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JOSÉ ÍBHADIO L A R E S

DESPUÉS DEL TERREMOTO DEL 28 DE ABRIL DE 1894

i)

IMPRENT-A "PICÓN GRILLET"

1894
TOLVAMOS AL HOGAR

El terrible terremoto que el 2S de abril último derribó"


n'gunos pueblos de Los Andes, causando centenares do vi c -
{timas en varios ile ellos, nos hizo abandonar á todos nues-
tros quebrantados bogares en medio de la horrorosa con-
ítiIOCÍÓII y envueltos en bus tinieblas de la noche. Desde en-
tonces las numerosas familias de estos laboriosos pueblos azo-
cados por la naturaleza, viven errantes bajo inseguras tien-
das ó en barracas de paja cual los primitivos hijos de estas
.¡comarcas. Desde esa luctuosa noche, tristemente memorable
jpara las generaciones presentes, vagamos á la vista de nues-
'tras arruinadas casas, mirando con horror el que fué ama-
do techo y que nos cobijo benigno en nuestros días de pe-
na y de placer hasta esa lúgubre noche de llanto inolvi-
dable, l'eru asi como la casera golondrina, amiga del hombre
asustada por e! estremecimiento del edificio abandona el alero
donde formó su nido, y restituida la calma, torna á éi y
le compone y le calienta; a^i nosotros, S'.Meg-vJa ya la t i e r r a ,
vuelta de su doloroso espasmo á su natural reposo, debemos,
y a . — con las precausiones del c a s o — r e g r e s a r á nuestro nido,
y reanudar de nuevo la interminable tela del trabajo, con
la cual restauraremos nuestros hogares y levantaremos otra
vez f.oreoioiites nuestros pueblos.
Yolranios al bogar.
Los trastornos de la naturaleza, si terribles en sus efec-
tos para el hombre, son momentáneos.
Ellos podrán ser periódicos, pero de ninguna manera per-
manentes.
Las conmociones de la corteza de la tierra, las que
por su mayor intensidad llevan el nombre de terremotos, no,
be producen todos los dias. E l L s se suceden á intervalos;
mas ó menos largos de años, y muchas veces de siglos para,-
jJgiiUus lci.aiidc.cice. E i c i s t o una planicie cu Peraia, que de>
_4-
dos en dos años es quebrantada por las sacudidas t e r r e s t r e !
esos colosos coronados de fuego que se destacan sobre lies
cordilleras del globo, como si tu eran comunicaciones abiertfU
entre el abismo y el cielo, en su mayor parte apenas [>
renuevan sus erupciones una vez por sig'o: en el Perl
donde son tan frecuentes los temblores de tiena, es opinión genjfs
ral que solo hay tres conmociones desastrosas que temer en el I
da sís'lo. En los Andes venezolanos los temblores de tieríi.s
son también frecuentes, y si es cierto que tomado en coi re
junto este ramal de la cordillera madre, se cuentan en $i
hasta siete terremotos en un siglo, como en este que ya?
toca á su. fin, también es verdad que pava sus localidadcpi
en particular, no le corresponden sino uno en dicho periodia
como lo vamos á ver. a
No voy á hablar de la causa ó causas de los tembloreí,
de tierra, sobre lo cual la ciencia aun no ha dicho su últinijii
palabra; mi objeto es únicamente trascrib'r la nómina de lo'í
terremotos que han tenido lugar en los Andes venezolano-*,
ó sea de los que yo tengo noticia, para hacer después, | :<
la luz de la estadística algunas observaciones. fe
El primer terremoto que registra la historia de la «ei*ty
mol ojia en esta cordillera-, después de la conquista, tuvo lu|i
gar el 3 de febrero de 1610; á los 52 años de la fund<í¡|
cien de Jléiida. Este terremoto, que destruyó á Mérida y L||
G r i t a , tuvo por centro de conmoción las faldas de la cordÍj|
llera que miran al lago de Maracaibo, situadas entre aqueff
lias dos ciudades: precisamente los mismos lugares que escol
jió- por foco la última catástrofe de que hemos sido testil
gos. _ |
Treinta y cuatro aíios mas tarde, fue otra vez destruid^
Mérida por el gran terremoto del 16 de enero de 1644$
Conmoción -le un radio mucho más estenso que el d é l a antedi
rior, pues que comprendió gran parte de la cordillera de Los)
Andes, destruyendo 5 Cuenca en el Ecuador y otros pue-1
blos de Nueva Colombia. \
Fai el resto de ese siglo y en el siguiente, no h-ayj
noticia ó al menos no la conozco yo, de otros terremotos ocu-
rridos en los Andes venezolanos, que son de los que aquí
me ocupo. '
tfc»

