Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Hölderlin, comienza a asumir como propio el carácter, la disposición y el juicio del hombre
superior. Si bien ya hicimos ver la identificación que éste hizo suya desde la primera
experiencia con la obra de Emerson, sólo en los setentas se manifiestan de modo indirecto las
razones del impacto de este primer encuentro, en cierta medida, como un recuento del pasado.
Pero si los setentas es el periodo donde Nietzsche publica sus primeras obras como autor y en el
que podemos observar con mayor rigor la importancia que tienen allí las ideas de Emerson,
convendría remitirnos, en primer lugar, a las palabras con las que intenta recordar ese primer
encuentro. Hay algunos testimonios acerca de cómo asumió las ideas de Emerson y, hasta qué
punto, esta identificación extrema no solo fue útil en la solución de lo que llamamos "la neurosis
de las influencias" del periodo de Pforta, sino que, la adquisición de una personalidad ajena, si
fuera posible decirlo así, no fue otra cosa que el resultado de una confianza incondicional con la
que se entregó a un “filósofo educador”.
Como será una costumbre a lo largo de su obra, los testimonios que analizaremos a
continuación, no mencionan a Emerson ni a sí mismo, y nos hacen ver ese arte del
desplazamiento y la máscara que, en relación a la importancia de Emerson como guía y maestro
durante más de 25 años, sólo nos permiten observar una voluntad de encubrimiento que
intentaremos aclarar, sobre todo, creemos nosotros, por una temprana adopción del estilo y las
maneras propias del hombre superior, y que, al parecer, representan un antiguo conflicto
consigo mismo. En cierta medida y como lo intentaremos aclarar, la sumisión a Emerson lo
lleva a encubrirlo para evitar una entrega absoluta como un extremo acto de defensa.
Empeñarnos en probar una relación que el propio Nietzsche encubrió, no puede representar otra
cosa que una exploración que se dirige a retratar una proximidad, connivencia, ósmosis, inédita
en la historia de la filosofía, la cual, pensamos nosotros, solo encuentra una justificación al
interior de una de las filosofías en cuestión. Las razones de este fenómeno no encuentran una
explicación únicamente en los sujetos involucrados, sino más bien, en los contenidos y
perspectivas de las ideas del filósofo al que se entrega sin vacilar y de un modo tan extremo.
El primero de los textos que nos permitirán aclarar el significado que tuvo Emerson para
Nietzsche, en un sentido bien indirecto y encubierto que vamos a aclarar a continuación, aparece
al comienzo del segundo apartado de la Intempestiva dedicada a "Schopenhauer como
educador" (1874). Allí, al referirse a que en la juventud buscaba un filósofo educador que
transformara al hombre entero, dice: " un verdadero filósofo, al que pudiese obedecer sin
condiciones, y en el que pudiera confiar más que en mí mismo"[1]. Como suele ocurrir en las
interpretaciones usuales de este pasaje, el texto se refiere a Schopenhauer. Sin embargo, por el
criterio emersoniano de la necesidad del enfrentamiento entre genios, que aclararemos más
adelante y que resultará ser un criterio muy usual en los setentas, Nietzsche enfrenta aquí a
Schopenhauer con Emerson y será el fantasma de este último el "convidado de piedra" de todo
el texto. Por las características del filósofo que intenta describir, el que tiende a "un desarrollo
armónico", hacia "un núcleo" o "centro vivo" y que intenta "transformar al hombre entero en un
sistema solar y planetario, vivo y móvil", no hace otra cosa que, pensamos nosotros, manifestar
con ello la procedencia emersoniana de esta figura.
