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1810-1840
En el momento en que el grupo que naturalmente heredo las legitimidades políticas puso en
marcha su proyecto de creación del estado chileno república, está formada de organización
institucional distaba mucho de ser unidamente valorada en todo su complejidad.
Para la clase dirigente chilena en torno a 1810, institucionalizar un estado republicano, con
separación de poderes, régimen representativo, y reconocimiento del concepto de soberanía
popular como inherente a él, no implicaba necesariamente la aceptación y menos la puesta en
práctica de las consecuencias de democratización social e inclusión política que esos conceptos
traían.
El campo de las ideas en Europa se desmoronaba el edificio de la escolástica que fundo el orden
colonial, y se cuestionaban los cimientos en que se apoyaba la legitimidad monárquica, los
chilenos se enteraban de las nuevas construcciones racionales, cientificistas, secularizadoras y
eclécticas que les inspiraron a pensar a partir de nuevos supuestos epistemológicos, donde la
razón y el progreso dictaban las leyes del universo social.
La ausencia del monarca como figura en la incipiente nación chilena, produjo en sus primeros
momentos, confusión e inseguridad en quienes debían asumir la nueva dirigencia, lo que no se
contradice con el hecho de que durante la crisis de la monarquía y en los primeros años de la
independencia circulaban en España y en varias regiones de américa, catecismo políticos.
Los catecismos que circulaban en la época se desprende que conceptos como soberanía,
representación, ciudadanía y felicidad del pueblo, formaron parte del acervo intelectual y de las
discusiones entre las primeras autoridades nacionales.
La expresión de la paradoja entre una república que se quiere, pero al mismo tiempo se rechaza
aparece tempranamente en los discursos sobre la conformación del estado y la nación en chile.
La independencia de España creo el sustrato, donde las ideas republicanas asumían su necesidad y
posibilidad de aplicación, el rechazo definitivo a la monarquía significaba mucho más que la
inauguraciónde una nueva realidad política. Implicaba necesariamente la actualización y el dialogo
con las nuevas visiones del mundo, que hacían posible imaginarse un viraje radical en la
organización social y la inserción del hombre en ella.
Los referentes ideológicos modernos, y el de una sociedad que continúa viviendo con vínculos
tradicionales, convivieron desde los inicios de la república para dar formar a la paradoja entre la
modernidad ideológica de la elite y su apego a las prácticas tradicionales.
Los intentos constitucionalistas son un momento clave en el proceso de construcción, no solo del
estado, sino también de la nación.
Las creaciones del estado y de la nación, como producto del proyecto político y cultural de la elite.
Se expresan, por una parte en la institucionalidad, y por otra, en el incipiente aunque creciente
espacio público donde se debatida sobre las ideas y costumbres que debían inspirar y orientar a la
sociedad chilena.
Concepto de autoridad, que ejerce el poder legítimamente sobre un territorio libre y crea
condiciones de gobernabilidad, era fundamental para evitar los riesgos de disolución social que
tempranamente la elite percibió como posibles, y que se asocian con la incertidumbre, ya
esbozada, que provoco el paso de una legitimidad de tipo histórico, propia del régimen colonial y
de una elite con valores tradicionales, a una legitimidad contractual , de tipo moderno, propia del
régimen republicano y de un grupo ilustrado con tendencias racionalistas e individualistas.
La creación de este nuevo orden frente al tradicional orden colonial en etapa de superación,
puso gran énfasis sobre la noción de cambio gradual que evitase toda forma de descontrol, ante
el rumbo imprevisible que asumía el destino social y político.
Orden, confianza era el pilar sobre el que descansaba el consenso social de la clase dirigente, y
que no podían desafiar ni siquiera sus elegidos, como lo prueba el retiro del apoyo al mismo
O’Higgins en su momento.
El poder de la clase dirigente chilena radicaba en su capacidad para definir las condiciones sociales,
de manera que sus normas aparecían corresponder con la realidad. Eran lógicas y racionales.
Las elites chilenas entendieron el concepto de orden en toda su complejidad literal y discursiva.
