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Lección 5: Para el 1º de febrero de 2014

DISCIPULAR
A LOS ENFERMOS

Sábado 25 de enero

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Isaías 53:4; Mateo 8:17;


Marcos 2:1-12; Filipenses 4:4-9; 1 Juan 3:20-22; Juan 11:37-44.

PARA MEMORIZAR:
“Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos,
y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó; de ma-
nera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos
sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel”
(Mat. 15:30, 31).

“EN EL CURSO DE SU MINISTERIO, Jesús dedicó más tiempo a la curación de los


enfermos que a la predicación. Sus milagros atestiguaban la verdad de sus pala-
bras: que no había venido a destruir, sino a salvar. Doquiera iba, las nuevas de
su misericordia lo precedían. Donde había pasado, se alegraban en plena salud
los que habían sido objeto de su compasión y usaban sus facultades recupe-
radas. Las muchedumbres lo rodeaban para oírlo hablar de las obras que había
hecho el Señor. Su voz era para muchos el primer sonido que oían, su nombre
fue la primera palabra que jamás pronunciaron, su rostro el primero que jamás
contemplaron. ¿Cómo no habrían de amar a Jesús y darle gloria? Cuando pa-
saba por pueblos y ciudades, era como una corriente vital que esparcía vida y
gozo” (MC 12, 13).

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Lección 5 // Domingo 26 de enero

EL MESÍAS SANADOR
Lee Isaías 53:4; Mateo 8:17; y Juan 9:1 al 3. ¿Cómo debemos entender
estos textos? ¿Qué preguntas plantean? ¿Qué esperanza nos ofrecen?

En la antigüedad, se consideraba la enfermedad como el resultado de pe-


cados. (Y aún hoy, ¿quién no se ha preguntado si la enfermedad no es un cas-
tigo por el pecado?) Los amigos de Job le sugirieron que su mala fortuna y
su enfermedad eran el resultado de faltas ocultas, diciéndole que sus pecados
habían generado su situación. Los discípulos de Cristo entendían la ceguera
como un castigo por las faltas de alguien, lo que sugiere que la enfermedad no
requería diagnóstico o medicación, sino expiación. Las referencias de Mateo a
las profecías mesiánicas de Isaías afirman que Cristo cumplió esta predicción y
que se encuentra curación en él.
Diversas tradiciones paganas incluían divinidades sanadoras; pero ninguna
proponía que los dioses realmente tomaran las enfermedades sobre sí mismos.
Isaías predijo un Redentor que asumiría nuestras enfermedades y pecamino-
sidad. Otras tradiciones tenían una expiación sustitutiva para beneficiar a la
realeza. Se sacrificaba a sustitutos en lugar de al rey, transfiriendo el castigo por
el mal de una persona a otra. Sin embargo, en ninguna parte hubo tradiciones
de que el rey muriese como sustituto por sus ciudadanos.
Pero, eso es lo que dijo Isaías y confirmó Mateo: la Realeza del cielo sufrió
las enfermedades humanas. Es muy interesante que la palabra “dolor” en Isaías
53:4 provenga de una palabra hebrea que significa “enfermedad”.
Jesús reconoció que su misión era predicar liberación y sanar a los que-
brantados de corazón (Luc. 4:17-19). Él atraía a muchos gracias al poder que
provenía de su amor y su carácter. Otros lo seguían porque comprendían fácil-
mente su predicación. Otros llegaron a ser sus discípulos por la manera en que
trataba a los pobres. Pero, muchos seguían a Cristo porque él había tocado y
sanado su corazón quebrantado.

Todos tenemos aspectos de nuestra vida quebrados. ¿Cómo podemos aprender


a discipular a otros por medio de la simpatía hacia su propio quebrantamiento,
un quebrantamiento que podemos comprender muy bien por causa del nuestro?

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Lunes 27 de enero // Lección 5

SANAR EL CUERPO
Estudia Marcos 2:1 al 12. ¿Qué nos enseña con respecto a la conexión
entre la enfermedad física y la pecaminosidad? ¿Qué lecciones no debe-
ríamos tomar de esta historia?