El filósofo que Nietzsche esperaba como educador, en la juventud, debía ser tal que lo llevaría a
confiar más en él que en sí mismo. La Self-Reliance o la "virtud que hace regalos", como la
expone sin mencionar al autor al final de la primera parte del Zaratustra, es la virtud cardinal del
hombre superior que enseña Emerson. Nietzsche, en el pasaje que analizamos, señala que el
filósofo que él esperaba provocaría tal impacto en él, que, por lo extraño e inusual de este punto
de vista, dejaría de ser él y se entregaría por completo a éste. En principio, la concesión que
expresa el pasaje recién citado, a pesar de expresarse en una frase condicional o hipotética,
quiere señalar que el carácter de este filósofo sería tal que, precisamente por eso, no habría
forma de eludirlo, le provocaría entregarse a éste sin condiciones, en un extremo que solo,
aparentemente, justifica lo condicional de la frase. La respuesta a esta cuestión, podría darse en
el ámbito de la fe, pues, en otro contexto, por ejemplo, en la confianza que depositamos en un
profesional, representa una concesión momentánea, pero, de ningún modo, se pierde la
confianza en sí mismo. La idea de la "imitación de la genialidad", recurrente en la obra de
Emerson, y que Nietzsche hace suya desde el inicio del encuentro con éste, sería, por lo pronto,
la mejor explicación de esta concesión. A pesar que también habría otras posibilidades de
pensar esta confianza desmedida de Nietzsche, sobre todo por las constantes justificaciones de
su rol de modelo y modelador de la cultura en los setentas, lo que pretende justificar mediante
los fines supremos que persigue, el lado del pragmatismo, donde todos los medios son válidos
en la medida en que se alcance el fin superior.
Pero no hay que olvidar que, en los setentas, las figuras de Schopenhauer y Emerson se funden
en un solo individuo, y Nietzsche como creador de esta cabeza de Jano bifronte, alimenta sus
puntos de vista de este monstruo, sobre todo en los temas de la educación, la cultura y el arte.
En las conferencias “Sobre el porvenir de nuestros establecimientos educativos” (1872), es
donde se manifiesta por primera vez a través de un diálogo entre un filósofo y su acompañante
sobre el tema educativo. Un “filósofo viejo y su perro”, en clara alusión a Schopenhauer y un
acompañante, “un hombre más joven”, el que señala que “hay que tener respeto, aun cuando tal
hombre se equivoque”, recordándonos lo que dice Emerson en el emblemático Self-Reliance:
“Todo acto o conocimiento mío deliberado es pura errancia; pero la ensoñación más inmotivada,
la emoción innata en mí más débil, me mueve a la curiosidad y al respeto”. Este texto, como
creemos nosotros, nos permite considerar que el acompañante del filósofo, en las conferencias
sobre educación, es Emerson, y que el diálogo sobre la educación es una síntesis de las ideas de
Schopenhauer y las de éste. Como podemos apreciar, la presencia del Jano bifronte, llegará a ser
determinante en la primera mitad de los setentas y será el sustento especulativo y doctrinario de
la filosofía educativa y cultural de Nietzsche. Pero la figura de Emerson en el diálogo sobre la
educación, no solo se confirma con la cita recién expuesta. También las ideas de éste sobre la
educación, nos hacen ver que Nietzsche sigue la exposición de Emerson del ensayo
“Education”: la función de la soledad, la formación de individuos, la necesaria unión con la
naturaleza, el genio como cúspide evolutiva, la educación como preparación para el nacimiento
del genio, la necesaria autonomía, fe y confianza en sí mismo del estudiante, la necesidad de la
obediencia y la disciplina, la necesidad de la “virilidad” etc. Todo este conjunto de recuerdos
emersonianos, relativos al tema de la educación, nos hace ver que la figura de Schopenhauer de
los setentas, siempre debe ser entendida en relación a Emerson o en confrontación con él y, las
menciones que hace en la intempestiva sobre Schopenhauer, dos años más tarde, representan
esta cabeza del Jano bifronte, Schopenhauer y Emerson como un solo filósofo. Nietzsche,
según nuestro punto de vista, parece querer jugar la función de síntesis entre ambos, lo que nos
sugiere la idea de que en este periodo, o bien construye sus propios puntos de vista a partir de
esta figura, o intenta acceder a un punto de vista original como umbral entre ambos.
