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LA SOCIEDAD PARAGUAYA EN LA EPOCA DE LA INDEPENDENCIA * L. Introduccién El proceso de Ja emancipacién pre- senta en el Paraguay notas muy pecu- Hares, que lo diferencian de lo aconte- cido en los dems estados que nacen de_las antiguas posesiones espafiol: apariencia al menos, la revolucién Se produce aqui sin efusién de sangre, y llama la atencién la ninguna resisten- cia que se muestra capaz de oponer el bando realista, Nos sorprende que el Cabildo de Asuncién, por dos siglos puntal de las luchas comuneras y tradi- cional vocero de las aspiraciones colec- Rafael Eladio Velézquez tivas, en 1810 y 1811 se manifieste rea- lista, més celosamente realista que el propio Gobemador, y que, pese a una definicién asi de categérica, se muestre tan poco apto para el logro de sus ob- jetivos politicos. Por otra parte, cabe observar que la independencia del Paraguay tuvo que obtenerse combatiendo en dos frentes. Ademés del poder espaol, representado por el gobernador Velasco y el Cabildo Tealista, debfa ser tenido én cuenta el poder de Buenos Aires, hasta poco an- tes sede virreinal. " Phesentado en el IV Congreso Internacional de historia de América, Buenos Aires, 5 al 12 de octubre de 1966, 253 El fuerte pestaiento localiste de los pareguayos, su tradicién comunera, su mediterraneidad y el hecho de haber integrado siempre una sola provincia, con autoridades de idéntica jerarquia que les de los distritos vecinos, (1) son Zactores que se habfan sumado para ha- cerles constituir lo que, sin pecar de aventurados, podemos calificar de la més antigua nacionalidad de América Espafiola, Al instituirse en Buenos Aires el Vi- rreinato, este grupo social coherente y definido se incorporé a la nueva estruc- tura politica y administrativa, conser- vando su integridad territorial y su uni- dad jurisdiccional, No sufrié un fraccio- namiento similar al de la antigua pro- vineia del Tucumén. Ademés, su per- manencia dentro de los lindes del Virreinato no pasé de treinta y cinco afios, muy corto tiempo para absorcién de una comunidad de tales caracteristi- cas sociales y politicas, con dos siglos de historia propia, vivida en la soledad, librada a sus propias fuerzas y en cons- tante lucha con indios infieles y portu- gueses. A esta altura del andlisis, resulta per- ceptible que Ja lucha emancipadora pa- raguaya no fue incruenta: el Paraguay librd con éxito su guerra de la Inde- pendencia en los campos de batalla de Paraguar! y Tacuari, En tanto que Bel- grano avanzaba con la conviccién de que trefa la Hbertad a los paraguayos y que eran realistas los que le oponfan resis- tencia, todo el Paraguay, en febril ac- tividad, con los mayores sacrificios, mo- vilizaba sus recursos y tomaba las ar- mas en Je conviccién plena de que de- fendia su ser nacional contra las ten- (2) Archivo General de Indias, Audiencia del 13-VIII-1665. 254 dencias hegemdnicas de Buenos Aires: en el primero de esos encuentros, en fuga del Gobernador y dispersos los batallones peninsulares, es la mal ar- mada caballerfa paraguaya la que reac- ciona, bajo el mando de oficiales criollos —Cabafias, Gracia, Camarra, Yegros—, y con denuedo decide la situacién, Por todo el resto de la campafia, la conduc- cién directa de las operaciones seguird a cargo de esta misma oficialidad crio- lla y habré de ser el paraguayo Manuel Atanasio Cabafias quien pacte con Bel- grano un armisticio digno, sin Ja menor sombra de rencor y evitando cualquier humillacién al genera] de Buenos Aires. No hubo lucha entre patriotas y rea- listas en Paraguari y Tacuari —los tni- cos realistas quedaron anulados a los primeros disparos—, sino dos ejércitos de patriotas que se batian por sus res- pectivas patrias. Sobre esos campos de batalla, Ios paraguayos expresamente afirmaron su independencia respecto de Buenos Aires, pero también y quiz sin apercibirse inmediatamente de ello, al tomar por propia iniciativa el mando militar que el Gobernador abandonara y al salvar la causa nacional en tan gra- ve emergencia, se habian emancipado de la conduccién espatiola y habfan ex- perimentado las ventajas del gobierno propio, del que existfa antigua y soste- nida tradicién comunera. El primero que se dio cuenta de este fenémeno fue el propio gobernador Velasco y, en conse- cuencia, licencié apresuradamente y sin paga a las tropas vencedoras, al tiempo que buscaba con desesperacién al apo- yo portugués. Que no andaba descami- nado en sus temores se comprueba al sa~ ber que serfa la oficialidad fogueada en Paraguari y Tacuari la que poco des- de Buenos Aires, Legajo N° 2 - Real Céduls pués habria de derrocarlo y formalizaria Ja Independencia Nacional. Desde entonces, el Paraguay he sido independiente. Pero no se