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EMILIO ROJAS SÁENZ

LOS REMOLINOS DEL


HACEDOR
Cuentos

2016

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Presentación Índice
Escribir un cuento es un proceso de creación en el que se Presentación
trasunta ingenio, dominio del lenguaje, concreción y búsqueda de
1. El pozo del silencio
motivos que permitan reflejar, en una instantánea, un trozo de vida-
ficticio o real- para la posteridad. 2. Marrufo, el gato que salvó a una suegra engorrosa

Es el empeño de este segundo libro, cuyo título LOS 3. Mi fantasma está en el closet
REMOLINOS DEL HACEDOR nos ubica en la costa norte y central. 4. Lo que vale tener quince años
Lo maravilloso de la vida cotidiana siempre nos ha embelesado y
5. Del recuerdo también se vive
motivado para rescatar esos escarceos de la experiencia y de las
vivencias trashumantes, que a veces pasan desapercibidos para el 6. Matrimonio fallido
común.
7. Tienda, platita y mujer.
Cuánta riqueza en la trama de cada una de sus historias 8. Te han hecho el avión
narradas; cuántos inesperados sortilegios se desatan suave o
9. El vendedor de ideas
violentamente en su riqueza vivencial. Nos quedamos perplejos al
comprobar que la realidad siempre ha superado a la imaginación 10. Así fue, señor juez, así fue…
porque es allí donde la creatividad se arremolina en la mente del
11. Varias veces viuda
escritor para separar el trigo de la paja y encontrar un hecho
ineludible e impostergable para su publicación. 12. La candelita no me obedeció
13. Llama a los rezanderos
El norte peruano es un Macondo a piel abierta. Un lugar donde
la sed más terrible para el poeta y el narrador encuentra la calma 14. Me salvó la biblia
esperada. Lo mismo podemos decir de Lima cosmopolita y
15. Xilocaína
heterogénea.
16. Secreto de boticario
Los cuentos son breves, cargados de filosofía popular, de
sonrisa a la mala vida y donde la inocencia pueblerina colisiona con
17. Ya ves, por tacaño…
el mundo abierto y descarnado de la ciudad. 18. A curar el susto, compadre…
19. También los hay
20. Cosa de arrieros…
Emilio Rojas Sáenz

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21. Prejuicio
22. Ropa a la medida EL POZO DEL SILENCIO
23. En este parque no hay palomas -¿Recuerda usted, compadre Gelusio, al Rubén Candela
24. Decisión necesaria Muñoz cuando quemó la chocita del tullido Malindro
Carbajal?
-Claro, compadre Anastacio, como que lo estoy viendo, tal
como sucedió hace diez años. El maldiciao ya mostraba sus
arrebatos de matagente.
-Además, compadrito Gelusio, requetemalo había sido el
bandido, cuando se descubrió los robos en la cueva de los
Murciélagos.
-Así es, paisano y compadre Anastacio, la policía lo hizo
cantar el tondero apretándole un poquito las uñas, para que
dijera adónde había enterrado a tanto difunto desaparecido…
-Vaya que se acuerda usted bien, compadre y paisano
Gelusio, como que estuvimos allí, testificando el dolor ajeno
de los deudos que ya ni lágrimas tenían.
-El pozo del Silencio había sido el mortuorio al paso,
compadrito Anastacio. Cortaron la yerba para ver el fondo. El
hedor me hizo vomitar las ganas de seguir mirando. Los
había aventado a como caigan, total, que ya ni se quejaban
de los golpetazos que se daban para abajo.

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-La verdad la tiene usted en el recuerdo, paisano y compadre disfuerzo, se hundió la bayoneta en el pecho y se lanzó al
Gelusio. Lo ataron para que saque a los difuntos, desde los pozo. Se fue a buscar sus propios gusanos, compadrito.
más frescos hasta los que ya eran esqueletos. ¡Treinta, -Un policía bajó para sacarlo. Todavía estaba calientito, pero
compadre, treinta! los sesos se le habían desparramado allá abajo.
-Diga usted, compadre Anastacio, si daban ganas de -Por eso, compadre, hay que arrimarle unas oracioncitas con
mandarlo de cabeza, a ver cómo se sentía quedar con la sus cruces completas como hacen los curas y así nos
respiración cortada en la oscuridad del pozo. evitamos la pesadilla de remirarlo con estos ojos ya
-Pero ya ve, compadre y paisano Gelusio, que su destino avejentados y memoriosos.
nadie se lo había presagiado todavía… El capitán Malacio -Sí, compadre, total, ya no patalean los recuerdos de los que
Suárez trinchó un gusano gordo y rosado, para metérselo en estuvimos mancornando a los treinta, con el Rubén de yapa…
la boca al Rubén.
-¡Matas y te haces el sonso! ¡Para que se sientas igual que
los difuntos…!
-El Rubencito que apretaba las quijadas. Ahí nomás le
abrieron el hocico y le zamparon dos más…
-¡Máteme, carajo, máteme y deje de joderme la vida con
gusano ajeno…!
-¡De algo te morirás, maldiciao, solo te adelanto la
comilona…!
-Y ya ve, compadre Anastacio, que no todo es perfecto;
cuando le venía el de cortesía, el Rubén, jodido, aprovechó el

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MARRUFO, EL GATO QUE SALVÓ A UNA SUEGRA Los platos repiqueteaban. En la tercera cucharada percibieron
ENGORROSA un raro sabor, que las llevó a mirarse medio perplejas.
-Yo no quise matarlas, señor policía, solo quería asustarlas,
porque me tenían curcuncha con sus letanías, en lo que hacía El minino se acercó, mimoso, a doña Eustaquia, la inefable
o no hacía en mi matrimonio… suegra de Turfina. Disimuladamente, le aventó una troncha,
que el gato engulló rápidamente.
Turfina Macancio metió sigilosamente los dos sobres de
racumín en el bolsillo del mandil. Su plan era perfecto. Suegra Marrufo comenzó a maullar y dar alaridos como de cristiano,
y tres cuñadas esperaban el almuerzo. brincando de aquí para allá, del sofá a las sillas, en arqueos
de lomo erizado.
-¡Uhm, ese caldo está de rechupete…!
-¡Te has esmerado, Turfi, señal de que estás cambiando…! Se quedó quietecito, patas arriba, con los ojos desorbitados
-¡Así parece, familia, se trajina en lo que el querer obliga…! y la cola arqueada.

