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JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

EL 9 DE ABRIL
EN PALACIO
HORARIO DE UN GOLPE DE ESTADO

NUEVA EDICION

1948 - 1988

EDITORIAL KELLY
Bogotá
LEA USTED EN ESTE LIBRO:
Cómo fue asesinado el doctor Jorge Eliécer Gaitán.
Cómo el pillaje y el incendio arrasaron a Bogotá.
Cómo veinte soldados defendieron a Palacio contra multi­
tudes enloquecidas y armadas.
Cómo el parque de Tunja, como en 1884, contribuyó a
asegurar la victoria.
Cómo se desarrollaron en Palacio las conferencias entre
el Presidente de la República y la comisión de jefes
liberales presidida por el doctor Echandía.
Cómo se entrevistaron el Presidente y los Generales.
Cómo formó el señor Presidente su gabinete de Ministros.
Cómo se reanudó la Novena Conferencia Panamericana.
Mensaje de Raúl Haya de la Torre a Roberto García Pe­
ña, que debiera estar grabado ya en el Capitolio Na­
cional.
¿Por qué Gaitán no fue incluido en la nómina de los de­
legados a la Conferencia Panamericana?

El libro que devoró Bogotá


y que no ha podido ser rectificado.
JOVEN COLOMBIANO:

Si quieres ver por mis ojos las grandezas y


miserias de la más oscura noche de tu patria,
lee este horario, vivido más que escrito. En él
recojo los hechos en que intervine, que pre­
sencié o de los cuales tuve una información
autorizada e inmediata durante el desarrollo
de los sucesos. Incluyo algunos detalles de am­
biente, porque sé, por propia experiencia, su
utilidad para quienes vuelvan mañana sobre
ellos. Lo he escrito sobre notas instantáneas
que tuve el cuidado de tomar en las propias
pausas de los acontecimientos, para asegurar­
le a la memoria puntos fijos de reconstrucción
y para que, en caso de subsistir, no todo que­
dase sepultado bajo el silencio de las ruinas
morales y físicas. Si de paso te encuentras al­
guna flecha, no voló de mi carcaj: ella es ape­
nas señal de tránsito en este labertinto de
hechos, hombres y juicios. No sigas apretán­
dote el corazón únicamente ante el hacina­
miento de los escombros materiales. Apriétate-
lo, sí, ante los escombros morales. Y levántate
sobre las ruinas: ¡así no más eres hombre!
Abril 18 de 1948.
J. E. M.
VIERNES 9

12 del día.—Estoy en el Ministerio de Educa­


ción. He pasado la m añana despachando sólo
asuntos de rutina, pues para las once tenía con­
venido con Elíseo Arango visitar al señor Presi­
dente para posesionarnos él del Ministerio de
Educación y yo del de Minas, según la reciente
reintegración del gabinete homogéneo. Pero
aquél se excusó por haber amanecido enfermo.
Desde mi escritorio veo bullir las gentes en su
tra jín habitual, sin u n solo presentim iento, ni
u n a zozobra, bajo la m añ an a cálida, soleada,
alegre. Los diarios m atinales están concentra­
dos en com entar y difundir los incidentes de
la víspera de la Conferencia Panam ericana, cu­
y a reunión en Bogotá tiene llenos de orgullo a
todos los buenos colombianos. Las fábricas, los
almacenes, las empresas de transporte urbano,
los colegios, los mismos corrillos políticos ta n
característicos de la ciudad, funcionan con esa
habitual naturalidad de un pueblo que h a sido
ejem plar en América por su cultura política y
social. El día avanza como cualquiera del año,
sin u n sobresalto, ni un temor. Acostumbrados
a siglo y medio de seguridad personal, los bo­
gotanos discurren por las calles sin más arm a
que su palabra o, a lo sumo, su espiritual iro­
10 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

nía. A las doce y media, con el doctor Elíseo


Velásquez, Director de Educación de Antioquia,
salgo a alm orzar al restau ran te Temel. Almor­
zamos con afán porque mi compañero tom ará
m uy pronto avión de regreso a Medellín, y sali­
mos en dirección al campo de aterrizaje.
1 de la tarde.—En la puerto, a la u n a y die
minutos, el doctor Alberto D urán Laserna, di­
rector de la Radio Nacional, transfigurado bajo
el im pacto de u n a viva impresión, nos dice:
“Acaban de asesinar al doctor G aitán en la
puerta del edificio de su oficina, y estoy llam an­
do a Palacio”. Me resisto a creerlo. ¿Hace poco
no corrió tam bién la noticia de la m uerte en
S anta M arta del doctor Laureano Gómez? Sin
embargo, dejo ir solo al campo de aterrizaje al
doctor Velásquez, y sigo p a ra el M inisterio de
Educación. Al cruzar la carrera séptima, n o ob­
servo movimiento ninguno irregular. Todo a ú n
tranquilo, la calle soleada, las gentes en su ac­
titud norm al. Sólo hacia el sitio de los sucesos
miro un grupo de curiosos, como tantos que se
form an en nuestras calles a raíz de u n acciden­
te de tránsito. Sigo al Ministerio. En la p u e rta
el periodista Jaime Soto, demacrado, lívido, me
confirma la cruel noticia. “Qué vergonzosa infa­
m ia”, le contesto. Subo aprisa al Ministerio en
busca del teléfono directo a Palacio. Pero la
puerta está cerrada y el ascensor no funciona.
Salgo al andén, donde me confirm a la notivia
Víctor Aragón, pálido pero sereno. En este ins­
tante, las gentes, en grupos presurosos, comien­
zan a desprenderse sobre el sitio del asesinato,
pues las radios ya difundieron el hecho. El am ­
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO II

biente se caldea por segundos. Un transeúnte


Ri'lta: “ ¡A m a ta r godos!”. Despacho el carro
oficial p ara evitar la identificación de la placa
y salgo acompañado del doctor Jorge Luis Aran­
do para la casa, a pie. Los grupos que bajan,
van en actitud colérica, corren, pidiendo a gri­
tas la cabeza de Laureano Gómez, la de Montal-
vo y la mía. ¡Pensar que ésta la te n ía n ta n cer­
ca! Pero la angustia con que, m ás que corrían,
se disparaban hacia el lugar trágico, no les de­
jaba observar ál transeúnte que iba en direc­
ción opuesta. Llego a la casa, me armo, ordeno
a la familia que cambie de residencia y parto
para Palacio. No hay vehículos. Pasa u n jeep
de la Policía y ordeno: “E strada Monsalve, Mi­
nistro de Educación, lléveme a Palacio”. El te ­
niente de la Policía y el agente que lo conduce
van llorando de cólera y de angustia. Bajando
por la calle 17, tra ta n de conducirme por el
centro de la ciudad, donde ya el vocerío es tre ­
mendo. Oigo al paso, a todo volumen, las emi­
soras llam ando a la revuelta, pidiendo el gobier­
no y disponiendo el ataque a Palacio. Pero cerca
de El Liberal ordeno tom ar la carrera cuarta;
el carro retrocede y llego a Palacio, por la puer­
ta de la carrera séptima. Van siendo las dos de
la tarde.
2 de la tarde.—Ya la m ultitud, en u n ataque
relámpago, cayó sobre Palacio. Ni un vidrio sa­
no de los ventanales, ni u n a bomba eléctrica
ilesa. F ue tal la furia, que el asfalto está cubier­
to de cristales en polvo, como bajo la acción
minuciosa de u n a piedra de molino. Abandona­
das ju n to al andén hay tres gruesas vigas con
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las cuales tra ta ro n de forzar las puertas, en


acción de ariete y por el sistem a de cuña. Una
de las puertas quedó casi vencida. Y en medió
del esparcimiento de piedras, ladrillos, garrotes
y cristales, al pie de la en trad a principal, el
cadáver del asesino, desnudo, bocarriba, los bra­
zos y las piernas en cruz, con u n ojo afuera y
el otro convertido en u n coágulo de sangre. Allí
lo había dejado la hiena p ara volver por su
presa. Ya u n agente de policía, desde el andén
del frente, había hecho el prim er disparo sobre
Palacio. Mi prim era observación de fondo es la
insuficiencia de las fuerzas de defensa p a ra po­
der resistir la segunda acometida, y a arm ada y
organizada. Subo al salón presidencial. Donde
creo encontrar un hormiguero de m ilitares y ci­
viles, sólo hallo la soledad casi completa. Al pie
de su escritorio, el Presidente, doña B erta de
Ospina, el doctor Azula B arrera y doña Cecilia
Piñeros Corpas. En los salones vecinos estaban
doña Belén Arbeláez López, doña Angela Her­
nández, doña Lala Guzm án y don Francisco
José Roa. Los m ilitares de palacio no están allí
porque h an volado a sus puestos: el m ayor Iván
Berrío está en las guarniciones; el capitán Ger­
m án Uribe se encuentra e n el Batallón Guardia
Presidencial atendiendo con el capitán Alejan­
dro Londoño los preparativos de la defensa,
conviniendo el plan y m unicionando la tropa;
el teniente Carvajal, Edecán de Aviación, está
en el mismo Batallón alistándose p a ra el servi­
cio. Pronto llega el coronel Carlos A. León, Co­
m andante del Batallón, com prueba el p lan ela­
borado, lo refuerza y lanza la tropa a la acción,
perm aneciendo al frente de ella con decisión y
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tórnlca ejemplares. La soledad en que se encuen­


tra en sú despacho el Presidente se debe a la
llora y a que quienes desearan en trar ya les era
cual. Imposible debido al asedio popular en que
«ataba la m anzana. Clavo los ojos en el rostro
del Presidente, y encuentro lo que esperaba:
un sem blante de irritad a cólera por el asesinato
y de firme expectativa ante los sucesos en tu ­
multo. El rostro ta n pálido de presentimientos,
nomo su característico casco de cabellos blan­
cos. “Ministro, me dice, ¿cuál es su noticia?”.
"La m u ltitud regresa por la séptim a sobre Pa­
lacio, arm ada ya con el saqueo de ferreterías, y
están débiles las líneas de defensa”, le contesto.
Vuelo sobre las dos portadas de la séptim a y la
octava, a inspeccionar de cerca las guarniciones.
Noto en la tropa que está convencida de la gra­
vedad de la hora, y adivino en su actitud firme
y sin precipitaciones la fiereza con que sabrán
compensar su escaso número. Pido que se levan­
te el cadáver del asesino y se guarde en u n a de
las casas del frente, p a ra que su visión no enar­
dezca los ánimos. Voy a regresar a los pisos altos
del Palacio y me encuentro en el corredor con
el general Sánchez Amaya, en u n a actitud de se­
renidad y energía que me llenó de fe. “La defensa
es débil en núm ero”, le digo. “Todo está previs­
to, doctor”, me contesta con seca amabilidad.
Más adelante me dice el m ayor Iván Berrío: “El
núm ero es escaso, pero la calidad lo compensa.
El B atallón Guardia Presidencial es de machos”.
“¿Y en provisión de pertrechos dentro del Pala­
cio?”, le pregunto. “Tenemos munición para cin­
co días de fuego perm anente” , me contesta.
“¿Por qué no nos anticipam os a gasificar el con­
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torno de Palacio?”, insisto. “Es u n error, doctor,


me responde, porque inutilizamos la guardia de
Palacio que no tiene m áscaras”. Así, lleno de
fe por el sentido de previsión y firmeza de nues­
tros m ilitares, regreso al despacho presidencial.
Siguen unos instantes de expectativa, lo que los
m ilitares llam an “calma aparente”. E n otras
palabras, lo que gasta la m echa encendida para
llegar al explosivo. Abrimos los radios y escu­
chamos, en el lenguaje m ás violento e irrespon­
sable, a los incitadores: “ ¡A arm arse cada uno!”
“Nómbrense ju n tas revolucionarias de gobierno
en todos los municipios, deponiendo a las auto­
ridades” ; “la revolución está triunfante, y se h a
creado en Bogotá la J u n ta Revolucionaria que
h a asumido el gobierno”. U na voz da esta ins­
trucción: “Cada cual debe propiorcionarse el
cocktail Molotov: tome u n a botella de gasolina,
clávele en el corcho un alam bre y en la p u n ta
de éste colóquele u n a m ota entrapada en com­
bustible, enciéndala y láncela”. Otro grita: “Pre­
séntense todos los partidarios de la revolución a
pedir arm as a las divisiones de Policía”. Otro
anuncia: “El ejército está ya con la revolución”.
E ntre tanto, las columnas populares han. ini­
ciado el segundo ataque sobre Palacio, haciendo
fuego sobre la patrulla que com anda el tenien­
te Silvio Carvajal y que está apostada en la ca­
rre ra séptima, en la m itad del costado oriental
del Capitolio. El fuego es contestado sin vacila­
ciones, A la resonancia del prim er tiroteo en
form a se sum a la noticia de un incendio en el
zarzo núm ero uno de Palacio, ocasionado por
un corto circuito. ¿Acto de sabotaje? ¿E xtraña
coincidencia? Aún no se h a podido esclarecerlo
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«attsfactoriamente. El sargento Neira, acompa­


ñado de otro m ilitar, lo apaga rápidam ente,
(Jomo el Palacio es de m adera, u n momento de
rotardo hubiera sido fa ta l. . .
Observo que ya han llegado los M inistros José
Vicente Dávila Tello, José M. Bernal y Evaristo
Hourdís. Poco después en tran Eduardo Zuleta
Angel y Fabio Lozano y Lozano, Ministros de
Gobierno y de Guerra. Se da la orden de enviar
patrullas del ejército a tom ar las emisoras par­
ticulares en poder de los revolucionarios, y es­
pecialmente la Radio Nacional. Una tra s otra
van cayendo algún tiempo después. El Presiden­
te ordena al M inistro de Comunicaciones que
llame al Gerente de la Energía y m ande sus­
pender el servicio p a ra que tan to las emisoras
conocidas como las clandestinas no sigan incen­
diando el país. Se llam a al Gerente de la Ener­
gía p ara conjurar con u n a sola medida el peligro
colectivo, paralizando de hecho el destructor es­
cándalo de las emisoras en poder de los agita­
dores revolucionarios, pero la solicitud obtiene
un resultado negativo. Ello hace recordar que
en días anteriores, durante la tarde en que h a ­
blaron en la Conferencia Panam ericana los doc­
tores Rómulo B etancourt y Carlos Lozano, la
luz se suspendió m isteriosam ente por intervalos
regulares, causando gran zozobra e n las delega­
ciones y en el público, hecho que dió lugar a
reclamos del Presidente de la Conferencia, doc­
tor Laureano Gómez, y a u n a conferencia u r­
gente de éste con el señor Gerente de la Energía.
Bajo el influjo de las radios, el saqueo y el in­
cendio adelantan en forma furiosa. Por fortuna
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no pudieron prever el fuerte aguacero que cae,


circunstancia que dificulta la propagación, de
las llam as, y la expansión y fiereza del a ta ­
que. “A Bogotá lo va a salvar la llegada del
G eneral Invierno”, a p u n ta uno. “Y la defec­
ción del G eneral Viento”, agrega otro. T ras unos
momentos de relativa calma, se desata el ataque
sobre Palacio. La tu rb a viene arm ada de fusiles,
pistolas, machetes y garrotes. Como h a n sa­
queado tam bién las ventas de licor, la mayor
parte de los asaltantes están ebrios. De u n golpe
de filo a l aire rompen el pico de las botellas de
whisky y cham paña, y se tra g a n el resto del
recipiente. A la am enaza se sum a la vergonzosa
noticia: la policía h a defeccionado- Sus arm as
están en poder del pueblo, y m uchos agentes
se h an vestido de civiles y encabezan la chusma.
El ataque es coordinado por las ocho bocacalles
de la m anzana. No son menos de diez m il hom ­
bres. El fuego de los revolucionarios es intenso
por todas partes. Disparan de la calle y de los
edificios circundantes, de cuyos tejados y bal­
cones se h a n adueñado. El Mayor Iván Berrío,
desafiando la muerte, desde el balcón de Pala­
cio por la entrada de la séptima, dirige la de­
fensa y ordena el fuego.
3 de la tarde.—Dotada de arm as de fuego de
largo alcance, la turb a concentra su asedio con
u n a furia casi incontenible. La defensa hace
fuego vigorosamente. Me asomo por u n a venta­
n a de Palacio: es tal la intrepidez de los a ta ­
cantes, que los que vienen detrás de las avanza­
das arrojan de los cabellos y de los brazos a los
caídos, p a ra abrirse paso por entre los cadáve-
EL 0 DE ABRIL EN PALACIO 17

i'OtMhacia las am etralladoras. Escenas de espan­


to, de valor, de suicidio. Ante el m uro de acero,
la m u ltitu d vacila entre avanzar o retroceder,
tól ataque m ás intrépido es el que baja por la
culle octava, entre sexta y séptima, debido a la
topografía pendiente, pues el peso físico de la
retaguardia m ultitudinaria em puja a la van­
guardia que in ten ta retroceder ante el fuego de
la tropa. G ran peligro, porque perdido el campo
do acción p a ra las arm as de fuego, la lucha se
hubiera trabado cuerpo a cuerpo, dándole la
victoria al mayor número. Los proyectiles revo­
lucionarios silban por encim a del salón presi­
dencial. Como los fusileros están atacando desde
las terrazas de los edificios vecinos, el despacho
presidencial es un blanco fácil. El Presidente, en
.su sillón habitual, permanece en tranquila ex­
pectativa. Quiere irse a dirigir en persona las
operaciones militares, pero el Mayor Berrío le
disuade. Bajo u n a ráfaga de proyectiles que
pasan. Fabio Lozano ordena a uno de los ede­
canes : “Retire el escritorio del señor Presidente
y páselo a este ángulo, donde estará seguro”.
"No, interrum pe el doctor Ospina Pérez, que a
la serie de crímenes que se están cometiendo
agreguen uno más asesinándome a mí, pero en
todo caso será en mi puesto, y en el sitio habi­
tual de mi escritorio donde trabajo”. Yo lo veo
golpear con el puño el pasam ano de la silla. Al
lín se logra hacerlo pasar a intervalos, contra su
voluntad, a la sala de la Secretaría General.
“Señores Ministros de Gobierno y Correos, dice
el Presidente: ¿por qué aú n siguen las emisoras
en poder de los revolucionarios? Que envíen m ás
patrullas a tom arlas a toda costa”. Al pie suyo,
18 JOAQUIN ESTRADA MONSALVK

