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DIDÁCTICA DE LA EVALUACIÓN

Hacia una nueva cultura de la evaluación educativa


Adaptación del texto de Santiago Castillo Arredondo 1

Introducción
Es un hecho que la evaluación educativa supone una preocupación constante en el mundo de la
educación a todos los niveles, y que ha experimentado en los últimos años un notable desarrollo
institucional y legislativo, junto a una abundante literatura pedagógica y frecuentes investigaciones sobre
muchas de sus aplicaciones. Hoy se le atribuye una singular importancia como factor que favorece la
calidad y mejora de la enseñanza y el aprendizaje.

Pese a ello, la evaluación es uno de los campos en los que todavía queda mucho por hacer y estudiar para
generar cambios que permitan mejorar nuestras prácticas evaluativas y en consecuencia, mejorar el
aprendizaje de los estudiantes.

En estas páginas vamos a profundizar en la reflexión sobre la evaluación, su marco teórico y la necesidad
de una nueva cultura evaluadora en la educación.

1. Estructura básica del concepto de evaluación

En la base de la concepción actual de la evaluación, hay una estructura básica característica, sin cuya
presencia no es posible concebir la auténtica evaluación. En primer lugar, hay que considerar la
evaluación como un proceso dinámico, abierto y contextualizado, que se desarrolla a lo largo de un
periodo de tiempo: no es una acción puntual o aislada. En segundo lugar, se han de cumplir varios pasos
sucesivos durante dicho proceso, para que se puedan dar las tres características esenciales e
irrenunciables de toda evaluación:

1º Obtener información. Aplicando procedimientos válidos y fiables para conseguir datos e información
sistemática, rigurosa, relevante y apropiada, que fundamente la consistencia y seguridad de los
resultados de la evaluación.

2º Formular juicios de valor. Los datos obtenidos deben permitir fundamentar el análisis y la valoración
de los hechos que se pretenden evaluar, para que se pueda formular un juicio de valor lo más
ajustado posible.

1 ARREDONDO CASTILLO, Santiago. Compromisos de la evaluación educativa. Ed. Prentice Hall, Madrid, 2002

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3º Tomar decisiones. De acuerdo con las valoraciones emitidas sobre la información relevante
disponible, se podrán tomar decisiones que convengan en cada caso.

Estructura básica del concepto de evaluación

EVALUACIÓN

PROCESO

1º 2º 3º
OBTENER FORMULAR TOMAR

INFORMACIÓN JUICIOS DECISIONES

Aplicaciones del concepto de evaluación

PROCESO DINÁMICO, ABIERTO Y CONTEXTUALIZADO


Evaluación inicial Evaluación procesual Evaluación final
Tiempo
Antes de… Durante… Después de…
Función Diagnóstica Formativa Sumativa
 Evaluación de los estudiantes
 Evaluación de los docentes
Saberes y  Evaluación de los procesos
aplicaciones  Evaluación del sistema educativo
o Evaluación de áreas y materias curriculares
o Evaluación según etapas o ciclos
Ejecutores  Docentes

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 Estudiantes
 Administración educativa

Sobre la base de esta estructura básica podemos ir ampliando el campo conceptual de la evaluación, en
función de los diversos aspectos y aplicaciones de la misma: de la intencionalidad educativa que se
persigue; de los momentos del proceso; de los ámbitos de aplicación; de los agentes de su ejecución, etc.
Esta diversidad de enfoques o perspectivas da pie a contemplar distintos tipos de evaluación, en función
de los distintos ámbitos y circunstancias de la aplicación concreta de la evaluación.