lo considere como un erizo, cerrado sobre si mismo, En el Congreso de junio de 1811, Mariano Antonio Mo- las, vocero de los patriotas, cuyo y es aprobado por una amplia mayors, acepta la integracién con Buenos A’ de una confederacién americana “fun dada en principios de justicia, de equé dad y de igualdad’, con expresa = dad de que “mientras no se forme Congreso General, esta provincia se bernard por si misma, sin que la EB: lentisima Junta de Buenos Aires disponer y ejercer jurisdiccién sobre forma de gobierno, régimen, administn cidn, ni otra alguna cosa...” mis explicita es la Junta Superior Cx: bernativa, al afirmarse partidarie de confederacién fundada en la com: igualdad de Jas partes, sin hegem indebidas, ni sujeciones injustas, =x nota dirigida el 20 de julio a les ridades de Buenos Aires, cuya x es generalmente airibuida 2 José Gas de Francia (3). En cuanto a una posil paiiola, con el apoyo porty: él, debemos considerar que virrey Elfo se hallara impedido de so- meter a Buenos Aires y en tanto los realistas de Asuncién siguieran bmérfa- nos de apoyo popular, como lo estaban, ella no constitufa un peligro inmediato. No solamente factores geogrificos y politicos determinan la direccién de los asuntos paraguayos de este tiempo. Para (2) Archivo Nacional de Asuncign. Sec- cin Histérica. Volumen 213 Actuaciones del Congreso General de junio de 1811: Voto de interpretacién satisfactoria de este pe- riodo, resultz indispensable una noticia, siquiera sucinta, de las caracteristicas de la sociedad paraguaya. IE. Boses ¢tnicas del pueblo paraguayo El pueblo pareguayo es fruto directo del mestizaje de espafioles y guaranies, fenémeno social que, aunque particular- mente intenso y notorio en el siglo XVI, oduciéndose de modo sostenido resto del periodo colonial, Le immigracién espaiiola es relativa- mente poco numerosa y llega en las gran- des armadas de Don Pedro de Mendoza, de Alvar Nifiez Cabeza de Vaca y de Juan O:tiz de Z4rate, adem4s de uno vigje aislado, como son el caso de la nzo de Len Pancaldo y el de la “Maraiiona”, que trajo Martin de Orué, o= el primer Obispo, sin olvidar natu. aimente la extraordinaria aventura de DeSs Mencia de Calderén’y sus hijas. A parti de Ie Hegada de Ortiz de Z4- 1575, cesa casi por completo la ria europea y, por el erritorio para entonces ya se esti despoblando en continuas expe- diciones fundadores, a Santa Fe de la Vere Cruz, a la Trinidad en el Puerto de Buenos Aires, a Corrientes, a Santa Cruz de le Sierra, al Guairé y al Cuara- cy-vera, en ese formidable esfuerzo de irediacion de le cultura de Occidente que la hace a Asuncién acreedora del reconocimiento de la cristiandad, E] indio, por su parte, no se entrega sin Iucha. En otra oportunidad, nos he- mos ocupado de la resistencia de los Mariano Antonlo Molas (v. APENDICE 1). (3) BFRAIM CARDOZO, “El plan federal del Dr, Francia”. Buenos Aires, 1937. 255 guaranfes, que tiene su Ultima y deses- perada manifestacién en 1660 (4). Desde 1575, como hemos dicho, hasta mediados del siglo XVIII, se interrumpe la afluencia de europeos, salvo deudos y protegidos de Gobernadores y Obis- pos, comerciantes de las “provincias de abajo” que se establecen en el pafs atraf- dos por el trafico de la yerba-mate y otros casos aislados, de tan escasa den- sided numérica que no pueden ser to- mados en cuenta para una estimacién general. El mestizaje, pues, tiene como prota- gonistas a los conquistadores del siglo XVI y a los indios guaranfes, especial- mente a los “yanaconas” u “originarios”, que por su especial condicién social con- viven mas directa y permanentemente con los espatioles y criollos que los “mi- tarios” o “mitayos”, reducidos a pueblos y sujetos al control de sus curas doctri- neros. Sin embargo, en el siglo XVIII y més acentuadamente después de la ex- pulsién de los religiosos de la Compaiiia de Jestis, se refleja el exclusivismo de los pueblos de indios y sus habitantes, prdcticamente cercados por los criollos y mestizos asimilados agrupados en las “feligresias fordneas”, intrusos muchos de éstos en las tierras de las comunidades indigenas, entran a participar también del gran proceso del mestizaje, tal vez el mds memorable de los caracteres de la empresa espafiola en América, Con todo, debemos dejar expreso que hasta 1848, bastante después de la Indepen- dencia, no ha de producirse la asimila- cién legal de los indios de los pueblos al resto de los paraguayos” (5). @® N/trabajo: “Le rebelién de los indios de Arecay, en 16607. Asuncién, 1965, (5) N./libro: “Breve historia de Ia cultura. 