con tan to valor como él, está su esposa, vivaz,


alerta sobre el peligro, con u n a pistola al cinto,
bajo u n a especie de m anto de tela floreada, sin
u n a vacilación, n i u n abatim iento ni u n a an­
gustia, firme en su deber como el m ejor de los
varones. El ataque es violento por todos los cos­
tados. El tiroteo se acrecienta, y estamos en una
plena batalla por todo el contorno de Palacio.
Miro a todos los asistentes, y no veo n i u n a
zozobra, n i u n a cobardía. Todos tienen la cabe­
za sobre los hombros. En los propios salones
centrales se siento la presión física de la aco­
metida. Cuando las am etralladoras sustituyen a
los fusiles, es porque el ataque se renueva con
mayor ferocidad. La serenidad de las dam as es
igual a la de los hombres. No es u n a aparente
presencia de ánimo. Es real. Cada cual está en
su oficio, escribiendo en las m áquinas o aten­
diendo llam adas telefónicas. La inteligencia está
activa, y a u n el buen hum or. En la m itad de la
batalla, Azula B arrera m e comenta: “La histo­
ria es m uy agradable escribirla, pero ¡cómo es
de difícil hacerla!” Yo le digo a doña Berta:
“Si no fuera porque usted es toda u n a dama,
la llam aría doña M anuelita por su valor y su
serenidad”. Ella sonríe, y se reacomoda su pis­
tola al cinto. Entre tanto, el doctor Ospina Pé­
rez da órdenes, recibe noticias, coordina fun­
ciones, m adura.situaciones f u tu r a s ...
4 de la tarde.—Sim ultáneam ente al ataque
Palacio, se está librando otro no menos encar­
nizado y aun más aleve: el ataque contra Bo­
gotá. Turbas armadas, ebrias, vociferantes, lar­
gam ente ferm entadas en sus alm as por la de-
EL> 9 DE ABRIL EN PALACIO 19

nittgogia sistem ática, caen sobre almacenes y


edificios, como una tempestad. A m achete rom-
pon las puertas o las vuelan con tacos de dina­
mita. En un instante los desocupan. Desde chi-
oo* de ocho años h a sta ancianos salen cargados
de m ercaderías y enseres domésticos. Lluego,
cuando nada, dejan, u n ta rro de gasolina y u n
fósforo, y entregan el local a las llamas. Si el
dueño se interpone, lo asesinan. Cuatro mil pre­
mia so han fugado de las cárceles, y comenzaron
au acción incendiando el Palacio de Justicia
para elim inar sum arios y juicios. Por teléfono,
las noticias se sum an en Palacio: incendio de
la Cancillería, de los Ministerios de Gobierno,
de Justicia, de Comunicaciones, del edificio de
la Gobernación, de El Siglo, de todo el sector de
San Victorino. Las columnas de hum o y ceniza
Indican la destrucción de la ciudad. Llega la
noticia de la vergüenza internacional: los de­
legados a la IX Conferencia Panam ericana han
tenido que refugiarse en los cuarteles del B ata­
llón Guardia Presidencial, amenazados de m uer­
te, m ientras gran p arte del mobiliario del Ca­
pitolio donde se reúnen arde en la Plaza de
Bolívar, sacado por la chusma. En este momen­
to, Ramírez, jefe del personal de portería del
Ministerio de Educación, me llam a por teléfono:
"Estam os replegadas en el quinto piso. Eistán
ardiendo los pisos de abajo. Es urgente u n a pa­
trulla de policía”. Cuelgo p a ra llam ar a la Di­
rección de la Policía, en solicitud de u n a patrulla
de protección, si queda personal fiel. ‘Nadie con­
testa. Ya en la División V, protegida por las
arm as desleales, está operando la J u n ta Revo­
lucionaria. La defección cobarde continúa. Sin
20 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

pérdida de tiempo pido que alguien me acom­


pañe p a ra ver si aú n es posible evitar siquiera
en parte la traición. Evaristo Sourdís, desalian­
do el peligro, se resuelve. Salimos por la p u erta
de la carrera octava. Bajamos por la calle octa­
va y cruzamos por la carrera novena. En la m i­
tad de la cuadra se interpone u n a banda de
forajidos arm ados con machetes. Fingiendo que
llamo a u n a casa, les doy la espalda y n o me
reconocen. Aparece otra banda, tra ta de cono­
cerme a pesar de las aletas altas del sobretodo
y de las gafas negras, y no tengo otro camino
que refugiarm e en una casa de gente obrera.
D urante media hora, por la hendidura de la
p uerta veo p asar m anadas y m anadas de gentes
vociferantes cargadas con los frutos del saqueo
y arm adas de garrotes, tubos, cuchillos y ha-
chuelas . . .
Aprovechando un momento de calma relativa,
salgo hacia Palacio. De u n balcón me descubren
y gritan: “Es Estrada Monsalve, ¡mátenlo, m á­
tenlo!”. Un grupo se lanza sobre mí, m achete
en mano. Con las dos pistolas que llevo entre
los bolsillos del sobretodo, amenazo, m ientras
me repliego por la calle octava hacia arriba. El
C apitán Gori, desde la esquina, me reconoce,
ordena hacer fuego y me salva. Encuentro en
Palacio que la demora de m i regreso h a causa­
do alarm a. Informo al Presidente: “Por este
costado, Excelencia, la presión del ataque ya
está deshecha”. Acto seguido, entra, jadeante,
afanado, el General Matamoros. “Excelencia,
dice, vengo desde el Ministerio de G uerra en
un tanque. Hasta la calle catorce, por la carre-
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 21

rn «óptima, no oímos sino vivas al Ejército. De


nlli un adelante la revolución está dominando.
MI pueblo y la policía se treparon al tanque
tratando de forzar la escotilla para asesinarnos.
Cual Inutilizan el vehículo. Ordené avanzar por
oucima de la muchedum bre, si era preciso, y
abrieron campo. La situación es d e lic a d a ...”.
1UI Teniente Jaim e Fonseca, reservista que se ha
preaantado en defensa del gobierno desde el me­
dio día y que ha acompañado al General en la
imvoaía, le tom a el brazo como tratan d o de
agregar una observación, pero el General Ma­
tamoros reafirm a: “Es la realidad, Excelencia,
V mi deber es decirle las cosas como las v e o ... ”.
tci G eneral no m uestra nervios, sino previsión
y decisión. El Presidente, sereno, im perturba­
ble, contesta: “General, tom aré en cuenta su
Informe. Creo que debe salir para Cúcuta, ahora
minino, pues la situación allí puede estar deli­
ra d a ”. “Ahora mismo, contesta, tom o avión a
eumplir con mi deber, Excelencia”. “Le deseo
buen viaje y gran éxito”, repone el Presidente
dándole la m ano en amable despedida. En estos
momentos el segundo tanque h a entrado a San
Agustín. Un proyectil h a hecho impacto en el
cuerpo del Capitán Serpa, al éste salir por la
escotilla cuando cum plía lealmente con su de­
ber. El informe am arga hondam ente al Presi­
dente. Y momentos después, el Mayor Berrío
com unica que el gallardo m ilitar acaba de mo­
rir en sus propios brazos, lanzando un quejido
en el patio de Palacio. Una pausa de profundo
dolor interrum pe en el salón la actividad de to ­
dos los presentes.
22 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

5 de la tarde.—La situación en Palacio sigue


siendo delicada, pero la gravedad es ya m ás apa­
rente que real. El tiroteo de fusil en los contor­
nos es ya interm itente, y las ráfagas de am e­
tralladoras se escuchan apenas a intervalos. Ello
indica inconsistencia en la presión de la turba.
Pero a lo lejos se escuchan tiroteos continuos
de pequeños combates. El enemigo se repliega,
dispersándose en bregas parciales. Además, el
saqueo y el pillaje h an desplazado su ambición
de poder hacia la ambición de boitín. “El h a r­
tazgo de saqueo los debilita, comento. La ejecu­
ción del robo y la guarda del fruto de su pillaje,
les hace olvidar a Palacio”. La legitimidad, si no
está aú n totalm ente salvada, ya comienza a es­
tarlo. Las horas transcurren infundiendo u n a
creciente sensación de seguridad. ¿Pero no se
estará replegando el pueblo, p a ra p rep arar otra
acometida mejor organizada? En previsión, di­
go, llamemos a T unja al gobernador Villarreal
y al Coronel Bejarano en busca de refuerzo de
tropas. La comunicación telefónica es in sta n tá ­
nea. Pasa a la bocina el Presidente. En T unja
hay paz, im puesta vigorosamente por la auto­
ridad. Villarreal y el Coronel Bej araño ofrecen
el envío de trescientos hom bres en u n a carava­
n a revisada. Llegarán al térm ino de la distancia.
“El parque de Tunja, como en 1884, tiene ahora
u n a misión histórica”, le digo a Azula Barrera,
que, con u n gesto de orgullo por la actitu d de
su m andatario y de su tierra, recibe la noticia.
Este hecho consolida el am biente de seguridad:
si hay un nuevo ataque nocturno, los refuerzos
de T unja atacarán a retag u ard ia de la rebelión,
dando cuenta de ella. El Presidente, de acuerdo
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 23

no» el Ministro de Guerra, en previsión, apro-


voolm el momento p a ra ordenar la traíd a del
|H>r«onal de tropas que no fuere necesario en
ittro* departam entos, según la respectiva situa­
ción de cada uno de ellos. Al día siguiente co-
UH'imrán a llegar en avión. Inform e de últim o
momento: en un retiro que por lo desorganiza­
do no o h táctico sino de derrota, las turbas se
re lle n a n hacia el circo de S antam aría y la es­
tación do la Sabana. D urante el repliegue, mu-
nho» elementos dotados con arm as de largo al-
nanee se atrincheran en los edificios del centro
para realizar luego desde las terrazas u n a acción
dfl francotiradores y de desconcierto. Y a medida
(|tie lu tarde se va apagando, las columnas de
Immo de los incendios van haciendo brillar m ás
«ti ponacho de chispas.
Pasun las seis de la tarde. Bajo la expectativa
tío hechos imprevistos, de noticias súbitas, de
Informes inesperados, cada m inuto es u n a espe­
d í' de batalla en m iniatura. El teléfono tim bra
periódicamente: comunicaciones de los depar-
in mentas, de los municipios. Con frecuencia son
Humadas de jefes conservadores, sobre todo de
Iiih poblaciones de C undinam arca y Boyacá,
ummeiando que están reunidos y listos para
m archar sobre Bogotá. De T unja se anuncia u n
prim er envío de 600 hombres armados, que sal­
drán al amanecer. Se les detiene diciéndoles que
rl ejército es suficiente y absolutam ente le a l...
Pero m ientras ta n to ¿qué pasa del otro lado
de las barricadas? Retrocedamos unas horas. En
un salón de la misma clínica, m ientras los fa­
cultativos arreglaban el cadáver del doctor Gai-
24 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

tán, se reunieron los jefes liberales p ara definir


su actitud. Desde un principio Echandía es acla­
mado como el jefe sucesor. El cadáver h a sido
llevado a la residencia del capitán fallecido. La
conmoción ya es una asonada que puede con­
vertirse en revolución, según el rum bo de los
acontecimientos y de los prim eros resultados de
la acción colectiva. Y en el salón vecino al de la
mesa operatoria, entre las emanaciones del for-
mol que utilizan los facultativos, surge el co­
mando político encargado de vigilar la m archa
de los acontecimientos p a ra capitalizarlos en el
momento de la cosecha. Echandía, Lleras Res-
trepo, Salazar Ferro, Arango Tavera, Esguerra
Posada. Zea Hernández, Mendoza Neira, Alfonso
Araújo, H erera Anzoátegui, entre-otros. De esta
m anera, dos movimientos políticos se disputan
el fruto de la conmoción: la Ju n ta Revolucio­
naria constituida en la V División de la Policía
y capitaneada por el doctor Gerardo Molina, y
el Comando Liberal de los notables compuesto
de ex-presidentes y ex-ministros de Estado.
Aquélla asume el poder de hecho y dicta decre­
tos orgánicos y punitivos; éste, dispuesto a ab­
sorberse las posibilidades de la J u n ta de Gobier­
no Revolucionaria, obrando con m ás cautela,
espera, combina y calcula. Como la publicidad
no es táctica, ninguno de ellos aparece en la
radio fijando u n a posición an te el gobierno o
ante el pueblo. Su propósito es absorber p ara
el liberalismo las consecuencias posibles, cual­
quiera hubiera sido el origen de los hechos. Ello
no im porta: al político profesional le interesan
más las consecuencias que los antecedentes. Y
en la reunión, m ientras el cadáver del doctor
EL B DE ABRIL EN PALACIO 25

UnlLin pierde el hum ano calor, convienen: a)


Humar ul doctor Eduardo Santos, quien se en-
miwitra en Nueva York, para que asum a el go­
bierno en su carácter de Designado; b) Echan-
din e» el hombre para asum ir provisionalmente
el mando m ientras llega Santos; y c) tales me-
dldtui fton necesarias p ara evitarle m ás graves
imlamldudes a la república. Definido así su ob­
lativo y determ inadas de tal modo las razones
jiirtcltciia, políticas, morales y filosóficas en que
un fundan, elaboran el balance de la situación.
Y ni balance del momento lo convienen así: a)
rl nueblo domina la ciudad de Bogotá; b) la
Milicia, con meras excepciones, acom paña al
liberalismo en la acción; c) el liberalismo h a co­
menzado a tomarse gobernaciones y alcaldías.
(Jomo no han podido controlar los servicios de
comunicaciones con el resto del país, se baten
cu un caos de fantasías. Afirman lo que supo­
nen. Un exaltado, acaso temeroso de que el san-
M-nmio capitalice el momento, vuela a u n a im ­
pronta y difunde este volante explosivo, de
orientaciones m ás radicales:t“El gobierno asesi­
no de Ospina Pérez que ordenó a uno de sus
I'iidinerosos chulavitas ultim ar al gran caudillo
<lc la democracia colombiana doctor Jorge Elié-
cor G aitán, pretende ahora hacerle tra g a r al
pueblo la m ás m onstruosa y vil calum nia acu­
nando a los comunistas de este monstruoso aten ­
tado. M ienten mil veces los asesinos. Liberales
y com unistas unidos en esta hora histórica de
1a p atria salvarán la democracia derrocando al
gobierno asesino y creando u n a J u n ta Revolu­
cionaria de Gobierno que asum a el poder. En
laa milicias populares del pueblo armado, un i­
26 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

dos liberales, comunistas y demócratas en ge­


neral, form arem os el ejército popular que res-
tablezcla la democracia en Colombia. ¡Abajo los
godos asesinos y caluminadores! ¡Unión de to­
das las fuerzas democráticas contra la reac­
ción!’”.
Dos m ensajes confirm an esos hechos. El
primero de los voceros de la Ju n ta, y el segundo
de Roberto García Peña. Son ta n precisos que
su lectura basta:
“Bogotá, abril 9 de 1948.—Eduardo Santos.
Nueva York.—Ante gigantesco movimiento háse
desencadenado país asesinato doctor G aitán p a­
rece casi segura separación poder Presidente
Ospina. Creemos indispensable su inm ediata
presencia fin asum a constitucionalm ente Go­
bierno p a ra evitar mayores descalabros infor­
tunio República.
“Echandía, Lleras Restrepo, Salazar Ferro,
Araújo, Mendoza Neira, Zea Hernández, Herre­
ra Anzoátegui, Arango Tavera, Esguerra Posa­
da”.
' “Bogotá, abril 9 de 1948.—Eduardo Santos.
Nueva York.—Confírmele informaciones asesi­
n ato G aitán. Situación háse agravado extraor­
dinariam ente. Pueblo incendiado Gobernación,
Ministerios Gobierno, Educación, Justicia. Siglo
destruido. Numerosos m uertos. Policía dividida,
gran parte acompaña liberalismo. Constituyóse
Ju n ta compuesta Echandía, Lleras Restrepo, Sa­
lazar Ferro, Aaújo, Plinio Mendoza, quienes este
instante conferencian Presidente a quien pedi­
rá n renuncia. Parece propósito es designar Min-
gobierno Echandía encargado transitoriam ente
H!L O DE ABRIL EN PALACIO 27

poder m ientras usted llega. Noticias resto país


c<pfio tontísimas. Parece liberales tom áronse Go­
biernos Santander, Caldas.—Robertop.
Mientras el volante se imprime, el Comando
l.llnjnil sigue sesionando, sincronizado con la
itwi'fihu de los sucesos. ¿Por qué la Comisión,
Ni ya lo tiene decidido, no sale p ara Palacio a
pedir la renuncia del Presidente? Tres, cuatro,
(ilneo de la tarde. El servicio telefónico funcio­
na perfectamente. ¿Por qué no se tom a la boci­
na telefónica y se llama? ¿Se confía, acaso, en
({lie loa hechos a cada instante serán m ás gra­
ven? Error, porque un político de ojo clínico,
«obre todo si opera a retaguardia del ataque,
blmi puede adivinar que al cerrar la noche la
naelón ha comenzado lentam ente a recobrarse y
ya ha pasado “ese in stan te regicida de presión’'
«le que habla Mancini. ¿Se pensará quizás que,
t>n vez de tener que anunciarse, podrán ser lla­
madas bajo esa presión trem enda de los hechos
«ubre la personalidad del Presidente? Profunda,
rutul equivocación. Les faltó un político doblado
de psicólogo que les advirtiese que detrás de las
maneras benévolas y republicanas del Presiden­
te' había una voluntad procera que se sublimaba
enn los obstáculos y que es refractaria a ceder
m u autonom ía a la presión de los hombres o de
1nm cosas. Alguno sí les dijo: “No se hagan ilu­
siones. . . Pero ni siquiera le oyeron. Por fin
ríe deciden, y el doctor Alfonso Araújo, en nom ­
bro de la comisión, pide por teléfono la audien­
cia. El Presidente se la concede con su habitual
«eñorío y les garantiza protección para su lle-
Kuda.
28 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

