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2 3 de Alf Onsi N A Kirchner COUTINHO PDF
2 3 de Alf Onsi N A Kirchner COUTINHO PDF
En la Argentina, los presidentes son asistidos por los ministros y el jefe de Ga-
binete de Ministros, pero también por una estructura propia, la presidencia
institucional, que, a pesar de no tener un reflejo formal en la Constitución, ha
persistido a lo largo de las diferentes administraciones. Frecuentemente su-
bestimada, y en general conformada por funcionarios de confianza de los pre-
sidentes, es algo más que un espacio de coordinación y asistencia. Con
características diferenciadas respecto de otras áreas del Ejecutivo y con una
dinámica propia, es una poderosa zona de intermediación con gran influencia
en la dinámica intraejecutivo e intrapartidaria.
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Con el fin de saldar parcialmente esta brecha en la literatura, el objetivo del pre-
sente artículo es contribuir a caracterizar ese espacio, definir sus límites y ex-
plorar algunas hipótesis sobre su funcionamiento e importancia en el proceso
político institucional. Para ello se analizarán las presidencias de Ricardo Alfon-
sín (1983-1989), Carlos Menem (1989-1995 y 1995-1999), Fernando de la Rúa
(1999-2001), Eduardo Duhalde (2002-2003) y Néstor Kirchner (2003-2007)1.
A partir del análisis del papel que la presidencia institucional desempeñó en las
sucesivas administraciones desde 1983, entendemos que la organización de
este espacio y los funcionarios elegidos para ocupar los cargos no solo res-
ponden a las características personales del presidente, sino también a los in-
centivos institucionales para mantener su liderazgo frente a los desafíos que
le presenta el contexto.
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Se excluyen las presidencias interinas posteriores a la renuncia de De la Rúa (2001), en virtud de que no lle-
garon a completar sus gabinetes y equipos de gobierno.
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Sin embargo, para analizar el caso argentino a la luz de este enfoque es nece-
sario tener en cuenta que, a diferencia del presidencialismo estadounidense,
los incentivos para la acción unilateral no se derivan de la debilidad del Ejecutivo
en un esquema de división de poderes ni de la tensión con el Legislativo por el
manejo de la burocracia. El presidencialismo argentino suele ser calificado como
“potencialmente dominante” (Shugart y Carey 1992), con un Ejecutivo que
cuenta con fuertes poderes legislativos y control unilateral sobre el gabinete.
No obstante, el liderazgo presidencial puede ser condicionado por otros facto-
res, como los poderes partidarios del presidente, el sistema de partidos, el fe-
deralismo (Mustapic 2000; 2005) y la propia dinámica intraejecutivo.
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Entre muchos otros ver Moe (1985); Moe y Caldwell (1994); Howell (2003); Lewis (2005).
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El cargo de jefe de Gabinete fue creado por la reforma constitucional de 1994.
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En primer lugar, para abordar la presidencia institucional como una entidad di-
ferenciada del Poder Ejecutivo, resulta necesario establecer sus límites. Para
ello propongo realizar una distinción analítica entre dos subsistemas del Eje-
cutivo que presentan rasgos diferenciados: el subsistema gabinete y el sub-
sistema presidencia institucional.
Cabe advertir que fijar un límite para definir las unidades que componen este
núcleo es una tarea compleja y hasta puede resultar arbitraria. En primer lugar,
la distinción se realiza sobre la base de las reglas formales que regulan la dis-
tribución de competencias entre las oficinas. Sin embargo, no se puede des-
conocer que otros funcionarios, incluso ministros o el propio jefe de Gabinete,
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Aunque la Constitución de 1994 incorporó la moción de censura para el jefe de Gabinete de Ministros, esta
requiere la mayoría absoluta de ambas Cámaras.
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Para un análisis sobre el jefe de Gabinete, ver entre otros Serrafero (2003) y Novaro (2000).
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Se excluye la Casa Militar ya que, desde la recuperación de la democracia, sus responsabilidades en torno al
presidente han ido disminuyendo, limitándose a su seguridad, el ceremonial militar y la provisión de medios
aéreos. También omitimos a los asesores presidenciales, los consejos y los organismos descentralizados de-
pendientes del presidente.
