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La epopeya de la clausura
¿El Cristo de la modernidad?, II y último
Christopher Domínguez Michael

Como nos recuerda Marcel Raymond sa. ¡Tanto peor para nosotros, si nos halla- mos, lo bastante espantosos como para obli-
en De Baudelaire al surrealismo (1933), mos en paz! Somos sus enemigos aunque garlo a huir.3
la comprensión de Arthur Rimbaud tu- no lo queramos”.1
vo que pasar por su leyenda. Durante los Rivière explora la lengua del poeta, La intolerancia de Rimbaud viene, pa-
primeros quince años del siglo, el presti- descifra cada balbuceo del condenado, in- radójicamente, de la bondad. El pequeño
gio del poeta de las Iluminaciones radi- terpreta sus berridos, los repite. En cada Arthur es el niño aplicado de la clase, la
caba en su presencia precoz entre una estrofa rimbaudiana encuentra deseo de virgen antes de la necesidad. En este pun-
estirpe de malditos que comenzaba con venganza. “Brújula enloquecida”, lo lla- to, Rivière piensa lo mismo que Bachelard
Baudelaire y Lautréamont y llegaba has- ma. Descarta con vehemencia al héroe de del conde de Lautréamont: uno y otro han
ta poetas menores y truculentos como los jóvenes rebeldes y considera anodina sido pervertidos en los salones de clase, un
Jean Richepin. e insultante a la identificación del poeta infierno donde puede localizarse mucho
Poco tiempo después tendría lugar el con la bohemia. Y lanza su primer vere- de la etiología de los dramas de la cultura
rapto de Rimbaud por el surrealismo. Su dicto: “Advertimos ahora cuál es la ver- moderna. Rivière exige el estatuto de la
imagen pública llevará la frase bretonia- dadera esencia del odio de Rimbaud. Es virginidad para su bestia:
na como permanente estigma: cambiar una rebelión, no de orden social, sino de
la vida. El rostro inocente de Rimbaud se orden metafísico”.2 El alma en todo caso que vivía en ese cuer-
convierte en grafito sobre muros y sub- Lo que Rivière entiende por “rebelión po era virgen [...] El alma de Rimbaud es
terráneos de las ciudades modernas. Por metafísica” no tiene nada que ver con la que, un alma que no ha sufrido la humillación
ello, el exorcismo de Jacques Rivière se por ejemplo, encuentra Albert Camus en- del abrazo carnal, que no está entorpecida,
desplaza sobre el horizonte de la crítica: tre los revolucionarios rusos. Rivière no está trabada por ningún recuerdo vergonzoso:
mueve al poeta de la fijación a la que lo pensando en filosofía sino en lengua y hu- fuerte de todas sus fuerzas, violenta, inju-
someten magia negra y magia blanca. Ni mores del cuerpo: riosa, agresiva.4
príncipe de las tinieblas ni estampa del
nuevo amor. La cólera de Rimbaud es una intoleran- Para Rivière, el poeta no ha pecado. Se
Este Rimbaud, aparecido originalmen- cia, en el sentido médico del vocablo. No apoya en la licencia que el propio Rimbaud
te en la NRF en 1914, comienza escandali- puede “retener” nada; todo su organismo le concede en sus versos:
zándonos. Las primeras líneas desconcier- está a la defensiva, en un estado de males-
tan e irritan. A estas alturas del siglo XX, el tar y de rechazo primitivo, fundamental, ¡Apreciemos sin vértigo la extensión de mi ino-
beato Rimbaud es intocable, es el mito por permanente. Se sofoca, da vueltas y revuel- cencia!
excelencia de la modernidad literaria; es, tas indefinidamente; en vano, siempre. Sus
justamente, el moderno. ¿Quién es Rivière continuas fugas son los sobresaltos de su pues
para someterlo a una requisitoria moral, a intolerancia metafísica. Los lugares en los
un linchamiento ético? Y más aún, ¿cuál que se encuentra tienen para él algo de Nunca he hecho mal. Los días me serán ligeros.
es la utilidad de semejante condenación? ardiente, los sitios que ocupa lo echan, co- Seré dispensado por el aburrimiento.
Pues Rivière no ha dejado adjetivo sin usar mo si tuvieran manos; no necesita, para
contra Rimbaud, resumen de la maldad y no poder permanecer en una ubicación Rimbaud, el salvaje, dice Rivière:
la bajeza. Pero no pasarán muchas líneas determinada, de la maldad de los hom-
antes de descubrir que el exorcista no hace bres; el solo hecho de estar situado en al- ha sido construido para seguir siendo niño
sino excitar a su criatura, estimulando una guna parte, la simple estadía, son, en sí mis- a través de la vida; un niño con su corazón
rabia que consiga mostrarlo como poseso
de todo demonio. “Rimbaud”, nos dice, “se 1 Jacques Rivière, Rimbaud, op.cit., p. 23. 3 Ibidem, pp. 28-29.
halla constantemente en estado de ofen- 2 Ibidem, p. 27. 4 Ibidem, p. 36.

