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Graciela Sapriza
El atajo que elige este artículo es destacar la participación de las mujeres en el mundo
público, sin desconocer la revalorización que ha hecho la nueva historiografía de las
estrategias de sociabilidad de las mujeres como forma de actuación política. Incluso
teniendo presente que en América Latina, la construcción de los estados nacionales se
dio en paralelo a la formación de sociedades de beneficencia y de caridad formados por
mujeres. Y teniendo en cuenta, como han destacado otras disciplinas de las ciencias
sociales, que las nuevas formas de participación política han diversificado los ámbitos
de la política, modificando incluso la percepción de lo político.
Asumimos un sesgo emparentado a lo que Hannah Arendt llamó el “mundo común” que
sobrevive a “las idas y venidas de las generaciones, en la medida en que aparece en lo
público” (Arendt, 1958). Consideramos así, como experiencias de participación política
aquellas que asumieron formas colectivas tendientes a conseguir un lugar de
reconocimiento y legitimidad, con el propósito de modificar el status legal, político y
social de las mujeres, a través de la formulación de Leyes, el diseño de políticas
públicas y otras acciones.
El artículo se estructura en cuatro secciones para dar cuenta del largo tiempo histórico
que ocupan las luchas de las mujeres en pro de sus derechos. El novecientos, escenario
de las luchas por el sufragio y los derechos civiles. Las dictaduras del Cono Sur en la
década del 70´ y el nuevo feminismo en las transiciones democráticas de los 80´. La
institucionalidad del género y la agenda de Naciones Unidas en los 90´. Se agrega una
evaluación de la participación formal de las mujeres en los partidos políticos y en la
representación en los gobiernos.
Introducción
El feminismo histórico surge a mediados del siglo XIX en las sociedades occidentales
inmersas en las transformaciones de la revolución industrial y la organización
republicana de gobierno. Encuentra su bandera de lucha en la extensión del concepto de
ciudadanía y la obtención del derecho al sufragio. El discurso iluminista proporcionó el
sustento ideológico de las revoluciones liberales occidentales (resumido en los
conceptos de Libertad, Igualdad, Fraternidad) y a la vez introdujo una paradoja, por un
1
Responsables de la monumental Historia de las Mujeres en Occidente de la década del 90.
1
lado excluía del contrato social y los derechos humanos a las mujeres y los proletarios,
y por otro, proporcionaba argumentos a los excluidos para desafiar los privilegios de
clase y la dominación masculina.
Argentina y Uruguay parten del mismo tronco histórico, y aunque se separaron como
unidades independientes en 1828, coinciden en los procesos estructurales e ideológicos
que pautaron las transformaciones de fines del siglo XIX y en ellos se inserta la
consideración de la “cuestión femenina”. El liberalismo propulsor de la modernidad es
un rasgo compartido por ambos países sobre todo en lo que refiere a la secularización de
las instituciones del Estado. (También podría sostenerse esta misma afirmación para el
caso chileno, incluso con formulaciones republicanas más precoces que le dieron una
estabilidad institucional de la que no gozaron las otras dos Repúblicas3).
2
La social demócrata Clara Zetkin (1857–1933) distinguió claramente el programa de acción de las
mujeres proletarias de las campañas de las “feministas burguesas”; y condenó al movimiento sufragista
por su exclusiva preocupación por los derechos políticos de la mujer en el Congreso fundacional de la
2da. Internacional en París (1899).
3
Para sostener esta visión de una república chilena más estable que sorteó con éxito las luchas
caudillescas, ver entre otros autores, Hale, Ch.: “Ideas políticas y sociales en América Latina, 1870–
2
En los dos países se observa idéntico impulso por desarrollar la educación básica y la
salubridad pública como tarea–responsabilidad del Estado. En Uruguay las posiciones
liberales fueron más radicales y sus dirigentes enfrentaron tempranamente a la Iglesia
católica (las dos leyes de divorcio aprobadas en 1907 y 1913, podrían incluso explicarse
desde esta óptica), culminando en 1919 con la separación de la iglesia y el Estado, a
través de la nueva Constitución que se puso en vigencia en ese año.4
1930”, en Bethell, L. (ed.): The Cambridge History of Latin America, T.8. Historia de América Latina,
Barcelona, Crítica, 1991.
4
La historiografía feminista ha puesto en evidencia que la legislación/codificación no benefició el status
civil/y la consideración en lo penal/ de las mujeres, en particular los Códigos Civiles aprobados a fines
del siglo XIX en la sub región que significaron un retroceso en relación a las anteriores leyes españolas,
en cuanto a su sujeción al orden familiar y al pater familia. La inspiración de estos, fue el “Código
Napoleón”. Lavrin, A.: Women, Feminism and Social Change in Argentina, Chile and Uruguay, 1890–
1940. Nebraska Press, 1995.
5
Los textos citados provienen de la prensa alternativa obrera o socialista. Esta era publicada bajo
responsabilidad de las sociedades de resistencia (sindicatos de oficios) de la época. Su aparición era
irregular, debido al financiamiento por “donaciones”, frecuentemente lograban publicar dos o tres
ejemplares. Derecho a la Vida tuvo dos períodos –de acuerdo a los fondos documentales preservados en
B.Nacional–: 1883–1896 y 1898–1900.
3
mujer me creo perfectamente vuestra igual” al dirigirse a sus compañeros de lucha
revolucionaria quien firmaba como “la mujer rebelde”.
Las maestras que acompañaron la Reforma Escolar (1876), impulsada por José Pedro
Varela, se suman a estas precursoras del feminismo en el Uruguay, dando otro tono a su
lucha. La maestra María Abella de Ramírez fundó en 1911 la sección uruguaya de la
federación femenina Panamericana en el Ateneo de Montevideo, la maestra Paulina
Luisi, también primera médica del país, fundó el Consejo Nacional de Mujeres en 1916.
Obreras y sufragistas quedaron entroncadas históricamente–contemporáneamente en sus
luchas por la “emancipación” de la mujer y por el mejoramiento de las condiciones de
vida de las mujeres trabajadoras por un lado, y por el bien de todas las ciudadanas por
otro. Para unas la fórmula será la de conquistar el voto como “piedra angular de todos
los derechos”, para las trabajadoras se formulará como “igual salario para igual trabajo”.
Ambas corrientes alentaron la aparición en escena de lo que se denominó “la cuestión
femenina” que junto a la cuestión obrera suscitó un amplio debate en el 1900´.
Las voces más decididas a favor del sufragio provienen del socialismo a medida que se
ingresa en el siglo XX y del librepensamiento que casi siempre tiene inscripción
masónica. María Abella de Ramírez, nacida en Uruguay pero instalada en la ciudad de
La Plata, Julieta Lantieri, italiana que procurará la ciudadanía argentina y Alicia
Moreau, nacida en Londres pero radicada en el país desde pequeña, constituyen un
conjunto que destaca entre las precursoras de los derechos políticos en los primeros
años del siglo XX (Feijoo, 1978).