7 de la noche.—El General Sanjuán, quien


h a sido nom brado oficial de enlace en tre la
Presidencia y el Ministerio de Guerra, con un
optimismo sereno, están en todos los detalles,
distinguiéndose por su actividad, su decoro y su
valor. A las dos y media de la tarde se instaló
en la Casa M ilitar de Palacio y desde ese mo­
m ento h a estado al frente de su misión, infun­
diendo fe a m ilitares y civiles. Más o menos a
las siete de la noche llegaron los señores Alfonso
H urtado y Carlos Sinisterra a insistir en nom ­
bre del doctor Laureano Gómez an te el Presi­
dente en la solicitud de u n carro p a ra que el
señor Ministro de Relaciones Exteriores pueda
llegar a Palacio, pues desde las prim eras horas
del desastre, por teléfono, h a estado expresán­
dole al Presidente su decidida voluntad de estar
a su lado. Realmente, el doctor Gómez h a insis­
tido m ucho en ello, pero el Presidente se h a
opuesto durante toda la tarde, por creer que su
venida constituye u n riesgo p a ra la persona del
señor Canciller, cuya cabeza piden enloquecida-
m ente las turbas. “Me sigo oponiendo a ello, me
decía el Presidente a las cinco de la tarde, no
sólo por el riesgo que se crea p a ra el doctor
Gómez sino especialmente, porque en caso de
un desastre es preferible, m ás aún, es indispen­
sable, que él quede por fuera p ara lo que pueda
venir después. . . ”. Pero el doctor Gómez busca
u n sitio de igual peligro: los cuarteles del Mi­
nisterio de Guerra, no menos amenazados por
la tu rb a que Palacio. Allí h a n estado los Minis­
tros Luis Ignacio Andrade y Anzola Cubides, y
allí llega en altas horas de la noche el doctor
Gómez, afrontando la torm enta. El M inistro
EL O DE ABRIL EN PALACIO 29

ductor Montalvo tam bién por la tarde ha llam a­


do por teléfono en busca de vehículo para ve­
nirle, pero el Presidente lo h a creído igualm en­
te Innecesario. Los tiroteos a distancia siguen y
«I «libido de las balas por encima de Palacio se
hnoe más agudo y prolongado en el silencio in­
termitente de la noche. Y tras varias horas de
un» ilttmolón sostenida, durante las cuales el
njérolto ha obtenido seguridad y las turbas h an
perdido vigor y campo de acción, la batalla de
m legitimidad parece ganada. Ciertam ente el
■aqueo y el incendio continúan, pero ya su ex­
tirpación es tarea de limpieza de malhechores.
Para arder un templo no se necesita u n a m ulti­
tud armnda, sino un crim inal oculto tra s u n a
oolumna, una botella de gasolina y un fósforo...
tiu acción colectiva ha degenerado en crímenes
Individuales. “Hay que tener en cuenta esto,
digo a Evaristo Sourdís, para juzgar el momen­
to . El ejército domina la situación en toda la
Monu de Palacio, aunque los francotiradores de
Iun edificios del contorno continúan haciendo
fungo a intervalos. ¿Pero no se habrán replega­
do tas masas arm adas precisamente p ara poder
volver a pelear? Este es el interrogante de los
mi'iM previsores. De pronto, el teléfono. Es el Te­
niente General Ocampo. Llam a a Su Excelencia.
I.hh turbas rechazadas de Palacio h an cambiado
ni objetivo final por uno intermedio: los cuar-
IcItvH del Estado Mayor y del Ministerio de Gue­
rra. En círculo denso, arm adas, secundadas por
nrmas de largo alcance desde el Circo de Santa
Muría y apoyados por la V División de la Policía
((lio h a traicionado su juram ento, a tac a n con
vigor. La defensa es insuficiente, porque gran
30 JOAQUIN ESTBADA MONSALVE

parte de las tropas están ya en otras zonas del


la ciudad. El Teniente General inform a que la'
situación es difícil. Oigo al Presidente que le
contesta: “R esistan el asedio con toda la ener­
gía posible. No deben de dem orar refuerzos de
T unja”. La expectativa se concentra sobre la
suerte del Estado Mayor. Si cae, estaremos per­
didos. Pero un cuarto de hora después el Tenien­
te General inform a que ya,, fuertem ente repeli­
da, la m ultitud se está replegando. Miro el rostro
del Presidente, que a pesar de su im perturbabi­
lidad deja dibujar en los labios u n a sonrisa de
franco optimismo. Previendo otro ataque, se lla­
m a a T unja para confirm ar el envío de tro p a s:
“Ya hace mucho que salió la caravana”, contes­
ta el gobernador Villarreal. Sentimos la sensa­
ción de quien h a guarnecido su coraza con una
nueva capa de acero. . . El últim o in ten to revo­
lucionario ha sido vencido. La revolución se con­
virtió en u n a asonada. Sólo ten d rán botín los
que se dedicaron al pillaje. Un olfato fino, sin
m ucho esfuerzo, sobre todo si está en contacto
informativo con los revoltosos, puede fácilmente
percibir que la legitimidad h a triunfado y que la
lealtad de las fuerzas arm adas no solam ente es
sólida sino invencible. E sta sensación puede lle­
gar retrasada a Palacio o al Estado Mayor, por­
que no es fácil conocer lo que pasa a retag u ar­
dia del enemigo, pero éste tiene que saber ya
su situación. “La victoria —decía Napoleón—
se siente u n poco después de que el enemigo h a
sentido la derrota”, ap unto en mis notas mo­
m entáneas, cuando oigo decir que la comisión
de em inentes jefes liberales está por llegar a
Palacio.
MIi II Ulli ABRIL EN PALACIO 31

t:Hü tí* la noche.—En el aire flota la intui-


«lón de que la parábola del ataque ya llegó a
MU vértice y comienza a descender. Lo impre­
visto queda cubierto con. la inm inencia de la
llegada de los refuerzos de Tunja. Inform antes
diversos, por teléfono, comienzan a difundir
AuevHS alarmas, afirm ando que las fuerzas se
NÉAn replegando sobre distintos puntos estra-
■NtHM de la ciudad en busca de una nueva opor­
tunidad do ataque. Las noticias están ta n bien
twurdtnadaa que parecen ficticias. “ ¿No será un
prólogo d© guerra de nervios desatado p ara ini-
fllai* m batalla política que va a comenzar?”,
pregunto a quienes m ás insisten. La comisión
liberal está, para llegar. El doctor Qspina Pérez,
anticipándose a la situación, nos reúne en un
Angulo del salón a los Ministros presentes. “Hay
que imponer que ellos vienen a pedirme la di­
misión. Quiero conocer el concepto de ustedes”.
"¿tJuál es la opinión de su Excelencia?”, con-
tralntnrrogamos. “Diré, afirm a, a la comisión,
ijue entremos a estudiar el mom ento y sus con-
«nuionclas por todos los aspectos; que en mi
nnnenpto el liberalismo debe cooperar al soste­
nimiento de la legitimidad y a la defensa de la
nación y que no puede pretenderse que con la
ent rena de la legitimidad se sume un nuevo cri­
men político a los ya realizados. Puedo ofrecer­
la* hnsta la reconstrucción p aritaria del ga­
llineto, dejando p ara más tarde, cuando ya la
«ttuaclón esté m ás despejada, la distribución
tlr Iiw carteras y siendo yo ta n solo quien designe
la* personas, pues au n ahora quiero ser fiel a
mi program a de gobierno y a las bases adm inis­
trativas del día de mi posesión. Pero m oriré pri­
32 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

mero en este sillón que flaquear en la defensa


de la legitimidad, único centro de reconstruc­
ción m oral y m aterial que tiene la nación”. To­
dos1los m inistros presentes aprobamos su deter­
minación, sin objeción ninguna. Doña Berta,
con su pistola al cinto y sus alentadores grace­
jos, ronda en torno diciendo: “Si las turbas
llegaren a asaltam os, antes de que puedan to­
carnos no desperdiciaré u n solo proyectil”. *En
cada m om ento la prim era dam a fue u n ejemplo
de valor. Cuando en los breves intervalos1 del
diálogo se sugería por alguno que nos esperaban
los faroles de la carrera séptim a, era tal su des­
precio por el peligro que me recordaba a aquella
Leonor Especiel del Renacimiento, que, cuando
le anunciaron el patíbulo, se lim itó a decir a
sus verdugos: “Sólo les pido que m e vistan de
varón p ara que al caer mi cuerpo no vaya a
ofender m i pudor”. Por las ventanas del despa­
cho Presidencial se ven los incendios cuyo m a­
cabro resplandor proyecta sobre los salones las
rejas en cuadro. Contamos doce en el centro de
la ciudad: San Victorino, El Siglo, el costado n o r­
te de la Plaza de Bolívar, el Hospicio, el Hotel
Regina, la Gobernación, la Cancillería, la N un­
ciatura, el Palacio Arzobispal, entre otros. La
seguridad del triunfo no podía b o rrar en todos
la am argura que causaba la destrucción de la
ciudad más civilista, espiritual e inteligente de
Latinoamérica. El trágico resplandor de las co­
lum nas de llam as oscurece la noche.
Introducidos desde la p u erta por el doctor
Luis Javier Marifio, e n tra n los¡ miembros de l a ,
comisión liberal: don Luis Cano, D arío Echan-
día, Carlos Lleras Restrepo, Plinio Mendoza Nei-
Mli U l)M AHIMl. EN i ’ALACIO 33

Í % yquedado
Al(unnt) Aruújo. Otros acom pañantes se
t'ii los salones del prim er piso.
«M aotltuil entre solemne y cohibida de
«r««n ttmor sobre sus hombros el peso
i|«i iirm tflUión histórica. En el rostro de don
Mita (Jtttiu le revela una honda preocupación
ttMOluii&l; Keh&ndla deja entrever u n a especie de
tW lftiikta pntro táctica y real; Lleras Restrepo
M*n# «I ■eiriblunto del hombre que sabe Q¡ qué
VM¡ M#ndu«a Nelra, bajo u n rostro neutro, coix-
ountra lna Intenciones; Alfonso Araújo, nervioso,
miiMttru el saco entrapado de fango, ya que al
ll0|(Rr a Pulaclo tuvo que tenderse p a ra escapar
a una dancarga de fusilería. “Esta visita es la
limjor urueba de que hemos triunfado”, p u n tu a ­
lizó doña Berta. Entram os con ellos al salón pre-
nlritmclul Y Evaristo Sourdís anuncia el retiro de
tu* ministros conservadores. F uera del Mayor
Murrio que dirige el fuego de los soldados que
pudoltun la terraza y de don Francisco José Roa
(iiid ntlonde los teléfonos del despacho, con el
Prt'Hldonte no quedan sino los miembros de la
rniiiMón. Las alas corredizas del despacho' se
clMTiin a nuestra espalda y la batalla política se
lu id a adentro.
M ientras ella se desenvuelve, en los canapés de
In .Secretaría General comemos. Es u n a comida
(Id cam paña; los platas en la mano, entre bro­
tes de hum or y agudezas de ingenio. El apetito
i tsvcla la presencia de ánimo y la intensidad de
liiH horas vividas. Servido el pocilio de tinto,
iibtlmos tertulia de sobremesa. El Mayor Iván
Herrío, cuyo dominio nervioso y cuyo desafío al
|x)ligro fueron ejemplares todo el día y quien
34 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

acaba de salir del despacho presidencial, nos


describe la prim era acom etida contra Palacio,
antes de las dos de la tarde. “El Presidente con
doña Berta, el Teniente Jaim e Carvajal edecán
de aviación y yo, estábamos en la Exposición
G anadera al norte de la ciudad en el instante
del asesinato del doctor G aitán; vinimos por la
Avenida Caracas; al llegar a la calle 8^ con ca­
rrera 7$ cruzaron velozmente varios taxis llenos
de revoltosos, que apenas por u n acto de la Pro­
videncia no identificaron el carro presidencial
por el escudo que lleva en el bómper. Si lo iden­
tifican, allí lo asesinan. E ntró por la p u erta de
la carrera 7*. E n estos mismos momentos se
desprendía sobre Palacio la turba. Un m inuto
de demora en llegar o en entrar, hubiese sido
fatal. Apenas las puertas se cerraron tra s el ca­
rro, la m ultitud con garrotes, arm as blancas y
arm as de fuego de corto alcance, vigas arran ca­
das de algún andam io cercano, con piedras y
ladrillos, invadió la cuadra, trayendo a rastras
el cadáver del asesino. Este sombrío fru to h u ­
m ano la llenaba de pasión y ferocidad. G ritan
pidiendo la cabeza del Presidente. Lluvias de
piedra y ladrillo no dejan u n cristal sano. Con
las vigas en ariete golpean las p u ertas y las vio­
lentan en acción de cuña por entre las rejas,
alcanzando a romper los cerrojos1de una. Si in ­
sisten cinco minutos, hubieran podido invadir
a Palacio. Al iniciarse el ataque, sólo estaba en
Palacio la Guardia Perm anente: veintinueve
hombres al mando del Teniente Orejuela. Pero
de los 29, sólo menos de 20 podían e n tra r en
acción, pues los otros te n ía n que estar como
centinelas en distintos sitios de Palacio. El res-
Mil D I M ABRIL EN PALACIO 35

Mi (fil Ha tallón Guardia Presidencial estaba en


8U ouarbel cercano, y los oficiales casados se
iflío n trab an dlaperaos por la ciudad, alm orzan­
do Mi num cuma, pero llegaron al momento.
Mléliltlui Im turban Invadían la cuadra, el Ba-
llón Guardia Presidencial recibía en su cuar-
S I munífitonM y órdenes. Progresivamente se
[hido poner en acción toda la defensa: doscien-
tOM dl()« hombrea. Dos secciones al m ando de
im hermano* oficiales Jaim e y Silvio Carvajal
Irrumpieron por la esquina su r de la carrera 7^,
v, fiiaíi en mimo, cobrando terreno a palmos de a
nn* metro», aln disparar un tiro, fueron hacien­
do replegar la m ultitud, h a sta despejar el fren­
te de Palacio. Al mismo tiempo, u n a compañía
tom aba el control del frente de Palacio por la
carrera octava, al mando del Capitán Comán­
denle Alfonso Meneses, a quien acom pañaba el
(tapItAn Germán Uribe, de la Casa Militar. Ya
ni mando de todos sus oficiales, apostados en
trm (miles, con un valor y u n a disciplina increí­
ble», el batallón se dispuso a esperar el segundo
ulnque que venía en forma m ás organizada y
mejor armado. La situación fue ta n grave que
IihkI.ii ponsar que apenas eran doscientos diez
hombros, contra una m ultitud arm ada de diez
tuII que atacaban por las 8 bocacalles de los
i'imtro costados. En Bogotá sólo había unos 800
immbro.M, para defender toda la ciudad. Pero es­
tos m uchachos fueron seleccionados entre lo
mejor y son unos tigres. Hubo sobre todo u n
momento, ta l vez por allí a las tres y m edia de
la tarde, cuando vi que la revolución podría
dom inar, pero el personal que estaba dentro de
Palacio tenía la firme resolución de m orir pri­
36 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

mero. La fiereza de estos muchachos fue supe­


rior al peligro”, concluye el Mayor Berrío. “¿Y
cómo se abrió el fuego?”, pregunto. El Teniente
Jaim e C arvajal lo explica: “Después de que eí
Teniente Silvio Carvajal, mi herm ano, y yo, des­
pejamos la cuadra frente a Palacio, aquél siguió
replegando la m ultitud hasta llegar delante de
la placa conmemorativa de la m uerte del Ge->
neral Uribe Uribe. Allí, en u n hacinam iento dé
muebles sacados del Capitolio por la turba, se
atrincheró. M inutos después de las dos de la
tarde irrum pió la m u ltitu d ya arm ada con es­
copetas y fusiles de la policía, e hizo fuego so­
bre la guarnición. Bajo la descarga quedaron
heridos un soldado en u n hombro y el cabo
Gracián. Este recibió u n a granizada de m uni­
ciones de u n a escopeta de cacería que le cubrió
parte del rostro y el pecho. Su valor es ta l que
así siguió en acción durante seis días, sin que­
re r hospitalizarse, con el reguero de plomo en­
tre el cuerpo. A la descarga se contestó con.
firmeza, y así se abrió el fuego. Según se m e
informa, no fueron éstos los prim eros disparos.
El prim ero fue de u n policía que durante el
prim er asalto, desde el andén del frente, disparó
sobre Palacio. Pero yo no he visto m ayor valor
ni m ás sereno sentido de la responsabilidad que
el de estos muchachos. Allí donde los ve ta n
tranquilos y callados, son indomables. Cuando
se tienden sobre el asfalto p ara avanzar arras­
trándose sobre los codos o simplem ente p a ra
dism inuir el blanco, no los hace retroceder n a ­
die n i nada. Los que estab an tendidos en la
esquina de la carrera octava con calle octava,
permanecieron así cuando se venía a toda velo-
mi, ii mu A n n it. en p a l a c io 37