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intacto y maligno, con su corazón, con su un niño. Siendo así, a Rivière no le sorpren- mera vez la cárcel del espíritu”: Rimbaud,
inocencia y su tiranía. Se puede decir casi den las imágenes pavorosas de su obra. señores, es Cristo. Sólo Rivière podía con-
sin metáfora: Rimbaud es el ser exento del Rimbaud es un santo cochino. ducirnos hacia semejante paráfrasis; sólo
pecado original. Dios lo dejó escapar de sus El exorcismo no produce necesariamen- un escritor, para quien el universo es divi-
manos sin haberlo doblegado, falseado, he- te la conversión. La bestia no puede ser no y textual, podía realizar esa operación
rido, sin haberlo preparado mediante las ne- educada y menos ahora que ha cobrado la de anulación de fronteras, recomponiendo
cesarias mutaciones para la vida terrestre; condición de ángel imbécil: una humanidad literaria y ética cuyo mile-
olvidó quitarle alguna cosa del alma. Rim- nio moderno tiene en Rimbaud a su fun-
baud vino entero, perfecto, es decir, hecho Pagano, es anterior a la redención; es decir, dador y a su redentor.9
completamente, de todos lados, de todas las anterior aún al pecado. Quiere decir que Crítico y hombre de fe, Rivière es el
fases; perfecto, no en el orden del bien, sino no ha sufrido esa degradación que emplea- autor de un evangelio literario moderno.
en el del ser. El ángel prevalece sobre el hom- mos nuestra vida en reparar. El abismo entre En su orden racional, el Rimbaud es un
bre por otra cosa que la pureza y la sabidu- Rimbaud y nosotros consiste en que él no acta evangélica, donde la literatura opera
ría: contiene una dosis más fuerte de reali- necesita ser redimido; el bautismo carece pa- bajo la forma de la revelación inaugural de
dad, una cantidad mayor de existencia. A ra él de sentido; lo ha recibido, es cierto; le un redentor.
este respecto, Rimbaud es un ángel. Un án- ha sido impuesto, sin comprender que para Más allá de su desesperación cristiana,
gel furioso. No ha sido tocado, conserva in- él era un veneno...7 Rivière no estaba tan lejos del consenso de
tacta la semejanza de Dios, retiene todo el nuestra época. Como lo confirmarían los
esfuerzo que Dios ha puesto en él.5 El crítico necesita saber una última cosa: surrealistas, Rimbaud es nuestro padre y
¿dónde está el infierno de Rimbaud? Aquí, lo es por voluntad propia.
La operación de Rivière es tan dramá- dirá, entre nosotros, donde vino a padecer Rivière, precozmente, pone término a lo
tica como perfecta. Si el poeta de Una tem- un ser sin pecado: que Julien Gracq ha llamado, no sin escán-
porada en el infierno no ha pecado, el críti- dalo, “el escándalo Rimbaud”. A nadie como
co paga con él sus pecados de occidental, de De un lado están los frutos del cerebro, los Rivière le parece tan natural como a él, el
católico. Anterior al pecado original, el poe- libros en los cuales desemboca el funciona- silencio de Rimbaud, a quien considera, tras
ta escenifica el drama metódico de la otre- miento autónomo del espíritu. La literatu- Una temporada en el infierno, “en el límite
dad que fascina recurrentemente a Europa. ra es un conjunto de resultados culturales, de su competencia poética, a punto de ser