Marrufo, en tanto, se esponjó, estiro, bostezó y mostró las -¡Maldiciada, so miéchica, que nos has querido difuntar, así
garras, como diciendo: nomás porque se te ocurrió hacerlo, hija de una mala madre!

-¡Que me manden los ratones…! Todas fueron a dar al hospital.

Era el gato engreído de Turfina. Sentadas, con los frascos de suero, se miraban y por si acaso
se tocaban, no vaya a ser que a alguna se le enfriara el alma
allí nomás…

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En el dispensario, enyesaban un brazo a Turfina. -Ya ve usted cómo son las injusticias. Macasio Ordóñez, mi
marido, debió comer esa troncha y yo hubiera llorado por
-Diga usted, ¿por qué quiso envenenar a su familia política?, cinco difuntos…
diga usted…
-Así fue, pues, jefecito. Mi pobre gato comprobó que el -Diga usted si se arrepiente del acto cometido…
racumín no era de su agrado, pero ya ve usted, hasta los -¡Claro que sí, jefecito, aunque extrañare a mi Marrufito…!
bigotes se le cayeron…Yo que lo crie desde cuando lo
trajeron requetechiquititito, que más parecía garabato mal
hecho de lo flaco que estaba, solo ojazos era el morrongo.

-Oiga, no me venga con otras historias. ¿Por qué quiso


envenenar a su suegra y cuñadas…?
-Es que no me tenían paciencia, señor policía, en todo se
metían, que patatín que patatán, que esto y que lo otro. Y
usted sabe bien que cuando la cólera se emponzoña con
ideas malvadas, a una se le da por corregir entuertos, rapidito
nomas. Se me fue la mano. ¡Pobre mi gato!; ¿quién lo
enterrará en el jardín para ahorrar en abono, jefecito…? Y
para colmo de la desgracia, mi marido me ha denunciado…

-Así es, señora; así lo ha declarado…

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-¿Por qué te cobijas en el closet que ni te alcanza para estirar abrí los ojos, medio atontada todavía al salir de mi propio
las canillas del puro encogimiento...? claustro materno.
-Fui y ya no soy, si es que tengo que explicar la
inexistencia de la vida de un fantasma que vagabundea a flor La esperanza les atiborró las sonrisas de verme otra vez
de esta arena apabullante del Sechura… trajinando travesuras y haciéndome mimos me decían
-¿Y por qué no te tengo miedo…? cariñosamente:
-Porque puedo librarte de tu espanto al sueño y porque
quiero que me ayudes a salvar mi alma ajusticiada a la -¡Vaya sueñecito el tuyo, que ahora nosotros no sabemos si
mala… juntar las pestañas o mantener abiertos los ojos como faroles,
más que sea para estar quietecitos como esos gatos gordos
El clóset me intrigaba. Comencé a golpear el fondo y lo sentí soleándose en las ventanas…, no vaya a ser que te nos
hueco. Saqué las tablas. Había una pared falsa, mal hecha. duermas para siempre, muchacha¡
Una sensación de alivio descansó en mis manos adoloridas.
Llamé a mis padres que, junto con otros vecinos, abrieron la
pared. Allí estaba quietecito el dueño del fantasma.
LO QUE VALE TENER QUINCE AÑOS
El cura Salvador Froilán lo exorcizó, lo bañó con agua bendita Don Catalino Salvador fueteó la bota derecha y con voz lenta
y en un costalillo llevaron los huesos al cementerio. le preguntó a su compadre Galvino Santamaría:

Un sopor me llenó las ganas de bostezar y quedé -¿Cuántos años tiene ya tu hija Luzmila?
adormecida. Del gusto se pasó al susto. Dormí tres días -Yendo para los quince, compadre.
seguiditos. Cuando ya presentían que me iba al otro extremo, –Guárdamela, que para esa fecha me la llevo, compadrito...

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La mozuela, medio asustada, escondida detrás de la puerta, No hubo música ni cuetes. Solo la mirada torva y dura del
abría los ojazos del puro susto que le produjo el vozarrón y el patrón.
tintineo de las espuelas.
-¡Recojan todo que nos regresamos a la hacienda!
Pero como las decisiones pueden salir chuecas porque a otro
prójimo se le ocurre entrometerse, la oreja fina de Gamaliel Qué más podía: los treinta años de Gamaliel o los sesenta de
Azcurra fue suficiente para torcerle las ganas a Catalino. Catalino. ¿Por qué no había gritado? La cólera se le
apapachó en los hombros al imaginar que Luzmila ya era
Esa noche que Luzmila cumplía los quince años, se la llevó mujer de ese mal nacido.
en su zaino galopón. Los pocos arañazos se fueron luego
ante el resondro de su raptor: La pareja retornó después de año y medio de sombras en sus
destinos lejanos.
-¡Agárrate fuerte que te vas de hocico en la carrera!
-Prepararemos, pues, una fiestecita por el nieto que es
El patrón llegó con banda y cohetones. igualititito a mí…
-Así será, don Galvino.
-Aquí estoy, compadre, para llevarme a la china… -A ver, Sinforoso, trae el yonquecito para perdonar deudas y
agravios.
- Pues que lo madrugaron, compadrito, ya se le adelantó el La apretujadera de los invitados palmeaba a Gamaliel por la
Gamaliel… linda chinita. Los ojos zarcos los tenía también el mamón.
-Te deseamos lo mejor y vete cuanto antes, Gamicho, para
que no te madruguen el gallo por ahicito.

