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Introducción al Voleibol • El voleibol es un deporte de equipo por oposición y por su carácter

pertenece a los deportes de regreso del balón, similar al tenis. • La característica principal que
lo distingue de otros deportes es no poder retener el balón, sometiendo a los jugadores a
situaciones cambiantes con una gran presión en forma permanente. Además, existe la
limitación de 3 contactos (golpes) con el balón como máximo en cada equipo, lo cual concede
a la técnica y táctica individual y colectiva un valor relevante en el juego.

HISTORIA DEL VOLEIBOLSegún algunos historiadores este deporte se practicaba en la Roma


imperial,200 años a. J. Otros opinan que sus antecedentes se encuentran en la edadmedia donde
se practicaba un llamado "juego de balón" que posteriormente sellamaría en Alemania
Faustball
.El Voleibol o balón-volea moderno, se inició en Holyoke , estado deMassachusets (USA) en 1895.
Fue creado por WILLIAM G. MORGAN directorde Educación Física en el YMCA (Por sus siglas en
ingles Asociación deJóvenes Cristianos) quien había desarrollado varios programas deportivos
paraadultos.Su intención era la de crear un juego de entretenimiento y competición,diferente al
baloncesto creado en 1891 por James Naismith, buscando evitar larudeza y el choque de este
nuevo deporte. Con la red de tenis, pero a mayoraltura (2.13 mts), y utilizando la cámara del balón
de baloncesto, para pasarlapor encima de la red al campo contrario, evitando que este "balón"
tocara elsuelo. En principio no había restricciones respecto al número de jugadores nide contactos
con el balón.El nombre inicial fue el de MINTONNETTE, rebautizado como Voleibol porquesolo se
jugaba de volea con pase de dedos.En 1896, se publica el primer manual, sufriendo importantes
modificacionescomo la rotación (1912), tres toques por equipo como máximo (1922), acciónde
bloqueo (1938) iniciando el voleibol moderno.Las fuerzas del ejercito de los Estado Unidos
contribuyen a su expansión enEuropa durante la Primera Guerra Mundial, en el continente
asiático fue llevadopor los misioneros.En 1947 en París, se crea la Federación Internacional de
Voleibol. En Europasu práctica se desarrolla como juego de playa.

Agilidad
El voleibol es perfecto para ganar agilidad, ya que hay que ser rápido y desplazarse para llegar a
tocar el balón sin que caiga.

Piernas y glúteos :La posición casi permanente de media sentadilla, hace que el trabajo recaiga en
gran parte en las piernas y los glúteos, por lo que es un deporte perfecto para tonificar estas zonas.

Reflejos
Practicar voleibol ayuda a desarrollar los reflejos y la capacidad de reacción, ya que se trata de
un deporte muy dinámico en el que hay que estar muy atenta para evitar que el equipo contrario
encaje puntos.

Resistencia
Saltos, carreras, toques de balón… el voleibol ayuda a conseguir resistencia y ganar fondo físico. Los
partidos pueden llegar a durar desde una hora hasta dos horas y media, aproximadamente.

Perder peso
El voleibol es un deporte aeróbico, por lo que es muy recomendable para perder peso y quemar
grasa.
 Ayuda a tonificar los brazos.
 Ayuda a bajar de peso.
 Mejora la circulación sanguínea.
 Es divertido.
 Aprende a jugar en conjunto.
 Es bueno jugar voleibol porque previene enfermedades del corazón.
 Mantiene el tono muscular.
 Ayuda a no estresarse.
 Es un deporte que ayuda a estar en buenas condiciones físicas.
 Es bueno para reducir el colesterol en la sangre.
 Ayuda a tener mejor movilidad en el cuerpo.

El jugador tiene que evitar que el balón llegue al suelo.


2. Si el balón sale del campo cuenta como falta y saca el equipo contrario.
3. Sólo se pueden dar un máximo de tres toques por equipo.
4. Hay que ir rotando cada lugar, cada uno en el sitio de al lado.
5. Los jugadores no se pueden apoyar en la red cuando juegan con el balón.
6. Un jugador no puede dar dos toques.
7. El balón tiene que pasar por encima de la red para que cuente como punto.
8. Si un equipo marca punto saca otra vez.
9. Un jugador puede rematar a cualquier altura.
10. Si el saque no se ejecuta bien saca el equipo contrario.
11. En el primer toque del equipo se puede tocar con cualquier parte del cuerpo.
12. Los jugadores después del saque pueden ocupar la posición que quieran dentro de sus
canchas.
13. Los jugadores no pueden traspasar la línea.
14. Se puede rematar en el espacio del equipo contrario.
15.Si no se hace el orden de rotación antes del saque se pierde la jugada.

Las medidas de una cancha de voley oficial comprenden un rectángulo de dieciocho metros
de largo por nueve metros de ancho.

