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"Primas": El cine como

herramienta terapéutica
“El arte es una forma de transformar y crecer”. Psicóloga y cineasta
autodidacta, Laura Bari reúne sus dos pasiones en sus documentales: retrata
casos reales de personas que sufrieron algún tipo de trauma. De nacimiento,
como en el caso de Antoine (2009), sobre un niño ciego; o por alguna
desgracia, como en el caso de Ariel (2013), sobre su hermano, que perdió
las piernas en un accidente laboral. Tiempo después de haber estrenado esta
última, Bari se enteró de que su sobrina, Aldana, había sido abusada por el
propio Ariel. “Se me cayó el mundo abajo. Me quedé callada durante dos
años y después hice esta película: esa fue mi respuesta”, dice flanqueada
por la propia Aldana y Rocío, las protagonistas de Primas, quizás la
película más impactante de la Competencia Internacional.
Además del parentesco del título, las dos chicas tienen en común haber sido
víctimas de abusos sexuales. Tan dura como luminosa, Primas funciona
casi como una herramienta terapéutica: ante la cámara, ellas relatan a
corazón abierto el martirio que padecieron. Aldana, la aberrante conducta
de su padre y las dificultades que tuvo para denunciarlo; Rocío, el episodio
de su rapto y violación, del que sobrevivió milagrosamente, con el 60% del
cuerpo quemado por su victimario. Hay una larga escena, conmovedora e
impactante, en la que las primas se cuentan esas experiencias terribles y
terminan abrazadas, consolándose.
Pese a su cercanía afectiva con las chicas, Laura Bari no interviene.
“Construyo las películas con lo que sucede en la vida cotidiana, con el
objetivo de investigar y llevar a la pantalla el mundo íntimo. No es
voyeurismo: es heroísmo. En Primas hay una parte de cine ensayo y otra
parte de cine experimental. En la parte experimental les propongo puestas
en escena de situaciones hipotéticas e imaginarias. Así, por ejemplo, le dije
a Rocío que imaginara que era un cocodrilo, a ver qué surgía de eso”.
Con esas propuestas surgieron escenas oníricas, la mayoría filmadas en la
playa, que provocan un efecto de extrañamiento y poesía, y son parte del
viaje emocional que emprenden las chicas. También viajan literalmente: la
película transcurre en Coronel Dorrego, el pueblo natal de Rocío; y en
Mendoza, donde vive Aldana; después, las primas se juntan en Buenos
Aires y terminan volando a Canadá, invitadas por la propia Laura Bari, que
está radicada allí desde hace casi 30 años. “Les propuse que vinieran a
Montreal para trabajar con el cuerpo y expresar de esa manera lo que no se
pude decir con palabras. Circo, teatro, mimo, danza contemporánea:
hicimos esos talleres para investigar con el cuerpo y el corazón, y unirlos
con el cerebro, para que no haya separación. Lo que queda es el alma”.
Las primas exploran las consecuencias de lo que les tocó vivir y muestran
al mundo esas heridas que aún no cerraron; Rocío lo hace también
literalmente, recorriendo a cámara sus quemaduras. “La idea era comunicar
nuestra experiencia, porque al comunicar empezás a crecer y a trabajar eso
que te pasó. Convertir eso en arte es hilarlo”, dice Aldana después de la
proyección. Rocío agrega: “Quiero que esto sirva para que deje de ser un
tabú hablar de los abusos sexuales. Ahora con el movimiento Ni una menos
eso está cambiando, pero antes era muy difícil. La película es una
invitación a que la gente hable”.
Ultimo día de las competencias
Mañana será el último día de presentación de películas en las competencias
oficiales. En la Internacional se verá la tercera argentina que participa de
esta sección: Al desierto, de Ulises Rosell, un thriller protagonizado por
Valentina Bassi y Jorge Sesán que transcurre en el inhóspito paisaje
patagónico. Y The First Lap, del sudcoreano Kim Dae-hwan, sobre una
pareja cuya relación cambia cuando se entera de que ella está embarazada.
En la Argentina será el turno de un clásico del festival, José Celestino
Campusano, con El azote, sobre la tarea de un asistente social en Bariloche.
Y en la Latinoamericana, la brasileña Baronesa, opera prima de Juliana
Antunes, un documental sobre la vida cotidiana de dos chicas pobres en los
arrabales de Belo Horizonte.
Vittorio Taviani: una figura
esencial de la época dorada del
cine italiano
l cineasta italiano Vittorio Taviani, creador de numerosas películas
legendarias junto a su hermano Paolo, como Padre Padrone (1977)
o César debe morir(2012), murió a los 88 años tras una larga
enfermedad en Roma, informó ayer su hija Giovanna.

