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LOS EVENTOS NARRADOS EN ESTE LIBRO SON REALES.

NOMBRES Y LUGARES HAN SIDO CAMBIADOS PARA PROTEGER A


LOS DE LORIEN QUE PERMANECEN ESCONDIDOS.

EXISTEN OTRAS CIVILIZACIONES.


ALGUNAS DE ELLAS BUSCAN DESTRUIRNOS.
LIBRO SEXTO DE LOS LEGADOS DE LORIEN
Este es el día por el que hemos estado entrenando.
Hemos pasado años peleando contra los
Mogadorianos en secreto, evitando que el mundo
supiera la verdad acerca de nuestra guerra, pero
ahora todo eso ha cambiado.

Sus naves han invadido la Tierra, y si no


encontramos la forma de detenerlos ahora, los
humanos pueden sufrir el mismo destino que
nuestra gente: la aniquilación.

Desearía poder estar con John en el frente de


batalla en Nueva York, pero estoy esperando,
suplicando, que la llave de nuestra supervivencia se
encuentre dentro del Santuario. Este lugar es donde
los Ancianos querían que viniéramos cuando
tuviésemos la edad. Este era su plan para nosotros.
Hay un poder que ha permanecido escondido aquí
bajo la tierra durante generaciones. Un poder que
puede salvar el mundo o destruirlo. Y lo hemos
despertado.

Mataron al Número Uno en Malasia.


Al Número Dos en Inglaterra.
Al Número Tres en Kenia.
Y al Número Ocho en Florida.

Soy la Número Seis, pero nuestros números ya no


importan.

Porque ahora ya no somos los únicos con Legados.


TRADUCCIÓN POR:

Ellos Caminan Entre Nosotros


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Lorics Latinoamérica
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La puerta delantera tiembla. Lo hace siempre, cada vez que la
puerta de seguridad metálica desciende para cerrarse, incluso
desde que se mudaron al apartamento en Harlem tres años
atrás. Entre la entrada principal y las paredes finas como el
papel, siempre están al corriente de las idas y vueltas del
edificio entero. Silencian el televisor para escuchar; una chica
de 15 años y un hombre de 57, hija y padrastro, que raramente
se ven a los ojos, pero quienes han puesto sus muchas
diferencias a un lado para observar la invasión alienígena. El
hombre ha pasado gran parte de la tarde mascullando
oraciones en español, mientras la adolescente ha visto las
noticias con asombro sumida en silencio. Le parece una
película, tanto así que el miedo no se ha colado realmente por
ella. La joven se pregunta si el atractivo chico de cabello rubio,
que intentó luchar contra el monstruo, está muerto. El
hombre se pregunta si la madre de la chica, una mesera en un
pequeño restaurante fuera de la ciudad, sobrevivió al ataque
inicial.
El hombre silencia el televisor para así poder escuchar lo
que ocurre afuera. Uno de sus vecinos sube a tropezones por
las escaleras, pasa de su piso gritando todo el camino: —
¡Están en el bloque! ¡Están en el bloque!
El hombre chasquea los dientes con incredulidad.
—Este amigo está perdido. Esos monstruos pálidos no se
molestarán en pasar por Harlem. Estamos a salvo aquí. —Le
asegura a la chica.
Enciende el volumen otra vez. La joven no está segura de
que él esté en lo correcto. Ella se desliza hacia la puerta y
observa por la mirilla. Afuera, el pasillo está oscuro y vacío.
Como el centro de la ciudad detrás de ella, la reportera
de la televisión parece hecha polvo. Tiene tierra y cenizas por
todo el rostro, y rastros de lo mismo en su cabello rubio. Hay
una mancha de sangre seca en su boca, donde debería llevar
lápiz de labios. La reportera luce como si apenas pudiera
conservar la compostura.
—Reiteramos. El ataque inicial parece haber disminuido,
—dice, con voz temblorosa. El hombre la escucha con
atención—. L-los... Los Mogadorianos, han tomado las calles
en masa y parecen estar, ah, tomando prisioneros, además
hemos presenciado otros actos furtivos de violencia a l-la... la
menor provocación.
La reportera ahoga un sollozo. Detrás de ella hay cientos
de extraterrestres pálidos uniformados marchando por las
calles. Algunos de ellos giran la cabeza y apuntan sus vacíos
ojos negros hacia la cámara.
—Jesucristo. —Dice el hombre.
—De nuevo, reiteramos, estamos-eh... estamos siendo
autorizados a trasmitir. L-los... los invasores al parecer nos
quieren aquí...
Escaleras abajo la puerta tiembla de nuevo. Hay un
chirrido de metal desgarrándose y un gran estruendo. Alguien
no tenía una llave. Alguien necesitaba derribar la puerta del
todo.
—Son ellos. —Dice la chica.
—Cierra la boca—responde el hombre. Silencia el
televisor de nuevo—. Es decir, mantente en silencio.
Escuchan fuertes pisadas subiendo por las escaleras. La
joven retrocede lejos de la mirilla cuando escucha otra puerta
siendo derribada. Los vecinos del piso inferior empiezan a
gritar.
—Escóndete—le dice el hombre—. Hazlo.
Los puños del hombre se aprietan sobre el bate de
béisbol, sacado del armario de la sala, cuando la nave
alienígena nodriza apareció en el cielo. Se desliza más cerca
de la puerta temblando, colocándose a lado de ella, de
espaldas a la pared. Puede escuchar el ruido del pasillo. Un
fuerte estruendo, la puerta de su vecino ha sido arrancada de
sus goznes, palabras ásperas en un brutal inglés, gritos, y
finalmente el sonido como de un relámpago comprimido
siendo disparado. Han visto las armas de los alienígenas en la
televisión, observando con asombro los chisporreantes rayos
azules que disparan.
Los pasos se acortan, deteniéndose afuera su temblante
puerta. Los ojos del hombre están abiertos, sus manos
aferrándose al bate. Él se da cuenta de que la chica no se ha
movido. Está congelada.
—Despierta estúpida. —Chasquea—. Largo.
Señala con la cabeza la ventana de la sala. Está abierta, la
salida de emergencia esperando afuera.
La joven odia cuando la llama estúpida. Sin embargo,
por primera vez en lo que puede recordar, hace lo que su
padrastro le dice. Ella escala por la ventana de la misma
manera que se ha escapado de ese apartamento muchas veces
antes. La chica sabe que no debería ir sola. Su padrastro
debería huir, también. Da media vuelta en las escaleras de
incendios para llamarlo y está buscándolo en el apartamento
cuando la puerta es derribada.
Los aliens son mucho más feos en persona que en
televisión. Su peculiaridad congela a la joven en su camino.
Observa con fijeza la piel pálida del primero en pasar por la
puerta, sus ojos negros sin pestañear y sus extraños tatuajes.
Hay cuatro extraterrestres en total, cada uno de ellos
armados. Es el primero quien se percata de la chica en las
escaleras de incendios. Detiene sus pasos, levanta el arma al
nivel de ella.
—Ríndete o muere —dice el extraterrestre.
Un segundo después, el padrastro de la niña golpea el
extraterrestre en la cara con su bate. Es un poderoso golpe, el
anciano se ganaba la vida como mecánico así que tiene
antebrazos gruesos conseguidos con 12 horas de trabajo al
día. Hace un agujero en la cabeza del alíen y este se
desmorona en cenizas.
Antes de que su padrastro pueda regresar el bate sobre
su hombro, el alienígena más cercano le dispara en el pecho.
El hombre es lanzado hacia atrás en el apartamento, sus
músculos se tensan, su camisa arde en llamas. Se estrella
contra la mesa de café, rueda sobre los vidrios rotos
deteniéndose en la ventana entrecerrando los ojos hacia la
chica.
—¡Corre!—Su padrastro de alguna forma encuentra la
fuerza para gritar—. ¡Corre, maldita sea!
La adolescente se lanza hacia abajo por la salida de
incendios. Cuando llega a las escaleras, escucha disparos en
su apartamento. Trata de no pensar en lo que eso significa.
Un rostro pálido asoma la cabeza por la ventana y la toma
como el objetivo de su arma.
Deja atrás las escaleras, dejándose caer en el callejón
más abajo, justo cuando el aire a sus alrededor se pone
vibrante. El bello de sus antebrazos se levanta y la joven
puede decir que hay electricidad corriendo por el metal de las
escaleras. Pero está ilesa. El alíen la ha perdido.
La adolescente salta sobre algunas bolsas de basura y
corre a la entrada del callejón, mira escondida desde la
esquina la calle donde creció. Hay un grifo contra incendios
lanzando agua en el aire, que le recuerda las fiestas de verano
del edificio. Ve un camión de correos volcado, con el capote
echando humo, como si fuera a explotar en cualquier
momento. Más abajo de la cuadra, estacionada en medio de la
calle, la joven ve la nave de los extraterrestres, una de las
muchas que ella y su padrastro vieron descender desde la
nave descomunal que aún se cierne sobre Manhattan.
Reprodujeron ese video una y otra vez en las noticias. Casi
tanto como repitieron el video del chico rubio.
John Smith. Ese es su nombre. La mujer que narraba el
vídeo lo mencionó.
—¿Dónde está él ahora?—Se pregunta la chica.
Probablemente no salvando a las personas de Harlem, de eso
está segura.
La joven sabe que debe salvarse a sí misma.
Está a punto de correr cuando reconoce otro grupo de
aliens saliendo de un apartamento cruzando la calle. Tienen a
una docena de humanos con ellos, algunos rostros le son
familiares del vecindario, un par de niños que ella recuerda de
unos grados menores al suyo. Con un arma apuntándolos, los
obligan a arrodillarse en el piso. Un enorme alíen camina
entre la línea de personas, golpeando un objeto pequeño
contra su mano, como un gorila afuera de un club. Están
haciendo un conteo. La joven no está segura de querer ver lo
que viene después.
Hay un ruido de metal a sus espaldas. Se da la vuelta
para ver a uno de los extraterrestres descendiendo por las
escaleras de incendios de su apartamento.
Corre. Ella es rápida y conoce las calles. El subterráneo
está sólo a unas cuantas cuadras de ahí. Una vez, en un reto,
la adolescente bajó hasta la plataforma y se aventuró por los
túneles. La oscuridad y las ratas no la asustaron ni de cerca
como esos aliens. Ahí es a donde ella va. Puede ocultarse
dentro, quizás incluso llegar hasta el centro, intentar
encontrar a su madre. La joven no sabe cómo va a darle la
noticia sobre su padrastro. Ni siquiera ella puede creérselo.
Aún espera despertar.
La adolescente dobla por una esquina y tres alienígenas
se interponen en su camino. Su instinto la hace tratar de
retroceder, pero su tobillo se tuerce y las piernas se doblan
debajo de ella. Cae, golpeando la acera con fuerza. Uno de los
extraterrestres hace un ruido, uno áspero, la joven se da
cuenta que se está riendo de ella.
—Ríndete o muere, —dice, y ella sabe que en realidad no
tiene elección. Los aliens ya tienen sus armas apuntándole.
Rendirse o morir. Ellos van a matarla, no importa lo que ella
escoja. Está segura de eso. Levanta las manos para
defenderse. Es un reflejo. Sabe que no hará nada contra sus
armas.
Excepto que sí lo hace.
Las armas de los aliens dan un tiro hacia atrás, fuera de
sus manos. Vuelan veinte metros en la cuadra.
Miran a la chica, sorprendidos y confusos. Ella tampoco
tiene idea de lo que acaba de suceder.
Pero ella puede sentir algo diferente en su interior. Algo
nuevo. Es como si fuera un titiritero, con cuerdas que
conectan cada objeto en la cuadra. Todo lo que necesita hacer
es tirar y empujar. La adolescente no está segura de cómo lo
sabe. Sólo se siente natural.
Uno de los aliens se precipita, y la joven agita su mano
de derecha a izquierda. Él sale volando por las calles, agitando
las extremidades y cae de golpe sobre el parabrisas de un
coche aparcado. El resto intercambia una mirada y empiezan
a retroceder.
—¿Quién está riendo ahora?—Les pregunta,
levantándose.
—Garde. —Uno de ellos murmura en respuesta.
La joven no sabe lo que eso significa. La manera en que
ellos lo dicen, hace que la palabra suene como una maldición.
Eso la hace sonreír. Le gusta que esas cosas que destruyeron
su vecindario le teman ahora.
Puede luchar contra ellos.
Ella va a matarlos.
La chica alza una mano en el aire y el resultado es uno de
los aliens flotando por el suelo. La chica agita su mano hacia
abajo con suficiente rapidez, aplastando al alíen contra la
parte superior de su compañero. Lo repite hasta que todos se
convierten en polvo.
Cuando ha terminado, desciende la mirada a sus manos.
Ella no sabe de dónde proviene este poder. No sabe lo que
significa.
Pero va a usarlo.
Corremos pasando el ala quebrada de un jet de combate
bombardeado, el metal dentado yace incrustado en medio de
la calle de la ciudad como la aleta de un tiburón. ¿Hace cuánto
fue que vimos los jets sonando sobre nuestras cabezas, un
conjunto volando sobre la ciudad y el Anubis? Se siente como
si fueran días, pero deben ser solo horas. Algunas de las
personas con las que estamos ―los sobrevivientes― dieron
alaridos y exclamaciones cuando vieron los jets, como si la
tendencia fuera a cambiar.
Yo lo sabía mejor. Me mantuve en silencio. Solo unos
minutos después, pudimos escuchar las explosiones mientras
el Anubis lanzaba esos jets fuera del cielo, esparciendo piezas
de la más sofisticada milicia de la Tierra por toda la isla de
Manhattan. No habían enviado más jets después.
¿Cuántas muertes significaba eso? Cientos. Miles. Quizás
más. Y todo por mi culpa. Porque no pude matar a Setrákus
Ra cuando tuve la oportunidad.
—¡A la izquierda! —Una voz grita desde algún punto
detrás de mí. Volteo con la cabeza a toda prisa, formando una
bola de fuego sin pensarlo, e incinerando a un militar
Mogadoriano cuando se acerca por la esquina. Yo, Sam, el par
de docenas de sobrevivientes que recogimos por el camino
―apenas nos abrimos paso. Estamos en el bajo Manhattan
ahora. Corrimos hasta aquí. Luchando por el camino. Cuadra
tras cuadra. Tratando de poner distancia entre nosotros y el
centro de la ciudad, donde los Mogadorianos son más fuertes,
donde vimos por última vez el Anubis.
Estoy exhausto.
Tropiezo. No puedo incluso sentir mis pies, están tan
cansados. Creo que estoy a punto de colapsar. Un brazo se
envuelve alrededor de mis hombros y me estabiliza.
—¿John? —Sam pregunta preocupado. Me está
sosteniendo. Suena como si su voz viniera de un túnel. Trato
de responderle, pero las palabras no salen. Sam vuelve la
cabeza y le habla a uno de los sobrevivientes—. Necesitamos
salir de las calles por un tiempo. Él necesita descansar.
Lo siguiente que sé, es que me dejo caer contra la pared
del vestíbulo de un apartamento en un edificio. Debo haber
perdido la conciencia por un minuto. Trato de prepararme, de
poner todas mis fuerzas en su sitio y recomponerme. Debo
mantenerme luchando.
Pero no puedo ―mi cuerpo se resiste a enfrentar otra
paliza. Me permito resbalar por la pared, así que termino
sentado en el piso. La alfombra está cubierta de polvo y
vidrios rotos que debieron romperse desde el exterior. Debe
haber cerca de veinticinco de nosotros amontonados aquí.
Esos son todos lo que fuimos capaces de salvar.
Ensangrentados y sucios, unos cuantos heridos, todos
nosotros cansados.
¿Cuántas lesiones he sanado hoy? Fue sencillo, al
principio. Después de tantos, creo, pude sentir mi poder
curativo drenando mi propia energía. Debí alcanzar el límite.
Recuerdo a las personas no por sus nombres sino por
como los encontré o por los que sané. Brazos rotos, atrapados
bajo un carro heridos, asustados.
Una mujer, la Saltadora-de-Ventanas, pone su mano
sobre mi hombro, checándome. Asiento hacia ella para
hacerle saber que estoy bien y parece aliviada.
Justo frente a mí, Sam habla con un policía uniformado
en sus cincuenta. El policía tiene sangre seca por todo un lado
del rostro proveniente de una cortada en la parte superior de
su cabeza que sané. Olvidé su nombre o dónde lo encontré.
Sus voces suenan lejanas, como el eco de un túnel de un
kilómetro de largo. Tengo que enfocar mi oído para entender
las palabras, y aun así me toma un esfuerzo colosal. Mi cabeza
se siente como envuelta en algodón.
—El aviso llegó por la radio que tenemos como punto de
apoyo en el puente de Brooklyn —el policía dice—. El
Departamento de Policía de Nueva York, la Guardia Nacional,
la armada... demonios, todos. Ellos están protegiendo el
puente. Evacuando sobrevivientes desde allí. Está solo a unas
cuantas cuadras y dicen que los Mogs están concentrados en
el centro de la ciudad. Podemos hacerlo.
—Entonces deberían ir —Sam responde—. Vayan ahora
que la costa está despejada, antes que otra de sus patrullas
aparezca.
—Deberías venir con nosotros, muchacho.
—No podemos —Sam responde—. Uno de nuestros
amigos está aún allá afuera. Tenemos que encontrarlo.
Nueve. Es él a quien tenemos que encontrar. La última
vez que lo vimos, estaba peleando contra Cinco en frente de
las Naciones Unidas. A través de las Naciones Unidas.
Tenemos que encontrarlo antes de dejar Nueva York.
Tenemos que encontrarlo y salvar toda la gente que podamos.
Empiezo a recobrar mis sentidos pero aún estoy muy
exhausto para moverme. Abro mi boca para hablar pero todo
lo puedo soltar es un gruñido.
—Él ha tenido suficiente, —dice el policía y sé que está
hablando de mí—. Ustedes dos han hecho demasiado. Vengan
con nosotros ahora, mientras puedan.
—Él estará bien, —dice Sam. La duda en su voz me hace
rechinar los dientes y concentrarme. Necesito seguir adelante,
empujarme y mantenerme luchando.
—Él está desmayado.
—Solo necesita descansar un momento.
—Estoy bien —murmuro, pero no creo que puedan
oírme.
—Vas a conseguir que te maten si te quedas chico —le
dice el policía a Sam, sacudiendo su cabeza severamente—. No
pueden seguir con esto. Hay demasiados para que solo
ustedes dos peleen. Déjenselo al ejército o…
Su voz se desvanece. Todos sabemos que el ejército ya
hizo su intento. Manhattan está perdido.
—Saldremos de aquí tan pronto como podamos —Sam
responde.
—¿Me escuchas allá abajo? —El policía me habla a mí.
Leyéndome de la misma manera que Henri solía hacerlo. Me
pregunto si tendrá hijos en alguna parte—. No queda nada
que ustedes dos puedan hacer aquí. Nos trajiste hasta aquí,
dejen que nosotros nos encarguemos del resto. Los
cargaremos hasta el puente si es necesario.
Los sobrevivientes se reúnen alrededor del policía
asintiendo, murmurando en acuerdo. Sam me mira, sus cejas
levantadas en pregunta. Su rostro está embarrado de polvo y
cenizas. Él luce agrietado y débil, como si apenas se
mantuviera en pie. Un cañón mog cuelga sobre su cadera,
enganchado por una pieza de cuerda eléctrica amarrada y es
como si el cuerpo entero de Sam se inclinara en esa dirección,
el peso extra amenaza con hacerlo caer.
Me fuerzo a mí mismo para levantarme. Mis músculos
están recogidos y casi inútiles, creo. Estoy tratando de
demostrarle al policía y a los otros que tengo algo de fuerza en
mí pero puedo decir por la lastimosa manera en que me miran
que no luzco muy inspirador. Apenas puedo mantener mis
rodillas sin temblar. Por un momento, se siente como si fuera
a golpear con el piso. Pero entonces algo ocurre ―siento como
si una fuerza estuviera alzándome y empujándome,
sosteniendo algo de mi peso, enderezando mi espalda y
cuadrando mis hombros. No sé cómo estoy haciendo esto,
dónde he encontrado esta fuerza. Es casi sobrenatural.
No, en realidad, no es sobrenatural en absoluto. Es Sam.
La telequinesis de Sam, concentrándose en mí, haciéndome
lucir como si aún tuviera algo de combustible en mi tanque.
—Nos quedamos, —digo firmemente, con voz rasposa—.
Hay más personas que salvar.
El policía sacude la cabeza en desacuerdo.
Detrás de él, una chica que vagamente recuerdo de una
salida de escape colapsada explota en llanto. No sé si ella está
inspirada o si solo es porque luzco horrible. Sam permanece
completamente concentrado en mí, con un rostro impasible,
una gota de sudor formándose en su sien.
—Vayan con cuidado —le digo a los sobrevivientes—. Así
que, ayuden como puedan. Este es su planeta. Vamos a
salvarlo juntos.
El policía da unos pasos adelante para sacudir mi mano.
Su apretón es como un tornillo.
—No te olvidaremos, John Smith, —dice—. Todos
nosotros te debemos la vida.
—Mándalos al infierno —dice alguien más.
Y entonces todo el resto de sobrevivientes que una vez
salvamos están llenándonos de sus adioses y gratitudes.
Muestro los dientes en lo que espero es una sonrisa. La
verdad es, estoy muy cansado para esto. El policía ―él es el
líder ahora, él los mantendrá seguros― se asegura que todo el
mundo se mantenga callado y se mueva con rapidez,
eventualmente presionándolos a salir del apartamento en
dirección al puente de Brooklyn.
Tan pronto como estamos solos, Sam me libera de su
agarre telequinético que estaba usando para mantenerme
derecho y me dejo caer otra vez contra la pared, luchando
para poner mis pies debajo de mí. Él está respirando
agitadamente y sudoroso del esfuerzo de mantenerme de pie.
Él no es Loric y no ha tenido el entrenamiento adecuado, aun
así de alguna manera Sam ha desarrollado un Legado y ha
empezado a usarlo lo mejor que puede. Considerando nuestra
situación, él no ha tenido más opción que aprenderlo en el
camino. Sam con un Legado ―si las cosas no fueran tan
caóticas y desesperadas, estaría más emocionado. No estoy
seguro de porqué o cómo esto le sucedió a él, pero los nuevos
poderes de Sam son más o menos la única victoria que hemos
tenido desde que llegamos a Nueva York.
—Gracias —digo. Las palabras salen con más facilidad
ahora.
—No hay problema —Sam responde jadeando—. Eres el
símbolo de la resistencia del planeta, no podemos tenerte
echado por ahí.
Trato de apartarme de la pared, pero mis piernas aún no
están listas para soportar mi peso completo. Es más fácil si
me apoyo en la pared y me arrastro hacia la puerta del
apartamento más cercana.
—Mírame. No soy el símbolo de nada. Mascullo.
—Vamos —dice—. Estás exhausto.
Sam pone su brazo alrededor de mí, ayudándome. Él
está arrastrándose también, creo, así que trato de no poner
mucho de mi peso en él. Hemos viajado por el infierno en las
últimas horas. La piel en mis manos aún hormiguea por
cuanto he tenido que usar mi Lumen, lanzado bolas de fuego a
pelotones tras pelotones de Mogadorianos agresores. Espero
que mis terminales nerviosas no estén permanentemente
chamuscadas o algo parecido. La idea de encender mi Lumen
ahora mismo hace que mis rodillas estén cerca de doblarse.
—Resistencia —digo con amargura—. Resistencia es lo
que sucede luego de que pierdes la guerra, Sam.
—Sabes lo que quiero decir —él responde. Puedo decir
por la manera en que su voz tiembla, que es un esfuerzo para
Sam mantenerse optimista después de todo lo que hemos
visto hoy. Está tratando, creo—. Muchas de esas personas
sabían quién eras. Dijeron que había algún video tuyo en las
noticias. Y todo lo que pasó en las Naciones Unidas
―básicamente desenmascaraste a Setrákus Ra frente una
audiencia internacional. Todos saben que has estado peleando
contra los Mogadorianos. Tratando de parar esto.
—Entonces ellos saben que fallé.
La puerta del primer piso está entreabierta. La empujo el
resto del camino para abrirla y Sam la cierra con seguro
detrás de nosotros. Intento con el interruptor de luz más
cercano, sorprendiéndome de que la electricidad aún corra
por aquí. El poder parece haber permanecido en algunos
puntos de la ciudad. Supongo que este vecindario no ha sido
muy afectado aún. Apago la luz con la misma rapidez ―en
nuestra situación actual no queremos atraer la atención de
ninguna patrulla Mogadoriana que pueda estar en el área.
Mientras tropiezo hacia adelante con un futón1 cercano, Sam
se mueve alrededor de la habitación cerrando las cortinas.
El apartamento es un pequeño estudio de una
habitación. Hay una cocina estrecha acordonada desde la sala
de estar principal por un mostrador de granito, un solo
armario y un diminuto baño. Quien sea quienes vivieran
aquí, definitivamente se marcharon con apuro; hay ropa
regada por el suelo desde un apresurado equipaje de trabajo,
un tazón de cereal volcado en el mesón y un cuadro agrietado
de una foto cerca de la puerta que luce como si hubiera sido
pisoteado. En la foto, una pareja en sus veintes posa en frente
de una isla tropical, con un pequeño mono guinda sobre el
hombro del chico.
Estas personas tenían una vida normal. Incluso si
dejaron Manhattan y están a salvo, eso se ha acabado ahora.
La Tierra nunca será la misma. Solía imaginar una vida
pacifica como esta para mí y Sarah una vez que los
Mogadorianos fueran derrotados. No un diminuto
apartamento en la ciudad de Nueva York, pero algo simple y
tranquilo. Hay una explosión en la distancia, los
Mogadorianos destruyendo algo en el centro de la ciudad. Me
doy cuenta de cuan ingenuos eran esos sueños de vida
después de la guerra. Nada volverá a ser normal después de
esto.
Sarah. Espero que ella esté bien. Fue su rostro el que
venía a mi mente durante las partes más duras de nuestras
batallas contra las patrullas en Manhattan. Mantente
peleando y la volverás a ver de nuevo, eso fue lo que me
mantuve diciendo a mí mismo. Desearía poder hablar con
ella. Necesito hablar con ella. No solo con Sarah, también con
Seis ―necesito entrar en contacto con el resto, encontrar que

1Colchón de algodón, según técnica tradicional japonesa, que se tiende directamente sobre el
suelo o sobre una superficie dura.
fue lo que lo Sarah descubrió sobre Mark James y su
misterioso contacto, y ver qué fue lo que Seis, Marina y Adam
hicieron en México. Debe tener algo que ver con el porqué de
que Sam haya desarrollado Legados súbitamente. ¿Qué tal si
no es el único? Necesito saber qué es lo que sucede fuera de la
ciudad de Nueva York pero mi teléfono satelital fue destruido
cuando caí en el Río Este y las redes regulares de celulares no
sirven. Por ahora, solo somos Sam y yo. Sobreviviendo.
En la cocina, Sam abre la nevera. Se detiene y mira sobre
mí.
—¿Está mal si tomamos algunos alimentos de estas
personas? —Pregunta.
—Estoy seguro de que no les importará —Respondo.
Cierro mis ojos por lo que creo son segundos pero debe
ser algo más largo que eso, abriéndolos solo cuando una pieza
de pan golpea contra mi nariz. Con una mano extendida
teatralmente como un personaje de comic, la telequinesis de
Sam mantiene elevado un sándwich de mantequilla de maní,
un contenedor plástico de puré de manzana y una cuchara
frente de mi rostro. Incluso sintiéndome deprimido como
estoy, no puedo evitar sonreír por el esfuerzo.
—Perdón, no quería golpearte con el sándwich, —dice
Sam mientras retiro la comida en el aire—. Todavía me estoy
acostumbrando a esto. Obviamente.
—No te preocupes. Es fácil empujar y lanzar con la
telequinesis. La precisión es la parte más difícil de aprender.
—No bromees —dice.
—Lo estás haciendo increíble para alguien que solo ha
tenido telequinesis por un par de horas, hombre.
Sam se sienta a mi lado en el futón con su propio
sándwich.
—Ayuda si imagino que tengo, como, unas manos
fantasmas. ¿Tiene eso sentido?
Pienso de vuelta en como entrené mi propia telequinesis
con Henri. Parece tan lejano.
—Solía visualizar cualquier cosa en la que me enfocaba
en movimiento, y entonces ocurría —Le digo a Sam—.
Empezamos con cosas pequeñas. Henri solía tirarme pelotas
de béisbol en el patio trasero y practicaba atrapándolas con
mi mente.
—Sí, bueno, creo que jugar a atrapar no es una opción
para mí ahora mismo —dice Sam—. Estoy buscando otras
maneras de practicar.
Sam eleva el sándwich sobre su regazo. Inicialmente lo
levanta demasiado alto para que pueda morderlo, pero lo lleva
a la altura de su boca después de unos segundos más de
concentración.
—Nada mal, —digo.
—Es fácil cuando no lo estoy pensando.
—¿Cómo cuando estamos peleando por nuestras vidas,
por ejemplo?
—Sí —dice Sam, moviendo la cabeza con asombro—.
¿Vamos a hablar de cómo esto me paso a mí, John? O por qué
pasó o… No sé ¿Qué significa?
—Los Garde desarrollan Legados en la adolescencia, —
digo encogiendo los hombros—. Quizás solo has metido la
pata un poco tarde.
—Amigo, ¿has olvidado que no soy un Loric?
—Tampoco Adam, pero él tiene un Legado, —respondo.
—Sí, su asqueroso padre lo enlazo a una Garde muerta
y…
Levanto una mano para detener a Sam.
—Todo lo que estoy diciendo es que no se trata de cortar
y drenar. No creo que los Legados funcionen de la manera en
que mi gente siempre asumió. —Me detengo un momento
para pensar—. Lo que te ocurrió tiene algo que ver con lo que
Seis y los otros hicieron en el Santuario.
—Seis hizo esto… —dice Sam.
—Ellos fueron hasta allá para encontrar a Lorien en la
Tierra; creo que lo hicieron. Y quizás, Lorien te eligió a ti.
Sin si quiera darme cuenta, he devorado el sándwich y el
puré. Mi estómago gruñe. Se siente mejor, mi fuerza empieza
a regresar.
—Bueno eso es un honor, —dice Sam, mirando sus
manos y pensándolo de nuevo. O, más bien, pensando en
Seis—. Un aterrador honor.
—Lo hiciste bien allá afuera. No hubiera podido salvar a
esas personas sin ti, —repito, palmeando a Sam en la
espalda—. La verdad es, que no sé qué rayos está pasando. No
sé cómo o por qué de pronto desarrollaste Legados. Solo estoy
agradecido de que los tengas. Estoy agradecido de que haya
una pequeña esperanza entre la muerte y la destrucción.
Sam se levanta, sacudiendo inútilmente algunas de las
migajas de su comida que le cayeron en los jeans.
—Sí, ese soy yo, la gran esperanza de la humanidad,
actualmente muriendo por otro sándwich. ¿Quieres uno?
—Puedo ir a por él —le digo a Sam, pero cuando me
inclino para levantarme del futón, inmediatamente me mareo
y tengo que dejarme caer de nuevo.
—Tómalo con calma, —dice Sam, retirándose como si no
notara el desastre que soy—. Tengo los sándwiches cubiertos.
—Podemos esperar aquí por unos cuantos minutos más
—digo atontado—. Luego encontraremos a Nueve.
Cierro los ojos, escuchando a Sam moviéndose por la
cocina, tratando de untar mantequilla de maní con un cuchillo
sostenido telequinéticamente. En la distancia, siempre en la
distancia ahora, puedo oír los estruendos de pelea en algún
lugar de Manhattan. Sam tiene razón ―somos la resistencia.
Deberíamos estar allá afuera resistiendo. Si solo pudiera
descansar por unos cuantos minutos más…
No abro los ojos hasta que Sam me sacude por el
hombro. Inmediatamente, puedo decir que me he quedado
dormido. La luz en la habitación ha cambiado, los faroles
vienen del exterior, un cálido resplandor amarillo entre las
cortinas. Un plato con sándwiches apilados espera en el
mueble a mi lado. Estoy tentado a hundirme en ellos e
ingerirlos todos. Es como si todas mis urgencias fueran
animales ahora ―dormir, comer, pelear.
—¿Cuánto tiempo estuve fuera? —Le pregunto a Sam,
sentándome, sintiéndome un poco mejor psicológicamente
pero también sintiéndome culpable por dormir cuando hay
personas muriendo por toda Nueva York.
—Cerca de una hora, —Sam responde—. Iba a dejarte
dormir pero…
En explicación, Sam hace un gesto indicando detrás de
él, hacia la pequeña pantalla plana adjunta en la pared de
fondo. Los noticieros locales están, en realidad transmitiendo.
Sam silencia el volumen y ocasionalmente la imagen se
deteriora, pero ahí está ―la ciudad de Nueva York ardiendo
en llamas. Imágenes granuladas muestran a la gran mole del
Anubis que se avecina arrastrándose a través del cielo, sus
cañones colocados lateralmente bombardeando los pisos más
altos de un rascacielos incluso cuando ya no queda nada más
que polvo.
—No se me había ocurrido revisarlo hasta hace un par de
minutos —Sam dice—. Pensé que los Mogadorianos deberían
haber noqueado las estaciones de televisión, por ya sabes,
motivos de guerra.
No he olvidado lo que Setrákus Ra me dijo mientras
pendía de su nave sobre el Río Este. Quería que viera a la
Tierra caer. Yendo mucho más atrás, a la visión de
Washington, D.C., que compartí con Ella, recuerdo esa ciudad
luciendo bastante destrozada, pero no completamente
arrasada. Y había sobrevivientes obligados a servir a Setrákus
Ra. Creo que empiezo a entenderlo.
—No es un accidente —le digo a Sam, pensando en voz
alta—. Él debe querer que los humanos conozcan la
destrucción que está trayendo. No es como en Lorien donde
su flota eliminó a todos y ya. Fue por eso que intento crear ese
gran show en las Naciones Unidas, era esa la razón de que
mantuviera toda esa mierda del Progreso Mogadoriano entre
las sombras para poner a la Tierra bajo su control
pacíficamente. Está planeando vivir aquí después de todo. Y si
ellos no van a rendirle culto como lo hacen los Mogadorianos,
por lo menos quiere que los seres humanos le teman.
—Bueno. Eso del miedo es algo que está definitivamente
funcionando —Sam responde.
En la pantalla, las noticias han dado paso a una toma en
vivo de una presentadora en su escritorio. El edificio que aloja
este canal probablemente ha sufrido algunos daños por la
pelea porque luce como si apenas pudieran mantenerse al
aire. Solo la mitad de las luces en el estudio están encendidas
y la cámara está parpadeando, la imagen no es tan aguda
como debería ser. La presentadora está tratando de mantener
una postura profesional, pero su cabello está bañado en polvo
y sus ojos están enrojecidos por el llanto. Ella habla directo a
la cámara por unos segundos, introduciendo la siguiente pieza
de su nota.
La presentadora desaparece, reemplazada por la toma
temblorosa de un video de un celular. En el medio de una
intersección principal, una borrosa figura da vueltas y vueltas,
como un lanzador de disco olímpico calentando. Excepto que
este chico no está sosteniendo un disco. Con una fuerza
sobrehumana está agitando otra persona por su tobillo.
Después de una docena de giros, el chico deja ir al cuerpo
hecho ovillo, arrojándolo por la ventana principal de un teatro
cercano. El video sigue enfocado en el lanzador mientras, con
hombros agitados, grita lo que probablemente es un insulto.
Es Nueve.
—¡Sam! ¡Enciende el volumen!
Mientras Sam tantea el control remoto, quien sea que
haya filmado a Nueve se sumerge bajo un auto por protección.
Es desconcertante como el infierno, pero el camarógrafo se las
arregla para seguir grabando manteniendo una mano arriba
por encima del maletero del coche. Un grupo de guerreros
Mogadorianos han aparecido en la intersección, disparándole
a Nueve. Lo observo mientras se mueve ágilmente a un lado,
entonces usa su telequinesis para arrojar un carro en su
dirección.
—…de nuevo, estas imágenes han sido tomadas en
UnionSquarehace solo unos momentos —dice la temblorosa
voz de la presentadora mientras Sam enciende el volumen—.
Sabemos que este aparentemente súper poderoso, hmm,
posible alienígena adolescente estaba en la escena de las
Naciones Unidas junto con otro joven conocido como John
Smith. Lo vemos aquí enfrascado en un combate con los
Mogadorianos, haciendo cosas que no son humanamente
posibles…
—Conoce mi nombre —digo, despacio.
—Mira —me dice Sam, golpeando mi brazo.
La cámara se ha movido hacia el teatro, donde una
fuerte forma se levanta de la ventana rota. No tengo una
buena vista de él, pero inmediatamente sé con quién está
peleando Nueve. Se eleva sobre la ventana del teatro, pasando
a través de los pocos Mogadorianos aún en la intersección y
entonces se cierne violentamente sobre Nueve.
—Cinco —dice Sam.
La cámara pierde de vista a Nueve y Cinco mientras ellos
se arrastran por la hierba de un pequeño parque cercano,
produciendo enorme bolas de tierra en el camino.
—Se están matando entre ellos —digo—. Tenemos que
llegar hasta allá.
—Un segundo extraterrestre adolescente está peleando
con el primero, al menos cuando no están luchando contra los
invasores —dice la presentadora, sonando desconcertada—.
No… no sabemos por qué. No tenemos muchas respuestas
para este punto, después de todo. Tengo miedo. Solo…
manténganse seguros, Nueva York. Hay esfuerzos de
evacuaciones realizándose, si tiene algún camino seguro al
Puente de Brooklyn. Si están cerca de la pelea, manténganse
adentro y…
Le arrebato el control a Sam y apago la televisión. El me
observa mientras me paro, asegurándose de que esté bien.
Mis músculos se quejan en protesta y me siento mareado por
un segundo, pero puedo hacerlo a un lado. Tengo que hacerlo
a un lado. Nunca la expresión ‗Lucha como si no hubiera un
mañana‘ tuvo más sentido. Si quiero arreglar esto ―si vamos
a salvar la Tierra de Setrákus Ra y los Mogadorianos,
entonces el primer paso es encontrar a Nueve y sobrevivir en
Nueva York.
—Ella dijo UnionSquare —digo—. Ahí es a dónde vamos.
El mundo no ha cambiado. Por lo menos, yo no podía decirlo.
El aire de la selva es húmedo y pegajoso, un cambio
agradable para la fría humedad en las profundidades del
Santuario subterráneo. Tengo que proteger mis ojos cuando
emergemos ante el sol avanzado de la tarde, agachados uno tras
otro por el angosto arco de piedra que ha aparecido en la base
del templo Maya.
—¿Acaso no podrían habernos dejado entrar por este
camino? —Gruño, arqueando la espalda para estirar mis
adoloridos músculos y observando los cientos de escalones de
piedra caliza fracturada por los que habíamos trepado. Una vez
que llegamos a la cima de la pirámide de Calakmul, nuestros
colgantes activaron una especie de pasaje Loric que nos
teletransportó al Santuario oculto bajo la estructura construida
cientos de años atrás por manos humanas. Nos encontrábamos
en un cuarto de otro mundo obviamente creado por los
Ancianos en alguna de sus visitas a la Tierra. Creo que el secreto
era una prioridad más valorada que la facilidad de acceso. De
cualquier manera, el camino de salida no es tan difícil como una
escalada y no implica ninguna desorientadora
teletransportación, sólo un ligero aturdimiento por caminar
unos treinta y cinco metros por una escalera en espiral y una
simple puerta que, por supuesto, no estaba ahí cuando
llegamos.
Adam sale del Santuario detrás de mí, sus ojos se
entrecierran.
—¿Y ahora qué? —Me pregunta.
—No lo sé —le respondo, mirando hacia el cielo oscuro—.
Esperaba más o menos que el Santuario respondiera esa
pregunta.
—Yo… Yo aún no estoy muy seguro de lo que vimos allí. O
de lo que hayamos logrado —dice Adam tímidamente. Él aparta
algunos mechones de su cabello negro fuera de su rostro para
mirarme.
—Yo tampoco —le digo.
A decir verdad, ni siquiera estoy segura de cuánto tiempo
estuvimos bajo tierra. Se pierde la noción del tiempo cuando
estás enfrascado en una conversación con un ser de otro mundo
hecho de pura energía Loric. Habíamos conseguido juntar
muchas de las piezas de nuestra herencia de las que la Garde
podía prescindir, básicamente, cualquier cosa que no fuera un
arma. Una vez dentro del Santuario, nos deshicimos de todas
esas piedras inexplicables y objetos dentro de un escondite bien
conectado a una fuente de energía de Loralita latente. Supongo
que eso fue suficiente para despertar a La Entidad, la
encarnación viviente de Lorien. Entonces charlamos.
Sip. Eso paso.
Pero La Entidad básicamente nos había hablado en
acertijos y, al final de nuestra conversación, la cosa se fue como
si fuera una supernova, su energía inundo el Santuario y el
mundo. Al igual que Adam, yo no estoy segura de lo que ha
pasado.
Esperaba salir del Santuario y encontrar... algo. ¿Tal vez
unos rayos dentados de energía Loric atravesando el cielo, en
camino para incinerar al Mogadoriano más cercano no llamado
Adam? ¿Tal vez un poco de más poder a mis Legados, dándome
el nivel que me gustaría tener para ser capaz de improvisar una
tormenta lo suficientemente grande como para acabar con
todos nuestros enemigos? No tenemos tal suerte. Por lo que
sabemos, la flota Mogadoriana aún se está acercando a la Tierra.
John, Sam, Nueve y los demás podrían estar corriendo hacia el
frente de batalla ahora mismo, y no estoy segura de que
hayamos hecho algo para ayudarlos.
Marina es la última en atravesar la puerta del templo. Ella
se abraza a sí misma, con sus ojos muy abiertos y llorosos,
parpadeando ante la luz del sol.
Sé que está pensando en Ocho.
Antes de que la fuente de energía fuera disparada por todo
el mundo, de algún modo logró resucitarlo, sólo en unos pocos
minutos. El tiempo suficiente para que Marina pudiera decirle
adiós. Incluso ahora, ya ha comenzado a sudar a causa del
opresivo calor de la selva, me da escalofríos pensar en Ocho
regresando a nosotros, inundado con ese resplandor de Loralita,
sonriendo otra vez. Era uno de esos sumamente hermosos
momentos que me han endurecido con el tiempo, está es una
guerra, y la gente va a morir. Amigos van a morir. He llegado a
aceptar el dolor, a dar las cosas feas por sentado. Así que puede
ser un poco sorprendente cuando algo bueno ocurra en
realidad.
Por reconfortante que fuera el a ver Ocho una vez más,
estaba todavía diciendo adiós. No me puedo imaginar lo que
Marina estaba pasando. Lo amaba y ahora ya no está. Otra vez.
Marina se detiene y mira hacia atrás, al templo, casi como
si quisiera regresar al interior. Junto a mí, Adam aclara su
garganta.
—¿Va a estar bien? —Me pregunta, con la voz baja.
Marina antes se cerró a mí en Florida, después de que
Cinco nos traicionara. Después de que matara a Ocho. Esto no
es lo mismo, ella ya no es un campo que irradia frío constante, y
ya no parece estar a punto de estrangular a quien se le acerque.
Cuando se vuelve hacia nosotros, su expresión es casi serena.
Ella está recordando, guardando ese momento con Ocho muy
lejos y controlándose para lo que está por venir. No estoy
preocupada por ella.
Sonrío mientras Marina parpadea y limpia con la mano su
cara.
—Te puedo escuchar —ella le responde a Adam—. Estoy
bien.
—Bien —dice Adam, torpemente mirando a otro lado—.
Simplemente me refería, a lo que pasó allí, uh, yo...
Adam se calla, Marina y yo lo miramos expectantes. Al ser
un Mog, creo que él aún se siente un poco incómodo de estar
demasiado cerca de nosotras. Sé que estaba sorprendido por
el espectáculo de luz Loric dentro del Santuario, pero también
puedo decir que él se sentía como si no hubiera debido estar allí,
como si no fuera suficientemente digno para estar en la
presencia de la Entidad.
Cuando Adam hace una pausa para estirarse, le doy unas
palmaditas en la espalda.
—Guardemos el corazón a corazón para el viaje, ¿vale?
Adam parece aliviado mientras caminamos hacia nuestro
Skimmer, la nave permanece estacionada junto a una docena de
otros artefactos Mogs en las cercanías de la pista de aterrizaje.
El campamento Mog en frente del templo está exactamente de
la forma en que lo dejamos, hecho añicos. Los Mogs que estaban
tratando de entrar en el Santuario habían despejado la selva en
un preciso anillo en torno al templo, llegando tan cerca del
templo como la poderosa fuerza del Santuario les permitía.
No es hasta que cruzamos de la vid sembrada en la tierra,
directamente en frente del templo en el suelo marrón quemado
del campamento Mog, que me doy cuenta que el campo de
fuerza se ha ido. La mortal barrera que protegía el Santuario
durante años ya no está.
—El campo de fuerza se debe haber apagado mientras
estábamos dentro —digo.
—Quizás ya no tiene necesidad de protegerse —Adam
sugiere.
—O quizá la Entidad desvío su energía a otros lugares —
Marina contesta. Ella hace una pausa por un momento,
pensando—. Cuando besé a Ocho... lo sentí. Durante una
fracción de segundo, yo era parte de la energía de la Entidad. Se
esparcía a todas partes, a través de toda la Tierra. Adonde sea que
la energía Loric fuera, ahora está esparcida. Tal vez no puede
mantener sus defensas aquí.
Adam me da una mirada, como si yo fuera capaz de
explicar lo que Marina acaba de decir.
—¿Qué quieres decir con esparcir a través de la Tierra? —
Pregunto.
—No sé cómo explicarlo mejor que eso —dice Marina,
mirando hacia atrás al templo, ahora la mitad en la sombra por
el sol—. Fue una sensación tal como si yo fuera uno con Lorien.
Y estábamos en todas partes.
—Interesante —dice Adam, mirando al templo y a
continuación al suelo bajo sus pies con una mezcla de cautela y
temor—. ¿Adónde crees que fue? ¿Sus Legados…?
—No me siento nada diferente —le digo.
—Yo tampoco —dice Marina—. Pero algo ha cambiado.
Lorien estáallá fuera ahora. En la Tierra.
No es definitivamente el resultado tangible que deseaba,
pero Marina parece tan optimista sobre esto. No quiero ser la
lluvia en su desfile.
—Supongo que veremos si algo ha cambiado devuelta a la
civilización. Tal vez la Entidad está allá afuera pateando
traseros.
Marina mira hacia atrás al templo.
—¿Deberíamos dejar esto de esta manera? ¿Sin protección?
—¿Qué queda para proteger? —Adam pregunta.
—Todavía hay por lo menos algo de lo, uh, que la Entidad
dejó allí —Marina contesta—. Incluso ahora, creo que el
Santuario es todavía una forma de... no lo sé con exactitud.
¿Ponerse en contacto con Lorien?
—No tenemos alternativa —respondo—. Los demás nos
necesitan.
—Esperen un segundo —dice Adam, mirando a su
alrededor—. ¿Dónde está Dust?
Con todo lo que ocurrió dentro del Santuario, me había
olvidado por completo de la Chimæra que dejamos fuera del
templo de guardia. No hay ningún signo del lobo en ningún
lugar.
—¿Puede que haya entrado en la selva buscando a la mujer
Mog? —pregunta Marina.
—Phiri Dun-Ra —Adam responde, nombrando a la nacida
de verdad que sobrevivió nuestro asalto inicial—. Ella no se iría
por su parte así nada más.
—Tal vez el espectáculo de luz del Santuario la asustó —
sugiero.
Adam frunce el ceño y coloca sus manos alrededor de su
boca.
—¡Dust, ven! ¡Dust!
Él y Marina avanzan, buscando cualquier indicio de la
Chimæra. Subo a nuestro Skimmer para obtener una mejor
perspectiva del alrededor de la zona. Desde aquí arriba, algo
llama mi atención. Una forma gris temblando debajo de una
gran raíz en el borde de la selva.
—¿Qué es eso? —grito, señalando el punto a Adam. Él
corre hacia allí, Marina enseguida detrás de él. Un momento
más tarde, Adam lleva la pequeña forma a mí, su cara torcida
con preocupación.
—Es Dust —dice Adam—. Quiero decir, creo que es él.
Adam sostiene un pájaro gris en sus manos. Está vivo pero
su cuerpo está muy duro y retorcido, como si hubiera sufrido
una descarga eléctrica y nunca se recuperara de los espasmos.
Sus alas sobresalen de una forma extraña y su pico esta
congelado medio abierto. Aunque este no es para nada como el
poderoso lobo que dejamos atrás hace poco tiempo, hay una
cualidad que reconozco de inmediato. Es Dust, seguro. Tan mal
como se ve, sus ojos de pájaro negros miran alrededor
frenéticamente. Él sigue vivo, y su mente está trabajando, pero
su cuerpo no está respondiendo.
—¿Qué demonios le pasó? —Pregunto.
—No sé —dice Adam, y por un momento creo ver
lágrimas en sus ojos. Se calma—. Él parece... se ve igual que las
demás Chimæras que rescaté de la isla de Plum. Estaban
experimentando con ellas.
—Está bien, Dust, está bien —Marina susurra. Ella
suavemente alisa las plumas sobre su cabeza, tratando de
calmarlo. Ella usa su Legado para curar la mayoría de los
arañazos que le cubren, pero no alivia a Dust de la parálisis.
—No podemos hacer nada más por él aquí —digo. Me
siento mal, pero tenemos que seguir avanzando—. Si esa
Mog fue quien le hizo esto a él, está muy lejos ahora. Vamos a
volver con los demás. Quizás tengan alguna idea sobre qué
debemos hacer.
Adam pone a Dust a bordo del Skimmer y lo envuelve en
una manta. Intenta que la paralizada Chimæra esté lo más
cómoda posible antes de sentarse detrás de los controles.
Quiero ponerme en contacto con John, averiguar cómo van
las cosas fuera de la jungla mexicana. Puedo recuperar el
teléfono satelital de mi mochila y acomodarlo en el asiento al
lado de Adam. Mientras él comienza a encender la nave, llamo a
John.
El teléfono suena sin cesar. Después de aproximadamente
un minuto, Marina se inclina hacia delante para mirarme a la
cara.
—¿Qué tan preocupados deberíamos de estar por qué no
responda? —Se pregunta.
—La cantidad normal de preocupación —respondo. No
puedo evitar mirar a mi tobillo. No hay nuevas cicatrices, si no
hubiera sentido el lacerante dolor—. Por lo menos sabemos que
aún están vivos.
—Hay algo que no está bien —dice Adam.
—No lo sabemos —respondo rápidamente—. Sólo porque
no me pueden responder justo en este segundo no significa…
—No. Me refiero con la nave.
Cuando quitó el teléfono de mi oído, puedo escuchar el
ruido extraño que el motor del Skimmer hace. Las luces de la
consola delante de mí parpadean erráticamente.
—Pensé que sabías cómo manejar esta cosa —le digo.
Adam hace un gesto sombrío, airadamente hala hacia
abajo los interruptores del tablero, apagando la nave. Debajo de
nosotros, el motor vibra y suena, como si algo no estuviera
funcionando.
—Sé cómo manejar esta cosa, Seis —dice—. No soy yo.
—Lo siento —le respondo, viendo como él espera para que
el motor reposte antes de encender la nave de nuevo. El motor,
de tecnología Mogadoriana, que debería ser mortalmente
silencioso, suena otra vez con espasmos—. Tal vez deberíamos
probar algo aparte de prender y apagar otra vez.
—Primero Dust, y ahora esto. No tiene sentido —Adam se
queja—. La electrónica sigue trabajando. Bueno, todo excepto el
diagnóstico automatizado, que es exactamente lo que nos diría
lo que está mal en el motor.
Me acerco y presiono el botón que abre la cabina. La
cúpula de cristal se abre por encima de nuestras cabezas.
—Vamos a echarle un vistazo —digo, levantándome de mi
asiento.
Todos volvemos a salir del Skimmer. Adam salta a abajo
para poder inspeccionar la parte inferior de la nave, pero yo sigo
en el capo, junto a la cabina. Me encuentro mirando hacia el
Santuario, la antigua estructura caliza presenta una larga
sombra debido a la puesta de sol, Marina se encuentra a mi
lado, en silencio, siguiendo mi mirada.
—¿Crees que vamos a ganar? —Le pregunto. La pregunta
solo se me sale. Ni siquiera estoy segura de que quiera una
respuesta.
Marina no dice nada al principio. Después de un
momento, descansa su cabeza sobre mi hombro.
—Creo que estamos más cerca hoy de lo que estábamos
ayer —dice.
—Desearía saber por qué estás tan segura de que venir
aquí ha valido la pena —digo, sujetando el teléfono satelital,
esperando que suene.
—Hay que tener fe —Marina responde—. Yo te lo digo,
Seis, la Entidad hizo algo...
Trato de confiar en las palabras de Marina, pero en lo
único que puedo pensar se aproxima a lo práctico. Me pregunto
si el diluvio de energía Loric del Santuario fue lo que ha
arruinado nuestro paseo en primer lugar. O tal vez haya una
explicación más sencilla.
—Oigan, ¿chicas? —Adam llama desde debajo de la
nave—. Creo que lo mejor es que vengan a echar un vistazo a
esto.
Bajo de un salto desde el Skimmer, Marina justo detrás de
mí. Encontramos a Adam atrapado entre los soportes metálicos
de los trenes de aterrizaje, un panel curvo de la parte baja
blindada de la nave en el suelo a sus pies.
—¿Es problema nuestro? —Pregunto.
—Estaba ya suelto —explica Adam, golpeando la pieza
desensamblada—. Y miren esto…
Adam hace un espacio, de modo que puedo meterme junto
a él, teniendo una perspectiva íntima de las partes bajas de
nuestra nave. El motor del Skimmer probablemente podría
encajar debajo del capó de una camioneta pickup¸ pero es
muchas veces más complicado que nada construido aquí en la
Tierra. En vez de pistones y engranajes, el motor comprende
una serie de esferas superpuestas. Ellas giran a ratos cuando
Adam presiona contra ellas, tocando inútilmente las terminales
expuestas de cables gruesos que van muy dentro de la nave.
—Mira, los sistemas eléctricos sigue intactos —dice
Adam, dando golpecitos a los cables—. Eso es por lo que
seguimos teniendo algo de poder. Pero no es lo suficiente para
conseguir que funcione la propulsión antigravedad. ¿Esos
rotores centrífugos ahí? —Mueve sus manos sobre las esferas
superpuestas—. Esos son los que nos levantan del piso. La cosa
es, que no están rotos tampoco.
—¿Así que me estás diciendo que el Skimmer debería
funcionar? —Inquiero, mis ojos se vuelven vidriosos mientras
observo el motor.
—Debería —dice Adam, pero entonces dirige su mano en
un espacio vacío entre los rotores y los cables—. ¿Excepto que,
ves eso?
—No tengo idea de qué demonios estoy viendo, amigo —
le digo—. ¿Está roto?
—Hay un conductor perdido —explica—. Es el que
transfiere la energía generada por el motor al resto de la nave.
—Y me estás contando que simplemente no pudo caerse.
—Obviamente, no.
Doy unos pocos pasos fuera de debajo del Skimmer y
observo la línea de árboles cercanos en busca de cualquier
movimiento. Matamos cada Mog que estuvo intentando entrar
en el Santuario. Todos excepto una.
—Phiri Dun-Ra —digo, sabiendo que la mog sigue allá
afuera. Estuvimos demasiado concentrados en entrar al
Santuario para molestarnos en ir por ella pronto, y ahora…
—Ella nos saboteó —dice Adam, alcanzando la misma
conclusión que yo. Phiri Dun-Ra hizo un movimiento cuando
arribamos, venciéndolo bastante fácil y estuvo cerca de tostarle
la cara en el campo de fuerza del Santuario antes de que
entrásemos en acción. Él aún suena bastante acerbo a eso—.
Ella atacó a Dust y luego nos dejó varados aquí. Debimos
haberla matado.
—No es demasiado tarde —replico, frunciendo el ceño.
No veo nada en los árboles, pero eso no significa que Phiri Dun-
Ra no esté ahí fuera mirándonos.
—¿No podemos reemplazar la pieza con una de otra nave?
—Pregunta Marina, caminando hacia la docena o más de naves
exploradoras Mogadorianas esparcidas a todo lo ancho de la
zona de aterrizaje.
Adam gruñe y sale de debajo de nuestro Skimmer. Da
zancadas hacia la nave más cercana, su mano izquierda sobre el
mango de un cañón Mog que tomó de uno de los soldados que
matamos.
—Apuesto que todas esas naves tienen los paneles del
motor que se ven iguales al de nosotros —Adam se queja—.
Espero que al menos se lastimara las horribles manos.
Recuerdo las manos amarradas de Phiri Dun-Ra, llenas de
cicatrices por estar en contacto con el campo de fuerza del
Santuario. Deberíamos haberlo sabido al dejar a uno de ellos
vivo. Incluso antes de que Adam llegué a la nave más cercana,
tengo un apesadumbrado sentimiento.
Adam se agacha debajo de la otra nave, examinándola.
Suspira y hace contacto visual conmigo antes de gentilmente
darle un codazo al casco blindado sobre su cabeza. El panel del
motor cae como si no hubiese nada sosteniéndolo en su lugar.
—Está jugando con nosotros —dice, con voz baja y
áspera—. Ella pudo habernos pegado un tiro cuando dejamos el
Santuario. En su lugar, nos quiere mantener aquí.
—Ella sabe que no puede vencernos por sí misma —digo,
levantando la voz, pensando que tal vez puedo sacar a Phiri
Dun-Ra fuera de su escondite.
—Ella removió esas partes, ¿cierto? —Pregunta Marina—.
¿Ella ni siquiera las destruyó?
—No, pareciera que se las llevó —Adam replica—.
Probablemente no quiere ser la responsable por destruir un
puñado de naves en adición a que todo su escuadrón fue
asesinado. Aunque, al tenernos aquí lo suficiente para que
lleguen refuerzos a capturarnos y matarnos probablemente le
daría un pase para su Amado Líder.
—Nadie será capturado o asesinado —digo—. Excepto
Phiri Dun-Ra.
—¿Hay alguna otra manera de hacer que nuestra nave se
mueva? —Marina pregunta a Adam—. ¿Podrías… no lo sé?
¿Armar algo?
Adam se rasguña la parte trasera del cuello, mirando
alrededor a las otras naves.
—Supongo que es posible —dice—. Depende de lo que le
podamos sacar provecho juntos. Puedo intentar, pero no soy un
mecánico.
—Esa no es la idea —digo, mirando alto hacia el cielo para
ver cuanta luz del día hemos perdido. No demasiada—. O,
podríamos entrar a la jungla, atrapar a Phiri Dun-Ra y traer
nuestra pieza de regreso.
Adam asiente.
—Prefiero ese plan.
Miro a Marina.
—¿Qué pasa contigo?
Incluso no tengo que preguntar más. El sudor en mis
brazos se estremece, ella está radiando un aura gélida.
—Vayamos de cacería —dice Marina.
Bajo condiciones ideales la caminata hacía Union Square
debería tomar alrededor de cuarenta y cinco minutos, está a
sólo dos kilómetros y medio, pero éstas no son para nada las
condiciones ideales. Sam y yo estamos retrocediendo por los
mismos callejones en donde peleamos por la tarde, justo
donde hay más presencia Mogadoriana.
Ojalá Cinco y Nueve no se maten el uno al otro antes de
que lleguemos a ellos, los necesitamos si queremos tener
alguna oportunidad de ganar esta guerra. A ambos.
Sam y yo nos pegamos a las sombras, algunas calles aún
tienen electricidad, así que las luces de las aceras siguen
funcionando normalmente, como una ciudad ordinaria, como
si no hubiera carros volcados o trozos de pavimento rotos,
evitamos esos lugares, sabiendo que sería más fácil para los
mogadorianos el encontrarnos.
Pasamos por lo que solía ser Chinatown, parece que un
tornado pasó por este lugar, es imposible pasar por un lado,
un bloque entero de edificios está en ruinas. Hay cientos de
pescados muertos a mitad de calle, debemos de escoger bien
nuestros pasos por el camino.
Mientras hacíamos nuestro camino desde las Naciones
Unidas, encontramos personas casi en cada calle, el
Departamento de Policía de Nueva York ha tratado de
evacuarlos ordenadamente, pero la mayoría no pone atención,
solo quieren estar un paso adelante del escuadrón de mogs, el
cual estaba tan interesado en asesinar humanos como en
tomarlos como prisioneros. Todos estaban aterrados y en
shock frente a esta nueva realidad. Sam y yo tomamos a los
rezagados, los que no lograron huir lo suficiente rápido o de
quienes cuyos grupos fueron hechos pedazos por las patrullas
mogs, había muchos de ellos. Ahora, diez calles después no
hemos visto a otro ser viviente. Tal vez la mayor parte de las
personas en el bajo Manhattan lograron llegar al punto de
evacuación en el puente de Brooklyn, eso si los mogs aún no
lo han destruido, como sea, cualquiera que haya logrado
sobrevivir al día, va a ser lo suficiente inteligente para
mantenerse escondido en la noche.
Mientras nos acercamos al siguiente bloque, Sam y yo
rodeamos una ambulancia abandonada, escucho un susurro
desde un callejón cercano, pongo mi mano sobre el brazo de
Sam y dejamos de caminar, los susurros cesan, puedo deducir
que estamos siendo observados.
—¿Qué sucede? —Pregunta Sam, en voz baja.
—Hay alguien ahí afuera.
Sam mira en la oscuridad
—Sigamos caminando —dice después de unos
segundos—. Ellos no desean nuestra ayuda.
Es duro para mí dejar a alguien atrás, pero Sam tiene
razón, quienquiera que esté aquí afuera, le está yendo bien sin
nuestra ayuda y solo los estaríamos poniendo en un peligro
mayor llevándolos con nosotros.
Cinco minutos después, volteamos por una esquina y
vemos a la primera patrulla Mog de la noche.
Los Mogs están en el lado opuesto de la calle, así que
podemos observarlos de forma segura, hay una docena de
guerreros, todos llevando cañones, sobre ellos hay un
Skimmer, barriendo la calle con una luz ubicada en el centro
de la nave, la patrulla se mueve metódicamente por la calle,
un grupo de cuatro guerreros periódicamente se separa del
resto adentrándose a un grupo de apartamentos en las
sombras.
Los veo seguir con esa rutina dos veces, y ambas veces
suspiro de alivio cuando los veo volver sin ningún prisionero
humano.
¿Qué pasaría si estos mogs encuentran a un humano y lo
toman como prisionero llevándolo por la calle? No puedo
dejar que eso suceda. ¿O sí? Tendría que pelear.
¿Y qué si Sam y yo seguimos adelante? Ellos son
depredadores, si los dejamos vivos, tarde o temprano van a
encontrar una presa.
Mientras estoy considerando esto, Sam llama mi
atención apuntando hacía un callejón cercano que nos
ayudara a evadir a los mogs.
—Vamos —dice rápidamente—. Antes de que estén
demasiado cerca.
Me quedo en mi lugar, considerando nuestras
posibilidades, solo hay doce de ellos, más aparte la nave, he
peleado con grupos más grandes y he ganado. Si, aún estoy
exhausto por una tarde de interminables batallas, pero
tenemos el elemento de la sorpresa de nuestro lado, podría
derribar ese Skimmer, incluso antes de que se dieran cuenta
de que están bajo ataque. El resto caería fácil.
—Podemos con ellos —concluyo.
—John, ¿estás loco? — Sam pregunta, cogiendo mi
hombro—. No podemos pelear con cada Mog en Nueva York.
—Pero podemos pelear con estos —respondo—. Me estoy
sintiendo más fuerte ahora y si algo pasa podría curarnos
después.
—Asumiendo que… bueno, ya sabes, no recibamos un
disparo en la cabeza o nos maten inmediatamente, batalla tras
batalla, sanar y sanar. ¿Cuánto puedes soportar?
—No lo sé.
—Hay demasiados de ellos, debemos de saber elegir
nuestras batallas.
—Tienes razón —admito forzadamente.
Seguimos por el callejón, dejando al escuadrón
Mogadoriano atrás, lógicamente, sé que Sam tiene razón, no
debería de estar gastando mi tiempo en una docena de
Mogadorianos cuando hay una guerra más grande por ganar.
Después de un día exhaustivo, debería de conservar mi fuerza.
Sé que todo esto es verdad, pero aun así no puedo dejar de
pensar en soy un cobarde por haber evitado la pelea.
Sam apunta a una señal en la esquina de Calle Uno con
la Segunda Avenida.
—Calles numeradas, nos estamos acercando.
—Ellos estaban peleando por la calle catorce, pero eso
fue hace una hora aproximadamente, por la manera en la que
iban, pueden haber ido en cualquier dirección desde aquí.
—Así que mantengamos nuestros oídos listos para oír
explosiones o insultos creativos —dice Sam.
Sólo avanzamos unas cuantas calles antes de
encontrarnos con otra patrulla Mogadoriana, Sam y yo nos
escondemos detrás de un camión de paquetería, una vez más,
hay doce mogadorianos con un Skimmer , este grupo se
comporta diferente al anterior, la nave se queda en su sitio, su
luz apuntando a la ventana frontal de un banco. Los
mogadorianos afuera tienen sus armas apuntadas hacía el
edificio, han visto algo.
Recuento las cabezas pálidas que se ven, once, solo hay
once donde antes definitivamente había doce ¿Acaso uno de
ellos se convirtió en cenizas sin que lo notara?
—Vamos —dice Sam con cautela, probablemente piense
que estoy buscando una pelea de nuevo.
—Deberíamos irnos mientras están distraídos.
—Espera —respondo—. Algo está sucediendo aquí.
Con los otros cubriéndolos, dos mogs avanzan hacia el
frente del banco, comienzan despacio, armas en ristre,
buscando algo más allá de la luz de la nave.
Cuando alcanzan el límite del banco, ambos Mogs
arrojan sus armas al aire, el escuadrón entero está congelado,
sorprendidos por este descubrimiento.
Es telequinesis, alguien acaba de desarmar a los Mogs
con un Legado.
Le doy a Sam una mirada.
—Nueve o Cinco —digo.
—Ellos están atrapados.
Volviendo a la acción, el resto de los Mogs abren fuego
hacía la oscuridad del banco, los soldados que fueron
desarmados son levantados del suelo con telequinesis y
usados como escudos, se desintegran ante el fuego del
escuadrón. Luego un escritorio sale volando desde el interior
del banco, dos Mogs son aplastados por el mueble volador y
los demás retroceden en busca de protección. Mientras tanto
la nave se acerca a la calle, sus armas saliendo, alistándose
para disparar al banco.
—Yo me encargo de la nave, tú encárgate de los
guerreros —digo.
—Hagámoslo —responde Sam, asintiendo una vez.
—Solo espero que no sea Cinco quien esté ahí dentro.
Salgo desde atrás del camión y corro hacía la acción,
disparando mi Lumen mientras avanzo. Los nervios en mis
manos se sienten fritos, puedo sentir el calor de mi propio
Lumen, como si estuviera pasando mis manos sobre una vela,
el dolor es soportable, un obvio efecto colateral de haberlo
usado en exceso. Avanzo rápidamente, lanzando una bola de
fuego a la nave, mi primer ataque explota en su luz,
oscureciendo la calle, la nave se desestabiliza mientras
dispara al banco, haciendo daño en la pared de al lado del
edificio, con el arma distraída, espero ver a Nueve salir del
banco para unirse a la acción.
Nadie sale, tal vez si hay un Garde dentro, está herido,
después de todo un día de luchar contra uno contra otro y
contra los Mogs, debe estar aún más agotados que yo.
Oigo un zumbido de electricidad por detrás de mí, es
Sam disparando su arma, y veo como dos de los Mogs más
cercanos se convierten en ceniza. Viéndonos venir desde
atrás, otro Mog intenta esconderse detrás de un carro
estacionado, Sam lo deja al descubierto removiendo el carro
con su recién descubierta telequinesis.
Uno de los Mogs grita un montón de palabras en
mogadoriano en un comunicador, probablemente pidiendo
ayuda. Emitiendo nuestra ubicación, esto no es bueno.
Me lanzo sobre el capo de una todoterreno ubicada
convenientemente bajo la nave, en mi camino, lanzo una bola
de fuego al Mog con el comunicador, quien es envuelto en
llamas y pronto no es nada más que cenizas agrupadas, aun
así, el daño está hecho, saben que estamos aquí. Tenemos que
salir de aquí rápido.
Salto del todoterreno hacia el Skimmer, dejando un
hueco en el metal por el impulso, al mismo tiempo le doy a la
nave un golpe telequinético, no tengo el poder para derribar la
nave, pero es lo suficiente fuerte para doblar una parte de ella
justo hacía mí, aterrizo sobre ella. Los pilotos me miran, están
en shock.
Unas semanas atrás tal vez se hubiese sentido bien el ver
a los Mogadorianos con miedo, tal vez incluso hubiese dicho
algo gracioso, tomado prestada alguna de las bromas de
Nueve, pero ahora, después de todo el terror que han
sembrado, no pierdo tiempo.
Arrancó la puerta de la cabina, suelta de sus bisagras y la
lanzo hacia la oscuridad. Los Mogs tratan de desabrocharse
de sus asientos, buscando sus cañones. Antes de que puedan
hacer algo, le doy rienda suelta a un concentrado y caliente
fuego. El Skimmer inmediatamente comienza a perder el
control. Salto de la nave, aterrizando fuertemente en el pasillo
de abajo, mis piernas cansadas apenas me soportan. El
Skimmer choca contra el frente de una tienda que está
cruzando la calle y explota, humo negro sale de la tienda a
través de la ventana. Sam corre hacia mí apuntando su cañón
al piso. El resto del área está libre de Mogs. Por el momento.
—Doce menos, faltan miles. —Sam dice secamente.
—Uno de ellos hizo una llamada de auxilio. Tenemos que
irnos —le digo a Sam, pero incluso mientras lo digo, siento el
mismo aturdimiento de hace unos momentos.
La adrenalina de la batalla se ha ido, mi fatiga esta ahora
de regreso. Me tengo que apoyar en el hombro de Sam por un
minuto, hasta que consigo orientarme.
—Nadie salió del banco —Sam dice—. No creo que Nueve
esté ahí. A menos que esté herido, está demasiado tranquilo.
—Cinco —gruñó, moviéndome cautelosamente hacia la
derrumbada entrada del banco. No estoy seguro de que pueda
manejar una batalla contra él en este momento. Mi única
esperanza es que Nueve haya hecho muy bien trabajo
debilitándolo.
—Ahí —Sam dice, apuntando hacia el oscuro lobby.
Alguien se mueve alrededor. Sin embargo, parece haber
pasado la batalla escondido detrás del sofá.
—Oye, está libre acá afuera —llamo dentro del banco,
apretando mis dientes mientras iluminó mi Lumen hacia
adentro.
—¿Nueve? ¿Cinco?
No es ninguno de la Garde, camina cautelosamente
dentro de mi rayo de luz. Es una chica. Ella es probablemente
de nuestra edad, solo unos centímetros más baja que yo, con
el cuerpo de una corredora. Su cabello va hacia atrás en unas
apretadas trenzas. Sus ropas están repletas de tierra, no sé si
por la pelea o por el caos general, como sea, no se ve
lastimada. Sobre el hombro izquierdo, lleva una bolsa de
apariencia pesada. Ella ve de Sam hacia mí con sus salvajes
ojos cafés, eventualmente enfocándose en la luz brillante de la
palma de mi mano.
—Tu eres el... —dice la chica, inclinándose hacia
adelante—. Tú eres el chico de la televisión.
Ahora la chica está lo suficientemente cerca, apago mi
Lumen. No quiero delatar nuestra locación a los refuerzos
Mogs que están en camino.
—Soy John —le digo.
—John Smith. Si, lo sé —la chica asiente ansiosamente—.
Soy Daniela. Realmente mataste a esos malditos aliens.
—Uh, gracias.
—¿Había alguien más aquí contigo? —Sam interrumpe,
estirando su cuello para ver detrás de ella—. ¿Un tipo con
problemas de ira y el hábito de quitarse la camiseta o un bruto
con un solo ojo?
Daniela voltea su cabeza hacia Sam, con las cejas
levantadas.
—No. ¿Qué? ¿Por qué?
—Pensamos haber visto que alguien atacaba esos Mogs
con telequinesis —digo, mirando a Daniela otra vez, sintiendo
a partes iguales curiosidad y precaución. Hemos sido
engañados antes por potenciales aliados.
—¿Te refieres a esto? —Daniela levanta su mano y el
cañón de un Mog muerto flota hacia ella.
Ella suspira, tratando de descansar su hombro, que
apenas soporta la bolsa.
—Uh-uh. Esa es una nueva habilidad para mí.
—No soy el único —Sam respira, mirándome con ojos
salvajes.
Mi mente está girando con tantas posibilidades, tan
rápido que me quedo sin palabras. Tal vez no entienda el
porqué de esto, pero que Sam haya obteniendo Legados, tiene
sentido para mí. Él ha pasado demasiado tiempo alrededor de
nosotros, la Garde, ha hecho demasiado para ayudarnos… si
algún humano fuera de repente a desarrollar Legados, sería
él.
Las horas desde la invasión han sido tan locas que ni si
quiera he tenido tiempo de pensar sobre eso. No había
porque, realmente. Sam con Legados se sentía lógico. Cuando
imagino a otros humanos, además de Sam, teniendo Legados,
es pensando en personas que conocemos, personas que nos
han ayudado. Estaba pensando en Sarah mayormente.
Definitivamente en no una chica al azar. Sin embargo esta
chica, Daniela, teniendo Legados, significa que algo más
grande de lo que imaginé ha pasado.
¿Quién es ella? ¿Por qué tiene poderes? ¿Cuántos más
como ella hay allá afuera?
Mientras tanto, Daniela me observa otra vez como si
fuera famoso.
—Así que… hmm ¿Puedo preguntar porque me has
escogido?
—¿Escogido?
—Sí, para convertirme en una mutante —explica
Daniela—. No podía hacer esto hasta hoy cuando tú y los
chicos pálidos…
—Mogadorianos —aclara Sam
—No podía mover cosas con mi mente hasta que tú y los
Mogadorkianos aparecieron. –Termina Daniela.
—¿Cuál es el trato, hombre? Ninguna de las otras
personas que he visto afuera tiene poderes. ¿Soy radioactiva?
¿Qué más puedo hacer? Tus manos brillaban. ¿Voy a ser
capaz de hacer eso? ¿Por qué yo? Contesta la última primero.
—Yo… —froto la parte trasera de mi cuello, abrumado—.
No tengo idea de porque tú.
—Oh —Daniela frunce la frente, mirando hacia el piso.
—John ¿No deberíamos de estar moviéndonos?
Asiento cuando Sam me recuerda la inminente llegada
de los refuerzos Mogadorianos. Ya hemos estado aquí
demasiado tiempo hablando. Parados frente a mí… y junto a
mí, hay… ¿Qué exactamente? ¿Nuevos miembros de la Garde?
Humanos. Es algo que nunca hubiera contemplado. Necesito
envolver mi cabeza con este nuevo estatus rápidamente,
porque si hay más humanos Garde ahí afuera, estarán
buscando una guía. Y con todos nuestros Cêpan muertos…
bueno, eso nos deja a nosotros. Los Lorics.
Primero lo primero, necesito asegurarme que Daniela se
mantenga con nosotros. Necesito tiempo para hablar con ella,
para intentar descubrir que exactamente desencadenó sus
Legados.
—No es seguro aquí, deberías venir con nosotros —le
digo.
Daniela mira alrededor a la destrucción que nos rodea.
—¿Estaré a salvo a donde van?
—No. Obviamente no.
—Lo que John quiere decir es que, particularmente este
bloque estará lleno de Mogs en cualquier momento —Sam
explica. Él comienza a alejarse del banco, tratando de
guiarnos con el ejemplo. Daniela no lo sigue así que yo
tampoco.
—Tu compañero es nervioso —observa Daniela.
—Me llamo Sam.
—Eres una persona nerviosa, Sam. —Daniela responde,
con una mano en la cintura. Ella me vuelve a mirar,
midiéndome.
—Si más de esos aliens vienen ¿No puedes simplemente
mandar a volar lejos sus traseros?
—Yo… —me encuentro a mí mismo teniendo que reciclar
la lógica de ―elige tus peleas‖ que me eriza cuando Sam lo usa
conmigo.
—Son demasiados para seguir peleando. Tal vez no lo
sientes ahora, porque apenas has empezado a usarlos, pero
nuestros Legados no son una fuente ilimitada. Podemos
empujar muy fuerte, terminar cansados, y entonces no
seremos ningún bien para nadie.
—Buen consejo —Daniela dice. Ella parece arraigada en
su lugar—. Que mal que no pudiste contestar ninguna de mis
otras preguntas.
—Mira, no sé porque tienes Legados, pero es una cosa
asombrosa. Es bueno. Es el destino, tal vez. Puedes ayudarnos
a ganar esta guerra.
Daniela resopla por la nariz
—¿En serio? No estoy peleando en ninguna guerra, John
Smith de Marte. Estoy intentando sobrevivir aquí. Esto es
América. El ejército se encargara de estos débiles traseros
aliens. Consiguieron que cayéramos, eso es todo.
Sacudo mi cabeza en desacuerdo. Realmente no hay
tiempo de explicar a Daniela todo lo que necesita saber sobre
los Mogadorianos. Su tecnología superior, su infiltración en el
gobierno de la Tierra, la interminable cantidad de pálidos
guerreros y monstruos. Nunca tuve que explicar esas cosas a
los otros miembros de la Garde. Siempre supimos los riesgos,
fuimos criados para entender nuestra misión aquí en la
Tierra. Pero Daniela y los otros novatos Garde que tal vez
vaguen alrededor... ¿Qué si no están listos para pelear? ¿O no
quieren?
Una explosión sacude el piso bajo mis pies, emana de
unos bloques a la distancia, pero sigue siendo lo
suficientemente fuerte para encender las alarmas de los autos
y hacer vibrar mis dientes. Humo denso, más oscuro que el
cielo nocturno, flota a la vista desde el norte. Suena como si
un edificio hubiese colapsado.
—En serio —Sam dice—. Algo se dirige en nuestro
camino.
Otra explosión, más cerca, confirma la suposición de
Sam. Me volteo desesperado hacia Daniela.
—Podemos ayudarnos entre nosotros. Tenemos que, o
no sobreviviremos —le digo, pensando no solo en nosotros
tres, sino en humanos y Lorics.
—Estamos buscando a nuestro amigo. Una vez que lo
encontremos, saldremos de Manhattan. Hemos escuchado
que el gobierno ha establecido una zona segura alrededor del
puente de Brooklyn. Llegaremos ahí y…
Daniela manda a volar mi plan entero, parándose
enfrente de mí. Su voz se alza, y puedo sentir su telequinesis
golpeando mi pecho, como si presionara fuerte su dedo
índice.