-0-

>J r,s el presento ya espirante siglo, el que registra en


Ilesivos Andes el mayor ufiine.ro . ele estaciones en esa via
:,floros¡>. de la humanidad.
% Ella se inicia en este siglo, con el gran desastre del 2 6
i'Í marzo de 1812 en que quedaron sepultados bajo las rui-
ils de Mérida, Barquisimeto y Canicas, más de di es mil
veres. £1 círculo de conmoción se extendió desde Caracas
lista más allá de Santa Marta y de la meseta de Bogotá,
.anta y cinco días después—el 80 de abril-—hizo su erup-
m el volcán de San Vicente en las Antillas, sintiéndose;
mismo dia á las dos de la mañana un gran ruido, seine-
íte á una descarga de artillería, que resonó con la mis-
intensidad en ia cordillera de Mérida, en las costas de
HUÍS, eu los Tumos de Calabozo y del no Apure, sin
¡compañado de sacudimiento alguno. Después del 20 de
a>, los temblores de tiei ra siguieron hasta mediados de 1813
Veinte y dos cílus después, el 12 de agosto de 1834,
oculta fuerza escojió por foco de su impulso á Santo
Miiingo, uno de los pueblos más elevados de la cordillera
el distrito Mucucliies (2200 m.) destruyéndole junto con
res pueblos comarcanos, todos situados en la parte de la
'diera q . , mira á los llanos de Bariuas. Este terremoto
e

de un radio muy circunscrito, pues con estar Mérida


cerca del foco (pero en la paite opuesta de la cordi-
llera) si le llegó fuerte la onda, no le ocasionó ruina al-
¡|na. Ocurrió & las l t ¿ del dia, á tiempo que en Mérida

t!
" ian de la festividad celebrada en la iglesia del Convento
a

Clarisas en honor de Santa Clara, ocasionando muchos


ridos y estropeados en la concurrencia el pánico de que
;a fué sobrecojida.
':j Quince años más tarde, en la madrugada del 26 de febrero
f

| 1849, t,ocq}e el turno á la población de Lobatera (985 m. )


| la Sección Táchira. Lobatera fué destruida y sufrieron mu-
los otros pueblos circunvecinos, llegando el sacudimiento has-
i Maracaibo con tal fuerza, que se Trizo perdurable en la me-
joría de este pueblo. No sé en la cordillera hasta donde al-
anzó la onda, pero desde el momento en que llegó hasta Ma-
p a ¡bo, presumo que la conmovió toda.
;Después;. el 20 de junio de i?*70, ¡Vías onca <tal (tía, la
onda destructora eligió por foco el extremo oriental de la cordi-
llera, .llevando el terror'y la ruina a la ciudad del Tocuyo
(655 m, ) á los 21 años del terremoto de Lobatera. El Jír*
culo de cvnmoción de esta sacudida fué muy limitado»
Cinco años más tarde, el 18 de mayo de 1875, la formi*
fiable fjerza conmovía la parte occidental del ramal andino, des-
truyendo desde sus cimientos á la opulenta Cúcuta (354 m. } y
otros pueblos de? floreciente Táehira. Poderosa pasó la onda
por Mérída, causando algún depcoiicieilo eii vanos de sus ed¡rl~
d o s , para i r á morir al pie del Avila. Me ericrnttiiha en ¡Mé-
rída cuando sobrevino esta catástrofe. Ocurrió á las 11. ¿5 1

de la mañana» y tuve lugar do observar que emanaban de l;i¡


tierra gases eu abundancia, lo cual percibí muy bien en lo*
pozos, pues al escaparse aquellos, hacian burbujas - en el agu¡ü
como si estuviera en ebullición. A estos gases escapados de la
tierra [ácido carbónico seguramente] atribuyo el desvanecí"
miento que sentimos muchos después del terremoto. También-
observamos más tarde los que vivimos al p e de la Sieria Ne-
;

vada, que su nieve disminuyó sensiblemente, sobre todo las que


•coronan e l pico de E l Toro *' y el de " É l León " - que son*
11
f

los dos picos que quedan mas al frente de Herida-,-y los-dos


más bajos. El gran cristal de nieve que en el doble efecto figu-
raba la cabeza, del toro en el pico de este nombre, desapare-
ció por completo, sin que pueda atribuirse a cambio de posición
de la roca que impida sostenerse en ella la nieve, pues en las
anuales nevadas aparece la mancha para desaparecer luego al
derretirse aquella. No conozco otra medida de la Sierra que
la de Coílazzi, que da para ella 4.580 metí os, sin determinar
cumbre, y la de Sievers, que dá para el pico de " E l Toro*
4 5 0 0 ms. y para el de ''El " L e ó n " 4 4 0 0 ms. medidas esta*
últimas hechas después del terremoto de 1875. Es proba
ble que la medida de Ccdazzi fuera hecha sobre el pico de i£l T a
ro, por ser este el que se encuentra más al frente de la ciudad,en
cuyo caso resultaría entre las dos medida-» una disminución de*
ochenta metros para el pico de " E l Toro."
Continúenlo el orden en que se han sucedido todas estas
catástrofes, se encuentra «¿no o-uce año» después de» desastre da
_7-
Cúcuta, tocóle la suerte á la ciudad de Trujillo, f<5&0 ai.) y otros
pueblos circunvecinos. Esta sacudida tuvo lugar el S de octu-
bre de L 8 8 6 , y su círculo de conmoción fué muy limitado.
Por último, á los ocho años del terremoto de Trujillo, el
memorable 28 de abril pasado, la misteriosa fuerza, que indu-?.
dablemente existe on las profundidades da la tierra, hirió con
formidable impulso"e\ corazón de nuestros Andes quebrantando 5