La noción de orden es una cualidad moral perteneciente a una clase que a su vez define esa
cualidad moral. La noción de orden trasciende un significado meramente político, y permea toda la
discusión toda la discusión en torno a la creación a la creación de la nación.
Orden proyecto de construcción del estado y la nación, bajo una nueva forma republicana.
Republica debía ser un gobierno fuerte centralizador, hombres modelos de virtud y patriotismo.
Portales plasmo sus deseos de orden. El autoritarismo portaliano fue funcional a un imaginario
anárquico, que había hecho presa de la mayoría de los actores políticos.
Portales manejo el concepto de orden que estaba orientado asegurar el orden público,
mantención de una determinada estructura social. Portales comprendió en la necesidad de dar al
gobierno un fundamento social, si portales dio seguridad la es de orden público, Andrés bello fue
sin duda la mayor figura intelectual.
El matiz que separaba a conservadores de liberales comenzaría a adquirir forma en torno al mayor
énfasis de los primeros por la necesidad de la adquisición de la virtud republicana como requisito
para institucionalizar la misma, y la mayor confianza de los segundos en el poder de las leyes.
Chile era un país católico y el estado chileno así lo reconocía, desde el catecismo político cristiano,
pasando por la mayoría de los catecismos y proclamas en torno a la independencia, la mención de
la fe católica o a la iglesia.
1928 por la influencia de JoséJoaquín de mora se consagro el principio de que nadie seria
molestado.
1833 consagraba al estado el derecho de patronato que había ejercido España, a través del cual la
santa sede reconocía al jefe del estado los derechos de proponerle nombres para designar las
dignidades eclesiásticas.
Diego portales fue un exponente que con más desparpajo admitió la utilidad de la religión como
elemento de cohesión social, valorizando a la iglesia como instrumento de tranquilidad pública y
como fuente de recaudación. Portales comprendió que la religión y, concretamente la iglesia
católica, eran fundamentales como inspiradoras de valores de orden social.
Se encontrara las tendencias secularizantes, que paulatinamente van negando el significado social
e institucional de la fe, con quienes sostienen la necesidad de la unión entre las instituciones
tradicionales y modernas, para transitar sin exabruptos hacia una modernidad, que no ponga en
riesgo el orden público ni el orden social que sustenta los privilegios y la hegemonía del poder
dirigente.
La independencia conquisto una existencia de autónoma como naciones soberanas, par los nuevos
estados latinoamericanos.
Chile asumía como contenido de la nación constituir un nuevo modelo de comunidad política,
especialmente como una combinación inédita de idas, imaginarios, valores y comportamientos
respecto de lanevera de concebir la nueva colectividad humana.
La clase dirigente chilena constituyo la sociedad civil, dándole la coherencia necesaria para
consolidar una sociedad política.
La sociedad civil solo existe como corolario de una autoridad estatal despersonalizada, durante el
siglo diecinueve en chile eso no se dio, en la medida en que la autoridad se apoyaba en un grupo
específico, fácilmente identificable y con lazos no solo ideológicos sino también familiares que le
daban consistencia.
1810 juan egaña instó a publicar un periódico para uniformar la opinión pública a principios del
gobierno, así surgieron la aurora de chile
La prensa constituía el punto de encuentro de las distintas posiciones frente a la organización del
estado y las definiciones que se esperaba de nación. Como la clase dirigente era un grupo bastante
homogéneo y pequeño que controlaba el poder político y social.
La generación romántica europea, en la medida que este grupo no fue alejado del poder en Chile,
sino al contrario, reinstalado en el gobierno político, a partir del triunfo de lircay.
Andrés bello énfasis: educación ejercida también en la formación de una opinión pública, hacia la
virtud cívica, la única que permitiría el funcionamiento de las instituciones republicanas.
Bulnes: fue una figura de unidad. Permitía borrar las controversias políticas que genero la figura de
portales.
1817: al mando del general Freire y durante los conflictos en 1829, combatió con los
conservadores bajo el mando del futuro presidente JoséJoaquín prieto. Partidario acérrimo del
orden social.