Este rectángulo está dividido en el medio por una red que tiene aproximadamente entre 2,43
metros de altura para los hombres y 2,24 metros de altura para mujeres.
La medida de la circunferencia del balón oficial de Voleibol debe ser de entre 65 y 67
centímetros y ademas cumplir con estos requerimientos:

 Ser esférica y flexible


 Pesar entre 260 y 280 gramos
 Poseer una presión al estar inflada de 0,300 y 0,325 kg/cm²

El alma de la quena
de Abraham Valdelomar

El Inca, en la terraza, vio caer el Sol, en la paz de la tarde, oyendo la misma melodía que
escuchara en el camino la víspera. Había hecho detener su comitiva. Los haravicos
interrogaron con las flautas, los naupachikas se internaron en el valle, pero el Inca no
supo si aquella música dolorosa y extraña era de un hombre o de un ave. Ahora lo sentía
algo más clara, aunque imprecisa, y aguzaba sus oídos para percibirla mejor. Era un
sonido mezcla de alegría y dolor, como un dulce reproches, como una queja musitada en
voz baja, notas que envolvían el espíritu, que se filtraban como un puñal en los nervios,
que avivaban recuerdos insepultos y dolores que el tiempo no había podido cubrir, a cuyo
conjuro morían en los labios las palabras, en los ojos nacían lágrimas y en el alma honda
sed de tristeza. ¿Era un ave? ¿Era un hombre? Sinchi Roca hizo apagar las resinas
aromáticas y retirar a sus guardias a la puerta.
–¿Qué suena? ¿Qué vibra? ¿Qué canta? – dijo su esposa.
–Es tan divina esa música, Pachacamac, respondió Coya Cimpa, que no parece el canto
de un hombre ni el sonido de una quena. Se diría que es un ave que viene a llorar bajo la
luna. En estas noches vienen, desde las lejanas montañas profundas, aves raras a poblar
los jardines del palacio. Yo he visto ayer una avecilla, roja como una herida, posarse en
los maizales sagrados...
El noble monarca se levantó. Pausadamente miró desde la terraza la Ciudad Imperial.
Abajo se extendía la población con sus templos y sus palacios. Luces rojas marcaban el
lugar de las cuatro plazas y los cuatro caminos. Al frente se elevaba el Coricancha,
guardado por Huilla Humus y guerreros nobles, y dentro dormía el divino tesoro de la
imagen del Sol, ante la doble fila de los áureos cuerpos de los Emperadores. Delante se
distinguía la Inti pampa rodeada de los palacios de los nobles, y junto a la Gran Plaza, y
frente al Amaru cancha, el templo de las acllas elevaba sus herméticos muros de piedra.
A la derecha, rodeando la plaza de Cuntisuyu, se hallaban las cárceles, detrás del río; y
antes de él, a poniente, los canchones reales; al lado opuesto estaban los cuarteles, los
hospicios, los bramadores para las bestias indómitas y algunos palacios de los nobles.
Y más allá de las murallas, el valle fértil dormía bajo el cielo tranquilo de esa noche azul,
mientras la Luna dejaba caer sus rayos misteriosamente y una brisa perfumada ascendía
hasta ella desde la tierra silenciosa. Mudo, sentase el Inca sobre su trono de palma negra
incrustado de oro.
–Si fuera un hombre el que toca esa música, me gustaría tenerlo en el palacio; si un ave,
en mis jardines...
–Ordénalo, Pachacámac.
–Si fuera un hombre, sería fácil tomarlo para mi servicio; más si son aves, nada puede
contra ellas mi voluntad, que son oficiantes de la pompa del Sol, mi padre...
De pronto, la Coya, haciendo un ademán suplicante, dijo:
–¡Escucha, Viracocha!
El Inca puso toda su atención, su rostro reveló la curiosidad, luego la admiración, después
la duda, y dijo al fin, haciendo palmas como un niño:
–¡Yma Samiyock!... ¡Yma Samiyock![1]¡Es una quena! ¡Buscad y traed a ese hombre!
Los grupos de sus servidores se esfumaron en la penumbra lunar. A una actitud del Inca,
otros encendieron nuevamente sus resinas. El silencio reinó luego y se pudo percibir
claramente el sonido de una quena que avanzaba. Oyéronse las voces de los guardias de
puesto en puesto y en tanto la Coya decía:
–Si es un hombre, ha de ser Yactan-Naj, pues él se ha perdido... Kuychy mi servidora, me
ha dicho que Yactan no está en el reino. Dicen los pastores que el Padre Sol lo arrebató
de tu Imperio para que cantara en sus mansiones. Las blancas mujeres del norte dicen
que Mama Quilla lo ha desterrado para que haga morir a los hombres con sus canciones
de dolor. Los pescadores del Lago Sagrado dicen que vaga de noche por la Isla Solitaria;