Mlrtml IIH automóvil de revoltosos sobre ellos. Ya


HwitttM, «mando vieron que no se detenían, le
tflNlNirRrnn a Ina llantas para pararlo, sin nin-
llíi limiutnr/ic". Y entre ta n to ¿qué estará pa-
lwIHlu en «'l Kiitilncto Presidencial? No tardare-
fitiiM #n Mnl)f*rlo. A Azula B arrera le entregan
un 1» nota en que el secretario del Con-
«pjli (ln Matado comunica que por imposibilad
fllll** Mi» puedo reunir a los magistrados para
i1*f mu dictam en sobre la declaratoria del esta­
llo (lo Mitin. H¡1 decreto no puede demorarse, y
*n n redactarlo.
i I il0 la noche.—El Presidente h a salido de la
minterenoln y se ha sentado en uno de los sofás
ti» Im Mo(!rularla Privada. E stá ta n tranquilo
<|tin (mui pa Indiferente su estado de ánimo. En
«I modo como se pasea la m ano sobre la frente,
*«i>l4iiit un característico gesto suyo, se m uestra
nú ««mlrltu Imperturbable. “Hemos estado estu-
ilMiiiín la situación”, nos dice discretamente.
Voy al dcapacho presidencial, y adivino en los
vi»ikttntiv« una actitud de desconcierto, visible
mi d e rto allcnclo de todos y en la misma m anera
ili»l>i>nn como están situados en el recinto. Tie­
nen lit actitud de quien h a equivocado la pun-
It'ilii en un momento decisivo. Entro. H an lle­
nado, adomá.s, Salazar Ferro, Jorge Padilla y
Ai nf/in Quintero. En el despelucamiento de éste
«i* adivina un espíritu agitado, como que vaci­
la ra entro parlam entar o insurgir. “ ¿Cómo ves
la situación?”, me pregunta Padilla. “La victo­
ria do la legitimidad, le contesto, está consoli­
dada. Sólo falta una ta re a de limpieza de mal-
licellores. Apenas el triunfo pudiera haber con­
33 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

vertido esta asonada en u n a revolución”. “¿Tí


los departam entos?”, me insiste. “Por comuni­
caciones continuas por teléfono y telégrafo, res
pondo, sabemos que los brotes están ya domina'
dos. Además, observa que la victoria de Bogotá
es la de todo el país”. Y le agrego: “Parlam en­
te n sobre esa realidad, si quieren sacar algún
fruto. Por lo que he hablado con Su Excelencia,
él está dispuesto, a pesar de todo, a m antener
en vigencia la tesis y el espíritu de la unión
nacional, y quizás podrían llegar a la form a­
ción de un gabinete m ixto”. Llega u n a bandeja
de vasos de whisky. El tiempo corre. Como el
Presidente está demasiado discreto sobre el de­
sarrollo de la conferencia, quienes la presencia­
ron nos la sintetizan: “Prim ero habló don Luis
Cano. Hizo un amplio preámbulo, expresando;
la am istad personal que le liga con el Presiden­
te, su lealtad a su persona y a su program a y,
el sostenimiento que h a hecho de su política de,
unión nacional desde las columnas de su vesper­
tino. Pero que dada la gravedad de los sucesos
y llevado ta n solo del m ás alto sentido patrió­
tico, consideraba que era el m om ento de cam ­
biar los hombres, los program as y los métodos
del gobierno. La a ltu ra de don Luis Cano im­
presionó gratam ente al Presidente, p u n tú a el
narrador. “Es u n a lástim a que no hubiese estado
él desde u n principio en la reunión de liberales
de la Clínica, pues en la Comisión allí nom bra- i
d a p a ra visitar al Presidente no figuraba su j
nombre, y parece que ta l Comisión se reintegró j
con él m ás tarde”,’ comento interrum piendo la I
crónica. Luego habló Araú)o. Volvió sobre la ;
gravedad del momento, hablando de los m uer-j
Mil II HUI AUH1I. EN PALACIO 39

WM, tí* ím destrucción de la ciudad, de los in-


MindtiM «JU» M dlviaaban desde Palacio mismo,
da (na oonMoutrnoiM económicas y de los inte-
IH H (pnarnJaa de la nación, y term inó diciendo
t|ti» Iwbift qut» turnar una decisión an tes de u n a
imi'ft, wmvlniendo unn fórmula y realizándola.
lAitflp Mtndtwn Neira relata el asesinato del
dtWMr OultAn, yn que iba a su lado, recalca so-
tlff tu jravednri histórica del mom ento y solicita
también unn solución inmediata. En estos mo-
m»nU)N *« recrudece sobre el despacho presi-
danolal un violento tiroteo. Los visitantes tra ­
tan (Id rpplegnrsc en los rincones contra el m u­
ro, dlappr«Andn#o ofuscadamente. El Presidente
lamíannos fn au -silla y les dice: “Si se sienten
fnoAinodoa o «e creen en peligro, pasemos a o tra
Nitltt. poro yo me encuentro aquí perfectam en­
te b ie n ,,.
NI diálogo se reanuda allí mismo. “Excelencia,
(liin Luis Cano, estamos perdiendo un tiem ­
po pift'luso. La única persona que podría con-
Innnr ni pueblo sería el doctor Eehandía, y eso
«i ,*«' obra ya, pues ,si pasa algún tiempo enton­
e n til M mismo podría lograrlo”. Sigue hablan­
dow de la gravedad de la hora, de la urgencia
ilc Iti solución y del prestigio del doctor Echan-
din como única tabla de salvación y como único
ili(|ii(' contra el pueblo. Se tocan los nombres de
liw doctoras Santos y López, pero todos convie-
ntm tm que les falta respaldo popular y en que
por lo tanto no pueden servir como solución.
"López y Santos ya no cuentan para el pue­
blo", dice Mendoza Neira. Eehandía permanece
(«Hilado entre la nube de elogios a su prestigio
40 JOAQUIN ESTEADA MONSALVE

y de insinuaciones contra el Presidente y contra


el prestigio de López y Santos. Lleras Restrepo
tam bién continúa callado, observando el curso
de la conferencia, en u n a aparente despreocu­
pación vigilante.
E ntre las exposiciones amplias, las descripcio­
nes de desastres y los augurios fatídicos de la
hora para la nación, corre “el tiempo precioso”.
La conferencia va llegando a u n estado de sín­
tesis o, m ejor dicho, de fórmulas. Cada m inuto
que pasa concentra el diálogo hacia el objetivo.
Pero ninguno de los visitantes concreta el asun­
to. Todos tienen la fórm ula en los labios, pero
ninguno la suelta. Todos vuelven a la gravedad
de la hora, al prestigio de Echandía, al despres­
tigio de Santos y López, a que la dem ora es
fatal, a que se obre ya o salvan responsabilida­
des. Ninguno quiere form ular u n a solución con­
creta, sino que todos por medio de u n a táctica
envolvente, convenida o coincidencial, quieren
p rep arar el campo psicológico p ara precisar en
un m om ento dado de alarm a presidencial! el
objeto de su visita: dimisión del Presidente con
el propósito de que el doctor Echandía entre
a ejercer el poder. Eso fue lo convenido en la
reunión liberal convocada con posterioridad a
la m uerte del doctor G aitán. A eso, sólo a eso,
llegaron a Palacio. Nada menos que ésa es la
comisión que les ha sido encomendada. El Pre­
sidente, a quien le gustan m ás los hechos con­
cretos que las teorías, viendo que las exposicio­
nes como que entran ya en u n círculo vicioso
de tem as y sabiendo de antem ano lo que quieren
decir pero no dicen, se anticipa a definir la va-
MI. tt 1)W A IÍH II j e n p a l a c i o 41

gUtttnU n i quti «e ha movido la conferencia,


"illtoiiionn ln formula do ustedes ser’a que yo me
retlrM e". Iwi contrata hábilmente. Lleras Restre-
|Mi, iM'vyendo que mi el preciso momento psicoló-
jflou, Interviene: "Hac es un punto m uy intere-
ÁMftÑi y flMB debo aer motivo de especial conside-
iWJtón", III Presidente, «ln vacilaciones adelanta
tfltM lillo anbre el ttirreno: "P ara m í y p ara mi
flHvitiiN peraonulmente, aíirm a, sería más cómodo
V ttiw » I» vida prlvuda e irnos a instalar en
el «Mtetlor, poro no así para el país, porque
veiwlil* ol levunlumiento de los departam entos,
|inr<|iie tu nación no puede reconstruirse moral
V iimierlHlmonte alno sobre la base de la legiti-
iitlttari, porque lu dimisión sería el reconocimien­
to ilo ln roapon.snbllldad del gobierno en el infa-
iiip mnpnIhiuo del doctor G aitán, porque se sen-
Imi’Iw ol precedente funesto de que la legalidad
jtiif'tlo «or quebrantada en Colombia por sistemas
rtt» Inaiirrocclón, y porque se iniciaría en el
IKit*i unn endona de cambios de gobierno por
mt'ilhi de lu fu m a . Yo debo m i elección al pue­
blo i'ivlombhmn y estoy dispuesto a perecer antes
rhv<|U(Mvr en la misión que me confió. Pen-
«i iiun en Colombia y en el ejemplo que nuestra
ilitinuei'nelu debe dar en todos sus momentos,
|u*r 111nfilos que fueren, a las naciones herm a-
ii«-i de ln América. Y obremos en unión para
ii'eiuiKtniIr nuestra democracia y salvar a Co-
IiuiiMh". Y mirando a don Luis Cano, a quien
«I (Tigicíente conserva un especial respeto y
iiprnelo, agrega: “P a r a la democracia colombia-
11m vnle más un Presidente m uerto que u n Pre-
Nlitontr fugitivo”. La conferencia sigue. Lleras
Woal.ropo, poco después, con la insistencia del
42 JOAQUIN ESTEADA MONSALVE

hombre que sabe a qué va, dice: “Señor Presi­


dente: esa fórm ula de la separación sigue siendo
u n facto r m uy im portante p ara considerar”.
“Ustedes saben, reafirm a el Presidente, que yo
soy u n hom bre creyente, de modo que al prestar
el juram ento constitucional no sólo comprometí
h a sta mi vida en el cumplimiento de m is debe­
res, sino tam bién mi conciencia con Dios”. Esa
afirm ación corta en frió el ambiente del diálo­
go. El corrillo del comentario se interrum pe con
el acercam iento del doctor Echandía. Viene con­
gestionado. Le han informado por teléfono que
la Radio Nacional h a dado la noticia de que
los jefes liberales h a n llegado a Palacio a ofre­
cer su colaboración patriótica y que ello h a da­
do motivo p ara una fuerte reacción de las masas
que los califican de saboteadores, de traidores
y de entreguistas. “Esta es u n a felonía”, dice
alguno a sus compañeros de Comisión. El re­
vuelo entre ellos es intenso. La comisión se al­
borota, vacilante entre rectificar o resignarse.
Ni u n a bomba que hubiese estallado en m i­
ta d de su círculo,' causaría ta n ta conmoción.
“Eso es miserable”, esclam a Mendoza Neira, le­
vantando u n a mano a la a ltu ra de la cabeza,.
“Doctor Echandía, digo, la comunicación al país
de la presencia de ustedes en Palacio en la
forma como ha sido hecha, fue de seguro una
ligereza del locutor, porque sobre el particu lar
no se h a dado comunicado oficial de ninguna
naturaleza. Escríbase una rectificación como
usted guste y la transm itim os por teléfono a la
emisora. Ese no es problem a ninguno”. Y m ien­
tra s le hablo, perplejo por tales desplantes, me
KL 9 DE ABRIL EN PALACIO 43

pregunto a m í mismo: “¿Por qué la interpre­


tación que le h a dado por su cuenta el locutor
:i „su visita a Palacio la califican como u n a felo-
ñía o u n a cosa miserable? ¿Lo felón y miserable
no hubiera sido afirm ar que un ex-presidente
y tres ex-ministros de estado, m ientras Bogotá
urde, hubieran llegado a Palacio en u n a actitud,
no de colaboración patriótica sino de anticola­
boración antipatriótica? Si la califican de infor­
mación no autorizada, de indiscreción o simple­
mente de equivocación, no sugerirían lo que
tal vez luego les repugne que están sugiriendo”.
Y el doctor Echandía vuelve a su grupo, y
ontre todos, escogiendo matices expresivos y fór­
mulas adecuadas, convienen u n corto comuni­
cado en el cual se lim iatn a decir que están en
I'alacio “estudiando la situación” con el señor
Presidente. Cualquiera hubiese pensado en ese
Instante que la fórm ula de colaboración patrió­
tica era más imposible que la cuadratura del
círculo. Pero el frío del am anecer irá aplacando
lus cóleras y equilibrando las aspiraciones.
SABADO lO

/ tUt h1 m añana.—Unos potes de aceitunas sa-


Umiimiínn (ion whisky inician el nuevo día. Una
UNfiiteJti (id pJuta, con colaciones de coco, pasa
ti* muño tul muño. Ei ambiente es amable. Los
vlftltttlit'Mi m«» han refundido entre el personal de
Mulmilii, en corrillos gratos, dejando esa incó-
Hidün poülolón de atrincheram iento diplomático
i'H ({lid oslaban. La prevención h a cedido a la
iMii’twwnlu, El Presidente, p ara seguir “estudian­
til! Im Nltuuolón”, les h a ofrecido que h a rá llam ar
ii t«M ministros conservadores ausentes. Desea
niMivtmlr previamente con todos sus colaborado-
1 i'N <h'l Rublnete las fórmulas que pudieren ser
vlnhlM. Y el Presidente da la orden de que se
eil,t» u Im señores m inistros ausentes y de que
xi' pioeuro su llegada a Palacio. Pero ya a algu-
mw, por haber cambiado de residencia, no se
lea purtio localizar por teléfono y otros que están
IIhIi vi iv venir como los doctores Gómez y An-
ilnuln, tío rs posible traerlos en ese momento
|niri|iie los vehículos utilizables están dispersos
iiur la ciudad en labor de patrullaje o de mo­
vimiento de tropas. Esto abre un compás de
eapera. Voy donde el Presidente y me dice: “El
t iempo es nuestro m ejor aliado. E ntre tan to los
Imullos se consolidan y el estudio de la situación
4S JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

puede seguir haciéndose sobre bases m ás fir-j


mes. El tiempo y yo, como dijo alguno, no im­
p o rta contra qui é n. . Esa frase me convence
a ú n m ás de la sangre fría, de la impavidez de
ajedrecista, con que Su Excelencia asiste a la]
batalla política. “Sobre m eras posibilidades noj
se puede lograr u n a solución acertada, ju sta y|
duradera”, me agrega. Regreso al centro de las]
oficinas. En un sillón del despacho de la abo­
gacía, dialogo con Plinio Mendoza Neira. Mej
describe el asesinato: “Es incomprensible la¡
simplicidad con que los hechos ocurrieron, me¡
dice. Bajamos a la u n a y m inutos de su oficina;
con otros amigos, en tre ellos Jorge Padilla y 1
Alejandro Vallejo. Hablábamos sobre la Confe­
rencia Panam ericana, Yo le había invitado a a l-;
morzar. El y yo pasamos de brazo el -umbral de
la puerta del edificio, y en el mismo instante en
que ya en el andén giramos h acia el norte,
sonaron cuaítro disparos a quem arropa. Miré
atrás, y vi u n a m ano que retirab a u n revólver
en alto. G aitán se desplomó. ¿Qué te pasa, Jor­
ge Eliécer?, alcancé a decir. Me incliné. G aitán
ya estaba en el suelo bocarriba. Abrió los ojos,
dio u n quejido y los volvió a cerrar. Tomamos
u n taxi y salimos p a ra la Clínica, donde murió
un a hora después”. “No puede darse u n a trag e­
dia m ás m ínim a en hechos”, com enta Padilla.
“Plinio, le digo: si el Presidente decidiere a
ofrecerles cooperación, el liberalismo tendría
que aceptarla, no sólo porque no puede negar
su aporte a la nación sino como única m anera
de com pensar la pérdida del jefe m uerto”. En
la Secretaría General me encuentro con Echan-
día. Comentamos el momento. “La reconstruc-
NI. # (IB AHRU. EN PALACIO 47

vlfttt moral y m aterial del país, le afirmo, no


{fllfdc hacerle *lnu «obre la base de la legitimi-
íiM, Puede «or legitimidad con cooperación li­
beral di fondo. Y untodes tendrán que aceptarla;
(trímero, porque «ólo así deslindaji responsabi-
llifNde» (Hin el comunismo, autor de estos desas­
tre*, ya que podrían upax’ecer respaldándolo por
mIvm; «ruando, porque sólo con u n a política de
S Hi|*>ración pueden compensar la pérdida de la
fuetea p a jo n a l del caudillo; tercero, porque
(MMiiinr «Iqulera en la ru p tu ra de la legitimidad
éerla deautar una guerra civil de la periferia al
«•entro, a mán de ser ello imposible”. Eehandía
mu me contrata, pero lo noto reconcentrado.
Dentro de la gran tragedia, se produce en este
am anecer una pequeña gran tragedia: los ciga-
itUIom He han acubado en todo Palacio. Todos
rutilnmoa en busca de un pitillo, inútilm ente.
,1 <lt>ln m añana.—Se oyen tiroteos esporádicos
»»ii vnrloü puntos del norte de la ciudad. El si­
niestro resplandor de los incendios continúa en-
mimlii'rolpndo la noche. Después de inmensos
liulmjim, ae ha podido establecer un semiservi-
clo iln lu liadlo Nacional desde Palacio. El Pre-
Milrnte, con voz vigorosa, lee u n m ensaje que
Innulrm: "Hombres y m ujeres de mi patria: no
olvlitólN que en este momento la historia vigi­
lo iiniuitmi artos y aun nuestros pensamientos.
W*j>pro que onda uno de vosotros sepa cumplir
imiii mu deber como yo sabré cum plir hasta la
imiertt* ron la totalidad, de la misión que me
imlWMa confiado”. Afirma que el orden público
iia triunfado y que la calm a principia a resta-
hleoene, merced a la acción del ejército. Comien­
48 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