En las primeras décadas del siglo XX las socialistas crearon grupos como el Centro
Socialista Femenino, el Centro Unión y Labor y la Liga Feminista Nacional de la
República Argentina. Escribían artículos en el periódico “La Vanguardia” del Partido
Socialista y una de ellas– Carolina Muzzili– integró el Secretariado Ejecutivo.
4
En 1910 se realizó el Primer Congreso Feminista Internacional que ofreció un panorama
amplio del feminismo argentino de sus diferencias y realizaciones. 6 Las responsables
de su organización fueron las precursoras del feminismo en el Río de la Plata, Julieta
Lanteri, María Abella de Ramírez (editoras de la revista Nosotras de la ciudad de La
Plata), la también uruguaya Paulina Luisi, Alicia Moreau, Elvira López, Cecilia
Grierson quien había fundado en 1901 el Consejo Nacional de Mujeres, para renunciar a
él a poco andar por las posiciones conservadoras que asumía. Durante el Congreso se
reclamaron los derechos civiles y sociales para la mujer y se debatió con un poco de
timidez la pertinencia del sufragio femenino. Predominaba la opinión de que este
derecho debería ser adquirido paulatinamente, comenzando por el ámbito municipal.
Paralelamente se desarrolló el Congreso Patriótico de mujeres, impulsado por el
Consejo Nacional de Mujeres con un tono mucho más tradicional, algunas de sus
dirigentes, provenían de sectores católicos como Cecilia Lapalma de Emery, o Carolina
F. de Jaimes y, aún así, abogaban por el reconocimiento de los derechos de las
trabajadoras y en forma restringida, por los políticos.
En Uruguay, las dos primeras décadas del siglo XX fueron de gran efervescencia porque
se trazó un proyecto de país diferente. Este proyecto de país –conocido como el
Uruguay Batllista debido a la impronta de José Batlle y Ordóñez, dos veces presidente
de la República–, se destinó a favorecer a los sectores urbanos, a una naciente clase
media y un proletariado industrial a los que se integraron los inmigrantes europeos y sus
descendientes. La extensión de la ciudadanía constituía uno de los pilares fundamentales
de ese proyecto de “Estado de Bienestar” “avant la lettre”.
Una de las iniciativas para la puesta en marcha de ese proyecto fue la reforma de la
Constitución de 1830, la propuesta del voto universal masculino, parte sustancial de la
Reforma constitucional, permitió a las feministas presentar un petitorio reclamando sus
derechos como ciudadanas. De ahí en más se entabló la lucha por el sufragio que
costaría más de dos décadas de marchas y contramarchas. El Consejo Nacional de
Mujeres se creó en una coyuntura favorable, el ambiente no era demasiado hostil para
los planteos sufragistas. La discusión del tema había hecho camino durante esos años.
Batllistas, socialistas y liberales fueron los aliados de las sufragistas. En 1919, y con el
concurso nuevamente de Paulina Luisi que discrepaba con las posiciones más tímidas o
vacilantes del Consejo, se creó la Alianza Uruguaya para el Sufragio Femenino.
Las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente dieron mayoría a los sectores
conservadores de los dos partidos mayoritarios, (blanco y colorado) y solo se consideró
6
Sigo aquí la interpretación propuesta por algunas investigadoras sobre Argentina: Eugenia Scarzanella
en Italiani Malagente, Franco Angeli, Storia Milano, 1999, página 120. Donna J. Guy: Madres vivas y
muertas. Los múltiples conceptos de la maternidad en Buenos Aires. Sexo y sexualidades en América
Latina. Buenos Aires, Paidós, 1998. Asunción Lavrin, op. cit., 1995. Dora Barrancos: La escena
Iluminada, Buenos Aires, Plus Ultra, 1996. Marcela Nari, tesis de doctorado en Historia sobre Maternidad
y Cambio Social en Argentina.
7
La misma situación se observa en Chile, como veremos más adelante, frente a un embate de las
demandas por derechos políticos, la respuesta será modificar, en algo, el estatuto legal de las mujeres
casadas; dirigido básicamente al logro de mayor autonomía para administrar sus bienes.
5
posible, y para el futuro, otorgar el derecho a voto a la mujer en materia municipal. Las
sufragistas recurrieron a la argumentación, publicaron artículos y editaron su propia
revista, Acción Femenina, desde 1915 a 1924, negociaron y se apoyaron en los
dirigentes más progresistas del espectro político. Desplegaron una intensa actividad,
realizaron actos públicos a menudo en locales oficiales como la Universidad de
Mujeres, el Instituto Magisterial o en la propia Universidad de la República.
Organizaron campañas y llegaron a recolectar 4.000 firmas a favor del voto para la
mujer; publicaron artículos en los periódicos de tiraje masivo, como el gubernamental
El Día, donde el propio presidente Batlle se pronunciaba favor del sufragio femenino
publicando artículos y editoriales bajo el seudónimo de “Laura”.
Las múltiples gestiones ante los poderes públicos, rindieron su fruto hasta obtener el
sufragio en 1932. Aunque esta conquista no se tradujo en una mayor representación
política formal –que nunca llegó a ser más del 3% del total del Legislativo–, en 1946 la
labor de algunas parlamentarias permitió que se aprobara la Ley de Derechos Civiles de
la Mujer. Se podría decir que allí se cerró una etapa. También, que a partir de allí
comenzó a operar el mito de la igualdad entre hombres y mujeres en el Uruguay, junto
al otro mito, el del país del “bienestar social” y una “excepción” en el contexto
latinoamericano.
“La alianza que llevó al poder a Perón, en 1946, había incluido en su programa este
derecho, de modo que algunos diputados peronistas propusieron la reforma de la ley
electoral. Eva Perón movilizó a las mujeres especialmente a través de los sindicatos de
trabajadores, acompañó personalmente en el recinto el tratamiento y sanción de la ley
que fue proclamada desde los balcones de la Casa de Gobierno en un acto masivo. Pero
las mujeres de la oposición rechazaron el modo en que se había gestado el voto,
acusaron de manipulación a la prerrogativa y no reconocieron al peronismo propiedades
democráticas ni republicanas para la esperada conquista que, suponían, sería funcional a
sus designios–. Esta paradoja singulariza las difíciles relaciones con el poder peronista
por parte del feminismo histórico, poder que por otra parte pudo convocar de modo
inexcusable a las mujeres, sobre todo a las de las clases bajas, a las amas de casa, a las
trabajadoras de los talleres y de la industria en expansión, a las empleadas que ahora se
multiplicaban en toda suerte de servicios” (Barrancos, 2006, 520–21)
En 1951 las mujeres concurrieron a votar por primera vez. Mediante la aplicación de un
sistema de “cuota”, fueron electas 23 diputadas y 6 senadoras, todas peronistas. Cuando
Perón fue derrocado por un golpe militar en 1955, el número de diputadas había llegado
6
a 37 y el de senadoras a 8 (16% y 25% respectivamente). Sólo en 1999 se sobrepasó el
número de diputadas de 1955.8
El corto período del Partido Peronista Femenino no alcanza para evaluar un desempeño
femenino estable en la historia institucional de la Argentina anterior a la década del 80´.
