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emergí del agua como de un sueño. ¿o era el sueño del agua que me había dado oxigeno por un
momento y ahora me ahogaba de nuevo?
Mientras palidecía sobre el lecho entre mis pestañas aun agonizan mposibles ancestrales...
Similares a diminutas cabañas circulares, cuyas endebles paredes estaban conformadas por una
improvisada coraza de resquebrajados maderos que ocultaban amorfos bichos supervivientes de
edades oscuras.
del agua que aun extrañaba la labor que las manos realizaban entre las sabanas del viernes y las
rocas del domingo cuando la inocencia
se unió a la atrevida promesa del vino al caer la tarde. en ese momento se desmembró el sueño
sobre el suelo. Como un animal montaraz de desploma mortalmente herido. Haciéndose infinito
de estrella guía en el confín de la vida o nido de ave entretejido de azucenas.
la luz del sol proyecto sombras sobre las cosas para construir un muro entre el deseo más puro y el
dolor que causa sufrimiento. lo sé bien. los bichos son húmedos y feos. nunca se sabe cuándo
emergerán de aquel letargo y con qué objeto. pero puedo asegurar que cuando logran eclosionar
de aquella prision hecha de baba y madera, dejando que la luz roce sus delicadas antenas,
comienzan levitar ingrávidamente, como si fuesen pompas de jabón rezumantes de vida. y su
escamosa piel se torna transparente. esto lo supe despues de aquello. Es decir el día lunes.. en el
preciso momento en que el dolor se vestía con un elegante traje gris para ir a trabajar. escuche las
puertas de los autos trepidar. las voces de alto, pase, perdón siga usted, no faltaba más. entonces
me precipité al pasillo que finalizaba en una ventana tan gris como el asfalto. me apoye sobre el
alfeizar de madera invadida de moho seco y me asome. Allá van las modernas fábricas de dolor,
cuyos desperdicios, cientos de años más tarde, serán el alimento de aquellos bichos que a primera
vista son tan desagradables. ¡Si!! algún día el mundo será invadido por esa clase de bichos tan
pacientes e inofensivos! Alternándose mi atención entre la vanagloria que enarbolaba mi mente y
las quejas de mi estómago. que, a pesar de su milenaria naturaleza, estaba en contra de todo lo
que tuviese dientes. Por tal motivo siempre me recordaba sus inquebrantables convicciones
aborreciéndose a si mismo todas las mañanas, y despues, por la noche haciendo las paces. cuando
lo dejaba jugar con un poco de espuma de cerveza