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Modernización

y dependencia

Sociología
General

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Teorías de la modernización
A partir de la década del cincuenta, se produce un cambio en la orientación
de la sociología latinoamericana que da origen a lo que se denominó la
sociología “científica” (Fuentes, 2006; Solari, Franco, y Jutkowitz, 1976). La
sociología científica fue un movimiento de renovación contra una situación
que en ese momento era percibida como negativa para el desarrollo de la
ciencia social en la región. La crítica apuntaba al supuesto atraso teórico y
metodológico en el que se encontraba la sociología a comienzos de la
década de 1940, y a la escasa investigación empírica. El blanco de las
críticas de esta corriente fue lo que se consideraba que era “precientífico”,
“premoderno” y “presociológico”. Esta primera etapa en la sociología
latinoamericana, caracterizada como de los pensadores, tenía al ensayo
como principal medio de comunicación. Los llamados pensadores, según
indicaron Solari, Franco y Jutkowitz (1976), eran los intelectuales de
América Latina que centraron su preocupación en lo social y lo político, y
cuyo rasgo central era interpretar la realidad social para luego
transformarla.

Los aportes de la sociología científica inician una renovación de la


disciplina, sus concepciones, metodología y de la forma de concebir la
relación entre realidad y transformación.

En ese momento histórico, se reconocía que la sociología tenía una larga


tradición en América Latina, pero esto era al mismo tiempo un obstáculo y
un apoyo para el objetivo de establecer una ciencia empírica. Solari et al.
(1976) plantean que Gino Germani (uno de los iniciadores de lo que se
conoció como sociología científica) señaló que, por un lado, la sociología
latinoamericana era un apoyo porque era una tradición de “realismo
social” en la región, un esfuerzo por comprender la realidad
latinoamericana; pero, por otro, era un obstáculo porque creó una
sociología académica estéril y anquilosada, que no otorgaba valor a la
investigación empírica.

La sociología científica tuvo uno de sus mayores exponentes en la teoría de


la modernización. Solari y sus colaboradores (1976) indican que uno de los
postulados centrales de la teoría de la modernización es que en la
actualidad la sociedad se encuentra “en transición”, y el proceso de
desarrollo económico supone un estado inicial y un estado final. Por lo
tanto, se entiende que culmina con el paso de una sociedad “tradicional” a
una “desarrollada”. El estado final se corresponde empíricamente con el de
las sociedades actualmente desarrolladas.

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La teoría de la modernización concibe, entonces, al desarrollo como la
adopción de pautas de comportamiento, actitudes y valores identificados
con la racionalidad económica moderna, caracterizada por la búsqueda y
obtención de la máxima productividad y ganancia. También identifica los
posibles obstáculos que pueden surgir en la plena implantación de la
modernidad y define los instrumentos de intervención capaces de resolver
y alcanzar los resultados deseados en el sentido de aproximar a cada
sociedad y nación ese modelo teórico de sociedad.

Fuentes (2006) postula que el supuesto fundamental de la teoría de la


modernización es la existencia de tipos ideales (en el sentido weberiano)
en extremos de un proceso evolutivo: la transición de la sociedad
tradicional hacia la sociedad moderna. Se presupone que las sociedades
avanzan desde un extremo de un continuo hacia otro extremo. Las
sociedades latinoamericanas se encuentran, de acuerdo con esto,
subdesarrolladas porque tienen características tradicionales que les
impiden ser plenamente modernas. Es decir, la sociedad actual es una
“sociedad en transición” y debe evolucionar hacia el desarrollo. Según
Solari y sus colaboradores (1976), inclusive cuando no se utiliza de manera
expresa ningún modelo construido, ninguna tipología, el referente
empírico (la sociedad a la cual deberíamos llegar) son las sociedades más
desarrolladas. Esta tipología es claramente dicotómica y los autores
reconocen esta simplificación tan solo con fines analíticos, pero están de
acuerdo en que entre los dos extremos, es decir, en la etapa de transición,
cabe distinguir una multiplicidad de formas; aunque, de todos modos,
siempre el proceso conduce a ese estado final. Así también, tanto el estado
final como el inicial son tipos extremos que asumen, en las sociedades
reales, formas sumamente variadas.

