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Pilar Alejandra García Ayala

Literatura Mexicana Contemporánea

La literatura de la Revolución Mexicana, testimonio de una épica en la lucha

El siglo XX estuvo marcado por una constante de cambios radicales, la cual no hizo más que
acelerar. Los más importantes movieron los cimientos de la sociedad al grado de ser
imperante una reestructuración. Uno de estos casos fue la Revolución Mexicana, lucha
violenta que marcó a toda una generación de personas, trazando una dirección distinta del
país dentro del pensamiento común. La lucha armada iniciada en 1910 fue un levantamiento
para quitarse el yugo sofocante que Porfirio Díaz había impuesto durante más de tres décadas
al pueblo mexicano. No puede negarse el avance ocasionado dentro del régimen de este
presidente que sirvió de base para impulsar el desarrollo futuro, pero éste también fue causa
de los movimientos siguientes para destituir el gobierno opresor.

Dentro de la literatura, algunos aspectos del porfiriato que, a palabras de Domínguez


Michael, “fueron […] la materia prima que nutrió esencialmente a las novelas de la
revolución y a toda la literatura mexicana del siglo por extensión” (29) se pueden destacar al
modernismo, la novela naturalista que registró sin tapujos el desenvolvimiento social, la
imaginería colectiva y la rebeldía de los magonistas (ídem, 28). La revolución provocó gran
conmoción y caos generalizado, especialmente en aquellos que se encontraban bien
establecidos, el cual puede verse plasmado en opiniones de los literatos decimonónicos como
Frías, Sesto, Quevedo y Zubieta, Gamboa, López Portillo y Rojas, Mateos, González Peña y
Arce, quienes marcaron y comprendieron el fin de una época, pero en el ámbito narrativo no
pudieron cruzar a la siguiente, regresando a la ciudad como extranjeros (ídem, 35).

Algunos de los causantes sociales heredados que contribuyeron al levantamiento


armado fueron la organización por haciendas, los latifundios, la explotación de los enclaves
mineros, el síndrome exportador, así como el elitismo, el nepotismo y el clientismo (Fuentes,
5), los cuales formaban una estructura social con brechas económicas entre clases muy
marcadas, causantes de injusticias que cansaron al pueblo, orillándolo a su levantamiento. La
revolución no llegó sola, trajo consigo un variado grupo de héroes y con ellos una oleada de
violencia que se convirtió en el pan de cada día, no son en vano las palabras de Dante Medina:
“(e)n México, la crueldad nunca es privada: estamos convencidos de que la sangre es para
exhibirse, de otro modo no tendría sentido, somos extremadamente sensibles al espectáculo
de la violencia.” (32)
Pilar Alejandra García Ayala
Literatura Mexicana Contemporánea

Las figuras de los caudillos revolucionarios, así como las acciones llevadas a cabo
por ellos y por “la bola” fueron el blanco de la literatura, que se encargó de dar testimonio
fehaciente de los enfrentamientos armados. Para realizarlo, los autores se vieron en la
necesidad de emparentarse con el pueblo. Esta necesidad tuvo como consecuencia una doble
ruptura con los modelos decimonónicos tradicionales: por una parte fue la configuración del
lenguaje escrito para asemejar la fonética del habla característica del pueblo, arrebatándole
la estricta academicidad, y así poder introducir de manera veraz el modelo vivo
revolucionario; por otra parte, generó la experimentación con la estructura narrativa,
especialmente en el género cuentístico, asimilando la narración oral y jugando con su forma,
agregando componentes de otros medios culturales comunes en la época como la nota
periodística, la correspondencia, el parte militar, entre otros. (ídem, 31)

Gracias a estos cambios en la forma narrativa pudo abordarse la figura del héroe
revolucionario, lo que configuró, de manera implícita, la nueva epopeya literaria. Esta se
enfrasca en un ambiente oscuro, siendo el ejemplo más notable la obra de Mariano Azuela
Los de abajo, obra reconocida como la novela de la revolución que se diferencia de las
novelas porfirianas dedicadas al tema revolucionario, ya que se desarrollan en el ambiente
diurno. (Domínguez Michael, 38) La épica de estas obras ha sido transmutada, siendo ajena
en determinado punto a la épica clásica de la antigua Grecia y a la épica medieval europea.
La épica tradicional se compone de un ciclo necesario, originado a partir del mito precedente
a todo, perteneciente a los ancestros, a los dioses, a la tierra de los muertos, por lo que se
mantiene estático, el cual es trascendido por la épica y prolongado por la acción del héroe
(Fuentes, 5), siendo la ruptura accidental de la unidad simple, abriéndose al mundo pluralista
de las fuerzas morales y a los poderes naturales, desafiando a los dioses (ídem, 8). Sin
embargo, esta acción no puede mantenerse estática por su naturaleza, por lo que tiene la
función de puente a la tragedia, originada por la necesidad de restaurar los valores colectivos
del pueblo que han sido vulnerados por la acción del héroe. En esta transición, el héroe
regresa a la tierra de los muertos para reencontrarse con el mito del origen y cerrar el ciclo,
creando una catarsis (ibid.). Dicha catarsis no sólo funge su influencia en el héroe, sino
también en el pueblo, lo cual trae una armonía general.
Pilar Alejandra García Ayala
Literatura Mexicana Contemporánea

