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Quizá pienses que no hace falta reflexionar tanto sobre cuál es el propósito de uno en el momento de
ponerse frente al piano a tocar.
Simplemente me da orgullo darme cuenta de ello porque si lo hago significa que he funcionado con un
alto grado de conciencia. Y ése es el GRAN TRABAJO de mi vida.
Eso me ayuda a conocerme mejor y también a comprender más fácilmente las necesidades y
motivaciones de los demás.
Total, que me conecta más conmigo mismo y con la gente que me rodea.
Pero no sólo eso. Digamos que a efectos prácticos me va bien porque sólo siendo consciente del
propósito puedo ser capaz de elegirlo o descartarlo. ¡No todas las motivaciones me convencen igual!
Unas me dan bienestar emocional. Las otras me generan angustia. Y quiero ser lo suficientemente
consciente de qué propósito hay detrás de la A que se me plantea en cada momento para decidir
A es una acción concreta e inmediata (como en este caso ponerme a tocar el piano).
B es un deseo, una proyección mental de futuro más o menos cercano (en este caso, expresar
mi alegría).
B a veces puede ser un objetivo complejo, o sea puede incluir pequeñas medidas que tomar una detrás
de otra.
Si no puedo conseguir mi B inmediatamente porque es complejo, el camino será más agradable si las
As que llevan a él son abiertas, es decir si soy flexible y me permito cambiarlas por otras llegado el
caso.
Si mi B fuera obtener el título de profesor de piano, puedo iniciar una serie de pequeñas As para
conseguirlo, por ejemplo apuntarme a un conservatorio, organizarme mi tiempo para prepararme bien
los exámenes, regalarle un jamón por Navidad al profesor de la asignatura que peor se me dé…
Es posible que alguna de las As que en un principio me he planteado tenga que ser cambiada según
avanza el camino hacia B.
Pero para mí lo más importante es que llevar a cabo las As dentro de este esquema mental es un
agradable acto de libertad personal.
Un caso concreto que muchas veces me sucede es: “me siento a tocar el piano porque soy pianista”.
Aquí podría perfectamente intercambiar “soy pianista” en la parte B por: “soy profesor”, “soy
estudiante”, “soy concertista”… y si nos salimos del terreno musical: “soy hijo de”, “soy novio de”, “soy
hombre”…
Las As ya no pueden ser espontáneas y libremente decididas porque B impone una definición cerrada
con requisitos obligatorios.
Si soy pianista, los requisitos que definen este concepto serán: TENGO QUE tocar todos los días X
horas, TENGO QUE aprender piezas cada vez más difíciles, TENGO QUE memorizarlas para tocarlas
en público, etc etc etc.
El “ser algo” exige su lista de requisitos para poder sobrevivir como identidad.
¿Te lo has planteado? ¿Cuántas cosas en la vida haces porque ERES algo?
Yo cuando soy consciente de ello siento que es el punto de partida para transformar el esquema
opresor (auto-opresor en realidad) por el liberador.
Y claro, al estar contento, decidí celebrarlo compartiendo todo esto contigo a través de este post y su
vídeo.
Por consiguiente, al publicar el artículo soy muy consciente de qué motivación he tenido para hacerlo.
Lo cual puede que me lleve a celebrarlo de alguna otra forma…Y así entro en una alegre cadena de