esclavitud o la
m entira en cierra una triple m alicia: viola el respeto d eb id o a l servidumbre. La esclavitu d es el estado d e una persona p o ­
prójim o , ab u san d o de su co n fia n z a : perturba el orden social. seída por otra com o una cosa o un anim al y d epen dien do en
poniendo en peligro la m utua co n co rd ia en tre lo s h om bres: to d o d e su propietario. Este estado es contrario a la ley
y d eg ra d a m oralm ente a l m entiroso, que priva a la p alab ra natural, porque transforma a la persona humana en un puro
d e su fin n atu ral, que e s la ex p resió n de la verd ad . m edio, es decir en cosa, al servicio de sus semejantes.
b ) N atu raleza d e la m entira. S e puede d efin ir la m entira L a servidum bre es un estad o interm edio entre la esclavitud
com o e l a c to d e h ablar contra lo qu e s e piensa, y a se tra te y la libertad. E l siervo está "atado a la gleba" (a la tierra de
de sign os com o de p alab ras propiam ente d ich as. E l h ech o de su señor), pero es dueño de su trabajo y de su persona. La
en g añ ar involuntariam ente a l pró jim o, p or ig n o ra n cia o erro r, servidumbre no es, pues, absolutamente contraria a la ley
y sin h a b la r co n tra el propio pensam ien to, no es, pues, una natural, pero constituye un estado inferior para el hombre,
m entira. P a r a que h ay a m entira propiam ente d icha, es p re­ por ser poco a propósito para su desenvolvimiento intelectual
ciso y b a sta que la p alab ra ex p resad a esté v olu n tariam en te y moral.
en co n trad icció n con lo q u é se sa b e o se piensa. b) Et respeto d e la libertad d e conciencia. Entiéndese por
L a m entira es intrínsecam ente m ala y p o r tanto ilícita. Su libertad de conciencia la libertad de comunicar su pensa­
gravedad se mide por la g rav ed a d d e las consecuencias que miento, oralmente o por escrito (libertad d e p en sar), o de
puede a c a rre a r p ara el prójim o, o, cu alesqu iera que sean estas obrar conforme a sus convicciones, sobre todo religiosas (li­
co n secu en cias, en razón de la intención gravem ente pern iciosa b ertad d e conciencia propiam ente d ich a ). E s evidente que
que la dictó. respetar la libertad de conciencia de los demás es un deber,
c ) E sp ecies d e m entira. L a m entira puede ser, segú n la ya que por la conciencia es por donde se afirma el hombre
división co rrien te, y a jo c o sa (p o r brom a o ju e g o ), y a oficiosa. como una persona moral.
es d ecir p ro ferid a p o r in terés (in te ré s d el que h ab la o in terés Sin embargo, ninguna conciencia humana es un absoluto.
de un te r c e r o ), o y a pern iciosa, e s d ecir que exp resam en te La conciencia es falible, sujeta a la ignorancia, al error y a
busca h a c e r mal a l p ró jim o (c a lu m n ia ). diversas perversiones (2 7 1 ). Por eso debe haber limites. no
H a y que ad m itir que cierta s m an eras de exp resarse p or pura en la libertad de conciencia propiamente dicha, sino en las
educación ( " N o e stá la s e ñ o r a " ) , o, en el ca so en que h a y que m an ifestacion es exteriores del pensam iento y d e las convic­
gu ard ar un secreto, la s resp u estas ev asivas, in ex a cta s o fa lsa s, cion es person ales, que deben a su vez respetar la verdad, la
no son m en tiras. E n e fecto , en el prim er ca so , todos sab en a justicia y las buenas costumbres.
380 MORAL ESPECIAL
MORAL PERSONAL 381

3. El respeto del honor del prójimo. — Hay dos maneras,


una interior (ju icio tem erario), y la otra exterior (m aledi­ qttier daño injusto causado en los bienes materiales o espiri­
cencia y calum nia), de violar el respeto que se debe al honor tuales del prójimo.
del prójimo. La justicia exige que el derecho violado quede reparado:
a) E l juicio tem erario. Llámase asi al acto d e pen sar m al esta reparación es obligatoria durante todo el tiempo que sea
d e l prójim o sin razón suficiente. Débese, pues, distinguir el posible. L a g rav ed ad d e l d e b e r d e reparación s e m ide según
la g rav ed a d d e l dañ o cau sad o a l prójim o. No obstante, ciertas
juicio tem erario de la simple sosp ech a no plenamente deli­
berada. razones pueden eximir de la restitución: tales son los casos
b) M aledicen cia y calumnia. L a m aledicencia consiste en de imposibilidad absoluta (o física), la imposibilidad moral
(cuando la restitución supone graves dificultades), los casos
revelar, sin razón seria, las falta s o los d efecto s ocultos d el
de extinción de la obligación por condonación (o por perdón
prójim o. L a calumnia (o mentira perniciosa) consiste en atri­
de la deuda) o por sentencia del juez.
buir a l prójim o fa lta s que no ha com etido o malas intenciones
q u e no ha tenido.
En ambos casos hay injusticia para con el prójimo; y esta 4. D eberes r e l a t iv o s al t r a b a jo a je n o
injusticia p u ed e ser grave tanto bajo la forma de maledicen­
cia. cuando la materia es grave y capaz de destruir el honor 294 bis El contrato de trabajo crea particulares obligaciones de
del prójimo, como ba)o la forma de la calumnia. justicia, en razón de los bienes morales que entran en juego.
Por eso conviene estudiar aparte estas obligaciones.
3. D e b e r e s r e l a t iv o s a l a p r o p ie d a d a j e n a
1. El trabajo humano. — El trabajo humano no es una
294 El respeto debido a la propiedad ajena prohibe a la vez el mercancía ordinaria, contra lo que pensaron los economistas
rob o y el d añ o injusto hecho al bien del prójimo: y supone la liberales del siglo xtx. E l hom bre no es una m áquina. Es una
obligación d e reparar el perjuicio que se le ha causado injus­ persona racional y libre, que alquila su trabajo, que es una
tamente. cosa en si misma, para asegurar su subsistencia y la de los
suyos. El contrato que estipula con aquel a quien alquila su
1. El robo. — El robo consiste en ap od erarse d el bien a je ­ trabajo encierra condiciones especiales que tienden o salva­
no. contra la voluntad, expresa o presunta, d e su dueño. Pué- guardar la dignidad moral del trabajador al mismo tiempo
dense reducir al robo la detención injusta, que consiste en que su inalienable derecho a vivir, y hacer vivir a los suyos,
guardar sin derecho y contra la voluntad de su dueño el bien del fruto de su trabajo.
que le pertenece, y el daño injusto, que consiste en causar
perjuicio al bien del prójimo. 2. La retribución del trabajo. — La dignidad del trabajo
De estas tres diferentes maneras se atenta, no sólo contra humano, que tiene un valor cualitativo y person al, y no, como
los derechos del prójimo en sus propios bienes, sino también lo estimaba el liberalismo, un valor puramente cuantitativo,
contra la sociedad, cuyo orden y tranquilidad exigen el respeto hace que el "mercado del trabajo" no deba estar sometido a
de los derechos de cada uno. La gravedad de la falta se ha de la ley de la oferta y la demanda, y que la retribución del
apreciar según el perjuicio causado, contemplado desde el trabajo no pueda estar regulada como un simple contrato de
doble punto de vista social e individual. cambio. El conírato de trabajo depende en realidad de la
justicia distributiva, cuyo oficio es repartir equitativamente
2. Q deber de restitución. — La restitución es e l acto por un bien común entre los miembros de la sociedad (264).
el cual un d añ o o una injusticia quedan reparados, sea devol­ a) In aplicabilidad d e la ley d e la oferta y la dem anda. La
viendo el objeto robado, o bien, que es lo más común, entre­ "ley de la oferta y la demanda" (ley según la cual los precios
gando un valor equivalente ( condensación). Las reglas re­ bajan cuando las mercaderías sobreabundan, y suben cuando
lativas a la restitución se aplican proporcíonadmente a cuai- las mercancías escasean) no es otra cosa que un h ech o econ ó­
mico. del que nunca podremos hacer una ley moral. Nunca
382 MORAL PERSONAL 383
MORAL ESPECIAL

se podrá, en particular, crear la ley del trabajo humano tra- según los principios conformes con las exigencias de la moral
tando a éste como una mercancía ordinaria y por consiguiente y la justicia social.
menospreciando totalmente su naturaleza, asi como también
la dignidad y las responsabilidades del trabajador. 5. Los deberes de los trabajadores. — E l trabajador no
b ) E lem en tos d el ju sto salario. Son los siguientes: tiene solamente derechos. Tiene tam bién, hacia quien lo em ­
M ínimum v ita l E l trabajador (en el sentido más general p lea, d eberes d e justicia q u e cumplir, mediante el exacto cum­
de esta palabra) debe recibir primero lo que se llanta mínimum plimiento, en calidad y en cantidad, de las tareas que le son
vital, es decir, tod o lo n ecesario p ara p o d er vivir decorosam en - encomendadas, y por un espíritu de cariño y sacrificio por
te e l tra ba jad or individual y su fam ilia, y perm itirle, mediante la prosperidad de la empresa que le da trabajo.
el ahorro, asegurarse a si mismo y a los suyos contra los ries­
g o s m ás im portantes (enfermedad, vejez). Este mínimum
vital deberá, pues, aumentar en justicia a medida que vayan
aumentando las cargas de familia (sobresalario fam iliar).
C alid ad y cantidad. E l valor del irabajo se ha de apreciar
igualmente por su calidad, según las cap acid ad es p rofesion a­
les que exige, como también por su cantidad.
C on d icion es especiales d e l trabajo. Hay que tener en cuen­
ta, en fin, con una causa de variación, determinada por las
condiciones especiales del trabajo: ciertos trabajos suponen
p elig ros físic o s especiales: fa tig a so b re lo norm al, riesgos d e
p a ro s p eriód icos, etc.
c) C on tratos colectivos d e trabajo. Llámase así a los con ­
tratos estab lecid o s p or arreglo, no entre patrón y obrero indi­
viduales, sino entre patrón o sindicato patron al y sindicato
obrero. E ste sistema de contrato representa para el trabaja­
dor uno garantía en favor del respeto de sus derechos y de
su dignidad.

3. Loa condiciones matorioles y morales del tra b a jo .—


La dignidad del trabajador exige evidentemente que se tomen
precauciones para asegurar la higien e física y m oral de los
talleres, de los astilleros, de las oficinas, etc., para lim itar el
tra ba jo a lo que las fuerzas físicas medias pueden soportar,
y para n o ex igir una duración ex cesiv a de trabajo, tal que el
trabajador no tenga el descanso necesario ni el tiempo para
vivir la vida de familia.

4« lo a asociaciones profesionales. — L a asociación d e los


tra ba jad ores en tre si. bajo las diversas formas que pueden
adoptar (sindicatos, corporaciones, mutualidades, cooperati­
vas, etc.) e s d e d erech o natural y representa un bien seguro
para el obrero, cuando estas asociaciones están organizadas.
MOttAL SOCIAL 385

b ) E n e l punto d e vista d e su fin. Y así tenemos: la socie­


d a d civil, que tiene por fin realizar la seguridad y la prospe­
ridad material y moral de sus miembros (bien común tempo­
ra l); la so c ied a d religiosa, cuyo objetivo esencial es conducir
a cada uno de sus miembros a su fin último person al.
C A P IT U L O II Siendo el hombre a la vez miembro de una familia, miem­
bro de una sociedad civil y miembro de una sociedad religiosa,
tendrá, desde este triple punto de vista, deberes que cumplir.
MORAL SOCIAL
A r t . II. LA S O C IE D A D D O M É S T IC A

296 La sociedad doméstica se subdivide en socied a d conyu gal


entre esposos, y en socied a d p atern a entre padres e hijos, for­
295 La moral social tiene como fin resolver los problemas mo­ mando estos dos elementos la fam ilia, que podemos definir:
rales que conciernen a los tres grados de la vida social, a un grupo de personas que se ayudan mutuamente, haciendo
saber: la socied a d dom éstica, la so c ied a d civil y la sociedad frente unidas a las necesidades comunes de la vida, comiendo
internacional. en la misma mesa y calentándose en el mismo hogar. O más
brevemente: la familia es la s o c ied a d d el m arido y la mujer,
A r t . I. N O C IÓ N D E LA S O C IE D A D asi com o d e sus hijos qu e todavía no han form ad o un hogar.
En un sentido más amplio, la familia reúne a todos los
1. Definición. — De una manera general, una sociedad hu­
miembros de una misma parentela y ésta se basa en los lazos
mana es la unión m oral estable, b a jo una misma autoridad, de la sangre.
d e varias p erson as, físicas o m orales, qtte tienden a un fin
común. Por tanto, un hombre no puede formar, solo, una
1. L a sociedad co n yug al
sociedad. Del Aiismo modo, sólo con gran impropiedad se
habla de sociedades de animales, porque entre ellos no puede 1. La sociedad conyugal es de derecho natural. — E l m a­
haber autoridad, por carecer de razón. trimonio se puede definir: la unión d e l hom bre y d e la mujer,
form an do una com unidad d e vida y una sola person a m oral,
2. Elementos de toda sociedad. — Toda sociedad supone
para la procreación y la educación d e los hijos y la muttta
dos elementos, que son: asistencia física y moral.
a ) L o s m iem bros que la componen (m ateria d e la socied a d ).
El matrimonio es de d erech o natural, por ser el único medio
b) E l fin común que naturalmente tienen o que se han
proporcionado por el que el hombre puede realizar los fines
dado libremente (form a d e la so c ied a d ). Este fin común, y
de su naturaleza: propagación de la especie y asistencia mu­
por tanto la autoridad que asegura su realización, es lo que tua entre el hombre y la mujer.
especifica la sociedad.
3. División. — Puédense distinguir diversas clases de so­ 2. El matrimonio no es obligatorio. — E s evidente, en
ciedades, según nos coloquemos: efecto, que el matrimonio es un deber social más bien que
a ) E n e l punto d e vista d e su origen. Distlnguense enton­ individual; si bien es un deber para la mayor parte, sigue
ces las socied ad es naturales: que son las que resultan de una siendo optativo para muchos. N o todos tienen la aptitud, el
necesidad natural (sociedad doméstica y sociedad civil); las gusto, los medios, la salud o las virtudes que exige este estado.
sociedades contractuales: que son las que resultan de una libre Otros tienen aspiraciones más altas y más absorbentes hacia
convención entre personas físicas o morales (sociedades ar­ el arte, la ciencia y sobre todo hacia la religión y la caridad,
tísticas, sociedades dé socorros mutuos, sociedades industria­ y su celibato está no sólo justificado, sino’ que puede ser digno
les, etc.). de los mayores elogios.
386 MORAL ESPECIAL MORAL SOCIAL 387
3. El matrimonio debe ser monogámico, es decir que no cidad profesional en los educadores, tomando a su cuidado a
puede existir legítimamente sino entre un solo hombre y una los niños sin familia y, llegado el caso, supliendo a los padres
sola mujer, porque la monogamia.es la que cumple con mayor indignos y deficientes.
seguridad los fines de la sociedad conyugal. Mas el Estado usurparía los derechos esenciales de los pa­
dres si se atribuyera el monopolio de la enseñanza y de la
4. El matrimonio debe ser indisoluble. — E l divorcio, en educación.
efecto, se opone a la perfecta realización de los fines del ma­
trimonio: fundación y estabilidad de la familia, educación de B. Deberes de los hijos.
los niños y mutuo sostén de los esposos. E s pues contrario al
derecho natural, al menos en sus prescripciones secundarías. Los hijos deben a sus padres: am or y agradecim iento, por
ser ellos sus primeros bienhechores; obedien cia, porque los
5. Los deberes de los esposos. — Los esposos tienen, mu­ padres son los delegados naturales de Dios para dirigir a los
tuamente. deberes que pueden reducirse a tres principales. niños en el camino del deber; asistencia y p ied ad filial, cuan­
Débense mutuamente: am or y fid elid ad , colaboración gen erosa do sus padres, ya ancianos, tienen necesidad de su auxilio.
y p ersev eran te en la constitución y la p rosp erid ad d e l hogar,
a p o y o mutuo en las p ru ebas y las dificu ltades d e la vida.
A r t . III. LA S O C IE D A D C IV IL
Bien que los esposos puedan abstenerse de tener hijos, mien­
tras esto se haga de común acuerdo y guardando la continen­ La sociedad familiar es la primera de todas, cronológica y
cia: es, no obstante, conforme a su estado tenerlos; y al te­ lógicamente, y todas las otras sociedades civiles le están en
nerlos. prestan un eminente servicio a la sociedad. cierta manera subordinadas, en el sentido de que están nor­
malmente ordenadas al bien material y moral de la familia.
2. L a sociedad pa t er n a

