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Gastón H.

Guevara

De la vida sencilla
Notas sobre el pensamiento de Séneca
De la vida sencilla
Notas sobre el pensamiento de Séneca

Gastón H. Guevara

Ediciones
Cor ad cor
Introducción

El siguiente opúsculo tiende a vislumbrar


el ideal de vida sencilla en uno de los grandes
pensadores de la escuela del Pórtico: Lucio
A. Séneca (4 a.C. – 65 d.C.). Para tal motivo
tomaremos tres de sus diálogos, a saber: Sobre
la firmeza del sabio, sobre la felicidad, sobre el
ocio.1 Estos diálogos tienen páginas cargadas
de belleza y entereza, que se alternan
sentencia tras sentencia, colocando la virtud
en la cúspide de la vida, que es la mejor y
más perfecta. Intentaremos a su vez colocar
en contraste este ideal “senequiano” con el
ideal de vida placentera y confortable que se
patentiza en la actualidad. Lo que propone
Séneca, más allá de sus posibles

1
Diálogos. Altaya, Barcelona, 1993.
contradicciones entre lo que dice y hace, es
un llamado de atención y una exhortación a
cambiar de vida, a hacer radicar la felicidad
en la grandeza del alma y no en las
posesiones materiales perecederas.

I. De dos ideales de vida

Para Séneca la filosofía tiene ante todo un


valor práctico: es aquella que enseña a vivir
bien, según la virtud, y en la virtud radica la
vida feliz. Es la vida sencilla, no porque sea
fácil, sino porque es pulcra y sin
ornamentos, la que debe vivir quien desee
ser feliz. Y la felicidad es el deseo primigenio
del hombre: “vivir felices, Galión, todos lo
quieren, pero andan a ciegas tratando de
averiguar qué es lo que hace feliz una vida”. 2

Tremenda paradoja es la que presenta


Séneca al hombre actual, que, por lo general,
hace radicar la vida feliz en los bienes
materiales, en el tener y no tanto en el ser.
Pero ¿qué es esto que llamamos felicidad?
¿Acaso la felicidad no está en tener, en
poseer cada vez más? ¿No es esto lo que
piensan todos? Cuidado con seguir la senda
más transitada, pues la felicidad no es
resultado del número o la votación, “cuanto
más pisoteado y frecuentado es el camino, más
engaña”.3 Las opiniones, el se dice, el se piensa,
no llevan a buen puerto, es necesario alejarse
de la masa. En palabras del romano: “la
2
SÉNECA, L. Sobre la felicidad. En: op. cit., p. 226.
3
Ibídem, p. 227.
aprobación del vulgo, el peor interprete de la
verdad”.4

La vida feliz, es la vida mejor -no la más


agradable-, como decían los clásicos y afirma
Séneca. Siguiendo la senda de la vida mejor
el placer no guiará a la razón, sino que
acompañará, en todo caso, la voluntad recta
y buena.5

Lejos estamos hoy de lo que propone


Séneca, pero por el mismo motivo sus
palabras se convierten en un llamado de
atención ¿hacia dónde nos encaminamos?
¿Qué pretendemos hacer de nuestra vida?
¿Cuál es nuestro fin? Claramente, en

4
Ibídem, p. 228. Para él, vulgo es todo aquel que se
deja llevar por la vana opinión sea quien fuere (Nota
nuestra).
5
Cfr. Ibídem, p. 234.
términos generales, no es la virtud el
horizonte del hombre actual. Donde el
sensualismo y el hedonismo sin tapujo son
moneda corriente, donde lo externo y
pasajero es más importante que uno mismo.
Donde se prefieren los placeres del vientre a
los bienes del alma, la virtud no tiene lugar.
Es más, a los bienes del alma se los hace
acreedores de vituperios y a los placeres del
vientre se les ofrece aplausos y encomios,
dándoles el título de sabiduría y mostrando
lo que debería ocultarse. A estos personajes
podría sentenciar Séneca diciendo: “Tú te
entregas al placer, yo lo controlo, tú lo consideras
el sumo bien, yo ni siquiera bien; tú lo haces todo
en función del placer, yo nada”.6

6
Ibídem, p. 237.
El pensador de Córdoba no reniega del
placer, pero le da el lugar que merece, lo
coloca en un plano secundario, si llega, bien,
si no llega, no se inmuta por ello; el hombre
virtuoso, el sabio, es su moderador. En tanto
aquellos que por principio eligieron el placer
como la vida buena no lo tienen en sus
manos, sino ellos en las del placer.7 Esto es
lo que sucede hoy: una sociedad dominada
por el placer. El hombre se cree poseedor de
las cosas y en realidad es todo lo contrario,
hay un vacío moral y espiritual significativo
que se quiere llenar con los bienes del
cuerpo, el problema es que estos bienes no
sacian y siempre se busca y se desea más y
más, terminado en la desesperación o al
menos en la esclavitud del hombre a lo que

7
Cfr. Ibídem, p. 242.
podríamos dominar “tiranía de las cosas o el
dinero”.

II. De la vida sencilla

La vida sencilla, es una vida desprendida


de las cosas materiales que mantiene al
hombre sabio al margen del torbellino de las
cosas fortuitas: “no te verás obligado a nada, no
carecerás de nada, serás libre, estarás seguro,
indemne”.8 Esta es la vida de virtud, la vida
buena. Apuntalemos esta idea con la
comparación -sepan dispensarnos por la
extensión- que realiza nuestro autor9 entre la
vida virtuosa y la vida placentera, marcando
la tajante diferencia entre una y otra:

