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CONTRATAPA

Dilema ético

Por Adrián Paenza

El que sigue es un artículo interactivo. Quiero plantear una serie de situaciones (no de
matemática, sino de la vida cotidiana) que requieren de la toma de decisiones. Las opiniones
van a variar: la suya, la mía, la de cada persona podría (y es esperable que así ocurra) ser
diferente, pero como tendremos que elegir algún camino, deberíamos consensuar en qué
sociedad queremos vivir y naturalmente, convendría que sea aquella en la que se respete las
voluntades de las mayorías.

Sé que así escrito es muy general... o muy genérico, pero entenderá si sigue leyendo un poco
más.

Le voy a plantear una serie de problemas en donde usted tendrá que tomar una decisión en
forma casi instantánea. No se apure a contestar; solo le pido que medite qué haría y, más
abajo, verá porqué su respuesta no solo le interesará a usted, sino que nos interesará a todos.

Acá voy.

Problema 1

Usted está manejando su auto a considerable velocidad. De pronto, sin darle virtualmente
tiempo a nada, desde la vereda, salen corriendo alrededor de diez personas. Su primera
reacción es “clavar los frenos”... pero cuando lo intenta, su pie derecho llega hasta el fondo sin
que haya respuesta. Con horror usted descubre que “se quedó sin frenos”.

Todo sucede muy rápido: sin tiempo, mira hacia la misma vereda desde donde salieron los
peatones que ahora están cruzando y usted alcanza a ver un joven que está parado, como si
estuviera esperando un colectivo.

Hay dos alternativas: o atropella a los que están cruzando (y eventualmente los mata) o bien
tuerce el volante hacia la derecha y “mata” al joven que está parado en la vereda.

Usted, ¿qué haría? ¿Sigue su camino y mata a las diez personas que están cruzando o gira el
volante y mata a uno solo?

Problema 2
Mismo problema que antes, solo que ahora no hay nadie parado en la vereda: la alternativa es
que si gira el volante, será usted quien terminará estrellado contra la pared.

Ahora, ¿qué hace?: ¿sigue su camino y eventualmente mata a todas o algunas de las
personas que cruzan o pone en riesgo su vida con alta probabilidad de perderla?

Problema 3

Lo mismo que en los casos anteriores: usted viene manejando su auto a alta velocidad. Ahora
es una única persona la que cruza en forma totalmente inesperada. Una vez más, usted
descubre con horror que “se quedó sin frenos”. Semblantea la situación y al mirar hacia su
derecha determina de inmediato que las alternativas son dos: si usted sigue de largo, muere el
que está cruzando y usted se salva, pero si usted gira hacia la derecha, igual que antes, es
usted quien se estrella contra la pared. En esta situación, usted, ¿qué haría?

Es posible que usted haya escuchado hablar de este tipo de situaciones o que haya leído sobre
ellas. No son las únicas, y ni siquiera sé si son las mejores. No importa. Espero que ni usted, ni
yo, ni nadie, tenga que atravesar por ellas. Pero lamentablemente la vida es así: ese tipo de
cosas pasan y, guste o no, los accidentes existen.

De todas formas, no es esa la razón por la que estoy escribiendo este artículo sino que quiero
proponerle avanzar en una dirección distinta, siempre contemplando las condiciones que
planteé más arriba.

Más allá de las respuestas que usted (se) dio, quiero introducir un nuevo elemento.

Suponga que ahora usted está viajando en el auto, pero no lo está conduciendo. Está como
pasajero. En realidad, no hay piloto, no hay quien lo conduzca. Se trata de uno de los vehículos
nuevos con los Google está experimentando desde hace algunos años... y con marcado éxito.
Ahora ya no es usted quien tiene que tomar la decisión: ¡es el auto!

Estoy seguro que usted no ignora que los autos no toman decisiones; las tomamos los
humanos. El auto va a hacer exactamente lo que lo hayamos programado para que haga, y es
acá donde quería llegar.

- ¿Qué le decimos que haga?