Los contestarios
Francisco Bilbao: enemigo acérrimo del catolicismo, por considerarlo una religión que impedia el
brillo de la estrella de libertad.
La argentina flotante
El argentino que tuvo una participación más activa en la vida política, educacional y cultural de
Chile fue domingo Faustino sarmiento (1811-1888), conocido miembro de la intelectualidad
argentina del periodo anterior a juan Manuel de rosas.
José Joaquín Vallejo: fue nombrado secretario en la intendencia del Maule, apoyo entusiastamente
en su candidatura presidencial por los sectores ultra-conservadores.
Política y distención
Pedro feliz vicuña: represento la acción política y el periodismo. Se opuso a la elección de Manuel
Montt a la presidencia, plegándose a la revolución del general cruz en 1851.
Manuel Montt: fue un fiel exponente de la ideología de progreso, asociaba el progreso con metas
educacionales y científicas. En la presidencia impulso la ley de instrucción primaria que obligaba al
estado a costear la enseñanza elemental gratuita y apoyo a la sociedad de instrucción primaria.
Voz de la Iglesia
Antonio Varas fue el pilar que comenzó a fundarse una actitud secularizante por parte del poder
civil.
Monseñor Valdivieso utilizo la revista católica en su lucha contra la secularización y contra los
autores que la defendían, especialmente francisco Bilbao, quien recibió duras criticas por su
sociabilidad chilena.
El prelado constituye, sin duda, la mayor figura de la Iglesia chilena del siglo XIX especialmente si
se le observa desde la perspectiva de la gran batalla por impedir los avances laicizantes, por parte
del estado y los sectores liberales de la sociedad.
Primera consecuencia hacia el fin del gobierno del presidente prieto, confianza y sentido de
identidad nacional. La primera es consecuencia del triunfo y consolidación de una noción de orden
que afianzo el poder en manos de la clase dirigente. La segunda puede vincularse con el
ordenamiento del estado.
El republicanismo, la noción de orden y la visión católica del mundo se había afianzado como los
elementos consensuales básicos al interior de la cultura política chilena al iniciar la década de
1840.
Confianza, apertura, consenso, disenso y límite son conceptos fundamentales para comprender
como transcurrió el proceso de cambio en las formas políticas y culturales que habían imperado en
la nación chilena.
Bulnes: apertura negociaciones con los sectores rivales, primeros años de república. Intención de
mantener y perfeccionar un sistema republicano de gobierno: en segundo, la aceptación del
catolicismo como la fe verdadera y el pilar donde reposa la cohesión social y en tercero la
valorización del orden institucional y social o también publico o privado como medida para
apertura de cambio.
Los procesos descritos anteriormente, las tertulias, el teatro, la prensa, los foros, y los
establecimientos educacionales comenzaron a activarse imbuidos del espíritu del progreso, de
dialogo y confianza que inspiraban el cambio de administración.
Periódico: propuso el desarrollo intelectual y hacerlo extensivo a todas las clases de la sociedad,
surgiendo un nuevo espíritu de difusión de la cultura y apertura hacia nuevos sectores e ideas.
Tanto franceses como latinoamericanos habían vivido un proceso de ruptura con el pasado en sus
respectivas revoluciones
La clase dirigente chilena comienzos del siglo XIX, es la única capaz de explicar por que, por una
parte, se crea el espacio para polemizar sobre la apertura hacia el cambio, y, al mismo tiempo se le
ponen límites para asegurar que este no tenga consecuencias sobre el cuerpo social ni la
estructura de poder.
Grupo de liberales intento exitosamente asociar la idea de España al colonialismo, al monarquismo
y al retraso.
La clase dirigente chilena tenia conciencia de que la hegemonía de su poder descansaba sobre un
equilibrio muy delicado entre la aceptación del cambio considerado necesario y su contención de
manera de no ser invadida y, eventualmente, reemplazada por estructura de poder configuradas
por nuevos sectores.
