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EL LENGUAJE Y LA POESÍA

EN UN TEATRO PARA JÓVENES

(El Boletín de la A.S.S.I.T.E.J. en su número de primer semestre de


1970, publica un artículo de PIERRE G A M A R R A , titulado "Poesía
y Lenguaje" del que extractamos los puntos más interesantes)

El lenguaje y la poesía son, sino elementos esenciales, sí importantes en un


teatro para la juventud y así las palabras reunidas, pronunciadas y dichas de
una cierta manera -el lenguaje-, y este ensamblaje sorprendente, emocionante
y cómico -la poesía- forman algo destacado en el hecho teatral
El teatro para la juventud puede representar un instrumento muy impor-
tante, quizás esencial, en el perfeccionamiento del lenguaje y de la poesía.
Habría que estudiar las relaciones del gesto y de la palabra, de la visión y
de la audición, y de qué manera tal decorado transforma tal frase o de qué
manera tal movimiento poético puede transformar el decorado o el movi-
miento dramático.
El niño habla y juega antes de leer. Podríamos decir que para él existe un
cierto hecho teatral antes de la lectura; las palabras flotan en el aire de su
mundo, en el teatro y la decoración de su vida, antes de fijarse en las páginas
de libros y cuadernos.
La experiencia de estas palabras llegará al niño a través de escenas en don-
de estas palabras serán lanzadas y recibidas, deformadas, ensayadas. El niño
no llegará a hombre en la medida en que no acabará nunca de enriquecerse y
de profundizar el tesoro de sus palabras; y de descubrir las grandes posibilida-
des de la poesía; y de cuidar que estos signos sobre las páginas blancas, no
sean insectos muertos, sino aceleradores de su espíritu crítico y de sus sue-
ños.
Pero al margen de los libros, el teatro puede ayudar a la poesía a recorrer
un camino de perfeccionamiento y por lo tanto de humanidad.
La disposición infantil del niño al juego, debe quedar como una natural
disposición humana. Es el combate del gesto sobre la inmobilidad de la mira-
da activa, sobre la mirada pasiva. Es un movimiento hacia un grito, una llama-
da.
No se juega solo, sino con algo, y aun cuando se juegue con fantasmas,
sueños, uno se transporta. Jugar es moverse. Jugar es ser otro, tratar de ser
otro o por lo menos ir a otro.
No me alejo del lenguaje y de la poesía. Señalo el valor no sólo de la co-
municación, sino de la exploración, de movimiento, de emoción.
Hay que hablar sin embargo del teatro, de la realidad y de la maravilla del
teatro.
He aquí que las palabras que el niño ha descubierto y explorado, en su vi-
da y en su mundo, le llegan en el juego multiplicado del teatro.
Este juego que el niño busca en sus primeros gestos y balbuceos, este jue-
go se precisa, se aumenta, se diversifica.
A tal punto, algunas veces tal palabra banal, tal frase corriente se cargan de
una nueva energía en la luz o la penumbra de la escena, que me parece existe
un peligro pedagógico, una demagogia.
Porque precisamente es el enorme interés pedagógico del teatro que yo
quiero resallar. No para pretender que sólo el teatro pueda resolverlo todo,
enseñarlo todo o corregirlo todo, sino para señalar su gran utilidad antes y
durante la experiencia y el aprendizaje solitario de la lectura. Es uno de los
aspectos activos y no pasitos de la cultura que no dejará nunca de ser colecti-
va, sino también individual.
La pedagogía teatral es menos magistral, más sutil, más fluida. Si el lector
puede volverse atrás, cortar el texto en fragmentos, aislar las palabras, el audi-
tor sigue el movimiento, la vida de la poesía y no puede pararse ni retrasarse.
Hay que saberlo y aquí el autor y el director de escena deben reflexionar más
el valor pedagógico del silencio y del vocabulario.
Las palabras en el teatro fluyen y huyen en el silencio. Es su debilidad. Su
fuerza es el apoyo que reciben del gesto, de la luz, del traje, del decorado, de
la música. Las palabras en el libro son inmóviles en el silencio. Las palabras en
el teatro son fluidas y fugitivas en un ruido continuo. Es en el teatro que el al-
truismo de las palabras y de la poesía se materializa, se percibe en acción y
reacción. Si la palabra recibe fuerza del decorado y del traje, el traje y el res-
tro se modifican a través de las palabras, el decorado puede cambiar al hilo de
estas palabras. Tal palabra transforma.
Es este ir y venir constantemente de las palabras, de la poesía de las pala-
bras a la realidad de los hombres y del mundo que da todo el valor pedagógi-
co al juego teatral.
¿Cómo se puede conocer la poesía de Racine si no se conoce la música su-
til de su palabra, de su lenguaje?
Prescindir de esta experiencia y de este aprendizaje, es convertir otros
aprendizajes posteriores en áridos, abstractos y, por lo tanto, difíciles estas ex-
plicaciones de los textos, que si son necesarias para su profundización y edu-
car el sentido crítico, puede el teatro -antes de la batalla abstracta-, ayudar al
niño a ver las relaciones de las palabras, con la vida, y gustar de su música y
las relaciones de esta música y la eficacia de las palabras.
Pero ya es hora después de estas breves reflexiones de sacar algunas con-
clusiones prácticas:
Io. El dramaturgo debe ser muy exigente en lo que se refiere al lenguaje.
Tiene que ser plenamente responsable de lo que provoca, de lo que
pone en movimiento. En la literatura teatral al escritor puede tentar-
le la idea de que lo que importa son el decorado, los actores, la mú-
sica. No debe renunciar nunca a la responsabilidad de las palabras.
Tiene que transmitir. Cuanto más las claves sean numerosas y hábi-
les, mejor se abrirán las puertas al campo de la poesía. El que el es-
critor de obras de teatro tenga que aprender a colaborar con el equi-
po teatral, no exime de la exigencia del lenguaje.
2o. Hay que medir y proveer las gradaciones. Saber a donde se va y saber
que hay que partir de un niño ávido de medirse y de medir el mundo.
Es el viejo tema de la exploración. Se debe ir hacia el infinito del
campo poético, hacia un humanismo. De una buena representación
de un hombre balbuciente y sordo, puede salir con el oido fino y la
boca elocuente.
En esta gradación pedagógica hay que ser modesto y audaz.
Al tener la ventaja en el teatro de poseer un poderoso contexto en ac-
ción que permite nuevas adquisiciones, facilita la tarea del dramatur-
go, es también una dificultad, ya que la palabra tiene que estar de
acuerdo con la acción. La poesía es activa. No es la palabrería.

Todo depende del uso que se haga de un medio cultural, de la voluntad de


humanismo, o más simplemente de la voluntad de cultura y de elevación hu-
mana. No hay oposición entre los medios, sino acumulación y fecunda cola-
boración. La T. V., puede preparar el camino de la librería. El teatro el de la
cultura personal.
Pero la última lección del teatro, es que las palabras no son nada sin seres
humanos que las digan, las griten, las murmuren.
En el teatro el verbo no es un rey solitario. Es un rey con una mirada de
hombre, un corazón de ser humano. El teatro es la escuela en donde todos
los medios se conjugan para poderlo decir todo y entender de la mejor mane-
ra lo que puede decirse.
Al fin y al cabo, esto es el lenguaje y la poesía: una conquista que es tam-
bién una solidaridad. Y el teatro en continua conquista sobre el silencio, lo
desconocido, el dolor, la tristeza. Y el teatro es solidaridad, comunidad, ai
mismo tiempo que placer y enriquecimiento individual.

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