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Pero entre estos dos subsistemas hay una zona gris ocupada por lo que hemos
denominado “secretarías ministeriables” (Coutinho 2008). Se trata de secreta-
rías que dependen directamente del presidente y que, por sus competencias,
podrían constituir ministerios o integrar alguno de ellos, pero que por diferentes
motivos se integran en el espacio presidencial, como Cultura, Desarrollo Social,
Recursos Naturales y Deportes, entre muchas otras. Estas unidades han variado
notablemente en cantidad y funciones a lo largo del tiempo, como se observa
en la tabla 1, y los motivos por los que fueron creadas obedecen a causas dife-
rentes de las del núcleo central, como analizaremos más adelante.
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La presidencia institucional
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Unidad Presidente
Secretaría de Inteligencia
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La comunicación presidencial
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Comité Federal de Radiodifusión. Entre 1999 y 2001 dependió de la Secretaría General de la Presidencia.
Desde 2009, tras la sanción de la Ley 26522, fue reemplazado por la Autoridad Federal de Servicios de Co-
municación Audiovisual (AFSCA), organismo descentralizado y autárquico.
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SEDRONAR, Secretaría para la Lucha contra la Drogadicción y el Narcotráfico.
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La Constitución Nacional establecía ocho ministerios.
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Tabla 2
Designaciones en la presidencia institucional, las secretarías ministeriables y el gabinete
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En primer lugar, y tal como ocurre en el caso de los gabinetes, los funciona-
rios de la presidencia institucional son mayoritariamente partidarios. La pro-
porción de integrantes independientes o apartidarios apenas supera en
promedio el 11% desde 1983. Los pocos casos registrados se concentran en
las administraciones de Alfonsín y de Menem. En el primero de los casos, los
funcionarios independientes ocuparon cargos de perfil técnico (la Secretaría de
Planificación y la de Gabinete). En los dos períodos de Menem, en cambio,
los independientes ocuparon funciones tan diversas como la Secretaría de In-
teligencia, la de Medios de Comunicación o la de Planeamiento Estratégico,
aunque eran personas cercanas a su entorno. Por otra parte, puede apreciarse
también que en las secretarías ministeriables la proporción de independientes
es mayor, demostrando un patrón diferenciado de designación en el cual la
pertenencia partidaria parece revestir menor importancia.
El segundo caso excepcional, pero esta vez en el núcleo central, se registró du-
rante la presidencia de De la Rúa. Si bien en su inicio estuvo conformada por
funcionarios de origen radical y de su círculo más íntimo, a partir de la renun-
cia del vicepresidente y de la crisis de la coalición, en cuatro oportunidades
los titulares de la Secretaría General de la Presidencia fueron dirigentes ajenos
al entorno presidencial e incluso a su partido.
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Tabla 3
Estabilidad de los funcionarios de la presidencia institucional. Comparación con el gabinete (en días)
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Debe tenerse en cuenta que este caso resulta de incorporar a la Secretaría de Planificación y a la de Gabi-
nete en la presidencia institucional.
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casos su composición reflejó alianzas con otros sectores y partidos sin llegar
a ser estrictamente gobiernos de coalición. Estas incorporaciones ajenas al
partido introdujeron tensiones dentro del Ejecutivo, y la presidencia institu-
cional ofició como una zona de reserva del presidente que, en el marco de los
incentivos a la autonomía, le permitió compensar algunas limitaciones que pro-
venían tanto de la conformación del gabinete como de la relación con el par-
tido oficial.
Raúl Alfonsín era el líder indiscutido del radicalismo y presidente del partido.
Pero, a pesar de ser un factor aglutinante, y con el partido subordinado al Eje-
cutivo, el radicalismo estaba lejos de ser un colectivo cohesionado. Convivían di-
ferentes corrientes que expresaban posiciones programáticas divergentes frente
a las principales cuestiones que el gobierno tuvo que enfrentar, como la militar
y la de la política económica. Al iniciar su presidencia convocó para los principa-
les cargos del gabinete a dirigentes históricos que pertenecían a su facción, el
Movimiento de Renovación y Cambio; luego adquirió protagonismo la Junta Co-
ordinadora Nacional. Avanzada la gestión, y frente al deterioro de la situación
económica y la necesidad de implementar un plan estabilizador, se vio obligado
a realizar designaciones compensatorias entre las distintas facciones, al mismo
tiempo que ingresaron técnicos e independientes sin militancia previa. Esta úl-
tima estrategia de reclutamiento, ajena a la tradición radical, generó fuertes
cuestionamientos internos y conflictos intrapartidarios e intraejecutivo (Delgado
2003; De Riz y Feldman 1991). Los conflictos internos se agudizaron al ritmo
del deterioro económico y del fracaso del plan estabilizador.
