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Lcdo.

Miguel Gallardo Hurtado


Psicólogo
Cátedra de Psicología de la Adicción y Dependencia

Psicoterapia Breve de Orientación Psicodinámica:


Una breve introducción a los elementos básicos del proceso clínico inicial

Situación clínica

En palabras de Fiorini (1993) podemos pensar todo caso clínico en términos de


“situación”. El psiquismo funciona en situaciones, se instala en situaciones, apoya
permanentemente o pierde apoyos, en las situaciones en que está involucrado. A su vez,
Menéndez (1992) afirma que la situación clínica es una causalidad multideterminada por
diversas series (secuencia de fenómenos de una misma clase) que configuran un
diagnóstico, y esta es resultante de la coexistencia de una diversidad de fenómenos de
series independientes.

De esta forma, lo situacional es lo actual, nadie tiene solo un conflicto a nivel


psicológico, todo está enmarcado en el aquí y ahora y se entrama con el momento de la
vida, es singular, no hay dos situaciones iguales. Por tanto, existe un motivo de consulta
manifiesto y otro latente que responde a cada subjetividad y el enfoque situacional es una
suerte de corte del aquí y ahora, corte sincrónico, un campo organizado, es una co-
causalidad actual interviniendo (Menéndez, 1992).

Siguiendo con esto, Fiorini (1993) señala que dentro de la situación clínica no existe
una única postura teórica que permita comprender la totalidad de los fenómenos
observables. Lo que existe es una realidad clínica, que debe ser abordada desde diversos
integradores y cuerpos teóricos en múltiples facetas que den cuenta parcialmente de
algunos de sus aspectos, en mayor o menor profundidad. Entonces, en la práctica
psicológica, solo hay una situación clínica ante la cual se esgrimen determinadas formas de
comprensión y diversas teorías.

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De esta forma, la experiencia de la clínica es la experiencia de una diversidad de
fenómenos y categorías para analizar, de múltiples direcciones y múltiples dimensiones.
Por tanto, la situación de consulta no configura un mundo homogéneo, sino un espectro
múltiple de condiciones de consulta. Así, hablamos de múltiples niveles de diagnóstico,
múltiples modalidades de focalizar y abordar y múltiples procesos terapéuticos, de cambios
y de efectos (Fiorini, 1993).

A partir de esto, Fiorini (1993) plantea que las lecturas diagnosticas individuales
deben pensarse como estructuras en un sujeto en situación. Así, se plantea una clínica en la
diversidad desde dos dimensiones en constante interrelación, la teoría y la práctica, en las
cuales convergen diferentes series causales, diferentes series de fenómenos que
van configurando la situación de consulta: una serie corporal (historia del cuerpo, con
todas sus resonancias inconscientes y fantasmáticas), en una serie familiar, en una serie
laboral, en una serie evolutiva, en una serie prospectiva (existencia de proyectos o no),
en una serie social (otros vínculos distintos de los que forman el grupo primario) y también
en una serie de los fenómenos clínicos, en términos de signos y síntomas clínico-
psiquiátricos.

Finalmente, el propio observador forma parte del campo de estudio, como psiquiatra
o psicólogo está en el lugar de la prevención secundaria. Se encuentra en una posición
pasiva respecto de lo que inicialmente ese otro demanda, tiene un lugar social que la
sociedad le otorgo y le confiere la idoneidad y la autoridad para responder al marco
especifico de sus conocimientos. Así, también el demandante de la consulta configura la
situación, desde la solicitud a un profesional para cubrir determinada demanda técnica
(Menéndez, 1992).

Situación de crisis

Se define como situación de interacción en que entre un sujeto y su contexto se


ha producido una alteración de las condiciones que eran previamente estables. Existe la
necesidad de responder a ese cambio con otros cambios, y estos cambios se presentan como

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imposibles de operar y además la situación no puede ser abandonada. Hay una
conceptualización ligada a la urgencia, a la necesidad de apaliar una situación de desborde
psíquico (Fiorini, 1999).