Entre esta visión de cambio entre esos adelantos mencionamos la fundación de la universidad de
chile y la creación de la escuela normal de preceptores. En 1843 se reorganizo el instituto
nacional.
Educación para el cambio: sarmiento fue explícito en reconocer la relación existente entre la
educación o difusión de las ideas y el cambio social requerido para establecer la república
democrática. “nueva forma de gobierno republicano y la necesidad de un hombre nuevo que este
a su altura”
Reformas sociales, voluntad republicana. Las reformas eran esencialmente temidas. Ellas podrían
forzar la búsqueda de concordancia entre teoría y la practica nacionales provocado la revolución.
Revista católica: 1843: la revista para defender el punto de vista de la Iglesia, demuestra que en un
ámbito religioso también se percibían amenazas provenientes del nuevo universo ideológico.
Las polémicas que se dieron durante el periodo comenzaron a rendir frutos en las motivaciones
hacia la acción que sintieron los jóvenes más radicales. También surgió la inquietud por una
definición del sistema político que uniera la teoría con la practica varios intentaron la
diferenciación del ámbito religioso y civil.
El liberalismo había salido de los libros hacia la calle y, por lo tanto había llegado el momento
de recuperar el control seriamente amenazado.
El grupo conservador se aunó en torno a la figura de Montt, se apegó a la institucionalidad
vigente y cerró las vías hacía toda reforma.
No solo se había permitido la erosión de los elementos configurativos del consenso de la clase
dirigente, sino que también los mecanismos que ésta había elaborado para transitar
pacíficamente hacia esos telos desconocido.
La fundación de la sociedad de la igualdad por Francisco Bilbao y Santiago Arcos, en 1850, fue
un elemento decisivo, pues allí convivieron miembros de la clase dirigente como Federico
Errázuriz y Domingo Santa María, con otros elementos populares. La sociedad proclamó su
intención de formar un grupo controlado por los artesanos y dedicado a educar al pueblo, y
crearle una conciencia de clase.
La sociedad de la igualdad fue una sociedad revolucionaria, no violenta, que fue poco a poco
reforzando sus posiciones de cambio brusco a medida que el régimen hizo recrudecer las
amenazas contra ella, hay una búsqueda de formas de representación popular alternativa al
congreso o “representación nacional”, y que irrumpen en la lógica de la elite en la medida en
que logran adhesiones.
Al proclamarse portavoz de la nación racional, la clase dirigente utiliza el espacio público que
queda con la exclusión del pueblo del debate político, aunque le representa como tutor y así
define una modalidad alternativa de la representación.
Los grupos autodenominados progresistas comenzaron a denunciar el principio tradicional,
considerándole un “sofisma” utilizado para retardar las necesarias reformas a la Constitución, a
la guardia nacional, la creación de un Banco y otras modificaciones que el país reclamaba.
En 1850 la oposición consideraba que la república no existía, también la noción de orden sufrió
golpes dolorosos en este periodo. El ideal conservador y la apelación del desorden como
sinónimo de anarquía fueron denunciados públicamente por la oposición como un recurso para
evitar el progreso.
Se denunció al orden como recurso “hipócrita” del gobierno para mantener por medio de la
mala fe la libertad con la licencia y la agitación saludable de las democracias con los
desordenes inmorales y sangrientos de la fuerza bruta. El surgimiento de una oposición con
principios sustancialmente divergentes, pero integrada por miembros de la misma clase
dirigente, exigió serios esfuerzos por parte de sus integrantes para crearle una identidad propia.
El momento en que puede percibirse más explícitamente el quiebre definitivo de la tolerancia
como principio inspirador de la convivencia chilena, es cuando se introduce la discusión en
torno a una posible revolución. Gran parte de la discusión que se desarrolló durante la década
en torno a las reformas estuvo inspirada en el temor a la revolución y en la búsqueda de los
mecanismos para evitarla.
Segunda parte: las polémicas: cultura y política se debaten en la formación de la nación.
