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ESCENA 1
—¿Cómo puede ser que alguien, en plena juventud, con todo por descubrir, lo
abandone y viaje ocho mil quilóm etros para ayudar a personas que ni conoce, ni sabe
de sus vidas? No lo entiendo.
—¿No crees que esos pensamientos son un poco conservadores? ¿No crees
que alguien pueda sentir una necesidad vital y seguir lo que su corazón le dicte?
—Mira Nora, seguro que en este barrio hay mucha gente necesitada y no
todos estarán atendidos. ¿No es más fácil centrarse en la proximidad? Mejor sería que
cada pastor se ocupara de sus ovejas.
—Bueno, parece que hoy me voy un poco más ligero. Ahora tengo que pasar
por la tienda de Arthur, el anticuario. Voy a recoger otra caja que he de restaurar.
Aunque me ha dicho que, esta vez, es un poco diferente. No sé qué querrá decir con
eso.
ESCENA 2
—En esta ocasión me ha dado una tarea de aprendiz. Espero al menos poder
cubrir gastos.
“¿De qué servirá generar corriente si no existe ningún elemento que necesite
electricidad? Tendrá que ver con la caja pero, ¿con qué? Siete gotas al girar ¿Será tan
fácil como aparenta? No pierdo nada por probar” pensaba.
Intentó de nuevo girar la manivela, pero sin éxito. El botellín estaba casi vacío.
Decidió no arriesgar. Vertió tres gotas en el centro de la arandela antes de girar la
maneta, en una dirección y luego en la contraria. Tres gotas más por si acaso y algo
ocurrió: el espejo de la tapa, por un instante, reflejó unas sombras. Quedaban pocas
gotas y un gran dilema. Ante la duda de si habría siete gotas más, tenía que pensar
muy bien su siguiente paso, y todo apuntó a que arriesgar no era la mejor opción.
“Nora trabaja con esencias, será una buena opción preguntarle. Tampoco
tengo muchos más recursos.”
—Hola Nora, buenos días. Soy Edward. Disculpa que te llame en sábado, pero
necesito tu ayuda.
—Sí, sí, todo bien, pero, ¿te puedo pedir que te acerques a mi casa? Tiene
que ver con la caja que estoy reparando. Es un tema profesional y necesito que
vengas. No será más de media hora.
—La verdad es que estoy un poco liada pero, si es por un tema de trabajo,
mejor me acerco ahora, ¿te parece?
ESCENA 3
Respiró profundo.
—Hola, Jordi, soy Nora. Ya sé que es sábado pero, necesito tu ayuda. Por un
tema que te explicaré cuando nos veamos, tengo una esencia que necesito que
analices y me digas qué es. Me urge. ¿Cuándo podemos vernos?
Eran casi las seis de la tarde, de un sábado. Jordi intentó retrasarlo todo lo
posible pero Nora era sutil e insistente.
Edward se sentó en una de las sillas, mirando hacia la caja. No era la misma
mirada que la de la mañana. Con los dedos entrecruzados, blancos por la presión que
se ejercían entre ellos, respiraba para calmar su angustia.
—Vaya, ¿no habrás probado la esencia del frasco? A ver si contenía alguna
substancia psicótica que te esté transformando.
—Todo lo que ha ocurrido me ha desbordado. No estoy acostumbrado a perder
el control sobre las circunstancias. Me siento un poco desbordado.
—No voy a insistir en el tema, ya hemos hablado largo y tendido sobre ésto.
Los cambios los hemos de ver por nosotros mismos. El guion de tu personaje es el
que es. Parece que nada ni nadie aporta nada nuevo a tu itinerario vital.
ESCENA 4
—Bueno, Nora, a ver que es esa esencia tan preciada que me hará trabajar en
domingo.
Ninguno de los dos pormenorizó detalles sobre la caja. Jordi tampoco hizo
muchas preguntas, tenía prisa por terminar. Extrajo el líquido que quedaba en el
frasco, lo colocó en diferentes probetas y las introdujo en un analizador de espectro. Al
cabo de media hora, la máquina inició la impresión de sus conclusiones.
—Por lo que veo la esencia es una dilución glicerinada. Se trata de una sola
planta. En concreto extracto de brote de castaño. ¿Tienes algún frasco en casa, Nora?
—Me queda alguno del último pedido. Qué bien que haya ido tan rápido. No
queremos robarte más tiempo de tu domingo. Tenemos nuestro misterio resuelto.
Muchas gracias, te debo una.
ESCENA 5
—Yo no sé cómo empezar pero quisiera decirte que— ella no le dejó terminar
y le dijo,
—Centrémonos en la caja.