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Un balazo en la nuca, cuando lo abrazaban, lo dejó con los DEL RECUERDO TAMBIÉN SE VIVE
ojos verduzcos abiertos, abiertos, entre la estampida y el Eduvigis Santero jaló la cortinilla que ocultaba el frasco de sus
sálvese quien pueda hacia los faiques que alargaban sus recuerdos.
sombras en el empedrado.
Pasó ritualmente la franela. Lo contemplo nostálgicamente y
Desde la ventana de la hacienda, Catalino se hurgaba los oprimiendo la frente contra el vidrio sintió que él estaba ahí,
dientes con el infaltable palillo, como para decir qué buena ha siempre presente, hasta que a ella le llegara también el día de
estado la cena. boquear.

-¡Oye, Eucladia, qué esperas que no me sirves mi copa de Una semana nomás duró la luna de miel. En lo mejor del
aguardiente, vamos, mujer, que de algo se brindará esta deleite divino se le murió encima el susodicho.
noche…!
Después del velorio, ella pidió que la dejaran sola con su
difunto para llorarle a gritos, sin chismosas mirándola a
hurtadillas.

Abrió el ataúd. Lo contemplo amorosamente y el recuerdo de


esa semana inolvidable le apretó la necesidad de su decisión.
Cerró la tapa.

-¡Ahora sí pueden llevárselo!

9
No volvió a casarse. Le bastaba saber que en el frasco lleno MATRIMONIO FALLIDO
de alcohol se encontraba el motivo de haberse sentido A Rudecinda Toro le saltaba el corazón cada vez que
mujer… Celedonio Morón entraba a comprar. Se le trababa la lengua y
solo atinaba a decirle tiernamente:

-Pasa, papi, que aquí está tu yapa…

La tienda bien surtida, con dinero en el banco, pero la cama la


sentía fría para su soledad de cuarenta años. Había esperado
la oportunidad para proponerle matrimonio a Celedonio, así,
directamente, como hacía con los negocios, sin temblarle la
voz.

El casorio fue con banda, baile, trago y comida en palangana.


La tienda por la ventana, sí, señor, decían los invitados,
metiéndose un par de cuyes en el buche, remojaditos con el
yonque alegrapiés.

Celedonio Morón no cabía en su pellejo ante tanta felicidad.


Casa, tienda, platita y mujer.

10
-Aunque ya jamoncita, pero hay que sacrificarse por el -Pero, mi Rude, no sea tan ruda con su consorte…
amor… -¡Fuera, que le mando los perros y no respondo si le arrancan
las verijas!
Los amigos lo secuestraron para darle algunos consejitos.
Mojó la almohada con el lagrimeo y percibió que la soledad de
-Porque de estar virgen la Torina te lo aseguramos quienes sus muslos cuarentones la acompañaría para siempre.
hemos pretendido trepar el níspero.
-¡Pero, así soy yo, Rudencida Toro, firme para los negocios y
-¡Naca la pirinaca,- nos decía-yo escogeré al que abrirá para la misma felicidad, mal gastada por cierto…!
trocha hacia el impenetrable monte!

Doce de la noche. Apareció Celedonio.

-¡Rudencita, abre para destaparte el baulito, mi amor!

Ella, desde la ventana del segundo piso, lo bautizó con un


baldazo de agua fría.

-¡Regrese a su casa, mi lindo, que aquí nadie lo conoce. En


esta moranza se hace lo que ordeno y no al revés. En vez de
aguardientarse con esos pelafustanes, usted debió estar
regodeándose a pierna suelta con su desposada¡

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TE HAN HECHO EL AVIÓN Frotándose las manos como chino a la espera de una
Con los cabellos crinados al viento y los ojillos astutos, llovizna inexistente, se regodeaba pensando:
Alexos Goncabas la observó detenidamente y se dijo:
-Nombramiento y mujer, qué felicidad. Así con premio, ni
-Esta es que la buscaba… soltando soles en las calles de Lima. Ahora, a quitarse el
bulto; pero antes le pido un prestamito de mil dólares para
Asunción Lunares se volvía gelatina cada vez que lo comprarme un auto. Se goza como un chancho, hay dinero,
encontraba. Caballeroso, delicado, muy atento en darle el se cría fama, y… ¡a echarse a la cama!
paso. La fue conquistando con calculadas palabras amorosas.
Se acomodó la corbata y la sonrisa, mientras observaba por
Le propuso matrimonio a los tres meses de conocerla. Pero, la ventana cómo Lima engullía a la gente desesperada por
antes…, debía ayudarlo a ingresar al Ministerio como llegar a sus inciertos destinos, en roces necesarios para
nombrado. sentirse vivos, entre el fragor de las bocinas, gritos y
silbatazos.
-Tú tienes conocidos y estás en las altas esferas… Habla por
mí.

Si quieres, podemos adelantar la luna de miel… Total, ya


somos novios.

El amor y la ilusión bloquearon la inteligencia de Asunción.

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EL VENDEDOR DE IDEAS atrás y calculo que más valor tiene la mirada extasiada de una
Pidió el acostumbrado café y se puso a contemplar el muchacha enamorada que cualquier esfinge esotérica.
hormiguear de la gente. Desajustó la corbata y sintió que el
mundo se liberaba. En una mesa cercana, tres discutían -¡Mozo, sírveme otro café de ilusiones en una taza aún no
teorías y tácticas para arreglar la existencia. sacramentada…!

Yo, Josafat Palacios Mendieta, soy el grano de arena exacto y Me mira sorprendido y se aleona interiormente.
mi oficio es pensar, fabricar ideas. Y no hay una para mí. Yo,
el creador, cero a la izquierda en las operaciones mercantiles; -Señor su pedido es medio raro…
si hasta me dan ganas de masticar mi zapato. Lima me
abochorna la cartera, en este momento que bebo mi café para -Hijo, tu numen no avizora la infinitud de este lienzo. Cumple
sentir que se vive y se transpira. tu destino y sirve lo solicitado. ¡Abur!