horriblemente á Mérida y Tovar, y destruyendo á Zea (915 m.)


Chiguará, Lagunillas, Sante Cruz, Ghiaraque y otros pueblos y
caseríos, causando en todo mas de 400 víctimas. El círculo de
conmoción fué á morir por una parte en la capital venezolana
y por la otra en la alta Bogotá.
La fuerza inicial de este movimiento partió de las despo-
bladas faldas de la serranía que forma la hoya de " E l Onia "
y que miran á las selvas del lago, produciendo en esa región,,
grandes grietas, dislocaciones en el terreno y eyecciones do
légamos petróleo y gases. Este terremoto, por su foco y círculo
de~comnocidn es como la repetición del terremoto del 3 de fe-
brero de 1610. Los derumbes de los cerros, fueron ahora de tal
magnitud, que durante los tres dias siguientes á la gran sacudida
una densa capa de polvo subió por la cuenca del Chama,pasando-
sobre Mérida y abarcando una extensión de más de veinte l e -
guas ; y las aguas de los rios y torrentes corrieron por mas de
un mes revueltas con barro y vegetales. Los meteoros luminosos
que todos vimos la noche del terremoto cruzar numerosos el es
pació, y la intermitente irradiación luminosa, con frecueacia-
atravezada de abajo para arriba por serpenteadora llama como el-
zic-zac del rayo, que por varias noches después del terremoto se ve
ia abarcar gran parte del horizonte hacia el S. O. semejante, pero
en mas grande escola, ni relámpago del Gatatumba llamado vul-
garmente " E l farol del tirano Aguirre," ambos íeuómenos, no
eran sino gases inflamables (hidrógeno ereo y o ) escapados-de
las entrañas de la tierra. Después de la gran sacudida del
28, la tierra ha seguido estrerner.-iíndose, contándose desde el
2 de mayo, que empecé á llevar un registro ríe los temblores,
hasta hoy 4 de Agosto en que escribo esto, 7 0 sacudidas-;,
y como no pueden calcularse c-u ícenos de 4u ¡as »,;.:;:ecida*
—6—
desde el 28 fie abril al 1 de mayo, resultan 116 sacudi-
mientos en tres meses.
Son pues nueve los terremotos que desde 1610, hasta hoy
han conmovido á los Andes venezolanos, ya en toda su esten-
sión ya solamente algunas de sus localidades.
De estos nueve terremotos solo contamos uno (el de 1812)
de carácter volcánico, perteneciendo los otros á los califi-
cados de dinámicos.
Examinando cada una de estas convulsiones, se ve que
<esíe ramal de la cordillera de los Andes, desprendido del
nudo de Paoplona, se encuentra combatido por los efectos
íle tres lineas seísmicas distintas. E s la primera la diná-
mica de la cordillera madre andina comunicada al ramal
venezolano, y á la cual pertenece el terremoto del 16 de
enero de 164-1, que destruyó á Cuenca m el Ecuador y á
Pamplona en Nueva Granaría: la segunda, es la que tiene su
válvula en el volcán de la isla de San Vicente en las An-
tillas, y á la cual pertenece el terremoto de 1812, y es la
tercera la propia ó particular de los Andes venezolanos, y á
la cual pertenecen los otros siéftu terremotos.
Examinando el lúgubre cuadro de estas nueve catástrofes,
lo que primero salta á la vist* es la fecha en que cada
una de ollas lia tenido lugar: a excepción de la del 12 de
agosto de 1834 en Santo Domingo y la del 8 de octubre
de 1886 en Trujilio, todas las siete restantes han ocurrido en los
primeros seis meses del año. Esta circunstancia es muy notable
y comviene que la tengamos presente los que vivimos en el
ramal andino. Lo serio de esta obasrvación sube de punto
si se registra la dolorosa serie de estos desastres en el mun-
do entero: alli se vé que el mayor número de ellos ha te-
nido lugar en el primer semestre del año.
Se nota en segundo Jugar, que la fuerza motriz ha esco-
jido siempre en dicha cordillera, puntos distintos por'^ foco de
impulsión. Solo la última sacudida del 28 de abril tuvo pqr
teatro de sus terribles efectos, los mismos lugares que la da
1610. E s decir, que para manifestarse dqs vece? en, un mismo,
punto, tuvieron que transcurrir doscientos qchenta y cuatrg
años.
-9-
leíase en tercer lugar que los puntos donde se lian ma-
nifestado los focos lian sido siempre los más bajos 'deja cor-
•dillera; lo que demuestra claramente que la causa está en el
•interior -de la, tierra, J -que esta causa es espansiva puesto que
id buscar salida rompe por las partes más -débiles de la cor-
teza. Al designar en la nómina de terremotos el foco de -cada,
uno de el!os° he anotado al lado del nombre de la ciudad ó
pueblo destruido, la altura en metros que tiene; pero advier-
to -oue ellos no deben tomarse como el verdadero foco, si-
no que estas poblaciones se han encontrado muy -cerca del
foco respectivo, el cual ha herido puntos más bajos todavía.
E n cuarto lugar, se notan los intervalos á que se han
sucedido estas grandes conmociones. Lia mu entre ellos la aten-
ción, el mas largo de todos, el de 1G44 á 1834, ó sean
.dentó noventa años, s i n o hacemos-mención del único volca-,
nieo en 1812.
Tan larao periodo de reposo no es presumible byjo es-
tas latitudes.^ O sea que yo ignore las couraocioiies ocurridas
en este iapso, ó que ellas no alcanzaran la intensidad sufi-
ciente para producir desastres, y por eso no se perpetua-
ron en ¡a memoria de estos pueblos, para mi tengo por-evi-
dente, quedunuite este largo espacio de tiempo,el rainal andino ha
tenido que sufrir «diferentes conmociones.
•Concretándome .ahora á los >ei« terremotos <lo -este siglo
jierteneckntes á la lint-a seísmica -de los Andes venezolanos, se
•encuentra que el intervalo más largo es de 21 años, entro
•el terremoto de Lobatera y el del Tocuyo; y el más corto
es de 5 años,, entre el del Tocuyo y el de Cúcuta. Aquí es
de observar que al receso máximo sucedió el mínimo inme-
diatamente, y que este mínimo tuvo lugar entre los dos
terremotos de focos más distantes entre sí, cuales fueron el
del Tocuyo y el de Cúcuta, en los dos extremos de la cor-
dillera.
Siguiendo ahora el orden en que se han sucedido todos
-ellos, '.aparecen sus recesos en una escala constante de alter-
nado aumento y disminución, _ como se vá á v e r : Al primer
Receso, que es "de 1.5 años, sigue el máximo de -21, uun.u,-
pjfifjp seis años; d e s p e s viene el u-im'mo de 5 años, dim,n-u-
yendo Í6;" fijggó'-eí <fe' ©neo o Sos, cnmientrmtfo seis, y p w tfí~
timo el de ocho años• disminuyendo tres-años,-Dte aqui podrís
deducirse que él recesa eíi q,íie heme® entrado después d e l
desastre del 2B de abril último, debe ser de aumento-? es- oleen?',
que haMeíído s M c el ílltimo receso* de 8 años, este efí que"
1

