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Teoría Sociológica 2

Profesora: Deborah Delgado


Jefa de práctica: Alba Granados
Shirley Barrantes Baca 20150734

En “An Introduction to the Principles of Morals and Legislation”, Bentham


empieza afirmando que la naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el
gobierno de dos amos soberanos, el dolor y el placer, según los cuales
procederemos a señalar lo que debemos hacer, así como determinar qué
vamos a hacer. Ellos nos gobiernan en todo lo que hacemos, en todo lo que
decimos, en todo lo que pensamos. El principio de utilidad reconoce tal
sujeción, y la asume para la fundación de ese sistema, cuyo objeto es la
construcción de la felicidad en manos de la razón y la ley. Por el principio
de la utilidad se entiende al principio que aprueba o desaprueba cada
acción, y a partir del cual aumentará o disminuirá la felicidad de la parte
cuyo interés está en cuestión. Con cada acción no sólo se hace referencia a
toda acción de una persona, sino también a cada medida de gobierno.

Así, la utilidad es una propiedad que puede estar presente en cualquier


objeto, en virtud de la cual se tiende a producir beneficio, ventaja, placer,
bien o felicidad, o lo que previene los episodios de dolor, mal o infelicidad.
El interés de la comunidad es una de las expresiones más generales que
pueden ocurrir en la fraseología de la moral. Se entiende a la
comunidad como un cuerpo ficticio, compuesta de cada una de las personas
que están consideradas como constitutivas. El interés de la comunidad,
entonces es la suma de los intereses de los diferentes miembros que la
componen. Una medida del gobierno está dictada por el principio de la
utilidad cuando la tendencia que ha de aumentar la felicidad de la
comunidad es mayor que cualquiera que podría disminuirla. Cuando una
acción o una medida del gobierno, se da conforme al principio de utilidad,
podría ser conveniente imaginar o dictar un tipo de ley, denominada Ley de
utilidad.

Por la constitución natural de la trama humana, en la mayoría de las


ocasiones de sus vidas, los hombres han abrazado este principio, sin ser
necesariamente conscientes de ello: si no lo han hecho por el orden de sus
propias acciones, pueden haber aplicado el principio para el juzgamiento de
sus propias acciones, así como de las de otros hombres. Para probar que
cualquier otro principio es incorrecto, se debe mostrar que es un principio
cuyos dictados, en algún punto u otro, difieren de los del principio de
utilidad. Un principio puede ser diferente del de la utilidad de dos maneras,
ya sea por ser opuesto constantemente a él – el principio de ascetismo –, o
por ser a veces opuesto, y a veces no – el principio de simpatía y antipatía.
El principio del ascetismo aprueba o desaprueba cualquier acción, según la
tendencia que parece tener para aumentar o disminuir la felicidad de la
parte cuyo interés está en cuestión, pero en una forma inversa: aprobando
las acciones en la medida en que tienden a disminuir la felicidad y
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desaprobándolas en la medida en que tienden a aumentarla. Hay dos clases


de hombres muy distintos que han abrazado el principio de ascetismo, los
moralistas y los creyentes. Entre los principios adversos al de utilidad, el
que parece tener más influencia actualmente en los asuntos de gobierno, es
el llamado principio de simpatía y antipatía. Éste aprueba o desaprueba
determinadas acciones, no a causa de su tendencia a aumentar o disminuir
la felicidad, sino simplemente porque un hombre se encuentra dispuesto a
aprobar o desaprobar, sosteniendo a la aprobación o desaprobación como
razón suficiente para sí mismo, y negando la necesidad de mirar hacia fuera
para cualquier masa extrínseca. Este principio es más propenso a errar por
el lado de la severidad, aplicándose una sanción no merecida en muchos
casos. La aversión o resentimiento siempre requiere ser regulada por el
principio de la utilidad. De tal forma, el principio de la utilidad no requiere
ni admite cualquier otro regulador de sí misma.

Existen cuatro fuentes desde las que pueden derivar el placer y el dolor:
la física, la política, la moral y la religión. En la medida en que los placeres
y dolores pertenecientes a cada uno de ellos son capaces de dar carácter
vinculante a cualquier ley o norma de conducta, pueden todas ellas
denominar sanciones. Por otra parte, cuando una persona considere por sí
misma el valor de un placer o dolor considerado por sí mismo, se dará en
mayor o menor medida según su intensidad, duración,
certidumbre o incertidumbre, su consanguinidad o lejanía, su fecundidad y
su pureza. Los dolores y placeres pueden ser llamados por una palabra
general: interesantes percepciones, las cuales pueden ser simples o
complejas. Ejemplos de los diversos placeres simples son los placeres de
los sentidos, de la riqueza, de la amistad, de la memoria, entre otros. Por
otro lado, algunos dolores simples son las penas de privación, los dolores de
los sentidos, de la piedad, los dependientes de la asociación, etc.

COMENTARIO CRÍTICO

Luego de haber reflexionado acerca del principio propuesto por Bentham,


se me viene a la mente la relación que tiene con la antigua filosofía griega
del hedonismo, que también sostenía que el deber moral se satisface en el
disfrute de los intereses que buscan el placer. Pero, el hedonismo prescribe
acciones individuales sin referencia a la felicidad general. El utilitarismo
añade al hedonismo la doctrina ética de que la conducta humana tiene que
ser dirigida hacia la maximización de la felicidad del mayor número de
gente.
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Por otro lado, considero que la invocación del autor al principio de utilidad
la elabora como si éste supusiera un modelo universal de comportamiento,
válido para cualquier hombre o mujer, sin importar las diferencias
culturales o políticas. Asimismo, pienso que existe una falacia lógica en la
afirmación de que el interés colectivo es la suma de los intereses de los
individuos; aunque la afirmación pueda ser cierta en muchos casos, no lo es
necesariamente en todos, y se pierden también muchos elementos e
intereses que suceden mediante la interacción con otras personas – a
diferencia del utilitarismo, el interaccionismo simbólico si permite observar
aquellas dinámicas y construcciones de interés colectivo entre sujetos
distintos. En lo que respecta al bienestar, considero que éste no se puede
medir únicamente según la felicidad – el bienestar es subjetivo, por lo que
muchas personas no le dan una importancia primordial a la felicidad. La
felicidad, también, me parece subjetiva; no existe un criterio valido y
científico que pueda medir lo que siente una persona interiormente, por lo
que pienso muy complicada, hasta imposible, una medición cuantitativa de
felicidad.

Respecto al cálculo de la felicidad, considero que existe en él cierta


impersonalidad, al verse como la suma de las felicidades individuales, sin
tener en cuenta quién es la persona y lo que representa para nosotros. Para
un utilitarista lo moralmente correcto es actuar con el criterio de que somos
todos iguales y todos valemos por igual – a lo que no me pongo. Sin
embargo, debido a la importancia que se la da a la suma neta de bienestar,
se deja de lado en su ética las relaciones personales y las obligaciones
especiales que podemos tener con determinadas personas. Por otra parte, la
lectura me deja una interrogante acerca de la ponderación de los placeres, si
es que existe alguna; por ejemplo, si es que deberían recibir los placeres de
la mente más o menos énfasis que los placeres del cuerpo.

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