297 La sociedad paterna crea a los padres deberes para con 1. N a tu ra leza de la sociedad civil
sus hijos, y a los hijos deberes para con sus padres.
298 L Origen de la sociedad civil.
A. Debares y derechos de los padres.
a) E l estad o social e s natural a l hom bre. La sociedad, si la
1. Deberes de los padres. — Los padres están obligados consideramos en s! misma, y no en ciertas modalidades que le
por la ley natural a dar a sus hijos la educación física, m oral son accidentales, es el resultado de la naturaleza. E l hom bre,
e intelectual que les es necesaria para hacer frente a las obli­ en efecto, es em inentem ente social. Está sujeto a mil diversas
gaciones de la vida. necesidades, igualmente imperiosas, de orden físico, intelec­
tual y moral, que no pueden encontrar su plena satisfacción
2» Derechos de los padres. — Los derechos de los padres sino en y por la sociedad. Además, por instinto y por refle­
derivan de sus deberes. xión busca la compañía de sus semejantes, comunícales sus
a ) E l d erech o natural d e los padres. Tienen el derecho de alegrías y sus penas. De modo que toda perfección humana
dar a sus hijos, sea por sí misinos, sen por maestros que ellos está relacionada con el estado social; fuera de la sociedad,
elijan, la educación física, m oral e intelectual. E s eso un de­ no hay sino esterilidad, degradación y muerte.
recho natural que el Estado no puede reivindicar; porque el b ) T eorías d e l contrato social. Hobbes y J. J. Rousseau
niño pertenece a sus padres antes de pertenecer al Estado. han sostenido la teoría de que la sociedad seria el efecto de
b ) P a p el d el E stado. No obstante, el E sta d o d e b e ayu dar una convención o contra*o entre individuos. Para el primero,
a lo s p ad res a cumplir convenientemente su deber natural de en su obra L eviathan , la humanidad habría estado al principio
educadores, subvencionando a las escuelas, velando por el en un estad o d e anarquía y d e guerra: este estado es el estado
cumplimiento de las reglas de higiene, de moralidad, de capa­ natural de los hombres. Para remediar a los males que ese
388 MORAL ESPECIAL MORAL SOCIAL 389

estado trae, los hombres decidieron vivir en sociedad y abdicar 3. Los aspectos de la sociedad civil. — La sociedad civil
sus derechos individuales en las manos de un déspota. Rous­ puede ser contemplada bajo el aspecto económico o bajo el
seau, en su obra E l C on trato social, sostiene que la humanidad, aspecto político. E l punto d e vista económ ico concierne a la
en sus orígenes y naturalmente, se habría encontrado en un producción, la circulación y la distribución de las riquezas,
estad o en el qu e el hom bre, aban d on ad o a su libre naturaleza, y da origen a lo que se llama la cuestión sociat. E l punto d e
seria bueno y p acifico. La institución social, resultado de una vista político se refiere al gobierno de los miembros de la
convención entre los individuos, habría tenido por efecto co­ sociedad en vista del bien común.
rromper al hombre enseñándole el egoísmo y la injusticia.
Estas teorías están en contradicción a la vez con los hechos
2. La vida eco nóm ica
mejor establecidos y con todo lo que sabemos de la naturaleza
humana. E l hom bre, en efecto, es un ser social p or naturaleza, 300 1. La economía política. — Dase este nombre a la ciencia
en razón de su debilidad original y de sus necesidades; forma qu e establece las ley es d e la actividad humana en el dom inio
parte necesariamente de una sociedad doméstica, que natural­ d e la producción y la distribución d e las riquezas m ateriales.
mente se prolonga en el clan, tribu o Estado, mediante las Y pues se trata de actividad hum ana y de actos humanos.
asociaciones de las familias. Por mucho que descendamos la econom ía política dep en d e d e las ley es d e la moral. Sin
hacia los orígenes humanos, comprobamos siempre la existen­ duda que supone todo un conjunto de leyes naturales: pero
cia de una sociedad civil, al menos rudimentaria. En cuanto estas leyes que no son otra cosa que los h ech os económ icos,
a que el hombre es bueno por naturaleza y que la sociedad pueden y deben ser dirigidas en vísta del bien común de la
lo corrompe, es anunciar una visión utópica que la experien­ sociedad de la misma manera que las leyes físícoquimicas
cia no justifica en modo alguno. son puestas por la ciencia al servicio del hombre.

2. Fin do 1« sociedad. — Puédese distinguir un fin princi­ 2. La división del trabajo.


pal y un fin secundario, que deriva del primero. a) R acionalización y estandarización. La vida económica
a ) Fin principal. E l fin propio y dominante de la sociedad moderna tiende a dividir más y más el trabajo, es decir a
civil, que es esencialmente una sociedad tem poral, no puede especializar de una manera cada vez más estrecha las diversas
ser otro que el bien estar d e esta vida, y por tanto el bienestar funciones económicas, a fin de obtener una producción más
de sus miembros, porque el bienestar de la sociedad se com­ rápida y menos costosa.
pone, en definitiva, del bienestar de cada individuo, de su Los métodos de racionalización y de estandarización han
suma, en cierto modo, y mejor aún de su armonía. dado por resultado el aumentar Inmensamente el rendimien­
El hombre no está hecho, pues, para la sociedad o el Esta­ to del trabajo, sobre todo si se tiene en cuenta que el m a­
do, como lo proclaman ciertas doctrinas políticas modernas, qumismo. cada día más desarrollado, ha conseguido a la vez
que divinizan al Estado y le subordinan todas las actividades simplificar el trabajo humano, disminuir la mano de obra
individuales. L a socied ad es la qu e está hecha p ara la person a necesaria a la fabricación industrial y aumentar considera­
blemente el ritmo de producción.
humana, a fin d e ayudarle a cumplir su destin o, que es de
b) E l hom bre y la máquina. Estos hechos económicos, tie­
orden moral y espiritual.
nen su contra. La especializadón forzada tiende a atrofiar
b) Fin secundario. La sociedad tiene, pues, como fin, nc
las facultades intelectuales del obrero y a suprimir todo espí­
sólo la prosperidad y felicidad materiales de sus miembros, ritu de iniciativa, por la repetición mecánica de los mismos
sino también, aunque secundariamente, su bien m oral y espi­ gestos. El traba|o en cadena agrava todavía estos Inconve­
ritual. Este fin deriva del primero, porque no existe felicidad nientes y peligros. Por otra parte, el maqtiinismo, al favore­
digna de este nombre sin la virtud; y la prosperidad material cer la estandarización, tiende a provocar la subreproducción
de la ciudad terrestre no puede establecerse y durar sino por de las mercancías industriales y agrícolas y a dar lugar a la
las virtudes individuales de sus miembros. plaga social d el p aro generalizado y perm anente.
390 MORAL ESPECIAL MORAL SOCIAL 391

En presencia de estos peligros, ciertos moralistas han que­ o de la acumulación de los frutos del trabajo, por el ahorro,
rido condenar el maquinismo. Esto es una exageración. L a el provecho legitimo o la herencia.
m áquina d e b e ser e l auxiliar d e l h om bre y contribuir a l bien Sin embargo, el capitalism o ad o lece d e abusos qu e la m oral
g en era l d e la so c ied a d . Para esto, seria preciso que el orden social reprueba. El capital tiende a veces a acaparar la mayor
económico no cayera en la anarquía, sino que fuera regulado parte de los provechos, en detrimento de los derechos del tra­
de una manera racional, en la nación y a la vez en la socie­ bajador. Sobre todo, el capitalismo es reprobable cuando, por
dad internacional. medio de los trusts, de las sociedades de crédito y de los
bancos, de las sociedades anónimas, y de la especulación, lle­
ga a poner enormes fortunas en manos de unos pocos hom­
3. L a c u estió n so c ial
bres. que disponen de ese modo de una potencia formidable
301 1» Noción* — Llámase cuestión social a l conjunto d e los e invisible a la vez sobre los organismos políticos de un país
p roblem as socia les q u e abarca las d esig u a ld a d es sociales. e l y hasta sobre las relaciones internacionales.
régim en d e l tra ba jo y en particular las relacion es d e l capital E l capitalism o requiere, pues, para ser moral, la fiscalización
y d e l trabajo. activa d e l E stad o, encargado del bien común de la sociedad,
particularmente en lo que afecta a las sociedades de crédito
2. El capítol y el trabajo. y a las instituciones bancarias.
302 d) E l liberalism o económ ico. Este derecho y este deber
a ) N ocion es d e l cap ital y d e l trabajo. E l capital y el tra­ del Estado ha sido completamente ignorado y negado, en los
bajo representan los dos factores de la producción. E l capital siglos xviii y xix, por las doctrinas económicas y sociales de
puede definirse un bien econ óm ico real, d e cualquier natu­ Adam Smith. Cl. Federico Bastiat y J. B. Say. Estos econo­
raleza. ai cu al se aplica la producción (una cantera de piedra, mistas parten del principio de que las leyes económicas son
un bosque de robles, una viña, etc.), o bien: cualquier riqueza tan necesarias y fatales como las del mundo fisicoquimico,
acum ulada y q u e p rod u ce una renta (alquiler, interés, etc.) y que no hay por qué intervenir en su desenvolvimiento.
a su propietario. E l tra ba jo es la activ id ad hum ana qu e d a La regla será, pues, según la fórmula Quesnay, la de: d e ja d
a l capital un nuevo valor económ ico (el herrero da al hierro hacer, d e ja d pasar, es decir de la libertad ilimitada del trabajo,
con que construye un carro un valor; el explotador de una de la producción y de la concurrencia, del comercio y del cam­
cantera aumenta el valor de la piedra, e tc.). bio. Arom áticam ente, las leyes económicas, abandonadas a
b ) T eoría socialista. E l trabajo es el factor más importante su propio impulso, producirán efectos favorables a la pros­
de la producción. M as no es el único factor del valor eco­ peridad material de la sociedad y al bien general de los indi­
nómico, contra lo que enseña la teoría de Karl M arx, quien viduos. De ahi cl nombre de liberalismo económico dado a
pretende que e l p rov ech o qu e se en trega a l capital (o a los estas doctrinas.
capitalistas, es decir a aquellos que han puesto los materiales El error fundamental del liberalismo económico consiste
o los medios de la producción distintos del trabajo) es un en la confusión d e la ley física y d e la ley moral. Que existan
rob o q u e s e h ace a l ob rero. Hay en esto un grave error, que "leyes económicas" irremediables es cosa muy cierta. Pero
vicia toda la teoría de M arx. E l capital se valoriza m erced eso no son sino hechos, como los de la naturaleza, y no se
a l trabajo d e l ob rero (director, ingeniero, especialista, mano sigue de ahi que no deba intervenir el hombre en su des­
de obra); p e r o y a d e p o r si representa, como materia de pro­ envolvimiento. lo mismo que interviene en el de las fuerzas
ducción o como herramientas (máquinas, edificios), un valor naturales para orientarlas en provecho propio. El hombre,
económ ico real, que merece ser remunerado según su im­ como ser inoral, es superior a In naturaleza y a él corresponde
portancia. hacerla servir a sus fines morales.
c) L o s limites d e l capitalism o. No hay pues por qué con­ Por otra parte, la libertad d e h acer y d e obrar no es un
denar el principio del capitalismo. En si e l capitalism o no es absolu to y está limitada por la justicia y los derechos ajenos.
injusto: el capital es, en efecto, el resultado de la economía Abandonada a sí misma, sin control ni contrapeso, no podría
997 MORAL ESPECIAL MORAL SOCIAL 393

engendrar sino iniquidad y anarquía. El derecho del más cepcion es bastan te diferen tes entre si, y qu e van d el com u­
débil se verfa constantemente oprimido, y en nombre de la nism o a l sim ple socialism o d e E stad o.
libertad gobernarfa un régimen arbitrario y de fuerza. Es a) E l colectivism o comunista es la forma más radical del
cosa muy cierta que el liberalismo es el responsable en gran socialismo. C on den a ted a suerte d e p rop ied ad privada y quie­
parte en las perturbaciones sociales actuales y de la anarquía re que todos los bienes sean puestos en común, de modo que
económica en que se debate el mundo contemporáneo. todos puedan tomar los que necesitan, pero no más.
e) L a libertad d e l trabajo. El liberalismo no asegura, pues, Esto en teoría. D e h echo, tal com unism o no ha existido
sino la libertad del capital, pero reduce el trabajo a servi­ jam ás y no seria viable dadas las condiciones comunes de la
dumbre. La expresión "mercado del trabajo", que tanto se humanidad, porque supondría en los miembros más activos
emplea en nuestros días, caracteriza muy bien a un régimen de la comunidad tan grande espíritu de abnegación en favor
en que el trabajo, tratado como una mercancía, está sometido de los miembros menos activos o improductivos (por pereza o
a la ley del más fuerte, so pena de quedar excluido del incapacidad física), que el heroísmo seria la regla general
"mercado". N o existirá la verdadera libertad d e l trabajo de tal comunidad.
sino cuando s e restablezca una suficiente igu aldad entre e l •El comunismo, a pesar de sus principios, tiende, pues, hacia
p atron o y e l trabajador. E l sistema de contrato colectivo con­ formas menos radicales y en particular hacia el socialismo de
tribuye en cierto modo a asegurar esta igualdad, pero de una Estado. Cada vez que ha habido un intento de aplicarlo, ya
manera muy mecánica. La solución racional parece estar en sea parcialmente, bajo la forma colectivista (como en Rusia
la instauración de un régim en comunitario en que los ins­ soviética, de 1917 a 1920). se lian producido tales desórde­
trumentos de trabajo sean propiedad común de la profesión nes (despilfarro, hambre y miseria universal, anarquía, di­
organizada. La prudente y juiciosa administración colectiva solución de la familia, etc.) que hubo que renunciar a él
de los instrumentos de trabajo tendrá como efecto suprimir inmediatamente y recurrir a la tiranía más despótica para
la anarquía de la producción y con eso garantizar a los obre­ no ver caer a la sociedad en la ruina más completa.
ros el derecho al trabajo y a los jefes de empresa el libre b) E l socialism o d e E stado. Dase este nombre a la con­
ejercicio de sus facultades creadoras, mientras que el régimen cepción social qu e atribuye a l E sta d o la p rop ied ad o el con ­
liberal hace de ellos, asi como de los obreros, los servidores trol directo d e las gran des em presas d e interés público (co­
del dinero y los esclavos del provecho. rreos. ferrocarriles, carreteras, armamentos, etc.), d e tas prin­
Este régimen seria, como se ve, totalmente diferente del cipales industrias (tabacos, minas, etc.) y d e los organism os
régimen colectivista que. al trasferir al Estado los instru­ d e crédito y d e seguros.
mentos de la producción (en forma de "nacionalización” ), En general, esta forma de socialismo reconoce la legitimi­
acentúa la esclavitud proletaria, y o bien pone en manos dad y la necesidad de la propiedad privada, pero tiene la pre­
del Estado los medios de ejercer la más dura de las tiranías, tensión de reglamentar sus modalidades, a fin de conseguir,
o bien le somete (por la huelga de servicios públicos) a pre­ primero, im pedir la constitución d e muy g ran des fortunas,
siones que comprometen su independencia. mediante la supresión de la herencia, al menos en linea cola­
teral, y la estricta limitación de la herencia en linea directa,
303 3. La cuestión de la propiedad. — Los abusos del régi­ por los impuestos progresivos sobre la for'una adquirida, e tc.):
men capitalista (acumulación de las riquezas o de los sig­ y luego a fin de exten der a todos el b en eficio d e la p rop ied ad
nos de la riqueza en unas pocas manos, desenfrenada con­ privada fun dada únicam ente sobre el trabajo.
currencia que trae como consecuencia los salarios bajos y la
huelga, etc.) han llevado a los socialistas (K arl M arx, 4. La propiedad privada es de derecho natural.
Proudhon, Lassalle, Guesde. etc.) a acusar ya a la propiedad
privada, ya simplemente al régimen actual de propiedad pri­ a) E l principio. El derecho de propiedad privada es una
vada, de ser las causas del malestar que aqueja a las socieda­ consecuencia de la misma naturaleza del hombre, y mani­
des modernas. De hecho, la p alabra socialism o aplicase a con - fiéstase por la inclinación innata a apropiarse de las cosas.
394 MORAL ESPECIAL MORAL SOCIAL 395