Contrariamente a la doctrina bíblica, la antigua filosofía griega separaba


las dimensiones espiritual (alma) y física (cuerpo) de la existencia humana.
Creyendo que el alma humana era inmortal, muchos griegos despreciaban el
cuerpo. Como el cuerpo era temporal y moría con el tiempo, era considerado
de menor valor que un alma duradera.
Uno de los textos más famosos de la antigüedad expresaba en forma elo-
cuente cuán corrupto y malo es el cuerpo ya que, al morir, su alma inmortal
quedaría libre de todas las cosas que el cuerpo le impedía hacer.
Por supuesto, la Biblia enseña algo muy diferente. Los cuerpos humanos
son la creación directa de Dios, una de sus obras “formidables, maravillosas”
(Sal. 139:14). Además, el cuerpo no está separado del alma. Cuerpo, mente y
espíritu son aspectos diferentes de la personalidad o de la existencia humana,
no entidades que existen en forma independiente. Por eso, todo lo que afecta
al cuerpo afecta a la mente y al espíritu; son aspectos interrelacionados de la
persona humana. Así, cada vez que Cristo sanaba, no solo erradicaba el cáncer
o curaba afecciones del corazón, sino también estaba transformando la expe-
riencia física, mental y espiritual de la persona.
Jesús sanó más que solo cuerpos. Cristo siempre intentaba sanar a la per-
sona completa. Así reconocía que la salud física era inseparable de la salud
espiritual. Por medio de la curación física realizaba una transformación espiri-
tual. En definitiva, ese era su propósito último. Después de todo, la gente que
sanara, de todos modos, moriría para enfrentarse con la destrucción eterna
al final del tiempo. Aun cuando Jesús sanaba el cuerpo, tenía un objetivo de
alcances eternos.

Aunque la enfermedad puede resultar directamente de prácticas pecaminosas,


a menudo las personas, aun los infantes, se enferman sin una razón obvia fuera
de que todos somos víctimas de un mundo caído. ¿Por qué es tan importante
recordar esta triste verdad cuando procuramos ministrar a alguien enfermo o
que sufre por un ser amado enfermo?

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Lección 5 // Martes 28 de enero

SANAR LA MENTE Y EL CUERPO


Mediante la curación física y la restauración mental, Jesús hacía discípulos.
A menudo, los oyentes de Cristo sufrían enfermedades mentales y físicas, pero
la restauración física, por sí sola, nunca fue su objetivo final. La meta última
siempre era el discipulado. La curación podía añadir veinte, cincuenta o más
años de buena calidad; el discipulado ofrecía vida eterna con Cristo.
En Lucas 8:26 al 39, el hombre poseído por demonios en Gadara pidió acom-
pañar a Jesús. Pero Cristo lo comisionó para que evangelizara a su familia y a
sus conciudadanos. Habiendo sido liberado en forma milagrosa, era un testigo
poderoso a favor de Jesús.

Estudia Mateo 6:19 al 34; 1 Pedro 5:7; 2 Corintios 4:7 al 10; Filipenses
4:4 al 9; y 1 Juan 3:20 al 22. ¿Cómo podrían los principios que enseñan
estos versículos aliviar la ansiedad, la culpa y la vergüenza que son la
base de muchas enfermedades mentales?

La enfermedad física a veces es producida por estímulos mentales. La rela-


ción entre la mente y el cuerpo está bien establecida en la ciencia. La ansiedad
predispone a ciertos problemas del estómago. La preocupación causa desór-
denes del sueño. La ira no controlada es uno de los factores de enfermedades
del corazón. Al enseñar a la gente los principios de la salud mental, debería
destacarse la importancia de confiar en Dios, lo que conduce a un compromiso
espiritual personal y a un discipulado pleno.
“Cada día trae sus aflicciones, sus cuidados y perplejidades; y cuando los
encontramos, ¡cuán prontos estamos para hablar de ellos! Intervienen tantas
preocupaciones prestadas, se abrigan tantos temores, se expresa tal peso de
ansiedades que cualquiera podría suponer que no tenemos un Salvador compa-
sivo y misericordioso, dispuesto a oír todas nuestras peticiones y a ser nuestro
protector constante en cada hora de necesidad” (CC 123).