- ¿Quién toma la decisión de elegir matar a diez peatones pero salvarse usted o los que vayan
en el auto?

- ¿O la decisión es matar al que está parado en la esquina pero salvar a los diez que están
cruzando?
- ¿O que el auto mate a quien está parado pero lo salve a usted o los que estén viajando con
usted?

Una vez más, hay que programar la computadora del auto antes que salga a circular. De
hecho, una vez que se ponga en venta, algo va a hacer; no importa qué, pero seguro que algo
hará. ¿Y entonces? ¿Qué le decimos que haga? ¿Y quién se lo dice? ¿Quién o quiénes toman
las decisiones para que cada auto tenga instrucciones precisas sobre cómo operar en cada
circunstancia?

¿O lo dejamos para que lo decidan los fabricantes de autos? ¿No tendría que estar regulado?
¿No debería ser una decisión de los gobiernos? ¿Habrá acaso libertad para fabricar autos que
tomen una decisión y otros que tomen una distinta?

Supongo que no aspirará a que yo le ofrezca “la” respuesta, ni siquiera “una” respuesta. Yo
mismo no sé bien lo que pienso y ni siquiera creo que sea relevante. Pero está claro que en
algún momento (y no muy lejano) este tipo de preguntas éticas tendrán que ser contestadas, y
esas respuestas necesitarán del consenso de la sociedad en la que vivimos. Sospecho que en
la Argentina las decisiones serán distintas de las que se tomarán en Suecia, por elegir un lugar
cualquiera, pero lo que me queda clarísimo es que no puede quedar en manos de las
compañías que fabriquen autos.

Me imagino que debería haber un debate parlamentario para consensuar leyes que determinen
qué pedir... o qué exigir. ¿O es que la decisión puede ser tomada por el comprador, quien
tendría la opción de elegir uno que “mate” a los que cruzan si son más –en número– que los
que están parados esperando un colectivo? ¿Y qué hacer si en lugar de ser un auto, se trata
de un colectivo que transporta niños? ¿Y si quien está esperando el colectivo es un niño? Y si
en el auto que se está “auto-manejando”, además de usted están sus dos hijos...¿elegiría igual
lo que eligió más arriba?

Las preguntas que yo podría agregar acá son muchas y a esta altura creo que son
redundantes. Estoy seguro que usted advierte qué problema estamos por enfrentar, y si le
sirve, me apresuro a decirle que más allá de que no “le” guste pensar las respuestas, o no “me”
guste hacerlo, este tipo de debates están “acá a la vuelta”. Los autos sin conductor empezarán
a circular en menos de una década, o mucho antes, y si usted decide no comprar ni subirse a
alguno salvo que se prohíba su circulación, es muy posible que tenga que co-existir con ellos.

Hay varios lugares en donde este tipo de debates ya existen. De hecho, el sábado 4 de junio
de este año, en el marco del Festival Mundial de Ciencia que se hizo en New York, una de las
charlas tenía este título: “Moral Math of Robots: Can Life and Death Decisions by Coded?” Voy
a tratar de ofrecer mi traducción, no necesariamente textual: “La Moral Matemática de los
Robots: ¿se pueden programas decisiones sobre la vida y la muerte?”
Pero el festival de principios de junio es solamente uno de los foros en donde se discutió.
Claramente se trató de la presentación en sociedad de este problema, lo mismo que pretendo
hacer yo con esta nota.

Eso sí: ignorar el problema no lo resuelve, y conviene estar educados para enfrentar el futuro
que llega inexorablemente. ¿Usted qué piensa?

"El capitalismo no es moral o


inmoral: es, simplemente, amoral"
Para el filósofo André Comte-Sponville, el egoísmo es lo que
mueve al hombre
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Luisa Corradini
LA NACION
MIÉRCOLES 20 DE DICIEMBRE DE 2006

PARIS.– “ No es la generosidad lo que mueve al


comerciante a vender sus productos a precios módicos, sino
el interés.”

Con ese enunciado, que bien podría ser catalogado de


redundancia, el genio escocés de Adam Smith sentó las bases
de la economía de mercado hace dos siglos.

