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EL ZOO DE LOS MICROBIOS

Un dato para los pequeños que también sorprende a los mayores: un estudio publicado
este año estima en un billón (un millón de millones) el número de especies
microbianas en la Tierra. Teniendo en cuenta las que ya conocemos, esto significa que
el 99,999% de ellas son aún desconocidas, y que la inmensa mayoría lo serán siempre.
Los microbios son un campo de plena actualidad; la Casa Blanca acaba de lanzar una
iniciativa de catalogación de microbiomas que reunirá 500 millones de dólares de
distintas fuentes.

Ya expliqué aquí que, frente a esa idea clásica de que los humanos somos como una
suerte de presidentes del consejo de administracion de los seres terrícolas, en
realidad somos el último mono (nunca mejor dicho). Las últimas versiones de la
taxonomía de la vida terrestre nos sitúan a todos los animales (junto con los hongos) en
la minúscula ramita de los opistocontos, que les costará encontrar en esta versión
actualizada del árbol de la vida (pista: esquina inferior derecha). La inmensa mayoría
del ramaje de este árbol corresponde a bacterias y arqueas (antes llamadas
arqueobacterias). Y la cosa no para ahí: es probable que andando el tiempo nos
convirtamos en una pequeña verruga del grupo de las arqueas, ya que descendemos de
ellas.

El árbol de la vida. Imagen de Hug et al, 2016.

Esta introducción tiene como objetivo situar a las especies, nosotros y los microbios, en
el contexto de lo que realmente representamos en este planeta. ¿Y dónde están todos
esos microbios? En todas partes: alrededor de nosotros, encima de nosotros y
dentro de nosotros. Pero no hay que asustarse: la mayoría de los que conviven con
nosotros son inofensivos o beneficiosos, y de hecho a un microbioma sano le debemos
nuestra propia salud. En este experimento vamos a descubrir la diversidad microbiana
que nos rodea y que habita también en nosotros.

Materiales:

Placas de LB agar. El LB es un medio clásico para cultivar bacterias en el laboratorio.


Obviamente solo permite el crecimiento de unas cuantas especies, pero es suficiente
para admirar la biodiversidad de los microbios. Se compone de triptona, extracto de
levadura y sal. El agar, una especie de gelatina vegetal extraída de las algas, se añade
como agente gelificante para dar un soporte sólido. Las placas petri estériles de LB agar
pueden comprarse por internet, por ejemplo aquí en eBay. Tardan una semana larga en
llegar y salen a un par de euros la placa (en lotes de 10). Una vez que las reciban,
consérvenlas en la nevera y protegidas de la luz (vienen envueltas en papel de aluminio)
hasta que las vayan a utilizar.

Bastoncillos de algodón estériles. En este experimento necesitamos esterilidad para


asegurarnos de que las bacterias y hongos que van a crecer en las placas proceden de las
muestras que hemos tomado, y no de contaminaciones. Las placas de eBay que he
mencionado arriba vienen con bastoncillos estériles, uno por cada placa.
Suero fisiológico estéril. Se vende en las farmacias en viales de plástico monodosis.

Horno casero. Las placas se incubarán a 37 ºC, la temperatura fisiológica. Mi horno es


antiguo, no tiene un display digital y las marcas de los mandos de control se borraron
hace décadas. Aun así, logramos calibrarlo fácilmente a 37 ºC con bastante exactitud y
un poco de paciencia. Metan dentro un vaso de agua con un termómetro y vayan
subiendo o bajando la rueda hasta que obtengan una temperatura entre los 35 y los 38
ºC; mejor quedarse un poco corto.

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