Aunque un caminar íntimo con Dios no es garantía de buena salud, no hay du-
das de que la paz mental que proviene de conocer a Dios produce un impacto
positivo aun en lo físico. ¿De qué modos prácticos podemos aplicar estos prin-
cipios de salud, en especial si somos propensos a preocuparnos?

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Miércoles 29 de enero // Lección 5

LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA
En un mundo donde por ahora reina la muerte, ¿qué gran esperanza
hay en los siguientes versículos? Luc. 7:11-17; Mar. 5:21-43; Juan 11:37-44.

Los políticos, los artistas y los atletas siempre ofrecen algo para generar
seguidores. Los políticos usan la retórica y promesas increíbles. Los artistas
y los actores usan sus habilidades para emocionar a sus oyentes. Los atletas
sorprenden con sus capacidades físicas. Los espectadores los siguen, deseando
poder hacer cosas similares.
¿Qué ofrece Jesús? ¿Reducir el desempleo? ¿Salarios mayores? ¿Tiene habi-
lidades sorprendentes que arrancan lágrimas o una amplitud vocal increíble?
No, Jesús ofrece algo que nadie más en el mundo puede dar: vida eterna en un
mundo nuevo. En contraste con esto, ¿qué otra cosa importa?
Mientras que la televisión ofrece cosas demasiado buenas para ser ciertas,
Jesús va más allá con un trato único: ¡la vida eterna a precio cero y sin costos
de envío! Los escépticos se burlan de esta oferta sin precedentes. Los compe-
tidores fabrican imitaciones baratas (el concepto satánico del alma inmortal).
Los interesados investigan la propaganda con precaución. Por eso, Jesús pro-
veyó tres demostraciones para convencer a los escépticos, exponer las imita-
ciones y satisfacer a los legítimos buscadores. La hija de Jairo, el hijo de la viuda
y finalmente Lázaro demostraron que esta oferta “demasiado buena para ser
cierta” es auténtica. La enfermedad y los accidentes pueden prevalecer, pero la
vida eterna está garantizada a todos los que hagan de Jesús su Salvador.
Lo mismo pasa hoy. A veces, la curación no llega como la queremos. Las
personas siguen, aun por años, con enfermedades que debilitan y que, a veces,
empeoran. Otros mueren a pesar del ungimiento y la oración. No tenemos res-
puestas al por qué en algunos casos se produce la curación; y en otros, no.
Sin embargo, tenemos algo mejor que una curación milagrosa: la promesa
de la resurrección para vida eterna cuando Jesús venga y “los santos del Altí-
simo [...] poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre” (Dan.
7:18).

¿Por qué esta promesa de vida eterna es tan importante para nosotros? ¿Dónde
estaríamos sin ella? ¿Qué esperanza tendrías sin ella?

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Lección 5 // Jueves 30 de enero

EL LEGADO DE CURACIÓN DE JESÚS


Repasa Hechos 3:1 al 19; 5:12 al 16; 9:36 al 42; 20:7 al 10; 1 Corintios
12:7 al 9 y 28 al 31; y Santiago 5:13 al 16. ¿Cómo deben los cristianos
modernos evaluar la importancia del ministerio de sanidad de la iglesia
primitiva?