—Mi padrastro fue rostizado por esos cabrones pálidos y


ahora estoy aquí afuera buscando a mi mamá, chico alíen. Ella
trabaja por aquí. ¿Tú dices que debo abandonar todo y unirme
a tu ejército de dos, corriendo alrededor de la ciudad, en la
que jugaste un papel importante para hacerla explotar? ¿Estás
diciendo que el amigo que buscas es más importante que mi
mamá?
Otra explosión. Aún más cerca. No tengo idea de que
decirle a Daniela. ¿Salvar a la Tierra es más importante que
salvar a su mamá? ¿Ese es mi discurso? ¿Hubiera escuchado
eso si alguien hubiera dicho eso sobre Henri o Sarah?
—Oh, por dios —Sam dice exasperado—. ¿Podemos al
menos estar de acuerdo en correr en la misma dirección?
Y ahí es cuando los refuerzos aparecen a la vista. No es
un escuadrón de Skimmers o guerreros los que vienen a
matarnos.
Es el Anubis.
La enorme nave de guerra, más grande que un porta aviones,
se vuelve visible en el cielo nocturno cuando se mantiene
como a cinco calles de distancia. Se mueve lentamente a
través del denso humo que se levanta de sus recientes
atentados. Sam y yo hemos sido capaces de mantenernos
alejados del Anubis hasta esta tarde, peleando en nuestro
camino hacia el sur mientras lentamente nos rodeaba el
horizonte por el este. Pero ahora, aquí está. Sobrevolando la
Avenida, directamente en la dirección de Union Square.
Cierro mis puños. Setrákus Ra y Ella están a bordo del
Anubis. Si tan solo pudiera subir ahí, tal vez pudiera abrirme
camino hacia el líder Mogadoriano. Tal vez pudiera matarlo
esta vez. Sam se mantiene a mi lado.
—Lo que sea que estés pensando, es una mala idea.
Necesitamos correr, John.
Y puntuando la declaración de Sam, una bola candente
de energía eléctrica se forma en el enorme cañón en el casco
del Anubis. Es como un sol en miniatura construido dentro
del cilindro, y por un momento ilumina el bloque, cubriéndolo
con un azul fantasmal. Entonces, con un sonido como de cien
armas Mogs disparando al mismo tiempo, la energía sale
fuera del cañón, abriéndose camino a través de la fachada de
un edificio de oficinas cercano, la estructura de veinte pisos
colapsa casi inmediatamente hacia adentro.
Una ola de polvo rueda por la calle hacia nosotros.
Tosiendo, los tres tenemos que cubrir nuestros ojos. El polvo
podría darnos algo de cubierta, pero eso realmente no
importa cuando una nave de guerra tiene un arma que puede
destruir edificios enteros. El Anubis se acerca, preparándose
para otro disparo. No estoy seguro de si Setrákus Ra tiene
como objetivo los edificios o si simplemente está destruyendo
cosas aleatoriamente, esperando golpearnos. El Anubis es
como la fuerza de la naturaleza y está dirigiéndose hacia
nosotros.
—Al diablo con esto —escucho decir a Daniela, y
entonces se va.
Sam la sigue y yo también, los tres volvemos al camino
por el cual Sam y yo acabamos de venir. Tendremos que
descubrir otra forma de rastrear a Nueve. Si sigue en el área,
espero que haya conseguido salir del bombardeo.
—¿Sabes hacia dónde vamos? —Sam le grita a Daniela.
—¿Qué? ¿Ustedes están siguiéndome ahora?
—Conoces la ciudad, ¿no?
Otro edificio explota detrás de nosotros. El polvo es más
espeso esta vez, nos ahoga, y mi espalda es golpeada por
pequeños trozos de cemento. La explosión fue demasiado
cerca. Tal vez no seamos capaces de escapar a la siguiente.
—¡Necesitamos salir de la calle! —grito.
—¡Por este lado! —Daniela grita, girando bruscamente a
la izquierda, momentáneamente nos saca del diluvio de
escombros que caen por la avenida.
Cuando Daniela gira, algo se desliza fuera del roto cierre
de su mochila. Por un segundo, mis ojos siguen un billete de
cien dólares mientras flota a través del aire y es rápidamente
tragada por la ondulante nube de escombros. Algo difícil de
notar cuando estas corriendo por tu vida. Espera. ¿Qué estaba
haciendo exactamente cuando los Mogs la acorralaron?
No hay tiempo de preguntar. Otra explosión en el área,
esta fue definitivamente más cerca y lo suficientemente fuerte
para tirar a Sam al piso. Lo levanto y seguimos adelante.
Aunque Daniela solo esta unos pasos adelante, se ve como
una silueta.
—¡Aquí! —ella nos grita.
Intento prender mi Lumen pero no ayuda debido al
remolino de escombros. No tengo idea de adónde nos lleva
Daniela, no hasta que el piso debajo de mis pies desaparece y
caemos dentro de un hoyo en el suelo.
—Uf. —Sam grita mientras golpea con el concreto del
piso a mi lado. Daniela está en pie a unos metros. Mis manos
y rodillas están raspadas por la caída, pero fuera de eso, no
estoy lastimado. Miro sobre mi hombro, viendo una escalera
oscura que rápidamente se llena de escombros. Estamos en
una estación de metro.
—Una advertencia hubiera estado bien —le suelto a
Daniela.
—Tú dijiste, fuera de la calle —ella responde—. Esto es
fuera de la calle.
—¿Estas bien? —Le pregunto a Sam, ayudándolo. Él
asiente, recuperando su respiración.
La estación del metro comienza a vibrar. Los torniquetes
de metal traquetean y más polvo se filtra hacia abajo desde el
techo. Incluso a través del muro de concreto, escucho el
poderoso rugido de la maquinaria de la nave. El Anubis debe
estar encima de nosotros. Un azul eléctrico ilumina
ligeramente la estación desde afuera.
—¡Vamos! —Grito, empujando a Sam, Daniela ya saltó el
torniquete—. ¡Hacia los túneles!
El cañón descarga con un fuerte chillido. Incluso
protegidos con capas de concreto, me estremezco por la
electricidad, mi cuerpo efervesciendo hasta los huesos. La
estación de metro tiembla y, sobre nosotros, un edificio suelta
un gemido lastimero mientras su acero de dobla y colapsa. Me
giro y corro, saltando sobre el rastro de Sam y Daniela. Miro
sobre mi hombro mientras el techo comienza a ceder, primero
sellando las escaleras por las que acabamos de bajar, después
extendiéndose más dentro de la estación. No va a resistir.
—¡Corran! —grito otra vez, luchando por ser escuchado
sobre el derrumbamiento de la estructura.
Dentro de la oscuridad del túnel, corremos. Prendo mi
Lumen para que podamos ver, mi luz brilla sobre el camino de
metal a cada lado de nosotros. Percibo movimiento a mi lado
y me toma un momento darme cuenta que hay una manada
de ratas corriendo a nuestro lado, huyendo también del
colapso. En algún lugar de aquí, una tubería debió romperse
porque estoy corriendo a través de agua que cubre hasta mi
tobillo.
Con mi oído mejorado, escucho las tuberías que nos
rodean moverse y gotear. Lo que sea que el Anubis está
destruyendo al nivel de la calle, está causando un daño mayor
a los cimientos de la ciudad. Miro al techo justo a tiempo para
ver una grieta irregular abrirse camino a través del cemento,
rompiéndose en más grietas que se propagan por la pared. Es
como si quisiéramos correr más rápido que el daño de la
estructura. No podemos ganar esta carrera. El túnel va a
colapsar. Estoy a punto de gritar una advertencia cuando el
túnel cae encima de Daniela. Ella solo tiene tiempo de mirar
hacia arriba y gritar mientras un desalojado pedazo de
cemento se derrumba sobre ella. Pongo toda mi fuerza en mi
telequinesis y lo empujó hacia arriba.
Se mantiene. Logro mantener el derrumbe lejos de la
cabeza de Daniela. Ejerzo tanta fuerza para contener el
masivo peso de encima, que soy empujado sobre mis rodillas.
Siento que las venas en mi cuello sobresalen, sudor fresco
resbala por mi espalda. Es como cargar un tremendo peso
cuando ya estás cansado. Y mientras tanto, nuevas grietas se
propagan de la parte rota del techo. Es física, el peso debe ir a
algún lado. Y eso será justo encima de nosotros. No puedo
soportar esto. No por mucho tiempo.
El sabor de la sangre llega a mi boca y me doy cuenta que
estoy mordiendo mi labio. No puedo ni gritarles a los otros
por ayuda. Si muevo incluso un poco de mi concentración en
la telequinesis, el peso se volverá demasiado.
Por suerte, Sam se da cuenta de lo que pasa.
—¡Tenemos que mantener el techo! —Le grita a
Daniela—. ¡Tenemos que ayudarle!
Sam se para junto a mí y levanta sus manos. Siento su
fuerza telequinética unirse a la mía y alivia algo de la presión.
Soy capaz de levantarme de mis rodillas.
Por el rabillo de mi ojo, veo a Daniela dudar. La verdad
es, que si ella corre ahora, conmigo y Sam deteniendo el túnel,
probablemente podrá ponerse a salvo. Estaremos arruinados,
pero ella lo lograría.
Daniela no corre. Se mantiene al otro lado mío y levanta
sus manos. El cemento del techo cruje y más grietas crecen en
las paredes del túnel. Es un balance delicado, nuestras
telequinesis fuerzan el peso de la construcción rota a moverse
a otra parte. No importa lo que hagamos, eventualmente, este
túnel va a colapsar.
Gran parte del peso ha sido tomado por ellos, así que
puedo hablar de nuevo. Ignoro la quemante agonía en mis
músculos, la pesadez hundiéndose en mis hombros. Sam y
Daniela se mantienen, esperando mis instrucciones.
—Caminen… caminen hacia atrás. —Logro gruñir—.
Soltémoslo… lentamente.
Hombro con hombro, los tres marchamos lentamente de
regreso bajo el túnel. Mantenemos la presión telequinética
directamente sobre nosotros, gradualmente dejando ir
secciones de techo por las que de forma segura, pasamos. Se
derrumban y colapsan en nuestro camino. En un punto, veo
un par de automóviles caer en el túnel, rápidamente tragados
por las ruinas. La calle arriba de nosotros se colapsa, pero los
tres la mantenemos.
—¿Cuánto más? —Sam pregunta con los dientes
apretados.
—No lo sé —respondo—. Sigamos moviéndonos.
—Mierda —Daniela repite una y otra vez, su voz en un
ronco susurro. Puedo ver sus brazos temblando.
Ambos, Daniela y Sam son novatos, no acostumbrados a
la telequinesis. Nunca había soportado este peso antes, ni si
quiera yo estuve cerca de hacerlo en mi primer día con
Legados. Puedo sentir su fuerza tambalear, comenzando a
resbalarse. Solo necesitan resistir un poco más. Si no lo hacen,
estamos muertos.
—Lo vamos a lograr —gruñó—. ¡Continúen!
Puedo sentir el túnel del metro en pendiente
gradualmente bajo mis pies. Llegamos más profundo, el techo
es más resistente encima de nosotros. Paso a paso, la presión
telequinética que necesitamos es menor, hasta que finalmente
alcanzamos una sección del túnel donde el techo es estable.
—Déjenlo ir —les gruñó—. Está bien, déjenlo ir.
Como uno solo, liberamos nuestro agarre del techo.
Unos metros más lejos, el último pedazo de techo que
soportábamos se estrella en el túnel, bloqueando el camino de
entrada. Arriba de nosotros, el techo cruje y se mantiene. Los
tres colapsamos en la sucia agua que cubre el fondo del túnel.
Siento como si un peso ha sido quitado de mis hombros.
Escucho un sonido de arcadas cerca de mí y me doy cuenta
que Daniela está vomitando. Intento levantarme y sostenerla,
pero mi cuerpo no coopera. Caigo con la cara dentro del agua.
Un segundo después, la mano de Sam está bajo mi
brazo, levantándome. Su rostro esta pálido y tenso, como si
no tuviera mucho más que dar.
—Oh, hombre ¿Se está muriendo? —Daniela le pregunta
a Sam.
—No importa que tanto techo hayamos mantenido, él
probablemente estaba cargando cuatro veces más que
nosotros. —Sam responde—. Ayúdame con él.
Daniela se desliza bajo mi otro brazo. Ella y Sam me
levantan, arrastrándose por el túnel.
—Él acaba de salvar mi vida. —Daniela dice, aun
jadeando.
—Sí, él siempre hace eso. —Sam voltea su cabeza,
hablándome al oído.
—¿John? ¿Puedes escucharme? Puedes apagar las luces.
Podemos caminar en la oscuridad por un momento.
Ahí es cuando me doy cuenta que sigo iluminando el
túnel con mi Lumen. Corriendo del humo, y aun así
instintivamente manteniendo las luces encendidas. Toma un
esfuerzo consciente de mi parte hacer que mi Lumen se
apague, para no pelear contra mi propio agotamiento, me
permito a mí mismo ser llevado. Me dejo ir. Confió en Sam. Y
entonces no puedo sentir más los brazos de Daniela y Sam
alrededor de mí. No puedo sentir mis pies siendo arrastrados
a través del agua sucia de los túneles. Todos mis dolores y
sufrimientos son derretidos fuera hasta que estoy en paz
flotando a través de la oscuridad. La voz de una mujer
interrumpe mi descanso.
—John…
Una mano fría se desliza dentro de la mía. Es esbelta y
femenina, frágil, pero aprieta con suficiente fuerza para
forzarme a traer de vuelta mis sentidos.
—Abre tus ojos, John.
Hago lo que dice y me encuentro a mí mismo acostado
en una mesa de operaciones en un cuarto austero, de
apariencia siniestra y maquinaria quirúrgica esparcida
alrededor de mí. Justo al lado de mi cabeza, está una máquina
que parece una aspiradora, un tubo de succión con un
escalpelo, al final está atado a un barril lleno con una viscosa
sustancia negra que se retuerce. La rebosante cosa flotando a
través de la maquina me recuerda a la cosa que limpie de las
venas del Secretario de Defensa. Solo con verla, hace que mi
piel se erice. Es inherentemente, natural y Mogadoriana. Esto
no está bien. ¿Dónde estoy? ¿Fuimos capturados mientras
estaba inconsciente?
No puedo sentir mis brazos o piernas. Y aun así,
extrañamente, no entro en pánico. Por alguna razón, no
siento como si estuviera en un peligro real. He tenido esta
experiencia extracorpórea antes.
Estoy en un sueño, me doy cuenta. Pero no mi propio
sueño. Alguien más está controlando esto.
Con algo de esfuerzo, logro girar mi cabeza a la
izquierda. No hay nada en esa dirección, excepto más equipo
de apariencia rara, una mezcla de herramientas médicas de
acero inoxidable y complicada maquinaria como las cosas que
encontramos dentro de Ashwood. En la pared más lejana, sin
embargo, hay una ventana. Una portilla, realmente. Estamos
en el aire, el cielo es oscuro afuera, iluminado solo por el
fuego de la ciudad de abajo.
Estoy a bordo del Anubis, flotando sobre Nueva York.
Tratando de tomar cada detalle, giro mi cabeza a la
derecha. Un grupo de Mogadorianos vestidos con batas de
laboratorio y usando guantes esterilizados rodeados de mesas
de metal exactamente como en la que estoy acostado. Hay un
pequeño cuerpo en la mesa. Uno de los Mogs detiene un tubo
de otra de esas rebosantes maquinas, en el proceso de
presionar dentro del esternón de la joven chica en la mesa.
Ella.
Ella no llora cuando los filos de esas cosas la presionan
en el pecho. Estoy sin poder de hacer algo mientras la cosa
negra pegajosa mogadoriana es lentamente bombeado dentro
de ella.
Quiero gritar. Antes de que pueda, Ella gira su cabeza y
hace contacto visual conmigo.
—John —Ella dice, su voz totalmente en calma a pesar de
la horrible cirugía a la que está siendo sometida.
—Levántate. No tenemos mucho tiempo.
—Podemos hacerlo, pero primero necesitamos entender cómo
piensa Phiri Dun-Ra —susurra Adam.
—Tú eres el experto en psicología Mog. —Respondo,
viendo como Adam utiliza una rama rota para dibujar un
cuadrado en la tierra—. Ilumínanos.
Los tres estamos en cuclillas al lado de nuestro Skimmer
sin vida, en la franja de tierra que los Mogs estaban usando
como una pista de aterrizaje. Está oscuro ahora, pero los Mogs
tenían un montón de linternas eléctricas de mano para iluminar
su entrada al Santuario. Supongo que Phiri no tuvo la previsión
para robar todas las pilas, así que al menos tenemos luz.
También hay algunos grandes focos colocados alrededor del
perímetro del templo, pero los hemos dejado apagados. No
necesitamos facilitarle su espionaje. La selva que nos rodea
parece más fuerte ahora que el sol ha bajado, el canto de los
pájaros tropicales se ha reemplazado por el zumbido estridente
de miles de millones de mosquitos. Me abofeteo la parte de
atrás de mi cuello cuando uno de ellos trata de picarme.
—No hay duda en mi mente, ella está ahí fuera ahora
mismo, observándonos —dice Adam—. Cada Mog guerrero de
su clase es entrenado en la vigilancia.
—Sí, lo sabemos —respondo, mirando hacia la oscuridad.
—Ustedes han estado acechándonos durante toda nuestra
vida, ¿recuerdas? —Adam continúa, ignorándome.
—Ella, probablemente es capaz de andar por lo menos tres
días sin dormir. Y no se queda en un solo lugar, ella se moverá.
No habrá un campamento ni nada de eso. Si vamos allí después
de ella, ella se habrá movido, se mantendrá por delante de
nosotros. Ella tiene un montón de selva para esconderse. Dicho
esto, va a usar su instinto para estar cerca. Ella querrá mantener
control sobre nosotros.
Marina frunce el ceño en Adam, viendo como él dibuja
algunas líneas onduladas en la tierra alrededor del cuadrado.
Me doy cuenta de que está dibujando el Santuario y la selva
circundante.
—Así que tenemos que sacarla —dice Marina.
—¿Sabes una buena manera para hacer eso? —Le
pregunto a Adam.
—Le damos algo a lo que ningún Mog puede resistirse —
Adam responde, y dibuja una "M" en la parte occidental de la
selva. Entonces, él da a Marina una mirada afilada—. Un Garde
vulnerable.
Inmediatamente, siento que el aire que nos rodea llega un
poco más frío. Marina se inclina hacia adelante, acercándose a
Adam, sus ojos se estrechan amenazadoramente.
—¿Te parezco vulnerable, Adam?
—Por supuesto que no. Sólo queremos presentarte de esa
manera.
—Una trampa —le digo, tratando de intervenir—.
Marina, relájate.
Marina me da una mirada, pero siento su aura helada.
—Así que —Adam continúa—, en primer lugar, nos
separamos.
—¿Dividirnos? —Marina repite—. Estás bromeando.
—Eso siempre es la peor idea —le digo.
—Podemos solo salir y cazarla —dice Marina—. Seis
puede hacernos invisibles. Ella no va a tener ninguna
oportunidad.
—Eso podría llevar toda la noche —dice Adam—. Tal vez
más tiempo.
—Y no es precisamente fácil moverse a través de una selva
oscura —le recuerdo a Marina, pensando en nuestro viaje a
través de los Everglades.
—Nos separamos porque es un movimiento tonto —
Adam explica—. Hacemos que parezca que estamos tratando
de encontrarla, como que estamos tratando de cubrir más
terreno. Phiri Dun-Ra lo verá como una oportunidad…
Adam dibuja tres líneas que se mueven lejos del templo,
desplegándose en la selva.
—Seis, irás al este, voy a ir al sur y, Marina, va a ir al oeste.
—Adam me mira—. Al llegar doscientos pasos en la selva, Seis,
te haces invisible. Ella no te vera en ese momento.
—¿Qué te hace pensar que no me va a atacar? —
Pregunto—. Puedo ser vulnerable.
Marina resopla. Adam niega con la cabeza.
—Ella va a ir por nuestra sanadora primero. Lo sé.
—¿Porque es lo que harías? —Pregunta Marina.
Adam mira a sus ojos.
—Sí.
Marina y yo intercambiamos una mirada. Al menos Adam
está haciéndolo como si fuera a cazarnos. Estoy contenta de que
esté de nuestro lado.
—Supongo que tiene sentido —dice Marina, examinando
los dibujos en el lodo. De repente, ella mira hacia Adam—.
Espera. ¿Estás diciendo que los Mogs saben que soy un sanador?
—Por supuesto —responde—. Cualquier Legado que
hemos observado en el campo se ha convertido en parte de sus
expedientes. Y todos Mogs estudian esos. Es como su segundo
actividad de ocio favorita después del Gran Libro.
—Divertido —le digo. Marina considera esto.
—No podrían saber acerca de mi visión nocturna. No es
algo que se pueda observar.
Adam levanta la vista de su plan de batalla.
—¿Tienes visión nocturna?
Marina asiente.
—Si tienes razón y Phiri hace lo que dices, en realidad
podría verla venir.
—Eh —Adam responde—. Bueno, eso es una ventaja.
—Entonces, ¿qué hago después de volverme invisible? —
Pregunto.
—Tú me encuentras, me haces invisible, y luego doblamos
hacia atrás y seguimos a Marina. Para respaldarla cuando Phiri
Dun-Ra ataque.
—¿Y si ella me ataca antes de que ustedes lleguen? —
Pregunta Marina.
Adam sonríe.
—Supongo que, tratar de no matarla hasta que tengas de
nuevo los conductores.
—¿Crees que simplemente va a entregarlos? —Marina
pregunta, inclinando la cabeza ante Adam.
—Con suerte, ella los está llevando ahora —responde.
—¿Y si no es así?
—Yo… —Adam ve desde Marina a mí, tratando de medir
nuestras reacciones—. Hay maneras de hacer que la gente
hable. Incluso a los Mogadorianos.
—Nosotros no torturamos —dice Marina enfáticamente.
Incluso después de todo lo que ha pasado, incluso después de
perder a Ocho, ella sigue teniendo la brújula moral. Ella me mira
como apoyo—. ¿Cierto, Seis?
—Lo averiguaremos —respondo, no queriendo tomar una
posición por momento—. Lo primero es lo primero. Vamos por
la perra.
Los tres hacemos un gran espectáculo en la separación,
cada uno de nosotros lleva una de las linternas eléctricas en la
selva prohibida. Mientras paso a través de las vides gruesas y las
ramas en la densa maleza, concentro mi audición tanto como
sea posible. Estoy esperando que tal vez voy a tropezar con
Phiri, y acortar todo este plan de Adam, pero no hay suerte. Sólo
tengo éxito en la amplificación de los sonidos incesantes de la
selva. A mi izquierda, algo oscuro y peludo grita una
advertencia mientras me muevo a través de su territorio. Hay
mucho movimiento y ruido aquí. Adam tenía razón, en que sería
casi imposible rastrear a Phiri Dun-Ra. Empujo a un lado una
rama con más fuerza de la necesaria. Regresa y golpea mi
hombro. Aprieto los dientes y me pregunto si yo podría llamar a
un huracán sobre toda esta estúpida selva y tomar a Phiri Dun-
Ra.
Un Mog. Estamos aquí persiguiendo a un estúpido Mog.
Esto debe ser exactamente lo que Phiri Dun-Ra quería, para
sacarnos del juego, mientras que quién demonios sabe lo que
pasa en Nueva York. Una invasión a escala completa podría
estar en marcha. Me imagino a John y a Nueve tratando de
luchar contra hordas de Mogadorianos, Sam corriendo por su
vida, el mundo entero envuelto en llamas. Sí, tenemos que
darnos prisa.
Antes de separarnos y dirigirnos hacia la selva,
encendimos las grandes luces de trabajo halógenas de todo el
perímetro del Santuario, para que fuéramos capaces de
encontrar el camino de vuelta. Una vez que he ido lo
suficientemente lejos, tanto que apenas puedo ver las luces a
través de los árboles, me vuelvo invisible. Sólo en caso de Phiri
Dun-Ra me esté mirando en lugar de Marina. Utilizo mi
telequinesis para hacer flotar mi linterna por delante de mí.
Espero unos segundos para ver si alguna sombra se desprende
de la selva circundante, cuando nada lo hace, engancho la
linterna a una rama baja y la dejo atrás.
Me siento cómoda con mi propia invisibilidad, y de haber
desarrollado un buen sentido de la conciencia espacial después
de años de práctica. Aun así, no es fácil navegar sin mi luz. Por
lo menos tengo un poco de experiencia de la vez anterior en
Florida. Me tomo las cosas con calma, mirando a menudo al
suelo fangoso frente a mí, agachándome bajo para pasar por
debajo de las ramas. En un punto, tengo que caminar con
cuidado sobre una serpiente de cascabel de rayas, la cosa ni
siquiera se da cuenta cuando paso. En poco tiempo, veo la
linterna de Adam a través de la selva. Se mueve deliberadamente
lento, esperando a que yo lo alcance. Él no me oye venir.
Cuando me deslizo mi mano en la suya, en el momento antes de
volverlo invisible, oigo su aliento y sus hombros se tensan.
—¿Te asuste? —Susurro. Le arranco la linterna de la otra
mano con mi telequinesis, pasando por la misma rutina que hice
con la mía.
—Me sorprendió, eso es todo —él responde en voz baja—.
Vámonos.
Empezamos a recorrer nuestro camino por la selva hacia
donde Marina debe estar. Estoy cuidando de no ir demasiado
rápido al principio, pero Adam tiene buen equilibrio y parece
estar manteniéndolo muy bien. Su mano es sorprendentemente
fresca y seca a pesar del aire húmedo de la selva. Es
comprensible, toda esta situación no se le es extraña a él en
absoluto. Se me escapa una risita.
—¿Qué? —Me pregunta, su voz es un susurro en la
oscuridad.
—Simplemente nunca imagine llegar a un punto en mi
vida donde me gustaría estar de la mano de un Mogadoriano —
respondo.
—Somos aliados —Adam responde—. Es para la misión.
—Sí, gracias por aclarar eso. Aun así, ¿no es raro para ti?
Adam hace una pausa.
—En realidad no.
Adam no dice nada más. Recuerdo algo que dijo en el
vuelo de regreso hacia el Santuario.
—¿A quién te recuerdo? —Le pregunto mientras subimos
con cuidado sobre un tronco caído.
—¿Qué?
—De camino, en el Skimmer, dijiste que yo te recordaba a
alguien.
—¿Quieres hablar de eso ahora? —Susurra.
—Soy curiosa —Respondo, mantengo ojo hacia fuera
buscando el brillo revelador de la linterna de Marina. Nosotros
no la vemos todavía. Adam está tranquilo durante el tiempo
suficiente que me pongo a pensar que él no va a hablar más, y
que su silencio es una reprimenda por no apegarme a la misión.
Estoy a punto de decirle: yo puedo rastrear con éxito un Mogadoriano
en el mismo tiempo que lleva esta pequeña charla, muchas gracias, cuando
por fin me responde.
—Número Uno —dice—. Es a quien me recuerdas.
—¿Uno? ¿La Garde de la que tomaste tu Legado? —Su
mano se tensa en la mía, como queriendo alejarse.
—Ella me dio su Legado —Adam responde—. Yo no tomé
nada.
—Correcto —respondo—. Lo siento. Mala elección de
palabras. No me di cuenta de que en realidad la conocieras.
—Teníamos… una relación compleja.
—¿Cómo? ¿Estuviste a cargo de acosarla o algo así?
Adam suspira.
—No. Después de que fue asesinada, la conciencia de Uno
se implantó en mi cerebro junto con la mía. Durante un tiempo,
básicamente, compartimos un cuerpo. Supongo que es por eso
que no estoy preocupado con la mano o lo que sea que debiera
hacerme sentir incómodo durante los últimos cinco minutos.
He estado muy, muy cerca de la Garde desde antes.
Ahora es mi turno de caer en silencio. Yo nunca conocí a
número Uno. Ella sigue siendo un completo misterio para mí,
más como un concepto. La única con mala suerte. La primera al
bate. La primera en ser asesinada. Y sin embargo, Adam tiene
todo este conocimiento íntimo de ella. Es extraño pensar que un
Mogadoriano ha pensado más en número Uno de lo que yo he
hecho. No sólo eso, pero suena como si realmente se preocupara
por ella. Nuestro mundo sólo se pone más y más extraño.
—Ahí está ella —Susurro, liberándonos de cualquier
conversación incómoda cuando la linterna de Marina está a la
vista.
—Bien —Adam dice, sonando aliviado—. Ahora seguimos
adelante y esperamos a Phiri Dun-Ra que tome la…
Es interrumpido por el chisporroteo del fuego azul cobalto
en el aire, a la derecha de la linterna de Marina. Incluso con
todo el ruido de la selva, puedo oír gritar a Marina.
—¡Mierda! ¡Corre! —Libero la mano de Adam a través de
la selva, usando mi telequinesis para empujar a un lado las
ramas enredadas y bloqueos de las densas hojas. Estoy segura de
que cojo algunos rasguños en el camino, pero eso no importa.
Las criaturas suenan alrededor, en pánico porque cruzo a
través de su territorio.
Estoy lejanamente consciente de que Adam corre detrás de
mí, aprovechando el camino que estoy limpiando. Más adelante,
puedo decir que la linterna de Marina ha caído al suelo por la
forma en que lanza haces torcidos de luz a través de las ramas
de los árboles retorcidos. Corro con el acelerador a fondo, me
toma menos de un minuto pasar a través de la selva. Me echo en
el pequeño claro donde la linterna de Marina está en el suelo,
justo a tiempo para ver a Marina corriendo con la mano en una
quemadura de desintegrador en la parte superior del brazo. Ella
me mira mientras cura su piel con ampollas.
—El plan funcionó —dice Marina casualmente.
—Estás herida —le respondo.
—¿Esto? Tiro de suerte.
Doy un suspiro de alivio, luego de mirar a la izquierda de
Marina, donde Phiri Dun-Ra nos mira de rodillas. Hay un rastro
de sangre fresca que gotea a través de su montón de tatuajes
Mog y trenzas dolorosamente peinadas, probablemente desde
que Marina le golpeo. El desintegrador de Phiri está en la tierra
al lado de ella, fuera del alcance y doblado por un ataque
telequinético. Sus manos y tobillos están sujetos en lo que, me
doy cuenta rápidamente, deben ser grilletes hechos de hielo
sólido. Parece que Marina lo ha hecho bastante bien con su
nuevo Legado. Adam llega al claro unos segundos después de
mí. La mirada de Phiri Dun-Ra de odio se intensifica cuando él
aparece.
—Tú la tienes —dice Adam, y Marina asiente, incluso
sonríe un poco.
—¿Estás bien?
—Estoy bien —Marina responde.
—Ahora… ¿Que debemos hacer con ella?
—Debes matarme —gruñe Phiri Dun-Ra, escupiendo en el
suelo delante de ella—. La visión de un verdadero traidor con
ustedes, basura Loric, ofende mis ojos, yo ya no quiero vivir.
—Hola también, Phiri —dice Adam, poniendo los ojos en
blanco—. ¿Qué le hiciste a mi Chimæra?"
Los ojos de Phiri Dun-Ra se iluminan.
—Un pequeño truco que aprendí de los científicos de
Plum Island con frecuencias desintegradoras. ¿Murió tu
mascota? No tuve tiempo para comprobar su cuerpo.
—Él sobrevivió. A diferencia de ti.
—No vamos a matarte —comienzo a decir, pero Phiri se
revuelca en la suciedad, interrumpiéndome.
—Porque eres cobarde —sisea—. ¿Quieres rehabilitarme
como a éste? Convertirme en otra mascota Mogadoriana? Eso
no pasara.
—No me has dejado terminar —digo, dando un paso más
cerca de ella—. No vamos a matarte… todavía.
—¿La buscaste? —Adam pregunta a Marina.
—Lo único que llevaba era el cañón —Marina responde.
El resto del equipo de Phiri es la armadura elegante de
cuerpo estándar de un guerrero Mog. No hay lugar para ocultar
un montón de piezas de la nave.
—¿Dónde están los conductores? —Le pregunto—.
Devuélvenoslos y por lo menos tu muerte va a ser rápida.
Marina me lanza una mirada rápida, con las cejas
levantadas. No contesté a estas preguntas antes ¿Qué hacemos
con un Mogadoriano capturado y qué haremos para conseguir
lo que necesitamos? Tortura. La idea me da un escalofrío de
repugnancia, sobre todo pensando en el tiempo que fui una de
sus cautivos. Se siente como cruzar una línea, como algo que
harían con nosotros. Es diferente de la muerte en la batalla,
cuando están luchando y tratando de matarnos también. Phiri
Dun-Ra es impotente, nuestra prisionera. Pero un preso Mog es
inútil y tenemos que largarnos de esta selva. Sé que no debemos
bajarnos a su nivel, pero nuestra situación es desesperada.
¿Hasta dónde llegaremos? Me pregunto.
—Muerte, una muerte lenta. Escoria Loric —Phiri escupe
hacia mí.
Por lo tanto, ella no va a hacerlo fácil. Antes de que pueda
decidir qué hacer, Adam camina más allá de mí y golpea a Phiri
en la cara con el dorso de la mano. Ella grita y vuelca sobre su
costado. Phiri está aturdida, me doy cuenta. Ella no esperaba el
golpe. Tal vez ella confiaba en el hecho de que Marina y yo no
tendríamos agallas durante la tortura. Adam, por otro lado…
—Te olvidas de que con quien estás tratando, Phiri Dun-
Ra —dice Adam entre dientes. Se desliza sobre sus rodillas en
el suelo al lado de ella y la agarra por el frente de su camisa,
tirando de su parte vertical.
—¿Crees que porque me he pasado el tiempo con la Garde
que me he olvidado de nuestros caminos? Sabes quién fue mi
padre. Para su decepción, mis records eran siempre más altos en
las asignaturas no combatientes. Pero aún así… el General
encontró maneras de enfocar mi entrenamiento. Interrogatorio.
Anatomía. Imagina cuan rigurosamente el General entrenó a su
heredero. Lo recuerdo muy bien. —Adam lleva una de sus
manos alrededor de la cabeza de Phiri, clavando su pulgar en el
espacio detrás de la oreja. Ella grita, pataleando. Marina da un
paso hacia los dos Mogs, me da otra mirada. Trago saliva y
sacudo la cabeza, deteniéndola. Voy a dejar que esto suceda. A
donde quiera que nos lleve.
—Yo no podría compartir tu ideología, Phiri Dun-Ra —
dice Adam, alzando la voz para ser escuchado por encima del
griterío—. Pero yo comparto tu biología. Sé dónde están los
nervios, donde lastimarte mejor. Voy a hacerlo el resto de la
noche hasta que ruegues por la desintegración.
Adam libera su agarre de Phiri, la deja caer de nuevo en la
tierra. Ella está jadeando, luchando para conseguir una
respiración profunda.
—O puedes decirnos dónde escondiste los conductores —
Adam dice con calma—. Ahora.
—Yo nunca… —Phiri se detiene, inmutándose cuando
Adam se pone de pie. Él de repente pierde el interés en ella. Él
vio lo mismo que yo.
La forma en que los ojos de Phiri Dun-Ra se movieron
hacia un tronco cubierto de musgo en el borde del claro. Adam
se acerca a registrarlo mientras ella se retuerce alrededor de la
tierra, tratando de mantener sus ojos en él. En una inspección
más cercana, el registro está podrido, ahuecado por las termitas.
Adam hunde su mano en el interior y tira una pequeña
bolsa de lona. Phiri debe haber empujado la bolsa allí antes de
atacar a Marina.
—Ajá —dice él, dando a la bolsa una buena sacudida. En
el interior, piezas de metal juntas—. Gracias por tu ayuda.
Marina y yo intercambiamos una mirada de alivio, aun
cuando Phiri grita su última burla.
—No importa, traidor —dice ella—. ¡Nada de lo que haces
importa ya!
Eso atrae mi atención. Doy a Phiri una patada no tan suave
en la parte posterior para hacerla rodar una y me mira.
—¿Qué significa eso? —Le pregunto—. ¿Qué estás
diciendo?
—La guerra llegó y se fue —Phiri responde, riéndose de
mí—. La Tierra ya es nuestra.
Mi estómago cae al pensar en eso, pero no dejo que se vea.
Tenemos que salir de México y ver por nosotros mismos.
—¿Están intactas las partes? —Pregunto a Adam.
—Ella te está mintiendo, Seis. Es lo que hace —él me
tranquiliza, tal vez al detectar un temblor de nerviosismo en mi
voz. Arroja la bolsa de lona y se agacha sobre ella.
—¿Qué debemos hacer con ella? —Marina me pregunta.
Ella se centra en Phiri Dun-Ra por un segundo, reforzando las
cadenas de hielo que han comenzado a derretirse. Estoy
pensando en mi respuesta cuando Adam gruñe, tirando de la
cremallera que parece estar atrapada en algo. Cuando la
cremallera se suelta, algo dentro de la bolsa de lona hace clic,
como un temporizador que se armó.
—¡Cuidado! —Adam grita mientras empuja la bolsa lejos
de él. Todo sucede tan rápido. Veo levantarse el suelo delante de
la bolsa de lona y me doy cuenta de que Adam está utilizando su
Legado sísmico para tratar de protegernos.
Con un flash de luz naranja y un chasquido fuerte, la
bomba dentro de la bolsa detona justo en frente de él. Trozos de
suciedad y metralla mortal vuelan por el claro. Estoy tirada en el
suelo conmocionada. Puedo sentir el dolor fresco, un trozo
irregular de metal, probablemente piezas de la nave, presente en
mi muslo. Por encima del zumbido en mis oídos, puedo oír a
Phiri riendo histéricamente.
Un peso cae sobre mi pierna, haciendo que la bala de metralla se
entierre más profundamente en mi muslo. Es Phiri Dun-Ra.
Tiene laceraciones frescas en su cara y brazos, los resultados de
su pequeña bomba improvisada. Sus muñecas y tobillos siguen
unidas a los grilletes de hielo, pero eso no la ha detenido de
arrojarse encima de mí. Todavía estoy aturdida por la explosión,
por lo que no reacciono tan rápido como debería. Phiri me da
cabezazos en el esternón como un gusano abriéndose camino a
través de mi cuerpo.
—Ahora muere basura Loric —dice maniáticamente,
todavía aturdida por el éxito de su trampa. No estoy segura de
cuál es su plan, tal vez a morderme hasta la muerte o sofocarme
con su cuerpo, pero no creo que cualquiera de esas cosas vaya a
suceder. Con una rápida explosión de telequinesis me deshago
de Phiri Dun-Ra de encima de mí. Ella cae a través de la
suciedad, rodando por los trozos brillantes de la mochila
quemada. Intenta ponerse sobre sus pies, gritando de
frustración cuando los grilletes se interponen en su camino.
Se queda en silencio cuando la pateo tan fuertemente
como puedo en la cara. Phiri cae al suelo inconsciente.
—¡Quédate conmigo! —Es la voz de Marina la que hace
que me libere de mi rabia o que probablemente mate Phiri allí
mismo. Me doy la vuelta y la veo doblada encima de Adam.
—¿Él está…?
Cojeo a través del claro, olvidando que hay una pieza de
quince centímetros de acero dentado sobresaliendo de mi
muslo. Ignoro el dolor. Adam está en mucho peor estado de lo
que yo lo estoy.
Me tambaleo alrededor de la pequeña colina de tierra que
Adam fue capaz de construir pocos segundos antes de la
explosión. Absorbió gran parte del impactó, pero no lo
suficiente. La bomba prácticamente detonó en frente de él, así
que Adam se llevó la peor parte de la explosión. Esta sobre su
espalda ahora, Marina irguiéndose sobre él y me estremezco por
el daño que se ha llevado. Toda su sección media se encuentra
abierta como si él se la hubiera arrancado. Debió haberse
movido del camino en lugar de ser un escudo humano. Estúpido
Mog, tratando de ser el héroe.
Increíblemente Adam sigue consciente. No puede hablar,
pareciera que toda la fuerza que pude acumular se le va en
respirar. Sus ojos están abiertos y asustados, mientras respira,
húmedos estertores. Sus manos, empapadas con su sangre,
están cerradas en puños apretados.
—Puedo hacer esto, puedo hacerlo… —Marina se repite a
sí misma, ella no duda en poner las manos en la horripilante
herida en el pecho de Adam. Mirando sobre su hombro, me doy
cuenta de lo familiar que le es esta situación a Marina, es como
la de Ocho, otra vez.
Mientras las respiraciones de Adam se van haciendo más
entrecortadas, observo como los bordes vuelven a unirse ante el
toque de Marina. Y entonces sucede algo perturbador, hay un
crujido y un siseo, como el crujir del fuego, y un pedazo de la
sección media de Adam echa chispas brevemente antes de
desintegrarse la familiar muerte de un Mogadoriano.
Marina grita de sorpresa, alejando sus manos.
—¿Qué demonios fue eso? —Pregunto, con los ojos
abiertos.
—¡No lo sé! —Grita—. Algo está peleando conmigo Seis,
temo estarlo lastimando.
Al segundo que Marina se detiene de estarlo sanando, las
heridas aún abiertas de Adam comienzan a Sangrar, se está
poniendo pálido. Más aún de lo usual. Sus manos hacen
garabatos con la tierra mientras busca a tientas a Marina.
—No…ah…no te detengas —Adam logra gorgotear, y
cuando lo hace puedo ver que hay sangre oscura en su boca—.
Lo que sea que pase… no te detengas.
Inclinándose sobre él, Marina presiona sobre su
herida.Aprieta sus ojos con fuerza y se concentra, el sudor
fresco gotea hacia abajo a los lados de su cara manchada de
tierra. He visto a Marina sanar muchas lesiones antes, pero esta
es sin duda la que mayor esfuerzo le ha costado. El cuerpo de
Adam lentamente comienza a regenerarse, hasta que otro
pedazo de su interior lanza chispas y se desintegra, parece la
mecha de una bomba incendiándose dentro de él. Cuando ha
terminado, sin embargo, termina de regenerarse.
Toma un par de minutos para que Marina pueda
finalmente cerrarlo. Ella cae de espaldas sobre su trasero,
respirando como si acabara de terminar una carrera de
velocidad, con las manos temblando. Adam se mantiene de
espaldas, recorriendo con sus dedos la piel de su abdomen que
antes no estaba ahí. Por último se incorpora apoyándose en un
hombro y mira a Marina.
—Gracias —dice encontrando su mirada con la de ella,
con una mezcla de asombro y agradecimiento.
—Ni lo menciones —responde, manteniendo el aliento.
—Uh…Marina, ¿Te importaría…? —Señalo la pieza de
metal aún enterrada en mi pierna. Gime por el esfuerzo, pero
asiente con la cabeza, maniobrando alrededor para quedar de
rodillas ante mí—. ¿Quieres que la jale yo o…?
Antes de que pueda terminar, de un jalón retiro la pieza
irregular de metralla de mi muslo. Un chorro de sangre fresca
escurre hacia abajo mi pierna. El dolor es terrible, pero Marina
lo adormece rápidamente con una ráfaga de frío antes de usar su
Legado de curación para cerrarme. Comparado con sanar a
Adam, no toma nada de tiempo.
Cuando termina de curarme, Marina se vuelve hacia a
Adam
—¿Qué sucedió cuando te estaba sanando? ¿Por qué era
tan difícil?
—No… no lo sé exactamente —responde Adam mirando a
la distancia.
—Empezaste a desintegrarte un poco —digo—era como
si estuvieras muriendo.
—Estaba muriendo —dice Adam—, pero eso no debería
pasarme a mí, los guerreros nacidos en tanque se convertían en
cenizas por los experimentos genéticos de Setrákus Ra.
Algunos nacidos de verdad, como yo, recibieron algunas
modificaciones que los harían desintegrarse al morir. Yo no
había recibido nada como eso. A menos…
—Al menos no, que tú lo hayas sabido —finalizo su
pensamiento por él.
—Sí —responde Adam, mirándose así mismo, como si de
pronto ya no pudiera confiar en él—. Estuve en coma por años,
Es posible que mi padre me haya hecho algo. No sé qué al
menos.
—Fuese lo que fuere, creo que al curarte lo quemé de ti —
dice Marina.
—Eso espero —responde Adam.
Los tres guardamos silencio. Con las emergencias médicas
evitadas se pone en manifiesto lo mucho que la hemos
fastidiado. Me acerco al parche de tierra arrasada donde la
bomba de Phiri Dun-Ra cayó, pateo pedazos de tela de la
mochila y trozos deformes de metales. La bolsa probablemente
estaba llena de tubos, pero no encuentro nada incluso un poco
salvable.
Estamos totalmente varados aquí.
Cuando me doy la vuelta, veo a Adam incorporándose,
parándose al lado del cuerpo inconsciente de Phiri.
—Deberíamos matarla —dice fríamente— no hay razón
para mantenerla con vida.
—Nosotros no hacemos eso —dice Marina con voz
amable, razonable—. No puede hacernos daño si está atada.
Adam abre la boca para responder, pero decide no
contradecirla. Marina acaba de salvarle la vida, así que me
imagino que cree que debe escucharla. Actualmente me
encuentro estando de acuerdo con ambos, Phiri no es nada más
que problemas, y mantenerla es suplicar para que no lo vuelva a
arruinar.
Pero matarla inconsciente se siente mal.
—Bueno, al menos hay que esperar a que despierte —digo
diplomáticamente—. Averiguaremos que hacer con ella
entonces.
Los otros asienten en silencio, en acuerdo mutuo. Nos
dirigimos de vuelta al Santuario. Utilizo mi telequinesis para
hacer flotar el cuerpo de Phiri con nosotros. Una vez que
estamos de vuelta, Marina mantiene los grilletes de hielo bien
apretados hasta que hemos utilizado un cable eléctrico para
fijar con seguridad a la Mog nacida de verdad al volante de una
de las muchas derribadas y rotas naves. En este punto, estoy
segura de que está haciéndose la muerta. La dejamos. Marina
está en lo cierto, ella no puede hacernos daño mientras esté
atada, y si ella consigue liberarse, bueno, me aseguraré de que
Adam consiga su deseo.
No muy segura de qué hacer, vuelvo a intentar con el
teléfono satelital. Sigo sin respuesta de John. Eso me hace
pensar en Phiri Dun-Ra diciéndonos que la guerra ya había ido
y venido. No tengo nuevas cicatrices eso significa que John y
Nueve siguen muy vivos, pero eso no quiere decir que todo esté
bien en Nueva York.
—Adam ¿podemos intervenir en las comunicaciones Mog,
con alguna de las naves? —Digo —quiero saber que está
pasando.
—Por supuesto —responde, saltando a la oportunidad de
hacer algo productivo.
Los tres nos subimos a bordo de nuestro viejo Skimmer,
Adam acomodándose en el asiento del piloto. Él exitosamente
enciende los sistemas eléctricos de la nave, aunque las luces
parpadean espasmódicamente y algo en el Skimmer gime por el
esfuerzo. Adam comienza a girar un dial en el salpicadero,
recogiendo más que explosiones intermitentes de estática.
—Solo necesito encontrar la frecuencia correcta —dice.
Suspiro
—Está bien, no es como si nos fuéramos a ir a alguna
parte.
A mi lado, Marina mira el Santuario a través de la ventana
del Skimmer. Porque dejamos las luces encendidas, todo el
templo se ilumina, la antigua piedra caliza prácticamente brilla
intensamente.
—No pierdas la esperanza, Seis —dice Marina
tranquilamente—. Lo resolveremos.
Cuando Adam gira el dial de nuevo, la estática se sustituye
por una gutural voz Mogadoriana. El Mog habla entrecortado,
sin sentido, como si estuviera dando lectura a una lista. Por
supuesto, no puedo entender una palabra de lo que dice.
Le doy un codazo a Adam
—¿Vas a traducir?
—Yo… —Adam, está mirando fijamente la radio como si
estuviera poseída, no sabe qué decir. Me doy cuenta
rápidamente que él no quiere decirme qué noticias están
saliendo por la radio.
—¿Qué tan mal? —Pregunto tratando de mantener mi voz
nivelada—. Sólo dime que tan mal.
Adam se aclara la garganta y comienza a traducir
—Moscú, moderada resistencia. Cairo, no resistencia.
Tokio, no resistencia. Londres, moderada resistencia. Nueva
Delphi, moderada resistencia. Washington DC, no resistencia.
Beijing, alta resistencia, abandonar protocolos de preservación.
—¿Qué es eso? —Lo corto, perdiendo la paciencia con el
zumbido—. ¿Sus planes de ataque?
—Son reportes de estados, Seis —dice Adam en voz
baja—. Naves de guerra reportando cómo va progresando la
invasión. Cada una de estas ciudades tiene uno de esos grandes
buques de guerra que respaldan con fuerza la ocupación, y no
son las únicas…
—¿Está pasando? —dice Marina, sentándose adelante—.
Creí que tendríamos más tiempo.
—La flota está en la Tierra —Adam responde, con el
rostro en blanco.
—¿Qué significa esa cosa de los protocolos de
preservación? —pregunto—. Dijiste que fueron abandonados
en Beijing.
—Los protocolos de preservación, son la manera de
Setrákus Ra de mantener la Tierra intacta en lo que dura la
ocupación. Si fueron abandonados en Beijing significa que están
destruyendo la ciudad —dice Adam—. Usada para mandar un
mensaje a las ciudades que podrían causar problemas.
—Oh mi dios… —susurra Marina.
—Una sola nave de guerra podría destruir una ciudad en
horas —Adam continúa—. Si ellos…
Se calla, un nuevo estatus en la radio ha conseguido llamar
su atención. Traga saliva y gira el dial con fuerza, bajando el
volumen de los informes de éxito Mogadoriano.
Lo sujeto por el hombro
—¿Qué es? ¿Qué escuchaste?
—Nueva York… —comienza con gravedad, pellizcándose
el puente de la nariz—. Nueva York, la Garde es parte de la
resistencia.
—¡Esos somos nosotros! ¡Es John!
Adam niega con la cabeza, terminando la traducción.
—La resistencia de la Garde ha sido superada. Invasión
exitosa.
—¿Eso qué significa? —Pregunta Marina
—Significa que ellos ganaron —responde
siniestramente—. Conquistaron la ciudad de Nueva York.
Están ocupando todo y nosotros estamos varados aquí.
Porque no tengo un mejor blanco para ello, golpeo la
consola de la bocina donde zumban los informes del progreso
Mogadoriano. Chispas salen del tablero de instrumentos y
Adam salta de la silla del piloto, sobresaltado. Marina se pone
en sus pies y trata de envolver sus brazos alrededor de mí, pero
yo la alejo de mí.
—¡Seis! —Ella grita después de mí, mientras salto de la
cabina—. ¡Esto no se ha terminado!
Me paro encima del Skimmer sintiendo ardiente furia
dentro de mí, pero sin tener nada para canalizarla. Miro el
Santuario, bañado en luz. Este lugar se suponía sería nuestra
salvación. Nuestro viaje hasta aquí no ha cambiado nada, sin
embargo casi consiguió que nos maten y ahora estamos fuera de
la guerra. ¿Cuánta gente está muriendo porque nosotros no
estamos ahí con John ayudándolo a salvar Nueva York?
Siento un picor en la parte de posterior de mi cuello,
alguien me está observando. Me doy la vuelta, mi mirada a la
deriva entre la pasarela y las otras naves. Phiri Dun-Ra está
despierta, atada justo donde la dejamos.
Ella me sonríe.
Cuando Ella habla, una sacudida pasa por mí. De repente, me
puedo mover de nuevo. Salto desde la mesa de operaciones y
trato de empujar a los médicos Mogadorianos que rodean a
Ella.
Mis manos pasan a través de ellos, como si fueran
fantasmas. Están congelados en el espacio ahora, inmóviles,
en ese instante ante mí. Tengo que recordarme a mí mismo
que todo está sucediendo dentro de mi cabeza, o la de Ella, o
un lugar intermedio. En nuestros sueños.
—No te preocupes por ellos —dice Ella. Se sienta, pasa a
través de la máquina que se une a su pecho, y luego a los
Mogs mientras salta abajo de la mesa—. Ni siquiera puedo
sentir lo que me están haciendo.
—Ella…ni siquiera sé por dónde empezar, lamento haber
dejado que te secuestraran en Chicago, lo siento por no
haberte salvado en Nueva York…
Me abraza, su pequeña cara presiona en mi cara. Eso se
siente real, al menos.
—Está bien John —dice. Su voz es casi serena, como
alguien que ha aceptado su destino—. No es tu culpa.
Está la Ella a la que estoy abrazando y la Ella que está
congelada en el tiempo, todavía clavada a la tabla de
operaciones entre las máquinas Mogadorianas, rodeada de
enemigos. No puedo dejar de mirar más allá de la Ella en mis
brazos y mirando los terribles resultados de su
encarcelamiento Mogadoriano. Luce pálida y drenada, vetas
grises a través de su pelo castaño rojizo. Ya hay venas negras