entramos deberá ser de más tiempo.


Cabe' ahora preguntar aqui;- ¿. E& qué afro, puef?, de?
entrante siglo tendrá lugar la temida conmoeiónf Contestar
eeta pregunta en términos precisos só-lo podría- hacerlo Aquél
que todo lo r i g e : los hombres*, en el estado en que se e n -
cuentra esta rama de la geología,., no» puerlen hoy satisfacer-
nos. Pero si dar esta respuesta en térimnos precisos'es hoy
imposible, sí podrá al menos fijarse para el futuro desas-
tre, un lapso de tiempo probable,- si. seguimos el problemá-
tico hilo que nos brinda esta estadística, por otra parte
incompleta.
Siguiendo, pues, el examen de los intervalos ocurridos du-
rante los seis terremotos de que me ocupo» resulta de ello»'
cerno he dicho, que el receso presente puede prolongarse a?
más de 8 años. Ahora bien, la disminución de los interva-
los de disminución, es de diez y seis años en el- uno y de
tres en el otro,, á tiempo que los aumentos, en los inter-
valos de aumento, son ambos esactamente de seis años,,
por donde debería concluirse,, que el, presente interregno seria
de Catorce años. Esto daria un año fijo: el de 1908, para
esperar en él la devastadora onda. Pero lo prudente- será:
siempre dejar ese año incluido- en el lapso del repetido a u -
mento de seis años, y fijar el período, de 1906. á 1912, pa-
ra aguardar prevenidos, los que entoces vivan,, en uno de-
esos años al- oculto y formidable enemigo.
Atento siempre el hombre á precaverse d é l o s múltiples
peligros que por doquiera le rodean, es natural que se pre-
gunte a q u í : ¿ En qué época del año deberá tener lugar ¡a¿
catástrofe en c i e r n e ' ? — ¿ Qué punto de la cordillera e3cpjerá
por focuf—¿Cual el radio que alcanzará la conmoción?
Yoy á sat sfteer en lo posible á todas estas preguntas ; perc-
téagase siempre cu cuenta la.íragni'k.dde -ios (.hitos en que me i'uudu
Principiando por la primera^ si es imposible señalar el files y el
# á en que debe tener lugar el sacudimiento, no lo es del todo desig-
narla época probable, pues como ya dejo Rotado, es en el primer se-
toestftejctel añocttaMosoii más frecuentes estas coamocionesyal menos
hasta ahora en nuestros Andes. Asi, pues, los que vivan en el laps >
íto 1908 á i-913,- en tatito tío tetaga lagar iá sacudida, deberán redobl ?
su vigilancia durante los seis primeton «neses década uno de es.:s
¿tríos, tomando tocios las precauciones del caso para esperar alerta al
común y siguiloso enemigo.
La contestación de la segunda pregunta, la dá con alguna ínás
precisión la estadística de que itie « c a p a AI examinar los foctís d«
•estos seis terremotos, y el oí'den en que se han sucedido, se descu-
bre á primera vista una linea de demarcación que los divide en dos
grupos* esta linea es la cordillera de la Sierra nevada en su prolon-
gación á ios altos páramos de Mucttchies .y que Van á descender al
lago» Precisamente la parte más estrecha de la c'ordille'r'a.. Se ve eit
el cuadro de estos seis terremotos, que coi? notable fijeüa alternan
catre-si los focos de estos dos grujJo8,ora htíiendo e» la parte oriental
de la linea-, ora en la occidental, como lo Vaníos A ver; Es el primero
el de 1S34,' que pertenece al primer grupo. menifestándose en Santo
Domingo, parte oriental de la linea; Viene después el de ISW, quo
escoje por foco á íaobatcívi, del segundo grupo, ó sea de la parte
occidental de la linea', sigue el de 1870, que Hiere en el Tocuyo,- del
grupo oriental} luego el de 1875, que se manifiesta eii CAcuta, per'-'
teneciente al grupo occidental; eü seguida el de 1886, cuyo turno
corresponde al grupo oriental; y en efecto se manifiesta en ÍVu.jillo|
y por último viene uno de los mas formidables, y correspondiendo -
le su turno al grupo occidental, produce sus aún palpitantes estra-