Momentos de la evaluación

JUICIOS

INICIO PROCESO FINAL


INFORMA DECISION
CIÓN ES

Diagnóstica Formativa Sumativa

En cualquier caso, la evaluación debe estar integrada en el proceso educativo y convertirse en un


instrumento de acción pedagógica que permita, por un lado, adaptar la actuación educativo-docente a las
características individuales de los estudiantes a lo largo de su proceso de aprendizaje; y, por otro,
comprobar y determinar si éstos han conseguido las finalidades y metas educativas, que son el objeto y la
razón de ser de la actuación educativa. En consecuencia, el concepto de evaluación en el que actualmente
nos encontramos no se reduce al hecho habitual de evaluar los aprendizajes de los estudiantes, sino que
también debe tener en cuenta distintos aspectos que intervienen en el proceso de aprendizaje: la
capacidad intelectual, el desarrollo afectivo y social, la actitud, etc., sin olvidar los aspectos docentes del
proceso de enseñanza que inciden en el aprendizaje: metodología empleada, intercomunicación en el
aula, nivel de exigencia, etc.

En síntesis, se pueden subrayar algunas características significativas de la actual concepción de la


evaluación: ha de ser continua, global, integradora, e individualizada a la vez que debe ser un instrumento
de acción pedagógica que permita la mejora de todo el proceso educativo.

La estructura básica del concepto de evaluación se complica al asentar sobre ella tipos, funciones, fases,
objetivos, etc. La estructura básica conceptual de la evaluación no cambia, aunque sí pueden cambiar las
circunstancias: el momento (cuándo evaluar), las funciones (para qué evaluar), los contenidos (qué
evaluar), los procedimientos (cómo evaluar), los ejecutores (quiénes evalúan), etc. En definitiva, la

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evaluación educativa tiene un contexto determinado, un espacio o contenido sobre el que actúa, unos
momentos continuados a lo largo del proceso, y persigue unas finalidades u objetivos formativos
concretos.

2. Funciones y ámbitos de la evaluación educativa

La evaluación educativa, al estar inmersa en el planteamiento curricular, se adapta a sus características y


cumple unas funciones específicas al servicio del mismo. Además de las funciones habituales, la
evaluación adquiere unos compromisos que podemos centrar en los siguientes grandes ámbitos,
estrechamente interrelacionados entre sí.

 Ámbito didáctico

La función de la evaluación en el ámbito didáctico se ocupa de ayudar a desarrollar el proceso de


enseñanza-aprendizaje de los estudiantes, en las mejores condiciones posibles. La evaluación pasa a ser el
elemento determinante de la planificación didáctica, afecta a todos los aspectos de la vida académica:
ambiente de aula; proyecto educativo del centro y proyecto curricular; actividades; medios y recursos;
decisiones organizativas, etc.; aspectos todos ellos que, de una forma u otra, influyen en el rendimiento
académico de los estudiantes, por lo que la evaluación ha de velar por detectar los errores,
proporcionando la información necesaria para que se realicen las modificaciones que se consideren
oportunas en beneficio del funcionamiento del centro, de la función docente y del aprendizaje del
estudiante. La evaluación en el ámbito didáctico no sólo es un elemento integrante del diseño curricular,
sino que es también una ocasión más de aprendizaje para el docente y para el estudiante. Justifica, regula
y avala, según cada caso, el contenido, el proceso y los participantes en el quehacer didáctico.

 Ámbito psicopedagógico

La función formativa de la evaluación cobra aquí su pleno y profundo sentido. El aprendizaje se


individualiza y al estudiante se le contempla también, ante todo, como persona. La evaluación permite al
docente desarrollar su proceso de enseñanza-aprendizaje personalizado y adaptado a las circunstancias
de cada estudiante o, al menos, de aquéllos que requieren más ayuda, adecuándose a su ritmo de
aprendizaje, teniendo en cuenta sus dificultades concretas y exigiéndole unos rendimientos acordes con
sus capacidades.

La evaluación se centra en recoger información psicopedagógica relevante y útil para la finalidad que
persigue. Es preciso obtener información sobre los resultados del proceso de aprendizaje, pero
especialmente sobre el comportamiento que cada estudiante tiene en el mismo. Una evaluación
formativa no puede limitarse a obtener sólo datos sobre el rendimiento de los estudiantes. Dicha
información es importante, pero debe estar subordinada al conocimiento de otros aspectos que inciden
en el proceso de aprendizaje del estudiante y que han de servir al docente para proporcionarle las ayudas
más adecuadas.