Siguiendo esto, las crisis, pueden ordenarse en evolutivas y accidentales. Las


crisis evolutivas son aquellas esperables, en alguna medida son universales. Esperables en
determinado momento o circunstancia, en el devenir de la vida de cualquier sujeto. Las
crisis accidentales, son particulares y repentinas. No son pautadas, no son esperables. Lo
que actúa es un factor es ambiental natural (una desastre de orden natural, terremoto) o
social (una guerra). De todas maneras, las crisis no es patógena per se. Muchas veces, es
una etapa necesaria en un desarrollo. Se organiza a posteriori patológicamente o no
(Fiorini, 1999).

De esta forma, Fiorini (1999) afirma que el modo en que un sujeto percibe el
suceso que da lugar a la crisis es lo que hace que la situación sea critica, en como el suceso
incide en la estructura existencial de la persona acerca de las expectativas en la vida, lo que
hace, espera y lo que da por sentado, de cómo han sido violados por la crisis. Así, el factor
esencial es el desequilibrio entre la dificultad y la importancia del problema y los recursos
de los que se dispone para enfrentarlo. Por lo tanto, la tensión debida a la frustración de la
necesidad se eleva, y esto genera problemas en el mantenimiento de la integridad del Yo. El
sujeto enfrenta estímulos que señalan un peligro para la satisfacción de sus necesidades o
que provocan necesidades importantes y ocurre un desborde del yo que lo impulsa a una
cierta transformación interna, una reorganización y desarrollo de nuevos recursos para
superar el estancamiento.

En las crisis el aparato psíquico es invadido por magnitudes de energía para las
cuales no está preparado. La excitación irrumpe masivamente manifestándose como
angustia automática en un Yo que se encuentra desbordado pero sin pérdida de conexión
con la realidad. Esta amenaza de éxtasis libidinal produce una descarga por acción y
reacción fuera del aparato, cuyo trabajo de elaboración queda reducido a su mínima
expresión dando lugar a la desorganización psíquica (Fiorini, 1999).

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En la situación de crisis nos enfrentamos a una angustia que desencadena,
involucra dolor psíquico que ataca y desorganiza la integridad yoica, y es justamente en
esta instancia donde impacta el trauma y también donde se genera la reacción. El yo
procura recuperar la homeóstasis y el sentimiento de identidad e integridad y en
consecuencia recurre a un repertorio de defensas más drásticas e inmaduras: la escisión, la
proyección y a la posibilidad de descargas masivas a través de los actos sintomáticos que
incluyen descargas a través de la acción (excitación psicomotriz) o descargas a través del
cuerpo (somatizaciones). Un recurso más extremo es la desinvestidura del objeto o de la
realidad como defensa masiva. Cuanto mayor es la irrupción de la excitación traumática,
mayor es la fragilidad del equilibrio yoico y más arcaicos los mecanismos de defensa
(Fiorini, 1999).

Así, la resolución de las situaciones de crisis dependerá de la posibilidad del yo


de realizar un trabajo de reestructuración, de elaboración de las representaciones de sí
mismo. Toda crisis implica un trabajo, un proceso de duelo durante el cual el yo pierde
algunas de las identificaciones que lo sostenían en equilibrio; pero también gana algo
nuevo, se constituyen nuevos referentes identificatorios que permiten al yo recuperar la
integridad, la identidad y la cohesión entre presente, pasado y futuro (Fiorini, 1999).

Considerando esto, Fiorini (1999) afirma que la salida de las situaciones de crisis
puede ser: Regresiva, donde se dan procesos de desorganización yoica (se destruye la
precaria integración yoica y la ligazón de sus investiduras), o sobre adaptación y formación
de falso self (la nueva reestructuración del yo se apoya en identificaciones que no se
integran con las existentes previamente). Esta pérdida de cohesividad yoica es vivida como
una paralización del tiempo y ausencia de futuro; o Progresiva, que consiste en una
reconstrucción del yo que implica un trabajo de historización simbolizante que restablece
datos y permite interpretar lo vivido, otorgar sentido al conflicto elaborado y a restablecer
la continuidad temporal.

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Situación de consulta: la primera entrevista

El manejo que haga el terapeuta de esa primera entrevista puede tener una influencia
decisiva en la continuidad o abandono del tratamiento y, de ser mantenido, en la eficacia
que alcance el proceso terapéutico. La entrevista tiene una tarea: el diagnóstico y la
orientación terapéutica. Pero se requieren tareas destinadas a crear las condiciones
adecuadas para el cumplimiento de aquella función principal. Todas las explicitaciones que
haga el terapeuta sobre método y fines de la entrevista son esenciales para crear tales
condiciones. La lucha contra la ambigüedad debe ser, desde el comienzo, un principio
rector en psicoterapia breve psicodinámica (Fiorini, 1987).