256 Los mestizos del siglo XVI lograron generalmente plena equiparacién con los criollos, sin que se parara mientes en su sangre indigena, ni en su filiacién fre- cuentemente ilegitima, y si el rango y la fortuna de sus padres, o sus méritos y servicios lo impulsaban, podian llegar a jugar un rol destacado en la vida pa- raguaya de su tiempo y transmitir su relevancia a sus descendientes. Ruy Diaz de Guzman, nieto de una india, en nada era considerado inferior a sus ilustres contempordneos Hernando Arias de Saa- yedra y Roque Gonzalez de Santa Cruz, criollos ambos de pura ascendencia es- pafiola, Si bien los hijos y nietos de los mesti- zos del siglo XVI continuaron en un todo equiparados a los criollos, 2 mediados de la centuria siguiente ya no parece haberse usado de tanta indulgencia con los que lo eran de primera generacién, hasta que una medida de extrema dureza del gobemador Alonso Sarmiento de Figueroa, que habia obligado a un mes- tizo a servir al encomendero de su ma- dre, dio lugar a su exencién de tributo por Cédula Real del 31 de diciembre de 1662, la cual por sus términos viene a constituir una verdadera patente de hidalguia para los mestizos del Para- guay (6). Atm asi, a fines del siglo XVIII los mestizos directamente hijos de madre india no parecen haberse hallado, al me- nos en el concepto de la gente, en pie de igualdad con los espafioles y criollos. ‘A esta corriente del mestizaje, incre- mentada hacia mediados del siglo XVIII con Ja incorporacién gradual de los gua- en el Paraguay”. Asuncidn, 1965, pégs. 24/ 26 y 12/124. () A, G. L, Buenos Aires, 2 - Real Cédula el 31-XII-1662 (v. APENDICE ID). ranfes de las reducciomes, debe sumarse el hecho de que por exstonces también se restablece la immigracié= europea, de Mercaderes y artesamOs espaiioles, no so- Jamente ya de Andelecis, mbes Cas- tillas y las provinces wescemgadas, sino que también de Galicis » Catsinte. Es- pees, pee om tribuye a asentarlos y = Gacies Gases =o némicas estables. Volveremes = s=p=~ os de esta botynesia eee meme: crética de origen pases 7 Ill. La clase directice cola En el periodo colonel s= eamtitzpe en el Paraguay une clase Goectes que es tal porque candace 5 ameats iz => cién de la sociedad pargue Steaorets las aspiraciones coleciums 5 pEEgEE s= pone al servicio de lar simi: saz =o table tesén y capactdad de sueririn La neg descendientes de comquistedarss » pe ninsulares y vecinas Ge cies poowancias americanss que se bes bends = = pais. Sus compenestes ere Sesacee a través de les fmmeiomes de Cabildo y de los mandos de les mificies peowincis- les, ¢ influencia, com sa deciswe parti cipacién en el largo ¢ interesmmte proceso comunero ¥ en les Inches con les infieles del Chaco y com los “bendeizentes”. No se trata de une oligerquiz, tanto porque, lejos de sostener mezquinos ex- clusivismos, se besa en la nocién del (D N./ibro: ea ae 1966, pég. edie., Asuncién, (8) N./trabajo: “José pecans Servin, yo” (en prensa). el primer (©) Ns./trabajos: “Sebastiin Fernéndez servicio a le comunidad y mide a] hom- bre por sus hechos, como porque se muestra a la incorporacién de gente nueye. Timbre de distincién lo constituyen les méritos propios y de los inmediates antepesados, siempre acu- mulados con duro secrificio, antes que Ja riqueza, pues ea este provincia me- ¥ si mins en explotacién mo se dan diferencias de fortuna insal- yables y es muy frecuente que los hom- Gres de mayer relevancia social apenas femgen Io meceserio pere el decoroso sus- festa, 2 pesto fl cue hasta 1780 casi me cirenla moneda metilica. Exranjeros, como el genovés José Ser- == qe cs sceesivemente Alcalde Or- Maestte de Campo General y de le ciudad ante el Consejo de Indizs (8), y naturales de otras pro- Wincies de América, como el santafesi- mo Alonso Fernandez Montiel y el por- ‘So Frencisco de Avalos y Mendoza, gee ea el dltimo tercio del siglo XVII gies=zerin 2 desempefiar las muy hon- zases fmnciones de Teniente General de (Gebernedor, ademéds de otras magistra- Sezes capitulares, merced 2 sus persona- k& apetiies ¥ al celo demostrado en sexvicio del Rey y de los intereses ge- sexales del Paraguay, se suman sin difi- caliades 2 este grupo en el que desde seucho antes con pleno derecho descue- Tian los Yegros, los Caballero de Afiasco, los Franco de Torres, los Ledesma Val- derrama, los Vera y Aragén y varones de otros linajes de conquistadcres y en- comenderos(9). La encomienda de indios, de corto mimero y menguada renta, aplicada de ‘Montiel, el generai de los comuneros” (en el N° 9 de “Panorama”. Asunci6n, 1953) y “Un antecedente préxime de Ia Revolucién Co- muner, del Paraguay” (en el N? 10 de “His- toria”. Buenos Aires, 1957). 