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Experiencias y Perspectivas

de Participación Política de las Mujeres en América Latina y Caribe


Argentina, Chile, Uruguay

Graciela Sapriza

Escribir sobre la participación política de las mujeres en la construcción de las


Repúblicas y en la consolidación de las democracias, en tres países diferentes del Sur de
América, a lo largo del siglo XX; es obviamente un gran desafío. El más destacado el de
pretender rescatar para la historia el protagonismo de las mujeres, cuando aún falta
mucha investigación sobre un período crucial en la transformación de la condición
misma del “ser mujer”. Período que, con justicia, fue definido por Georges Duby y
Michelle Perrot–,1 precisamente, como “el siglo de las mujeres”.

El atajo que elige este artículo es destacar la participación de las mujeres en el mundo
público, sin desconocer la revalorización que ha hecho la nueva historiografía de las
estrategias de sociabilidad de las mujeres como forma de actuación política. Incluso
teniendo presente que en América Latina, la construcción de los estados nacionales se
dio en paralelo a la formación de sociedades de beneficencia y de caridad formados por
mujeres. Y teniendo en cuenta, como han destacado otras disciplinas de las ciencias
sociales, que las nuevas formas de participación política han diversificado los ámbitos
de la política, modificando incluso la percepción de lo político.

Asumimos un sesgo emparentado a lo que Hannah Arendt llamó el “mundo común” que
sobrevive a “las idas y venidas de las generaciones, en la medida en que aparece en lo
público” (Arendt, 1958). Consideramos así, como experiencias de participación política
aquellas que asumieron formas colectivas tendientes a conseguir un lugar de
reconocimiento y legitimidad, con el propósito de modificar el status legal, político y
social de las mujeres, a través de la formulación de Leyes, el diseño de políticas
públicas y otras acciones.

El artículo se estructura en cuatro secciones para dar cuenta del largo tiempo histórico
que ocupan las luchas de las mujeres en pro de sus derechos. El novecientos, escenario
de las luchas por el sufragio y los derechos civiles. Las dictaduras del Cono Sur en la
década del 70´ y el nuevo feminismo en las transiciones democráticas de los 80´. La
institucionalidad del género y la agenda de Naciones Unidas en los 90´. Se agrega una
evaluación de la participación formal de las mujeres en los partidos políticos y en la
representación en los gobiernos.

Introducción

El feminismo histórico surge a mediados del siglo XIX en las sociedades occidentales
inmersas en las transformaciones de la revolución industrial y la organización
republicana de gobierno. Encuentra su bandera de lucha en la extensión del concepto de
ciudadanía y la obtención del derecho al sufragio. El discurso iluminista proporcionó el
sustento ideológico de las revoluciones liberales occidentales (resumido en los
conceptos de Libertad, Igualdad, Fraternidad) y a la vez introdujo una paradoja, por un

1
Responsables de la monumental Historia de las Mujeres en Occidente de la década del 90.

1
lado excluía del contrato social y los derechos humanos a las mujeres y los proletarios,
y por otro, proporcionaba argumentos a los excluidos para desafiar los privilegios de
clase y la dominación masculina.

Muy pronto el movimiento se bifurca en dos corrientes, la liberal burguesa y la


socialista pero ambas aparecen ancladas en un discurso fuertemente internacionalista.
Las socialistas conformaron una Internacional Socialista de Mujeres en 1907.2 Las dos
asociaciones más importantes “liberales” surgen en el filo del siglo, el Consejo
Internacional de Mujeres (Washington, 1888) y la Alianza internacional para el Sufragio
Femenino (Berlín, 1904).
El Consejo se expandió rápidamente por el mundo occidental creando filiales desde
Canadá y Alemania hasta Serbia, Portugal, Argentina (1901) y Uruguay (1916).
Promovía la igualdad de derechos civiles y políticos entre hombres y mujeres,
presentaba petitorios a los gobiernos y partidos políticos, organizaba Congresos
Internacionales que fortalecían las redes de contacto entre mujeres.

En América Latina comienza a gestarse el concepto de ciudadanía femenina a fines del


siglo XIX. La modernización de los países del sur de América implicó cambios en su
población, con los aportes inmigratorios masivos, la industrialización y las
concentraciones urbanas. El estado asumió la educación pública mixta como una
herramienta de integración social y consolidación de la identidad nacional.
La historiadora Asunción Lavrin sostiene que las élites dirigentes abordaron la
educación de la población en forma pragmática, ya que ésta abriría el camino para la
participación económica de la mujer en el incipiente proceso de desarrollo que ya se
había iniciado alrededor de la década del 80 en estos países. Paralelamente al desarrollo
de la educación, iba creciendo una clase trabajadora en las ciudades y las mujeres eran
una parte muy importante de ellas. Esas trabajadoras cambiaron la percepción de la
mujer, que comenzó a ser vista como un elemento activo, visible en las calles de cada
gran ciudad. El problema clave para las naciones latinoamericanas fue el de reconciliar
el concepto de participación en la economía y la educación con su corolario inevitable,
la participación cívica y política. El proceso no fue fácil ni ocurrió de modo similar en
todos los países (Lavrin, 2006, 578).

El novecientos, escenario de las luchas por el sufragio y los derechos civiles

Argentina y Uruguay parten del mismo tronco histórico, y aunque se separaron como
unidades independientes en 1828, coinciden en los procesos estructurales e ideológicos
que pautaron las transformaciones de fines del siglo XIX y en ellos se inserta la
consideración de la “cuestión femenina”. El liberalismo propulsor de la modernidad es
un rasgo compartido por ambos países sobre todo en lo que refiere a la secularización de
las instituciones del Estado. (También podría sostenerse esta misma afirmación para el
caso chileno, incluso con formulaciones republicanas más precoces que le dieron una
estabilidad institucional de la que no gozaron las otras dos Repúblicas3).

2
La social demócrata Clara Zetkin (1857–1933) distinguió claramente el programa de acción de las
mujeres proletarias de las campañas de las “feministas burguesas”; y condenó al movimiento sufragista
por su exclusiva preocupación por los derechos políticos de la mujer en el Congreso fundacional de la
2da. Internacional en París (1899).
3
Para sostener esta visión de una república chilena más estable que sorteó con éxito las luchas
caudillescas, ver entre otros autores, Hale, Ch.: “Ideas políticas y sociales en América Latina, 1870–

2
En los dos países se observa idéntico impulso por desarrollar la educación básica y la
salubridad pública como tarea–responsabilidad del Estado. En Uruguay las posiciones
liberales fueron más radicales y sus dirigentes enfrentaron tempranamente a la Iglesia
católica (las dos leyes de divorcio aprobadas en 1907 y 1913, podrían incluso explicarse
desde esta óptica), culminando en 1919 con la separación de la iglesia y el Estado, a
través de la nueva Constitución que se puso en vigencia en ese año.4

Las sociedades rioplatenses también comparten el aporte masivo de la inmigración


predominantemente europea desde fines del siglo XIX a comienzos del siglo XX. Esta
circunstancia tiene enorme significado ya que constituye la clave de la rápida
urbanización y el inicio de la formación de las clases trabajadoras. En los dos países las
doctrinas sociales que acompañan la gestación del proletariado, especialmente el
anarquismo y el socialismo tuvieron una rápida difusión. El anarquismo, como es
sabido, se oponía al orden jurídico y por lo tanto no centrará su discurso de los derechos
femeninos bajo la forma de leyes, aunque propondrá cambios radicales en las esferas
pública y doméstica.

“El socialismo, en cambio, tendrá un papel fundamental en la gestación de normas


civiles y cívicas favorables a las mujeres. Quienes se identifican como socialistas a
menudo cruzarán el Río de la Plata empeñados en reformar ambas sociedades, de ahí
que haya figuras, discursos y agenciamientos compartidos entre las dos naciones. En
ambas, los Códigos civiles sancionados en la segunda mitad del XIX colocan en
condición decididamente inferior a las mujeres que deben soportar la tutelas del marido
para administrar los bienes –aunque le pertenezcan–, a realizar actividades económicas,
educarse, profesionalizarse, litigar judicialmente”. (Barrancos, 2006, 513)

Las voces que cuestionaron y replantearon la organización de la sociedad y el lugar de


la mujer provenían de diferentes ámbitos de acción y tenían distintos orígenes sociales.
Las hubo burguesas y obreras, liberales y anarquistas. Defendieron diferentes
propuestas, pero coincidían en el objetivo último, modificar la situación de opresión y
exclusión de las mujeres.

En 1881 un Comité de mujeres socialistas de Montevideo publicó una convocatoria en


la prensa, pertenecían a la 1ª Internacional (AIT, Asociación Internacional de
trabajadores). Una joven que firmaba como Mercedes, escribía en el periódico “La
Lucha Obrera” (1884) promoviendo la asociación de mujeres en Sociedades de
Resistencia. Y en las páginas de Derecho a la Vida (julio de 1896)5, se leía “Yo que soy

1930”, en Bethell, L. (ed.): The Cambridge History of Latin America, T.8. Historia de América Latina,
Barcelona, Crítica, 1991.
4
La historiografía feminista ha puesto en evidencia que la legislación/codificación no benefició el status
civil/y la consideración en lo penal/ de las mujeres, en particular los Códigos Civiles aprobados a fines
del siglo XIX en la sub región que significaron un retroceso en relación a las anteriores leyes españolas,
en cuanto a su sujeción al orden familiar y al pater familia. La inspiración de estos, fue el “Código
Napoleón”. Lavrin, A.: Women, Feminism and Social Change in Argentina, Chile and Uruguay, 1890–
1940. Nebraska Press, 1995.
5
Los textos citados provienen de la prensa alternativa obrera o socialista. Esta era publicada bajo
responsabilidad de las sociedades de resistencia (sindicatos de oficios) de la época. Su aparición era
irregular, debido al financiamiento por “donaciones”, frecuentemente lograban publicar dos o tres
ejemplares. Derecho a la Vida tuvo dos períodos –de acuerdo a los fondos documentales preservados en
B.Nacional–: 1883–1896 y 1898–1900.

3
mujer me creo perfectamente vuestra igual” al dirigirse a sus compañeros de lucha
revolucionaria quien firmaba como “la mujer rebelde”.
Las maestras que acompañaron la Reforma Escolar (1876), impulsada por José Pedro
Varela, se suman a estas precursoras del feminismo en el Uruguay, dando otro tono a su
lucha. La maestra María Abella de Ramírez fundó en 1911 la sección uruguaya de la
federación femenina Panamericana en el Ateneo de Montevideo, la maestra Paulina
Luisi, también primera médica del país, fundó el Consejo Nacional de Mujeres en 1916.
Obreras y sufragistas quedaron entroncadas históricamente–contemporáneamente en sus
luchas por la “emancipación” de la mujer y por el mejoramiento de las condiciones de
vida de las mujeres trabajadoras por un lado, y por el bien de todas las ciudadanas por
otro. Para unas la fórmula será la de conquistar el voto como “piedra angular de todos
los derechos”, para las trabajadoras se formulará como “igual salario para igual trabajo”.
Ambas corrientes alentaron la aparición en escena de lo que se denominó “la cuestión
femenina” que junto a la cuestión obrera suscitó un amplio debate en el 1900´.

Las voces más decididas a favor del sufragio provienen del socialismo a medida que se
ingresa en el siglo XX y del librepensamiento que casi siempre tiene inscripción
masónica. María Abella de Ramírez, nacida en Uruguay pero instalada en la ciudad de
La Plata, Julieta Lantieri, italiana que procurará la ciudadanía argentina y Alicia
Moreau, nacida en Londres pero radicada en el país desde pequeña, constituyen un
conjunto que destaca entre las precursoras de los derechos políticos en los primeros
años del siglo XX (Feijoo, 1978).

El compromiso político de las mujeres argentinas comienza con la urbanización y la


industrialización de la economía a finales del XIX. Particularmente en los grandes
centros urbanos, Buenos Aires, Córdoba y Rosario, las mujeres comienzan a trabajar
fuera de sus casas lo que pone en evidencia nuevas formas de opresión, la explotación
como trabajadoras y la discriminación que sufren en tanto mujeres en el mercado de
trabajo. Esas condiciones motivaron el primer compromiso político en la esfera pública,
las mujeres se involucraron en definir la agenda política de los sindicatos anarquistas y
la del inicial partido socialista. Las anarquistas estaban más interesadas en cambiar las
condiciones de las mujeres trabajadoras en la esfera privada en la que veían la clave de
la opresión de las mujeres.

La agenda socialista y la de algunas mujeres católicas progresistas se dirigió a la esfera


pública, el lugar de trabajo, la fábrica, la discriminación salarial, la protección de la
maternidad y el franquear la participación política de la mujer. El periódico “La voz de
la mujer” publicado en la ciudad de Buenos Aires en el año 1896 da cuenta de estas
perspectivas. Más tarde crearon el Centro Anarquista Femenino, organizaron las huelgas
de inquilinos de 1904 y 1907.