Hoy, el filósofo francés André Comte-Sponville retoma esas


mismas conclusiones para asestar un golpe mortal a la moda
del “ comercio ético” .
"La globalización no es la responsable de la pobreza del Tercer Mundo", dice Comte-
Sponville. Foto: Bruno Charoy
“ No hay que mezclar todo. El capitalismo no es moral o
inmoral. Es, simplemente, amoral” , afirmó en una
entrevista con LA NACION.
Autor de numerosos tratados de ética y moral y especialista
en filosofía oriental, Comte-Sponville es uno de los pocos
escritores que consiguió hacer entrar la filosofía en las listas
de best-sellers de las principales librerías europeas.

Este reconocido intelectual de 54 años, discípulo y amigo del


filósofo Louis Althusser, se declara heredero de los epicúreos
y admirador de Spinoza, de Montaigne y de Lévi-Strauss.
Formado en la mejor escuela del materialismo histórico, se
define como “ un ateo apasionado de espiritualidad y fiel a
los valores judeocristianos".
-Como buen filósofo, en momentos en que sólo se
habla de las virtudes del comercio ético, usted
afirma públicamente que la moral no tiene nada que
ver con la ley de la oferta y la demanda.

-Hay dos actitudes equivocadas sobre esta cuestión. A la


izquierda están los que dicen: "El capitalismo es
esencialmente inmoral y no tiende a la justicia". A la derecha,
los que dicen: "El capitalismo es perfectamente moral,
porque recompensa los esfuerzos realizados o la creatividad".
Ambos están equivocados. El capitalismo es amoral, porque
no funciona guiado por la virtud, el desinterés o la
generosidad. Funciona basado en el interés, en el egoísmo. Y
por eso funciona tan bien. Como Marx, creo que el egoísmo
es la principal fuerza motriz de todo ser humano.
Justamente, la gran debilidad del viejo marxismo es esa
inmensa contradicción que llevaba en su seno: Marx no
acompañaba su política con una antropología acorde. Por un
lado, su antropología dice que todos los hombres actúan
siempre por interés. Por el otro, sin embargo, propone una
sociedad que, en el fondo, sólo es realizable si los hombres
dejan de actuar por interés. Una sociedad utópica. Por eso
hubo que aplicar por la fuerza, por la presión, lo que la moral
fue incapaz de obtener. Y fue así que pasamos de la bella
utopía marxista del siglo XIX a los horrores del totalitarismo
que todos conocimos en el siglo XX.

-Para usted es, entonces, inconcebible una sociedad


donde la gente pueda trabajar por amor al prójimo o
a la humanidad.

-Si uno quiere que la gente trabaje más para mejorar la


situación de su vecino, tiene que haber un incentivo
particular. Por esa razón, comparada con los países
capitalistas, la productividad siempre se derrumbó en los
países comunistas. Pero tampoco creo en el discurso
ultraliberal que presenta al capitalismo como una
recompensa a la libertad y al esfuerzo. El capitalismo no
tiene por qué ser moral o inmoral: le basta con ser eficiente.
Y si es eficiente es justamente porque toma a los hombres tal
como son. Como seres egoístas. ¿Qué le dice el comerciante?
"Sea egoísta, venga a comprar mis productos..." No le dice:
"Por favor, sea generoso, tengo dificultad para pagar mis
deudas y necesito que me dé una mano". En realidad, le dice:
"Los mejores productos y los más baratos están en mi
negocio". Y funciona. Porque, para vender, los comerciantes
tienen que hacer el esfuerzo de tener los mejores productos y
los más baratos. ¿Qué le dice el patrón a un asalariado
brillante y prometedor? "Sea egoísta, venga a trabajar
conmigo. Le conviene." ¿Qué dice el joven trabajador que
quiere hacerse emplear? "Sea egoísta, empléeme. Le
conviene." La gran ventaja del capitalismo es la de ser
antropológicamente legítimo. Su base de funcionamiento es
el egoísmo. Y está muy bien, pues el fundamento de la
humanidad es el egoísmo. Obviamente, el egoísmo basta
para hacer marchar la economía, pero no basta para
construir una sociedad. Y menos aún para construir una
civilización.
-Es decir que, así como el mercado es eficiente para
crear riqueza, jamás bastó para construir una
sociedad o una civilización moralmente aceptables...