gos en la zona comprendida entre líérida, Tbvar y las selvas del
Jago. Si nos atenemos, pues,á esta constante, no interrumpida altet'
nación de foco, no será muy aventurado contestarla pregunta, di<-
tiendo, que tocándole su turno ahora á la parte oriental, será ea un>
de sus puntos •donde se manifieste el foco de la próxima conmoción-.
No con menos precisión contesta la estadística á la ultima pre-
gunta. Ella demuestra que los circuios de conmoción en el grup;j
oriental, son más reducidos, más locales, como fueroü los de Tru;t
lo,el Tocuyo y Santo Domingo ;á tiempo que los de 5a parte occidente
son más generales, más vastos, no solo comprendiendo la cordillera
1*9 la, sino rebasando en mucho los limites de ella. Tal fue el de Cu*
«uta, cuyo trisfeitno recuerdo está fresco todavía; tal tfsto último-
que hemos sufrido, cuyas poderosas ondas llevaron por uno y ctr >
.lado el lúgubre rumor de nuestra insólita desgracia á las distante*
« ap.tdcs dt laí- tío* repulí cnt .hernii.naf.y t ; l el de Lobatera, pueM
- 1 2 -
¡Hinque sobre este no tengo bis noticias suficientes, estimo su radío
muy aproccirnado en extensión al de 103 otros tlos.desde el momento
en <iue una do sus conmociones (la del 3 de mayo) se sintió en Ma-
racaibo de un modo tal, que se hizo inolvidable en los luios de esta
ciudad. Solne este terremoto dice el ilustrado Señor Tillafaüo: " Eí
gran temblor tuvo lugar á las 5 de la mañana y sucesivamente con-
tinuó conmoviéndose ia tierra con tal fuerza durante el día y la no-
& lie, que poco menos que imposible se hacia tenerse de pie y menos
andar. Y no solo fué durante aquel dia asiago que ia tierra se
estremeciese incesantemente sino que por el espacio de 07 días se
continuó sitmtieTwlo ruidos subterráneos y sacudimientos mas ó
menos fuertes hasta el tres de mayo que fué el último."
Ahora bien : ¿ Deberemos descansar en la confianza, de que se-
rá seguro, eí intervalo de reposo que nos ofrecen los datos de una.
estadística exnrna todavía t Claro es que no. La prudencia oxi.j'e que
desde hoy nos precavamos del peligro, construyendo las mieras ha-
bitaciones bajo condiciones do completa seguridad,
Alerta debemos estar siempre, por que el enemigo qne vnt*
oculto bajo, maestras planta;; es formidable y alevoso. Eí juega con
nuestras colosales montañas como juega eí mar con las frágiles bar-
quillas, y ataca tan de súbito., que es una ilusión pensar e-n la fuga,
lia por demás cauteloso, rara vez .hija, conocer la aproximación de
m ataque ; apenas si á veces se le escapa antes un rugido ca-
bernoso, muy fácil de confundir con el retumbo lejano de lejana tem-
pestad; también se le suelen deslizar algunos leves estremecimientos
precarsores del ataque : pero estos son con algunos dia y aun :nc-
¡s'.'S de anticipación, fáciles de confundirlos, por esta circunstancia,
con los frecuentes temblores aislados de que poco nos preocupamos..
Generalmente se cree, que un cielo cargado de vapores, ó la-
falta- absoluta de viento, son signos con que se anuncian los temblo-
res, Esto no es así. Lomismo. tiembla la tierra bajo un cielo despe-
jado quo nublado, con viento ó sin él. Cuando ocurrió el terremoto,
de 1875, vi el cielo completamente despejado ; brillaba el sol en t-o.
do su esplendor y apenas si algunas nubes blancas y lejanas decora-
ban el horizonte ; y ahora en el que acabamos de presenciar el cielo
estaba densamente encapotado,
Parece que está comprobado que algunos animales como el pe-
rro, ei cerdo, el asno y otros, como también las aves de corral, pre-
sienten cuando se acerca el momento de un terremoto y anum
cían la eminencia del peligro con su agitación y can sus gritos ;
pero esto será seguramente momentos antes ¿le que el sacudimiento