En las primeras décadas del siglo XX las socialistas crearon grupos como el Centro
Socialista Femenino, el Centro Unión y Labor y la Liga Feminista Nacional de la
República Argentina. Escribían artículos en el periódico “La Vanguardia” del Partido
Socialista y una de ellas– Carolina Muzzili– integró el Secretariado Ejecutivo.

Las primeras egresadas universitarias crearon el Centro de Universitarias Argentinas, El


Primer Centro Feminista de Librepensamiento y el Consejo de Mujeres que se
relacionaba con las organizaciones de mujeres de otros países. (Feijoo, 1980, 1994)

4
En 1910 se realizó el Primer Congreso Feminista Internacional que ofreció un panorama
amplio del feminismo argentino de sus diferencias y realizaciones. 6 Las responsables
de su organización fueron las precursoras del feminismo en el Río de la Plata, Julieta
Lanteri, María Abella de Ramírez (editoras de la revista Nosotras de la ciudad de La
Plata), la también uruguaya Paulina Luisi, Alicia Moreau, Elvira López, Cecilia
Grierson quien había fundado en 1901 el Consejo Nacional de Mujeres, para renunciar a
él a poco andar por las posiciones conservadoras que asumía. Durante el Congreso se
reclamaron los derechos civiles y sociales para la mujer y se debatió con un poco de
timidez la pertinencia del sufragio femenino. Predominaba la opinión de que este
derecho debería ser adquirido paulatinamente, comenzando por el ámbito municipal.
Paralelamente se desarrolló el Congreso Patriótico de mujeres, impulsado por el
Consejo Nacional de Mujeres con un tono mucho más tradicional, algunas de sus
dirigentes, provenían de sectores católicos como Cecilia Lapalma de Emery, o Carolina
F. de Jaimes y, aún así, abogaban por el reconocimiento de los derechos de las
trabajadoras y en forma restringida, por los políticos.

La producción de leyes no se acompasó al mismo ritmo de la actividad desplegada por


estas mujeres y sus instituciones. En 1907 se aprobó la Ley 5291 de protección al
trabajo de las mujeres y los niños, por iniciativa de la ya nombrada Carolina Muzzili y
del diputado socialista, Alfredo Palacios. En 1926 se aprobó una ley que modificaba en
parte el Código Civil y otorgaba mayores derechos a las mujeres casadas.7

En Uruguay, las dos primeras décadas del siglo XX fueron de gran efervescencia porque
se trazó un proyecto de país diferente. Este proyecto de país –conocido como el
Uruguay Batllista debido a la impronta de José Batlle y Ordóñez, dos veces presidente
de la República–, se destinó a favorecer a los sectores urbanos, a una naciente clase
media y un proletariado industrial a los que se integraron los inmigrantes europeos y sus
descendientes. La extensión de la ciudadanía constituía uno de los pilares fundamentales
de ese proyecto de “Estado de Bienestar” “avant la lettre”.

Una de las iniciativas para la puesta en marcha de ese proyecto fue la reforma de la
Constitución de 1830, la propuesta del voto universal masculino, parte sustancial de la
Reforma constitucional, permitió a las feministas presentar un petitorio reclamando sus
derechos como ciudadanas. De ahí en más se entabló la lucha por el sufragio que
costaría más de dos décadas de marchas y contramarchas. El Consejo Nacional de
Mujeres se creó en una coyuntura favorable, el ambiente no era demasiado hostil para
los planteos sufragistas. La discusión del tema había hecho camino durante esos años.
Batllistas, socialistas y liberales fueron los aliados de las sufragistas. En 1919, y con el
concurso nuevamente de Paulina Luisi que discrepaba con las posiciones más tímidas o
vacilantes del Consejo, se creó la Alianza Uruguaya para el Sufragio Femenino.
Las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente dieron mayoría a los sectores
conservadores de los dos partidos mayoritarios, (blanco y colorado) y solo se consideró

6
Sigo aquí la interpretación propuesta por algunas investigadoras sobre Argentina: Eugenia Scarzanella
en Italiani Malagente, Franco Angeli, Storia Milano, 1999, página 120. Donna J. Guy: Madres vivas y
muertas. Los múltiples conceptos de la maternidad en Buenos Aires. Sexo y sexualidades en América
Latina. Buenos Aires, Paidós, 1998. Asunción Lavrin, op. cit., 1995. Dora Barrancos: La escena
Iluminada, Buenos Aires, Plus Ultra, 1996. Marcela Nari, tesis de doctorado en Historia sobre Maternidad
y Cambio Social en Argentina.
7
La misma situación se observa en Chile, como veremos más adelante, frente a un embate de las
demandas por derechos políticos, la respuesta será modificar, en algo, el estatuto legal de las mujeres
casadas; dirigido básicamente al logro de mayor autonomía para administrar sus bienes.

5
posible, y para el futuro, otorgar el derecho a voto a la mujer en materia municipal. Las
sufragistas recurrieron a la argumentación, publicaron artículos y editaron su propia
revista, Acción Femenina, desde 1915 a 1924, negociaron y se apoyaron en los
dirigentes más progresistas del espectro político. Desplegaron una intensa actividad,
realizaron actos públicos a menudo en locales oficiales como la Universidad de
Mujeres, el Instituto Magisterial o en la propia Universidad de la República.
Organizaron campañas y llegaron a recolectar 4.000 firmas a favor del voto para la
mujer; publicaron artículos en los periódicos de tiraje masivo, como el gubernamental
El Día, donde el propio presidente Batlle se pronunciaba favor del sufragio femenino
publicando artículos y editoriales bajo el seudónimo de “Laura”.

Las múltiples gestiones ante los poderes públicos, rindieron su fruto hasta obtener el
sufragio en 1932. Aunque esta conquista no se tradujo en una mayor representación
política formal –que nunca llegó a ser más del 3% del total del Legislativo–, en 1946 la
labor de algunas parlamentarias permitió que se aprobara la Ley de Derechos Civiles de
la Mujer. Se podría decir que allí se cerró una etapa. También, que a partir de allí
comenzó a operar el mito de la igualdad entre hombres y mujeres en el Uruguay, junto
al otro mito, el del país del “bienestar social” y una “excepción” en el contexto
latinoamericano.

En septiembre de 1932 la Cámara de Diputados del legislativo argentino aprobó la Ley


de sufragio femenino –se trató junto a la ley de divorcio–, pero no alcanzó los votos
necesarios en el Senado que no llegó a tratar la media sanción. La aprobación del
sufragio en septiembre de 1947 fue una de las realizaciones del período peronista. A
partir de 1945, Argentina asiste al ascenso de dos figuras de fuerte impronta en la vida
política del país. El entonces coronel Juan D. Perón –luego general–, y su esposa, Eva
Duarte de Perón, proyectada como “Evita” entre las mayorías populares. El peronismo
reunió un cúmulo de reivindicaciones que se podrían sintetizar en la fórmula
“nacionalismo económico y político y redistribución social”.

“La alianza que llevó al poder a Perón, en 1946, había incluido en su programa este
derecho, de modo que algunos diputados peronistas propusieron la reforma de la ley
electoral. Eva Perón movilizó a las mujeres especialmente a través de los sindicatos de
trabajadores, acompañó personalmente en el recinto el tratamiento y sanción de la ley
que fue proclamada desde los balcones de la Casa de Gobierno en un acto masivo. Pero
las mujeres de la oposición rechazaron el modo en que se había gestado el voto,
acusaron de manipulación a la prerrogativa y no reconocieron al peronismo propiedades
democráticas ni republicanas para la esperada conquista que, suponían, sería funcional a
sus designios–. Esta paradoja singulariza las difíciles relaciones con el poder peronista
por parte del feminismo histórico, poder que por otra parte pudo convocar de modo
inexcusable a las mujeres, sobre todo a las de las clases bajas, a las amas de casa, a las
trabajadoras de los talleres y de la industria en expansión, a las empleadas que ahora se
multiplicaban en toda suerte de servicios” (Barrancos, 2006, 520–21)

En 1951 las mujeres concurrieron a votar por primera vez. Mediante la aplicación de un
sistema de “cuota”, fueron electas 23 diputadas y 6 senadoras, todas peronistas. Cuando
Perón fue derrocado por un golpe militar en 1955, el número de diputadas había llegado

6
a 37 y el de senadoras a 8 (16% y 25% respectivamente). Sólo en 1999 se sobrepasó el
número de diputadas de 1955.8

El corto período del Partido Peronista Femenino no alcanza para evaluar un desempeño
femenino estable en la historia institucional de la Argentina anterior a la década del 80´.
Pesa en cambio, la inestabilidad institucional que sufrió la República a lo largo de esas
décadas –en total, solo 15 años de gobiernos democráticos–. Las reiteradas
intervenciones militares no permitieron generar una tradición de participación formal de
las mujeres en el gobierno.

Los partidos políticos no hicieron esfuerzos por integrarlas salvo el socialista que desde
sus comienzos se mostró abierto a las preocupaciones de las mujeres gracias al papel
jugado por Alicia Moreau una de las primeras médicas que en 1945 publicó La mujer en
la democracia.

Los logros legales no impactaron en la política formal y las mujeres que ejercieron
liderazgo, pudieron hacerlo debido a su relación con un líder político. Juan Domingo
Perón, en dos períodos diferentes, promovió al escenario político a sus esposas. Primero
a Eva Duarte de Perón –aunque este renunció a ser candidata a la vice presidencia en el
momento de mayor reconocimiento popular–. Luego a Isabel Martínez de Perón, que ya
viuda del General llegó a la presidencia (1974–76) en circunstancias por demás penosas,
y fue destituida por el golpe militar de marzo de 1976.

Chile

Al igual que en los países rioplatenses, en Chile el desarrollo del feminismo se dio en
paralelo a la extensión de la educación y a la incorporación de las mujeres al trabajo
remunerado.
En la segunda mitad del siglo XIX se extiende la educación pública que habilita a las
jóvenes de clases acomodadas a continuar su educación secundaria e incluso
universitaria, a partir de la Ley Amunátegui aprobada en 1877, que abrió la Universidad
a la mujer chilena.9 Una camada de maestras y algunas pioneras universitarias serán las
encargadas de desarrollar campañas a favor de la extensión de los derechos de las
mujeres, creando organizaciones y manifestándose a través de la prensa femenina que se
sumó a las expresiones de un movimiento similar en las filas del incipiente movimiento
obrero del período.

A principios del siglo XX, dentro del movimiento obrero chileno hubo una conciencia
política femenina que se expresó en varios periódicos, La Alborada (1905–07), La
Aurora Feminista (1904), La Palanca (1908) organizados por mujeres trabajadoras.
Encontraron eco en La Reforma (1906) y Despertar de los Trabajadores (1913–21)
vocero de Luis Recabarren quien se declaró socialista en ese medio de prensa.

“La prensa obrera femenina concedió personalidad política a la mujer, en cuanto a


reflejar el análisis específicamente aplicable a ese sexo y permitir la toma de posturas

8
“Paridad en la toma de decisiones. Mujeres en lugares de decisión”, Instituto Social y Político de la
Mujer ISPM, http://www.ispm.org.ar/paridad/poder_legis.html
9
Durante el Ministerio de Miguel Luis Amunátegui, ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública.

7
ideológicas y avocadas a un activismo que no tenía precedentes en el país” (Lavrin,
2006, 579)

En el 1er Congreso femenino realizado en Buenos Aires en 1910, en el marco de las


celebraciones del centenario de la independencia, como ya relatáramos, se destacaron
varias chilenas entre ellas la Doctora, Matilde Throup (abogada recibida en 1892). Las
mujeres de clase medía urbana se organizaron alrededor de dos agrupaciones claves, el
Círculo de Lectura, y el Club de Señoras. En 1919 se creó el Consejo Nacional de
Mujeres aunque este no se pronunció a favor del sufragio, como por otra parte fue
común en las posiciones de estos Consejos en otros países de la región.

Sin embargo los debates surgidos a raíz de la creciente presencia de las mujeres, tanto
en el movimiento obrero como en los sectores ilustrados, motivaron que en 1917 se
presentara un proyecto de Ley de Sufragio por un representante del partido conservador,
Luis Undurraga, que si bien no se aprobó, generó un clima de debate propicio al tema.

“Los esfuerzos en pro del sufragio estuvieron compartidos con aquellos dedicados a la
obtención de cambios favorables al reconocimiento de la personalidad jurídica. Los
argumentos esgrimidos a favor de estos cambios se apoyaron en la educación de la
mujer y su contribución al mercado laboral, los mismos que también servirían para
reclamar el derecho al voto” (Lavrin, 2006, 581)

En 1920 se produce el triunfo del Partido Radical y la asunción del presidente Arturo
Alessandri que a pesar de sus posiciones reformistas, mantuvo cierta indefinición en la
aceptación de la ciudadanía femenina. Durante su gobierno puso énfasis en cambio, en
la reforma del Código Civil. El gobierno de Alessandri se interrumpe dramáticamente
por un golpe de estado dado por el general Carlos Ibáñez.