-Con toda razón, el ex primer ministro socialista francés


Lionel Jospin decía: "Sí a la economía de mercado; no a la
sociedad de mercado". Sí a la economía de mercado porque
la economía sirve para crear riqueza y es la más eficaz para
hacerlo, pero no a la sociedad de mercado, porque, por
definición, el mercado significa sólo lo que se compra y lo
que se vende. Y en una sociedad no todo está en venta.

-¿En quién recae la responsabilidad moral de una


sociedad?

-En el individuo. La moral sólo existe en primera persona.


¿Por qué siempre acusar al sistema capitalista? El sistema
capitalista no es nadie. ¿Cuánta gente conoce usted que es
egoísta -como usted y yo- y echa pestes contra el egoísmo del
sistema? El sistema no tiene por qué ser generoso; son ellos
los que deberían serlo. Como no lo son, se excusan
condenando el sistema.

-Pero el individuo, a título personal, no puede


moralizar una sociedad.

-Naturalmente. Entre la dimensión amoral de la economía y


la moral de los individuos hay una fuerza colectiva que
llamamos Estado, política o derecho, que debe encargarse de
moralizar el funcionamiento económico en beneficio de los
individuos. Es justamente porque la economía es amoral y
porque la moral no es rentable que se necesita una
articulación entre las dos, algo que no esté en venta. Creo que
mientras más lúcidos seamos sobre la naturaleza de la
economía y la moral, sobre la fuerza de la economía y la
debilidad de la moral, más exigentes seremos en cuanto al
derecho y a la política.

-Para usted, es necesario distinguir cuatro órdenes o


niveles distintos en la organización de una sociedad.

-Así es. El primero de ellos es el orden técnico-científico. A él


pertenecen la economía y la biología, y se estructura
mediante la oposición de lo posible y lo imposible. La
cuestión de lo que está permitido o prohibido -por ejemplo,
la clonación o la manipulación de células germinales- no le
concierne. Ese orden debe ser limitado por algo desde el
exterior: el orden jurídico-político, estructurado por la
oposición entre lo legal y lo ilegal. Pero en esa etapa las cosas
aún no están resueltas, porque no hay ninguna ley que
prohíba, por ejemplo, la mentira, el egoísmo, el desprecio, el
odio

- En otras palabras, la maldad.


-Si queremos escapar individualmente del espectro del
malvado legalista, debemos inventar un tercer orden para
que todo lo que es técnicamente posible y legalmente
autorizado no sea realizado. De modo que ese orden jurídico-
político deberá estar limitado por un tercer orden: el de la
moral, estructurado por la oposición entre el deber y lo
prohibido. Ese tercer orden no debería ser limitado, sino
completado, porque un individuo que cumpla siempre con su
deber sería un fariseo si respetara sólo la letra de la ley
moral.

-¿Qué le faltaría a ese fariseo?


-Tres mil años de civilización judeocristiana responden a lo
que le faltaría: el amor. Y así llegamos al cuarto orden, que
completa el tercero: el orden ético.

-Para volver a las llamadas empresas de comercio


ético...

-Como afirmaba Kant, una acción puede ser conforme a la


moral, pero no tener ningún valor moral. Lo propio del valor
moral de una acción es la ausencia de interés. El comercio
ético sigue siendo comercio.

-¿Cuál es su sociedad ideal?