za a verse en los visitantes cierta inquietud y


cierto deseo de ausentarse. El Presidente entra
varias veces a conversar con ellos en forma per­
sonal. La posibilidad de que los m inistros con­
servadores ausentes logren llegar, los tranquiliza
y detiene. Pero alguno de los visitantes m ás in­
quietos dice: “La llegada de los m inistros es
imposible: ni en tanques podrán llegar aquí. La
decisión hay que tom arla rápidam ente, antes
de que sea demasiado tarde. Lo que pasa es que
no se puede gobernar contra la opinión pública.
Este es u n gobierno de m inorías”. Azula Barera
comenta ante un grupo: “Lo que ocurre es que
el liberalismo cree que la opinión pública es la
turbam ulta, pero la realidad colombiana es otra
m uy distinta. Este país es de orden y lo que es­
tam os viendo no es o tra cosa que la lucha del
suburbio contra la nación”. En los distintos co­
rrillos se n o ta incertidum bre entre salir o que­
darse.
Los servicios en Palacio de la Radio Nacional
portátil que a lo sum o abarca el perím etro de la
ciudad. Ello nos impide ab rir u n a batalla ra­
dial sobre todo el país. E ntro al salón donde
funciona, y doy un comunicado que, entre otros
apartes, dice:
“El inmediato contacto en que estoy con la
m archa de los acontecimientos, me perm ite afir­
m arle a la opinión que, en m i concepto, la cal­
m a tiende a restablecerse en forma definitiva y
que la revolución pierde a cada in stan te posi­
bilidades de éxito, bajo la acción del ejército
que se h a cubierto de honor y de gloria en esta
dolorosa jom ada. La limpieza de incendiarios
EL O DE ABRIL EN PALACIO 49

y mtqueadores continúa realizándose por las tro-


imft en forma eficaz y progresiva. Las noticias
llngudas de los departam entos son igualm ente
tranquilizadoras. Pero creo que la ciudadanía
(tobo disponerse a cooperar con el Ejército y las
uutorldades legítim am ente constituidas al m ás
rápido restablecimiento de la norm alidad demo­
crática del país. Sobre todo, hago un llam am ien­
to u la juventud colombiana para que se supere
t'M acción y en a ltu ra de propósitos respaldando
Ih heroica acción del Ejército y de las demás au ­
toridades, defendiendo la p a tria de los enemigos
internos y extranjeros, que h a n pretendido des­
truir su democracia y su fe”.
Y a medida que se convencen de que la dimi­
sión del Presidente es imposible, la guerra de
nervios a u m e n ta ... Como la impavidez del se-
nor Presidente neutraliza la que se hace en Pa­
ludo, espontáneam ente surge otra dirigida a
control remoto: por teléfono, con artificial alar­
ma, el doctor Adán Arriaga Andrade comunica
que ya no puede detener 6.000 hombres arm a­
dos que están organizados en torno del Circo de
.Santamaría y de la V División de la Policía,
o tra s veces son 3.500 que están dizque concen­
trados en la estación de la Sabana, con 500 ca­
miones listos. Nuevas llam adas telefónicas. Ya
iifirman que no acometen porque ios visitantes
no h an salido. Que deben salir cuanto antes
porque Palacio será invadido. “ ¡Cómo es de di­
fícil sim ular!”, comento a algún asistente ner­
vioso. “Piense usted en la inocencia táctica que
sería hacer m archar 3.500 hombres en 500 ca­
miones, a 7 por camión, por las estrellas calles
50 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

de Bogotá. Esa caravana se detiene con u n dis­


paro de pistola sobre las llantas del prim er ve­
hículo. Además, los refuerzos de T u n ja ha-n lle­
gado a los cuarteles del Estado Mayor en San
Diego, de modo que el ataque quedaría en sand­
wich, en tre dos fuegos. Puro truco. No es difícil
que el doctor A rriaga Andrade esté en su ap ar­
tam ento, riéndose por anticipado de que ganó
un a batalla con la sola am etralladora de su bo­
cina telefónica”. A Dávila Tello y a Azula Ba­
rrera les digo: “La noche que el General Canal
tenía tom ado en el 62 a San Agustín, se pre­
sentó u n momento sem ejante. Ya los parlam en­
tarios del enemigo estaban en Palacio. Mosquera
andaba por Boyacá y no se sabía su situación.
Núñez entró a Palacio y dio este consejo: Dígase
a los heraldos que no se les atenderá sino al
am anecer; así sabremos si el General Canal sabe
si Mosquera está cerca o distante y cuáles son
sus pertrechos. ¿Qué pasó? Pues que el General
Canal, sabedor que Mosquera ya venía por el
Fuente del Común y de que no tenía pertrechos
sino p a ra u n tiroteo de despedida, lo hizo y se
f u e ... ”. Estoy con el Presidente. Zuleta Angel
llega y le dice: “Señor Presidente: estos señores
se van y quieren que les diga algo definitivo. Si
se les necesita o no”.
El Presidente repone: “Yo no puedo impedir
que se vayan”. Entro al despacho presidencial.
Realmente no todos están decididam ente de via­
je. Lleras Restrepo sí me m anifiesta su deseo de
salir: “Yo sí tengo que irme, me dice, porque
hay incendios en las dos esquinas de la casa
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 51

(tundo vive mi m am á”. Aun en este mom ento es


vUdblti lu presencia de ánimo del hombre que
«abt> ti qué v a . .. Camilo de Brigard Silva llega
dundo el Presidente, más expresivo aún: “Estos
•oñoi’os se sienten desatendidos. Entre, Excelen­
cia -tomándolo del brazo— y dígales alguna
mmu, . . Esta es ya u n a cuestión de c o rte sía ..
ICI Providente continúa sereno, y dice; “El Ejér-
olto ha librado la, batalla m ilitar, y yo estoy
«I,Midiendo ahora la batalla política. No es in-
doplMlón, sino que es preciso esperar a que los
hwhoa se esclarezcan definitivamente y a que
pueda conocer el pensamiento de los demás mi-
nlatron".
"M, «ubmyo, aún no es hora ni de concretar
fórmulas, ni de quem ar puentes”. Es hasta in­
hum ana la frialdad con que habla. Ni una sola
ni lord ii do la situación está fuera de su mano, no
ilHn ni un solo matiz. De pronto un momento
culm inante: los huéspedes se van. Hay en el
hccho una especie de presión bajo la cual un
Animo menos fuerte pudiera vacilar. No. Con u n
uiv(ti> de im perturbable cortesía, el Presidente les
(lu ln mano, les agradece la visita y les despide
on la puerta de su despacho. En el rostro de los
vimIIuntes sí es visible cierta impresión de des-
ci mcierto. ¿Esperarían p ara ese momento u n a
i'Torta, concreta? Con Zuleta Angel salgo a acom-
pntvirlo.s h asta la puerta. Bajando las escaleras,
Zulota dice a Eehandía: “No se vayan. Es peli-
(jrroiso tra n sita r a estas horas por las calles. Pien-
«u lo que sería u n insuceso, no sólo personal­
m ente para mí, por lo que te estimo, sino para
la república”. “A m í me" parece un error que se
52 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

vayan ahora. Dejen siquiera que am anezca” , les


digo yo. Parecen, sin embargo, decididos a m a r­
charse. Pero en este in stan te en tra el Teniente
Jaim e Carvajal y dice: “Es peligroso salir aho­
ra. En u n carro blindado despaché hace poco
u n a comisión y acaban de atacarlo en. la carrera
sexta, dándole m uerte a uno de los viajeros” . Y
regresan al despacho presidencial. Al subir, sur­
ge otro aspecto de la guerra de nervios, m ás
inofensivo realmente. Salazar Ferro me dice pa­
ra ponderarm e la situación: “No sólo los m uer­
tos. ¿No h a n pensado ustedes que hoy a las diez
de la m añana ya pueden estar quebrados los
bancos, pues quién va a dejar en ellos su dinero
p ara que los incendien y los saqueen? Piensen
que esto es m uy grave”. “Yo pienso en lo con­
trario. Que nadie va a sacar la p lata p ara que
lo asesinen en la esquina por robársela”, les
respondo en tono de gracejo.
Los doctores Gómez y Andrade van ya a salir
en un vehículo disponible en esos momentos;
pero en vista de la despedida de los visitantes,
ya se les avisó que era innecesario correr el ries­
go de la venida y se utilizó el carro en otro
menester. A su regreso, el espíritu de los emi­
nentes huéspedes es menos reticente. Los diá­
logos son variados y expansivos, aunque todos
desembocan, como sin quererlo, sobre el asunto
neurálgico. Las horas corren. Comienza a cla­
rear. Los camiones del Ejército recogen en torno
a Palacio los cadáveres. Más o menos 60 en las
calles adyacentes. Una particularidad: casi to ­
dos aparecen heridos en el entrecejo, lo que
prueba la puntería de la tropa. Se me inform a
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 53

tino las bajas en el ejército son: C apitán Mario


Horpu y Teniente Alvaro Ruiz Holguín. 5 solda­
do* muertos, y heridos un oficial y 18 soldados.
Todos éstos fueron heridos con arm a de largo
alcance y proyectil de Mausser, lo que prueba
lu culpabilidad de la policía desleal. Por las vi­
drieras se asoma ya el amanecer. “Miren uste-
(ins cómo es de misteriosa aun la poesía m ás
«Imple, digo a un grupo que observa el horizon­
te. Apenas ahora vengo a comprender el verso
dti Hugo: ‘El alba está pálida de haber sido la
noche’ ”.
7 de la m añana.—Opaca m añana sabanera,
Nln un toque de sol. Desayunamos en un am ­
biente tranquilo, viendo evaporarse, con las b ru­
mas del amanecer, las amenazas de ataque de
la m edia noche. Vencida de sobresalto, la ciu­
dad duerme todavía en sus lechos habituales o
«n los sombríos hacinam ientos hum anos que los
camiones del ejército van acum ulando en las
galerías del cementerio. D urante el desayuno se
nos inform a que las emoresas de aviación Avian-
i'a y Lansa se h an puesto a órdenes del gobierno
puru la tra íd a ,d e tropas. Debido a ellas y a los
uv Iones m ilitares el domingo hay en Bogotá
ü.OOO hombres, que en los días siguientes suben
a varios miles más. Pasado el últim o sorbo, doña
Derla nos reparte sendas cuchillas Gillette, p ara
afeitarnos. Este detalle indica la solicitud con
que la gran dam a atiende todos los pormenores,
|x>r nimios que fueren, como si se tratase de u n a
reunión de veraneo en su casa. Las barbas tras­
nochadas darían u n a impresión de gentes enfer­
mizas o nerviosas. Salgo de rasurarm e y bajo al
54 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

patio principal a conversar con los soldados. Es­


tá n sonrientes, orgullosos de sí mismos. Varios
de ellos me m uestran su colección de lo que
ellos llam an “vainillas prem iadas”, es decir, las
cápsulas que lograron hacer blanco. El Capitán
José M aría Vidal, caucano valiente y pundono­
roso, me dice; •‘Estuvimos en m ucho peligro.
Hubo u n instante ayer, por allí a las tres y me­
dia de la tarde, en que parecía que no nos que­
daba otro camino que cobrar con nuestras a r­
mas, por anticipado, el precio de nuestro pellejo”.
El Mayor Berrío cruza y me dice: “Eso es cierto.
Pero es ta l la serenidad y la técnica de estos
muchachos, que se m antuvieron simplemente a
la defensiva, sin tom ar la ofensiva en ningún
momento. Además, es admirable la técnica y
la responsabilidad con que obraron, lo mismo
en la acción de cada uno en particular, que en
la acción de conjunto”. No fue sólo arrojo sino
tam bién desarrollo técnico de operaciones. Por
eso ta n pocos pudieron poner en fuga a tantos.
Subo. E n la Secretaría G eneral se com enta la
gravedad de la noche vivida y de los peligros
superados. “Desde la Independencia, afirm a
Azula B arrera, Palacio no h a tenido u n a noche
como ésta”. “Sí, agrego. Tal vez sólo el 25 de
septiembre, porque la prisión de Mosquera fue
u n a celada doméstica. Y ésta h a sido u n a batalla
de fondo contra el poder. E n los orígenes de la
revolución emancipadora, sí. Incluso por esto:
entonces ganamos la independencia del despo­
tismo monárquico de España, y hoy hemos ga­
nado la independencia del despotismo rojo de
Moscú. La ru p tu ra de un florero precipitó aqué­
lla, m ientras ahora el reactivo que precipitó los
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 55

planes ocultos fue el deplorable asesinato de u n


gran jefe popular. Sí, ésta es la Independencia
Americana de Moscú”.
8 d é l a m añana.—Acaso m inutos antes de es­
ta hora, sucede u n hecho im portante: el cuerpo
de Generales del Ejército visita al Presidente.
Este acaba de subir de sus habitaciones priva­
das, adonde había bajado pocos momentos antes
a rasurarse. lie g a fresco, con el cabello todavía
húmedo. Se h a sentado en el sofá de la Secreta­
ría Privada, y en torno suyo hemos formado
un círculo de comentarios diversos. Quienes ya
h a n recorrido los contornos de Palacio, inform an
sobre el estado de ru in a y soledad en que se
encuentra el centro de la ciudad, h a sta ayer no
m ás lleno de alegría en sus calles, de seguridad
en sus habitantes y de optimismo en sus indus­
trias. De pronto u n funcionario de Palacio in ­
form a al Presidente que los Generales h a n lle­
gado a la Casa M ilitar y que desean visitarle.
“Con m ucho gusto”, dice el Presidente, demos­
trando u n gesto de complacencia. Y se levanta a
recibirlos.
Saludo cordial, de aprecio recíproco, de m a­
nifiesta am istad m utua. El conjunto de los ros­
tros del Presidente y de los jefes del Ejército
revela esa unidad espiritual de los personajes
que, bajo el signo de u n a m ism a responsabili­
dad, se mueven hacia un mismo fin, llevados por
un mismo impulso. La salvación de la patria es
el único sentim iento que se ve palp itar en sus
miradas. En el despacho de la Secretaría Téc­
nica se verifica la audiencia. Fuera del Presi­
56 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

dente y los Generales, n in g u n a otra persona


asiste a ella.
E ntre tanto, los distinguidos jefes liberales
continúan reunidos en el despacho presidencial,
en donde se encontraban desde antes de la lle­
gada de los Generales. Ya saben que los jefes
del Ejército se encuentran en audiencia privada
con el Presidente, pues Camilo de Brigard Silva
les informó de su visita. De esta suerte, en sa­
lones casi contiguos, resultan sesionando si­
m ultáneam ente dos conferencias privadas: la
del Ejército, cuyo jefe es el Presidente, y la del
liberalismo, cuyo jefe proclamado es el doctor
Echandía. Es decir, dos conferencias, homogé­
neas, integradas por miembros de u n a misma
corporación, sin presencia de n in g u n a persona
o entidad d is tin ta ... La hora de las conclusio­
nes parece que se va acercando ya, porque el
ambiente, que no es sino la vibración anticipa­
da, paralela o sucedánea de los hechos, como
que lo susurra al oído. El curso de la noche h a
m adurado situaciones, y la luz del día h a escla­
recido sus contornos. Y como decía José Vicente
Concha, “tra s los secretos, los decretos, y tra s
las conceptuaciones, las aceptaciones’' . . .
9 de la m añana.—La audiencia dura m ás bien
poco. En el pasillo, los Generales se despiden
del Presidente. Tanto en éste como en aquéllos,
al darse la m ano, es m anifiesta la expresión de
m utua sim patía, de afectuoso respeto y de soli­
dario optimismo. En la expresión del sem blante
del señor Presidente y de los Generales, se reve­
la, con la m ism a claridad con que se reveló en
el saludo, la unidad espiritual y dinám ica de
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 57

quienes, bajo un mismo m andato del destino,


obran identificados en el fin y en el impulso.
De esos semblantes fluye la decisión de perecer,
si fuere el caso, al pie de la Constitución de la
patria, cuyos cuadernillos no volaron deshechos
bajo el huracán revolucionario porque están co­
sidos con el mismo hilo con que está afianzadas
sobre sus hombros las estrellas de sus charre­
teras.
Cuando el Teniente General Ocampo va a des­
pedirse, lo mismo que sus compañeros, el Pre­
sidente le dice: “Tenga usted, General Ocampo,
la bondad de quedarse”. Y sigue con él para la
sala de la Secretaría General. Los jefes libera­
les se disponen en el mismo momento a salir
con sus sombreros y sobretodos en la mano. El
Presidente les llam a a l centro de la oficina. To­
dos permanecemos de pie en torno suyo. Y diri­
giéndose a los voceros del liberalismo, dice Su
Excelencia: “Ustedes h a n permanecido aquí más
de 12 horas, hemos estudiado todas las fórmulas
y veo que ustedes se quieren ir sin que todavía
hayamos definido nada. No quiero darles la sen­
sación de que he estado incierto un solo momen­
to y de que no he tom ado ninguna decisión.
Por eso ofrezco form alm ente al doctor Eehandía
la cartera de Gobierno y nombro al Teniente
General Ocampo M inistro de Guerra. Para este
nom bram iento ustedes ven que no he escogido
a determ inado General, sino al de m ás alta je­
rarq uía dentro de los miembros de las fuerzas
militares. Las otras carteras las distribuiré entre
conservadores y liberales, dejando la de Justicia
para ü n liberal”. La voz del Presidente es deci­
58 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