visibles en su piel, un escalofrío me obliga a apartar la vista y
abrazar a Ella un poco más fuerte.
El abrazo termina y Ella me mira con fijeza. Esta versión
de Ella se ve casi como la recuerdo, de ojos anchos e
inocentes, aunque hay un cansancio alrededor de sus ojos,
una especie de sabiduría, que no estaba allí la última vez que
la vi. No puedo imaginar por lo que ha pasado.
—¿Qué te están haciendo? —Mi voz es tranquila.
—Setrákus Ra lo llama suregalo —dice Ella, sus labios
hacen una mueca de disgusto. Ella mira sobre su hombro,
viéndose a sí misma siendo experimentada y se abraza.
—La cosa que me está poniendo, no estoy segura de
donde viene. Es la misma cosa rara-genética que usa en sus
guerreros nacidos en tanque. Son las cosas que utilizó para
mejorar algunos de los seres humanos, ¿ya sabías de eso?
Asiento, pensando en el Secretario de Defensa
Sanderson, y la cancerosa resistencia que sentí cuando lo
sané.
—Te está haciendo esto a ti, su propia… —sigo dudando
en decir esta parte en voz alta— su propia carne y sangre.
Asiente tristemente
—Por segunda vez.
Recuerdo lo taciturna que lucía Ella en la batalla de las
Naciones Unidas.
—Te lo hizo antes de la gran aparición pública —digo,
poniendo todas las piezas juntas— drogándote tanto para que
no pudieras arruinar su momento.
—Fue un castigo por intentar escapar con Cinco. El
regalo…me hace difícil el concentrarme, al menos cuando
estoy despierta, no estoy segura como, pero lo usa para
controlarme. Puede estar relacionado a uno de sus Legados.
He tratado de averiguar todo lo que puedo John, traté de
detenerlo pero…
Los hombros de Ella se desploman. Pongo mi mano
suavemente en la parte posterior de su cuello.
—Hiciste todo lo que pudiste —le digo.
Resopla
—Ajá.
Le doy una mirada a la máquina a la que Ella está
enganchada, tratando de memorizar detalles. Tal vez si alguna
vez nos las arreglamos para contactar de nuevo con Adam,
nos puede arrojar algo de luz sobre cómo funciona esto
exactamente.
—Él no te está controlando —le digo, gesticulando
alrededor del teatro Mogadoriano congelado—. Estas
haciendo esto, aun estás pelando contra él.
—He podido ocultarle que soy telepata —responde
enderezándose un poco—. Cada vez que me lastima, me
escondo en mi propia mente. Yo practico. Mis Legados se
están volviendo más fuertes. Pude sentirte abajo a bordo del
Anubis, he podido meterte en mí, hmm… ¿sueño? Lo que sea
que esto sea.
—Como en Chicago —murmuro tratando de descifrarlo—
. Sólo que en ese entonces necesitabas tocarme.
—Ya no más, supongo que estoy fortaleciéndome.
Le doy un apretón en el hombro. Este debe ser un
momento de orgullo, el convertirse en ella misma, aprender a
dominar un poderoso Legado cuando es tan joven. Pero
nuestra situación es demasiado grave para cualquier
felicitación real.
Miro por la sala médica hacia la puerta, luego de nuevo a
Ella.
—¿Puedes enseñarme los alrededores? —Pregunto—.
¿Eso es siquiera posible?
Ella maneja una sonrisa temblorosa.
—¿Quieres el Tour?
—Puede ser útil saber cómo luce la nave, para cuando
suba y te rescate.
Ella deja escapar una risa sin alegría, mirando lejos de
mí. Espero que no haya perdido la esperanza. Las
probabilidades podrán ser malas ahora, pero no la dejaré
quedarse como la nieta mascota de Setrákus Ra por siempre.
Encontraré una manera. Antes de que pueda decirle todo eso
ella asiente.
—Puedo enseñarte los alrededores, he andado por toda
la nave. Si lo he visto, se almacenará aquí —dice Ella, tocando
su cabeza.
Salimos de la bahía médica hasta el pasillo. Todas las
paredes son metal inoxidable, iluminadas por luces de color
rojo opaco, un lugar frío y económico. Ella me lleva a través
del Anubis, mostrándome la plataforma de observación, la
sala de control, los cuarteles, todas las áreas están
completamente vacías. Trato de guardar cada detalle en mi
memoria para que pueda dibujar un mapa en cuanto me
despierte.
—¿Dónde están todos los Mogs? —Le pregunto.
—La mayoría de ellos están abajo en la ciudad, el Anubis
solo tiene una tripulación mínima ahora.
—Bueno saberlo.
En el fondo de la nave, nos detenemos frente a una
ventana de vidrio que da a otro laboratorio. En el interior, el
piso está completamente ocupado por un tanque de líquido
negro viscoso. Hay dos pasarelas que cruzan sobre la tina,
cada uno equipado con una variedad de paneles de control,
equipos de vigilancia y, por extraño que parezca, pesados
desintegradores. Creciendo fuera del líquido hay una forma
ovalada que asemeja vagamente a un huevo, está cubierto de
moho de color púrpura oscuro y con palpitantes venas negras.
Presiono mi mano en el cristal del laboratorio y me doy
la vuelta hacia Ella.
—¿Qué demonios es esto?
—No lo sé —responde—. Él no me deja entrar aquí,
pero…
Ella golpea su frente y parece esforzarse por un
momento. Dentro del laboratorio de repente hay figuras
manifestándose. Una media docena de Mogs con máscaras de
gas están en las pasarelas, en silencio operando las extrañas
máquinas. De pie entre ellos está el mismísimo Setrákus Ra.
El verlo me hace estremecer el cristal. Tengo que resistir la
urgencia de atacarlo tengo que recordarme que esto no es
exactamente real.
—¿Esto…esto es una memoria? —Le pregunto.
—Algo que vi, sí —responde—. Creo, no lo sé, podría ser
importante.
Mientras observamos, Setrákus Ra pasa sus dijes Lorics
robados por arriba de su cabeza, los sujeta un momento en
sus gruesas manos, apreciando las azules joyas de Loralita,
tiene varios de ellos, tres de los Garde que asesinó y el resto
probablemente tomados de la Garde que capturó en un
momento u otro. Parece casi nostálgico mientras observa sus
trofeos.
Luego las arroja dentro de la tina. Cuatro pequeñas
bocas se abren del huevo y absorben los colgantes, sofocando
su resplandor.
—¿Qué fue eso? —Le pregunto a Ella, sintiéndome con
nauseas, incluso en este estado de sueño—. ¿Cuándo pasó
esto? ¿Qué está haciendo?
La mirada de Setrákus Ra se dispara repentinamente
hacia nosotros y grita algo. Un segundo más tarde, él y el resto
de los Mogs desaparecen de nuevo en el aire.
—Es cuando me atrapó espiando. —Ella explica
mordiendo su labio—. No sé lo que estaba haciendo, lo siento
John, todo es un poco… borroso.
Nos movemos. Finalmente, Ella me lleva a la sala de
acoplamiento. Es un área enorme, con techos altos, lleno de
fila tras fila de Skimmers. Es desde aquí que los escuadrones
de Mogs actualmente están aterrorizando a la ciudad de
Nueva York primero tomaron el aire.
—Siempre están yendo y viniendo de aquí —dice Ella,
saludando a las grandes puertas de metal al final de la sala de
acoplamiento—. Podrás llegar aquí pasando por ellas si están
abiertas, es dónde Cinco y yo tratamos de escapar.
Hago una nota de las puertas de metal de la sala.
Tendríamos que encontrar una manera de hacer que los Mogs
las abrieran. Sería bastante fácil subir a bordo si tuviéramos a
alguien que pudiera volar con nosotros allá arriba.
—Acerca de Cinco… —digo, dudando, no muy seguro de
cuanto ha escuchado Ella—. ¿Sabes lo que hizo?
Ella se muerde el labio mirando el piso.
—Asesinó a Ocho.
—Pero el también trató de ayudarte —digo, sintiéndola
salir—. ¿Él es…?
—¿Estás tratando de averiguar qué tan malvado es?
—Estoy buscándolo ahora mismo, tratando de averiguar
si cuando lo encuentre debería matarlo.
Ella frunce el ceño y se aleja de mí, mirando a un punto
abollado en el suelo. Supongo que es de cuando ella y Cinco
intentaron escapar.
—Él está confundido —dice después de un momento—.
No lo sé… no sé lo que hará, no confíes en él John pero no lo
mates.
Recuerdo la última vez que Ella me metió en uno de
estos estados de sueño, en la época que su Legado tuvo la
primera manifestación y fuera de control. En Chicago. En esa
ocasión, no me trajo a su locación actual. En su lugar, nos
quedamos atrapados en una visión del futuro, viendo a
Setrákus Ra encima la gente de Washington en un mundo
donde los Mogadorianos habían ganado la guerra.
—¿No sabemos lo que hace, sin embargo? —Pregunto,
mis puños apretando en reflejo—. Me lo mostraste, Cinco
vuelve a Setrákus Ra, él trabaja para el enemigo, el captura a
Seis y Sam…
Espabilo, no queriendo indagar más en la memoria en la
que atestiguaba la ejecución de mis amigos. No quiero
recordar que la condenada profecía de cómo vamos a perder.
Ella niega con la cabeza. Abre su boca, e inmediatamente me
doy cuenta de que hay algo grande que no me está diciendo.
—Ese futuro no existe más John —dice después de una
larga pausa—. Mis visiones…No son como las pesadillas que
Setrákus Ra solía darles a ustedes y no son profecías, no
estamos atadas a ellas como Ocho pensaba, son
premoniciones, posibilidades.
—¿Cómo sabes eso?
Ella piensa por un momento.
—No estoy segura. ¿Cómo sabes cómo hacer bolas de
fuego? Sólo lo haces, es instinto.
Doy un paso hacia ella.
—Entonces esa visión en D.C. donde todo mundo estaba
muerto y tú eras…
—No puedo verla más, algo en el presente cambió lo que
pasará.
—Si es un Legado como mi Lumen… —mis ojos se abren
al considerar las posibilidades—. ¿Puedes controlar tus
visiones ahora? ¿Puedes ver el futuro a voluntad?
Las cejas de Ella se arrugan como si no estuviera segura
de cómo describir lo que ha visto.
—No puedo controlarlo exactamente, las visiones… no
son fiables, no sé si es por mí, si es porque estoy aprendiendo
o si es porque el futuro es muy inestable. De cualquier modo,
paso mucho tiempo buscando en ellas…
Ahora sé porque Ella luce tan cansada en este sueño en
el espacio, porque de repente es sabia a través de los años.
Ella mencionó antes cuanto tiempo pasa escondida en la
seguridad de su propia mente. Me pregunto cuánto de ese
tiempo se gastó luchando con visiones del futuro. Debe ser
agonizante navegar a través de todas esas posibilidades.
—¿Qué has estado buscando? –Le pregunto.
Ella duda, evitando mis ojos.
—He querido… he querido ver si hay un futuro en el que
yo muera.
—Ella no… —digo, mi voz es aguda. Cinco me dijo del
retorcido encantamiento que Setrákus Ra usó en sí mismo y
en Ella, el que los une, así que tendríamos que matarla para
hacernos con él—. Encontraremos una manera de romper el
encantamiento. Tiene que haber una debilidad.
Ella sacude la cabeza, no creyéndome. O tal vez ya
conociendo que estoy mal.
—No me estoy poniendo a mí misma antes que todo el
mundo John, quiero ver un futuro en el que Setrákus Ra es
asesinado, sin importar las consecuencias —ahora me mira
directamente, hay fuego en sus ojos—. Quiero ver un futuro
dónde alguien tenga el valor de hacer lo que sea necesario.
Trago saliva. No estoy seguro de si realmente quiero
saber los detalles de las visiones de Ella, pero no puedo dejar
de preguntar.
—¿Qué…qué viste?
—Muchas cosas —dice, calmándose. Adquiere una
mirada distante en sus ojos mientras trata de explicar cómo es
ver el futuro—. Las visiones empiezan con un montón de
posibilidades, hay millones de ellas, yo creo. Algunas de ellas
son más sólidas que otras, esas son las que puedo ver. Las que
parecen... No lo sé. ¿Probables? Pero incluso eso no es una
garantía. Recuerdas ese futuro que vimos en Chicago. Se
sintió real, imposible de escapar, claro como el día. Se ha ido
completamente ahora. El futuro ha cambiado demasiado, y
sigue cambiando.
Mi cabeza duele, me siento medio loco escuchando a
Ella. Necesitamos un Cêpan, alguien que pueda ayudarla a
controlar en este Legado mental antes de que la vuelva loca.
Al menos hemos evitado el futuro sombrío que presencié.
¿Pero por qué lo hemos intercambiado?
—Ella, ¿te has visto a ti misma morir?
Duda, y un nudo de miedo se aprieta en mi estómago.
—Sí —dice. Su cuerpo se sacude y me doy cuenta que
está conteniendo un sollozo. Me agacho frente a ella y pongo
mis manos sobre sus hombros.
—No pasará —insisto, mi voz lo más firme que puedo—.
Cambiaremos el futuro.
—Pero ganamos John.
Ella toma mis manos. Las lágrimas se derraman
libremente por sus mejillas. Me doy cuenta de algo, la forma
en que me mira, la forma en que está apretando mis manos.
Ella no siente lástima por ella misma
Siente lástima por mí.
—Va a doler mucho John —dice, con su voz
rompiéndose—. Vas a tener que ser fuerte.
—¿Soy yo? —No lo creo—. ¿Soy el que…?
Ni si quiera puedo terminar la pregunta. Tiro mis manos
lejos de Ella. Nunca le haría daño, ni siquiera si eso significa
poner fin a esta guerra.
—Tiene que haber otra manera —digo—. Usa tu Legado y
encuéntranos un futuro.
Sacude su cabeza.
—No lo entiendes.
En el parpadeo de un ojo Ella ha cambiado. Luce como la
chica tendida en la mesa de operaciones, con un camino negro
en su piel. Ella lucha para centrarse en mí. La bahía de
acoplamiento a nuestro alrededor se pone extrañamente
confusa y comienza a derretirse.
—Ella, ¿qué está pasando?
—El Anubis se está moviendo de rango —dice,
entrecerrando los ojos, tratando de fortalecer nuestra
conexión telepática—. Voy a perderte. ¡Rápido! Hay algo más
que tienes que ver.
Ella agarra mi mano y luego estamos corriendo hacia la
entrada de la bahía de acoplamiento. Damos un paso a través
de ella y…
Suciedad cruje debajo de mis pies. Siento calientes rayos
de sol en la parte trasera de mi cuello, el aire es pegajoso y
húmedo. Es desorientador ser transportado de repente de la
oscuridad estéril del Anubis al calor de la selva, verde vivo en
todos lados, aves tropicales cantando en voz alta. Estoy de pie
en lo que parece ser una pista de aterrizaje tallada en la selva.
Los cascos negros blindados de un puñado de Skimmers
Mogadorianos reflejan el brillante sol de la tarde.
Mis ojos se sienten atraídos por la pirámide de piedra
caliza que se encuentra a unos pocos metros de distancia de la
pista de aterrizaje, todo el equipo Mog está aparentemente
situado a una distancia segura de la estructura
antigua.Instintivamente reconozco el templo, a pesar de que
nunca he visto antes. Tal vez es sólo mi imaginación, pero se
siente como si algo enterrado dentro de la centenaria
arquitectura maya me estuviera llamando. Me siento a salvo
aquí.
—Es el Santuario —mi voz es tranquila y reverente.
—Sí —dice Ella y noto que también está admirando el
templo.
—Seis, Marina y Adam… —me detengo, dándome cuenta
de Ella no ha conocido a nuestro aliado Mogadoriano—. Adam
es un…
—Sé quién es —Ella dice, su tono no deja escapar nada—.
Nos encontraremos pronto.
—Bien, bueno, ellos estaban justo ahí —continuo
mirando en busca de una señal de nuestros amigos—.
Probablemente se dirigen de regreso a estas alturas. ¿Vas a
enseñarme lo que hicieron para darle a los seres humanos
Legados?
—Este no es el pasado ni el presente John, estamos en el
futuro, uno que puedo ver muy muy claramente.
Debería haberlo sabido desde que salió el sol. Me vuelvo
hacia Ella, sintiendo que no me ha traído aquí para darme
buenas noticias.
—¿Por qué estás enseñándome esto?
—Por eso.
Ella señala un punto al norte de El Santuario. Allí, como
una nube de tormenta rodando por el cielo, azul y sin nubes,
está El Anubis, flotando lentamente hacia el templo. Mis
piernas se tensan, un reflejo para correr y ponerme en
cubierto después del bombardeo de Nueva York. Me obligo a
mí mismo a quedarme y observar la nave de guerra acercase.
—¿Cuándo? —le pregunto a Ella—. ¿Cuándo pasará esto?
Antes de que Ella pueda contestar, su forma se
contorsiona, palideciendo de nuevo y veteándose de negro. El
paisaje parpadea, la selva de repente se solapa con la sala de
operaciones del Anubis y también con lo que parece ser el
interior de un vagón de metro, los tres lugares existentes al
mismo tiempo, como tres imágenes transparentes
establecidas en la parte superior una de la otra. Por un
segundo, es imposible que me centre en algún detalle en
particular, todo se mezcla hasta el punto donde me siento
desatado de la realidad. Pero entonces Ella grita, ya sea desde
la frustración o dolor, o ambos, y la selva y el Santuario se
solidifican una vez más.
—Te estás presionando a ti misma —digo mirando los
círculos negros formándose alrededor de sus ojos—. Nos
estamos apartando demasiado.
—No te preocupes por mí —añade apresuradamente—.
Se detiene en Virginia Occidental para reunir refuerzos
después de dejar tantos guerreros detrás en Nueva York, y
luego…
Se mueve a través del Anubis. Está más cerca ahora, la
larga sombra de la nave de guerra a través de las piedras del
Santuario.
—¿Qué quiere?
—¡Quiere entrar! —Ella grita, a pesar de que levanta la
voz, empieza a sonar lejana—. ¡Creo qué es lo que siempre ha
querido! No está protegido más.
—¿Qué hace…?
Me interrumpe agarrando mi brazo.
—¡John escucha! Seis, los demás, tienes que advertirles.
Diles…
Las manos de Ella pasan a través de mí. Lo veo todo de
nuevo, el Santuario y el Anubis, Ella se retuerce en la mesa de
operaciones, el metro oscurecido, y luego todos los colores se
mezclan, nada sólido para sujetarse. Ella me grita algo pero
está demasiado lejos. Las palabras no me alcanzan.
Luego, obscuridad.
Me despierto sobre un banco de plástico duro con las piernas
colgando por el borde. Sé que estoy de vuelta en mi cuarto y
no en el mundo del sueño de Ella por el dolor intenso que
siento a través de cada uno de mis músculos. Estoy en mi
lado, de cara a los asientos naranjas y amarillos de las hileras
del metro. Nunca había estado en estos vagones antes, pero
había visto películas y series de TV para reconocerlos. En la
pared detrás de mi cabeza se lee un poster que dice: ―Si ves
algo, di algo‖.
Con un gemido me apoyo en un codo. Sam se desplomó
en el biplaza junto a mi banco con la cabeza apoyada contra la
ventana, roncando suavemente. Afuera, por la ventana solo
puedo ver obscuridad. El tren está bajo tierra en algún lugar
dentro de un túnel. Los pasajeros debieron abandonarlo
antes, durante el ataque. El vagón del tren está muerto,
inmóvil y sin poder, los paneles de luces en el techo están
apagados.
Y aun así hay luz proveniente de algún lugar fuera.
Me siento y miro alrededor, inmediatamente identifico
una fila de teléfonos móviles repartidos por todo el pasillo
principal del tren. Con sus aplicaciones de linterna
encendidas, los teléfonos funcionan como velas de baterías.
En los bancos opuestos a los míos, despierta y observando
está Daniela. Sus pies están apoyados en la bolsa de lona que
llevaba al salir de ese banco, presumiblemente llena de dinero
robado.
—Estás vivo —dice, manteniendo su voz lo
suficientemente baja para no despertar a Sam. Yo hago lo
mismo aunque Sam está roncando como si pudiera dormir
durante otro ataque de bombas del Anubis.
—¿Cuánto tiempo he estado fuera? —Pregunto.
—Es de mañana según los teléfonos —responde
Daniela—. Alrededor de seis horas, supongo.
De mañana ya. Sacudo mi cabeza, una noche entera
desperdiciada. No pudimos encontrar a Nueve y a Cinco y
quién sabe en qué parte de Nueva York se han abierto paso a
estas alturas. Y para empeorar las cosas se adonde se dirige
Setrákus Ra y el Anubis, directo a la última locación del resto
de la Garde. Debido a que perdí contacto en el último minuto
con Ella, no sé qué hacer con esa información, inclusive si
pudiera hacer contacto con Seis y los demás. ¿Deberían de
prepararse para dar vuelta y regresar al Santuario? ¿O
deberían alejarse lo más que puedan?
Necesito moverme, hacer algo productivo. Pero mi
cuerpo no se siente al cien por ciento, y Sam está apagado
como la luz.
—¿Seguimos en el subterráneo? —Le pregunto a Daniela,
conociendo la respuesta, pero con ganas de obtener un mejor
control sobre nuestra situación antes de tomar cualquier
decisión.
—Sí, obviamente, te arrastramos hasta aquí después de
que te desmayaste.
—Da igual, ya estábamos bastante golpeados antes de
que todo se viniera abajo —continua Daniela, tal vez sintiendo
mi molestia—. Me quedé dormida casi en seguida de que
llegáramos aquí —Daniela mira a Sam con una pequeña
sonrisa pintando su cara—. Tu chico Sam iba a levantar
guardia, supongo que no llegó muy lejos, no es la gran cosa,
no es como si alguien nos estuviera buscando aquí abajo.
—Por el momento no, al menos —contesto pensando en
los Mogadorianos en la superficie y preguntándome cómo va
progresando su invasión en la ciudad de Nueva York.
Uno de los teléfonos se mueve. Daniela se agacha sobre
él, pulsa un par de botones, pero la batería está muerta.
—Las personas duermen fuera de la tienda por una de
estas cosas —dice sosteniendo el teléfono en frente mío para
que lo inspeccione—. Todo se fue a la mierda, de todos
modos… muchas personas dejaron todo y corrieron ¿Qué te
hace creer en la humanidad, chico alien?
—Que tienen sus prioridades bien hechas —respondo,
mirando de nuevo la bolsa de lona llena de dinero.
—Sí, supongo —dice Daniela, luego arroja casualmente el
teléfono al otro extremo del vagón del tren, donde golpea el
suelo y se rompe. Incluso el teléfono rompiéndose no
perturba a Sam—. Eso se sintió sorprendentemente bien —me
dice Daniela, sonriendo satisfechamente en mi dirección—.
Deberías intentarlo.
—¿De dónde conseguiste todos los teléfonos? —Le
pregunto a Daniela cautelosamente mientras se vuelve a
sentar.
Sigo sin estar seguro de qué hacer con ella, es una
humana con Legados, para los cuales aún ni siquiera tenemos
un nombre. Pero parece como si toda la situación fuera una
gran broma. No puedo decir si ella está desquiciada como
Cinco o si está escondiéndose detrás de un mecanismo de
defensa masiva. Ella mencionó antes que los Mogs mataron a
su padrastro y que su madre está perdida. Sé lo que es perder
a la gente, el no saber lo que está pasando con tus seres
queridos. Podría decir que Daniela no es de las que se abren
fácilmente, desearía que Seis estuviera aquí, tengo la
sensación de que se habrían llevado bien.
—Me levanté primero —dice señalando alrededor—, fui a
través de los vagones, las personas dejaron mucha basura
atrás.
—En el banco, ¿alguien dejó todo ese efectivo atrás
también? —Pregunto, señalando con la barbilla su bolso de
lona.
—Oh, sí, eso —Daniela dice, mirando a un lado con culpa
fingida, pero incapaz de mantener la sonrisa en su cara—. Me
preguntaba si lo habías notado.
—Lo hice.
—Las cosas son más pesadas de lo que piensas —dice
ella, empujando la bolsa con la punta sucia de su tenis.
Froto mi mano en mi cara, tratando de averiguar cómo
debería abordar esto. No es que yo no haya robado antes. Yo
siempre lo hice por necesidad sin embargo, y no en medio de
una invasión a escala completa.
—Qué raro, tuviste tiempo de robar un banco mientras
buscabas a tu mamá.
—Primero que nada, no lo robé, técnicamente, había
unos tipos escondiéndose de los Mogs en el banco, ellos
fueron los que lo robaron, sólo termine tomando refugió ahí,
ellos fueron vaporizados y entonces tu apareciste. Me
pregunté ¿por qué perder una perfecta bolsa de lona?
Frunzo el ceño, sacudiendo la cabeza. No tengo ni idea
de si lo que Daniela me dice es verdad. No estoy seguro de si
siquiera importa cómo consiguió el dinero. Estoy más
preocupado de si esta nueva Garde es alguien en la que
podemos confiar. Alguien en la que nos podamos respaldar.
—En segundo lugar —continua, inclinándose hacia mí—.
Mi madre se enojaría bastante conmigo si averiguara que dejé
perder una oportunidad como esa.
Ella trata de mantener su voz arrogante, pero un temblor
se cuela cuando menciona a su madre. Tal vez esta actitud es
toda una máscara, una manera de hacer frente a lo jodido en
que su mundo se ha convertido en las últimas veinticuatro
horas. Lo entiendo. Mi expresión debe ser demasiado
simpática, sin embargo, o tal vez se dio cuenta de que me di
cuenta de que su voz estaba temblando, porque levanta su voz
y sigue subiendo y subiendo su tono más que antes. Se me
ocurre que tanto como yo estoy tratando de entenderla, ella
también está tratando de entenderme a mí.
—Y tercero, yo no firmé por estos súper poderes que ni
siquiera tú sabes por qué los tengo. Estoy bastante y
malditamente segura de que no firmé para pelear en tu guerra
alienígena. Ni tampoco lo hizo mi familia.
—¿Crees que había una hoja de inscripción de invasión
alienígena para conseguir pasar por ahí? —Pregunto
afiladamente, y fallando en tratar de mantener mi
temperamento a raya—. Nadie pidió por esto. Los Lorics, mi
gente, no pidieron que los Mogs fueran a destruir nuestro
hogar, sucedió de todos modos.
Daniela levanta sus manos defensivamente.
—Está bien, entonces ya sabes cómo es esto. Todo lo que
estoy diciendo es que no deberías estar juzgando como paso
mi tiempo durante la invasión alienígena. Mierda es de locos.
—Era demasiado joven para contratacar cuando
atacaron Lorien —le digo—. Pero tú…
—Oh mierda, ahí viene, el discurso de reclutamiento —
Daniela comienza a hacer una impresión, su voz es de repente
más alta, sus palabras teatralmente enunciando—. Mira
afuera de tu ventana —recita—. Los Mogadorianos están aquí.
La Garde pelará contra ellos, ¿te levantarás por la Tierra?
Sacudo mi cabeza confundido.
—¿Qué es eso?
—Es de tu video amigo, todo el asunto de apoyar a la
Garde, lo reprodujeron en las noticias. —Daniela estudia mi
rostro por un momento, y, finalmente, parece satisfecha con
mi desconcierto—. Oh, en realidad no lo sabes, supongo que
no has visto demasiada TV, ¿verdad? Yo estaba pegada a ella
cuando las primeras naves comenzaron a aparecer. Es como,
si de repente, estuviéramos viviendo en una de esas películas
de invasión extraterrestre. Era bastante genial hasta que,
bueno…
Daniela mueve su mano, abarcando no sólo nuestra
situación actual de escondite bajo tierra, si no la destrucción
de toda la ciudad que ambos hemos vivido. Me doy cuenta de
que su mano tiembla un poco. Rápidamente la esconde,
cruzando sus brazos sobre su pecho.
—Sam y yo ayudamos a un grupo de personas a salir de
Manhattan ayer. —Le digo—. Me preguntaba cómo algunos de
ellos sabían mi nombre, pero todo era demasiado caótico
como para preguntar. ¿Estuve en las noticias? ¿Me mostraron
peleando en la ONU?
Daniela asiente.
—Mostraron algo de eso. Excepto cuando ese
funcionario que lucía como Clooney se convirtió en un
verdadero monstruo alienígena, la gente realmente comenzó a
enloquecer y las cámaras se volvieron inestables. Estabas
interpretando bastante fuerte antes de eso, de todas formas.
Inclino mi cabeza, sin comprender.
—¿A qué te refieres?
—Había un tipo video de YouTube, que fue publicado
por un estúpido foro de conspiraciones al inicio…
—Espera, ¿era algo como: Ellos Caminan Entre
Nosotros?
Daniela se encoge de hombros.
—Nerds Caminan Entre Nosotros. No lo sé, seguro.
Comienza con una imagen de la Tierra que está totalmente
tomada a partir de imágenes de Google y una chica comienza
a narrar como: “Este es nuestro planeta, pero no estamos
solos en la galaxia, bla, bla, bla” Ella está tratando de sonar
todo profesional como si fuera un documental sobre la
naturaleza o algo así, pero se puede decir que ella es de
nuestra edad. ¿Por qué estás haciendo esa cara estúpida?
Mientras Daniela habla no puedo evitar tener una
sonrisa estúpida en mi cara.
Trato de mantener mi expresión neutral mientras sigo
—¿Qué más pasa?
—Entonces, muestran fotos de los Mogadorianos y dice
que han venido a esclavizar a la humanidad. Estos
extraterrestres pálidos parecen que podrían ser chicos con
maquillaje de monstruo cursi o algo así. Nadie hubiera
tomado esta mierda en serio si, ya sabes, no hubiera un
montón de ovnis amenazando ciudades. Y entonces, ella
empieza a hablar de ti. Hay un video tuyo saltando de una
casa en llamas que no debería ser posible, y luego hay un
archivo con material de ustedes, un montaje de la curación de
la cara quemada de este agente del FBI y…así, está bastante
granosa pero los efectos especiales, tendrías que ser bastante
bueno para que sea falso.
—¿Qué…qué dice ella de mí?
Daniela sonríe, mirándome.
—Dice que tu nombre es John Smith. Qué eres un Garde,
que fuiste enviado a nuestro planeta a combatir a esos aliens y
que ahora necesitas nuestra ayuda.
Eso que Daniela estaba citando antes. Su terrible
impresión se suponía era Sarah. Me siento de nuevo,
pensando en el vídeo que Sarah y Mark hicieron, su
contribución desde la banda. A pesar de que ella está
burlándose de él, el video parece haber causado una
impresión en Daniela. Pudo recitarlo de memoria. Demonios,
los sobrevivientes que encontramos en la calle sin duda
alguna lo habían visto. Ellos confiaron en mí. Estaban
dispuestos a ponerse de pie y luchar. ¿Pero todo era un poco
tarde?
Hago una mueca involuntaria, pensando en voz alta.
—Me pasé toda mi vida escondiéndome de los
Mogadorianos que estaban cazándome por la Tierra,
haciéndome más fuerte, entrenando. La guerra siempre fue
peleada en secreto. Estábamos empezando a unir a nuestros
aliados, sin embargo, a partir de entender las cosas. Me
pregunto si sólo lo hubiéramos hecho público antes, ¿cuántas
vidas podríamos haber salvado si Nueva York hubiera estado
listo para un ataque como este?
—Nah —dice Daniela sacudiendo su mano, descartando
la idea—. Nadie hubiera creído esa mierda ni una semana
antes, no sin personas en CNN gritando acerca de naves
espaciales apareciendo sobre Nueva York. Quiero decir, que
se necesitaba toda una lucha en la ONU para que se sintiera
real. Antes de eso, la gente de la prensa se debatía si era una
broma, un truco viral para una película, lo que sea. Vi a una
señora en la TV diciendo que eras un ángel, bastante
divertido.
Me río con sequedad, no realmente por mi estado de
ánimo.
—Sí, comiquísimo.
Me doy cuenta de que Daniela está tratando de
consolarme a su manera cáustica. Nunca sabré lo que habría
pasado si hubiéramos pasado los últimos meses tratando de
hacer que nuestra guerra contra los Mogadorianos se hiciera
pública. Había humanos en altos niveles involucrados con
ProMog que no habrían hecho que cualquier intento de
exponer a los Mogs fuera extremadamente difícil, sino
imposible. Sé todo esto, lógicamente. Y sin embargo, no
puedo evitar sentir que las pérdidas colosales de vidas caen en
mí. Debería haber hecho más.
—¿Qué edad tienes? De todas formas —pregunta
Daniela.
—Dieciséis —le digo.
—Sí —ella asiente, como si ya supiera esto—. Como la
chica que narra el video. Tienes todo eso del sabio más allá de
los años, eso es cierto. Y parece que has pasado por un poco
de mierda, pero al echar un vistazo más de cerca… —ella se
descarrila, chasqueando con la lengua un pensamiento—, tú
deberías estar terminando la preparatoria hombre, no salvado
el mundo.
No puedo dejar que lo que pasó en Nueva York me
entierre bajo culpabilidad. Tengo que asegurarme de que
nada parecido vuelva a suceder. Necesito encontrar a mis
amigos y encontrar una manera de matar a Setrákus Ra, de
una vez por todas.
Levanto mis hombros y sonrío a Daniela, que solo se
encoje de hombros indiferente.
—Alguien tiene que hacerlo.
Daniela me devuelve la sonrisa por un segundo, y luego
se atrapa a sí misma y mira hacia otro lado. Por un segundo,
pensé que podría ser voluntaria para unirse a la lucha. No
puedo hacer que se quede con nosotros después de que
salgamos del metro. Sólo tengo que confiar en que ella y los
otros seres humanos por ahí, han desarrollado sus legados
por una razón.
—Tenemos que seguir moviéndonos —digo.
Sacudo el hombro de Sam y él resopla despierto. Sus
ojos están nublados por un momento, ajustándose lentamente
a la iluminación de LCD azulada del vagón del metro.
—Entonces no era un mal sueño —suspira, se levanta
lentamente, estirando su espalda. Su mirada se desplaza a
Daniela—. Así decidiste quedarte por aquí, ¿eh?
Daniela se encoge de hombros, como si la cuestión la
avergonzara.
—Mencionaste sacar algunas personas de Nueva York…
—me dice.
—Sí, la armada y las fuerzas especiales aseguraron el
puente de Brooklyn, están evacuando personas de ahí, al
menos lo estaban haciendo la noche pasada.
—Me gustaría ir ahí —responde Daniela levantándose. Se
endereza la playera cubierta de polvo y manchas de sangre—.
Ver si mi mamá lo logró.
—Muy bien —digo, no quiero presionarla a unirse a las
fuerzas, si va a suceder tiene que ser ella la que tome la
decisión, eso no significa que no podamos permanecer juntos
por el tiempo que tengamos que estar—. Nosotros tenemos
que tomar nuestro camino también.
Sam se frota los ojos, sigue trabajando en humedecer su
boca.
—¿Crees que Nueve y Cinco hayan dirigido su camino al
punto de evacuación?
—Lo dudo —contesto—. Pero Nueve es un chico grande,
puede mantenerse a sí mismo por un tiempo más, las
prioridades han cambiado, de verdad necesito ponerme en
contacto con Seis, si alguien tiene teléfonos funcionando,
debe de estar en el punto de evacuación —me doy la vuelta
hacia Daniela—. ¿Puedes llevarnos fuera de aquí?
Daniela asiente.
—Sólo hay una manera de ir por las vías de la parte alta
que se derrumbó. Si seguimos las vías durante unas paradas
más, debemos casi llegar al puente
—Espera, ¿cómo cambiaron las prioridades mientras
dormíamos aquí abajo? —Pregunta Sam.
Le digo a Sam cómo Ella me alcanzó telepáticamente de
su prisión a bordo del Anubis, explicando que Setrákus Ra se
dirige hacia el Santuario. Daniela escucha con los ojos muy
abiertos y fijos en mí, y la boca ligeramente abierta. Cuando
he terminado de describir el paisaje de ensueño, profecías y
sitios históricos en peligro de extinción relacionados con
Lorien, ella niega con la cabeza en total negación.
—Mi vida se ha vuelto tan extraña —dice, caminando por
el vagón del tren dirigiéndose hacia la salida.
—Oye —Sam habla detrás de ella—. Olvidaste tu mochila.
Daniela mira por encima del hombro. Entonces, me
mira. No sé si quiere permiso o si me está desafiando a
detenerla. Cuando yo no digo nada, ella se dobla hacia atrás y
levanta la pesada bolsa con un gruñido.
—Usa tu telequinesis —digo casualmente—, es buena
práctica.
Daniela me mira por un momento, luego asiente con la
cabeza y sonríe. Se concentra y flota la bolsa hacia fuera
delante de ella.
—¿Qué llevas ahí dentro, a propósito? —Pregunta Sam.
—Mi fondo para la universidad —responde.
Sam me mira y yo me encojo de hombros.
Cuando Daniela llega al final del coche, levita la bolsa a
un lado y abre la puerta metálica con un ruido fuerte. Da un
paso hacia la pasarela que conecta al siguiente vagón. Sam y
yo la seguimos un par de metros detrás.
—Guau, guau –dice Daniela, sus palabras no se dirigen a
nosotros. Sus bolsa de lona es propulsada de nuevo a nuestro
vagón de metro, por lo que Sam y yo tenemos que saltar fuera
del camino. Daniela desliza telequinéticamente la bolsa
debajo de un banco, como si estuviera tratando de ocultarla.
Un segundo después, ella camina hacia atrás a través de la
puerta, con las manos levantadas en señal de rendición.
Inmediatamente, mis músculos se tensan. Pensé que
estábamos a salvo aquí abajo en los túneles
Pero no estamos solos.
El cañón de una ametralladora con un accesorio de
linterna se nivela a centímetros de la cara de Daniela. Una
forma oscura, cubierta de equipos voluminosos y chaleco
antibalas, a centímetros de cautela de nuestro vagón de tren,
hace retroceder y agacharse a Daniela. Demasiado tarde, me
doy cuenta de los haces de luz en el vagón, al menos una
docena de ellos, tal vez más. Un segundo haz de halógeno
brilla directamente en mis ojos, un segundo hombre armado
está abordando nuestro vagón. Sin pensarlo, enciendo mi
Lumen, deslizando fuego a través de mis puños.
—Espera —dice Sam—. No son Mogs.
Oigo el clic revelador del seguro de una cámara,
probablemente en respuesta a mi canalización de una bola de
fuego. El pasillo del vagón del metro es estrecho, Daniela está
en el camino y la luz en mi cara hace que me sea difícil ver.
Las condiciones definitivamente no son ideales. Podría
desarmarlos con mi telequinesis, pero no quiero correr el
riesgo de quedar en una ráfaga de fuego al tiempo que lo haga.
Es mejor esperar y ver cómo funciona esto.
Dejo que mi Lumen parpadee y al mismo tiempo el
soldado frente a mí, baja la luz de la linterna de mi cara,
apuntando su arma hacia el suelo. Lleva un casco, uniforme y
gafas de visión nocturna. A pesar de todo eso, puedo decir que
es sólo unos pocos años mayor que yo.
—Eres él —dice el Soldado, con un poco de temor en su
voz—. John Smith.
Todavía no estoy acostumbrado a todo esto ser
reconocido, por lo que me lleva un momento para responder.
—Es correcto.
El soldado toma un walkie-talkie de su cinturón y habla
por él.
—Lo tenemos —dice sin quitar los ojos de mí.
Daniela nos bordea a Sam y a mí, mirando entre
nosotros y los demás soldados que ahora se están filtrando en
nuestro vagón de tren en abanico, por lo que la zona se
estrecha más
—¿Amigos tuyos?
—No estoy seguro —digo tranquilamente.
—Algunas veces le gustamos al gobierno, otras no tanto
—explica Sam.
—Genial —responde Daniela—. Por un segundo creí que
estaban aquí para arrestarme.
El walkie-talkie del soldado crepita a la vida, la voz de
una mujer conocida llena el vagón de tren.
—Pídele amablemente acompañarlos y tráelos aquí —la
mujer ordena.
El soldado se aclara la garganta, incómodo, mirándonos.
—Por favor, vengan con nosotros —dice—. La Agente
Walker quisiera hablar con ustedes.
Los soldados nos apresuran a través de los túneles del
subterráneo, fuera en la estación más próxima y finalmente a
la luz del día. Están constantemente alrededor de nosotros en
un apretado nudo, un escudo humano, tratándonos de la
misma manera que el Servicio Secreto trata al presidente.
Permito que me muevan, sabiendo que puedo hacerlos a un
lado fácilmente al inicio de problemas. No nos encontramos
con ninguna patrulla Mogadoriana en el camino a sus
Humvees armadas, y bastante pronto nos encontramos
moviéndonos a través de las calles llenas de pedazos de
edificios, el daño resultante del bombardeo del Anubis la
noche anterior.
Llegamos al puente de Brooklyn rápidamente y sin
incidentes. En el lado de Manhattan, el ejército ha colocado
un punto de chequeo fuertemente armado. Soldados con
armas montadas observan las calles desde un bloqueo de
sacos de arena. Detrás de ellos, tres filas de tanques están
estacionadas a través del puente, sus torretas armadas con
misiles de superficie y apuntados al cielo. Helicópteros
cargados con más misiles patrullan los cielos y algunos botes
con aspecto musculoso ya están el río. Si los Mogadorianos
trataran de empujar a Brooklyn, definitivamente encontrarían
resistencia.
—¿Han tenido que luchar mucho? —Pregunto al soldado
conduciendo nuestro Humvee mientras nos señalan desde el
punto de chequeo y comenzamos a maniobrar a través del
puente.
—Negativo, señor —responde—. Los hostiles se han
mantenido en Manhattan hasta ahora. Esa gran nave voló
sobre nosotros esta mañana y no atacaron. Si me pregunta,
ellos no quieren un pedazo de nosotros los chicos del ejército.
—Señor —Daniela repite, alzando una ceja y haciendo
una burla.
—Están reteniendo Manhattan —digo, recargándome y
frunciendo el ceño, sin entender porque los Mogs no han
presionado el ataque.
—Es como si Setrákus Ra estuviera mandando un
mensaje —dice Sam cuidadosamente—. Miren lo que puedo
hacer.
—Si vienen a nosotros estaremos listos —dice el soldado,
oyéndonos. Mirando por la ventana puedo distinguir algunos
francotiradores escondidos entre los cables del puente,
observando Manhattan desde sus binoculares.
Intercambio una mirada dudosa con Sam. Quiero creer
en esta demostración de fuerza y apoyar la confianza del
soldado, pero he visto el tipo de destrucción del que los Mogs
son capaces. La única razón por la que el campamento de
Brooklyn sigue de pie es porque Setrákus Ra lo ha permitido.
El soldado estaciona nuestra Humvee en el medio de una
calle de la ciudad que ha sido convertida en un área militar.
Hay tiendas cerca, más Humvees y muchos soldados armados
que parecen nerviosos. También hay una larga fila de civiles,
muchos de ellos sucios y superficialmente heridos,
sosteniendo fuertemente sus pocas posesiones mientras
esperan en una línea demacrada. Al inicio de la línea, algunos
voluntarios de la Cruz Roja con portapapeles toman la
información de las personas exhaustas antes de mandarlas a
los autobuses.
Nuestra escolta me nota observando la lenta procesión
de los refugiados.
—La Cruz Roja está tratando de mantener rastro de los
desplazados —explica el soldado—. Después están siendo
evacuados a Long Island, Nueva Jersey, donde sea.
Alejándolos de la pelea hasta que podamos recuperar Nueva
York.
El soldado observa a Sam y a Daniela, después a mí
nuevamente. De repente se me ocurre que este tipo está
viéndome para dar órdenes.
—¿Quiere a estos dos evacuados? —Pregunta el soldado,
refiriéndose a mis compañeros.
—Están conmigo —le digo y él asiente, aceptando eso sin
más preguntas.
Daniela observa a los trabajadores ayudar a una pareja
mayor registrarse y ayudarlos a subir al autobús.
—¿Tienen una lista o algo que pueda checar? Estoy…
buscando a alguien.
El soldado se encoje de hombros como si no fuera su
área de experiencia.
—Claro. Podrías preguntar.
Daniela se voltea a verme.
—Voy…
—Ve —digo, asintiendo—. Espero que la encuentres.
Daniela le sonríe Sam, después a mí y comienza a
voltearse.
—Hmm, acerca de todo ese asunto de salvar al mundo…
—dice ella dudando.
—Cuando estés lista, ven a buscarme —le digo.
—Estás asumiendo que alguna vez estaré lista —
responde Daniela. No ha mencionado su bolsa o el dinero
robado desde que fue dejado atrás en el subterráneo.
—Sí. Lo estoy.
Daniela espera por un segundo más, sus ojos fijos en los
míos. Entonces, asintiendo para sí misma, se voltea y trota a
cuestionar a la Cruz Roja. Sam me mira como si estuviera
loco.
—¿Sencillamente la vas a dejar irse? Una de las únicas…
—Sam mira hacia el soldado que está parado pacientemente
cerca, sin estar seguro de cuanto decir.
—No puedo forzarla a unirse a nosotros, Sam —
respondo—. Pero lo que le pasó… lo que te pasó a ti... tiene
que haber una razón. Tengo fe de que no será por nada.
—La Agente Walker está por aquí, señor —el soldado
dice, señalando a mí y a Sam para que lo sigamos.
—¿Ya funcionan los celulares? —Le pregunto mientras
caminamos a través del ajetreado campamento—. Necesito
hacer una llamada. Es importante.
—Los métodos tradicionales siguen sin funcionar, señor.
Los hostiles se aseguraron de eso. Aunque probablemente
tenemos algo en el centro de comunicaciones que puede usar
—dice el soldado, señalando a una tienda cercana llena de
actividad—. Pero se supone que debo llevarlos directamente
con la Agente Walker. Si me lo permite.
—¿Si yo se lo permito?
—Se nos fue informado su historial… de dificultades con
la autoridad —dice el soldado, examinando su rifle—. Se nos
dijo que no comenzáramos combate contra usted o que no lo
forzáramos a hacer nada. Los parámetros de la misión están
limitados a, uh, tratamiento gentil.
Sacudo la cabeza en incredulidad. No fue hace mucho
que yo era considerado un enemigo del estado. Ahora soy
tratado como un dignatario extranjero por el ejército.
—De acuerdo —digo, decidiendo no dificultarle más la
vida a nuestra escolta—. Señáleme la dirección de la Agente
Walker y después ayude a mi amigo Sam a poner sus manos
en un teléfono satelital.
Momentos más tarde, camino por un muelle de concreto
con vista al Río Este y Manhattan. El aire es fresco y frío,
aunque aún impregnado con el agrio olor a quemado que
sopla desde Manhattan. Desde aquí tengo una vista clara de la
destrucción que trajeron los Mogadorianos a la ciudad.
Pilares de humo negro se alzan hacia el brillante cielo azul,
incendios aun ardiendo. Hay espacios en blanco en la ciudad,
espacios donde yo sé que debería de haber un edificio,
borrados simplemente por las armas poderosas de energía de
Anubis. Ocasionalmente puedo distinguir un Skimmer
zigzagueando entre edificios, los Mogs patrullando las calles.
La Agente Walker está sola, parada en la barandilla, con
la mirada fija en la ciudad.
—¿Cómo me encontró? —Pregunto como manera de
saludo cuando me acerco.
La agente del FBI que una vez trató de encarcelarme,
realmente me sonríe.
—Algunos sobrevivientes que llegaron, mencionaron
haberte visto —contesta Walker—. Mandamos equipos al área
en general. Pensamos en comenzar a buscar donde la nave
alfa estaba lanzando artillería pesada.
—Buena decisión —contesto.
—Me alegra que estés vivo —dice bruscamente.
El cabello rojo rayado de gris de Walker esta sujetado en
una coleta ajustada. Se nota exhausta, ojeras pesadas debajo
de ambos ojos. En algún momento intercambio su
acostumbrado rompe vientos y pantalón del FBI por un
chaleco Kevlar y fatigas, probablemente prestadas del gran
contingente del ejercito asegurando esta área. Su brazo
izquierdo está en un cabestrillo y hay una cortada con
vendajes improvisados en su frente.
—¿Le gustaría que sanara esos? —Pregunto.
Como respuesta Walker mira alrededor. Ambos estamos
solos por el momento, parados en el pequeño parque apretado
debajo del puente de Brooklyn. O más bien, lo más solos que
es posible en un lugar que se convirtió en un campamento
para refugiados durante la noche. La colina detrás de nosotros
está llena de tiendas improvisadas, personas de Nueva York
heridas y espantadas juntas. Supongo que estas son las
personas que se rehusaron a ser evacuadas por la Cruz Roja o
están gravemente heridos para hacer el viaje. Las tiendas
están esparcidas en las calles adyacentes, y estoy seguro de
que hay personas escondiéndose en los elegantes edificios de
apartamentos cerca del río. Esparcidos entre los
sobrevivientes, manteniendo el orden y atendiendo a los
heridos, hay soldados, policías y algunos médicos, solo una
pequeña fracción de la fuerza de miles que vi reunida más
cerca del puente. En esencia es caos organizado.
—¿Esos poderes tuyos tienen límites? —Pregunta
Walker, viendo a una mujer con el brazo gravemente
quemado ser tratada por un doctor apurado.
—Sí, los golpee bastante fuerte ayer —respondo,
rascándome detrás del cuello—. ¿Por qué pregunta?
—Porque por mucho que aprecie la oferta, tenemos miles
de heridos aquí, John, con más llegando cada hora. ¿Quieres
pasar todo tu día parchando gente?
Miro fijamente las hileras de personas en el parque,
muchos de ellos descansando en nada más que pasto. Muchos
me están observando. Sigo sin estar cómodo con esto, ser la
cara de la Garde. Regreso la mirada a Walker.
—Podría —digo—. Salvaría algunas vidas.
Walker sacude la cabeza y me da una mirada nivelada.
—Los gravemente heridos están en la carpa. Podemos
pasar más tarde si aún quieres hacer de Madre Teresa. Pero tú
y yo, ambos sabemos que hay mejores cosas que podrías hacer
con tu tiempo.
No respondo, pero tampoco presiono más el asunto.
Walker gruñe camina a lo largo del muelle, dirigiéndose a una
colección de tiendas colocadas en una plaza cercana. Miro
nueva y rápidamente alrededor el parque. Cruzando el parque
las cosas parecían bastante seguras. Pero aquí, es locura
absoluta. Personas heridas, soldados, oficiales militares, ni
siquiera sé por dónde empezar. Podría estar superado.
—Así que… ¿Estas a cargo aquí? —Le pregunto a Walker.
Tratando de reunir mis pensamientos.
Bufa.
—Estas bromeando, ¿no? Hay generales de cinco
estrellas en la escena planeando contraoperaciones. La CIA y
la NSA2 están aquí, coordinando con las personas en
Washington, tratando de dar sentido a la información que
está llegando de alrededor del mundo. Tuvieron al presidente
en video esta mañana desde cualquier bunker al que el
Servicio Secreto lo haya mandado. Solo soy un agente del FBI
muy no a cargo.
—Está bien, si ese es el caso, ¿por qué me trajeron a ti,
Walker? ¿Por qué estamos hablando?
Walker para y voltea a mí, manos en sus caderas.
—Por nuestra historia, nuestra relación…
—¿Así lo estás llamando?
—He sido nombrada tu enlace, John. Tu punto de
contacto. Cualquier cosa que puedas decirnos de los
Mogadorianos, sus tácticas, esta invasión, eso pasa por mí. De
igual manera si tienes alguna petición para las fuerzas del
ejército de los Estados Unidos.
Dejo salir una rápida risa sin humor. Me pregunto dónde
estarán los generales. Escaneo las tiendas cercanas, buscando
a que parezca más importante que las demás.
—No se ofenda, Walker, pero no la necesito como
persona-en-medio.
—No es tu decisión —ella responde, resumiendo su
caminata por el muelle—. Tienes que entender que la gente a
cargo, el presidente, sus generales, lo que queda de este
gabinete, no eran personas ProMog. Cuando los Mogs
hicieron contacto, casi teníamos una copa glorificada en