L a p ro p ied a d privada es, en efecto, n ecesaria a l individuo pa­ m e m asa d e asalariados q u e em plea, al peligro de ver gra­
ra asegurar su subsistencia de manera regular y estable; al vemente comprometida la marcha regular de los servicios
p ad re d e fam ilia p ara educar a sus niños y procurarles los públicos y de las industrias esenciales a la economía del pais.
medios de proveer a su propia subsistencia; a l hom bre com o d) Situaciones qu e justifican la p rop ied ad colectiva. Las
p erson a, es decir como individuo racional y libre, para ase­ precedentes observaciones no significan que la propiedad co­
gurar su independencia real frente a los demás; y en fin. lectiva se haya de excluir en todos los casos y en todos los
al ciu dadan o, que no trabaja activa y perseverantemente sino aspectos. D e hecho, la propiedad colectiva pública está muy
en la medida en que puede gozar personalmente del fruto de extendida (bosques comunales, edificios públicos, etc.). De
su trabajo. derecho, esa propiedad es. por muchas razones, favorable al
b ) E l p a p e l d el E sta d o. Síguese de este principio que el bien común.
E sta d o no p u ed e p reten d er suprimir la p rop ied ad individual, Por una parte, parece normal que el Estado se reserve
sino que, al contrario, debe favorecer la accesión del mayor la fiscalización de los grandes medios de producción y de cré­
número posible de ciudadanos a la propiedad privada, garan­ dito (minas, trasportes, trasmisiones, bancos), que. al dar un
tía de seguridad, de libertad y de dignidad; y que a él p er­ poder económico tan amplio, podrían, si estuvieran sin re­
ten ece regular las m odalidades d e accesión a la p ro p ied a d d e servas en manos de las personas privadas, ser un peligro para
fija r sus con dicion es d e g o c e y d e prevenir y reprim ir los el bien público. Pero parece que más que el régimen de es-
abusos. tatización (propiedad pura y simple y gestión directa del
c) E rrores d e l socialism o. E l com unism o y el colectivism o Estado) seria conveniente el régimen d e p rop ied ad colectiva
van evidentemente contra las exigencias del derecho natural, p riv ad a vigilada p o r e l E stad o. La propiedad colectiva pú­
contra las más profundas tendencias de la naturaleza huma­ blica debería ser una excepción.
na y, por consiguiente, contra el bien de los individuos y de Por otra parte, cuando a las otras empresas, la participación
la sociedad. de los obreros en la gestión de éstas conduciría a generalizar
un régim en d e p rop ied ad colectiva privada d e las em presas.
En cuanto al socialism o d e E sta d o, no es tan pernicioso
como el anterior, a causa de las atenuaciones que introduce que bajo muchos aspectos sería favorable a la prosperidad
y a la paz públicas. En efecto, la indudable inferioridad de
en el principio colectivista; encierra no obstante graves in­
la propiedad colectiva podría quedar muy atenuada y aun
convenientes. En primer lugar, inspirase en ideas m ateria­
listas y profesa erróneamente que la sociedad no exige, para suprimida en las pequeñas empresas en las que el bien de
ser perfecta, sino transformaciones de carácter económico. todos se convierte tan fácilmente en el bien de cada uno; y
E l vicio y la virtud, la salud pública, el arte son, tal como en las empresas más importantes, se vería compensada con el
los concibe este socialismo, rigurosamente funciones del es­ aumento del valor hum ano d el trabajo y de la dignidad del
tado económico, como sí la primera fuente del desorden social trabaiador, sustraído asi a los residuos de servidumbre que las
no fuera el egoismo y las ansias de gozar, es decir factores grandes explotaciones capitalistas continúan haciendo pesar
de naturaleza moral. Por otra parte, el socialismo se funda en sobre él.
una teoría errón ea d e l valor económ ico, que ya hemos discu­
tido anteriormente (901). y que acaba por ignorar el papel y 4. La vida política
los derechos del capital, es decir de los frutos economizados y
acumulados del trabajo. Además, al transformar a la mayor 305 1 • Noción del poder civil. — El poder civil es el p od er
parte de los trabajadores en funcionarios, el E stado-P atrón , m oral, e independiente en su orden, d e dirigir tos actos d e
al que tanta devoción tiene el socialismo, se daría a si m ism o tos ciu dadan os al bien común d e la sociedad.
tareas d e extrem a com plicación, que es poco apto para cum­ a) P o d er m oral. En efecto, la autoridad civil es un poder
plir, y suprimiría uno d e los fa cto res m ás eficaces d e la p r o ­ moral y no una fuerza física, porque tiene su principio en
ducción, q u e e s e l interés person al d e l trabajador. En fin, la razón y en la razón debe fundarse siempre. Por lo tanto,
un tal Estado se expondría, en caso d e con flicto con la en or- colocar el poder sea en la ley número, sea en el capricho
39« MORAL ESPECIAL
M O R A L SO C IA L 397
de uno solo es confundir la autoridad con la violencia, y el
derecho con la arbitrariedad. g isla tiv o ); ordena y dirige su ejecución {p o d e r ejecu tiv o);
b ) P o d e t independiente en su orden , es decir que no está juzga los diversos delitos {p o d e r ju d icial).
sometido a ningún otro poder del mismo género. M as este
poder puede estar sometido, y de hecho lo está, a un poder 307 5. Las diferentes formas del poder civil.
superior: debe, en efecto, obedecer a la ley moral, y, en una
medida que puede variar, a la autoridad especificamente a) L as form as típicas d e gobiern o. Suélense distinguir tres
moral. formas-tipos de gobierno: el tipo m onárquico, cuando el po­
der reside en una sola persona; el tipo aristocrático, cuando
306 2. Estado, Nación, Patria. — Estas tres palabras no son la autoridad es ejercida en común por diversas personas: el
rigurosamente sinónimas. En efecto, designan realidades que tipo dem ocrático. cuando el poder es ejercido por el mismo
pueden ser materialmente idénticas, pero que no lo son ne~ pueblo, sea directamente, sea indirectamente, por medio de
cesariamente ni siempre. sus representantes.
a) E stad o. El Estado es una agrupación de familias some­ b) L a s form as mixtas. El poder civil es de ordinario de
tidas a leyes comunes, bajo un g obiern o autónom o, y vi­ naturaleza mixta, es decir una com binación m ás o m enos
viendo en un territorio propio e independiente. Este es el as­ equ ilibrada d e las tres form as-tipos: ciertas constituciones mo­
pecto material del Estado. En un sentido más formal, el nárquicas son verdaderas democracias ("e l rey reina, pe­
E sta d o designa el mismo gobierno y la sed e det p od er político, ro no gobierna"); algunas constituciones democráticas admi­
asi como los servicios generales necesarios al gobierno del país. ten, en diversas formas, una parte de aristocracia (cámara
b ) La N ación representa más bien una unidad m oral qu e de los lores, o de los pares, senadores vitalicios, e tc.); otras se
proviene d e la com unidad d e raza o a l m enos d e tradiciones, acercan más a la monarquía electiva.
d e costum bres y d e lengua. Diversas naciones pueden formar c) L as dictaduras. La antigua dictadura consistía en poner
juntas un solo Estado, que generalmente tiende al federalis­ en las manos de un hombre todos los poderes del Estado du­
mo, que garantiza mejor a cada nacionalidad el respeto y rante un period o lim itado y en interés de la salud pública.
mantenimiento de las cosas que la caracterizan. La dictadura moderna es un sistema político en el que el p o ­
c) L a P atria, etimológicamente tierra paterna, es la na­ d er absolu to qu eda d eleg a d o d e p o r vida en tas m anos d e un
ción considerada como una gran fam ilia, que se enraiza en soto hom bre, com o representante d e un p artid o o d e una cla­
la lejanía de las edades pasadas y se prolonga hacia el por­ se, que se consideran como los únicos capacitados para ase­
venir, y cuyos miembros están unidos entre si por especiales gurar la prosperidad del Estado. La mayor parte de estas
lazos de mutua afección y solidaridad. dictaduras tienden al totalitarism o.
La tendencia totalitaria no es desde luego extrafia a ciertas
3. Origen del poder. — Toda autoridad viene de Dios. La democracias, en las que las mayorías se convierten, concul­
sociedad civil es natural en su origen y en su naturaleza, cando el derecho, en verdaderos instrumentos de tiranía. .
según queda demostrado más arriba. Aunque muchas so­
ciedades particulares se han formado por la libre asociación
de sus miembros, como el estado social es necesario al hom­ A rt . IV . LA V ID A IN T E R N A C IO N A L
bre, las sociedades así formadas no son menos naturales, y
queridas de Dios. Por consiguiente, la au toridad. sin la cual 308 1- La sociedad internacional.
no hay sociedad posible, viene siem pre d e D ios com o d e su
a) L as relaciones internacionales. Las diferentes socieda­
prim era fuente.
des políticas, organizadas en Estados, son sociedades perfec­
tas. Pero no se sigue de ahi que puedan vivir aisladas unas
4. Funciones esenciales del poder civil. — El poder civil
de otras. El aislamiento no sería compatible con su interés ni
ejerce tres clases de funciones: establece las leyes (p od er /e-
con su deber. Los diversos Estados mantienen, en efecto, re-
M O R A L SO C IA L 399
398 MORAL ESPECIAL

1. Derecho de todas las naciones, grandes y pequeñas, a


laciones comerciales y culturales que crean toda una red es­
la vida y a la independencia. II. Reducción de los arma­
trecha y com pleja d e reciprocas obligaciones, regu ladas y
mentos y precauciones contra el abuso de la fuerza material.
garan tid as p o r el d erech o internacional pú blico y p riv ad o (de­
III. Reconstitución de las instituciones internacionales, te­
recho de gentes).
niendo en cuenta las experiencias que han puesto en evidencia
Además, la autonomía de los Estados no es absoluta, a pe­ d er'as lagunas o cosas inútiles. IV . Creación de instituciones
sar de lo que pretenden las concepciones nacionalistas del jurídicas destinadas a garantizar la ejecución de los conve­
Estado. En efecto, los Estados están en primer lugar someti­
nios internacionales, y, en caso de necesidad, a revisarlos y
dos, como tales, a la m oral internacional, que impone el res­ corregirlos. V . Tom ar en consideración las verdaderas nece­
peto de su mutua independencia, y al cumplimiento de los sidades y las justas peticiones de los pueblos, así como las de
tratados, y que funda al mismo tiempo, para los Estados que las minorías étnicas. V I . Revisión de los tratados justa, pru­
pudieran ser objeto de una injusta agresión, el derecho de ser dente y realizada por los medios pacíficos de un acuerdo
protegidos, ayudados y defendidos por los otros Estados amigable, donde sea necesaria. V I I . Restauración en las
igualmente interesados en el mandamiento de la justicia en­ costumbres públicas del sentido de la responsabilidad y de
tre las naciones. Por otra parte, y por el mismo hecho, existe la justicia social.
un bien internacional, que es el de la comunidad humana en
toda su extensión, cuyas diversas sociedades políticas son
todas solidarias y que exige una autoridad superior a los 2. La colonización.
Estados, si bien esta autoridad no es todavía reconocida uni­ a ) L egitim idad d e la colonización. E l derecho de coloni­
versalmente ni está suficientemente organizada. zación se funda en el interés que p u ed e existir, para el bien
b ) L a organización internacional. La Sociedad de las N a­ g en eral d e la hum anidad, en valorizar territorios qu e los in­
ciones (creada en 1919) nació del sentimiento de la solidari­ dígen as son in capaces d e explotar: y en el d eb er d e caridad
dad de los Estados y de su subordinación al bien internacio­ qu e incum be a las so cied a d es civilizadas de hacer penetrar en
nal, y, también, prácticamente, del deseo de poner remedio a pafses materiales y moralmente inferiores los beneficios de la
los posibles conflictos por medios distintos de la guerra y en civilización.
particular por el arbitraje, es decir del d e s e o d e sustituir en b) C on dicion es m orales d e la colonización. Para que la co­
ad elan te la fu erza p o r e l d erec h o en las relacion es inter­ lonización sea justa, e l país colonizador d e b e respetar los d e ­
nacionales. rech os m ateriales y m orales d el p u eblo colonizado, evitan­
La idea de la Sociedad de las Naciones estaba, pues, en do en lo posible, en el acto de la colonización, los medios
conformidad con las exigencias de la moral internacional. violentos y bárbaros: se ha d e guardar, además, de explotar
M as no pudo llegar a su eficacia plena por no haber podido en su solo p rov ech o p rop io los recursos d e l país y de convertir
agrupar, en su organismo de Ginebra, a algunos grandes E s­ en esclavos, mediante el trabajo forzado, a los indígenas co­
tados y sobre todo por no haber tenido nunca a su disposi­ lonizados: debe, por otra parte, trabajar p o r elevar el nivel
ción una fuerza capaz de hacer ejecutar sus mandatos. m oral d e los indígenas, facilitando, con escuelas e institutos
c) E l porvenir. Aun en medio, o cerca, del más terrible técnicos, la accesión del mayor número posible, a un nivel
conflicto que el mundo ha conocido, debemos mirar el por­ superior de cultura; y debe, en fin. conceder al pueblo colo­
venir con la confianza de que los hombres querrán ai fin nizado, en cuanto sea posible, una parte de la administración
encontrar el medio eficaz de sustituir e l rein ado d e la fu erza y gobierno de su propio país, a fin de irlos preparando a la
con el rein ad o d e l d erech o. Teniendo en cuenta los múltiples em ancipación y a la autonom ía una vez que el ejercicio de
ensayos de organización internacional del pasado, el Papa la tutela económica y política no sea ya necesaria.
Pió X II proponía al mundo, la víspera de Navidad del 1939,
siete principios que definían las condiciones en que seria
posible restablecer y mantener la paz del mundo. Estos prin­
cipios son los siguientes:
400 MORAL ESPECIAL MORAL SOCIAL 401

