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E5= AVARICIA

se deja aplastar demasiado fácil. No pisa el suelo, un personaje que no esta plantado sobre sus
pies, tiene la cabeza en las nubes. Como tales de mileto que se cayó en un pozo por mirar a las
estrellas. No tiene coordinación de movimiento, es torpe. Carácter esquizoide, retirado. Como
el de niños autistas que le falto mama y aprendieron a vivir como haciendo una isla de su
universo personal, sin vinculas fáciles con el otro.
Un amor con falta de fe. La persona siente que es mal negocio entrar en relación con otros. Las
relaciones son algo para arreglárselas pero no es algo deseable (sexualidad y deseo de
protección son instintivos) pero acercarse demasiado al otro es cansador porque le interfiere.
Es una persona que necesita descansar del otro, necesita soledad porque esta comodo cuando
esta consigo mismo. Como si protegiera la pureza de su mundo interno, pero exageradamente
y se queda solo. Un mendigo, con posición tan espiritual que no logra traerla y conectarla a
este mundo, termina siendo una persona que como tal remite al esquizofrénico. Aislado.
Lacónico. No habla, no sabe expresarse.

ESTRUCTURA DEL RASGO


Retención
Como siempre, es posible encontrar en este carácter un grupo de descriptores que
corresponden a la pasión dominante. Además de la avaricia, pertenecen a este grupo
características tales como la falta de generosidad en cuestiones de dinero, energía y tiempo, y
también la mezquindad, con su implicación de insensibilidad ante las necesidades de los
demás. Entre las características de retención, es importante notar un aferramiento al
contenido presente de la mente, como si se quisiera elaborar o extraer hasta la última gota de
significado.
Esta característica produce un típico funcionamiento mental a tirones, una forma sutil de
rigidez que milita contra la apertura del individuo a la estimulación medioambiental y a lo que
está surgiendo, la transición del estado mental presente hacia el siguiente. Esta es la
característica que von Gebsattel describió en los «anancásticos» como un «quedar
bloqueado». 75 Podríamos decir que la estrategia interpersonal implícita en el aferramiento
supone, en relación con los recursos, una preferencia por la autosuficiencia, en lugar de
aproximarse a los demás. Ello, a su vez, implica una consideración pesimista tanto de las
perspectivas de recibir cuidado y protección como de ser capaz de pedir o tomar lo que se
necesita.

No dar
También se puede considerar la evitación del compromiso como una expresión del no dar,
puesto que obedece a la evitación de tener que dar en el futuro. En esta evitación del
compromiso hay, sin embargo, otro aspecto: la necesidad de los individuos del eneatipo V de
permanecer completamente libres, sin límites, sin impedimentos, en posesión de la totalidad
de ellos mismos. Este rasgo representa una mezcla de avaricia y supersensibilidad a ser
absorbidos (que se tratará más adelante). Cabe destacar que el acaparamiento no sólo implica
avaricia, sino también una proyección de la avaricia hacia el futuro: una protección frente a la
posibilidad de quedarse sin nada. Aquí, de nuevo, el rasgo representa una derivación, no sólo
de la avaricia, sino también de la intensa necesidad de autonomía de este carácter (que
veremos luego).

Desapego patológico
Dada la reciprocidad de dar y tomar en las relaciones humanas, la compulsión a no dar
(seguramente el eco de haber percibido muy pronto en la vida que va contra la supervivencia
dar más de lo que se recibe) apenas puede sostenerse, a no ser a expensas de la relación
misma, como si el individuo considerara: «Si la única manera de conservar lo poco que tengo
es distanciarme de los demás y de sus necesidades o deseos, eso es lo que voy a hacer». Un
aspecto del desapego patológico es el característico distanciamiento del eneatipo V; otro, la
cualidad de ser un «solitario», es decir, alguien acostumbrado a estar en soledad y que, por su
renuncia a las relaciones, no se siente particularmente solo. El aislamiento forma parte, por
supuesto, del rasgo general de desapego, ya que aislarse requiere una indiferencia emocional y
una represión de la necesidad de relacionarse. La dificultad que encuentran los individuos del
eneatipo V para hacer amigos puede incluirse también aquí, pues un aspecto importante de
esta dificultad es la falta de motivación para relacionarse. Aunque es fácil ver cómo el
desapego puede aparecer como una complicación de la retención, el abandono de las
relaciones está en interdependencia con la inhibición de las necesidades, ya que difícilmente
sería compatible el abandono de las relaciones con la necesidad de éstas y, por lo tanto, dicho
abandono implica ya una renuncia o minimización de las necesidades. Aunque la renuncia a las
propias necesidades es prácticamente una consecuencia del apartamiento, la inhibición de la
expresión de la ira en este carácter supone no sólo renuncia de las necesidades amorosas, sino
también el miedo que está presente en la personalidad esquizoide, en virtud de su posición
junto a la esquina izquierda del eneagrama.

