La Quinta Vía se deduce a partir del ordenamiento de las cosas.
Tomás recuerda cómo los
cuerpos naturales, siempre o a menudo, obran intencionadamente con el fin de lo mejor, muchos incluso sin conocimiento. Llegó a decir, fiel a Aristóteles, que cada ente, como causado, debe tener un orden dado, tanto por razón de su forma (esencia) como de su existencia y, remontándonos en la serie de causas finales, esto sólo es posible si hay un Ser supremamente inteligente, que es Dios. Muchas de las numerosas críticas a esta propuesta de Tomás se deben a tres fenómenos: Lectura imprecisa Se le ha criticado que no explicaba la solución a la serie de infinitos, ni la contingencia de los cuerpos o que emplea el principio de razón suficiente y mal18 pero ninguna afirmación es cierta, como se puede ver. No admitir algunas premisas Un caso notorio a este respecto es el del científico e intelectual Richard Dawkins quien señaló, entre otros, tres aspectos imposibles de las Cinco Vías: Que la causalidad habría de aplicarse igualmente a Dios, por ser supuestamente objeto de estudio (y de causa) por lo que no sería tal (citando a Immanuel Kant). Que también los valores negativos, como "la hediondez", necesitaban de un máximo igualmente, por lo que Dios no sería tal. Por último, que la omnipotencia de Dios le haría conocedor de su futuro y apto para negarse a sí por lo tanto no sería tal (Richard Dawkins exhibe en otras obras las múltiples contradicciones lógicas de Dios, como las referidas a la omnisciencia, la bondad absoluta, la atemporalidad o su origen). 19 Las premisas que Dawkins no admite son:
Que la causalidad ha de detenerse necesariamente en un punto
incausado, también llamado Dios. Como Dawkins aclara esta premisa asume a priori que Dios es incausado, convirtiéndose en una falacia de petición de principio. Que la hediondez es una corrupción de la bondad (verdadero valor) en cuanto olfativa. Por último, que Dios no tiene futuro, no existe término alguno en Él, pues es absolutamente inmutable e inmóvil. Dawkins responde que si Dios es inmutable y a temporal no se puede entender que cambie de opinión como se constata en la Biblia. Error terminológico Arthur Schopenhauer criticaba que la necesidad era un efecto de un principio. Esa definición, bien conocida por Tomás, se aplica a la analítica lógica, por eso es incompleta. Tomás se refiere a la necesidad como tal de la existencia, que se contiene en la naturaleza divina. También se le ha criticado que dicho Dios no tiene por qué ser el Dios cristiano, sino que podría ser el Uno de Plotino o la Causa Incausada de Aristóteles. A esto hay que decir que el Dios de las Cinco Vías es el ser por esencia, el acto puro y propio que se lee en el Éxodo, capítulo 3, versículo 14: "Yo soy el que es20" A pesar del gran optimismo de Tomás respecto a la cognoscibilidad de Dios, éste no estaba dispuesto aceptar cualquier vía para demostrar la existencia de Dios. Su realismo aristotélico provocó numerosos enfrentamientos con los agustinistas, y, entre otras cuestiones, con el muy discutido argumento ontológico; es poco menos que impresionante apreciar que Tomás, por defender la verdad, es capaz de negar uno de los pilares doctrinales de un Doctor de la Iglesia, que él, como devoto creyente, considera casi infalible. Tomás, muy por delante de las futuras exposiciones empíricas (Hume y Kant), da dos razones simples y fáciles de entender para negar la conclusión del argumento. Una radica en la evidencia de la idea de Dios: Que Dios existe, es ciertamente evidente en sí, porque es su mismo ser, pero con respecto a nosotros, Dios no es evidente. Que el todo sea mayor que las partes es, en sí, absolutamente evidente. Pero no lo es para el que no concibe el todo. Y así sucede con nuestro entendimiento Tomás de Aquino (2007, p. 60)
Otra radica en la existencia de la idea de Dios:
Y de que concibamos intelectualmente el significado del término "Dios" no se sigue que Dios sea existente sino concebido en el entendimiento. Y en consecuencia, el ser más perfecto que se pueda pensar no es necesario que se dé fuera del entendimiento Tomás de Aquino (2007, p. 60)