El rasgo fundamental del tipo de sociedad industrial moderna es el que se


considera en el concepto de secularización, el cual designa un proceso
compuesto por tres tipos de cambios continuos (Solari et al., 1976):

1) cambios de la estructura normativa predominante, en términos de que


los individuos se ven cada vez menos constreñidos a actuar según las
formas estrictamente preestablecidas, por lo que se multiplican las
situaciones en que pueden optar lícitamente entre diversas alternativas
(es el pasaje de la acción prescriptiva a la electiva);
2) paso de la institucionalización de lo tradicional a la institucionalización
del cambio: se legitima la innovación, etcétera;
3) especialización creciente de las instituciones y surgimiento de sistemas
valorativos específicos y relativamente autónomos para cada espera
institucional.

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Así, si en la sociedad tradicional la familia era la institución en el seno de la
cual ocurrían todos los sucesos de la vida de sus miembros (puesto que,
además de la relación de parentesco, encontraban allí su lugar de trabajo,
por ser una unidad económica, y aprendían y adquirían habilidades para el
desempeño de oficios, etc.), en la sociedad moderna las unidades
económico-ocupacionales en las que discurre la vida laboral de sus
miembros se distinguen de la familia y se constituyen entre hombres no
ligados por lazos de parentesco, cuya educación se realiza en el marco de
las escuelas, etcétera, en donde las actividades económicas, educacionales
y demás se tornan relativamente autónomas.

Es decir, la sociedad industrial moderna se caracteriza por la vigencia


creciente de opciones, la constante división y especialización del trabajo, la
aceptación y valoración creciente del cambio y la transformación. En tal
marco, la secularización del conocimiento, la tecnología y la economía
conducen al empleo cada vez mayor de fuentes energéticas de alto
potencial y a la maximización de la eficiencia en la producción de bienes y
servicios.

La ideas de Whalt Rostow, economista estadounidense, sintetizan los


postulados de la teoría de la modernización. Según indica Valencia (2005),
fue Rostow quien mejor expresó esta teoría del desarrollo, la cual dominó
el pensamiento de las décadas de los 50 y 60.

Sintetizamos las ideas de Rostow en función de los trabajos de Preston


(1999) y Valencia (2005):

1) La situación inicial es la sociedad tradicional. La característica de esta


sociedad es la de una estructura con funciones de producción limitadas
y con un desarrollo científico también rudimentario. Esto no significa
que la sociedad tradicional fuese totalmente estática. Sin embargo, la
falta de ciencia y tecnología modernas puso límites a su modo de
organización. Rostow caracteriza esta sociedad tradicional en función de
su base agrícola, su forma de gobierno basada en el clan y la mentalidad
fatalista.
2) La segunda etapa del proceso, siguiendo con el argumento esbozado en
el trabajo de Preston (1999), tiene que establecer condiciones previas
para el despegue hacia el crecimiento autosostenido. El ejemplo que se
da es Europa Occidental a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII,
cuando la sociedad medieval se desintegra, la ciencia moderna crece y
el comercio se desarrolla. En tal periodo histórico comienza el proceso
de rehacer la sociedad tradicional.
3) La tercera etapa se vuelve “normal”. Rostow sostiene que el despegue
implica la superación de los viejos bloques y resistencias al crecimiento.
Hay enclaves limitados de la actividad moderna que finalmente se

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expanden y llegan a dominar el conjunto de la sociedad. En una década
o dos, la estructura básica de la economía se transforma de tal manera
que hay una tasa constante de crecimiento que puede ser sostenida
regularmente. El impulso inicial se deriva del avance tecnológico y de la
formación del capital social fijo. El país que ejemplifica este proceso de
despegue es la Inglaterra de finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Para Valencia (2005), el despegue de algunos países de América Latina
como Brasil, México, Chile o Argentina puede situarse en este período,
porque coincide (grosso modo) con el proceso de industrialización por
sustitución de importaciones que dejó atrás a la vieja economía
primario-exportadora; aunque no la desmanteló, sino que la
refuncionalizó en el contexto de la expansión del capitalismo.
4) En la cuarta etapa, hay un período largo de progreso y, como
consecuencia de esto, las industrias avanzan, maduran y se estabilizan.
Este es un momento de buen ajuste a los mecanismos sociales e
institucionales: con el tiempo se establecen una economía y una
sociedad maduras que se basan en la absorción de nuevas tecnologías
generadas internamente. Se pasa de una situación donde una
proporción del ingreso nacional se invertía en importaciones a una
inversión y la sustitución de estas; esto permite la producción masiva de
mercancías destinadas a la exportación a otros países.
5) La quinta etapa es el período de consumo masivo: los sectores
principales se apartan de las industrias pesadas hacia el abastecimiento
de bienes de consumo duraderos y servicios en el mercado de consumo.
La sociedad ha efectuado el tan buscado cambio hacia una
modernización.