de estos Unes, Dios instituyó d o s socied ad es distintas, la so­


A r t . V . LA S O C IE D A D R E L IG IO S A ciedad civil y la sociedad religiosa. Pues bien, el mismo orden
de* los fines y su esencial .subordinación determina tm orden
I. N e c e sid a d s o c ia l d e l a r e l ig ió n
d e depen den cia entre las d os socied ad es encargadas de pro­
310 I . La sociedad religiosa es natural al hombre. — E l hom­ curar la felicidad del hombre.
bre. en efecto, tiene deberes para con Dios que éstán sobre a ) En las cuestiones puram ente tem porales (trabajos pú­
todos los demás deberes y que no puede cumplir sino como blicos, organización de transportes, etc.), el poder civil es
miembro de una sociedad religiosa. Esta tiene por objeto el independiente.
culto exterior, la oración pública, asi como la perfección mo­ b) En las cuestiones puram ente espirituales, el poder reli­
ral de los hombres, y finalmente su salud eterna. Aun cuan­ gioso es absolutamente soberano.
do no hubiera existido la revelación y la religión sobrenatural, c) En las cuestiones mixtas (legislación familiar, organi­
los hombres se hubieran debido reunir en un cuerpo religioso zación del trabajo, etc.) en que intervienen intereses espi­
distinto del cuerpo político. rituales y temporales a la vez. el poder civil depende indirec­
tam ente del poder religioso, en cuanto las medidas temporales
2. La sociedad religiosa es una verdadera sociedad.— de que echa mano tienen repercusiones morales y espirituales.
Compónese, en efecto, de hombres y no de espíritus. Es ex­
*
terior, visible y perfecta, por poseer todos los órganos esen­
ciales de una sociedad completa: poderes de legislar, de ad­ * *
ministrar y de juzgar.
312 Así termina el estudio d e la filosofía, la cttat p odem os
3. Independencia del poder religioso. — Esta independen­ ver ahora que es. no sólo una ciencia, sino también una
cia deriva de la naturaleza misma del poder religioso. Por sabiduría, pues al considerar las causas más elev ad as d e to
su fin propio, este poder es superior a todos los poderes civiles: real y los principios absolutam ente prim eros d et saber, en
por eso. en forma alguna puede depender de él, mientras que cierto m odo domina a todas las otras ciencias, unificándolas
ellos, dentro de los limites que señalaremos, dependen de él. y dirigiéndolas hacia su común fin supremo.
Por tanto, la sociedad religiosa puede, con absoluta indepen­ P ero esta sabiduría m etafísica, cuando ob ed ec e a su propio
dencia. enseñar, fundar órdenes y congregaciones y poseer dinam ism o, aspira a sobrep asarse a si misma, m anifestando
los bienes temporales necesarios al ejercicio del culto y demás con esto una especie d e sentim iento d e alg o inacabado. S ólo
funciones sociales. la T eología es capaz de llenar esta inquietud, no p or conti­
nuidad con el objeto d e la filo sofía, sino p or e fe c to d e una
2. R e l a c io n e s c o n p o d e r c iv il
luz gratuita y sobreem inente, qu e es la d e la R evelación
divina.
311 1. La unión de los dos poderes es natural y d eseable.— L a filosofía cristiana es propiam ente la que. at m ismo
Si la subordinación de los fines impone al poder civil la obli­ tiem po que perm anece constante y estrictam ente som etida al
gación de trabajar por el bien moral de sus miembros, ¿cómo criterio d e la evidencia racional, adm ite y ex ig e este subjetivo
podría hacerlo mejor que colaborando con el poder religioso, refuerzo d e la inteligencia, qu e proviene d e la virtud infusa
favoreciendo sus iniciativas y concediéndole protección y d e la fe , que. confirm ando d esd e lo alto las fundam entales
respeto? certidum bres racionales, préstales una luz y vigor particu­
lares. e ilumina, en ben eficio d e la razón filo sófica, tod o el
2. El poder civil está indirectamente subordinado al po­ cam po d el saber.
der religioso. — En efecto, el fin temporal de la actividad
humana está subordinado al fin espiritual de la felicidad en
la otra vida. Para ayudar al hombre a conseguir cada uno
APÉNDICE

LECTURAS

Indicamos aquí algunas obras, entre las má^ útiles que consultar, re*
ferente a las diferentes partes de la filosofía y a la historia de la filo*
sofia. Las obras propiamente escolares van señaladas por un asterismo.
El conjunto de estas obras, a las cuales serla buena ju ntar los textos ori­
ginales de los grandes filósofos, bastarla para formar una biblioteca para
la dase de filosofía.

I. IN T R O D U C C IÓ N A LA F IL O S O F IA
* J . M a k i t a i n , Introducción a la filosofía, París, 1920; Buenos Aires, 1943.
* E. B aUDIn, Introducción générale á la Philosophie, 1927.
I.. O m . e -L ai' k u n e , El precio de la vida, París, 1894; Santa Fe (R . A .),
1947.

II. L Ó G IC A

* R . J oi.ivet , T raité de philosophie, t. I. L ogiqu e, 1939.


* D. M er c ier , L ógica, P aris; Madrid.
* J . M aritain , Elem entos de filosofia, I I , Lógica menor, París, 1923;
Buenos Aires, 1943.
* A. L ai .an d e , Lectures sur la Philosophie des sciences, 1919.
* li. B audin , Précis de logique des sciences, 1938.

III. C O S M O L O G IA

* D. N y s , C osm ologie.
D. Nys, La nature d e Vespace d’après tes théories modernes depuis
Descartes, 1908.
R . L e M a s s o n , Philosophie des nombres, 1932.
A. F aro es , M atière et Form e en présence des sciences modernes.
F. Dr.scoc.Qs, Essai critique sur l’hylémorphism e, 1924.
J . C i ik v a i .i .ikm, ¡.'habitude, 1929.
L. V ia i .l k t o n , L ’Urigine des êtres vivants. L ’illusion transformiste, 1929.
II. C o i. i n . De la m atière à la vie, 1926.
L. C u e n o t , Invention et finalité en biologie, 1941.
404 CURSO DE FILOSOFIA LECTURAS 405

IV . P SIC O L O G IA IX . M ORAL

• Santo T omAs , Sum a T eológica, p. I, q. 75-83, q. 84-89. * S anto T om As , Suma tcol., .La B eaulitud ( I - I I , q. 6 -2 1 ). L os actos
• R. J olivet, T ra it! de Philosophie, t. II. Psychologie, 1940. humanos. L a Ley.
M . Buytendijk , Psychologie des animaux, 1928. * J olivet , T raité de philosophie, t. IV . M orate, 1942.
• E . Baudin, Psychologie. G il s o n , Saint T hom as d'Aquin, 1927.
• J . de l a V a is s i Í re , Eléments d e Psychologie expérim entale, 1926. * B aldin , M orale, 1936.
• W. Ja m e s , C om pendio de Psicología, París, 1 929; Rumos Aires, 1952. T iia m ir y , M orale indiduelle, 1935.
• D. M ercier , Psicología, Parts; Madrid. D 'I I u i .s t , C on féirn crs de Notre Dame.
Y . Simon, Introduction à l ’ontologie du connaître, 1934. * S ch w a lm , Leçons de philosophie sociale, 1910.
R. J olivet, L ’Intuition intellectuelle, 1934. V íala to u x , Philosophie économ ique, 1933.
E. P e il l a v b e , C aractère et personnalité, 1935. H ap. s s l r , L e travail, 1933.
H. D e Hove . M élanges psychologiques, 1931. V ai.e n s in , Cours de droit naturel, 1922.
L a T our du P in , Vers un ordre social chrétien, 1909.
V. C R IT IC A D E L C O N O C IM IE N T O G of.t z -B r l e f s , L e prolétariat industriel.
B londel , T extes et com mentaires, 1934.
J. LE TV»nqu£dec, L a Critique de ta connaissance, 1929.
L eón X I I I , Rerum novarum, 1891.
J. Maritain, L os grados d el saber, Parts, 1 9 3 2 ; Buenos Aires, 1947.
Pío X I , Quadragesimo anno, 1931.
R. J olivet, T raité de philosophie, t. I I I . M étaphysique, 1941.
R. Jo liv et , Las fuentes del idealism o, Parts, 1 9 3 6 ; Rueños Aires, 1945.
E. G il s o n , E t realismo m etódico, Paris; Madrid. X . H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA
A. F orest, D u consentement ó l'être, 1936.
T iionnard , Com pendio de historia de la fitosofta, Parts, 1 9 3 7 ; Paris,
H. D e h o v e , Essai critique sur le réalisme thom iste, 1907.
1951.
BARnp.nF.TTP., Histoire de la Philosophie, 1938.
V I M E T A F IS IC A G E N E R A L
B u r n e t , La aurora de la filosofia griega, Parts, 1 919; Buenos Aires,
R. J olivet, T raité de philosophie, t. III. M étaphysique. 1952.
J. W ebert , Assai de M étaphysique thomiste, 1927. Fp.sTUOifeRp., Socrate, 1934.
• A. V a le nm in , A travers la M étofihysique, 1927. R o bin , Platon, 1935.
• J. Maritain, Siete lecciones sobre el Ser, Paris; Buenos Aires. D i e s , Platon, 1930.
Sertillanoes, Les grandes tesis de la filosofía tomista, París, 1928; R olland -G o s s e l in , Aristote, 1928.
Buenos Aires, 1948. Pi AT, Aristote, 1912.
R omrvf.r . Histoire de la phil. chétienne, des origines i Descartes, 1937.
V IL T E O D IC E A B o y e r , L'idée de vérité dans la philosophie de Saint Augustin, 1920.
• Santo T omAs , Sum a T eológica, T ratado d e Dios (p. I, q. I a 2 6). J o l iv et , Dieu, soleil des esprits, 1934.
• R . J o liv et , Traité de Philosophie, t. I I I . M étaphysique. J o liv et , Essai sur les rapports entre pensée grecque et pensée chré­
S ertilla n o es , Les sources de. la croyance en Dieu, 1905. tienne. 1931.
G arrioou -L aoranoe, Les perfections divines, 1936. G il s o n , El esphitu de ia filosofía m edieval, Parts, 1932; Buenos Aires,
R abeau , Dieu, son existence, sa Providence, 1936. 1952.
J olivet , Etudes sur le problèm e de Dieu dans la philosophie contem po - G il so n , El tomismo, Parts, 19 27; Buenos Aires, 1951.
raine, 1932. V ionaux , L a Pensée au Moyen Age, 1938.
StwEK, Spinoza et le panthéism e religieu x,11927. S o u i .i i i e , L a philosophie chrétienne, de Descartes à nos jours, 1934.
A n cel , Dieu, accesible à la raison, 1941. * M aréch al , Précis d'histoire de la philosophie m oderne, 1933.
M aritain , E l sueño de Descartes, Parts, 1932, Buenos Aires.
V ili. F IL O S O F IA D E L A R T E C h ev alier , Bergson, 1926.
P enido , Dieu dans le bergsonisme, 1934.
M aritain , Arte y Escolástica, Parts; Buenos Aires. J o l iv et , Essai sur le bergsonisme, 1931.
B eroson , L a risa, Parts; Buenos Aires. E t c iif .vf.r r y , L ’idéalisme français contem porain, 1934.
D elacroix , Psicología del arte, Parts, 1927; Buenos Aires, 1951. V p.rnp.aux , Les sources cartésiennes et kantiennes de l’idéalisme fran­
D e B r u y n e , Esquisse d ’une philosophie de fa r t , 1930. çais, 1936.
B remond , Oración y Poesia, P arts; Buenos Aires.
D e iWtîLE, D’oeuvre d ’art et la beauté, 1920.
IN D IC E D E NOM BRES PRO PIO S 407

Parménides ( 1 ) , 189. Say ( 1 1 ) . 302.


Pascal ( 8 ) , 57, 118, 131, 156, 168, Shelling ( 1 2 ) , 180, 223.
207, 244. Schopenhauer ( 1 2 ), 223, 281.
Pavlov ( 1 8 ) . Sm ith ( 1 1 ) , 312.
Pirrón ( 4 ) , 173. Sócrates ( 3 ) , 97.
Pit&goras ( 1 ) , 1. Spencer ( 1 5 ) , 112, 245, 263.
Platón ( 3 ) , 6 4 , 278. Spinoza ( 9 ) , 128, 223.
IN D IC E DE N OM BRES P R O P IO S
Plotino ( 5 ) , 223.
Poincaré ( 1 8 ) , 51. Tom ás, Santo ( 1 7 ) , 126, 200, 205,
2 3 7 , 254, 286.
La cifra que va entre paréntesis después de cada número remite a
Protàgoras ( 2 ) , 179.
Proud'hon ( 1 6 ) , 303.
ios números marginales del cuadro histórico. Las otras cifras remiten Vigny ( 1 3 ) , 381.
a los números marginales del Curso. Quesnay ( 1 1 ) , 302.
Vries, de ( 1 5 ) , 82.

Watson ( 1 8 ).
Ribot ( 1 8 ) , 112. W undt ( 1 8 ) , 112.
Agustin, San ( 5 ) , 237. Gioberti ( 1 2 ) , 199. Rosmini ( 1 2 ) , 126.
Ampère ( 1 3 ) , 48. Gorgias ( 2 ) , 179, 279. Rousseau ( 1 1 ) , 107, 131, 298. Zenón de Citio ( 4 ) , 283.
Anselmo, San ( 6 ) , 199. Guesde ( 1 6 ) , 303. Ruskin ( 1 4 ) , 238. Zenón de Elea ( 1 ) , 71.
Arístipo ( 3 ) , 279.
Aristóteles ( 3 ) , 1, 4 8 , 6 4 , 77, 97, Hegel ( 1 2 ) , 180, 223.
121, 126, 170, 174, 195, 283, Helvetius ( 1 0 ) , 263.
286. H erbart ( 1 2 ) , 139.
Arqulntidcs ( 4 ) , 55. Ilobhcs ( 8 ) , (il, 263, 289.
Auriol ( 7 ) , 179. Hume ( 1 0 ) , 112, 127, 166, 179,
181.
Bacon, Francisco ( 8 ) , 4 8 , 57. llutchcson ( 1 1 ) , 281.
Bastiat ( 1 6 ) , 302.
Bayle ( 1 0 ) . 160. Jam es (1 8 ), 143.
Bentham ( 1 5 ) , 279.
K an t ( 1 1 ) , 71, 181, 185, 204,
Bergson ( 1 4 ) , 215.
261, 263, 274, 277, 284, 285,
Berkeley (IO ), 71. 166, 180, 184. 286.
Bernard Claude ( 4 4 ) , 55.
Bonald, de ( 1 3 ) , 123. Lamark ( 1 5 ) , 143.
Bousset ( 9 ) , 156. Lange ( 1 4 ) , 143.
Bourgeois ( 1 6 ) , 281. L a Rochcfoucauld ( 8 ) , 148.
Lassallc ( 1 6 ) , 303.
C allid e ! ( 2 ) , 279. La T o u r du Pin ( 1 6 ) , 304.
Cam éadcs ( 4 ) , 173. l iv e l le ( 1 4 ) .
Cicerón ( 5 ) , 173. I.cibniz ( 9 ) , 9 5 , 166.
Comte ( 1 7 ) , 48, 64. 245, 281, 282. Lévy-Brillìi ( 1 7 ) , 244, 256.
Conditine ( 1 0 ) , 179. Locke ( 8 ) , 64 , 179, 181.
Condorcet ( 1 1 ) , 64. Lotzc ( 1 2 ) , 112.
Desearles ( 9 ) , 4 1 , 4 5 , 126, 128,
130, 139, 143, 146, 175, 180, M alebranche ( 9 ) , 118, 126, 166,
182, 199. 182, 199.
M ancs ( 5 ) , 233.
Durkheim ( 1 7 ) , 6 4 , 65 , 244, 245, M arx ( 1 6 ) , 3 01, 303.
256, 263. M ill, Stuart ( 1 5 ) , 57, 127, 179,
245.
Epicuro ( 4 ) , 179, 279. M ontaigne ( 8 ) , 129, 134, 146.
Euclidee ( 3 ) , 52. Montesquieu ( 1 1 ) , 64.

Fechner ( 1 8 ) , 109. Newton ( 1 0 ) , 55.


Fichte ( I I ) , 180, 223. Nicolós de Autrccourt ( 7 ) , 179.
Freud ( 1 8 ) , 123. Nietzsche ( 1 4 ) , 206, 263.
CUADRO H IS T O R IC O DE LAS ESC U ELA S D E FILO SO FIA 409

Fechas Filósofos Escuelas y doctrinas

3 470-399 S ó c ra te s . Enseña el m étodo de la fi­


S o crá tic o s losofía y de la virtud.

435- ? Aristipo de C.irene. Hedonismo.