Pesa en cambio, la inestabilidad institucional que sufrió la República a lo largo de esas
décadas –en total, solo 15 años de gobiernos democráticos–. Las reiteradas
intervenciones militares no permitieron generar una tradición de participación formal de
las mujeres en el gobierno.
Los partidos políticos no hicieron esfuerzos por integrarlas salvo el socialista que desde
sus comienzos se mostró abierto a las preocupaciones de las mujeres gracias al papel
jugado por Alicia Moreau una de las primeras médicas que en 1945 publicó La mujer en
la democracia.
Los logros legales no impactaron en la política formal y las mujeres que ejercieron
liderazgo, pudieron hacerlo debido a su relación con un líder político. Juan Domingo
Perón, en dos períodos diferentes, promovió al escenario político a sus esposas. Primero
a Eva Duarte de Perón –aunque este renunció a ser candidata a la vice presidencia en el
momento de mayor reconocimiento popular–. Luego a Isabel Martínez de Perón, que ya
viuda del General llegó a la presidencia (1974–76) en circunstancias por demás penosas,
y fue destituida por el golpe militar de marzo de 1976.
Chile
Al igual que en los países rioplatenses, en Chile el desarrollo del feminismo se dio en
paralelo a la extensión de la educación y a la incorporación de las mujeres al trabajo
remunerado.
En la segunda mitad del siglo XIX se extiende la educación pública que habilita a las
jóvenes de clases acomodadas a continuar su educación secundaria e incluso
universitaria, a partir de la Ley Amunátegui aprobada en 1877, que abrió la Universidad
a la mujer chilena.9 Una camada de maestras y algunas pioneras universitarias serán las
encargadas de desarrollar campañas a favor de la extensión de los derechos de las
mujeres, creando organizaciones y manifestándose a través de la prensa femenina que se
sumó a las expresiones de un movimiento similar en las filas del incipiente movimiento
obrero del período.
A principios del siglo XX, dentro del movimiento obrero chileno hubo una conciencia
política femenina que se expresó en varios periódicos, La Alborada (1905–07), La
Aurora Feminista (1904), La Palanca (1908) organizados por mujeres trabajadoras.
Encontraron eco en La Reforma (1906) y Despertar de los Trabajadores (1913–21)
vocero de Luis Recabarren quien se declaró socialista en ese medio de prensa.
8
“Paridad en la toma de decisiones. Mujeres en lugares de decisión”, Instituto Social y Político de la
Mujer ISPM, http://www.ispm.org.ar/paridad/poder_legis.html
9
Durante el Ministerio de Miguel Luis Amunátegui, ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública.
7
ideológicas y avocadas a un activismo que no tenía precedentes en el país” (Lavrin,
2006, 579)
Sin embargo los debates surgidos a raíz de la creciente presencia de las mujeres, tanto
en el movimiento obrero como en los sectores ilustrados, motivaron que en 1917 se
presentara un proyecto de Ley de Sufragio por un representante del partido conservador,
Luis Undurraga, que si bien no se aprobó, generó un clima de debate propicio al tema.
“Los esfuerzos en pro del sufragio estuvieron compartidos con aquellos dedicados a la
obtención de cambios favorables al reconocimiento de la personalidad jurídica. Los
argumentos esgrimidos a favor de estos cambios se apoyaron en la educación de la
mujer y su contribución al mercado laboral, los mismos que también servirían para
reclamar el derecho al voto” (Lavrin, 2006, 581)
En 1920 se produce el triunfo del Partido Radical y la asunción del presidente Arturo
Alessandri que a pesar de sus posiciones reformistas, mantuvo cierta indefinición en la
aceptación de la ciudadanía femenina. Durante su gobierno puso énfasis en cambio, en
la reforma del Código Civil. El gobierno de Alessandri se interrumpe dramáticamente
por un golpe de estado dado por el general Carlos Ibáñez.
Una década más tarde Alessandri retornará a la presidencia de Chile, pero ahora con
posiciones moderadas. Durante su segundo período presidencial en 1932, se sanciona un
nuevo código Civil que amplio la personalidad jurídica de las mujeres.
Un rasgo curioso se observa en Chile en relación a los derechos ciudadanos de las
mujeres, y es que frente al empuje de las demandas por derechos políticos, se responde
modificando en algo el estatuto legal de las mujeres casadas. Estas reformas se dirigían
básicamente, al logro de mayor autonomía de la mujer para administrar sus bienes.
Durante esas décadas surgen dos partidos femeninos en Santiago. En 1921, el Partido
Femenino Progresista, y en 1922 el Partido Cívico Femenino, el que tuvo un órgano de
prensa, Acción Femenina, que adoptó una postura cautelosa frente al sufragio. Dos
figuras femeninas se destacan en el período, Amelia Labarca y la escritora, Elvira Santa
Cruz Ossa.
En esta carrera hacia la legitimidad del voto para la mujer, tuvo una fuerte influencia la
acción desarrollada por la Confederación Interamericana de Mujeres (CIM) en la Unión
8
Panamericana. En la reunión de Montevideo, realizada en 1933 incluyó en su
declaración, la equiparación política de la mujer. Debemos recordar que en Uruguay se
había aprobado recientemente el voto femenino (1932)
El 9 de marzo de 1934 se aprobó una Ley de sufragio femenino municipal para mujeres
alfabetas. El entusiasmo con que fue recibida esta habilitación quedó demostrado por la
participación de 66.000 mujeres en el acto eleccionario de abril de ese mismo año.
Además se presentaron 98 candidatas. El partido conservador promovió a Alicia
Edwards de Salas, mostrando un rasgo aparentemente original en la subregión, que es la
de que los sectores más conservadores y los católicos, no dudaron en abrir sus puertas a
las mujeres que pasan a integrar sus cuadros y que han tenido una clara incidencia en la
vida política de Chile en la segunda mitad del siglo. Así en 1934 se formó la Acción
Nacional de Mujeres de Chile (católicas) y la más conservadora aún, Acción Patriótica
de Mujeres de Chile.
Sin embargo la aprobación de la ley de voto femenino se retrasó, en parte debido a los
avatares de las fuerzas políticas que lo impulsaban. El Frente Popular que ganó las
elecciones en ese período se vio sacudido por la muerte de su presidente, Pedro Aguirre
Cerda y esta circunstancia explica que recién en 1944 se retomara el proyecto de ley por
la Federación Chilena de Instituciones femeninas, que logró su aprobación el 15 de
diciembre de 1948.