los labriegos cuentan que las aves, envidiosas de su música, le sacaron los ojos y que,
ciego, cayó al río; los guardias del Amaru cancha dicen que al oír su flauta les siguieron
las serpientes y lo devoraron; y los chasquis aseguran oír por las noches, en la
profundidad de la selva, sus canciones... Sintiéronse las voces de los guardias y, a poco
apareció un grupo de servidores nobles conduciendo a un quechua. Arrodillárnosle todos,
con el chepi a la espalda, y el indio balbuceó tembloroso:
–¡Napaycuy, Yaya, Viracocha!
–Levantadle, dejadle venir, ¡retiraos! – dijo el Inca. Quedóse éste con la Coya y el artista.
Despedazada túnica cubría mal sus carnes pálidas, las sandalias rotas, el báculo leñoso y
tosco. Su cabellera despeinada y soberbia, sosteníase en la frente con una cinta a
manera de llautu, y de su cuello, pendiente de un largo collar, había una flauta de cinco
agujeros.
–¿Quién eres? preguntó el Inca.
–Soy, Viracocha, del ayllu vecino a la Ciudad Imperial.
–¿Quién te enseñó a tocar la flauta? ¿Por qué es tan triste tu canción?
–No me enseñó nadie, Poderoso. Fue el dolor. Lloro porque mi amada se ha perdido.
–El Inca, tu padre, quiere serte favorable: el Hijo del Sol te dará lo que quieras. Pide.
Desde hoy vivirás en mi palacio y en mis jardines, donde tu alma olvidará tu dolor y tu
quena alegrará el castillo. Tocarás en la quena. ¿Oyes? ¡Voy a hacerte feliz!
–No podré serlo nunca, Viracocha. Tú no puedes hacer que ella vuelva del palacio del
Sol. Pero sí puedes hacerme menos desgraciado. Voy a pedirte una cosa.
–Habla.
–Me dejarás siempre correr el Imperio, pasar de las fronteras, ir por las comarcas, errar
por todos los caminos. Ordenarás que nadie me cierre el paso y que nadie en tu reino me
impida toca la quena. Hazme creer que el mundo es mío; y sabiendo que mi vida te
pertenece, hazme creer, ¡oh Viracocha!, que puedo entregarla al dolor...
–Te daré siervos, te ennobleceré, podrás acercarte a mi trono y marchar en mi comitiva.
Tendrás trajes suaves de alpacas tiernas y siervos que colmen tus deseos. Pero tocarás
la quena...
–¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Déjame ir por el mundo!... Yo cantaré canciones al Inti en tu
nombre. En los árboles más gruesos grabaré tus insignias y en las piedras más enhiestas
pondré tus colores. Cazaré murciélagos para tu manto imperial, enseñaré a decir tu
nombre y a repetir tus hechos a los guacamayos, a las kalla y a los uritu, y ellos
esparcirán tus hechos en la espesura de la selva, donde no se oye la voz de tus
arabecus, al amanecer de cada día, cuando el Sol, tu padre, asome... Pero déjame
marchar si me quedara en tu castillo, mis canciones no te gustarían y mis notas de dolor
no te llegarían al alma. ¿Quieres que sea feliz y que mi quena llore? No me des fiestas ni
riquezas, ni siervos, ni palacios. El dolor no se hace. El dolor es. No sé para divertir a los
otros. La pena está en la luz de la luna, en la sombra de las frondas, en el silencio de la
naturaleza. En lo gris de las nubes que se juntan y opacan en las cimas, cuando llueve,
allí está el dolor. En el viento frío que sopla en la tempestad, en el retumbar del trueno, en
la lluvia incesante y torrencial, en la blanca nieve sagrada, en el río que rompe el lecho y
enrojece el agua con la arcilla, en el rayo, allí vive el dolor. Nada de eso hay en tus
jardines, Pachacámac. El dolor es inmenso como el mar, orgulloso como el cóndor,
multicolor como el bosque. Tú no conoces el dolor... Déjame, pues, salir, Hijo del Sol,
Poderoso, Viracocha; no me arrebates lo único que me queda en la tierra: mi tristeza; no
desencantes mi quena, no deshagas mi vida...
–Eres y no eres de mi reino. Ve por el mundo, Divino errante. Lleva esta insignia del Inca
para que nadie se oponga a tu marcha. Es una pluma de mi diadema... Ve... ¡Yma sumac
yaqui!...
–¡Aiguayá! ... ¡Aiguayá!...
Dijo y besó el suelo a los pies del Monarca. Los soldados volvieron hacia él. Escoltado,
bajó las escalinatas del palacio. Volvieron a su puesto los guardias. Alimentaron las
resinas y, poco a poco, bajo la luz serena y silenciosa de la Luna, volvió a oírse el eco
triste y desolado de la quena en las frondas lejanas.
–¡Yma sumac yaqui! ... ¡Yma sumac yaqui!... dijo el Inca a la Coya.
–¡Aiguayá!... sonó a lo lejos la voz del artista.
La luna se ocultó.

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