Si bien en este momento histórico hay diferentes teorías del desarrollo,


según Valencia (2005), el denominador común puede sintetizarse en dos
postulados que influirán en las ciencias sociales hasta nuestros días, sobre
todo, en la metodología para comparar sociedades industriales
desarrolladas y sociedades subdesarrolladas y dependientes. Los puntos en
común son los siguientes:

1) El subdesarrollo es una etapa previa y necesaria para alcanzar un


capitalismo pleno. El corolario de esta tesis es que hay un continuum en
un proceso lineal de desarrollo, donde es necesario reunir condiciones
de la primera etapa para poder alcanzar la plenitud.
2) La segunda tesis es de orden metodológico. Se expresa en un conjunto
de parámetros formales para medir el subdesarrollo; se utilizan índices
como: alfabetización, nutrición, natalidad y mortalidad, ingreso per
cápita, niveles de pobreza. Estos indicadores expresan el nivel en el que
se encuentra una sociedad en relación al continuum evolutivo.

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¿Qué es un ensayo en esta discusión?

El ensayo no es un artículo o un libro científico que intenta


dar pruebas concluyentes de una hipótesis para, de ese
modo, confirmarla más allá de toda duda: pretende, ante
todo, persuadir de la verdad de una idea, desarrollándola,
mostrando implicaciones y conexiones que en los mejores
exponentes del género son novedosas, reclaman una nueva
manera de ver al mundo y, sobre todo, al hombre, que en
definitiva es el gran tema de todo ensayo.

En las circunstancias que enfrentaron los pensadores


latinoamericanos, es decir, ante la necesidad de levantar un
pensamiento sobre sus sociedades globalmente
consideradas y hacer de él una base para su transformación,
los andamiajes que proporcionaban las ciencias humanas de
la época eran tan necesarios como partos para la naturaleza
y magnitud de la tarea. De ahí que el ensayo fuera la salida
casi impuesta para cumplirla cabalmente. (Solari et al., 1976,
p 27).

¿Quién fue Gino Germani?

Gino Germani nació en Roma en 1911. Tras haber estado


preso en Italia bajo el régimen fascista de Mussolini, en 1934
se radicó en Argentina, donde estudió filosofía y desarrolló
una actividad política comprometida con la lucha contra el
fascismo. A partir de 1956 se desempeñó como docente en
la Universidad de Buenos Aires en materias relacionadas con
la sociología, y en 1967 fue designado como Director del
Instituto y la Carrera de Sociología, creada ese mismo año.
Desde allí, Germani fundó en el país una línea de estudios
alrededor de temas que no habían sido abordados hasta el
momento; entre otros tópicos se ocupó de analizar la
estructura social, los procesos de modernización y
secularización y la vida política de la sociedad moderna;
haciendo de su trabajo un aporte teórico y metodológico de
singular riqueza. En 1966, tras el golpe de Estado, deja el
país para ser profesor de Estudios latinoamericanos en
Harvard; en 1975 se traslada a Italia para trabajar en la
Universidad de Nápoles y muere pocos años más tarde en
Roma, en 1979. (Mera y Rebón, 2010,
http://goo.gl/MYajEV).

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Teoría de la dependencia
Como señala Theotonio dos Santos (1998) –uno de los fundadores–, esta
teoría surgió en América Latina, en los años 60, para explicar las nuevas
características del desarrollo dependiente de la región. Esta perspectiva
analítica es una crítica al marco interpretativo de los anteriores modelos
explicativos, como la teoría de la modernización, que ponía énfasis en un
supuesto subdesarrollo de las sociedades latinoamericanas. Si bien aquí
hacemos referencia a la teoría de la dependencia como un cuerpo
coherente de análisis, en realidad se trata más bien de un conjunto de
autores con ideas que muchas veces no están de acuerdo. Bajo este
contexto es más adecuado hablar de teorías de la dependencia en plural y
no en singular.

Es importante enfatizar, como lo hace Boron (2008), que la teoría de la


dependencia nace en América Latina, a pesar de que existen algunas
contribuciones aisladas en la obra del economista egipcio Samir Amin.
Estas voces críticas respecto de la orientación científica propiciaron un
armazón explicativo alternativo. Exponemos los principales argumentos.

