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Mitos y simbolos de la India Edicién de Joseph Campbell El libro se inicia con el comentario de Heinrich Zimmer a Penton om tee Ce cm EM Cs Cm Ce ote constructor de un palacio infinito, en el que tiempo y espacio desbordan todos los limites para sumergir al lector en el ritmo y las perspectivas inmensas de los ciclos césmicos. El placer por narrar que experimentaba Zimmer, Pe a ena Ce ee a ee eh ee Ce SC eC eC eee CMCC meee indélogo aleman, una de las escasas personas que Carl Gustav Jung juzg6 dignas de aparecer en su Autobiografia. Los comentarios de Zimmer acerca del arte indio, leno de voluptuosidad y dinamismo contrastantes a primera vista Pe te eet eet OM mene cy Come Cnt la éptica del maya, juego de apariencias y de ilusiones, integrantes con todo de la vida del hombre en este mundo. Heinrich Zimmer (1890-1943), uno de los mas eminentes mitélogos de nuestra época, fue profesor de Indologia en la Universidad de Heidelberg. Su claro antinazismo y su matrimonio con la hija del escritor judio Hugo von Hofmannsthal, le obligaron a emigrar en 1938. Ensefié en Oxford y luego en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos. Fue amigo muy cereano de Jung, y uno de sus més grandes admiradores fue Thomas Mann, quien le dedicé su novela Las cabezas trocadas. Murié de neumonia en 1943, dejando inédito el texto de Mitos y simbolos de la India, que se encargé de preparar y publicar el mitélogo Joseph Campbell. El Arbol del Paraiso RO men Cay Beem cay eee oR CeCe ey Anne Baring y Jules Cashford Smee CtC Ty Walter F. Otto ee eon nee Drea Sa Te ems Cy Victoria Cirlot eee ener td Angelus Silesius ne Tons Wendy Doniger Sem mec Emanuela Kretzulesco-Quaranta amore) Moshe Idel Sse oan ead Margarita Porete See CEN ne tert) Macrobio See eM crc Tir Robert M. Torrance eee onic) Karl Kerényi Se RSMO ten ae ted Henri-Charles Puech See Mr Cmts Michel de Certeau _ Abandono de la discusion Nag rjuna Pe eC emo moc Douglas Burton-Christie 53 Misticos bizantinos (siglos x1I-xv) Teepe rte) Beem ete oe aCe olay Francois Cheng Lo demoniaco en el arte Enrico Castelli See e weet Michel Hulin ee eCard Michel Henry Reece aes tra Raimon Arola La mirada interior Victoria Cirlot y Blanca Gari Heinrich Zimmer Mitos y simbolos de la India Edicion de Joseph Campbell Traduccién del inglés de Francisco Torres Oliver El Arbol del Paraiso Ediciones Siruela edicién: noviembre de 1995 42 edicién: junio de 2008 Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicacién puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningtin medio, ya sea eléctrico, quimico, mecinico, dptico, de grabacién o de forocopia, sin permiso previo del editor Titulo original: Myths and Symbols in Indian Art and Civilization En cubierta: Siva, Seftor de la Danza; bronce del sur de la India (siglos x-xt d. C.) Coleceién dirigida por Victoria Cirlot y Amador Vega (para este titulo con Jacobo Siruela) Disefo grafico: Gloria Gauger © Bollingen Foundation, Washington D. C., 1946 © De la traduccién, Francisco Torres Oliver © Ediciones Siruela, S. A., 1995, 2008 e/ Almagro 25, ppal. dcha. 28010 Madrid. Tel.: + 34 91 355 57 20 Fax: + 3491 355 22 01 sirucla@sirucla.com www.siruela.com ISBN: 978-84-7844-291-1 Depésito legal: M-29.480-2008 Impreso en Anzos, S. L. Printed and made in Spain Indice Prélogo Joseph Campbell Mitos y simbolos de la India 1. Eternidad y tiempo El Desfile de las Hormigas La rueda del renacimiento La sabiduria de la vida ll. Mitologia de Visnu La Maya de Visnu Las aguas de la existencia Las aguas de la no-existencia La Maya en el arte indio ul. Los guardianes de la vida La serpiente, sostenedora de Visnu y del Buda Las divinidades y sus vehiculos La serpiente y el pajaro Visnu como vencedor de la serpiente El loto El elefante Los rios sagrados 13 13 21 28 33 33 36 44 60 65 65 73 77 81 93 104 110 Iv. El deleite césmico de Siva La «forma fundamental» y las emanifestaciones alegres» El fenémeno de la forma en expansién Siva-Sakti El Gran Seftor La danza de Siva El Rostro de Gloria El Destructor de las Tres Ciudades v. La Diosa El origen de la Diosa La Isla de las Joyas vi. Conclusion Notas Indice analitico Ilustraciones 123 123 128 135 144 147 168 176 179 179 186 205 2a 225 245 Prologo La muerte de Heinrich Zimmer (1890-1943) a los dos afios de su le- gada a Estados Unidos, a causa de una stibita pulmonia, supuso una gran pérdida. Estaba en los comienzos de lo que habria sido el