En 1952 las mujeres chilenas votaron por primera vez.10 A pesar del largo trámite para
este logro ciudadano, solo el 19,5% de las mujeres en edad de votar se inscribieron para
ejercer su derecho. Recién hacia 1970 se registró una inscripción del 83,8% de electoras
mujeres. Aún así, el número de mujeres que se postularon como candidatas siguió
siendo muy escaso.
La participación política de las mujeres se observa en otros campos, entre 1964 y 1973
se crearon los centros de madres (CEMAS) y se observa una mayor sindicalización de
mujeres en la central obrera chilena, la CUT.
10
Los analfabetos estuvieron excluidos hasta 1970.
9
El largo camino recorrido, más de medio siglo para llegar a la meta, puso en evidencia
las diferentes transacciones o negociaciones que debieron realizar las activistas por los
derechos de la mujeres para obtener el sufragio, también las diversas estrategias
implementadas para superar los escollos y lograr el consenso acerca de ese derecho
ciudadano.
“El concepto de ciudadanía había explorado varias funciones emblemáticas para las
mujeres, como la ciudadana madre, la ciudadana trabajadora, y la ciudadana por
derecho propio. El sufragio fue el resultado de la fusión de estas orientaciones, que
siguieron evocándose en el ejercicio del voto por el resto del siglo”. (Lavrin, 2006, 585)
10
2. Los feminismos en las dictaduras y las transiciones democráticas
Los sesenta dejaron una fuerte impronta en la historia de occidente. Esa década lleva la
marca del mayo francés del 68´ con sus secuelas y repercusiones en toda Europa, hasta
llegar a la primavera de Praga. La guerra de Vietnam conmocionó la opinión pública y
generó movimientos disidentes en diferentes países, incluyendo a los propios Estados
Unidos. Creció un importante movimiento juvenil de oposición a la guerra imperialista
que se expandió en los campus universitarios, en los festivales de música donde se
sumaron al inconformismo del movimiento hippie las manifestaciones pacifistas. Estas
movilizaciones se conjugaron con las del movimiento por los derechos civiles y la
igualdad de los afrodescendientes americanos.
Si la crítica feminista prendió y se difundió más allá de los núcleos donde surgió, fue
porque puso en discusión algo más que el malestar de algunas mujeres en las sociedades
altamente desarrolladas. En su discurso se identificaron mujeres de muy distintos
orígenes sociales y de diferentes lugares geográficos. La consigna de “cambiar la vida”
contenía varias dimensiones, tanto la material de las condiciones y calidad de vida de
las mujeres, como de la esfera pública. Además hacia referencia al trabajo
extradoméstico y el ejercicio de los derechos de ciudadanía y afectó a la esfera privada:
familia, matrimonio, crianza de los hijos, sexualidad, afectos. En lo político se
plantearon nuevas forma de organización desechando las jerarquías partidarias,
intentaron construir relaciones horizontales de igualdad. En lo teórico se buscó la
construcción de conocimiento donde las mujeres y lo femenino tuvieran un lugar como
parte de la historia humana, y que diera cuenta de la división social del trabajo según los
sexos, así como las construcciones sociales sobre lo femenino y lo masculino. Estas
propuestas tuvieron diferentes significados a medida que se fueron conformando
distintas orientaciones dentro del feminismo. Las polémicas y debates sobre tan
diferentes tópicos signaron ya desde los 70´ tres grandes orientaciones en el feminismo
contemporáneo, el liberal, el radical y el socialista.
En América Latina, sin embargo, los dos hitos marcantes fueron, la experiencia de la
revolución cubana y las transformaciones de la iglesia católica que se pusieron en
marcha a partir del Concilio Vaticano II, y su adaptación al medio latinoamericano a
través de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrado en Medellín,
Colombia, en 1968. En 1970 se dio inicio en Chile al gobierno de la Unidad Popular,
materializando la “vía chilena al socialismo” propuesta por Salvador Allende. La idea
de la revolución como algo inevitable, por vías violentas o vías legales, ocupó el
escenario del futuro.
11
Popular (1970–1973) enlazaba desde el Estado y el gobierno, las posibilidades de
interacción con los movimientos sociales que incluían reivindicaciones de clase,
políticas y sociales, entre las cuales, la participación de las mujeres era de primer orden.
En esa época las expresiones feministas no parecían explicitas, pues muchas de las
grandes demandas y realizaciones concernientes a las mujeres se entremezclaban con
las demandas de organizaciones sociales, sindicales, gremiales y de partidos políticos”.
(Iglesias, 2006, 926)
Esta auténtica “primavera de los pueblos” tendría un final dramático. En efecto, los
aires de liberación en Latinoamérica se verían tronchados por sangrientas dictaduras y
por una ola reaccionaria, tanto en lo social como en lo ideológico,” (Gil Lozano, F.
2006, p. 882)
Los tres países se sumergieron en un clima de terror y desconfianza que desbastó las
bases de convivencia de amplios sectores sociales con efectos que aún perduran luego
de más tres décadas de gobiernos democráticos. Estas dictaduras tuvieron a su vez una
impronta muy fuerte en el cambio de orientación de la economía. La apertura
12
económica llevó a un proceso de desindustrialización que unido a la represión sindical,
generó un deterioro social y económico que no se revertiría una vez recuperada la
democracia; a partir de 1983 en Argentina, en 1985 en Uruguay y en 1989 en Chile. En
este último, “milagro chileno” mediante, fue más exitoso el modelo económico
impuesto por el régimen, medidos más en términos de logros macroeconómicos que en
relación con el bienestar de los sectores populares.