Los discípulos del siglo I presenciaron la promesa de que verían cumplirse


“cosas mayores que estas” (Juan 1:50; comparar con Juan 5:20; 14:12). Cura-
ciones milagrosas y resurrecciones fueron parte del ministerio de los discípulos
más destacados del cristianismo temprano: Pedro y Pablo. Esos eventos fueron
importantes en el crecimiento de la iglesia primitiva. La presencia de Dios, re-
presentada por las curaciones milagrosas, influyó sobre muchos dirigentes reli-
giosos que aceptaron a Cristo, y sus rebaños con frecuencia los siguieron.
A veces, los nuevos discípulos entendieron mal el propósito divino. Por mo-
tivos egoístas, Simón intentó comprar el poder de hacer milagros (Hech. 8:9-25).
Sin embargo, la mayoría reconoció que la importancia de estos milagros era
que revelaban la presencia de Dios entre ellos. Estas exhibiciones del poder
divino comprobaban que Dios existía y que era digno de ser alabado.
Aunque Cristo se había ido al cielo, multitudes lo seguían por medio del mi-
nisterio de sus discípulos. Ellos continuaron la misión que Jesús inició. Estaban
cumpliendo la visión que Cristo les había mostrado.
La salud era una preocupación permanente y el ministerio sanador era una
función constante. Entre los dones espirituales está el de sanar. En la Biblia
se registran instrucciones para ministrar la gracia sanadora de Dios a quienes
están afligidos por enfermedades. Estos dones beneficiarán a los creyentes
hasta la segunda venida de Cristo, cuando su presencia personal los hará inne-
cesarios. La historia de la iglesia registra la dedicación al ministerio de curación
durante diferentes períodos. El alivio del sufrimiento era una motivación impor-
tante. Otros, sin embargo, reconocieron la curación como el primer paso para
conocer el evangelio completo.

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Viernes 31 de enero // Lección 5

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee Lucas 18:35-43; 13:10-17; 14:1-6; Juan


6:1, 2; Marcos 6:5-7, 54-56; 7:31-37; 8:22-26; Mateo 8:1-19; y 12:15-23. También lee
“Nuestro ejemplo”, El ministerio de curación, pp. 11-18; y “La curación del alma”
y “El plan divino en la obra médica misionera”, El ministerio médico, pp. 49-63;
30-36.
“El paralítico encontró en Cristo curación para su alma y para su cuerpo.
Necesitaba la salud del alma antes de poder apreciar la salud del cuerpo. Antes
de poder sanar la enfermedad física, Cristo tenía que infundir alivio a la mente y
limpiar el alma de pecado. No hay que pasar por alto esta lección. Actualmente,
miles que adolecen de enfermedades físicas desean, como el paralítico, oír el
mensaje: ‘Tus pecados te son perdonados’. La carga del pecado, con su desaso-
siego y sus deseos insatisfechos, es la causa fundamental de sus enfermedades.
No podrán encontrar alivio hasta que no acudan al Sanador del alma. La paz
que solo él puede impartir restaurará vigor a la mente y salud al cuerpo. [...]
“Hubo gran regocijo en la casa del paralítico cuando este volvió trayendo
con facilidad la cama en que lentamente lo habían llevado de su presencia
poco tiempo antes. [...] Una gozosa gratitud salía de esa casa, y Dios resultaba
glorificado a través de su Hijo, quien había devuelto esperanza al desesperado
y fuerza al agobiado. Ese hombre y su familia estaban dispuestos a dar la vida
por Jesús” (MC 52, 53).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. ¿Cómo lograría el ministerio de curación abrir los corazones y las mentes
que, de otro modo, estarían cerrados al evangelio? ¿De qué modo los cristianos
pueden protegerse del error de pensar que la curación es un fin en sí mismo?
2. ¿De qué forma las iglesias que no están conectadas con hospitales logra-
rían participar en el ministerio de curación? ¿De qué manera los cristianos invo-
lucrados en el ministerio de curación pueden evitar la asociación, en la mente
del público, con los así llamados “sanadores por fe”?
3. ¿Qué les decimos a los discípulos en potencia que, leyendo acerca de
las curaciones en la Biblia, llegan a nuestras iglesias u hospitales en busca de
una sanidad que no ocurre? ¿Qué respuesta tenemos para ellos? ¿Qué nos res-
ponderíamos a nosotros mismos al procurar entender estas situaciones? ¿Qué
respuestas se encuentran en la Biblia que nos pueden ayudar en momentos
como estos?

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