257 preferencia a la explotacién yerbatera, constituye le unica fuente de recursos de esta clase directiva, en tanto que el Cabildo de Asuncién, m4s marcadamen- te desde que en 1656 se hacen vitalicios sus regimientos, le sirve de tribuna, de centro de accién politica y de érgano rector, Tal situacién, en Iineas generales, se mantiene hasta la gran Revolucién Co- munera del siglo XVII. Esta marca ce] auge de dicho grupo social. Es entonces cuando él, con la accién de José de Avalos y Mendoza, Scbastién Ferndndez Montiel, José Davalos y Peralta y otros criollos esclarecidos que rodean y es- timulan a Antequera, afirma su rol di- rectiva, expresa el viejo anhelo paragua- yo de libertad y buen gobierno y la vocacién de autodeterminacién que serd simiente del patriotismo de las genera- ciones posteriores. Sin embargo, él es rebasado por los acontecimientos: el con- trol de los mismos escapa de sus manos, mientras que una naciente clase media rural y el pueblo Ilano, el “Comtin” en armas, toman Ja delantera ¢ impulsan la Jucha hasta sus ultimos extremos. La derrota final del movimiento co- munero, en 1735, y la consiguiente se- paracién del seno del Cabildo y de la vida publica en general de los mds des- tacados promotores de la inquietud pa- sada, asi como también la mayor firmeza. que la politica borbénica imprime en los actos de sus gobernadores, contribu- yen a disminuir Ja influencia politica de Ja clase directiva, aunque sin desinte- grarla como grupo. Otra circunstancia se sumard a las arriba sefialadas y actuar4 en el mismo sentido: desde le década de 1740 y du- tante el resto del siglo, se produce el poblamiento de todo el territorio para- guayo y ello coincide con la declinacién 258 de la encomienda, hasta su final extin- cién, Los antiguos encomenderos obtie~ nen. las mejores tierras de pastoreo y. contenido el peligro indigena, pueden dedicarse a la explotacién pecuaria en gran escala: en torno de las nuevas villas y poblaciones de la Concepcién, del Neembuct, del Guarnipitdn y en las ri- cas praderas que se extienden al sur de Ja antigua estancia jesuitica de Para- guari o Yariguad, hasta aleanzar las re- duceiones de la misma orden, decenas de miles de cabezas de ganado vacuno, pertenecientes a grandes y pequefios ha- cendados, comienzan a alterar la fisono- mia econémica paraguaya y a desplazar a la yerba-mate de su secular situacién de principal y casi tinica fuente de re- cursos de la provincia. La empresa ganadera, especialmente en sus comienzos, requiere la permanen- te atencién del propietario. Los antiguos encomenderos, transformados en estan- cieros terratenientes, pasan a residir en sus establecimientos rurales y, al proce- der de este modo, abandonan la ciudad y comienzan a desvincularse de la vida politica provincial. Esta migracién in- tera, sumada a la definida declinacién del poder del Cabildo, tanto por la de- rota comunera, como por las transfor- maciones administrativas del siglo XVIII, contribuye a alterar la composicién dei referido cuerpo municipal: desinteresa- dos de pertenecer al mismo los antiguos directores de Ja vida criolla, dejan paso a la gradual penetracién en el mismo de los més ricos mercaderes peninsula- res, los cuales, en los aiios finales del perfode colonial, constituyen una nueva y distinta clase social de la que hemos de ocuparnos en otro apartado, Para la época de la Independencia, esta dltima tiene el control incontestable del Ca- bildo, de un Cabildo muy disminuido en su gravitacién y desapegado de la tradicién comunera de las generaciones anteriores. No obstante, la antigua clase directiva sobrevive: los hijos y nietos de los te- tratenientes de mediados del siglo, a los que se integran varones de otra proce- dencia pero de afines aspiraciones y si- milar situacién econémica, han de ad- quirir formacién cultural satisfactoria en el Real Colegio Seminario de San Car- Jos, habilitado en 1783, en viajes al Rio de la Plata y a otras provincias, mas frecuentes que antes, y en las incipien- tes bibliotecas de las que nos dan no- ticia testamentarias e inventarios de bi nes. La carrera de las armas, en las mi- licias sucesivamente reorganizadas por Pedro Melo de Portugal y por Lézaro de Ribera, les ha de proporcionar figu- recién y predicamento, ademas de vin- cularlos con ese creciente pueblo lano ar que también vamos a ocupamos 10). Estos jévenes oficiales de hacia 1800 y sus hermanos y primos civiles, des- cendientes en su mayor parte de con- quistadores y comuneros, serdn los pro- tagonistas del movimiento emancipador: ellos combatirén al frente de su pueblo en armas en Paraguari y Tacuari, diri- girén el pronmnciamiento de mayo de 1811 y en el Congreso General de del mismo bierno nacional e ciacién institucional del Estado Para- guayo (11). Y la Junta, en el corto bienio de su gestién, Ievaré a cabo improba labor (0) A. NLA, S. HL, Vol. 155 - Cuadros demostrativos del estado de las milicias del” Paraguay, 1790; y Vol. 196 - Relacién del para asegurar la subsistencia del Para- guay como entidad soberana: la sus- cripcién de un tratado con Buenos Ai- res, que asegura un “modus vivendi” de iguales y garantiza contra nuevas ten- tativas de absorcién, notables y vigoro- sas medidas de fomento de la instruc- cién publica, acompaiiadas de la expre- sién publica de nobilfsimas ideas, y hasta una concesién —jen 1812!