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La información que aporta la evaluación sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje facilita, por un lado,
que se analicen los motivos que provocan los avances o los bloqueos del estudiante en el aprendizaje; y,
por otro, sirve para que el estudiante tome conciencia de las estrategias que le resultan más adecuadas
para sus estudios. En consecuencia, conduce a arbitrar las medidas o ayudas más adecuadas para que los
estudiantes mejoren la calidad de sus aprendizajes; a la vez que permite revisar y regular los distintos
factores que interactúan e intervienen en el proceso de aprendizaje: las características del estudiante, la
especificidad de la tarea, la metodología empleada, etc.

La evaluación formativa en el ámbito psicopedagógico permite adaptar las actividades de enseñanza y


aprendizaje a las características personales de los estudiantes, con el fin de ajustar las tareas propuestas a
lo que ellos son capaces de hacer. En consecuencia, los docentes no deben centrarse sólo en la valoración
de los resultados, sino también en averiguar las causas que alteran el normal desarrollo del aprendizaje
de algunos estudiantes.

 Ámbito social

La evaluación educativa también tiene repercusiones sociales que afectan tanto a la institución educativa
como a la persona del estudiante. El proceso de la evaluación, va ligado a actos administrativos y puede
acabar en decisiones trascendentes para el estudiante, como la acreditación, la promoción o la titulación,
que afectan de lleno a la vida familiar y al contexto social. Es la función acreditativa de la evaluación la
que, junto con la función sumativa, permite aportar logros o resultados definitivos, pero también de
carácter social: acredita ante la sociedad los aprendizajes logrados por el estudiante que, en unos casos, le
permite promocionar a un nuevo curso y, en otros, obtener la correspondiente titulación.

Para que la evaluación pueda hacer balance sobre el logro de un conjunto de objetivos con fines
acreditativos, interesa recoger información sobre el rendimiento de los estudiantes en momentos
determinados de su trayectoria formativa. Es necesario obtener información, no tanto sobre el proceso de
aprendizaje que ha seguido el estudiante, cuanto sobre los conocimientos que ha adquirido al finalizar un
período determinado respecto a un conjunto de objetivos educativos. Para ello, será preciso haber
logrado los aprendizajes más relevantes y prioritarios, de modo que la valoración global de su adquisición
fundamente las decisiones de calificación, promoción y titulación. Normalmente, las decisiones que se
derivan de la evaluación acreditativa tienen un carácter esencialmente administrativo. Sirven para
certificar los resultados obtenidos por los estudiantes y comunicar a las diferentes instancias (estudiantes,
familias, administración educativa y sociedad en general) datos sobre el rendimiento educativo.

3. Clasificación de la evaluación
Esta clasificación se presenta con el ánimo de ofrecer algunos elementos que favorezcan la comprensión
de enfoques o perspectivas, pero debe tenerse presente que en el ejercicio práctico no se trata de optar
por una u otra forma, sino tener claridad sobre su uso con el fin de lograr que la evaluación sea un
recurso para la comprensión y el mejoramiento del proceso educativo.

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 Según la función que cumple

La evaluación puede ser formativa o sumativa.

Formativa: se utiliza preferentemente como estrategia de mejora y para ajustar sobre la marcha, los
procesos educativos de cara a conseguir las metas u objetivos previstos. Esta evaluación posibilita la toma
de decisiones pedagógicas (avanzar en el programa o retroceder, cambiar estrategias metodológicas,
quitar, simplificar o agregar contenidos, etcétera). Es la más apropiada para la evaluación de procesos,
aunque también es formativa la evaluación de productos educativos, siempre que sus resultados se
empleen para la mejora de los mismos. Suele identificarse con la evaluación continua.