Incluso a edad avanzada ambos hermanos continuaron trabajando


juntos, y el año pasado llegó a los cines italianos el último film que
hicieron en tándem, Una questione privata. "Tenemos diferentes
personalidades, pero la misma naturaleza. Nuestras decisiones en la
vida y en el arte son las mismas", dijo Vittorio cierta vez sobre su
relación con Paolo, de 86 años.

La colaboración entre ambos se consideraba una simbiosis perfecta e


incluso físicamente era difícil distinguirlos. Mientras que Paolo era
algo extravagante y egocéntrico, Vittorio era descripto a menudo
como su prudente contrapartida.

Cada proyecto lo creaban a cuatro manos inspirados por historias


que leían en los diarios o argumentos que salían en sus largas
conversaciones, pero a la hora de llevarlo a la práctica se dividían las
escenas para dirigirlas. "Mientras uno rueda, el otro se calla" era su
fórmula maestra.

Padre Padrone fue una de sus obras insignia. Cuenta la historia de


un joven pastor que se rebela contra el despotismo de su padre que
no le permitía asistir a la escuela en la Cerdeña de los años 40. Con
ella les llegó la Palma de Oro del Festival de Cannes y el éxito
internacional. Primero encontraron el relato en un diario local y
después leyeron el libro autobiográfico de Gavino Ledda, que
finalmente se había formado de manera autodidacta y había
conseguido ir a la universidad. Cuando se conoció la noticia de la
muerte de Vittorio en Roma, Ledda recordó su faceta humana. "Poco
después de que se estrenara la película en Roma yo me encontré mal
y lo llamé. Él y Paolo fueron inmediatamente a mi hotel y llevaron a
un médico; estuvo conmigo hasta que me recuperé. En este detalle
insignificante están toda la humanidad y el altruismo de Vittorio".

Las condolencias y los mensajes de recuerdo desde todos los ámbitos


no cesaron durante todo el día. El presidente de la república, Sergio
Mattarella, también evocó el lado "generoso, reservado y afable" del
cineasta, y destacó la "fecunda asociación, humana y artística, que
junto a su hermano Paolo ha producido obras maestras inolvidables,
en las que una suma estilística de extremo refinamiento y de alta
poesía siempre se ha conjugado con un fuerte sentimiento de pasión
civil".
Los hermanos crearon un universo propio fácil de reconocer con una
narración lúcida e hilada escrupulosamente. A finales de los 60
comenzaron a destacar por su capacidad para llevar a la gran
pantalla temas cargados de compromiso social y denuncia política,
cuidando la forma, con un relato poético y literario.

Los maestros Taviani empezaron en el cine cuando todavía vivían los


Lumière y después de más de medio siglo estos titanes del cine
italiano aún seguían demostrando su pulso para conquistar al
público y a la crítica. En 2012, tras algunos altibajos volvieron al
camino de la gloria internacional con César debe morir, que Vittorio
firmó con 83 años y con la que se llevaron el Oso de Oro en Berlín.
En la cinta cuentan la singular y compasiva historia de los reclusos
de la cárcel romana de Rebibbia, muchos de ellos antiguos sicarios
de la mafia, mientras preparan la puesta en escena de la obra Julio
César, de Shakespeare.

Vittorio nació en 1929, dos años antes que su hermano, en la


localidad toscana de San Miniato, en la provincia de Pisa, donde fue
a la universidad junto a su siempre inseparable Paolo -Marcello
Mastroianni, a quien dirigieron en Allonsanfan en 1974, se refería a
ellos como si fueran uno solo, "Paolovittorio"-, para estudiar
Derecho. Hijos de un abogado antifascista, ambos abandonaron las
clases para dedicarse íntegramente al cine. Siempre apegados al
terruño, su primer proyecto fue, precisamente, el cortometraje San
Miniato, luglio 44', en el que cuentan la masacre cometida por los
nazis en el pueblo durante la Segunda Guerra Mundial. Después de
dirigir varios documentales llevaron a la gran pantalla, junto a
Valentino Orfini, Un uomo da bruciare, en 1962, basado en la
historia de un sindicalista asesinado por la mafia, Valentino Orfini.
Película con gran trasfondo moral que ganó el premio de la crítica en
la Mostra de Venecia.

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