2Agencia de Seguridad Nacional.


nuestras manos con la basura ProMog abogando rendición.
Por suerte, con Sanderson fuera del panorama…
—Espera. ¿Qué le pasó a él? —Pregunto. Perdí rastro del
Secretario de Defensa en la pelea con Setrákus Ra.
—No lo logró —Walker contesta, sombría—. Tenía
suficientes personas en Washington para deshacerme de las
malas manzanas. De las que sabemos, al menos.
—Así que estás diciendo que ProMog se ha ido en su
mayoría y nos hemos quedado con…
—Un gobierno fracturado que ha sido mantenido
totalmente en la oscuridad. Esta invasión, la idea de
alienígenas del espacio exterior atacándonos, es totalmente
nueva para ellos. Aceptan que estas peleando de nuestro lado.
Pero aun así eres un extraterrestre.
—No confían en mí —digo, incapaz de mantener la
amargura fuera de mi voz.
—La mayor parte de ellos no confían el uno en el otro. Y
de todas maneras, tú no deberías de confiar en ellos —
contesta Walker empáticamente—. Saben que los miembros
ProMog han sido arrestados, asesinados o huido. Pero eso no
significa que los tenemos a todos.
Le doy una mirada a Walker, girando mis ojos.
—Así que mejor permanezco con el diablo conocido,
¿eh?
Expande sus brazos, sin esperar realmente que la abrace.
—Correcto.
—De acuerdo, aquí está mi primera petición —digo—.
Anubis… esa es la nave que dejó Nueva York esta mañana, ahí
va Setrákus Ra y esta de camino a México.
—Oh, bien —interrumpe Walker—. Les gustará eso. Una
amenaza menos en aire de los Estados Unidos.
—Necesitan reunir jets, luchadores, drones, lo que sea
que tengan —continuo—. Se dirige a un lugar de gran poder,
un lugar Loric. No estoy seguro de lo que Setrákus Ra quiere
ahí, pero sé que sería malo si lo obtuviera. Necesitamos llevar
la pelea a él.
La expresión de Walker se oscurece más con cada
palabra que digo. Ya puedo decir que no me va a gustar nada
que tenga que decirme. Me guía lejos del muelle, a través de
un césped podado y se detiene frente a una tienda ligeramente
alejada de las demás.
—Un ataque directo no va a suceder —dice.
—¿Y por qué diablos no?
—Mi cuartel general —dice ella, empujando a un lado la
lona para entrar—. Hablemos dentro.
Dentro de la tienda de Walker hay una cama sin usar,
una mesa llena de objetos y una laptop. Hay un mapa de
Nueva York con líneas rojas a través, si tuviera que adivinar
diría que es el camino que tomo Anubis durante el ataque de
ayer. Walker saca un segundo mapa de debajo del de Nueva
York, este es del mundo entero. Hay una obvia X dibujada
sobre un montón de ciudades importantes. Nueva York,
Washington, Los Ángeles y lugares lejanos como Londres,
Moscú y Beijing. Hay más de veinte ciudades marcadas de
esta manera. Walker golpea sus dedos sobre el mapa.
—Esta es la situación, John —dice ella—. Cada marca es
una de sus naves de guerra. ¿Sabes cómo derribar una de esas
cosas?
Sacudo la cabeza.
—Aún no. Pero no lo he intentado.
—La Fuerza Aérea lo intentó ayer. No resultó muy bien.
Frunzo el ceño.
—Los vi volar. Sé que no sobrevivieron.
—Habían tenido algún éxito contra las naves pequeñas,
pero no lograron ni acercarse al Anubis. La Fuerza Aérea
estaba considerando otro ataque cuando los chinos entraron
de lleno.
—¿Qué significa eso?
—Después de un par de horas del ataque a Nueva York se
volvieron locos por el gatillo. Probablemente pensaron que
serían los siguientes. Lanzaron cualquier cosa más pequeña
que una nuclear a la nave que estaba sobre Beijing.
—¿Y?
—Decenas de miles murieron —responde Walker—. La
nave sigue en el aire. Están escudados de alguna manera.
Científicos chinos dicen que es un tipo de escudo
electromagnético. Se cansaron de aplastar jets contra él, así
que intentaron mandar una pequeña fuerza por paracaídas
directamente a la nave. Esos hombres no sobrevivieron el
contacto contra el campo.
Recuerdo el campo de fuerza que rodeaba la base
Mogadoriana en West Virginia. El shock que recibí por tocarlo
fue suficiente para sacarme el aire y dejarme enfermo por
días.
—He corrido contra uno de sus escudos antes —le digo a
Walker—. Literalmente.
—¿Cómo lo destruiste?
—Nunca lo hice.
Walker me da una mirada muerta.
—Y yo aquí con altas esperanzas.
Miro nuevamente al mapa de Walker y sacudo la cabeza.
Cada X me parece una pelea más que no sé cómo ganar.
—Veinticinco ciudades bajo ataque. ¿Tiene alguna buena
noticia agente Walker?
—Esa fue —dice—. Esa fue la buena noticia.
Levanto una ceja hacia ella.
—Algunos lugares como Moscú y Londres, mandaron
tropas a luchar contra los Mogs. Pero las respuestas son nada
como aquí o Beijing. No bombardeos, no monstros. Es como
si los Mogs estuvieran poniéndoselas fácil. Y después hay
lugares como París y Tokio en los que ni siquiera están
peleando. Esas ciudades no están técnicamente bajo ataque.
Las naves de guerra y de vigilancia están controlando el
espacio aéreo pero aparte de eso no hay Mogs en tierra. Y
después esta mañana, esa nave de guerra vuela justo sobre
nosotros, como si fuéramos nada. Tiene a gente pensando que
quizá no quieren pelear. Tal vez es todo un gran malentendido
con los alienígenas, que no debimos haberlos atacado
primero.
—No lo hicimos —replico.
—Yo sé eso, Pero alrededor del mundo, lo que ellos
vieron…
—Setrákus Ra está mandando un mensaje —digo—.
Aunque tiene la ventaja no quiere una pelea prolongada.
Quiere espantar a la humanidad a sumisión. Quiere que nos
rindamos.
Walker asiente y camina a su laptop. Teclea un montón
de contraseñas, no es tarea fácil dado que utiliza solo una
mano, antes de finalmente sacar un video encriptado.
—Tienes más razón de lo que crees —dice Walker—. Aún
es incierto como obtuvo acceso, pero este video apareció en la
bandeja de entrada privada del presidente. Otros líderes
mundiales con los que nos hemos comunicado han reportado
haber recibido lo mismo.
Walker presiona el botón de Play y una imagen de alta
definición de la cara de Setrákus Ra aparece en la pantalla. Mi
sangre se enfría a la vista de su pálida piel y vacíos ojos
negros, y la cicatriz morado oscuro que encierra su cuello, y la
manera arrogante que le sonríe a la cámara. Es exactamente
la misma cara que uso antes de lanzarme al Río Este. Setrákus
Ra está sentado en la ornamentada silla de comandante en el
Anubis, recuerdo haberla visto cuando Ella me mostro la
nave. Sobre su hombro Nueva York es visible a través de una
masiva ventana de piso a techo. El sol está saliendo, la ciudad
aun en flamas. No tengo ninguna duda de que escogió este
fondo a propósito.
—Respetados líderes mundiales —Setrákus Ra comienza,
estas amables palabras dichas en un rasposo ladrido—.
Espero que este mensaje los encuentre con la mente abierta
después de los eventos en Nueva York y Beijing. Fue con mala
disposición, y solamente después de un intento de asesinato
de terroristas alienígenas, que utilicé una fracción de la fuerza
Mogadoriana contra su gente.
—Ustedes son los terroristas alienígenas, por cierto —
dice Walker.
—Sí. Lo entendí.
Setrákus Ra continúa.
—A pesar de estas lamentables circunstancias, mi oferta
de acoger a la humanidad y mostrarle el Progreso
Mogadoriano permanece. No soy nada sino indulgente.
Mientras que mis fuerzas continuaran manteniendo Nueva
York y Beijing como recordatorio de lo que sucede cuando
bestias inconsideradas muerden una mano amable que guía,
las otras ciudades donde mis naves se encuentran no tienen
nada que temer. Asumiendo, claro, que mis generales reciban
rendición total de estos gobiernos dentro de las cuarenta y
ocho horas.
Mi cabeza gira hacia Walker.
—No están realmente creyendo está mierda, ¿o sí?
Señala la pantalla.
—Hay más.
—Además —entona Setrákus Ra—. Está bajo mi creencia
que el gobierno de los Estados Unidos está protegiendo a los
terroristas Lorics conocidos como la Garde. Continuar
ayudando estas almas torcidas será considerado un acto de
guerra. Deberán serme entregados al momento de rendición
en interés de evitar el costoso y doloroso proceso de sacarlos
por la fuerza. Comprendo también que algunos humanos han
sufrido mutaciones debido a los Garde, en las que manifiestan
ciertas habilidades anti-naturales. Estos humanos deberán ser
entregados para tratamiento.
—¿A qué se refiere con mutaciones? —Pregunta
Walker—. ¿Más mierda?
No respondo. En lugar de eso me alejo de la laptop
mientras Setrákus Ra sigue hablando, mi mirada cambiando
hacia la agente Walker.
—Tienen cuarenta y ocho horas para rendirse o no
tendré más opción que aliviar a la humanidad de su tonto
liderazgo y liberar sus ciudades por la fuerza…
El video se detiene y Walker se voltea para enfrentarme.
Cuando lo hace ya tengo preparada una pequeña bola de
fuego, flotando sobre la palma de mi mano.
—Oh, Santo Cielo John —gruñe, alejándose del fuego.
—¿Para eso me trajiste? —Le espeto, retrocediendo. Casi
estoy esperando un grupo de soldados entrando a tratar de
sujetarme, así que mantengo un ojo en la entrada de la tienda
mientras me muevo hacia ella—. ¿Mis amigos están a salvo?
—¿Crees que te mostré eso para emboscarte? Cálmate.
Estás a salvo.
Miro fijamente a Walker otro par de segundos. En este
punto ya no tengo realmente mucha más opción más que
confiar en ella, especialmente considerando que mi otra
opción es pelear mi salida contra un ejército. Si el gobierno
quisiera intercambiarme a Setrákus Ra como símbolo de
buena voluntad, probablemente ya hubiera sucedido. Extingo
mi fuego y frunzo el ceño a Walker.
—¿Así que es cierto? —Presiona Walker—. ¿Lo qué dijo
Setrákus Ra sobre los humanos manifestando habilidades
anti-naturales? ¿Se refiere a que los humanos están
obteniendo Legados?
—Yo…
No estoy seguro de cuanto compartir con Walker. Me
dice que estoy a salvo pero no fue hace mucho que me
perseguía a través del país. Aunque insiste que ProMog ha
sido eliminado, aún hay humanos ahí afuera trabajando
contra nosotros. Diablos, ella acaba de decirme que no confié
en el gobierno. ¿Qué tal si hay una nueva Garde alrededor del
mundo, y qué tal que un impostor como el secretario de
Defensa Sanderson llega a ellos antes que nosotros? ¿Y
realmente puedo revelar a Sam y a Daniela con la agente
Walker? No puedo decirle nada. No hasta que lo haya
averiguado yo mismo.
—No sé de qué diablos está hablando, Walker —digo
después de un momento—. Él dirá lo que sea para conseguir
lo que quiere.
Creo que puede notar que le estoy ocultando algo.
—Sé que es difícil de aceptar considerando nuestra
historia, pero estoy de tu lado —dice Walker—. Y por ahora,
también los Estados Unidos.
—¿Por ahora? ¿Qué significa eso?
—Significa que nadie está realmente ansioso de rendirse
ante el alienígena maniaco que acaba de hacer a Nueva York
explotar. ¿Pero y si comienza a tocar más ciudades y aún no
hemos descifrado cómo combatirlo? Las cosas podrían
cambiar. Es por eso que tu petición para una operación
militar en México no va a pasar. Primero, es perder la
proposición contra la nave de guerra. Segunda, lo sabio en
este momento es que no tenemos que ayudarte abiertamente.
—Están haciendo sus apuestas —digo, incapaz de
mantener la mueca de desprecio en mi cara—. En caso de que
decidan rendirse.
—La palabra del presidente es que actualmente todas las
opciones están abiertas, sí.
—Rendirse no es una opción. He visto… —Me detengo
antes de mencionar la visión de Ella acerca del futuro,
pensando que profecías provenientes de Legados no cargaran
mucho peso con la híper-práctica Walker—. No terminará
bien para la humanidad.
—Sí, yo sé eso John, ¿pero cuando Setrákus Ra comience
a matar civiles y lo único que quiere es intercambiarlos a ti y a
la demás Garde? Esa es una acción que el presidente se verá
obligado a considerar.
Me volteo, abriendo la tienda para mirar afuera,
preguntándome dónde estará Sam con ese teléfono satelital.
También quiero esconder mi cara de Walker, sintiendo el
pánico alzarse en mí garganta. No sé qué hacer. Si el límite de
Setrákus Ra pasa y comienza a bombardear otra ciudad, ¿se
supone qué debería sencillamente dejarlo pasar? ¿Me entrego
a mí mismo? Mientras tanto ¿qué hago para impedir el ataque
al Santuario? ¿Y qué sucede con Cinco y Nueve quienes aún
siguen sin ser encontrados? Es demasiado para manejar.
—¿John?
Lentamente enfrento a Walker, asegurándome de que mi
expresión es neutral. Aun así ella debe detectar algo ahí,
porque cruza la tienda y se coloca justo en frente de mí.
Agarra mi hombro con su brazo bueno y estoy tan
sorprendido que lo dejo suceder. Hay miedo en los ojos de
Walker, mezclado con un tipo de determinación suicida. He
visto esa mirada en mis amigos, justo antes de que se lanzaran
a batalla contra posibilidades imposibles.
—Necesitas decirme como hacer esto —me dice Walker,
su voz baja y temblorosa—. Dime cómo ganar esta guerra en
menos de cuarenta y ocho horas.
—¿Cómo va?
Adam se sobresalta cuando le pongo mi mano en su
hombro y me inclino para revisar su progreso. Él se encoge
sobre la mesa de trabajo donde los Mogs solían arreglar sus
armas en intentos inútiles para reducir el campo de fuerza del
Santuario. Adam se ha deshecho de toda la mierda Mog que
estaba estorbando el banco en el suelo y la reemplazó con un
surtido de piezas mecánicas. Las piezas salieron del polvo de los
Skimmers desarmados en la pista de aterrizaje, algunos desde
dentro de las entrañas de los motores, otros desde detrás de los
paneles de control de la pantalla táctil. Entre las piezas de la
nave hay otros cachivaches, la batería de una de las lámparas
halógenas, un cañón Mog averiado y la carcasa de un ordenador
portátil. Todas esas cosas han sido dobladas, deformadas o
martilladas por Adam mientras trata de sustituir el conducto
destruido de nuestra nave, usando piezas de repuesto.
—¿Cómo parece que me está yendo? —Responde
desanimado, bajando el soplete que estaba a punto encender—.
No soy ingeniero, Seis. Esto es totalmente prueba y error. Hasta
ahora, el cien por ciento es error.
El sol está subiendo por encima de la línea de árboles de la
selva para calentar la pista de aterrizaje, sin un respiro del calor
pegajoso de aquí. Adam ha sudado ya toda su camisa, su piel
pálida en la parte posterior, su cuello se pone rosado. Le dejo mi
mano en su hombro hasta que suspira y se vuelve hacia mí. Sus
oscuros ojos están nublados y un poco salvajes, círculos grises
se forman a su alrededor.
—No dormiste —le digo, sabiendo que es verdad.
Trabajó durante toda la noche, su martilleo y sus
maldiciones, a menudo interrumpían las horas de descanso del
resto. Gestiono mientras se acurruca en la cabina del Skimmer.
Las únicas pausas que tomó fueron para ver a Dust, cuyo estado
paralizado no mejora.
—Tal vez no sé nada de biología Mogadoriana; pero estoy
bastante segura de que necesitas descansar.
Adam se quita un poco de cabello de los ojos, tratando de
concentrarse en mí.
—Sí, Seis, dormimos. Cuando es conveniente.
—Te vas a empujar a ti mismo hasta el agotamiento y
luego ¿para qué vas a ser bueno? —Pregunto.
Adam me frunce el ceño.
—Lo mismo, estoy bien por el momento —dice, mirando a
la colección de papeles frente a él—. Te escucho, Seis. Estoy
bien. Déjame seguir trabajando
En verdad, me alegro por Adam es tan dedicado a su
trabajo. Por más que no quiero verlo herirse a sí mismo,
necesitamos desesperadamente salir de México. Todavía no hay
ninguna noticia de John. Tengo miedo de que estemos
perdiendo la guerra.
—Por lo menos come —le digo, tirando de un plátano
verde que acabo de agarrar del ramo de un árbol cercano y lo
pongo en la mano de Adam.
Observa el plátano por un momento. De hecho, puedo oír
el gruñido del estómago de Adam cuando empieza a pelarlo. La
comida no fue algo en lo que hayamos pensado al hacer las
maletas.
No sabíamos qué esperar cuando llegáramos al Santuario,
pero definitivamente no estaba planeando quedar varados. No
trajimos los suministros necesarios para una estancia
prolongada.
—Sabes, Nueve tenía estas piedras en su cofre que, si las
chupabas, podían darte todos los nutrientes de una comida —le
digo a Adam, pelando mi propio plátano—. Un poco asqueroso,
especialmente después de pensar acerca de dónde pudieron
haber estado y cuántas veces Nueve probablemente las hubiera
utilizado. Pero en este momento, realmente desearía que no las
hubiéramos tirado en el Santuario.
Adam sonríe, mirando por encima del templo.
—Tal vez deberías volver y pedírselas muy amablemente.
Estoy seguro que la cosa de energía no quiere las piedras
lamidas por Nueve.
—Tal vez debería pedirle un nuevo motor mientras estoy
en eso.
—No le pesaría —Adam responde, y se traga el resto de su
plátano a toda prisa—. Voy a sacarnos de aquí, Seis. No te
preocupes.
Le dejo un segundo plátano en la mesa y dejo que Adam
vuelva a trabajar. Corto a través de la pista de aterrizaje, y me
dirijo a donde está Marina sentada con las piernas cruzadas en
el pasto, frente al Santuario. No estoy segura de si está
meditando, rezando o qué hace; pero estaba en ese lugar cuando
me desperté esta mañana y no se ha movido en todo el tiempo
que he estado vagando por la selva para buscar comida.
Me gustaría pensar que es un accidente que mi camino
hacia Marina me lleva por el Skimmer donde Phiri Dun-Ra está
atada, pero sé que no lo es. La tenemos atada firmemente en
medio del campo y todos hemos estado manteniendo un ojo en
ella. Quiero que la Mogadoriana diga algo, que me diera una
excusa. Ella no me decepciona.
—Él va a fallar, ¿sabes?
—¿Has dicho algo? —Pregunto, deteniéndome y girando
lentamente hacia ella. Escuché a Phiri Dun-Ra perfectamente.
Nuestra prisionera Mogadoriana me sonríe horriblemente,
sus dientes dejan notar sangre seca. Su ojo derecho está cerrado
por la hinchazón. Le hice eso anoche. Después de enterarme de
la invasión Mogadoriana, verdaderamente me cansé de su
cacareo incesante. Así que la golpee. No es mi momento de
mayor orgullo, agarrar a puñetazos a una Mogadoriana atada;
pero se sentía bien. En verdad, probablemente lo habría hecho
más si Marina no me hubiera arrastrado lejos. Me quedo
mirando a Phiri Dun-Ra, su ojo bueno se divierte. Aprieto los
puños de nuevo. Quiero golpear algo. Todo lo que necesito es un
motivo.
—Ya me oíste, niña —responde ella, señalando con la
barbilla hacia Adam. La voz de Phiri Dun-Ra fue lo
suficientemente fuerte que estoy segura que él también
escucho—. Adamus Sutekh fallará, como siempre lo hace.
Verás, lo conozco hace mucho más tiempo que tú. Sé que fue
una decepción perpetua para su padre. Para nuestro pueblo. No
es de extrañar que se haya vuelto un traidor.
Echo un vistazo por encima del hombro a Adam. Está
fingiendo no escuchar a Phiri Dun-Ra, pero sus manos dejaron
de moverse y sus hombros están agachados.
—¿Quieres que te noquee otra vez? —Pregunto a Phiri
Dun-Ra, dando un paso hacia ella.
Se queda pensativa por un momento, luego continúa.
—Aunque, hmm… algo que sólo ahora se me ocurre.
Recuerdo haber oído de la destreza técnica del joven Adamus.
Era una especie de prodigio con las máquinas como un joven
nacido de verdad. Es extraño, entonces, que él haya sido
incapaz de arreglar una de esas naves, especialmente con todo
ese equipo a su disposición
Miro de nuevo a Adam. Tiene una expresión de confusión
en su cara, mirando a Phiri Dun-Ra.
—Me pregunto si se está estancando a propósito —
reflexiona Phiri Dun-Ra—. Tal vez, ahora que el Progreso
Mogadoriano ha demostrado ser inevitable, él te piensa
mantener aquí y buscará favorecer a nuestro Amado Líder, para
que pueda venir arrastrándose de vuelta a su pueblo real... O tal
vez es simplemente demasiado cobarde para enfrentar las
batallas perdidas que están por venir.
Adam pasa a mi lado en un borrón. Se agacha frente a Phiri
Dun-Ra y tira su cabeza hacia atrás. Ella trata de morderlo, pero
Adam es demasiado rápido.
—¡La muerte viene por ti, Adamus Sutekh! ¡Por todos
ustedes! —Se las arregla para gritar, antes de que Adam le meta
un trapo en la boca.
A continuación, sus lágrimas se pierden en un pedazo de
cinta adhesiva y da una bofetada a Phiri Dun-Ra. Su aliento
ahora viene en ráfagas furiosas y contundentes de su nariz, la
Mogadoriana observa con odio a Adam. Más allá, en el césped
delante del Santuario, Marina ha estado viendo la que acaba de
pasar, con una pequeña mueca en su cara.
Adam está frente a Phiri Dun-Ra, sus dientes al
descubierto, líneas oscuras hendidas en su rostro. Es una
mirada asesina, que he visto en la cara de muchos
Mogadorianos, generalmente justo antes de que trataran de
matarme.
—Adam… —Le digo a modo de advertencia.
Adam voltea rápidamente hacia mí, tratando de
controlarse a sí mismo. Toma una respiración profunda.
—Todo lo que ella dijo es mentira, Seis —dice—. Todo.
—Lo sé —le respondo—. Debimos haberla amordazado
antes.
Adam gruñe y regresa a su mesa de trabajo, sus ojos están
agachados mientras camina junto a mí. Phiri Dun-Ra sin duda
sabe cómo sobre alterarlo. Realmente, a todos nosotros. Bueno,
excepto por Marina. Sé que ella está tratando de abrir una
brecha entre nuestro grupo, pero no lo va a lograr. ¿Qué tan
estúpida piensa que soy? Siempre me quedaré con la palabra de
un Mogadoriano al que se le permitió caminar por el campo de
fuerza del Santuario antes que la de una que intentó hacernos
estallar con una granada.
Con la disputa terminada, Marina vuelve a sentarse en la
hierba fuera del Santuario. Me uno a ella, observando los
pájaros de colores brillantes volando juguetones alrededor del
antiguo templo.
—¿Lo hubieras detenido si hubiese tratado de matarla? —
Marina me pregunta, después de un momento.
Me encojo de hombros.
—Ella es una Mogadoriana —le respondo—. Una de las
más idiotas que he conocido, también. Y eso es decir algo.
—En el calor de la batalla es una cosa —dice Marina—.
Pero estando atada… ella no es como los guerreros a los que nos
hemos enfrentado tantas veces. Ella es como Adam, una nacida
de verdad. Cuando usé mi Legado de curación en él, impedí que
se desintegrara, pude… pude sentir vida ahí, no tan diferente de
la nuestra. Temo que esta guerra pueda llegar a continuar.
Tal vez estoy cansada y definitivamente más allá de lo
estresada con nuestra situación actual, pero la brújula moral de
Marina, está empezando a desgastarse. Cuando respondo, hay
más dureza en mi voz de lo que me gustaría.
—¿Y qué? ¿Eres una pacifista ahora? Hace unos días,
apuñalaste el ojo de Cinco con una estalactita —le recuerdo—.
Él es mucho más parecido a nosotros que Phiri Dun-Ra, y
ambos tienen mala mierda por venir.
—Sí, lo hice —Marina responde, moviendo su mano por
las afiladas puntas de la hierba—. Me arrepiento de ello. O, en
realidad, me arrepiento del poco remordimiento que siento.
¿Ves lo que quiero decir, Seis? Tenemos que tener cuidado de no
convertirnos en ellos.
—Cinco lo merecía —le contesto, suavizando un poco la
voz.
—Tal vez —Marina admite, y finalmente me mira—. Me
pregunto qué pasará con nosotros cuando todo esto se termine,
Seis. Cómo vamos a ser.
—Si hay algo que quede de nosotros —le respondo.
Marina sonríe con tristeza. Ella vuelve la mirada hacia el
Santuario.
—Fui al interior del templo temprano en la mañana, antes
de que el sol estuviera en lo alto —dice ella—. Volví a la fuente,
adonde llegó la energía Loric.
Estudio a Marina. Mientras yo estaba durmiendo, ella
estaba bajando las escaleras retorcidas de la cámara subterránea
del Santuario, de nuevo. El pozo de piedra donde la Entidad
apareció con los mapas brillantes del universo en las paredes.
Me hubiera gustado haber conseguido más respuestas de ese
lugar.
—¿Encontraste algo útil?
Ella se encoge de hombros.
—Todavía está ahí. La Entidad. Puedo sentirlo,
extendiéndose desde el interior del Santuario, aunque no sé con
qué propósito. Todavía puedo ver el brillo, en el fondo del pozo.
Pero...
—¿Estabas esperando un consejo?
Marina asiente, riendo suavemente.
—Yo esperaba que nos pudiera guiar. Contarnos lo que
debemos hacer a continuación.
No me sorprende que la Entidad viviente dentro del
Santuario; aparentemente la fuente de nuestro poder, no sacara
su cabeza para otra visita de Marina. Cuando nos encontramos
con la Entidad, parecía casi divertirse con nosotros, feliz de ser
despertada, seguro, pero no lleva prisa para ayudarnos a ganar
la guerra contra los Mogs. Recuerdo lo que dijo durante nuestra
conversación; que otorga sus dones a una especie, que no juzga
ni toma partido, ni siquiera en su propia defensa. Creo que ya
hemos conseguido mucha más ayuda de la Entidad de la que
podríamos conseguir. Mantengo este pensamiento para mí, sin
querer desalentar a Marina o sacudir su fe, la cual parece estar
sobre todo manteniéndola estable, incluso si dirige a su lugar a
algunas cuestiones éticas que yo, francamente, no me siento
cómoda pensando en ellas.
—He estado sentada aquí orando por nuestra situación —
Marina continúa—. Supongo que es una tontería esperar algún
tipo de señal. No sé qué más hacer conmigo misma, sin
embargo…
Antes de que pueda responder, un zumbido estridente
suena detrás de nosotros. Al principio, creo que es el último
intento de Adam de crear un nuevo conducto. El ruido está
demasiado cerca. Viene prácticamente justo arriba de nosotros.
Marina sonriéndome, con los ojos muy abiertos y emocionada.
Mi corazón empieza a latir más fuerte cuando me doy cuenta de
lo que está sucediendo. Tal vez las oraciones de Marina están
trabajando efectivamente.
—¿Seis? ¿No vas a contestar?
Ha habido un silencio molesto durante tanto tiempo, me
había olvidado de cómo suena el timbre del teléfono satelital.
Me levanto de un salto, sacando el teléfono de la parte de atrás
de mis pantalones. Marina está conmigo, inclinando la cabeza
para escuchar, y Adam trota para reunirse con nosotras. Puedo
sentir a Phiri Dun-Ra observándonos, pero la ignoro.
—¿John?
Hay un estallido de estática como si el teléfono satelital
estableciera la conexión, una voz familiar que viene entre
chillidos de interferencia.
—¿Seis? ¡Soy Sam!
Una amplia sonrisa se propaga a través de mi cara. Puedo
sentir el alivio en la voz de Sam al escuchar que le respondí.
—¡Sam!
Mi propia voz se rompe un poco. Espero que no lo escuche
a través de nuestra conexión crepitante. En realidad, no me
importa. Marina agarra mi brazo, sonriendo más ampliamente.
—¿Estás bien? —Le pregunto a Sam, las palabras salen a
mitad de preguntas y mitad de exclamaciones.
—¡Estoy bien! —Grita.
—¿Y John?
—John, también. Estamos en un campamento militar en
Brooklyn. Ellos nos prestaron un par de teléfonos satelitales y
John habla con Sarah por el otro teléfono.
Resoplo y no puedo dejar de rodar mis ojos un poco.
—Por supuesto que lo está.
—¿Dónde están, chicos? ¿Están todos bien? —Sam nos
pregunta—. Las cosas se han vuelto locas.
—Todo el mundo está bien, pero… —Antes de que pueda
decirle a Sam sobre nuestra situación, me interrumpe.
—¿Sucedió algo ahí abajo, Seis?, ¿Mientras estabas en el
Santuario? Como, por ejemplo, ¿presionaste un botón de
Legados o algo?
—No había ningún botón —digo, intercambiando una
mirada con Marina—. Conocimos a, no sé.
—Sí Lorien —dice Marina.
—Nos encontramos con una Entidad —le digo a Sam—.
Dijo algunas cosas raras, nos dio las gracias por despertarlo y
luego, hmm…
—Se propagó hacia la Tierra —Marina termina por mí.
—Oh, hola, Marina —Sam dice distraídamente—.
Escucha, creo que esta Entidad suya podría haberse, uh,
propagado hacia mí.
—¿Qué diablos significa eso, Sam?
—Tengo Legados —Sam responde. Hay una fuerte mezcla
de emoción y orgullo en su voz que me es imposible no imaginar
a Sam inflando su pecho, mirando como lo hizo justo después
de que nos besamos por primera vez—. Bueno, sólo
telequinesis. Ese siempre es el primero, ¿no?
—¿Tienes Legados? —Exclamo, mirando con los ojos
abiertos a los demás.
La mano de Marina aprieta mi brazo, y ella vuelve a mirar
el Santuario. Mientras tanto, la expresión de Adam se torna
pensativa, mientras mira hacia abajo a sus propias manos, tal
vez preguntándose qué podrá ser este desarrollo de sus propios
Legados.
—Y no soy el único —Sam continúa—. Nos encontramos
con otra chica en Nueva York por casualidad que había
conseguido poderes también. Quién sabe cuántos nuevos Garde
estén ahí afuera.
Niego con la cabeza, tratando de digerir toda esta
información. Me encuentro mirando el Santuario también,
pensando en la Entidad escondida dentro.
—Funcionó —digo en voz baja—. Realmente funcionó.
Marina me ve a la cara, con lágrimas en sus ojos.
—Estamos en casa, Seis —dice ella—. Hemos traído a
Lorien aquí. Hemos cambiado el mundo.
Todo suena muy bien, pero no estoy lista para celebrar el
momento. Todavía estamos varados en México. La guerra no se
ha terminado de repente.
—Esa Entidad no les dio una lista de nuevos Garde,
¿verdad? —Sam pregunta—. ¿Para de alguna manera nosotros
encontrarlos?
—No hay una lista —le respondo—. No puedo decirlo con
certeza, pero a juzgar por mi conversación con la Entidad, todo
parece bastante aleatorio. ¿Qué está pasando allá? —Pregunto a
Sam, dirigiendo la conversación hacia las batallas que nos
hemos estado perdiendo—. Escuchamos sobre el ataque a
Nueva York...
—Es malo, Seis —dice Sam, con severidad arrastrándose
en su voz—. Manhattan está, como, en llamas. No sabemos
dónde está Nueve; todavía está por ahí afuera, en alguna parte.
¿Dónde están, chicos? Realmente podrían ser de ayuda.
Me doy cuenta de que nunca terminé de decirle a Sam
acerca de nuestra situación actual.
—Había Mogs custodiando el Santuario —le digo—.
Acabamos con todos ellos menos uno. Mientras estábamos en el
interior del templo, hizo naufragar todas las naves. Estamos
atrapados aquí. ¿Crees que puedas conseguir con tus nuevos
amigos en el ejército alguien que envíe un avión? Necesitamos
que vengan por nosotros.
—Espera, ¿todavía están en México? ¿En el Santuario?
No me gusta el miedo en la voz de Sam. Algo no está bien.
—¿Qué pasa, Sam?
—Tienen que salir de ahí —dice Sam—. Setrákus Ra y su
enorme buque de guerra se dirige justo hacia ti.
Pocos minutos después de que la Agente Walker me dice;
‗Tengo cuarenta y ocho horas para ganar una guerra‘, un par
de soldados en traje de combate de cuerpo completo y una
civil de mediana edad cargando una tableta entran a su
tienda. Quieren enviar alguna clase de reporte urgente
relacionado con una grabación que un civil hizo en su tableta
esta mañana.
No estoy poniendo mucha atención, mis oídos están
zumbando, mi corazón palpitando. Puedo sentir a los recién
llegados lanzarme miradas, como si fuera una mezcla entre
una celebridad y un unicornio. Eso no ayuda, siento que las
paredes de la tienda se están cerrando lentamente.
Creo que podría estar teniendo un ataque de pánico.
La Agente Walker me da una mirada y sostiene su mano
en alto, parando a los soldados de decir nada más.
—Vamos a dar una caminata, caballero —dice—.
Necesito aire fresco.
Walker dirige a las tres personas afuera de su tienda y
los sigue, deteniéndose en la salida. Vuelve a mirarme,
haciendo una mueca como si tuviera dolor. Sé que
probablemente ella quiere decir algo reconfortante o
alentador, y también sé que la Agente Walker simplemente no
está equipada para eso.
—Tómate unos minutos —dice amablemente, y
probablemente esa es la mayor muestra de empatía que
alguna vez haya visto de ella.
—Estoy bien —contesto bruscamente, aunque no me
siento bien. Para nada. Estoy plantado en el lugar y teniendo
problemas aún para mantener mi respiración.
—Por supuesto, eso lo sé —dice Walker—. Sólo, no sé,
has tenido unas duras veinticuatro horas. Toma un respiro.
Estaré de vuelta en un par de minutos.
Tan pronto como Walker se va, inmediatamente colapso
en la silla en frente de su laptop. No debería estar tomándome
un minuto. Hay demasiado que hacer. Aunque, mi cuerpo no
está cooperando. Esto no es como el agotamiento al que
estuve presionándome ayer, esto es algo más. Mis manos
están temblando, y puedo oír mis latidos resonando fuerte en
mi cabeza. Me recuerda a la explosión de ayer… los gritos, la
muerte. Corriendo por mi vida, pasando por los cuerpos de la
gente que no fui lo suficientemente bueno para salvar. Y más
de eso está por venir.
A menos que pueda hacer lo imposible. Siento como si
fuera a vomitar. Necesitando de algo en que concentrarme,
algo para sacarme de este miedo, enciendo la portátil de
Walker. Sé lo que estoy esperando encontrar, lo que necesito
escuchar. Adjunto con el video que me mostró de la amenaza
de Setrákus Ra, Walker tiene un par de archivos abiertos en
su escritorio. No estoy para nada sorprendido de ver el video
que estoy buscando aquí, ya abierto.
LUCHA POR LA TIERRA–APOYA A LORIEN.
Subo el volumen y hago clic en reproducir.
“Este es nuestro planeta, pero no estamos solos.”
Daniela tenía razón: Sarah suena como si estuviera
tratando de parecer mayor y más profesional de lo que
realmente es, como un presentador de noticias o un
documentalista. Me hace sonreír, todo es lo mismo. Cierro
mis ojos y escucho su voz. Ni siquiera escucho necesariamente
las palabras, aunque, es definitivamente bueno escuchar a tu
novia describirte como un héroe de la raza humana. Escuchar
la voz de Sarah comienza a calmar mis nervios, pero también
crea un sentimiento de nostalgia, había estado demasiado
asustado para disfrutar los últimos días. Nos imagino de
vuelta en Paradise, mucho más inocentes, pasándola en mi
habitación mientras Henri estaba haciendo los mandados.
No estoy seguro de cuántas veces he reproducido el clip
antes de que Sam entra a la tienda de Walker. Él aclara su
garganta para llamar mi atención y sostiene en alto un
teléfono satelital en cada mano.
—Misión cumplida —dice Sam. Estira su cuello para ver
la pantalla de la laptop—. ¿Qué estás viendo?
—El… hmm, el video que Sarah hizo —respondo
avergonzado. Por supuesto, Sam no sabe que acabo de ver el
video una docena de veces, que estoy escuchando la voz de mi
novia tratando de entrar en un cierto estado de concentración.
Me siento derecho, tratando de parecer el fuerte líder que el
video retrata.
—¿Es impresionante? —Pregunta Sam acercándose. Deja
uno de los teléfonos a mi lado.
—Lo es —me remuevo, no seguro de qué decir sobre el
video—. Es bastante cursi de hecho. Pero ahora mismo es
también una de las cosas más grandiosas.
Sam asiente y da unas palmadas en mi hombro,
entendiendo.
—¿Por qué simplemente no la llamas?
—¿A Sarah?
—Sí, llamaré a Seis y revisaré con el Equipo Santuario —
dice, sonando ansioso.
—Averiguaré dónde están. Tal vez ya pudieron volver a
Ashwood. Les haré saber qué pasa con nosotros y
encontraremos un lugar donde reunirnos. Probablemente
debería llamar a mi papá también. Dejarle saber que estoy
vivo. —Me doy cuenta de que Sam está mirándome de la
misma forma en la que Walker lo hizo, como si de repente
fuera frágil. Sacudo mi cabeza y me empiezo a levantar pero
Sam pone una mano en mi hombro.
—En serio, hombre —dice—. Llama a tu novia. Ella debe
estar muerta de preocupación — dejo que Sam me empuje de
vuelta a la silla.
—Está bien —digo—. Pero si cualquier cosa le pasa a Seis
o a los otros, o no puedes encontrarlos.
—Vendré por ti inmediatamente —Sam dice mientras se
acerca a la salida—. Te daré privacidad antes de la próxima
crisis.
Cuando Sam se va, paso mis manos por mi cabello y las
dejo allí, apretando mi cabeza, como si literalmente tratara de
mantenerla en su lugar. Después de un momento
componiéndome, alcanzo el teléfono que Sam dejó y marco el
número que me he comprometido a memorizar. Sarah
contesta a el tercer pitido, sin respiración y esperanzada.
—¿John?
—No tienes idea de cuánto necesitaba escuchar tu voz. —
Respondo, mirando de reojo la pantalla de la laptop de
Walker y finalmente cerrándola. Presiono el teléfono pegado a
mi oído, cierro mis ojos e imagino que Sarah está sentada
junto a mí.
—Estaba tan preocupada, John. Vi… todos vimos lo que
pasó en Nueva York.
Tengo que morder mi mejilla. La imagen de la Sarah que
yo estaba llamando en mi mente es reemplazada por una en
edificios retumbando bajo los bombardeos del Anubis.
—Lo sé, no sé qué decir al respecto —le digo—. Me siento
afortunado de haberlo logrado.
Sin mencionar lo culpable que me he estado sintiendo, o
cuan duro ha sido seguir adelante. No quiero que Sarah sepa
eso sobre mí. Quiero ser el tipo heroico de su video.
Sarah no dice nada por un par de segundos. Puedo
escuchar su respiración, lenta y temblorosa, la forma en cómo
se pone cuando está tratando de mantener sus emociones de
salir burbujeando. Cuando finalmente habla, su voz es un
silencioso y desesperado susurro, viniendo desde lejos.
—Fue tan horrible, John. Toda esa pobre gente. Están
muriendo, el mundo se está básicamente terminando, y
todo… todo en lo que pude pensar fue qué te habría pasado,
porque no llamabas. No… no tengo un hechizo en mi tobillo
para seguirte el rastro. No sabía si…
Me doy cuenta que el alivio de Sarah al escuchar mi voz
es del tipo enojo, del tipo que viene cuando has pasado noches
sin dormir preocupado por una persona. Recuerdo como se
sentía cuando los Mogadorianos la tomaron a ella, cómo se
sentía, como si una pieza de mi estuviera perdida. Y también
recuerdo cuando las cosas simples eran evitar a los Mogs,
rescatar a Sarah, no había millones de vidas colgando de la
balanza. Es loco pensar que solía verse como una crisis.
—Mi teléfono satelital se destruyó o hubiera llamado
antes. Lo logramos hasta Brooklyn donde el ejército se
instaló. Estoy bien. —Le reafirmo, sabiendo que estoy en parte
tratando de convencerme a mí mismo.
—Me he sentido como un fantasma estos últimos días —
dice Sarah, despacio—. Mark y yo, hemos estado golpeando
duro al internet, trabajando en proyectos para ayudarte, tú
sabes, ganar corazones y mentes. Y finalmente conocimos a
GUARD en persona, quien… Oh por Dios, John, tengo mucho
que decirte. Pero necesito que sepas primero que durante
todo este tiempo, estuve ocupada, me he sentido como si
solamente estuviera pasando por todo eso. Como si estuviera
fuera de mi cuerpo. Porque todo en lo que podía pensar era en
ti, siendo volado en pedazos con esas personas en Nueva
York.
Debería preguntar a Sarah por la identidad del
misterioso hacker con el que ella y Mark habían estado
trabajando. Debería encontrar los detalles de lo que ella y
Mark han estado haciendo. Lo sé, debería. Excepto que en
este momento, todo en lo que puedo pensar es en cuanto la
extraño.
—Sé que parte de la razón por la que fuiste a buscar a
Mark fue porque no querías ser una distracción —digo
tratando de sonar más razonable que desesperado—. No
siendo capaz de hablar contigo, de verte, de tocarte, esta
puede haber sido una mayor distracción que cualquier cosa.
Has estado ayudando tanto, pero…
—También te extraño —Sarah responde y puedo decir
cuando habla que está tratando de encontrar su resolución, de
ser fuerte como lo fue cuando la dejé en la estación de
camiones en Baltimore.
—Aunque, tomamos la decisión correcta. Es mejor de
esta forma.
—Fue una decisión estúpida —respondo.
—John…
—No sé cómo deje que me convencieras de esto —
continúo—. Nunca debimos habernos separado. Después de
todo lo que pasó en Nueva York, todo lo que tuve que ver…
Mi respiración se detiene por un momento mientras
recuerdo los incendios, la destrucción, los heridos y los
muertos. Me doy cuenta que estoy temblando otra vez, y
definitivamente no por cansancio. Me siento como si hubiera
golpeado mí límite, como si mi cerebro no pudiera soportar
tanta brutalidad. Trato de concentrarme en Sarah y en hacer
salir mis palabras, en tener sentido y no sonar muy
desesperado.
—Te necesito conmigo, Sarah —me las arreglo para
terminar—. Siento como que estas son las últimas batallas que
alguna vez vayamos a luchar. Después de Nueva York. He…he
visto qué tan rápido todo te puede ser quitado. No quiero que
nosotros seamos parte si algo sucede, si es que este es el final.
Sarah toma un profundo respiro. Cuando vuelve a
hablar, su voz es firme.
—Este no es el final, John.
Me doy cuenta de cómo debo haber sonado para ella.
Débil y asustado, para nada como el héroe alien que retrató en
ese video. Estoy avergonzado de como estoy actuando. Solo
por primera vez desde el ataque en Nueva York, sin
constantes enfrentamientos para distraerme, con las cosas
calmadas lo suficiente para pensar. El resultado es… yo
rompiéndome mientras en el teléfono esta mi novia. Hemos
estado en malas situaciones antes, peleado algunas brutales
batallas y visto amigos morir. Pero, hasta ahora, nunca me
había sentido sin esperanzas. Cuando estoy en silencio por
unos momentos, Sarah continua, su voz gentil.
—No puedo imaginar cómo fue estar en Nueva York
durante… eso. No puedo imaginar por lo que estás pasando…
—Fue mi culpa que sucediera —le digo en voz baja,
mirando a la entrada de la tienda en caso de que alguien
afuera pueda oír—. Yo pude haber matado a Setrákus Ra en
las Naciones Unidas. Tuve tiempo para prepararme para esta
invasión. Y fallé.
—Oh, John. No es posible que te culpes por Nueva York.
—Sarah responde, su tono comprensivo pero insistente—. Tú
no eres responsable por el desenfreno asesino de un alien
psicópata. ¿Está bien? Tratabas de detenerlo.
—Pero no lo hice.
—Sí, y tampoco lo hizo nadie más. Así que o todos somos
igual de culpables, o tal vez es la culpa del malvado
Mogadoriano y podemos dejarlo así. Tu culpa no va a traer a
nadie de vuelta, John. Pero puedes vengarlos. Puedes detener
a Setrákus Ra de hacerlo otra vez.
Me rio amargamente.
—Solo es eso. No sé cómo detenerlo. Es demasiado.
—Encontraremos una manera —responde Sarah, y su
seguridad casi me convence—. Lo haremos juntos. Todos
nosotros.
Restriego mis manos por mi cara tratando de
componerme. Sarah está diciéndome exactamente lo que
necesito escuchar. Como es usual, sé que está en lo correcto,
al menos en un nivel lógico. Pero eso no hace desaparecer el
nudo de culpa apretando mis entrañas, o hacer el futuro verse
menos abrumador.
Camino por este campamento y los soldados, los
sobrevivientes, todos me miran como si fuera algún tipo de
Superman. Ellos no saben…
—Supongo que mi video realmente funcionó —Sarah
bromea, tratando de alivianar el ánimo—. Te miran de ese
modo porque eres un héroe, John.
Sacudo mi cabeza.
—Ellos no saben que no tengo idea de lo que estoy
haciendo. No sé cómo luchar en una batalla de esta escala.
Nueve está perdido, Ella secuestrada y básicamente siendo
torturada, no sé qué les está tomando tanto tiempo a Seis y los
otros al volver del Santuario, pero cuando lo hagan puede que
tengamos que volver después de todo porque ahí es justo
adonde Setrákus Ra está yendo. Mientras tanto, hay
veinticinco naves de guerra sobre veinticinco ciudades
diferentes. No se cómo manejar esto, Sarah.
—Bueno —Sarah responde, su voz calmada y serena,
como si no hubiera lanzado una inmensurable pila de
problemas a sus pies—. Es algo bueno que tengas amigos.
Ahora tomemos una cosa a la vez. Déjame hablarte acerca de
GUARD.
Sarah me dice todo acerca de su tiempo con Mark, y yo
realmente no puedo creer lo que dice sobre GUARD. Después
de todos estos años, es increíble. Aunque he tratado de
mantener mi voz baja, para esconder las increíbles noticias de
la Agente Walker y sus amigos en el gobierno, por lo menos
por ahora. Después de que Sarah me llena, le digo todo lo que
me pasó a mí, y todo lo que aún seguimos enfrentando. Ella
no decae. Me dice que podemos hacer esto. Me dice que
podemos ganar. Me hacer creer.
Cuando finalmente salgo de la tienda de Walker, ya no
estoy temblando. Desahogarme con Sarah, escuchar su voz,
recordar porque estoy luchando. Todo eso es suficiente para
ponerme en mis pies, moviéndome, listo para cargar de nuevo
en la batalla. Sigo sin tener todas las respuestas, pero ya no
estoy asustado de confrontar las preguntas.
Afuera de la tienda, Sam sigue en el teléfono. Se
balancea adelante y atrás, gesticulando enfáticamente con su
mano libre.
—Seis, eso es una locura —insiste. Obviamente, Seis está
viva y bien. Y por supuesto Sam ya está tratando de
convencerla de algo—. No has visto el tamaño de esa cosa.
Destruyó cuadras de enteras como si estuvieran hechas de
papel.
Sam me mira, luego abre sus ojos como si Seis hubiera
dicho alguna locura en respuesta.
—Aquí está John —dice Sam bruscamente en el
teléfono—. Tal vez él puede hacerte entrar en razón.
Sam me pasa el teléfono.
—¿Estas bien? —Pregunto a Sam, aceptando el teléfono.
—Sí. Liberaron el Espíritu de Lorien en la Tierra, que es
probablemente por lo que tengo Legados, pero ahora están
varados en México, y Seis está hablando acerca de pelear
contra el Anubis cuando se muestre en el Santuario —Sam
dice sin aliento. Lo miro fijamente, tratando de envolver mi
mente alrededor de todo eso mientras levanto el teléfono en
mi oído.
—¿John? ¿Sam? —Ahí está la familiar voz de Seis,
sonando molesta—. Alguien hábleme.
—¡Qué hay, Seis! —Digo—. Es bueno escucharte.
—A ti también —responde, su sonrisa audible—.
¿Quieres que te ponga al día con los detalles o Deberíamos
llegar a la parte donde me tratas de convencer de no pelear
contra Setrákus Ra y su nave?
No puedo evitar sonreír a su bravuconería. Entre hablar
con Sarah y ahora con Seis, las cosas ya no se sienten tan
masivamente abrumadoras. Definitivamente estamos contra
ello, pero por lo menos no estoy solo contra ello.
—Quiero que me pongas al día —le digo a Seis—. Pero
primero, realmente necesito hablar con Adam.
—Oh —responde Seis, sonando sorprendida—. Seguro.
Espera un segundo.
Sam me da una mirada como si debería inmediatamente
haber dicho a Seis y los otros que huyeran del Santuario. No
estoy seguro que ese sea el movimiento correcto aún.
Sabemos que Setrákus Ra va hacia allá, pero él no sabe que
nosotros sabemos. Eso nos da una rara ventaja. Ella me
mostro el Santuario en su visión. Me dijo que les advirtiera a
Seis y a los demás. Tal vez es ahí donde la batalla final contra
Setrákus Ra será luchada. Si ese es el caso, por lo menos será
en medio de la nada. Civiles no estarán en peligro.
Adam se pone al teléfono, sonando cansado.
—¿Cómo puedo ayudar?
—Tus naves, quiero decir, las naves Mogs, están
protegidas por campos de fuerza. Dime cómo derribarlas.
Adam resopla.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—Necesito darle algo al gobierno —le digo a Adam—.
Setrákus Ra ha establecido una fecha límite para nuestra
rendición y si ellos no ven una forma de vencer su armada no
van a ayudarnos.
—John, esas naves de guerra fueron diseñadas antes de
la invasión de Lorien —Adam responde—. Los escudos están
destinados a sostener ataques de un planeta lleno de Gardes.
No hay arma en la Tierra a menos que una bomba nuclear que
pueda potencialmente romper a través de ellas, e intentar un
ataque como ese sobre un centro de mayor población sería
catastrófico.
Adam hace una pausa, y puedo escuchar un sucio
crujido. Se está moviendo hacía algo.
—Aunque…
—¿Qué? Tomaré todo lo que puedas darme, Adam.
—Tal vez, la fuerza bruta no es la solución. Estoy
mirando una pista de aterrizaje de Skimmers inhabilitados —
dice—. Se me ocurrió que hay un centenar o algo así asignado
a cada nave. Actúan como exploradores y transportan
escuadrones de tropas a tierra. Ellos van y vienen de las naves
bastante, lo que hace que disminuir el campo de fuerza de la
nave cada vez sea menos practico. Así que, los Skimmers son
equipados con un generador electromagnético que los
enmascara del escudo de la nave, permitiéndoles pasar a
través, ilesos.
Debería haber pensado en eso. Ahora que Adam sacudió
mi memoria, me doy cuenta de que vi esa tecnología en
funcionamiento de vuelta en la base de la montaña en West
Virginia. Cuando la primera vez que Setrákus Ra llegó a la
Tierra, su nave se movió por el escudo de fuerza de la base
como si ni siquiera estuviera ahí. Cuando traté de perseguirlo,
el escudo me frio totalmente.
—¿Sería posible sacarles esa tecnología a los Skimmers y
ponerlas en algo más? —Le pregunto a Adam—. ¿Como por
ejemplo, un avión de combate?
Adam considera.
—Posiblemente sí. Pero mientras se despreocupan de los
campos de fuerza aún serían blanco de los cañones.
Recuerdo que Ella me mostró durante nuestro sueño
compartido, el muelle de atraque donde ella y Cinco trataron
de escapar. Tal vez podemos usar la misma tecnología de los
Mogs contra ellos.
—Podríamos llevar a diez personas en uno de esos
Skimmers, ¿cierto? —Pregunto, considerando un nuevo plan
para atacar.
—Doce, más dos pilotos —Adam contesta rápido—. Estás
considerando un asalto menos obvio.
—Sí. Si podemos abordar una de esas naves. ¿Cuántas
personas crees que necesitemos para superarlo?
Hay un poco de emoción ahora en la voz de Adam.
—Eso va a depender de cuantas de esas personas tienen
Legados. ¿He mencionado John, que cuando era un niño
soñaba con volar una de esas naves?
Sonrío ante eso.
—Podrías haber ganado tu oportunidad, Adam. Gracias
por la información. ¿Puedes poner a Seis de vuelta?
Adam dice adiós y le pasa el teléfono de vuelta a Seis.
—¿Piensas que debemos tratar de abordar el Anubis? —
Seis me pregunta—. Sam justo estaba animándome a mí y los
otros para que corriéramos lo más rápido y tan lejos de esa
cosa como fuera posible.
—No estoy seguro de qué hacer aún, pero quiero saber
sus opiniones —respondo. Miro a Sam y no puedo evitar
fruncir el ceño. A él no le gustará lo que tengo que decir.
—Quédense quietos, Seis. La ayuda está en camino.
Poco tiempo después, Sam y yo caminamos por el
muelle, buscando a la Agente Walker. Adonde quiera que ella
se haya ido con esos dos tipos del ejército y sus civiles, está
tomando más de lo esperado. Más adelante hay una gran
presencia militar en el muelle de concreto que se adentra en el
Río Este. Cuando nos acercamos, un pequeño grupo de
soldados trabajan duro quitando kayaks del agua y
amontonándolos en una pila fuera del camino para que así los
barcos militares tengan espacio donde anclar. Este lugar no
fue diseñado exactamente para barcos de batalla. En las
últimas veinticuatro horas, esto se ha convertido en un área
de carga, con un puñado de barcos con armas destructoras
flotando en la vía marina muy angosta, sus armas apuntando
a los restos del centro humeante de Manhattan.
—¿Cómo esta Malcolm? —Le pregunto a Sam. Él hizo
una llamada corta a su papá después de que corté la llamada
con Seis.
—Aliviado de que estemos vivos. Y muy emocionado de
mi nueva.... cosa —Sam me contesta, volteando alrededor
asegurándose de que nadie esté escuchando.
—Él y los agentes del FBI de Walker que fueron
olvidados fueron rescatados por el gobierno durante la
evacuación de Washington. Supongo que está bajo
tratamiento VIP en el bunker. Está en el mismo bunker que el
presidente.
—Tal vez podría decir cosas buenas de nosotros.
—Lo mismo le dije —Sam responde—. De hecho, dice
que ellos creen que es un científico loco que se especializa en
aliens con muchas mascotas.
—Las Chimæras.
—Papá piensa que es mejor que se hagan pasar como
animales normales por ahora. Sé que decidimos confiar en la
Agente Walker y su pequeño grupo de rebeldes, pero hay más
que solo su grupo en Washington. Algunos científicos ahí
abajo, bueno, papá cree que ellos podrían ser un poco
curiosos acerca de la tecnología alienígena.
Me pongo a pensar acerca de cómo Adam rescató a las
Chimæras de la experimentación Mogadoriana. Por mucho
que quiera confiar en que el Gobierno de los Estados Unidos
es mejor que eso, no puedo.
—Eso fue algo inteligente —le contesto—. Mantenerlos
fuera de experimentos o algo así hasta que los necesitemos.
Por mientras ellos pueden cuidar a tu papá.
—Si... —Sam lo dice algo desviado. Puedo notar que hay
algo más de lo que debería de estar hablándome, aún más
porque él no se ha levantado desde que hablamos con Seis por
teléfono.
—John, aun no creo que les dijeras que se quedaran en el
Santuario.
Estoy planeado llamar a Seis de nuevo una vez que
conozca cuanta ayuda puedo mandarle de Walker y el
gobierno. Al menos hasta ahora, ellos estarán firmes en el
Santuario. Ellos tienen un poco de tiempo antes de que
Setrákus Ra llegue.
—¿En serio crees que Seis hubiera aceptado irse si yo se
lo decía? —Le contesto—. Tampoco me gusta ponerlos en
peligro, Sam, pero…
—Vamos, John. ¡El Anubis casi nos mata ayer! Éramos
como hormigas contra esa cosa. Ni si quiera allá. ¿Qué tantas
oportunidades tienen ellos?
—Ella me conto que Setrákus Ra quiere lo que está
dentro del Santuario, que por lo que veo supongo es la
Entidad de Lorien de la que Seis nos contó. No podemos dejar
que vaya ahí sin oponernos. Nada bueno puede pasar si el
obtiene lo que quiere.
—¿Pero cómo van a pelear ellos? ¿Qué bien les va a hacer
a ellos quedarse ahí? —Sam me pregunta, levantando su voz—
. Ellos ni si quiera pueden dañarlo. No sin antes…
—Yo sé cuál es la situación, Sam —le contesto, perdiendo
mi amabilidad—. Vamos a encontrar la manera de ir ahí y
ayudarlos. ¿Está bien? Ella me enseño el Santuario, me dijo
que advirtiera a Seis y a los demás y también me dijo que
podemos ganar. Que ella ha visto la manera. Todo comienza
ahí.
No menciono las partes donde Ella me dijo que tendría
que haber sacrificios y donde mencionó que yo podría ser el
que la tendría que matar. Esa parte de su profecía que estoy
trabajando en cambiar. Sé que Sam me está presionando solo
porque él está preocupado por los demás y en particular por
Seis. Yo también estoy preocupado. Pero también confió en
Seis de mantenerse y tomar sus propias decisiones.
Antes de que Sam pueda hacer una respuesta, veo a
Walker enfrente de nosotros y camino hacia ella. La agente
del FBI está rodeada de varios militares de rango alto. Tengo
que meterme en el camino entre una multitud de soldados
para acercarme. Primero me ven de una manera rara, vestido
como un civil que apenas sobrevivió a un desastre natural.
Cuando se dan cuenta de quién soy, el camino se abre
muy rápido. Ya no estoy sorprendido por cómo me tratan, y
trato de que no me haga sentir incómodo. Uno de los soldados
hace su saludo, aunque unos de sus amigos parados a un lado
de él le dan un codazo y le mueve los ojos.
Walker me ve venir y se sale de su grupo de militares.
Me doy cuenta que ellos me ven, pero se nota como si Walker
estuviera a punto de decirles noticias y estuviera tratando de
evitar contacto con nosotros los rebeldes de Lorien. Ellos se
mueven y se reagrupan por el muelle, muchos de los soldados
se les acercan. Una vez ahí ellos empiezan a hablar y a
apuntar hacia el Río Este. Algo acerca del agua parece
preocuparles. Yo empiezo a aumentar mi oído para escuchar
de lo que están hablando, pero Walker ya está enfrente de mí
y está hablando.
—Qué bueno que están aquí, estaba a punto de ir por
ustedes. —Walker dice. Está sosteniendo una Tablet que le
pertenece a la civil que se la enseñó en el campamento antes.
Pero la persona no está a la vista. Walker le ha de haber
quitado la Tablet y la mandó adonde debía de estar.
—Sé cuál es la debilidad de los escudos de los aviones, se
cómo detenerlos —le digo Walker, yendo al grano.
Sus cejas se levantan de inmediato.
—Demonios, John. Eso fue rápido. Eso es algo de lo que
estarían muy interesados los militares.
—Muy bien —doy un vistazo a los oficiales que están por
el muelle—. Necesito ir a México, Walker. Estamos hablando
de que en las próximas horas. Va a haber una pelea ahí y no
puedo perdérmela. Necesito cualquier ayuda que estén
dispuestos a darme.
—¿Hay algún ‗o si no‘ que estás apunto de decir? —
Walker pregunta, su expresión es un poco oscura—. Haré lo
que pueda, pero ya te había dicho acerca de la posición de los
militares. Y viene directo del comandante en jefe.
—Sí, bueno ¿Puedes decirles las partes que necesitan
para destruir los escudos? Están camino a México. Así que
deberían de subirme a uno de esos malditos jets y dejarme en
México.
Walker levanta su mano, dándome a entender que me
entendió.
—Está bien, está bien. Haré mi mejor esfuerzo. Pero
tenemos otras cosas con las que lidiar antes de que vayamos
con los jets hacia tu zona segura de Lorien o lo que sea.
—Guau —Sam dice. Fisgonea cerca del muelle y está
viendo hacia el agua—. Tienen un submarino ahí abajo.
—Sí —dice Walker—. Antes de que vayan a algún lado.
John, quiero que le eches un vistazo a esto.
Ella se pone un lado y le pone reproducir en la Tablet,
empezando un video. Es un video un poco movido de hoy
mismo en la mañana, cuando el Anubis dejó Manhattan y
pasó sobre el puente de Brooklyn. La cámara graba un poco
feo y el audio es una mezcla de gritos y soldados dándose
ordenes unos a otros. Eventualmente, la siniestra nave sale
fuera de la vista.
—¿Qué se supone que estoy viendo, Walker?
—Eso es lo que dije. Yo también no lo vi la primera vez —
Walker vuelve iniciar el video desde el principio.
—Aparentemente, los miles de soldados altamente
entrenados tampoco se dieron cuenta en tiempo real. Esta vez
ve el río.
Sam se inclina sobre nosotros, viendo el video.
—Algo cae de la nave —menciona, apuntando a la
pantalla.
Él tiene razón. Un objeto redondo más o menos del
tamaño de Setrákus Ra en forma de una perla sale de la parte
baja de la nave. Golpea el Río Este con un gran salpicón y de
inmediato sale fuera de vista.
—¿Alguna vez habían visto algo como eso? —Pregunta
Walker.
Sacudo mi cabeza.
—Nunca había visto una de las naves de guerra hasta que
el Anubis atacó Nueva York.
Walker suspira.
—Así que seguimos sin nada.
—¿Están enviando ese submarino para buscar esa cosa?
—Sam pregunta
Walker gruñe.
—El río tiene apenas trescientos metros de profundidad,
pero no quieren mandar buzos en caso de que sea un arma o
una trampa.
—¿Qué otra cosa podría ser? —Le pregunto a Walker,
poniendo mis manos en la cintura y viendo hacia el río.
Añadiendo ese objeto a la larga lista de cosas que me tengo
que preocupar.
—Los de alto mando esperan que haya sido una caída
accidental, que algo cayo de la nave que podríamos estudiar o
usar contra los Mogadorianos, entender mejor contra quien
estamos peleando.
—Setrákus Ra no hace nada por accidente.
—Así que ¿Dices que no deberíamos de mandar a nadie
ahí abajo? —Walker pregunta, levantando una ceja—. ¿No
tienes curiosidad, John?
Antes de que pueda contestarle, se escucha un chillido
de llantas al final del muelle. Una de las Jeeps viene y tiene
que frenar cuando alcanza a unos soldados que estaban por
ahí. Dos soldados, el conductor y una pasajera, salen del
carro. La conductora tira su casco, revelando un sudoroso
cabello negro. Ella sale y abre la puerta trasera y otro soldado
da la vuelta al carro para ayudarla a bajar a un tercer soldado.
Él se ve herido, pero no puedo ver cuánto por lo lejos. Otro
militar se acerca, tratando de ayudar a estos recién llegados.
—¿Dónde están? —Grita la mujer—. ¿Dónde está el
alien? ¿Dónde está la perra del FBI?
Un nudo se forma en mi garganta. Setrákus Ra dejó una
recompensa para mí y el resto de la Garde. Quizás estos
soldados decidieron que es hora de ahorrar. De todos modos,
doy un paso al frente. No me voy a esconder. Los soldados
agrupados al final del muelle apuntan en mi dirección, de
cualquier modo. No hay adonde ir, veo sobre mi hombro a los
hombres de alto mando, los coroneles y generales o lo que sea
que son, todos se han volteado a ver esta escena. No se ven
tan interesados en intervenir, esto podría ser peligroso. O
quizás solo estoy siendo paranoico. Walker pone una mano
sobre mi hombro, quizás sintió que me puse un poco tenso.
—Deja que me encargue de esto —me dice
—Ni si quiera sabes de qué se trata esto —le digo,
acercándome a los soldados.
—Está hecho un desastre —Sam dice, viendo al soldado
que está siendo cargado por la conductora y su compañero.
Todo el frente del traje herido está lleno de sangre. Está
apenas consiente y tiene que ser ayudado por los demás. El
soldado hombre que lo está ayudando no se ve herido, pero
aun así se ve casi muerto parado sobre sus pies. Se ve
traumado. Solo la conductora se ve bien, y está mirando
fijamente a la Agente Walker.
—¿Que pasó, soldado? —Walker pregunta mientras los
tres se detienen a unos pasos de nosotros. Puedo ver el
apellido de la conductora y es Schaffer.
—Estábamos haciendo lo que dijiste. Buscándolo a él y a
sus amiguitos. —Schaffer le contesta, volteando su barbilla
hacia mí. Así que había más unidades en la ciudad aparte de
la que nos sacó de la estación de metro—. Creímos que
habíamos encontrado a los sobrevivientes, pero fuimos
atacados.
—¿Los Mogadorianos hicieron esto? —Pregunto, dando
un paso hacía el soldado herido. El frente de su camisa está
rota y también su chaleco antibalas debajo de la camisa. Eso
le pasó mientras estaban intentando ayudarme—. Manténgalo
firme, déjenme curarlo.
Con Schaffer y el otro soldado sosteniéndolo. Empiezo a
quitarle la camisa y chaleco. Mientras hago eso, Schaffer se
me queda viendo.
—No estas escuchando. —Schaffer dice—. Encontramos a
un niño, parecía hecho de metal. Pensé que era uno de
ustedes de los locos de la Garde, así que le dijimos que lo
traeríamos de regreso a ti. Caminó hacia nosotros con una
espada. Él voló hacia nosotros. Se movía más rápido que
cualquier cosa. Nos quitó nuestras armas y le hizo eso a
Roosevelt…
Trago con dureza. Solo ahora me doy cuenta que el
soldado ha sido herido. Un mensaje fue escrito en el:
5
—¿Dónde está? —Pregunto, mi voz fría como el hielo.
—Nos envió de regreso a decirte —Schaffer contesta—.
Dijo que estará en la Estatua de la Libertad al anochecer.
Quiere encontrarse contigo ahí.
—¿Había alguien más con él? —Sam pregunta.
—Alto y de cabello negro, un chico. Inconsciente —
Schaffer dice, se voltea hacia mí—. Él nos dijo qué pasaría si
no vas. No sé qué se supone que esta tontada signifique... Él
dijo: ‗Ven al anochecer o te daré una nueva cicatriz.‘
Estamos en el borde de hierba delante del Santuario, lado a
lado, de espaldas al templo. Juntos, miramos hacia el horizonte,
hacia el norte. Esa es la dirección de donde vendrá la nave de
guerra de Setrákus Ra. Tenemos hasta el atardecer. Tres de
nosotros somos la última línea de defensa. El día ha conseguido
estar más caliente. Al menos eso me permite fingir el sudor
humedeciendo la parte de atrás de mi camisa, todo por el calor.
Señalo hacia la línea de árboles.
—Los Mogs nos hicieron un favor talando toda la selva —
digo ladeando mi cabeza, tratando de medir la distancia—.
Deberíamos ser capaces de ver la nave al menos a un kilómetro y
medio de distancia.
—Ellos nos verán también. —Contesta Adam con voz
sombría—. No sé, Seis. Esto parece una locura.
Había estado esperando que Adam dijera algo así. Lo sabía
por la expresión de su cara durante nuestra conversación con
John y Sam, no estaba de acuerdo con nosotros de quedarse a
luchar contra Setrákus Ra y su nave.
—No podemos permitir que Setrákus Ra entre en el
Santuario —dice Marina, antes de que yo pueda contestar—.
Eso es un lugar Loric. Un lugar sagrado. Él lo profanaría. Lo que
sea que quiera, hay que detenerlo antes de que lo consiga.
Echo un vistazo de Marina a Adam, y me encojo de
hombros al Mogadoriano.
—La escuchaste.
Adam niega con la cabeza, aumentando su frustración.
—Mira, yo entiendo que este lugar es especial para ti, pero
no vale por el intercambio de nuestras vidas.
—No estoy de acuerdo —responde Marina secamente.
Ella definitivamente ya tomó una decisión. No hay forma de que
deje el Santuario ahora, no después de todo lo que ha ocurrido
aquí.
—Obtuvimos lo que necesitábamos de aquí —Adam
argumenta—. Algunos de los seres humanos tienen Legados
ahora. No hay nada que Setrákus Ra pueda hacer para cambiar
eso. Es demasiado tarde.
—No sabemos eso —le respondo, mirando por encima de
mi hombro al Santuario—. Si él entra allí podría… no lo sé.
Revertir lo que hemos hecho, tal vez. O hacer algo para lastimar
a la Entidad.
Adam frunce el ceño.
—Él ha controlado su planeta natal por más de una década
y nunca ha sido capaz de quitarle sus Legados. Al menos no de
forma permanente.
—Debido a Lorien estaba aquí —Marina responde
enfáticamente—. Ha estado escondido aquí y ahora él lo ha
encontrado. No podemos dejar que toque la Entidad. Las
consecuencias podrían ser catastróficas.
Adam levanta las manos.
—¡No estás escuchando a la razón! —Echo un vistazo
lejos de Adam, hacia la pista de aterrizaje llena de Skimmers
inhabilitados. Claro, mis ojos encuentran su camino a Phiri
Dun-Ra. Aún amordazada y atada al apoyo de una rueda, ha
hecho un esfuerzo para sentarse recto, probablemente tratando
de escuchar nuestra conversación. Puedo decir por las arrugas
alrededor de la cinta adhesiva que ella me sonreía. Recuerdo lo
que dijo esta mañana, cuando estaba tratando de convencerme
de que Adam fue secretamente por nosotros.
—Crees que no podemos ganar, por lo que tienes miedo a
pelear —le digo sin rodeos, lamentando las palabras casi tan
pronto como están fuera de mi boca. Adam gira bruscamente
para mirarme, entonces sigue mi mirada hacia Phiri. Él debe
hacer la conexión entre mi declaración y su enojo anterior. El
niega disgustado con la cabeza y camina unos pasos lejos de mí.
Marina me da un codazo, susurrando,
—Seis…
—Lo siento, Adam —digo rápidamente—. Sinceramente.
Eso fue un golpe bajo.
—No, tienes razón, Seis —Adam responde secamente,
encogiéndose de hombros—. Yo soy un cobarde porque no
quiero morir hoy. Soy un cobarde porque, cuando era niño, vi
desde la cubierta de una de esas naves de guerra, como su
planeta natal fue borrado. Yo soy un cobarde, porque creo que
hay que encontrar una mejor manera. Una forma más
inteligente.
—Muy bien, Adam —digo, sintiendo una opresión en el
pecho por su mención casual de la destrucción de Lorien—. Te
escuchamos.
—Puede que no sea inteligente —añade Marina—. Pero es
lo correcto.
Adam voltea a nosotros, su tono es ácido.
—En ese caso. ¿Cuál de ustedes lo va a hacer?
—¿Hacer qué? —Pregunto.
—Matar a Ella —responde—. Todos hemos escuchado lo
que dijo John. Setrákus Ra y Ella están ligados con su propia
versión del antiguo hechizo Loric. No se le puede herir sin antes
hacerle daño a ella. Nunca he conocido a la chica y te puedo
decir en este momento, que yo no voy a hacerlo. Así que
díganme, ¿Cuál de ustedes va a matar a su amiga?
—Nadie —le digo decisivamente, mirando a los ojos de
Adam—. Vamos a encontrar una manera de detener a Setrákus
Ra sin hacerle daño. —Adam mira hacia el sol, como si tratara
de averiguar cuánta luz del día nos queda.
—Estupendo —dice Adam—. Fantástico. Nuestros
recursos son algunas naves destrozadas y lo que podamos
encontrar en el infierno de selva. Dime ¿Cómo demonios
detendrías a Setrákus Ra en nuestra situación, Seis?
—John dijo que habría apoyo militar en camino.
—Dijo que iba a tratar —dice Adam prácticamente
gritando—. Mira, yo confío en John, pero él está a miles de
kilómetros de distancia. La ayuda está a miles de kilómetros de
aquí. ¿Y aquí? Solo estamos nosotros.
—La ayuda está justo detrás de nosotros —dice Marina.
Su voz sigue siendo tranquila, pero hay algo de nerviosismo. Lo
que Adam ha estado diciendo ha conseguido entrar bajo su
piel—. El Santuario nos dará una manera de luchar.
Adam toma un momento antes de rodar los ojos.
—Un milagro. ¿Eso es lo que ustedes dos están esperando?
¡Un milagro! Entiendo que despertaste a esa cosa ahí, y sé que te
dejó hablar con tu... tu amigo una última vez. Pero eso es todo lo
que va a hacer. ¿De acuerdo? Ha terminado de ayudarnos. ¿No
me creen? Tal vez podríamos preguntarle a algún Loric lo
mucho que la Entidad ayudó durante la última invasión
Mogadoriana. Eso si no estuvieran todos muertos.
El aire a mí alrededor se enfría. Al principio, se siente muy
bien con este calor agobiante de la selva, hasta que me doy
cuenta de que es Marina, furiosa a su manera especial. Ella da
un paso hacia Adam, con los puños cerrados, todo el asunto la
hermana-serena-del Santuario, bajo a toda prisa.
—¡No hables de lo que no sabes, monstruo! —Grita ella,
golpeando su dedo en el aire. Un carámbano sale desde el dedo
índice de Marina y lo encaja en la tierra a los pies de Adam.
Inmediatamente, comienza a derretirse. Adam da un paso hacia
atrás sorprendido, mirando a Marina.
—Suficiente —le digo, dando un paso entre los dos—.
Esto no nos lleva a ninguna parte.
Desde la pista de aterrizaje, Phiri Dun-Ra hace una serie
de ruidos sordos. Me doy cuenta de que ella está riéndose de
nosotros. No le presto atención, me doy la vuelta y tomo Marina
por los hombros. Su piel es fría al tacto.
—Por mucho que me encanta el aire acondicionado en
este momento, tienes que caminar un minuto —le digo. Marina
me da una mirada de incredulidad, no puede creer que esté del
lado de Adam.
Niego con la cabeza suavemente y levanto mis cejas,
haciéndole saber que eso no es lo que es. Ella suspira, mete una
mano por su cabello y camina hacia el Santuario. Me vuelvo
para mirar a Adam. Al principio, él no se fija en mí. Está
demasiado ocupado viendo el carámbano de hielo que Marina
disparó convertirse en agua.
—Suerte que no te sacó un ojo —le digo, medio
bromeando.
—Lo sé —responde, finalmente mirándome—. Seis, mira,
lo siento. No debería haber hablado de Lorien. Ese no… ese es no
es mi lugar.
—Puedes apostar tu trasero a que no lo es —le digo,
dando un paso más cerca de él.
—Está bien, te estás volviendo un poco loco, voy a
atribuírselo a eso. Pero eso sí, no hables de nuestras familias
muertas y nuestro masacrado planeta ¿De acuerdo? Porque de
verdad, te daré un puñetazo en la cara.
Adam asiente.
—Entendido.
—Todavía no estoy segura de que hacer —le contesto,
bajando la voz, consigo acercarme—. Déjame hacerlo
perfectamente claro para ti, Adam. No tengo intención de morir
aquí hoy. ¿Crees que no entiendo que las probabilidades están
en nuestra contra? Amigo, no necesito explicar. Pero ¿No
reparaste mágicamente uno de esos Skimmers mientras yo no
estaba mirando, o si?
El frunce el ceño hacia mí.
—Sabes que no lo hice, Seis.
—Entonces estamos atrapados aquí hasta que lleguen los
refuerzos. Y si estamos atrapados aquí, vamos a luchar. ¿Me
entiendes?
—Podríamos correr —Responde Adam, señalando la
selva—. No necesitamos un Skimmer para escapar.
—Míralo de esta manera. La selva nunca va a dejar de ser
una opción. —Lo reconozco—. Si el Anubis llega aquí y las cosas
no van a nuestra manera, correremos.
—¿Lo haremos? —Adam pregunta, su mirada se desliza
fuera de mí hacia la Marina—. ¿Todos nosotros?
Vuelvo la cabeza para ver sutilmente a Marina. De espalda
hacia nosotros, toma respiraciones profundas para calmarse.
Ella está mirando al Santuario de nuevo, como lo ha estado
haciendo la mayor parte del día. Marina desarrolló una
devoción casi religiosa al viejo templo. Y entiendo por qué,
nuestra experiencia con la Entidad fue bastante pesada, tal vez
más para una niña que se crio en torno a un grupo de monjas.
Sin mencionar que, el chico al que amaba está enterrado allí. El
Santuario se ha convertido en un símbolo religioso y una tumba
para ella.
—Voy a arrastrarla lejos, si tengo que hacerlo —le digo a
Adam. Adam parece satisfecho con esa respuesta. La mirada
frenética que tenía cuando nos reprendió se ha ido,
reemplazado por frio cálculo Mogadoriano. Nunca pensé que en
realidad estaría feliz de ver esas características en la cara de
alguien.
—Puedo empezar removiendo los módulos de camuflaje
del campo de fuerza para John y seguir tratando de reparar el
Skimmer, pero ninguna de esas cosas va a ayudar a defender
este lugar o sobrevivir al ataque del Anubis. —Me mira, con las
cejas levantadas—. Así que, ¿cuál es nuestro plan para no morir?
Buena pregunta.
Echo un vistazo alrededor. El plan respecto a todo este
asunto es algo en lo que todavía estoy trabajando. ¿Cómo
podemos detener a Setrákus Ra de hacer lo que quiera en el
Santuario? ¿Cómo podemos siquiera hacerle daño sin poner en
peligro Ella? Una vez más, mi mirada se desplaza hacia Phiri
Dun-Ra.
Ella ya no se está riendo de nosotros, en lugar de eso nos
está viendo como un halcón. Pienso en sus manos, atadas al
apoyo de la rueda detrás de la espalda, y la manera en que
fueron vendados, los vendajes manchados de tierra que cubren
las quemaduras eléctricas sufridas por el campo de fuerza del
Santuario. Los Mogs pasaron años aquí, tratando de forzar su
entrada en el Santuario, para ganarse el favor de su Amado
Líder. Es una lástima que no pudimos ver un panel de control o
una caja de fusibles en el interior del Santuario para encender
ese campo de fuerza de nuevo.
—Al menos sabemos adónde se dirige —lo digo en voz
alta, sin pensar—. Si Setrákus Ra quiere entrar al Santuario,
tendrá que descender de su gran nave. Eso nos da una
oportunidad.
—¿Una oportunidad para hacer qué? —Adam pregunta.
—No podemos herir Setrákus Ra sin herir a Ella, lo que
significa que realmente no podemos detenerlo de entrar en el
Santuario. Pero si él tiene a Ella y el Santuario, bueno, tal vez
deberíamos tomar algo de él.
Adam capta rápidamente.
—¿Estás pensando…?
—Mencionaste que siempre quisiste volar uno de esas
naves de guerra. Lo que sea que Setrákus Ra quiera del
Santuario, no va a ser capaz de llevarlo a ninguna parte —le
digo, sintiendo el inicio de un plan que comienza a tomar
forma—. Eso debido a que vamos a rescatar a Ella y robar su
nave.