Estoy aquí y los recuerdos radiografían los momentos fallidos. Enrabillo el ojo y estoy más despierto que ayer y que mañana.
Me siento árbol y no doy sombra al peregrino. Nadie puede Ya no quiero ser el segmento de los que se benefician con
presagiar esta hora larga en que todo transcurre y nada mis ideas. Me niego a recibir caridades y estampitas.
zigzaguea. Socratizo mis frases y diluyo sensaciones
omnipotentes, en tanto esta bulla de abejorros me laberinta la Hablar difícil o fácil cuesta trabajo, pero ahí están las palabras
memoria. Aún no encuentro el medio del comienzo y un martillando la danza de los vientos. Calmosamente, desajusto
temblor difuso se extiende por la herida del tiempo en que mi humanidad y me yergo hacia el horizonte, mientras esta
oteo y jadeo. La mente está cayendo en la trampa de volver avenida esconde las rutinas somnolientas de los que pasan y
repasan sus destinos a lo que venga.

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Elucubro estanques con colillas de cigarros, en medio Ha caído un cabello insomne en mi café y he sentido que el
de zapatos bailarines que arrinconan a los peces milagro de Moisés abriendo el mar Rojo no ha sido en vano.
meditabundos. Truenan los dedos al sacar las monedas para Yo también envejezco y toso.
dar la cotidiana propina y pagar el consumo.
Se inicia la caza de los cabros seniles, con sus -La suerte, señorcito; este es el huachito ganador; solo dos
pañuelos coquetones y anteojos cómplices, ven, mi amor, solcitos…
que te pago bien, cuando el sol se oculta con su reilona
sonrisa. Los numeritos bailotean en mi ademán de sacar el sencillo y
Minifaldas y pantis discurren sin un céntimo en los no respiro más.
bolsos.
-La calle esta dura, amiga. -Mala suerte, doña, la migraña ha vaciado mi fortuna.
-Así es, los marchantes no tienen ni para el té… Solamente este café justifica mi angustia, por ahora se
Una muchachuela se me acerca. encuentra escueta mi billetera…
-Señor, ¿lo acompaño?, usted parece escritor, ¿o
miequivoco? Al igual que el mozo, la vendedora de ilusiones abre la boca y
-Tal vez sea así, aunque estoy a una me observa para comprobar en qué parte de mi faz se
distanciadecimonónica de Julio Verne como para sumerge mi locura. Vase.
escribirconsejaso fantasmas. No hay monedas, preciosa;
naufragaste en tabla equivocada… Sigo construyendo ideas, palabras, letanías y aforismos por
-¡Qué bonito habla usted, señor…! encargo. Oh, cómo atosigué mi recipiente tembloroso, pero se
marchitaron los geranios. Bebo mi frío café y los sorbos
ensartan mi fantasía. ¡Qué calamidad! Gloso y no fluyo.

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Observo mi meñique izquierdo que atestigua cazurramente lo ASÍ FUE, SEÑOR JUEZ, ASÍ FUE…
que pergeño. No hay tatuajes ocultos en el maletín. Solo mi Yo sabía, señor juez, que él iba a regresar a cumplir su
saco doblado que está rabioso por salir a respirar. Hace calor aciago destino en nuestras vidas.
y el ventilador procrea un aire engatusador para mis axilas
odorizadas con rexona no te abandona. Tenacidad de Lo supe porque el corazón de una madre es una antena que
mendigo que me asalta la boca, mas no estiro las falanges descubre los misterios de la desgracia. En mi pueblo,
cristalizadas para recoger el arca de Noé. creemos que el canto de la lechuza malagüera o la carrera
desbocada de las hormigas, por la mañanita, apuraban
Llamo al mozo y le espeto: desdichas obligadas.

-¡Garzón, cuantifica tus engorros habidos en este servicio y Esta reventazón de nervios me traslada hacia el lugar donde
pásame la hastiada cuenta! maté a Casiano López Aguilar. Lo hice porque a veces se nos
ocurre hacerlo para quitarnos el aburrimiento de los dedos.
-Perdón, señor… ¿usted no es peruano, verdad? Me sentenciaron a comer la oscuridad en esta prisión. Juré
vengarme, porque en verdad, yo no quise que se muriera.
-¡Qué le vamos a hacer! Así somos… Con todo respeto, le pedí su relojito y su platita, como
corresponde a un ladrón educado, pero no quiso. Mi cuchillito
entro varias veces, gorgoreándole la sangrecita nomás.

Y fue él quien había regresado para cumplir su aciago destino


en nuestras vidas. Pero cuando no estamos para morir, señor

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juez, pues nos quedamos para testificar las causas y detalles VARIAS VECES VIUDA
de los que ya no respiran. La quinta san José se desgarró en gritos.

Lo esperé como se espera el agua que siempre falta en estos Lucinda se sofocaba bajo el peso de su marido. Varias manos
andurriales. Ya ni dormía imaginándome a las moscas que se la trajeron a la realidad de su infortunio, tratando de sacárselo
meterían en las bocas de mis churres, de lo muertecitos que como sea.
me los iba a dejar.
-¡Oiga, paisano, como pesa el difunto…!
Hasta que la miseria de sus pasos lo trajeron. Era una -¡Pues que me ha hecho sudar tinta, compadre…!
obsesión liquidarnos para tranquilizar su mala conciencia. -¡Y yo casi boto el bofe, compadrito...!
Cosas que tienen estos maldiciados, señor juez.
Sobre ella yacía don Tulio Bolarte Marleno, setentón y
Cuando le emparejé el aliento, solo sentí que mi mano se me asmático.
cansaba de tanto empujar el mismo cuchillito con que mató a
mi Casiano. Lucinda Broncano Casildo tenía treinta años de edad cuando
se le murió el sexto cónyuge.

Luego del entierro, Lucinda consideró la hora propicia. Tras


una pequeña cortina de terciopelo se encontraba los retratos
de sus maridos. Del bolso extrajo la sexta fotografía y unas
velas.