Una década más tarde Alessandri retornará a la presidencia de Chile, pero ahora con
posiciones moderadas. Durante su segundo período presidencial en 1932, se sanciona un
nuevo código Civil que amplio la personalidad jurídica de las mujeres.
Un rasgo curioso se observa en Chile en relación a los derechos ciudadanos de las
mujeres, y es que frente al empuje de las demandas por derechos políticos, se responde
modificando en algo el estatuto legal de las mujeres casadas. Estas reformas se dirigían
básicamente, al logro de mayor autonomía de la mujer para administrar sus bienes.

Durante esas décadas surgen dos partidos femeninos en Santiago. En 1921, el Partido
Femenino Progresista, y en 1922 el Partido Cívico Femenino, el que tuvo un órgano de
prensa, Acción Femenina, que adoptó una postura cautelosa frente al sufragio. Dos
figuras femeninas se destacan en el período, Amelia Labarca y la escritora, Elvira Santa
Cruz Ossa.

Entre 1924 y 1932 el periodismo y el activismo femenino florecieron con fuerza


extraordinaria, y surge una constelación de mujeres y asociaciones. La Unión femenina
de Chile creada en 1931, publicó la revista Nosotras, con clara posición a favor del
sufragio. En 1933 se creó el Comité Pro Derechos de la Mujer, que desarrolló una
campaña a favor del sufragio femenino.

En esta carrera hacia la legitimidad del voto para la mujer, tuvo una fuerte influencia la
acción desarrollada por la Confederación Interamericana de Mujeres (CIM) en la Unión

8
Panamericana. En la reunión de Montevideo, realizada en 1933 incluyó en su
declaración, la equiparación política de la mujer. Debemos recordar que en Uruguay se
había aprobado recientemente el voto femenino (1932)

El 9 de marzo de 1934 se aprobó una Ley de sufragio femenino municipal para mujeres
alfabetas. El entusiasmo con que fue recibida esta habilitación quedó demostrado por la
participación de 66.000 mujeres en el acto eleccionario de abril de ese mismo año.
Además se presentaron 98 candidatas. El partido conservador promovió a Alicia
Edwards de Salas, mostrando un rasgo aparentemente original en la subregión, que es la
de que los sectores más conservadores y los católicos, no dudaron en abrir sus puertas a
las mujeres que pasan a integrar sus cuadros y que han tenido una clara incidencia en la
vida política de Chile en la segunda mitad del siglo. Así en 1934 se formó la Acción
Nacional de Mujeres de Chile (católicas) y la más conservadora aún, Acción Patriótica
de Mujeres de Chile.

En sentido opuesto, en diciembre de 1935, se creó el Movimiento pro emancipación de


las mujeres de chile (MEMCH) con una clara definición de izquierda y con el aval del
Partido comunista chileno. El movimiento publicó la Revista La Mujer Nueva entre
1935–1941.Se destacaron dos políticas dentro del MEMCH, Elena Caffarena y Marta
Vergara que como rasgo particular intentaron aunar las reivindicaciones de las mujeres
y la justicia social, defendiendo además la contracepción y el aborto.

Sin embargo la aprobación de la ley de voto femenino se retrasó, en parte debido a los
avatares de las fuerzas políticas que lo impulsaban. El Frente Popular que ganó las
elecciones en ese período se vio sacudido por la muerte de su presidente, Pedro Aguirre
Cerda y esta circunstancia explica que recién en 1944 se retomara el proyecto de ley por
la Federación Chilena de Instituciones femeninas, que logró su aprobación el 15 de
diciembre de 1948.

En 1952 las mujeres chilenas votaron por primera vez.10 A pesar del largo trámite para
este logro ciudadano, solo el 19,5% de las mujeres en edad de votar se inscribieron para
ejercer su derecho. Recién hacia 1970 se registró una inscripción del 83,8% de electoras
mujeres. Aún así, el número de mujeres que se postularon como candidatas siguió
siendo muy escaso.

Al igual que lo observado en Argentina, las mujeres más destacadas en la política en la


segunda mitad del siglo fueron familiares de figuras políticas. María de la Cruz fundó el
Partido Femenino Chileno en 1952, pero fue elegida senadora porque adhirió a la
candidatura de Carlos Ibáñez, electo en 1952. Tuvo un destino desafortunado, en 1953
se la declaró inhábil, acusada de corrupción y por apoyar abiertamente al peronismo. La
segunda senadora en la historia de Chile fue Elena Campusano electa por el Partido
Comunista en 1965.

La participación política de las mujeres se observa en otros campos, entre 1964 y 1973
se crearon los centros de madres (CEMAS) y se observa una mayor sindicalización de
mujeres en la central obrera chilena, la CUT.

10
Los analfabetos estuvieron excluidos hasta 1970.

9
El largo camino recorrido, más de medio siglo para llegar a la meta, puso en evidencia
las diferentes transacciones o negociaciones que debieron realizar las activistas por los
derechos de la mujeres para obtener el sufragio, también las diversas estrategias
implementadas para superar los escollos y lograr el consenso acerca de ese derecho
ciudadano.

“El concepto de ciudadanía había explorado varias funciones emblemáticas para las
mujeres, como la ciudadana madre, la ciudadana trabajadora, y la ciudadana por
derecho propio. El sufragio fue el resultado de la fusión de estas orientaciones, que
siguieron evocándose en el ejercicio del voto por el resto del siglo”. (Lavrin, 2006, 585)

10
2. Los feminismos en las dictaduras y las transiciones democráticas

Los sesenta dejaron una fuerte impronta en la historia de occidente. Esa década lleva la
marca del mayo francés del 68´ con sus secuelas y repercusiones en toda Europa, hasta
llegar a la primavera de Praga. La guerra de Vietnam conmocionó la opinión pública y
generó movimientos disidentes en diferentes países, incluyendo a los propios Estados
Unidos. Creció un importante movimiento juvenil de oposición a la guerra imperialista
que se expandió en los campus universitarios, en los festivales de música donde se
sumaron al inconformismo del movimiento hippie las manifestaciones pacifistas. Estas
movilizaciones se conjugaron con las del movimiento por los derechos civiles y la
igualdad de los afrodescendientes americanos.

A fines de la década de 1960 en el mundo se comienza a plantear nuevamente la


denuncia de la subordinación de la mujer. Esa década se ve hoy como el momento del
surgimiento de nuevos valores culturales y la aparición de nuevos sujetos sociales que
desde distintas perspectivas impugnan y critican al sistema y plantean nuevas utopías.
Jóvenes, minorías étnicas, pacifistas, ecologistas, se van sucediendo en los distintos
países del mundo desarrollado. Hacia fines de la década las mujeres toman nuevamente
las calles de las principales ciudades de los Estados Unidos y de Europa occidental (De
Barbieri, 1986)

Si la crítica feminista prendió y se difundió más allá de los núcleos donde surgió, fue
porque puso en discusión algo más que el malestar de algunas mujeres en las sociedades
altamente desarrolladas. En su discurso se identificaron mujeres de muy distintos
orígenes sociales y de diferentes lugares geográficos. La consigna de “cambiar la vida”
contenía varias dimensiones, tanto la material de las condiciones y calidad de vida de
las mujeres, como de la esfera pública. Además hacia referencia al trabajo
extradoméstico y el ejercicio de los derechos de ciudadanía y afectó a la esfera privada:
familia, matrimonio, crianza de los hijos, sexualidad, afectos. En lo político se
plantearon nuevas forma de organización desechando las jerarquías partidarias,
intentaron construir relaciones horizontales de igualdad. En lo teórico se buscó la
construcción de conocimiento donde las mujeres y lo femenino tuvieran un lugar como
parte de la historia humana, y que diera cuenta de la división social del trabajo según los
sexos, así como las construcciones sociales sobre lo femenino y lo masculino. Estas
propuestas tuvieron diferentes significados a medida que se fueron conformando
distintas orientaciones dentro del feminismo. Las polémicas y debates sobre tan
diferentes tópicos signaron ya desde los 70´ tres grandes orientaciones en el feminismo
contemporáneo, el liberal, el radical y el socialista.

En América Latina, sin embargo, los dos hitos marcantes fueron, la experiencia de la
revolución cubana y las transformaciones de la iglesia católica que se pusieron en
marcha a partir del Concilio Vaticano II, y su adaptación al medio latinoamericano a
través de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrado en Medellín,
Colombia, en 1968. En 1970 se dio inicio en Chile al gobierno de la Unidad Popular,
materializando la “vía chilena al socialismo” propuesta por Salvador Allende. La idea
de la revolución como algo inevitable, por vías violentas o vías legales, ocupó el
escenario del futuro.

“En la década de los setenta, Chile entraba en un proceso de cambios sociales,


culturales, políticos y económicos de forma vertiginosa. El gobierno de la Unidad

11
Popular (1970–1973) enlazaba desde el Estado y el gobierno, las posibilidades de
interacción con los movimientos sociales que incluían reivindicaciones de clase,
políticas y sociales, entre las cuales, la participación de las mujeres era de primer orden.
En esa época las expresiones feministas no parecían explicitas, pues muchas de las
grandes demandas y realizaciones concernientes a las mujeres se entremezclaban con
las demandas de organizaciones sociales, sindicales, gremiales y de partidos políticos”.
(Iglesias, 2006, 926)

A la Unión Popular, una coalición de fuerzas de izquierda, es necesario sumar el


esfuerzo de otros grupos y sectores, como el Partido Socialista, Partido Comunista, el
Movimiento de Acción Popular, MAPU, y el Partido Radical. Las mujeres participaron
activamente a través de organizaciones sindicales, sociales y partidos políticos. Se logró
la creación de la Secretaría Nacional de la Mujer. El gobierno de Salvador Allende solo
logró concretar algunos planes, como cursos de capacitación para las mujeres a través
del Ministerio de Educación, el incremento de los CEMAS que llegaron a 20.000 en
1973 los que agrupaban a medio millón de mujeres, la ampliación del descanso
postnatal y la entrega de medio litro de leche diaria a los niños.

Las mujeres de los sectores altos de la sociedad, la burguesía y los sectores


profesionales acomodados también integraron las filas de sus partidos y organizaciones
gremiales, que se incrementaron notablemente en esos años. El Frente Democrático de
Mujeres, el Poder Femenino y la rama femenina del movimiento de ultra derecha Patria
y Libertad. Desde allí iniciaron el combate contra las propuestas del gobierno de la UP.
La guerra de las cacerolas y las mujeres de los barrios altos fueron parte importante de
la oposición de derecha al gobierno. Los centros de madres se dividieron en función de
la línea partidaria.

Hacia 1973, se calculan entre 500.000 y un millón de mujeres organizadas en los


movimientos sociales y los partidos de diversas tendencias políticas. (Iglesias, 2006,
928)

Esta auténtica “primavera de los pueblos” tendría un final dramático. En efecto, los
aires de liberación en Latinoamérica se verían tronchados por sangrientas dictaduras y
por una ola reaccionaria, tanto en lo social como en lo ideológico,” (Gil Lozano, F.
2006, p. 882)

Los golpes de estado, se sucedieron en la región en forma escalonada y dramática. El


primero, en 1964 produjo el derrocamiento del presidente Joao Gulart en Brasil. En
Uruguay, se instaura una dictadura cívico militar el 27 de junio de 1973, luego de un
largo período de crisis, conflictos sociales y la aparición de la guerrilla urbana. El 11 de
septiembre de 1973, el alzamiento militar en Chile, el bombardeo a la Casa de la
Moneda y la muerte del Presidente Allende inauguran una cruenta y prolongada
dictadura. El golpe del 24 de marzo de 1976 en Argentina, cierra el ciclo de
intervenciones militares estableciendo un estado de terror y exterminio desconocido
hasta entonces en la historia del país y en el Cono Sur.

Los tres países se sumergieron en un clima de terror y desconfianza que desbastó las
bases de convivencia de amplios sectores sociales con efectos que aún perduran luego
de más tres décadas de gobiernos democráticos. Estas dictaduras tuvieron a su vez una
impronta muy fuerte en el cambio de orientación de la economía. La apertura

12
económica llevó a un proceso de desindustrialización que unido a la represión sindical,
generó un deterioro social y económico que no se revertiría una vez recuperada la
democracia; a partir de 1983 en Argentina, en 1985 en Uruguay y en 1989 en Chile. En
este último, “milagro chileno” mediante, fue más exitoso el modelo económico
impuesto por el régimen, medidos más en términos de logros macroeconómicos que en
relación con el bienestar de los sectores populares.