Comenzamos nuestros preparativos, la mayoría en silencio, la


tensión en el aire sigue entre Marina y Adam. Empezamos
yendo a través del equipamiento que los Mogs dejaron atrás.
Hay cajas apiladas en una de las tiendas más grandes, un
verdadero arsenal de armas y herramientas que los Mogs
enviaron hasta aquí sólo para hacer pedazos el campo de fuerza
del Santuario. Hay toda una gama de pistolas Mog, pero el resto
del equipo parece haber sido fabricado en la Tierra.
Hay cajas de armas estampadas como propiedad de los
militares de los EE.UU., equipos de minería enviados desde
Australia y lo que Adam dice es un EMP (Pulso Electro
Magnético) experimental, con un estampado escrito en letras
chinas. Adam pasó por esto antes, cuando él estaba buscando
partes de repuesto para el Skimmer, así que él sabe cómo está
organizado.
—Queremos explosivos —le digo—. ¿Qué tienen?
Con cuidado, Adam mueve unas cajas a su alrededor antes
de abrir uno lleno de bloques de una sustancia de color beige
que me recuerda a la arcilla.
—Explosivos plásticos —dice—. C-4, creo.
—¿Sabes cómo trabajar con esas cosas?
—Un poco —contesta Adam contesta, y comienza
empujando suavemente a un lado los objetos en la caja. Además
de los C-4, también hay algunos cables y cilindros que asumo
tienen algún papel en la detonación. Después de una búsqueda
rápida, Adam sonríe y sostiene un pequeño folleto de papel—.
Hay instrucciones.
—Perfecto —murmura Marina.
—¿Cuántas bombas en total? —Pregunto.
Adam hace un conteo rápido de los ladrillos de arcilla.
—Doce. Pero puedo separarlos, hacerlos más pequeños si
quieres. Sin embargo cuanto menor sea el bloque, menor es la
explosión. Y sólo tenemos la docena de detonadores, por lo que
tendríamos que conectar los más pequeños entre sí.
Antes de responderle a Adam, empujo mi cabeza afuera de
la tienda y hago un conteo rápido de Skimmers estacionados en
la pista de aterrizaje. Dieciséis de ellos, incluyendo en el que
Adam ha estado trabajando y en el que Phiri Dun-Ra está atada.
—Está bien con doce —le digo a Adam—. No te vueles a ti
mismo, ¿de acuerdo?
—Tratare de hacer mi mejor esfuerzo.
—Excelente. Vamos, Marina.
Agarro un saco de arpillera vacío de la tienda de
suministros Mogs antes de salir hacia la pista de aterrizaje.
Marina sigue a mi lado.
—¿Qué vamos a estallar exactamente, Seis? —Pregunta.
—Espera un momento —le digo, acercándome al
Skimmer, donde esta Phiri Dun-Ra. Ella me mira enfocando sus
ojos calientes y enojados, ya no sonríe a través de su cinta
adhesiva. Creo que ella sabe lo que viene. Ella lucha un poco
contra sus ataduras, pero no puede hacer mucho para
detenerme de poner el saco sobre la cabeza.
—¿Harta de mirarla? —Pregunta Marina.
—Sí, eso. Y no quiero que ella vea lo que estamos
haciendo.
Dirijo a Marina lejos de nuestra prisionera, hacia los
demás Skimmers en la pista de aterrizaje.
—Vamos a cablear las naves. Imagino que Setrákus Ra no
viene solo, él tendrá otros Mogs con él. No tenemos el campo de
fuerza para mantenerlos fuera del Santuario, pero podemos
asegurar que los volaremos si se acercan.
Gracias a Phiri Dun-Ra, ninguno de los Skimmers está en
condiciones de moverse por su cuenta.
Uno por uno, Marina y yo usamos nuestra telequinesis
para empujar las naves en posición. Con dos de nosotros
trabajando en conjunto, el peso no es tan malo, al menos una
vez que tengamos las ruedas giran. Separamos los Skimmers
unos treinta metros de distancia en un semicírculo frente a la
entrada del Santuario. Las naves terminan casi exactamente en
la misma línea donde estaba el campo de fuerza del Santuario.
Ahora que hemos movido la mayor parte de los Skimmers,
hay un gran espacio vacío en la pista de aterrizaje.
—Esperemos que Setrákus Ra estacione el trasero de su
gran nave de guerra en el lugar más obvio —le digo, señalando
con el dedo a través del aire la pista de aterrizaje y la entrada del
Santuario.
—Sólo hay un camino hacia el Santuario, por lo que su
gente tendrán que caminar a través de las naves, que es donde
vamos a ocultar las bombas.
—Eso, al menos, eliminará la primera ola —dice Marina.
—Sí, y espero que consiga una agradable confusión y
busquen atacar, así Adam y yo podremos colarnos detrás de
ellos y abordar el Anubis.
Marina me frunce el ceño.
—Espera. ¿Dónde estoy en todo esto?
Antes de que pueda responder, Adam emerge de la armería
Mogadoriana con una bolsa de lona llena de explosivos
plásticos. Toma un vistazo a lo que hemos hecho hasta ahora y
asiente con la cabeza. Entonces, él se acerca a nosotros, coloca
la bolsa de lona abajo y saca un gran control remoto.
—Mira esto —dice Adam—. Supongo que los Mogs
estaban tratando de utilizar explosiones secuenciadas para
acabar con el campo de fuerza, tal vez pensaron que
detonaciones cronometradas en múltiples ángulos traería esa
cosa a abajo.
Me entrega el control remoto. Tiene una fila de veinte
interruptores, cada uno con su correspondiente luz roja y verde.
Doce de los focos están actualmente rojos. Adam viene a mi
lado, y explica cómo funciona el dispositivo.
—Los casquillos de detonación tienen detonadores
remotos —dice, y pulsa el interruptor de más a la izquierda
hacia arriba. La pequeña luz sobre el interruptor cambia de rojo
a verde—. Acabo de armar la primera bomba.
Echo un vistazo a la bolsa de lona a nuestros pies,
actualmente llena de una tonelada de explosivos plásticos,
luego de vuelta al controlador. Hay un pequeño diente de metal
que guía el interruptor por ahí para que llegue a su tercera
muesca, probablemente para evitar que el dedo de alguien
resbale. Aun así, estoy un poco nerviosa acerca de esta
demostración.
—Uh, está bien…
—La seguridad primero. —Adam chasquea el interruptor
a su posición original, la luz roja vuelve.
—Si se presiona el interruptor hasta el final, llegaría la
señal al casquillo para disparar su carga, y la bomba detonaría.
Asiento con la cabeza una vez, entonces pongo el control
remoto sobre la mano de Marina.
—¿Lo tienes?
—Sí, pero… —su frente se arruga mientras acepta el
control.
—Preguntaste donde vas a estar —le digo—. Vas a estar
escondida en la selva, controlando las defensas del Santuario.
Marina lo considera por un momento, una sonrisa se
extiende lentamente por su rostro.
—Será un placer.
Adam camina por la línea de naves, pegando los explosivos
plásticos en la parte más vulnerable de cada Skimmer. Un
cauteloso Mogadoriano podría notarlo, sí, pero no antes de que
ya sea demasiado tarde.
Mientras tanto, Marina y yo maniobramos los dos últimos
Skimmers a los que hemos atado con alambre para explotarlos.
Están a lados opuestos del Santuario, ambos en el mismo
borde de la selva, y ambos apuntando hacia la entrada del
Santuario.
—Podemos crear un fuego cruzado aquí —le digo,
abriendo la cabina del piloto de uno de los Skimmers—. Si tu
telequinesis es lo suficientemente fuerte para trabajar los
controles…
—Tendrá que serlo —Marina responde.
Adam se acerca, enciende los sistemas de armas de los
Skimmers y le explica a Marina qué botones tendría que
presionar para descargar los cañones. Marina pasa mucho
tiempo estudiando los controles, memorizándolos, haciéndolo
con su ojo mental.
Entonces, ella camina lentamente lejos de los Skimmers, y
se dirige a un trozo de selva lejos de las naves cableadas, pero lo
suficientemente cerca para tener una visión clara de todo el
campo de batalla. Desde ese lugar oculto ella va a defender el
Santuario.
Marina se concentra. Se acerca al Skimmer.
—Ugh —dice ella, después de un momento, frotándose el
puente de la nariz—. No lo sé, Seis. Es difícil usar mi
telequinesis en algo que no puedo ver.
Intentamos una táctica diferente. Adam y yo caminamos
alrededor del borde de la selva, apoyando desintegradores
Mogadorianos en la hierba alta y en los árboles. Camuflados con
ramas y hojas sueltas, lo suficientemente bien que un guerrero
Mog no se diera cuenta de ellos de inmediato, pero no tan
ocultos que Marina puede verlos.
Desde su lugar, prueba cada uno, apretando con
telequinesis el gatillo para que una ráfaga de disparos láser
chisporrotee en el claro frente al Santuario.
—Bien —le digo—. Ni siquiera tienes que golpear a
alguien, Marina. Sólo tienes que hacerles creer que el ataque
viene de todos lados.
Ahora que hemos terminado, hay dos Skimmers en la
pista: en la que vinimos aquí, la que Adam ha estado tratando
de reparar, y en el que está atada Phiri Dun-Ra. Estoy satisfecha
con nuestra configuración hasta ahora. Se siente bien estar
haciendo algo, por lo menos.
—Esto es bueno, Seis —dice Marina, con los brazos
cruzados, mirando a los naves Mogadorianas ahora dispuestas
como guardias delante del Santuario—. Perfecto si Setrákus Ra
envía a sus guerreros. Pero ¿que si él está en la línea de frente?
Lastimarlo significaría lastimar a Ella. No podemos correr ese
riesgo.
—Tienes razón —le respondo—. Vamos a tener que
encontrar una manera de al menos detenerlo.
Comienzo a cruzar el pasillo que conduce al Santuario y
finjo no darme cuenta cuando Adam se queda atrás, tocando
suavemente el codo de Marina mientras lo hace.
Son lentos pero sólo caminan unos pasos detrás de mí.
Con mi audición mejorada, es casi imposible para mí, no parar
de espiar.
—Siento lo de antes —Adam le dice en voz baja—. Me
dejé llevar.
—Está bien —Marina responde amablemente—. No
debería haberte llamado monstruo. Se me escapó. Realmente no
creo eso.
Adam se ríe una vez, auto desaprobación.
—No, ¿sabes?, me he preguntado mucho a lo largo de los
años, si esa… si esa es una buena palabra para nosotros.
Marina hace un ruido, a punto de decir algo más, pero
Adam le detiene.
—Está bien, lo siento de nuevo, sobre todo. Sé lo que es
perder a alguien que te importa. No debería... no voy a ser tan
arrogante acerca de dejar este lugar de nuevo. Entiendo por qué
es tan importante. Lo que significa.
—Gracias, Adam.
Me doy la vuelta, fingiendo no haber estado escuchando
toda la conversación.
Estamos frente a lo que solía ser la puerta oculta del
Santuario. Es un estrecho arco de piedra que conduce a las
escaleras que recorren todo el camino hasta la cámara oculta
bajo el templo.
—Entonces— le digo, las manos en las caderas—. ¿Cómo
podemos detener al Mogadoriano más poderoso del universo
sin hacerle daño, mientras que al mismo tiempo le robamos su
nave de guerra bajo sus narices?
Adam levanta la mano.
—Tengo una pregunta.
Puedo ver los engranes girando en su cabeza.
—Dispara —le digo.
—Todo este plan se basa en el azar. Setrákus Ra yendo
por la puerta, Setrákus Ra enviando a sus guerreros, Marina
podrá distraerlos con algunas bombas y armas fantasmas.
Abro la boca para responder, preocupada que este
asustado de nuevo, pero Adam continúa.
—Es la mejor opción que tenemos. Estoy de acuerdo
contigo. Pero, suponiendo que funciona, suponiendo que nos las
arreglamos para robar el Anubis mientras Setrákus Ra se sienta
aquí. ¿Entonces qué? ¿Qué hacemos después? Todavía no lo
podemos matar.
—Pero no va a ser capaz de matarnos tampoco —le
respondo. Sé que no es exactamente la brillante joya estratégica
que Adam está esperando, pero, sinceramente, no he pensado
tan lejos. He estado demasiado concentrada en nuestra
supervivencia inmediata.
—Tal vez podríamos negociar —Marina sugiere a
medias—. Por Ella, o el Santuario…
—A pesar de lo ferviente, te dirá lo contrario, Setrákus Ra
no tiene honor —dice Adam—. No puede haber negociaciones.
—Entonces será un punto muerto —le digo—. Y eso es
mejor que perder, ¿verdad?
Adam considera mis palabras, cavando sus talones en la
tierra delante del arco.
—Muy bien —dice Adam—. Entonces sugiero que
cavemos un hoyo.
—¿Un hoyo?
—Un pozo —Adam continúa—. En frente de la puerta.
Uno grande. Entonces, lo cubrimos y dejamos a Setrákus Ra
caer en ella.
Empujo la punta del pie en la tierra. Gracias a las sombras
del Santuario y el crecimiento de las plantas cercanas, es suave y
un poco húmeda, no como el de tierra apisonada y seca de la
pista. Todos nuestros Legados, un arsenal de armas Mog, un
montón de C-4, y ahora estamos hablando de cavar un hoyo.
—Bueno, él es exactamente la clase de idiota que no ve a
dónde va, sobre todo si está luciendo una gran erección por
entrar en el Santuario.
—Una vez que esté ahí abajo puedo poner hielo sobre la
parte superior desde mi escondite —dice Marina, apoyándonos.
—Eso podría retrasarlo aún más.
—Bueno, por lo menos va a ser divertido verlo caer en un
agujero —agrego con optimismo.
—Tendrá que ser muy grande —dice Adam, frotándose la
barbilla, pensativo—. Él puede cambiar de tamaño.
—Lo bueno es que tenemos Legados para ayudar con la
excavación —respondo—. Incluso si sólo nos compra un par de
minutos, eso podría ser suficiente para llegar a bordo del Anubis.
—Una cosa más, y es posible que no te guste esta idea —
dice Adam a Marina, señalando hacia la puerta del Santuario—.
Pero tal vez deberíamos derrumbarla. Será un obstáculo en el
camino de Setrákus Ra.
Es una buena idea, pero miro a Marina antes de decir algo.
Ella piensa por un momento y se encoje de hombros
—Son solo rocas —dice ella—. Lo que importa es proteger
lo que hay adentro.
—¿Debería traer algo de C-4? —Adam pregunta.
—Creo que puedo manejarlo —le respondo, uso mi
Legado y lo canalizo para formar una pequeña tormenta.
El aire se vuelve pesado y jalo una nube negra encima de
nuestras cabezas, un pequeño golpeteo de las gotas de agua
caen sueltas de ella.
Con un movimiento hacia abajo de mi mano, cuatro
relámpagos cortan el aire en un ángulo que ni la madre
naturaleza podría aspirar a duplicar. Aciertan al arco en la
puerta del Santuario y estalla en un montón de piedra caliza
decrépita, colapsando el pasillo sobre sí mismo con una ráfaga
de aire rancio.
Doy un paso hacia adelanta para echar un vistazo a mi
obra. La puerta de entrada está llena de escombros, parte de la
pared interior, obviamente colapsó también. No va a mantener
un ejército de Mogs para siempre y Setrákus Ra sin duda será
capaz de desalojar a los escombros con su telequinesis. Aun así,
es mejor que nada.
Mientras tanto, con una mirada pensativa, Marina mide
pasos alrededor de la entrada del Santuario, lleva la cuenta. Una
vez que caminó casi un cuadrado perfecto en frente de la
entrada, Marina me mira.
—Alrededor de treinta pasos de cada lado, ¿qué te parece?
—Me pregunta—. ¿Para el hoyo?
—Creo que bastaría.
—Déjame tratar algo —dice Marina, y luego comienza a
concentrarse.
Ella camina una línea de nueve metros de distancia de la
entrada del Santuario, con las manos abanicando el aire a
medida que avanza. Una pared de hielo comienza a tomar forma
a lo largo de la línea de Marina, aunque su borde inferior no
hace contacto con el suelo.
—Ayúdame a mantenerlo en su lugar, ¿lo harías? —Marina
pide, mirándome.
No estoy muy segura de adónde lleva esto, pero le sigo el
juego. Usando mi telequinesis, levanto cada vez más la capa de
hielo de Marina. Me doy cuenta de que el hielo es más grueso en
la parte superior y se estrecha a un borde letalmente afilado en
la parte inferior, casi como una cuchilla de guillotina. Ella
camina la misma línea de hace un segundo, esta vez la
generación de hielo, se va. Después de un par de minutos,
Marina ha creado un cubo hueco de hielo, aproximadamente de
nueve por nueve metros, sin parte superior ni inferior. El hielo
flota sobre el suelo, chorreando agua, y Marina tiene que
utilizar continuamente su Legado para evitar que se derrita.
—¿Y ahora qué? —Le pregunta Adam, mirando.
—Lo levantamos —dice Marina, en referencia a nosotras
dos—. Y luego lo lanzamos hacia abajo con tanta fuerza como
podamos reunir. ¿Listo Seis?
Lo hago como lo indica, usando mi telequinesis para
levitar la escultura de hielo de Marina a unos seis metros sobre
la tierra.
—¿Lista? —Pregunta, mirándome—. ¡Ahora!
Juntas, conducimos el hielo hacia el suelo. Hay un ruido
sordo de los bordes afilados introduciéndose en la tierra,
seguido por el sonido de cristales rompiéndose, grietas se
forman rápidamente en el hielo y comienzan a extenderse. Con
todo eso, el hielo no consigue introducirse muy lejos en la tierra,
solo unos cuantos metros como máximo. Sin embargo Marina
parece satisfecha con el resultado.
—¡Está bien, está bien! ¡Espera un segundo!
Ella corre alrededor del cubo de hielo, sus cuatro paredes
ahora están clavadas en el suelo, ella comienza a reforzar las
paredes, el engrosamiento y endurecimiento aumentan cuando
los toca. Cuando las grietas en el hielo están sellados y los
trozos rotos rellenados, Marina se arrodilla en una de las
esquinas y pone sus manos en el hielo, tan cerca del suelo como
es posible.
—Está bien, no estoy seguro de si esta parte realmente
funcionará —dice ella—. Aquí va.
Marina cierra los ojos y se concentra. Adam y yo
intercambiamos una mirada, bastante confundidos.
Aun así, nos quedamos en silencio por más de cinco
minutos, viendo trabajar el Legado de Marina.
Quiero poner mi frente en el hielo frío, pero me preocupa
que pueda arruinar todo lo que está haciendo.
—Creo que lo tengo —dice Marina, poniéndose de pie y
girando su cuello—. Seis, vamos a levantar el hielo de nuevo.
—¿Ahora lo quieres sacar de la tierra? —Pregunto.
Marina asiente con entusiasmo. —¡Rápido! Antes de que
se derrita demasiado.
Entonces, nos concentramos de nuevo en el cubo. Se siente
mucho más pesado en esta ocasión y conforme lo levantamos,
me doy cuenta de por qué.
Marina extendió el hielo bajo el suelo, conectando las
cuatro paredes de su cubo. Cuando levantamos el hielo, surge
un crujido, como cuando las raíces restantes de la hierba se
rompen. El cubo de hielo flota con nuestra telequinesis y, en su
interior, se encuentra una sección transversal de tierra de un
metro y medio de profundidad, sostenida perfectamente.
—Ahora suavemente —dice Marina, cuando
transportamos el hielo y la tierra a un lado—. Llegué muy
profundo, pero podría romperse.
—Brillante —dice Adam, sonriendo ante el montículo
flotante—. No vamos a tener que cubrir el agujero con grandes
ramas. Una vez que hayamos cavado el resto del hoyo, sólo
tenemos que regresar la pieza a la parte superior. Se verá normal
cuando Setrákus Ra pise en él, pero tu deberías ser capaz de
derrumbarla desde lejos con tu telequinesis.
Marina asiente.
—Eso fue lo que estaba pensando.
Bajamos el perfecto cubo formado de tierra y la hierba al
suelo con un golpe suave.
Sin el constante uso del Legado de Marina, el hielo pronto
comienza a derretirse de nuevo. Los bordes de la tapa de
nuestro pozo están un poco enlodados, pero eso va a secar
rápidamente teniendo en cuenta el calor.
Adam camina hacia adelante, arrodillándose delante del
agujero de nueve por nueve en la tierra.
—Mi turno —dice.
Él coloca sus manos justo en el suelo y un segundo
después puedo sentir las vibraciones que salen de él. Las ondas
sísmicas se centran principalmente en frente de él, pero su
control no es lo suficientemente preciso para evitar la demás
ondas. Por un momento, me siento un poco mareada por los
desplazamientos de tierra bajo mis pies, pero soy capaz de
obtener rápidamente un agarre. El suelo delante de Adam
empieza a aflojar y desplazarse, las capas comienzan a romperse
hacia abajo en trozos de tamaño considerable.
Adam mira sobre su hombro hacia mí.
—¿Cómo es que…?
Utilizo mi telequinesis para levantar una sección
desmenuzable de tierra y piedra de la fosa, y lo arrojo en la
selva. Va a ser más fácil excavar ahora que Adam ha
desmenuzado la tierra, pero todavía va a ser un dolor en el
trasero. Le doy un gesto de aprobación.
—Es un comienzo —le digo.
Se pone de pie.
—Voy a ir a buscar… una pala.
Adam apenas puede terminar su pensamiento, cuando
clava repentinamente sus ojos en el cielo detrás de mí. Giro
rápido, escuchando el sonido de un motor.
No. No puede ser. Es demasiado pronto. No estamos
listos.
—¿Seis? —Marina pregunta, con su voz atrapada en la
garganta—. ¿Qué es eso?
Es una nave. Elegante y plateada, sin los ángulos duros y
armas como las otras naves. No es como nada que haya visto
antes, sin embargo, es también extrañamente familiar.
La nave viene rápido, y se dirige justo a nosotros.
—¿Exploradores? —Marina me pregunta. Puedo sentir su
Legado de hielo patear de nuevo, en caso de que lo necesitemos
para luchar contra esta nueva llegada.
—Esa no es una nave Mog —Dice Adam caminando a mi
lado.
—No —Le respondo, porque ya lo había averiguado.
Pongo mi mano en el brazo de Marina—. Está bien. ¿No la... no
la reconoces?
—Yo... —Marina se desvía mientras da un vistazo más de
cerca a la nave que viene. Los zumbidos de la nave espacial
sobre los árboles sin esfuerzo en el aire, cortando su velocidad
con broche de oro sobre la pista Mogadoriana recientemente
limpiada. Aunque está abollada y rayada, e incluso tiene un
poco de óxido en los bordes, la nave todavía brilla
relucientemente plateada, sus paneles blindados fabricados con
materiales que no se encuentran en este mundo. Se asoma por
un momento, el sol reflejándose en los cristales tintados de la
cabina, y luego aterriza suavemente.
—Es uno de los nuestros —le digo—. Al igual que la que
nos trajo hasta aquí. A la Tierra, me refiero.
—¿Cómo es eso posible? —Adam contesta.
—¿Son estos nuestros refuerzos? —Marina pregunta, sin
apartar los ojos de la nave—. ¿John mencionó algo de esto?
—Me dijo que enviaría a Sarah, Mark y algo más… —Les
contestó un tanto aturdida—. Algo que tendríamos que ver
para creer.
¿Quién podría estar pilotando una nave Loric? ¿De dónde
vino? Doy un paso vacilante hacia adelante.
Una rampa de metal se despliega desde la parte posterior
de la nave y me pongo tensa. Tengo un vago recuerdo de alguna
carrera por una rampa igual cuando era niña, Katarina a mi
lado, explosiones y gritos en el fondo. Aquí estamos de nuevo,
en medio de una segunda invasión Mogadoriana, y una vez más
hay una nave Loric delante de mí. Sólo que esta vez, no sé si
debería estar corriendo hacia ella o lejos de ella. A pesar de que
John me dijo que vendría ayuda, no puedo evitar la sensación de
que esto podría ser una trampa. Mi paranoia me ha llevado tan
lejos, no hay razón para ignorarla ahora.
—Prepárense para lo que sea —le digo a los demás—. No
sabemos lo que saldrá de ahí.
Y luego un familiar Beagle baja por la rampa.
Bernie Kosar, con la lengua fuera de la boca, salta sobre mí
primero, sus patas delanteras se sostienen contra mis piernas.
Su cola está de un lado a otro de él saludando. Marina es la
siguiente y luego incluso salta sobre Adam. Oigo un sonido que
no reconozco y rápidamente me doy cuenta de que es el
Mogadoriano riendo.
Cuando volteó hacia la nave, Sarah Hart está parada en la
parte superior de la rampa, con los brazos abiertos en forma de
saludo y una sonrisa en su rostro.
—Oigan, chicos —Sarah dice casualmente—. Miren lo
que encontramos.
Marina deja escapar una risa de sorpresa encantada y trota
hacia adelante, saludando a Sarah en la parte inferior de la
rampa y de inmediato la envuelve en un fuerte abrazo. Ha
pasado mucho tiempo desde que vimos a Sarah. Se había ido en
una misión secreta con su ex-novio cuando Marina y yo
regresamos de Florida. Ella tiene el pelo rubio recogido en una
cola de caballo apretada y su sonrisa es brillante, pero hay
algunas líneas debajo de sus ojos, que noto están un poco
enrojecidas cuando me acerco. Sarah también luce algunos
raspones y contusiones recientes que su gran sonrisa no puede
ocultar. Sí, ella está feliz de vernos, pero también está algo
cansada, estresada y un poco golpeada. De todos modos, ella se
ve mejor que nosotros, sucia por estar un par de días en la selva,
quemada por el sol y exhausta. Pero continúo hasta ella.
—Estás aquí —le digo a Sarah, abrazándola, también. En
verdad, estoy un poco distraída. Todavía no puedo quitar mis
ojos de la nave.
—Es bueno verte, Seis —Sarah responde, apretándome a
pesar del sudor y la arena—. John dijo que podían necesitar un
poco de ayuda. Trajimos un poco.
Ese trajimos se hace evidente un segundo después. Es Mark
James, quien sale de la nave detrás de Sarah; es jodidamente
diferente del tipo con el que luché brevemente en Paradise. Ha
dejado todo el asunto de gel de cabello-partido. El cabello
oscuro de Mark es más largo y desaliñado. Creo que puede
haber perdido algo de peso, los músculos están más delgados
ahora, de lo que yo recuerdo. Tiene una mirada en su rostro,
cansada y ojos entrecerrados que sugieren que no está
acostumbrado a tanto sol.
—Guau, mierda —dice Mark, deteniéndose a mitad de
camino por la rampa—. Hay uno de ellos detrás de ti.
—Ese es Adam —Sarah responde—. Pensé que te había
contado sobre él.
—Sí, supongo que lo hiciste —dice Mark, protegiéndose
los ojos mientras él se queda mirando abiertamente a Adam—.
Es sólo espeluznante ver a uno de ellos, ya sabes, dando vueltas
como alguien normal. Lo siento, viejo. —Mark añade,
asintiendo a Adam.
—Está bien —Adam responde diplomáticamente. Hace
un gesto por encima del hombro hacia dónde está Phiri Dun-Ra
encapuchada y atada a un Skimmer—. No soy el único Mog
aquí, como pueden notar. Pero yo soy el más simpático.
—Coincido —Mark dice.
Sarah comienza a hacer las presentaciones necesarias. La
interrumpo antes de que realmente pueda empezar.
—Lo siento, pero ¿de dónde sacaste esta nave? —
Pregunto, caminando hacia ella por la rampa.
—Sí, sobre eso —Sarah responde, señalándome hacia
adelante como que debería seguir explorando. -Probablemente
vas a querer hablar con ella.
—¿Quien?
Sarah me mira como si tuviera que dejar de hacer
preguntas y sólo tener que ir, así que lo hago. Ésta conversación
hace que Marina levante las cejas también. Ella me sigue por la
rampa de la nave. A pocos pasos en el interior, soy golpeada con
un gran déjà vu. Estamos en la zona de pasajeros. Es un espacio
muy abierto, completamente desprovisto de cualquier mueble.
Las paredes emiten una luz suave que indica que la nave sigue
encendida. Tengo un vago recuerdo de ser alineados aquí con
los demás Garde, nuestros Cêpans haciéndonos practicar
ejercicios aeróbicos y un poco de entrenamiento de artes
marciales.
Me acerco a la pared más cercana y paso mis dedos por la
superficie. El material de plástico blando responde, brilla más
cada vez, el rastro de mis dedos se ilumina. Las paredes actúan
como una pantalla táctil grande. Tiro de un comando que
recuerdo, y dibujó rápidamente un símbolo Loric en la pared. El
símbolo parpadea una vez para mostrar que ha sido aceptada y
luego, con un silbido hidráulico, el suelo se abre y un par de
docenas de cunas suben a la vista. Marina tiene que saltar hacia
atrás cuando uno se abre justo donde ella estaba de pie.
—¿Seis, esto es…?
—Es nuestra nave —le digo—. La misma que nos trajo a la
Tierra.
—Siempre asumí que fue destruida o… —Marina se desvía,
sacudiendo la cabeza con asombro.
Ella desliza sus dedos a través de la pared de enfrente, y
escribe otro comando. Toda la pared se convierte en una gran
pantalla de alta definición que muestra una imagen de un Beagle
con mirada feliz persiguiendo a una pelota de tenis.
—En inglés, dog—dice una voz de una grabación con un
notorio acento Loric—. Perro. El perro corre. En español, perro.
El perro corre. ..
Practicábamos idiomas de la Tierra. ¿Cuántas veces
tuvimos que sentarnos a ver este video mientras volábamos
hacia nuestro nuevo planeta? Me había olvidado de ella, o la
había bloqueado, pero todo el aburrimiento de mi infancia viene
corriendo de shock. Todo un año claustrofóbico pasamos aquí,
viendo ese perro corriendo a través de un brillante campo verde.
—Uf, apágalo —le digo a Marina.
—¿No quieres ver lo que hace el perro después? —
Pregunta con una sonrisa. Ella desliza su manoa través de la
pared y el programa se detiene.
Me acerco a una de las cunas y me agacho junto a ella. Las
sábanas tienen olor a humedad y un poco como a grase del
funcionamiento interno de la nave. Probablemente han sido
almacenadas ahí durante la última década. Hago a un lado las
mantas y el delgado colchón, e inspeccionó la estructura.
—Ja, mira esto —digo.
Marina se inclina sobre mi hombro. Allí, tallado en la
estructura de metal por una niña aburrida, está el número seis.
—Vandalismo —Marina ríe.
El zumbido del motor de la nave disminuye lentamente en
silencio y las paredes de la pantalla táctil parpadean y se
apagan. Alguien acaba de apagar la nave.
—Igual que como lo dejaste, ¿verdad?
Marina y yo volteamos en la dirección de la voz y
terminamos frente a una mujer que emerge lentamente de la
cabina de la nave. Mi primera reacción es que ella es una belleza
impresionante. Su piel es un color marrón oscuro, sus pómulos
altos y pronunciados, cabello oscuro y mohawk corto. Aunque
está vestida con overol de mecánico con manchas de grasa
fresca, la mujer parece que va a aparecer en la portada de una
revista de moda. Rápidamente me doy cuenta de lo que es tan
impresionante en ella no es la apariencia. Es una cualidad
distinta que la mayoría de la gente en la Tierra no sería capaz de
poseer, pero que me doy cuenta de inmediato.
Esta mujer es Loric.
Ella se ve algo nerviosa al verme a mí y a Marina. Eso es
probablemente por lo que demoró tanto tiempo para apagar la
nave. Incluso ahora, la mujer permanece en la puerta de la
cabina, tan desconfiada de nosotros como nosotros de ella. Hay
un nerviosismo en ella, al igual que en cualquier momento, se
retira de la cabina del piloto y bloquea la puerta. Puedo decir
que está tratando de mentalizarse a sí misma para seguir
hablando con nosotras.
—Ustedes deben ser Seis y Siete —dice después de un
momento de conseguir nada más que miradas atónitas de
nosotras dos.
—Pue… puedes llamarme Marina.
—Apuntado, Marina —dice la mujer con una sonrisa
suave.
—¿Quién eres tú? —Le pregunto, encontrando mi voz al
fin.
—Mi nombre es Lexa —la mujer responde—. He estado
ayudando a tu amigo Mark bajo el nickname de GUARD.
—¿Eres uno de nuestros Cêpan?
Lexa finalmente se mueve fuera de la puerta y se sienta en
una de las cunas. Marina y yo nos sentamos frente a ella.
—No, yo no soy su Cêpan. Mi hermano era Garde pero él
no lo logró en la formación de la Academia de Defensa de
Lorien. Me inscribí allí también, como un estudiante de
ingeniería, cuando él… cuando él murió. Después de eso, ah,
quedé fuera de la red. Como con todo lo que pude sobre Lorien.
Yo no encajaba exactamente en una de sus funciones prescritas.
Trabajé mucho con ordenadores, a veces no tan legalmente. Yo
era nadie en especial, clásicamente.
—Pero terminaste aquí —dice Marina, con la cabeza
inclinada.
—Sí. Con el tiempo, me contrataron para restaurar una
nave antigua para un museo...
Ese detalle hace clic para mí.
—Tú volaste la segunda nave a la Tierra —le digo.
—Sí. Vine aquí con Crayton y mi amiga Zophie.
Probablemente sabes esto ahora, pero nosotrosno éramos parte
del plan de los Ancianos. Nos las arreglamos para escapar de
Lorien debido a Crayton, bueno, porque Crayton trabajaba para
el padre de Ella, y porque él tenía acceso a esa vieja nave. El
padre de Ella, sabía lo que iba a venir. Es por eso que me
contrató para arreglarla. Ni siquiera era realmente una piloto.
Tuve que aprender, también... sobre la marcha.
Resoplo a la mala broma de Lexa y sonrío, pero mi mente
está corriendo. Hay más de nosotros. Tal vez los Lorics no
estamos tan extintos como pensábamos. Debería estar
emocionada acerca de esto, pero en cambio me siento
desconfiada.
Seguramente estoy siendo paranoica después de lo que
sucedió con Cinco. Aun así, pienso en Crayton y cómo trajo a
Ella, mientras secretamente cazaban al resto de la Garde. Nunca
mencionó que él vino aquí con otros dos Loric. Mis ojos se
fruncen un poco.
—Crayton nunca nos habló de ti —le digo, tratando de
hacer que suene no demasiado como una acusación. Crayton
escondió mucho a nosotros, después de todo. Él verdadero
origen de Ella ni siquiera lo supimos hasta después de que él
falleció.
—Supongo que no tendría por qué —Lexa responde,
frunciendo el ceño ligeramente—. Du única preocupación era
mantener a Ella viva. Estuvimos de acuerdo en no tener
contacto con los demás. Era más seguro para todos si nos
manteníamos a distancia. Ya sabes cómo son los Mogs. No
pueden torturar a alguien para sacarle información si en
realidad no sabes nada.
—¿Qué hay de tu amiga, Zophie? ¿Dónde está ella?
Lexa niega con la cabeza.
—Ella no lo logró. Su hermano era el piloto de esta nave.
Su nave. Zophiese fue en busca de él, en realidad pensaba que lo
había encontrado a través de internet, pero…
Marina llena el espacio en blanco.
—Mogs.
Lexa asiente tristemente.
—Después de eso, yo estaba sola.
—No estabas sola, sin embargo —le digo— estábamos ahí
fuera. Muchos de nosotros. Diablos, todos nosotros, perdimos
nuestro Cêpan. Algunos de nosotros muy jodidamente rápido.
Podríamos haber utilizado alguna orientación. ¿Por qué
esperaste tanto tiempo? ¿Por qué no trataste de encontrarnos?
—¿Sabes por qué, Seis? Por las mismas razones que sus
Cêpans no trataron de encontrar a los otros. Era peligroso tratar
de hacer contacto. Cada búsqueda en Internet arriesgaba
exposición. Hice lo que pude desde lejos. Canalizaba dinero e
inteligencia a los grupos que estaban trabajando en la
exposición de los Mogadorianos. Comencé un sitio web
llamado ‘AliensAnónimos’ para tratar de difundir la verdad, para
exponer lo mejor de lo que estaban haciendo con ProMog. Así
fue como me encontré con Mark.
Pienso en lo que debe haber sido para ella, un extraño en
una tierra extraña, sin nadie en quien confiar. En realidad, yo no
tengo que imaginar lo que tuvo que pasar. Lo viví yo misma. Yo
sabía los peligros y nunca deje de buscar a los demás. No puedo
mantener la amargura de mi voz.
—¿Peligroso para nosotros? ¿O peligroso para ti?
—Para todos nosotros, Seis —Lexa responde. Puedo decir
que mis palabras le molestan—. Yo sé que no es siquiera una
fracción la responsabilidad de los Ancianos que cayó en ustedes
nueve; pero… Yo no pedí esto tampoco. Tomé un trabajo en el
museo y lo siguiente que supe era que estaba volando una nave
antigua a un planeta en un completamente diferente sistema
solar con una de las últimas Garde con vida como carga. Perdí a
mi hermano, mi mejor amiga, mi vida entera.
Ella toma un respiro. Marina y yo estamos en silencio.
—Me dije a mi misma que ayudarles de lejos a todos
ustedes era suficiente. Así que hice lo que pude desde lejos.
Borré toda la información que encontré de ustedes en Internet.
Traté de hacerlos invisibles, no sólo del mundo, sino de mí. Tal
vez fue cobardía. O vergüenza. No lo sé. Sabía en el fondo que
yo debía hacer más. Siempre tuve la intención de conseguir esta
nave, a propósito, y de ponerme en contacto con ustedes, una
vez que fueran lo suficientemente mayores y una vez que…
—Estás aquí ahora —dice Marina suavemente—. Eso es lo
que importa.
—No podía permanecer lejos por más tiempo. Yo ya había
huido de un planeta durante una invasión. Decidí que era
tiempo para dejar de correr.
Eso es un golpe duro para mí. En cierto modo, después de
pasar años escondiéndose de los Mogadorianos, todos hemos
decidido que era hora de dejar de correr. Sólo espero que no sea
demasiado tarde.
—¿Estaría bien si te diera un abrazo ahora? —Marina pide
a Lexa.
La piloto le toma por sorpresa, pero ella asiente con la
cabeza. Marina le envuelve en un gran abrazo, enterrando la
cara en el hombro de la mujer. Lexa me ve mirándolas y me da
una sonrisa tensa, casi avergonzada antes de cerrar los ojos y
dejarse exprimir. Ella suspira, y tal vez me estoy imaginando
esto, pero algo de peso invisible parece levantarse de los
hombros de Lexa. No me uno a ellas. Los abrazos grupales no
son realmente para mí.
—Gracias por venir —digo después de un momento—.
Bienvenidos al Santuario.
Con eso, traigo a las dos fuera de la nave. Tomó una última
mirada persistente en el área de pasajeros antes de que regrese
el recuerdo de la huida de Lorien. Ya no soy más una niña. Esta
invasión se va a jugar de manera diferente.
En el exterior, Adam y Mark están en medio de una
discusión. Sarah se encuentra a pocos metros de distancia de
ellos, más cerca de la nave, obviamente esperándonos. Ella
levanta las cejas cuestionando cuando me ve y dejó escapar una
respiración profunda en respuesta.
—Loca te encuentras en México —le digo, tratando de
calmar el shock y los sentimientos encontrados del encuentro
con Lexa.
Juntos, caminamos hacia Mark y Adam. Mark, ya sudando
a través de su camiseta, parece que está teniendo problemas
para poner su mente a pensar en algo.
—Un agujero —afirma rotundamente—. Vas a matar a
Setrákus Ra con un agujero en el suelo.
Adam suspira, señalando a las secciones de la selva donde
hemos escondido la artillería Mog.
—Estás realmente atrapado en el aspecto agujero del plan.
Te lo dije, tenemos armas, bombas…
—Pero para Setrákus Ra, tienes un agujero.
—Me doy cuenta que es de baja tecnología, pero nuestras
opciones son sumamente reducidas —Adam contesta—. Y no
estamos tratando de matarlo. Eso no es ni siquiera una
posibilidad de considerar cualquier daño que le hagamos se
reflejará en Ella. Sólo queremos detenerlo y comprarnos un poco
de tiempo.
—¿Tiempo de hacer qué? —Mark le pregunta.
Adam me mira.
—Para rescatar a Ella, o robar el Anubis debajo de la nariz
de Setrákus Ra o ambos.
—¿Por qué no simplemente nos sacamos de apuros? —
Mark pide, hojeando hacia la nave Loric recién llegada—. Lo
entiendo, todas estas trampas explosivas podrían haber sido
una buena idea cuando estaban, como, náufragos. Pero podemos
dejarlas ahora.
—Eso no es una opción —Marina responde—. El
Santuario debe ser defendido a toda costa.
—¿A toda costa? —Mark repite, mirando de nuevo a la
nave, hacia el templo a continuación—. ¿Qué demonios hace
tan especial a este lugar?
Me he dado cuenta de que Lexa ha estado muy callada
durante este debate. Sus ojos están fijos en el Santuario, su
blanco rostro, algo así como la forma en que Marina se ve
cuando entra en uno de sus reverentes trances. Lexa me debe
sentir observándola, porque bruscamente niega con la cabeza y
se encuentra con mi mirada.
—Este lugar… —Ella busca las palabras adecuadas—. Hay
algo especial en él.
—Es un lugar Loric —Marina responde—. El lugar Loric
ahora, en realidad. La fuente de nuestros Legados reside en el
interior.
—¿Terminamos de sellar la entrada o te gustaría dar un
tour? —Propongo—. Podrías introducirte ante la criatura que
vive ahí. Bastante agradable para ser una entidad hecha de
energía Loric pura.
Lexa me regala una sonrisa rápida antes de responder.
—Puedo sentirlo… lo de allí. Puedo sentirlo en mis huesos.
Entiendo por qué te gustaría proteger este lugar.
—Gracias —Marina responde.
—Dicho esto... —Y ahora Lexa mira en mi dirección—.
Tengan en cuenta que mi nave, nuestra nave, está lista. Si la
necesitan. Puede volar más rápido ahora que sus naves de
guerra de antes.
Asiento con la cabeza sutilmente e intercambió una
mirada rápida con Adam. Marina podría no querer admitir que
necesitamos una; pero requerimos de una estrategia de salida de
todos modos, y esto es mucho mejor que correr hacia la selva.
—Hombre, ¿así que lo que sea que hay ahí dentro, es como
el encargado de los Legados? —Mark pregunta, mirando al
Santuario con las manos en las caderas.
—Nosotros creemos que sí —le respondo.
—Entonces, eso es lo que decidió que el nerd de Sam
Goode debía recibir súper poderes y que yo… —Mark se desvía,
haciendo una mueca—. Mierda. Debí haber sido mejor en la
secundaria.
Trato de no reír. John debió haber informado a Sarah y
Mark que los seres humanos consiguen Legados gracias a
nuestro viaje por el Santuario. No sé cómo la Entidad decidió
quién se quedaría con Legados, pero realmente no me esperaría
a un tipo como Mark para hacer el corte, aunque él ha estado
arriesgando el trasero por nosotros en el último par de meses.
Sarah, por otro lado…
—¿Y tú? —Le digo, frente a ella.
Sarah se encoge de hombros y mira hacia abajo a sus
manos, como si estuviera esperando que rayos de luz se fueran a
disparar fuera de ellas en cualquier momento.
—No hay nada todavía —dice ella, frunciendo el ceño—.
Aún una simple humana regular.
Sarah intenta dejar eso en su lugar, pero puedo decir que le
está molestando. Después de todo lo que ha hecho por nosotros,
por John en particular, me parece que es un gran descuido por
parte de la Entidad el dejarla de lado a la hora de elegir qué
seres humanos recibirán Legados.
—La manera en que John lo dijo, sólo descubrieron que
Sam tenía Legados cuando un Piken se dirigía hacia ellos —le
digo—. Tal vez es que no han estado en una situación en la que
realmente necesiten desarrollarlos.
—Sí —dice Marina, saltando—. Hablo por experiencia,
los Legados tienen la costumbre de manifestarse cuando
realmente los necesitas.
—Oh, muy bien —dice Mark—. Así que, si nos quedamos
por aquí para enfrentar una muerte segura, tal vez hay una
oportunidad. Por lo menos voy morir con súper poderes.
—Sip. Tal vez —le respondo a él.
—O tal vez la Entidad no eligió a nadie —dice Adam—.
Tal vez todo es sólo azar.
—Lo dice el Mogadoriano con Legados —responde Mark.
—Lo que sea, está bien —dice Sarah, claramente tratando
de cambiar de tema—. No quiero hablar sobre lo que sea que
esté sucediendo. Lo que sea. Eso no quiere decir que no
podemos ayudar de otras maneras. Acabo de hablar por teléfono
con John antes de aterrizar.
—¿Está en camino? —Pregunto—. Se supone que debe de
traer la artillería pesada con él cuando venga aquí abajo.
—No sé si eso va a pasar —Sarah responde, con la cara
arrugada por un ceño fruncido, que yo sepa significa que una
mala noticia viene—. El gobierno no está precisamente
cooperando. Al igual, quieren luchar, pero no quieren perder.
—¿Qué demonios significa eso?
—Están siendo unas pequeñas perras —Mark explica
amablemente.
—Ellos no quieren lanzarse a un conflicto contra Setrákus
Ra a menos que sepan que pueden ganar. Así que, nos apoyan,
pero no van a luchar directamente. Todavía no, de todos modos.
—Patético —le digo.
Sarah mira a Adam.
—John todavía quiere que consigas esos dispositivos de
camuflaje de los Skimmers.
—¿Así puede darle esa tecnología al ejército que no nos va
a ayudar? —Adam le pregunta, con una ceja levantada.
—Bastante.
—Ya me encargué de eso. Saqué los cables antes de que
preparáramos las naves para explotar —Adam
respondemirándome—. ¿Decidimos o no dárselos a ellos?
¿Podemos decidir eso más tarde?
—¿Por qué demonios lo hacemos si no van a ayudarnos a
luchar? —Le pregunto a Sarah. Todo este asunto es muy
parecido a lo que la agente Walker nos describió de vuelta en
Ashwood Estates. ProMog. Incluso ahora, con su mayor ciudad
hecha prácticamente un cráter humeante, el gobierno sigue
jugando en ángulos y tratando de estafar a los extraterrestres
amistosos.
—¿Debido a la diplomacia? —Responde Sarah,
encogiéndose de hombros, como la situación está fuera de su
control. Que obviamente lo está. Como siempre, estamos por
nuestra cuenta—. John piensa que van a estar más dispuestos a
ayudarnos una vez que le sea posible mostrarles una manera de
combatir a los Mogs.
—¿Cuándo es que va a llegar aquí? —Marina pregunta.
El rostro de Sarah cae.
—Más malas noticias vienen. Cinco ha tomado a Nueve
como rehén en Nueva York.
Oigo un crujido de como los helados puños de Marina
aprietan con fuerza.
—¿Qué?
—Sí, no es bueno —Sarah responde—. John y Sam están
tratando de localizarlo y evitar que haga, bueno, cualquiera que
maldita cosa que haya planeado el psicópata.
—Debí haberlo matado —murmura Marina. Echo una
mirada rápida en su dirección. Ella había estado pacífica,
mientras hemos estado en el Santuario, tanto como la vieja
Marina, todo no violenta y serena.
Una mención de Cinco, y la oscuridad viene corriendo de
vuelta.
Sarah continúa, sin escuchar a Marina.
—Una vez que solucionen eso, John estará en camino,
pero…
Miro hacia la línea de árboles de la selva. El sol ya está
empezando a ponerse bajo.
—No va a llegar a tiempo —le digo, sintiéndolo en mi
estómago—. Sólo vamos a ser nosotros.
—Él va a tratar —Sarah insiste, y puedo decir que está
esperando ver a su novio aparecer en el horizonte como un
héroe conquistador, él y Sam con el respaldo de todo el poder de
las fuerzas armadas de Estados Unidos. No me aferro a
cualquiera de esos delirios.
—Tenemos que volver a eso —le digo—. Tenemos que
estar listos.
—O podríamos escapar —dice Mark, levantando la mano.
Con eso se gana una mirada sucia de Marina, y se retracta—.
Todo bien, todo bien. Muéstrame dónde tengo que cavar.
Nos ponemos a trabajar.
En primer lugar, Adam mueve el cuerpo retorcido de Dust
en la nave de Lexa. La Chimæra parece un poco más alerta
ahora, al igual que la tensión está saliendo de sus músculos,
pero todavía no puede cambiar de forma y no está en absoluto
poder de luchar ahora. Él sólo va a tener que sentarse a ver.
Lexa quiere ver los dispositivos de camuflaje que
rescatamos de los Skimmers, por lo que entonces Adam y yo le
mostramos donde los apiló en la tienda de municiones. Cada
uno de ellos es un cuadro negro sólido con el tamaño
aproximado de una computadora portátil.
—Estaban conectados a las consolas de los Skimmer, a los
mandos de pilotaje —dice Adam, digitando los puertos y los
cables en la parte posterior de uno de los dispositivos—. Traté
de mantenerlos lo más intactos posible.
Los recogemos en una bolsa de lona y los llevamos a la
nave de Lexa, listos para ser entregados a nuestros amigos
generosos en el gobierno, que, en el comercio, nos dará un
montón de nada.
Por supuesto, eso es todo suponiendo que salgamos de
México con vida.
—¿Funcionará? —Le pregunto.
—Creo que sí —Lexa responde. Descubre el caucho de un
cable y luego conecta el cable expuesto al puerto de
alimentación del dispositivo de camuflaje—. Supongo que no lo
sabremos con seguridad hasta que tratemos de volar a través de
sus naves de guerra blindadas.
Lanzarnos contra uno de los enormes buques de guerra a
bordo de una nave Loric restaurada que puede o puede no ser
capaz de pasar a través de un campo de fuerza impenetrable
que lo rodea. Es una situación que no estoy deseando.
—Si no funciona…
—Explotaríamos —dice, antes de que pueda terminar la
pregunta—. No vamos a precipitarnos a averiguarlo, ¿vale?
Mientras Adam y Lexa siguen parchando el dispositivo de
camuflaje en los sistemas Loric, el resto de nosotros nos
ponemos a trabajar en el pozo frente a la entrada del Santuario.
Adam logró encontrar algunas palas enterradas entre el equipo
de los Mogadorianos que al parecer, se dieron por vencidos
tratando de cavar su camino bajo el campo de fuerza bastante
pronto. Mark parece un poco demasiado feliz de quitarse la
camisa y empezar a tirar paladas de tierra sobre su hombro.
Bernie Kosar alegremente salta, también, la Chimæra se
convierte en algo similar a una gran criatura-topo. Con sus tres
dedos garras, Bernie Kosar envía embudos de la lluvia de
tierradesordenadamente del hoyo. Parece que él está teniendo
una gran diversión.
Mark, por otro lado, no aguanta demasiado tiempo.
El calor de la selva rápidamente cobra peaje.
—Esto es una mierda —lo escucho quejarse con Sarah,
secándose el sudor de su frente.
—Espera a que los Mogs aparezcan y empiecen a disparar
contra nosotros —Sarah responde—. Estarás deseando que
hubiésemos tenido más mano de obra.
Muy pronto llegamos a una capa de tierra que es
demasiado rocosa para atravesar a mano. Es más fácil si Adam
se acerca y usa una explosión sísmica rápida para romper el
suelo, y luego Marina y yo usamos nuestra telekinesis para
levantar los grandes trozos libres de la fosa y ocultar la suciedad
desplazada en la selva.

Finalmente tenemos un cavado bueno honestamente. Ahora que


hemos terminado, Marina y yo cuidadosamente utilizamos
nuestra telekinesis para levantar nuestro cubo de suciedad
eliminada quirúrgicamente en su lugar. Está suspendida sobre
el pozo bastante precario y se hunde un poco más en el medio,
pero se ve bastante natural si no sabes la diferencia. Estoy
bastante segura de que va a ceder en cuanto Setrákus Ra llegué
a la mitad, y lo tiremos nueve metros, por lo que no será capaz
de salir. Esperemos que, entre esta y las otras trampas, podamos
distraerlo lo suficiente para subir a bordo del Anubis.
De vuelta en forma Beagle, Bernie Kosar olfatea alrededor
del borde ahora oculto de la fosa, moviendo la cola. Él parece
aprobarlo.
—¿Qué sigue? —Mark pregunta, desempolvando sus
manos—. ¿Vamos a configurar algunos cables trampa que
desencadenan ballestas ocultas o algo?
—No he visto ninguna ballesta por ahí —Adam contesta,
frotándose la barbilla—. Sin embargo, nos podrías ayudar a
moldear algunas lanzas de las ramas de los árboles. ¿Qué tan
bueno eres para tallar?
De cualquier forma, Adam no termina de darse cuenta que
Mark está siendo sarcástico, o que realmente le gustan las
trampas.
—Sí, vamos a la mesa, por ahora —Mark responde, avanza
poco a poco de distancia.
Sarah y compañía realmente tuvieron la previsión de
empacar algunos suministros. Todo el mundo se toma un
descanso, pasando alrededor de las botellas de agua y alimentos.
Todos hacemos un buen trabajo de no pretender ser miedosos
del infierno de lo que viene.
Estoy un poco alejada del resto de la pandilla, como mi
sándwich y observando la nave Loric estacionada en la pista.
Algo me molesta pero no puedo imaginar lo que es. Es como si
hubierauna pequeña voz gritando una advertencia en el fondo
de mi mente y no puedo distinguir bien las palabras. Noto que
me encierro en un concurso de miradas con la nave, Lexa se me
acerca.
—¿Crees que esto va a funcionar? —Me pregunta,
inclinando la cabeza hacia nuestras defensas.
—¿Me estás preguntando si vamos a ganar la guerra de
hoy gracias a un gran agujero en el suelo y algunas armas
escondidas en la selva? —Niego con la cabeza solemnemente—.
De ninguna manera. Pero tal vez podamos estropear los planes
de Setrákus Ra de algún modo.
—Sé que esto probablemente no significa mucho viniendo
de mí —Lexa comienza vacilante, claramente incómoda—. Pero
tú eres una buena líder, Seis. Los estás sosteniendo juntos. Tu
Cêpan estaría orgullosa. ¡Diablos!, todos en Lorien estarían
orgullosos de la lucha que ustedes están llevando a cabo.
Puedo decir que Lexa no se refiere a sólo hoy, ella se refiere
todo nuestro tiempo en la Tierra, sobreviviendo en contra de los
Mogadorianos. La veo por el rabillo de mi ojo. Reconozco en
Lexa una calidad similar a mí. Siempre ha luchado por sí misma.
Ella es una sobreviviente. Me pregunto si ella es lo que voy a ser
si esta guerra continúa por mucho; una persona que evita
realizar conexiones porque ya ha experimentado demasiado
dolor.
Tal vez ya soy un poco demasiado así.
—Sí —le contesto con torpeza—. Gracias.
Lexa parece satisfecha con este breve intercambio.
Probablemente me pongo de la misma manera que ella y
entiende que no quiero ningún gran momento blando. Con una
mano, hago un gesto hacia el oeste en la extensión de la selva.
—Cuando estaba aterrizando, vi un pequeño claro a un
kilómetro y medio fuera. Voy a mover nuestra navea allá, lejos
del Santuario. Voy a conducir bajo el dosel, así que no van a ser
capaz de verla.
—Bien pensado —le respondo—. No quiero regalar a
Setrákus Ra nuestra ubicación.
—Sí. Hay una buena probabilidad de que piense que se
retiraron.
—El elemento sorpresa es casi la única cosa que tenemos a
nuestro favor.
—A veces eso es todo lo que se necesita —Lexa responde,
y luego me deja, caminando hacia su nave. Nuestra nave, ella la
llamó.
Veo que se vaya .Todavía hay esa pequeña voz que grita en
el fondo de mi mente, más fuerte ahora, pero todavía inteligible.
No sé lo que está tratando de decirme.
—¿Seis? ¿Escuchas eso?
Es Marina, caminando a mi lado con la mano pegada a la
sien como si le estuviera dando una migraña.
—¿Oír qué? —Le pregunto.
—Es como, es como una voz. —Traga—. Oh Dios, tal vez
estoy perdiendo la cabeza.
Y ahí es cuando me doy cuenta de lo que me molesta a mí
no es la voz de mi conciencia o algún otro sistema de alerta
mental, fuera de control. Es, literalmente, una voz en mi cabeza.
Una que no pertenece ahí, y está tratando desesperadamente de
ser escuchada.
—No estás loca. La escucho también.
Me concentro en el zumbido estridente y, en ese
momento, es perfectamente claro, aunque todavía distante,
como si fuera algo que viene a través de un túnel.
¡Seis! ¡Marina! ¡Seis! ¡Marina! ¿Pueden escucharme?
Marina y yo cerramos los ojos. Esa pequeña voz telepática
pertenece a Ella. John mencionó que sus Legados se habían
vuelto más fuertes, pero su telepatía debe ser seriamente mejor
si ella es capaz de transmitir tanto a mí, como a Marina. Con
cada segundo que pasa, su voz se hace más clara en mi cabeza.
Eso sólo puede significar que está cada vez más cerca.
—¡Ella! —digo esas palabras en voz alta, que no se utilizan
realmente para comunicarse telepáticamente—. ¿Dónde estás?
¿Qué está pasan…?
Ella me corta con un grito telepático.
¿Qué están haciendo ahí? ¡Le dije a John! Él se suponía que les
advertiría.
—Él nos advirtió —dice Marina—. Estamos aquí para
tratar de ayudarle. Y para proteger el Santuario.
¡NO! No, no, no.
Ella suena un poco desquiciada y definitivamente en
pánico.
Se suponía que debía advertirles.
—¿Advertirnos acerca de qué? —Pregunto.
¡Advertirles que corran! Ella grita. ¡Tienen que correr!
¡Correr o morir!
Marina y yo nos vemos la una a la otra, ambas paralizadas.
Esa es la cosa acerca de profecías de muerte entregadas
por medio de una charla telepática grupal. No está exactamente
claro a quienes se aplica. ¿Estaba Ella hablando de mí? ¿Marina?
¿Ambas? ¿Todo el mundo aquí?
Demonios, no creo que el futuro esté escrito sobre una
roca. No creo en el destino. No estamos corriendo ahora. No sin
primero intentar poner en marcha nuestro plan. Después de un
momento de incertidumbre, veo una llamarada de
determinación en los ojos de Marina.
—No huiré —dice.
—Ni yo —replico, agradeciendo ya esos últimos segundos
en los que permanecimos quietas—. ¡Ve! ¡Pon a los otros en
posición!
Marina corre hacia Sarah y los otros. Yo salgo disparada
hacia la dirección opuesta, a través de la pista de aterrizaje,
intentando perseguir a Lexa. Ella escucha la conmoción y da
media vuelta en lo alto de la rampa, con una ceja levantada hacia
mí.
—Él llego temprano —le cuento.
—Mierda.
—Vuela bajo así ellos no podrán verte. No estoy segura
qué tan cerca están.
¡CERCA! Ella grita en mi cerebro. Me escondo del ruido.
—Sabes que tengo armas en esta cosa, ¿no? —Lexa
pregunta, apuntando con su dedo hacia su nave—. Puedo
ayudar a pelear contra ellos.
—No. Es nuestro único plan de escape. No podemos
arriesgarnos a que la nave sea dañada.
—Lo tienes, Seis —Lexa replica—. La esconderé y estará
bien detrás.
—No —digo, sacudiendo la cabeza—. No vuelvas. No
podemos arriesgar a que nuestra piloto sea cortada tampoco.
Esconde y estaciona la nave, luego espera. Si las cosas van mal
aquí, quiero que estés lista para sacarnos de este infierno.
Necesitaremos correr.
—Está bien —dice Lexa, manteniéndose calmada. Apunta
hacia la jungla en el sur, donde pedazos de piedra de una
antigua calzada elevada siguen visibles—. Estaré a poco más de
un kilómetro en esa dirección, Seis. Una línea recta desde aquí.
Mark tiene una radio para la nave si acaso necesitan ponerse en
contacto.
—Lo tienes.
—Buena suerte —Lexa contesta. Lo que en realidad quiere
decir es sobrevivan.
Lexa pone nuestra nave en el aire y vuela bajo en ella lo
suficiente para que las copas de los árboles arañen la parte baja.
Tan pronto como está lejos de vista, miro por primera vez hacia
el horizonte —sin Anubis aún— y entonces corro hacia la jungla
hacia el lado Este del Santuario. Es donde los otros se han
reunido, un buen lugar para esconderse —donde hay mucho
follaje y un tronco caído que podemos usar para cubrirnos. Es el
lugar perfecto para activar nuestras trampas. También seremos
capaces de ver el Anubis venir, lo que no puede estar lejos de
suceder.
—¿Ella? —Se siente raro decir su nombre en voz alta, pero
no puedo lidiar con toda esta cosa de hablar-dentro-de-mi-
cabeza. Me pregunto si Marina continúa dentro de la
conversación telepática—. ¿Qué demonios? ¡Le dijiste a John
puesta de sol!
Setrákus Ra no paró por refuerzos. Está demasiado… impaciente por
llegar aquí.
Bien, esas son buenas noticias al menos. Setrákus Ra no
repuso sus tropas tras dejar Nueva York. Eso significa que no
lucharemos contra demasiados. Incluso así, sigo más que un
poco asustada por el primer anuncio calamitoso de Ella.
—¿A qué te referías antes? ¿Quién morirá?
No… no lo sé. Era una visión. No muy clara. Pero vi sangre. Mucha
sangre. ¡Y no soy valiosa, Seis! Podrían escapar ahora, escapar y…
Presiento que Ella se está guardando algo, no está siendo
totalmente honesta acerca de lo que sabe. John me contó que
sus Legados fueron amplificados, pero que su clarividencia no
era infalible. No pienso cambiar nuestro plan basada en su
visión de un futuro que seguimos siendo capaces de cambiar.
—Nos quedamos —digo firmemente, esperando que
pueda detectar la resolución en mi mente—. Te sacaremos de
esa nave. ¿Me escuchas?
Si.
—Podemos usar tu ayuda. ¿Qué tan cerca estás? ¿Qué ves?
Cinco minutos, Seis. Estamos a cinco minutos.
Cinco minutos. Mierda.
—¿Qué está enviando en nuestra contra?
Irá él personalmente. Cien soldados, listos. Y estaré ahí. No seré
capaz de ayudarles, Seis. No puedo… mi cuerpo no funciona ya.
Cien. Son demasiados. Podemos enfrentarnos a ellos,
pienso. Al menos si atrapamos a un buen pedazo de ellos
cuando explotemos los Skimmers.
—Debe haber algo que podamos hacer, Ella. Sólo dime
cómo ayudarte.
No puedes. Su voz vuelve, triste y resignada. No te preocupes
por mí. Hagan lo que tengan que hacer.
Adam se une a mí mientras corro hacia el borde de la
jungla donde los demás ya están escondidos. En lugar de
inmediatamente correr hacia nuestro punto de escondite, él se
toma un paseo dentro del Skimmer en el que llegamos aquí y
recoge la perversa espada mogadoriana que una vez perteneció
a su padre. La espada luce pesada atada sobre la espalda de
Adam, pero él se mantiene erguido junto conmigo.
—Casi la olvido —dice, atrapándome mirando la espada.
—¿No hay una expresión acerca de llevar un cuchillo a
una pelea con armas? —Pregunto. Él se encoge de hombros.
—Nunca sabes cuándo una enorme cosa afilada se vuelve
útil.
Nos deslizamos al filo de la jungla, donde el resto de
nuestro grupo está ya agachado detrás del árbol caído. Adam
gira en redondo y mira el cielo, su boca una delgada línea,
brazos cruzados. Mark sostiene el control detonador de
nuestras bombas que Adam le enseñó a usar antes. Con Mark
siendo nuestro experto en demolición, Marina es libre de
enfocarse telequinéticamente en disparar los cañones que
escondimos a lo largo de la jungla. Sarah está parada junto a
ellos, sostiene un cañón en una mano, la otra presiona su sien,
pálida y ceñuda.
—No acepto eso —Marina dice mientras me posiciono
junto a ella. Me doy cuenta que está teniendo una conversación
con Ella también.
—¿Aceptar qué? —Pregunta Mark, confundido. Sarah lo
calla. Mirando otra vez hacia ella, me doy cuenta que Sarah
también está dentro del canal telepático de Ella. Sabe que la
muerte podría venir.
—Vamos a robar su nave nada más sacarlo de ella. Te
rescataremos —Digo esas cosas fuertes, con dureza en mi voz,
sabiendo que Ella puede escucharme.
Lo siento. Eso no pasará. Dice Ella telepáticamente. Puedo
decir por la manera en la que los ojos de Marina se llenan de
lágrimas que puede escucharla también. Sarah cubre su boca y
traga saliva fuerte, mirándome cuestionantemente.
—Mierda —digo.
—No te atrevas a perder la esperanza —Marina
prácticamente le grita al espacio vacío frente a ella—. ¿Ella? ¿Me
escuchas?
Ella no responde. Puedo sentirla aún ahí, casi como un
cosquilleo en el fondo de mi mente. Sé que está escuchando.
Sólo no nos está respondiendo más.
—No me importa lo que diga o cuántos Mogs tengamos
que asesinar —digo, dirigiéndome a Marina ahora—. Si
hacemos una cosa hoy, alejaremos a Ella de Setrákus Ra.
Hacernos con ella y llevarla a la nave de Lexa.
—De acuerdo —Marina dice.
—Tal vez eso funcionará —añade Sarah, la mirada de
shock se ha ido de su rostro, reemplazada por una pensativa.
Como Marina y yo, no está retractándose por la amenaza de
muerte—. Quiero decir, ¿no había algo con su viejo hechizo
Loric que se rompía cuando ustedes estuvieran juntos?
—Sí —respondo—. ¿Y?
—Y, tal vez la versión sucia de Setrákus Ra funciona de
forma opuesta —Explica Sarah—. Tal vez es por eso que ha
estado llevando a Ella consigo a todo lugar que va. Necesita
mantenerla cerca para que funcione.
—Tiene sentido para mí —dice Mark, encogiéndose de
hombros—. No es que sea, como, una autoridad en esta mierda.
Es definitivamente una posibilidad que debemos probar,
especialmente desde que planeamos rescatar a Ella de cualquier
modo.
Me volteo hacia Adam. El plan era que dos de nosotros nos
volviésemos invisibles y entrásemos dentro del Anubis mientras
los otros los distraían.
—¿Qué piensas? ¿Ir por el buque de guerra o ir por Ella?
—Tu decisión —replica.
—Deberás pasar justo debajo de su nariz para llegar a Ella
—dice Sarah.
—Lo que significa que puede apagar tu invisibilidad —
agrega Marina.
—Mierda —digo, pensando a toda velocidad—. Todo
bien. Tal vez podamos separarlos cuando iniciemos nuestras
trampas. Si vemos una oportunidad, iremos por Ella. De otra
manera, seguimos con el plan y tomamos el Anubis —apunto al
sur—. Por ahí hay una vieja cantería. Si se dirigen hacia el sur
desde ahí, es donde Lexa escondió nuestra nave. Si las cosas van
mal afuera, si los Mogs descubren su posición, quiero que
ustedes tres lleguen hasta allí.
—¿Y dejarlos atrás? —Pregunta Marina.
—Seremos invisibles, al menos —replico, mirando entre
ella y Sarah—. Sólo manténganse con vida. Eso es lo importante
ahora.
Sarah asiente sombríamente y Marina se aparta, mirando
hacia el Santuario. Incluso después de la advertencia de Ella,
dudo que tenga la intención de una retirada.
Antes de que pueda decir nada más, Adam me toma del
brazo y apunta hacia la pista de aterrizaje.
—¡Demonios, Seis! Nos olvidamos de nuestra amiga.
Miro hacia donde Adam señala y veo a Phiri Dun-Ra
sacudiéndose salvajemente contra sus ataduras. En nuestra
prisa por ponernos en posición, me olvidé completamente de
nuestra prisionera mogadoriana. Incluso aunque esté
encapuchada, Phiri Dun-Ra debió escuchar la conmoción y
supo que estábamos distraídos. Se está volviendo loca en sus
ataduras, haciendo lo que puede para conseguir soltarse. La
atamos fuerte en ese apoyo de rueda, así que no creo que logre
escapar. Igualmente, es probablemente una mala idea dejarla ahí
cuando el Anubis aparezca.
—Setrákus Ra sabrá que algo sucede si la ve —Adam dice,
leyendo mi mente.
Mark levanta su cañón y mira bajo la mirilla, el arma
apunta en dirección a Phiri Dun-Ra.
—¿Quieres que me encargue de ella? Creo que puedo hacer
el disparo.
Marina pone una mano en su cañón y lo hace bajarlo.
—Si quisiéramos ejecutarla, Mark, ¿no crees que lo
hubiésemos hecho ya?
Adam me regala una mirada, como si tal vez no fuera una
mala idea finalmente poner fuera a Phiri Dun-Ra de nuestra
miseria. Él ha querido asesinarla todo el día, creo. Y puedo
entender por qué.
—Deberíamos haberla dejado en el hoyo —dice Sarah con
pesar.
—Tenemos que ocultarla —decido.
Alcanzo con mi telequinesis y deshago las ataduras de
Phiri Dun-Ra. Me toma unos segundos —como Marina
disparando los cañones ocultos, una tarea de demasiada
precisión que no es fácil lograr a esta distancia. Phiri Dun-Ra
debe pensar que ha logrado esto por ella misma. Ella desgarra su
capucha y mordaza, luego se pone en pie, tambaleante,
sorprendida de que las cuerdas hayan cedido. La nacida de
verdad se frota las muñecas por un instante, mira alrededor y
entonces corre hacia la jungla del lado opuesto a nosotros. Se
dirige hacia donde escondimos algunos cañones Mog.
—¿Seis? —Inquiere Marina, una nota de advertencia en su
voz—. ¿Sabes lo que estás haciendo?
Lo sé. Antes de que Phiri Dun-Ra pueda llegar más lejos,
uso las cuerdas con las que la atamos para enlazar sus pies. Ella
cae duro de frente, demasiado suelo en su cara. Luego, la atraigo
hacia nosotros, polvo y suciedad es escarbado mientras araña el
suelo intentando escapar. Sus gritos frustrados son lo
suficientemente fuertes para asustar algunos pájaros de los
árboles cercanos.
—Necesitamos callarla —dice Adam.
—Marina, tómala —replico.
Mientras Marina la coge con telequinesis, me concentro
en las nubes rodantes en el cielo vespertino. No quiero crear
una bien hecha y derecha tormenta —no con el Anubis y
Setrákus Ra demasiado cerca. Afortunadamente, no necesito
una. Hay una nube oscura ahí arriba con la suficiente carga para
generar un pequeño relámpago. Lo mando en un arco directo a
Phiri Dun-Ra, dándole bien. Supongo la posibilidad de que la
nube podría matarla, pero realmente no tengo tiempo para
preocuparme por eso. La Mog convulsiona mientras la
electricidad se disparar a través de ella, luego deja de luchar
contra la telequinesis de Marina. No se desintegra, así que
supongo que sigue viva.
Cuando Marina arrastra a Phiri Dun-Ra hasta la línea del
árbol, Adam la toma bajo sus brazos y pone su cuerpo fuera del
camino. La avienta detrás del tronco en el que nos escondemos
y empieza nuevamente a amarrar sus muñecas y tobillos.
—Chicas, ¿así que ahora están tomando prisioneros? —
Pregunta Mark.
—Nos puede ser útil —respondo, encogiéndome de
hombros.
—No podemos traerla siempre con nosotros —Adam dice
mientras termina de apretar los nudos.
—La dejaremos aquí. Ella mencionó amar la jungla, ¿no?
—Digo, con una sonrisa en mi rostro. Tenemos cosas por las
que preocuparnos más importantes que el destino de Phiri Dun-
Ra.
—No gafes nuestras oportunidades de sobrevivir por
hacer demasiados planes —dice Mark.
Antes de que nadie pueda responder, la jungla a nuestro
alrededor se vuelve extrañamente silenciosa. Me había
acostumbrado tanto a los incesantes graznidos de los pájaros
tropicales que es absolutamente discordante cuando se han ido.
Incluso los ruidos de los insectos desaparecen. A través del
claro que los Mogs hicieron alrededor del Santuario, por el
norte, una parvada completa de pájaros vuela desde los árboles
y se dispersan.
El Anubis está aquí.
Extiendo mis manos y brazos.
—Tómenlas —les digo a todos—. Nos mantendré
invisibles hasta que estemos listos para atacar.
Marina toma una de mis manos y Sarah la otra. Mark, con
el detonador listo, sostiene mi hombro. Adam es el último. Me
da un asentimiento, probablemente recordándome cuando le
dije cuan extraño era tomar la mano de un mogadoriano. Hasta
que esto termine, los dos de nosotros estaremos atados a la
cadera. Asiento de regreso, por encima, y se aprieta junto a
Marina, con su mano en mi antebrazo. Sólo Bernie Kosar no se
acerca a mí. En su lugar, nuestra Chimæra se transforma en un
tucán y se posa en un árbol cercano...
Es algo divertido, los cinco de nosotros apiñados juntos.
Es casi como si posáramos para una foto.
Nos vuelvo invisibles en el momento en el que el Anubis se
desliza a nuestra vista. El buque de guerra es más grande de lo
que imaginé. Toda la nave está hecha de paneles superpuestos
de una aleación metálica que casi parecen escamas. Tiene forma
de un insecto egipcio —un escarabajo— excepto con una
tonelada completa de armas, el enorme cañón sobresaliendo en
el frente del cascarón capta particularmente mi atención.
—Dios —Sarah susurra.
—Mierda —dice Mark, un poco fuerte. Su mano se aprieta
en mi hombro. Mientras el Anubis se acerca más, el Santuario y
el claro entero son tapados por su sombra.
—Fácil ahora —digo, tratando no asustarme a mí
misma—. Quédense aquí y quédense cerca. Ellos no pueden
vernos.
La enorme nave se detiene de modo que está flotando
sobre el campamento Mog. Incluso considerando el extenso
terreno de la jungla que los Mogs limpiaron, el buque de guerra
es demasiado enorme que no tiene espacio para aterrizar.
Adam debió darse cuenta que el Anubis flotando sobre el
campo de batalla arruinaría nuestros planes.
—Necesitaremos encontrar un camino para subir.
—Si él aterriza tropas terrestres, podemos acabarlos y
volver en sus propios Skimmers —replico. Es exactamente la
táctica que John y que la ausente milicia de EE.UU. quieren
emplear contra los barcos de guerra Mogs, así que quién mejor
que nosotros para ser los cerditos de guinea.
—¿Qué está haciendo? —Pregunta Sarah—. ¿Qué está
esperando?
Ella detuvo nuestra comunicación telepática hace unos
pocos minutos, y ahora me pregunto si es solo mi imaginación el
sentir su presencia persistiendo en el fondo de mi cabeza. Si
sigue ahí, creo, si ella puede escucharme, definitivamente
podríamos usar la ayuda.
—¿Ella? —Pregunto, sintiéndome estúpida diciendo su
nombre en voz alta—. ¿Puedes oírme? ¿Qué ocurre allá arriba?
No hay respuesta.
—¿Marina? ¿Sarah? ¿Está ella…?
—Nada, Seis —Sarah responde, una voz incorpórea
hablando sobre otra.
—Creo que se ha ido —añade Marina.
Pero entonces pasa. Un susurro en el fondo de mi mente.
La voz de Ella, desamparada y sin esperanza.
Debieron haber huido.
En el aire sobre nosotros, el Anubis comienza a emanar un
zumbido. Es notable por cuan increíblemente silencioso es la
nave por otra parte. Empieza bajo pero crece rápidamente.
Bastante pronto, mis dientes vibran por él. Escaneo la parte baja
de la nave, esperando ver los soldados de Setrákus Ra
descendiendo en Skimmers, pero el cielo está claro.
—¿Qué demonios es eso? —Pregunto, esperando que
Adam responda,
—Está… se está encendiendo —Adam responde. Su voz es
tambaleante y puedo sentir su mano soltarse de mi brazo, como
si estuviera aturdido y olvidara que necesita sostenerse en mí
para permanecer invisible.
—¿Encendiendo qué? —Pregunto.
—El arma principal —responde—. El cañón.
Puedo verlo. El oscuro hueco de la boquilla del cañón
empieza a encenderse mientras energía se fusiona ahí. El
zumbido se vuelve más fuerte mientras el cañón se llena con
energía pura, como un arma mogadoriana sobrecargada. En
segundos, el Santuario y la jungla alrededor están bañados en
una luz azul celeste. Quiero taparme los ojos, pero Marina y
Sarah están apretando mis manos fuerte.
—Esto es malo —dice Mark—. Realmente malo.
—¿Adam? —Grito para ser oída sobre el arma cargada—.
¿Qué tan poderosa es esa cosa?
Como un grupo, todos nos movemos hacia atrás. Apenas
son capaz de sostenernos a todos y mantener nuestra
invisibilidad.
—Necesitamos movernos —responde Adam, el temor se
ha ido de su voz, reemplazado por terror—. Necesitamos
hacernos hacia atrás.
Todos estamos ya retrocediendo, dejando sólo a Phiri
Dun-Ra escondida detrás del tronco caído. Marina jala contra
mi agarre. No se está moviendo.
—¡Marina! —Grito—. ¡Vamos!
—¡Dijimos que no nos moveríamos! —Grita en respuesta.
—¡Pero…!
El zumbido alcanza un crescendo y la energía del cañón
del buque de guerra se descarga con un ensordecedor chillido.
Un arco sólido de electricidad del tamaño de diez mil
relámpagos se abre camino directamente en el Santuario y
golpea justo a través de él, la antigua piedra caliza brilla en un
rojo caliente. La descarga del cañón atraviesa el templo, desde lo
alto hasta el fondo, como si fuera nada. Tengo solo un momento
para ver el Santuario, aún de pie pero cortado a la mitad. Puedo
ver la luz a través de las grietas de la una vez sólida pared.
Un segundo después, la energía condensada del cañón se
expande hacia afuera en una brillosa oleada de luz,
El Santuario explota.
—¡NO! —Marina grita.
Estamos jodidos. Setrákus Ra no vino aquí para reclamar
el Santuario. Vino aquí para destruirlo.
No tengo tiempo para pensar lo que significa o qué pasará
después. Adam tira de mí hacia atrás y entramos tambaleantes
en la jungla, en el instante en el que pedazos del templo
empiezan a llover alrededor de nosotros. Pierdo el agarre de
Marina y ella se vuelve visible. La mano de Mark se zafa de mi
hombro y él reaparece también. Sólo Sarah y Adam se
mantienen conmigo.
Marina empieza a correr hacia delante, como si fuera
capaz de pelear contra esa nave.
—¡Detente! —Grito—. ¡Marina! ¡Detente!
Mark reacciona rápidamente, sus reflejos de futbol vienen
naturalmente. Él se abalanza sobre ella, rodeando con sus
brazos la cintura de Marina y la derriba.
—¡Suéltame! —Marina le grita a Mark. Ella lo avienta,
heladas marcas de manos se forman en su pecho.
Entonces, algo más explota. Uno de los Skimmers que
armamos con un C-4. Debió haber sido golpeado directamente
por un pedazo del Santuario y detonado la bomba. La metralla
silva alrededor de nosotros, chisporroteantes piezas calientes
de metal caliente rasgando las cortezas de los árboles.
Mark contiene el aliento y cae. Hay una pieza dentada de
un grueso cristal de cabina sobresaliendo en su pecho.
—¡Mark! —Sarah grita, liberándose de mí y corriendo
hacia él.
Marina ve la herida de Mark y traga aire. Le da la espalda
al Santuario y cae sobre sus rodillas a un costado de él, jalando
fuera el cristal e inmediatamente comenzando a sanarlo.
Ramas se rompen sobre mi cabeza y miro hacia arriba a
tiempo para ver un pedazo de piedra caliza del tamaño de una
pelota de baloncesto cayendo a toda velocidad hacia mí. Por
reflejo, uso mi telequinesis y la atrapo en el vuelo, lanzándola
lejos.
No detengo la que sigue.
Me golpea en la parte superior de la cabeza. Antes de que
pueda darme cuenta qué pasó, hay algo pegajoso y caliente
bañando un lado de mi rostro. Adam me atrapa bajo los brazos
mientras me derrumbo sobre mis rodillas. Ambos somos
visibles ahora. Debo haber perdido mi concentración. Intento
poner mis piernas debajo de mí, reconcentrarme en mi
invisibilidad, pero no puedo hacerlo tampoco. Mi cabeza nada y
tengo que parpadear sangre fuera de mis ojos.
—¡Ayuda! —Adam le grita a Marina—. ¡Seis está herida!
Intento mantenerme consciente, pero es difícil. El mundo
se vuelve negro, incluso mientras todo lo que hemos peleado se
va a las llamas. Ella nos advirtió que habría muerte.
Sintiéndome casi desconectada de mi cuerpo, me pregunto si es
esto.
Mientras me marcho, escucho la voz de Ella en mi cabeza.
Lo siento. Dice.
No tengo tiempo para esta mierda. Cinco quiere reunirse
conmigo a la puesta de sol en la Estatua de la Libertad. Suena
como el plan de algún súper villano. Él tiene a Nueve como
rehén y planea matarlo si no aparezco. No sé qué es lo que
quiere de mí. En las Naciones Unidas, parecía como si él
estuviera tratando de ayudarnos en su propia psicótica
manera. Por lo menos, me detuvo de lastimar a Ella
accidentalmente. Por supuesto, él posiblemente no sabe que
yo estoy aquí a la hora exacta, que cada minuto perdido en sus
retorcidos juegos es un minuto que paso sin ayudar a Sarah,
Seis y los otros. Y si lo supiese ¿Acaso le importaría?
Envié a Sarah y Mark a México con el recientemente
descubierto hacker Loric que resulta ser la piloto a quien
estoy muriendo por conocer. Los envié allí porque ellos son,
literalmente, el único apoyo que pude reunir para Seis y el
resto de la Garde que están en la gran pelea.
Al menos ahora pueden escapar. No están varados. Seis
y Sarah son lo suficientemente inteligentes como para reducir
sus pérdidas y salir de allí. Eso es lo que sigo diciéndome a mí
mismo. Hago un rápido cálculo mental. Incluso si la Agente
Walker pudo convencer de alguna manera a los militares de
prestarme uno de sus aviones de combate más rápidos, aun
así no voy a ser capaz de llegar a México antes que Setrákus
Ra. No en este momento.
Eso no quiere decir que no lo voy a intentar.
—¿Puedes al menos conseguirme un barco? —Pregunto a
Walker. Habiendo dejado atrás el caos en los muelles,
estamos de vuelta en la tienda de agentes del FBI.
—¿Para llevarte a la Estatua de la Libertad? —Walker
asiente—. Sí, puedo arreglar eso.
—En este momento —respondo—. Quiero que sea ahora
mismo.
—Cinco dijo atardecer. Para eso aún falta una hora —
añade Sam en un tono severo. Sé que él ha estado haciendo
los mismos cálculos mentales que yo. Él sabe que no
lograremos llegar hasta el Santuario. No, a menos que
dejemos a Nueve a cualquiera que sea el destino que Cinco
tiene reservado para él, y ninguno de los dos está dispuesto a
tomar esa opción.
—No voy a esperar. No estamos en el momento de Cinco.
Es probable que esté sentado allí en este momento, planeando
una trampa o algo. Lo que sea qué haga. Nos vamos antes. Si
él no está allí, entonces estaremos esperando por ese
bastardo.
—Buena idea —dice Sam, asintiendo—. Hagámoslo.
—Haz que suceda —le digo a Walker, y doy un paso fuera
de su tienda.
Desde de aquí, en el Brooklyn Bridge Park, podemos ver
Liberty Island. La silueta verde de la famosa estatua es visible
en el cielo lleno de humo. No nos llevará mucho tiempo llegar
allí. Desde esta distancia, no puedo visualizar ningún detalle.
Si Cinco está allí o si está creando una especie de trampa para
nosotros, no lo puedo asegurar. Realmente no importa. Lo
que sea que encontremos, le vamos hacer frente.
Sam me sigue.
—¿Qué vamos a hacer? —Me pregunta—. Quiero decir,
con Cinco.
—Lo que sea que tengamos que hacer —le respondo.
Él se queda en silencio y cruza los brazos, también
mirando a través del agua hacia la estatua.
—Sabes, siempre quise ver la Estatua de la Libertad —es
todo lo que se le ocurre decir.
Dentro de la tienda, puedo oír a Walker dando un
montón de gritos en su walkie-talkie. Eventualmente, ella
logra reclutar una de las lanchas de la Guardia Costera para
nosotros. No tiene la artillería de uno de los barcos de la
marina, como divisé en el puerto, pero nos llevara a Liberty
Island con rapidez. Walker también hace un llamado a sus
agentes de confianza, y monta una tripulación de tres
hombres que reconozco de la brigada anti-ProMog que nos
ayudó a seguir al Secretario de Defensa. Supongo que ellos
son los que sobrevivieron a la batalla con Setrákus Ra en las
Naciones Unidas. Uno de ellos es aquel al que cure durante
esa primera pelea en el centro de la ciudad, él es la co-estrella
en el video que Sarah publicó en todo el Internet. Él parece
casi avergonzado cuando me estrecha la mano.
—Agente Murray —él se presenta—. Nunca tuve la
oportunidad de decir gracias. Por lo del otro día.
—No te preocupes —le digo, luego giro a la agente
Walker—. No necesitamos refuerzos. Solo el barco.
—Lo siento, John. No puedo dejar que ustedes dos vayan
solos. Son bienes del gobierno ahora.
Resoplo.
—Oh. ¿Lo somos?
—Lo son.
No voy a perder el tiempo discutiendo sobre esto. Ellos
pueden venir si quieren. Empiezo a avanzar por el muelle,
Sam va junto a mí, y Walker y sus agentes se despliegan
alrededor de nosotros como guardaespaldas. Como de
costumbre, obtengo una gran cantidad de miradas de los
soldados que están dando vueltas. Algunos de ellos parecen
querer ayudar, pero estoy seguro de que sus órdenes son no
involucrarse con nosotros. La Agente Walker y lo que queda
de su gran grupo de ex agentes ProMog son toda la ayuda que
están dispuestos a concedernos el gobierno en este punto. Al
menos han mejorado sus armas, los agentes cambiaron sus
pistolas estándar por algunos rifles de asalto pesados.
—¡Oye! ¡John Smith de Marte! ¡Espera!
Me volteo para ver a Daniela estrujar su largucho cuerpo
para abrirse paso a través de un grupo de soldados y trotar
hacia nosotros. Los agentes que nos rodean levantan
inmediatamente sus rifles y, al ver esto, Daniela patina para
parar a unos metros de distancia y pone sus manos en alto.
Ella ojea a los agentes del FBI con una sonrisa arrogante.
—Está bien, cálmense —le digo a Walker y a su grupo,
haciendo que dejen de presionar a Daniela—. Ella es uno de
nosotros.
Walker levanta una ceja.
—¿Te refieres a…?
—Una Garde humana —le digo, manteniendo mi voz
baja—. Una de las personas que Setrákus Ra quiere que estén
de su lado.
Walker se enfoca en Daniela.
—Genial —dice secamente.
Daniela simplemente amplifica la potencia de su sonrisa.
—¿Los chicos están yendo a una aventura o algo así?
¿Puedo ir?
Frunzo el ceño ante el hecho que se está tomando esto
muy a la liguera e intercambio una mirada con Sam.
—¿Encontraste a tu mamá? —Sam le pregunta, y la
sonrisa de Daniela se tambalea un poco.
—Ella no está aquí, y ella nunca se registró en la Cruz
Roja —Daniela responde encogiéndose de hombros como si
no fuera la gran cosa. A pesar de que trata de mantener un
tono ligero, su voz es débil y puedo decir que ella espera lo
peor—. Probablemente salió de la ciudad de otra manera.
Estoy segura de que está bien.
—Sí, definitivamente —Sam le responde con una sonrisa
forzada.
—Estamos en camino a confrontar al Garde traidor —le
digo sin rodeos. Walker me da una mirada, pero yo veo
ninguna razón para mentir. Todas las cartas en la mesa.
—Guau. Ustedes, quiero decir, ¿se traicionan?
Pienso en Cinco y cómo se puso en contra de nosotros y
pienso en Setrákus Ra y los incontables horribles actos que ha
cometido. Solía ser un Garde también, tal vez incluso algo aún
más que eso, si podemos creer en la carta de Crayton hacia
Ella. Entonces, miro a Daniela y la tomo en cuenta a ella y a
los otros seres humanos con nuevos Legados que aún no
hemos conocido. ¿Van a luchar por todos por el bien? ¿O será
que algunos de ellos se cambiaran de bando como Cinco y
Setrákus Ra?
—Somos personas, como cualquiera —le digo.
—Excepto que tienen poderes increíbles —añade Sam.
—Al igual que cualquier otra persona —continúo—
podemos ir por mal camino sin la debida orientación.
Daniela reacciona con una astuta sonrisa de nuevo. Es
casi exasperante, pero estoy empezando a darme cuenta de
que sólo es un mecanismo de defensa. Cada vez que ella se
siente incómoda, ella trata con todas sus fuerzas de volverlo a
su favor.
—Sí. Lo entiendo. ¿Tú vas a ser mi guía, John Smith?
¿Mi sensei?
—Nosotros los llamamos Cêpan, en realidad. Nuestros
formadores. Pero se han ido. Ahora, estamos prácticamente
cifrando las cosas por nosotros mismos.
La Agente Walker aclara la garganta. Creo que ella
quiere que me deshaga de Daniela, pero no voy a negar
cualquier tipo de ayuda. De ninguna manera.
—Puedes venir con nosotros —le digo—. Pero deberías
saber, el chico por el cual vamos es extremadamente
peligroso.
—Desquiciado —añade Sam.
—Él ya ha matado a uno de nosotros —continúo—. Y no
creo que vaya a dudar en hacerlo de nuevo. Cuando hayamos
terminado con él, aquí nuestra amiga, la Agente Walker, va a
llevarnos a un avión de alguna manera, y vamos a encontrar
una manera de matar al Mogadoriano a cargo antes de su
invasión vaya más lejos.
—¿Estás tratando de asustarme? —Daniela pregunta,
con las manos en las caderas.
—Sólo quiero que sepas en lo que te vas a meter —
respondo—. En el camino, puedo tratar de ayudarte con tu
telequinesis. Quizás averiguar que más puedes hacer. Pero tú
tienes que estar dispuesta a ello"
Daniela mira sobre su hombro. Me doy cuenta de que, en
este momento desea más que nada salir de aquí. Ella quiere
mantenerse ocupada y evitar enfrentarse a la real gran
posibilidad de que perdió a toda su familia durante el ataque a
Nueva York.
—Estoy dentro —dice ella—. Vamos a salvar el mundo y
todo lo demás.
Sam sonríe y no puedo evitar sonreír un poco también,
sobre todo cuando me doy cuenta que la Agente Walker está
rodando sus ojos hacia atrás. Con Daniela incorporada en
nuestro pequeño grupo de los agentes secretos, continuamos
hasta el muelle.
—Oye —Sam le dice a Daniela, manteniendo la voz
baja—. Para que lo sepas, los Mogs estaban tomando
prisioneros en Nueva York. No estaban, como, matando todo
lo que se movía.
—Sí, los vi haciendo esa mierda en mi barrio —Daniela
responde—. ¿Y qué?
—Así que, sólo porque ella no está aquí no significa que
tu mamá… ya sabes.
—Sí. Gracias. —Daniela dice con brusquedad, pero creo
que en realidad lo decía en serio.
El barco de guardacostas está listo y esperando por
nosotros, un capitán que fuma un cigarro tras otro y con un
uniforme arrugado está preparado para llevarnos a donde sea
que tengamos que ir. Dejo que Walker lo ponga al tanto y
unos minutos más tarde partimos, rebotando con fuerza sobre
las olas. Al otro lado del agua, puedo ver las luces
intermitentes de Nueva Jersey, helicópteros flotando dentro y
fuera de la vista. Parece que el ejército estableció un
perímetro allí también, realmente tratando de asegurarse de
que los Mogadorianos se mantengan encerrados en
Manhattan. Miro hacia la ciudad y encuentro un lugar
terriblemente en calma. Todavía hay Mogs allí, estoy seguro,
que patrullan las calles y tal vez estén creando una fortaleza.
Espero que la mayoría de los residentes se las arreglaran para
cruzar a través del puente y, si no, entonces espero que Sam
este en lo cierto sobre que los Mogs están manteniendo
prisioneros en vez de matar a todos. Eso significa que todavía
pueden salvarse.
Mientras que Liberty Island se hace más grande en
frente de nosotros, Daniela me da un codazo en las costillas.
—¿Nos reuniremos con este tipo en la Estatua de la
Libertad? —Pregunta.
—Sí.
—Hombre, eso es tan… de turistas.
Muy pronto, nos detenemos en los muelles de Liberty
Island. Una media docena de ferris flotan allí, vacíos, uno de
ellos con marcas de quemaduras a lo largo de su lado. Todo el
lugar está desierto. Nadie se pasa en medio de la invasión a
visitar la Estatua de la Libertad. Es casi tranquilo aquí. A
medida que saltamos fuera del barco, trato de obtener la
disposición de la tierra. Me obligo a pensar como Cinco,
preguntándome dónde sería el mejor lugar para hacer una
emboscada.
Tengo que inclinar la cabeza hacia arriba para ver la
estatua. Estamos llegando por el lado que sostiene el libro. La
antorcha dorada brilla con lo que queda de la luz del día. La
gran dama verde se sienta encima de un enorme pedestal de
granito que a su vez se asienta sobre una base de piedra aún
más grande que ocupa casi la mitad de la isla. A la derecha,
hay un pequeño parque que se ve en perfecto estado. Él no se
escondería en el parque. Así no es cómo Cinco opera.
El capitán del barco se queda atrás, pero el resto de
nosotros avanzamos a grandes zancadas por el muelle hacia la
estatua. Pienso acerca de la primera vez que conocí a Cinco,
como eligió un espeluznante monumento de un monstruo en
los bosques para revelarse. Supongo que él tiene algo en
especial con los monumentos. O tal vez esa estatua de un
monstruo de madera de mala muerte era una pista, un
sustituto para el monstruo escondido dentro Cinco. Si ese es
el caso, me pregunto lo que su elección de la Estatua de la
Libertad significa. Probablemente nada, yo creo,
recordándome a mí mismo que Cinco está completamente
chiflado.
A mi lado, Daniela se ríe.
—Saben, yo nunca he estado aquí. Y he vivido en esta
ciudad de mi vida entera.
—Sí, es como un día de campo —dice Sam—. Un día de
campo donde al final hay un tipo de acero sólido que intenta
apuñalarte hasta la muerte.
—Nadie será apuñalado hasta la muerte —le digo.
Al entrar en la plaza que se extiende alrededor de la base
de la estatua, mantengo mi mirada centrada en la parte
superior del pedestal. Ahí es donde he decidido que
probablemente Cinco se encuentre. Él puede volar, por lo que
sería fácil para él llegar a esa zona, y le permitiría mantener
vigilada nuestra llegada. Sin embargo no veo ningún
movimiento. Tal vez él no ha llegado todavía. O tal vez se
esconde dentro de la estatua. Estiro el cuello aún más,
tratando de ver en el interior de la corona de la estatua, pero
es imposible. Vamos a tener que ir adentro de la estatua para
asegurarnos de que no hay nadie.
—Mira —dice Sam, bajando la voz—. Por ahí.
Vuelvo la cabeza hacia la izquierda, hacia el césped
perfectamente esculpido que se extiende desde la fundación
de la estatua. Hay movimiento. Una forma brillante se levanta
lentamente desde la hierba y da un titubeante paso en nuestra
dirección. Estaba mirando en el lugar equivocado.
—Llegan temprano —dice Cinco—. Bien.
Decir que Cinco luce en mal estado sería un eufemismo.
Su ropa parece que ha pasado a través de una máquina
trituradora, toda manchada de sangre y cubierta de suciedad
y ceniza. Su piel es de un color acero plateado, haciéndome
pensar que él está listo para la pelear, a pesar de que parece
que apenas puede mantenerse en pie. Sus rasgos faciales
lucen inflamados y fuera de lugar a pesar de su recubrimiento
metálico, con la nariz torcida, y hay visibles abolladuras en el
costado de su cabeza rapada. Está encorvado, con un brazo
inutilizable colgando a su costado. En su otro brazo lleva el
brazalete con una hoja montada en ella. El día está
desvaneciendo el destello de su piel.
Inmediatamente, Walker y su equipo se abren en
abanico, flanqueando Cinco. Ellos tienen sus armas dirigidas
hacia él.
Daniela va en la dirección opuesta, dando un paso detrás
de mí.
—Uh, que debiste haber descrito este traidor algo mejor
—dice ella.
Cinco echa un vistazo a los agentes de Walker y se burla.
A pesar de que se ve fatigado, que tiene un montón de pistolas
apuntándole parece que esto reaviva su intenso
temperamento. Sus pupilas se amplían y se para recto.
—No me hagas reír con esta mierda —Cinco dice a
Walker, entonces se vuelve hacia el Agente Murray mientras
mira a su alrededor—. Soy a prueba de balas, perra. Vamos, te
reto.
Hay algo extraño en la voz de Cinco. Suena como
metálica y áspera, casi como si estuviera teniendo dificultades
para respirar.
Los agentes son lo suficientemente inteligentes para no
acercarse demasiado. Sin embargo, sé lo rápido que Cinco es.
Si quisiera llegar a uno de ellos, sería capaz recorrer la brecha
en un segundo o dos con su vuelo. Doy pasos adelante sobre la
hierba, con la esperanza de llamar su atención hacia mí antes
de que haga alguna locura. Sam se queda a mi derecha,
Daniela unos pasos detrás. Es entonces cuando noto una
forma abultada sobre la hierba junto a Cinco. Es una de esas
lonas de construcción azul de plástico envuelto alrededor de
lo que es, obviamente, un cuerpo, todo eso fuertemente unido
por gruesas cadenas industriales.
Eso debe ser Nueve.
—Regrésalo —le digo a Cinco, sin perder tiempo.
Cinco mira para abajo hacia el cuerpo y es como si casi
se hubiera olvidado de que estaba allí.
—Claro, John —Cinco responde.
Cinco se agacha y engancha sus manos en de las
cadenas. Levanta el cuerpo de Nueve y se queja. Está herido y
cansado, y puedo decir que este espectáculo le está costando
más de lo que esperaba. Con un rugido, Cinco lanza el cuerpo
a través de unos treinta metros que nos separan. Atrapo a
Nueve en el aire con mi telequinesis y lo bajo suavemente en
el suelo. Inmediatamente, arranco de las cadenas y desenrollo
la lona.
Nueve yace inconsciente en el césped frente mí. Su ropa
está en tan malas condiciones como la de Cinco y sus lesiones
son igualmente espantosas. Hay quemaduras hechas por un
arma en sus brazos y en el pecho, una de sus manos esta rota
como si algo la hubiera aplastado y tiene un corte profundo en
la cabeza. Es esto último lo que realmente me preocupa. La
sangre empapa la gran parte de la melena oscura de nueve, la
mayor parte y no abre los ojos cuando bofeteo suavemente su
mejilla.
Sam pone una mano en mi hombro.
—¿Él esta…?
—Oh, Él está bien —Cinco dice quejándose,
respondiendo a la pregunta de Sam por mí—. Aunque tuve
que pegarle muy fuerte para noquearlo. Probablemente
deberías encargarte de eso, doc.
Pongo mis manos en los lados de la cabeza de Nueve,
pero hago una pausa antes de empezar a curarlo. Voy a
necesitar toda mi concentración y eso significa que no voy a
ser capaz de vigilar a Cinco. Levanto la vista hacia él.
—¿Vas a hacer algo estúpido? —Le pregunto.
Cinco sostiene las manos en alto, con las palmas hacia
fuera, a pesar de que uno de sus brazos no puede ir tan arriba
como el otro.
Entonces, retrocede y se sienta.
—No te preocupes, John. No le voy a hacer daño a
alguno de tus pequeños amigos. —Sin embargo, escanea con
su único ojo a todo el equipo, midiéndolos uno a uno. Aunque
Cinco mantiene la mirada en Daniela—. No eres policía —
dice—. ¿Qué haces aquí?
—No me hables, bicho raro —responde ella.
—No lo presiones —Sam dice en voz baja.
Cinco resopla y sacude el cabeza, más entretenido que
otra cosa. Estruja un puñado de hierba en frente a él, lo
arranca y los hace volar de un suspiro.
—Continua con eso, John. No tengo todo el día.
Aún estoy alerta por si esto es una especie de trampa,
pero no puedo seguir sin curar a Nueve por más tiempo.
Coloco mis manos en los lados de su cabeza y dejo que mis
energías curativas lleguen hasta él. Primero, la herida en la
cabeza se cierra. Sin embargo es sólo la lesión superficial.
Intuitivamente, puedo sentir algo más profundo, heridas aún
más serias que afectan a Nueve. Su cráneo está fracturado y
tiene una inflamación en el cerebro. Concentro mi Legado allí,
aunque cuidando de no emplear más energía de lo que
necesito. El cerebro es una cosa delicada y no quiero arruinar
el cerebro de Nueve de más ya está. Él podría aún tener una
conmoción cerebral cuando termine con él, pero al menos el
daño más grave será contrarrestado.
Me toma un par de minutos de concentración sólo en
Nueve. Soy vagamente consciente de lo tenso del silencio a mí
alrededor. Cuando he terminado, retiro mis manos de su
cabeza. Las otras lesiones pueden esperar hasta que no
estemos en presencia de un completo lunático.
—¿Nueve? Nueve, despierta —le digo, sacudiéndolo.
Después de un momento, los ojos de Nueve pestañean.
Su cuerpo de tensa y sus ojos lanzan miradas salvajes a su
alrededor. Como si estuviera esperando a ser atacado de
nuevo. Cuando logra reconocerme a mí y a Sam, se calma y su
expresión parece como si estuviera soñando y estuviera fuera
de sí. Él agarra mi brazo.
—¡Johnny! Ya tenía a ese hijo de puta. Le lance una
derecha que lo atravesó —murmura.
—¿A quién tenías? —Pregunto, y no obtengo ninguna
respuesta. La cabeza de Nueve yace recostada otra vez. Puede
que haya curado sus heridas, pero no puedo hacer nada con la
fatiga de luchar por las últimas veinticuatro horas. Él esta
exhausto. Probablemente vamos a tener que cargarlo.
Miro hacia arriba para ver a Cinco todavía sentado en la
hierba, mirándonos. Al ver que Nueve esta fuera de peligro,
Cinco comienza a aplaudir en un tono sarcástico y lento.
—Bravo, John. El héroe de siempre —dice—. ¿Qué hay
de mí?
—¿Qué hay de ti? —le digo entre dientes.
—No, en realidad, también me gustaría una respuesta a
esa pregunta —dice Walker, con su arma todavía apuntando a
Cinco.
—Atacó a nuestros soldados y ayudó a los Mogadorianos.
Se trata básicamente de un criminal de guerra. ¿Solo deseas
dejarlo aquí?
—¿No tienen algún tipo de prisión espacial súper secreta
para los chicos malvados de metal? —Daniela me susurra.
—Al infierno con él —dice Sam. Él es el único que
entiende que tenemos cosas más importantes con las que
lidiar. Lanza una mueca de desdén a Cinco y se inclina sobre
Nueve, tratando de ayudarlo a levantarse—. Vamos, John.
Tenemos que salir de aquí.
Estoy a punto de ayudar a Sam cuando Cinco habla de
nuevo.
—¿Eso es todo? —Se pregunta, sonando casi resentido—.
¿Tan solo se van a ir?
Me enderezo y lo miro.
—¿Qué diablos es lo que quieres, Cinco? ¿Sabes cuánto
de nuestro tiempo ya hemos perdido con tu estúpida
teatralidad? —digo señalando hacia Manhattan, a los edificios
llenos de humo que siguen elevándose en el aire—. No es una
prioridad en este momento. Te has dado cuenta que estamos
en guerra ¿Cierto? No te habrás ido muy lejos para haberte
perdido el hecho de que tus amigos Mogs hayan matado a
miles de personas, o ¿sí?
Cinco mira hacia la ciudad, contemplando toda la
destrucción que yace allí. Su labio inferior sobresale.
—Ellos no son mis amigos —dice en voz baja.
—Claro, nada de esa mierda —le respondo—. Es una
pena que te hayas dado cuenta de eso ahora. Ellos te
utilizaron, Cinco, y ahora no te necesitan más. Y nosotros
tampoco. Tienes suerte de que no he venido a terminar lo que
empezó Nueve.