El otro texto que quisiéramos exponer como testimonio de la temprana entrega de Nietzsche a
Emerson, y al educador en el que parecen confundirse dos filósofos en uno, aparece en el
"Viajero y su sombra", la segunda parte de "Humano, demasiado Humano" (1879). Nos
referimos al aforismo 320, titulado "Rico y pobre al mismo tiempo"[2]. En él, dice que conoció
a un hombre que desde niño tuvo una buena idea de las cosas del espíritu y de la intelectualidad
de los hombres, pero que, al mismo tiempo, observaba que él era humilde y que tenía pobres
ideas cuando intentaba compararlas con las ideas de otros. El aforismo señala, a continuación,
que luego el mismo hombre, cambio de parecer y comenzó a apreciarse a sí mismo, cuando
observó que no lograba hacer de sus propias capacidades intelectuales algo beneficioso para los
demás.
Este testimonio, creemos nosotros, hace alusión a la niñez y adolescencia del propio Nietzsche y
a un periodo de su vida que, en parte ya analizamos, y del que observamos un fuerte contenido
de minusvaloración de sí mismo. El pasaje del aforismo que analizamos nos permite corroborar
lo que ya observamos en el periodo juvenil de Pforta, y que retrata un aspecto fundamental del
mismo fenómeno. En este caso, la entrega extrema a un "filósofo educador", como señala en el
pasaje anteriormente citado, esa entrega digna de una fe ciega sin igual, más bien, parece
explicarse por esta temprana desavenencia consigo. Ser rico y pobre al mismo tiempo, quiere
decir, que el hombre de esta historia, buscaba desembarazarse de este destino, y es muy
probable que el filósofo educador que esperaba le permitiría hacerlo. Más adelante, volveremos
sobre este asunto.
Ahora bien, convendría observar que los textos que analizaremos en el periodo de los setentas,
no solo van a permitirnos fundamentar nuestra perspectiva, sino también, nos conducirá a
exponer una visión evolutiva del fenómeno del parasitismo y, en cierto sentido, cómo se
desarrolla desde la confianza depositada en otro para perder la propia, al fenómeno del
escudarse en Emerson, como un modo de protección. Pero lo notable que hay en este proceso
evolutivo del parasitismo de Nietzsche, es que al poner toda la importancia en la capacidad de
elegir los genios, que se adjudica a sí mismo, pretende justificarla mediante el servicio que
presta a la cultura germana y que llega a entender como "soldado de la cultura". Lo significativo
de esta nueva figura, que en gran parte es un fenómeno exclusivo de los setentas, es el conflicto
que genera en la persona de Nietzsche. Por estas fechas, comienza a madurar la idea que
siempre debe desaparecer del escenario para dar lugar al teatro de los genios germanos y delata,
al mismo tiempo, un infructuoso intento de apropiación personal, que denuncia como el destino
trágico de ser "rico y pobre al mismo tiempo". Con insistir en su propia persona, como en sus
investigaciones, el Nietzsche de los setentas intenta desembarazarse de una dependencia
extrema de los genios que estudia, cuidando de una deuda que siente como una amenaza o una
sumisión total. Pero junto a esa distancia, como a esta necesaria protección, observamos una
obsesión que, en cierta medida, nos hace ver la necesidad extrema de ser él mismo, de expresar
que sus investigaciones representan sus propias búsquedas, en un claro afán que delata lo frágil
de una “autoría”, como de una “originalidad” que él mismo ponía en duda con su defensa
obsesiva.
El parasitismo nietzscheano va del deslumbramiento inicial a la pérdida de la confianza en sí
mismo, en una primera etapa, para luego transfigurarse en una protección, la búsqueda de un
padre al que entrega toda la confianza que lo auxilia y distancia del acoso de los genios. Para
desarrollar una rigurosa selección de los paradigmas germanos del hombre superior, se necesita
una naturaleza dominante y poderosa. Al escudarse en Emerson, la filosofía cultural de los
setentas se manifiesta de un modo bien peculiar. Nietzsche, como “educador del pueblo,” utiliza
todo el programa educativo y cultural de Emerson y, en cierto sentido, se transfigura en el
“Emerson alemán”. Sin embargo, el peso de esta tarea tan impersonal y muy lejos de ser una
reivindicación de sí, contribuye con una confianza excesiva en el paradigma filosófico que lo
alienta.