— para nave- gar los rios paraguayos con buques a vapor, son algunas de las manifestacio- nes de su celo patriético y renovador. Pero este gobierno progresista y pleno de fe en el destino nacional constituye Ja ultima expresién colectiva de la an- tigua clase directiva colonial, acompafia- da en todo el proceso por la gente mds representativa de la pequefia clase media rural, emparentada con aquélla por el origen y por las comunes aspiraciones. Desde el Congreso de 1813, se acentia Ja gravitacién exclusivista del doctor Jo- sé Caspar Rodriguez de Francia. Este ha de obtener un afio mis tarde la dic- tadura y la conservard, de modo per- sonal y exclusivo, por espacio de vein- tiséis afios. Tan largo gobierno uniper- sonal, sin participacién de organismo asesor alguno, de silenciamiento de Ja opinién piblica y de le vida cultural y de enérgica represién de las activi- dades civicas, significa la extincién de Ja clase directiva colonial como grupo. Las ejecuciones, los encarcelamientos prolongados, Ia confiscacién de bienes, afectan directa y principalmente al elen- co directivo de la Independencia. Los que se salvan de estas medidas de rigor, vegetan en el aislamiento campesino, empobrecidos por Ja extincién del co- efectivo del 2° Regimiento de Voluntarios de Caballeria de Costa Arriba, 1805. (11) Voto de Molas, cit. nota 2. 259 mercio internacional, privados de co- aunicacién con el mundo exterior e im- pedidos de influir en la conduccién de le sociedad, con el camino de la supe- zaciéa cerrado para sus hijos por la clau- sura de los centros de ensefianza me- dia y superior. Asi perdié su identidad social Ja cla- se directiva paraguaya de los siglos XVII y XVIIE, mas le sobrevivié su le- gado, de formacién de una conciencia nacional, a través de las largas y sos- tenidas luchas comuneras, y de la efec- tiva_y total conquista del territorio, y de fundacién del estado soberano, en los afios capitales de la emancipacién. IV. Clase media rural y pueblo Wano Desde fines del siglo XVII, luego de una abrumadora crisis que se habia he- cho sentir en todos los érdenes de la vida paraguaya, hasta poner en peligro Jas mismas posibilidades de superviven- cia de la sociedad aqui asentada, co- mienza la recuperacién. Una de sus ca- racteristicas mAs notorias es la expan- sién territorial: su antecedente o pun- to de partida remoto lo hallamos en el establecimiento del pueblo de indios de Itapé, al sudoeste de la Villa Rica, en 1686, que constituye la primera fun- dacién después de casi medio siglo de despoblaciones, evacuacién de territo- rios y depredaciones destructoras de in- dios y “bandeirantes”, Pero la afirma- cién de esta nueva politica se produce 2 pertir del poblamiento de la Villeta de Sen Felipe Borbén, en el valle del Guamipitén, seis leguas al sur de Asun- cién, en 1714 y de la Villa de San Isi- dro Labrador de Curuguaty, el afio si- a2 “El Paraguay en 1811”, cit, y N./trabajo: Ea fundacién de la Villeta del Guarnipitin ex 1714 y el poblamiento 260 guiente, lejana avanzada cristiana y pa- raguaya en las selvas y yerbales del nordeste. Cuando e] gobernador Ra- fael de la Moneda, en el septenio de 1740 a 1747, logra conjurar el peligro indigena, se afirma la ocupacién de la Cordillera, una de las regiones mds fér- tiles del pais (12). En estas tierras nuevamente pobladas, asi como también en Ja cuenca del arro- yo Pirayé, constituyen mayoria labra- dores, pequefios hacendados, pulperos, destiladores de appardlaites y_obraje- Tos que, au: criollos © mestizos asi- mnilados y a dierencta de lo que acon- tecla en el siglo anterior, ya no forman parte de la clase directiva: ni se les conceden encomiendas, ni ocupan pla- zas en el Cabildo, ni se han de conver- tir mds tarde en grandes estancieros. Su origen es variado: 0 provienen de gente de su misma condicién, que tam- bién la habla aunque en numero me- nor en la centuria precedente, 0 son hijos o hermanos de los antiguos en- comenderos, venidos a menos por su permanente afincamiento en el campo, © hijos ilegitimos, o naturales de otras regiones del imperio espafiol que aqui no han aleanzado fortuna ni renombre, © mestizos de primera o segunda gene- racién, hijos 0 nietos de madre india. Forman ellos una pequefia clase me- dia rural, a veces ruda y siempre va- lerosa e inquieta, y no les est cerrado el Lega 0 del ascenso en la escala so- cial. Junto a ellos, de similar origen, vi- ven