periodo mas fe- cundo de su carrera. Ha dejado dos cajones repletos de notas y documen- tos que atestiguan la rapida maduracién de sus proyectos. Tenia mds o menos mecanografiadas y ordenadas las conferencias que habia estado dando en la Universidad de Columbia, para convertirlas en libro; habia completado medio volumen sobre medicina hindé; habia esbozado una introduccién al estudio del sanscrito; habia empezado una obra de divul- gacién sobre mitologia. Insertos entre las paginas de su biblioteca y de sus ficheros habia papeles garabateados en alemén, inglés, sAnscrito y francés sugiriendo articulos que escribir, trabajos de investigacién que realizar, incluso visitas que efectuar a determinados lugares de la India en cuanto acabara la guerra. Se habia adaptado con rapidez al modo de vida de su nuevo pais y estaba deseoso de contribuir al incremento de su patrimonio intelectual. Pero apenas habia acabado de encontrar su ritmo, enfermé de repente y fallecié a los siete dias. Inmediatamente, emprendimos la tarea de rescatar del olvido el ma- yor numero posible de sus trabajos interrumpidos. Mitos y simbolos de la India es una reelaboracién del curso que dio en la Universidad de Co- lumbia durante el invierno de 1942. Las notas mecanografiadas las habia complementado en clase coif'ampliaciones improvisadas, y las habia ilustra- do con mis de doscientas diapositivas. Transformar todo esto en libro ha supuesto recomponer, reordenar, resumir y ampliar de manera importan- te. Gran parte del material utilizado para esta reconstruccién lo ha pro- porcionado el recuerdo de conversaciones con el doctor Zimmer. Cuando ha faltado esa ayuda, he acudido a las autoridades mas reconocidas. El doctor Ananda K. Coomaraswamy me ha facilitado amablemente varias notas adicionales para completar la obra. Dichas notas van entre cor- chetes y firmadas con sus iniciales, AKC; sin duda habrian merecido la aprobacién del doctor Zimmer. Agradezco asimismo al doctor Coomaras- wamy la ilustracién de la figura 33, y sus miltiples correcciones al texto. Como el doctor Zimmer no necesitaba Ienar sus escritos personales de notas, referencias y fichas bibliograficas, imprescindibles en la publica~ cién de un libro, averiguar la procedencia de los numerosos mitos e ilus- traciones ha sido una tarea complicada, Quiero dar las gracias a la doc- tora Marguerite Block, de la Universidad de Columbia, por haberme ayudado a seleccionar, ordenar e identificar las ilustraciones, y haber lei- do el primer borrador del manuscrito; al doctor Nasli Heeramaneck y su esposa, por haber hecho posible que averiguara la procedencia de muchas fotografias; al doctor David Friedman, anteriormente de la Universidad de Leiden, por haberme dirigido con sus sugerencias a los originales sins- critos de varios mitos; y a la sefiora Peter Geiger, que ha realizado gran parte del trabajo de investigacién, ha trabajado en el manuscrito y las pruebas, y se ha encargado de un sinfin de detalles engorrosos. Swami Nikhilananda ha puesto su biblioteca a nuestra disposici6n y nos ha ayu- dado con sus consejos. La sefiora Margaret Wing ha revisado los dos il- timos borradores del manuscrito, ha preparado el indice y ha echado una mano en las pruebas. Sin la generosa cooperacién de todos estos amigos, este trabajo no se habria levado a cabo. Joseph Campbell Nueva York, 28 de octubre de 1945 10 Mitos y simbolos de la India Eternidad y tiempo El Desfile de las Hormigas Indra maté al dragén, titin gigantesco que se ocultaba en las monta- fas en forma de nube serpiente y retenia cautivas en su vientre las aguas del cielo. El dios arrojé un rayo al centro de sus pesados anillos, y el monstruo salté en pedazos como un montén de juncos secos. Se libera- ron las aguas, y se desparramaron en franjas sobre la tierra para correr de nuevo por el cuerpo del mundo. Este diluvio es el diluvio de la vida y pertenece a todos. Es la savia del campo y del bosque, la sangre que circula por las venas. El monstruo se habia apropiado del bien comin, hinchando su cuerpo egoista y codicio- so entre el cielo y la tierra; pero ahora ha muerto. Han vuelto a manar los dioses han vuelto los jugos. Los titanes se han retirado al submundo; ala cima de la montafia central de la tierra para reinar desde las alturas. Durante el periodo de supremacia del dragén se habian ido agrietan- do y desmoronando las mansiones de la excelsa ciudad de los dioses. Lo primero que hizo Indra ahora fue reconstruirlas. Todas