Continuando con esto, Fiorini (1987), señala que en primer lugar importa destacar el
hecho de que esta entrevista está destinada a cumplir no solo funciones diagnósticas y de
fijación de un contrato, sino que jugara además un rol terapéutico. Se trata, entonces, de
que su acción terapéutica no se ejerza meramente por el efecto placebo del contacto inicial,
sino que el terapeuta pueda además realizar intervenciones adecuadas, potenciadoras de ese
efecto. Desde esta perspectiva, esta primera entrevista, para ser eficaz, debe cumplir en
fases sucesivas varias tareas:

1. Diagnostico dinámico aproximativo inicial a partir de los datos aportados por el


paciente.
2. Clarificación inicial del terapeuta acerca de la problemática planteada y de la
orientación terapéutica que se desprende del diagnóstico de la misma.
3. Elaboración conjunta de ese panorama mediante progresivos reajustes.
4. Logro de acuerdos generales sobre el sentido y los objetivos que se asignarían a la
relación terapéutica que se proponga instalar entre ambos.
5. Acuerdos específicos sobre las condiciones de funcionamiento de esa relación
(contrato).
6. Anticipaciones mínimas sobre el modo de conducir la interacción en la tarea.

El orden en que Fiorini (1987) estas fases sigue una progresión lógica; esta, sin
embargo, no puede ser rígida, unidireccional, ya que la discusión de cada punto lleva a

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reajustar con nuevas precisiones los anteriores. El tiempo que deba ocupar el terapeuta para
cumplir el proceso implicado en este conjunto de tareas puede variar según su experiencia,
grado de formación y el tipo de paciente. Lo esencial no es el tiempo, sino el proceso que
debe jugarse entre ambos a través de esas etapas, los objetivos a cumplir antes de poner en
marcha el tratamiento.

En tal sentido, Fiorini (1987) señala que es función de una primera entrevista
establecer el diagnóstico del paciente en tres planos fundamentales:

1. El diagnóstico clínico y psicodinámico: La búsqueda inicial orientada a una


primera síntesis diagnostica puede localizarse en la recolección selectiva de
datos referentes a:

 Síntomas principales que motivan la consulta, tiempo de evolución y


circunstancias de variación, supresión o agravamiento.
 Grupo familiar del paciente, estructura, jalones en su evolución,
enfermedades importantes, clima emocional, roles.
 Relación éxito-fracaso en la conducta del paciente referida a
diversas aéreas adaptativas y con perspectiva evolutiva: maduración,
juegos, estudio o trabajo, sexualidad, sociabilidad, autoestima (esto
equivale a evaluación del yo).
 Aspectos interacciónales de la conducta del paciente en la entrevista
(modalidades de la comunicación, datos transferenciales y
contratransferenciales, identificación de estructuras de conducta
predominantes).

La búsqueda de datos sobre cada uno de estos planos debe ser necesariamente
selectiva, guiada por una actividad de análisis y síntesis constante del terapeuta que se dirija
hacia la construcción de un modelo comprensivo preliminar global, etiopatogenico, clínico
y psicodinámico (Fiorini, 1987).

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2. El diagnóstico de la motivación y aptitudes del paciente para la psicoterapia:
Expectativas de curación, disposición a aceptar la psicoterapia, aptitudes para
participar en la misma de modo activo. Con este enfoque, un paciente está bien
motivado para iniciar una psicoterapia de esclarecimiento si se pueden
identificar en él:

 El reconocimiento del carácter psicológico de sus trastornos


 La capacidad de introspección y su disposición a trasmitir con
honestidad lo que pueda reconocer de sí mismo.
 El deseo de comprender, la actitud de participación activa en la
búsqueda.
 La disposición a experimentar, a ensayar cambios.
 La esperanza de que el tratamiento logre resultados positivos.
 La disposición a realizar ciertos sacrificios para acceder a esos
logros.