C U A D R O H IS T Ó R IC O D E LAS E SC U E L A S D E F IL O S O F ÍA
440- ? Antístcnrs. Fundador de la escueta cí­
(L os nombres en caracteres gruesos indiean ios filósofos nica.
que hnn ejercido influencio preponderante)
430-347 P la tó n . Realism o ontològico (teo ­
ria de las ideas).
381-322 A ristó te le s. Realismo m oderado (teo­
Pnódensr distinguir tu s glandes periodo*: la antigüedad, la edad ine­
dia y la época moderna. ría del concepto).
360-270 P lrró n . Escepticismo universal.
4
I. LA AN I IC O ED A D
P o sto crá - 340- 261
Zenón de Citio. Estoicismo.
En la antigüedad distinguimos la filosofía griega y la filosofía romana. tlco s
341- 269
E p lcu ro. M aterialismo. M oral det
placer (ataraxia).
A. F ilo so fía g rieg a
214-129 C arn éad es. Nueva A cadem ia: probabi­
lismo.
Fechas Filósofos F.scuelas y doctrinas
330-270 Eudides de A lejan­ Funda la geometría.
1 dría.
640-146 T a le s de M ileto Físicos, buscan el primer
P re so c rá - (Jó n ico s). piincipio (m ateria pri­ Ciencia experimental.
287-212 Aiqnímides.
tlco s ( * ) mera de las cosas).
B . F ilo so fía ro m ana
576-460 H crá cllto de Efcso. Lo real es puro devenir.
5 95-52 Lurrccio. Atonismo. Materialismo.
570-406 P ltá g o ra s. Lo real se reduce a núme­ (Sistem a de E picuro).
ros o com binaciones de
números. 106-44 Cicerón. Eclecticism o (probabilis­
m o).
540-420 P arm é n ld e s de F.l devenir es pura aparien­
Elea. cia : el ser es inmóvil ? -125 E p lcte to . Estoicismo.
490- ? Zcnón de Elea. (pan teísm o).
Hacia 170 Sexto Empírico. Escepticismo. Fenomenis­
2 460-371 D em ócrlto. Atomismo. M aterialismo. d. C. mo.
500-428 Anaxágoras. Esplritualismo. (E l mundo 205-270 P lo tin o . N eoplatonism o (panteísm o
estri gobernado por una em anatista).
In teligen cia).
205-274 Manes. M aniquefsmo (dualism o).
480-411 P ro tá g o ra s. Sofistica; escepticism o; fe ­
nomenismo. 354-430 S an A gustín (*) N eoplatonism o cristiano.

485-380 f «orgias. (*) En el período romano, que termina en el año 4 3 0 (toma de



Rom a por A larico), y hasta el renacimiento carolingio, hay que distin­
Hndia 491 Callide*. El derecho deriva de la guir la filosofia patrística. Además de San Aoustín , hay que recitar a
fuerza. C lemente t>r Alejandría (1 3 0 -2 1 6 ), O r Íof.nes (1 8 5 -2 2 3 ), T ertulia ­
no (1 6 0 -2 2 3 ), S eudo D ionisio ri . Arropaoita (siglo v) y Boecio
(4 7 0 -5 2 5 ).
(*) Las fcrlias de los prcsocráticos son sólo probables.
410 CU RSO D B F IL O S O F IA CU AD RO H IS T O R IC O D E LAS ESC U ELA S D E FILO SO FIA 411

Fechas Filósofos Escuelas y doctrinas


li. LA EDAD M E D IA

L a edad m ed ia es la ép o ca d e la filosofía esco lástica, en cuya historia s. X V I I 1561-1626 F . B a co n . Empirismo.


pu éd em e d istin gu ir el p eriod o de fo rm ació n , el apogeo y la d ecad encia. 1588-1679 I Iobbcs. —
1632-1704 L o ck e. —

J623-1662 P a s c a l. Filosofia religiosa.


A . F o r m a c ió n d e la e s c o l á s t i c a ( Máximas m orales).
1611-1680 La Rochefoucauld.

9 1596.1650 D e sca rte s. Cartesianismo ( idealismo).


F e ch as Filósofos E scuelas y d octrinas ! 637-1677 Spinoza. Panteismo.
1638-1715 M aleb ran ch e . Ontologismo.
0 1646-1716 L eib n iz. Eclecticismo idealista.
Arabes 9 8 0 -1 0 3 7 A vicena. Aristotelismo.
1 1 2 6 -1 1 9 8 Av erro es. Averroismo (panteism o Eclecticismo cristiano.
y judíos 1627-1704 Bossuet.
em anatista).
1 1 3 5 -1 2 0 4 M aim ónides. Sincretism o de aristotelis­ 10 1642-1727 N ew ton . Filosofia científica.
mo y d el judaism o.
8. X V I I I 1685-1753 B e r k e le y . Inmaterialismo.
Cristianos 8 1 0 -8 7 5 S c o t E ríg en a. Neoplatonism o. 1647-1706 Bayle. Escepticismo.
1 0 5 0 -1 1 2 0 R o s c e lln o . Nominalismo. 1715-1780 Condillac. Empirismo sensualista .
1 0 7 9 -1 1 4 2 A belardo. Conceptualismo. 1711-1776 H um e. Fenomenismo. Asociacionis-
1 0 3 3 -1 1 0 9 S a n Anselm o. R ealism o m oderado. mo.
11 1709-1751 La M ettrie. Materialismo.
B . A p o g e o d e la e s c o l á s t i c a 1715-1771 Helvctius. —
1694-1747 Hutcheson. Moral de la benevolencia.
1 2 0 6 -1 2 8 0 S a n A lberto M agno. Aristotelismo. Adam S m ith . Liberalism o económ ico.
7 Síntesis cristiana d el aris 1723-1790
1 2 2 5 -1 2 7 4 S a n t o T o m á s .
1694-1774 Quesnay. —
totelism o y del agusti —
1767-1832 Say.
nismo.
1689-1755 Montesquieu. Filosofia del derecho.
1 2 2 1 -1 2 7 4 S a n B u e n a v e n tu r a . Agustinismo.
1712-1778 J . J . R ousseau. T eoría del Contrato social.
? -1 2 8 3 C ig er de B rab an te. Averroismo.
1743-1794 Condorcet. T eoria del proe>eso indefi­
1 2 6 5 -1 3 0 6 D u n s 8 c o L Voluntarismo.
nido.

C . D e c lin a c ió n d e la e s c o l á s t i c a 1724-1804 K a n t. Criticismo (Idealism o tras­


cendental).
? -1 3 2 2 P ed ro A ureolo. Empirismo. 1762-1814 F ic h te . Idealism o panteista.
1 2 9 5 -1 3 5 0 O c c a m . Nominalismo. 12 1775-1854 Schelling. —
H a cia 1 3 6 0 N. de A utrccou rt. — i. X IX -X X 1770-1834 H egel. —
1 2 6 0 -1 3 2 7 E c k a r t M isticismo neoplatónico. 1801-1852 Gioberti. Ontologismo.
? - 1 4 6 4 N icolás de C usa. Neoplatonismo. 1797-1855 Rosmini. —

1788-1860 Sch o p en h au er. Pesimismo.


1776-1841 H crbart. Inlelectualismo.
III. ÉPO CA M O DERN A 1817-1881 Lotze. —
1815-1903 R en o u v ler. Neocriticismo.

F e ch a s Filósofos E scu elas y doctrinas 1832-1919 L a c h e lie r. Idealismo.

13 1754-1821 J. de Maistre. T radicionalismo.


8 ? - 1 5 8 8 B . T elesio . Aristotelismo naturalista. 1754-1840 dc Bonald. —
S. X V - X V I 1 5 4 8 -1 6 0 0 G . B runo. Averroismo. 1782-1854 L am e n n ais. —
1 5 3 3 -1 5 9 2 M on taign e. Escepticismo. 1794-1863 A. de Vigny. Estoicismo. M oral del h o ­
1 5 4 8 -1 6 1 7 S u á r e z . Eclecticism o neotomista. nor.
412 CURSO DE F IL O S O F IA

Fechas FHósofos Escuelas y doctrinas

1773-1836 A iiipfrr Filosofia-, de las rien das.


1766-1824 M aine de B ir a n . Psicología espiritualista.
1792-1867 Cousin. Eclecticismo.
INDICIE A N A L IT IC O
1828-1875 Lange. Materialismo.
14 1844-1900 Nietzsche. Inmoratisma.
L os eiftas remiten o los números en negra d e principio d e párrafo.
¡Los guiones reemplazan la palabra mencionada.
1819-1900 Rtiskin. Estética.
A bstracción . noclAn. 137. H I: ornilo». H 1¡ aseid ad , noclAn de la — divina. 225.
pedagogía de la. M I. asesinato. prohlhlclAn del — . 292.
1813-1878 Cl. Bernard. M étodo de las ciencias ex­ absurdo. rrditrrIAn ni. 51. a tociación . In — de Idea». 107-109: Ima-
perimentales. aludía. cln»e». IW . glnnclAn rrradprn y — , I 6.
Filosofía de la acción. u ccìdente. noctAn, dlvIslAn. 195. asociacion ism o. su concepto del luido, 143.
1861-1951 M. Blond el. a c c ió n , el accidente, 97. asp iración , prueba de Dios por las — del
1859-1940 B ergson. Filosofía de la intuición. activ id ad . noclAn. 147: teoría de la — de alma. 213.
1883-1951 L avette. Filosofia de ¡a participación luego. 237. ataraxia. noclAn, 279.
arto. noclAn. 73: 191; 195: la lorma co­ afcnclAn. naturalera. 133: lorma». 131| efec­
mo — . 77: Dio». — puro. 205 — hu­ to». 135: papel. 136: — y hábitos. 94:
1748-1832 Bentham. Empirismo. mano y —■ del hombre. 751 : el — huma­ — y memoria. 115.
1S 1806-1873 8 tu a r t M ill. Utilitarismo. no en cuanto voluntarlo 76S, ?W ¡ el — atribución, analogía de — . 190.
humano en cuanto moral, 270, 272. atribtito lAglca. 16.
1820-1903 Sp en cer. Evolucionismo. adm iración , la — en la emoclAn eatttica. atributos divinos. noclAn, 218: — entila-
238. tlvos. 220: — operativo», 221-222.
1744-1829 L am arck . Transformismo. a fec c io n e t sim pàtica». noclAn y papel mo­ autom atism o, el — y el hábito, 91.
ral. 130. anlonomln. del agrnle moral. 284: 286.
1809-1882 D arw in. — agnosticism o. noclAn. 200. autoridad, el método de — , 42.
1848- De Vries. Mutaeionitmo. ag resión . In|u»ta — . 792. axiom a. noclAn en matemáticas. 52; — res­
álg eb ra. noclAn, 50. pecto del acto y la potencia, 194: red-
alm a noclAn general. 81; — vegetativa, pecio de la causalidad. 197.
1801-1850 Bastiat. Liberalism o económ ico. sensible, racional, 82: naturatela del — arar, el — y el orden del mundo. 210.
16 1809-1865 Pround’hon. Socialismo. racional. 161. 165: unlAn del — y del b ellas nrtes. noclAn, 236: dlvIslAn, 239.
1808-1883 M arx. Comunismo. cuerpo, 166. 167; drsllnn del — . 168. b ellera . la — subsistente. 208. 237. 238.
169: deberes para con el — . 291. b ello, naturalera. 237.
1825-1864 Lnssntle. —
altruism o, primitividad del — . 123: mora­ ben evolen cia, moral de la — . 231.
1845-1922 Guesde. Socialismo. les del — . 281 - 282. bien, el — trascendenlal. 192 bis.; el —
alucinación , teoría de la — verdadera, objetivo, 270.
103. bien com ún, noclAn. 254.
1806-1882 L e P lay . Sociologia cristiana. amor, el — y el odio. 129; el — divino. b iolo g ía, proceso» de la — , 60.
1834-1924 L a T o u r du Pin. — 222: el — de Din» »obre toda» la.» ro ­ bon dad, la — trascendental. 192: la —
sas. 287. subsistente. 208.
an álisis. noclAn. 54: regla» de su empleo, calum nia, la — desde el punto de vista
1851-1925 Bourgeois. Solidarismo. 45: en la» matemAtlca». 51: — y abs- moral. 293 bl».
tracciAn. 141. cambio. noclAn, 194; — y noclAn de sus-
17 1798-1857 Com te. Positivismo. an alog ía. noclAn. 190; In — fuente de tnncln, I9S.
descubrimiento». 55: In • - en el conoci­ can tidad. noclAn. 69 - 72: 195.
1828-1893 Taine. Epifenomenismo. miento de lo espiritual. 187: In — del cap ital. noclAn 301.
1858-1917 D urkheim . Positivismo sociológico. ser. 190.
capitalism o. noclAn y limites. 301: abusos
Lévy-Brühl. an im ales máepiinas. teoría de lo» — , 120.
1857-1940 — an teced en te, noclAn, 20: — y consecuente
del — . 303.
capricho, naturalera, 149.
en el método experimental. 57.
18 1801-1887 Fechner. Psicologia empírica. antropom orfism o, noclAn. 227. carácter. noclAn. 156: formsclAn del — .
ap reh en sión , en lAglcn. 10. 156.
1832-1920 W undt. —
caridad. noclAn y fundamento. 26 J: Justicia
argum ento noclAn, 20.
1842-1910 W . Ja m e s . Pragmatismo. argum ento on tològ ico, n oción ft d iscu sión . y — . 266.
1839-1916 Ribot. Psicopatologia. 199. categ orías. noclAn. dlvIslAn, 195.
aristocracia. noclAn. 306. causa. noclAn. 196: dlvIslAn, 197: origen.
1856-1940 Freu d . Psicoanálisis. 125. 1 7 6 - 177: — coordinadas y subor­
aritm ética. noclAn. 50.
1849-1936 Pavlov. T eoría de los reflejos con­ arm onía, noclAn, 239. dinada», 203; la — absolutamente pri­
dicionados. arm onia p reestab lecid a. noclAn 166. mera. 206: la prueba de Dios por tas
arquitectura. noclAn, 739. — fiante», 709; la — ordenadora del
1878- 'Watson. Rehaviorismo. arte. nnclAn. 236: la» — y la asoelaclAn universo. 210.
de Idea». 109: la *‘rellplAn del arte” , cau salidad, principio d e — 176: condicio­
1854-1912 II. Poincaré. Pragmatismo científico. 238: — plastico». 234; la» reglas del nes de la — 203: valoc del principio
J . Maritain. Tom ism o. — , 240; '— y oficio. 241: — y moral, de — . 204; prueba de Dios por la — ,
1882- 242. 206.
414 IN D IC E A N A LITIC O 415
CU RSO D E F IL O S O F IA

