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Olga Mesa ha compuesto una pieza escénica que funciona como un objeto, o más
bien como una construcción cuidadosamente realizada mediante el agregado de
pequeños pero sólidos objetos. Los objetos son inmateriales, existen sólo cuando el
espectador asume que ya no está ahí para mirar, sino para tocar lo que en su
imaginación se va conformando. La coreógrafa de los ojos cerrados no puede ver y las
imágenes que crea no son para ser vistas: si en la danza conceptual la visión
imaginaria sustituye la inmediatez estética del cuerpo en movimiento, en la “danza a
ciegas” de Olga Mesa, es el tacto imaginario el único sentido que permite un vínculo
directo entre el espectador y el artista.
Desde Daisy Planet Olga Mesa se ha interesado por invitar al público a abandonar la
mirada de quien contempla y compartir con la intérprete la mirada de quien actúa.
Mediante las proyecciones de circuito cerrado, la coreógrafa jugaba a invertir las
miradas: mostrar al espectador la posibilidad de usar el cuerpo para ver y la mirada
para tocar. El recurso a reflejar al espectador en escena se repite en Solo a ciegas,
pero de una manera oblicua, por medio de pequeños espejos dispuestos en los
laterales del escenario. El espectador puede descubrirse a sí mismo nada más llegar
al teatro, o puede tal vez ni darse cuenta de que su imagen está siendo reflejada en
ese espejo. Lo que ocurre en el espacio intermedio es responsabilidad suya.
Los ojos cerrados de la coreógrafa nos anuncian que la suya no será una pieza de
cuerpos que componen imágenes, sino más bien la pieza de un cuerpo que maneja la
luz y el tiempo para componer objetos. Las imágenes son sustituidas por objetos, pero
los objetos son construidos mediante una combinación de inmaterialidad (luz) y
efimeridad (tiempo). La solidez está reservada al cuerpo. Sin embargo, el cuerpo
parece ausente, extrañado, como si actuara independencia de la subjetividad que se le
supone en cuanto cuerpo de autora, desplazada ahora al espacio inmaterial que sólo
con los ojos cerrados el espectador podría compartir.
Mediante los largos oscuros, Olga Mesa fuerza al espectador a cerrar también los
ojos. Por si esto no fuera suficiente, ya al principio del solo su cuerpo obstruye su
cuerpo el chorro de luz que muestra los fragmentos cinematográficos, recuperados de
forma indirecta, oblicua, como la imagen misma del público, y como ésta,
arbitrariamente recortada sobre un espejo. Al interferir con su cuerpo-carne la imagen
cinematográfica, Olga Mesa parece insistir en la materialidad del cine, incluso cuando
el soporte es ya electrónico y su imagen el resultado de una multiplicación de reflejos.
Facultad de Bellas Artes. Camino del Pozuelo, s/n, 16071, Cuenca. Tel. 969 17 91 00 (4517) e-mail: artesescenicas@uclm.es
disciplina, la disciplina conocida (la de nuestra educación como ciudadanos y como
autores o consumidores de experiencias estéticas), la disciplina por conocer (la
bailarina de tango, como víctima de una tortura). La memoria no se muestra en
imágenes: se manifiesta primariamente como eco, como sonidos que retornan:
imposible controlar su estructura, o prever su frecuencia. Las imágenes están ahí,
debemos interpretar su flujo para escuchar. Olga Mesa invita a un juego de silencio, de
referencias cruzadas, de penetración en el otro.
José A. Sánchez
Madrid, 2008
Facultad de Bellas Artes. Camino del Pozuelo, s/n, 16071, Cuenca. Tel. 969 17 91 00 (4517) e-mail: artesescenicas@uclm.es