Nuestra exploración de los setentas, presupondrá la observación de las conferencias filológicas
de inicios de la década, en relación a las cuatro “Consideraciones Intempestivas” y a “Nosotros
los filólogos”, culminando en “Humano, demasiado Humano”. El énfasis en los textos, no
obedecerá a otro motivo que a la riqueza de contenidos, que nos permitirán destacar puntos de
vista que consideramos claves para desarrollar nuestras argumentaciones. De este modo, las
exposiciones de los textos, no supondrá otra meta que probar en ellos, el tipo de dirección que
en esta década ejerció el pensamiento de Waldo Emerson, es decir, qué función ejerció en las
ideas de Nietzsche y qué orientaciones significaron.
Desde el inicio de los setentas, como intentaremos aclarar a continuación, las ideas de Emerson
sufrirán un desplazamiento por la función arquetípica que ejerce Wagner en todo el periodo.
Junto a Schopenhauer, quien representó la estructura filosófica del wagnerianismo, el
deslumbramiento de Nietzsche con los modelos de “hombres ejemplares” germanos, presupone
la manifestación de una circunstancia concreta en la que las ideas de Emerson no dejan de
ejercer una influencia poderosa. Pero si la temprana función ejercida por Emerson en Pforta no
podía desaparecer de improviso, ahora, con las ideas del genio artístico de Schopenhauer
encarnadas por Wagner, desencadenan una perspectiva singular en la que la compensación entre
una y otra, jugarán un rol decisivo. El valor de la filosofía cultural y educativa de Emerson
trasladada a la circunstancia cultural alemana, será determinante. En cierto sentido, en los
setentas, Nietzsche vive en la proximidad del hombre superior germano, asimilando sus virtudes
y eliminando sus inconsistencias, construyendo un emersonismo germano en el que la figura
central siempre será él, pero que no llega a aceptar por la confianza desmedida en su maestro,
por la minusvaloración de sí que sólo atenúa escudándose en éste.
Como decimos, la lectura de Schopenhauer en 1865, cinco años después de la primera lectura de
Emerson, como la primera visita a Wagner en mayo de 1869, serán los dos acontecimientos
decisivos que definirán los diez años siguientes. Al final del periodo, veremos que la estrecha
relación con Wagner, sufrirá una erosión que también terminará arrastrando la figura de
Schopenhauer. Pero lo más significativo de este proceso es la función que cumple Emerson.
Como una fuente oculta que consulta en la intimidad, solo a finales de 1872 se muestra y, más
tarde, en 1874, lo vuelve a tomar para exponer las ideas de la historia, en la segunda
“Intempestiva”, criticando a Emerson cuidadosamente a partir de Schopenhauer. Luego, en la
tercera “Intempestiva”, enaltecerá a éste desde el punto de vista de Emerson. Como veremos a
continuación, el Jano bifronte que crea Nietzsche a comienzos de los setentas, será determinante
en las reflexiones de las "Consideraciones Intempestivas" y es en el umbral que construye para
administrarlo, donde podemos llegar a entender el trabajo incansable que proyecta una
naturaleza fuerte, como sustento del rigor selectivo que necesita una cultura superior.
Hay dos testimonios de proyectos literarios de mediados de 1870, un proyecto de drama y un
intento narrativo,[3] que presionan por el nacimiento del “artista trágico”, “der Doppelgenius”,
el “doble genio” de lo dionisíaco y apolíneo, el “educador del pueblo”, que nos permitirán
captar el espíritu que domina el periodo, como expresar la necesidad de ir más allá de la
confianza excesiva depositada en su maestro. Si bien siete años antes en Pforta con el proyecto
Ermanarich, ya nos había ofrecido ejemplos de esta pasión emersoniana por la figura del
hombre superior, al parecer, en cada uno de los periodos que analizamos, subyace un arte
genético muy íntimo que busca enaltecer la figura del hombre superior, que encarna el propio
Nietzsche, y que contrasta con héroes elegidos expresamente, poniéndolos en escena como actos
con los que imita el rigor selectivo de la genialidad.