Miedo a ser engullido


El miedo y la evitación de ser «tragado por los demás» puede ser una consecuencia de la
evitación de las relaciones, pero no sólo es eso, porque constituye también la expresión de la
percepción semiconsciente de la propia necesidad suprimida de relacionarse y, como destacó
Fairbairn, un miedo a una potencial dependencia. La gran sensibilidad de los individuos del
eneatipo V a la intromisión y la interferencia no es sólo expresión de una actitud de desapego,
sino también una función de la tendencia de la persona a interferirse a sí misma ante las
demandas externas y las necesidades que perciben en los demás. En otras palabras, la gran
sensibilidad a la intromisión va ligada a una hiperdocilidad por la cual el individuo, en presencia
de los demás, interfiere demasiado fácilmente en su propia espontaneidad, en sus
preferencias y en su actuar de modo coherente con sus necesidades. También a la luz de esta
hiperdocilidad (comprensible como un subproducto de una fuerte necesidad de amor
reprimida) podemos entender el particular énfasis del eneatipo V en la soledad: en la medida
en que la relación conlleva una alienación de las propias preferencias y de la expresión
auténtica, aparece una tensión implícita y la necesidad de librarse de ella, es decir, una
necesidad de encontrarse a sí mismo de nuevo en soledad.

Autonomía
La gran necesidad de autonomía es un resultado comprensible del abandono de la relaciones.
Además de desarrollar el «mecanismo de distanciamiento» (para usar la expresión de H.S.
Sullivan), el individuo necesita ser capaz de seguir adelante sin ayudas externas. Alguien que
no puede acudir a los demás para satisfacer sus deseos necesita construirse sus recursos y
almacenarlos, por así decirlo, dentro de su torre de marfil. Estrechamente ligada a su
autonomía -e incluso un rasgo en sí misma- es la idealización de la autonomía, que refuerza la
represión de los deseos y sirve de base a una filosofía de la vida muy parecida a la que Hesse
puso en boca de Siddharta: «Puedo pensar, puedo esperar, puedo ayunar».

Insensibilidad emocional
Aunque ya he aludido a la represión de las necesidades y he mencionado la supresión de la ira
en el eneatipo V, parece conveniente agrupar estos descriptores junto a otros, en un rasgo
más general de insensibilidad emocional. Está relacionada con la pérdida de conciencia de los
sentimientos e incluso con una interferencia en la generación del sentimiento, que resulta de
la evitación de la expresión y la acción. Esta característica hace a algunos individuos
indiferentes, fríos, faltos de empatia y apáticos. También podría situarse aquí la anhedonia,
aunque la mayor o menor incapacidad para disfrutar del placer es un fenómeno más complejo:
mientras que el eneatipo I siente aversión por el placer, el eneatipo V parece simplemente
tener disminuida la capacidad de experimentarlo. Sin embargo, en ésto está implícito el hecho
de que el placer no goza de alta consideración en la escala de valores de este carácter, ya que
se pospone a impulsos más «urgentes», como la compulsión a guardar una distancia de
seguridad con los demás y a mantener la autonomía.