capataces y peones de estancias y obrajes, carreteros, marineros, troperos, pescadores y artesanos, todo un pue- ‘blo Mano, sin muchos mds bienes que del ltoral paraguay” (Asuncidn, 1966), en general. su laboriosidad, su ingenio y su valen- Ambos grupos sumados vienen a ser el “comin”, la “gente ref” en el voca- bulario paraguayo de la época. Este “comin”, ya entonces numero- so e identificado con el sentido naci nal, ha de asumir desde 1730, como hemos sefialado, la conduccién del mo- vimiento comunero: nombre y dep ‘a sus propios maestres de campo y gila celoso, cuando no amenaza, al C. bildo y a los Alcaldes Ordinarios hasta 1783 tienen a su cargo el gol no politico (13). Derrotada la revolucién y en pleno auge la expansién territorial, sera gen- te de este “comin” la que poblaré los lugares més lejanos, los “valles”, “pa- gos” y “capillas” de la Cordillera, de camino de los yerbales y del sur del Caafiabé, y los campos y montes del contorno de las nuevas villas y pobla- ciones, adem&s de estrechar el cerco en torno de los pueblos de indios, cu- yas tierras han de usurpar con frecuen- cia, Le progresiva extincién de la cn- comienda, asi como también la deca- dencia de las antiguas reducciones je- sufticas y la dispersién de sus habitan- tes, proporcionan nuevos contingentes a un mestizaje que ya va dando sus racteristicas definitivas al tipo para- guayo. Esta clase media rural y este pueblo Ilano que, al decir de Azara, viven “como sembrados por los campos” (14), sin diferencias éticas esenciales con la clase directiva y que tienen de comin con ella el uso de la lengua guarani, 3) Nv/“Breve historia. cit. en gene- all, ral. (1g) FELIX DE AZARA, “Geografia Fisica y esférlea de las provineias del Paraguay y sin perjuicio de valerse del castellano cuando corresponde, no permanecen ajenos a los trascendentales aconteci- mientos de 1811 y afios inmediatos. “Serdn ellos los soldados y sargentos de Paraguart y Tacuart —hemos escri- to en otra ocasién—, y acompafiardn a sus lideres en las contingencias del pro- ceso emancipador” (15). V. Los peninsulares En la segunda mitad del siglo XVILI, después de casi doscientos afios de in- termupeién, se reanuda la inmigracién espaiola ‘peninsular. La apertura del puerto de Buenos Aires y las transfor- maciones de Iz Revolucién Industrial, asi como también la diversificacién de las producciones que libera al Para- guay de la secular y exclusiva sujecién al mercado de la yerba-mate, impulsan la economia y atraen a numerosos mer~ caderes gallegos, vascos, catalanes y castellanos. Esta gente se asienta de preferencia en la capital y pronto constituye una acaudalada burguesia mercantil que, aunque vinculada por matrimonio con las principales familias criollas, no ter- mina de asimilarse al medio. Duefios de mercancias y de dinero efectivo aunque generalmente no de tierras ru- rales, sin ninguna simpatia por la tra- dicién comunera de la provincia y sin hablar el guaran{, estos mercaderes pe- ninsulares —de “pulperos gallegos” ha de calificarlos despectivamente Cecil’ Baez, ya en nuestro siglo— difieren no- toriamente de los soldados y aventure- ros espafioles que en el siglo XVI va- dearon rios, escalaron montafias y pe- Misiones de guaranies”. pag. 194 y sets. Montevideo, 1904, (15) N./“El Paraguay en 1811” cit., pég. 65. 261 Betraron por selvas inconmensurables, Uevando la cruz y el pendén de Casti- Is. A ellos debemos sumar un nimero més reducido de funcionarios que la burocratizacién del sistema borbénico leva también al Paraguay. Las visitas de pesas y medidas prac- ticadas por los fieles ejecutores, corres- pondientes a la ultima década del si- glo XVII y a la primera del XIX, pue- den darnos una idea aproximada de Ja composicién de esta clase social, la mas diferenciada de las demés en la pobla- cién paraguaya (16). Al extinguirse los regimientos vitali- cios en el Cabildo de Asuncién, des- pués de 1780, y al producirse ese des- plazamiento que hemos mencionado de Jos antiguos encomenderos hacia el cam- Po, estos mercaderes peninsulares se posesionan de dicho cuerpo municipal, ya muy disminuido en su influencia po- litica: ‘ello explica cémo el mismo pu- do ser tan realista en los dias de la emancipacién, tan opuesto al sentir ge- neral de la provincia, Define valiente- mente su posicién el voto pronunciado por el Juez Diputado del Comercio, Francisco de Haedo, en el Congreso General de junio de 1811 (17). “Naturalmente —deciamos en otro es- tudio—, no es posible extraer una con- clusion de volidez absoluta sobre los peninsulares venidos en la segunda mi- tad del siglo XVIII: si los mds conno- tados del gremio mercantil ocuparon la teferida posicién en el orden social pa- reguayo, hubo otros que, en la ciudad Gs) ANA. SH, Vol. 