Apaciguado el fuerte desorden de la conquista, la sociedad novohispana busca
organizarse. Parte de ello lo constituye la reestructuración de la educación que, a modo implícito de la autora, no es arbitraria. Al leer el capítulo se puede vislumbrar un sentido amplio de la educación: el entrenamiento en las actividades cotidianas, en otras palabras, una práctica que busca perpetuar los roles sociales que esta sociedad le otorga a cada estrato social y género. La especialización educativa y la diversidad institucional que prima en este período, entre ellos los jesuitas, la creación de las universidades, los maestros particulares, los concilios provinciales, franquean en esta dirección, haciendo una distinción educativa entre españoles, criollos, mestizos, indígenas, etc. Hay un interrogante recurrente y que, a modo personal, invito a reflexionar sobre él: ¿Cuál es el sentido de que en un México colonial, la primera institución educativa fue la universidad y no la educación elemental?