“La represión de las dictaduras del Cono Sur tuvo especificidades de género. Los
impactos fueron diferentes en hombres y mujeres, hecho obvio y explicable por sus
posiciones diferenciadas en el sistema de género, posiciones que implican experiencias
vitales y relaciones sociales jerárquicas claramente distintas. …Existen diferencias entre
países y períodos en los tipos de represión. También hay diferencias en las
características demográficas de las víctimas directas. Hubo más hombres que mujeres
entre los muertos y detenidos–desaparecidos. Esta diferencia parece haber sido más
importante numéricamente en Chile que en Argentina o Uruguay. La proporción de
personas jóvenes fue más alta en estos dos países. El golpe militar de 1973 en Chile fue
dirigido hacia un gobierno socialista en ejercicio. La concentración de la represión sobre
funcionarios y políticos que ejercían cargos gubernamentales implicó una presencia
proporcional mayor de hombres adultos entre las víctimas directas. En Argentina,
Uruguay y Brasil la represión más violenta estuvo dirigida a grupos militantes
(incluyendo movimientos guerrilleros armados) donde había una fuerte presencia
juvenil. La división sexual del trabajo imperante en estos países implica que los
hombres son (y lo eran mucho más en los años sesenta y setenta) más numerosos que
las mujeres en los roles “públicos” y en la militancia política y sindical. La diferencia
entre la participación de hombres y mujeres fue menor en el movimiento estudiantil y en
los movimientos armados, donde ya en esa época la presencia de mujeres era
significativa”. (Jelin, 2002, 100–101)

En Chile, muchas mujeres perdieron la vida en los combates contra la dictadura, hubo
112 ejecutadas y 72 desaparecidas, otras miles fueron exiliadas, perseguidas, presas y
torturadas. En Argentina, entre 1976–1983 el terrorismo de estado que se manifestó en
el secuestro, tortura, desaparición y muerte de militantes, simpatizantes o simplemente
estudiantes o trabajadores, significó la pérdida de entre, 20.000 y 30.000 personas. En
Uruguay se registra el mayor número de presos y presas políticos en proporción a su
población. Entre 1972 y 1984 aproximadamente 60.000 uruguayos fueron detenidos,
secuestrados, torturados y "procesados" por la justicia militar. Alrededor de 6.000
personas fueron hechos prisioneros políticos –un número asombroso en un país con una
población de apenas 3 millones de habitantes–. Durante la dictadura, 120 ciudadanos
uruguayos "desaparecieron", muchos de ellos fueron secuestrados en la Argentina,
donde habían intentado infructuosamente buscar refugio. Trece niños desaparecieron
durante una década, a los que debe agregarse cuatro más, posiblemente nacidos en
cautiverio.

Además de ser víctimas directas las mujeres fueron mayoritariamente víctimas


“indirectas”, este es el rol en el que se las visualiza más a menudo como familiares de
víctimas– madres y abuelas principalmente. El régimen represivo afectó a las mujeres
en su rol familiar y de parentesco, es decir, en el núcleo de sus identidades tradicionales
de mujer y esposa. Desde esos lugares, las mujeres movilizaron otro tipo de energía,
basada en sus roles familiares tradicionales, anclada en sus sentimientos, en el amor, y
en la ética del cuidado –lógica que difiere de la política.

13
Dos tipos de acciones “típicamente femeninas” se dieron en ese contexto: en la escena
pública la creación de organizaciones de derechos humanos ancladas en el parentesco
con las víctimas directas; en el ámbito privado, la lucha por la subsistencia familiar y la
adaptación o cambio en función de las nuevas circunstancias. No es un simple accidente
que las organizaciones de derechos humanos tengan una identificación “familística”
(Madres, Abuelas, Familiares, Hijos, Viudas o Comadres). Tampoco es accidental que
el liderazgo y la militancia en esas organizaciones sean básicamente de mujeres.

Por otro lado, las mujeres debieron hacerse cargo del mantenimiento y la subsistencia
familiar ya sea cuando los hombres fueron secuestrados o encarcelados, o debido a los
cambios estructurales que se produjeron en las economías de los tres países que con
mayor o menor énfasis inauguraron economías abiertas, desindustrialización,
desocupación, represión salarial, y descenso dramático del salario real, lo que determinó
el ingreso masivo de las mujeres al trabajo asalariado. Lo hicieron a veces en el espacio
doméstico hogareño, otras en iniciativas comunales tales como ollas comunes y
pequeñas empresas cooperativas.11

Los regimenes militares implicaron transformaciones significativas en las prácticas


cotidianas de hombres y mujeres. El miedo y la incertidumbre permearon espacios y
prácticas de sociabilidad, especialmente en espacios públicos extra–familiares. ….el
efecto de este cambio producido por la represión de la dictadura limitó la amplitud de
las redes y vínculos sociales, “especialmente de los varones, al ámbito de la familia, del
vecindario más próximo y del propio trabajo”. (Olavarría,J. 2001, citado por Jelin,
2002, 106). Represión masiva y miedo obligaron a recluirse en los hogares y en la
clandestinidad, situación que favoreció la atomización de la sociedad y las búsquedas de
nuevas formas de respuesta al terrorismo de estado. En esos movimientos sociales, las
mujeres y los jóvenes fueron los protagonistas.

La dictadura a su vez asignó un papel a las mujeres en la defensa de la patria en peligro


frente a la amenaza del comunismo. En Chile las mujeres organizadas en torno a la
derecha se abocaron a la recuperación de los centros de madres, que pasaron a llamarse
COCEMA. Estos se constituyeron como una fundación privada cuya presidenta y
propietaria fue la esposa de Augusto Pinochet, Lucía Hiriart de Pinochet.

Los gobiernos autoritarios, la violación masiva a los DDHH, los profundos cambios
estructurales económicos y las transformaciones radicales del estado provocaron la
movilización de las mujeres.

La investigadora Annie Dandavati, (1996) sostiene que, “El movimiento de mujeres


chilenas representa la primera oposición al régimen”... Las organizaciones de base de
mujeres que se focalizaron en la defensa de los derechos humanos y en estrategias de
sobrevivencia fueron las verdaderas células que alimentaron –sostuvieron– el
movimiento opositor que adquiere dimensiones masivas hacia 1983. Por primera vez en
la historia, las mujeres participaron como actoras independientes y tomaron el control
de su destino. Las mujeres como ciudadanas se volvieron agentes del cambio no solo

11
El exilio es una historia diferente. A menudo, el exilio era el resultado del compromiso político de los
hombres, y las mujeres debieron acompañar a sus parientes, no como resultado de un proyecto político
propio sino como esposas, hijas o madres. Los efectos del la experiencia del exilio en esas circunstancias
sin duda son diferentes. (Jelin, op. cit. 106)

14
reclamaron reformas sino que emprendieron cambios de ellas mismas que elevaron los
niveles de conciencia individual y colectiva, uniéndose por el objetivo inmediato de
sostener a sus familias, construyeron las bases de una oposición que cuestionaría y
alteraría las relaciones de poder y dominación. (Dandavati, 1996, páginas 7 y 8)

Estos movimientos crearon un cuerpo de teoría dirigido a brindar argumentos a favor de


cambios en las relaciones de poder y dominación a través de las organizaciones
territoriales que se proponían establecer una sociedad que eliminara la opresión
femenina. Desafiaban al régimen militar y a la vez proponían una nueva visión cultural.
La autora distingue el movimiento post 73´, de las primeras movilizaciones de las
mujeres observadas durante el período de luchas por el sufragio en 1947 y las
manifestaciones que se hicieron durante el golpe militar y la caída de Allende en 1973.
Las mujeres no solo introdujeron nuevos temas a la política sino que lo hicieron
adoptando nuevos métodos de manifestar su protesta y oposición al régimen

El periodo dictatorial se caracterizo por una notable presencia de mujeres de toda


condición en la resistencia activa. Durante la realización de las “protestas nacionales”
(1983–1987) las mujeres se perfilaron como uno de los actores sociales de mayor
protagonismo público, junto con pobladores, estudiantes y militantes de base de
diferentes partidos en la resistencia al régimen.

Numerosas organizaciones de mujeres o integradas casi en su totalidad por mujeres,


aparecieron a la luz pública. La Asociación de Familiares de presos políticos y de
Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos, los Comités de Defensa de la Mujer,
CODEM. En los años 80´ aparecen, el Movimiento Feminista, Movimiento de Mujeres
por el Socialismo y Casa de la Morada de connotación feminista. Se reorganizo el
movimiento de emancipación de la mujer chilena MEMCH, nacido en los años 30´.
Mujeres de Chile MUDECHI, Movimiento de Mujeres Independientes MMI, Mujeres
por el Socialismo, Movimiento de Mujeres pobladoras MOMUPO y el Coordinador
político de mujeres de oposición. Se realizan varios encuentros Nacionales de mujeres y
se multiplican las publicaciones feministas y Centros de Estudios de la Mujer.

Probablemente, el legado más fuerte de esta movilización antidictatorial de las mujeres


chilenas fue su capacidad de articular las demandas de democratización del espacio
público con los del espacio privado de la familia. Así, la consigna “democracia en el
país y en la casa” se convirtió en la síntesis de sus acciones y fue tomada y replicada por
los movimientos de mujeres de la región.

Argentina

Durante esos años surgiría la voz más poderosa de oposición al régimen, encabezado
por las madres a las que les habían llevado secuestrados–desaparecidos a sus hijos.12 El
30 de abril de 1977 un grupo de madres y abuelas comienzan a hacer sus caminatas en
la Plaza de Mayo.Azucena Villaflor inspiró y lideró el movimiento, creando la consigna
”todos son nuestros hijos”. Al principio los militares intentaron quitarles importancia

12
Existieron otros organismos de defensa de los Derechos Humanos, desde 1937, la Liga Argentina para
los Derechos Humanos. El Servicio de Paz y Justicia se creó en 1974, la Asamblea Permanente por los
Derechos Humaos es de 1975. Familiares de detenidos y desaparecidos por razones políticas y el
Movimiento Ecuménico de los derechos Humanos se crean en 1976.

15
estigmatizándolas como “las locas de la plaza”, pronto la represión caería sobre ellas. El
10 de diciembre de 1977, día de conmemoración de los Derechos Humanos, Villaflor
fue secuestrada y desaparecida.

“Cuando la represión intentó acorralarlas, las Madres formalizaron su organización. En


1979, ante un escribano las veinte mujeres que integraban la comisión organizadora
formaban la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Al año siguiente, comenzaban la
publicación de un boletín….Ese mismo año, las Madres tuvieron un lugar para reunirse:
accedían a su primer local, una oficina comprada con el aporte de las mujeres de
Holanda. Desde la primera reunión en abril de 1977 hasta su organización formal, en
poco más de dos años, las Madres habían iniciado un recorrido que las transformaba en
el punto de referencia de la oposición a la dictadura militar”. (Bianchi, S. 2006, 685)

En la transición a la democracia, y a pesar de su tremenda influencia, eligieron no


convertirse en un actor político formal. El retorno a la democracia –y la desaparición del
enemigo común–, trajo también conflictos y divergencias de carácter político e
ideológico. En 1986 se escindieron en dos movimientos, Asociación Madres de Plaza de
Mayo y Madres de Plaza de Mayo –línea fundadora. No obstante mantienen en común
la ronda de los jueves alrededor de la pirámide en la Plaza, los recordatorios del 24 de
marzo, día del golpe de estado, y las marchas de la resistencia que se realizan los 8 de
diciembre de cada año.

Durante la transición a la democracia y como respuesta a la crisis económica, las


mujeres de los sectores populares encabezaron “un sorprendente movimiento urbano de
protesta [que] se expandió por el gran Buenos Aires justificado por un incremento del
costo de vida. Estas protestas conocidas como vecinazos tuvieron un alto nivel de
participación femenina. Comités de amas de casa convocaban o se unían a las protestas
que tuvieron lugar en las diferentes municipalidades alrededor de la ciudad y
participaron en las negociaciones con las autoridades gubernamentales locales.” (Feijoó,
1994, 114)

Las vecinas se hicieron visibles en estas protestas aunque ya se habían organizado en


julio de ese año como movimiento nacional de amas de casa, y habían realizado
jornadas de no compra para protestar por la suba de los precios, la carestía, etc. El
movimiento comenzó por distanciarse de los partidos políticos y de las actividades
tradicionales de la “caridad” femenina. Insistieron en dejar claro que no seguían
ninguna agenda política o tenían sesgo ideológico. Apoyaron otras causas, como la
expresión de solidaridad con el premio Nóbel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y con las
Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. A pesar de su capacidad de innovación quedaron
pegadas a una definición vicaria de lo que debería entenderse como participación de las
mujeres formulada en: “nuestra política es la de nuestros maridos”.