Aplazamiento de la acción
Podemos decir que actuar es «invertirse» a uno mismo, poner en uso las propias energías, lo
que va en contra del principio de orientación retentiva del eneatipo V. Ahora bien, más
generalmente, no puede considerarse la acción separada de la interacción, de modo que
cuando el impulso de relacionarse es bajo, el impulso de hacer queda concomitantemente
reducido. Por otra parte, la acción requiere un entusiasmo por algo, una presencia de
sentimientos, lo cual no es el caso del individuo apático. Hacer es también algo parecido a
mostrar la propia personalidad al mundo, porque las acciones de uno manifiestan sus
intenciones. Alguien que desea mantener escondidas sus intenciones (como típicamente hace
el avaricioso) también inhibirá su actividad y desarrollará, en lugar de un movimiento y una
iniciativa espontáneos, una excesiva reserva. El riesgo característico del aplazamiento puede
considerarse como un híbrido entre el negativismo y la evitación de la acción.

Orientación al conocimiento
El eneatipo V no es sólo introvertido (como queda implícito en la huida de las relaciones), sino
también típicamente intelectual (como generalmente tienden a ser los introvertidos).
Mediante una orientación predominantemente cognitiva, el individuo puede buscar una
satisfacción sustitutiva, como ocurre con la sustitución del vivir por el leer. Pero la sustitución
simbólica de la vida no es la única forma de expresión de una intensa actividad de
pensamiento: otro aspecto es la preparación para la vida, una preparación intensa hasta el
punto de que el individuo nunca se siente lo suficientemente preparado. En la elaboración de
las percepciones como preparación para la acción (inhibida), es particularmente notable la
actividad de la abstracción. Los individuos del eneatipo V tienden a la actividad de clasificar y
organizar, y no sólo muestran una fuerte atracción por el proceso de ordenar la experiencia,
sino que tienden a perderse en abstracciones, evitando al mismo tiempo la concreción. Este
evitar la concreción está relacionado a su vez con la ocultación propia de este eneatipo: sólo
ofrece al mundo el resultado de sus percepciones de uno, pero no la materia prima.
Relacionado con la abstracción y la organización de la experiencia, existe un interés por la
ciencia y una curiosidad por el conocimiento. También la inhibición de los sentimientos y de la
acción, junto con el énfasis cognitivo, da lugar a la característica de ser un mero testigo de la
vida, un observador desimplicado pero interesado que parece estar procurando con este
interés reemplazar la vida por la comprensión de ésta.

Sentimiento de vacío
Naturalmente, la supresión de los sentimentos y la evitación de la vida (en el interés de evitar
los sentimientos) constituyen una evitación de la acción, además de un objetivo
empobrecimiento de la experiencia. Podemos comprender los sentimientos de esterilidad,
sequedad interna y falta de sentido, típicos del eneatipo V como resultado del
empobrecimiento objetivo de su vida de relaciones, sentimientos y acciones. El predominio de
este sentimiento de vacío interior en los tiempos modernos (en que otras neurosis
sintomáticas han sido relativamente eclipsadas por las «existenciales») refleja la proporción de
individuos del eneatipo V que acuden hoy día a las consultas de los psicoterapeutas. Una
consecuencia psicodinámica de este dolor existencial de sentirse con una existencia apagada
es el intento de compensar el empobrecimiento del sentimiento y de la vida activa mediante la
vida intelectual (para la cual el individuo suele estar constitucionalmente bien dotado),
colocándose en situación de curioso y/o crítico «desde fuera» Con todo, otra consecuencia
más fundamental es el hecho de que la «insuficiencia óntica» estimula la propia pasión
dominante, como sucede con cada una de las estructuras del carácter.

