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Existen cuatro fuentes desde las que pueden derivar el placer y el dolor:
la física, la política, la moral y la religión. En la medida en que los placeres
y dolores pertenecientes a cada uno de ellos son capaces de dar carácter
vinculante a cualquier ley o norma de conducta, pueden todas ellas
denominar sanciones. Por otra parte, cuando una persona considere por sí
misma el valor de un placer o dolor considerado por sí mismo, se dará en
mayor o menor medida según su intensidad, duración,
certidumbre o incertidumbre, su consanguinidad o lejanía, su fecundidad y
su pureza. Los dolores y placeres pueden ser llamados por una palabra
general: interesantes percepciones, las cuales pueden ser simples o
complejas. Ejemplos de los diversos placeres simples son los placeres de
los sentidos, de la riqueza, de la amistad, de la memoria, entre otros. Por
otro lado, algunos dolores simples son las penas de privación, los dolores de
los sentidos, de la piedad, los dependientes de la asociación, etc.
COMENTARIO CRÍTICO
Por otro lado, considero que la invocación del autor al principio de utilidad
la elabora como si éste supusiera un modelo universal de comportamiento,
válido para cualquier hombre o mujer, sin importar las diferencias
culturales o políticas. Asimismo, pienso que existe una falacia lógica en la
afirmación de que el interés colectivo es la suma de los intereses de los
individuos; aunque la afirmación pueda ser cierta en muchos casos, no lo es
necesariamente en todos, y se pierden también muchos elementos e
intereses que suceden mediante la interacción con otras personas – a
diferencia del utilitarismo, el interaccionismo simbólico si permite observar
aquellas dinámicas y construcciones de interés colectivo entre sujetos
distintos. En lo que respecta al bienestar, considero que éste no se puede
medir únicamente según la felicidad – el bienestar es subjetivo, por lo que
muchas personas no le dan una importancia primordial a la felicidad. La
felicidad, también, me parece subjetiva; no existe un criterio valido y
científico que pueda medir lo que siente una persona interiormente, por lo
que pienso muy complicada, hasta imposible, una medición cuantitativa de
felicidad.