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Chris Harman, Mayo Del 68 PDF
Chris Harman, Mayo Del 68 PDF
1. Introducción
5. Un gobierno paralizado
7. El desenlace
9. El final amargo
Notas
Extraído del libro The fire last time: 1968 and after, Bookmarks 1998, segunda
edición.
2
1. Introducción
La historia no sigue una velocidad constante. Algunas veces, incluso los
cambios menores toman décadas o siglos. En otras ocasiones, pueden ocurrir
más cosas en una sola noche que en los diez años anteriores. Una de esas
noches fue la del 10-11 de mayo de 1968 en París.
Aquel viernes por la noche había comenzado con una gran manifestación de
estudiantes universitarios y de secundaria, la quinta en una semana. Su motivo
era el uso de policía para cerrar la universidad e impedir las protestas contra la
represión a estudiantes de la universidad situada en el suburbio de Nanterre. La
policía armada había atacado las manifestaciones previas usando porras, gases
lacrimógenos y arrestando a mucha gente. Los estudiantes habían comenzado a
contraatacar lanzando adoquines y construyendo barreras improvisadas con
señales de tráfico y vallas metálicas. Pero la manifestación de aquella noche era
pacífica.
Aun así los manifestantes no estaban vencidos. Los líderes de las principales
federaciones sindicales habían estado reunidos toda la noche, escuchando
noticias de la manifestación por la radio. Cuando el nivel de la represión y la
lucha se esclareció, llamaron a un día de huelga general para el siguiente lunes,
13 de mayo.
3
Para intentar contener las protestas, el primer ministro, Pompidou, anunció que
la universidad se reabriría y que habría una “revisión” de los cargos en contra
de los arrestados. Más tarde, explicó que “prefería darle la Sorbona a los
estudiantes que verles tomarla por la fuerza”1. Pero ya era demasiado tarde.
Los estudiantes estaban decididas a ocupar la universidad en el mismo
momento en que abriera. Más importante aún, la huelga iba a ser la más
grande que Francia había vivido jamás, y en dos días habría trabajadores por
toda Francia ocupando las fábricas.
Cuando la policía está aún más violenta, los estudiantes son más audaces. Es
una escalada. Cada ataque causa un contraataque, cada método represivo
produce nuevas formas de defensa. Cada hombre o mujer joven en primera
línea aprende una forma diferente de tratar con el gas lacrimógeno —desde el
simple pañuelo, al uso de agua o limón, hasta la compra de gafas del esquí9.
Los trabajadores tenían una vaga imagen de los estudiantes promovida por los
burócratas del movimiento obrero. A sus ojos los estudiantes eran simplemente
“hijos de papá” y sus travesuras no evitarían su entrada al campo de los
explotadores. En la tarde del 6 de mayo esta caricatura desapareció. Las fotos
de las peleas y las historias de las batallas creaban admiración entre los
trabajadores10.
7
Por primera vez, los líderes de los sindicatos de París y políticos izquierdistas
locales aparecieron al principio de la manifestación de las 6 de la tarde. Pero su
objetivo era reducir la manifestación al nivel de rutina, una protesta ritual.
Cuando la policía finalmente bloqueó el camino a las 8 de la tarde, los
entusiastas delegados, para no ofender a sus nuevos aliados, ordenaron una
tranquila dispersión.
Los militantes tuvieron la impresión de que todo había acabado. A sus ojos el
movimiento había sufrido una derrota irreversible. Justamente había estado
quebrado por la maquinaria sindical11.
Por otra parte, el carácter autoritario del régimen gaullista significaba que había
menos estructuras intermediarias entre quienes tenían poder y los que no. Los
sueldos y las políticas laborales se impusieron sin consultar con las burocracias
de los principales sindicatos. Se negó cualquier comentario de los
representantes parlamentarios durante meses, en un momento en que el
gobierno actuaba por decreto. Las radios y televisiones estatales estaban
abiertamente sometidas al control político. En la enseñanza superior, los
rectores y los decanos eran poco más que cifras, dependientes de confirmación
ministerial —una situación aún más perversa desde que todo el mundo supo
que los mismos ministros estaban profundamente divididos sobre cómo
modernizar las universidades.