Edward agitó el frasco, apretó la pipeta hasta llenar el gotero y, con sumo
cuidado, las depositó dentro del anillo de cobre a la par que giraba la maneta. Una
imagen apareció en el espejo. Era la caricatura de un hombre mayor sujetando una
marioneta en la orilla de un río. Un par de peces saltaban por encima del agua. La
marioneta intentaba cogerlos, pero los hilos eran demasiado cortos. Al minuto, la
escena desapareció del espejo. Se hizo un silencio mientras se miraban. Ella cargó el
gotero y se lo dió. Gotas y girar. Apareció de nuevo la imagen, pero ahora las cuerdas
que sujetaban al muñeco se habían roto. Ya no manifestaba vida. Una línea que
simulaba el nivel del agua lo cubrió y lo engulló. De nuevo desapareció todo reflejo.
Otro silencio y otro cruce de miradas. Llenar el gotero, verter su contenido, girar la
maneta. Sin resultados. Hasta en dos ocasiones repitieron la acción. Pero nada.
Lo intentó un par de veces, pero no ocurrió nada. Se hizo un breve silenció que
él rompió empujado por su incredulidad.
—La caja tiene unos años. No te negaré mi sorpresa pues, desconozco que
tipo de mecanismo es capaz de producir ese efecto sobre el espejo. A mi entender,
parece una caja de juguete que, por el efecto de la limpieza, ha funcionado un
instante, como si de los últimos coletazos se trataran. Pero de ahí a que ese relato
caricaturesco pase a la categoría de mensaje, me cuesta aceptarlo
—Tu duda es razonable, sin embargo, para mí, todo tiene su sentido, la
evidencia es clara. Quizás no soy objetiva. Ha sido una experiencia agradable de
compartir. Ahora me tendrás que disculpar, ya es tarde para mí. Tengo cosas que
preparar para mañana y ha pasado el tiempo volando. Si descubres algo nuevo, ya
me lo contarás.
ESCENA 6
La jornada laboral del lunes discurría entre cansancio y expectación. El fin de semana
había sido intenso. Seguir probando con la caja, añadía un poco de ansiedad a la
mañana. En todos sus años en la empresa, no recordaba haber estado tan pendiente
del reloj. Una vez en casa, recuperó cuatro sobras de la nevara del día anterior. Su
idea era comer rápido y volver a la caja. Siete gotas y giraba la maneta. Pero la caja
seguía sin dar señales. El espejo solo reflejaba su cara de asombro. Desmontó de
nuevo la parte del mecanismo, revisó las conexiones, intentó limpiar el trapo de la
arandela, lo probó todo, pero nada nuevo sucedía. Hasta que decidió no continuar.
Encendió el televisor con el fin de distraerse y relajarse. Aposentado en el sofá,
encendió el televisor a través del mando. El concurso de moda estaba en su recta
final.
—Afirmo mi respuesta.
Como un resorte se levantó del sofá y entró en su despacho. Anotó en una hoja
todo lo que recordaba de la escena reflejada en el espejo, tan detallada como su
memoria le permitió, así como los comentarios en forma de pregunta que Nora le
formuló. Acto seguido, inició una búsqueda en todas aquellas páginas de internet que
hablaran de interpretación simbólica, sin discriminar la fuente que opinaba. Anotaba
todas aquellas acepciones para trazar su propio esquema interpretativo.
ESCENA 7
Aquel viernes cambió el orden que seguía en circunstancias parecidas. Primero fue a
entregar el encargo de Arthur. Quería comentarle un par de cosas. También tenía
dudas de si explicarle lo sucedido con la caja. Finalmente le dijo que el mecanismo era
muy antiguo, que no encontró piezas de recambio y que lo había dejado tal como
estaba. La felicitación por su trabajo la recibió como siempre, así como las respuestas
a sus preguntas. De camino a la consulta de Nora, pensaba en todo lo que le
explicaría. Desde el domingo anterior no había vuelto a tener contacto con ella.
—Parece que no hay tantas contracturas en tu espalda. ¿Has tenido una mejor
semana? Por cierto, ¿cómo terminó el asunto de la caja?
—¿Tanto has disfrutado con esta caja para decidir ampliar tus horas de trabajo
en la restauración?
—Tiene que ver con lo que pasó el domingo, con lo que se reflejó en el espejo.
Busque su significado o algo que me permitiera comprender que podía decir. De
pequeño aprendí un fragmento de un poema de Campoamor, “En este mundo traidor
nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.
Ahora lo interpreto de otra manera.
—Mi madre decía que formamos una definición de nosotros mismos basada en
nuestro pasado. Que esa creencia no nos define como realmente somos. Defender
esta estructura nos genera sufrimiento. Dejamos poco espacio para descubrirnos en
cada instante, como lo haría la inocencia de un niño.
—Grabaré con fuerza estas ideas y, en lugar de amargarme por todo lo que
creo haber perdido, intentaré disfrutar de cada instante. Decidiré desde lo que siento y
como lo sienta.
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