El fin del gobierno militar se produjo en noviembre de 1983, cuando el presidente de


facto R Bignone transmitió el poder al presidente electo Raúl Alfonsín. Todos los
grupos sociales que se habían movilizado durante la transición pretendieron ser
escuchados en sus reclamos. Las mujeres presentaron un complejo desafío. Los grupos
feministas esperaban modificaciones legales pautadas por la CEDAW que debería ser
ratificada por el gobierno. Las organizaciones de amas de casa una redistribución justa
de los ingresos y el control de precios. Las mujeres del movimiento de derechos

16
humanos, fieles a sus principios, reclamaban que sus familiares aparecieran con vida y
se castigara a los culpables.

Durante la campaña del partido radical se había expresado el compromiso con la


restauración y vigencia de los derechos humanos, (aunque discreparon Madres y
gobierno en un enfrentamiento entre ética y política). El gobierno creó una Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas, la CONADEP, en diciembre de 1983. Solo
una de las Madres formó parte del comité, las demás lo rechazaron.

El mayor impacto que logró la Comisión indudablemente fue la compilación y la


publicación de la información sobre el funcionamiento del terrorismo de estado. Este
documento constituyó una formidable sanción moral contra estas prácticas del Estado,
pero fracasó frente a las demandas que planteaban las Madres. La publicación del
Nunca Más, el volumen que reúne las denuncias contra los responsables de la
instauración del terrorismo de estado, se constituyó en un documento clave para el
posterior proceso de enjuiciamiento de los culpables, que sigue todavía abierto. (Feijoo,
MC, Nari, M. 1994)

Durante el período de la dictadura y a pesar del clima de represión imperante,


subsistieron dos organizaciones de mujeres. En 1978 se creó la Asociación Juana Manso
en la Ciudad de Córdoba. Y en 1979, liderado por Alicia Moreau de Justo, nació la
Unión de Mujeres Socialistas.

Un rasgo particular argentino es que previo a la dictadura militar, en los años 70´,
aparecieron tres grupos relacionados a la nueva ola del feminismo. El Movimiento de
Liberación Femenino, la Organización Feminista Argentina, y la Unión Feminista
Argentina, que introdujeron las nuevas reflexiones de las teóricas de los países
centrales. A diferencia de Chile y Uruguay que se encontraban ya inmersos en un clima
de terror y represión, en la Argentina, este nuevo brote de feminismo se pudo desarrollar
entre 1973 y 1976 por que encontró un clima alentador –aún se vivía con la perspectiva
de concretar el socialismo a través de la revolución– y quizá por un mayor
cosmopolitismo de las mujeres de la élite porteña.

En 1983 en la transición a la democracia las mujeres exiliadas y retornantes al país,


jugaron un importante papel en difundir el pensamiento feminista. A la salida de la
dictadura, proliferan las agrupaciones, centros y fundaciones de la mujer, entre ellos
Lugar de Mujer (1983), Alternativa feminista (1984) Tribunal de Violencia contra la
Mujer (1984) Centro de Estudios de la Mujer (1979), Programa de investigación Social
sobre la mujer argentina (PRISMA).

La democracia habilitó nuevos lugares y proyectos dentro del feminismo y estas


organizaciones se agruparon en el Movimiento Feminista creado en marzo de 1985.
Otros grupos como ATEM, Reunión de mujeres, Asociación Argentina de mujeres de
carreras jurídicas y amas de casa del país, participaron en la Multisectorial de la Mujer,
creada en marzo de 1984.

En 1987 se creo el primer espacio estatal con la Subsecretaría de la Mujer, iniciando una
nueva etapa en la relación del movimiento de mujeres–feminismo con el estado que
tuvo diferentes instancias en las administraciones del radicalismo hasta 1989 y la
peronista menemista hasta 1999. Se produjeron avances en la legislación como la

17
aprobación del divorcio vincular, la patria potestad compartida y la equiparación de los
hijos nacidos en el matrimonio y los extramatrimoniales., y la ley de salud reproductiva.
Esto sumado al crecimiento del feminismo latinoamericano propició la creación del
Movimiento Feminista Argentino en 1990 como una federación de organizaciones de
nivel nacional. Desde 1985, se realizan todos los años, Encuentros Nacionales de
Mujeres los que, de una primera convocatoria de no más de 1.000 mujeres llegaron a
alcanzar los 20.000 mujeres que fueron al de Jujuy del año 2006. Probablemente su
característica distintiva es el hecho de su capacidad de servir a un amplio mosaico de
mujeres que va desde el feminismo de clase media a las organizaciones populares y de
base incluyendo las del propio movimiento piquetero que ha asumido la agenda
feminista en sus dimensiones más radicales.

Uruguay

La ruptura de la vida institucional tuvo consecuencias traumáticas para la nación en su


conjunto que aún siguen procesándose en un lento y doloroso trámite. A la situación de
represión y terrorismo de estado, se sumaron las transformaciones operadas en el país en
lo económico y su expresión concreta en el descenso del salario real (que entre 1968 y
1984, alcanzó al 50%)13. Las estrategias de sobrevivencia de los sectores populares
consistieron en multiplicar los generadores de ingreso y allí las mujeres tuvieron un
papel central ingresando masivamente al mercado de trabajo.14 La “doble jornada”
asumida por las mujeres al interior de los hogares, acentuó las inequidades de género.
En 1980, el régimen militar convocó a un plebiscito para una nueva constitución. En esa
instancia un 57% del electorado se pronunció por el No a pesar de toda la propaganda
oficial y de no haber recibido información a favor de esta opción en los medios escritos,
o en radio y televisión. En 1980, emergió lo que había sido una muda resistencia al
régimen. Las mujeres jugaron un papel protagónico en esta resistencia, actuando "desde
abajo", en los espacios de la vida cotidiana, de la familia, la comunidad, centros
deportivos, y parroquias.

En este contexto de crisis y autoritarismo resurgieron los movimientos de mujeres


organizados en defensa de las necesidades básicas, con el objetivo de luchar contra la
dictadura y, en particular, en defensa de los Derechos Humanos. Todo ello en un
contexto internacional en que se retomaba la discusión de los derechos de la mujer. Por
primera vez empezaron a visibilizarse y a cuestionarse temas hasta entonces ausentes de
los proyectos políticos, entre ellos el desigual reparto de poderes al interior de las
familias. Las luchas de algunos grupos de mujeres por recuperar la democracia, se
acompañaron del reclamo por “democracia en el hogar”. Se resumía en esa bandera el
cuestionamiento a las divisiones entre esfera pública y esfera privada, que el
“feminismo de la segunda ola” acuño como concepto original, en la consigna
revolucionaria de “lo privado es político”.

El “pacto del Club Naval” realizado entre militares y delegados de los partidos políticos
en el año 1984, fijó un calendario para la transición de la dictadura a un gobierno
democrático. Se establecieron las mesas de la Concertación Nacional Programática que

13
Durante el período dictatorial es cuando se observa una acentuación de la caída del salario real ya que
el Estado dejó de aplicar políticas redistributivas y reprimió a las organizaciones sindicales, posibles
cuestionadoras de estas medidas.
14
En Montevideo, en 1973, las mujeres eran un 31,7% de la PEA y, en 1986, llegan a ser el 42%.

18
reunían a representantes de los partidos políticos, movimientos sociales y grupos
empresariales, para tratar temas cruciales. Las mujeres organizadas solicitaron la
instalación de una mesa específica para el tratamiento de su “condición”. El 27 de
diciembre se oficializó la Mesa “Mujer" en la Concertación Nacional Programática
(CONAPRO). Gracias al trabajo previo, en solo dos semanas de su comienzo oficial, el
grupo aprobó cinco documentos en “Educación, cultura y medios de comunicación”
“Mujer y trabajo”, y otros tres documentos referidos a “Salud”, “Status Legal”, y
“Participación política de la mujer”. Para el movimiento de mujeres la participación en
esta arena fue importante, en términos de romper barreras para la participación de las
mujeres en las esferas de la política formal y para volver visibles en el debate nacional
los temas de mujeres.

La transición democrática traía aparejada una paradoja A pesar de la creciente


participación de las mujeres en la vida política del país, en las elecciones de 1984 no fue
elegida ninguna mujer parlamentaria titular. Los liderazgos sociales de las mujeres no se
traducían en el incremento de la representación en la arena política tradicional.
La CONAPRO y las formas consensuadas de hacer política fueron dejadas de lado
apenas asumió el nuevo gobierno del Partido Colorado en marzo de 1985. Pero mientras
todos los otros grupos de la concertación se dispersaron, los de mujeres siguieron
reuniéndose y los documentos fueron utilizados dentro del movimiento como una
herramienta de “concientización”. Este fue un espacio de ejercicio de pluralismo para
los diferentes grupos que se constituyó luego en “ejemplar”. Produjo materiales
aprobados oficialmente. Trascendió fronteras. Creó un estilo de “feminismo” en el
marco de la transición democrática que tuvo un corte en 1987, con la aprobación de la
Ley de Caducidad y su respuesta en el movimiento pro Referéndum en el que participó
un activo sector de mujeres feministas identificadas con los partidos de izquierda.

Lucha por la vigencia de los Derechos Humanos


El 22 de diciembre de 1986 el Parlamento aprobó la "Ley de Caducidad de la pretensión
punitiva del Estado", que garantizaba impunidad para todos aquellos que habían violado
los derechos humanos –bajo forma de tortura, secuestro y asesinato– durante la
dictadura. Al día siguiente, las madres de detenidos y desaparecidos uruguayos iniciaron
una campaña para anular la Ley a través del mecanismo del Referéndum. Fueron tres
mujeres emblemáticas las que presidieron la Comisión Nacional pro Referéndum
(CNpro–R), Elisa Dellepiane de Michelini, Matilde Rodríguez de Gutiérrez Ruiz y
María Esther Gatti de Islas, abuela de Mariana Zaffaroni, (desaparecida a los dieciocho
meses, en Buenos Aires, junto a sus padres).

Lo trascendente de este hecho es que sometió a consideración de la sociedad –volvió


explícitos– los términos de la transición democrática. Durante dos años, la sociedad
civil estuvo inmersa en el conflicto entre verdad y justicia, olvido y perdón. Este debate
se hizo a través del mecanismo democrático del Referéndum, que se realizó sin
cuestionar la legitimidad del gobierno y además fue liderado por mujeres. Eduardo
Galeano sintetizó esta paradoja, en 1989: "Y por si fuera poca herejía nació de un grupo
de mujeres y fue por ellas conducido. En este reino del machismo, donde las mujeres
son un cero a la izquierda, donde no hay ninguna diputada, ninguna senadora, un
puñado de mujeres ha sacudido a fondo la modorra colectiva..."15

15
“Brecha”, 21/IV/89.

19
Sin duda esta movilización por el Referéndum fue el episodio de mayor impacto en la
vida política del Uruguay, pero causó una fractura en el heterogéneo grupo de
“concertación de mujeres”, alineándolas nuevamente en “feministas de izquierda”
enfrentadas a las “feminista liberales “, (o neo–liberales, de acuerdo al léxico polémico
de la época).

Institucionalización del movimiento de mujeres, la agenda de Naciones Unidas en


los 90´

En 1975 Naciones Unidas, celebró en México una Conferencia intergubernamental que


estableció el Año Internacional de la Mujer. Respuesta al renacer del feminismo en ese
período en Occidente, la iniciativa abrió un nuevo espacio para los encuentros del
movimiento social con actores institucionales tanto nacionales como internacionales. En
esa oportunidad se realizó el primer foro paralelo de organizaciones no gubernamentales
de mujeres lo que propició el encuentro, la discusión y elaboración de estrategias de
trabajo de las organizaciones feministas incipientes. Allí se pudo observar que la acción
estaba afuera, en la multiplicidad de propuestas y eventos con que el movimiento
internacional de mujeres acompañaba y confrontaba a la Conferencia “oficial”. Desde
entonces esta modalidad de actividad paralela se ha convertido en una práctica cada vez
más extendida y no solo para los Foros de mujeres. Se fueron generando redes de
organizaciones sociales no gubernamentales, con una creciente visibilidad, voz y poder.
En la de Medio Ambiente de Río de Janeiro en 1992, en la Conferencia de Viena sobre
derechos humanos de 1993, en la de Beijing de 1995, la lucha de los organismos no
gubernamentales fue por asegurar la representación de las voces e iniciativas de los
foros paralelos en los documentos y debates de las delegaciones gubernamentales
oficiales (Valdéz, 2003, 246; Jelin, 2003, 47).

Esta generación de un escenario para el tema de la mujer por Naciones Unidas, iniciada
en 1975 (y continuada en sucesivas Conferencias de la Mujer en 1980, 1985, y 1995), se
acompañó con la canalización de recursos y el trazado de proyectos en los distintos
países, así como por el apoyo a ONGs y organizaciones de base y de mujeres. Se
crearon oficinas y espacios especializados en el sistema de Naciones Unidas como
UNIFEM e INSTRAW. Se avanzó en la legislación internacional con la aprobación de
la Convención de Naciones Unidas sobre la eliminación de toda forma de
discriminación contra la mujer en 1979 (CEDAW) y en 1994 con la Convención
Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer,
conocida como la Convención de Belem do Para.