c iM iN ili, noción. 99. obligación moral, 261, 276; deberes para eugtnlsm o. punto «le vista moral, 292.
12. 13; proposiciones contradictorias, 18; ei'iifcnria, noción. 32, 39, 10.
ctrleta, noción y división, 32; criterio principio de no — . 1 7 6 - 177. con — . 287. 288.
supremo de — . 10. discu rso, noción. 130. evolución, problema de la — , 83 - 85; la
contrariedad, nociones contrarias, 12; — las
ciencia, en general. I . 16; en sentido mo­ d istin ció n , la — real de esencia y de ser. — y el orden del mundo. 210.
proposiciones contrarias. 18. evolucionismo, noción y formas, 83: teoría
derno, I ; — y filosofía, 2: la — tiene con trato co lec tiv o , el •— del trabajo, 291. 193.
d iv isión , noción, especies, reglas. 15. del instinto. 116; — panteística. 223.
per obfeto lo general y necesario, 17: con trato to e ia l. teoría del — . 298.
d iv isión d e trabajo, noción, 300. ex citació n , leyes de la — . 98.
clasificación de las — . 18; — de la con v ersió n , de las proposiciones. 19.
dogm atism o, noción. 175. excitante, especificidad del — . 99.
naturaleza, 53 - 60: la Imaginación en la c ó p u la . 16.
d olor, causas. 121; ob|eto. 125. rrisfeni'i.i, noción, esencia y — , 193.
— . 106; la — divina. 221; la — mo­ riiri‘iy r j| i j. noción. 219.
(fualilmo. el — maniqueo. 233. ex nlltilo. sentido. 228. 229.
ral. — normativa. 213, 215; la — de c orp orac ió n , legitimidad. 291; naturaleza,
du da, noción. 31; — metódica de Descartes. experiencia, la - - en las matemáticas. 51;
las costumbres. 211; la — moral. 215. 301.
ciencias m ótalet, noción, división, métodos. 13. 175. la — y el Idealismo, 183; la — en las
c o sm o lo g ía , noción, división, 68. pruebas de Dios. 201; la — y el pan­
61; moral y — . 213. 217. c r ea c ió n , noción. 228; objeciones contra la d u elo, punto de vista moral. 292.
circulo vicioso, noción. 36. duración, noción. 71; la — concreta. 75; teísmo, 223.
— . 229; la — continuada. 230; — y ex p erien cia m ística, prueba de Dios por
circunstancias, las — y la moralidad. 270. ley eterna. 255. la — aenslbte común. 99; creación y — .
claridad, la — . cualidad de la bailesa. 237. 228; conservación y — , 230. la — . 215.
creen cia, nocióa. 113; espontaneidad de la experim en tación , noción y principio. 56;
clasificación, la — en las ciencias natu­ — en D ios. 2I6 . economía, el hábito, función de la — . 106.
econ om ía p o lític a , noción. 300. m¿Modos de — . 57; la — en sociología.
rales. 60. c riterio, noción. 38; el - - de la evidencio.
ed u ca ción . — de los sentidos. 101; — In­ 66; la — rn psicología, 89
clasificación d e tai ciencias: las diversas 10.
extensión, noción. 70; su realidad, 71; la
— . 18. c ritic a J c l con ocim iento, cómo se distin­ telectual. 111 - 116; papel de la memoria
en la — Intelectual y moral. 111: — de — sensible común, 99; primitividad de
coacción, la — . propiedad del derecho, 262. gue de la lógica. 8; noción. 172.
la voluntad. 119. la sensación de — . 101.
coincidencia solitaria: método de la — criticism o, noción. 181: discusión. 185.
e fe c t o , noción. 196. extensión, relaciones con la compteheoslóo.
57. cu alid ad sen sib le, noción. 98; división. 99.
eficiencia, noción. 196 bis. I I ; división de las Ideas en cnanto a
colectivismo, noción. 303: error del — . 301. cu erpo, noción. 69. 76; espacio y — . 72;
ejec u c ión , noción, 117; patología de la — , la — . 12; en el silogismo. 23.
mollento, creación y — temporal. 228. los principios constitutivos del — . 77;
118. ex teriorid ad . Inicio de — , 103.
co/oniraclón. noción y condiciones. 309. actividad y pasividad en los — . 78; facu ltad, noción de las — del alma, 90.
comprehensión. noción, I I ; división de las unión del alma y del — . 166 - 167; de­ emanarismo. noción. 223. 228.
em oción , noción. 126; naturaleza, 127; la fam ilia, noción, 296.
(deas por tu — . 12: en el silogismo, beres con respacto al — . 290.
— estática. 238. fe lic id a d , la — fin último del hombre, 252.
23. cu estió n social, noción, 301.
culto, noción, 288. em pirism o, noción. I ; — sensualista. 179; 283. 286.
compuesto, el — humano. 161, 1 6 5 - 167.
el — y la fuente del derecho. 263. fid eísm o, noción y discusión, 200.
comunismo, noción. 303; errores del — , cultura, la — artística, 101.
em u lación , función de la — , 130. figura, del silogismo, 25.
301. d e b e r , noción. 260- 261; deducción de los filo s o fía , naturaleza. I; objeto. 2; método.
concepto, noción. 111; — univoco, equivoco — . 217; prueba de Dios por el — . 2 I2 ; an stiia n ta . método de — . 12.
en si. noción. 195. 3; división. 1; tratados de la — , 5;
y análogo. 190; — del ser, 191. deberes para con Dios. 287 - 288; los
c onceptualismo, noción. 112. cntim em a. noción. 27. cristiana.* 312.
— puro con el cuerpo. 290: — para con fin . n oción . 197 bis; origen de la Idea de
conciencia colectiva, noción. 61. el alma. 2 9 I; — con el prójimo. 292-291; ep icu reism o, noción. 279.
e qu id a d , legalidad y — . 266. — . 125. 1 7 6 - 177: el — último, 219.
conciencia moral, noción. 213; 271; moral — con los padres, 297.
tq u lv o c id a d . noción, 190. 251 - 253.
y . 218; el testimonio de la — 256: d e c is ió n , noción, 117; patología de la — . fin a lid a d , la — en biología, 60; principio
formación de la — . 272; sanción de 116. eq u iv o co , naturaleza. 35.
error, naturaleza, causas, remedios. 33; — de — , 76; la — en la prueba de Dios.
la — . 275; 276. d efin ic ió n , noción, división y regla, 11;
de los sentidos. 1 7 3 -1 7 1 ; los — de la 209; — y mecanismo. 210.
conciencia psicológica, nnturnlesa, 157; for­ lo — matemática. 52. ¡Inailsm o. el — objetivo de Santo Tomás.
mas, 158; estensión. 159; efectos del d ellb erm io n . nación, 117; patología de la Inteligencia. 171.
e s c ín d a lo , desde el punto de vista moral. 286.
hábito sobre la — . 9 ). — . 118.
292. fin e ta , espíritu de — 116.
conclusión, naturaleza, 20. dem en te, e l — y el derecho. 262.
concordancia, método de — . 57. escep ticism o, noción, 173; discusión del — . físic o , relaciones de la —- y lo moral. 167.
d em érito, noción. 271; dolor y — , 111.
concurrencia, la — vital, 83; electos de dem ocracia , noción. 307. 171. form a, del juicio, 16.
la — económica. 303. esclav itu d . la — y el punto de vista mo­ form a a p riori. noción, 181: el principio
d em ostración , la — matemática. 51; ele­
condición, noción, 196; las —- orgánicas mentos de la — matemática. 52. ral. 292. de causalidad no es una — . 201.
del pensamiento, 121. escultura, noción. 239. form a sustancial, noción. 77; unión de la
d e re c h o , noción. 262; fundamento del — ,
condicionamiento, el — universal, 202. 263: ios — de los padres. 297. esen cia, noción. 28. 193; el silogismo se — y de la materia. 77; la — . principio
conducción nervlota. velocidad de la. 98. d e re c h o d e gen tes. noc!6n. 308. funda en la — , 28; — y existencia, 193; especifico, 79: la —- principio de la
conflicto, el — , propiedad del derecho. la — de Dios, objeto de la ciencia evolución. 81; la — como causa. I97.
d e re c h o nntural. noción. 256; inmutabilidad
262. divina. 221. fu t r ía , la — y el derecho. 260, 263.
«Id — , 256; ptimer principio del — , 257:
conjuntos, método de los — , 115. el culto es de — . 288: la asociación espacio, noción. 72. fu rria , noción, 260; la — ca sociología.
conocimiento, el — sensible. 98 - 101; el esp e c ie , noción. 10. 79; evolución de las 61; — y libertad. 269.
es de — , 291: la sociedad conyugal es
— Intelectual. 1 3 2 - 116: 1 7 6 - 178; c s - — . 8 3 - 8 1 ; — sensible. 100. fu n ción , idea de — en biología. 60; la
de — . 296; la propiedad privada es de
lenslón del — . 1 7 9 - 187; el Idealismo — . 301. espíritu critico. 115. — crea el órgano. 83 - 81; las — psico­
falsea la Idea del — , 183. esp iritu alid ad , del alma. 165; conocimiento lógicas. 90; las — de la vida activa:
d etern in ism o , noción. 59; en sociología. 65. de lo espiritual. 187.
con ten en cia, — y consiguiente. 20. en psicología, 89; 160. 117; las — del poder civil. 306.
coniantlmlento universal. prueba de D ios esposos, deberes de los — , 296. g en eralización , noción, 111; las — apre­
d ev en ir, noción pantclsta del — universal, esta d ística, noción. 62.
por el — , 211. 223. suradas. 111.
conservación, la — del mundo. 230: la ley esta d o, noción. 306; familia y — . 297; — g én ero, noción. 10; — próximo. 11; el ser
d in selo. argumento del. 173. 171. y persona humana. 299; y — capitalismo,
de — Individual y especifica. 257. dictadu ra, noción. 307. no es un — . I89.
consiguiente, noción del — lógico. 20: no­ 301: socialismo de — . 303 - 301. geom etría, noción, 50; espíritu de — . 116.
dictam en , el — de la razón. 259. esta d o afectiv o , representación y — . 98.
ción en el mllodo csperfmcntal. 57. pobiernu. formas de — . 307.
contigüidad. ley de — . I08. d iferen . ú , método de — , 57. estética, noción. 236; el sentimiento — . 237.
g o to , la belleza, fuente da — . 237.
contingente. In clenei.« v el 17; noción d ifer e n cia e s p e c ific a . noción. I I . 79. estim ativa, noción. 99.
e ttr n id a J. noción. 75; la — divina. 220; g rad os, prueba de Dios por los — de los
del — , 193; prueba de Dios por el — . d ilem a. 27.
la — del mundo e Idea de creación, seres. 208.
207. din tel, ley del — diicrcncial. 98. guerra, la — y la moral. 308.
continuo, noción, 70; las antinomias del — . D ios, ciistcn cla , 199-217; naturalesa, 218- 229.
ética, noción. 211. h áb ito, naturaleza y especies. 91: leyes.
71. 227; — y el mundo, 233 - 231; — so­ 91; requisitoria contra e l . — , 96; — y
contradicción, las nociones contradictorias. berano bien. 252; — . fundamento de la eudem onism o, noción. 283; valor, 285.
416 CURSO DE FILOSOFIA INDICE ANALITICO 417

memoria, 114; — e Instituto. 177: el — lunatism o, noción y discusión, 120. de Individuación. 80: critica de fs no­ n afu raleta. Imitación de la — , 240.
de querer, 149. Inquietud, el hecho de la — humana, 213. ción de — . 180, 184; la — como causn. necesario, noción. 47: S e r — , 203; *1 silo­
h áb ito. noción, 195: el arle como —, 21(1: Instinto, nnclóó. 117: origen, 120. 197. gismo se rrflere a lo — , 28.
710; 711. In trlrrto activó, noción. 142, 177. m aterialism o, noción; — de Hume, 166: el n ecesid ad . In — no puede fundar el de­
hacer, noción, 235. Intelecto pasiub. noción, 126. — de Ins ; doctrinas socialistas, 304. recho, 263.
hecho m o n i, naturalera y origen del — , In teligencia, niiturateza, 138; 142; papel de m atrim onio. Poción, 296. n ecesid ad . — física y obligación moral,
743. la — en la 'cree n cia , 143; educación de m ag or. noclóh. 22. 260.
h tc h o social. noción, 64. 65. la — . 144 - 146: — e Instinto, 118: efec­ m ecanism o. Insuficiencia del — . 84. 110; — n ervio conductor, naturaleza, 98: especifi­
hedonism o. noción, 270: dlscoalón, 271. tos de los pasiones sobre la — . 129; y finalidad, 210. cidad del — . 99.
h ered ar, el socialismo y el derecho de. 303. veracidad de la — . 174, 175; naturaleza, medro. Influencia del — en la evolución, niño, el — y el derecho, 262; deberes de
herencia, la — como factor de evolución, 178: ob|eto de la — , 187; la — divina, 83 - 84. los — . 297.
83 * 84; — y moralidad, 276. 221. melodía, noción. 239. nociones prim eras, naturaleza y división,
hllcm orfism o. noción, 77 - 79. In telig ib ilid ad , noción, 192 bis. memoria, noción y análisis. 113: papel. 114: 176: origen. 177; las — del orden moral.
h ip ó tesis. noción y condiciones. 55. Intención, noción. 270; mérito de 1n — . ejercid o de In — , 115: percepción y — , 24J.
historia, noción, procedimientos, 62: (es 274. 100; la — en la formación Intelectual nom inalism o, noción. 126.
una ciencia!. 63. Interés, ley del — , 109: moral del — , 279. y moral. 114. número, noción, división, 6 9 - 7 0 ; ct tiem­
hombre, moral y conocimiento del — , 247: In trospección , noción y ventajas en psico­ m enor, noción. 22. po como — . 74.
fin óltlmo del — , 218, 251 - 253; acto logía, 87. mentira, naturaleza y especies, 293. ob ed ien cia , naturaleza, 149.
del — , 251: el — no es unn máquina, Intuición, noción, 139; Invención y — , 55: m érito, noción, 274: el placer y el — , ob jetiv id ad , d e las cualidades secundarlas,
294: el — es un ser social. 298. la — de los primeros principios, 177: 141. 99.
hom icidio, noción. 292. — de la existencia de Dios, 199, 217; m e ta fís ic a , noción, 3. 170; método de In — , o b je to , noción, 100.
honor, sentimiento del — , 151: moral del la belleza, objeto de — , 237; — del 171: noción de la — general, 188: prue­ obligación moral, noción. 260; fundamento
— , 281 - 282; respecto del — ajeno, 293 primer principio de la mortalidad. 257. bas — de Dios, 201 - 210: moral y — de la — , 261; la — , prueba de la li­
•bis. in ven ción , método de — , 42; fuentes de 246. 247, 261. 284. 285. bertad, 160; prueba de Dios por la — ,
huelga, cansas, 300, 303. la — , 55; el Inconsciente psicológico y m etáfora, noción. 35. 212; — y metafísica. 246; placee y — .
humanidad, moral de la — . 281 - 282. la — , 95; la Imaginación creadora y la m étod o, en general. 41; de la filosofía. 3; 280; In — en la moral de Kant, 285;
Idea, naturaleza, 10: clasificación. 12; re­ — . 106. los diferentes — , 4?; procedimientos ge­ — en el eudemonismo. 286.
gia formal de la — , 13; Imagen e — , in v iolab ilid ad , la — del derecho, 252. nerales del — . 44; la distinción de los obrar, noción del — , 235.
137: la concepción de las — . 138: la — ju eg o, noción, 237. — , 49: de las matemáticas, 50, 53: de ob serv ació n , noción y condiciones, 54; la
abstracta, 141, 142; las — generales y fu icio. noción, 16; especies de — . 17: el las ciencias de la naturalesa. 53 - 60: de — en sociología. 66: la — en psicología.
la cultura del espíritu, 144: la memoria — en psicología, 138: originalidad del las ciencias morales, 61 - 67: el — ex­ 87.
de las — . 115: concepción Idealista de — , 143: formación del — . 115: verdad perimenta!, 53; los — de experimenta­ obstin ación , naturalera. 148.
la — . 180; conocemos mediante la — , y ertor sólo están en el — , 102. 174: ción, 57; el — de la psicología, 87 - 89: ocasionalism o, noción, 166.
183. el — práctico moral. 259: 260; el — el — cartesiano. 175; — de la teodicea. o d io , reducclóo del — al amor, 129.
Ideal, arte e — . 240. temerario. 293 bis. 198; — de la moral, 247. oficio, arte y — . 241.
Idealism o, noción, 179; 180 - 185: el — jn stiela. noción y división, 261; — y cari­ m ied o. — y libertad. 269. olv id o, el — . auxiliar de la memoria. 115.
cartesiano. 182. dad. 266: sanción moral y — . 276. m ilag ro. 232. on tolog la. noción, 188.
iden tidad, principio de — . 176. 177. lapsu s, los — y el psicoanálisis, 159. mínimum v ital, noción. 294. ontologism o. noción, 1 4 2 - 1 9 9 .
Ignorancia, noción, 31; — y moralidad. legitim a d e fe n s a , caso de — . 292. m od o, del silogismo. 26. op in ión , noción. 31.
269. len gu aje, noción y origen, 140. m onarqu ía, noción, 307. opinión p ú blica, la sanción de la — . 275;
im agen. 137. ley. noción. 254; la — eterna, 255: la — m onogam ia, noción, 296. 276.
Im aglnaclén, noción. 105: — creadora. 106; natural, 256 - 257; la — positiva, 258: m o n o id eismo. rl — de la pasión. 129. op o sición , las cuatro — y sus leyes, 18.
función de la — , 112. la — . fundamento próximo del drrecho, moral, noción. 243; sentido —, 245: el pro­ oración, noción, 289.
imitorfón, noción, 122; la — de la natu­ 761. blema — , 250: relación de lo (Isleo y ord en , prueba de Dios por el — del mun­
raleza, 240, leg ( c ie n tífic a ), noción, 58; naturaleza de lo — , 167; diferentes concepciones — . do. 209-210; el — , aspecto del ser, 210.
im perativo, categórico e hipotético. 284. la ley sociológica, 65; las — en psico­ 279 - 286. órgan o, el — sensible. 98: pensamos sin — ,
im presión orgán ica, en la sensación. 98. logía. 89; las — de la asociación de moraf ( f e ) , noción. 243-246; método. 247: 138.
im pulabilidad, noción. 273. Ideas. 137: la — de la oferta y la de­ Importancia, 248: sociología y — , 242; orígenes humanos, el problema. 85.
inclinación, noción y división, 121: pro­ manda. 294 bis. panteísmo y — , 223: arte y — , 242: la p ad res, derechos y deberes de los — , 297.
blema de la reducción de las — , 123: liberalism o, económico, 302. — es una ciencia, 245: — y m etafísica. p an teísm o, noción y formas, 223; discusión.
— y pasión. 128: pedagogía de las — . librrtad . noción, 150; pruebas de la — . 151: 246: 247, 261, 284. 285: las — utilità- 224; la Inmortalidad del a la » según
1 3 0 -1 3 1 . — yf deterninismo, 89; costumbre y — 92: ristai, 279 - 286; las — sentimentales o el — . 168; objeción del — contra la
inconsciente, noción, 158: problema del — aunque falible. In — es un bien, 234: altruisti«*, 287; las — racionales. 283- contingencia, 207.
psicológico, 157. valor de la — . 761; — y moralidad. 286: economia política y — . 300; capita­ paralelism o p s tc o fls leo . 88.
Individuación, problema de la — . 80. 268 - 269; la — de conciencia, 293 bis: lismo y — , 301; la — Internacional. p asió n , noción y causas. 128; afectos. 129.
Individuo, noción, 80: sociedad e — . 64. llmlles de la —. 302. 308. Imaginación y — , 112; pedagogía de las
261. lim itación , la — , propiedad del derecho, m oralid ad , la — objetiva, 270; la — «ub- — . 130: el accidente — , 197: — y vo­
inducción, noción. 29; la — en matemá­ 202. Jetlva. 271 - 272. luntad. 269.
ticas, 51: la — en las ciencias de la ló g ic a , sus principales problemas, 5 : defi­ motor. Dios primer — , 205. p atria, noción. 306.
naturaleza, 58; fundamento de la — , 69. nición. 6; Importancia, 7: división, 8; m ovim iento, noción y división. 73: el — p ecad o, roción. 234.
inercia, la malcría, principio de —. 78. — material, 40. Inmanente, 81; el — , sensible común, pensam iento, noción, 138. 139; formas, 122;
inferencia, noción, 20; teoría de In — 114. ló g ic a fo rm al, división, 9. 99; prueba de Dios por el — , 205. Instrumentos del — , 140,
infinito. Imposibilidad de Ir al — , 202. lugar, noción. 72. 195. m u ltip licid ad , noción, 70. p ercep ción , noción, 103; educación de la
infinitud, divina, 220. m al. noción. 192 bis. 231, 250; problema mundo, distinción de Dios y del — , 223- — . 101; argumento de las pequeflas — ,
innmanenela. principio de la — . 180: la del — , 233. 225. 159.
— divina, 225. m aledicen cia, noción. 293 bis. mundo exterior, problema del — , 180-185, percepcion lsm o, noción, 103.
inmaterialism o, noción, 166; discusión. 184. m aqulnism o. consecuencia del — . 300. m ú sica, noción. 239. p erfec c ió n , la — , fin último, 252.
Inmensidad, divina, 220, m atem áticas, noción, división, origen, 50: mutaciones, noción, 83-84. p trson a, noción, 262: Estado y — humana,
inm ortalidad, noción, 168; — del alma hu­ procedimientos, 51. 52. m u tilación , punto de vista moral, 292. 299.
mana, 169. m ateria, del Juicio, 16. nación, noción, 306: Sociedad de las — . person alid ad , la — moral, 153; idea de
Inm utabilidad. — divina, 205; — del de­ m ateria prim era, noción. 77; unión de In 308. — aplicada a Dios, 226.
recho natural, 256. — y de la forma, 78; la — principio n ada, el ser no viene de la — , 224. pesim ism o. Imaginación y — . 112.
418 CURSO DE FILOSOFIA IN D IC E A N A LIT IC O 419