“La represión de las dictaduras del Cono Sur tuvo especificidades de género. Los
impactos fueron diferentes en hombres y mujeres, hecho obvio y explicable por sus
posiciones diferenciadas en el sistema de género, posiciones que implican experiencias
vitales y relaciones sociales jerárquicas claramente distintas. …Existen diferencias entre
países y períodos en los tipos de represión. También hay diferencias en las
características demográficas de las víctimas directas. Hubo más hombres que mujeres
entre los muertos y detenidos–desaparecidos. Esta diferencia parece haber sido más
importante numéricamente en Chile que en Argentina o Uruguay. La proporción de
personas jóvenes fue más alta en estos dos países. El golpe militar de 1973 en Chile fue
dirigido hacia un gobierno socialista en ejercicio. La concentración de la represión sobre
funcionarios y políticos que ejercían cargos gubernamentales implicó una presencia
proporcional mayor de hombres adultos entre las víctimas directas. En Argentina,
Uruguay y Brasil la represión más violenta estuvo dirigida a grupos militantes
(incluyendo movimientos guerrilleros armados) donde había una fuerte presencia
juvenil. La división sexual del trabajo imperante en estos países implica que los
hombres son (y lo eran mucho más en los años sesenta y setenta) más numerosos que
las mujeres en los roles “públicos” y en la militancia política y sindical. La diferencia
entre la participación de hombres y mujeres fue menor en el movimiento estudiantil y en
los movimientos armados, donde ya en esa época la presencia de mujeres era
significativa”. (Jelin, 2002, 100–101)
En Chile, muchas mujeres perdieron la vida en los combates contra la dictadura, hubo
112 ejecutadas y 72 desaparecidas, otras miles fueron exiliadas, perseguidas, presas y
torturadas. En Argentina, entre 1976–1983 el terrorismo de estado que se manifestó en
el secuestro, tortura, desaparición y muerte de militantes, simpatizantes o simplemente
estudiantes o trabajadores, significó la pérdida de entre, 20.000 y 30.000 personas. En
Uruguay se registra el mayor número de presos y presas políticos en proporción a su
población. Entre 1972 y 1984 aproximadamente 60.000 uruguayos fueron detenidos,
secuestrados, torturados y "procesados" por la justicia militar. Alrededor de 6.000
personas fueron hechos prisioneros políticos –un número asombroso en un país con una
población de apenas 3 millones de habitantes–. Durante la dictadura, 120 ciudadanos
uruguayos "desaparecieron", muchos de ellos fueron secuestrados en la Argentina,
donde habían intentado infructuosamente buscar refugio. Trece niños desaparecieron
durante una década, a los que debe agregarse cuatro más, posiblemente nacidos en
cautiverio.
13
Dos tipos de acciones “típicamente femeninas” se dieron en ese contexto: en la escena
pública la creación de organizaciones de derechos humanos ancladas en el parentesco
con las víctimas directas; en el ámbito privado, la lucha por la subsistencia familiar y la
adaptación o cambio en función de las nuevas circunstancias. No es un simple accidente
que las organizaciones de derechos humanos tengan una identificación “familística”
(Madres, Abuelas, Familiares, Hijos, Viudas o Comadres). Tampoco es accidental que
el liderazgo y la militancia en esas organizaciones sean básicamente de mujeres.
Por otro lado, las mujeres debieron hacerse cargo del mantenimiento y la subsistencia
familiar ya sea cuando los hombres fueron secuestrados o encarcelados, o debido a los
cambios estructurales que se produjeron en las economías de los tres países que con
mayor o menor énfasis inauguraron economías abiertas, desindustrialización,
desocupación, represión salarial, y descenso dramático del salario real, lo que determinó
el ingreso masivo de las mujeres al trabajo asalariado. Lo hicieron a veces en el espacio
doméstico hogareño, otras en iniciativas comunales tales como ollas comunes y
pequeñas empresas cooperativas.11
Los gobiernos autoritarios, la violación masiva a los DDHH, los profundos cambios
estructurales económicos y las transformaciones radicales del estado provocaron la
movilización de las mujeres.
11
El exilio es una historia diferente. A menudo, el exilio era el resultado del compromiso político de los
hombres, y las mujeres debieron acompañar a sus parientes, no como resultado de un proyecto político
propio sino como esposas, hijas o madres. Los efectos del la experiencia del exilio en esas circunstancias
sin duda son diferentes. (Jelin, op. cit. 106)
14
reclamaron reformas sino que emprendieron cambios de ellas mismas que elevaron los
niveles de conciencia individual y colectiva, uniéndose por el objetivo inmediato de
sostener a sus familias, construyeron las bases de una oposición que cuestionaría y
alteraría las relaciones de poder y dominación. (Dandavati, 1996, páginas 7 y 8)
Argentina
Durante esos años surgiría la voz más poderosa de oposición al régimen, encabezado
por las madres a las que les habían llevado secuestrados–desaparecidos a sus hijos.12 El
30 de abril de 1977 un grupo de madres y abuelas comienzan a hacer sus caminatas en
la Plaza de Mayo.Azucena Villaflor inspiró y lideró el movimiento, creando la consigna
”todos son nuestros hijos”. Al principio los militares intentaron quitarles importancia
12
Existieron otros organismos de defensa de los Derechos Humanos, desde 1937, la Liga Argentina para
los Derechos Humanos. El Servicio de Paz y Justicia se creó en 1974, la Asamblea Permanente por los
Derechos Humaos es de 1975. Familiares de detenidos y desaparecidos por razones políticas y el
Movimiento Ecuménico de los derechos Humanos se crean en 1976.
15
estigmatizándolas como “las locas de la plaza”, pronto la represión caería sobre ellas. El
10 de diciembre de 1977, día de conmemoración de los Derechos Humanos, Villaflor
fue secuestrada y desaparecida.
16
humanos, fieles a sus principios, reclamaban que sus familiares aparecieran con vida y
se castigara a los culpables.
Un rasgo particular argentino es que previo a la dictadura militar, en los años 70´,
aparecieron tres grupos relacionados a la nueva ola del feminismo. El Movimiento de
Liberación Femenino, la Organización Feminista Argentina, y la Unión Feminista
Argentina, que introdujeron las nuevas reflexiones de las teóricas de los países
centrales. A diferencia de Chile y Uruguay que se encontraban ya inmersos en un clima
de terror y represión, en la Argentina, este nuevo brote de feminismo se pudo desarrollar
entre 1973 y 1976 por que encontró un clima alentador –aún se vivía con la perspectiva
de concretar el socialismo a través de la revolución– y quizá por un mayor
cosmopolitismo de las mujeres de la élite porteña.
En 1987 se creo el primer espacio estatal con la Subsecretaría de la Mujer, iniciando una
nueva etapa en la relación del movimiento de mujeres–feminismo con el estado que
tuvo diferentes instancias en las administraciones del radicalismo hasta 1989 y la
peronista menemista hasta 1999. Se produjeron avances en la legislación como la
17
aprobación del divorcio vincular, la patria potestad compartida y la equiparación de los
hijos nacidos en el matrimonio y los extramatrimoniales., y la ley de salud reproductiva.
Esto sumado al crecimiento del feminismo latinoamericano propició la creación del
Movimiento Feminista Argentino en 1990 como una federación de organizaciones de
nivel nacional. Desde 1985, se realizan todos los años, Encuentros Nacionales de
Mujeres los que, de una primera convocatoria de no más de 1.000 mujeres llegaron a
alcanzar los 20.000 mujeres que fueron al de Jujuy del año 2006. Probablemente su
característica distintiva es el hecho de su capacidad de servir a un amplio mosaico de
mujeres que va desde el feminismo de clase media a las organizaciones populares y de
base incluyendo las del propio movimiento piquetero que ha asumido la agenda
feminista en sus dimensiones más radicales.
Uruguay
El “pacto del Club Naval” realizado entre militares y delegados de los partidos políticos
en el año 1984, fijó un calendario para la transición de la dictadura a un gobierno
democrático. Se establecieron las mesas de la Concertación Nacional Programática que
13
Durante el período dictatorial es cuando se observa una acentuación de la caída del salario real ya que
el Estado dejó de aplicar políticas redistributivas y reprimió a las organizaciones sindicales, posibles
cuestionadoras de estas medidas.