Así, sólo había una forma de hacer frente al descontento popular ante la falta
de estructuras intermediarias que pudieran persuadir a la gente a abandonar
sus luchas: recurrir rápidamente a la fuerza. Mientras en Gran Bretaña,
Alemania Occidental o Escandinavia, el uso de la policía fue raras veces una
característica central de la disputa industrial en los ‘60, en Francia jugó un
papel central para garantizar esa alienación de la sociedad existente, que no
encontraba ninguna expresión exitosa en la acción sindical.
Había una estrategia simple detrás del uso policial por parte del gobierno. La
racionalización obligada de la industria francesa aumentaba el desempleo. Los
patrones sentían que la oposición intransigente a las demandas de los
trabajadores acompañada por la represión policial rápidamente quebrantaría
cualquier resistencia de la clase trabajadora.
pero las huelgas y cierres de esos meses acabaron casi todos en victoria para
los patrones.
No era sorprendente que el gobierno decidiera usar contra los estudiantes los
mismos métodos que habían sido tan exitosos contra los grupos de
trabajadores que intentaron contraatacar.
Pero ¿por qué los estudiantes pudieron alcanzar el éxito donde los grupos de
trabajadores y trabajadoras no lo habían hecho?
Los líderes sindicales también pensaban que sería el final. La federación sindical
más grande, la CGT, y el Partido Comunista que la dominaba se habían opuesto
a la agitación estudiantil iniciada en Nanterre. El delegado del Partido
Comunista, Georges Marchais, denunció los primeros enfrentamientos en París
como el trabajo de “grupúsculos” de “ultraizquierdistas” liderados por “el
anarquista alemán Cohn-Bendit”:
El segundo o tercer día, la gente empezó a ser favorable a los estudiantes, pero
sin comprender muy bien la razón de su rebelión18.
Tuve dificultad para detener a los muchachos. Una simple palabra del partido y
ellos se habrían lanzado al Barrio Latino. Las autoridades nunca vinieron, pero
12
Esta presión desde abajo forzó al partido y a los líderes sindicales a cambiar su
posición. Para el 6 de mayo, el periódico comunista L’Humanité denunciaba la
represión al movimiento estudiantil, aunque se apresuró a añadir que “la
ultraizquierda y los fascistas están haciendo el trabajo del gobierno”21. Dos días
más tarde, la CGT se unió a la otra federación principal, la CFDT, para declarar
su solidaridad con los estudiantes.
Pero ese martes los jóvenes trabajadores de una de las secciones rehusaron
regresar al trabajo cuando terminaron los 15 minutos. En lugar de eso,
marcharon alrededor de la planta recaudando apoyos de otros trabajadores, y
bloquearon al gerente en su propia oficina. Esa noche 2.000 trabajadores
bloquearon la fábrica con barricadas.
Para los líderes estatales de los sindicatos, Nantes era simplemente una
aberración local. El área no representaba ningún bastión tradicional y
disciplinado del movimiento sindical, y era bien sabido que en la planta de Sud
Aviation había trotskistas y anarquistas activos. La ocupación mereció sólo siete
líneas en una página interior de L’Humanité25.
Esa oportunidad llegó el miércoles. Ese día, la CGT y la CFDT habían convocado
protestas a escala nacional sobre los cambios en la regulación de la seguridad
social. En la mayor parte de Francia las acciones de protesta fueron
escasamente apoyadas —los trabajadores sentían que la huelga del lunes había
sido suficiente para una semana27. Pero los trabajadores de Cleon decidieron
prolongar el paro de una hora previsto durante 30 minutos más para protestar
por los contratos de corta duración que tenían muchas y muchos trabajadores.
La planta entera se detuvo:
El resultado fue una explosión de lucha laboral que, durante más o menos dos
días, cogió a los sindicatos por sorpresa29.
Ante todo, que la acción cuenta. Nadie solía hablar de los problemas de la
universidad, ahora todo el mundo lo hace [...] Nadie pensaba que “el viejo
hombre” [De Gaulle] acabaría vencido en las calles. “El viejo hombre” no dijo
nada, Pompidou cedió y los estudiantes ocuparon la Sorbona. Por encima de
todo estaba el poder de la manifestación del 13 de mayo: no había habido nada
igual desde la Liberación [...] la gente nunca se había imaginado a sí misma tan
poderosa.