Si el paciente carece de estas condiciones, entonces deberá descartarse la indicación


de técnica de esclarecimiento. Podrá beneficiarse en cambio con una psicoterapia de apoyo,
directiva, supresiva de síntomas (Fiorini, 1987).

3. El diagnostico de las condiciones de vida del paciente. Nos referimos por una
parte a las condiciones que se vinculan directamente con la posibilidad de que el
paciente inicie y pueda mantener con regularidad un tratamiento que exige en
general esfuerzos mayores que los tratamientos tradicionales en la práctica
médica. Requiere sopesar estabilidad geográfica, horarios, situación económica,
lugar de residencia, obligaciones familiares, y todos estos puntos no aislados,
sino vistos en relación con los demás planos del diagnóstico. Pero además este
diagnóstico hace a identificar factores patogénicos en esa condiciones de vida
(que contribuyen a la enfermedad) así como los recursos del medio que puedan
contribuir a la curación (potencial terapéutico utilizable de las condiciones de
vida) (Fiorini, 1987).

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Diagnostico dinámico aproximativo inicial (DAI)

Según Cuesta (2011) el diagnostico dinámico aproximativo inicial:

Consiste en el estudio del significado y el propósito que el síntoma


o la conducta en observación poseen para para la caracterología
particular del paciente y la estructura de esta. En este aspecto se
incluye tanto el beneficio secundario como el primario, la fuerza y
coherencia del Yo, la severidad del Súper Yo y la intensidad del
Ello. Además, en un segundo nivel, el diagnostico dinámico abarca
la historia personal del sujeto y todo lo concerniente a las series
complementarias (…) ya que se dirige a revisar los dinamismos y la
génesis de los aspectos caracterológicos a través del desarrollo
evolutivo del sujeto, forma de vida actual y pasada como un
proceso, donde se observara como el paciente repite experiencias
infantiles en el “aquí y ahora” de la situación de conflicto. Esto nos
permitirá detectar los fundamentales mecanismos de defensa
utilizados por el paciente, con los cuales intenta mantener su
“relativa” estabilidad psíquica. Además, resulta indispensable
encontrar la formulación hipotética de los psicodinamismos de cada
paciente como guía para el tratamiento psicoterapéutico.

Continuando con esto, Bellack y Small (1968), afirman enfáticamente:

La completa comprensión de la psicodinamia del paciente y del


problema que presenta, es crucial. Esta comprensión debe lograrse a
nivel de toda la estructura vital, así como del contexto social de
cada sujeto; de ahí deducir que intervenciones elegir, en que partes
de la vida del paciente se debe aplicar, cuál debe ser la secuencia de
aplicación de las diversas intervenciones, a que metas se las debe
dirigir y que procedimientos específicos deberán emplearse.

DAI - Primera fase: naturaleza del conflicto intrapsiquico

Al respecto, Laplanche y Pontalis (2004) señalan que:

En psicoanálisis se habla de conflicto cuando, en el sujeto, se


oponen exigencias internas contrarias. El conflicto puede ser
manifiesto (por ejemplo, entre un deseo y una exigencia moral, o
entre dos sentimientos contradictorios) o latente, pudiendo
expresarse este último de un modo deformado en el conflicto
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manifiesto y traducirse especialmente por la formación de síntomas,
trastornos de la conducta, perturbaciones del carácter, etc. El
psicoanálisis considera el conflicto como constitutivo del ser
humano y desde diversos puntos de vista: conflicto entre el deseo y
la defensa, conflicto entre los diferentes sistemas o instancias,
conflictos entre las pulsiones, conflicto edípico, en el que no
solamente se enfrentan deseos contrarios, sino que éstos se
enfrentan con lo prohibido.

Retomando lo expuesto por Cuesta (2011) esta primera fase del diagnóstico
aproximativo inicial incluye la descripción del síntoma en tanto beneficio primario y
secundario, la fuerza y coherencia del Yo, la severidad del Súper Yo y la intensidad del
Ello.

Beneficio primario y secundario de la enfermedad

Beneficio de la enfermedad designa, de un modo general, toda satisfacción directa o


indirecta que un sujeto obtiene de su enfermedad. El beneficio primario es el que entra en
consideración en la motivación misma de una neurosis: satisfacción hallada en el síntoma,
huida en la enfermedad, modificación favorable de las relaciones con el ambiente
(Laplanche y Pontalis, 2004).