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-¡Vea, paisana, qué bien le queda el luto a la bandida…! LA CANDELITA NO ME OBEDECIO
-¡Y ya está mirando para acá, donde está tu marido, Alfonso Quijano Mazuelos se levantó con un hambre canina y
Marianita! a gritos alborotó la mañana remolona.
-¡Lo rajo al maldiciao si se le ocurre tenerla en cueros…!
-¡Malhaya con estos hombres, comadrita! -¡Maruja, mi desayunito, pues…!
-Prepáratelo tú mismo, que el sueño aún no me deja el
A los diez meses, apareció con otro jubilado. Las viejas se cuerpo…
jalaban las confidencias calculando el tiempo que duraría el -¡No me chingues la vida con esa letanía! ¡Quiero mi
nuevo consorte, aguantando el extenuante trajinar de caderas desayuno y listo!
de la viuda más apetecida de estos barrios. -¡Pues que te lo prepare tu madre que te engríe como a gato
gordo!
-¡Gua, paisano, que si te agarra la Lucinda, te descompone el
espinazo y pasas a ser el octavo retrato…! Alfonso, con la cólera que le hervía los dedos, salió como
-¡Ave María purísima! ¡Ni loco que estuviera, compadrito, que perro mojado hacia el laberinto de la calle.
con mi china, ya estoy como perro buscando agua…!
-¡Se queman los puestos! ¡Agua, agua!
-Diga usted, ¿Por qué quemó el mercadillo…?
-No, jefecito, solamente quería que ardiera el puestecito de en
medio, y ya ve usted, la candelita no me obedeció y se fue
para los lados…

-¿Y se arrepiente…?

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-Arrepentirme, si, pues. Pero sigo con el coraje en el pellejo, LLAMA A LOS REZANDEROS
jefecito. El luto rondaba, en bisbiseo constante y alterado, la casa de
-¿Por qué…? Baldomero Sifuentes, mientras la resolana adormecía
-¡Es que yo quería quemar el puestecito de Maruja…, pero las voluntades que hasta los perros ni ganas tenían de ladrar
con ella adentro! al aire.

Noventa y nueve años eran suficientes para moler los lomos


a la pelona que ni se aparecía. Pero, nada. Terco para la vida,
estaba echadito, allí, con la compañía fastidiosa de las
moscas que, cansadas, le hurgaban las orejas a su regalado
gusto.

-¡Jacinta, llama a los rezanderos…!

Con sus cruces y rosarios, tres hombres se encerraron con el


moribundo.

Juan Zambrano comenzó la letanía de rezos, mientras


persignaba la cara de Baldomero.

Oprimió fuertemente.

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-¡Isidoro, fíjate si le siguen temblando las patas al doño…! La noche es larga, mientras el viento contornea las dunas y
-¡Aún le zamaquean las canillas, don Juan…! los deudos oracionan en torno al ataúd.

Retornó a los padrenuestros y avemarías. Apretó más la Tres burros, llevando sobre los lomos a sus adormecidos
nariz, hasta sentir que la quietud del difunto se quedaba jinetes, trajinan el polvo carretero hacia el caserío de
atornillada al colchón. Chavichaña.

-¡Terencio, ponle el espejito para comprobar si ya se le Hay otro rezo.


desmadejó el alma a don Baldomero!
-¡Ya fue, jefecito! -¡Ya ve, comadre Namuncia, más rápida que visita de nuera
embarazada había sido la rezadera de don Juan!
Los tres, miradas bajas y labios rezadores, se acomodaron -¡Sí, pues, doña Jacobita, que ya el negro del luto se les
los cansancios al salir del dormitorio. estaba diluyendo en los colgadores!
-¡Y ya ni me quedaba la ropa, comadrita...!
-¡A ver, el mujerío, llórenle despacito al difunto, pero sin
mojarlo demasiado…!
-De Dios quedo a usted agradecida, compadre Juan. ¿Cuánto
es la gracia?
-Lo que mande su voluntad, ña Jacoba, que mi compadre
Baldomero nos dejó en el quinto padrenuestro. Y ya que
usted insiste, póngase una botella de aguardiente para
cumplir con el muertecito.

19
ME SALVO LA BIBLIA Encima del tablero del volante llevaba siempre una biblia para
Salieron del corralón, legañosos y despeinados, inspirarse en sus clases de psicología.
acomodándose las ganas para seguir existiendo en lo que
venga. Simulando ser un sacerdote y señalando el libro santo,
bendijo al malandrín, diciéndole con voz de confesor:
El barrio Las Carrozas estiraba la mañana aún adormecida, a
esa hora en que la neblina y los bostezos de los emolienteros -¡Dios te dará para comer este día, hijo mío…!
se alejaban de las esquinas. La calle comenzó a llenarse de -¡Gracias, padrecito…!
bocinazos y gritos desaforados de los taxistas, buscando
clientes urgidos de llegar temprano. El cómplice, que agazapado esperaba detrás del auto, se
irguió, con la cólera llenándole la boca:
Juanjo, alegre, bien a la corbata, canturreaba mientras
esperaba que los carros avanzaran con su pasito de -¡Estamos piñas, compadrito, nos tocó un cura misio…!
procesión.

Se le acercó un fumón con un trapo sucio en la mano.

-Jefecito, le limpio la luna…


-Estoy sin un cobre, hermanito…

Juan le vio la intención en la mirada y aseguró bien los


pestillos.

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XILOCAINA
-¡Hoy es mi noche, gracias, hermanito, por tu consejo…! Nada.

Se abotonó la camisa, se dio un guiño zalamero y salió -¡Oye, me traes, me excitas y no funcionas…! ¿Eres
presuroso a encontrarse con Dorina Salas impotente o qué…? ¡Qué decepción! ¡No me busque más!

Cenaron. Bailaron. Un par de piscos para el preámbulo Lo dejó, allí, calato, sobre la cama aún tendida. Calberto
amoroso. miraba anonadado su artilugio que, huérfano de apoyo,
dormía el sueño eterno.
En el baño del hotel, Calberto Astebarren ungió a su
compañero de armas, con una delectación de filósofo. Cogió el celular.