las divinidades del cielo lo aclamaron como su salvador. Llevado de su triunfo, y consciente de su fuerza, llamé a Viévakarman, dios de los oficios y las artes, y le or- dené que erigiese un palacio digno del inigualable esplendor del rey de los dioses. Vigvakarman, genio milagroso, logré construir en un solo aiio una es- pléndida residencia, con palacios y jardines, lagos y torres. Pero a medi- da que avanzaba su trabajo, las demandas de Indra se volvian mis exigen- tes y las visiones que revelaba més vastas. Pedia terrazas y pabellones 13 adicionales, més estanques, mas arboledas y parques. Cada vez que Indra se acercaba a elogiar los trabajos, daba a conocer visiones tras visiones de maravillas que atin quedaban por realizar. Asi que el divino artesano, desesperado, decidié pedir auxilio arriba, y acudié a Brahm, creador de- miurgo, encarnacién primera del Espiritu Universal que habita muy arri- ba, lejos de la tumultuosa esfera olimpica de la ambicién, la lucha y la gloria. Cuando Visvakarman se present en secreto ante el altisimo trono y expuso su caso, Brahma consolé al solicitante. Pronto serés liberado de esa carga —dijo-. Vete en paz. Acto seguido, mientras Visvakarman bajaba presuroso a la ciudad de Indra, subié Brahma a una esfera atin ms alta. Se presenté ante Visnu, el Ser Supremo, de quien él mismo, Creador, era mero agente. Visnu escu- ché con beatifico silencio, y con un mero gesto de cabeza le hizo saber que la peticién de Visvakarman seria satisfecha. A la mafiana siguiente aparecié ante las puertas de Indra un jovenci- simo brahmin con el bastén de peregrino, y pidié al guardian que anun- ciase su visita al rey. El centinela corrié a avisar a su sefior, y éste acudid a recibir en persona al auspicioso huésped. Era un nifio delgado, de unos diez afios, resplandeciente de sabiduria. Indra lo descubrié entre la mul- titud de chicos que miraban embelesados. El nifio saludé al anfitrién con una mirada dulce de sus ojos negros y brillantes. El rey incliné la cabeza ante el nifio santo, y el nifio le dio alegre su bendicién. Se retiraron los dos al gran saln de Indra, y alli el dios dio ceremoniosamente la bienve- nida a su invitado, con ofrendas de miel, leche y frutos. Y dijo a con- tinuacién: —jOh, venerable nifio, dime el objeto de tu visita! El hermoso nifio contest6 con una voz que era profunda y suave co- mo el trueno lento de las nubes prometedoras de lluvia: —jOh, Rey de los dioses, he ofdo hablar del poderoso palacio que es- t4s construyendo, y he venido a exponerte las preguntas que me vienen 14 «4 la cabeza. ¢Cudntos afios hardn falta para completar esta rica ¢ inmensa tsaulencia? 3Qué nuevas proezas de ingenieria se prevé que lleve a cabo Viswakarman? jOh, el més Alto de los Dioses ~el semblante del nifio lu- inmoyo esboz6 una sonrisa bondadosa, apenas perceptible, ningiin Indra wterior ha conseguido completar un palacio como el que va a ser el tuyo! mbriagado de triunfo, al rey de los dioses le divirtid la pretension de rate nifio de saber sobre los Indras anteriores a él. Con una sonrisa pater- nal, le pregunté: Dime, criatura, has visto ti muchos Indras y ViSvakarmans... o has uido hablar siquiera de ellos? El maravilloso huésped asintié con aplomo. Desde luego; he visto muchos ~su voz era célida y dulce como la le- the de vaca recién ordefiada; pero sus palabras hicieron correr un frio len to por las venas de Indra-. Hijo mio —prosiguié el nifio-, yo he cono- cido a tu padre Kagyapa, el Anciano Tortuga, sefior y progenitor de todos los seres de la tierra. Y he conocido a tu abuelo Marici, Rayo de Luz Ce- lestial, hijo de Brahma. Marici fue engendrado por el espiritu puro del dios Brahma; su riqueza y su gloria fueron su santidad y su devocién. Y también conozco a Brahmi, al que Visnu hace salir del caliz del loto na- vido de su ombligo. Y al propio Visnu, el Ser Supremo que sostiene a Brahmi en su labor creadora, lo conozco también. »Oh, Rey de los Dioses, yo he conocido la disolucién espantosa del universo. He visto perecer a todos una y otra vez, al final de cada ciclo, momento terrible en que cada 4tomo se disuelve en las aguas puras y primordiales de la eternidad de donde habian salido originalmente. Asi, pues, todo regresa a la infinitud insondable y turbulenta del océano cubierto de absoluta negrura y vacio de todo vestigio de seres animados. Ah, zquién puede calcular los universos que han desaparecido o las crea~ ciones que han surgido, una y