empiece ; pues dos ó tres horas antes del terremoto último, yo,
vi en mi campo, tranquilo el palomar, silencioso ei perro y los
uCivs animales en su ordir irio sosiego
Ito hay, pues, señales, que con la suficiente anticipación Anun-
cien el peligro, y rio hay más remedio que es el ( b estar en tuifj
tiempo prevenidos.
Aunqne dije arriba qua no ha blaria de 5a causa ó causas
de Los temblores de tierra, el benévolo lector me permitirá expo-
ner la conjetura que líe formado á cerca de- la causa de los teiiiblo-
ze>% ] Hscuüar de los Andes venezolanas.
En el terremoto de LS7» y eu este último, la sensación física que
<esper«neiité, fue ia «usma que se siente-aunque cu escala- muy pa-
qnefct-sobro la cubierta do un vapor, cuando desahoga sus calderas
elevadas á una- alta presión. Ahora bien, es opinión de los geólogos
qive la mayor parte délas montañas, al salir del seno de la Tierra,
han debido dejar en ella vastas cavidades que han quedado vacias
j No sei-á, pues, que en las cavidades del ramal audino, en Las que
se encuentran bajo el arco que describe la cordillera en torno al lago
de M'aracaibo, desde Cúcuta hasta cero a de Barquisimeto, caldeadas
i>oc el fuego interno déla Tierra, panataui de continuo las liltr»cio-
iies del lago, hasta qne llega uu momento en que no podiendo con-
tener la enorme masa de vapor aglomerada, busca esta salida por Ja
parte raas débil produciendo la catástrofe, ni mas ni menos que si
fuera una colosal caldera de vapor sin válvula de escape:- Los gases
inflamados en forma de llama y Jas irradiaciones luminosas que dije-
se habiau observado en la noche del último terremoto y noches si-
guientes, denuncian la presencia del Lidró.jeiío,y lo demuestran más,
ias inusitadas lluvias eu forma torrencial que cayeron después- del
terremoto de Cúcuta y de este último.
No desconozco la suma de dificultades que hay para las
filtraciones del agua en el interior de la tierra : pero Habiendo el
alzamiento de los Andes venezolanos y el del ramal de ücaña. pro-
ducido en el medio de los dos el hundimiento cuya enorme hoya
llenaron después las aguas de los rios, formándose de esta mane-
ra el lago de Maracaibo, que rebosado estableció corriente al mar,
pudieron muy bien quedar en ese cataclismo profundas hendidu-
ras por donde penetren las aguas eu las cavidades interiores.
Quizá ias mayores filtraciones del lago se encuentren en su
parte sur, favorecidas por-aquellas circunstancias del terreno, por
donde á la vez haya un constante escape de hidrógeno inflamado,
que saucedo á la superficie de la tierra entre las últimas estribadu-
rasde la cordillera y la selva del,lago, obtenga la luz m,í,yor inten-
sidad al atravesar masas de creta que pueden haber allí. Así se ex-
plicaría otro fenómeno de causa desconocida hasta hoy, cual es el
relámpago de Catatunibo, conocido por la leyenda popular cou el
nombre de " El farol del tirano Aguirre. "
--14--
También explicaría esta conjetura, la causa por qaH> son mas
fuertes las conmociones en el grupo occidental de focos,, y menores
t n el oriental, pues á lá vez que se enetiejtran más cerca del lago*
las montañas del primero, son estas mas elevadas que las del gru-
po oriental y es mas extensa la anchura déla cordillera en la pri-
meva que en la segunda, y es claro que las respectivas cavidades
deben estar en proporción.
En las noches despeada» se ve desde la meseta de Mérida el
intermitente relámpago de Catatumbo, brillar al suroeste - y en las
noches siguientes al terremoto- estuve dudando si la grao irrauiaeióo
intermitente que se veía en el miSBIO punto era un fenómeno dis-
tiuco, ó el mismo relámpago engrandecido y avivado, basta queme
lie lijado en esta última creencia - y considero por tanto intimanaen-
r