dida, cortés pero franca, como quien no ¡hace


u n a oferta sino que form ula u n a resolución.
Lleras Restrepo interrum pe: “Señor Presidente,
esa fórm ula no sirve. Nosotros exigimos Minis­
tro de G uerra liberal y Jefe de la Policía libe­
ral”. El Presidente, acentuando m arcadam ente
las palabras, en tono seco, concluye: “En cuan­
to a Jefe de la Policía, acabo de nom brar al
Coronel Régulo G aitán” . Y volviéndose h acia
Azula B arrera, agrega: “Doctor Azula Barrera,
hágame el favor de redactar el decreto nom bran­
do al G eneral Ocampo M inistro de G uerra”. El
General Ocampo dice: “Excelencia, no sí si tai-
vez no pueda corresponder a su co n fian za.. . ”.
El Presidente contesta: “Señor Teniente G eneral
Ocampo: tengo la seguridad que desde este alto
cargo sus ejemplares condiciones de m ilitar y
de ciudadano le prestarán a la república nue­
vos servicios, aum entando m ás la g ratitu d que
ella le debe a usted”. El doctor Echandía dice.
“Por m i parte, me reservo m i criterio h a sta que
conozca el resto del gabinete”. El Presidente res­
ponde: “Yo no puedo improvisar u n gabinete co­
mo si se tra ta ra de un juego de cartas. Dentro
de tres horas, es decir, a las doce del día, podrá
conocerlo”. Salazar Ferro p u n tú a : “Esa fórm ula
es m uy in c o m p leta... Nosotros d e se a m o s...”
Lleras Restrepo, ahogando el resto de la frase
de Salazar Ferro y frotándose nerviosam ente las
manos, dice: “Señor Presidente: nosotros no
queremos vulnerar sus atribuciones constitucio­
nales, pero queremos hacer constar que no
tenemos responsabilidad n in g u n a en lo que su ­
ceda . . . ”. Alguien, queriendo insistir sobre lo
resuelto, entrealza la voz p a ra pedir director li-
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 59

lineal p ara la policía, y el Presidente le corta en


frió la sugestión: “Ya tengo convenido, como
lu ncabo de decir, el nombre de un connotado
m ilitar p ara ello” .
Mientras tanto, el decreto que nom bra al Te­
niente General Ocampo Ministro de Guerra, h a
Nido redactado. De pie, sobre el canto de u n pu­
pitre, el Presidente lo firma. Acto seguido, con
voz solemne, tom a el juram ento al General
Ocampo y éste firm a la diligencia de posesión,
líate desenlace de la batalla política, ta n larga­
mente gestada, h a sido veloz, u n a serie de cua­
dros instantáneos. Y todo su desarrollo, desde
la llegada a Palacio de los connotados jefes li­
berales h a sta este momento, se efectuó en u n
ambiente de m utuo respeto y cortesía, sin que
t'l intenso forcejeo de la lucha por el poder h u ­
biese llegado a alterar las buenas m aneras o el
acato recíproco de quienes intervinieron en el
Juego de salón. Fue u n a partida de ajedrez, ju ­
gada a la luz de los incendios y bajo u n a bóveda
do proyectiles, sin que el pulso llegara a tum bar
«obre el tablero ni u n a ficha cuando se anun­
ciaba o se rechazaba u n jaque. 'Sólo se alteraban
un poco los rostros de los liberales cuando el
Presidente movía p a ra enrocarse la torre de la
( '(institución Nacional y la comisión movía, tam ­
bién p ara enrocarse, la torre de la bocina telefó­
nica por medio de la cual le anunciaba a Arriaga
Andrade que ya no podía contener la m archa
hacia Palacio de la V División de la Policía y los
11.000 hombres del Circo de S a n ta m a ría ...
60 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

También de pies, sobre el canto del mismo


pupitre, el nuevo M inistro de G uerra h a firm a­
do el decreto de turbación del orden púlbico.
Más que con la estilográfica que le brindó el
Presidente, me pareció que lo firm aba con la
p u n ta de su espada. Y sin u n instante de de­
mora, llevándose la diestra a la visera an te Su
Excelencia, el General Ocampo sale p a ra los
cuarteles de San Diego, m ientras la comisión
liberal, recogiendo en u n a sola mano bastones,
sombreros y sobretodos, se despide del Presi­
dente y sale p ara las oficinas de El Tiempo, don­
de h ab rían de esperar la constitución del gabi­
nete. P ara cuando la historia vuelva sobre estos
hechos, quiero dejar m i observación sobre los
rasgos m ás característicos de este pundonoroso
soldado a quien el gobierno h a conferido por
prim era vez el grado de Teniente General, en
virtud de sus méritos de m ilitar y ciudadano
unánim em ente reconocidos por la nación. Es
corto en palabras, pero es largo en hechos. Re­
gular estatura, color moreno, hombros cuadra­
dos, rollizo, dotado de esa prestancia personal
que inspira respeto sin alejar la confianza. Ni
optim ista n i pesimista, siempre que le tra té en
esta emergencia sus ojos y su voz me dieron
la desnuda sensación de la realidad m ism a del
instante sobre el cual le interrogaba. Cuando el
Presidente pensó en él p ara M inistro de Gue­
rra, todos m anifestaron su asentim iento con
cierto silencio respetuoso. Cuando asistí recien­
tem ente al banquete que le ofreció con motivo
de su ascenso, conocí su alm a en dos rasgos.
Cuando el General Sanjuán, a cuyo lado estuve
sentado, recibió mis felicitaciones por el sobrio
MI> U l)« A IIRII, EN PALACIO 61

tllAtiUl'»» pn que le ofreció el homenaje en nom-


Ui*v d*l MJérulto, mo contestó: “Es que no sé
tjulAn merene ni A* en el General Ocampo este
tiiitftenMje, Ni el caballero perfecto o el m ilitar
itoiitjfleto", Luego con tostó aquél. Su voz de ba­
tí, lio muy obediente a las modulaciones de la
entura, tiene esa aspereza y sequedad del mili-
*1 fiuo registra hechos, da órdenes o señala
«*tiJ«*UV(»«. Pero detrás de esa aspereza descubrí
un tem peram ento vibrante de patriotism o: le
vi rodar una lig rim a de emoción cuando habla-
lia de los deberes del soldado colombiano con
Ih im il la.
10 rfe la m añana.—Ya h an venido todos los
ilnmAi funcionarlos, hombres y mujeres, del
Memorial de Palacio, a quienes fue físicam ente
liii|»oslblo hacerlo el viernes. Muy tem prano lle-
uni'on I o n doctores Jaram illo Ocampo y Carlos
Moneayo, Secretarlo Técnico de la Presidencia y
««'retarlo del Consejo de Ministros, respectiva­
mente. R1 doctor Moncayo, asediado por la tu r-
Iim en un Intento de llegar h a sta Palacio, tuvo
i|tie am anecer refugiado en una Agencia Mor-
I noria cercana. En su despacho, el Presidente
inm reúne a los m inistros conservadores para
raliirtiiir lu nueva composición del gabinete. Lee
ln nómina de los ministerios y va determinando,
■ir neiierdo con su criterio y con la aprobación
ile tihIon las presentes, las carteras destinadas
para el liberalismo, así como el nombre de sus
i 'n n d l d i i t a s . Resultado: Gobierno, Eehandía:
.luMtlcln, Samuel Arango Reyes; Educación, Fa­
llió Lozano; Minas, Aragón Quintero; Higiene,
doctor Jorge Bej araño.
62 JOAQUIN M T H A P A MONBALVI'J

En seguida so redacta el decreto respectivo y


el Presidente lo deja en el escritorio p ara m e­
ditarlo todavía máa. Pasado un rato, lo firma,
sin ninguna modificación. Ningún jefe liberal
supo hasta la publicación del decreto o la co­
m unicación oficial a cada m inistro, qué carteras
se ofrecían al liberalismo, con excepción de la
de Justicia qiue fue anunciada por el Presi­
dente p ara tal partido y con la excepción del
ofrecimiento de la de Gobierno, hecho ya a
Echandía por el prim er m andatario, en la re­
unión de la m añana anteriorm ente descrita.
12 del día.—Minutos después de esta hora, se
comunica al doctor Echandía su nombramiento.
Este acepta y viene inm ediatam ente a posesio­
narse. Prestado el juram ento constitucional, se
instala provisionalmente en la Secretaría Téc­
nica. Está en actitud de trance: nervioso, in ter­
nam ente agitado, propenso a la exasperación.
Estoy allí: llega, se sienta, se acomoda los a n ­
teojos y despliega entre las m anos u n ejem plar
de El Liberal. No está leyendo: se tra ta de uno
de esos pequeños actos autom áticos que sole­
mos ejecutar en los momentos de trance. Hay
un trasfondo de inconformidad en su espíritu,
como si, m ás bien que por su voluntad, hubiese
aceptado forzado por las circunstancias de su
colectividad, de sus amigos o de sus conseje­
ros. ¿Está haciendo, acaso, interiorm ente, u n
balance entre las posibilidades de la víspéra y
las realidades de este medio día? Al conversar
con él, le noto como ausente. No podría defi­
nir exactam ente su estado de alma, pero en todo
caso, bajo el indócil m echón que ta n to corrobo­
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 63

r a su caracterización de jefe, las m andíbulas


se aprietan como mordisqueando el esparto de
u n a colerilla. Luego se sienta en el rincón de
un canapé como ensimismado, sin seguir el hi­
lo de la conversación. Vuelve al escritorio, y en
a ctitu d filosófica se pone a escribir la alocución
por medio de la cual se h a de com unicar al país
su posesión. Le dejamos solo en la sala, entorna
las puertas y deja p asar las horas. E ntre tanto,
el teléfono nos inform a sobre los comentarios
que comienzan a circular en la calle en torno
de la nueva situación política. Los revoluciona­
rios y los izquierdistas que buscaban la dimi­
sión, opinan que la comisión liberal que iba a
Palacio por todo el poder, saboteó la insurgencia
y se entregó, m ientras los liberales de orden
aplauden la actitud. Los demás m inistros libe­
rales se irán posesionando.
5 de la tarde.—La calm a h a seguido restable­
ciéndose. . La obra de limpieza de saqueadores
ha continuado todo el día debido a la acción del
ejército. El Presidente h a pasado la tarde m ás
bien reconcentrado, m editando en sus planes de
reconstrucción moral y m aterial del país. Los
informes de los departam entos son tranquiliza­
dores. Poco a poco se van conociendo las espán-
tosas escenas ocurridas en algunos municipios,
como en Caicedonia, Puerto Tejada, Barranca,
Armero, Ibagué y Armenia. Surge un mom ento
im p o rtan te: la V División de Policía no sólo h a
faltado a su juram ento sino que insiste en no
rendirse. Todas las gestiones h a n sido inútiles.
Ya el Ejército está dispuesto a m andarle un
ultim átum , bajo la am enaza de pulverizarla a
64 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

cañón. La m ayor parte de las unidades están


resueltas a entregarse, pero u n a m inoría suici­
da lo impide. El ejército h a tratad o el asunto
incluso con tolerancia, pero ya la rebeldía está
comprometiendo la autoridad m ilitar. Ya los
cañones están emplazados. Echandía, cuando
la decisión va a tomarse, se interpone: “Yo he
venido aquí, dice, a evitar m ayor derram am ien­
to de sangre”. Se confía la m isión a su gestión
diplomática, y Palacio vuelve a la franca ca­
m aradería de antes. La noche cierra trágica­
mente. Los incendios vuelven a proyectar su
resplandor siniestro. Primero en la Plaza de Bo­
lívar, luego hacia el costado norte de la C ate­
dral. De pronto, comienza a arder el Colegio de
la Salle. Como éste queda en u n a eminencia,
su destrucción se divisa totalm ente desde P a­
lacio. Con inaudita voracidad, las llam as avan­
zan, form ando u n a verdadera colum na de fuego.
Cuando parece aplacarse, súbitam ente u n a lla­
m arada se levanta, como si hubiese explotado
algún recipiente de los laboratorios de química.
Miro al Presidente que observa el espectáculo,
y adivino en sus ojos y en su corazón u n a tre ­
m enda am argura. “Ya hoy no veo de aquí doce
incendios, sino únicam ente tre s”, digo p ara
alentar el ambiente. La energía eléctrica de P a­
lacio se h a dañado, y las lám paras de gas sus­
tituyen a las bujías,'proyectando sobre los ros­
tros una combinación de som bra y luz como de
gentes que se mueven en tom o de u n vivac. Ya
la noche h a avanzado mucho. Echandía h a te r­
minado el mensaje que h a escrito pausadam ente,
calculando el alcance de cada expresión y defi­
niendo a conciencia los efectos que desea pro­
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 65

ducir en quienes le escuchen. Cuando Echandía


sale, se le adivina en el rostro y en cierto rictus
contráctil del entrecejo la batalla cam pal que
h a tenido que librar contra las palabras para
hacerlas reticentes, negativas, neutrales, estáti­
cas. Y como el servicio de la Radio Nacional en
Palacio es imposible por falta de energía, para
leerlo él mismo ten d rá que ir hasta los tra n s­
misores situados en Puente Aranda. Se piensa
en enviar el texto a un locutor, pero de Ibagué
llam an telefónicamente pidiendo que hable en
persona para identificarlo porque el pueblo cree
que está muerto. Así se conviene, y se pide un
carro patrullado p a ra llevarle. Son ya las once
de la noche. A instancias de doña Berta, el Pre­
sidente se recoge a descansar en sus habitacio­
nes privadas, pues no h a tenido u n momento de
reposo. Y yo en un carro blindado, en compañía
de José M aría Bernal y Camilo de Brigard Silva,
salgo a ver a mi familia, de cuya suerte no he
tenido la menor noticia. En las calles solitarias,
llenas de escombros hum eantes y olorosas a res­
coldo mojado, no se oye otro ruido que el ronco
funcionamiento del m otor y el eco de algún dis­
paro perdido entre la noche. Y al voltear las es­
quinas, la flecha de luz de las linternas del ve­
hículo nos m uestra la sombría profundidad de
las ruinas.
DO M IN G O 1 1

9 de la m añana.— Un ejemplo de heroico cum­


plimiento del deber habitual: Monseñor José Eu-
sebio Ricaurte, Capellán de Palacio, como si fue­
se u n domingo cualquiera del año, vestido con
su hábito sacerdotal* solo, inerme, se h a venido
desde Chapinero a oficiar la misa. Cuando ésta
avanza, tres fusiles-ametralladoras hacen fuego
seguido sobre Palacio. El Capitán Uribe se aso­
m a a la ventana y localiza el nido de francotira­
dores. Es u n grupo dotado de arm as autom áti­
cas de largo alcance que se halla apostado en
la torre de la iglesia de S anta Bárbara. Nadie
se inm uta en la capila. Y el Teniente Dousdebés,
Com andante de la sección de tanques de refuer­
zo de Palacio, sale a elim inar el peligro. Mueve
el tanque, lo emplaza en la calle quinta, entre
carreras séptim a y octava, dispone estratégica­
mente el cañón y dispara. Una, breve andanada
de obús silencia las am etralladoras y liquida al
enemigo. Term inada al misa, el Mayor Berrío
com enta el suceso: “Es el tiro m ás técnico que
se h a hecho. El prim er proyectil dio, exacto, en
la base de la Torrecilla y volaron arm as y hom­
bres”. Y el Capitán Uribe lo explica todavía
mejor con u n a de sus antioqueñadas gráficas:
68 JOAQUIN KSTBADA MONSALVE

“Fue como cuando se golpea por abajo u n a 'pu­


cha de maíz con pocos granos : todos saltan en
surtidor por encim a de los bordes. . .
12 del día.—El ejército dom ina plenam ente la
ciudad. En cada esquina, detrás de cada sol­
dado, los ciudadanos ven la autoridad y el res­
paldo de todas sus fuerzas. Optimismo general
en Palacio. Las tropas h an logrado reposar a
ratos de la faena y se h an ido reponiendo. Co­
rre el rum or de que las turbas de saqueadores
rechazadas, se h a n replegado sobre la Sabana y
andan incendiando haciendas, y arrasando se­
m enteras. La revolución vencida se reduce a
grupos de francotiradores apostados en los edi­
ficios principales para disparar a m ansalva so­
bre las patrullas de soldados. Sus nidos van ca­
yendo, uno tras otro. Con el C apitán de M arina,
señor Largacha, recorro a pie algunos sectores
centrales p ara darme cuenta de los desastres.
Ruinas, escombros, almacenes vacíos, automó­
viles y carros del tranvía incendiados en la m i­
ta d de las calles.
Vuelvo a Palacio. En torno de u n sofá nos re­
unimos. Les inform é sobre el estado en que que­
dó la ciudad y prolongamos la conversación so­
bre el fondo de los sucesos. “No m e queda duda,
digo, que estos hechos obedecieron a u n plan
técnicam ente preparado, dispuesto en silencio
y ejecutado por sorpresa. La coordinación de los
hechos, la instantaneidad con que surgieron
en las emisoras los dirigentes com unistas a
capitalizar la situación, la rapidez con que fu n ­
cionaron la,s emisoras clandestinas, las consig-
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 69

