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“El pelado”
Aquí se habla de su aspecto interior, para saber qué fuerzas elementales determinan su
carácter. Ramos hace un esquema general de la estructura y funcionamiento mental del
pelado, lo que nos ayudará a entender mejor la psicología del mexicano.
1) El pelado tiene dos personalidades: una real y otra ficticia.
2) La personalidad real queda oculta por la ficticia y la ficticia es la que aparece ante el
sujeto mismo y ante los demás.
3) Estas personalidades son diametralmente opuestas, porque el objeto de la ficticia es tono
psíquico deprimido de la real.
4) Como el sujeto carece de todo valor humano, se sirve de su astucia para ocultar sus
sentimientos de menor valía.
5) La falta de apoyo real que tiene la personalidad ficticia crea un sentimiento de
desconfianza de sí mismo. Es por eso que el pelado siempre está a la defensiva, se
defiende poniendo todo su valor humano en su virilidad, trata de llenar su vació con el valor
de que es macho. Es por eso que hay una equivocada generalización de que el mexicano
es macho, aunque, afirma Ramos, entre más manifiesta su valentía y su fuerza, mayor es la
debilidad que quiere cubrir. La frecuencia de las manifestaciones patrióticas es un símbolo
de que el mexicano está inseguro de su nacionalidad.
6) La desconfianza en sí mismo ocasiona una anormalidad, por lo general, observada en su
percepción de la realidad.
7) Esta percepción anormal consiste en una desconfianza injustificada de los demás;
imagina que el primer recién llegado es su enemigo y desconfía de todo hombre que se le
acerca.
8) Como nuestro tipo vive en falso, su posición es siempre inestable, y lo obliga a vigilar
constantemente su “yo”, desatendiendo la realidad. De esto se vale Ramos para decir que
“el pelado” entra en el grupo de los “introvertidos”.
El mexicano de la ciudad
La fase inicial de la serie que deriva en el carácter del mexicano de la ciudad es un
complejo de inferioridad experimentado como desconfianza de sí mismo, que luego el
sujeto, para liberarse de la paralela sensación desagradable, dirige como desconfianza
hacia los demás. Cuando la mente humana quiere apartar de ella un aspecto desagradable
recurre a la ilusión, pero los resultados no son satisfactorios, pues esta ilusión solo cambia
de motivación y no soluciona el problema. La desconfianza en el carácter del mexicano es
previa a todo contacto. La vida del mexicano da la impresión de ser irreflexiva, parece ser
que sólo hay interés por los fines inmediatos y que el futuro no existe. Y esto provoca que
no haya normas de vida, disciplina y organización, por lo que la sociedad mexicana es un
caos, diría Ramos.
Hay una íntima relación entre desconfianza y susceptibilidad. El desconfiado siempre está
alerta y a la defensiva. Ramos dice que todo lo interpreta como una ofensa, así que no
espera a que lo ataquen sino que él ataca primero. Samuel Ramos opina que el mexicano
es un ser pasional, agresivo y guerrero por debilidad y no por fuerza, como el mexicano lo
cree. El mexicano de la ciudad tiene una buena imagen de su persona En cambio, la fuerza
humana está basada en controlar nuestros impulsos y hasta en reprimirlos. Por eso la
“fuerza” mexicana parece falsa, y eso lo provoca el desequilibrio en la mente.
El burgués mexicano
En esta Ramos se ocupa del grupo más cultivado de los mexicanos. Cuyo carácter son
reacciones contra un sentimiento de menor valía que proviene del hecho de ser mexicano.
El burgués mexicano tiene la misma susceptibilidad patriótica que el hombre del pueblo y
los mismos prejuicios. En realidad los tres arquetipos descritos por Ramos están
únicamente separados por factores económicos y sociales, pero los tres comparten
problemas de parecida índole.
Ramos dice:
“La diferencia psíquica que separa a la clase elevada de mexicanos de la clase inferior,
radica en que los primeros disimulan de un modo completo sus sentimientos de menor
valía, porque el nexo de sus actitudes manifiestas con los móviles inconscientes es tan
indirecta y sutil, que su descubrimiento es sutil, en tanto que el “pelado” está exhibiendo con
franqueza cínica el mecanismo de su psicología”
Primero evita la humillación, luego se encuentra el deseo de valer tanto como los demás, y
por último, la voluntad de poderío. Y eso demanda una constante atención y cuidado de sí
mismo, por lo que este grupo pertenece a los introvertidos.
Ramos aclara que no pretende hacernos creer que estas aseveraciones se encuentran
únicamente en el mexicano, pero que es muy distinto vivir en una ficción sin saberlo a
saberlo. Lo segundo es el caso de poseer arquetipos que sirvan como estimulantes para
vivir mejor la vida humana y lo segundo, diría Ramos, no es vivir sino hacerle trampa a la
vida.
Como el mexicano cree que es lo que quiere ser, es decir ya está satisfecho, no busca
superarse y ya no busca experimentar ningún cambio. Como desconfía de todo y tiene una
incertidumbre de su posición es susceptible a la crítica y se protege. Por lo que necesita
convencerse de que los otros son inferiores a él. Por lo mismo, la autocrítica queda anulada.
Ramos concluye preguntándose si el carácter del mexicano puede cambiarse. Y se
responde diciendo: “Los fantasmas son seres nocturnos que se desvanecen con sólo
exponerlos a la luz del día.”