Sin embargo, este ciclo no se cumple en la literatura de la revolución, puesto que hay
una sustitución del círculo catártico por una sucesión lineal de hechos modificado por el
cristianismo y el humanismo individualista (ibid.) de la modernidad. Christopher Domínguez
Michael rescata la concepción por Octavio Paz de revolución como contenedor de la idea del
tiempo cíclico que regula y repite los cambios, asemejándose a la forma tradicional de la
épica, pero la concepción modernista de la palabra “ ʻdestruye a la antigua: el pasado no
volverá y el arquetipo del suceder no es lo que fue, sino lo que seráʼ ” (36) Por consiguiente,
lo que encontramos en la literatura de la revolución es una épica deformada, devaluada, en
la que no puede efectuarse la catarsis armonizadora que purificará al pueblo, como se observa
en la novela Los de abajo donde todo el sufrimiento del los revolucionarios no ocasiona alivio
ni final ventajoso para ellos, sino una devastación llena de mutilaciones sin conclusión
eficiente.

Debido a la erradicación de la función de puente en la épica revolucionaria y fijándose


en los hechos de los caudillos, podemos encontrar distintos tipos de épicas, siendo la épica
menor -abordada por los cuentos- la encargada de revitalizar “la picaresca, la moraleja, el
humor macabro y el anecdotario guerrero” (Domínguez Michael, 46). En los cuentos de la
revolución podemos encontrar una epopeya idealista en “El apóstol” de Ricardo Flores
Magón, o una epopeya solemne en “El fusilado” de José Vasconcelos, cargada de crueldad
terrible en “La fiesta de las balas” de Martín Luis Guzmán como se puede apreciar a
continuación:

Algunos de los prisioneros, poseídos del terror, caían de rodillas al trasponer la puerta: la bala
los doblaba. Otros bailaban danza grotesca al abrigo del brocal del pozo hasta que la bala los
curaba de su frenesí o los hacía caer heridos por la boca del hoyo. Casi todos se precipitaban
hacia la pared de adobes y trataban de escalarla trepando por los montones de cuerpos
entrelazados, calientes, húmedos, humeantes; la bala los paralizaba también. Algunos
lograban clavar las uñas en la barda de tierra, pero sus manos, agitadas por la intensa ansiedad
de vida, se tornaban de pronto en manos moribundas. (224)

También se ve la hazaña perdida en el cuento “Oro, caballo y hombre” de Rafael F.


Muñoz en el que el botín y la vida de uno de los afamados caudillos se pierde, o también la
mirada desde la domesticidad de quienes la sufren con la perspectiva infantil que nos ofrece
Nellie Campobello en Cartucho.
Pilar Alejandra García Ayala
Literatura Mexicana Contemporánea

Con todo lo anteriormente expuesto, se puede observar el trasfondo literario que


acarreó la Revolución Mexicana, la cual, gracias a los preceptos modernistas y a la herencia
colonial que tenían los mexicanos fue inevitable la lucha por un cambio para regenerar la
situación social, levantándose el pueblo, guiado por los héroes y caudillos del movimiento, a
quienes se les trasfiguró en la literatura utilizando nuevas formas narrativas para crear la
veracidad de los personajes y dejar prueba de lo acontecido en la revolución. Todo esto
originó un resurgimiento de la épica, sin embargo, ésta es una épica deformada, puesto que
se dio una ruptura del ciclo catártico necesario para la purificación del pueblo, perdiendo la
acepción cíclica en la palabra revolución y erradicando el pasado, para centrarse en el futuro.
Además, se originó la creación de nuevos estilos para la construcción narrativa de los
cuentos, donde se pueden apreciar los héroes de la épica menor, en la que se asemejan a
diversos textos comunes de la época, con lo que obsequian a la literatura con una forma
característica, ineludible para quien los lea.

Fuentes de consulta

Azuela, Mariano. Los de abajo. 4 ed. México: FCE, 2007. Impreso.

Fuentes, Carlos. “La Ilíada descalza”. Los de abajo, FCE - Fondo de Cultura Económica,
2007. ProQuest Ebook Central,
https://ebookcentral.proquest.com/lib/univeraguascalientessp/detail.action?docID=4508619

Guzmán, Martín Luis. “La fiesta de las balas”. El cuento hispanoamericano. 10 ed. México:
FCE, 2010. Impreso.

Medina, Dante. “El cuento de la Revolución Mexicana”. Literatura de las revoluciones en


México, Universidad de Guadalajara, 1996. ProQuest Ebook Central,
https://ebookcentral.proquest.com/lib/univeraguascalientessp/detail.action?docID=4184603

Domínguez Michael, Christopher, Antología de la narrativa mexicana del siglo XX, Tomo
I. 2 ed. México: FCE, 1996. Impreso.

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