otra vez, del abismo informe de las aguas inmensas? ¢Quién contar los siglos efimeros del mundo segiin se van su- cediendo interminablemente? Y quién enumerar los universos que hay 15 en la infinita inmensidad del espacio, cada uno con su Brahmi, su Visnu y su Siva? ¢Quién decir los Indras que hay en ellos, los Indras que reinan a la vez en los innumerables mundos, los que desaparecieron antes de que éstos surgieran, y los que se suceden en cada linea, remontandose a la divina realeza, uno tras otro, y, uno tras otro, desapareciendo? Oh, Rey de los Dioses, hay entre tus siervos quien sostiene que es posible contar los granos de la arena que hay en la tierra y las gotas de la Iluvia que cae del cielo, pero que jamas pondra nadie niimero a todos esos Indras. Eso es lo que saben los Sabios. »La vida y reinado de un Indra dura setenta y un eones; y cuando han expirado veintiocho Indras, ha transcurrido un Dia y una Noche de Brahmi. Pero la existencia de un Brahma, medida en Dias y Noches de Brahmi, es sdlo de ciento ocho afios. Brahma sucede a Brahma; desapa- rece uno y surge el siguiente; no se pueden contar sus series intermi- nables. El niimero de Brahmis no tiene fin... por no hablar del de In- dras. »Pero quién puede calcular el namero de universos que hay en un momento dado, cada uno albergando un Brahma y un Indra? Mas alla de la vision mis lejana, apretujandose en el espacio exterior, los universos vienen y se van, formando una hueste interminable. Como naves delica~ das, flotan en las aguas insondables y puras que son el cuerpo de Visnu. De cada poro de ese cuerpo borbotea e irrumpe un universo, ;Puedes ti presumir de contarlos? ;Puedes contar los dioses de todos esos mundos... de los mundos presentes y pasados?» Una procesién de hormigas habia hecho su aparicién en la sala duran- te el discurso del nifio. En orden militar, formando una columna de cua- tro metros de anchura, la tribu avanzaba por el suelo. El nifio reparé en ellas; callé y se quedé observandolas; luego solt6 una asombrosa carca- jada, pero acto seguido se abismé en mudo y pensativo silencio. —gDe qué te ries? -tartamudeé Indra. ;Quién eres ti, ser misterioso, bajo esa engafiosa apariencia de nifio? -el orgulloso rey sentia secos los 16 lubios y la garganta; y su voz siguid repitiendo entrecortada—: ;Quién eres tu, Océano de Virtudes, envuelto en bruma ilusoria? El asombroso nifio prosigui -Me han hecho reir las hormigas. No puedo decir el motivo. No me judas que lo desvele. Ese secreto encierra la semilla del dolor y el fruto ie la sabiduria. Es el secreto que abate con un hacha el Arbol de la vani- dud mundana, y corta sus raices y desmocha su copa. Ese secreto es una lampara para los que andan a tientas a causa de la ignorancia. Ese secreto xc halla enterrado en la sabiduria de los siglos y rara vez se revela siquie- 1a a los santos. Ese secreto es el aire vital de los ascetas que renuncian a la existencia mortal y la trascienden; pero a las personas mundanas, engafia- clas por el deseo y el orgullo, las destruye. El nifio sonrié y se quedé callado. Indra le miré, incapaz de moverse. ~jOh, hijo de brahman —suplicé el rey a continuacién, con nueva y visible humildad—, no sé quién eres. Pareces la encarnacién de la Sabidu- ria, Revélame ese secreto de los tiempos, esa luz que disipa las tinieblas. Requerido de este modo, el nifio enseiié al dios la oculta sabiduri -He visto, oh Indra, cémo desfilan las hormigas en larga procesién. Cada una fue un Indra en otro tiempo. Al igual que ti, cada uno, en vir tud de piadosas acciones pasadas, ascendié al rango de rey de los dioses. Vero ahora, tras multitud de renacimientos, cada uno se ha convertido otra vez en hormiga. Ese ejército es un ejército de antiguos Indras. »La piedad y las acciones sublimes elevan a los habitantes del mundo al reino glorioso de las mansiones celestiales, 0 a los dominios superiores de Brahmi y de Siva, y a la esfera mas alta de Visnu; pero las acciones re- probables los hunden en mundos inferiores, en abismos de suftimiento y dolor que implican la reencarnacién en pajaros o sabandijas, o renacer del vientre de cerdos y de animales salvajes, o entre los Arboles o los insectos. Por sus acciones merece uno la felicidad 0 el sufrimiento, y se convierte en esclavo o en sefior. Por sus acciones alcanza uno el rango de rey o de brahmin, o de algdan dios, o de un Indra o un Brahma. Y merced a sus 17

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