Debemos ubicarnos temporalmente, según Osorio (1995), en la segunda


mitad de los años 60 y los inicios de los 70, donde la reflexión sociológica
latinoamericana estuvo relacionada fuertemente con la problemática de la
dependencia, y la incorporación de esta categoría fue uno de los elementos
centrales de las ciencias sociales de aquellos años. Uno de los grandes
desafíos que enfrentó la sociología de la época fue explicar la situación en
la que se encontraba América Latina. El contexto sociopolítico
caracterizado por hechos como el Mayo Francés de 1968, el Cordobazo en
1969 y diferentes eventos culturales de radicalización política tuvo
profundos impactos en el campo de las ciencias sociales en general y la
sociología en particular.

Para Osorio (1995), hay dos grandes procesos que marcaron la historia y el
curso de las ciencias sociales latinoamericanas en los años sesenta, y que
fueron la base de la teoría que nos ocupa. El primero de ellos fue la
Revolución cubana, que constituyó uno de los principales parámetros en
las definiciones teóricas y políticas del continente en la época. Este proceso
puso en jaque gran parte de las interpretaciones del marxismo clásico para
entender la realidad latinoamericana y obligó a repensar los modelos
explicativos. El segundo factor que incide en el surgimiento de esta teoría
es la creciente integración del proceso productivo de las economías de
América Latina con el capital extranjero en los años 50 y 60. Nosotros
podemos agregar un tercer evento de importancia: en la década de los

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años 70 culminan los procesos de descolonización de algunos países de
África y Asia.

Es importante entender el contexto de surgimiento de la teoría de la


dependencia. Por esta razón, profundizaremos en el tópico retomando la
exposición de Theotonio dos Santos (1998). Para Santos (1998), las ciencias
sociales en la región comenzaron a reflejar una nueva realidad. Como
vimos en las secciones anteriores, las ciencia sociales se habían constituido
en el siglo XIX en torno a la explicación de la Revolución Industrial y del
surgimiento de la civilización occidental como un gran proceso social
creador de la modernidad que correspondía a un nuevo estadio
civilizatorio, representado a veces como resultado histórico de la acción de
las fuerzas económicas y sociales, como son el mercado y las burguesías
nacionales. En otras circunstancias, las ciencias sociales aparecen como el
resultado de un modelo de conducta racional del homo-economicus y del
individuo racionalista y utilitario, que serán expresión última de la
naturaleza humana, cuando esta quede liberada de tradiciones y mitos
antihumanos. Otras veces, estas conquistas económicas, políticas y
culturales se presentarán como producto de una superioridad racial o
cultural de Europa.

Para Santos (1998), es la crisis del colonialismo (iniciada en la Primera


Guerra Mundial y acentuada después de la terminación de la Segunda
Guerra Mundial) la que pondrá en discusión algunos de los supuestos de la
evolución histórica. Por ejemplo, la derrota nazi llevó a rechazar la idea de
una supuesta excepcionalidad europea y de la superioridad racial. La idea
de que la modernidad debería ser tratada como un fenómeno universal,
como un estadio social que todos los pueblos deberían alcanzar, ya que es
el desarrollo pleno de una sociedad democrática (que los países victoriosos
identificaban con el liberalismo norteamericano e inglés y, por otra parte,
con el socialismo ruso) entra en crisis.

Es en este contexto que surge un campo de producción intelectual


dedicado al análisis de estos temas, con el título general de teoría del
desarrollo, donde la característica central fue la de pensar el desarrollo
como una adopción de normas de conducta, actitudes y valores
identificados con la racionalidad económica moderna, caracterizada por la
búsqueda de la productividad máxima, la generación de ganancias y la
creación de inversiones que llevasen a la acumulación permanente de las
riquezas por parte de los individuos y de cada sociedad nacional.

Como vimos en el módulo inicial, ya los padres fundadores de la sociología,


Karl Marx, Emile Durkheim y Max Weber, establecieron teorías (en algunos
aspectos, convergentes, y en otros, contradictorias) sobre esta sociedad
moderna.

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Santos (1998) señala que la teoría del desarrollo (la que estuvo vinculada a
la teoría de la modernización) buscó localizar los obstáculos de la plena
implantación de la modernidad y definir los instrumentos de intervención
capaces de facilitar el alcance de los resultados deseados, en el sentido de
aproximar cada sociedad existente a esta sociedad ideal. Por más que estas
construcciones teóricas pretendían ser construcciones neutras en término
de valores, era imposible ocultar la evidencia de que se consideraba a la
sociedad moderna (la cual había nacido en Europa y se afirmaba en los
Estados Unidos de América) como un ideal que se pretendía alcanzar y una
meta sociopolítica que se debía conquistar. También resultaba más o
menos evidente la aceptación tácita de que la instalación de esta sociedad
era una necesidad histórica incontestable. Como vimos, estas teorías
fueron sintetizadas por los planteos de Rostow que analizamos en la
sección precedente.