Ortografía y lenguaje: el esfuerzo estatal se reflejó tanto en el aumento de establecimientos
educacionales como en la creación de nuevas instituciones encaminadas a perfeccionar la
calidad de la educación, se trajeron profesores desde el extranjero, se aumentaron las
remuneraciones y se mejoraron las instalaciones físicas. En 1843, Andrés Bello inauguró la
máxima obra educacional del decenio: la Universidad de Chile esto debido a que la educación
era considerado el resorte civilizador; el recurso inicial y fundamental para construir un nuevo
tipo humano ilustrado, civilizado e industrioso.
Sarmiento era, en definitiva, un convencido de que “no puede haber orden, libertad y
engrandecimiento sin la mayor difusión de las luces. Y expresaba que los vocablos son
expresión de una determinada cultura, razón por la cual el lenguaje escrito debe asimilarse al
cambio en las formas fonéticas que son, a su vez expresión de la cultura nacional. El idioma,
además, desde el momento que tiene una intencionalidad cumple una finalidad social, lo que
Sarmiento llama el “para qué”, conduciendo la polémica hacia el tema de los referentes
culturales.
Ortografía y emancipación: el lenguaje había, evidentemente, sufrido mutaciones y
adaptaciones a lo largo de los siglos de dominio colonial, y parecía necesario reconocer la
identidad de las nuevas naciones en este ámbito.
Bello observa a América desde Europa, e incluso durante sus primeras experiencias americanas,
su posición frente al legado español es crítica respecto de la transmisión de la cultura, mantiene
una posición abiertamente favorablemente a las modificaciones y adaptaciones de lenguaje y
escritura que requiere la vida americana. Considera que el lenguaje es histórico y, por lo tanto,
sujeto a cambio: la ortografía debe reflejar esos cambios, pero Bello rechaza la posibilidad de
dar al pueblo un poder decisorio sobre sus instituciones y normas, en un sentido amplio es así
como intento separar el ámbito del lenguaje de su función social, y desvincularlo de un rol
activo en el cambio social. El maestro defendió el control del proceso de cambio, de la
incorporación y, por lo tanto, de la educación, por parte de la clase dirigente, quien tendría la
cualidad de conocer las necesidades del pueblo y su conveniencia.
La cuestión más de fondo es, sin embargo, la voz de alerta que se levanta cuando se autoriza la
liberación de las cánones y normas que han regulado tradicionalmente la tensión entre la
conservación y el cambio.
España aportaba un marco de pertenencia cultural, religiosa y de toda índole; era el puerto a
través del cual América ingresaba al mundo occidental y mantenía su lugar legítimo dentro de
él. El vinculo que formalmente se rompe con la independencia, trasciende, por lo tanto, la
separación de la figura real y simbólica del rey como la “cabeza” del cuerpo hispanoamericano.
El espacio vacío que pertenece como consecuencia de este proceso debía ser llenado.
Debía también colmarse el vacio que dejaba una dependencia formal y necesaria de toda la
normativa española, la cual. Mientras mantuvo su calidad de metrópoli, cubría con un manto de
protección contra rompimientos excesivos para el espíritu conservador de la elite chilena.
Intentar superar el ethos colonial era una aventura que implicaba nuevas resoluciones culturales
constituyentes de una identidad nacional en proceso de formación.
Naturalmente, dentro de su visión hegemónica del poder, la clase dirigente chilena consideraba
natural su control del proceso de creación de una identidad nacional. El pensamiento emancipador
había abierto algunas compuertas, al incluir en sus lecturas a autores ingleses y franceses, Su
influencia, sin embargo, se había limitado hasta ese momento a la discusión político institucional y
en ese ámbito había cumplido su función para la definición republicana de la clase dirigente.
Nuestro país no contaba con un pueblo capaz de asimilar ideas que por el momento eran
patrimonio de la elite.
La memoria sobre ortografía Americana: Sarmiento considera que la ortografía debe basarse en
principios que puedan ponerla al alcance del mayor número, justificando la reforma “porque no
teniendo éste (el castellano) una literatura propia, no tiene antecedentes que destruir, da cause
inmejorablemente para que se exprese la tensión de la clase dirigente chilena entre una voluntad de
construir un estado y una nación independientes y el temor a lo desconocido que eso engendra.