En este tipo de evaluación, cobra singular importancia la retroalimentación, es decir la generación de


espacios de diálogo y reflexión entre el docente y los estudiantes, individual y grupalmente, para
comunicar los resultados de la evaluación, resaltar las fortalezas, recomendar las acciones de refuerzo
necesarias y reorientar el proceso en caso de ser necesario.

Este carácter formativo, que el docente puede darle a la evaluación, hace posible que se constituya en
una experiencia de aprendizaje orientadora y motivadora para el estudiante.

Sumativa: suele aplicarse más en la evaluación de productos, es decir, de procesos terminados, con
realizaciones precisas y valorables. Con la evaluación no se pretende modificar, ajustar o mejorar el objeto
de la evaluación, sino simplemente determinar su valía, en función del empleo que se desea hacer del
mismo posteriormente.

 Según el momento en que se realiza

La evaluación puede ser inicial, de proceso o final.

Evaluación inicial: o diagnóstica se realiza al comienzo de un curso académico, de una unidad, tema, etc.
Consiste en la recogida de datos en la situación de partida.

Es imprescindible para iniciar el proceso de enseñanza aprendizaje ya que posibilita obtener información
valiosa respecto a los estudiantes, sus conocimientos previos, sus aptitudes, expectativas y condiciones
particulares, que permitirá decidir si se inicia el proceso tal como se tenía previsto, o si es necesario
introducir cambios en los contenidos, remitir a los estudiantes a fuentes de información complementaria,
reorientar las actividades planificadas o incluso elevar el nivel de exigencia para el grupo. En este sentido
es útil, también, para decidir los objetivos que se pueden y deben conseguir y para valorar si al final de un
proceso, los resultados son satisfactorios o insatisfactorios. Este tipo de evaluación no conduce a una
calificación.

Evaluación de proceso: consiste en la valoración, a través de la recogida continua y sistemática de datos,


del proceso de enseñanza y aprendizaje, a lo largo del periodo de tiempo fijado para la consecución de
unas metas u objetivos. La evaluación procesual es de gran importancia dentro de una concepción
formativa de la evaluación, porque permite tomar decisiones de mejora sobre la marcha.

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Evaluación final: consiste en la recogida y valoración de unos datos al finalizar un periodo de tiempo
previsto para la realización de un aprendizaje, un programa, un trabajo, un curso, etc. o para la
consecución de unos objetivos.

La evaluación final no tiene que ser necesariamente un examen, pues si se dispone de buen material, de
suficiente información sobre los estudiantes, su análisis y valoración quedará representado en un
resultado que puede expresarse de forma numérica o con un concepto.

 De acuerdo con el sujeto que evalúa

La evaluación puede ser heteroevaluación, coevaluación o autoevaluación.

Heteroevaluación: es la evaluación que realiza una persona sobre el trabajo o el rendimiento de otro. En
el ámbito de la evaluación de los aprendizajes, básicamente está referida a la evaluación que realiza el
docente sobre sus estudiantes.

Coevaluación: es una evaluación conjunta, como la realizada por los grupos con la valoración que cada
uno hace del trabajo del otro.

Para ello se requieren criterios determinados, de tal manera que los estudiantes no queden sujetos a
evaluar lo negativo exclusivamente, ni tampoco caer en la mala interpretación de la solidaridad, con
prácticas como cubrir al compañero frente al profesor, negándole la posibilidad de entender mejor sus
propios avances.

Éste es un proceso complejo, que requiere condiciones para lograr el desarrollo de la capacidad de
argumentar, de defender posturas y, en definitiva, consolidar puntos de vista críticos y claros frente a los
otros.

La autoevaluación: se produce cuando cada estudiante evalúa sus propias actuaciones y producciones.
Para ello, se pueden determinar los aspectos en los cuales el estudiante ha de realizar autoevaluación y se
le ayudará a identificar los aspectos más relevantes que debe observar y registrar para que pueda llegar,
de la mejor manera posible, a realizar una valoración de su propio trabajo.