Por otro lado, el beneficio secundario podría distinguirse del anterior por: su
aparición con posterioridad, como ganancia suplementaria o utilización por el sujeto de una
enfermedad ya constituida; su carácter extrínseco en relación con el determinismo inicial de
la enfermedad y con el sentido de los síntomas; el hecho de que se trata de satisfacciones
ligadas a la autoconservación más que libidinales (Laplanche y Pontalis, 2004).
Es importante señalar que, desde sus comienzos, la teoría freudiana de la neurosis es
inseparable de la idea de que la enfermedad se desencadena y se mantiene en virtud de la
satisfacción que aporta al individuo. El proceso neurótico responde al principio del placer y
tiende a obtener un beneficio económico, una disminución de la tensión. Este beneficio se
evidencia por la resistencia del sujeto a la cura, resistencia que se opone al deseo consciente
de curarse (Laplanche y Pontalis, 2004).

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Finalmente, Laplanche y Pontalis (2004), citando a Freud (1923), afirman que el
beneficio primario va ligado al propio determinismo de los síntomas. En él se distinguen
dos partes: la parte interna del beneficio primario, consiste en la reducción de tensión
que procura el síntoma; éste, por doloroso que sea, tiene por finalidad evitar al sujeto
conflictos a veces más penosos: es el mecanismo llamado de la huida en la enfermedad. Y,
la parte externa del beneficio primario, estaría ligada a las modificaciones que el síntoma
aporta en las relaciones interpersonales del sujeto. Así, una mujer oprimida por su marido
puede conseguir, gracias a la neurosis, mayor ternura y atención, al mismo tiempo que se
venga de los malos tratos recibidos.

Funciones Yoicas

Según Laplanche y Pontalis (2004), es necesario mencionar la relevancia del yo


como la instancia psíquica que, según el psicoanálisis, es el asiento de las tensiones
resultantes de los conflictos intrapsiquico entre el ello y el superyó; a decir, el yo es quien
percibe las excitaciones provenientes de dicho conflicto y es, por tanto, el encargado de las
atenuar las mismas, con el fin de procurar el equilibrio psíquico y evitar el displacer.

Sobre estas consideraciones, Fiorini (1987) afirma que las funciones yoicas abarcan
un conjunto de funciones diferenciadas en tres órdenes: Funciones yoicas básicas,
funciones defensivas y funciones integradoras, sintéticas u organizadoras.
De esta forma, el Yo aparece como zona puente de especial interés para todo enfoque
diagnóstico, pronostico y terapéutico que aspire rebasar los marcos de una óptica individual
concentrada en el mundo interno.
1. Funciones yoicas básicas: estas funciones están dirigidas a la realidad o mundo
exterior, los otros y aspectos del sí mismo, mediante las funciones
cognoscitivas. Se basan en mecanismos rudimentarios que están presentes desde
el nacimiento y pueden entrar en franco conflicto con el Ello.

1.1. La relación con la realidad: Freud considero siempre la capacidad de Yo


ligada al criterio de mantener una relación con el mundo externo; esta es una de

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sus funciones principales. El modo de su relación con el mundo externo se logra
bajo tres modalidades:
 Sentido de realidad: la capacidad de distinguir la realidad exterior de la
realidad de las dimensiones del propio cuerpo.
 Exploración de la realidad: la capacidad del Yo para una valoración y
juicio objetivo del mundo, es decir, de distinguir la fantasía de la
realidad.
 Adaptación a la realidad: la capacidad del Yo para utilizar los recursos
individuales y dar soluciones adecuadas y adecuantes, dominando la
realidad interna y el mundo de las pulsiones.
1.2 Control y regulación con los impulsos: capacidad para diferir las
escalas inmediatas de los deseos e impulsos urgentes, asegurando la
integridad de los sujetos. Se basa en la capacidad de planear cosas, hechos o
prever consecuencias, representa procesos de pensamientos esenciales, que
se manifiestan a través de la palabra, para el funcionamiento realista del
sujeto.
1.3 Relaciones objétales: capacidad de establecer relaciones y significativas
y gratificantes con los objetos.