Culpa
El eneatipo V (junto con el eneatipo IV, en la parte inferior del eneagrama) se caracteriza por
una propensión a la culpa, aunque el eneatipo IV siente la culpa más intensamente, pues aquí
queda «amortiguada» por un distanciamiento general de los sentimientos. Sin embargo, la
culpa se manifiesta en una vaga sensación de inferioridad, en una vulnerabilidad a la
intimidación, en un sentimiento de inadecuación y timidez, y, más típicamente, en la
característica ocultación de la persona. Aunque puede entenderse la culpa a la luz del fuerte
superego del eneatipo V, pienso que también es una consecuencia de la implícita decisión
temprana de apartarse del amor (como respuesta a la falta de amor del mundo exterior). Así,
puede considerarse el frío desapego del eneatipo V como un equivalente de la ira en el
vengativo eneatipo VIII, que pugna por salirse con la suya y lucha por sus necesidades en un
mundo hostil. Su separación de la gente es un equivalente a luchar contra ella, como si, en la
imposibilidad de expresar ira, aniquilara al otro en su mundo interior. Al adoptar una actitud
de indiferencia amorosa, siente una culpa que es comparable a la del bravucón testarudo, sólo
que es más «visible», porque el bravucón la niega defensivamente, mientras que aquí se
manifiesta como una kafkiana propensión a la culpa que lo impregna todo.

Fuerte superego
El rasgo de fuerte superego puede considerarse interdependiente con la culpa: la exigencia del
superego origina culpa, de la cual es, a su vez, respuesta compensatoria (parecida a la
formación reactiva implícita en el fuerte superego del eneatipo I). Al igual que el individuo del
eneatipo I, el eneatipo V se siente impulsado a exigir mucho, tanto a sí mismo como a los
demás. Puede decirse que el eneatipo I es más externamente perfeccionista y el eneatipo V lo
es más internamente. Por otro lado, el primero se aferra a una relativa identificación con su
superego, mientras que el último se identifica con su «perro de abajo» interior.

Negativismo
Un rasgo básico relacionado con el hecho de percibir las necesidades de los demás como
ataduras y también una forma de rebeldía contra las propias exigencias (superegoicas) es el
que implica, más allá de la evitación de interferencias o influencias, un deseo de contravenir
las exigencias percibidas en los demás o en uno mismo. Aquí podemos ver de nuevo un factor
que subyace al característico aplazamiento de la acción, porque a veces éste implica un deseo
de no hacer aquello que se percibe como una obligación, un deseo de no «dar» algo que se
pide o espera, incluso cuando la fuente de la demanda es más interna que social. Una
manifestación de tal negativismo es que cualquier cosa que el individuo se proponga hacer,
sobre la base de un deseo verdadero, se convertirá probablemente, una vez sea un proyecto
explícito, en una «obligación» que produzca una pérdida de motivación mediante una rebeldía
interna.

Hipersensibilidad
Aunque hemos investigado el aspecto de insensibilidad del eneatipo V, también debemos
incluir su característica hiper-sensibilidad, manifiesta en rasgos que abarcan desde una baja
tolerancia al dolor hasta el miedo al rechazo. Mi impresión es que este rasgo es más básico (en
el sentido de que es fundamental psicodinámicamente) que el de insensibilidad emocional y
que, como ha propuesto Kretschmer 78 , esa insipidez emocional se establece precisamente
como una defensa contra la hipersensibilidad característica del eneatipo V. Esta
hipersensibilidad implica una sensación de debilidad, de vulnerabilidad y también de
sensibilidad en el trato con el mundo de los objetos incluso de las personas. En la medida en
que el individuo no esté autistamente desconectado de la percepción de los otros, será
amable, tierno e inofensivo. Esto ocurre incluso al tratar con el mundo inanimado: no quiere
alterar el orden de las cosas; a él le gustaría, por así decirlo, caminar sin dañar la hierba que
pisa. Aunque esta característica de hipersensibilidad puede ser atribuida, junto con la
orientación cognitiva y la separación introvertida de la gente, al transfondo cerebrotónico de
este eneatipo, también podemos entenderla como derivada en parte de la experiencia del
dolor psicológico semiinconsciente: el dolor de la culpa, el dolor de la soledad no reconocida,
el dolor del vacío. Pienso que el individuo que se siente pleno y sustancial puede soportar más
dolor que el que se siente vacío. Por lo tanto, la falta de placer y el sentimiento de
insignificancia parecerían influir en el límite de dolor que puede aceptarse y, sin duda, la
propia hipersensibilidad constituye un factor en la decisión del individuo de evitar el dolor de
las relaciones frustrantes mediante la elección del aislamiento y la autonomía

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