171 — Afio 1797; Visits general de pesas y medidas (V. APEN- DICE I. (QD Actusclomes del Congreso de ili, 262 y en el campo, se sumaron completa- mente a esta sociedad” (18). VI. Los extranjeros Algunos extranjeros también vivian en el Paraguay en Ja época de la In- dependencia. Siempre los habfa habi- do: las crénicas de la conquista aluden aun Gonzalo de Acosta, portugués y piloto de la carabela “Comuneros”, la primera embarcacién construida en Amé- rica que cruzé el Océano; a otro por- tugués, Gregorio de Acosta, mtsico e improvisado autor teatral; al inglés Ni- cols Colman, de espiritu levantisco y de grandes aventuras en la regién del Guairé; y a Leén Pancaldo y sus pai- sanos, de arribada forzosa al Plata, En este mismo trabajo, hemos recordado al genovés José Servin, que alcanzé eminente figuracién a mediados del si- glo XVII, y por ese mismo tiempo ha- bia hasta ‘un par de encomenderos por- tugueses (18b). Sin embargo se trata de casos aislados. Mas, en la primera década del siglo XIX, es posible hallar un niimero apre- ciablemente mayor: es de presumir que influyan en ello las mismas circunstan- cias econémicas que han impulsado a la nueva inmigracién peninsular. Nos sirven de fuentes de informacién actuaciones promovidas por el goberna- dor-intendente Lazaro de Ribera, con motivo de las guerras napoleénicas. Res- pondiendo a una convocatoria suya, de noviembre de 1804 a febrero de 1805 comparecen cincuenta y nueve extran- jeros y declaran sobre su origen, reli- eit: Voto de Francisco de Haedo (v. APEN- DICE Iv). (18) N./“El Paraguay en 1811”, p. 64. (18) (b) A. G. I, Charcas, 30 - Resefia general de encomiendas, 1674. carpintero de ribera, “natural de Fin- lendia, en el reino de Suecia”, que cul- ve una chacarilla en el pago de Quy- quybS y manifiesta haber abjurado del protestantismo ante el obispo de Tuy 19). Lz amplited de les datos que propor- cionan Jes indagados nos permite ubi- carlos em Ia sociedad paraguaya de ese tiemape. Das de ellos, don Antonio Mar- tinez de Viena, natural del Arzobispa- Besge, com cincuentz afios en la inca, ¥ Jost Coene, de Gant FROG EVES ‘iil Hl lathe GS) AN. A, S. HL, Vol. 193, NP 10 - 1804/ 05: Actusciones del Gob, Ribera, s/extran- feces (v. APENDICE V); y Vol. 194, NP 11 - capturada por el gobernador Pinedo, habian optado por quedarse a vivir en el Paraguay. Ademds, hay hacendados y comer- ciantes de variado caudal, artesanos, la- bradores, dependientes de comercio, pa- tromes y marineros de las barcas y bal- sas de] tréfico con el Rio de la Plata, empresarios y obreros de la explotacién yerbatera y forestal, funcionarios pi- blicos, oficiales de milicias, un “sangra- dor y barbero” y hasta un francés que confiesa ser mendigo. Un catalan, al que “en el pais lo tie- nen por francés”, y un gallego, a quien “algunas personas lo tienen por portu- gués”, ponen en claro su nacionalidad. Por la diversidad de sus origenes, de sus fortunas y de sus ocupaciones, asi como también por su corto ntimero y su dispersién por el territorio, estos ex- tranjeros no pueden constituir una clase social determinada, sino que se hallan completamente incorporados a la pobla- ciéa del Paraguay y confundidos con ela. VIL. Indios y perdos Ademés de las antiguas reducciones jesulticas, ubicedas en ambas vertien- tes del Parand, entre el Tebicuary y el Uruguay, subsistian en la provincia los pueblos de indios de Ypané, Guaram- baré, It4, Yaguarén, Altos, Tobatf, Aty- x4, San Estanislao, San Joaquin, Belén, Itapé, Caazapé, San Juan Nepomuceno y Yuty. En ellos, ya no se aplicaban es- trictamente las normas de exclusién de espaiioles y criollos: por el contrario y como lo hemos sefialado, crecidas “fe- 1804: Otras actuaciones en la misma ma- teria. 263 ligresias foréneas” Jos rodeaban, explo- taban ilegalmenie sus tierras comunales y hacian inevitable el mestizaje. Aunque se mantenia el régimen de comunidades, ja encomienda habia desaparecido en afios muy recientes y no resultaba im- posible al indio desertar e incorporarse a la vida rural paraguaya (20). Similares condiciones se daban en las que habjan sido reducciones jesuiticas. De su decadencia y de sus problemas, Branislava Susnik nos proporciona do- cumentada noticia (21). En cuanto a los pardos, su mimero tendfa a disminuir, a punto tal que en 1805 se consideré innecesaria la existen- cia de la parroquia de San Blas, que por dos siglos les habia servido a ellos y a los también extinguidos “yanaconas” (22). Desde 1740, existia al Norte del rio Salado, en la Cordillera, el pueblo de negros y mulatos libres de la Embosca- da, erigido inicialmente bajo la advo- cacién de San Rafael Arcdngel que cam- bié después por la de San Agustin, En 1812, el primer gobierno patrio funda- ria_la