Todas las barreras que el gobierno había erigido en contra de las huelgas
habían sido quebradas. Un empleado del gobierno debía avisar con cinco días
de antelación antes de declararse en huelga. Los maestros que se habían
declarado en huelga sin hacer ninguna advertencia no fueron despedidos. Los
trabajadores de correos se declararon en huelga el 13 de mayo sin previo aviso.
15
El gobierno era incapaz de hacer respetar sus leyes [...] En ciertas partes del
sector privado, los jefes habían amenazado con que “lo del 13 de mayo es una
huelga política. Si tomáis parte seréis despedidos”. La gente se declaró
igualmente en huelga. No hubo despidos. Los patrones tenían miedo de las
consecuencias [...]
El resultado fue que los trabajadores descubrieron que luchar era posible y que
cuando luchas bien, no sólo hay la posibilidad de ganar, sino que los riesgos
que implica son bastante pequeños [...] De ahí a la acción para resolver los
viejos problemas sólo había un pequeño paso30.
5. Un gobierno paralizado
Francia preparaba el terreno de una huelga general. No había trenes, ninguno
de los autobuses, ningún banco abierto y ninguno de los servicios de correos.
Pronto hubo una escasez aguda de gasolina. En todas partes las fábricas
estaban ocupadas o cerradas con puntiagudas estacas en las entradas. El
movimiento huelguístico no estaba únicamente confinado en las industrias
tradicionales: hospitales, museos, estudios cinematográficos, teatros e incluso
el Folies Bergère estaban afectados. Para el 25 de mayo no había servicio
habitual de TV: los periodistas y el personal de la producción salieron a la calle
en señal de protesta por la censura del gobierno en las noticias del movimiento
huelguístico. La acción combinada de trabajadores y estudiantes había
generado una importante fuerza atractiva para otros campos de “contestación”
social —desafiando a las autoridades establecidas— que surgía entre las clases
medias profesionales: los arquitectos disidentes ocuparon las oficinas de la
asociación que regulaba su profesión, las reuniones de estadistas y técnicos del
gobierno publicaron manifiestos denunciando el uso de sus habilidades “por el
capitalismo en interés de las ganancias”31; los estudiantes de medicina
(previamente un bastión de la derecha estudiantil) y los jóvenes doctores se
unieron a los movimientos declarando el final de la vieja organización jerárquica
de los hospitales. Los estudiantes de arte y los pintores asumieron el control de
la Escuela de Bellas Artes y la convirtieron en un centro para la producción
colectiva de miles de pósteres de apoyo al movimiento. Directores de cine se
retiraban del Festival de Cannes por “competitivo”, mientras discutían cómo
rescatar la industria del cine del afán de lucro y los monopolios. Los futbolistas
profesionales ocuparon la sede de la Federación de Fútbol.
Estos grupos, conjuntamente con los más ricos, incluso podían ser una mayoría
de la población. Sin embargo, del 15 al 29 mayo no tenían ningún impacto. El
gobierno estaba cada vez más aislado y aparentemente bloqueado en un
callejón sin salida.
Tenía, eso es cierto, a las Fuerzas Armadas y la policía. Pero ¿hasta dónde
podía confiar en ellos si había una confrontación general con las masas
trabajadoras? De los 168.000 soldados, 120.000 eran conscriptos, y algunos
mostraban abiertamente su simpatía con los huelguistas. El periódico semanal
de izquierda Nouvel Observateur reportó que después de que el Quinto Ejército
fuera puesto en guardia para romper la huelga, “se crearon comités para
volverse en contra de sus superiores y sabotear el transporte y los carros
blindados”32.
La policía —o por lo menos el núcleo duro de los 13.500 CRS y los 61.000
gendarmes— parecían más fiables. Los que tenían cualquier tipo de ideas de
izquierdas habían sido purgados en los años ‘40 y ‘50, y en las fuerzas
abundaban las ideas racistas y anticomunistas. Pero esto no los preparaba para
una situación en la cual eran universalmente impopulares en la clase obrera y
en algunos barrios de clase media: individualmente, los policías se quejaban por
tener que esconder sus cascos y sus distintivos al acabar el servicio para evitar
meterse en discusiones desagradables. Y aún más, la policía, a pesar de sus
ideas de derechas, tenía sus propios sindicatos y muchos se consideraban a sí
mismos como “buenos” sindicalistas.