Vaporosa, gatuna, Dorina llenó la habitación y el deseo -¡Dionisio, no funcionó tu receta!


desbordado de Calberto. -Pero, ¿qué has hecho?
-Me frote el Polifemo cuanto estaba flácido… ¡y a la hora de
Trascurrían los minutos con una lentitud desesperante de los loros… nada que ver…! ¡Se quedó como moco de pavo!
abuela beata. Comenzó a sudar frío al comprobar que su -¡Si serás…!
muchacho no levantaba cabeza. -¡Si, hermanito, lo apreté, lo jalé, lo estrujé, le rogué, por
favor, no me abandones, justo ahora, pero, nada que ver…!
Ella aguardaba con los poros que gritaban: ¡Muerto el combatiente, amigo!

-¡Tómame o muere en el intento!

21
-¡Con razón, si serás un caído del palto. Te dije que te SECRETO DE BOTICARIO
echaras la xilocaína en el pirulín cuando apuntaba hacia el Pelusio Cárcamo se alisó los cabellos, mientras una sonrisa
horizonte, y no antes! ¡Si serás…! se ajustaba a su alegría.
-¿Y ahora qué hago, hermanito…?
-¡Fácil, patita, tómale una foto para el recuerdo! Sacó el chisguetito. Acompasadamente, lo embadurnó, en
tanto se imaginaba el destronque que le iba a dar a la Gata
Loca.

El cuarto le quedó chico para demostrar que su guerrero no


caía así de fácil en el combate.

-¡Ya no doy más…! ¡Chepa, chepa!, imploraba la Gata, medio


dislocada ante el apabullante traquetear del catre cumplidor.
-¡Ahé, ahé! ¡A galopar hasta el espasmo final!, gritaba
Pelusio, incansablemente.

La Gata se derrumbó, toda patitiesa. Pidió su pago y lo botó


de la habitación, pensando que tenía que cerrar temprano
por lo derrengada que estaba.

22
Pelusio se sentía un pavo real en el pasadizo. Quería concluir El guachimán lo cogió del cogote y lo condujo, así calato, al
la faena. Tuvo que colocarse la casaca para ocultar la carpa patio.
levantada en sus pantalones.
-¡A ver, mis angelitas, vean a este pendenciero que se frota el
La Tricacola no tenía clientes. Se miraron como concertados. meñique con la xiloca para pagar menos…!
Experimentada en muchachos, mientras observaba a Pelusio -¡Viólalo!
que se desnudaba, se decía: -¡Cápalo!

-¡A este le muevo la licuadora y en treinta segundos, afuera! La Tetiana gritó:

Una hora. Dos horas. Le salió respondón el marchante. La -¡Ese hombre es para mí! ¡Tráemelo que se lo dejo como
Tricacola estaba exhausta y escaldada ante las arremetidas acordeón…!
de Pelusio.
Pelusio, asustado como perro cruzando la pista, se puso la
De pronto, cayó el chisguetito. ropa como sea, con la espalda a la pared , por si acaso…

-¡Ajá, con razón la tenías como palo de tombo, pendejo! ¡Por Presuroso, salió diciendo:
eso no te cansabas y me has dejado toda descachalandrada!
¡Aguatero, aquí tienes a un vivazo que se ha echado xilocaína -¡Casi me culeyan…!
en el pipiolo…!

23
YA VEZ, POR TACAÑO Botado sin misericordia del corralón, Aurelio cavilaba, con la
La Rompecatre lo recibió muy contenta por ser el primer quemazón todavía en las verijas:
cliente del día.
-¿No se habrá equivocado de cremita, mi amigo Teódulo…?
En el baño, Aurelio Gonzales abrió la latita roja y se frotó el
pajarillo. Un ardor le hizo abrir las piernas, pero pensó que así
era la pomada que le había recomendado su amigo Téodulo.

-Oye, Teo, recomiéndame una cremita para durar en el


camacho…!
-¡Xilocaína, patita…!
-Costará mucho…
-Si estás misio, compra entonces una latita de mentol chino y
ya no fastidies…

La Rompecatre sintió que le quemaban las entrañas.

-¡Que te has echado, desgraciado, que me has dejado


caminando como renga…!

Le mostro la latita, todo apesadumbrado.


-¡Me jodiste el negocio. Eso es mentol chino!

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A CURAR EL SUSTO, COMPADRE María y Nicasio comenzaron a rezarle y a frotarle con yerbas
Dormitando sobre su burra Encarnación, iba María Pachanga y ungüentos, porque el susto se le había pegado como lunar
hacia la casa de don Sulpicio. La arena, polvillo dorado en el malagüero al muchachito.
hervidero del desierto, se arremolinaba por el caminito
sombreado por uno que otro algarrobo. -¡Oiga, comadre María, póngale más entusiasmo a la
frotadera; parece que ya está vieja…!
-¡Buenas, comadre María, para donde es la apuranza…! -¡Vieja…será la tripa seca que le cuelga de adorno! ¿No será
-¡Cómo le va, compadre Nicasio Cuzquén…! A rezarle a un que a usted, compadre, ya las manos le tiemblan como a
angelito que dicen que ya está boqueando por el susto. perro con terciana?
-Pues, para ese mismo rumbo van las patas de mi piajeno, -¡Gua, que todavía me sobran las fuerzas como para
comadrita. demostrarle que aún funciono en el catre!
-¡Cuál funciono…si a usted ni los chanchos lo quieren porque
Se emparejaron, calmosamente, como dos viejos amigos, a ni sebo tiene para afilar los cuchillos…!
quienes las penas y las alegrías de la vida los había curtido -¡No se olvide, comadrita, que en mis buenos tiempos las
como pellejo de chivo soleado. mujeres me perseguían por lo guapo que era, que incluso a
usted se le hubiera caído la falda…!
En casa de don Sulpicio Salcedo, el llanto ya estaba -¡Ni loca que estuviera, compadre. Si usted más parece
preparado para el churre que, por lo flaco y ojeroso, más chalona de burro jubilado!
parecía alma en pena. Los tragos de aguardiente jalaban las -¡Mire al churre que está que se va y no se va! ¡Échele más
ganas de conversar, mientras Consuelo Yesquén fervor y frote con más fuerza, como cuando puteaba con su
amontonaba los padrenuestros y de tanto lagrimear ya se le marido, comadrita…!
habían secado las palabras para saludar a los parientes.