-Mi sociedad ideal no existe. Sería una sociedad que
funcionara a base de amor y de generosidad, y esto -por todo
lo que acabamos de decir- es antropológicamente imposible.
En todo caso, debería ser una sociedad que respetara las
libertades individuales y supiera aprovechar la eficiencia de
la economía de mercado, protegiendo, al mismo tiempo, a los
más frágiles. Naturalmente, sin contar con el mercado para
que generara justicia social. En Francia llamamos a eso una
sociedad socialdemócrata. Es necesario confiar al Estado
todo aquello que no está en venta en una sociedad: la
libertad, la justicia, la dignidad, la salud pública, la cultura y
la educación. Hay que entender que el Estado no es eficaz
para crear riqueza: el mercado y la empresa lo hacen mejor.
Es imprescindible dejar de soñar con una sociedad
colectivista cuyas experiencias sucesivas terminaron
trágicamente.

-Usted suele afirmar que la gente confunde con


frecuencia ciudadanía y moral
-Sí. En el mundo moderno, la gente suele pensar que lo
propio de la ciudadanía es respetar al otro. Sin embargo, sea
uno ciudadano o no, el otro merece respeto.
Etimológicamente, el ciudadano es miembro de una ciudad,
es decir, de un Estado democrático. Así es en una democracia
directa o indirecta, como las nuestras, donde el pueblo
soberano delega sus poderes en sus representantes. Al
mismo tiempo, el ciudadano no es totalmente soberano. De
lo contrario sería rey. Todo ciudadano tiene, en
consecuencia, dos obligaciones: obedecer a la ley, porque no
es rey, y participar en la elaboración de esa ley, porque no es
súbdito. De aquí surge que la definición de ciudadano es
esencialmente política. Pero respetar al prójimo no depende
de la política, sino de la moral. Ya se trate de un súbdito o de
un ciudadano, se le debe el mismo respeto. Es, pues, un
contrasentido ligar el respeto, que es un valor moral, con la
ciudadanía, que es un valor político.

-Pero, con frecuencia, respetar al otro está


establecido por la ley.

-Aun cuando la ley nos prohibiera respetar al otro, nuestro


deber seguiría siendo respetarlo. Si no se es capaz de
comprender la diferencia entre derechos humanos y
derechos del ciudadano, se corre el riesgo de no comprender
lo que es realmente la ciudadanía. Un inmigrante que entró
clandestinamente en Francia no tiene los mismos derechos
que un ciudadano francés, pero tiene exactamente los
mismos derechos humanos. Con frecuencia se habla de
ciudadanía en vez de hablar de moral. Esto es grave porque,
por ejemplo, ninguna ley nos prohíbe ser egoístas y, sin
embargo, moralmente todos sabemos que el egoísmo es un
defecto y que la generosidad es un valor. La gente confunde
moral con derecho, conciencia con democracia. Si contamos
con la generosidad de los ricos para que los pobres puedan
comer, no hemos comprendido nada. A la inversa, sería
absurdo esperar que las leyes nos obligaran a amarnos los
unos a los otros. Esto -para usar una expresión pascaliana- se
llama necesidad de hacer una distinción entre desórdenes.

- Los politicólogos hablan cada vez con más


frecuencia de un "civismo individualista" (un
comportamiento ecológicamente responsable, por
ejemplo) que estaría reemplazando al viejo "civismo
colectivo", cuyos referentes eran el patriotismo y la
conciencia de clase.

-Es normal, en la medida en que vivimos en sociedades cada


vez más individualistas, donde el respeto a las libertades del
individuo se coloca por encima de todo. Pero ¿se puede ser
un buen ciudadano individualista? No estoy tan seguro.
Bajar el sonido de la televisión después de las 22 horas o
cerrar la canilla mientras uno se cepilla los dientes es loable,
pero depende más de la moral que de la ciudadanía. El
primer deber del ciudadano es obedecer la ley. Sin embargo,
ninguna ley obliga a bañarse en vez de ducharse, aun cuando
esto sea un desperdicio de agua. Por el contrario, la ley nos
obliga a pagar los impuestos y a declarar que tenemos una
mucama. En otras palabras, ¡dése un baño de inmersión si
tiene ganas, pero deje de hacer fraude con el fisco y de hacer
trabajar a alguien en forma ilegal!

-Para usted, la globalización no parece ser


responsable de las situaciones de extrema pobreza
en el mundo. Sorprendente actitud para un hombre
de izquierda.

