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NI SUMISO NI AGRESIVO:
CÓMO SER FRANCO, DIRECTO Y JUSTO
EN LA INTERACCIÓN INTERPERSONAL
¿Cuántas veces en tu diario vivir terminas haciendo lo que otros quieren que
hagas a pesar de que tú no lo deseas realmente? Por ejemplo, te solicitan ir a
estudiar juntos cuando tú no tienes suficiente tiempo ni quieres hacerlo pero
terminas haciéndolo por no herir a la otra persona. ¿Cuántas veces te tragas tu
deseo de expresar tu molestia con alguna situación por no atreverte a hacerlo?, ¿te
ocurre a menudo que no te atreves a expresar tu opinión en público por miedo a que
los demás te evalúen negativamente o porque los demás no dan espacios?
Por cierto, la gran mayoría de las personas han vivido situaciones como las
que apuntan las preguntas. El problema no está en que se hayan comportado
alguna vez o a veces de esta forma; el problema se produce cuando ese
comportamiento ocurre con tal frecuencia que las hace sentir molestas consigo
mismas por acceder continuamente a peticiones que invaden sus límites y afectan
negativamente su bienestar. Es un problema cuando estas personas sienten que
están enganchadas en vínculos donde se sienten utilizadas. También es un
problema cuando, por tratar de poner límites a los demás en forma no asertiva, se
enganchan en conflictos y agresiones verbales.
En primer lugar, es necesario que revises tus propias creencias sobre los
principios que deben regir las comunicaciones humanas y las interacciones sociales
con el objetivo de lograr claridad acerca de los comandos tanto explícitos como
implícitos que regulan tu forma de ser. Estas creencias y actitudes afectan los
modos de enfrentar las diferentes situaciones que demandan de ti respuestas claras,
directas, honestas y justas. Pero para empezar a practicar respuestas asertivas solo
es necesario que estés de acuerdo con las siguientes afirmaciones:
Ella: Y yo no sé por qué me dices “con algún respeto”. Tú sabes que no hay
ninguna intención de faltarte el respeto, ¡no seas exagerado! Además,
¿desde cuándo que te sientes tanto? (con ironía).
Él: Pero si siempre llegas tarde y tengo que estar esperándote como un
tonto dándome vueltas en la calle. Tú no piensas en eso. Eres una
desconsiderada, ¿lo sabes?
Ella: Mira, yo venía contenta a encontrarme contigo y mira con lo que me
encuentro. ¿Acaso no te dije ya que lo sentía? Eres muy odioso.
Él: ¿Odioso, yo? Ahora resulta que eres tú la que llega tarde pero ¡el
odioso soy yo!
Podrás imaginar el resto del diálogo y el grado de tensión al cual puede llegar
esta pareja con este tipo de interacción. Aquí hay una situación que puede ameritar
la expresión de disgusto o de frustración, pero el resultado no va a ser bueno.
Analicemos este diálogo de acuerdo a los principios de la asertividad mencionados
en la sección anterior.
Él tenía un gran disgusto y se sentía desconsiderado porque, al parecer, en
numerosas ocasiones ella llegaba muy tarde a las citas. Pero, ¿qué debe hacer con
esta emoción que, al parecer, antes no la había manifestado? Él podría haber
omitido nuevamente su disgusto pero, seguramente, este disgusto pasaría a algún
sistema de acumulamiento mental que afloraría tarde o temprano. Si el disgusto era
fuerte y muy sentido, la respuesta de callar no sería asertiva ni humilde ni
aceptadora ni amorosa sino pasiva, autolimitante y autodescalificadora. En esta
situación, él decide expresar lo que siente porque “él tiene derecho a expresar lo
que siente”. Sin embargo, la forma en que lo hizo no fue asertiva sino que fue
agresiva. ¿Dónde está la agresividad? Algunos pueden pensar que él está diciendo
la verdad y que, por lo tanto, no es agresividad porque la “la verdad duele”. Pero
hay formas y formas de decir “las verdades”. Si él estaba disgustado porque ella
estaba tarde, lo propio era que le manifestara su disgusto por esa situación
específica, pero él extiende su discurso de tal forma que la etiqueta de
“desconsiderada”. Es este punto cambia el tema de la discusión; ya no es
meramente sobre la tardanza de ese momento sino que pasa a ser un intercambio de
acusaciones (ninguna respetando los componentes de la asertividad): “yo no te
importo”, “exagerado”, “desconsiderada”, “odioso” “evitadora de culpa”. En
general, las acusaciones que implican características de personalidad o globales del
sujeto son consideradas agresiones injustas por parte del que las recibe y elicitarán
una respuesta defensiva. Esta respuesta puede implicar una negación: “no, no soy
así como tú dices”) y/o un contraataque (“mírate a ti mismo, tú eres un xxx”).
Lo justo en esa situación en particular era expresar emociones que
correspondieran a la situación en cuestionamiento y no el expresar emociones
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Sé específico.
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todo esto sin tintes de ser sarcástico, ofensivo, defensivo, agresivo, crudamente
“honesto” ni sumiso.
Veamos, ahora, como sería el diálogo del ejemplo de más arriba si uno de
ellos decidiera dar una respuesta asertiva. Comencemos, primeramente por
analizar las afirmaciones de ella para luego desarrollar respuestas asertivas:
Cuando ella responde “Y yo no sé por qué me dices `con algún respeto´...
etc., ella está desviando el tema principal de la interacción y que es la emoción de
él frente a su atraso. Además, ella no solo no reconoce el estado emocional de su
pareja sino que se defiende contraatacando diciéndole “exagerado”. Esta respuesta
es equivalente a echarle leña al fuego.
En su segunda intervención, ella comparte su propio estado afectivo y
frustración frente a la reacción de él pero vuelve a defenderse contraatacando
llamándolo “odioso”. Tal vez si no hubiese contraatacado, la interacción hubiese
continuado más suavemente.
Veamos un posible desarrollo del diálogo si ella hubiese aplicado
asertividad; es decir, ser franca, directa y justa.
Conclusión.
El ejemplo que he desarrollado en este escrito es solo un ejemplo acerca de
cómo utilizar la asertividad; es decir, la expresión franca, directa y justa. Es franca
porque se expresa lo que se siente y se piensa; es directa porque no es una
comunicación que hay que interpretar para llegar a su verdadero significado, no es
críptica; y es justa porque es más verdadero definir lo que te pasa a ti con la
conducta del otro que definir al otro en sus conductas según tu perspectiva, es justa
porque no se trae el historial de interacciones negativas del pasado a propósito de
un evento del presente sino que se trata el evento presente en su realidad del aquí y
ahora, acotado y sin maquillajes, como es justo tratarlo.
Existe una variedad de situaciones donde se puede aplicar asertividad y que
ameritan sus propios capítulos. Por ejemplo, situaciones donde es justo detener a
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los que son insistentes o situaciones donde es justo expresar emociones negativas
como rabia, tristeza, frustración o disgusto o donde es justo rechazar peticiones que
caen fuera de los límites de lo que tú puedes dar sin consumirte. Pero también
situaciones que ameritan la expresión de emociones positivas como admiración,
gratitud o aprecio. A veces se es tímido para expresarle a otro emociones positivas
o simplemente no está en tu repertorio de interacciones. Hacer esto libremente es
un índice de que tu yo está maduro, armónico y seguro de si mismo.
Recuerda que el leer y comprender no basta, hay que practicarlo. Elije
anticipadamente una situación con alguien a quien desees hacerle una petición,
prepara frases adecuadas, ensaya, y pon en práctica tu asertividad.