Para las mujeres latinoamericanas se abrieron nuevos espacios y nuevas instancias de


coordinación. Los encuentros feministas16 de América Latina y el Caribe que
comenzaron a realizarse a partir de 1981 contribuyeron a generar una identidad
feminista latinoamericana. Los contenidos de esos encuentros periódicos han ido
marcando los ejes de las reivindicaciones y estrategias institucionales de los
movimientos de mujeres en cada país de la región y en el espacio de las organizaciones
de Naciones Unidas. (Valdés, 2003, 247)

16
Hasta la fecha se han realizado 10 encuentros, el último en San Pablo, Brasil en 2005.

20
Simultáneamente surgieron en la región las redes especializadas temáticas, la creación
de la Red de Salud de las mujeres latinoamericanas y del Caribe en 1984, inició una
nueva forma de intercambios y de acción coordinada de mujeres del movimiento. En
1988 se creó la Red de Educación Popular entre Mujeres y en 1990, la Red
Latinoamericana y del Caribe contra la Violencia Doméstica y Sexual. Le siguió la
creación del Consejo Latinoamericano de los Derechos de la Mujer (CLADEM).
Aunque estas redes son regionales, el escenario de acción política fundamental es
nacional, al demandar cambios frente al Estado nacional.

Este período fue acompañado por una creciente legitimidad y reconocimiento de las
demandas del movimiento de mujeres. Tanto las organizaciones sociales como las
instancias gubernamentales ingresaron en un proceso de institucionalización para
canalizar sus demandas. A las mujeres del movimiento se les presentaron opciones
estratégicas, que derivaron en dilemas y conflictos acerca de cómo actuar frente al
Estado y las instituciones internacionales. Un sector de mujeres optó por la estrategia
definida como “acción autónoma” frente a la institucionalidad estatal e internacional.
Subyacía en esta postura la sospecha de que la incorporación institucional terminaría en
la cooptación de los liderazgos y de la agenda feminista, dando por resultado una
rearticulación del patriarcado y no un cambio significativo en el lugar social de las
mujeres (Valdez, 2003, 249)

El sector mayoritario del movimiento optó por la estrategia de incidir en la formulación


de políticas específicas para mejorar la situación de asimetría de las mujeres a partir de
su capacidad técnica y profesional con el objetivo de implementar las propuestas del
movimiento desde la institucionalidad pública, entendiendo el acceso a puestos de
decisión como parte de la lucha por la ampliación de la ciudadanía. Estos conflictos se
produjeron en la carrera previa a la realización de la IV Conferencia de Naciones
Unidas para la Mujer que se realizaría en Beijing en 1995. De hecho, la agenda de
Naciones Unidas pauta el proceso de institucionalidad de género que despunta en la
región en los años 90´. En varios países las militantes feministas se integraron a los
nuevos gobiernos democráticos, y desde esos lugares se propusieron desarrollar
instituciones y programas gubernamentales para mejorar la condición de las mujeres.
Los asuntos de las mujeres adquirieron mayor visibilidad y aunque no todos los
gobiernos se comprometieron con las metas propuestas desde esa institucionalidad, se
observa una mayor preocupación por no apartarse de los acuerdos no discriminatorios
suscriptos en instancias internacionales, principalmente los de la Convención
(CEDAW).

“El proceso Beijing” –la preparación, realización y seguimiento de la IV Conferencia de


UN sobre la mujer (1995)– amplió la articulación de los debates de numerosas
organizaciones de mujeres y jugó un rol crucial en las estrategias del movimiento de
mujeres en los diferentes países de la región. Se articularon coordinaciones
subregionales y una coordinación regional de ONGs que debatió sobre una agenda
propia de las mujeres. Naciones Unidas designó una coordinadora para América Latina
responsable de promover la participación de la sociedad civil en el proceso de
preparación de la Conferencia, para la que fue electa Virginia Vargas del centro Flora
Tristán de Perú. La coordinación dio a la Región de América Latina y Caribe una
particular tónica y organización. Se promovió la creación de subregiones para facilitar
la participación y a lo largo del proceso esta Coordinación Regional colectiva

21
funcionaría hasta la Conferencia de Beijing en forma regular y articulada, definiendo
estrategias comunes, publicaciones y distribución de responsabilidades.

La Conferencia Regional oficial se realizó en Mar del Plata, en setiembre de 1994, y en


paralelo, el Foro de ONGs que reflejó un movimiento de mujeres regional muy amplio,
diverso y plural pero con escasos niveles de diálogo común y con inexperiencia en este
tipo de escenarios. La situación no era mejor a nivel de los Estados allí reunidos, la
mayoría de las delegaciones había armado escasamente la discusión de los documentos
preparados por la CEPAL. Ello determinó que no se llegara a aprobar el documento
regional, que pasó para una segunda instancia dos meses después en la sede de CEPAL
en Chile.

En agosto y septiembre de 1995 tuvo lugar la IV Conferencia de UN de la mujer en


Beijing, China. Los gobiernos aprobaron una Plataforma de Acción que apuntaba a
eliminar los obstáculos a la participación activa de la mujer en todas las esferas de la
vida social y a promover la igualdad de mujeres y hombres en la toma de decisiones. La
Plataforma estableció objetivos y medidas para doce esferas de preocupación
prioritaria17, recogía en gran parte, las propuestas que el propio movimiento feminista
formulaba desde mucho tiempo atrás en el mundo y en la región. Conseguir este
resultado fue producto de la compleja trama de relaciones que se fue tejiendo entre el
movimiento de mujeres y los gobiernos, a nivel nacional, regional y mundial. Los
avances en este plano fueron posibles, al decir de Virginia Vargas, por la creación de un
“triángulo de empoderamiento” que articuló una alianza entre feministas de la sociedad
civil, feministas políticas y feministas en la burocracia estatal (V. Vargas, 1996, citada
por Valdez, T. 2003, 252). Después de la Conferencia en Beijing, los Grupos Iniciativas
realizaron una evaluación de los principales logros y desafíos para el futuro y
participaron de las evaluaciones que se realizaron tanto a nivel subregional como
regional El Grupo Inciativa de Chile promovió la elaboración de una síntesis de la
Plataforma de Acción Mundial (PAM) para contar con un instrumento de trabajo ágil
para las mujeres de todos los países del Cono Sur.18

La segunda mitad de los noventa planteó una cuestión central, ¿qué lugar deben ocupar
los esfuerzos por institucionalizar las políticas de equidad en contextos de agudización
de las exclusiones y desigualdades sociales? Los logros aún siendo importantes,
parecían magros frente a los desafíos de incorporar al debate democrático la agenda de
género como eje de la construcción democrática. Cada uno de los países y la región
como un todo enfrenta cambios sustantivos. Las políticas macroeconómicas, los
acuerdos comerciales, las dimensiones sociales de la integración están en debate bajo el
análisis de la posición de las mujeres y sus resultados sobre ellas. El impacto de las
políticas de ajuste pasa a ser tema eje de los debates. Parece demasiado esperar de los
estados una retórica de equidad de género cuando los procesos de exclusión social se
agudizan y replantean las relaciones de genero en un nuevo contexto de desigualdades
mucho más profundo (Celiberti, 2003, 282).
17
Las doce áreas prioritarias son: La mujer y la pobreza. Educación y capacitación de la mujer. La mujer
y la salud. La violencia contra la mujer. La mujer y los conflictos armados. La mujer y la economía. La
mujer en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones. Mecanismos institucionales para el adelanto
de la mujer. Los derechos humanos de la mujer. La mujer y los medios de difusión. La mujer y el medio
ambiente, y La niña.
18
Este documento editado por Natacha Molina, Marcela Ortiz y Lucy Garrido en enero de 1996
Plataforma Beijing 95. Un Instrumento De Acción Para Las Mujeres, resume y traduce los principales
ejes de la PAM a la realidad Latinoamericana.

22
Varios “Grupo Iniciativa” reorientan sus actividades al monitoreo de las políticas
públicas. En Uruguay se resuelve formar una Comisión de Seguimiento y se convoca a
una reunión de definición de objetivos y definición de prioridades. La coordinación de
esa red organiza en ese momento a 36 organizaciones de todo el país–.

En Chile, el Grupo Iniciativa Mujeres, articulación de doce ONGs y centros privados


comprometidos con el cambio en la situación y condición de las mujeres, armaron el
Índice de Compromiso Cumplido (ICC). Es un instrumento técnico–político que mide el
grado de cumplimiento de los compromisos nacionales e internacionales que ha
contraído el gobierno para alcanzar la equidad de género. Los indicadores que
componen el ICC pueden clasificarse en tres grupos; indicadores de voluntad política,
indicadores de proceso e indicadores de resultados. El Centro de Investigación para la
Acción Femenina (CIPAF) es responsable de la ejecución del proyecto, con los
auspicios del Fondo de Población de Naciones Unidas y la Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales FLACSO–Chile. Está coordinando la realización de talleres de
consulta y presentación de resultados con la Secretaría de Estado de la Mujer (SEM).

Los encuentros feministas latinoamericanos de los años ochenta y noventa lograron


crear una identidad política feminista que coloca en el escenario regional la
interpelación radical a los sistemas de conocimientos y organización de la sociedad, a
partir de los noventa el debate sobre la construcción de ciudadanía y la profundización
de la democracia de los países de la región coloca como eje la relación del movimiento
con los Estados y las estrategias para incidir en los procesos democráticos. (Celiberti, L.
2003, 280)

La articulación o integración de las agendas del movimiento a las agendas políticas de


los gobiernos ha tenido un impacto significativo. Al terminar el siglo XX, todos los
países de la región cuentan con un mecanismo de gobierno destinado a formular y
coordinar políticas públicas para las mujeres. “Ha habido avances en la formulación de
Planes de Igualdad de Oportunidades para las mujeres, consistente en una política
integral de gobierno, en la que debe intervenir el conjunto de las instituciones del
Estado. Paralelamente en la mayoría de los países, las parlamentarias han logrado la
creación de comisiones legislativas destinadas a proponer y debatir leyes que afectan a
las mujeres en sus diferentes ámbitos de acción.” (Valdes, op. Cit. 252)

En los tres países del Cono Sur se crean durante los primeros años de los 90‟
mecanismos estatales para impulsar y monitorear políticas de género.

En Argentina se creó en 1992 el Consejo Nacional de la Mujer, que es el espacio


gubernamental responsable del cumplimiento, en todo el país, de la Convención sobre
la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, que tiene rango
constitucional. Es responsable de nivel nacional de las políticas públicas de igualdad de
oportunidades y trato entre varones y mujeres. Como organismo dedicado a las políticas
públicas para el adelanto de las mujeres del más alto nivel jerárquico de la estructura
institucional, debe tenerse en cuenta los antecedentes institucionales constituidos por
el Consejo Coordinador de Políticas Públicas, creado en 1991, y de la Subsecretaría de
la Mujer, en 1987.19

19
Página web del Consejo Nacional de la Mujer: http://www.cnm.gov.ar

23
En Chile en el año anterior, 1991, el Gobierno creó el Servicio Nacional de la Mujer,
SERNAM, que es el organismo para promover la igualdad de oportunidades entre
varones y mujeres. Su creación se debe al cumplimiento por parte de los Gobiernos
Democráticos, de los compromisos internacionales contraídos por Chile al ratificar la
Convención de Naciones Unidas sobre Eliminación de Todas las formas de
Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y suscribir otros acuerdos que recomiendan
a los países que organismos de alto nivel se encarguen de impulsar el progreso de las
mujeres y la demanda organizada de contar en democracia con un organismo del Estado
que se preocupara de promover políticas públicas de igualdad entre mujeres y hombres.
El Servicio Nacional de la Mujer, SERNAM, tiene como misión institucional el diseñar,
proponer y coordinar políticas, planes, medidas y reformas legales conducentes a la
igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres; y a disminuir prácticas
discriminatorias en el proceso de desarrollo político, social, económico y cultural del
país.20

El actual mecanismo para la mujer en Uruguay es el Instituto Nacional de las Mujeres,


y fue creado en 2005, pero tiene antecedentes de la institucionalidad de género en el
Estado; el Instituto Nacional de la Mujer (1987–1992), y el Instituto Nacional de la
Familia y la Mujer (1992–2005). Ejerce como ente rector de las políticas de género, las
funciones de promoción, diseño, coordinación, articulación, ejecución, así como el
seguimiento y evaluación de las políticas públicas, y vela por el cumplimiento de los
compromisos internacionales que el país ha suscrito en materia de género. También
trabaja por garantizar el acceso y la plena participación de la mujer en las estructuras de
poder y en la adopción de decisiones.21

Desde la creación de sus respectivos mecanismos institucionales, se han impulsado


varias leyes promoviendo la igualdad entre mujeres y varones, tanto en el ámbito laboral
y político como en el ámbito familiar. Los tres países han firmado la Convención sobre
la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer y están
incorporadas en las respectivas constituciones de los países. Otras leyes incluyen las
leyes contra la violencia familiar, por la igualdad de oportunidades entre varones y
mujeres en el mundo laboral, y modificaciones y mejoramientos de leyes contra el acoso
sexual, violaciones y explotación sexual.22 Sin embargo, a pesar de que tienen
trayectorias legislativas similares, Argentina, como primer país del mundo, es el único
entre los tres países que ha aprobado una ley de cupo. La legislación se aprobó en 1991
y, como será explicado en mayor detalle en apartado, estipula un mínimo de 30% de
mujeres entre los candidatos para elecciones nacionales, provinciales y municipales.