La autoevaluación tiene el propósito de mejorar el proceso de aprendizaje del estudiante en la medida en


que le permite tomar conciencia de lo que está haciendo, sus aciertos, éxitos, errores y fracasos. La
autoevaluación es un medio fundamental para que el estudiante progrese en la autonomía personal y en
la responsabilidad de su propio proceso de aprendizaje.

Aunque algunos docentes se muestran reacios a la práctica autoevaluativa, por considerar que no es
aséptica ni libre de problemas, dado que algunos estudiantes tienden a no valorar su trabajo, a permitir
que actúe la baja autoestima, el temperamento depresivo y las tendencias pesimistas; o por el contrario,
valoran en exceso todo lo que realizan y pierden la perspectiva autocrítica; el ejercicio persistente de la
autoevaluación es esencial para el desarrollo de la autonomía en el aprendizaje, porque el estudiante irá

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tomando conciencia de que el responsable último de su proceso de aprendizaje es él mismo y no aquel
que tiene la tarea de asignar una calificación.

Finalmente es necesario precisar que autoevaluación no es lo mismo que autocalificación. Cuando los
estudiantes realizan, con la asesoría del docente, la calificación de los exámenes o trabajos, no están
haciendo autoevaluación, ya que están, en esencia, haciendo un ejercicio de reconocimiento sobre unos
criterios determinados con anterioridad por el grupo académico del programa. La autoevaluación, debe
entenderse como un proceso de valoración, de autocrítica, de toma de decisiones que cada estudiante
realiza sobre su propio proceso de aprendizaje.

4. Planificación de la evaluación

Como venimos diciendo, la evaluación ha dejado de considerarse sólo como un elemento más en los
momentos finales de un proceso didáctico, para pasar a considerarse como un proceso sistemático con
sustantividad e identidad propia, que coadyuva al complejo proceso de enseñanza-aprendizaje. Por ello,
es más preciso hablar del proceso de evaluación en el proceso de enseñanza-aprendizaje, que, como
hasta ahora, hablar de la evaluación del proceso de enseñanza-aprendizaje, viniendo a decir que la
evaluación tiene una participación parcial al término del mismo. Por el contrario, cuando hablamos del
proceso de evaluación en el proceso de enseñanza-aprendizaje, estamos indicando la indisociable
participación de la evaluación, desde dentro, en todo cuanto acontece en dicho proceso en cualquier
momento, modo y lugar.

En tal sentido, es fundamental una adecuada planificación de la evaluación que nos permita proyectar,
con fundamento y seguridad, una acción evaluadora organizada e intencional. Dicha planificación, en
definitiva, es la previsión, organización, estructuración y adecuación del proceso de evaluación que ha de
acompañar y propiciar el mejor desarrollo del proceso de enseñanza y aprendizaje.

La planificación de la evaluación debe estar precedida por la reflexión en torno a los elementos
conceptuales que definirán su orientación. Para ello es necesario responder a interrogantes como las
siguientes: ¿Cuál es nuestro concepto de evaluación? ¿Qué entendemos por evaluar, o de qué evaluación
estamos hablando? ¿Qué se quiere hacer con la evaluación? En otras palabras, pensar antes de actuar
para saber lo que se quiere, anticipando una visión global, lo más aproximada posible, de las condiciones
y circunstancias de la acción evaluadora que se pretende realizar.