8
Ibídem, p. 244.
9
Ibídem, p. 234.
“La virtud es algo íntimo, elevado y propio de
reyes, invencible, infatigable; el placer es de baja
extracción, propio de esclavos, sin energías,
perecedero; su puesto, su domicilio, son los
prostíbulos, y las tabernas. La virtud la
encontrarás en el templo, en el foro en el
senado, en pie ante las murallas, cubierta de
polvo, acalorada, con las manos encallecidas; el
placer se oculta con enorme frecuencia,
intentando acogerse a las tinieblas, en torno a
los baños, los gimnasios y los lugares que temen
a los vigilantes, blando, sin nervios, empapado
en vino y perfumes, pálido o lleno de cosméticos
y rebozado en mejunjes. El sumo bien es
inmortal, no puede abandonar, no se sacia ni se
arrepiente. En efecto, la mente recta nunca
cambia, ni se toma odio a sí misma, ni se altera
en nada, siendo como es la mejor. En cambio, el
placer se extingue en el momento que más
complace; no tiene mucha capacidad, de modo
que se colma rápidamente, se convierte en
hastío y languidece después del primer impulso.
[…] y ya cuando comienza está contemplando su
fin”.

El contraste es lapidario. Si bien, en la


actualidad, encontramos vicios en donde
debería radicar la virtud y los placeres cada
vez son más expuestos como modelos, no
deja de tener validez en términos generales
tal disparidad. La virtud siempre será íntima
y elevada; el placer siempre generará hastío e
insatisfacción.

Hay aún otra cosa por tener en cuenta, y


es esta: que la vida virtuosa radica en vivir
según la naturaleza10, según lo más alto del
hombre: la razón. Esta vida es la propia del
sabio. El sabio es impasible frente a los
bienes de la fortuna como a las injurias que
se lancen contra él. Si bien hay cosas que lo
hieren, nada lo abate. La grandeza de su
espíritu lo mantiene firme como una roca
frente al oleaje de las injurias que se rompe
contra él. No valora las opiniones por el
número de seguidores sino que ensalza y
sigue lo que es digno de seguir, no valora la
bondad o maldad de una cosa por la
multitud que se amontona en torno a ella,
sino por la bondad o maldad de la cosa en sí
misma,

10
Fuerza u orden que lleva a actuar de un modo
determinado. Ley natural.
“no se fija en qué consideran lo hombres
vergonzoso o triste, no marcha por donde el
pueblo, sino que, tal como los astros avanzan
por un camino opuesto al del universo, así él va
enfrentando a la opinión de todos”.11

Esta es la vida del sabio, la vida de virtud,


la vida sencilla, la que va acorde con la
naturaleza. Aquí reside su morada “estrecha,
sin adornos, sin ruidos, sin complicaciones”.12
Todos los bienes externos, que son
sometidos al capricho de la suerte, los
considera adventicios, nunca los ama como
propios y acepta con tranquilidad las
desgracias y con moderación las favorables.

11
SÉNECA, L. Sobre la fortaleza del sabio. En: op. cit.,
p. 51.
12
Ibídem, p. 52.
Parece no haber duda de que el hombre
pueda elevarse por encima de lo humano.

Alguien podría decir: -El lugar al cual se


nos llama es escarpado-, ¿pero acaso para
llegar a las alturas no es menester escalar?
Pues bien ¡Vayamos! Unos machucones,
golpes y arañazos ¿no valen la pena para
encaminarnos y afanarnos por el sumo bien,
que es la felicidad que todos buscan pero no
saben dónde hallarla?

“Esforzándose [el sabio] por alcanzar las zonas


elevadas, sometidas a un orden y no al temor,
que discurren según un curso constante y
armonioso, libres de cuidados, llenas de bondad,
surgidas para el bienestar general, saludables
para él y los demás, no deseará nada que esté
por debajo, no llorará por ello”.13

Tristemente, el placer envilecido prevalece


y a todo el que quiera elevarse a tamañas
alturas se lo impiden, lo injurian, lo atacan y,
si es posible, lo matan como a Sócrates.

Conclusión

La perspectiva de Séneca acerca del fin de


la vida, de la felicidad, nos coloca en una
encrucijada y nos deja abierta una pregunta
¿acaso no hemos equivocado el camino?
Nuestra sociedad opulenta y excesivamente
rica –más allá de la pésima distribución de
las riquezas-, es una sociedad menesterosa y
empobrecida. La vida se va escurriendo entre
los dedos, bajo las luces incandescentes del
13
Ibídem, p. 44.
consumismo, del placer desenfrenado; esta
vida –si acaso es vida- no sacia, no llena, pues
hay algo roto, hay algo que el hombre ha
olvidado: ha olvidado contemplar la vida
bajo un cielo límpido, ha olvidado las alturas
de la virtud y se ha conformado con el placer
de los cerdos. Séneca nos exhorta a cambiar
esta vida miserable por la vida buena, pues
“los hombres participan del espíritu divino”.14

14
SÉNECA, L. Sobre el ocio. En: op. cit., p. 44.
San Luis, Argentina

24 de mayo de 2018

Fiesta de María, Auxilium Christianorum

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