nes de la — . 275. 276; naturalera de trascendental, noción, 189; propiedades —


petición d t principio, nocido. 36. r e fle jo s , noción. 117.
la — religiosa. 311. del ser, 192.
piedad (c a n p a sió n ). moral de la — . 281. reg la s, las — del método cartesiano, 45; trosform ism o. noción. 83.
so c io lo g ía , noción. 64; especificidad de la
282. — del arte. 240.
— 65; historia y — , 62; el determinia- tristtza. la — en h emoción estética. 238.
pintura. noción. 239. reg resió n , la — al infinito. 202.
mo en — , 65; método. 66; papel. 67. tropismo, noción. 117.
pirronismo, nocida. 173; dltcutldn. 174. relo c ió n , el accidente — , 195 bis.
sofism a, naturalera, 34; — de palabras y tuttorismo. noción, 272.
placer, cansas. 124; papel del — . I2S; ale­ relativ id ad , ley de — de las sensaciones.
de ideas. 35; refutación de los — . 37. u bicuidad. — divina, 220.
gría y — . 238; la moral del — . 279- 98.
280. solid ad , moral de la — , 281, 282. unicidad. — divina. 220.
r elig ió n , noción. 287; necesidad social de
sariies. noción. 27. unidad, noción, 69; división. 70; la —
poder, noción del — civil. 305; origen del la — . 310; la — y el poder civil. 311;
trascendental. 192.
stan d ariración . noción, 300.
— . 306] formas del — civil. 307; rela­ la — dr la belleza, 238.
subsdternns. proposiciones — . 18. unión, noción. 166.
ciones del — civil y ilel — religioso. rep etic ió n , la — en la adquisición de los
subconsciente, noción y dominio del — , unii’crsuf, noción. 12; 112; el silogismo es
310-311. hábitos. 94.
159. en materia — . 28.
poesía, noción. 239. rep resen tació n , estado afectivo y — , 98.
126. 127. subcontrarias, proposiciones — , 18. universales ( lo s ) , noción y problema, 112;
p osttipism o, el — y el derecho natural.
rucóos, los — y el psicoanálisis, 159. sentido del problema de loa — , 187.
256: el — y la obligación moral. 261. residu os, métodos de los — . 57.
sufrim iento, noción. 231. univocidad, noción. 190.
postulado. c| — matemático. 52. resp on sab ilid ad , noción. 273; hábito y — ,
suicidio, prohibición del — . 290. utilitarism o, noción, 279.
potencio, noción. 73; 193. 191; la materia 107; sentimiento de — y libertad. 160.
sujeto, en lógica. I6; los — del derecho. valor, los — morales, 213; noción del —
como — , 77. restitu ción , deber de — , 294.
262. moral, 271; el — económico, 301; error
premisas, noción. 22. riq u eza s. — y capital. 301.
sustancia, noción, I95; origen, 125; 176- socialista sobre el — valor económico,
présenle, noción. 75. ritm o, noción. 239.
177; critica de la noción de — . 180 301.
principio (p rim er), naturalera. 176; origen. r ob o, punto de vista moral, 294.
181. variaciones con stan tes, método de las va­
125: 177] el — del derecho natural. rutina, y hábito, 96.
tab las d e B acon . noción. 57. riaciones — . 57.
257. sab id u ría, la filosofía como — , 312. tem peram ento. — físico y carácter, 156. veracidad, deber de — , 293.
probabilidad. 31. sala rio, elementos del Justo — . 294 bis. tem planza, el deber de — . 290. u trlo, el — como cópula, 16.
probsbilismo critico, noción. 173; discusión. san ción , noción. 275: necesidad, 276; valor, tenden cia, noción, 116; 121; bien y — , verdad, noción y división. 30; evidencia y
174. 277. 192 bis. — , 39; conocimiento de la — , 173; !7 f ;
probabllismo moral, noción. 272. s elec c ió n natural, noción. 83. teo d ic ea , naturaleza, método y división. 198. la lógica. 178; la — trascendental, 192;
probsbillorismo. noción, 272. sem ejan za, ley de la — . 108.
teo lo g ía . — y teodicea. 198. la — subsistente. 208.
profundidad. percepción de la — . 101. sen sación , noción, proceso, 98 - 99; la —
teoría p eriféric a — de la emoción. 126. fia s , las cinco — de la prueba de Dios.
progreso, el hábito, factor de — . 92; la como conocimiento. 100.
te o r ía s c ien tífica s, noción y valor. 58. 205.
memoria y el — intelectual y moral. sen sib ilid ad , noción. 116; formas de la — . ficio. noción. 278,
124 - 125; — y carácter. 156. tercero e x clu id o, el principio del — . 176.
114: el — moral y la vida económica. vida, noción, 81; grados. 82; la — afec­
304. sen sible, los — propios y los — comunes. térm ino, noción. 10; clasificación, 12; —
mayor, — menor. — medio. 22; reglas tiva. 121 - 125; leyes de la — social.
propiedad, noción, 17; definición por las 99. 257.
— . 79; las — trascendentales del ser. sensualism o, noción. 179. de los — en el silogismo. 21.
tests, noción. 87. v iolen cia. — y libertad, 269; Injusta — ,
192; las — del derecho. 262. sen tidos, los — eaicrnos c internos. 99; 292.
propiedad ( económ ica ) . el respeto de la educación de los — . 104; errores de tiempo, noción, 74; elementos del — , 75;
virtud, noción. 278; el arte. — Intelectual,
— ajena. 294; la cuestión de la — . 303; los — . 102. 173 y 174. ,creoción y — inicial, 228.
236.
la — privada es de derecho natural; sentim iento, noción. 1 2 6 - 127; el — está­ titu lo, noción del — Jurídico. 263. visión en Dios, teoría de la — , 112
304. tico. 237; el — en la moral. 282. todo, especies de — . I5 ; el — sustancial, v olición , noción, 117: patología de la — .
proporcionalidad, analogía de — . ser. la idea de — . 141. 176, 191; origen I66. 118; grados de la — . 269.
proposición, noción, 16; división. 17; con­ de la idea de — . 177; el — como tras­ totalitarism o, noción. 299; el — en demo­ voluntad, noción. 117; papel de la — en
versión, 19. cendental. 189; analogia del — . 190; cracia y en dictadura. 307. la creencia. 113; efectos de la pasión
p ro ferta, teoría socialista del — . 301. propiedades del — , 192; divisiones del trabajador, deberes de los — , 291. sobre la — . 129; enfermedades de ta
providencia, noción, 231; el mal y la — , — , 193 - 195; el — necesario. 207; el trabajo, noción del — humano, retribu­ — . 115; — y carácter. 156; la — divina.
233 - 234. — peritelo, 208; Dios es un — personal. ción del — . 291 bis; capital y — , 301. 222; moral y — , 218.
prutbas. las — metafísicas de Dios. 201- 226. trascen dencia, la — Infinita de Dios. 222; voluntario, noción y división del — . 268;
210; las — morales de Dios. 211 - 215. signo. — sonoro y — visual, 140. la — divina, 225. grados del — . 269.
psicoanálisis, noción. 87; — e inconsciente silogism o, noción. 21 - 22; principios, 23;
psicológico, 159; el — y el conocimiento reglas, 21; figuras. 25; modos, 26; espe­
de s i mismo, 160. cies. 27; los — imperfectos, 27; valor
psicología, noción, 86; divlsióo. 90; la — del - , 28; el — moral, 259.
racional, 161. sim p atía, moral de la — , 281; la — en
psltaqulsmo. noción. 141. la emoción estética. 238.
puente. problema del — . 103. sim plicidad, noción, 164; — divina. 220.
raciocinio, noción. 20; división, 21; el — sin dicato. — y contrato colectivo de tra ­
por recurrencia. 51; el — en psicología, bajo. 294.
143, 138; pedagogía del — , 146. lin fe sii. noción, 14; reglas de empleo. 45;
racionalismo, los dos sentidos del término. en las matemáticas, S I; las — objetivas.
175. 111; disociación de las — objetivos. 115.
rae tonallzoelón. noción. 300. sistem atización , la — en las ciencias na­
rardn, noción. 176; autoridad y — , 42; turales. 60.
coronamiento y — , 146; limites de la — . situación, el accidente — , 195.
187; dictamen de la — práctica. 270; so c ia b ilid a d , noción. 123.
— y obligación moral, 261. socialism o, noción y división, 303; errores
rosón suficiente, noción. 176; principio de del — , 304; su teoria del valor econó­
— en las pruebas de Dios, 216. mico. 301; el — y la propiedad privada.
reacción m olrlt, noción. 98. 303- 304.
realism o, noción, 113; 186: el — moderado, s ocied ad , noción, 205: — doméstica, 296;
142: el sentido del — , 187. 297; — civil, 298 - 299; — Internacional,
recuerdo, conservación, evocación, recono­ 308; su influencia en los individuos, 64;
cimiento. locallxaclón de loe — . 113. — y obligación moral, 261. 263; sánelo-
ÌNDICE g e n e r a l

rk
Advertencia ................................................................................................................. 7
In tro d u cció n g e n e ra l ........................................................................................ 9
Art. I . Naturaleza de la Filosofía ........................................................ 9
„ I I . O bjeto de la filosofía ................................................................ 10
„ I I I . M étodo dr la filosofía ............................................................... II
M I V . División dr la filosofía ............................................................... 12