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Simultaneidad e integración entre los procesos de
enseñanza-aprendizaje y el proceso de evaluación

PROCESO DE ENSEÑANZA-APRENDIZAJE
 Diseño  Acción Docente-  Logros
 Programación Discente  Indicadores
 Procedimientos  Desarrollo  Valoración de datos
 Requisitos  Aplicación  Informes
 Criterios  Regulación

ACTUACIÓN DEL ESTUDIANTE


ACTUACIÓN DEL DOCENTE

FASE DE FASE DE FASE DE


PLANIFICACIÓN EJECUCIÓN EVALUACIÓN

EVALUACIÓN EVALUACIÓN EVALUACIÓN


INICIAL FORMATIVA SUMATIVA

 Diagnóstico de la  Seguimiento  Resultados


situación  Control  Informe
 Necesidades  Regulación  Toma de decisiones
 Criterios  Corrección  Calificación
 Acreditación
PROCESO DE EVALUACIÓN

5. La evaluación de la evaluación

Al término de un proceso siempre es conveniente mirar hacia atrás para revisar su desarrollo y confirmar
o redefinir el valor de sus resultados. Es el momento de someter a evaluación el proceso evaluador que se
ha desarrollado. “Evaluar es reflexionar sobre la práctica” (Rosales, 1989); también sobre la práctica
evaluadora. Cada docente debe someter a su propia reflexión el modo y manera de ejecutar la
evaluación. En esta metaevaluación puede encontrar un mejor conocimiento de su práctica docente, y
una explicación al rendimiento de sus estudiantes. Individualmente, o colectivamente como miembro de
un equipo docente, tiene en esta fase la oportunidad de asumir la responsabilidad de reconducir o de

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mejorar el desarrollo y los resultados de un proceso en el que es un agente fundamental. Es el momento
de tomar conciencia de sí, con lo que ha hecho y cómo se ha hecho, se han alcanzado los objetivos
didácticos propuestos.

6. Hacia una nueva cultura de evaluación

En las páginas que anteceden hemos insistido en la viva y permanente actualidad de la evaluación, y del
creciente protagonismo que va asumiendo en el quehacer didáctico. La evolución que en el concepto y en
su normativización ha experimentado la evaluación ha superado con creces su tradicional o habitual
asimilación a la aplicación de una prueba o examen.

Sin embargo hay que reconocer, lamentablemente, que en la práctica diaria de muchas aulas y de muchos
centros, la evaluación sigue siendo la hora del examen, el día del examen o la semana de exámenes. No se
trata de denunciar o de responsabilizar a nadie de esta situación. Es un cambio de la conceptualización de
la evaluación, en particular, y de la acción didáctica, en general, que debe ir calando en todos los
responsables más directamente implicados: autoridades institucionales, docentes y estudiantes. Sólo
cuando se produzca este cambio de mentalidad se irá abriendo paso a una nueva cultura evaluadora.

La nueva cultura evaluadora lleva consigo cambios muy significativos por parte de los docentes, sobre
todo. Cambiar la concepción y la práctica de la evaluación, lleva necesariamente a cambiar también la
concepción de su enseñanza en favor de un mejor aprendizaje del estudiante. Plantear la evaluación
como centro neurálgico, vertebrador y regulador del proceso de enseñanza-aprendizaje; dar mayor
participación en su desarrollo al estudiante; exigirle mayores cuotas de responsabilidad en la ejecución de
la evaluación de sus propios aprendizajes (autoevaluación), son algunos de los cambios más
trascendentales y necesarios que se han de producir para poder alumbrar la llueva cultura evaluadora.
Estos cambios, lentos y profundos, en ningún caso deben entenderse como pérdida de autoridad
profesional o académica del profesorado. Al contrario, contribuirán a revitalizar sus funciones,
adaptándolas a una situación de acción pedagógica y de actuación didáctica, donde modificamos los
modos, las estrategias y el método de acción para lograr que los estudiantes consigan sus aprendizajes de
forma más eficiente y satisfactoria. Los niveles de exigencia y los objetivos se mantienen; cambiamos las
actitudes y los modos de proceder, para mejorar el proceso y el resultado del quehacer didáctico.