Como ya señalamos, el proyecto Ermanarich, no fue otra cosa que el intento juvenil de plasmar
en una figura genial el rol y la tarea del hombre superior, que Nietzsche experimentó por
primera vez en los escritos de Emerson y en el que, desde un principio, estuvo presente su
propia persona, como reflejo de sí mismo o representación de sí. Es muy probable que la figura
del Volkserzieher (“el educador del pueblo”) de los setentas, obtenga en este contexto y bajo
este punto de vista, los lineamientos y perspectivas que necesitamos para comprenderlo, no
como proyecto “literario”, sino, como construcción anhelante de la genialidad de sí mismo. En
este caso, la figura de Empédocles y de Heriberto Marqués de Villemain, (como antes la figura
de Ermanarich y más tarde la de Zaratustra) representan esos dobles de Nietzsche en los que
éste incorpora las ideas y los puntos de vista que más tarde veremos plasmados como esquemas
conceptuales y argumentaciones, sin las encarnaciones, ni sin los ropajes que vistieron
originalmente. De este modo, las ideas que piensa Nietzsche, las condiciones inmanentes desde
las que surgen, se originan en un primer estadio donde se manifiesta una disposición personal
como escenario dramático, en el que el protagonista es él mismo, intentando verificarse-
compararse con un genio o héroe, buscando, finalmente, desprenderse de él y triunfar sobre él
[4].Esta “dramaturgia” del hombre superior, fuera de expresar el anhelo de llegar a encarnarlo,
representa para nosotros, la obsesión de una defensa, como ya señalamos, de recurrir a su
persona con la pasión de quien se ve amenazado e intenta eliminar con ella y con sus propias
posiciones, la fuerza desbordante de la genialidad de otros.
Lo que podemos apreciar en ambos proyectos “literarios”, como venimos diciendo, es la
función que manifiesta allí la rivalidad entre figuras contrapuestas, entre Nietzsche y Wagner o
entre Nietzsche y Schopenhauer, una dramaturgia de genio contra genio, con el fin de
compensar en un solo modelo, una suerte de perfección por la rivalidad. En cierta medida, aquí
se expresa la génesis de una individualidad genial y rigurosamente seleccionada desprovista de
particularidades, de circunstancias que la reducirían a lo temporal. Se trata, creemos nosotros,
de la “fuerza original”, de una “existencia universal”, pues, como enseña Emerson en “Uses of
Great Men”, la naturaleza lucha por destacar a cada realidad en sí misma, protegiendo a una de
la otra. Como lo resume Nietzsche en “La lucha de Homero”, haciéndonos ver el contenido de
fuerza natural que hay en este propósito:
“Esta es la esencia de la vida helénica de la lucha: aborrece la hegemonía de uno solo y teme sus
peligros; quiere allegar, como medio de protección contra el genio, un segundo genio”.[5]
Como expresión de una ley natural, como enseña Emerson, el poder de rivalizar un genio con
otro es, al mismo tiempo, el poder de singularizarlos al máximo respetando sus particularidades,
para proteger a uno del otro.
En la figura de Empédocles y del Marqués de Villemain, no solo observamos al “filósofo
trágico”, a la figura del Volkserzieher, al héroe que Nietzsche quiere ser y rivaliza con él. De
estos héroes, busca extraer un contenido original para excluirse y agregarse, como si quisiera
inmiscuirse en el poder creador de la genialidad. De un modo distinto al proyecto Ermanarich,
en los setentas, la función metafórica del individuo superior, nos hace ver que el poder de
perfeccionamiento de la naturaleza no puede prescindir de la rivalidad entre figuras de genio
que irrumpen en el contexto del “fenómeno artístico primordial”, en la transformación mágica
de un sujeto proyectado en otros sujetos. Como un artista que imita los instintos artísticos de la
naturaleza, la polaridad de esas fuerzas, son expresiones del poder que compensa en cada figura
la fuerza original que le corresponde. Pero también, no podemos dejar de mencionarlo, es
posible que la protección entre uno y otro hombre superior, la rivalidad que los mejora, sea el
testimonio de una forma de defensa frente al sentimiento de entrega incondicional, un acto de
repliegue con el que buscara, a toda costa, la protección contra una identificación demasiado
manifiesta y en extremo esclavizante.