14
En Montevideo, en 1973, las mujeres eran un 31,7% de la PEA y, en 1986, llegan a ser el 42%.
18
reunían a representantes de los partidos políticos, movimientos sociales y grupos
empresariales, para tratar temas cruciales. Las mujeres organizadas solicitaron la
instalación de una mesa específica para el tratamiento de su “condición”. El 27 de
diciembre se oficializó la Mesa “Mujer" en la Concertación Nacional Programática
(CONAPRO). Gracias al trabajo previo, en solo dos semanas de su comienzo oficial, el
grupo aprobó cinco documentos en “Educación, cultura y medios de comunicación”
“Mujer y trabajo”, y otros tres documentos referidos a “Salud”, “Status Legal”, y
“Participación política de la mujer”. Para el movimiento de mujeres la participación en
esta arena fue importante, en términos de romper barreras para la participación de las
mujeres en las esferas de la política formal y para volver visibles en el debate nacional
los temas de mujeres.
15
“Brecha”, 21/IV/89.
19
Sin duda esta movilización por el Referéndum fue el episodio de mayor impacto en la
vida política del Uruguay, pero causó una fractura en el heterogéneo grupo de
“concertación de mujeres”, alineándolas nuevamente en “feministas de izquierda”
enfrentadas a las “feminista liberales “, (o neo–liberales, de acuerdo al léxico polémico
de la época).
Esta generación de un escenario para el tema de la mujer por Naciones Unidas, iniciada
en 1975 (y continuada en sucesivas Conferencias de la Mujer en 1980, 1985, y 1995), se
acompañó con la canalización de recursos y el trazado de proyectos en los distintos
países, así como por el apoyo a ONGs y organizaciones de base y de mujeres. Se
crearon oficinas y espacios especializados en el sistema de Naciones Unidas como
UNIFEM e INSTRAW. Se avanzó en la legislación internacional con la aprobación de
la Convención de Naciones Unidas sobre la eliminación de toda forma de
discriminación contra la mujer en 1979 (CEDAW) y en 1994 con la Convención
Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer,
conocida como la Convención de Belem do Para.
16
Hasta la fecha se han realizado 10 encuentros, el último en San Pablo, Brasil en 2005.
20
Simultáneamente surgieron en la región las redes especializadas temáticas, la creación
de la Red de Salud de las mujeres latinoamericanas y del Caribe en 1984, inició una
nueva forma de intercambios y de acción coordinada de mujeres del movimiento. En
1988 se creó la Red de Educación Popular entre Mujeres y en 1990, la Red
Latinoamericana y del Caribe contra la Violencia Doméstica y Sexual. Le siguió la
creación del Consejo Latinoamericano de los Derechos de la Mujer (CLADEM).
Aunque estas redes son regionales, el escenario de acción política fundamental es
nacional, al demandar cambios frente al Estado nacional.
Este período fue acompañado por una creciente legitimidad y reconocimiento de las
demandas del movimiento de mujeres. Tanto las organizaciones sociales como las
instancias gubernamentales ingresaron en un proceso de institucionalización para
canalizar sus demandas. A las mujeres del movimiento se les presentaron opciones
estratégicas, que derivaron en dilemas y conflictos acerca de cómo actuar frente al
Estado y las instituciones internacionales. Un sector de mujeres optó por la estrategia
definida como “acción autónoma” frente a la institucionalidad estatal e internacional.
Subyacía en esta postura la sospecha de que la incorporación institucional terminaría en
la cooptación de los liderazgos y de la agenda feminista, dando por resultado una
rearticulación del patriarcado y no un cambio significativo en el lugar social de las
mujeres (Valdez, 2003, 249)
21
funcionaría hasta la Conferencia de Beijing en forma regular y articulada, definiendo
estrategias comunes, publicaciones y distribución de responsabilidades.
La segunda mitad de los noventa planteó una cuestión central, ¿qué lugar deben ocupar
los esfuerzos por institucionalizar las políticas de equidad en contextos de agudización
de las exclusiones y desigualdades sociales? Los logros aún siendo importantes,
parecían magros frente a los desafíos de incorporar al debate democrático la agenda de
género como eje de la construcción democrática. Cada uno de los países y la región
como un todo enfrenta cambios sustantivos. Las políticas macroeconómicas, los
acuerdos comerciales, las dimensiones sociales de la integración están en debate bajo el
análisis de la posición de las mujeres y sus resultados sobre ellas. El impacto de las
políticas de ajuste pasa a ser tema eje de los debates. Parece demasiado esperar de los
estados una retórica de equidad de género cuando los procesos de exclusión social se
agudizan y replantean las relaciones de genero en un nuevo contexto de desigualdades
mucho más profundo (Celiberti, 2003, 282).
17
Las doce áreas prioritarias son: La mujer y la pobreza. Educación y capacitación de la mujer. La mujer
y la salud. La violencia contra la mujer. La mujer y los conflictos armados. La mujer y la economía. La
mujer en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones. Mecanismos institucionales para el adelanto
de la mujer. Los derechos humanos de la mujer. La mujer y los medios de difusión. La mujer y el medio
ambiente, y La niña.
18
Este documento editado por Natacha Molina, Marcela Ortiz y Lucy Garrido en enero de 1996
Plataforma Beijing 95. Un Instrumento De Acción Para Las Mujeres, resume y traduce los principales
ejes de la PAM a la realidad Latinoamericana.
22
Varios “Grupo Iniciativa” reorientan sus actividades al monitoreo de las políticas
públicas. En Uruguay se resuelve formar una Comisión de Seguimiento y se convoca a
una reunión de definición de objetivos y definición de prioridades. La coordinación de
esa red organiza en ese momento a 36 organizaciones de todo el país–.
En los tres países del Cono Sur se crean durante los primeros años de los 90‟
mecanismos estatales para impulsar y monitorear políticas de género.
19
Página web del Consejo Nacional de la Mujer: http://www.cnm.gov.ar
23
En Chile en el año anterior, 1991, el Gobierno creó el Servicio Nacional de la Mujer,
SERNAM, que es el organismo para promover la igualdad de oportunidades entre
varones y mujeres. Su creación se debe al cumplimiento por parte de los Gobiernos
Democráticos, de los compromisos internacionales contraídos por Chile al ratificar la
Convención de Naciones Unidas sobre Eliminación de Todas las formas de
Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y suscribir otros acuerdos que recomiendan
a los países que organismos de alto nivel se encarguen de impulsar el progreso de las
mujeres y la demanda organizada de contar en democracia con un organismo del Estado
que se preocupara de promover políticas públicas de igualdad entre mujeres y hombres.
