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Confundir una asociación con una sociedad es algo que puede ocurrir,

cuando se intenta escoger la forma societaria ideal para llevar a cabo un


proyecto de negocio. A primera vista, la asociación se entiende como una
entidad con ciertas ventajas fiscales que no poseen las demás y con
exenciones en determinados impuestos, esto puede llevar a la equivocación
de pensar que es posible crear una asociación para llevar a cabo un negocio
y gozar así de todas las ventajas. Pero esto no es así.

Una asociación es una entidad en la que un grupo de individuos se unen


para llevar a cabo una finalidad no consistente en la obtención de un lucro.
Este es el aspecto fundamental que la diferencia de una sociedad. En las
sociedades el carácter económico es predominante. Los socios persiguen
conseguir un beneficio. Si yo pretendo montar un negocio para ganar
dinero, no elegiré crear una asociación sino una sociedad.

Las asociaciones pueden tener distinto carácter, según cual sea su fin
último. Existen asociaciones culturales o artísticas, que buscan promover o
difundir distintas actividades: la música, la pintura, la danza, el deporte….
También las hay benéficas o de interés social, que se constituyen en aras de
ayudar a los desfavorecidos. Hay asociaciones de vecinos o de padres de
alumnos, entre muchas otras.

Lo que sí es posible que una asociación, aparte de la esencial dedicación al


cumplimiento de sus fines, realice una actividad económica accesoria,
como sería el caso de un club de tenis que organiza torneos y cobra por
exponer anuncios en las vallas del recinto. O el de una asociación de
vecinos que dispone de un local y arrienda un espacio a una empresa para
poner un bar. En tal caso, la entidad sí tendrá que darse de alta en el IAE
que corresponda a esa segunda actividad y presentar las obligaciones
fiscales oportunas (impuestos): Impuesto sobre Sociedades, IVA (si fuera
el caso) o cualquier otra que le fuera de aplicación.

Las asociaciones se sostienen principalmente de los ingresos procedentes


de las cuotas de los asociados, aunque también suelen recibir subvenciones
y donaciones. Si obtienen beneficio, éste debe reinvertirse en el
cumplimiento de los fines recogidos en los estatutos de su fundación.
Nunca se repartirá entre los socios.

Veamos con un ejemplo la diferencia entre la actividad de una asociación


atendiendo a su fin social y lo que supondría el ejercicio de una actividad
económica. Una asociación de música tradicional, cuando actúa a modo de
exhibición en un festival para difundir la cultura, está dando cumplimiento
a sus fines sin ánimo de lucro. Ahora bien, si realiza la misma actuación
previo envío de un presupuesto a la organización y pactando una
contraprestación dineraria, estaría entonces ejerciendo una actividad
económica con fines lucrativos. En este último caso, se comportaría como
cualquier sociedad civil o mercantil.

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