Así que el gobierno tuvo que mantenerse al margen durante dos semanas,
prácticamente incapaz de hacer nada en el país que “gobernaba”. Al final de la
primera semana de huelga general, el 14 de mayo, De Gaulle se dirigió al país.
Trató de acabar con la agitación prometiendo un “referéndum en la
participación”: si lo perdía, dijo que renunciaría. Su discurso no sirvió para
inspirar a las fuerzas desmoralizadas de la derecha y fue bienvenido con sorna
por la izquierda. Los políticos de “centro” comenzaron a ir en busca de un líder
alternativo, más en contacto con la realidad, alguien que pudiera traer de
vuelta el control.
Para restaurar la credibilidad del gobierno era imprescindible acabar con las
huelgas, al menos en los servicios públicos y la distribución. Así, el día después
del mensaje de De Gaulle, su primer ministro, Pompidou, llamó a los líderes
sindicales y los patrones para iniciar negociaciones nacionales. Avanzada la
noche del domingo parecía que se había arrancado un pacto. El “Acuerdo
Grenelle” concedió un 35% de incremento en el salario mínimo y un 7% de
incremento en otros sueldos. Pero los líderes sindicales tenían que ponerlo a
prueba en las asambleas de las fábricas.
En este punto, parecía que el mismo De Gaulle había decidido que estaba
derrotado. El miércoles 29 de mayo dejó París sin decirle a nadie a donde iba.
Se propagaron rumores acerca de su renuncia, mientras quienes le apoyaban
estaban más desmoralizados que nunca. De hecho había ido a visitar al
superior del ejército francés en Alemania, General Massu. Cuando De Gaulle
reapareció al día siguiente la mayoría de la gente pensó simplemente que había
escenificado una inteligente maniobra, pero más tarde Pompidou reconoció que
De Gaulle había decidido renunciar y que Massu le persuadió para continuar
adelante. “En realidad el general sufrió una crisis de moral. Pensando que el
juego había terminado, eligió retirarse. Al llegar a Baden-Baden, estaba
dispuesto a permanecer allí por un largo tiempo”, escribió Pompidou 39. En todo
caso, De Gaulle sabía que la situación era desesperada. Desaparecer en mitad
de una gran crisis política fue una jugada terrible, que difícilmente podía
inspirar a sus seguidores ni aterrorizar a sus adversarios.
Pero el gobierno de Gaulle sobrevivió. Y eso no fue todo. Cuatro días después
de su regreso de Alemania, la corriente se había vuelto en contra de la
izquierda mientras las huelgas empezaban a llegar a su final, la derecha se
movilizaba y la policía atacaba a los trabajadores y estudiantes. ¿Cómo pudo
cambiar la situación tan rápido?
Se crea una columna móvil que visita los distritos y los suburbios, con un
camión cubierto con banderas y pancartas como plataforma. Venden Action, el
periódico de la UNEF, distribuyen folletos, “provocan” pequeñas reuniones,
juntan a pequeños grupos que discuten en pavimentos...40
No hay duda de que los revolucionarios del “poder estudiantil” atrajeron una
gran cantidad de apoyos entre las masas de estudiantes. Enfrentaban la
alienación directamente, ya que el sentimiento de la falta de objetivos y de
21
poder se asociaba con el rodillo que suponían los exámenes. Pero afrontaron un
dilema que no podían superar. Los estudiantes podían odiar el sistema de
exámenes, pero bien sabían que necesitaban aprobar sus exámenes si querían
garantizarse una plaza en la universidad el próximo curso o encontrar un
trabajo al terminar. Tenían la sospecha de que la acción estudiantil por sí sola
no podría cambiar la sociedad suficientemente como para proveer una
alternativa.
Y aún más, muchos trabajadores, especialmente los más viejos que recordaban
la resistencia de los tiempos de guerra y las amargas luchas prebélicas, se
sentían ligados al Partido Comunista por algo más que la mera ideología. Todo
lo que sabían acerca de la lucha de la clase trabajadora lo habían aprendido del
22
La política es el ejercicio de poder. Al final del día, el único poder real del
Partido Comunista y la CGT —como fuerza negociadora en la mesa de la
sociedad burguesa— derivaba de su habilidad para controlar a una sección de
la clase trabajadora.