Solari y sus colaboradores (1976) señalan que este enfoque


latinoamericano, conocido como teoría de la dependencia, postula: a) una
integración entre las ciencias sociales y la historia; b) una concepción del
desarrollo muy diferente; c) la consideración de la explicación la inserción
de las sociedades latinoamericanas en el sistema capitalista mundial como
elemento esencial; d) la consideración del problema político y del papel del
Estado; e) la identificación de las situaciones estructurales básicas y de las
formas en que se sucedieron en América Latina. El punto fundamental de
la explicación es analizar la inserción de las sociedades latinoamericanas en
el sistema capitalista mundial. Es decir, no existen grados de desarrollo: lo
que encontramos son pautas históricas de explotación de unos países
sobre otros y un sistema económico mundial interconectado y desigual.

Como señala Santos (1998), la teoría de la dependencia, que surgió en


América Latina en los años 60, intentó explicar las nuevas características
del desarrollo dependiente que se habían implantado en los países
latinoamericanos. Desde la década de los años 30, los países se habían
orientado en la dirección de la industrialización, caracterizada por la
sustitución de productos industriales importados de las potencias por los
producidos en industrias nacionales. De inmediato, terminado el ciclo
depresivo (caracterizado por dos guerras mundiales, una crisis global y la
exacerbación del proteccionismo y el nacionalismo), se restablecía a través
de la hegemonía norteamericana la integración de la economía mundial. El
capital, concentrado en aquel momento en los Estados Unidos, se expandió
hacia el resto del mundo en busca de oportunidades de inversiones que se
concentraron en el sector industrial. En estos años de crisis, la economía
norteamericana generalizó el fordismo como régimen de producción y
circulación, y dio inicio, incluso, a la revolución científico-tecnológica en los
años 40. La oportunidad de un nuevo ciclo expansivo de la economía

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mundial exigía la expansión de estas características económicas a nivel
planetario. Esta fue la tarea que el capital internacional asumió teniendo
como base de operación la enorme economía norteamericana y su
poderoso Estado nacional, además de un sistema de instituciones
internacionales establecido en Bretton Woods.

Implantada de manera elemental en los años 30 y 40, la industria en los


países dependientes y coloniales sirvió de base para el nuevo desarrollo
industrial de posguerra y terminó articulándose con el movimiento
expansivo del capital internacional, cuyo núcleo estaba formado por las
empresas multinacionales creadas entre los años 40 al 60. Esta nueva
realidad respondía a la noción de que el subdesarrollo significaba la falta
de desarrollo. Este fue el contexto para comprender dos caras de un mismo
proceso; la plena implementación del desarrollo del capitalismo y de un
sistema mundial de producción producía de manera simultánea los hechos
que se estaban estudiando: desarrollo y subdesarrollo.

Finalmente, Santos (1998) señala el punto central de su argumentación.


Para el autor, si la teoría del desarrollo y del subdesarrollo era el resultado
de la superación del dominio colonial y de la aparición de burguesías
locales, deseosas de encontrar un camino que les permitiera participar en
la expansión del capitalismo mundial, la teoría de la dependencia, surgida
en la segunda mitad de la década de 1960, representó un esfuerzo crítico
para comprender la limitación de un desarrollo iniciado en un período
histórico en que la economía mundial ya había sido constituida bajo la
hegemonía de enormes grupos económicos y poderosas fuerzas
imperialistas, aun cuando una parte de estas entraba en crisis abriendo la
oportunidad para el desarrollo del proceso de descolonización.

Hasta aquí, podemos ver las profundas disparidades que existen entre el
paradigma de la modernización y el de la dependencia. Debemos citar,
también, dos importantes antecedentes de la teoría de la dependencia
(Santos, 1998):

1) El surgimiento de una tradición crítica al eurocentrismo, implícito en la


teoría del desarrollo. Se deben incluir, en este caso, las críticas
nacionalistas al imperialismo euro-norte-americano y la crítica a la
economía neoclásica de Raúl Prebisch y de la CEPAL (Comisión
Económica para América Latina).
2) El debate latinoamericano sobre el subdesarrollo, que tiene como
primer antecedente el debate entre el marxismo clásico y el
neomarxismo, en el cual se destacan las figuras de Paul Baran y Paul
Sweezy.