No solo es España a quien se abandona, sino también a sus “dogmas sociales”, en una dinámica en
que la armonía parece desterrada definitivamente para ser remplazada por “la lucha constante entre
el pasado que se va y el porvenir que asoma. La reforma ortográfica asume, en estos artículos, su
vinculación real con el proceso de construcción de la identidad nacional.
El proceso de independencia había dejado un “espacio vacío” donde cabían todos los experimentos
políticos, sociales y culturales que la teoría política ponía en boga en la Europa ilustrada y liberal.
La preocupación de las clases dirigentes se vuelca hacia el problema del poder, de su poder como
reemplazante legítima de la elite removida y al aumento de una cultura de elite que irradiase, a su
medida, hacia los sectores más bajos de la sociedad.
Literatura y libertad: el romanticismo
el movimiento Romántico: el llamado movimiento romántico en Chile impregnó el lenguaje
literario, agilizó el debate intelectual replanteando el problema del clasicismo, y provocó, a través
de sus sugerencias, una serie de conflictos que abarcaron también el ámbito de lo social y lo
político, fue introducido en Chile a través de la traducción de obras europeas por literatos e
intelectuales chilenos y especialmente argentinos.
El movimiento asumió por lo tanto, un primer contenido rupturista, convirtiéndose en responsable e
inspirador de la discusión en torno a la necesidad urgente de realizar las culturas nacionales, recogió
y amplió los contenidos que la idea de nación había recibido a través del tiempo, fortaleciendo los
vínculos entre ésta y los conceptos de comunidad, lengua, raza y creencias religiosas.
Los liberales extrajeron del socialismo su interés moral por el desarrollo económico e industrial
como medio para eliminar la pobreza e incorporar nuevos sectores a la vida social activa,
convirtiéndole en un socialismo individualista, romántico y burgués. El socialismo en su
apropiación local, sirvió como uno de los vínculos establecidos entre liberales y románticos.
La orientación que asumiera la cultura se convertía en fundamental, en la medida que se reconocía
que de sus valores se desprendían consecuencias que afectaban el poder del grupo dirigente. El
romanticismo sirvió propósitos de reivindicación de una autonomía intelectual, y de creación de una
identidad cultural. Proporciona, o más bien se cree que autoriza, una libertad de expresión y formal
que complementa la libertad de pensamiento que exhibe la nueva generación.
El problema del romanticismo, como el de la lengua, indican que la clase dirigente chilena estaba
alerta no sólo hacia los desafíos a su poder factual, sino también a aquellas que atentaban contra los
principios que inspiraban el consenso tácito que regía en su interior, y sobre el cual reposaba el
aparato institucional su sustrato valórico, la concepción utilitaria de la cultura imponía una visión
que establecía vínculos entre la innovación entre este rubro y el cambio social.
El romanticismo no fue sólo un movimiento literario, sino también una concepción del mundo, un
tipo de pensamiento, para este la obediencia a la autoridad en el Estado no puede ser fruto de la
mera superioridad jurídica, sino que reposa en elementos morales.
Sarmiento apelaba no solo a la democratización del gobierno sino también de las estructuras
sociales, tema que pasó a ser el dominante en el discurso de los aparentes defensores del
romanticismo.
En un mundo donde los limites al cambio habían sudo removidos creando una confusión tal, que
incluso un movimiento como el romántico, que nació para defender la tradición terminó innovando
revolucionariamente. La literatura ejercía influencia directa sobre la sociedad, proceso que alarmó e
hizo reaccionar a la elite chilena. Se imploraron límites a la acción de la prensa y a todas las formas
polémicas, especialmente por parte de los más conservadores.
Innovación y tradición; literatura y lengua: respecto para los sectores más conservadores, el
romanticismo parecía una ruptura tajante, la clase dirigente chilena demostraba su carácter
fundamentalmente conservador. No se oponía al cambio; no era en ese sentido tradicionalista.