Por efecto de todas estas acciones en diferentes escenarios se han producido cambios en
la existencia del movimiento de mujeres. “Por un lado se ha expandido, se expresa en
múltiples espacios, y por otro, se ha institucionalizado, en las Ongs y en las
universidades. Como consecuencia hay una mayor visibilidad de la intensidad de los
desequilibrios y las diferencias entre mujeres según los espacios que ocupan y su

20
Página web del SERNAM: http://www.sernam.gov.cl
21
Página web del Instituto Nacional de las Mujeres: http://www.mides.gub .uy/inamu/index.html
22
Para listas completas de las leyes relacionadas con los derechos de las mujeres, ver las respectivas
páginas web: Consejo Nacional de la Mujer, http://www.cnm.gov.ar; SERNAM,
http://www.sernam.gov.cl; Nacional de las Mujeres, http://www.mides.gub .uy/inamu/index.html

24
inserción en las relaciones de poder. Es decir hay tanto institucionalización como
fragmentación tanto por la especialización como por la multiplicación de lo espacios y
ámbitos de acción”. (Valdés, T. 2003, 251–252.).

Los años dedicados a monitorear a los estados, a realizar advocacy en relación a


diferentes temáticas, a ocupar espacios públicos y a especializar agendas y propuestas,
crearon un bagaje importante de experiencias y debates que colocan al movimiento de
mujeres como un movimiento en permanente cambio, con una especial ductilidad para
asumir nuevos desafíos, contando con un conjunto de herramientas articuladas para la
presión política, la negociación y el cabildeo. (Celiberti, 2003, 283)

Evaluación de la participación de las mujeres en los partidos políticos y en el


sistema representativo

La tasa de participación de las mujeres en la política formal, ha ido aumentando de


manera constante desde que se aprobó el sufragio femenino. Sin embargo, la paridad en
la representación política sigue siendo aún una meta a conquistar.

La organización bicameral del Parlamento en los tres países, Cámara de Diputados–


Representantes, y Cámara de Senadores permite observar que, la presencia de mujeres
es más fuerte en la Cámara baja que en el Senado, salvo el resultado de las últimas
elecciones argentinas. Un breve repaso histórico nos muestra la creciente representación
femenina en el Legislativo; que para el caso uruguayo, registra un 1% en 1972 que
aumenta al 11% en el 2004, en Cámara de Representantes. Los datos correspondientes
para Argentina son del 4% en 1983 al 35% en 2005, y para Chile del 6% en 1970 al
15% en 2005. (Para información más detallada, ver el Cuadro I en el anexo).

Aunque Argentina se puede enorgullecer de haber sido el primer país del mundo con
una mujer presidenta –Isabel Perón entre 1974 y 1976– no registra los mismos niveles
de performance de otras posiciones de poder para las mujeres. Desde que se aprobó el
sufragio en 1947, solo se designó una mujer a cargo de un ministerio en 1989. En la
actualidad hay dos mujeres del total de diez ministros.23

Uruguay, aun siendo el primer país que conquistó el voto femenino, casi dos décadas
antes que los otros dos países del Cono Sur, demoró 36 años hasta tener su primera
mujer ministra, Alba Roballo (anteriormente Presidenta del Senado), quien fue ministra
de educación durante un mes en 1968. Recién a principios de la década de los 80‟, con
el retorno a la democracia, volvió a tener mujeres ministras (aunque sólo una, por cada
gobierno democrático). Actualmente hay cuatro mujeres del total de 13 en el gabinete
ministerial.24

Chile, en cambio, tuvo su primera mujer ministra designada en las primeras elecciones
que pudieron votar las mujeres, en 1952. El Gobierno actual, dirigido por la primera

23
“Mujeres Latinoamericanas en Cifras”, FLACSO, http://www.eurosur.org/FLACSO/mujeres/; y
Presidencia de Argentina, http://www.presidencia.gov.ar/
24
“Mujeres Latinoamericanas en Cifras”, FLACSO, http://www.eurosur.org/FLACSO/mujeres/; y
Presidencia de Uruguay, http://www.presidencia.gub.uy/

25
Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, tiene 22 ministros, de los cuales 9 son
mujeres.25

En Argentina, a raíz de la movilización de un amplio espectro de grupos de mujeres, de


organizaciones sociales y de partidos surgió la demanda de un cupo mínimo para
garantizar la representación femenina en el legislativo. Se presentaron dos proyectos en
el Senado que finalmente aprobó la reforma de la ley electoral por el que las mujeres
deberán ocupar el 30 % de las candidaturas en cargos de representación, en lugares
expectables, es decir, con clara posibilidad de resultar elegidas. Y aunque inicialmente
se pensó que la Cámara de Diputados no la aprobaría, finalmente se impuso en 1991.

La Ley de Cupos de 1991 estableció una cuota de un tercio para mujeres en lugares
elegibles en todas las listas electorales, sin definir cuáles eran esos lugares. Como
resultado, además de que muchos sectores directamente no cumplieron, otros ubicaron a
sus candidatas en lugares “ornamentales” de la lista donde no tenían ninguna
posibilidad real de salir electas. Sólo fue con el Decreto Presidencial 1246 del 2000 que
estos problemas se superaron, al definirse precisamente lo que se debía entender por
“lugares elegibles”: “el porcentaje mínimo se aplicará a la totalidad de los candidatos de
la lista ... pero sólo se considerará cumplido cuando se aplique también al número de
cargos que ... renueve en dicha elección” (ver Lubertino 2004).

“La adopción de la cuota en América Latina se explica por el uso estratégico de lo


acuerdos firmados por sus gobiernos como una herramienta de presión de parte de los
movimientos feministas y las mujeres políticas que contribuyó al proceso de aprobación
de las leyes de cupos. El desarrollo de un activismo feminista transnacional en la región
en torno a temas específicos de la agenda de género, fomentaron un intercambio de
experiencias y una lógica de luchas compartidas que fortalecieron las campañas
nacionales. En este contexto, el ejemplo fundacional de la Ley de Cupos en Argentina, y
el impacto claramente positivo que tuvo en ese caso,26 sirvieron para fundamentar los
argumentos a favor de la cuota en los otros países de la región”. (Johnson, N, 2006,
FLACSO)

Una característica de la campaña femenina a favor de la cuota en algunos países de


América Latina tiene que ver con la creación de alianzas interpartidarias o entre las
mujeres políticas y las integrantes de organizaciones sociales de mujeres.
En Argentina, un factor crucial en el éxito de la campaña a favor de la cuota fue “el
trabajo en forma articulada y transversal de las mujeres de todos los partidos políticos,
lo que se plasmó en 1990 en la constitución de la Red de Feministas Políticas”
(Lubertino, 2004: 38).

Es un hecho que la cuota se aprobó en otros 10 países de la región en el bienio posterior


a la Conferencia de Beijing. Argentina se convirtió en el primer país del mundo que
sancionó una ley de cupos, y a partir de la segunda mitad de la década de los 90 otros 11
países de la región también aprobaron legislaciones que establecieron cuotas por sexo

25
“Mujeres Latinoamericanas en Cifras”, FLACSO, http://www.eurosur.org/FLACSO/mujeres/; y
Gobierno de Chile, http://www.gobiernodechile.cl
26
Al 30 de junio de 2005 Argentina ocupaba el lugar 12 en el ránking mundial de mujeres en los
parlamentos de la Unión Interparlamentaria, y en algún momento anterior había llegado a ocupar el lugar
8.

26
para cargos políticos, Uruguay y Chile no han aprobado leyes de cupos. (Para las leyes
de cupos en América Latina y el Caribe, ver el Cuadro II en el anexo)

Además de estos doce países con leyes de cupos, algunos partidos políticos en varios
otros países de la región (por ejemplo, Nicaragua, El Salvador, Uruguay y Chile)
utilizan el sistema de cuotas en sus procedimientos de selección de cargos internos y en
algunos casos para la confección de sus planchas de candidatos en elecciones nacionales
o locales (Peschard 2004: 24; Moreira y Johnson 2003).

Sin duda, la existencia de un marco legal internacional que identificaba la


subrepresentación de las mujeres en cargos de decisión política como un problema para
la democracia –que legitimaba explícitamente los mecanismos de acción afirmativa–, 27
28
ha sido el factor decisivo en la adopción de estas medidas.

No obstante la importancia de la presión ejercida por las activistas políticas y sus


aliadas, otros factores resultaron ser decisivos para la aprobación de la cuota. En el caso
argentino el apoyo definitivo provino de una fuente inesperada: el propio presidente,
Carlos Menem, cuya declaración a favor de la iniciativa sirvió para superar los aún altos
niveles de resistencia masculina en el Congreso. (Jones, 2000: 37)

¿Cómo interpretar la intervención de figuras presidenciales y el apoyo de la dirigencia


partidaria masculina a las leyes de cuotas en estos países?, en algunos casos
posiblemente refleje una preocupación y voluntad real por revertir la situación
marginada de las mujeres en política, o un compromiso respecto al cumplimiento de los
acuerdos internacionales, también es probable que existan razones más instrumentales.
Por ejemplo, la captación del voto femenino, la neutralización de las ventajas electorales
de las cuales gozan los partidos precursores en la adopción de cuotas, o el deseo de
evitar la culpa (blame avoidance). (Johnson, N. ibid)

La generalizada falta de voluntad de los partidos políticos de priorizar el tema se refleja


no sólo en la no adopción de cuotas en la interna de la mayoría de los partidos
latinoamericanos, sino en el hecho que aun en aquellos casos que se implementaron
cuotas a nivel partidario, no se ha dado un seguimiento ni se ha evaluado la efectividad
del mecanismo, a pesar de que en muchos casos ha tenido un impacto cuantitativo
menor.

Estos potenciales escollos presentes aun en sistemas electorales aparentemente más


favorables a la aplicación efectiva de la cuota, señalan la necesidad de analizar bien las
características de cada sistema electoral, incluyendo el sistema de partidos, para evaluar
el potencial impacto de la cuota.

27
Ver la Convención sobre la Eliminación de Todas Formas de Discriminación contra la Mujer (1979),
artículos 2, 7 y 4 (expresa que las “medidas especiales de carácter temporal encaminadas a acelerar la
igualdad de facto entre el hombre y la mujer no se considerará discriminación”).
28
La Plataforma de Acción Mundial (PAM), emanada de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de
Naciones Unidas, celebrada en Beijing en 1995. La PAM incluye un capítulo específico (G) sobre “La
mujer en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones”, recomienda la adopción de políticas de
acción afirmativa para superar la actual exclusión de las mujeres de los ámbitos de poder, y fija como
meta lograr la representación paritaria de hombres y mujeres (párrafos 186 y 190).

27
El ejemplo de la Ley de cuota aprobada en Argentina no fue suficiente para promover
esta medida ni en Uruguay ni Chile, sin embargo es en este país donde ha llegado a la
presidencia una mujer en 2005; proveniente de la coalición (Concertación de Partidos
por la Democracia) que gobierna al país desde la transición a la democracia. La
presidenta Bachelet, apenas asumió el cargo nombró un gabinete con igual número de
mujeres y varones (½ y ½). En Uruguay, más allá del logro de una cierta “feminización”
del gabinete ministerial en el gobierno de izquierda del FA (cuatro mujeres ocupan por
primera vez los Ministerios de Defensa, Interior, Desarrollo Social y Salud Pública). El
rasgo saliente quizá se manifieste a nivel legislativo. Allí se ha logrado aprobar leyes
referidas a la violencia doméstica y se consiguió la media sanción (en 2002, frustrada en
2004) para el Proyecto de Salud Sexual y reproductiva, que incluye la despenalización
del aborto.