El Servicio Nacional de la Mujer, SERNAM, tiene como misión institucional el diseñar,
proponer y coordinar políticas, planes, medidas y reformas legales conducentes a la
igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres; y a disminuir prácticas
discriminatorias en el proceso de desarrollo político, social, económico y cultural del
país.20
Por efecto de todas estas acciones en diferentes escenarios se han producido cambios en
la existencia del movimiento de mujeres. “Por un lado se ha expandido, se expresa en
múltiples espacios, y por otro, se ha institucionalizado, en las Ongs y en las
universidades. Como consecuencia hay una mayor visibilidad de la intensidad de los
desequilibrios y las diferencias entre mujeres según los espacios que ocupan y su
20
Página web del SERNAM: http://www.sernam.gov.cl
21
Página web del Instituto Nacional de las Mujeres: http://www.mides.gub .uy/inamu/index.html
22
Para listas completas de las leyes relacionadas con los derechos de las mujeres, ver las respectivas
páginas web: Consejo Nacional de la Mujer, http://www.cnm.gov.ar; SERNAM,
http://www.sernam.gov.cl; Nacional de las Mujeres, http://www.mides.gub .uy/inamu/index.html
24
inserción en las relaciones de poder. Es decir hay tanto institucionalización como
fragmentación tanto por la especialización como por la multiplicación de lo espacios y
ámbitos de acción”. (Valdés, T. 2003, 251–252.).
Aunque Argentina se puede enorgullecer de haber sido el primer país del mundo con
una mujer presidenta –Isabel Perón entre 1974 y 1976– no registra los mismos niveles
de performance de otras posiciones de poder para las mujeres. Desde que se aprobó el
sufragio en 1947, solo se designó una mujer a cargo de un ministerio en 1989. En la
actualidad hay dos mujeres del total de diez ministros.23
Uruguay, aun siendo el primer país que conquistó el voto femenino, casi dos décadas
antes que los otros dos países del Cono Sur, demoró 36 años hasta tener su primera
mujer ministra, Alba Roballo (anteriormente Presidenta del Senado), quien fue ministra
de educación durante un mes en 1968. Recién a principios de la década de los 80‟, con
el retorno a la democracia, volvió a tener mujeres ministras (aunque sólo una, por cada
gobierno democrático). Actualmente hay cuatro mujeres del total de 13 en el gabinete
ministerial.24
Chile, en cambio, tuvo su primera mujer ministra designada en las primeras elecciones
que pudieron votar las mujeres, en 1952. El Gobierno actual, dirigido por la primera
23
“Mujeres Latinoamericanas en Cifras”, FLACSO, http://www.eurosur.org/FLACSO/mujeres/; y
Presidencia de Argentina, http://www.presidencia.gov.ar/
24
“Mujeres Latinoamericanas en Cifras”, FLACSO, http://www.eurosur.org/FLACSO/mujeres/; y
Presidencia de Uruguay, http://www.presidencia.gub.uy/
25
Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, tiene 22 ministros, de los cuales 9 son
mujeres.25
La Ley de Cupos de 1991 estableció una cuota de un tercio para mujeres en lugares
elegibles en todas las listas electorales, sin definir cuáles eran esos lugares. Como
resultado, además de que muchos sectores directamente no cumplieron, otros ubicaron a
sus candidatas en lugares “ornamentales” de la lista donde no tenían ninguna
posibilidad real de salir electas. Sólo fue con el Decreto Presidencial 1246 del 2000 que
estos problemas se superaron, al definirse precisamente lo que se debía entender por
“lugares elegibles”: “el porcentaje mínimo se aplicará a la totalidad de los candidatos de
la lista ... pero sólo se considerará cumplido cuando se aplique también al número de
cargos que ... renueve en dicha elección” (ver Lubertino 2004).
25
“Mujeres Latinoamericanas en Cifras”, FLACSO, http://www.eurosur.org/FLACSO/mujeres/; y
Gobierno de Chile, http://www.gobiernodechile.cl
26
Al 30 de junio de 2005 Argentina ocupaba el lugar 12 en el ránking mundial de mujeres en los
parlamentos de la Unión Interparlamentaria, y en algún momento anterior había llegado a ocupar el lugar
8.
26
para cargos políticos, Uruguay y Chile no han aprobado leyes de cupos. (Para las leyes
de cupos en América Latina y el Caribe, ver el Cuadro II en el anexo)
Además de estos doce países con leyes de cupos, algunos partidos políticos en varios
otros países de la región (por ejemplo, Nicaragua, El Salvador, Uruguay y Chile)
utilizan el sistema de cuotas en sus procedimientos de selección de cargos internos y en
algunos casos para la confección de sus planchas de candidatos en elecciones nacionales
o locales (Peschard 2004: 24; Moreira y Johnson 2003).
27
Ver la Convención sobre la Eliminación de Todas Formas de Discriminación contra la Mujer (1979),
artículos 2, 7 y 4 (expresa que las “medidas especiales de carácter temporal encaminadas a acelerar la
igualdad de facto entre el hombre y la mujer no se considerará discriminación”).
28
La Plataforma de Acción Mundial (PAM), emanada de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de
Naciones Unidas, celebrada en Beijing en 1995. La PAM incluye un capítulo específico (G) sobre “La
mujer en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones”, recomienda la adopción de políticas de
acción afirmativa para superar la actual exclusión de las mujeres de los ámbitos de poder, y fija como
meta lograr la representación paritaria de hombres y mujeres (párrafos 186 y 190).
27
El ejemplo de la Ley de cuota aprobada en Argentina no fue suficiente para promover
esta medida ni en Uruguay ni Chile, sin embargo es en este país donde ha llegado a la
presidencia una mujer en 2005; proveniente de la coalición (Concertación de Partidos
por la Democracia) que gobierna al país desde la transición a la democracia. La
presidenta Bachelet, apenas asumió el cargo nombró un gabinete con igual número de
mujeres y varones (½ y ½). En Uruguay, más allá del logro de una cierta “feminización”
del gabinete ministerial en el gobierno de izquierda del FA (cuatro mujeres ocupan por
primera vez los Ministerios de Defensa, Interior, Desarrollo Social y Salud Pública). El
rasgo saliente quizá se manifieste a nivel legislativo. Allí se ha logrado aprobar leyes
referidas a la violencia doméstica y se consiguió la media sanción (en 2002, frustrada en
2004) para el Proyecto de Salud Sexual y reproductiva, que incluye la despenalización
del aborto.