Dejando de lado estas artes de las rivalidades forzadas, no debemos olvidar que para Emerson,
el poeta es “salvajemente sabio” y en él las fuerzas de la naturaleza están equilibradas y, como
anunciador de lo nuevo, es el encargado de enseñar a la comunidad los poderes creativos con los
que la naturaleza se empeña en crear al hombre superior, la rivalidad del ascenso y el descenso,
como deriva dramática y proceso de polaridades compensatorias. Como traductor de la
naturaleza en pensamiento, el poeta, en la idea de Emerson, emplea a la naturaleza y sus fuerzas
como si fueran suyas y sufre la metamorfosis como reconciliación de ellas. En esta perspectiva,
el poeta se manifiesta como un escenario natural en el que la fuerza se forja a sí misma, una
naturalización del espíritu que, más tarde, Nietzche intentará incorporar en Zaratustra, el
profesor del eterno retorno, quien vive desde el torbellino natural como primer individuo de una
nueva humanidad. Y no debemos olvidar que en el Ensayo de Emerson que mencionamos,
también aparece Empédocles como arquetipo del poeta.
Como ya observamos, en el arte de engendrar la personalidad y la psicología trágica, subyace
una persecución anhelante de la genialidad, la que siempre empuja a esta “lírica” del hombre
superior, pues, en este canto dramático, hay una suerte de mantica o invocación del espíritu
selectivo de la naturaleza. Con Empédocles y Heriberto, vemos dos modelos de esta invocación,
pues, fuera de narrar el nacimiento del reformador cultural y de expresar la síntesis del hombre
trágico, hay la manifestación como el llamado a que el propio Nietzsche encarne esa genialidad,
por sobre los héroes a que alude, en una rivalidad engendradora que será determinante. Como ya
dijimos, la lucha entre individuos superiores, eclipsará las ideas de Emerson y su importancia,
debido a que, en los setentas, la figura de Wagner como ejemplo vivo de las ideas de
Schopenhauer, absorberá todos los propósitos investigativos del periodo, aunque, detrás de estas
rivalidades, como veremos, siempre se hará presente el sabio de Concord.
En efecto, Nietzsche hace uso de Emerson a finales de 1872, ya que en “El nacimiento de la
tragedia” las críticas a Schopenhauer, si bien delatan posiciones emersonianas, sobre todo como
afirmación de la vida en el modelo del hombre superior griego, más parecen encarnar el modelo
del Jano bifronte, unas veces criticando a Emerson desde Schopenhauer, otras, enalteciendo a
Schopenhauer por sobre Emerson. Cuando inicia el estudio de "El último filósofo", que al año
siguiente se volverá “La filosofía en la época trágica de los griegos” y leerá, en una cuarta
versión, el 7 de abril en Bayreuth, Wagner, disgustado por que Nietzsche seguía “soñando” con
los griegos, le encomienda a éste, la polémica con David Strauss en la primera “Consideración
intempestiva: David Strauss, el confesor y el escritor” (1873)[6] .
Desde “El nacimiento de la tragedia” (1872), la relación con Wagner, llevará al joven
académico a extremos sorprendentes. Al enfrentar al pesimismo vital de Schopenhauer con el
optimismo emersoniano, toma el modelo de la afirmación de la vida del hombre superior, como
compensación de fuerzas opuestas y al Great Men como prototipo de la cultura. En esta idea, la
“unidad de estilo” (“Einheit des Stiles" o “the same character", como lo expone Emerson en
History) que hay en el genio griego y que también reclama como prototipo de la cultura
germana en la primera intempestiva, trabaja Nietzsche desde 1870. En "El nacimiento de la
tragedia", el monstruo del que se alimenta Nietzsche a lo largo de los setentas, resulta muy
nutritivo. El primer rostro con el que éste se manifiesta, es la idea de la ilusión y el poder
encantador de los sueños, toda la necesidad del optimismo vital del hombre superior, todo el
impulso desbordante que ama la vida. Si bien Nietzsche no lo podía encontrar en Schopenhauer
(a pesar que en el verano de 1875, tres años después de la publicación de su primera obra, en el
comentario al “Valor de la vida” de Dühring, reconoce que en éste hay “una profunda
comprensión de la esencia de la ilusión de todo lo instintivo”), más bien, creemos nosotros, lo
determinante del impulso que afirma la vida, lo toma del capítulo IX, Illusions, de "The
Conduct of Life". Al poner énfasis en "la necesidad de los olímpicos", sigue el ideal
emersoniano de la belleza (The Conduct of Life, cap VIII. Beauty), que exige el punto de vista
de aquel que obtuvo todos los privilegios de la naturaleza y en el que viven, en perfecta
conciliación, las fuerzas contrapuestas, las oposiciones instintivas conciliadas por la
compensación natural. Como vemos, lo apolíneo-dionisíaco, más que ser una homología
conceptual de la Voluntad y la Representación de Schopenhauer, representa la compensación
natural de fuerzas antagónicas o el centro neurálgico de la psicología del hombre superior.