te relacionadas la causa d d relámpago de Catatumbo, con la causa


de los temblores peculiar fie loa Andes venezolanos.
Pobre de suyo es este trabajo «pe dedico á los. habitantes del
ramal andino j pero asi y todo, no lo creo enteramente inútil. El ser-
virá al menos ]>aya dar principio á este orden de especulaciones so-
bre el terrible fenómeno ea maestra cordillera en particular; mate-
ria bunio roas importante para nosotros los moradores de estas mon-
tañas, cnanto que nos va <em ella, el reposo, los intereses y la vida.
Ea tanto, pues, la ciencia no sorprenda el secreto que con tanto
*uid ido oculta la tierra en sn profundo seno, sigan:os nosotros ios-
protauos observando el fenómeno por el camino óe la práctica, 6
í-oa en el tiempo, uiodo y circunstancias de sus manifestaciones. De
esta manera, quizá lleguen las generaciones venideras á conocer cotí
fijeza los periodos, críticos y evitar el peligro, del mismo modo que»
i sjusa hty el marino la zona de la tempestad en ciertas épocas.
Aunque á la hora en que esto escribo, la tierra nona entrado en su
perfecto reposo, las tenues conm ociones que se sienten todavía, son
cu ella, como para el enfermólos sumisos quejidos después de ha-
ber sufrido agudísimo dolor.
Así, pues, con las requeridas precauciones, y en el nombre da
Lius, volvamos al hogar.
Volvamos al hogar - pero no sin que antes rindamos el home-
f

naje de nuestra eterna gratitud á todos los pueblos que al enterar-


se del inmenso infortunio en que quedaron sumidas nuestras pobla-
ciones, acudieron presurosos, sobrecoiidos de nobilísima coumise-
r.iciou, á enjugar nuestras lágrimas y á hacer partícipes á nuestros
arrumados pueblos de sus propios haberes, con santa abnegacióa
y solicito interés. Sublime arranque del corazón humano, que pone
j.e manifiesto ante los ojos del orbe que t i dulce lazo de la f'raterni-
cud universal no es una mentira.
-15-
Taya m lilas del mas puro ^conocimiento l a vira 'expresión de
Imperecedera gratitud del pueblo andino, al noble ZuJia, quien al
sentir en su propio suelo ia espantosa conmoción, -aja sus ojos en
•nosotros sospechándola catástrofe,.y ÍK> prestando desde luego
su «tensión sino á la desgracia •que presiente, vuela « a auxilia
'nuestro, cual madre amante que al oír el grito de su tírj© lo aban-
dona todo y corre aahelosaá él para socorrerte ; al generoso Cúcu-
ta, hermano nuestro en el común peligro, que olvidándose del su-
3 o propio acorre presuroso con manto <de cariño y esponja de oro
á'c<«sofer «uestros asolados pueblos y a enjugarle sus heridas;-ala
mautrópica Caracas, heredera de los generosos arranques de! más
grande de sus lujos y de uuestros compatriotas: al njagiiáninao Ca-
rabobo, tan atesto -á los reclamos de la patria como al de los gran-
des infortunios; alltamamtario Miranda, verdaderanieaie «aspirado
en las eximias virtudes de aquel varón ilustre cuyo nombre lleva;
al próvido Bernmdes, en cuyo fecundo seno nació hecho hombre la
la virtud del magistrado y del guerrero para eterno ejemplo de los
.gobernantes todos de la tierra: al hospitalario Falcóo, tan heroico
como piadoso: al caritativo Lara, el amigo firme de Los Andes,
.siempre atento en corresponder á las viras simpatías que Los An-
des le profesan: á la gloriosa. España, cuna veneranda de nuestros
mayores, y á quien la civilización le debe un mundo; á las dos gr.au-
•des" capitales que eu ambos musadog lo es la una de la iuveución y
la otra del iiensamieuto huaiano, quienes á pesar del vertiginoso
-estruendo de su labor jigaate en que viven, prestaron piadoso oido
.al triste rumor de nuestro gran desastre: al manso Curazao, segunda
patria del venezolano en la desgracia: al benévolo Santo Domingo,
el primogénito'de la civilización en América: á la- noble Italia, que
al escuchar el estruendo de nuestra catástrofe, recuerda sus her-
mosos tiempos en que hacia de madre del mundo y tiende par .sobre
el lengendario occeano su mano cargada de cariño al desgraciado
.americano. Y fuerza es también que aquí figuren, en esta efusión
.del reconocimiento andino, los propios pueblos de Los Andes, que
caliendo ilesos del cataclismo, en medio del horroroso trastorno fí-
sico del .suelo, volaron con fraternal solicitud á socorrer, tan gene-
rosos como valientes, á los pueblos arruinados. Allí, al íbco mismo
<úe la catástrofe, en el término de la distancia, cubierto aun el aire
por la densa capa de polvo alzada sobre los pueblos acabados de
caer, los intrépidos hijos del Táchira volaron en socorro de sus des-
graciados hermanos} así como también los heroicos hijos de los pue-
blos trujillanos no se hicieron esperar en esta cita de la desgracia
andina, avisados por la onda misma dsl tremendo cataclismo.
3$a debo concluir -este ya largo .escrito sin consignar en él, la
~1G~
fortificante impresión que al ánimo causara, e l ver á Tos aabífémíeg'
todos, sobrevivientes de los pueblos arruinados, dominar pronto el
estuppreausado en ellos p o r el - insólito suceso, para volver f u e r t e »
y valientes-á s u s escombros, y con l o s despojos de s u s templos>al/ar*
sobre Iatiesra palpitante- todavía, improvisadas- iglesias doadec
r