A los activistas del sindicato y del partido no sólo se les dijo que apoyaran las
huelgas que empezaban espontáneamente, sino que tomaran el liderazgo en
los centros de trabajo, situándose en los piquetes, declarándose a sí mismos
como comités de huelga y asegurándose de que estaban a la cabeza de las
ocupaciones.
Para mantener el control de las huelgas, los activistas del sindicato y del partido
disuadían a otros trabajadores de participar en ocupaciones o de discutir los
asuntos planteados por el levantamiento. Como escribió un historiador del
Partido Comunista y la CGT:
[Como resultado] en una minoría de casos [...] las sentadas eran fenómenos
masivos e implicaban una gran cantidad de discusiones y debates. Pero
habitualmente eran acciones de cuadros, donde plantas enteras estaban
ocupadas por cuadrillas de piquetes y trabajadores de mantenimiento [...] En
tales casos la mayor parte de los huelguistas probablemente permanecían en
casa y observaban cómo se desarrollaba la crisis, ciertamente con simpatía, en
la radio y la TV44.
eso, hablaban en términos que podrían parecer casi revolucionarios para los
activistas desilusionados con el comportamiento del Partido Comunista y la
CGT, planteando demandas de “autogestión” (el control de los trabajadores) —
aunque, a pesar de ello, sin aclarar si esto significaba participar en las
estructuras administrativas del poder existentes o más bien intentar
derrocarlas.
Pero cuando llegó el momento decisivo, la CFDT estaba tan predispuesta para
los tratos sucios como la CGT. No rechazó la oferta de Grenelle, estando
dispuesta incluso a involucrarse más tarde en discusiones militantes para atraer
a los disidentes de la CGT.
Como hemos visto, el fracaso de las negociaciones de Grenelle para acabar con
la huelga condujo a los políticos profesionales comprometidos con el sistema a
pensar que el régimen de De Gaulle estaba acabado. Sin embargo, esto
presentaba un problema tan grande para el Partido Comunista, la CGT y los
líderes de la CFDT como para el propio gobierno. De principio a fin, su
propósito consistía en utilizar la agitación como una carta de negociación que
aumentara su poder dentro de los mecanismos existentes. Pero ahora esos
mecanismos existentes estaban por los suelos. Como señaló uno de los líderes
de la CFDT, ya no había ningún “interlocutor” efectivo con quien negociar46.
Los líderes del sindicato y del partido dieron muestras de pánico. No tenían
intención de derrocar al gobierno. Pero si caía, tenían que asegurarse de que lo
hacía en manos no muy lejanas a las suyas. Los líderes de la CFDT respaldaron
una marcha de la UNEF con unas 40.000 personas reunidas en el estadio
Charlety, donde los discursos eran revolucionarios en el tono pero luego
endosaban la llamada de Mitterrand para formar un gobierno bajo la dirección
de Mendès-France. Los líderes comunistas y de la CGT estaban auténticamente
aterrorizados. Temían quedar desplazados por un movimiento que juntó a
quienes estaban a su izquierda y a su derecha: por un lado, una gran sección
de los estudiantes y, por otro lado, los políticos socialistas y radicales. La única
forma de evitar que sus simpatizantes se alejaran era haciendo su propia
manifestación política: el miércoles (dos días después de la asamblea de
Renault) organizaron su marcha masiva por “un gobierno popular y
democrático”.
7. El desenlace
No podemos saber exactamente qué ocurrió mientras De Gaulle estaba en
Alemania el 29 de mayo, pero sabemos lo que él y su primer ministro,
Pompidou, hicieron tras su regreso a Francia al día siguiente.
Ese fin de semana había puente. Cuando la gente empezó sus vacaciones el
viernes por la tarde, el gobierno todavía estaba enormemente debilitado, a
pesar de la manifestación de la noche previa. Cuando acabaron los días de
fiesta, el martes, las comunicaciones estaban restauradas en gran parte del
país, los suministros de gasolina estaban libremente disponibles y el momento
álgido del movimiento huelguístico estaba roto. Los ricos y poderosos lograron,
por fin, dar un suspiro de alivio.
8. Los revolucionarios
La elección del Partido Comunista y la CGT —de dar fin a las huelgas por
aspiraciones electorales— se vio cuestionada. Dos días después del discurso de
De Gaulle, cerca de 30.000 personas se manifestaron por las calles de París
cantando “elección: traición” y “esto es sólo el principio, la lucha sigue”. Pero
mientras en tiempos “normales” una manifestación de 30.000 personas puede
parecer grande, en el contexto de la enorme crisis política francesa no era lo
suficientemente grande como para tener un fuerte impacto. Podía armar un
buen alboroto en las calles, pero no podía impedir los acuerdos clave que
estaban poniendo fin a las huelgas en las grandes empresas públicas.