-No, la globalización no es responsable de la pobreza del


Tercer Mundo; más bien es lo contrario. Si los países ricos
aceptaran abrir un poco más sus mercados a los productos
africanos o sudamericanos, las economías de esas regiones
irían infinitamente mejor. Europa y Estados Unidos protegen
a precio de oro a sus agricultores y, con frecuencia, a sus
industriales, en detrimento de productores más pobres. Más
globalización en ese sentido tendría un efecto saludable en
países como la Argentina. Deberíamos luchar por esa
globalización. Una globalización equitativa, no sólo
mercantil, regulada por políticos responsables y no por
intereses económicos particulares.

http://www.posgrado.unam.mx/publicaciones/ant_omnia/41/04.pdf

ECONOMIA › BERNARDO KLIKSBERG EXPUSO EN UN PANEL DE LA ONU

“La crisis es ética”


En un encuentro de Naciones Unidas donde se analizaron aspectos éticos para el
desarrollo, el experto argentino explicó las causas que llevaron a la crisis global.

“Los vacíos éticos han sido la causa principal de la gran crisis económica mundial de 2008 y
2009. Los directivos de los principales bancos del mundo tomaron decisiones basadas en su
enriquecimiento personal, e intoxicaron sus activos con productos financieros especulativos”,
advirtió el investigador Bernardo Kliksberg en un panel de Naciones Unidas donde expusieron
representantes de Argentina, Kazajistán, Palau y Panamá. El encuentro fue sobre “Etica para el
Desarrollo” y estuvo presidido por la jefa de Gabinete del organismo multilateral, Susana
Malcorra. Por la argentina encabezó la delegación el ministro de Trabajo, Carlos Tomada.
Kilksberg resaltó allí el alto valor de las 17 nuevas metas para un desarrollo sustentable,
adoptadas por la ONU para el período 2015-2030, pero destacó que para un cumplimiento
efectivo “será imprescindible que se introduzca el tema ético”.
El papa Francisco fue el primero en tirar la piedra sobre la necesidad de traspolar la ética al
desarrollo económico, al reclamar una mayor regulación sobre el sistema financiero. Kliksberg
retomó las palabras de Bergoglio. “El escándalo Volkswagen es esencialmente ético. La mayor
productora de autos mundial infectó el medio ambiente con sustancias prohibidas para que sus
motores fueran más potentes, y engañó durante largo tiempo a las agencias reguladoras
mediante un dispositivo cibernético. ¿Cuánto daño produjo en los pulmones de infinidad de
personas?”, reflexionó el investigador del Conicet.

“El pensamiento ortodoxo en economía expulsó a la ética de ella”, agregó Kliksberg. En este
sentido, el asesor de la ONU sostuvo que muchos países de Europa se ven obligados a
aceptar las políticas de ajuste promovidas por el FMI. “Se aboga por el ajuste actualmente en
América latina, cuando la economía mundial está estancada, en lugar de proponer políticas
anticíclicas, como las que permitieron a la región proteger a los más débiles en la crisis mundial
de 2008. Se exige que se corte el gasto social, que se achique el Estado. Si se siguen estas
políticas no podrán cumplirse las políticas marcadas por la ONU”, analizó el académico.

En este sentido, Kliksberg recordó que en los últimos años, la Unasur ha sido otra área donde
“la ética inspiró políticas masivas de inclusión” y citó los casos del Bolsa Familia, aplicado en
Brasil, y la Asignación Universal por Hijo, cuya movilidad fue establecida recientemente por el
Congreso argentino.

“La reinclusión de la ética en la economía es vital, por ello despierta tantas resistencias en el 1
por ciento más rico que hoy concentra el 48 por ciento del producto bruto mundial. Sino se
introduce, y se cambian las reglas de juego, la desigualdad seguirá creciendo. Las
abrumadoras desigualdades actuales no son compatibles con la ética, ni con las nuevas metas
de desarrollo sustentable”, concluyó el asesor de la ONU.

Video de hombre y deterioro ambiental.

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- Capitalimo.
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