Mucho se ha escrito los últimos años acerca de la incorrecta utilización de la evaluación poniendo de
manifiesto los puntos negros. Siempre ha sido más fácil denunciar los errores, aquello que va mal, y
plasmar un cuadro en negativo. Ello no nos debe impedir reconocer también los avances conseguidos.
Ahora es el momento de actuar en positivo, una vez que tenemos el diagnóstico de los males que afligen
la aplicación de la evaluación. Para mejorar dicha situación presentamos algunas propuestas concretas
con el convencimiento de que su aplicación en la práctica diaria de las aulas y los centros, ayudará al
profesorado a renovarse, actualizando y reforzando su imagen de docente y educador. La nueva práctica
evaluadora ha de ser más abierta, dialogada y participativa, que fundamente y regule la actuación
didáctica y pedagógica del profesor; y en la que, a su vez, el estudiante asuma su parte de responsabilidad
y exigencia.

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El futuro de la evaluación educativa, tal como aquí hemos defendido, pasa porque el docente asuma
conceptual y actitudinalmente planteamientos que, como sugerencias de acción didáctica, enunciamos a
continuación:

Pensar y diseñar las actividades de evaluación plenamente integradas en el proceso de enseñanza-


aprendizaje. La evaluación no es algo distinto o posterior, sino simultáneo a la enseñanza del profesor y al
aprendizaje del estudiante.

No confundir la evaluación con el examen; ni la evaluación continua con exámenes continuos o más
frecuentes. El examen es solo uno de los muchos instrumentos de recogida de información al servicio de
la evaluación. La evaluación es mucho más, es recoger información válida, es poder formular un juicio de
valor y es tener la capacidad para tomar las decisiones.

El objetivo de la evaluación no es sólo poner notas a los estudiantes. Antes de llegar a esa fase calificatoria
o acreditativa del proceso evaluador, están las fases y funciones: diagnóstica, formativa, reguladora,
motivadora, de diálogo, etc., con que la evaluación acompaña a todo el proceso de enseñanza-
aprendizaje, y que afecta tanto al profesor como al estudiante.

No hay que defender que las pruebas objetivas son mejores que las preguntas abiertas, y viceversa. Hay
que saber seleccionar los instrumentos necesarios que pueden proporcionar la información más
adecuada, para cada caso o situación, según cada circunstancia. La evaluación no nos sirve, como se viene
atribuyendo a los exámenes, para determinar qué estudiantes fracasan y quiénes tienen éxito. La
evaluación no se debe quedar ahí, sino que, por el contrario, debe aportar información suficiente que
explique por qué se producen resultados en términos de éxito o de fracaso; y sobre todo, que
fundamente las decisiones de tratamiento o de mejora a las situaciones de fracaso. La evaluación no debe
ser responsabilidad exclusiva del profesor. El proceso de evaluación, como el proceso de enseñanza-
aprendizaje, es una actividad docente compartida entre el profesor y los estudiantes. El estudiante, es
capaz de reconocer sus esfuerzos o su desinterés; sus aciertos o errores, etc. Es educativo poner al
estudiante frente a sus responsabilidades, también en la evaluación, fomentando para ello la
autoevaluación del estudiante.

Por último, en un afán de sintetizar las ideas fundamentales hasta aquí expresadas, con la esperanza
puesta en un futuro próximo donde una llueva cultura de la evaluación signifique una enseñanza de más
calidad, proponemos diez claves que contribuirán, sin duda, a conseguirlo.

Bibliografía

ARREDONDO CASTILLO, Santiago. Compromisos de la evaluación educativa. Ed. Prentice Hall, Madrid, 2002

FUNDACIÓN INSTITUTO DE CIENCIAS DEL HOMBRE. La evaluación educativa: conceptos, funciones y tipos. En:
http://www.oposicionesprofesores.com/biblio/docueduc/LA%20EVALUACI%D3N%20EDUCATIVA.pdf
Última visita 03/07/2012

SALINAS SALAZAR, Marta Lorena. La evaluación de los aprendizajes en la universidad. S.e. Medellín, 2001

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