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11 Además, el equipo económico no tuvo control de su staff, y en las segundas líneas continuaron los funcio-
narios alineados con Grinspun (De Riz y Feldman 1991; Machinea 1990).
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Por ejemplo Alberto Kohan, secretario general de la Presidencia, quien fue caracterizado por el ministro de
Economía Domingo Cavallo como un “embajador en las sombras” (Página 12, 4 de octubre, 2005).
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14La designación del ministro de Economía, un candidato de consenso entre los distintos sectores aliancis-
tas, fue compensada con una «reserva ortodoxa» de economistas más afines al presidente, que incluyó a
Juan José Llach en Educación, Adalberto Rodríguez Giavarini en Relaciones Exteriores, Ricardo López Murphy
en Defensa y, en la Presidencia, a Fernando de Santibañes en la SIDE.
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liares -su hermano fue secretario general de la Presidencia- ajenos a las es-
tructuras partidarias. Pero, a partir de la renuncia del vicepresidente, De la Rúa
utilizó puestos centrales de la Presidencia -especialmente la Secretaría Gene-
ral- para designar a representantes de una coalición ya desdibujada con el fin
de demostrar la continuidad de la Alianza14. Solo hacia el final de su gestión vol-
vió a recurrir a un hombre de su entorno.
14 Uno de ellos, Ricardo Mitre, del Frepaso y aliado de Álvarez, sostuvo: “Puedo decir que el hecho de que un
hombre del Frepaso ocupe la Secretaría General es el símbolo del compromiso del Frepaso con la Alianza” (La
Nación, 10 de marzo, 2001).
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Obras Públicas quedó a cargo de un asesor presidencial, Hugo Toledo.
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A pesar de haber sido electo con solo el 22% de los votos en la elección pre-
sidencial de 2003, después de que Carlos Menem renunciara a participar en
la segunda vuelta, la presidencia de Néstor Kirchner suele ser caracterizada
como concentrada (Levitsky y Murillo 2008).
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Roberto Lavagna en Economía, Ginés González García en Salud, José Pampuro en Defensa y Aníbal Fer-
nández en Interior.
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La transversalidad alude en forma general a la convocatoria que el Gobierno realizó a dirigentes de sectores aje-
nos al justicialismo, como movimientos sociales, partidos de centroizquierda y la UCR, que luego se coronó con
la fórmula Cristina Fernández de Kirchner-Julio Cobos (perteneciente a la UCR) en la elección de 2007.
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Como ocurrió durante la gestión del ministro de Economía Roberto Lavagna, proveniente del equipo del
expresidente Duhalde.
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Reflexiones finales
Uno de los objetivos propuestos en este trabajo ha sido saldar, al menos par-
cialmente, la ausencia de literatura e investigación sobre la presidencia insti-
tucional en la Argentina. Con el análisis de cómo ha evolucionado desde 1983
la organización y configuración del espacio más próximo al presidente, se
puede concluir que este conjunto de organizaciones, aun sin estar centraliza-
das a la manera de la Oficina Ejecutiva del presidente de los Estados Unidos,
ha persistido como un espacio de coordinación y asistencia presidencial, con
características propias y diferenciadas respecto de otros subsistemas del Eje-
cutivo, como el gabinete de ministros.
Mientras que el gabinete de ministros puede reflejar las alianzas partidarias, in-
trapartidarias o sectoriales que se generan a lo largo de una gestión presiden-
cial, la presidencia institucional parece responder a su propia dinámica. Los
patrones de designación en el período analizado demuestran que sus titulares
pertenecen mayoritariamente al partido del jefe de Estado. Son funcionarios
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En este trabajo se sostiene que los presidentes tienen fuertes incentivos para
garantizarse autonomía y estructuras que les permitan imponer su agenda. A
pesar de los fuertes poderes de los que está dotado el presidente en la Ar-
gentina, esta autonomía puede verse desafiada no solo por la pugna entre po-
deres o entre gobierno y oposición, sino por la propia dinámica intraejecutivo.
Con las diferencias que cada caso presenta, se podría señalar que la presi-
dencia institucional fue, desde la recuperación de la democracia en 1983, una
zona de reserva para la autonomía presidencial. Esto es más evidente frente
a circunstancias en las cuales los presidentes designaron a funcionarios de
otros partidos -aun cuando no se trataran de gobiernos de coalición-, inde-
pendientes o pertenecientes a una facción distinta de la del presidente. Las
tensiones en torno a los ministros de Economía podría ser un ejemplo de esta
tendencia que parece repetirse en todas las administraciones.
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