LTBRO P R IM E R O — L O G I C A
P re lim in a r e s .................................. 1...................................................................... 17
Art. J . Definición de la lógica ............................................................. 17
,, I I . Im portancia de la lógica ........................................................... 16
„ I I I . División de la lógica ........................................................ .. 18
T rímera pa rte . — L ó g ica fo rm a l ................................................................ 21
Capftulo I . — T.a aprehensión y el termina ............................................ 23
Art. I . Definiciones ...................................................................................... 23
„ I I . Comprcbcnsión y extensión ................................................... 23
„ I I I . Clasificación de las ideas y de los términos ................. 24
„ I V . R egla formal de las ideas y de los términos ................ 25
„ V . L a definición .................................................................................. 26
„ V I . L a división .................................................................................... 26
Capítulo I I . — E l juicio y la proposición .............................................. 28
Art. I . Definiciones ..................................................................-............... .. 28
„ I I . Especies de juicios y de proposiciones ............................. 28
„ I I I . D e la oposición .............................................................................. 90
„ I V . Conversión de las proposiciones ............................................ 31
Capítulo I I I . — E l razonamiento y el argumento ................................ 33
Art. I . Definiciones ..................................................................................... 34
„ I I . División .............................................................................................. 94
„ I I I . F.l silogismo ..................................................................................... 96
„ I V . L a inducción ............................ 44
S egunda pa r t e . — L ó gica m a te ria l ........................................................... 47
Capitulo I. — Condiciones de la certeza .................................................. 49
Art. I . L a verdad y el error ................................................................. 49
„ I I . Los sofismas ................................................................................. 53
„ ITT. El criterio de la certeza .......................................................... 56
Capftulo I I . — D el m étodo en general .....................................-............... 59
Art. I . Noción del método ...................................................................... 59
„ I I . División .............................................................................................. 59
„ I I I . L a duda metódica ...................................................................... 61
„ I V . Procedimientos generales del método: análisis y síntesis 61
INDICE GENERAL 423
422 CURSO DE FILOSOFIA
p Ao .
p Ao.
Art. I I I . Las inclinaciones ............................................................. 155
Capitulo I I I . — L a ciencia y las ciencias .................................................. 64 „ IV . Placer y dolor .................................................................. 159
Art. I . Noción de las ciencias .............................................................. 64 „ V. Emociones y sentimientos .......................................... 161
o I I . Clasificación de las ciencias .................................................... 65 „ V I. Las pasiones ....................................................................... 164
Capitulo IV . — L os d iferen tes m étodos ................................... ................... 67 „ V II. Pedagogía de las inclinaciones y de las pasiones 166
A rt I . L a distinción de los métodos ................................ 67
n I I . Mótodo de las m a te m á tic a s ....................................................... 68 S eounda parte . — L a vida intelectual ....................................... 171
„ I I I . Método de las ciencias de la naturaleza ........................... 71 Capitulo I . — E l conocim iento intelectual ................................ 173
M I V . Método de las ciencias morales .......................................... 77 Art. I . L a atención ....................................................................... 173
„ I I . E l pensamiento en general ....................................... 176
„ I I I . L a idea ................................................................................. 179
L IB R O S E G U N D O — F I L 0 8 0 F I A E S P E C U L A T IV A „ I V . Ju icio , raciocinio y creencia ..................................... 183
„ V . L a educación intelectual ............................................ 184
CoemolOflfa. Preliminares ............................................................................ 89
Capitulo I. — P ropiedades generales de los cuerpos ............................ 91 Capitulo I I . — L a actividad voluntaria .......................................... 189
Art. I . L a cantidad ...................................................................................... 91 Art. I . L a voluntad ...................................................................... 189
M I I . Las cualidades sensibles .............................................................. 96 1. Naturaleza de la voluntad ........................... 189
2 . Análisis del acto voluntario ........................ 190
Capitulo I I . — L a m ateria y la form a o la esencia de los cuerpos . . 99
A rt I . L a teoría hilem órfica ................................................................ 99 3 . Enfermedades de la voluntad ................. 191
4 . L a educación de la voluntad ................. 193
u ' I I . E l principio de individuación .................................................. 101
„ I I . La libertad ......................................................................... 194
Capitulo I I I . — L a vida ....................................................................................... 103 195
1. Naturaleza de la libertad .............................
A rt I . L a vida en general ...................................................... 103 195
2 . Pruebas de la libertad psicológica . . . -
„ I I . E l problema de la evolución ............................................... 105
P aleo lo g ía. Preliminares ...................................................................................... 109 T ercera parte . — El sujeto p sic o ló g ic o ............... 199
Capitulo I. — El sujeto em pírico ........................... 201
Capitulo I . — O b jeto, m étodo y división d e la psicología .................... 109
201
201
A rt I . O bjeto .................................................................................................. 109 Art. I . “ M is” fenómenos y el “yo” ...............
„ I I . Método ................................................................................................ 109 1. Análisis descriptivo .................
2 . Teorías de la personalidad . 203
1 . L a observación ................................................................ 109
„ I I . El carácter ................................................. 204
2 . Experim entación e inducción .................................... 111
„ I I I . L a conciencia ............................................ 207
„ I I I . División de la psicología ................................................... 112
1. Naturaleza de la conciencia . 207
Capitulo I I . — E l hábito .................................................................................... 115 208
2 . Formas de la conciencia . . . .
A rt I . Naturaleza del hábito ................................................................ 115 208
3. Los grados de la conciencia
„ I I . Función del hábito ..................................................................... 117 211
4 . Del conocimiento dr s i ..........
,, I I I . Formación y desaparición de los hábitos ........................... 118
H I V . Inconvenientes y peligros del h á b i t o ..................................... 120 213
Capítulo I I. — E l alm a hum ana ..............................................
P sumoaa PA*TK. — L a vida sensible .............................................................. 123 Art. I . Naturaleza del alma ............................................ 213
1. Existencia y unicidad, del alma . . . 213
Capitulo I . — E l conocim iento sensible ....................................................... 125
2 . Sustancialidad del alma ......................... 214
A rt I. L a sensación ...................................................................................... 125
3 . Simplicidad del alma ........................... 215
„ II. L a percepción ............................................................................ 132
4 . Espiritualidad del alma ......................... 215
„ III. L a imaginación ............................................................................... 135
„ I I . L a unión del alma y el cuerpo ...................... 216
1 . Nociones generales ......................................................... 135
„ I I I . El destino del alma . . . . . . ............................. 218
2 . Procedimientos de la imaginación creadora . . . . 136
1 . Noción de inmortalidad ......................... 218
3 . L a asociación de ideas ............................................... 137
2 . Pruebas de la inmortalidad del alma 219
4 . E l ensueño, el sueño y los sueños ......................... 141
5 . Pedagogía de la imaginación ................................ 143
„ I V . L a memoria ...................................................................................... 145 M e ta física . Preliminares ..................................... 223
Capítulo I I . — £1 dinamismo sensible ........................................................... 151 C ritica d el co n o cim ien to ................................ 225
Art. I . Naturaleza y d iv is ió n .................................................................... 151 Capítulo I . — E l conocim iento de la verdad 227
M I I . E l instinto ........................................................................................ 151
424 CURSO DB FILOSOFIA ÍNDICE GENERAL 425

p Xo . rk
Art. I . E l escepticismo ................................................. . .......................... 227 Art. I I I . prueba por el consentimiento universal .................... 284
„ I I . E l dogmatismo ................................................... . .......................... 230 „ I V . Prueba por la experiencia mística ....................................... 285
1 . E l método cartesiano ........................ 230 Capitulo IV . Conclusión sobre las pruebas de la existencia de Dios 286
2 . Nociones primeras y principios p r im e r o s ............... 231
3 . Naturaleza de la inteligencia . . * ........................ 233 S egunda pa r t e . L a naturaleza de D i o s ...................................................... 289
Capitulo I. — L os atributos divinos en general ........................................... 291
tíapltulo I I . — Extensión d el conocim iento ............................................... 234 Art. I . Noción de los atributos divinos ......................................... 291
Art. I . El sensualismo y ele m p irism o ....................................... 234 „ I I . Nosotros podemos conocer la naturaleza d iv i n a ............ 291
„ I I . El idealismo ........................................................................ 235
„ I I I . El realismo ........................................................................... 240 Capitulo I I . — Atributos entitativos ............................................................. 293

Capitulo I I I . — Atributos operativos ............................................................. 295


O ntofogta ............................................................................................ 243 Art. I . L a inteligencia divina ............................................................... 295
Capitulo I. — E l ser en si mismo ................................................................ 245 „ I I . L a voluntad divina .................................................................... 296
Art. I . El ser es trascendente ..................................................... 245
„ I I . El ser es a n á lo g o .............................................................. 246 T ercera pa rte . Dios y el mundo ................................................................ 297
„ I I I . Las propiedades trascendentales del s e r .............................. 248 Capitulo I. — Distinción d e Dios y d el mundo ....................................... 299
1 . Nociones generales ......................................................... 248 Art. I . E l Panteismo ................................................................................... 299
2 . E l uno ................................................................................. 249 „ I I . Inm anencia y trascendencia ..................................................... 300
3 . L a v e r d a d ............................................................................ 250 „ I I I . Dios es un Ser personal ............................................................ 301
4 . E l bien ................................................................................. 25!
Capitulo I I . — L a creación .............................................................................. 303
Capitulo I I . — Las divisiones d el ser ........................................................... 253 Art. I . L a noción de creación ............................................................ 303
Art. I . E l acto y la potencia .................................... 253 „ I I . O bjeciones contra la creación ...................................... 385
„ I I . Las categorías ................................................................................. 255 „ I I I . L a conservación del mundo .......................................... 306
1 . Nociones generales ......................................................... 255
2 . L a r e la c ió n .......................................................................... 257 Capitulo I I I . — L a Providencia ....................................................................... 307
Art. I . Noción de ta Providencia ..................................................... 307
Capítulo I I I . — Las causas ................................................................................. 259 „ I I . E l problema del mal ................................................................. 308
Art. I . Nociones generales ............ . .......................................................... 259
„ I I . Las cuatro especies de causas ............................................ 260
1 . L a causa eficiente ................. ...................................... 260 L IB R O T E R C E R O — F I L O S O F IA P R A C T IC A
2 . Causa materia? y formal ............................................ 262
3 . L a causa final ..................................... 263 F ilo so fía del a r te ............................................................................................... 315
Art. I . Naturaleza del arte ....................................................................... 315
T e o d icea . Preliminares ........................................................................................... 265 ,, I I . Naturaleza de la belleza .............................................................. 316
P rimera pa rte . L a existencia de Dios ..................................... ................... 267 1 . L a belleza ......................................................................... 316
Capitulo I . — N ecesidad y posibilidad de una dem ostración .......... 269 2 . L a emoción estética .................................................... 318
Art. I . El ontologismo ............................................................................ 269 „ I I I . Las bellas artes .............................................................................. 319
„ I I . E l fideísmo y el agnosticismo ........................ 270 M I V . Las reglas del arte ...................................................................... 320
„ V . Arte y moral ...................... 322
Capitulo I I . — Pruebas metafísicas d e ta existencia de D i o s ............. 272
Art. I . Observaciones generales sobre las pruebas metafísicas . 272 M o ral. Preliminares ............................................................................................... 923
„ I I . Las cinco vías ................................................................................... 274 Art. I . E l hecho moral .............................................................. 323
1 . Prueba por el m o v im ie n to ........................................... 2 7 4 „ I I . Naturaleza de la moral .............................................................. 325
2 . Prueba pot la causalidad ............................................ 276 „ I I I . M étodo e importancia dela moral .................................... 326
3 . Prueba por la existencia de los seres contingentes 277 „ I V . División de la moral .............................................................. 328
4 . Prueba por los grados de perfección de los seres 278
5 . Prueba por el orden del mundo ............................. 279 Primera parte . M oral general ............ 329
Capítulo I. — E l fin último ................................................. .................. . 331
Capitulo I I I . — Pruebas m orales de la existencia d e Dios ............ 282 A rt I . Exlstendia del fin último ........................... 331
Art. I . Prueba por la obligación moral ................. 282 „ I I . N aturaleza del fin último ....................................................... 332
„ I I . Prueba por las aspiraciones delalma .......... 283 „ I I I . Consecución del fin último ................................................ 334
426 CU RSO D B F IL O S O F IA

PÁO.

Capítulo I I . — L a ley ........................................................................................... 335


Art. I . L a ley en general ...................................................................... 335
M I I . L a ley eterna ................................................................................ 336
M I I I . L a ley natural ................................................................................ 336
» I V . L a ley positiva .................... 339

Capítulo I I I . — E l deber y el derecho ......................................................... 341


Art. I . E l deber y la obligación moral .......................................... 341
„ I I . El derecho y elfundamento del derecho ........................ 343
„ I I I . L a ju sticia y la caridad ............................................ 346
Capítulo IV . — Los actos humanos .............................................................. 349
Art. I . E l acto humano en cuanto es voluntario .......................... 349
,, I I . E l acto humano como acto moral ................................. 351
1. L a moralidad objetiva .................................................. 351
2 . L a moral subjetiva ............... ............t ........................ 353
ii I I I . Consecuencias de los actos morales ................................ 355
1 . L a responsabilidad ........................................................... 356
2 . M érito y demérito ......................................................... 356
3 . L a sanción .......................................................................... 357
4 . L a virtud y el vicio ..................................................... 359
Capitulo V . — Las principales concepciones m orales ......................... 361
Art. I . Las concepciones utilitarias ................................................... 361
Art. I I . Concepciones sentimentales o altruistas .............................. 263
„ I I I . Las concepciones racionales .................................................... 365

S bo Onda pa r t e . M oral especial ..................................................................... 371


Capitulo .1. — M oral personal .......................................................................... 373
Art. I . Los deberes para con Dios ................................................. 373
„ I I . Deberes del hombre para consigo misino ........................ 375
„ I I I . Los deberes para con el prójimo ......................................... 376
1. Deberes para con la persona física de los demás376
2 . Deberes para con' la persona moral de los demás 378
3 . Deberes relativos a la propiedad ajen a ............ 380
4 . Deberes relativos al trabajo ajeno ........................... 381
Capítulo I I . — M oral social ............................................................................. 384
Art. I . Noción de la sociedad ............................................................ 384
„ I I . L a sociedad doméstica .................................................................. 385
ii I I I . L a sociedad civil ............................................................................ 387
1 . Naturaleza de la sociedad civil ........................... 387
2 . L a vida económica ...................................................... 389
3 . L a cuestión social ......................................................... 390
4 . L a vida politica .............................................................. 395
„ I V . L a vida internacional ................................................................... 397
„ V . L a sociedad religiosa .................................................................... 400

Apéndfoe. Lecturas ................................................................................................. 403


Indice de n om brea propios ............................................................................. 406
C uadro h istó rico de la s e sc u e la s de filo s o fía ................................... 408
Ind ice a n a lític o de m a te ria s .......................................................................... 413
426 CURSO DE P1LOSOPIA

fia .

Capítulo I i . — La ley ...................................................... 335


Art. I. La ley en general ...................................... 335
„ II. La ley eterna .............................................. 336
„ I I I . La ley natural .............................................. 336
„ IV . La ley positiva .......................................... 339

Capítulo I I I . — deber y el derecho .......................... 341


Art. I . El deber y la obligación moral ............. 341
I I . El derecho y el fundamento del derecho 343
” I I I . La justicia y la caridad .......................... 346
Capítulo IV. — Los actos humanos ....................... .. 349
Art. I . El acto humano en cuanto es voluntario 349
M II. El acto humano como acto moral ......... 351
1. La moralidad objetiva ................... 351
2. La moral subjetiva ........................ 353
„ I I I . Consecuencias de los actos morales . . . 355
1. La responsabilidad .......................... 356
2. Mérito y demérito .......................... 356
357 B i U Ubro m U r m lu i dt Im prim ir «o l i
3. La sanción ......................................
359 l o p r i o U B A L M E S . B iu t b 1147, Ki. Aje.
4. La virtud y el vicio ......................
el día 18 de Diciem bre d t 1961
Capítulo V. — Las principales concepciones morales ...................... 361
Art. I . Las concepciones utilitarias ............................................. 361
Art. I I . Concepciones sentimentales o a ltru is ta s ........................... 263
„ I I I . Las concepciones racionales ............................................. 365
Seounda parte. Moral especial ............................................................ 371
Capítulo J . — Moral personal .......................................................... .. ... 373
Art. I . Los deberes para con Dios ............................... 373
„ I I . Deberes del hombre para consigo mismo ....................... 375
„ I I I . Los deberes para con el prójimo ........................ 376
1. Deberes para con la persona física de los demás 376
2. Deberes para conla persona moral de los demás 378
3. Deberes relativos a la propiedad a j e n a ........... 380
4. Deberes relativosa] trabajo ajeno ....................... 381
Capítulo II. — Moral social ................................................................... 384
Art. I . Noción de la sociedad ...................................................... 384
„ I I . La sociedad doméstica ......................................................... 385
„ I I I . La sociedad civil .................................................................. 387
1. Naturaleza de la sociedad civil ........................ 387
2. La vida económica ................................................ 389
3. La cuestión soc;al ................................................. 390
4. La vida política ...................................................... 395
„ IV . La vida internacional .................................. 397
„ V . La sociedad religiosa ........................................................... 400
Apéndice. Lecturas ................................................................................... 403
Indice de nom bres propios .................................................................. 406
C uadro histórico de las escuelas de fitosofla .............................. 408
Indice analítico de m a te ria s .............................................................. 413

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