Mi temperamento arde en cuanto recuerdo toda la


mierda que Cinco ha hecho en el poco tiempo que lo conozco.
A pesar de mis palabras, doy un repentino paso hacia él. Sam
pone una mano en mi hombro.
—No lo hagas —dice—. Solo vámonos.
Asiento con la cabeza, sabiendo que Sam tiene razón. Sin
embargo, aún tengo un par de cosas más dentro de mí. Y
necesito sacarla de mi sistema.
—Supongo que ahora puedes estar solo —le digo a
Cinco—. Eso es lo que querías todo este tiempo. ¿No es cierto?
Así que, ve, corre de nuevo a unas de tus islas tropicales y
escóndete, o lo que esa que quieras hacer. Solo quédate fuera
de nuestro camino y dejar de hacernos perder el tiempo.
Cinco mira hacia abajo en el césped delante de él.
—Ustedes no tenían que venir —dice con amargura.
Eso realmente me hace reír. La locura de este tipo.
—Tú nos hiciste venir aquí. Dijiste que matarías a Nueve
si no lo hacíamos.
La frente de Cinco hace un tintineo metálico cuando el
mismo se golpea en ella, como si estuviera tratando de
recordar algo.
—Eso no fue lo que le dije a ese ejercito de perdedores
cuando me encontraron —dice—. Les dije que obtendrían una
nueva cicatriz.
—¿Por qué seguimos hablando de él? —Sam pregunta
desconcertado, alzando la voz un poco. Él se inclina hacia
abajo para llegar a Nueve, engancha el brazo de Nueve sobre
su hombro y gruñe mientras trata de levantarlo.
El único ojo de Cinco me sostiene la mirada. Está
concentrado en mí, ignorando por completo a todos los
demás. Sé que está tratando de conducirme a algo, solo no sé
a qué. Sam esta en lo correcto no deberíamos estar perdiendo
más tiempo aquí, pero no puedo evitarlo.
—¿Qué estás diciendo? —Le pregunto a regañadientes,
sabiendo que es exactamente lo él quiere. En respuesta, Cinco
se quita la camisa.
La simple acción parece tomarle mucho esfuerzo, como
si le fuera difícil a Cinco el levantar sus brazos. La camisa se
engancha en algo y Cinco tiene que tirar de ella sobre su
cabeza y grita. Me toma un momento el mirar hacia su pecho,
de color metal chapado al igual que el resto de su cuerpo, para
darme cuenta de que hay algo que está mal.
Cinco tiene un pedazo de acero que sobresale de su
esternón. Se parece a un poste roto y arrancado de una señal
de una calle. Se pone de perfil para que yo pueda ver el otro
extremo dentado asomándose por la espalda.
Cada extremo sobresale solamente algunos centímetros,
y ambos están torcidos y deformados como si Cinco hubiera
tenido que acortar el poste y arrancarlo con sus propias
manos. Pasa directamente a través de él y, al menos, tiene que
haber perforado uno de los pulmones y parte de la columna
vertebral de Cinco. El poste de acero podría estar incluso justo
contra su corazón.
—Yo ya estaba en mi forma de metal cuando él clavó esto
a través de mí. Sin embargo, eso no se lo impidió —Cinco
explica, tosiendo sus palabras un poco. Él mira a Nueve con
algo muy cercano a la admiración—. Mis instintos explotaron.
Usé mi Externa de una manera que no lo había hecho antes,
hice que el metal sea parte de mí. Puedo sentir el frío dentro
de mí, Cuatro. Es raro.
Cinco parece casi casual acerca de esto. Doy un paso
tentativo hacia él y él sonríe.
—Estoy cansado y no puedo sostener mi Externa por
siempre —dice Cinco—. Así que yo quería que fuera decisión
tuya. Tu eres el bueno, John. El razonable. Y siempre fuiste
justo frente a mí con el orden del hechizo, manteniéndome
con vida todos esos años, aún si tú me conocías o no.
Entonces, ¿qué es lo que vas a hacer?
Doy otro paso cauteloso hacia él.
—Cinco…
—¿Vivir o morir? —Cinco pregunta, y luego, sin previo
aviso, se convierte a sí mismo de nuevo en carne y hueso.
Cinco se ahoga tratando de respirar otra vez. Una burbuja de
sangre sobresale de su boca. Su piel, ya no está cubierta por la
capa de acero, se pone pálida rápidamente. El ojo que le
queda se abre considerablemente y, en ese momento justo
antes de que se vuelva a cerrar, puedo ver su miedo. Quizás
Cinco pensó que quería esto. Pero ahora, enfrentado cara a
cara a la muerte, tiene miedo. Cinco colapsa hacia atrás en la
hierba, dando respiraciones forzosas que suenan dolorosas.
Diez segundos. Atravesado por el poste de una señal, ese es el
tiempo supongo que Cinco ha dejado de vivir. Él nos
traicionó. Les dijo a los Mogs donde podían encontrarnos e
hizo que volaran el escondiste de Nueve. Por causa de Cinco,
Setrákus Ra fue capaz de secuestrar a Ella, y el papá de Sam
casi fue asesinado. Asesinó a Ocho, con esa hoja afilada en
forma de aguja que incluso corta la tierra en pedazos con cada
espasmo de Cinco. Cinco ejecutó a uno de su propio pueblo.
Se merece esto. Pero no soy como él. No puedo verlo morir.
—Maldito seas, Cinco —digo entre dientes mientras
corro hacia adelante y me deslizo en la hierba junto a él.
Aprieto mis dos manos en su pecho y uso mi Legado de
curación, poniendo la energía suficiente en él para detener
algo de la hemorragia interna, comprando tiempo para hacer
la curación más grande. Cinco vuelve un poco en sí, su único
ojo se encuentra con el mío y creo captar en la comisura de su
boca una mueca que se vuelve en una sonrisa de complicidad.
Entonces, se desmaya por el dolor y el shock.
Necesito retirar este poste de metal fuera de él.
Obviamente, no he leído un montón de libros de medicina,
pero estoy bastante seguro que al retirarlo dañará aún más las
entrañas de Cinco. Por lo tanto, debería sanarlo mientras que
el metal es retirado, y así, con suerte, minimizaré el daño.
Lucho con el cuerpo inerte de Cinco hasta sentarlo,
apoyándolo contra mí. Entonces, llamo a Sam.
—Necesito que utilices tu telequinesis para retirar el
metal —le digo a Sam rápidamente—. De esa manera poder
concentrarme en la curación.
—Yo… —Sam duda. Se queda mirando alrededor de la
herida mortal de Cinco y traga saliva—. No lo creo, John.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, no creo que debas salvarlo —responde
Sam, ahora con voz más firme. Él mira por encima del
hombro al cuerpo inconsciente de Nueve—. Nueve, eh… Creo
que Nueve estaba en lo correcto con la forma en que ha
manejado esto.
Mi mano está en la nuca de Cinco. Puedo sentir su pulso
cada vez más lento. Lo he estabilizado, pero no durará mucho
tiempo. Se está desvaneciendo. No estoy seguro de que esto
vaya a funcionar si trato de usar telequinesis y al mismo
tiempo la curación.
—Está muriendo, Sam.
—Lo sé.
—Esto ha ido demasiado lejos —le digo—. No nos
estamos matando entre nosotros, ya no más. Ayúdame a
salvarlo, Sam.
—No —responde Sam, sacudiendo la cabeza—. Él es
demasiado… mira, no voy a detenerte. Sé que no podría, ni
siquiera aunque lo intentara. Pero no te voy ayudar. No lo
ayudaré.
—Diablos, yo lo haré —dice Daniela, apartando a Sam y
arrodillándose en el suelo junto a mí.
Me quedo mirando a Sam por un segundo más. Entiendo
por qué se niega a ayudarlo, en serio. Estoy seguro de que
Nueve tampoco estaría dispuesto a ayudar si estuviera
consciente. Aun así, estoy decepcionado.
Dirijo mi atención a Daniela. Está mirando la herida de
Cinco como si fuera la cosa más loca que jamás haya visto.
Ella extiende su mano hacia donde desaparece el metal en el
pecho, pero no se atreve a tocarlo.
—¿Por qué? —le pregunto—. No conoces a Cinco o lo que
ha hecho. ¿Por qué deberías…?
Daniela me interrumpe encogiendo los hombros.
—Porque tú me lo pediste. Ahora ¿Vamos a hacerlo o no?
—Hagámoslo —le digo, poniendo mis manos a ambos
lados de la herida de Cinco—. Empuja suavemente. Voy a
sanarlo a medida que avancemos.
Daniela mira de reojo la pieza de metal, con las manos
flotando a unos centímetros del pecho de Cinco. Me pregunto
si ella tiene el control de este. Si ejerce demasiada fuerza con
su telequinesis podría terminar disparando el poste de acero
fuera de Cinco y no estoy seguro de ser capaz de curar sus
entrañas desgarradas lo suficientemente rápido. Tenemos que
ir lento y constante, o corremos el riesgo de que Cinco
termine desangrado.
Poco a poco, Daniela comienza a empujar el metal. La
respiración de Cinco se acelera cuando lo hace y comienza a
retorcerse, aunque sus ojos permanecen cerrados. Ella se
mantiene enfocada y tiene un mejor control de lo que
esperaba. Presiono mis manos en el pecho de Cinco, una a
cada lado de la herida, y dejo que mi energía curativa fluya a
través de él.
—Asco, asco, asco —Daniela murmura.
Sigo enviando energía a Cinco, percibiendo como sus
heridas están sanando pero también sintiendo como mi
Legado es frustrado por el metal todavía en su cuerpo. Eso es
hasta que oigo un golpe seco y mojado en la hierba y me doy
cuenta de Daniela ha expulsado con éxito el poste del interior
de Cinco. Cuando esto sucede, lo llevo al siguiente nivel,
sanando sus pulmones y su columna vertebral.
Cuando he terminado, Cinco respira con facilidad.
Todavía está inconsciente y, por primera vez desde que
recuerdo, parece estar en paz. Gracias a mí, él va a vivir.
Ahora que el momento ha pasado, no estoy seguro de cómo
me sentirme al respecto.
—Maldita sea, hombre —dice Daniela—. Deberíamos ser
cirujanos o algo así.
—Espero que no nos arrepintamos de esto —Sam dice en
voz baja.
—No lo haremos —le digo, mirando a Sam—. Yo hice
esto. Es mi responsabilidad ahora.
Con esto en mente, y considerando que todavía está
inconsciente, rápidamente me deshago de la hoja afilada que
está en el antebrazo de Cinco y la lanzo a la hierba a los pies
de Sam. Sam lo recoge, examina cuidadosamente el
mecanismo y luego pulsa el botón para retraer la cuchilla. Se
mete el arma en la parte trasera de sus pantalones.
Me recuerdo a mí mismo que, incluso sin su espada
Cinco no está completamente desarmado. Le abro ambas
manos, en busca de la pelota de goma y la esfera de metal que
lleva consigo para activar su Externa. Él no las está
sosteniendo, así que empiezo a revisarlo. Cuando no aparecen
en sus bolsillos, sé que sólo hay un lugar en el que pueden
estar.
Inclinándome, saco la gasa amarillenta que cubre el ojo
arruinado de Cinco. Atascados en la cuenca vacía están la
esfera de metal y su compañera de goma. No debe ser cómodo
tener estas dos cosas dentro de la cabeza. Esta es la vida que
he salvado, un tipo que ve la pérdida de un ojo como una
oportunidad de almacenamiento eficiente. Utilizo mi
telequinesis para sacar las dos esferas del ojo de Cinco y
tirarlas en el pasto. Gime, pero no se levanta.
—Eso es desagradable —dice Daniela.
—Ni que lo digas —le respondo. Miro a la Agente Walker.
Ella ha estado viendo toda esta escena en silencio. Sé que
probablemente está del lado de Sam y piensa que debería
haber dejado morir a Cinco. Así es como sé que hice lo
correcto.
—Tráeme con lo que pueda atarlo —le digo a Walker.
Habiendo visto que saque los tesoros escondidos de la
cavidad del ojo de Cinco, le toma un momento a Walker para
atender mi petición. Ella busca detrás de sí, desata sus
esposas y me las lanza. Las tomo y se las devuelvo
inmediatamente.
—Sabes que es una idea terrible, ¿verdad? Él se convierte
en todo lo que toca, Walker. Ve a conseguirme una cuerda o
algo parecido.
—Soy un agente del FBI, John. Yo no llevo una cuerda
conmigo.
—Revisa el barco —digo, sacudiendo la cabeza.
Molesta de que le esté dando órdenes en frente de los
otros agentes, Walker envía al Agente Murray para comprobar
si hay alguna cuerda en el barco de la guardia costera.
—Eres demasiado blando, Johnny.
Me doy la vuelta para ver que Nueve ha recuperado la
conciencia. Está sentado con los antebrazos recostados contra
sus rodillas, con la cabeza un poco encorvada como si aún le
molestara. Mira de mí a Cinco y vuelve, moviendo la cabeza.
—¿Sabes lo difícil que fue para mí incrustar ese poste a
través de él? —Nueve suspira.
Me acerco y me agacho delante de él.
—¿Estás loco?
Nueve encoge sus hombros fornidos, pareciendo
extrañamente concentrado.
—Como sea, amigo. Luego lo mataré de nuevo.
—Realmente desearía que no lo hicieras.
Nueve rueda los ojos.
—Sí, sí. Está bien, hombre. Ya entendí que estás en
contra de la pena de muerte y toda esa mierda. ¿Al menos te
suplicó para que salvaras su vida? Me hubiera gustado haber
visto eso.
—No suplico —le digo a Nueve—. De hecho, creo que
quería morir.
—Enfermo —Nueve responde.
—Yo no quería darle lo que estaba buscando.
—Uh. Sé que normalmente perdemos cuando los malos
se salen con la suya, John. Pero, hombre, creo que está era
una situación de ganar-ganar.
—Estoy en desacuerdo.
Nueve rueda los ojos, luego ve hacia Cinco.
—Nunca podremos confiar en él. Eso lo sabes, ¿cierto?
—Lo sé.
—Y si eso pasa, no voy a dudar en volver a hacerlo. No
serás capaz de detenerme.
—Todavía debes tener una conmoción —le digo con una
sonrisa, eludiendo sus fanfarronadas. Señalo a su pecho y
brazos, todavía cubierto de rasguños y quemaduras de armas,
y su mano rota—. ¿Quieres que termine de curar todo eso?
Nueve asiente.
—A menos que ahora solo ayudes a asesinos —responde.
Mientras curo a Nueve, Daniela se acerca y se presenta.
Ella consigue la habitual sonrisa del gran idiota. Lo ponemos
al día sobre todo lo que pasó mientras estaba peleando a
través de la ciudad con Cinco. Cuando he terminado, Nueve
vuelve a mirar hacia el agua y la ciudad en llamas.
—Deberíamos haberlo hecho mejor —dice en voz baja,
moviendo los brazos y las piernas, estirando sus músculos—.
Debería de haber llegado a él cuando tuvimos la oportunidad.
—Lo sé —le respondo—. Es todo en lo que he estado
pensando.
—Vamos a tener más oportunidades —Nueve dice,
entonces aplaude y se voltea hacia la agente Walker—. Así que
¿Nos va llevar a México o qué, Señora?
Walker levanta una ceja hacia Nueve. Justo en ese
momento, el agente Murray regresa, corriendo con los brazos
llenos de cuerdas gruesas que debe haber sacado de la
embarcación. Me las entrega y procedo a atar al aún
inconsciente Cinco. Ato sus muñecas y tobillos tan
firmemente como sea posible. Las partes rotas de sus
pantalones se levantan cuando tiro para cerrar los nudos y
echo un vistazo a sus cicatrices. Tan similares a las mías,
identificándonos como parte de la misma raza casi extinta.
¿Cómo fue que Cinco llegó a este punto? ¿Y qué pasara
después?
—¿Qué vamos a hacer con él? —Pregunta Sam, leyendo
mi mente.
—Aprisionarlo —respondo, dándome cuenta de que eso
es lo que quiero en cuanto lo digo—. El hecho de que le
salvara la vida no quiere decir que no habrá justicia.
Necesitamos una habitación acolchada para él, una en la que
no pueda tocar nada remotamente duro.
—Eso se puede arreglar —dice Walker.
Hace la oferta tan rápidamente que me hace
preguntarme si ella y el gobierno ya tienen lugares diseñados
así para nosotros, prisiones capaces de contenernos a pesar de
nuestros Legados. Tal vez eso era algo en lo que ProMog
estaba trabajando.
—Arréglalo después de que encuentres la manera de
llevarnos a México —le digo—. No vamos a esperar más
tiempo, Walker.
—¿Qué significa eso? —Pregunta Walker.
—Significa que si el presidente o los generales o quién
demonios está a cargo de allí no nos mete en un avión en los
próximos diez minutos, sólo vamos a tomarlo.
Walker resopla.
—Ustedes no pueden volar un avión.
—Puedes apostar que alguien se ofrecerá de voluntario
cuando empiece a romper caras —dice Nueve, dando un paso
adelante para respaldar mi posición.
El agente Murray desengancha su walkie-talkie de su
cinturón y se lo ofrece a Walker.
—Sólo haz la llamada, Karen —suspira.
Walker le da a Murray una mirada gélida y toma su
propio teléfono satelital y camina unos pasos lejos de
nosotros. A pesar de nuestra historia, estoy bastante
convencido de que Walker realmente quiere ayudarnos. Es el
resto del gobierno quien no está convencido de que somos
una buena apuesta para ganar esta guerra. Ella está haciendo
todo lo que puede en base a eso. Sin embargo, nuestra
oportunidad para ser de alguna ayuda a Seis, Sarah y los
demás se está haciendo cada vez más pequeña. No puedo
soportar mucho más la esperanza que tenemos en que esta
gente nos va apoyar en nuestra batalla. Vamos a salvarlos,
quieran o no. Eso es todo.
—Chicos realmente ustedes no va a atacar al ejército
ahora, ¿verdad? —Daniela pregunta, manteniendo su voz baja
para que los agentes no escuchen.
—Mierda, apenas puedo mantenerme en pie —Nueve
responde en voz baja.
—Necesitamos llegar allí —Sam dice, y sé que está
pensando en Seis tanto como yo estoy pensando en Sarah—.
Si ella no puede ayudarnos, ¿qué vamos a hacer?
Nueve me mira.
—Igual lo haríamos, ¿no es así?
—Sí —le digo—. Si no nos ayudan, haremos que nos
ayuden.
Daniela silba entre dientes.
—Que intenso, hombre.
Miro a Walker. Ella está manteniendo su voz tranquila,
pero está haciendo una gran cantidad de gestos de énfasis con
sus manos.
—Ella sabe lo que está en juego. Walker lo hará. —Les
digo. Tengo mi propio teléfono satelital. Debería reportarme
con Sarah y Seis, ver dónde están y asegurarme de que no van
tratar de ir tras Setrákus Ra por sí mismas.
Antes de que pueda apretar el botón para marcar, se
escucha un sonido extraño y fuerte desde el agua. Todos
giramos en esa dirección, justo a tiempo para ver como un
cilindro metálico grande vuela fuera del río. Se eleva en el
aire, chorros de agua caen de él a medida que gira hacia los
muelles cercanos.
La cosa es lo suficientemente grande, tan grande que
cuando aterriza, se escucha como se arruga el metal. Los
bloques van explotando hacia el exterior por el impacto. Veo
al capitán de nuestro barco conduciendo la nave en el agua
para evitar los escombros que vuelan.
Es el submarino que vimos en el puerto anterior.
—¿Qué… cómo es posible? —Sam exclama.
Algo tiró al submarino fuera del agua.
Corremos hacia los muelles para comprobar si hay
sobrevivientes, aunque no se ve bien. La mitad trasera de la
nave se desplomó como una lata de aluminio triturado y hay
zanjas dentadas en el revestimiento lateral del submarino.
Podemos ver a través de las paredes a medida que nos
acercamos. Cables sueltos de los sistemas eléctricos fritos
escupen chispas.
—Cuidado —le digo—. No te acerques demasiado.
—¿Quién demonios podría haber hecho esto? —Nueve
pregunta, con las manos apoyadas en las rodillas mientras
recupera el aliento.
En respuesta, el capitán de nuestro barco grita. Un
minuto está flotando en el agua, esperando que digamos que
todo está bien, y al siguiente hay una sombra oscura que crece
debajo de él. Es absorbido y tragado completamente bajo las
olas con un grito agudo, por la bestia que sube lentamente de
las profundidades del Río Hudson.
Todos damos un paso atrás, luego otro. Dos de los
agentes corren en dirección opuesta, horrorizados por el
tamaño de la criatura ante nosotros. El agua fluye fuera de la
piel rugosa del monstruo, es traslúcida hasta el punto que
puedo ver el bombeo de la sangre negra a través de sus venas.
Es sin pelo, sin cuello y encorvado. Colmillos torcidos
sobresalen de su mandíbula inferior y hacen imposible que la
cosa pueda cerrar completamente la boca, de la cual, derrama
un flujo constante de baba amarillenta.
Las branquias, que son del tamaño de las hélices de un
helicóptero, se mueven cuando el monstruo toma su primera
bocanada de aire. Está en cuatro patas, las patas traseras se
inclinan, sus patas delanteras más como brazos gruesos de
gorila, y es casi tan alto como la Estatua de la Libertad.
La actitud de chica dura de Daniela cae bastante rápido.
Ella grita y Nueve tiene que poner la mano sobre su boca. No
la culpo. El monstruo es terrible, he luchado antes con un
montón de creaciones retorcidas los Mogadorianos.
—Mierda —Sam susurra—. Es un maldito Tarrasque.
Mi cabeza gira en torno a Sam con incredulidad.
—¿Has visto uno de estos antes?
—No, yo... yo —tartamudea—. Es una cosa de D&D3.
—Nerd —Nueve murmura mientras se retracta
lentamente.
Daniela aleja la mano de Nueve, y consigue acercarse a
mí.
—¡No estarás diciendo que tienen, un maldito
Mogasaurio4! ¿Verdad?
Esto debe haber sido lo Setrákus Ra dejó caer en el agua
cuando el Anubis se fue esta mañana.
Un último regalo para la ciudad diezmada de Nueva
York. Un recordatorio de cuál es la presencia militar que está
realmente a cargo. Dejo que mi Lumen fluya sobre mis
manos. Voy a tener que generar una gran cantidad de fuego si
quiero hacer una marca en esta bestia.
—¡Sé que puedes ver esta cosa! —Walker grita en su
teléfono satelital, probablemente reventando el tímpano de la
otra persona con quien estaba teniendo una conversación en
voz baja hace unos momentos—. ¡El apoyo aéreo! ¡Tráeme
algunos malditos aviones!
El Mogasaurio inclina su cara plana hacia el cielo. Las
membranas viscosas que creo son sus fosas nasales,
comienzan a temblar. Entonces abre sus ojos, cada uno de
color blanco lechoso, dispuestos en forma de diamante en la
frente ancha de la bestia. Es difícil distinguir a esta distancia,
pero podría jurar que veo una luz de color azul cobalto en
cada uno de esos ojos. Desde el centro de cada ojo, donde la
pupila debería estar, definitivamente puedo ver una onda de
energía azulada disparando dentro de la criatura.

3Dungeons and Dragons: Calabozos y Dragones.