seguir rindiendo" cuito al Dios de sus mayores;- y ya puesto á salvo


e l tabernáculo d e sus c r e e n c i a s , disputar briosos l o s r e s t o s d e sus-
riquezas si devorador d e s a s t t e .
Pueblo-como este aná ÍQD,. sufrido h a s t a el estoicismo en la a d -
; ;

versidad,, sobrio y laborioso como t o d o . p u e b l o montañas, pueblo-


como este q u e acude valeroso y el primero con las a r m a s en la m a -
no á defender la patria endos momentos; de peligro para ella, y
pasado este arrima aquellas para e m p u ñ a r de nuevo la raancera
del a r a d o ; que en medio de los. desastres; que con frecuencia l e oca-
sionan los trastornos- físicos de su suelo, se levanta sereno y f u e r t e
de entre sus ruinas*, p a r a alzar, cantando sus regionales- villancico»
sus caídas poblaciones; pueblo como e s t e n o puede p e r e c e r j a m a s , ,
y está sin- duda destinado á c o n q u i s t a r alto puesto en- la- historia d e
la humanidad?,
Seusurado es á m e n u d a el pueblo andino- p o r l o s frecuentes y
sangrientos- hechos- que en él tienen- lugar, llegando en la sensura k
v e c e s hasta motejarle de despravado y fiero • pero es que los que-
' asi le tildan, le condensa s i n examinarle. En todas partes se come-
t e n crímenes, y no debo n e g a r que del mismo modo s e ' c o m e t e n ere
Los Andes; pero sí afirmo que la m a y o r p a r t e de s u s punibles hechos,,
provienen a q u í - á p a r t e de otras, cangas a j e n a s á Los- A n d e s - n o do
criminal instinto, sino de l-a¡ pasión p o l í t i c a ; pasión-, esta en- e l an-
dino, hija, no- del hiero q u e la política proporciona, sino de S U Í
innato a m o r a l a libertad ; pasión las. m á s de las veces exacerba-
da ó sostenida p o r los-frecuentes períodos de inte-rvensióu extraña.
E l día q u e esto pueblo se- penetro del m a l que él mismo se b a -
s e e n g a s t a r su e x u b e r a n t e savia y sus fuerzas poderosas en destro-
zarse á sí mismo : el dia que comprendiendo esto,, t r u e q u e la hogue-
ra de sus-estériles odios por el sagrado-fuego del fecundo patriotis-
mo; el día que modíjere sus pasiones políticas y unifique sus ideales-
«n el común peovecho,.ese dia empezará sin duda s u verdadero p o d e -
Bio, y s e p r e s e n t a r á á los-ojos-de todos-, bañado en- su&riquezasna-
trurales y c o a l o s brillantes r a s g o s d e sre propio y singular c a r á c t e r
Hiciera el Cíelo-, q u e los.mutuos-áridos odios-de los predestinado»
a i I I I M , tuvieoea l i i y p-)r tiuttba el cúronlo de ruinas q' nos dejó-
la última catástrofe-y estrechados, p o r l a común desgracia y unidos;
em brazo fraternal^deinosprineipio át ucanuevaera d'sóMa grandezas-
Llevando,, pues,, estos- hermosas-, propósitos en nuestros.cora
•zones, y encendidas, nuestras-almas; e n el fuego- del a m o r á nuest-
r a s altivas, montañas,, volvamos- a l h o g a r ¡>INJL
BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

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