“Los últimos años en Uruguay han sido muy importantes en “visibilizar” el problema de
las mujeres en la vida política. A pesar de las difíciles circunstancias por las que
atravesó nuestro país durante 2002 y 2003, que hicieron que la atención y el ánimo
público se volcaran casi completamente a problemas de naturaleza económica, las
mujeres consiguieron abrir un claro en el bosque, y plantar al menos dos demandas29
que llevaban largo tiempo hibernando en los despachos del Parlamento: la
implementación de una ley de cuotas en listas partidarias, y la ley de despenalización
del aborto voluntario Esta última llamada de “Defensa de la salud sexual y
Reproductiva”, fue una iniciativa parlamentaria surgida de varios diputados(as)
pertenecientes a distintos lemas, y contó con la aprobación en la Cámara de
Representantes en noviembre de 2002, siendo finalmente rechazada en el Senado30. Su
aprobación en la Cámara de Diputados, por un escaso margen, donde la conquista “voto
a voto” fue esencial, instalo una dinámica de “lobby” poco frecuente en un país donde
se vota por bloque partidario, y reveló que el tema atravesaba todo el espectro
partidario, sin ser patrimonio de ningún partido o ideología, más que de una: la de
género”. (Moreira, 2004,148)
Sonia Álvarez (1998) plantea que tal vez sería más preciso caracterizar al feminismo
latinoamericano, como un campo discursivo de actuación–acción y no como un
movimiento social en el sentido clásico de la expresión, “derivado de las luchas sociales
que se desarrollaron desde finales del siglo XIX y que se reformula posteriormente con
el paradigma de “nuevos movimientos sociales” en los años 80 pero que en ambos casos
29
En junio de 2002, en plena crisis bancaria y financiera, se aprobó la Ley No. 15.514 contra la violencia
hacia la mujer.
30
En mayo de 2004 –año electoral– el Senado no aprobó el Proyecto de Ley que ya tenía media sanción,
faltaron apenas cinco votos, a pesar de la intensa movilización realizada por la Coordinadora.
28
connota manifestaciones masivas en las calles, movilizaciones visibles, palpables y
constantes”. (Alvarez, 1998, 265)
Reflexiones finales
En 1938 las mujeres votaron por primera vez en Uruguay. Un periodista de la revista de
difusión masiva, Mundo Uruguayo, entrevistó ese día a un amplio abanico de electoras:
profesionales, amas de casa, maestras, empleadas y obreras. Después de recoger la
satisfacción de las entrevistadas por haber votado –algunas incluso se mostraron
agradecidas con las mujeres que las habían precedido y conseguido ese precioso
derecho ciudadano–. El artículo sintetizó en una frase –“Las mujeres votan, ¿qué más
pueden pedir?”–, el enfoque que las propias feministas dieron a sus últimas campañas
traducido en: el “voto como piedra angular” de todos los derechos. La respuesta no se
hizo esperar, pronto se empezó a denunciar que con “el voto no alcanzaba”.
Paulina Luisi la líder sufragista uruguaya vivió ese episodio como una “amarga
cosecha” cuando observó que las mujeres podían ser llevadas como “corderos de un
rebaño» por los políticos conservadores en elecciones impugnadas por los sectores
democráticos y abstencionistas 31 En las elecciones de 1942, en las que fueron elegidas
las primeras cuatro legisladoras de la historia del país, renunció a ser candidata del
partido socialista. Doble renuncia, ya que en esa legislatura (1943–1947) se aprobó la
Ley de Derechos Civiles de la mujer por la que había bregado toda su vida. Una mujer
proyectada en la esfera pública que renunció a toda delegación política partidaria,
resulta, por lo menos, paradojal. Quizá la misma paradoja que había iniciado este ciclo a
escala universal; los dogmas ideológicos de la Ilustración excluían y a la vez daban
argumentos para cuestionar la exclusión. Esa impronta quedó grabada a fuego en las
vidas y carreras profesionales de las mujeres que cruzaron y tensaron ese nudo. Como
fueron tal vez las marcas en las vidas de las generaciones de mujeres que les sucedieron.
31
Mundo Uruguayo, marzo de 1938.
29
Para las mujeres jóvenes particularmente las de clase media, “la política estaba en la
calle” y sobre todo en las movilizaciones estudiantiles reflejo del incremento de la
matrícula femenina en la enseñanza media y superior, iniciando la “feminización” de la
matrícula universitaria Sin ese dato muchos de los cambios del período no se harían
visibles. Las universitarias fueron protagonistas de una revolución cultural tangible. Al
decir del escritor argentino, Rodolfo Walsh32, "las mujeres están haciendo la revolución
dentro de la revolución, exigiendo un papel protagónico en la primera línea". Ingresaron
a los movimientos de izquierda, algunas en la guerrilla urbana, otras militaron en el
Partido Comunista o en partidos políticos que pronto fueron ilegalizados en el marco de
la represión que se desató en la región en el período.
Las dictaduras del Cono Sur, troncharon proyectos y asfixiaron cualquier manifestación
política partidaria, o sindical. En este contexto de crisis y autoritarismo es que resurgen
los movimientos de mujeres. Las resistencias se encauzaron hacia otras formas de hacer
política desde “lo privado de lo privado”.
Los agentes de esa resistencia fueron principalmente mujeres que jugaron un papel
protagónico. Lo hicieron "desde abajo", desde los espacios de la vida cotidiana, de la
familia, la comunidad, centros deportivos, y parroquias. Sus actividades pueden ser
entendidas como una forma de resistencia desde lo privado lo que puso en evidencia la
centralidad de sus roles políticos.
30
demostraba ser ineficiente e inoperante en muchos casos. Fue un período caracterizado
por los descubrimientos, las búsquedas y el aprendizaje.”35
No se puede cerrar este artículo sin hacer un último reconocimiento, explícito, al aporte
del feminismo –los feminismos– en todo este proceso; citando a la filósofa española
Amelia Valcárcel, en su afirmación de que “el feminismo es la única revolución que ha
triunfado” (aserto que comparte con el historiador inglés Eric Hobsbwan). Y esto es así
si se consideran en una línea de tiempo las primeras reivindicaciones por los derechos
civiles y políticos que hicieron las mujeres a comienzos del siglo XX, hasta llegar en los
sesenta al slogan de, “lo personal es político”.
“Lo que hoy entendemos por calidad de vida no es otra cosa que el resultado de
conquistas penosamente conseguidas: el divorcio (no el repudio), la decisión libre de la
maternidad… el espacio propio, es decir el derecho a la individualidad fuera de la
existencia clánica… el feminismo es uno de los núcleos principales de la masa crítica
que funciona dentro de los sistemas políticos democráticos. Debemos saber y poder
reconocer esta herencia para no sentirnos como habitualmente nos sentimos y sobre
todo se nos hace sentir, las recién llegadas” (Valcarcel, 1992, 9)
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“Women in National Parliaments”, Inter–Parliamentary Union,
http://www.ipu.org/wmn–e/classif.htm
“Mujeres Latinoamericanas en Cifras”, FLACSO, http://www.eurosur.org/FLACSO/mujeres/
34
ANEXO
36
“Women and power in the Americas. A report card”, Inter–American Dialogue, April 2001; y “Women
in National Parliaments”, Inter–Parliamentary Union, http://www.ipu.org/wmn–e/classif.htm
35