4Dinosaurio Mogadoriano.
El color, la energía… me recuerda a nuestros colgantes.
¿Podría ser el resultado de lo que estaba haciendo Setrákus
Ra cuando lo vislumbré a bordo del Anubis? ¿Pero qué
significa eso? Además de ser tan grande como un edificio,
¿Qué puede hacer este monstruo que los otros, a lo que he
enfrentado, no pueden? ¿Los colgantes robados lo alimentan
de alguna manera? ¿O están haciendo algo completamente
distinto?
Aún de pie junto a la orilla, el Mogasaurio balancea su
cabeza y mira directamente a nosotros.
—¡Mierda! —dice Nueve, dando un paso atrás—. ¿Viene
hacia acá?
—¡Ahora! —Walker grita en el teléfono, reiterando—.
"¡Es un maldito gigante!
—Creo que nos puede sentir —le digo—. Cr…creo
Setrákus Ra dejó esto aquí para cazarnos.
—Muy bien —dice Daniela—. Me tengo que ir.
En respuesta, el Mogasaurio deja escapar un rugido
ensordecedor en nuestra dirección, rociando la niebla del río y
su aliento podrido sobre nosotros. Entonces, levanta uno de
sus brazos delanteros de la suciedad del río y lo estrella en el
muelle. Las vigas de madera explotan en astillas y el concreto
colapsa, empuja dos de los transbordadores bajo el agua como
si fueran juguetes. Está viniendo hacia nosotros.
Lanzo una bola de fuego al Mogasaurio. Rápidamente,
me doy cuenta de que es demasiado pequeña para hacer algún
daño. La bola de fuego chisporrotea y deja una marca de
quemadura en la piel del monstruo, pero ni siquiera se dio
cuenta.
—¡Corran! —Grito—. ¡Utilicen la estatua como escudo!
Nueve, Daniela, Walker y Murray, todos corren a través
de la hierba hacia la estatua. Pero Sam permanece arraigado
en su lugar, el Mogasaurio da un paso más en auge hacia
nosotros.
—¡Sam! ¡Vamos! —Grito, agarrándolo por el brazo.
—¿John? ¿Sientes eso?
Me quedo mirando a Sam. Sus ojos han cambiado,
emiten energía. Se ven casi como dos televisores fuera de
sintonía, con excepción de la luz que los ojos de Sam emiten,
es de un azul brillante.
—¿Sam? ¿Qué dem…?
Antes de que pueda terminar mi pregunta, Sam se
convulsiona una vez y se derrumba. Me las arreglo para
atraparlo y tratar de arrastrarlo hacia atrás. Daniela y Nueve
ven lo que sucede y se detienen en carrera.
—Johnny, ¿qué le pasa? —grita Nueve.
—¡Tómalo y corre! —añade Daniela.
BUM. Otra explosión detrás de nosotros. El Mogasaurio
ha conseguido sacar todos sus miembros fuera del agua,
prácticamente aplastando todo el muelle debajo de él. El
submarino se pega como una espina en la palma de su mano,
ahora la bestia está temporalmente distraída sacudiendo su
mano tratando de sacarlo. No sé qué le pasa a Sam, pero no
creo que la cosa gigante detrás de nosotros sea la causa. Su
aflicción es algo completamente distinto.
—¡Se desmayó! —Le grito a Nueve—. Él…
Soy interrumpido ya que, Daniela y Nueve empiezan a
convulsionarse, sus ojos están llenos de la misma luz azul.
Ellos se desploman al suelo al mismo tiempo,
colapsando uno sobre el otro.
—¡No!
Y luego me pasa a mí.
Un tentáculo de viva luz azul se eleva desde el suelo
delante de mí. Por alguna razón, no tengo miedo. Es casi
como si conociera esta rara formación de energía. Puedo
sentir que corre profundo debajo de la tierra, y también me
puedo sentir que, si la Agente Walker o el Mogasaurio o
alguien sin Legados mirara donde estoy ahora mismo, no
verían más que espacio vacío. Esto es sólo para mí. Es mi
conexión. Mi conexión a Lorien.
Más rápido que el ojo puede seguir, el dedo la luz se une
a mi frente. Ahora mismo, estoy seguro de que mis ojos están
derramando energía eléctrica al igual que los otros lo hicieron
antes de que se desmayaran. Puedo sentir que sucede. Estoy
dejando mi cuerpo. Reconozco esta sensación. Es
exactamente como cuando Ella me llevó a su visión.
—¿Ella? —Le digo, aunque estoy bastante seguro de que
esta palabra en realidad no sale de mi boca. Estoy bastante
seguro de que mi cuerpo está actualmente boca abajo en los
muelles, no tan lejos del monstruo más grande que he visto en
mi vida.
—Hola, John —Ella responde dentro de mi cabeza.
Cuando lo hace, puedo oírla decir otras palabras, como si
estuviera teniendo cientos de conversaciones a la vez.
No creo que sea posible. Ella se supone que está a miles
de kilómetros de distancia con Setrákus Ra o, con suerte, en el
proceso de ser rescatada por Seis. Ella no es tan poderosa. Sus
poderes no funcionan así. No pienso en nada de eso. Estoy
más centrado en mi cuerpo físico, por no hablar de los de
Nueve, Sam y Daniela. No importa lo que Ella nos está
haciendo, no podría haber elegido un peor momento.
—¿Qué diablos está pasando? ¡Vas a hacer que nos
maten!
Pasan los segundos, espero oír el crujido de mis huesos
cuando el Mogasaurio pase sobre mí. No viene. En cambio,
figuras borrosas comienzan a formarse en frente de mis ojos,
formas indistintas, como un proyector de películas que está
fuera de foco.
—No te preocupes —dice Ella, de nuevo hay eco de otras
voces—. Esto sólo tomará un segundo.
¿Cuánto tiempo he estado noqueada? No deben haber pasado
más que unos minutos antes de ser despertada por unos
pinchazos helados en un lado de mi cara. Es Marina,
descargando su Legado curativo en mí. Mi cabeza se encuentra
en su regazo. Tengo una rara sensación como si alguien jalara
algo en mis adentros mientras la piel vuelve a crecer en la línea
de mi cabello, la cortada que obtuve por los ladrillos se sana
rápidamente.
Marina tiene su mano no-curandera aplastada contra mi
boca. Supongo que en el caso de que me hubiera levantado
gritando. Dirijo mi mirada hacia ella para indicarle que estoy
bien y ella aparta su mano. Su cara está cubierta por un polvo
café de la explosión del templo. Hay lágrimas rodando por la
cara de Marina.
—Él lo destruyó, Seis —murmura entrecortadamente—.
Él destruyó todo. —Me siento y evalúo nuestra situación.
Aún estamos en el borde de la jungla, escondidos detrás
del árbol caído y ahora un montón de trozos desprendidos de la
piedra caliza. Hay huecos en el dosel por encima de nuestras
cabezas en donde cayeron varios trozos del Santuario.
Afortunadamente, nadie más parece lastimado, o si no Marina
ya se hizo cargo de ellos.
Marina se queda junto a mí mientras me arrastro hacia
adelante para alcanzar a los otros. Mark y Adam se encuentran
acostados sobre sus estómagos, uno junto al otro, justo a la
derecha del tronco caído. Tienen sus armas afuera y están
usando un bloque de piedra para cubrirse. Noto manchas de
sangre en la camisa de Mark y recuerdo que a él lo había
perforado un pedazo de metal en el pecho justo antes de que me
noquearan.
Toco su hombro.
—¿Estás bien?
Él lanza una mirada de agradecimiento en dirección a
Marina.
—Estoy bien. Pero realmente no quiero que se me haga un
hábito. ¿Tu?
—Igual.
Sarah está apoyada en el tronco caído. Husmeando detrás
de este. Phiri Dun-Ra esta junto a ella. Ella no fue aplastada por
ninguno de los escombros que aterrizó en nuestra zona, lo cual
parece injusto. La Mogadoriana sigue inconsciente o, más
probable, haciéndose la muerta. Me aseguro de checar sus
ataduras rápidamente antes de deslizarme junto a Sarah. Ella
me mira con los ojos y labios apretados. Me recuerda mucho a la
cara valiente de John. Él está herido, sin su camisa pero quiere
seguir peleando.
—¿Qué vamos a hacer, Seis? —Sarah pregunta.
—Mantenernos dentro de la longitud de un brazo por si
tenemos que volvernos invisibles. —Digo, no solo a Sarah, sino
a todos—. Aún tenemos un plan.
Mark resopla a esto y sus manos tiemblan un poco en el
agarre de su cañón. Él tiene el detonador de nuestros explosivos
en la tierra junto a él.
—No hay un Santuario que proteger —dice Marina
tristemente.
—Aún podemos tomar el Anubis —respondo—. Y aún está
Ella.
—Hombre, no puedo ver una mierda desde aquí atrás. —
Añade Mark.
Me vuelvo invisible, de esta manera puedo sacar mi cabeza
de detrás del tronco, sin correr el riesgo de ser vistos. Consigo
una vista mucho mejor del paisaje de lo que Adam y Mark
pueden ver desde sus puestos. El polvo del ataque del Anubis
aún se está asentando en el claro, entre eso y la puesta del sol,
por toda la zona se cuela una arenosa niebla dorada. Tres largas
columnas de humo negro se alzan por el aire, son las bombas de
los Skimmers que explotaron cuando el Anubis descargó su
furia. De todas maneras, incluso cuando algunos están de
cabeza y en áreas muy lejanas, aun veo un montón de Skimmers
que planeamos volar.
Así que aún podemos ser capaces de lograr salvar alguna
de nuestras trampas para combatir con los Mogadorianos. Pero
el hoyo el cual nos costó mucho esfuerzo cavar se ha ido. O, más
acertadamente, se ha vuelto mucho más grande.
La tierra en la cual el Santuario había estado por siglos, es
ahora un cráter humeante. Tiene más o menos dieciocho metros
de profundidad con trozos obstinados de ladrillo del templo
todavía asentados en el piso y pequeños incendios del cañón del
Anubis, ahora apagándose en la tierra. Ese campo de fuerza
estaba puesto exactamente en el lugar adecuado para que algo
como esto no sucediera. Llegamos al Santuario y este es el
resultado.
Destrucción total.
A menos que…
Aun invisible, escalo por el tronco para así poder tener un
buen ángulo del cráter. Sarah se encoge ante el sonido que hago
y apunta su cañón en mi dirección.
—Relájate, soy solo yo —susurro rápidamente—. Estoy
tratando de mirar algo.
—¿Qué ves? —Marina pregunta.
Veo un destello celeste que emana del centro del cráter.
Veo el borde de piedra del pozo donde dejamos nuestras
herencias, el lugar en el que surgió la entidad.
Salto del tronco del árbol y me vuelvo visible otra vez.
Quiero que Marina vea la esperanza en mi cara porque es muy
real.
—El pozo sigue ahí. —Le digo—. Él no lo voló, o tal vez
no pudo. La entidad está bien.
—¿En serio? —Marina responde, pasando sus manos por
su rostro.
—En serio —digo—. Aún tenemos a un dios
extraterrestre al cual proteger.
—Debería protegernos a nosotros —murmura Mark.
—¿Qué pasa si él no estaba tratando de volarlo? —Sarah
se pregunta—. ¿Qué pasa si todo el punto es, llegar a eso? ¿Qué
pasa si él tenía que retirar el templo?
—Mierda —respondo, porque esa teoría tiene mucho
sentido.
—Ellos están bajando —susurra Adam en señal de
advertencia.
El Anubis se acerca lentamente al suelo. Incluso con el
templo destruido, la nave masiva es demasiado grande para
aterrizar en el claro. La nave flota para que esté centrada justo
encima del cráter. Los engranajes rechinan mientras dos
pasarelas metálicas se extienden desde los lados del Anubis, un
par de puertas se deslizan para la salida de las tropas. Desde ahí,
filas de Mogadorianos comienzan a salir de la nave. Parecen ser
los usuales guerreros nacidos en tanque, todos ellos vestidos
con armadura negra y portando cañones. Los Mogs salen de la
nave con eficiencia y velocidad y comienzan a asegurar el área.
Nos superan en número, al menos diez contra uno y no pasará
mucho tiempo hasta que descubran nuestra posición o hasta
que encuentran las bombas que hemos puesto en los Skimmers.
—¡Debemos atacar ahora! —Susurro decididamente a los
otros. Me acerco y jalo a Adam acercándolo—. Nos volveremos
invisibles y los flanqueamos. Ustedes chicos detonen las
bombas y distráiganlos. Marina, ¿algunas de las armas que
pusimos siguen en posición?
Marina frunce sus ojos concentrándose, luego asiente una
vez.
—Varias. Haré que funcionen.
Mark pone a un lado su cañón y levanta un detonador,
armando nuestros explosivos. Tres cuartos de las luces no se
encienden para nada, indicando que perdimos esas bombas en
el ataque del Anubis.
—Listo —dice Mark.
—Recuerden, si sale mal, apresúrense a la nave de Lexa. —
Les recuerdo.
Adam husmea detrás del tronco, chasqueando sus dedos
en nuestra dirección.
—Ahí—dice sombríamente—. Ambos están ahí.
Setrákus Ra sale y se posa en el tope de la rampa. Él es tan
intimidante como lo recuerdo, casi dos metros y medio de
altura, pálido, esa gruesa cicatriz en su cuello es visible desde la
distancia. Está vestido en algún tipo de armadura Mogadoriana,
hecha en obsidiana al igual que sus secuaces, excepto que en sus
hombros hay espinos sobresalientes que se juntan con una capa
de piel que cae hasta el suelo. Parece conocer muy bien su papel
de guerrero intergaláctico y lo saborea.
El lleva de la mano a Ella, sus pequeños y delicados dedos
junto a los de él que están cubiertos por armadura. Marina jadea
cuando la ve. No estoy segura si hubiera reconocido a Ella si ella
no hubiese estado gritando en mi cabeza justo unos minutos
antes. Se ve más pequeña, más delgada y pálida, como si la vida
hubiese sido absorbida fuera de ella. No, eso no es tan cierto.
Ella no luce necesariamente enferma. Me doy cuenta.
Ella luce Mogadoriana.
Los ojos de Ella están vacíos y su cabeza cuelga de manera
que su quijada se encuentra presionada contra su pecho. Ella
parece no darse cuenta de en donde se encuentra. Sus
movimientos son robóticos y aturdidos. Ella sigue a Setrákus
Ra con total conformidad. Los Mogs que aseguraban el área
paran lo que están haciendo para ver a su gobernante bajar del
Anubis, todos estos hacen un flojo saludo golpeándose el pecho.
Setrákus Ra se detiene casi en medio de la rampa. Sus ojos
ven toda la jungla, buscándonos.
—¡Sé que están ahí! —Grita Setrákus Ra, su voz atraviesa
la jungla—. ¡Me alegra! ¡Quiero que vean lo que pasa después!
—Setrákus Ra grita sobre su hombro hacia el Anubis—. ¡Bájenlo!
En respuesta a su orden, una puerta se abre en la parte
baja de la nave. Lentamente, una larga pieza de maquinaria sale
del Anubis como un telescopio. Es del largo de un tubo con
soportes y andamios a su alrededor. Los lados del tubo están
cubiertos con circuitos y engranajes complicados. Hay más que
solo la tecnología Mogadoriana en el objeto de Setrákus Ra.
Grabado en los lados del metal entre todos los parados
electrónicos hay extraños jeroglíficos que me recuerdan a las
cicatrices de nuestros tobillos. También, y no puedo estar cien
por ciento cierto en esto, pero parece como si esos grabados
hubieran sido hechos en Loralita. Lo que sea que es este objeto,
parece ser tan híbrido Loric-Mogadoriano como el mismo
Setrákus Ra.
—No me gusta como se ve eso —digo despacio.
—Nope —responde Sarah.
—Deberíamos explotarlo —sugiere Mark.
—Cualquier cosa que se intente hacer con eso, no
podemos dejar que suceda —Marina concuerda.
—Está bien. Entonces destruimos su juguete, rescatamos a
Ella y entonces o tomamos el Anubis o lo llevamos con Lexa —
digo.
—Lo haces sonar tan fácil —responde Adam.
Aunque él no puede vernos, Setrákus Ra aún está
vociferando.
—Por siglos he trabajado para dominar el poder de Lorien,
para utilizarlo en maneras más eficientes de lo que la naturaleza
planeó. Ahora, finalmente...
Bla, bla, bla. Rápidamente calculo la distancia entre Ella y el
Skimmer conectado más cercano. Bastante lejos. No creo que
ella esté el radio de la onda. Mientras Setrákus Ra habla, miro a
los otros.
—He oído suficiente. ¿Ustedes?
Todos asienten. Están listos.
—Agáchense —digo, recordando cómo Mark fue
apuñalado hace unos minutos.
Todos se cubren. Eso es todo.
—Hazlo —le digo a Mark
Sus dedos vuelan por el control, Mark gira el botón de
detonación.
Es cierto, algunos de los Skimmers que conectamos para
explotarlos se han desconectado cuando el Anubis bombardeó el
Santuario. Y cierto, otros explotaron en el impacto. Así que no
conseguimos la destrucción masiva que hubiéramos obtenido si
nuestras bombas, cuidadosamente conectadas, hubiesen
explotado todas al mismo tiempo como planeamos.
Pero aún es muy efectivo.
Los Mogs están muy respetuosamente escuchando el
pomposo discurso de Setrákus Ra para verlo venir. Cinco
Skimmers que están alrededor del cráter explotan en ráfagas
blancas de fuego. Puedo sentir el calor desde aquí y debo cubrir
mis ojos. Al menos treinta Mogs se convierten en polvo
inmediatamente, sus cuerpos cubiertos por flamas. Muchos más
fallecen cuando las partes de Skimmer vuelan por todas las
direcciones. Veo a un guerrero cortarse por la mitad
verticalmente por un parabrisas y otro queda aplastado bajo
una columna en llamas.
La mejor parte es el pánico. Los Mogs no saben qué acaba
de golpearlos así que empiezan a disparar a las naves
destruidas, sin estar seguros en donde se esconde la amenaza
real. Al menos algunos caen como resultado del amistoso fuego.
Y entonces Marina usa nuestra telequinesis para disparar varios
cañones que escondimos en la jungla, confundiéndoles aún más.
Una llanta torcida cae en la rampa justo en frente de
Setrákus Ra y Ella. Tal vez fue un poco peligroso volar esas
naves. Creo que Setrákus Ra tiene que impedir que la rueda
caiga sobre él y Ella con su telequinesis. De todas formas, es
bueno saber que él no quiere ver a Ella herida al igual que
nosotros.
Sonrío. Setrákus Ra en verdad luce sorprendido por
nuestro contraataque. Su discurso arruinado, el líder de los
Mogs camina rápidamente por la rampa jalando a Ella con él.
—¡Encuéntrenlos! —Grita mientras comienza a bajar por
el cráter, dirigiéndose al cofre Loric—. ¡Mátenlos!
—¡Hagámoslo! —Grito, no tan fuerte como para delatar
nuestra posición gracias al sonido que viene de los Skimmers
destruidos, pero lo suficientemente fuerte para avisar a mis
aliados. Es tiempo de hacerlo o morir.
Agarro la mano de Adam y nos volvemos invisibles. Tomo
la delantera, jubilándose en un amplio arco alrededor de los
Mogs que eventualmente nos acercaran al cráter y al aparato de
Setrákus Ra. Marina sigue con la distracción disparando
cañones de distintos lugares, así que soy capaz de evitar el
fuego.
Al menos, soy capaz de evitarlo por veinte metros. Luego,
la mala suerte ataca. Uno de los Mogs, su espalda cubierta por
fuego de los Skimmers, choca contra nosotros, retorciéndose.
Me quito del camino y también Adam.
Pero vamos en direcciones opuestas.
Así de fácil, Adam aparece otra vez en el mundo visible.
—Mierda —dice, sacando su cañón y disparando al Mog
más cercano.
—¡Ahí! —Grita uno de los otros guerreros.
Viendo a Adam en peligro, Bernie Kosar es el primero en
lanzarse a la batalla. Un segundo es un tucán, volando
inocentemente hacia el grupo más cercano de Mogadorianos, y
un pestañeo después se transforma en un musculoso león,
cortando y golpeando su camino a través de nuestros enemigos.
Muchos de los Mogs aún están retorciéndose por la explosión y
aún no han visto a Adam, así que Bernie Kosar cae fácilmente
sobre ellos. Él es más rápido y más feroz que la última vez que lo
vi pelear, mas enojado tal vez, y recuerdo que casi muere en
Chicago. Cada vez que los Mogs logran tenerlo en la mira,
Bernie Kosar cambia de forma a algo más pequeño, un insecto o
un ave, haciendo de él un blanco imposible. Luego, cuando él
está en una mejor posición para matar, Bernie Kosar vuelve a su
forma de depredador. Las transiciones son tan suaves, casi
hermosas.
Nuestra mascota Chimæra se ha vuelto muy buena en
matar Mogs. Y nosotros también.
Un par de Mogs a mi izquierda han logrado juntarse hasta
acorralar a Adam. Mueren fácilmente por un cañón detonado
desde la posición actual de nuestro grupo. Debieron ser Sarah y
Mark, y ellos no dejan de disparar cuando los primeros dos
Mogs son reducidos a polvo. Hay muchos guerreros esparcidos
por el claro de tierra que solía ser su salida. Es un espacio vacío
sin cubierta. Veo a Sarah matar a dos guerreros en un rápido
movimiento.
Marina corre fuera de la jungla al lado de Adam y se dirige
directo al combate.
Algunos de los Mogs están tratando de retirarse y
reagruparse, pero otros parecen estar acercándose. Ellos se
forman y comienzan a disparar. Muy pronto el aire zumba con
fuego de cañón por todas partes. Las probabilidades están casi
veinte a uno.
Nada mal.
Adam toma el mando, moviéndose con pasos largos, cada
uno de sus pasos mandando olas de movimiento bajo los pies de
los Mogadorianos. Cuando el piso tiembla, es casi imposible
para los Mogs apuntarlo. Algunos de ellos tropiezan con los
otros, disparando en todas las direcciones excepto recto. Uno
de los ataques sísmicos produce un gran sonido mientras dos
secciones de suelo se separan, media docena de Mogs caen.
Supongo que tenemos nuestro pozo-trampa de todas
maneras.
Marina se toma su tiempo, pero no es menos letal. Se
acerca a los Mogs con ambas de sus manos abiertas a sus lados.
Trozos de hielo puntiagudos se forman en las palmas de sus
manos y, cuando crecen al tamaño de pelotas de baseball,
Marina los envía telequinéticamente contra los Mogs. Gritando
y fuera de balance por los temblores de Adam, un Mog carga
contra Marina con una daga. Ella casi no lo mira mientras
levanta su mano en un ademán de alto y congela su cara. Marina
corta una franja de hielo a través de los Mogs, haciendo una
línea recta hacia el cráter y Setrákus Ra.
Al otro lado del campo de batalla, Setrákus Ra ha llegado
al fondo de cráter y al tesoro Loric. Ella está junto a él, quieta
como un zombi, su cabeza balanceándose de un lado a otro.
Mira mientras Setrákus Ra guía con su mano el artefacto que
sale del Anubis. Posiciona el cilindro para que este solo a un par
de pies encima del cofre. Luego, Setrákus Ra retrocede y alza
sus manos como un conductor, telequinéticamente moviendo
los botones y cables en los lados del tubo. Como un susurro
puedo escuchar desde aquí atrás, que la cosa comienza a
encenderse. Eso no puede ser bueno.
—¡Debemos detenerle! —Grita Marina.
Sé que sus palabras fueron dirigidas a mí, pero no
respondo. Aún invisible, no quiero dar a conocer mi posición.
Desearía poder usar mi Legado del clima para dirigir un par de
truenos hacia Setrákus Ra. El Anubis bloquea mucho del cielo.
En vez de eso, cojo un cañón Mog.
Últimamente, he pasado mucho tiempo moviendo grupos
de personas a través de bahías y junglas que casi olvido lo
relajante que es estar sola e invisible. Relajante y mortal. Me
deslizo fácilmente por los grupos de Mogadorianos. Es casi
como un baile, excepto que ellos no saben que estamos juntos.
Mientras avanzo, levanto mi cañón invisible y jalo el gatillo,
cerca, solo tiros a la cabeza. Todo mientras me muevo hacia
Setrákus Ra y al cráter. La única cosa que puede delatar mi
posición es el breve destello de luz que sale de mi cañón, y eso
es rápidamente cubierto por las cenizas de las cabezas
explotadas de los Mogs.
He destruido más de diez Mogs en nada de tiempo. Me
tomo un momento para mirar hacia la jungla y estar segura de
que Mark y Sarah siguen ahí. Obviamente, siguen disparando
hacia todos lados.
Bernie Kosar también retrocedió hacia ese lado,
asegurándose que los Mogs no se acerquen mucho a la posición
de los humanos. Me doy cuenta de que Bernie Kosar
probablemente esté bajo las órdenes de John de mantener a
Sarah a salvo. Eso es bueno.
Los Mogs están comenzando a desvanecerse. Algunos se
retiran hacia el Anubis, mientras los otros han formado un vago
perímetro alrededor del cráter para proteger a su Amado Líder.
Setrákus Ra no parece intrigado por nada de esto. Él está
completamente concentrado en operar su máquina.
Mientras peleo para acercarme al cráter, el tubo comienza
a emitir un sonido como de un tren. Puedo sentir la atmósfera
cambiar a nuestro alrededor, rocas sueltas se alzan del suelo, y
siento una vaga sensación de gravedad atrayéndome hacia el
cráter. Cargado completamente, el artefacto de Setrákus Ra
está comenzando a absorber lo que le rodea. Veo a Ella, aun
parada e ida en el cráter, aún se mantiene en silencio
telepáticamente, su cabello flotando hacia el cilindro. El pozo
comienza a temblar, sus ladrillos se sueltan y son absorbidos
por la máquina antes de ser desviados por un campo de fuerza
que es probablemente similar a lo que protege el Anubis. Este
artefacto de Setrákus Ra no está interesado en el piso o los
escombros. Los manda a volar, creando un mini tornado de
tierra y ladrillos.
Y luego sucede. Con un sonido perforador como el de
miles de tazas de té explotando, la energía Loric azul cobalto
explota desde el suelo y es absorbida por el cilindro. El área
entera está cubierta por un destello azulado que causa que
varios de los Mogs miren a todos lados con asombro. Es
antinatural, la forma en que la energía sale del suelo, primero
salvajemente e incontenible, pero rápidamente es capturada y
fluida por lo que parece una tubería, transfiriendo energía Loric
al Anubis. Encontré el brillo de la entidad reconfortante y sereno
en el Santuario, pero ahora, el aire se llena de electricidad, los
rayos de luz lastiman mis ojos, y el sonido...
Es como si la energía misma estuviera gritando. Está
sufriendo.
—¡Si! ¡Si! —Ruge Setrákus Ra placenteramente, como un
científico loco, sus manos elevadas en el aire apuntando al
embudo.
Marina no aguanta. La precaución desaparece mientras
corre hacia el cráter. Dos gruesas y puntiagudas estalagmitas se
manifiestan en sus palmas como espadas y las usa para sacar a
tres Mogs de su camino, corriendo a través de los que están
cuidando el cráter. Luego, ella se desliza hacia Setrákus Ra y
Ella. Ella va a ir contra él por su cuenta. Yo hice eso una vez, y
no salió muy bien.
Corro para igualarme con ella. Hay otros Mogs en el filo
del cráter a parte de los que Marina golpeó y todos la tienen
como objetivo. Ella está distraída, un blanco fácil. Pero para mí,
aun invisible, son los Mogs el blanco fácil. Corro detrás de ellos
en un arco alrededor del filo del cráter, haciéndolos polvo tan
rápido como puedo. Antes de que pueda matarlo, uno de ellos
logra disparar a Marina en la pierna. Pero no creo que ella se
haya dado cuenta.
De hecho, no creo que Marina haya notado a Setrákus Ra.
O no le importa. Ella ataca directamente el tubo,
bombardeándolo con hielo. Cuando estos son absorbidos por el
mini tornado o expulsados por el campo de fuerza de la
máquina, Marina avanza. Va a sacar la cosa así tenga que usar
sus propias manos.
Setrákus Ra la agarra por la garganta. Él se mueve más
rápido que cualquier criatura de ese tamaño. Mientras corro por
un lado del cráter, aun invisible, Setrákus Ra levanta a Marina
por el cuello así que sus pies están colgando encima del suelo.
Ella trata de patearlo, pero él la mantiene a una distancia
segura.
—Hola, niña —dice Setrákus Ra, su tono feliz y
victorioso—. ¿Vienes a ver el show?
Marina rasguña sus dedos. Obviamente no puede respirar.
No estoy segura si voy a lograrlo a tiempo. Desde detrás de él,
una onda de rocas y tierra golpea sus piernas. Él está
sorprendido y boquiabierto, perdiendo su agarre en Marina
mientras cae e instintivamente se cubre con sus manos. Marina
logra rodar lejos mientras las piernas de Setrákus Ra son
sepultadas con piedras. Ella cae hacia adelante, como si sus
propias piernas hubiesen sido golpeadas, pero no se queja y su
expresión vacía no cambia.
Es Adam el que la salvó, deslizándose hacia el cráter desde
la dirección opuesta a la mía. Hay muchas quemaduras de
cañones en sus hombros y una larga cortada en su cara, en
donde algún Mog logró darle con su daga, pero aún se ve listo
para luchar.
Termino bajando al cráter justo al lado de Ella. Ahí es
cuando sucede —pop— solo así, soy visible otra vez, y no fue mi
elección. Setrákus Ra debe usar usando su habilidad cancela
Legados. Marina está sobre sus rodillas a unos pocos metros de
él. Sosteniendo su garganta y tosiendo. Mientras tanto, el líder
de los Mogs está teniendo un tiempo infernal tratando de
desenterrarse de una de las paredes del cráter. Al menos Adam
logró enterrarlo por encima de sus rodillas antes de que
nuestros Legados fueran cancelados.
Tomó la oportunidad de agarrar a Ella por sus hombros.
De cerca, se ve más ida de lo que esperé. Sus mejillas están
delgadas, su cara demacrada, y hay venas negras corriendo bajo
su piel como telarañas. Sus ojos están vidriosos y no reacciona
en lo más mínimo cuando la sacudo. La luz de la energía Loric,
aun siendo succionada por el tubo, se refleja en sus ojos. Ella
está viéndola.
—¡Ella! ¡Vamos! ¡Te vamos a sacar de aquí!
No hay ninguna reacción visible, pero su voz regresa a mi
mente.
Seis. Es hermoso, ¿verdad?
Ella está perdida. Al diablo. Voy a cargarla fuera de aquí
tal como lo planeamos.
—¡Seis! —Grita Marina, su voz lastimada—. ¡Debemos
apagarlo!
Miro la máquina, luego al Anubis. No sabemos qué hará
Setrákus Ra con la energía Loric que está capturando, pero
obviamente no puede ser bueno. Me pregunto si él podrá
quitarnos permanentemente nuestros Legados si absorbe la
suficiente energía de la Entidad.
—¿Sabes cómo detenerlo? —Le pregunto a Ella,
nuevamente obtengo su cara sin expresión.
Esta respuesta le toma un momento.
Si.
—¿Cómo? ¡Dinos como!
Ella no responde.
Con un gruñido indignado, Setrákus Ra jala una de sus
piernas fuera de las rocas. Mientras lo hace, Adam se acerca a él.
Sin su legado, igual que nosotros, el Mogadoriano más joven
tiene la espada de su padre empuñada. La cuchilla es demasiado
grande para él y sus brazos tiemblan cuando la sostiene. Aun
así, pone la punta de la espada justo en la garganta de Setrákus
Ra.
—Para —ordena Adam—. Tu tiempo se ha terminado,
viejo. Apaga tu maquina o te mataré
La cara de Setrákus Ra se prende, aun cuando hay una
espada presionada justo sobre su cicatriz púrpura. Se ríe.
—Adamus Sutekh —exclama—. Estaba esperando que
tuviéramos la oportunidad de conocernos
—Cállate —advierte Adam—. Haz lo que digo.
—¿Apagar la maquina? —Setrákus Ra sonríe. Él termina
de pararse. Adam debe estirarse para mantener la cuchilla cerca
de su garganta—. Pero es mi más grande logro. Me he topado
con el mismo Lorien para manipularlo como quiera. No más
arbitrariedades del destino. Podemos forjar nuestros propios
Legados. Tú de todas las personas deberías apreciar eso.
—Deja de hablar
—No deberías estar amenazándome, chico. Deberías estar
agradeciéndome —Setrákus Ra continúa, quitando la tierra de
sus protegidas piernas—.-Ese Legado que usaste para conseguir
tal efecto te fue dado gracias a mis investigaciones. ¿Entiendes?
La máquina a la cual el Doctor. Anu te conectó fue cargada con
Loralita pura, las sobras de lo que saqué de Lorien hace mucho
tiempo. Con el cuerpo de un Garde que cargaba una chispa de
Lorien, bueno... La transferencia fue posible. Tú eres el glorioso
resultado de mi ciencia, Adamus Sutekh. De mi control sobre
Lorien. Y ahora, tú puedes ayudarme a forjar al camino para
otros como tú.
—No —dice Adam, su voz casi inaudible por el estruendo
de la energía siendo absorbida por el Anubis.
—¿No qué? —Pregunta Setrákus Ra—. ¿Qué pensaste,
niño? ¿Que tus Legados habían venido de otro lado? ¿Que este
flujo de la naturaleza sin mente te escogió? Fue ciencia,
Adamus. Ciencia, yo y tu padre. Nosotros te escogimos.
—¡Mi padre está muerto! —Grita Adam, presionando la
espada más fuerte contra el cuello de Setrákus Ra. Junto a mí,
Ella jadea. Un humillo de sangre se forma en su garganta.
—¡Adam! ¡Ten cuidado! —Grito, acercándome a él. Marina
está de pie también, mirando insegura entre el tubo de energía y
los dos Mogadorianos. Ellos nos ignoran a ambas.
—Hmm —responde Setrákus Ra—. No había escuchado
—Yo lo maté—continua Adam, gritando—. ¡Con esta
espada! ¡Como te mataré a ti!
Por un momento, Setrákus Ra se ve genuinamente
asustado. Luego, el alcanza la espada y la sostiene.
—Tú sabes lo que pasará si tratas de hacerlo —dice
Setrákus Ra, y para demostrarlo pasa su palma suavemente por
la espada. Giro para ver el cuerpo de Ella retorcerse de dolor
mientras una larga cortada aparece en su mano, su sangre
cayendo en la tierra. Ella se tambalea un poco hacia el pozo,
sosteniéndose.
—No me importa. Toda mi vida, fue un entrenamiento
para matarlos —dice Adam a través de sus dientes cerrados.
—¿Y nunca podrías hacerlo, verdad? —Responde Setrákus
Ra, riéndose al fanfarroneo de Adam—. Leí los reportes de tu
padre, niño. Sé todo sobre ti.
Aun manteniendo la espada en una de sus manos, Setrákus
Ra se acerca a Adam. Elevándose sobre el joven Mog. Todo el
cuerpo de Adam tiembla, no estoy segura si es ira o temor. Me
acerco un poco a él, incluso cuando no sé qué hacer. Si Adam
balancea esa espada, ¿lo detendré? Marina también se acerca,
sus ojos abiertos. Detrás de mí, oigo los pies de Ella arrastrarse.
En su estado de trance, se tropieza más cerca del pozo Loric y el
pilar de energía.
—¡Ella! —Siseo—. ¡No te muevas!
—¡Nunca he querido matar por ti porque nunca creí en tus
mierdas! —Adam grita—. Pero si hacer esto significa tu final —
los ojos de Adam se dirigen brevemente hacia Ella. Lo veo
suceder sus ojos quietos en determinación. Él no está
fanfarroneando, no más—. Puedo vivir con esto —dice,
fríamente—. Puedo vivir con esto si tu mueres, también.
Todo sucede muy rápido. Adam empuja la cuchilla lejos
del agarre de Setrákus Ra, su filo deslizándose inofensivamente
a través de su palma, la punta se posa en su garganta. Setrákus
Ra se ve sorprendido, pero reacciona rápidamenteél es veloz,
más veloz de lo que Adam esperaba. Setrákus Ra se agacha
hacia la izquierda, la cuchilla se posa sobre un lado de su cuello,
sin hacer daño. Al menos no a él.
Giro mi cabeza para ver el corte en el cuello de Ella. La
sangre se derrama por sus hombros y su cuerpo tiembla, pero
ella no se inmuta. De hecho, no parece darse cuenta. Ella está
totalmente concentrada en la energía, sus pequeños pies hacia
adentro mientras se acerca un poco más.
Antes de que Adam pueda girar su espada para dar otro
golpe, Setrákus Ra dirige su puño a la cara de Adam. Setrákus
Ra está usando guantes armados y puedo escuchar crujir los
huesos rotos en la cara de Adam por el impacto. Él tira la espada
y retrocede. Setrákus Ra está a punto de golpearlo otra vez
cuando Marina carga contra él y lo taclea y lo quita del camino.
Con ambos en el suelo, no tengo otra alternativa que
avanzar y ponerme en medio de ellos y Setrákus Ra. Mientras
me acerco, Setrákus Ra recoge la espada de Adam,
balanceándola en un arco perezoso a su lado. Me sonríe.
—Hola, Seis —dice, y corta el aire en frente de él con la
cuchilla—. ¿Estás lista para que todo esto termine?
No respondo. Hablar solo le da ventaja, dejar que se meta
en nuestras cabezas. En vez de eso, le grito sobre mi hombro a
Marina.
—¡Aléjate! —Le digo—. ¡Aléjate lo suficiente para curarlo!
Por el filo de mi ojo, puedo ver a Marina sosteniendo a
Adam. Él está noqueado, y no estoy segura si Marina quiere
curarlo gracias a la actuación que acaba de hacer. Ella
definitivamente no quiere dejarme atrás o retirarse mientras la
máquina de Setrákus Ra aun funciona.
—¡Vete! ¡Lo tengo! —Insisto, mirando fijamente a
Setrákus Ra, danzando en las puntas de mis pies. Solo tengo
que detenerlo, sobrevivir, hasta… ¿hasta qué? ¿Cómo vamos a
salir de esta?
Ella estaba en lo cierto, quedarnos significaba la muerte.
La sonrisa de Setrákus Ra no se desvanece. Él sabe que
estamos contra el muro. Se abalanza sobre mí, rozando mi
abdomen. Salto hacia atrás y siento la punta de la cuchilla pasar
justo enfrente de mi abdomen.
El terreno rocoso debajo de mi tiembla y casi tropiezo.
Detrás de mí, Marina ha conseguido jalar a Adam hasta
donde el cráter comienza a subir. Ella se detiene ahí y grita.
—¡Ella! ¡Qué…!
Ambos, Setrákus Ra y yo nos volteamos, Ella ha escalado
por el borde de piedra. Ella esta solo a centímetros de la furiosa
onda de energía Loric. Su cabello vuela en todas las direcciones,
casi como una aureola. Destellos eléctricos saltan alrededor de
ella, y la sangre negra en su cuello se transforma en un tono
púrpura en la vívida luz azul. La piel de su cara y manos se
ondula como si estuviera en un túnel de viento y un pequeño
escombro la golpea. Ella ignora todo.
Inmediatamente, Setrákus Ra se olvida de mí. Da un gran
paso hacia Ella.
—¡Bájate de ahí! —Exclama—. ¡¿Qué estás...?!
Ella gira en nuestra dirección, sus ojos fijos en Setrákus
Ra. Ya no están idos. Por un momento puedo ver a la vieja Ella
ahí. La niña tímida que conocí en España que se transformó en
una valiente guerrera. Su voz es muy fina, pero de alguna
manera se amplifica por la corriente de energía detrás de ella.
—No vas a ganar, Abuelo —dice—. Adiós.
Y entonces Ella cae de espaldas hacia la energía Loric.
Setrákus Ra grita y corre hacia ella, pero es demasiado
tarde. Hay un esplendor casi cegador. El cuerpo de Ella, casi una
silueta en este punto, flota en el aire, entre el pozo Loric y la
máquina de Setrákus Ra. Por un momento, su cuerpo se arquea
y se dobla dolorosamente. Luego, una oleada de energía flota
desde el pozo, demasiado para que la máquina de Setrákus Ra
pueda manejarlo. Los circuitos de sus extremos explotan en una
lluvia de chispas y los grabados en Loralita se derriten en una
explosión abrasadora de fuego blanco. Mientras tanto, el cuerpo
de Ella parece a punto de desintegrarse,aun lo puedo ver ahí,
atrapado en la energía, pero también puedo ver a través de él,
cada una de las partículas de su cuerpo se han separado.
Un momento después, el cuerpo de Ella es arrojado fuera
de la corriente de energía. Es arrojada como una muñeca de
trapo humeante a un lado del cráter. Luego, el brillo de la
energía Loric se disipa y se retira bajo tierra, mientras el tubo de
Setrákus Ra hace un sonido metálico y se desmorona, trozos de
metal caen enterrando la herencia Loric.
Setrákus Ra mira fijamente a su máquina destruida con
incredulidad. Es la primera vez que veo al viejo bastardo en una
pérdida completa.
Marina está en movimiento inmediatamente. Deja el
cuerpo de Adam atrás y corre hacia Ella. Sus Legados siguen
apagados, así que cuando Marina aplasta sus manos contra el
cuerpo de Ella, sé que nada pasará. De todas formas, es
demasiado tarde.
No necesito ver las lágrimas de Marina para saberlo, Ella
está muerta.
Setrákus Ra mira el cuerpo de su nieta, una expresión
desolada en su rostro. Mientras él hace eso, cojo el trozo de
piedra más grande que encuentro.
Y le golpeó en la parte trasera de la cabeza lo más fuerte
que puedo.
Un corte se abre. Él sangra. El encantamiento
Mogadoriano se ha roto.
Mi ataque lo saca de su trance. Setrákus Ra ruge, gira para
enfrentarme y levanta la espada sobre su cabeza.
Está a punto de bajarla cuando sus ojos,normalmente
hoyos negros, se llenan con el brillo azul de la energía Loric. La
espada cae de su agarre y Setrákus Ra, el líder de los
Mogadorianos, asesino de mi gente, destructor de mundos.Cae
a mis pies.
Estoy aturdida. Giro para mirar a Marina, pero ella
también está desmayada. ¿Qué diablos está sucediendo?
Ella. El brillo de la energía Loric emana de ella. Se riega por
sus ojos, boca, oídos, en todos lados, justo como cuando la
Entidad animó brevemente el cuerpo de Ocho.
De una de las puntas de sus dedos, una ráfaga de energía
Loric se dirige directo a mí. Me golpea justo en la frente. Caigo
sobre mis rodillas, sintiendo como caigo lentamente en la
inconsciencia. Miro a Ella... O lo que sea que es ahora. Hay otras
ráfagas de energía Loric saliendo de su cuerpo, volando como
estrellas fugaces fuera del cráter y hacia... ¿Dónde? No lo sé. No
sé qué está sucediendo con ella, la Entidad, ni nada de eso.
Solo sé que esta es mi oportunidad.
—¡No ahora! —Grito, peleando contra el sueño que está
provocando la energía Loric en mí.
—¡Ella! ¡Lorien! ¡Deténganse! ¡Yo… yo puedo matarlo!
Pero en ese momento me desmayo. Me arrastro hacia el
mismo sueño artificial en el que están Setrákus Ra y Marina.
Lo que veo luego, lo que todos vemos, es el lugar donde
todo comenzó.
Así que esto se siente estar muerta.
Floto sobre mi cuerpo y me cuesta reconocerme a mí
misma. Mi abuelo, él estaba empezando a convertirme en un
monstruo como él. La niña rota de abajo, con toda su piel
pálida. Casi no puedo creer que sea yo. O era yo. Marina
pone sus manos sobre mi cuerpo, tratando de traerme de
vuelta a la vida aunque sus Legados están apagados. Es triste
verla sufriendo así.
No quiero regresar a mi cuerpo. Es un alivio estar
afuera. No hay más dolor por primera vez en días, realmente
puedo pensar bien.
En realidad, es un poco raro que pueda pensar en
absoluto considerando que estoy, ya sabes... muerta. Supongo
que así se siente estar en el más allá.
Debajo de mí, los otros, Marina, Seis, Setrákus Ra, todos
se mueven muy lentamente. Puedo ver tantas cosas. Cada
partícula de templo aun flotando en el aire es visible para mí.
Las gotas de sudor frío en el cuello de mi abuelo son visibles
para mí. El brillo punzante de la energía Loric dentro de
todos ellos, incluso en Setrákus Ra, es visible para mí.
¿Cómo puedo ver todo esto?
Solo quise alejarme de Setrákus Ra, para romper el
hechizo de Mogadoriano para que no me tuviera prisionera.
Quería ayudar a mis amigos. Algo me dijo que la mejor
manera de hacer eso era lanzándome dentro del remolino de
energía. Sabía que moriría y estaba casi de acuerdo con eso.
Estoy feliz de que no solo sea oscuridad y gusanos.
Cualquiera que sea esta etapa, espero de que no sea ver a la
gente que amo pelear hasta la muerte en cámara lenta.
Ella.
La voz viene de mis alrededores. No una voz, muchas
voces. Miles de voces. De alguna manera, de ese coro, puedo
escoger una que reconozco. Crayton. Adelina. Ocho. Todos
me están llamando.
Tienes trabajo que hacer.
Caigo hacia el suelo y mi cuerpo. Por un momento, estoy
llena de pánico. ¿Voy a entrar otra vez a mi antigua piel para
ser la marioneta de mi abuelo? Pero entonces, de repente, un
sentimiento de calma me invade, como si hubiese sido
arropada con una manta tibia, nada que pueda lastimarme,
no ahora.
Debería golpear el suelo. En vez de eso, sigo
moviéndome. Atravieso la tierra y las rocas, y luego estoy
sumergida en oscuridad total. Parece que ya no estoy
cayendo. Parece como si flotara en el espacio, sin gravedad,
sin peso, solo infinita paz. Pierdo el sentido de donde es
arriba, donde puedo volver con mis amigos, mi cuerpo. No
parece ser importante ahora mismo. Debería estar
volviéndome loca. Pero, de alguna manera, sé que estoy
segura.
Lentamente, la luz empieza a brillar a mí alrededor.
Miles de chispas celestes flotan a mí alrededor, como la
manera en que el polvo deja un rastro por los rayos del sol. Es
igual a la energía Loric en la que entré. Las partículas se
expanden y se contraen, recordándome a unos pulmones.
Algunas veces se mezclan en formas vagas, y rápidamente se
separa.
De alguna manera, tengo la sensación de que estoy
siendo observada.
Hay una red de energía debajo de mí y ya no puedo
sentir si estoy flotando o cayendo. Es más como si estuviera
siendo sostenida, sobre dos manos gigantes. Me siento
relajada y cómoda, como si pudiera estar aquí para siempre.
Es tan diferente del infierno que he vivido estos últimos días,
en donde mover cada parte de mi me causaba dolores en todo
mi cuerpo. Una parte de mí quiere apagar mi mente y solo
dejar que lo que sea que está sucediendo dure para siempre.
Pero otra parte de mi sabe que mis amigos aún están
peleando en el mundo de los vivos. Debo tratar de ayudar.
—¿Hola? —Pregunto, probando si puedo hablar. Oigo
mi voz, aunque parece como si no tuviera boca, pulmones o
ninguna parte de mi cuerpo. Se siente como cuando tengo
conversaciones telepáticas, como algunos de mis
pensamientos son más fuertes que otros y esos son los que
proyecto a la otra persona.
Hola, Ella.
Una voz contesta. Las burbujas de energía flotando en
frente de mí en sincronía con la voz. Raramente, me siento
completamente cómoda teniendo una conversación con un
montón de luciérnagas de neón.
—¿Estoy muerta? —Pregunto—. ¿Es esto, como, el cielo
o algo así?
Siento un cosquilleo no incómodo sobre donde mi piel
debería estar. Supongo que así se siente cuando esta cosa se
ríe.
No, esto no es el cielo, niña. Y tu muerte es solo algo temporal.
Cuando el tiempo venga, te restauraré a tu forma física.
—Oh —pauso—. ¿Qué pasa si no quiero regresar?
Querrás.
‘No estés tan seguro, amigo’, pienso, pero no lo digo.
—Así que... ¿Dónde estamos? ¿Qué es esto?
Tu abandonaste tu cuerpo y usaste tus poderes telepáticos
para ingresar a mi mente. Tú mezclaste tu consciencia con la mía.
¿Acaso sabias que eras capaz de hacer eso, niña?
—Hmm, no.
No lo creo. Fue algo muy peligroso, joven Ella. Mi mente es
vasta y se estira a través de todo y todo momento en el que he
existido. Te estoy protegiendo de este conocimiento, para no
saturarte.
Supongo que fue por eso que me sentí tan cómoda en
esta oscuridad total, sin cuerpo y acunada por esta energía
Loric.
Porque la Entidad Loric está cuidando de mí.
—Gracias por eso —respondo.
De nada.
Se me ocurre que tal vez deba preguntar cosas
importantes. No cada día puedes terminar compartiendo
mente con una energía divina.
—¿Qué eres exactamente?
Yo soy yo. Yo soy la fuente.
—Hmm... ¿Pero cómo debería llamarte?
Hay una corta pausa antes de que la voz me conteste.
Los puntos de energía no dejan de volar en frente de mí.
He sido llamado muchas cosas. Una vez fui Lorien. Ahora, soy
Tierra. Tus amigos me llamaron La Entidad.
Así que, esto es lo que estaba escondido debajo del
Santuario, lo que Setrákus Ra estaba persiguiendo. Marina y
los otros debieron hablarle antes de que su escondite se fuera
al infierno. La Entidad, de todas formas... Parecía muy
formal, alienígena y fría. Eso no es lo que soy sintiendo ahora
mismo.
—Voy a llamarte Legado —decido.
Como desees, niña.
Legado parece en calma. Fue hace sólo unos minutos
que el Anubis estaba succionándolo fuera del suelo con un
gran sorbete mecánico.
—¿Mi abuelo te lastimó cuando te saco de la Tierra? —
Pregunto.
Él no puede lastimarme, solo puede cambiarme. Una vez
cambiado, ya no soy yo mismo, entonces el dolor ya no es parte de
mi experiencia.
—Está bien —respondo. Sin entender nada de eso—.
¿Estas, como, atrapado en el Anubis ahora mismo?
Solo una pequeña parte de mí, niña. Yo existo en muchos
lugares. Tu abuelo ha tratado de cosecharme antes, pero soy mejor
de lo que piensa. Ven. Te mostraré.
Antes de que pueda decir: ¿Adónde?, una ola de energía
Loric me barre, ya no estoy flotando en la pacífica oscuridad.
En vez de eso, estoy dentro de la Tierra misma. Es como una
de esas maquetas en las que puedes ver las distintas capas de
la Tierra, placas tectónicas, huesos de dinosaurios, lava
ardiente cerca de su núcleo. Puedo verlo todo. Me siento
pequeña en comparación.
Corriendo por cada capa de la Tierra, conectadas con al
núcleo, están brillando venas de Loralita. La energía es
delgada en algunos lugares, más fuerte en otros, pero no hay
ninguna parte en el planeta que no esté cerca a este tenue
brillo.
—Guau —digo—. De verdad te hiciste una casa.
Si. Responde Legado. Esto no es todo.
Subimos. Una vez más, el campo de batalla aparece
debajo de mí. Mis amigos y Setrákus Ra aún se están
moviendo como si estuvieran atorados en arena movediza.
Seis se encuentra en el proceso de recoger una piedra, ojalá
aporreara a mi abuelo con eso.
En el pecho de Seis, justo sobre su corazón, hay brasas
de energía Loric. Marina y Adam también la tienen. Yo
también, aunque mis brasas se ven más débiles que las de
ellos, probablemente por toda la cosa de morir. Incluso
Setrákus Ra tiene una chispa de Lorien en él, aunque la de él
parece bordeada por una sustancia negra. Él se ha
corrompido en maneras que ni entiendo. El pensamiento me
hace ver el Anubis. Allí, guardado en el estómago de la nave,
está un brillo palpitante de Loralita. No es nada comparado
con lo que acabo de ver bajo tierra, pero aun...
—¿Qué es lo que va a hacer él con eso? —Le pregunto a
Legado—. ¿Quiero decir, contigo?
Te enseñaré. Primero, debes reunir a los otros. He decidido que
todos deben ver por qué pelean.
—¿Cuáles otros?
Todos ellos. Yo te ayudaré.
Sin ningún aviso, mi mente comienza a estirarse. Es
como si estuviera usando mi telepatía, buscando mentes
familiares, excepto que mi rango se ha extendido. En realidad
no se siente tan bien, como si mi cerebro estuviera siendo
jalado en todas las direcciones por magnetos muy fuertes.
—¿Que... Qué estás haciendo?
Estoy aumentando tus habilidades, niña. Puede ser un poco
incómodo al inicio. Me disculpo.
—¿Qué se supone que haga?
Reunir a lo que he marcado.
Locamente, sé lo que eso significa. Cuando extiendo mi
telepatía, puedo en realidad sentir todas las personas que han
sido tocadas por Legado. Apunto al brillante núcleo de
Marina, lo atrapo con mi telepatía atrayéndolo hacia mí. Es
parecido a como fui capaz de atrapar a John en mis visiones
solo que ahora es mucho más fácil. También atrapó a Adam,
atrayéndolo a la calidez de la consciencia de Legado. Luego,
dudo.
—¿Qué hay de él? —Pregunto, mirando a mi abuelo.
También él. Deben ser todos.
Sintiéndome un poco asqueada de estar en contacto
telepático con ese cerebro retorcido y su dañado corazón
Loric, atraigo a Setrákus Ra. Trato de absorber también a Seis,
pero su consciencia pelea contra la mía. En la distancia, su
cuerpo físico grita algo.
—¿Qué está diciendo? —Le pregunto a Legado.
Ella aun no entiende que no estoy interfiriendo. Recita
Legado. Todos lo verán, o ninguno. Ninguna ventaja se otorgará.
No sé a qué se refiere Legado y no tengo tiempo de
pensar en esto, porque apenas la consciencia de Seis cede, nos
estamos alejando aún más.
El mundo entero se desdobla ante mí. Cientos de
pequeñas brasas de Loralita se marcan en los continentes.
Estos son los nuevos Garde, los humanos recién recibiendo
sus poderes. Legado los quiere también. Extiendo mi mente,
agarrándolos de uno en uno.
Un chico el Londres que mira una nave Mogadoriana,
sus manos tensándose y soltándose mientras decide qué
hacer. La grava en las calles salta y explota con telequinesis
incontrolable.
Una chica en Japón que varios días atrás fue confinada a
una silla de ruedas. Ahora, ella se halla moviéndose a través
del pequeño apartamento de sus padres con una velocidad
que ella pensaba imposible.
Un chico, en una aldea remota en Nigeria, en donde no
han escuchado acerca de la invasión todavía. Su madre y
padre estallan en llamas mientras flota por encima de ellos
emanando un brillo angelical.
Tomo todas sus mentes. Adonde sea que Legado nos
esté llevando, ellos vienen también.
Algunos de ellos están asustados. Está bien, muchos de
ellos están asustados. Los Legados fueron una cosa pero
ahora esto, ¿una repentina, sin-invitación experiencia
telepática? Sé que eso es un poco alocado. Hablo con ellos.
Los reconforto. Me doy cuenta de que mi mente es lo
suficientemente fuerte para mantener múltiples
conversaciones al mismo tiempo mientras aún estoy saltando
de un lado a otro en el avión telepático.
Les aseguro que van a estar bien. Que es como un sueño.
No les digo que no tengo la menor idea de lo que estoy
haciendo.
Luego voy a New York. Recojo primero a Sam, sobre
todo porque estoy muy emocionada que él ha sido
recompensado con Legados, solo quiero abrazarlo. Ese idiota
de Cinco, guapo Nueve a quien quisiera abrazar bastante,
una chica nueva. Todos son jalados a mi acogida telepática. Y
luego voy hacia John. He tenido práctica en usar mi telepatía
en él más que en cualquiera; debería ser fácil. Pero como Seis,
él lucha contra mí. Es ahí cuando noto al monstruo más
grande y feo. Puedo ver que está acechando a John y a los
otros. John quiere pelear. O, bueno, no quiere ser pisado. No
puedo decir que lo culpo.
—¿Esto lo noqueará? —Le pregunto a Legado—. Él,
bueno, ¿será comido?
No. Todo esto pasará en un parpadeo.
—No te preocupes, John —digo triunfantemente—. Sólo
tomará un segundo.
Jalo la consciencia de John también. Ahí están todos.
Cada uno de los Garde en la Tierra. Todos sus pálpitos Lorics
punzantes, dirigidos a mi vasta consciencia.
—Y, ¿ahora qué? —Pregunto a Legado.
Mira.
Estoy en otro lugar. Un lugar que para mí es extraño y a la
vez familiar. Floto a través del aire, capaz de ver todo el
escenario a mí alrededor, pero no capaz de tomar parte.
Puedo sentir los cientos de mentes que van de camino
conmigo.
Esto es lo que Legado quiere mostrarnos.
Es una cálida noche de verano. Dos vívidas blancas
lunas cuelgan en el cielo púrpura sin nubes, una en el norte y
la otra en el sur. Esto significa un momento especial para mi
gente. Dos semanas en el año las lunas están así y por esas
dos semanas los Lorics celebrarían.
Ahí es donde estamos.
Lorien.
Sé esto porque Legado lo sabe. Lo que no sé es cuánto
atrás en el tiempo he ido.
Estamos en una playa, la arena se tiñe del brillante
naranja de las luces de las decenas de fogatas. Hay gente en
todos lados, comiendo y riendo, bebiendo y bailando. Una
banda toca música como nada que haya oído en la Tierra. Mi
mirada se desvía hacía una adolescente con una rizada
melena de cabello castaño mientras baila al son de la música,
sus manos alzadas sobre su cabeza, ninguna preocupación en
el mundo. Su vestido reluce y gira, atrapado ocasionalmente
por la cálida brisa del océano.
Más allá en la playa, al borde de la fiesta, dos chicos
adolescentes se sientan en la arena, tomando un descanso de
las festividades. Uno es algo alto para su edad con cabello
negro muy corto y facciones afiladas. El otro, más pequeño,
pero más guapo que el primer chico, tiene una mata de sucio
pelo rubio y una mandíbula cuadrada. El rubio está vestido
con ropa holgada blanca, sin abotonar, fuera del pantalón y
casual. Su amigo está vestido más formal, con una polera rojo
oscuro, planchada y perfecta, las mangas meticulosamente
dobladas. Ambos, pero el chico alto en particular, parecen
muy interesados en la chica que baila.
—Deberías simplemente ir por ella —dice el rubio,
golpeando con el codo a su amigo—. A ella le gustas, todos lo
saben.
El chico de pelo negro frunce el ceño, pasando una mano
por la arena.
—¿Y qué? ¿Cuál sería el punto?
—Hmm ¿La estás viendo bailar? Podría pensar en
muchas razones amigo.
—Ella no es Garde. No es como nosotros. No sería capaz
de… —El chico de cabello negro sacude la cabeza
melancólicamente—. Nuestros mundos son muy diferentes
—A ella no parece importarle no ser Garde —Puntualiza
el chico rubio— Se está divirtiendo de todas formas, tú eres al
que le importa.
—¿Por qué tenemos Legados mientras que ella no? No
parece justo, que algunos se queden siendo tan… normales —
el chico de cabello oscuro gira hacia su amigo, una seria
mirada en su rostro—. ¿Alguna vez piensas acerca de esas
cosas?
En respuesta, el chico rubio sostiene su palma abierta.
En ella, una pequeña bola de fuego toma vida y rápidamente
toma la forma de una chica bailando.
—Nop —dice riendo.
El chico de cabello oscuro se concentra por un momento
y la pequeña bailarina de repente cesa de existir. El chico
rubio frunce el ceño.
—Basta —se queja—. Sabes que odio cuando haces eso.
El chico de cabello oscuro sonríe disculpándose con su
amigo y vuelve a encender sus Legados.
—Estúpido Legado —dice sacudiendo su cabeza—. ¿De
qué sirve algo que sólo funciona contra otros Garde?
El chico rubio apunta hacia la bailarina.
—¿Ves? Eres perfecto para Celwe. Ella no tiene Legados
y tú tienes el más espeluznante que hay.
El chico de cabello oscuro ríe y golpea amistosamente a
su amigo en el hombro.
—Siempre sabes exactamente qué decir
—Eso es cierto —responde el rubio, riendo—. Podrías
aprender mucho de mí.
No tengo ojos en el sentido tradicional aquí, pero la
visión parece parpadear. En ese medio segundo, los chicos
sentados en la playa aparecen como los hombres en los que
crecerán. El rubio es guapo, atlético con ojos amables, y no
estoy prestándole ninguna atención a él. En cambio soy
atraída a la gran forma sentada junto a él, blanco como
cadáver, con una espantosa cicatriz alrededor de su cuello.
Setrákus Ra.
Esta escena debe ser hace cientos de años. Quizás más
de mil. Es antes que Setrákus Ra se uniera a los
Mogadorianos, antes que se convirtiera en un monstruo.
Medio segundo más tarde, son adolescentes de nuevo.
El chico rubio palmea al joven Setrákus Ra en la espalda
mientras siguen viendo a la chica bailar. Estoy impactada por
lo normal que parece, un joven chico sentado en la playa,
mirando melancólicamente a la chica que le gusta.
¿Dónde fue todo tan mal?

La visión se derrite, mezclándose con otra.


Mi abuelo y su amigo se están en un gran cuarto con
forma de domo, un mapa de Lorien pegado en brillante
Loralita por todo el techo. Ya no son chicos, son hombres
jóvenes. ¿Cuántos años más tarde puede ser esto? Podrían ser
décadas con la forma en que los Lorics envejecemos. Si fueran
humanos, adivinaría que están finalizando sus veintes, pero
quién sabe cómo traducir eso en años de Loric. Se paran
frente a una gran mesa redonda que crece del suelo, está
hecha de un árbol que no se molestaron en cortar. Tallado en
el centro de la mesa está el símbolo Loric de „unidad.‟
Sé eso porque Legado lo sabe.
Alrededor de la mesa hay diez sillas, todas con Lorics
que se ven muy serios, excepto dos asientos vacíos. Asientos
de estadio, como en un gran cine rodean la mesa redonda en
todos lados. Está lleno hoy, cada fila a su máxima capacidad,
Gardes apretados codo a codo.
Esta, me doy cuenta, es la cámara de los Ancianos. Es
donde los Ancianos se reunían en presencia de la Garde para
tomar grandes decisiones. Toda la escena me recuerda a la
situación en los senados que he visto en la Tierra, excepto que
con mucha más brillante Loralita. En este momento, todos los
ojos están en un delgado Anciano con liso cabello blanco y
ojos gentiles. Más allá del cabello blanco, no parece mucho
mayor que mi abuelo. Pero la manera en que se comporta
proyecta un aura de antigüedad.
Él es Loridas. Él es Aeturnus, como yo, lo que significa
que puede parecer mucho más joven de lo que realmente es.
Todos lo escuchan con respeto mientras empieza a hablar.
—Nos reunimos aquí hoy para honrar a los caídos —
dice Loridas, su voz llegando a toda la cámara—. Nuestro
último intento de mejorar las relaciones diplomáticas con los
Mogadorianos fue rechazado. Violentamente. Parece que los
Mogadorianos sólo aceptaron a nuestra delegación en su
mundo para poder masacrarlos. En la batalla subsecuente,
nuestra Garde fue capaz de dañar sus capacidades
interestelares, lo que los mantendrá confinados en su planeta
hogar por algún tiempo. Aún creemos que hay quienes entre
los Mogadorianos que aprecian la paz por sobre la guerra,
pero su sociedad debe llegar a esa conclusión por si sola.
Nosotros los Ancianos, vemos que más compromiso con
Mogadore sería dañino tanto para nuestra especie, como para
la suya. Por tanto, todo contacto con Mogadore está
prohibido hasta nuevo aviso.
Loridas pausa por un momento. Mira hacia las dos sillas
vacías y frunce profundamente las líneas de su rostro. De
repente parece mucho, mucho mayor.
—Perdimos muchos hermanos y hermanas durante la
última batalla, incluyendo dos Ancianos —Loridas
continúa—. Los nombres que se les dio, hace mucho tiempo
olvidados para poder convertirse en Ancianos eran Zaniff y
Banshevus. Sirvieron lealmente a este consejo por mucho
tiempo, llevando a nuestra gente en tiempo de guerra y paz.
Reflexionaremos en ellos en los días que vengan. Sin
embargo, las sillas de Setrákus Ra y nuestro líder, Pittacus
Lore, no deben mantenerse vacías. Seguiremos adelante,
como los Lorics siempre lo hacemos, y reconoceremos que no
sólo sufrimos pérdidas en Mogadore. También hicimos
héroes. Vengan adelante, ustedes dos.
Cuando Loridas lo ordena, mi abuelo y su amigo se
acercan a la mesa. El rubio se permite sonreír un poco y
asiente a los muchos reunidos en la galería. Por el otro lado,
mi abuelo, alto y delgado como sería siglos después, parece
apenas consciente de lo que está pasando. Parece perseguido.
—Su rápida acción, valentía y poderosos Legados,
salvaron muchas vidas en Mogadore. —Loridas dice—.
Nosotros, los Ancianos, hace tiempo hemos visto su
potencial, y sabemos bien las grandes cosas que lograrán para
nuestra gente. Por tanto, es en este día que les ofrecemos
estos asientos vacíos y les damos la bienvenida como
Ancianos Lorics, para servir y proteger a Lorien, su gente y la
paz. ¿Aceptan este sagrado deber de poner las necesidades de
su gente por sobre todo lo demás?
El hombre rubio inclina su cabeza, sabiendo su papel en
la ceremonia.
—Acepto —dice.
Mi abuelo, perdido en sus pensamientos, no dice nada.
Luego de un momento de incómodo silencio, su amigo lo
empuja un poco.
—Sí —dice Setrákus Ra, inclinándose también—.
Acepto.

Años después, el hombre rubio corre por el pasillo de un


modesto hogar. Vidrios rotos crujen bajo sus pies. El lugar
está destrozado. Las mesas dadas vuelta, marcos de fotos
caídos de las paredes, vasijas de vidrio destruidas en millones
de piezas.
—¿Celwe? —Grita—. ¿Estás bien?
—Estoy aquí.
Una mujer con voz temblorosa responde.
Él entra rápidamente a través de dos puertas dobles de
bambú a un cuarto muy iluminado, la hermosa playa antes
visible a través de las grandes ventanas del cuarto. Está tan
destrozado como el resto de la casa. La cama está dada vuelta
totalmente, las librerías están en el suelo y su contenido
desparramado en él, incluso las mismas baldosas del piso
están disparejas. Es como si alguien hubiese tenido una
rabieta telequinética aquí.
Mirando a través de la ventana está la mujer de cabello
castaño, quién hace muchos años bailaba esa noche en la
playa. Celwe. Abrazándose a sí misma, no se da vuelta
cuando el hombre entra al cuarto.
—Lo conocí aquí mismo —dice Celwe, gesticulando
hacia la playa—. Él era tan tímido al principio. Siempre en su
propia cabeza. Algunas veces sigo sorprendida de que tuvo el
valor de casarse conmigo.
—¿Qué pasó aquí? —Pregunta mientras se acerca
lentamente.
—Tuvimos una discusión Pittacus
—¿Tú y Setrákus?
Celwe resopla y gira para enfrentarlo. El amigo de la
infancia de mi abuelo, el hombre que debe haberse convertido
en el siguiente Pittacus Lore. Sus ojos están rojos de llorar,
pero más allá de ello parece ilesa.
—No lo llames así, ese título no le ha traído más que
problemas.
—Es quien es ahora —responde Pittacus seriamente—.
Es un gran honor.
Sus ojos se achican.
—Era lo suficientemente difícil estar casado con un
Garde. Solíamos hablar de tener hijos ¿Sabes? Ahora, después
del viaje a Mogadore, después de convertirse en un
Anciano… casi no lo veo, cuando lo hago, todo lo que habla
es de ese proyecto, su obsesión.
Pittacus gira su cabeza.
—¿Qué proyecto?
Celwe traga, quizás dándose cuenta que ha dicho
mucho. Camina lejos de la ventana y va a la cama. Empieza a
empujar el respaldo de madera del colchón para poder darle
vuelta al lado correcto, pero se lo piensa mejor, mirando a
Pittacus en vez.
—Ayúdame, ¿quieres?
Pittacus usa su telequinesis para dar vuelta a la cama,
ordenando las sábanas al mismo tiempo. Sus ojos nunca dejan
a Celwe.
—Es tan fácil para ti —murmura mientras se sienta en la
recién hecha cama.
Pittacus se sienta a su lado.
—¿En qué está trabajando Setrákus?
Ella toma un profundo respiro.
—Es una excavación. Fuera en las montañas. Yo no
debería… no sé exactamente cómo explicarlo. Lo que hace
allí… él dice que lo hace por mí Pittacus. Como si fuera un
regalo —La voz de Celwe se apaga. Hay lágrimas en sus
ojos—. Pero yo no lo quiero.
—No entiendo —responde Pittacus.
—Deberías verlo por ti mismo —dice ella—. No…no le
digas que yo te dije.
—¿Tienes miedo de él? —Pregunta Pittacus en voz
baja—. ¿Te ha herido?
—Él no me ha herido, sólo estoy asustada de lo que
podría convertirse —Celwe alcanza y toma la mano de
Pittacus—. Sólo hazlo venir a casa, Pittacus, por favor. Hazle
ver razón y trae a mi esposo de vuelta a mí.
—Lo haré.

Pittacus vuela por el cielo, deslizándose través de las nubes.


Se sumerge a través de una cadena de montañas y luego se
dispara a un abismo profundo, como una versión más grande
del Gran Cañón. Mientras desciende, paredes del color de la
arena con gemas de Loralita incrustadas se alzan a todos
lados, Pittacus nota una gran organización de complicadas
máquinas de construcción bajo él. Alguien está cavando más
profundo, como si este abismo no fuese lo suficientemente
profundo.
La mirada de Pittacus se va, como la mía, hacia la
elevada pieza de maquinaría en el centro del sitio de
excavación. Dobladas vigas de acero, circuitos parpadeantes y
símbolos Loralita, es como una voluminosa, menos refinada
versión de la tubería que Setrákus Ra bajó del Anubis.
Así que esto es a lo que Legado se refería cuando dijo
que Setrákus Ra lo había hecho antes. Esto es donde todo
comenzó, todos esos siglos atrás. El comienzo del descenso de
mi abuelo hacia la locura.
Cuando Pittacus aterriza, un joven Loric en ropas de
construcción se apresura a saludarlo. Su piel es extrañamente
pálida para un Loric y se mueve casi robóticamente, como si
sus extremidades no estuviesen en total sincronía con su
cerebro. Pittacus parece impresionado por su apariencia, pero
no lo aparta de su tarea.
—¿Dónde está Setrákus? —Pregunta.
—Está en el Liberador —dice el joven Loric, y apunta
hacia la tubería gigante—. ¿Lo está esperando Anciano Lore?
—No tiene importancia —responde Pittacus, y marcha
hacia el llamado “Liberador”. El pálido Loric sale de su
camino, pero Pittacus duda. Se da vuelta y estudia al chico—.
¿Qué ha estado haciendo aquí afuera? ¿Qué te ha hecho a ti?
—Yo… —El chico duda, como si no debiese decirlo.
Pero entonces, alarga su mano, se concentra y levita un
puñado de rocas con telequinesis, parece un gran logro para
él.
Pittacus gira su cabeza, sorprendido.
—¿Eres Garde? ¿Por qué no te conozco?
—Esa es la cosa. —Responde el chico—. No soy Garde,
soy nadie.
Durante su débil demostración de telequinesis, venas
negras comenzaron a salir de la frente del Loric. Pittacus nota
esto y se acerca para tocar la cara del joven. Él se aleja.
—Es… es un trabajo en progreso —dice el joven
pálido—. No he tenido mi aumentación hoy.
—Aumentación
Susurra Pittacus bajo su aliento, luego camina decidido
hacia la máquina Liberadora. Pasa un montón de asistentes
en el camino allí, todos con similar piel pálida y delgadez.
Puedo sentir la ira creciendo dentro de él, o quizás es mi
propia ira, o quizás ambas.
Estamos siendo testigos de algo realmente corrupto.
El Liberador está encendido. Emite el mismo sonido y
chillido que la tubería que Setrákus Ra bajó del Anubis. Hay
grumos de Loralita tirados por todo el sitio de excavación,
como si la tripulación hubiese tenido que arrancar las piedras
azulejas de la tierra para llegar hasta donde se estaba ahora.
Energía Loric es sacada del suelo y transferida a grandes
contenedores de vidrio con forma de píldora. Una vez en los
contenedores, la energía va al proceso, es cargada por ondas
de sonido de alta frecuencia y lanzada con explosiones de aire
lleno de químicos subzero, hasta que la energía de alguna
manera se convierte en materia sólida. Entonces, es batida por
un rodillo cubierto de cuchillas afiladas antes de pasar por
una serie de filtros.
El resultado es un lodo negro con el que Setrákus es
capaz de llenar un tubo de ensayo. Está en el proceso de hacer
justo eso cuando Pittacus se le acerca.
—¡Setrákus!
Mi abuelo lo mira y de hecho sonríe. Está orgulloso. Hay
venas negras corriendo bajo su piel también, y su pelo negro
ha comenzado a perder color. Sorprendentemente, está
emocionado de ver a Pittacus y deja de lado su retorcido
trabajo para saludarlo.
—Viejo amigo —dice Setrákus Ra, acercándose con los
brazos abiertos—. ¿Cuánto ha pasado? Si me he perdido otra
reunión del concilio de los Ancianos, dile a Loridas que lo
siento, pero…
Como manera de saludo Pittacus toma la parte delantera
de la camiseta de Setrákus Ra y lo empuja hacia una de las
vigas de soporte del Liberador. Aunque es más bajo que
Setrákus, logra tomar al gran hombre por sorpresa.
—¿Qué es esto Setrákus? ¿Qué has hecho?
—¿A qué te refieres? Suéltame, Pittacus.
Pittacus calma su temperamento. Realmente desearía
que no lo hiciera. Toma un gran respiro, deja ir a Setrákus y
da un paso hacia atrás.
—Estás explotando Lorien —dice Pittacus, intentando
entender en su cabeza lo del sitio de excavación—. Estás…
¿Qué le hiciste a esta gente?
—¿Los voluntarios? Los ayudé.
Pittacus sacude su cabeza.
—Esto está mal, Setrákus… parece que has profanado
nuestro mundo.
Setrákus ríe.
—Oh, no seas tan dramático. Sólo te aterroriza porque
no lo entiendes.
—¡Explícamelo, entonces! —Grita Pittacus, mientras una
pequeña llama erupciona de las comisuras de sus ojos.
—Por dónde empezar… —Dice Setrákus pasando una
mano por su cuero cabelludo—. Estuvimos juntos en
Mogadore. Viste el odio que los Mogs tenían por nosotros. La
crueldad. ¿Qué podría venir alguna vez de ese lugar?
—Tomará tiempo —Responde Pittacus—. Un día, los
Mogadorianos elegirán la paz. Loridas lo cree y también yo.
—¿Y qué si no? Ellos amenazan no sólo nuestra manera
de vida, sino a toda la galaxia. ¿Por qué simplemente
deberíamos contenerlos y esperar que su mentalidad mejore
cuando podríamos acelerar su evolución? ¿Y si los
Mogadorianos que elegimos, los que vemos como pacíficos y
potenciales aliados, y si pudiéramos darles Legados?
¿Hacerlos Garde? ¿Líderes entre su gente, capaces de extirpar
el modo de guerra y peligro? Cambiaríamos el destino de una
especie entera, Pittacus.
—No somos dioses. —Responde Pittacus
—¿Quién lo dice?
Un momento de silencio sigue. Pittacus da un paso lejos
de su antiguo amigo.
—Es todo lo que he pensado desde que volvimos de
Mogadore. —Continúa Setrákus—. No sólo los Mogadorianos
tampoco. Nosotros. Todos nosotros. Los Lorics. ¿Por qué hay
Garde y Cêpan? Tenemos paz, sí, pero ¿a qué costo? Un
sistema de castas, donde ¿nuestros líderes son decididos por
quién es y no es lo suficientemente suertudo para nacer con
Legados? Nosotros Ancianos nos sentamos alrededor de una
mesa que dice “Unidad”, pero ¿pero somos igualitarios?
—Es como la voluntad de Lorien…
Setrákus ríe amargamente.
—Naturaleza, fe, destino. Estamos más allá de esos
conceptos infantiles, Pittacus. Nosotros controlamos Lorien,
no de la otra manera. Tú, yo, todos, elegimos nuestro propio
destino, nuestros propios Legados. Mi esposa, ella podría…
—Celwe estaría asqueada por esto y lo sabes —apunta
Pittacus—. Está preocupada por ti.
—¿Tú…tú hablaste con ella?
—Sí, y vi el desastre que hiciste de tu hogar.
Las cejas de Setrákus Ra se elevan y su boca se abre, casi
como si hubiese sido abofeteado. Medio espero que
comenzara a gritarle a Pittacus en el altivo tono que usa tan a
menudo conmigo a bordo del Anubis. Puedo ver la arrogancia
y conozco tan bien su expresión, pero también algo más. No
ha ido tan lejos aún. Compitiendo con los delirios de
grandeza de mi abuelo hay una sana dosis de vergüenza.
—Yo… yo perdí mi temperamento —dice Setrákus
después de un momento.
—Has perdido muchas cosas y te arriesgas a perder más
si no detienes esto —responde Pittacus—. Quizás nuestro
mundo no es perfecto. Quizás podríamos hacer más,
Setrákus. Pero esto… esto no es la respuesta. No estás
ayudando a nadie. Los estás enfermando y torturando
nuestro mundo natural.
Setrákus sacude su cabeza.
—No. No lo es… esto es progreso, Pittacus. Algunas
veces, el progreso necesita ser doloroso.
La expresión de Pittacus se convierte en acero. Se vuelve
hacia el Liberador y mira el continuo flujo de energía Loric
ser arrancada del núcleo del planeta. Toma su decisión
rápidamente. El fuego cruza sus manos y brazos.
—Ve a casa con Celwe, Setrákus. Intenta olvidar esta
locura. Yo... limpiaré lo que has hecho aquí.
Por un momento, Setrákus parece considerar esto.
Aliento por él, realmente lo hago. Desearía que él se diera
cuenta que Pittacus está en lo correcto, que diera la espalda a
esta maquinaria y volviera a casa con mi abuela. Pero
realmente sé cómo terminará todo.
La expresión de mi abuelo se oscurece y las llamas que
crecen con intensidad de Pittacus son extinguidas de repente.
—No puedo dejarte hacer eso —dice él.

La Cámara de los Ancianos está vacía ahora, a excepción de


Pittacus y Loridas. El joven Garde se desploma en su silla de
respaldo alto, su rostro magullado y sus nudillos a carne viva.
El Garde más viejo se encuentra en el otro lado de la mesa,
inclinado sobre un objeto brillante, trabajando en lo que sea
que sea con sus nudosas manos.
—No estoy de acuerdo con su decisión —dice Pittacus.
—Nuestra decisión —lo corrige Loridas amablemente—.
Tenías un voto, los nueve de nosotros lo teníamos.
—Ejecución es demasiado. Él no merece eso.
—Él era tu amigo —responde Loridas—. Pero él ya no es
ese hombre. Sus experimentos corromperían nuestra manera
de vida. Pervierten todo lo que es puro acerca de Lorien. No
puede ser permitido que continúe. Debe ser removido
completamente. Borrado de nuestra historia. Incluso su
asiento en los Ancianos no será llenado, él lo ha dañado. Su
malignidad no puede permitírsele que tome raíz y se esparza.
—Escuché todo esto cuando estuvimos convocados,
Loridas.
—Si te aburro, ¿Por qué sigues aquí?
Pittacus suspira profundamente. Mira abajo hacia sus
manos.
—Crecimos juntos. Nos nombraron Ancianos juntos.
Nosotros… —su voz tiembla y para para tranquilizarse a sí
mismo—. Quiero ser quién lo haga.
Loridas encuentra la mirada de Pittacus. Satisfecho que
el hombre joven parezca serio, asiente.
—Pensé que lo querrías.
Loridas activa su Aeturnus, sus facciones lentamente
suavizándose hasta que luce mucho más joven. Pittacus mira
con una ceja levantada.
—Él tomó tus Legados la última vez que se encontraron
—dice Loridas—. Te venció en retirada.
—No pasará de nuevo —responde Pittacus, rezongando.
—Muéstrame
Pittacus se concentra en Loridas. Un momento después
la piel de Loridas se convierte en floja y arrugada, su raya de
cabello retrocede drásticamente y su cuerpo se marchita en su
ceremonial bata de Anciano. Se ve incluso mayor que antes y
rápidamente me doy cuenta que es su verdadera apariencia.
De alguna manera, Pittacus acaba de quitarle su Legado.
—Bien —dice Loridas con voz rasposa—. Ahora dale a
este viejo su dignidad.
Con un gesto de su mano Pittacus le devuelve su
Legado a Loridas. El Anciano cambia de forma nuevamente,
aún viejo, pero no desconcertadamente viejo.
—¿Cuántos Legados has perfeccionado con tu Ximic,
Anciano Lore?
Pittacus se frota la parte de atrás del cuello, luciendo
modesto.
—Dreynen, los hace setenta y cuatro. Nunca me molesté
en aprenderlo antes. No pensé que alguna vez lo necesitaría.
Dreynen, ese es mi Legado, uno de los poco que
comparto con mi abuelo, el que nos deja quitar un Legado
por toque o por cargar proyectiles.
—Impresionante —responde Loridas, volviendo su
atención al objeto en la mesa ante él—. Ximic es él más raro
de nuestro Legados, Pittacus. La habilidad de copiar y
perfeccionar cualquier Legado que hayas observado. No es
un regalo que deba ser tomado a la ligera.
—Mi Cêpan solía darme charlas al respecto —responde
Pittacus—. Entiendo la responsabilidad que viene con el
poder. He intentado vivir toda mi vida con eso en mente.
—Sí, y somos afortunados que tú Legado te encontró a ti
y no a alguien más. Imagina, Pittacus, si tu amigo Setrákus
encontrara una manera de duplicar tu poder. De hacerlo
suyo. O dárselo a cualquiera que eligiera.
Pittacus aprieta los dientes.
—No dejaré que eso pase.
Loridas levanta el objeto en el que ha estado trabajando.
Parece una cuerda, excepto que el trenzado material no es
similar a nada que alguna vez haya visto en la Tierra. Es
grueso y robusto, de más o menos veinte pies de largo, y en
un extremo está anudado con un lazo complejo. La porción
de la cuerda del lazo ha sido moldeada y endurecida, un lado
de cuchilla afilada. Loridas demuestra apretar el lazo y
cuando lo hace el borde mortal hace un sonido de shink
Pittacus hace una mueca
—Un poco anticuado ¿No crees?
—Han pasado siglos y eres joven, pero así es como
alguna vez castigamos la traición. Algunas veces, las maneras
antiguas son las mejores. Está hecha de árbol Voron, una
planta casi tan rara como tú. Las heridas causadas por Voron
no pueden ser curadas por Legados —Loridas mueve a
Pittacus—. Vamos, déjame tomar prestado ese Dreynen tuyo.
Pittacus camina alrededor de la mesa, y descansa su
mano en el hombro de Loridas. No puedo ver cómo pasa,
pero puedo sentir, Legado puede sentir, que Pittacus usa un
poder que transfiere Legados como el que tiene Nueve,
prestándole a Loridas el uso de su Dreynen. Loridas se
concentra en el lazo, comienza a emitir un tenue resplandor
carmesí, exactamente como cuando he cargado un objeto con
mi poder absorbente.
—Tendrás esto cargado con Dreynen ahora, en caso de
que tome tus Legados antes que tomes el suyo —Explica
Loridas, cuidadosamente moviendo el borde afilado del
lazo—. Ponle esto alrededor del cuello y…
—Sé cómo funciona —interrumpe Pittacus.
—Será rápido, Pittacus.
Pittacus toma la cuerda de Loridas, con cuidado de no
tocar el extremo cargado. Aprieta la cuerda, su expresión
sombría y determinada.
—Sé lo que debo hacer, Loridas.
Y nosotros, los que lo estamos viendo en el futuro,
sabemos que lo estropea en grande.

Setrákus se arrastra a través del piso del abismo, untado en


tierra y cenizas, su cabeza cubierta con pequeños cortes. En el
fondo, un equipo de Garde comandando todo tipo de
diferentes elementos devastan su Liberador. La máquina
expulsa grandes bocanadas de humo negro y empieza a
colapsar. Los cuerpos de los asistentes tirados en el piso. Sin
embargo, no fueron asesinados por los Garde. No, algo más
siniestro y negro se filtra se sus poros, incluso muertos.
—No soy el que está loco… —dice Setrákus, escupiendo
sangre en la tierra mientras se arrastra lejos del sitio de
excavación. No mira atrás cuando sus máquinas explotan,
aunque una expresión casi de dolor físico cruza su rostro—.
El resto de ustedes, ustedes son los equivocados. No
entienden el progreso.
Pittacus sigue detrás de Setrákus. El lazo gira en sus
manos. Su fuerte mandíbula está dura y determinada, pero
sus ojos están brillando.
—Por favor, Setrákus, deja de hablar.
Setrákus sabe que no puede escapar, deja de intentar
arrastrarse lejos. Rueda sobre su espalda, liso en el suelo, y
mira a Pittacus.
—¿Cómo puedo estar equivocado Pittacus? —Setrákus
pregunta sin aliento—. Lorien mismo me dio el poder para
dominar otro Garde, para quitarles sus Legados como guste.
Esa es la manera del planeta de decir que quiere que tome
control.
Pittacus sacude la cabeza y se planta sobre su amigo.
—Escúchate a ti mismo. Primero desacreditas la manera
en que Lorien da sus regalos al azar y ahora clamas que los
Legados son nuestro destino. No estoy seguro cuál es más
perturbador.
—Podríamos gobernar juntos, Pittacus —ruega
Setrákus—. Por favor. ¡Eres como un hermano para mí!
Pittacus traga duro. Con su telequinesis enrolla el lazo
alrededor del cuello de Setrákus. Se agacha para estar frente a
su compañero Anciano, su mano posicionada en el duro nudo
de cuerda que apretará el lazo.
—Fuiste muy lejos —dice Pittacus—. Lo siento Setrákus,
pero lo que has hecho…
Pittacus comienza a apretar el lazo. Debería hacer esto
rápido, pero no puede atreverse a terminar las cosas, no aún.
El extremo afilado muerde el cuello de Setrákus. Mi abuelo se
inclina hacia atrás.
El lazo muerde más en la carne. Él mira al cielo.
—Habrá dos lunas esta noche —dice él—. Ellos bailarán
en la playa, como solíamos hacerlo, Pittacus.
La sangre oscurece la tierra bajo mi abuelo. Comienza a
sollozar, así que cierra los ojos para ocultarlo.
Pittacus no puede seguir con ello. Quita el lazo de
alrededor la garganta de Setrákus, lo tira hacia el lado y se
pone de pie. No hace contacto visual con Setrákus. En vez de
ello, mira hacia el Liberador y al área de investigación de
Setrákus. Cree que Setrákus puede volver de esto, que se ha
dado cuenta de lo errado de sus maneras. Aún ve a su viejo
amigo ahí, tirado en la tierra. No sabe el monstruo en que se
convertirá.
El Liberador está hace tiempo apagado. Nadie allá atrás
nota cuando Pittacus usa su telequinesis para arrastrar a uno
de los ya muertos asistentes de Setrákus por la tierra hacia
ellos. Mientras Setrákus mira, con los ojos muy abiertos,
Pittacus usa su Lumen para quemar el cuerpo hasta que está
achicharrado e irreconocible. Cuando está hecho, Pittacus
mira a otro lado.
—Estás muerto —dice Pittacus—. Vete de aquí. Nunca
vuelvas. Quizás un día, puedas encontrar la manera de curar
lo que ha sido dañado, aquí y dentro de ti. Hasta que ese día
llegue… adiós, Setrákus.
Pittacus lleva el cuerpo quemado con él y deja a
Setrákus en la tierra. Se queda perfectamente quieto, dejando
la sangre formar una piscina de la circular herida en su pálido
cuello. Eventualmente, se limpia las lágrimas.
Entonces, Setrákus sonríe.