Tampoco podía aceptar, en la defensa de su visión, una posición innovadora tal como parecía
definida y por quienes apelaban al romanticismo, especialmente por sus repercusiones sociales. Su
consenso tácito sobre el orden social como factor desencadenante del desarrollo, y como garantía de
la supervivencia de su estructura de su poder, se percibía amenazado desde que se hacían evidentes
las relaciones entre la discusión literaria y el cambio político- social que la polémica en torno al
romanticismo había mostrado sin escándalo y, sobre todo, sin trascender el ámbito de la discusión
entre notables.
Realidad e interpretación: visiones sobre el pasado alteran el presente y el futuro:
La filosofía de la historia: el movimiento que en chile acogió las ideas europeas, mediatizadas en
Francia y en Argentina, inició sus actividades utilizando cartas institucionales, y se expresó en la
creación de nuevas instituciones, de las que la Sociedad Literaria y la Universidad de Chile son los
ejemplos más destacados. Surgió también al interior de un ámbito definido por lo político, donde la
primacía de los valores consensuales de la clase dirigente no permitía ser puesta en duda.
Se insiste en que la moral de la historia debe fundarse siempre “ en el respeto debido a la autoridad
legal, ya sea ejercida por reyes en una monarquía o por magistrados electivos, y a nombre del
pueblo, en una república.
Entre las tendencias más importantes figuraba el romanticismo, el cual valorizó como estimulo en el
proceso de creación de una identidad nacional, los principios de libertad y de autonomía nacional,
que recogió por todas partes la literatura hispanoamericana incluyendo a Lastarria.
La fundación de la Universidad de Chile, en 1842, fue también el resultado de la actividad
renovadora del grupo liderado en sus comienzos por Bello. Respondió a los deseos compartidos por
la intelectualidad chilena de modernización de la educación superior del país, e inauguró la
burocratización de varias disciplinas, con la correspondiente fijación de los límites que la definían.
La discusión histórica había trascendido las aulas universitarias, y ya había invadido otros ámbitos
de discusión intelectual, haciendo difícil la reimplantación de verdades unívocas al respecto. Se le
relacionaba con todos los aspectos de la cultura y del saber, y las conclusiones que recomendaba la
escuela filosófica constituían un programa que debía aplicarse en los establecimientos
educacionales. La historia es pues la expresión de los movimientos, sucesos, innovaciones, con que
al pasado que se hace palpable la parte fundamental e inamovible. Guerra y servidumbre eran, por
lo tanto, los elementos que había moldeado el carácter nacional chileno.
Lastarría, a pesar de la ambigüedad de su texto, había planteado un rompimiento con la visión
tradicional, en cuanto permitía a la libertad del hombre figurar como causa primera del cambio
histórico, lo que representaba un intento secularizante de la historia. Buscó deliberadamente
provocar un rechazo a la experiencia matriz que para quebrar así la estructura jerárquica, mientras
Bello intentaba mantener visión del mundo tradicional cohesionada
No sólo se terminó desplazando a la providencia como motor del cambio histórico, sino también se
llegó a atribuir a la inteligencia el carácter de fuerza autónoma.
La filosofía de la historia, tal como la visualización tanto Bello como Lastrarría, bebiendo de
fuentes europeas comunes, abría todo un campo nuevo para analizar e interpretar la historia al
margen de la visión totalizadora que aportaba el cristianismo, así como para cuestionar las visiones
canonizadas del pasado. Tanto Bello como Lastarría, se vieron envueltos en efectos de la ruptura y
por tanto, ambos luchaban por reagrupar los elementos constitutivos de la visión del mundo, sin
embargo el predominio de los defensores del antiguo sistema condicionaban las posibilidades de
renovación cultural, los sistemas de significación, en torno a los cuales giraban las posibilidades de
un nuevo conocimiento, se encontraban conformados, por tanto por un sistema de poder dominante.
La visión tradicional salió victoriosa en la medida en que se fijaron las reglas al trabajo
historiográfico, convirtiéndolo en una disciplina académica y erudita.