“Los últimos años en Uruguay han sido muy importantes en “visibilizar” el problema de
las mujeres en la vida política. A pesar de las difíciles circunstancias por las que
atravesó nuestro país durante 2002 y 2003, que hicieron que la atención y el ánimo
público se volcaran casi completamente a problemas de naturaleza económica, las
mujeres consiguieron abrir un claro en el bosque, y plantar al menos dos demandas29
que llevaban largo tiempo hibernando en los despachos del Parlamento: la
implementación de una ley de cuotas en listas partidarias, y la ley de despenalización
del aborto voluntario Esta última llamada de “Defensa de la salud sexual y
Reproductiva”, fue una iniciativa parlamentaria surgida de varios diputados(as)
pertenecientes a distintos lemas, y contó con la aprobación en la Cámara de
Representantes en noviembre de 2002, siendo finalmente rechazada en el Senado30. Su
aprobación en la Cámara de Diputados, por un escaso margen, donde la conquista “voto
a voto” fue esencial, instalo una dinámica de “lobby” poco frecuente en un país donde
se vota por bloque partidario, y reveló que el tema atravesaba todo el espectro
partidario, sin ser patrimonio de ningún partido o ideología, más que de una: la de
género”. (Moreira, 2004,148)

Reconfiguración del campo feminista latinoamericano a comienzos del siglo XXI.

Hacia finales del siglo se observa un fortalecimiento de los sectores conservadores,


ligados a la Iglesia Católica– que ejercen fuertes presiones sobre los gobiernos,
logrando enlentecer los avances de la agenda de las mujeres, en particular en relación a
los derechos sexuales y reproductivos. También las crisis políticas y económicas que
enfrentaron algunos países de la región han debilitado los avances en materia de
políticas públicas y precarizaron la institucionalidad creada para ello.

Sonia Álvarez (1998) plantea que tal vez sería más preciso caracterizar al feminismo
latinoamericano, como un campo discursivo de actuación–acción y no como un
movimiento social en el sentido clásico de la expresión, “derivado de las luchas sociales
que se desarrollaron desde finales del siglo XIX y que se reformula posteriormente con
el paradigma de “nuevos movimientos sociales” en los años 80 pero que en ambos casos

29
En junio de 2002, en plena crisis bancaria y financiera, se aprobó la Ley No. 15.514 contra la violencia
hacia la mujer.
30
En mayo de 2004 –año electoral– el Senado no aprobó el Proyecto de Ley que ya tenía media sanción,
faltaron apenas cinco votos, a pesar de la intensa movilización realizada por la Coordinadora.

28
connota manifestaciones masivas en las calles, movilizaciones visibles, palpables y
constantes”. (Alvarez, 1998, 265)

La autora sostiene que el feminismo se ha reconfigurado en los 90, en esta era


“democratizante” y de globalización, y se constituye en “un amplio, heterogéneo, poli
céntrico, multifacético y polifónico campo” o dominio político como lo ha llamado
Virginia Guzmán que se sostiene más allá de las organizaciones o grupos propios del
movimiento strictu senso” (citada por Vargas, V. en Carta al VI. Encuentro Feminista,
1996). Para las feministas los espacios se han multiplicado, ya no están solo en los
colectivos y en las calles sino en los sindicatos, en los movimientos estudiantiles, en los
laberintos de la academia, los partidos, los parlamentos, los pasillos de las Naciones
Unidas. En las redes formales e informales, en los medios de comunicación y en el
ciberespacio. Están comprometidas no sólo en luchas “clásicamente políticas” sino que
están involucradas en disputas por el sentido o por significados, en luchas discursivas,
en batallas esencialmente culturales para dar significado a conceptos como ciudadanía,
desarrollo, salud reproductiva y la propia democracia.

Reflexiones finales

En 1938 las mujeres votaron por primera vez en Uruguay. Un periodista de la revista de
difusión masiva, Mundo Uruguayo, entrevistó ese día a un amplio abanico de electoras:
profesionales, amas de casa, maestras, empleadas y obreras. Después de recoger la
satisfacción de las entrevistadas por haber votado –algunas incluso se mostraron
agradecidas con las mujeres que las habían precedido y conseguido ese precioso
derecho ciudadano–. El artículo sintetizó en una frase –“Las mujeres votan, ¿qué más
pueden pedir?”–, el enfoque que las propias feministas dieron a sus últimas campañas
traducido en: el “voto como piedra angular” de todos los derechos. La respuesta no se
hizo esperar, pronto se empezó a denunciar que con “el voto no alcanzaba”.

Paulina Luisi la líder sufragista uruguaya vivió ese episodio como una “amarga
cosecha” cuando observó que las mujeres podían ser llevadas como “corderos de un
rebaño» por los políticos conservadores en elecciones impugnadas por los sectores
democráticos y abstencionistas 31 En las elecciones de 1942, en las que fueron elegidas
las primeras cuatro legisladoras de la historia del país, renunció a ser candidata del
partido socialista. Doble renuncia, ya que en esa legislatura (1943–1947) se aprobó la
Ley de Derechos Civiles de la mujer por la que había bregado toda su vida. Una mujer
proyectada en la esfera pública que renunció a toda delegación política partidaria,
resulta, por lo menos, paradojal. Quizá la misma paradoja que había iniciado este ciclo a
escala universal; los dogmas ideológicos de la Ilustración excluían y a la vez daban
argumentos para cuestionar la exclusión. Esa impronta quedó grabada a fuego en las
vidas y carreras profesionales de las mujeres que cruzaron y tensaron ese nudo. Como
fueron tal vez las marcas en las vidas de las generaciones de mujeres que les sucedieron.

En los 60´, la conjunción de posibilidad y urgencias dio por resultado aquello de


“compañera” para construir el futuro “en la calle y codo a codo”. “La muchacha de
mirada clara” se convirtió en símbolo de esa “nueva mujer”, en la voz de Daniel
Viglieti. A la que a su vez se le exigían “niños para amanecer”.

31
Mundo Uruguayo, marzo de 1938.

29
Para las mujeres jóvenes particularmente las de clase media, “la política estaba en la
calle” y sobre todo en las movilizaciones estudiantiles reflejo del incremento de la
matrícula femenina en la enseñanza media y superior, iniciando la “feminización” de la
matrícula universitaria Sin ese dato muchos de los cambios del período no se harían
visibles. Las universitarias fueron protagonistas de una revolución cultural tangible. Al
decir del escritor argentino, Rodolfo Walsh32, "las mujeres están haciendo la revolución
dentro de la revolución, exigiendo un papel protagónico en la primera línea". Ingresaron
a los movimientos de izquierda, algunas en la guerrilla urbana, otras militaron en el
Partido Comunista o en partidos políticos que pronto fueron ilegalizados en el marco de
la represión que se desató en la región en el período.

A diferencia de la presencia de mujeres en el movimiento obrero y en el estudiantil,


fueron muy pocas las que se destacaron en los partidos políticos. La dureza y
masculinización de las estructuras partidarias se expresó en el exiguo número de
parlamentarias, (alrededor del 3%) en todo el período

La escritora chilena Diamela Eltit33 definió el contexto de inserción de las mujeres en el


proceso que se percibía revolucionario, como el escenario, “donde el cuerpo de las
mujeres quebraba su prolongado estatuto cultural de inferioridad física, para hacerse
idéntico al de los hombres, en nombre de la construcción de un porvenir colectivo
igualitario”.34 Este concepto resumido en “todo por el proyecto político” resultó en que
los cuerpos femeninos fueron moldeados por el discurso político dominante

Las dictaduras del Cono Sur, troncharon proyectos y asfixiaron cualquier manifestación
política partidaria, o sindical. En este contexto de crisis y autoritarismo es que resurgen
los movimientos de mujeres. Las resistencias se encauzaron hacia otras formas de hacer
política desde “lo privado de lo privado”.

Los agentes de esa resistencia fueron principalmente mujeres que jugaron un papel
protagónico. Lo hicieron "desde abajo", desde los espacios de la vida cotidiana, de la
familia, la comunidad, centros deportivos, y parroquias. Sus actividades pueden ser
entendidas como una forma de resistencia desde lo privado lo que puso en evidencia la
centralidad de sus roles políticos.

En este marco de fortalecimiento de la sociedad civil prosperaron coordenadas de


autonomía, pluralismo y profundo respeto por las diversidades, y en el cual el
espontaneísmo y la creatividad fueron la tónica, surgieron los llamados nuevos
movimientos sociales, entre ellos los grupos de mujeres que realizaron una experiencia
participativa de hondas raíces democráticas en donde por primera vez empezaron a
visibilizarse y a cuestionarse temas hasta entonces ausentes de los proyectos políticos.
Se visibilizaron relaciones de poder y subordinaciones, que el marco formal
democrático había mantenido ocultas. “La novedad en estos movimientos es que
convocaba a gente común, no había experiencia ni formación anterior legitimada, la
dictadura era cuestión de todos y todas. Por el contrario, la experiencia política anterior,
32
Rodolfo Walsh. 1927–76. Periodista y novelista argentino, militante montonero. Es uno de los
desaparecidos en la Argentina de la dictadura (1976–1983)
33
Eltit, D. “Cuerpos Nómades”. En Hispamerica, Revista de literatura, Año XXV, N° 75, USA, 1996,
página 5.
34
Eltit, D. Op. Cit. P. 6

30
demostraba ser ineficiente e inoperante en muchos casos. Fue un período caracterizado
por los descubrimientos, las búsquedas y el aprendizaje.”35

La recuperación democrática pondrá en evidencia no sólo las dificultades de las


organizaciones políticas para integrar a las mujeres, sino la dificultad de interlocución
entre movimientos sociales y aparatos institucionales. Una discusión profunda se realizó
en los 90´ sobre los alcances y límites de esta articulación. Al calor de la agenda que
impulsaba Naciones Unidas, (CEDAW, inicialmente) se fueron insertando en la
institucionalidad estatal los Mecanismos para la Mujer que instrumentarán medidas para
el logro de la equidad en política. Es innegable la impronta que tuvo la IV Conferencia
de la Mujer de UN en Beijing, 95´ y la traducción de la Plataforma de Acción Mundial
que se hizo en la región para intensificar estos cambios, en casi todos los países se
observan esfuerzos por promover Planes de Igualdad de oportunidades.. Esto implicó
nuevos niveles de exigencia sobre los gobiernos que fueron monitoreados y a los que se
les pide “rendición de cuentas” sobre los logros para la equidad.

No se puede cerrar este artículo sin hacer un último reconocimiento, explícito, al aporte
del feminismo –los feminismos– en todo este proceso; citando a la filósofa española
Amelia Valcárcel, en su afirmación de que “el feminismo es la única revolución que ha
triunfado” (aserto que comparte con el historiador inglés Eric Hobsbwan). Y esto es así
si se consideran en una línea de tiempo las primeras reivindicaciones por los derechos
civiles y políticos que hicieron las mujeres a comienzos del siglo XX, hasta llegar en los
sesenta al slogan de, “lo personal es político”.

“Lo que hoy entendemos por calidad de vida no es otra cosa que el resultado de
conquistas penosamente conseguidas: el divorcio (no el repudio), la decisión libre de la
maternidad… el espacio propio, es decir el derecho a la individualidad fuera de la
existencia clánica… el feminismo es uno de los núcleos principales de la masa crítica
que funciona dentro de los sistemas políticos democráticos. Debemos saber y poder
reconocer esta herencia para no sentirnos como habitualmente nos sentimos y sobre
todo se nos hace sentir, las recién llegadas” (Valcarcel, 1992, 9)

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http://www.ipu.org/wmn–e/classif.htm
“Mujeres Latinoamericanas en Cifras”, FLACSO, http://www.eurosur.org/FLACSO/mujeres/

34
ANEXO

Cuadro I – Representación política de mujeres36

Argentina 1983 1990 2000 2005


Cámara de Diputados 4% 5% 27% 35%
Senado 7% 9% 3% 43%
Chile 1970 1990 2000 2005
Cámara de Diputados 6% 6% 11% 15%
Senado 2% 6% 4% 5%
Uruguay 1972 1990 2000 2004
Cámara de Representantes 1% 6% 12% 11%
Senado 0% 0% 10% 10%

Cuadro II – Leyes de cupos en América Latina y el Caribe

País Año de la legislación Cuota mínima por ley


Argentina 1991 30%
México 1996 30%
Paraguay 1996 20%
Bolivia 1997 30%
Brasil 1997 30%
Costa Rica 1997 40%
Panamá 1997 30%
República Dominicana 1997 25%
Venezuela* 1997 30%
Ecuador 1997 20%
2000 30%
Perú 1997 25%
2000 30%
Colombia** 2000 30%
* La cuota fue rescindida posteriormente.
** La disposición de cuotas se refiere a cargos designados del Poder Ejecutivo.
FUENTE: Adaptado de Peschard 2004:23, Tabla 1.
Tomado deJohnson, N, 2006,

36
“Women and power in the Americas. A report card”, Inter–American Dialogue, April 2001; y “Women
in National Parliaments”, Inter–Parliamentary Union, http://www.ipu.org/wmn–e/classif.htm

35

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