poblacién del Salvador de Tavegé o Eteveg6. Si bien ésta ha desaparecido, Emboscada constituye en nuestra época el tmico punto del Paraguay donde es posible encontrar el tipo africano y un resto muy desdibujado del folklore de Jos esclavos coloniales. Otro jenclave africano, menor y mucho més mezclado, Jo constitufa la estancia de los dominios de Tavapy, hoy casco de la poblacién QD ANA, S. H, Vols. 152 y 155 - Des regiamentos del Gob. Alés, de 1788 y 2790; Vol. 163 - Averiguacién s/exacciones, ‘1785; Vol. 170 - Comunicacién del coman- dante de Vills Real, 1799. (2) Branisiave Susnik, “El indio colonial del Paraguay”, t. I Buenos Aires, 1966, en general. Cir: José Marriluz Urauijo, “Los 264 denominada Roque Gonz4lez de San- tacruz. En Ja época de la Independencia, ne- gros y mulatos iban perdiendo acele- radamente su identidad de grupo, por via de mestizaje y de asimilacién cultu- tal, sin dejar trazas de su limitada par- ticipacién en el proceso formative de la nacionalidad. VIII. Los Congresales de 1811 Del 17 al 20 de junio de 1811, se ce-* Jebran en Asuncién las deliberaciones de un Congreso General. Con Ja sola excepcién de seis, los trescientos treinta participantes han sido invitados indivi- dualmente por los patriotas, los cuales tienen en el mismo una incontestable y abrumadora mayorfa. Por su composi- cién, venia a ser un Cabildo abierto o junta de vecinos calificados, pero le da earacter de Congreso Representativo el hecho de que los seis diputados de las villas y poblaciones principales han sido elegidos por sus respectivos Cabildos o por sus vecindarios convocados al efec- to. En todo caso, se trata de una asam- blea representativa del sentir general de la poblacién y, al instituir el primer gobierno que no recibe su mandato de poder forineo alguno, da nacimiento de hecho al Estado Paraguayo. Del punto de vista social, representa a la antigua clase directiva colonial: a guaranfes después de Ia expulsién de los Jesuitas” (en el N° 5 de “Estudios Ameri- canos”. Sevilla, 1953). (22) Catedral de Asunci6n, Libro If de Bautismos, F? 41 - Constancia de haberse notificado el Cura Rector de la extincién de San Blas (Cortesia de D. José W. Col- nago). ella pertenecen los cinco Yegros, los nueve Montiel, los Mora, los Caballe: los Cabaiias y casi todos los des llos significativos que toman asiento en su recinto. La clase mercantil acaudal: da se halla pricticamente ex por discriminacién social, smo porque es realista: su tmico portavoz seré el y: recordado Juez Diputado del Comercio. En el clero secular y entre los dignata- rios de las érdenes religiosas, que tam- bién toman parte en la asamblea, hay varios que no son paraguayos. Sin embargo, este Congreso ha de constituir la ultima muestra de accién colectiva de la clase social que en él tiene el predominio. Las transformacio- nes que se sucederén hasta 1870 la han de desintegrar de modo definitivo. IX. Sintesis final En 1793, Azara atribufa al Paraguay una poblacién de 97.480 almas, (23) y cuatro afios mds tarde, el Cabildo de Asuncién anotaba que toda esa gente ciudad y se hallaba distribuida en este en las jurisdicciones de I Del punto de vista étnico, la podemos eonsiderar homogénea: criolles y mes- (23) Azara, “Descripcién ¢ historia del Paraguay y del Rio de Ia Plata”. Ed. Bajel, Buenos Aires, 1943, pags. 216/17. tizos asimilados, con predominio de les ninsulares, extranjeros y pardos, por su numero, no alteraban la fisonomia de esta sociedad. La antigua clase directiva del siglo XVII y de comienzos del siguiente, ten- dia a diluirse en el resto de la poblacién, aunque algunos de sus descendientes tu- vieron a su cargo la conduccién del movimiento emancipador y todos los demés lo apoyaron. De su seno y con el mestizaje del siglo XVIII, se habia formado el “comin”, una pequeiia clase media rural y un pueblo Ilano de asa- lariados y dependientes. Aunque no muy pumerosa, una acaudalada burguesta mercantil de origen peninsular, posesio- nada del Cabildo y de buena parte de los cargos ptiblicos, aunque no de los mandos militares, constitufa el tmico gru- po no definitivamente integrado a la so- ciedad paraguaya y el centro de la ine- ficaz resistencia realista en los dias de la Independencia. Extranjeros de di- verso origen y de variada condicién so- cial y econémica, se hallaban asimilados a le poblacién paraguaya, en tanto que los pardos tendian a desaparecer, ab- idos por los grupos mayoritarios. Tal es, en lineas generales, el cuadro de la sociedad paraguaya, como lo ve- mos nosotros, y en cierta medida expli- ca las caracteristicas del proceso eman- eipador en el Paraguay. (@) AN. A, S, HL, Vol. 167 - Testimonio de acuerdo capitular del 9 - X 179%. 265

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