2. Funciones defensivas: van dirigidas a neutralizar ansiedades mediantes


diversas modalidades de manejo de conflictos creados entre condiciones de
realidad, pulsiones y prohibiciones (Fiorini, 1987). Al mismo tiempo Anna
Freud en su obra el Yo y los mecanismos de defensa (1936) sostiene que toda
persona, tanto normal como neurótica, emplea en distintos grados un repertorio
característico de mecanismos de defensa. Los mecanismos preponderantes
varían según el tipo de afección que se considere, según la etapa del desarrollo
psicosexual, según el grado de elaboración del conflicto defensivo, etc.

3. Funciones integradoras sintéticas u organizadoras: según Fiorini (1987) se


refiere a la capacidad del Yo de integrar, asociar, unir, coordinar y crear, además
de su tendencia a simplificar o generalizar y tiene como fin la organización y

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funcionamiento total del Yo. Se revelan o emergen cuando el sujeto se enfrente
a cambios que lo impulsan a reorganizar sus relaciones con el mundo a través de
una movilización selectiva de nuevas funciones de adaptación. Es decir, de
coordinar metas racional mente elegidas con otras arraigadas a la zona irracional
de las pulsiones; la síntesis, consiste por ejemplo en articular eficazmente el
contacto con el propio deseo y el control racional sobre las condiciones reales de
satisfacción del deseo.

De esta forma, el trabajo en psicoterapia dirigido a reforzar funciones yoicas debe


partir de respetar los efectos exitosos de estas funciones (ej.: hacer explícitos los logros del
pensamiento manifiesto en sus mensajes intencionales) y señalar sus fracasos y explorar los
motivos de esos fracasos. Esto significa un terapeuta atento a un doble frente constante: el
de mensajes “latentes” y el de mensajes manifiestos e intencionales (Fiorini, 1987).

Por otro lado, algunas cualidades de las funciones yoicas son:

 La autonomía: se ve por el ajuste logrado en determinadas conductas


adaptativas a pesar de la existencia de conflictos y de una organización
defensiva montada sobre estos conflictos. Cuando el resto del rendimiento
yoico esta interferido por el desarrollo de esa organización defensiva la
conducta adquiere, en cambio, otros matices q la caracterizan: restricción
perceptual o imaginativa, limitaciones de la creatividad, etc.
 La fuerza: de cada una y del conjunto. Se ve por la eficiencia adaptativa.
Por ejemplo en la medida en que un sujeto colocado en una situación
traumática, aguda, imprevista, consigue mantener actuantes sus recursos
adaptativos oponiendo una contrafuerza neutralizadora de las presiones
internas y externas.
 La plasticidad: se pone de manifiesto según la capacidad de reajuste del
repertorio de funciones ante las variaciones.

Finalmente, es importante resaltar que Fiorini (1987) afirma que las funciones

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yoicas se ven afectadas por tres grupos de factores: la intensidad de los impulsos, la
dotación genética y las influencias ambientales (que también hay que entender como co-
determinantes de la intensidad de los impulsos). En tal sentido, el grupo familiar aparece
jugando un rol primordial en la evolución de estas funciones: la riqueza o pobreza
perceptiva, imaginativa, cognitiva, la existencia de un área “libre de conflictos”, la
plasticidad del repertorio defensivo, son siempre coproducciones (sujeto-grupo las van
gestando en sus vínculos). El papel del grupo tiene que ser también reconocido en el
funcionamiento actual de esas funciones, entonces hay situaciones grupales e instituciones
yo-reforzadoras y otras yo-debilitantes. Ya no se trata de evaluar funciones yoicas del
sujeto, sino de indagar principalmente la relación entre estas funciones y un conjunto de
condiciones de realidad que inundan al sujeto penetrando sus rendimientos.

Mecanismos de defensa

Laplanche y Pontalis (2004) definen los mecanismos de defensa como:

Diferentes tipos de operaciones en las cuales puede especificarse la


defensa. Los mecanismos preponderantes varían según el tipo de
afección que se considere, según la etapa genética, según el grado
de elaboración del conflicto defensivo, etc. Existe acuerdo en
afirmar que los mecanismos de defensa son utilizados por el yo,
pero permanece sin resolver el problema teórico de saber si su
puesta en marcha presupone siempre la existencia de un yo
organizado que sea el soporte de los mismos. El término mecanismo
fue utilizado desde un principio por Freud para indicar el hecho de
que los fenómenos psíquicos muestran una disposición susceptible
de observación y de análisis científico.