Los límites de la polémica: “sociedad chilena” por Francisco Bilbao
Bilbao y su universo intelectual: Religión y República: la confianza que depositaban Michelet,
Quinet y Lerminier, discípulos de Cousin, en que las ideas son el motor del cambio histórico, era
atractiva para los liberales chilenos, pues les permitía identificarse con un planteamiento que
confirmaba su certeza en la influencia cultural de las ideas aunque en ocasiones favorecieran a las
instituciones como motor de cambio social. La búsqueda de sustento intelectual y espiritual en los
autores europeos republicanos y secularizantes era cosa habitual en toda la generación de Bilbao.
El desafío al poder eclesiástico y las nuevas definiciones del concepto de autoridad tenían
naturalmente implicancias para el ámbito político en Chile. Por una parte, transmitían una
impresión de relatividad en el mundo de las verdades fijas; y por otra, sugerían que la única
protección posible contra las arbitrariedades eran las libertades individuales, los derechos
individuales, sobre los cuales el poder eclesiástico perdía toda tuición.
En los años 40 hubo numerosos testimonios de la relación religión y orden, justamente antes las
amenazas secularizantes de las nuevas corrientes filosóficas, políticas y literarias.
Para Bilbao el medio para conocer la relación necesaria entre religión y política es la filosofía que la
historia, y no la providencia como para el religioso.
Sociabilidad Chilena: Francisco Bilbao se propuso analizar la sociedad Chilena desde su interior.
Entendió por “sociabilidad chilena”, un diagnostico de la sociedad a partir de sus sustentos
religiosos, sociales, económicos y políticos, se atrevió a proponer un nuevo ordenamiento,
esencialmente democratizante para la sociedad chilena, precisamente a partir de un cambio en el
canon valórico que fundaba la cohesión y el poder de la clase dirigente, Provocando así un debate
de largo alcance en torno al rol del pueblo en un sistema republicano, y, por la otra, hace notar la
posición decidida de quienes quieren establecer lazos necesarios e inmediatos entre república,
cambio y democracia.
La humanidad es sociable naturalmente y esta sociabilidad debe encaminarse hacia la igualdad,
noción esencial al enfoque liberal democrático que Bilbao propiciaba, Bilbao negó la divinidad de
Jesucristo por servir de apoyo a la autoridad de la iglesia, aunque le admiraba como revolucionario
social, liberal y profeta y rechazó toda tuición sobre la sociedad civil.
La religión, universal y científica, es por tanto un producto de la razón y el elemento principal de la
humanidad, hay un vínculo entre razón divina y humana.
La Iglesia y la clase dirigente son desplazadas de su lugar histórico como motores de los procesos
sociopolíticos y económicos, “la idea que ocupa la cumbre de la cumbre de la sociabilidad es el
pueblo.
Cambios en la educación, el sistema financiero, la administración interna y las relaciones entre la
iglesia y el Estado son medidas necesarias para completar la revolución. En síntesis “Sociabilidad
Chilena” intentó remover el sustento católico que inspiraba la vida privada y pública de la clase
dirigente y redefinir las bases de la sociabilidad al propiciar la inmediata democratización social y
la institucionalidad republicana.
El juicio: blasfemia e inmoralidad: el verdadero riesgo es que Bilbao presenta alternativas
revolucionarias concretas, inaceptables para la clase dirigente: la incorporación de los estratos
social bajo y medio al sistema de derechos civiles, y la completa separación entre la iglesia y el
Estado. Bilbao, de hecho, no pretendía el cambio social como resultado de una evolución histórica
natural, sino de una decisión política, concebía una unión entre sociedad civil y política,
desprendiéndose ambas de un sistema de creencias.
Así, el catolicismo, además de ser la religión dominante y de vivirse como la fe verdadera, aportaba
instituciones que eran sólido fundamento para la estructura de poder elitista.
Bilbao, concibe la educación como herramienta revolucionaria para establecer el nuevo poder,
asignando por tanto un rol revolucionario a los intelectuales.