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Así, las ideas centrales de la teoría de la dependencia son (Santos, 1998):

1) el subdesarrollo está conectado de manera estrecha con la expansión


de los países industrializados;
2) el desarrollo y el subdesarrollo son aspectos diferentes del mismo
proceso universal;
3) el subdesarrollo no puede ser considerado como la condición primera
para un proceso evolucionista;
4) la dependencia, con todo, no es solamente un fenómeno externo, sino
que se manifiesta también en diferentes formas en la estructura
interna (social, ideológica y política).

Una de las características de esta nueva teoría fue la interdisciplinariedad,


inspirada de alguna manera en una extensa tradición intelectual
latinoamericana de pensadores que tuvieron al ensayo como principal
medio de comunicación. Estas originales propuestas metodológicas
superaban las aplicaciones de teorías, metodologías o propuestas
científicas importadas de los países centrales, y comenzaron a abrir un
campo teórico propio, con metodología propia y una identidad específica.

Sintetizamos los puntos que debe tener la teoría de la dependencia en la


actualidad, como escuela de pensamiento que busque interpretar, ahora,
la realidad social latinoamericana:

1) La teoría social se debe desprender de su


extrema especialización y retomar la tradición de las
grandes teorías explicativas con el objetivo de reordenar el
sistema de interpretación del mundo contemporáneo.

2) Esta reinterpretación debe superar, sobre


todo, la idea de que el modo de producción capitalista,
surgido en Europa en el siglo XVIII, es la referencia
fundamental de una nueva sociedad mundial. Este
fenómeno debe ser visto como un episodio localizado, parte
de un proceso histórico más global que envuelve la
integración del conjunto de las experiencias civilizadoras en
una nueva civilización planetaria, pluralista y no exclusivista,
basada en la no subordinación del mundo a ninguna
sociedad determinada.
3) La formación y evolución del sistema
mundial capitalista debe orientar el análisis de las
experiencias nacionales, regionales y locales, buscando
rescatar las dinámicas históricas específicas como parte de
un esfuerzo conjunto de la humanidad por superar la forma

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explotadora, expropiatoria, concentradora y excluyente en
que este sistema evolucionó.
4) El análisis de este proceso histórico debe
rescatar su forma cíclica, procurando situar los aspectos
acumulativos en el interior de sus límites, establecidos por la
evolución de las fuerzas productivas, y las relaciones sociales
de producción, la justificación ideológica de estas relaciones
y los límites del conocimiento humano.
5) En este sentido, la evolución de la ciencia
social debe ser entendida como parte de un proceso más
global de la relación del hombre con la naturaleza: la suya
propia, la inmediata, la ambiental y el cosmos, solo
aparentemente ausente de la dinámica de la humanización.
Esto es, ella debe ser entendida como un momento de un
proceso más amplio de desarrollo de la subjetividad
humana, compuesta de individuos y pueblos que están
construyendo el futuro siempre abierto de estas relaciones.
(Santos, 1998, p. 19).

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Referencias
Boron, A. (2008). Teoría(s) de la dependencia. Realidad Económica, 238(16), 20-
43.

Fuentes, S. S. (2006). Modernización, Dependencia y sistema-mundo: los


paradigmas del desarrollo latinoamericano y los desafíos del siglo XXI. Revista de
Relaciones Internacionales de la UNAM, (96).

Mera, C., y Rebón (Eds.). (2010). Gino Germani. La sociedad en cuestión. Buenos
Aires, AR: Asdi. Recuperado de
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/coedicion/germani.pdf

Osorio, J. (1995). Las dos caras del espejo: ruptura y continuidad en la sociología
latinoamericana. MX: Triana Editores.

Preston, P. (1999). Una introducción a la teoría del desarrollo. MX: Siglo XXI.

Santos, T. dos (1998). La teoría de la dependencia. Un balance histórico y teórico.


En F. Lopez Segrera, Los retos de la globalización. Ensayo en homenaje a
Theotonio Dos Dantos. Caracas, VE: UNESCO.

Solari, A. E., Franco, R., y Jutkowitz, J. M. (1976). Teoría, acción social y desarrollo
en América Latina. MX: Siglo Veintiuno.

Valencia, A. S. (2005). América Latina: de crisis y paradigmas: la teoría de la


dependencia en el siglo XXI. MX: Plaza y Valdés.

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