ñas especiales que se recordaban a casi todos


los pueblos del país, la m anera como se integró
la J u n ta Revolucionaria de Gobierno en Bogotá
para asum ir el mando, todo, literalm ente todo,
indica la preexistencia de u n plan, ya fuere que
dentro de él estuviese calculado el asesinato del
doctor G aitán como suprem o reactivo pasional,
o ya fuere que se hubiese aprovechado el hecho
imprevisto del atentado p ara precipitar la eje­
cución del plan. La m ism a hora de la una de
la tarde en que la carrera séptim a está de suyo
colmada de gentes y en que los oficiales casados
del B atallón Guardia Presidencial se encuentran
ordinariam ente almorzando en sus hogares, es
una circunstancia sospechosa. Además, la acción
de saqueo, el incendio preferente de templos y
colegios de religiosos, la categoría de los crí­
menes de sangre y sexuales realizados en Bo­
gotá y en otras ciudades, corresponden al tipo
de golpes de estado de origen ruso que se han
puesto de moda después de la pasada guerra.
Recuerden la historia reciente de España, y ve­
rá n la sim ilitud de los hechos. El origen remoto
de los sucesos hay que buscarlo en la ‘revolu­
ción en m archa’ de 1934. Desde entonces se vie­
ne cargando el alm a del pueblo de odio y de
impulsos destructores. La autoridad se fue pro­
gresivamente desplazando de los funcionarios
hacia el pueblo. Aquí ya nadie sabía quién m an­
daba, si el borracho o el gendarme, si el chofer
o el policía de tránsito, si la ley o el sindicato.
Esta explosión puede ser un fenómeno súbito de
locura popular, pero sus caracteres son el té r­
mino de un proceso de descomposición del a l­
m a nacional. El doctor Santos, con visión res­
70 JOAQUIN K0TOADA MONSALVE

ponsable, quiso rectificar la m archa de las cosas,


pero ya la fuerza de ellas era superior a su vo­
luntad de recuperación nacional. Cuando quiso
d ar reversa, la palanca de retroceso ya no obe­
decía. Sobre esa tradición de eomunización del
liberalismo, de la adm inistración pública y del
país, obró la ‘restauración m oral’ desviada por
su caudillo después del 5 de mayo contra el go­
bierno, imprimiéndole a su movimiento u n ca­
rá c ter subversivo. Y bajo la m archa de las fuer­
zas gaitanistas hacia el poder, se agazapó u n a
subrevolueión comunista, dispuesta a imponerse
a la vez en un mom ento dado contra las fuerzas
liberales que la dejaron incubar en su seno y
contra la nación entera. Por eso si la asonada
triunfa, el gobierno no hubiera sido del libera­
lismo sino de la subm inoría com unista que está
instalada en su fondo. Sobre ese plan operó el
comunismo, elevando como bandera el cadáver
del doctor G aitán y capitalizando p ara sí la a t­
mósfera tem pestuosa causada por el atentado.
Puede que esta catástrofe persuada al liberalis­
mo que tiene que deslindarse del comunismo en
su acción m ilitante y en su program ación doc­
trinaria, porque de lo contrario podrá quedar
históricam ente identificado con él. Todavía tiene
tiempo el liberalismo para hacerlo. Pero por el
contrario, ya comienza a oírse que la revolución
es liberal contra el gobierno conservador y que
apenas corresponde al comunismo la acción del
pillaje y del incendio, utilizando la ley del em­
budo. En esta hora de prueba acaso fuera de
don Luis Cano en la Comisión Liberal y, » a r lo
que intuyo, del doctor Santos, m uy ¡jocos h a n
pensado en la patria. Cada cual se h a lanzado
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 71

al caos con costal propio. E sta h a sido u n a fu n ­


ción de m arom a de superposiciones difíciles:
la J u n ta Revolucionaria se instaló en nombre
del comunismo sobre el cadáver del doctor Gai-
tán, y sobre ella, a su turno, en nom bre de su
partido, se instaló la J u n ta de jefes liberales.
Por fortuna, en nombre de la nación, el Presi­
dente continúa instalado sobre Colombia. Y de
esta m anera no h a podido saberse quién iba a
resu ltar trabajando p ara quién entre aquellas
dos entidades que se improvisaron p a ra em itir
acciones políticas con respaldo en los efectos del
vil asesinato”. El doctor Moncayo, Secretario
del gabinete, dice: “T an cierto es que había
u n a organización com unista que intencionada o
coincidencialmente operaba en estos días, que
mire usted el volante que se publicó la víspera
de los sucesos”. La hoja es esta: “El partido Co­
m unista y la Conferencia Panam ericana. Para
explicar la posición com unista frente a la Con­
ferencia Panam ericana. P ara protestar contra
la violencia reaccionaria y p ara plantear la lu­
cha de m asas contra la especulación y el acapa­
ram iento, se verificará u n gran acto popular el
próximo jueves 8 de abril, a las 9 de la noche en
el te a tro Alcalá (carrera 4^ entre calles 8^ y 7?).
H ablarán e n este acto Carlos Méndez, Carlos Ar­
turo Aguirre y Gilberto Veira. Por la defensa
de la soberanía nacional y de las garantías de­
mocráticas, asistid en masa. La entrada es gra­
tuita. Comité Departamental del Partido Comu­
nista de Colombia”. (Editorial “Nueva C ultu­
ra ”).
72 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

10 de la noche.—Nos reunimos todos en el sa


lón donde están instalados los micrófonos de la
Radio Nacional para acom pañar al Presidente
en la lectura de su alocución. Comienza a leer­
la con voz enérgica y pausada. Lee dos páginas
y al final de ellas, por u na defectuosa factura
del legajo, se le confunden las siguientes. E n ­
tonces abandona el papel y comienza u n a de las
más felices improvisaciones que hayan podido
escucharse. Lleno de aliento humano^ con u n a
precisión léxica impecable y con su habitual
adem án mesurado y gallardo, pronuncia el ad ­
mirable discurso que oyó el país. Ni u n a frase
mal form ulada, n i un concepto impreciso, ni
u n m atiz indiscreto. El auditorio se recogió de
respeto y admiración, contagiado de la grandeza
con que el m andatario se dirigió a su pueblo.
U na frase quedó resonando en todos los salones
de Palacio: “Cuando yo hago u n juram ento
comprometo la historia de Colombia”. Después
de los aplausos y de las felicitaciones, le digo al
Presidente: “Presidente: Su Excelencia no debe
volver a hablar con papel sino que debe im­
provisar siempre”. Después todos nos recogemos
en busca de descanso.
LUNES 12

9 de la m añana.—M añana de sol. Desde la


terraza el panoram a de la Sabana se ve despe­
jado, sin brum as, como el panoram a político.
El personal de asistentes se h a desperezado ya
en los canapés y en las poltronas, quejándose
del m altrato causado por la incomodidad de los
lechos de emergencia. Pasado el desayuno, casi
como en un día norm al, se reanuda el trajín
adm inistrativo, interrum pido desde el viernes.
Eehandía inicia labores conferenciando con el
Coronel Régulo G aitán sobre la reorganización
de la Policía, m ientras Zuleta Angel por teléfo­
no gestiona la reanudación de la Conferencia
Panam ericana. En el pasillo me encuentro con
el Coronel Régulo G aitán que ya sale de la en­
trevista con Eehandía: “Es ta n complicada la
tarea y ta n grave la situación de la Policía, que
no se sabe por dónde comenzar”, me dice. “Us­
ted, Coronel, no h a recibido u n cargo sino u n a
misión, le respondo. Tiene en sus manos u n a en­
vidiable oportunidad de vincular su nombre
históricam ente a u n a nueva institución colom­
biana, porque a usted no le tocará reorganizar
la policía sino crearla con el más alto criterio
técnico y apolítico. Que esa institución tome
nom bre propio: que se llame siempre con respe­
74 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

to la Policía Régulo G aitán”. Los momentos he­


roicos h an pasado y recomienza, con su mono­
tonía, la ru tin a cotidiana. Los Ministros Lozano,
Bej araño y Castro Monsalvo se h a n posesionado.
Arango Reyes está para llegar de su departa­
mento. “¿Dónde encontraremos a Aragón Quin­
tero?”, pregunta Echandía, como ofuscado, por
los corredores. Es que aún no se sabe si el nue­
vo Ministro de Minas ya se h ab rá convencido
que la revolución h a fracasado. . . Sólo un he­
cho pesa sobre los espíritus: el entierro del doc­
tor G aitán. Sigue pendiente la am enaza de su
sepultura en el Capitolio, cerca de la placa del
General Uribe Uribe. ¿Cómo va a ser posible?
Los m uertos que ello puede ocasionar por la
posibilidad de u n nuevo ataque a Palacio, hay
que evitarlos de todas maneras. Primero con el
Mayor Berrío, y luego con Guillermo León Va­
lencia, paso el resto de la m añ an a haciendo so­
bre un papel planos estratégicos de defensa j
de ataque. “No sólo la am enaza de ahora, afir­
mo, sino que habría que pasar el Palacio a otro
lugar, porque toda manifestación liberal en el
futuro vendría a desembocar allí, a u n a cuadra
de distancia, de modo que se crearía u n peligro
perm anente p ara el gobierno o p ara el pueblo”.
Formamos un ambiente decididamente adverso
a ta l propósito. En un rincón del despacho pre­
sidencial, Echandía, Araujo, Fabio Lozano, entre
otros, com entan los nuevos hechos. Echandía
se m anifiesta igualm ente adverso al entierro en
el Capitolio, porque crea intranquilidad y pue­
de causar nuevos muertos. Tiene cierto afán de
nom brar los gobernadores que h a n de correspon­
der al liberalismo en la nueva conformación del
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 75

gobierno. Los jefes liberales están concentrados


sobre tal asunto. Es n a tu ra l que tengan interés
en ello, pues grandes zonas del liberalismo se
m uestran rebeldes a la colaboración, y así lo­
grarían aplacarlas. “Esa es la política colombia­
na, la realidad, aunque parezca pequeña, de
nuestros partidos”, dice Eehandía, m ientras
mueve los pulgares de las dos manos sobre el
índice y el cordial como quien desmenuzara un
terroncillo invisible. “Lo demás es m uy elevado,
pero no es n u estra realidad, la de nuestros par­
tidos, la de aquí, la de aquí”, agrega con cierto
tono urgido clavando el índice hacia el suelo.
Para quien le oye y observa, su aceptación del
M inisterio de Gobierno llevaba en el fondo de
su intención una cadena de posiciones comple­
m entarias, como quien llega al estadio con equi­
po p ro p io ...
3 de la tarde.—Y más allá del contorno de
Palacio, en la esfera de los partidos, ¿qué está
pasando? Velozmente, en el liberalismo se h an
precisado dos alas. De una parte, la de los que
creen que la aceptación de los ministerios ofre­
cidos por el Presidente en la reconstrucción pa­
ritaria del gabinete, constituye una entrega o
u n a traición al movimiento por la totalidad del
poder. De la otra, la de los que respaldan esa
política. Y como dentro de los colores suelen
reñir los matices, a veces con m ás violencia que
aquéllos, esta últim a ala se subdivide en otras
dos: la de los que apoyan la colaboración por
patriotismo, y la de los que la apoyan como un
medio de penetración o como “un mal menor
para el liberalismo”. Y el conservatismo, pen­
76 JOAQUIN KSTRADA MONSALVE

sando más en el país que en el partido, en u n


movimiento de firm e solidaridad con su m anda­
tario, h a aceptado el nuevo gabinete, aunque lo
juzga en el fondo descompensado, pues m ientras
el jefe ya proclam ado del liberalismo h a asumi­
do el m inisterio de Gobierno, el doctor Laureano
Gómez h a dejado la Cancillería. Pero esa con­
formidad conservadora comienza m uy pronto a
alertarse ante el anuncio que se hace por corri­
llos y calles de que Echandía, secundado políti­
cam ente por los jefes que h a n aceptado el n ue­
vo gabinete “como un m al m enor para su p ar­
tido”, tom ará su posición como u n simple punto
de partida exigiendo aún mayor núm ero de go­
bernaciones de las que tenía el liberalismo antes
de la pasada ru p tu ra del gabinete paritario y
escogiéndolas entre las más im portantes. Los
conservadores no piensan siquiera que ése sea
un plan convenido ya con el Presidente^ sino que
es el plan que el liberalismo tra ta rá de" realizar
aprovechando las palancas de control con que
cuenta dentro del "gabinete.
En realidad, la política liberal se mueve hacia
a l l á . .. Otra cosa es que a pocos pasos toquen
m uro en la personalidad del Presidente, quien
es el único que sabe qué va a pasar. Quienes
creen lo contrario, es porque no lo conocen. Y
nuevam ente la guerra de nervios se abre por
los jefes liberales. E n tra una comisión de m inis­
tros, luego o tra de jefes liberales, después o tra
todavía más numerosa, La b atalla psicológica
llegó h a sta este extremo: un jefe insinúa, den­
tro de u n a de ta n ta s conferencias políticas, que
los nuevos gobernadores conviene nombrarlos
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 77

cuanto antes, porque los revoltosos podrían vo­


lar la represa de El Charquito, que surte de
energía a Bogotá. El Presidente, que suele d ar
el do de pecho en tono menor, con su habitual
cortesía, como quien hace un comentario m ar­
ginal a u n a frase que medio se h a escuchado,
responde diciéndole que él no entendía bien qué
relación había entre el nom bram iento de go­
bernadores y la conservación de la energía para
Bogotá. Mal rato para quien hizo la insinuación
y momentos de incomodidad para los mismos
jefes liberales. En alguno de esos momentos in­
cómodos, quizás en el mismo, servían un refri­
gerio y el m aestro López de Mesa comentó: “Es­
te refrigerio para el cuerpo puede que sea tam ­
bién un refrigerio p ara las almas”. En todo caso,
la alarm a cunde entre conservadores, debido al
afán poco diplomático del liberalismo de tom ar
posiciones, como si quisiera enrocarse rápida­
m ente en previsión de algún jaque, o como si
se tra ta ra de asum ir el poder real para dejarle
al conservatismo el poder nominal, o como si
quisiera inmovilizar por grados al gobierno. “La
colaboraciión del liberalismo a la legitimidad
triunfante no podemos aceptarla al precio del
triunfo del 5 de mayo”, comenta agudam ente
H ernán Jaram illo Ocampo. “Lo contrario sería
entregar por gotero en la batalla política, la au­
toridad sostenida por el Presidente aún a riesgo
de su vida y defendida heroicamente por el
Ejército”, agrega Azula Barrera. En esos mo­
mentos sube a los pasillos Luis Ignacio Andrade,
y me dice: “Si ello fuera así, yo en traría a re­
n unciar la cartera de Obras a n te el señor Presi­
dente”. José M aría Bernal, ejemplo de equili­
78 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

brio, de valor sereno y de acertado consejo, se


pasea preocupado, dem ostrando en su circuns­
pección tam bién su previsión. “La ausencia del
conservatismo en Bogotá, h a y que razonarla,
comento. El estallido de la tu rb a fue ta n ins­
tantáneo e imprevisto, que aun al ejército, que
vive congregado en actitud vigilante, lo tomó
por sorpresa. E ra imposible que los conserva­
dores, dispersos por la ciudad, sin la más leve
intuición de que pudiese ocurrir el villano
asesinato del em inente colombiano, pudieran en
u n mom ento dado organizarse p ara acudir a
cooperar con la autoridad en la defensa de la
ciudad y a respaldar la obra adm irable del ejér­
cito. En estos casos, la reacción es n a tu ra l y
violenta en el partido al cual pertenece la víc­
tim a. Piensen ustedes, si ésta hubiera sido Lau­
reano Gómez: en u n instante el conservatismo
se hubiese puesto en pie. Cuando lo aprisionaron
en 1943, a la hora se organizó u n a m anifesta­
ción de seis cuadras que presidimos Luis Gspina
Vásquez, Silvio Villegas y yo. Echandía, que era
el Presidente, tuvo que ordenar que se nos diese
campo abierto por la carrera séptim a p ara pasar
por frente a Palacio. El liberalismo, en cambio,
se aplanó, hasta el extremo que sólo encontra­
mos resistencia al desembocar en la plaza de
Bolívar, resistencia que liquidó n u estra m uche­
dum bre en u n instante. Además, en algunas
provincias el partido, con un poco m ás de tiem ­
po, h a realizado u n a espléndida labor en favor
del orden público.
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 79

El Presidente sube de alm orzar en sus habi­


taciones privadas. Más que estar informado del
ambiente, lo h a previsto, pues cuando tom a re­
soluciones sabe de antem ano el efecto que han
de causar o la reacción que h an de despertar.
E n tra a su despacho, y nos cita a todos los con­
servadores presentes. Nos sentamos en torno de
su escritorio: José M aría Bernal, Luis Ignacio
Andrade, Dávila Tello, Augusto Ram írez More­
no, Guillermo León Valencia, Rafael Azula Ba­
rrera, H ernán Jaram illo Ocampo, Camilo Guz-
m án y yo. El Presidente inquiere nuestro con­
cepto sobre los nuevos hechos oficiales y sobre
sus naturales consecuencias. Expongo el mío,
con alguna amplitud. En resumen, digo: “El
momento, debido a la protuberancia histórica de
los hechos, más que de combinaciones políticas,
es de esa m áxim a energía serena en que se h a
sostenido Su Excelencia. Algunas posiciones que
se crea necesario modificar, como en el caso del
Director de la Radio Nacional, ta l vez fuere más
conveniente desplazarlas hacia el Ejército, de­
signando para ellas m ilitares”. Luego, serena­
mente, en un agradable tono menor, el Presi­
dente expone su pensamiento, no sólo con la
irrebatible sagacidad política de quien todo lo
ha previsto, sino con u n a a ltu ra patriótica que
nos emociona profundam ente. “Examinemos las
cosas, dice. Yo tengo dos caminos: el del país
entero y el del solo partido conservador, al cual
no he sido ni seré en ningún momento infiel.
Quise ir a dirigir en persona las tropas y m orir
con ellas, oonvirtiéndome en un procer de la
historia conservadora. Pero ¿y el país? ¿No h u ­
biera sobrevenido u n a guerra civil, padeciendo
80 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

la nación entera, arruinando ya sí definitiva­


m ente nuestro prestigio internacional? La le­
gitim idad es el centro de reconstrucción del país
y de su democracia. Hubo un momento en que
parecía perdida, pero la salvaron milagrosamen­
te Dios y el Ejército. Desde el pu n to de vista
de m i comodidad personal, la resignación del
m ando hubiera sido m uy grata, pero desde el
punto de vista no sólo del conservatismo sino
de toda la nación, los desastres hubieran sido
incalculables. Y por la suerte de esa nación de­
bemos responder todos, hoy lo mismo que des­
pués de muchos siglos. Y no es sólo lo que h a
pasado: nos esperan problemas adm inistrativos
y de gobierno m uy delicados y graves. Ustedes
saben que esta política de uniónjaacional es la
m ía, la que yo quiero, la que anhelo p ara Co­
lombia, pero si m añana el liberalismo me re­
tirase su cooperación, como lo hizo algunas se­
m anas atrás, la seguiré realizando con el sólo
partido conservador, m anteniendo con igual celo
su espíritu de gobernar para todos los colombia­
nos sin otra m ira que el bien de la p a tria ”. To­
do lo tiene previsto, estudiado, medido, con el
m ás seguro sentido de su responsabilidad histó­
rica. De pronto, elevando u n poco el tono y
golpeando con el puño el cojinete de cuero del
pasam ano de la silla, dice: “Sobre esta silla, p ri­
mero que dimitir, moriré o me tom arán preso.
El que" quiera y pueda sum ar u n nuevo delito a
los ya cometidos, que lo haga. Así lo he dicho
en todas las conferencias pasadas y así se lo re­
afirm o ah o ra”. En seguida, recogiendo mis ob­
jeciones iniciales, declaro: “Después de haberlo
oído, no sólo me siento orgulloso de la actitud de
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 81