Nietzsche, según nuestro punto de vista, asume la típica disposición emersoniana de pensar el
rigor selectivo del individuo genial como prototipo de la cultura.
Pero el criterio de la ilusión, en el sentido emersoniano que venimos exponiendo, va a
representar el certificado de salud con el que se atestigua la afirmación de la vida y el
sentimiento de poder del hombre superior. Al asumirla tan temprano y utilizarla como
argumento contra el pesimismo schopenhaueriano, nos enseña que las posiciones de Nietzsche
de los setentas, buscan contrapesar a éste o superarlo con la afirmación de la vida. Desde un
primer momento, la ilusión rivaliza con el pesimismo y a la debilidad de la vida. Solo el hombre
superior conoce cuán ampliamente domina a la vida la "red de ilusiones" ("Netz von
Illusionen") (6(3)). Para éste, la ilusión significa una afirmación de la vida y, la ciencia, por el
contrario, es la destructora de la ilusión ("Zerstörerin der Illusion") (3(55)). La vitalidad
rebosante del hombre superior, le permite amarrar el mundo con una nueva red de ilusiones
(6(3)). Si comprendemos la necesidad de la ilusión o la necesidad de la apariencia, aspecto que
Nietzsche, pensamos nosotros, no logra exponer con toda la claridad que se merece, si
comprendemos, como insistimos, la "necesidad" de ésta para el hombre superior, podemos
encontrar un nuevo modo de comprender la síntesis de lo dionisíaco y apolíneo. Sólo de este
modo, logramos la verdadera meta del conflicto (6(12)) y, en cierto sentido, la ilusión
contrapuesta a la embriaguez de lo dionisíaco, nos enseña una vitalidad natural impresionante.
Más tarde, al volver al mismo tema en la primavera y el verano de 1877, la idea emersoniana
significará "una vida independiente o autárquica" (22(38)), como parece insinuarlo este
aforismo y que, Nietzsche quiere representar con insistencia. Este criterio, que imita de
Emerson, lo asume como propio en la medida que lo va utilizando en sus críticas a otros y que,
de tanto utilizarlo, lo incorpora como una de sus capacidades y como un verdadero patrimonio
personal (22(73)). Responsable de este encubrimiento, parece ser el filósofo de dos caras que
creó para su propio provecho, con el que gustaba de hacernos creer que hablaba o polemizaba
con uno de ellos y, en realidad, lo hacía con los dos y al mismo tiempo. Pero desde el verano-
otoño de 1873, casi un año después de publicado “El Nacimiento”, Nietzsche vuelve a utilizar la
afirmación de la vida para enfrentarla a las posiciones de Eduard von Hartmann, como lo
volverá hacer con Dühring dos años más tarde. A lo largo de toda su obra, enfrentará la
debilidad vital con el argumento emersoniano de la ilusión, sin mencionar una sola vez la
verdadera procedencia de esa idea.