25
-¡Más respeto con los difuntos, compadre, que la confianza no TAMBIÉN LOS HAY
se regala así nomás porque estemos codo a codo! ¡Qué se La llegada del bus de la empresa Rodríguez fue entre gallos y
habrá creído este cholo igualado…! medianoche.
-¡Y párele el pleito, comadre María, parece que el angelito
todavía no quiere irse de esta tierra de pesares! Un bostezo lacrimoso sacó de la modorra a Babilonio
-¡Dios lo ha escuchado, compadre…! Escobedo y lo envolvió en la lasitud de no querer abrir los
Por el caminito que se bifurca, dos sombras se ojos malacostumbrados a los viajes largos.
desvanecen en los pasitos calmosos de los orejudos que los
conducen hacia otros destinos, en medio de la resolana y el Lo abordó un taxista.
silbante viaje de las dunas del desierto.
-¿Cuánto me cobra por llevarme hasta el hotel Luzuriaga…?
-Uhm…diez soles…

Huaraz era para Babilonio la tierra prometida, pero no la


conocía.

El auto iba a moderada velocidad por calles y avenidas en un


laberinto inacabable. Las luces de los postes le recordaban
los fragores de su vida limeña, cuando por las noches, junto
con la collera de la quinta, salía enamorar a las chicas del
solar San Francisco en los Barrios Altos.

26
Luego de diez minutos, el taxi se estaciono frente al hotel. COSA DE ARRIEROS…
Pagó el cuarto y se quedó profundamente dormido. A las tres Cuando Miguelón Rivasplata dejó de temblequear las canillas,
de la madrugada, un toque medio misterioso lo levantó. su mujer comprobó que había muerto definitivamente.

-Jefe, si quiere compañía, tengo una chiquilla de dieciséis, Como corresponde a una viuda dolida, lloró, gritó, se jaló las
está piticlín… trenzas y se desmayó, para demostrar a los malhablados lo
-Nada que ver, amiguito, estoy trapo y misio… mucho que había querido a su marido.

Salió a las siete de la mañana. El bullicio de la gente y el Frente al ataúd, los deudos mascullaban oraciones mirando
traqueteo de los carros lo impulsó a caminar con más fijamente a Miguelón que estaba quietecito con una sonrisita
entusiasmo, pero se quedó boquiabierto y con la pierna medio extraña. Las velas chisporroteaban dibujando
levantada, cuando vio que el cartel de la empresa de arabescos con las sombras de los veloriantes, mientras el
transportes Rodríguez se encontraba en la esquina de la café y los tragos de aguardiente trajinaban de mano en mano.
misma cuadra donde se ubicaba el hotel Micaela Porras, con el luto riguroso de las viudas, sollozaba al
lado del difunto. De pronto, una mujer toda de negro, jalando
-¡Huy, curuju, me hicieron cholito…! a dos críos, se acercó al ataúd y lanzando alaridos se arañó
los pechos ante la sorpresa de los demás.

-¡Oiga usted, qué es eso de venir con la escandalera donde


no la han invitado!
-¿Por qué no me has avisado que te morías, Migueloncito de
mi vida?

27
Era otra viuda del difuntito. -¡Esos burros me los llevo para mi estancia…!
-¡Y yo quiero esas tres mulas matreras para mi molino…!
Apareció otra y otra y otra. -¡Más que sea para mí el burro garañón, que mis tres burritas
primerizas ya quieren marido…!
Siete mujeres más llenaron la casa con sus gemidos y -¡Pues, yo me contento con los aperos y las monturas…!
desmayos. -¡Quita de acá, china sabida, que yo tengo cinco churres del
Migue…, y me corresponde más!
-¡Vaya con el Miguelón bandido, tiempo tenía para complacer
a las susodichas en sus viajecitos por esos pueblos de El teniente gobernador disparó al aire para apaciguar la
nuestra santa tierra, paisano! jaladera de mechas, puñetes y carajos.
-¡Y fíjese, compadre, que las viuditas están como para
dejarlas viudas de nuevo…! Luego de un reparto equitativo, cada viuda con su prole se
La tarde se caía ya del puro cansancio cuando otra viuda se perdió por el caminito que las trajo.
sumó al gentío que iba por el camino real.
-¡Vio, compadre, la recatafila de mujeres que tenía escondida
El cementerio parecía una feria dominical. Los poblanos el Miguelón…!
alargaban los pescuezos y las preguntas como patos -¡Si, compadrito, que si lo chapaban vivo, lo dejaban más
escandalizados ante las carretas forasteras. calato que perro piurano…!
-¡Gua, un poquito más y se llevaban hasta el cajón mortuorio,
En la placita del pueblo se reunieron las mujeres de Miguelón paisano...!
Rivasplata.

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PREJUICIO Cheche se acomodó los anteojos, lo observó con
Cheche Sancho Dávila ajustó bien los libros bajo el brazo y se detenimiento y desenfado. Le respondió:
sintió más importante, cuando se dirigía por el caminito
empedrado hacia la biblioteca, en esa mañana solariega, bajo -Historia.
la sombra de los árboles que danzaban sus ternuras. -¿Y para qué…?

Para los universitarios blanquiñosos era inconcebible ver a un Meditó la respuesta y, como quien no quiere dilatar más la
negro intelectual, con lentes de carey y vestido de andino. impaciencia que le atenazaba, dijo:

-¡Los cutatos para el fútbol, compadre. No sirven para más! -¡Para hacer la historia de la gente que como tú no quieren
-¡O para choferes de carroza…! que los negros estudien Historia¡
-¡Tal vez para cargar difuntos, patita!

Descargaba la tarde un claroscuro rojizo, al paso lento de las


nubes, teñidas de indefinible acuarela, al mismo tiempo que
las sombras se apoderaban de la nada. Los pequeños grupos
de alumnos se dirigían hacia al comedor.

Camino a la biblioteca, un blanquito se le acercó y le


preguntó:

-¿Qué estudias, negrito…?