Ganando a Rimbaud para su racionalismo obtenidos mediante una buena vigilancia abandonado por el espíritu de visión”.
católico, Rivière revierte peligrosamente las de nuestra inteligencia. Para “hacer litera- Dijo Jean Paulhan en el primer aniver-
condiciones de su apuesta. Si Rimbaud es- tura” basta observar corrección en los pasa- sario de la muerte de Rimbaud de aquél a
taba afuera, como bárbaro, ahora está den- jes y encadenamientos a los cuales nos in- quien sucedió al frente de la NRF: “Jacques
tro de nosotros, como un niño mutilado. clinamos en forma espontánea, que están Rivière no ha dejado de preocuparnos; él
A Rivière no le ha bastado con tomar a como formados de antemano entre noso- requiere de nosotros y nos llama”.10
Rimbaud entre sus brazos. Al mecerlo, lo tros. De ese modo nos elevamos poco a poco Fatalidad irresistible de la muerte. Tal
disecciona, lo interroga como poeta: hasta una obra, que puede ser muy alta. Pero pareciese que así como Arthur Rimbaud
frente a esos trabajos y a esos éxitos, está calla para convertirnos a todos, Jacques
En el fondo, lo que dice Rimbaud no tiene Rimbaud: autor, creador, poeta, ese hom- Rivière, su evangelista, nos abandona tras
sentido; quiero decir, no tiene sentido para bre existió. Alguien se mantuvo en una gran haber revelado la misión y la persona de su
nosotros. Su objetivo es próximo, inmedia- privación de todas las facultades humanas, bestia y virgen.
to, egoísta. Al escribir, trabajó sólo en desem- y como fuera de la inteligencia. Alguien su-
barazarse de su inocencia, que le ahoga, que frió por nosotros más allá de nuestras com-
está comprimida en su interior por la im- binaciones y de nuestras labores, y se dio co- 9 La influencia de Claudel sobre la imagen primera
perfección del mundo, que presiona con- mo única misión la de ver. Mediante él, por que de Rimbaud tuvo Rivière fue considerable. Lo con-
tra las paredes de su alma.6 primera vez, la prisión del espíritu se abrió. trario también es cierto: Rivière le dio a Claudel una vi-
sión extática de Rimbaud a la que díficilmente éste, uno
Rimbaud se sitúa entre ruinas, en un lugar
de los primeros mitógrafos del autor de las Iluminaciones,
La maldad de Rimbaud es infantil. Al combatido pero extremo, de donde proce- habría llegado por su cuenta. (Véase al respecto: Jacques
exorcizarlo, lo libramos de toda concien- de la humanidad con cambios inauditos.8 Rivière, Rimbaud. Dossier 1905-1925, edición de Roger
cia de mal y, más aún, de toda conciencia Lefèvbre, París, 1977). [CDM: Nota de 2010].
10 Jean Paulhan, “Mort de Jacques Rivière” en
en general. El Rimbaud que el crítico quie- Así que “alguien sufrió por nosotros más Oeuvres, IV, edición de O. Oster y J.C. Zylberstein,
re para sí es incontinente y su visión del allá de nuestras combinaciones y de nues- Cercle du Livre Précieux, Paris, 1969, p. 156.
mundo tan natural como la defecación de tras labores”, así que “alguien abrió por pri-

Segunda parte de la versión corregida del prólogo de


5 Ibidem, pp. 37-38. 7 Ibidem, p. 65. Christopher Domínguez Michael a Jacques Rivière, Rim-
6 Ibidem, pp. 44-45. 8 Ibidem, pp. 171-172. baud, Cuadernos de La Orquesta, México, 1987.

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