En suma, es la salud del hombre superior, como lo subraya Emerson, la que otorga la ilusión y
no al revés: “Our first mistake is the belief that the circumstance gives the joy which we give to
the circumstance”. Para Emerson, en Illusions, la fe en la apariencia es facultad exclusiva del
hombre superior, como si el error no fuera otra cosa que pura exuberancia vital. Si bien en
Schopenhauer la ilusión hace parte de lo instintivo, como repetimos, no hay ningún vínculo
directo con la psicología del hombre superior. Son los poderes naturales, "el hábito mimético
con el que la naturaleza tararea sus viejas melodías" y la magia de la metamorfosis múltiple, el
exquisito lujo de la apariencia en la reproducción vital que hay en el eterno renacimiento de
todos los seres vivos, sustento de todo lo que hacen y transfiguración en un mundo paralelo en
todo lo que perciben: "Hay tantas almohadas de la ilusión como copos en una tormenta de
nieve". La ilusión es el poder, la fuerza y salud de este individuo superdotado, como lo es para
la naturaleza en general el lujo de la errancia, la transfiguración de los individuos en las sombras
de ellos mismos.
Como vemos, las incomprensiones de la síntesis de lo apolíneo-dionisíaco, al no tener en cuenta
el sentido emersoniano y la vitalidad del Great Men, como productor y reproductor de la ilusión
natural, al ignorar al filósofo bifronte, no pudieron alcanzar la síntesis de la vitalidad del hombre
superior, el reconocimiento de su temple vital afirmativo y mágico como perfección del ciclo
natural. Desde finales de 1869 a comienzos de 1872, hay la maduración de este sentido, que
Nietzsche toma de Emerson (y no de Schopenhauer), al que siempre recurrirá como el auténtico
homeópata de la vida.
A mediados de 1872, podemos observar en el Nachlass [7], los tanteos que realiza en torno al
tema “genialidad e historia”, lo que nos ofrece un testimonio más de cómo no deja de consultar
las ideas de Emerson. Pero si bien aquí lo que le interesa es “conocer la teleología del genio
filosófico” y la función de la filosofía en la cultura, del mismo modo como lo volverá a hacer en
la “Intempestiva” sobre Schopenhauer, dos años más tarde, allí como aquí, toma las ideas de
Emerson de Circles:
”Son tiempos de gran peligro cuando aparecen los filósofos” “Es sind die Zeiten grosser Gefahr,
in denen die Philosophen erscheinen”(19(17)) “Beware when the great God lets loose a thinker
on this planet.Then all things are at risk.”"Cuidado cuando el gran dios deja suelto a un
pensador en este planeta. Entonces, todas las cosas están en riesgo"[8].
Cuando contrapone la historia icónica de las verdaderas fuerzas artísticas (19(17)), como ya lo
había hecho en Pforta en 1864, “lo grande tiene un derecho en la historia” (19 (37)), ” lo grande
solo influencia en lo grande”, parafraseando al Emerson de History, pero de un modo crítico que
nos llama la atención.
En efecto, al inicio del cuaderno en cuestión, como escrito preparativo a la segunda
intempestiva, habla de dos sentidos de la historia: la historia verdadera y real de un pueblo. La
otra, una variación de la primera de mal material y copia, y de manos no ejercitadas. Al igual
que Emerson, Nietzsche exige la historia de la genialidad, pero aquí lo hace mediante la idea de
la “inmortalidad del intelecto”, pues es éste, el que construye el mundo del arte y la filosofía,
como piensa Schopenhauer. No es la naturaleza la causa, de acuerdo a Emerson, sino, el poder
intelectual del genio y su poder formativo, pues el intelecto “solo es un órgano de la
voluntad”[9]. Si quiere comprobarse o igualarse (zu vergleichen) a éste, hay que considerar
mediante la formación (Bildung), cómo el héroe se vincula con la inmortalidad del intelecto,
pues, en definitiva, el genio no puede ser, al mismo tiempo, la más alta meta de la naturaleza
(19(10)). Después de este regaño que dirige a Emerson, llega a afirmar que “para que nazca el
genio es necesario superar la historia”, haciéndonos ver que se distancia de las ideas de la
historia de Emerson y prefiere seguir a Schopenhauer. Como ya dijimos, la presencia de
Emerson se ve eclipsada por los modelos germanos del hombre superior y, durante los setentas,
las ideas del sabio de Concord, permanecerán en un trasfondo muy sutil como disimulado, como
si quisiera distanciarse de él sin conseguirlo.