Esa noche los líderes estudiantiles como Dany Cohn-Bendit reconocieron que el
movimiento no podía avanzar simplemente con manifestaciones callejeras. Los
estudiantes tenían que abrirse paso hacia quienes estaban involucrados en las
huelgas51.
Estábamos con ellos, pero sus argumentos no eran claros. Usted tiene que
entender que era la primera vez que habíamos conocido a esos tipos. No
estábamos acostumbrados a su forma de hablar, y tenían en nosotros el efecto
de las bestias curiosas, provenían de un mundo diferente52.
Así, apenas podrían atraer a trabajadores para quienes obtener un coche, una
lavadora, un refrigerador o un aparato de televisión representaba una forma de
escapar del tedio de la vida de la clase trabajadora.
Estas actitudes significaron que, mientras la CGT intentaba confinar las huelgas
a las demandas puramente económicas, afirmando que los trabajadores no
estaban interesados en asuntos sociales y políticos más amplios, muchos de los
estudiantes descartaban las demandas económicas como irrelevantes y
simplemente hablaban de “contestación”, “desmitificación”, “lucha contra la
autoridad” y “revolución”.
Pero había un problema incluso con los estudiantes que, bajo la influencia de
grupos como la JCR, entendían que la lucha por las demandas materiales era
importante para motivar a muchos grupos de trabajadores a desafiar al estado.
Los estudiantes venían, en términos generales, de familias de clase media y se
habían politizado a través del debate abstracto llevado a cabo en el ambiente
universitario. Como consecuencia, no supieron cómo explicar sus ideas a los
trabajadores, cuya experiencia era realmente distinta, y tendían a hablar un
lenguaje “intelectual” demasiado remoto para la mayoría de los trabajadores.
9. El final amargo
Un gran movimiento social, que involucra a millones de personas, no se detiene
simplemente sobre sus pasos. Si su momento álgido se rompe, empieza a
retroceder. Todas esas personas medio convencidas que lo sostuvieron por su
confianza y poder se desmoronan, ya no lo ven como una manera de afrontar
las pequeñas frustraciones y la opresión que entumecen sus vidas. Todos esos
políticos oportunistas que lo vieron como un posible vehículo para avanzar en
sus carreras ahora se suben a otros carros. Todos sus enemigos se sienten
reforzados por el debilitamiento de la influencia sobre quienes vacilaban entre
el movimiento y ellos.
Esa semana la policía atacó a los huelguistas por primera vez. Tomaron el
control de los estudios de radio y TV el 5 de junio. Un día después, los CRS
31
En el nuevo clima, los patrones pusieron en práctica todos sus viejos métodos
para perjudicar a los sindicatos —votos secretos donde “mayorías” impostoras
votaban por regresar al trabajo, uso de capataces y sindicatos amarillos para
32
romper los piquetes, uso de la policía para dar palizas a los huelguistas o llamar
“subversivos peligrosos” a quienes resistían a tales acciones.
Una fuente de esta amnesia colectiva fue el Partido Comunista Francés. Hizo
todo lo posible a lo largo de mayo para impedir que el movimiento deviniera
político, y mucho menos revolucionario, y tan solo momentáneamente se vio
forzado a modificar su posición en la última semana por miedo a que, si no lo
mantenía en sus manos, otros podrían tomar el poder. Por consiguiente,
después tuvo que justificarse asegurando que la revolución siempre había sido
34
Notas
1 G. Pompidou, Pour rétablir une vérité (París, 1982), p181.
8 D. B. Said y H. Weber, Mai 1968: une répétition générale (París, 1968), p112.
10 D. B. Said y H. Weber.
11 D. B. Said y H. Weber.
14 M. Kidron, p170.
23 G. Ross, p182.
29 G. Ross, p184.
37 Ver L. Rioux y R. Backmann, páginas 442-458. Para más detalles sobre esos
días, ver también G. Ross, p203-204.
39 G. Pompidou, p197.
43 G. Ross, p185.
44 G. Ross.