Su Excelencia como conservador, sino especial­


m ente como colombiano. Cuando pedimos que
en la nueva Unión Nacional el conservatismo no
quede descompensado, no lo hacemos en consi­
deración del partido mismo, sino por lo que
éste representa del país entero que no podrá
restablecerse moral y m aterialm ente sino con­
solidándose la legitimidad en posición definida
contra el comunismo. Una política de unión n a ­
cional descompensada tendría que ser efímera,
lo mismo que si resulta luego siendo ejecutada
por los m inistros liberales con deslealtad o con
criterio sectario para ir ganando con la aparien­
cia de u n a colaboración nacional ciertas posi­
ciones claves y obtener así por u n a sutil acción
política objetivos similares a los que ya perdie­
ron con el fracaso de la asonada. Por eso quedo
ta n satisfecho del pensam iento de Su Excelen­
cia, n o sólo por lo elevado y em inentem ente
nacional sino tam bién por su previsora inteli­
gencia”. Luego José M aría Bernal, visiblemente
conmovido por la exposición del señor Presiden­
te y lleno de honda convicción, dijo en síntesis:
“A pesar de la admiración, aprecio y respeto que
tengo por Su Excelencia y del hondo afecto per­
sonal que le profeso, yo venía dispuesto a renun­
ciar a la cartera de Hacienda. Pero me h a n con­
vencido ta n to y me h a n llégalo ta n hondo las
palabras patrióticas de Su Excelencia, que con
verdadero orgullo soy solidario con su pensa­
m iento”. En seguida Guillermo León Valencia,
en palabras m uy breves, m anifiesta igual con­
formidad y estima que sería m uy conveniente
difundir intensam ente las palabras pronuncia­
das por el General M arshall a n te algunas dele-
82 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

gacioanes con relación a los sucesos de Bogotá.


Por último, Ramírez Moreno dice: “He estado
con m i vida y m i espíritu con Su Excelencia. Su
Excelencia h a visto que vine preparado, incluso
trayendo u n m aletín de pijamas, p ara perm ane­
cer con Su Excelencia y m orir a su lado si fuere
necesario. Todo lo que ha dicho Su Excelencia
me h a parecido no sólo grandioso y glorioso sino
sublime”. Y levantándose de su asiento, apoyan­
do las manos sobre el borde del escritorio e in­
clinándose sobre su persona, pronuncia un corto
y elegante discurso que term ina: “El valor de
Su Excelencia no es el de un héroe, sino el de
un semidiós”. Sin excepción ninguna, todos
aprobamos la política del Presidente.
5 de la tarde.—Salimos del despacho presi­
dencial. La tarde cae tranquilam ente, con la
m ism a serenidad con que caían las palabras de
los labios del Presidente, sobre los trozos de la
Sabana que recortan los ventanales de Palacio.
En las oficinas adyacentes, el afanoso tecleo de
las m áquinas, atareadas en red actar decretos y
contestar mensajes, anuncia que la república ci­
vil, con su antesala de funcionarios y de citas
oficiales, ya h a sustituido de nuevo a la repú­
blica épica, m om entáneam ente resurgida. Toda­
vía esta noche nos quedamos a dorm ir en Pa­
lacio, acaso m ás bien por cierto apego a esa
especie de compañerismo de cam paña que se h a
creado, que porque ello sea necesario. El hombre
se apega a veces m ás a los sitios donde h a es­
tado en peligro que a aquellos donde h a encon­
trad o la felicidad. Como q¡ue no quisiéramos
desprendem os unos de otros sin h ab er revivido
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 83

h asta en el último detalle la grandeza y la mise­


ria de las horas pasadas. Además, en la atm ós­
fera de Palacio, de acuerdo con las actitudes
que van asumiendo las respectivas posiciones en
que se colocan, desde Nueva York, ante esta
hora de prueba de la república que gobernaron,
en períodos anteriores, los doctores Eduardo
Santos y Alfonso López. Ambos llevan sobre sí
la misma calidad de ex-presidentes de Colom­
bia, equivalente a u n a investidura y que re­
presenta un compromiso con la m agistratu ra
que desempeñaron. Pero la historia en m archa
clava sobre ellos sus ojos en forma distinta:
aquél, además, por m andato del Congreso, es el
Designado constitucional, vale decir, el vicepre­
sidente de la república, dueño de la inm ediata
expectativa del poder, y éste, por voluntad del
Jefe del Estado, lleva su voz a n te la m ás alta
asamblea del mundo. Y ¿cómo se van dibujando
en estos momentos sus actitudes en la atmósfera
política de esta fecha tristem ente imperecedera?
En form a opuesta entre s í : el doctor Santos h a ­
cia la constitución y el doctor López hacia la
facción.
12 de la noche.—Ya, al tom ar nuestros lechos,
se nos cuenta esta anécdota de la tarde: el Ge­
neral M arshall, por medio de su intérprete, in­
terrogó al azar a alguno de los soldados que
guardan su residencia. “¿Usted defiende a los
liberales o a los conservadores?”, le preguntó.
“No, mi General, yo defiendo el orden”, respon­
dió el soldado. Al levantar el m onum ento que la
repúlbica debe a los soldados que la salvaron,
en la más oscura hora de su historia, ¿por qué
84 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

no grabar sobre sus frisos ese diálogo? Pero


grabad, sobre todo, en la portada del Palacio de
Nariño esta frase que durará tan to como la re­
pública m ism a: “P ara la democracia colombia­
n a vale más un Presidente m uerto que un Pre­
sidente fugitivo”. Por ella, Colombia pudo decir
el 10 de abril a todas las naciones del continente
reunidas en su seno: seguid congregados bajo
mi am paro: am anecí cubierta de heridas, pero
ilesa en mi h o n o r...
Bogotá, 18 de abril de 1948.
ADICION CLARIFICADORA

Apartes del reportaje concedido por el


Dr. Estrada Monsalve al periodista doctor
Jos Luis Lora Peñaloza, en 1983.

¿Hubo o no autoría intelectual en el asesinato


de G aitán? —¿Fue Roa Sierra el verdadero asesi­
no?— ¿La investigación fue im parcial y exhaus­
tiva? —Cita de Fidel Castro con G aitán, en su
oficina, para la u n a de la tarde del mismo 9 de
abril. —Comentario de Qspina Pérez—. ¿Preten­
derían los comunistas bloquear con el sacrificio
del caudillo la Conferencia Panam ericana cuya
agenda principal era “la condenación universal
del comunismo” ? —Mensaje de Raúl H aya de la
Torre a Roberto García Peña que debiera estar
ya grabado en el Palacio de Justicia, en el fron­
tis del Capitolio Nacional o a la entrada del edi­
ficio donde consumó la perfidia la diabólica m a­
niobra—. Mensaje aclaratorio al doctor H ernan­
do Santos Castillo sobre el editorial de El Tiem­
po del 9 de abril de 1983: ¿Por qué el doctor
no fue incluido en la nóm ida de los delegados
a la Conferencia Panam ericana?
86 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE!

Usted, doctor Estrada, h a publicado dos li­


bros: “El 9 de Abril en Palacio” y “Así fue la
Revolución” sobre la tragedia colectiva suscitar
da por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.
T reinta y cuatro años después de esos luctuo­
sos acontecimientos, ¿cuál es su evaluación de­
finitiva sobre ellos?
La misma evaluación de entonces. Esos libros
no son polémicos, sino de fijación histórica. Si
desplazo u n a coma, modifico el ángulo de en­
foque, y, por lo tanto, altero la proyección. Co­
mo lo más temible de la historia son los histo­
riadores, hay que dejar bien clavadas las estacas
para que no puedan extender demasiado el re­
dondel de sus acrobacias reconstructivas.
¿La investigación que se adelantó p ara esta­
blecer las causas y la responsabilidad del crimen
cometido en la persona del líder popular, fue
im parcial y exhaustiva?
Llegamos a donde usted quería llevarme: al
borde del abismo. No conozco el expediente. La
investigación se confió al doctor Jordán Jim é­
nez, el discípulo predilecto de G aitán en su Cá­
tedra de Derecho Penal. Sin u n a sola limitación,
se le facultó para organizar, a su arbitrio, el
aparato investigativo. Se le trajo u n equipo de
detectives de Scotland Yard. Oficinas, vehículos,
asesores, guardianes, todo se puso en sus m a­
nos, ta l como lo dispusiese. Por todo ello, confío
en que la investigación, rigurosamente, fue im­
parcial y exhaustiva, incluso h a sta m ás allá del
lím ite de lo hum ano y jurídicam ente posible. . .
¿Hubo o no hubo autoría intelectual?
EL 9 DE ABRIL EN PALACIO 87

Lo sabrá el mismo Lucifer, y, si lo sabe, no


lo dice, porque le aplican “los derechos cuba­
nos”, que son los que representa mi em inente
amigo Vásquez Carrizosa. . . Hay autoría inte­
lectual y autoría colectiva, como en el “Alcalde
de Zalamea”, donde “todos obraron a u n a ”, y,
entonces, por cuál de las dos autorías, ¿la in ­
dividual o la colectiva, me interroga u sted ?. . .
Lo cierto es que la balística aú n no h a inventida
el gatillo que se contraiga, sin u n dedo que lo
oprima, ni la fisiología, el prim er dedo que se
contraiga, sin u n impulso cerebral que lo orde­
n e . . . El tenebroso antro donde se engendró el
asesinato está rodeado de un laberinto de en tra ­
das ciegas, m ás o menos profundas, que, a lo su­
mo, vuelven a desembocar en las siguientes... Los
partidarios de la hipótesis comunista, razonan:
G aitán como jefe omnímodo del liberalismo
había anunciado que se opondría a la reunión
de la Conferencia Panam ericana cuya principal
agenda era la condenación del comunismo in­
ternacional, pero, luego, m ediante la interven­
ción de Eduardo Zuleta Angel y en acato a la
tradición colombiana de que nuestros partidos
solían hacer u n a tregua en sus pugnas cuando
se tra ta ra de asuntos o deberes internacionales,
levantó el veto. Entonces, la eliminación violenta
del ídolo popular produciría el efecto buscado
y su stituiría la promesa retirad a del caudillo.
Tampoco creo que pueda descifrar el pavoroso
enigma el actual subjefe del comunismo m un­
dial, quien con el propósito de observar el de­
sarrollo de la Conferencia, misteriosamente, vi­
no, vio y desapareció. Por donde uno transite en
este asunto, solo encuentra enigmas, confusión,
88 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

sombras. Quien visite el Museo G aitán, podrá


leer en su alm anaque de agendas, abierto to­
davía boy sobre su escritorio profesional, ta l
como lo tenía el día de su sacrificio, escrito de
su propio puño: “Nueve de Abril. 1 p.m., entre­
vista con el estudiante cubano Fidel Castro”.
Cuando se lo comenté después, Ospina p u n tu a­
lizó: “estaba localizado”. No creo que hubiera
venido a solicitarle u n a entrevista al Mariscal
M arshall, en torno a cuyo prestigio heroico se
desenvolvía la Conferencia. En todo caso, sobre
la fachada de nuestro Capitolio Nacional o de
nuestro Palacio de Justicia debiera estar ya gra­
bado para siempre el m ensaje que R aúl Haya
de la Torre le envió por telégrafo, horas después,
a Roberto G arcía Peña: “Ese crim en no es co­
lombiano”.
Y sobre el autor físico, ¿cuál sería su con­
cepto?
En cierta m anera, el misterio existente sobre
la autoría intelectual se prolonga tam bién so­
bre el autor físico. Roa Sierra, ese pobre diablo
que linchó el tum ulto al instante, ¿no sería
solo el chivo expiatorio de u n a refinada coar­
tada? En ese preciso momento, tra s el instante
de perplejidad inicial, cualquiera que hubiese
sido señalado por otro como el asesino, hubiese
sido, igualm ente, eliminado por la tu rb a ya en­
loquecida, m ientras el presunto agresor verda­
dero se mimetizaba entre el tum ulto. “En los
crímenes individuales, apuntaba Ferri, el pro­
pio m aestro italiano de G aitán, el trabajo del
asesino %s esconder el cadáver, pero en los tu ­
m ultuarios, el problema consiste en descubrir
EL 9 DE ABHIL EN PALACIO 89

al asesino”. Cuando detrás del crimen puede


haber una autoría individual o colectiva, elimi­
nando al asesino o al sicario del complot, se
elimina toda fuente de información y prueba.
Y si el m uerto no fue el criminal, sino el obje­
to de u n a simulación, el mundo, ante lo impo­
sible de descubrir al auténtico asesino, se con­
suela con lo improbable, se tranquiliza con la
ficción. Con las variantes del caso, la espectacu­
lar eliminación de Oswald tra s el asesinato de
Kennedy, ¿no presenta ciertos paralelismos y
analogías, por sutiles no menos indicadores, con
el caso G aitán? Encubrir u n magnicidio con
un minimicidio sucedáneo, ¿no será ya todo u n
estilo de terrorism o político, como en el tiempo
de los Borgias? Quien leyere la obra “Dos Vier­
nes Trágicos”, escrita por Jordán Jiménez, el
mismo investigador del asesinato de G aitán, an ­
tes de ir a m orir ciego en Roma, podrá deducir
que a veces la intuición es más indicativa y
clara que la evidencia. Si nadie “vio” a Roa Sie­
rra, ni siquiera cerca de la víctima, ni antes ni
en el propio instante del disparo, y si cuarenta
m inutos después el “Doctor XX” dijo por radio
que asum ía el poder, desde las oficinas de la
Emisora Nacional, ¿quién puede negar de plano
la hipótesis de que pudo haber sido el dedo de
otro “fantasm a XX” el que oprimió el gatillo,
a quem arropa, sobre el cráneo del caudillo? En
resumen, el misterio de si hubo o no autoría
intelectual, individual o colectiva, en cierto gra­
do, se conecta y prolonga respecto de la autoría
m aterial o física del excecrable asesinato.
IMPORTANTE RECTIFICACION A
“EL TIEMPO”

Bogotá, abril 9 de 1983


Doctor H ernando Santos Castillo
Director de “El Tiempo”
Bogotá
A tentam ente, permítome rectificar la afirm a­
ción del cuarto párrafo de su editorial de hoy
dé que “el gobierno de Ospina Pérez cometió u n
grave error suprim iendo el nombre del doctor
G aitán de la nóm ina de delegados a la IX Con­
ferencia Panam ericana”. No solo no lo suprimió,
sino que por conducto del doctor Eduardo Zu-
leta Angel, con la aprobación unánim e del gabi­
nete, de que el suscrito hacía parte, el gobierno,
insistentem ente, lo invitó a incorporarse a la
Delegación, por su alta significación intelectual
y jurídica, y, especialmente, por su carácter de
jefe único del liberalismo, p ara que la repre­
sentación colombiana se autorizara con la asis­
tencia de nuestras dos colectividades históricas.
La insistencia del emisario del gobierno, doc­
to r Zuleta Angel, an te el doctor G aitán sobre
la conveniencia de que en las cuestiones inter­
nacionales nuestros partidos depongan sus di­
ferencias p a ra presentarse unidos ante el ex­
92 JOAQUIN ESTRADA MONSALVE

terior, logró, al menos, que el gran caudillo


“suspendiese su anuncio público de que recorre­
ría el país para impedir la reunión de la Con­
ferencia Panam ericana”. Este es el prim er esla­
bón de la tenebrosa cadena: la agenda princi­
pal de la Conferencia Panam ericana consistía
en “la condenación del comunismo universal”.
Este tenía concentradas sus baterías contra
aquél foro panam ericano. Los com unistas espe­
raban que G aitán lo impediría, y cuando éste,
patrióticam ente, neutralizó su actitud, el comu­
nismo convirtió su cabeza en el explosivo de
precisión para tomarse el poder y volatilizar, la
Conferencia Panam ericana. Cierto “Doctor XX”,
hoy senador comunista, que aquel, día asumió el
poder en la Radio Nacional, a las dos de la ta r­
de, lo sabe; el otro senador comunista, secreta­
rio de su partido, tam bién lo sabe; Fidel Castro,
que tenía u n a cita con G aitán a la u n a de la
tard e en ese sitio, lo sabe mejor que n a d i e . . .
Solo que, como en el verso de De Greiff, “sí lo
saben, m ás no lo dicen”. En vano, absolutam en­
te, en vano la m ás safisticada dialéctica histó­
rica podrá desprender el magnicidio de esa ca­
dena de hechos, simples pero indestructibles.
Todo esfuerzo en contrario term inará en el va­
cío. Cuando G aitán retiró su anuncio de impe­
dir la Panam ericana, se auto-condenó al sacri­
ficio y, glorificado por éste, pasó de caudillo a
procer. La insistencia desesperada con que el
comunismo lo niega, constituye, precisamente,
la prueba de gracia de su responsabilidad.
Atentam ente,
Joaquín Estrada Monsalve

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