Continuando con esto, Galor y Hentsche (2013) señalan que los mecanismos de
defensa constituyen un conjunto de operaciones cuya finalidad consiste en reducir o
suprimir toda modificación susceptible de poner en peligro la integridad y la constancia del
sujeto biopsicológico. Es decir, el trabajo de los mecanismos de defensa es proteger y
mantener al Yo de los peligros tantos internos y externos que amenazan al yo. De esta
manera los mecanismos de defensa promueven bienestar psicológico, incrementan la
adaptabilidad, posibilitan un desarrollo psicológico normal y mantienen la autocoherencia,

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debido a que alteran la conciencia de lo que se percibe, se desea o se piensa; por mas
perturbador que estos pensamientos puedan ser.

Sobre estas consideraciones, Martínez (2007) agrupó la totalidad de los mecanismos


de defensa en 3 diferentes grupos, los cuales describe de la siguiente manera:

1. Mecanismos de defensa maduros: siendo estos aquellos que no tienen un


carácter patológico y su utilización contribuye con la adaptación del sujeto a su
entorno, otorgando fortaleza yoica y tolerancia ante la angustia. Cuatro defensas
están relacionadas con este factor (Racionalización, Sublimación, Humor y
Anticipación).
2. Mecanismos de defensa neuróticos: aquellos que no llegan a ser maduros
porque arrastran residuos de las defensas de etapas anteriores del desarrollo,
sumiendo al sujeto en un estado de ambivalencia. Al igual que la dimensión
anterior, también cuatro defensas están relacionadas (Anulación, Pseudo-
altruismo, Idealización y Formación reactiva).
3. Mecanismos de defensa inmaduros: siendo estos los más comunes de todos,
constituyen una ampliación del repertorio de mecanismos de defensa narcisistas
de los primeros estadios del desarrollo yoico y se basan en su utilización de
forma desadaptativa. Esta dimensión tiene diez defensas asociadas (Proyección,
Agresión pasiva, Actingout, Aislamiento, Desvalorización, Fantasía autista,
Negación, Disociación, Escisión y Somatización).

Severidad superyoica

Laplanche y Pontalis (2004) definen el Súper Yo como:

Una de las instancias descrita por Freud en su segunda teoría del


aparato psíquico: su función es comparable a la de un juez o censor
con respecto al yo. Freud considera la conciencia moral, la auto-
observación, la formación de ideales, como funciones del superyó.
Clásicamente el superyó se define como el heredero del complejo
de Edipo; se forma por interiorización de las exigencias y
prohibiciones parentales.

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El término «Über-Ich» fue introducido por Freud en El yo y el ello (Das Ich und das
Es, 1923), donde hace resaltar que la función crítica así designada constituye una instancia
que se ha separado del yo y parece dominar a éste. Así, la noción de superyó forma parte de
la segunda tópica freudiana. Pero, ya antes de designarla y de diferenciarla así, la clínica y
la teoría psicoanalítica habían reconocido la parte desempeñada en el conflicto psíquico por
la función que tiende a prohibir la realización y la toma de conciencia de los deseos
(Laplanche y Pontalis, 2004)

Si se toma el concepto de superyó en un sentido amplio y poco diferenciado, como


en El yo y el ello (donde, recordémoslo, el término figura por vez primera), comprende las
funciones de prohibición y de ideal. Si se mantiene, por lo menos como subestructura
particular, el ideal del yo, entonces el superyó aparece principalmente como una instancia
que encarna una ley y prohíbe su transgresión. De esta forma, gracias al Súper Yo el sujeto
es dominado por un sentimiento de culpabilidad que, sin embargo, ignora por completo, de
forma que podemos denominarlo sentimiento de culpabilidad inconsciente, a pesar de la
aparente contradicción de estos términos

Intensidad del ello: conductas de riesgo

Le Breton (2013), citado por Acosta y Pinto (2017), nos dice que las conductas de
riesgo ponen en riesgo de quien las ejecuta, como por ejemplo el practicar deportes
extremos o consumir excesivamente sustancias como alcohol, tabaco o drogas. Por otro
lado, el psicoanalista francés Lacadee (2007) define las conductas de riesgo como
comportamientos sintomáticos que suscitan a la muerte simbólicamente en una búsqueda de
límites inexistentes o insuficientemente estructurados, todo esto con una orientación que
pierde fuerza en el camino.