29
ROPA A LA MEDIDA Le daba vergüenza medirle el tiro del pantalón con la cinta
Antonieta Mirabal levantó la tela que estaba cortando, cuando métrica. Manuel se percató y aprisionándole la mano
un largo suspiro le suspendió los anhelos en la pequeña sala temblorosa, suavemente le hizo rozar lo que ella temía
de costura. despertar.

¿Para qué servía estar sola en el mundo, en la estrechez de -¡Vamos, mi doña, que la palabra tiro viene de tirar y ya usted
la desesperanzas de su vida incierta?, se decía, sabe lo que eso significa…!
golpeteándole bravíamente el corazón. -¡Pues, mire usted que no. A lo mucho habré tirado los
retazos de la tela…!
Sus treinta años la asustaban. Volvió a suspirar y murmuró -¡Gua, mi linda paisana, parece que nuestras voluntades se
decididamente: hilvanan como quien no quiere queriendo, vamos
comprobándolo para que no se diga que nos salió el tiro por la
-Necesito marido… culata…!

En una cartulina escribió: A la semana siguiente, Antonieta, con una flor en el cabello y
canturreando amorosamente, sacó el aviso de la ventana.
Se confecciona camisas y pantalones para varones. Entrecerrando los hermosos ojos y acariciando la mañana con
su melodiosa voz, dijo para sí:
La tarde se arrebataba en rojos en el lienzo del horizonte,
cuando Manuel Marcos tocó la puerta. -¡Ya no me sirve el cartelito…!

-¡He aquí a mi hombre, por Dios infinito…!

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NO HAY PALOMAS EN ESTE PARQUE La tarde se colorea con los rojos morados del crepúsculo. Un
La gente se estrangula a gritos, con sus pasitos calor pegajoso, absurdo, de verano impúber, atomiza la
desesperados, nerviosos, ente el rumor de las olas y las lejanía de este día que agoniza como los recuerdos.
bocinas de los carros, aquí en Barranco, mientras los
jubilados, con sus corbatitas rojas, se sientan en las bancas y Un anciano, con una boina vasca, se sienta a mi lado. Me
auscultan filosofías en las veredas del parque. pide permiso para fumar su pipa.

Pertenecen a la fontana como las estatuas de mármol en sus -Sepa usted, mi amigo, llevo setenta años en este parque y ya
posiciones infinitas. Esfinges meditabundas en el atardecer voy por los ochenta. Barranco ha dejado su memoria
marino. nostálgica, ha modernizado sus sentimientos. Mire a esos
viejos como yo, fueron la flor y nata, pero ya ve, ahora
Pero a los niños no les interesa la vejez. En sus bicicletas y parecen escarabajos asustados que se han cansado de
patinetas pasan vertiginosamente, toreándolos, asustándolos, golpetearse en la paredes.
quebrándoles sus pasitos chochos, sus dimensiones
incontrolables. Oiga, usted, yo conocí a Eguren. Él, sin ser anciano, ya
languidecía en estas bancas. Aquí conoció a la niña de la
En este parque no hay palomas. Signo de ingratitud, de lámpara azul. Era una chiquilla vivaz, con la risa cristalina de
reserva, de mendicidad lugareña. No se avienta maíz o trigo la inocencia.
para sentir el tierno aleteo de la ilusión.
Yo, por aquel entonces, era un rapazuelo jugador de trompos
y canicas.

31
Cierto día, por esas circunstancias de la vida, choqué contra DECISIÓN NECESARIA
ella en el parque. Eguren la levantó y sus lánguidos ojos se Seferino Madueño entrecejó su voluntad y le ordenó a
perdieron en la carita llorosa. Con el pañuelo secó las tercas Fortunato Yaspén:
lágrimas.
-¡Desde hoy me enseñas a manejar el ómnibus…!
Luego, ella se fue, con su cristalina risa de inocencia.
Los pagos al chofer le parecían exorbitantes, así que decidió
Mire usted, amigo, este es el pañuelo de Eguren. Ya no ahorrar lo suficiente para comprarse otro carro.
huele a melancolía y ni siquiera queda el recuerdo de las
lágrimas de aquella niña vaporosa, pero, eso sí, se perpetuó Llovía y la carretera estaba llena de barro. Fortunato había
en mi lejanía, como huella indeleble, mágica, un amor de conducido el Rompecorazones por el zigzagueante camino,
niño… cuando al llegar hacia la parte plana de la loma, lo detuvo,
estiró los brazos y con un bostezo que le llenó la fatiga,
exclamó:

-¡Un sueñecito no me caería mal…! ¡Don Sefe, a ver si el


aprendizaje surtió efecto. Avance este trecho, mientras junto
las pestañas un rato…!

Persistía el aguacero y Seferino conducía lentamente. Vio


una roca en el camino.

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-¡Para que voy a despertar al Fortunato por una Se acercó al primero que gorgoreaba la poca vida que le
piedrecita…Trataré de esquivarla! quedaba. Le apretó la nariz y sacudiéndose, sacudiéndose,
se le quedó quietecito en el asiento.
Las llantas resbalaron por el lodo.
-¡Este sí se salva; ese también…! ¡Ajá, esta china ya no va
-¡Fortunato, se me va el carro…! más…! ¡Que Dios te reciba en su reino, amén!

El sueño se le fue volandito y al comprobar que se Llegó adonde se encontraba Seferino que, medio maltrecho,
desbarrancaba el ómnibus, solo atinó a tirarse por una aún se le veían las ganas de vivir. Se le pasó por la cabeza
ventana. El carro, en su caída, chocó contra otra roca de la despacharlo como a los otros agonizantes, pero se detuvo, lo
ladera, dio un salto y cayó de panza en una chacra. contempló y se dijo:

Fortunato llegó medio rengo, ingresó al ómnibus para auxiliar -¿Y quién después me paga mi sueldito…? ¡Gua!
a los pasajeros que se encontraban desparramados junto con
los bultos.

Se rascó la cabeza, mientras observaba a los contusos y a


otros que ya boqueaban para la otra vida.

-¡Uhm…a estos ya no los salva ni una junta de médicos.


Habrá que ayudarlos a ver san Pedro…!

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