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Impacto de la pobreza en el
intelecto infantil
Martes 12 de junio de 2001 | Publicado en edición impresa

La pobreza genera condiciones que afectan seriamente el desarrollo


mental de los chicos. Así lo demuestra un estudio de más de cuatro años
de investigadores del Centro de Educación Médica e Investigación
Clínica Norberto Quirno (Cemic).

El dato es particularmente inquietante en un país donde la marginación


social creció en forma sostenida durante la última década y en el cual
más de 1.650.000 chicos menores de 15 años se encuentran bajo la
línea de indigencia (es decir, tienen menos de 1,4 peso diario,
considerado el presupuesto mínimo para garantizar una dieta de
sobrevida).

Se sabe desde hace años que un medio ambiente estimulante, buena


calidad nutricional y ausencia de enfermedades perinatales son factores
que favorecen la maduración cerebral. Pero el equipo de científicos de
Cemic, que lleva cuatro años investigando el tema, se planteó la
pregunta inversa: ¿es cierto que las condiciones asociadas con la
pobreza tienen consecuencias negativas sobre los procesos cerebrales y
la capacidad de aprendizaje indispensables para competir en la vida
adulta? La respuesta es sí.

Desde el inicio de este proyecto de investigación, en 1996, el grupo de la


Unidad de Neurobiología Aplicada (Cemic-Conicet), dirigido por el doctor
Jorge Colombo, lleva estudiados en tres etapas alrededor de 600 chicos
sanos de entre seis meses y cinco años pertenecientes a hogares con
necesidades básicas insatisfechas (NBI) y satisfechas (NBS) de Capital y
el Conurbano. De acuerdo con la definición del Indec, un hogar se
considera NBI cuando carece de retrete, tiene chicos en edad escolar
que no van a la escuela, el cociente entre cuartos y personas es igual o

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superior a tres, no tiene conexión de agua corriente o tiene un jefe con
escolaridad primaria incompleta a cargo de cuatro o más personas.

Para realizar su evaluación, los científicos administraron un conjunto de


pruebas "destinadas a evaluar aspectos del comportamiento ejecutivo
(vinculado con la exploración espacial, la memoria de corto plazo, la
planificación y la capacidad de inhibir impulsos, o control inhibitorio) -
explica el licenciado Sebastián Lipina, coordinador del trabajo-. Los
procesos ejecutivos son mecanismos que se ponen en juego cuando hay
que resolver un problema, y son considerados una parte importante de lo
que en la literatura científica se llama inteligencia".

En una primera ronda pudieron observar que la población de chicos NBI


(de hogares pobres) lograba un desempeño significativamente menor
que los de la población NBS: estos últimos resolvían las dificultades a
menor edad o eran capaces de dar respuesta, con edades más
tempranas, a ensayos más difíciles.

En la segunda evaluación exploraron la capacidad de planificar


secuencias de movimientos para el logro de un objetivo. Se hizo
utilizando un test denominado Torre de Londres ( ver gráfico ) en niños
de cuatro y de cinco años. También en este caso los preescolares NBI
demostraron tener menor habilidad para planificar secuencias complejas
que los provenientes de hogares con necesidades básicas satisfechas.
Las pruebas

Esta vez, los investigadores están finalizando un tercer experimento.


"Ahora fueron chicos de entre tres y cinco años que debieron resolver
una batería de ocho pruebas ejecutivas -afirma Lipina-. Y, nuevamente,
los resultados preliminares indican que los niños del grupo NBI
obtuvieron coeficientes significativamente más bajos que los del grupo
NBS. Es más, el 45% de los chicos de hogares pobres no alcanzó a
superar puntajes superiores a 80, el nivel mínimo aceptado como
desempeño normal para este tipo de pruebas. En el grupo NBS, esto
sólo ocurrió con el 9% de los chicos."

Pero esto no es todo. "También encontramos diferencias significativas de


desempeño en pruebas de planificación y control inhibitorio. Los chicos

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del grupo NBI mostraron un desempeño menos eficiente, caracterizado
por el uso de menos tiempo para anticipar planes y por no alcanzar los
objetivos finales de la prueba en la misma proporción que sus pares del
grupo NBS."

En el test de inteligencia general, el grupo NBI sólo supera, en promedio,


al 15% de sus pares; el grupo NBS, al 77 por ciento.

Cabe preguntarse cuál es la causa de esta notoria diferencia de


resultados. Para el investigador, aunque evita atribuirla a factores
determinados, "aunque los chicos aprobaron criterios de exclusión,
pruebas neurológicas, sanitarias, atencionales, no se puede eliminar la
posibilidad de problemas pre y perinatales que habría que seguir
investigando. Probablemente las madres hayan estado desnutridas... o
habrán sufrido deficiencia de hierro, de zinc o cobre, pueden haber
fumado o bebido ocasionalmente. El alcohol, por ejemplo, es muy
deletéreo para el desarrollo intelectual del bebe en formación, incluso
aunque no se beba en altas concentraciones".

No hay que realizar un sesudo ejercicio de raciocinio para advertir las


implicancias de estos resultados. ¿Qué futuro le espera a un país cuya
población, en gran parte, está imposibilitada de desarrollar a pleno sus
capacidades intelectuales?

¿A los cuatro o cinco años ya está todo perdido? Para Lipina, "es difícil
determinar hasta qué punto uno puede modificar esto. Pero, en principio,
parece urgente incorporar en la currícula escolar programas que
privilegien la resolución de problemas, porque se ha demostrado que en
la medida en que un chico pobre se ejercita aumenta su cociente
intelectual".

Un estudio inglés realizado en chicos de 7 años comprobó que aquellos


que tenían bajo rendimiento en la escuela también obtenían bajos
puntajes en los tests de inteligencia ejecutiva, y viceversa. Por un lado,
los funcionamientos ejecutivos tienen mucho que ver con el rendimiento
académico, y éste, a su vez, es una de las puertas de inserción en la vida
social y laboral.
Futuro imperfecto

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"Los chicos que provienen de hogares pobres o marginales inician su
vida con un gran handicap-reflexiona Lipina-. Aquellos con un bajo CI son
también los que registran un nivel mayor de deserción escolar. Esto ya
configura una discriminación implícita de la sociedad. Si se los entrena
en las funciones ejecutivas, también se les está abriendo una posibilidad
para mejorar su rendimiento académico y su inserción social. Esto
plantea la necesidad de analizar seriamente tanto aspectos vinculados
con el impacto de la realidad socioeconómica como los de políticas
pedagógicas y asistenciales tendientes a modificar desde edad temprana
las condiciones de crecimiento infantil."

El próximo 23 de agosto, el Cemic y la Fundación Conectar realizarán


una jornada interdisciplinaria sobre Pobreza y Desarrollo Mental
Infantil que involucrará no sólo los aspectos cognitivos, sino también los
emocionales, ambientales, sociológicos, económicos y antropológicos del
problema.

Dada la complejidad de este fenómeno, participarán de la reunión


expertos en diferentes campos, desde la epidemiología hasta la nutrición.
Uno de los objetivos del encuentro es iniciar una red de intercambio entre
los diferentes grupos de investigación en este tema. Otro, esbozar
posibles estrategias de intervención que permitan detenerlo y paliarlo.

Si se concuerda en que, como se advirtió sin eufemismos en una


reciente reunión del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
(Unicef), "la pobreza de la infancia es insidiosa e inmoral", se trata de
una tarea ineludible.

Por Nora Bär


De la Redacción de La Nación

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