Finalmente, Viñar (2003) dice que las conductas de riesgo surgen para calmar la
angustia producida por la transición de etapas, específicamente de la infancia a la adultez.
Dichas conductas se expresan como actos violentos hacia si mismos o hacia otros,
encubriendo un sufrimiento ahogado, entendiéndose como “actos sin palabras”.
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DAI - Segunda fase: ecuación o constelación etiológica.

Series complementarias

Cuesta (2011) señala que con respecto al concepto de series complementarias


Sigmund Freud formuló:

Estos factores son, en realidad, complementarios pudiendo ser uno


de ellos tanto más débil cuando más fuerte es el otro, de tal forma
que el conjunto de los casos puede ser ordenado dentro de una
escala en la que los dos tipos de factores varían en sentido inverso;
solamente en los extremos de la serie se encontraría un solo factor.

Así, la primera serie complementaria se relaciona o tiene que ver


constitucionales, particularmente con las estructuras hereditarias, es decir, lo genético, y
por tanto la interrelación materno fetal. Luego, la segunda serie complementaria deriva la
constitución, sobre la cual opera las fantasías, las crisis y vivencias infantiles, lo cual le da
lugar o constituye el núcleo para la predisposición de los trastornos metales, en la gran
mayoría de los casos. Esta se transmite a tevés de la cultura o fuerza sociológica.

Y finalmente, la tercera serie complementaria, que está conformada por la


predisposición a la neurosis o trastornos mentales en general, sobre la cual actúa el
conflicto actual predisponente o desencadenante, la motivaciones, las redacciones
emocionales tanto precedente del mundo interno o intrapsiquico, como las del mundo
externo, tales como los procesos físicos y la conducta del organismo como medio de
adaptación a condiciones estresante.

Continuando con esto, Freud cuando describe la serie complementaria, refiere que a
más de la cultura, lo constitucional y por ende lo genético, en su interrelación son la clave
de la Psicopatología. Por tanto, en el adulto, si el Yo toma como única defensa contra la
ansiedad, el principio del placer dominaran el proceso primario, lo cual determinara
psicopatología. En la mayoría de las veces en condiciones normales, el displacer pone en

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marcha el principio de realidad, dominado por el proceso secundario, que va a poner en
juego o movilizar a los mecanismos de defensa, los cuales permiten al Yo dominar y
regular las exigencias del entorno, o los del mundo pulsional, manteniendo de esta forma la
estabilidad Psíquica (Cuesta, 2011).

Síntesis Interpretativa

El proceso clínico psicodinámico exige un manejo cuidadoso de la interpretación, la


necesidad de que el terapeuta interprete resulta ineludible. Alrededor del diagnóstico es
fundamental que el terapeuta pueda ofrecer, aun con las limitaciones de los datos que extrae
en un lapso breve, ya una visión panorámica del sentido de la enfermedad, de la conflictiva
central ligada al motivo de consulta. Esta interpretación proporciona una imagen nueva de
los trastornos (función esclarecedora) a la vez que ofrece un ejemplo de lo que puede ser el
proceso terapéutico (función didáctica y reforzadora de la motivación). Construye además
el cuadro global comprensivo del que se desprenden los objetivos y la estrategia terapéutica
(función diagnostica de las aptitudes del paciente, importante indicador sobre el tipo de
técnica a elegir) (Fiorini, 1987).

De esta forma, el enfoque dinámico trae orden aparente al caótico mundo interno
del paciente, permite al psiquiatra o al psicólogo suplir y trascender el nivel descriptivo de
categorizar síntomas y aplicar etiquetas diagnosticas que poco sirven para el sufrimiento del
paciente. Provee un medio para adentrarse en el interior oscuro de su mente y
comprenderlo; además, informa con respecto a la elección del tratamiento para cada
paciente (Cuesta, 2011)

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Referencias Consultadas
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