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Encontramos lo sur-austral con sólo sentarnos a mirar un atardecer y sus

particulares matices, rojos, blancos, morados y rosas han de teñir ese amable cielo
que los acoge todos los días, con la brisa marina, tan propia ella, que da vida al
verdor de nuestros flora y fauna, llena de salpicaduras verdes, amarillentas. Sur-
austral es el color, único, así como el susurro que llega a nuestros oídos a través
del viento; es la lluvia, traviesa, violenta, consoladora, que cae entre los techos,
causa escalofríos, nos ayuda a vivir. Es emprenderse en un viaje, a las lejanías, y
descubrir la belleza de las montañas, el pasado y todo lo que nos dejó para apreciar,
el asfalto, donde se asoman pequeñas señales de vida, naturaliza, armonía. Saber
que no existe algo completamente gris en nuestro alrededor, existe fuerza, existe
arcoíris, luz y sombra. Encontramos belleza en lugares como Coihuín, aquellos días
en que la marea te recibe a los pies de tu casa, y otros deben caminar kilómetros,
para apreciar su oleaje, en una aventura entre charcos, arena y piedra que juegan
contigo, invitándolo a continuar. En Llanquihue, al despertarte una mañana y
disfrutar del silencio y del lago, la belleza de la playa de los cisnes y ese camino
verde lleno de puentes y esculturas que te incitan a sentarte y mirar, pensar,
convivir. En Puerto Varas, con su arquitectura antigua, atosigada por los
modernismos del vivir actual, pero sin abandonar lo que en algún tiempo fue, y
sabiendo qué es lo que quiere ser. Encontramos sur-austral en una risa, en un
modismo, en las historias de campo, en hablar cantadito, en un abrazo, en la mirada
de la gente, en la nostalgia y en la esperanza. Encontramos sur-austral en nuestro
sentido de pertenencia, en dormir en el pasto bajo la sombra de un árbol que se
mece con la suave briza, en tomar un café caliente sentados en las orillas de la
costanera, en aventurarse en los bosques llenos de humedad y grandes árboles, en
subir a un mirador tan sólo para apreciar la belleza de una ciudad, o la sencilla
belleza del puerto de Anahuac. Encontramos sur-austral en el doble calcetín, en los
chalecos de lana y en los gorritos con pom-pom. En la lluvia, en las nubes, en los
truenos, en el frío, en la humedad, en el calor y en el sol.
Pero, cuando pensamos en el sur, siempre vemos la típica imagen televisada
de esta, donde solo se habla de un lugar donde hay una ciudad principal y su
“folclor”, y pues nunca se muestra la esencia propia de los lugares que se menciona,
el aire húmedo que se esparce entre los amaneceres tricolores entre las montañas
aledañas de nuestra ciudad, pero absolutamente nadie mira con ternura lo que
podría ser la entrada (o salida) del sur austral, todos ven la muralla inmensa del mall
costanera, el edificio nuevo, o el nuevo arreglo que se le impone como un disfraz a
la ciudad mencionada. así, La invasión a gran escala de estos centros comerciales
y lugares de entretenimiento han sido algo que forma parte del desarrollo de la
ciudad, pero enjaula a la gente y las hace consumir, no solo su dinero, sino, más
bien, su tiempo, aquel que está tan estructurado y encasillado, que poco lo
aprovechamos, de ser lo contrario, podríamos aprender a pasear con nuestros hijos,
amigos, compañeros, a contemplar y conocer nuestro lugar, ese lugar al que
pertenecemos y darnos cuenta de lo verdaderamente bello que tenemos y que, con
solo prestar algo de atención, cerrar los ojos en cualquier lugar y sentir el viento
rozando nuestra piel, el romper de las olas, como si nos fuesen a humedecer, o el
delicado y sutil cantar de los pajaritos, tomar consciencia para sentipensar lo que
estamos experimentando en aquel momento, con todos los sentidos en alerta.
Tomando en consideración que nuestro estilo de vida, de comunicación y de sentir,
se ve influida y entorpecida por la sociedad actual, en la que gozamos de múltiples
avances tecnológicos y que son mucho más accesibles de comunicarnos, ya sea
por medio de la mensajería instantánea, como las redes sociales; o bien, las
deslumbrantes edificaciones que nos rodean, pero pese a ello, aunque avancemos
en dichas cosas, nos estancamos. Es quizás algo burdo para algunos mencionar la
constante entrega de aquellas manos escondidas dentro de la ciudad, que hacen
tomar nostalgia de lo que quizás fue Puerto Montt, imaginarse la vista del horizonte
sin fin que se moldea con las ballenas encalladas una tras otra como islas aledañas
que comparte el mismo aire que los imponentes volcanes que son como muros
impíos difíciles de cruzar o saltar.
¿Acaso el hombre sur austral toma no conciencia de su condición? Tal vez
para una persona local esto se torna aburrido o abrumador. El viento que no nos
deja en paz, el frío que no deja ni pensar, la lluvia que te moja sin preguntar. El
sonido del mar que ni siquiera deja escuchar el ladrido de un perro. Esto es muy
común en el humano. El aburrirse de lo que tiene. Quizá más de algún habitante de
Puerto Montt sueña con viajar a Machu-Pichu, a Miami o a Tokio porque en las fotos
que ve en internet, en la televisión o en revistas se ve pintado como los paisajes
más hermosos. Pero aquella persona nunca ha viajado a ese lugar y solo esté
enamorado de esas imágenes. Y cuando valla a ese lugar quizá se enamore más o
se desilusione completamente al darse cuenta que ese que todo el viento, el frío, la
lluvia el sonido del mar que muchas veces nos aburren y nos fastidian es la
bienvenida que el sur austral nos da, es el abrazo más envolvente creado por la
naturaleza. Es aquí donde el sentipensar se hace presente en nuestro espíritu.
A modo de cerrar nuestra visión queremos hacer referencia a la artesanía,
como palabra viva de del sur austral de chile, palabra de los árboles, palabra de las
plantas, e incluso palabra de nuestros antepasados huilliches, porque es ahí en
donde se manifiesta lo que fuimos y lo que somos, en un objeto que muchas veces
se vuelve en un recuerdo para los turistas, y en un compromiso con el sur austral
(arte comprometido). Y es lo que somos, y es lo que seremos, por los siglos de los
siglos.
1. Atardecer y sus particulares matices
2. Con la brisa marina
3. La lluvia, traviesa, violenta, consoladora, que cae entre los techos
4. Hablar cantadito
5. Doble calcetín, chombas de lana
6. La fauna y la flora haciéndose escuchar en medio de la ciudad
7. Gente cariñosa
8. La sombra de los arboles (distinta a la sombra de los edificios)
9. Edificios unidos a los arboles
10. El susurro del viento
Ensayo/Prueba
De estética II

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