Permanecemos en el cañón mientras los años comienzan a


volar. Las cenizas de la batalla, llevadas por el viento, las
quemaduras de la batalla deshaciéndose por el sol. Los restos
de la máquina de Setrákus erosionar, comidos por el polvo
rojo y los vientos que corren por las montañas.
Cada año, cuando hay dos lunas en el cielo. Pittacus
Lore vuelve aquí. Mira al desastre del Liberador y considera
lo que hizo. Lo que casi hizo. Lo que no hizo.
¿Cuántos años será así? Es difícil decir. Pittacus nunca
envejece gracias a su Aeturnus.
Y entonces, un día, mientras Pittacus está en el mismo
lugar donde debió matar a mi abuelo, una fea nave insectoide
corta la puesta de sol y se acerca hacia él. La nave aterriza
frente a él. La versión Mogadoriana de Skimmers que hemos
visto tantas veces. Mientras la nave aterriza frente a él,
Pittacus deja las llamas llenar uno de sus brazos y en la otra
una bola de hielo.
La nave se abre y Celwe sale de ella. A diferencia de
Pittacus, ella ha envejecido. Su cabello alguna vez castaño
ahora es gris, su rostro surcado por arrugas. Los ojos de
Pittacus se abren cuando la ve.
—Hola Pittacus —dice ella, conscientemente poniéndose
cabello detrás de las orejas—. No has envejecido un día
—Celwe —Pittacus respira, sin palabras. La toma en sus
brazos y ella lo abraza de vuelta, se quedan así por un largo
momento. Eventualmente Pittacus habla—. Nunca pensé que
te vería de nuevo. Cuando Setrákus Ra, cuando él, no esperé
que te fueras en el exilio con él, Celwe.
—Fui criada como los Lorics, nos apareamos de por vida
—Responde Celwe, no gélidamente.
Pittacus alza una ceja, escéptico de esto, pero no dice
nada. En cambio mira más allá de Celwe, al viejo modelo de
Skimmer.
—¿Esta nave es…?
—Mogadoriana —Simplemente responde Celwe
—¿Es ahí donde se han estado escondiendo todos estos
años? ¿Donde han estado viviendo?
Celwe asiente.
—¿Qué mejor lugar que uno donde los Garde tienen
prohibido viajar?
Pittacus sacude la cabeza.
—Él debería volver. Han pasado décadas. Los Ancianos
lo han borrado de las historias, su nombre olvidado por todos
menos nosotros. Realmente creo que después de todos estos
años sus crímenes podrían ser perdonados.
—Pero sus crímenes jamás han parado, Pittacus.
Es entonces cuando él lo nota. Las delatoras negras
venas corriendo por el cuello de Celwe. Pittacus da un paso
hacia atrás, su expresión endureciéndose.
—¿Por qué has vuelto ahora Celwe?
En respuesta, Celwe se vuelve al Skimmer.
—Ven aquí —dice ella y un momento después, una
tímida chica, de no más de tres años se asoma de la entrada
del Skimmer. Tiene el cabello castaño de Celwe y las duras
facciones de Setrákus Ra, y de repente me acuerdo de la carta
de Crayton. Setrákus Ra podría llamarme su nieta, pero en
realidad soy su bisnieta. No hay forma de negarlo ahora, no
sólo porque Legado sabe, sino porque me reconozco a mí
misma en ella, esta niña crecerá y dará a luz a Raylan, mi
padre.
—Ésta es Parrwyn —Dice Celwe— Mi hija.
Pittacus mira a la niña.
—Es hermosa Celwe, pero… —Mira a su anciano
rostro—. Lo siento, pero ¿cómo es esto posible?
—Sé que soy mayor para ser madre —contesta Celwe,
una mirada distante en sus ojos—. Fertilidad es la
especialidad de Setrákus Ra ahora. Fertilidad y genética, para
ayudar a levantar a los Mogadorianos. Lo llaman el Amado
Líder, ella se ríe de esto, sacudiendo la cabeza. Aun así no
podía ver a su única hija criada entre ellos. Así que aquí
estamos.
Parrwyn va hacia delante, escondiéndose tras la pierna
de su madre. Pittacus Lore se agacha, mueve sus manos sobre
las piedras sin vida del cañón y causa que una sola flor azul
brote de la arena.
La saca y se la entrega a Parrwyn. La chica sonríe
mucho.
—Te daré protección aquí —dice Pittacus a Celwe, no
mirándola a ella, sino a su hija—. Puedes vivir una vida
normal. Mantenerla a salvo. No le digas a ella de…de él.
Celwe asiente.
—Él volverá un día, Pittacus. Sabes eso ¿cierto? Excepto
que no será como lo imaginas. No estará buscando perdón.
Pittacus toca su garganta, con su mano a través del lugar
donde la cicatriz de Setrákus Ra está localizada.
—Estaré listo para él —dice Pittacus.
No lo estaba.
La visión termina y la oscuridad vuelve. Hay estallidos
de energía Loric en todos lados a mí alrededor. Otra vez estoy
flotando a través del cálido espacio que es Legado.
—¿Ahora qué? —Pregunto—. ¿Por qué nos mostraste
eso?
Para que supieran. Su voz replica gentilmente. Y ahora
sabiendo, conocerán.
—¿A quién conoceremos?
Todo.
Me despierto en una librería, de cabeza en una suave
alfombra. Rodeado en todos lados por cómodos sillones.
‗Despertar,‘ probablemente no es el término correcto, de
hecho. Todo es confuso en los bordes, incluso mi propio
cuerpo. Puedo decir que sigo en un estado de sueño que Ella
creó, excepto que ya no estoy en un modo de espectador
completo. Puedo moverme e interactuar con el cuarto, aunque
no sé qué demonios se supone que deba hacer ahora.
Me paro y miro alrededor. La iluminación aquí es tenue
y las paredes están cubiertas con viejos libros con tapa de
cuero, no me molestaría explorar, excepto que de vuelta en el
mundo real hay una horrible Mogasaurio destrozándonos a
mí y a mis amigos. Ella aseguró que estaríamos bien. Eso no
significa que estoy tranquilo simplemente sentándome en una
librería astral, esperando ver qué pasa ahora.
—Hombre, alguien debería tocar el violín para ese bebé
llorón de Pittacus Lore.
Me doy vuelta para encontrar Nueve parado en la mitad
del cuarto, donde no había nada más que espacio vacío hasta
hace un momento. Asiente hacia mí.
—¿De qué estás hablando?
—Tú lo viste también ¿No? ¿La historia de vida de
Setrákus Ra?
Asiento.
—Sí, lo vi también.
Nueve me mira como si fuera un idiota.
—El tipo debería haber matado a Setrákus Ra cuando
tuvo la oportunidad, en vez de ponerse todo sensible con ello.
Vamos
—No lo sé —replico tranquilamente—. No es fácil tener la
vida de alguien en tus manos. No podría haber sabido qué
pasaría.
Nueve bufa.
—Lo que sea, estaba gritándole que matara al idiota,
pero no escuchaba. Gracias por nada Pittacus.
La verdad no estoy para nada listo para procesar esa
visión, especialmente no con los comentarios de Nueve.
Desearía poder verlo de nuevo, para tomarme el tiempo de
realmente examinar mi mundo hogar como era hace siglos.
Más que nada. Desearía poder ver más de Pittacus Lore
usando el Legado Ximic. Hemos escuchado historias acerca
de cuan poderoso era, sobre como tenía todos los Legados.
Supongo que así es como lo hizo.
Verlo usar el Ximic me puso a pensar en el tiempo en
que desarrollé mi Legado curador. Fue una situación
desesperada, cuando estaba intentando salvar la vida de
Sarah que el Legado se manifestó. ¿Y si no era un Legado de
curación que manifestó después de todo? ¿Qué si era mi
Ximic despegando cuando realmente lo necesitaba? ¿Y
simplemente he sido incapaz de darme cuenta cómo
explotarlo para algo más que curar desde entonces?
Sacudo mi cabeza. Es una esperanza tonta algo así. No
puedo permitirme Legados más fuertes más que Nueve puede
cambiar el pasado. Tenemos que ganar esta guerra con lo que
se nos ha dado.
—Lo que está hecho está hecho —Le digo a Nueve
ceñudo—. Todo lo que importa es que detengamos a Setrákus
Ra. Esa es la misión.
—Sí, también me gustaría evitar ser comido por ese
monstruo gigante en Nueva York —dice Nueve mirado
alrededor. No parece para nada extrañado de estar aquí en
este estado de sueño. Está yendo con el flujo–. Ugh, libros.
¿Crees que alguno de estos habla de ese Godzilla que
tenemos?
Miro alrededor también, pero no a los libros, busco una
salida. Este cuarto en el que estamos no parece tener puertas.
Estamos atrapados aquí. Ella, la Entidad Loric, quién sea que
esté haciendo esto, no ha terminado con nosotros aún.
—Creo que estamos en algún tipo de cuarto de espera
psíquico —le digo a Nueve—. No estoy seguro de por qué.
—Genial —replica, y se tira en uno de los sillones—.
Quizás van a mostrarnos otra película.
—¿Qué crees que le pasó a Sam y Daniela? Los vi
desmayarse al mismo tiempo que nosotros.
—No tengo la más maldita idea —dice Nueve.
—Pensarías que terminarían en el mismo lugar.
—¿Por qué? —Pregunta Nueve—. ¿Crees que hay mucha
lógica operando en una especie de alucinación telepática
compartida?
—No —admito—. Supongo que no.
—Entonces, ¿crees que Ella está haciendo todo esto?
Estoy recibiendo una señal totalmente de Ella.
—Sí —digo asintiendo de acuerdo. Nueve tiene razón, no
estoy seguro cómo sé que estamos en una proyección psíquica
de Ella, sólo lo sé. Es intuición.
Nueve silba.
—Demonios hombre. La chica tuvo un serio aumento de
poder. Me siento holgazán. Quiero copiar algunos Legados
como tu chico Pittacus. O al menos tener una cosa lazo
afilada.
Suspiro y sacudo mi cabeza, un poco avergonzado de oír
a Nueve decir lo que estaba pensando. Cambio de tema.
—Necesitamos encontrar una forma de salir de aquí.
Nueve me da una mirada divertida, me doy vuelta y
camino hacia uno de los estantes. Empiezo a sacar libros de
los estantes, pensando que tal vez active algún tipo de pasaje
secreto. Nada pasa y Nueve sólo se ríe de mí.
—No deberíamos estar esperando —digo mirándolo.
—Hombre ¿qué más vamos a hacer? ¿Sabes lo mucho
que intenté asesinar al joven Setrákus Ra mientras estábamos
viendo? Mucho —Nueve empuja su puño a su palma abierta,
luego se encoge—. Pero ¿sabes? No tenía brazos ni piernas.
No podemos hacer nada ahora, así que sólo relajémonos, he
estado peleando por días e incluso si esta silla, es como un
fragmento de mi imaginación, es malditamente cómoda.
Me rindo de intentar sacar libros y vuelvo al centro del
cuarto. Ignorando a Nueve. Levanto mi cabeza al techo y grito
a él.
—Ella ¿puedes oírme?
—Te ves tan estúpido ahora —dice Nueve.
—No sé por qué sólo estás sentado ahí —digo
mirándolo—. Ahora no es el momento de relajarse.
—Ahora es exactamente el momento de relajarse —
replica Nueve, mirando a su reloj imaginario—. Volveremos a
casi morir tan pronto como Ella nos muestra cualquier
mierda profética que necesita.
—Estoy de acuerdo con Nueve.
Me doy vuelta para encontrar a Cinco parado a un par de
metros de mí, recientemente manifestado en nuestro pequeño
estar. Presiona sus labios y se encoge de hombros hacía mí,
como si no estuviera feliz de vernos tampoco. Incluso en este
mundo soñado, a Cinco le falta uno de sus ojos. Al menos está
cubierto por un parche de ojo normal, en vez de la asquerosa
cinta que lleva en el mundo real.
—¿Qué demonios está haciendo él a…?
Hay un grito gutural detrás de mí y entonces Nueve es
un borrón. Baja sus hombros y apunta por el estómago de
Cinco. Por alguna razón Cinco no espera ser atacado
enseguida y apenas tiene tiempo de cubrirse antes que de
Nueve llegue a él.
Excepto que Nueve no lo golpea. Pasa a través de Cinco y
termina golpeando su rostro contra una pila de libros que yo
tiré.
—¡Hijo de perra! —Ladra Nueve
—Eh —dice Cinco, mirando a su pecho, el cual
definitivamente parece lo suficientemente sólido como para
golpearlo.
—No puede haber violencia aquí
Todos nos damos vuelta para mirar a la pared más
alejada del cuarto, donde un pasillo se acaba de manifestar.
Parado ahí hay un musculoso hombre de mediana edad, su
cabello café blanqueándose en los bordes. Se ve exactamente
como lo recuerdo.
—¿Henri? —Exclamo.
Al mismo tiempo Nueve grita.
—¿Sandor? ¿Qué demonios?
Cinco no dice nada. Simplemente mira al hombre en el
pasillo, sus labios curvados en desprecio.
Nueve y yo intercambiamos una rápida mirada. Solo nos
toma un segundo darnos cuenta que todos vemos gente
diferente. Si realmente es Ella llevando este lugar de ensueño,
debe haber sacado a alguien con quien nos sintiéramos
cómodos de nuestro subconsciente. Excepto que eso no
parece haber funcionado realmente con Cinco. Sigue
apretando y relajando sus puños, como si fuera a abalanzarse
en cualquier segundo. No puedo evitar sonreír mirando a
Henri, aunque el momento es definitivamente agridulce.
—¿Eres… eres real? —Pregunto sintiéndome estúpido
preguntando
—Soy tan real como un recuerdo, John —Henri replica.
Cuando habla, veo un brillo dentro de su boca, de la misma
energía que Setrákus Ra estaba minando de Lorien. Es similar
a la forma en que Seis describía el encuentro de su grupo con
el brevemente reencarnado Ocho. Ya no creo que sea sólo Ella
llevando esta pieza maestra telepática. Tiene un soporte con
mucha energía.
—Siento haber volado el Pent-house —dice Nueve. Pausa
para una respuesta, luego dice—. Sí, fue totalmente la culpa
de Cinco, tienes razón.
Miro primero a Nueve, luego a Cinco, quién aún no ha
dicho nada, pero parece estar escuchado atentamente, y
finalmente a Henri. No podemos ver las visiones de los otros,
sólo las nuestras.
—¿Qué estás…? —Estoy a punto de preguntarle a Henri
qué hace aquí, pero me lo pienso mejor. Que él esté aquí de
hecho tiene tanto sentido como cualquier cosa. Hay una
pregunta mucho más importante que necesita respuesta.
—¿Qué hacemos aquí? —Pregunto.
—Están aquí para conocer a los otros —responde Henri,
luego se da vuelta y camina a través del corredor abierto que
no estaba allí hace un segundo. Hace un gesto para que
sigamos.
—¿Qué otros?
—Todos —dice Henri, y me sonríe en la misma forma
frustrante de saber que solía hacer antes—. Recuerda John.
Tienes sólo una oportunidad de hacer una primera buena
impresión. Mejor hazla contar.
No sé de lo que habla, pero sigo de todas formas. Él es
mi Cêpan después de todo. Aún aparecido en este loco estado
de sueño, él se siente real. Confío en él. Nueve se acerca a la
puerta también, siguiendo a una versión de Sandor que no
puedo ver, parloteando sobre los Chicago Bulls. Cinco nos
sigue a regañadientes unos pasos más atrás, aún en silencio.
Cuando me acerco a él, Henri pone su mano en mi
hombro. Baja su voz, aunque los otros no pueden oírlo, como
si me estuviese contando un secreto.
—Empieza con lo que sientes John. Esos serán los más
fáciles. Recuerda cómo es. Visualiza.
Miro a Henri, no estoy seguro de lo que está hablando.
En respuesta a mi mirada, muestra esa sonrisa de nuevo.
Acompañándome, haciéndome ver los detalles por mí mismo.
La manera de Henri. Sé que me hace más fuerte y más listo al
final, pero el hombre si me enfada.
—No entiendo lo que estás tratando de decirme —digo.
Henri me palmea el hombro, y comienza a caminar por
el pasillo.
—Lo harás.
Estoy un poco aturdida, conducida hasta el final de un largo
pasillo por Katarina, mi Cêpan muerta. Marina y Adam están a
pocos pasos detrás de mí. No teníamos mucho que decirnos el
uno al otro cuando ‘Despertamos’ en una lujosa biblioteca,
todos nosotros aún estábamos pasmados por lo que habíamos
visto, o bien un poco en impactados por la feroz batalla a la que
repentinamente fuimos transportados. De todos modos, no pasó
mucho tiempo hasta que Katarina vino a recogernos.
Salvo porque no creo que los otros estén viendo a
Katarina. Marina se dirige a la figura que nos conduce como
Adelina y Adam ha mantenido su voz deliberadamente baja por
lo que no podemos oír lo que está diciendo. Ambos están
teniendo conversaciones por separado de mí. Es como si
estuviéramos aquí juntos, pero no realmente existiendo en la
misma longitud de onda.
La expresión de Adam se ha nublado por la culpa cuando
despertamos aquí. Ahora, sin embargo, se pone un poco por
delante de Marina y de mí, acercándose a la figura que yo
identifico como Katarina. Marina y yo intercambiamos una
mirada, ambas teniendo la urgencia de escuchar a escondidas.
Nos levantamos un poco detrás de Adam.
—¿Hice lo correcto? —Él le pregunta a cual sea la forma
que la Entidad de Ella ha tomado para él.
No escucho qué respuesta obtiene. Todo lo que Adam
hace es sacudir la cabeza.
—Eso no cambia lo que he intentado hacer, Uno.
Ah. Sé sobre lo que está preguntando. Adam realmente
intentó matar a Ella hace un momento… bueno, justo hace un
momento ella básicamente se suicidó. Tengo mi propia culpa
sobre eso considerando que estoy bastante segura que no iba a
saltar enfrente para detenerlo. Estaba planeando dejar todo
pasar, solo atribuyéndolo al calor del inicio de la batalla.
Aparentemente, Adam no pudo hacerlo.
Tampoco Marina. Ella toma a Adam por el codo,
alejándolo del cambia-formas de Katarina para así ella poder
confrontarlo. Conociéndola, este enojo probablemente lo lleva
sazonado por un rato.
—¿Qué demonios fue eso allá atrás? —Le pregunta a él.
Casi espero que Marina comience a irradiar su aura de hielo.
Supongo que eso no pasará aquí en el espacio de la cabeza de
Ella. Sin embargo, en sus ojos muy abiertos la muerte comienza
a reflejarse en ella o cruzar por su mirada.
—Lo sé… —Adam responde, dejando caer su cabeza—.
Perdí el control.
—Pudiste haber matado a Ella —Marina lo suelta—.
¡Pudiste haberlo hecho!
—Él no lo hizo, pienso… —digo, tratando de mantener las
cosas calmadas. Ambos me ignoran.
—No espero que entiendas esto —Adam dice con su voz
suave—. Nunca, yo realmente nunca conocí a Setrákus Ra
antes. Pero he pasado mi vida entera a su sombra, bajo su
pulgar, un prisionero de sus palabras. Cuando tuve la
oportunidad de matarlo, de liberarme… no pude evitarlo.
—¿Tú piensas que no queremos matarlo? —Marina
pregunta incrédula—. Él ha estado cazándonos nuestra vida
entera. Pero nosotros sabíamos que Ella podía morir primero así
que…. Nos detuvimos.
—Lo sé —Adam responde, ni si quiera intenta
defenderse—. Y en ese mismo momento me convertí en la cosa
que siempre he odiado. Tendré que vivir con eso, Marina.
Lamento que haya pasado.
Marina pasa su mano por su cabello, nada segura de cómo
responder a eso.
—Yo solo… yo solo no puedo creer que se haya ido —
Marina dice después de un momento—. No puedo creer que
ella se haya hecho eso a sí misma.
—No creo que Ella se haya ido —le digo a Marina,
agitando una mano en el azul mármol profundo de las paredes
del pasillo que nos rodea—. Yo creo que tiene algo que ver con
nuestra situación actual. ¿Sabes? Vi muchos rayos de luz
saliendo disparados del cuerpo de Ella antes de que cayéramos.
Marina sonríe ligeramente, mirándome a mí ahora en lugar
de asesinar a Adam con la mirada.
—Espero que estés en lo correcto, Seis.
—El hechizo se rompió, creo. Lo probé antes de venir aquí.
—les digo, recordando con gran satisfacción cómo se sentía
romper la cabeza de Setrákus Ra con una roca.
Marina se pellizca el puente de la nariz. Es demasiado para
asimilar, viniendo de pelear con Setrákus Ra y verlo como un
Loric normal.
—¿Él…? ¿Podría estar matándonos justo ahora?
—No, él se cayó con lo que sea que Ella hizo, también. Sin
embargo deberíamos hacer un plan, porque tengo el
presentimiento que una vez que este pequeño viaje bajo el
mundo de los recuerdos se acabe vamos a estar de regreso en la
mierda.
Adam frunce el ceño, viéndose avergonzado.
—Estoy en mal forma. Creo que rompió toda mi cara.
—Te sanaré —Marina dice secamente—. Estaba a punto
de hacerlo de todas formas.
—Bien, bien —digo—. Y entonces ustedes podrán
ayudarme a matar a Setrákus Ra.
Ambos Adam y Marina se me quedan viendo.
—¿Qué? —Pregunto—. ¿Ustedes creen que alguna vez
tendremos una mejor oportunidad contra él? Tenemos a sus
tropas huyendo, él está herido, es tres contra uno…
—No tenemos nuestros Legados —Marina dice—. Él los
drenó. Voy a tener que arrastrar a Adam fuera del cráter solo
para curarlo.
Adam asiente, estudiándome. No puedo decir si él no está
seguro si estoy loca o si cree que es un buen plan. De todas
formas, no dejaré pasar la admiración en su mirada.
—No será tres contra uno de inmediato, Seis. Será uno
contra uno.
—No me importa, no desperdiciaré esta oportunidad —le
digo. Miro alrededor a lo que nos rodea, deseando que pueda
descubrir una manera de salir—. Tan pronto como esto
termine, voy a matarlo.
Marina olvida su disgusto con Adam lo suficiente para
intercambiar una mirada con él. Supongo que podría sonar un
poco loco… En este punto, hemos dejado de caminar por el
pasillo al tener esta discusión. Katarina, o quienquiera o lo que
sea que ha tomado su forma, nota nuestra tardanza, y se
detiene, aclarándose la garganta impacientemente.
—No tenemos mucho tiempo —dice en el mismo severo
tono que usaba cuando realmente la molestaba—. Vamos.
Comenzamos a caminar de nuevo. Marina se acerca a mí,
apoyando su hombro con el mío.
—Sólo seamos cuidadosas ¿Está bien, Seis? —dice
suavemente—. El Santuario, tal vez Ella… ya hemos perdido
demasiado por hoy.
Asiento, sin responder. Marina era la que quería quedarse
atrás y proteger el Santuario de Setrákus Ra en primer lugar.
Pero ahora que realmente tenemos una oportunidad para
matarlo, está siendo tímida.
Eventualmente, el pasillo se abre en una sala abovedada
con una larga mesa circular que crece justo fuera del piso.
Katarina se hace a un lado para dejarnos entrar y cuando volteo
para mirarla, ella desaparece.
El cuarto es una réplica exacta de la Cámara de los
Ancianos de la visión que todos compartimos. La única
diferencia es el mapa con brillos que está dibujado a través del
techo. En lugar de Lorien, representa la Tierra. Hay puntos
brillantes en el mapa de lugares como Nevada, Stonehenge e
India. Los lugares de las piedras de Loralita. La galería está
actualmente vacía, pero uno de los nueve asientos alrededor de
la mesa está ocupado.
Lexa parece incómoda sentada en una de las sillas con
respaldo alto. Tambalea sus manos en la mesa, la mujer
obviamente no está segura de lo que se supone que hace aquí.
Parece aliviada cuando entramos en la habitación.
—No creo que yo deba estar aquí —Lexa dice,
levantándose para encontrarnos.
—Tengo la misma sensación. —Adam responde, mirando
el enorme símbolo Loric en el centro de la mesa.
—No soy uno de la Garde. Nunca he visto una de estas
reuniones hasta la cosa de la visión. Ustedes también vieron eso,
¿verdad?
Todos asentimos.
—Si estás aquí es por alguna razón —Marina dice.
Lexa mira hacia mí.
—Escuché la explosión en la jungla. ¿Cómo va la pelea?
Adam toca la parte de su rostro donde Setrákus Ra lo
golpeo, a continuación se aleja a una de las sillas vacías. Intento
descubrir la mejor forma de decirle a Lexa la actual situación.
—Estamos sobreviviendo —digo eventualmente—.
Hemos empujado de regreso a los Mogs y creo que tenemos una
verdadera oportunidad de llegar a Setrákus Ra. Si alguna vez
salimos de aquí.
Lexa asiente aprobando.
—Demonios sí. —Ella dice—. Mantengo los motores
calientes. En caso de que ustedes quieran abandonar.
—Nosotros muy bien podríamos –Marina dice, dándome
una mirada.
—Tú eras la que quería quedarse y pelear en primer lugar,
Marina. Ahora tenemos que terminarlo.
—¿Pero no lo entiendes, Seis? El conocimiento es lo que
necesitamos. Sabemos lo que es Setrákus Ra y sabemos cómo
detenerlo. Rompimos el hechizo. Ella estropeó su nave así que
él no puede extraer más de la Entidad. Sólo estar aquí. —
Marina señala alrededor del cuarto—. Esto es una victoria.
Adam está herido, Ella… no sabemos, y estoy segura que Sarah,
Mark y Bernie Kosar no serán capaces de cubrirnos por
siempre. Tal vez retirarnos sea un movimiento inteligente. Ella
nos dijo que deberíamos correr, después de todo. Correr o…
—Oh, ahora quieres escucharla —respondo, sacudiendo
mi cabeza—. Mira, no sé qué tomaste de esa visión, pero si he
aprendido una cosa es que Pittacus Lore debió haberse
encargado y matado a Setrákus Ra cuando tuvo la oportunidad.
—Bum. Ves, ¿Johnny? Seis está de acuerdo conmigo.
John y Nueve entran desde un pasillo lateral. A pesar de
todo, no puedo evitar sonreír cuando los veo. Esa sonrisa
desaparece rápidamente, sin embargo, cuando Cinco camina
detrás de ellos, Marina se pone tensa inmediatamente y da un
paso hacia él, pero John se pone entre ellos abriendo los ojos,
ahora no es tiempo. Pongo una mano en el brazo de Marina para
mantenerla tranquila. En su haber, Cinco parece darse cuenta
de que es una presencia realmente desagradable. Él permanece
en el borde de la habitación, evitando el contacto visual. John y
Nueve corren hacia nosotros a abrazarnos. Rápidamente les
presentamos a Lexa, de quien John ya escuchó por Sarah.
—Así que, están en medio de una pelea con Setrákus Ra y
estamos a punto de ser tragados por un Piken gigante. –Nueve
dice, cruzando sus brazos—. Buena sincronización con esta
mierda, ¿eh?
—¿Cómo está Sarah? —John me pregunta.
—Ella está bien —le digo, dejando fuera la parte donde
actualmente no he podido vigilarla en los últimos minutos. Así
que no hay razón para preocuparlo. Su novia puede cuidarse
sola. Ella ha llegado a tener un muy buen tiro.
John sonríe y se ve aliviado
—¿Qué hay de Sam? —Le pregunto.
John sacude su cabeza
—No lo sé. Él tiene Legados y lo vi desmayarse justo antes
que yo. Él definitivamente fue jalado dentro del grupo
telepático de Ella. Aunque, no estoy seguro en dónde termino.
—Él estará aquí en un segundo.
Todos reconocemos la voz. Ella aparece con un ligero aire.
Sentándose en la misma silla que Loridas ocupó en la visión. Sus
ojos están desbordantes con crepitante energía Loric. Ella
descansa su mano en la mesa en frente de sí y chispas de
llamaradas atraviesan la superficie. El cabello de Ella flota fuera
de su cabeza, rodeándola de energía estática. Todos la miramos
fijamente, impactados en silencio.
—¿Ella…? —Marina es la primera en hablar. Camina hacia
Ella—. ¿Estás bien?
Ella hace una sonrisa rápida, sin embargo nunca mira en
nuestra dirección. Sus ojos continúan enfocados en el espacio
vacío enfrente de ella. Su comportamiento me recuerda a la
Entidad. Es como si ellos compartieran un cuerpo ahora.
—Estoy bien —contesta. Hay una calidad de tono en su
voz, como si no fuera ella la única que habla, o hubiese pedazos
de otra conversación atravesándose.
—No puedo aguantar esto por mucho más tiempo.
Tenemos que seguir moviéndonos. No se asusten con lo que
sigue.
—¿Asustarnos con qué? —John pregunta.
Como respuesta, Setrákus Ra aparece en la silla a lado de
Ella, usando la misma armadura ornamentada que tenía cuando
atacó el Santuario. Todos nosotros nos alejamos hacia atrás. Sin
embargo el líder Mogadoriano no nos nota. Él no puede.
Tomando en cuenta que su cabeza está cubierta con una
capucha negra. Cadenas hechas de brillante Loralita azul están
enredadas alrededor del pecho y hombros de Setrákus Ra. Lo
mantienen atado a la silla, sin embargo es se sacude.
—¿Qué demonios? —Nueve pregunta, dando un paso
cuidadoso cerca de Setrákus Ra.
—¿Por qué esta aquí? —Le pregunto a Ella.
—Tuve que incluir a todos los que han sido tocados por
Legado —Ella responde—. Eran todos o ninguno.
—Legado… ¿quieres decir?
—La Entidad —responde—. Le di un nombre. No parece
importarle.
Marina contiene una risa. Eso me hace sonreír también, de
hecho. Suena como la vieja Ella.
—¿Esta cosa de Legado va a salir e introducirse él mismo?
—Nueve pregunta—. Quiero hacerle unas peguntas y pedir
nuevos poderes.
—Está aquí, Nueve —Ella contesta, y creo ver una esquina
de su boca ir hacia arriba en una sonrisa—. No está en mí. Está
en este cuarto. Es todo lo que nos rodea.
—Oh, está bien —Nueve responde.
—¿Él puede oírnos? —John pregunta, mirando al envuelto
Setrákus Ra.
—No, pero él sabe que algo está pasando —Ella dice—. Él
está peleando contra mí. Tratando de abrirse paso. No estoy
segura de cuanto lo pueda detener. Mejor hacemos lo que
venimos a hacer.
—¿Por qué estamos aquí? —Pregunto.
—Todos siéntense —Ella responde.
Miro alrededor para ver si alguno cree que esto es tan loco
como yo. John y Marina inmediatamente jalan una silla de la
mesa, con Lexa y Adam rápidamente uniéndoseles. Nueve
atrapa mi mirada, parpadea y me da una pequeña sonrisa y se
encoge de hombros como diciendo: Qué demonios. Él se sienta a
lado de John y yo entre Marina y Ella. Dejando solo un lugar, el
de al lado de Setrákus Ra. Nadie está ansioso por sentarse ahí.
A regañadientes, Cinco camina a través de la habitación y
se sienta a lado de su antiguo maestro. Él se ve como si
prefiriera cualquier cosa ahora y evita hacer contacto visual con
nosotros.
—Perfecto —dice Nueve con desprecio.
Mientras cada uno es colocado, me inclino y susurro a
Ella. No puedo mantener mi mente sin pensar en mi
enfrentamiento inminente con Setrákus Ra.
—Ella dijo: Corran o mueran. —Comienzo, no muy segura
de cómo aproximarme a aclarar una profecía con mi tal vez
amiga muerta llena de energía.
—Es eso… ¿Son esas aun nuestras opciones? Si peleo
contra Setrákus Ra yo podré… ¿Alguno de nosotros…?
Las venas de la frente de Ella palpitan.
—Seis, no puedo. No puedo decirte qué hacer. Todo es… es
todo tan incierto.
—¿Ahora qué? —John le pregunta a Ella, terminando
nuestra conversación.
Le toma un momento responder. Hay una clara tensión en
su rostro. Se está concentrando fuertemente en algo.
—Ahora, traeré dentro a los otros.
—¿Qué otros? —John pregunta.
En respuesta, hay una ráfaga de ruido de todo alrededor de
nosotros. Se siente como si estuviéramos en el medio de una
fiesta concurrida. Eso es porque la galería rodeando la mesa de
los Ancianos está ahora completamente llena de personas. Ellos
son de nuestra edad, algunos, tal veces unos años más jóvenes, y
a primera vista parecen venir de todo el mundo. Varios de ellos
hablan emocionadamente entre ellos, algunos hacen
introducciones, otros discuten las visiones que acaban de ver,
analizando los detalles de la historia de Setrákus Ra y Pittacus.
Otros sentados en sí mismos, se ven nerviosos o asustados. Un
chico bronceado con cabello negro y un collar de cuentas no
para de llorar entre sus manos, incluso aunque está siendo
consolado por un par de chicas rubias que parece que
pertenecen a un comercial de chocolate caliente. El modo en el
que están actuando, es como si estas personas hubieran estado
aquí todo el tiempo y nosotros fuéramos los que acabáramos de
ser transportados dentro de la escena. Supongo, desde su
perspectiva, es exactamente lo que sucedió.
Sam se sienta en la primera fila, una chica de mirada hosca
con un desastre de trenzas está sentada a su lado. Él mira
directo a mí, sonríe y murmura un hola, entonces la conmoción
realmente empieza.
—Miren —grita una chica japonesa, y me toma un
segundo darme cuenta que está señalando hacia nosotros.
Un murmuro atraviesa a la multitud mientras todos nos
notan sentados alrededor de la mesa. Al principio, todos hablan
al mismo tiempo, salpicándonos con tantas preguntas que ni si
quiera puedo distinguir. Lentamente, la sala se vuelve
silenciosa. Un respetuoso silencio eventualmente cae. Estos son
la Garde humana. Sólo puedo imaginar lo jodidamente
desquiciado que es toda esta cosa para ellos.
Y ahora, me doy cuenta, están esperando que nosotros
expliquemos la situación.
Miro alrededor de nuestra mesa. Ella está completamente
perdida. A lado de ella, Setrákus Ra se retuerce. Adam y Cinco
ambos se ven como si estuvieran a punto de esconderse debajo
de la mesa. Incluso Marina esta sonrojada y se ve incómoda. No
como los otros. Nueve sonríe, saludando a tantas personas en la
multitud como puede.
—¿Qué hay? —Dice. Algunas personas en la audiencia
sonríen disimuladamente.
Obviamente, uno de nosotros necesita decir algo un poco
más sustancial que eso.
John se levanta, su silla chirriando contra el mármol del
piso.
—Es el tipo de YouTube —Escucho que alguien susurra, y
en el otro lado de la habitación alguien dice: —Es John Smith.
John mira a las diferentes caras, tratando de no parecer
abrumado. Veo a Sam guiñarle con sus pulgares arriba. John
toma una respiración profunda, entonces duda. Él se voltea
hacia Ella.
—¿Todos ellos, eh, hablan el mismo idioma?
—Estoy traduciendo. —Ella le responde simplemente, sus
ojos brillando intensamente.
No sé cuándo demonios aprendió a hacer eso. No voy a
cuestionarlo, aunque, aparentemente tampoco John.
—Hola —John dice, levantando su mano. Algunas
personas de la multitud murmuran saludos—. Mi nombre es
John Smith. Somos lo que quedan de Lorien.
John camina alrededor de la mesa. Termina parándose
justo al lado de Setrákus Ra.
—Supongo que probablemente ustedes vieron lo que
nosotros vimos, ¿verdad? Bueno, esa historia termina con
Setrákus Ra aquí regresando a nuestro planeta, Lorien, y
masacrando a todos en él. Todos excepto a nosotros. —Él deja
que esto quede asentado por un momento antes de continuar.
—Si no están seguros de que eso tenga que ver con
ustedes, bueno. ¿Tal vez han notado todas las naves
extraterrestres en las noticias? Setrákus Ra está aquí. Él le hará
a la Tierra lo que le hizo a Lorien. A menos de que lo
detengamos.
John intenta hacer contacto visual con tantas personas en
la audiencia como le es posible. Él está haciendo toda la cosa del
líder bastante bien.
—No me refiero a nosotros como yo, eh, y amigos aquí
sentados alrededor de la mesa. —John continúa—. Quiero decir
ustedes y yo. Todos en esta habitación.
Eso obtiene que los chicos de la habitación murmuren. El
chico llorón de Hawái al menos ha parado de sollozar lo
suficiente para escuchar, pero ahora veo sus ojos mirando
alrededor para buscar una salida.
—Sé que esto suena loco. También probablemente no se
sienta justo —John continúa—. Hace algunos días, estaban
viviendo una vida normal. Ahora, sin ningún aviso, hay aliens en
su planeta y pueden mover objetos con su mente, ¿verdad?
Quiero decir… ¿hay alguien aquí que no tenga telequinesis aún?
Algunas manos se alzan, incluyendo al niño llorón.
—Oh, guau —John dice—. Así que ustedes deben estar
realmente confundidos. Inténtenlo cuando estén fuera de aquí.
Solo, eh… visualicen algo en su casa moviéndose a través del
aire. Realmente enfóquense en eso. Funcionará, lo prometo. Se
asombrarán a sí mismos y probablemente asusten a sus padres
—John piensa por un momento.
—¿Alguno ha desarrollado algún otro poder, además de
telequinesis? Los llamamos Legados, por cierto. ¿Alguno más…?
Un chico en una de las filas de en medio se levanta. Es
rechoncho con una mata de cabello café y me recuerda a un oso
de peluche. Cuando habla tiene un ligero acento Alemán.
—Mi nombre es Bertrand —él dice, nerviosamente
mirando alrededor—. Mi familia, nosotros somos cuidadores de
abejas. Ayer, noté, hmm, las abejas… hablan conmigo. Pensé que
me estaba volviendo loco pero el enjambre va hacia donde yo le
digo así que…
—Que nerd —Nueve me susurra—. Cuidador de abejas.
John aplaude.
—Eso es genial, Bertrand. Eso es realmente rápido para
desarrollar un Legado. Les prometo a los demás que también los
tendrán, y no todos serán capaces de hablar con los insectos.
Podemos entrenarlos para que sepan usarlos. Tenemos personas
que saben, personas con experiencia… Aquí —John mira
alrededor de la mesa. Supongo que ahora todos vamos a ser
Cêpan.
—De igual forma, hay una razón por la que ustedes están
obteniendo estos Legados, especialmente ahora. En caso de que
aún no lo hayan descubierto… es porque se supone que ustedes
nos ayudarán a defender la Tierra.
Eso realmente mantiene al salón hablando. Algunas
personas realmente animadas como si estuvieran listos para
pelear, pero la mayoría murmuran inciertos, hablando entre
ellos.
—John… —Ella dice, sus dientes ahora apretados—. Date
prisa, por favor.
Miro hacia Setrákus Ra. Se sacude cada vez más y más
fuerte.
John levanta ambas manos para callarlos.
—No voy a mentir y decir que lo que les estoy pidiendo
que hagan no es peligroso. La mayor parte definitivamente lo es.
Estoy pidiéndoles que dejen sus vidas detrás, que dejen a sus
familias atrás y se nos unan en una pelea que comenzó en una
galaxia completamente diferente.
Algo sobre la manera en que John dice todo esto me hace
pensar que lo había practicado antes. Noto que él mira hacia la
chica que está sentada junto a Sam. Ella sonríe hacia él.
—Obviamente no puedo obligarlos a que se nos unan. En
unos minutos, se despertarán de este pequeño encuentro en
donde sea que estuvieran antes. Donde están a salvo, espero. Y
tal vez quienes de nosotros peleemos, tal vez las armas del
mundo, todos nosotros… tal vez eso sea suficiente. Tal vez
podamos pelear contra los Mogadorianos y salvar la Tierra. Pero
si fallamos, incluso si se quedan al margen de esta batalla… ellos
vendrán por ustedes. Así que les estoy preguntando a todos,
incluso si no me conocen, incluso aunque nosotros hayamos
sacudido realmente sus vidas, quédense con nosotros.
Ayúdennos a salvar el mundo.
—Demonios sí —Nueve dice, aplaudiendo a John—. Ya lo
oyeron, nuevos. Renunciar es de peleles únanse a la maldita
batalla.
El silencio respetuoso que se mantuvo la mayoría del
tiempo durante el discurso de John se rompe cuando Nueve
abre su boca, como si de repente estuviéramos en una
conferencia de prensa. Ellos lanzan preguntas hacia toda
dirección.
—¿Es un Mogadoriano el de la mesa?
—Regresen a su galaxia. ¡Raros!
—¿Cómo le hago para dejar de romper cosas con mi
telequinesis?
—¡Quiero ir a casa!
—¿Cómo podemos detenerlos?
—¿Qué hay con tu parche en el ojo, hermano?
—¿Puede ese terrorífico hombre vernos?
—¿Por qué quiere matarnos?
Y entonces, sonando sobre la cacofonía, un larguirucho
chico con el cabello con un Mohawk decolorado con el estilo de
algún retirado punkrocker se levanta en su asiento y pisa hacia
abajo realmente fuerte. Supongo que la robustez de sus botas de
combate trasciende del mundo del sueño porque el sonido es lo
suficientemente fuerte para callar a todos.
—Ustedes están en América, ¿verdad, amigo? —El punk le
pregunta a John, hablando con un poco de acento inglés—.
Digamos que quiero unirme a la pelea y golpear a estos cabrones
pálidos. ¿Cómo demonios se supone que yo llegare a ti? En caso
de que no lo hayas notado, no hay un maldito vuelo
transatlántico debido a las grandes naves espaciales.
John se frota la parte trasera de su cuello, inseguro.
—Yo…
La mano de Ella se tensa en la mesa
—Yo puedo responder eso —ella dice, su voz suena
melodiosa y definitivamente nada a Ella. Este es Legado
hablando por ella.
Arriba de nosotros, puntos de luz en el mapa del mundo se
mantienen brillantes. Todos giran su atención al techo.
Recuerdo los más brillantes como las locaciones de las piedras
de Loralita que usamos para teletransportarnos, pero hay más,
puntos menos brillantes tomando forma por todo el globo.
—Estas son las locaciones de las piedras de Loralita. —
Ella dice—. Las más brillantes han existido en este planeta por
mucho tiempo. Las otras apenas ahora han empezado a crecer
mientras me uno con la Tierra. Pronto estarán en la superficie.
Marina habla
—Necesitamos… —ella vacila, encogiéndose en sí
misma—. Necesitamos un Legado de teletransportación para
usar esas antes.
—No más, no ahora que he despertado –Legado habla vía
Ella—. La Loralita está en sintonía con sus Legados. Cuando
estén cerca, sentirán como los jala. Todo lo que necesitan hacer
es tocar una de ellas e imaginar el lugar de otra piedra. La
Loralita hará el resto.
—¿Eso es Stonehenge? —El británico pregunta,
acercándose al mapa—. Muy bien entonces. Eso es realizable.
—Eh, creo que uno de esas está en Somalia —alguien más
dice.
—Habrán más cambios en su ambiente —Ella continúa,
pero se detiene de repente. Temblando violentamente. Sus
manos arañan la mesa y de hecho disuelven la madera, chispas
salen de ella. Cuando habla, es con su propia voz, sin Legado.
—¡Se están rompiendo! —Ella Grita.
Las brillantes cadenas que mantenían a Setrákus Ra en su
asiento se rompen. Los pedazos rotos de la cadena atraviesan la
mesa y pasan a través de nosotros. Ella debe estar perdiendo su
agarre telepático de silencio sobre Setrákus Ra. Él no está más
aislado del resto de nosotros. En un fluido movimiento, el ex
Anciano y actualmente líder de los Mogadorianos se levanta de
su silla que cae detrás de él, y se quita la capucha.
Las personas en la habitación gritan y empiezan a salirse
fuera de sus sillas, aunque no hay a donde ir.
Primero Setrákus Ra descansa una mano en el hombro de
Ella. La luz de sus ojos brilla, pero de otra forma, ella no se
mueve. Ella se mantiene enfocada. No obteniendo una reacción
por su nieta, él se voltea a mirar al Garde más cercano. Que
resulta ser Cinco. Setrákus Ra ríe.
—Hola, chico. ¿Quieres ser el primero en arrodillarse?
Cinco retrocede con terror, va atrás de la mesa. La Garde
está de pie ahora. Estoy lista para cargar pero, a mi lado, Nueve
no se siente tan preocupado.
—Él no puede hacer nada aquí. —Nueve me dice—. Me di
cuenta de eso cuando intente patear el trasero de Cinco.
Setrákus Ra balancea su mirada a través de la Garde
humana en la audiencia. Sé lo que está haciendo. Está
memorizando sus rostros.
—Él puede hacer algo —digo—. No dejes que los vea.
¡Ella! ¡Sácanos de aquí!
—¡No sé qué les hayan dicho! —Setrákus Ra se dirige a la
audiencia—. Les aseguro, es estúpido. Si vieron lo que yo vi,
entonces saben cómo los Lorics intentaron matarme por el
crimen de la curiosidad. ¡Vamos! Juren lealtad a su Amado Líder
y les mostraré cómo realmente manejar sus poderes.
Ninguno en la multitud se apresura a dar su lealtad al
psicótico Mogadoriano, pero varios de ellos se ven
justificadamente aterrorizados.
—Los estoy liberando —Ella dice—. Sucederá rápido.
Estén preparados.
Y entonces, la luz en sus ojos se apaga. Ella cae. Espero que
no sea la última vez que hable con ella.
—Seis… —es John. Él está parado junto a mí—. Estaremos
en contacto pronto. Trae a todos de vuelta a salvo.
Entonces él y Nueve abruptamente quedan fuera de
existencia.
El mapa del techo comienza a caerse. El cuarto baja la
intensidad de su luz. La visión termina.
Muchos de la nueva Garde se han ido ya. Pero algunos
quedan, y Setrákus Ra.
—¡He visto sus caras! —Setrákus Ra grita a los humanos,
ignorando totalmente al resto de nosotros—. ¡Los cazaré! ¡Los
mataré! ¡Los haré…!
Bueno, no dejaré que esto continúe.
Salto sobre la mesa, rebotando a través y poniéndome
justo enfrente de la cara de Setrákus Ra. Él detiene su
vociferación, sus negros y vacíos ojos miran directo a los míos.
Salto de un pie al otro como un boxeador.
—Oye, hijo de perra —le digo—. Cuando despertemos, te
mataré.
—Ya veremos —Setrákus Ra responde.
Creo que empieza a suceder. Mi cuerpo se vuelve
transparente. Los detalles de la habitación se vuelven borrosos.
Puedo oler el humo de los incendios alrededor del Santuario, se
puede sentir el polvo en mi piel. Tengo que moverme rápido.
Estoy deseando que mis músculos se ajusten tan pronto como
sea capaz.
—¡Vamos! —Grito—. ¡VAMOS!
Es hora de terminar esto.
Todo pasa tan rápido. Tan real como el mundo de los sueños se
sentía, no le hace justicia al peso físico de realmente tener un
cuerpo. Regresada sin ceremonia a donde pertenezco, todas las
sensaciones me golpean como nuevas. El calor del fuego, el
asfixiante polvo, mis adoloridos músculos. Mis rodillas están
débiles por el impacto de todo esto. Estuve inconsciente por un
momento y mi cuerpo se ablanda como resultado. No puedo
evitar caer al piso.
Me estrello justo frente a Setrákus Ra mientras él tropieza
también. El gran bastado esta tan desorientado como yo.
Escucho un ruido a mis pies y me doy cuenta que Setrákus Ra
ha perdido el agarre de la espada de Adam.
Con un grito, lo empujo lejos de mí con tanta fuerza como
puedo reunir. Raspo mis manos con las placas superpuestas de
metal de su armadura.
Vamos, Seis. ¡Vamos!
Mantengo mi balance antes de que Setrákus Ra lo haga.
Solo me da un segundo o dos de ventaja, pero es todo lo que
necesito. Doy una voltereta hacia atrás, tomo la espada de Adam
y la balanceo hacia la cabeza de Setrákus Ra al instante en el
que regreso a mis pies.
En el último segundo, Setrákus Ra levanta su antebrazo.
La espada se sume en su armadura con un ruido metálico.
Sangre negra sale mientras yo halo de regreso la espada. Espero
que al menos corte su brazo, pero la armadura es demasiado
fuerte y solo lo corto a él. Aun así, los ojos de Setrákus Ra son
salvajes, él sabe qué tan cerca estuve. Fuerza una sonrisa,
aunque, sin embargo ha recobrado el equilibrio, sus ojos fijos en
mí.
—Demasiado lenta, niña. —Él gruñe—. Ahora veamos si
realmente puedes hacer lo que prometiste.
Aprieto mis dientes en respuesta y me balanceo con todo
lo que tengo. Setrákus Ra aparta la espada con uno de los puños
de su armadura, evitando el filo esta vez, y entonces me patea
justo en el estómago. Se me sale el aire y mis pies están fuera del
piso, siendo lanzada fuerte en la suciedad. Ruedo a lado
inmediatamente para evitar ser pisada, lo cual probablemente
hubiera hundido mi cara entera.
La espada se queda atorada debajo de mí mientras ruedo,
haciendo un corte superficial en la parte superior de mi pierna.
Nunca había entrenado con espadas antes, nunca vi el
punto. Definitivamente desearía que lo hubiera hecho. Sin mis
Legados, es la única arma que tengo contra Setrákus Ra. Él es
más fuerte que yo e igual de rápido. Estoy comenzando a pensar
que debí escuchar a Marina.
Hablando de Marina, mientras me vuelvo a poner de pie
con unos cuantos pasos entre mí y Setrákus Ra, miro alrededor
por ella. Ahí está arrastrando a un Adam inconsciente hacia el
lado más alejado del cráter. Mientras observo incendios
desintegradores entre la tierra alrededor de ella y es forzada a
cubrirse detrás de una pila de ladrillos calizos justo en el borde
del cráter. Desde la dirección de los disparos, parece que los
Mogs se han reagrupado alrededor de la rampa de entrada del
Anubis. La enorme nave de guerra aún se cierne sobre nosotros,
es de metal la parte más vulnerable de nuestro cielo.
Camino hacia atrás mientras Setrákus Ra viene hacia mí,
esquivando un par de grandes golpes encima de mi cabeza de
sus puños blindados. Cuando salgo fuera del alcance de sus
golpes, el usa su telequinesis para lanzar algunos pedazos de
ladrillos hacia mí. Los golpeo fuerte con mi espada, las manos
sudando en el mango.
—¿Dónde está tu bravuconería ahora, niña? —Pregunta—.
¿Por qué corres?
Dejo que piense que me estoy retirando. Quiero decir, me
estoy retirando. Es solo que no es todo lo que estoy haciendo.
Mi verdadera meta es llevar a Setrákus Ra tan lejos como pueda
del lado del cráter de Marina como me es posible. Una vez que
esté fuera del radio del cancelado de Legados y pueda curar
exitosamente a Adam, tal vez seamos capaces de darle la vuelta
a la corriente.
Mientras tropiezo con otra roca, creo que Marina acuna la
cabeza de Adam y presiona sus manos contra su rostro. ¡Sus
Legados deben estar funcionando! Ahora solo tengo que
continuar jugando al gato y al ratón hasta que…
Uf.
La parte trasera de mis pies golpean un objeto y caigo
sobre mi espalda. Mi aterrizaje es amortiguado por algo suave y
me toma un momento darme cuente que es el cuerpo de Ella
con el que tropecé. Ella esta pálida, completamente inmóvil, y
hay un rastro de negra sangre coagulada saliendo de ambas
fosas de la nariz. Sigue viéndose bastante muerta. No tengo
tiempo de revisar su pulso. Setrákus Ra esta justo sobre mí.
Él realmente se detiene. El cuerpo de Ella lo ha sacado de
su juego. No soy buena en leer esa expresión en su cara y sus
negros y vacíos ojos, pero si tengo que adivinar, diría que
Setrákus Ra está sintiendo alguna rara mezcla de
remordimiento y decepción. Él se preocupaba por su nieta de la
forma más grosera posible, deseando convertirla en un
monstruo justo como él. Espero que lo coma por dentro saber
que tan mal falló.
—Ella odiaba todo acerca de ti —le digo, levantando la
espada hacia la ingle de Setrákus Ra.
Setrákus Ra intenta esquivarla. El filo roza a través de la
copa de la armadura que está usando, pero entonces tengo
suerte. La espada apunta hacia un lado, encontrando una grieta
en la armadura plateada y se entierra profundamente dentro de
su muslo. Setrákus Ra grita con dolor mientras lo corto, sangre
negra y viscosa escurre por su pierna.
—¡Tú, pequeña perra! —Me grita. En respuesta, agarró un
puño de tierra y lo lanzo hacia sus ojos.
Ya estoy de pie, corriendo otra vez, buscando más grietas
en su armadura. Los puntos están más que nada en sus
coyunturas para permitir flexibilidad. Sus codos, rodillas y por
supuesto, su cabeza y cicatriz del cuello. Ahí es a donde debo ir.
—¡Esto ha ido demasiado lejos! —Setrákus Ra grita, y no
creo que él se refiera a esta pelea. Cazarnos por años ha
frustrado al pobre viejo, y ahora estamos intentando destruir su
cuidadoso plan de invasión. Él está perdiendo su
temperamento. Puedo usar eso. Lo hace pelear estúpidamente.
Setrákus Ra crece. En el espacio de unos segundos, él va de
dos metros a seis metros gigantes, una torre completamente
sobre mí. La cosa es, su armadura creció con él, eso hace que las
grietas de su armadura se vean como blancos más grandes.
Ahora, solo tengo que evitar ser pisada hasta la muerte. No
es gran cosa.
No puedo huir más de él. Él puede cubrir mucho terreno
ahora. Volteo para enfrentarlo mientras dispara, tratando de
mantener lejos las bolas de mis pies. Mi plan es evitar su golpe,
tal vez correr bajo sus piernas y deslizarme por detrás de sus
rodillas.
El puño de Setrákus Ra es del tamaño de un bloque de
hormigón. Lo lanza hacia mí. No estoy segura que pueda
evadirlo.
No tengo que hacerlo. En el último segundo, Setrákus Ra
retrocede y toma su cara, aullando de dolor.
Un león con una cabeza de águila, garras afiladas y
hermosas alas justo vuela hacia él y derrama toda su furia en él.
Un grifo. Un grifo viene a rescatarme.
Bernie Kosar. Dios bendiga a BK.
Setrákus Ra gira alrededor para enfrentarse a la Chimæra,
lo cual es una batalla más pareja en tamaño. Bernie Kosar ruge y
rasguña a Setrákus Ra con su talón. Tan fuerte como él es,
Setrákus Ra es más fuerte. El aprieta el talón de BK con una
mano, entonces lo jala hacia atrás, luchando contra él con un
candado. Bernie Kosar aúlla, obviamente con dolor. Con un
grito feroz, tan animal como Bernie Kosar si no más, Setrákus
Ra intenta golpear a la Chimæra en el cuello.
No dejo que eso suceda. Con todo mi esfuerzo, atasco la
espada dentro de la suave tela en la parte de atrás de las rodillas
de Setrákus Ra. Se desliza suavemente y aúlla con dolor,
perdiendo su agarre de BK y tropezándose atrás. La espada
queda fuera de mi agarre. Él patea hacia atrás y a pesar de todo
intento salir fuera del camino, su gran bota golpea contra mi
costado. Puedo sentir costillas rompiéndose como resultado.
—¡Atrápalo, BK! —Grito mientras aterrizó fuertemente en
la tierra.
Bernie Kosar está a punto de saltar a él cuando un jadeo
agudo detrás de nosotros captura nuestra atención.
Ella se sienta. Toma otra respiración que suena tosca y
dolorosa. Sus ojos están casi de vuelta a la normalidad, excepto
que aún hay chispas de energía Loric saltando de las esquinas.
Ese negro pegote continúa saliendo de su nariz y ella escupe un
poco de su boca.
Setrákus Ra jala la espada fuera de su pierna como si fuera
una espina. El arma se ve cómicamente pequeña en su enorme
mano. Él la lanza hacia Bernie Kosar, propulsándola con su
telequinesis. BK consigue salir de su camino en el último
segundo, pero el filo da un sangriento roce en su costado. Es
lastimado y su poderosa figura de grifo comienza a revertirse a
la normalidad. BK balancea su cabeza de adelante hacia atrás,
gruñendo, peleando para mantener su forma y seguir en batalla.
—¡Nieta! —Setrákus Ra grita, su voz como un trueno en
su actual forma. Él se tambalea hacia Ella. De hecho se escucha
aliviado—. ¡Voy por ti!
Como respuesta, Ella vomita más sopa negra en el lodo.
Ella no lo puede controlar. Sin embargo, lo que sea que Setrákus
Ra le inyectó, seguro parece como si su cuerpo lo estuviera
rechazando ahora. No puedo permitir que él la tenga de nuevo.
—¡Bernie Kosar! —Le grito—. ¡Sácala de aquí!
La lastimada Chimæra mira hacia mí con sus afilados ojos
de águila, pero él no duda. Se lanza hacia Ella justo sobre la
cabeza de Setrákus Ra, gentilmente la atrapa con sus talones y
vuela con ella hacia la jungla.
—¡No! —Setrákus Ra grita—. ¡Ella es mía!
Setrákus Ra los persigue. El jala a Bernie Kosar con su
telequinesis, logrando disminuir la velocidad de la Chimæra.
Setrákus Ra casi lo tiene cuando un pedazo de hielo del tamaño
de un martillo neumático vuela hacia abajo desde la esquina del
cráter, golpeando el costado de la cara de Setrákus Ra y
arrancándole un pedazo de oreja.
Marina. Ella se para en la orilla del cráter, lanzando otro
malvado proyectil de hielo para herir a Setrákus Ra. A lado de
ella, Adam está de pie. Él pisa muy fuerte y traquetea los dientes
y una ola de energía sísmica rueda hacia abajo del cráter,
piedras sueltas y partes rotas de la nave descienden con ella. Si
no estuviera ya en el piso, la explosión sísmica me hubiera
puesto ahí. Setrákus Ra, con sus ya heridas piernas, cae
fuertemente al piso. Tal vez es solo mi imaginación, pero pienso
que él se encoge un poco cuando es tirado al piso. Hemos
arruinado su concentración lo suficiente que está sufriendo
para mantener todo su Legado. Intento usar mi telequinesis
para lanzar algunas cosas a él, pero sigo aún muy cerca.
Explosiones de fuego vienen del Anubis dirigidas a Marina
y Adam, pero son contestadas de alguna manera por Mark y
Sarah mientras los dos corren hacia el borde del cráter. Entre
ellos cubriendo el fuego y las rocas rotas del Santuario, de hecho
inadvertidamente hemos manejado cortar el resto de las fuerzas
de Setrákus Ra.
En una mirada, veo a Mark sangrando de un corte en la
parte alta de la cabeza y Sarah tiene una muy fea quemada
arriba y abajo del brazo. Por lo demás, ellos se ven bien.
Se ven mejor, de hecho, que Setrákus Ra. Su rostro
cortado, sin una oreja, su pierna tallada hacia arriba. Él lucha
sobre sus rodillas.
Lo tenemos. Realmente lo tenemos.
Marina lanza otro torpedo de hielo hacia Setrákus Ra. El
lanza un puño hacia atrás y lo rompe en el aire.
—No moriré en las manos de unos niños —ladra. ¿Pero
sabes qué? No suena muy seguro.
Bastante adolorida y resollando, me empujo a mí misma a
ponerme de pie y a correr hacia el lado opuesto de Marina y
Adam. Si podemos permanecer separados entonces no hay
manera de que Setrákus Ra pueda atraparnos a todos con el
radio de su Legado de cancelación. Podemos bombardearlo a
distancia.
Mark y Sarah me ven venir, aunque están intercambiando
fuego contra los Mogs dejan de correr a lo largo del borde del
cráter como a mitad de camino entre la posición de Marina y
Adam, y la mía. Los veo intercambiar unas palabras, y entonces
Sarah se regresa hacia mí mientras Mark va en dirección de los
otros.
—¡Te ves como si necesitarás una mano! —Sarah dice,
viniendo unos pasos dentro del cráter para ayudarme el resto
del camino hacia arriba.
—Gracias. ¿Estás bien?
—Resistiendo. ¿Tú estás bien? —Ella responde. Puedo
decir que está intentando que no le mire las ampollas y
quemaduras del brazo.
Tengo una mejor visión de la situación desde aquí. Los
Mogs siguen manteniendo su posición enfrente del Anubis son
sorprendentemente pocos. Los otros debieron matar un montón
de ellos mientras yo peleaba con Setrákus Ra. Incluso mientras
observo, Mark hace polvo a uno de ellos con un tiro en la
cabeza. Solo queda un manojo de ellos.
Setrákus Ra no tiene refuerzos.
El no caerá fácilmente, sin embargo. El jefe supremo
Mogadoriano, todavía siendo de gran tamaño, trepa hacia arriba
por el cráter hacia Marina y Adam. Con sus piernas lastimadas,
tiene que impulsarse con sus manos. Inteligentemente, los otros
no dejan que se acerque. Adam mantiene el desencadenamiento
sísmico lo que causa que Setrákus Ra caiga hacia atrás.
Mientras tanto, Marina se alterna entre congelar el piso debajo
de sus pies y lanzarle pedazos de hielo a él. Setrákus Ra es
capaz de absorber la mayoría de sus golpes con la armadura,
pero tiene que estar constándole demasiado. Él ya no está
hablando más. En su lugar, el líder Mogadoriano se ve algo
desesperado.
—¿Me cubres? —Le pregunto a Sarah
—Lo sabes.
Asiento y grito a través del cráter hacia Marina y Adam.
—¡Eso es! ¡Lancen todo lo que tengan hacia él!
Tengo la sensación de que Adam amplifica su terremoto y
Marina redobla su arrojamiento de hielo. Sarah y Mark siguen
manteniendo quietos a los Mogs en el pasaje del Anubis,
matando algunos y manteniendo a otros en la nave. Llego,
concentrándome en el clima y empezando a conjurar la más
grande tormenta que pueda manejar. La atmósfera alrededor de
nosotros se pone intensa y húmeda mientras jalo las nubes
hacia abajo, incluso con el Anubis sobrevolando. Muy pronto, la
nave de guerra está cubierta de una espesa neblina.
—Guau —escucho a Sarah decir. No todos los días ves
nubes de tormenta formándose tan cerca del suelo.
Antes de que pueda terminar. Escucho un sonido metálico.
Setrákus Ra se está rindiendo de escalar el cráter y de llegar a
Marina y Adam. Estaba muy confiado y sediento de sangre
antes. Ahora, está actuando inteligentemente. Con su
telequinesis, él desgarra lo que queda de la tubería perdida del
Anubis. La inmensa pieza mecánica flota en el aire un segundo
antes de ser arrojada a los otros.
—¡Cuidado! —Mark grita. Él y Adam se dividen en un
lado, Marina va en la otra dirección. La tubería se estrella en el
suelo entre los tres. Ninguno está herido, pero sin ellos
acribillando con sus Legados, Setrákus Ra es capaz de escalar
fuera del cráter, sus enormes zancadas cubriendo mucho
terreno.
Es mi turno de mantenerlo abajo.
Tuerzo mis manos en el aire, conduciendo el clima. El
viento se eleva, azotando alrededor escombros y lodo. Mi rostro
es picado por pequeñas piedras y mis ojos queman por el polvo.
Estoy sobrecargada de poder. Creo un tornado, justo arriba de
Setrákus Ra
—¡Muere, hijo de…!
Mi espalda explota en dolor. Un disparo, justo en medio
de los hombros. Caigo hacia adelante sobre mis manos y
rodillas, casi cayendo dentro del cráter. Mi concentración es
golpeada junto conmigo, el viento inmediatamente comienza a
morirse.
—¡Seis! —Sarah llora. Ella me toma alrededor de la cintura
y juntas rodamos debajo de una pila de escombros, justo al
mismo tiempo de otra explosión de disparos.
Los disparos no provienen del Anubis. Vienen de la jungla.
—¡Protejan al Amado Líder! —Grita Phiri Dun-Ra
mientras sale a la vista esparciendo disparos. Ella lidera una
pequeña contingencia de guerreros Mogs. Ellos debieron ir
dentro de la jungla, encontrando y liberado a la nacida de
verdad y vinieron detrás de nosotros. Viendo refuerzos, los
Mogs del Anubis se vuelven más audaces. De repente, estamos en
medio de un fuego cruzado. Sarah intenta disparar de regreso,
pero las explosiones de fuego son muy intensas. Ella se agacha a
mi lado.
—Seis. ¿Qué hacemos?
Saco mi cabeza justo a tiempo para ver a Setrákus Ra
alcanzar la cima del cráter. Él tiene la espada de Adam de nuevo
y está usándola casi como un bastón.
Marina esta justo en su camino.
—¡Marina! ¡Sal de ahí! —Le grito. No puede escucharme.
Lo veo todo acabado.
Marina empuja su mano hacia adelante, esperando que
salga hielo en dirección a Setrákus Ra. Nada sucede. Su Legado
está apagado. Setrákus Ra levanta una mano en el aire y, aunque
se lucha, Marina es levantada hacia arriba del suelo. La tiene
con su telequinesis.
—Oh Dios —Sarah dice—. Oh no.
Setrákus Ra la lanza hacia abajo contra el piso. La levanta.
La lanza contra el suelo otra vez. Miro mientras el cuerpo de
Marina está flácido. Cada vez, él la levanta del piso como seis
metros en el aire, después la lanza en picada contra el duro
suelo. Una y otra vez.
Es Mark quien la salva. Él corre alrededor de la aplastada
tubería y le dispara a Setrákus Ra justo al lado de la cara,
quemando el sangriento hoyo donde estaba su oreja antes. El
Mogadoriano grita en una nueva escala de dolor, a continuación
él regresa el fuego mandando el maltratado cuerpo de Marina en
dirección de Mark. Ambos chocan y se estrellan contra el suelo.
Mark aún se mueve, sin embargo. Tiene sus brazos alrededor de
Marina e intenta levantarla.
Incluso a esta distancia, ella se ve rota.
No he sentido arder una nueva cicatriz en mi tobillo. No
aún. Ella sigue viva.
Adam corre hacia Mark y juntos toman el cuerpo de
Marina. Esquivando disparos, ellos se retiran dentro de la
jungla.
Phiri Dun-Ra y los otros Mogs han alcanzado a Setrákus
Ra. Ellos lo rodean por todos lados, sin embargo se rehúsa a
tener ayuda, golpeando el cráneo de un Mog lo suficientemente
valiente para tocarlo. Ellos lo escoltan hacia la rampa. Está de
vuelta en el Anubis
—Maldición, no —siseo, forzándome a mí misma a
levantarme a pesar del dolor a través de mi espalda.
—¡Seis! —Sarah me agarra—. ¡Alto! ¡Se terminó!
No acepto eso. Estábamos tan malditamente cerca. Él solo
no puede salirse con la suya así.
Aún puedo matarlo. Aun podemos ganar.
Salgo de donde nos cubrimos y pongo mis manos en el
aire, haciendo que el aire golpee otra vez. Ladrillos del
Santuario, metal torcido de la explosión de Skimmers, filosos
pedazos de vidrio. Todo eso en conjunto en un mortal
torbellino. Phiri y sus Mogs me disparan. Siento ligeras
explosiones a mis pies, otra en mi hombro. No me detiene.
—¡Esto es suicidio! —Sarah grita en mi oído. Ella está a mi
lado, regresando los disparos a los Mogs.
—Regresa —Le digo—. Corre por la jungla.
—¡No te voy a dejar! Ella responde, otra vez tratando de
agarrarme. Yo la sacudo fuera.
Setrákus Ra alcanza la cima de la rampa. Yo grito y
empujo hacia adelante todo lo que tengo, combinando mi
Legado del clima con mi salvaje explosión de telequinesis,
lanzando todo lo que mis vientos han levantado a Setrákus Ra.
Dos de los Mogs sobrevivientes se hacen polvo de
inmediato, aplastados por mis bombardeantes escombros. Phiri
Dun-Ra se echa hacia atrás, protegiendo su rostro. Pero, en la
salida del Anubis, Setrákus Ra está en pie. Él se voltea hacia mí,
piedras y metralla rebotando contra su armadura, y
empujándolo hacia atrás. Su propia telequinesis golpeando
contra la mía.
Objetos vuelan en todas direcciones. Por la esquina de mi
ojo, veo el arma de Sarah ser arrancada de sus manos. Un
fragmento del parabrisas de un Skimmer se desliza en el piso a
mi lado como la cuchilla de una guillotina. Estoy siendo
golpeada una y otra vez por cosas que ni siquiera puedo
identificar. Aun así me quedo en mi sitio, con los pies
enterrándose en la tierra. Sigo empujando.
Entonces sucede.
Un tubo de metal con un símbolo de Loralita marcado en
él, un pedazo de la tubería de Setrákus Ra, vuela a través del
aire. El borde es filoso. Dentado.
Se zambulle justo en el pecho de Setrákus Ra. Lo observo
doblarse, tropezando hacia atrás por el impacto. Puedo ver a
Phiri Dun-Ra gritar.
La fuerza de su telequinesis muere. Lo siento débil.
Lo hice.
Phiri Dun-Ra y los otros arrastran a Setrákus Ra dentro
del Anubis. La puerta se cierra detrás de él.
La rampa se retrae.
Caigo sobre mis rodillas. Él está muerto. Él tiene que estar
muerto. Tiene que haber valido la pena.
Sarah envuelve sus brazos a mí alrededor.
—Levántate, Seis —ella dice, su voz tensa. Tose, cobrando
aliento. Está herida. Ambas lo estamos.
—¡Tenemos que irnos!
Coloco mi mano arriba de la de Sarah y nos vuelvo
invisibles. De esta forma, no tengo que ver la sangre.
Mucha sangre. Demasiada.
Espero que haya valido la pena.
Hice demasiadas promesas en la Cámara de los Ancianos. Les
dije a esos nuevos Garde que los lideraría, que los ayudaría a
entrenar, que juntos salvaríamos el mundo. Fue bastante
asombroso, verlos a todos ahí. Sí, varios de ellos se veían
asustados, algunos otros completamente confundidos, y un
par incluso parecían enojados de haber sido arrastrados en
esto. Pero la mayoría de los otros… ellos se veían listos.
Nerviosos, sí, pero listos y dispuestos de dar un paso
enfrente y unirse a la pelea.
Ahora, para mantener esas promesas, solo tengo que
sobrevivir a un seriamente enojado Mogasaurio.
Al segundo que estoy de vuelta en mi cuerpo, siento el
caliente y apestoso mal aliento de la bestia mientras ruge.
Está justo detrás de nosotros. Aún tengo un brazo alrededor
de Sam de cuando lo agarré antes de que todos nos
desmayáramos brevemente. Él tiene su ingenio de vuelta
también, así que ambos tropezamos contra el otro pero
logramos mantenernos firmes y correr.
—¡Gran discurso! —Sam grita en mi oído—. ¿Vamos a
morir ahora?
—Maldición no. –Respondo
La reunión de la Garde no es la única cosa que se queda
conmigo del espacio del sueño de Ella. Aún estoy viendo a
Pittacus Lore en acción. Ximic, así es como los Lorics
llamaban al Legado de copiar de Pittacus Lore.
Visualiza, él dijo. Visualiza y recuerda.
La Agente Walker deja de gritar dentro de su teléfono
satelital para observarnos. Ella parece tan confundida por
nuestro despertar como debió estar con nuestro repentino
colapso hace unos segundos.
—¿Qué demonios está pasando? –Ella grita.
—¡No te preocupes por eso! ¡Pon a tu gente a cubrirnos!
—Le grito moviendo mis manos.
—¿Cómo se supone que debemos de combatir esa cosa?
—Sam pregunta, mirando sobre su hombro.
—No lo sé —Respondo gruñendo.
—Lo golpearemos mucho —Nueve ladra.
Walker y la mayoría de los agentes usan la Estatua de la
Libertad para cubrirse. No estoy seguro qué tan bueno va a
ser considerando que el Mogasaurio es casi tan grande como
la estatua. Uno de los agentes, no recuerdo su nombre, en su
miedo escala mientras el gigante se adelanta. Se mueve como
un gorila, manteniendo su peso con sus puños, las garras de
sus pies traseros batiéndose hasta crear surcos en el cemento
mientras se revuelven por un apoyo. Por suerte para nosotros,
el nuevo monstro se está apenas acostumbrando a caminar.
Eso no salva al agente caído, sin embargo. Intento jalarlo
de regreso con mi telequinesis, pero no soy lo suficientemente
rápido. El Mogasaurio atrae uno de sus puños más cercanos y
aplasta al pobre hombre. Ni si quiera creo que la bestia lo
notara. Sus ojos, cada uno de ellos dotados con lo que estoy
seguro es un colgante perdido Loric, están fijos en nosotros.
Es solo cuestión de tiempo para que nos atrape. De
repente. Me encuentro a mí mismo pensando en la primera
noche en la que conocí a Seis. De vuelta en Paradise. Fue
también la primera noche en que peleé contra un Piken,
aunque no era si quiera tan grande como esta bestia. Seis usó
su invisibilidad para darnos demasiadas oportunidades esa
noche. Recuerdo la forma en que agarraba mi mano.
Recuerdo la vertiginosa sensación de ser capaz de ver a través
de mi propio cuerpo.
Recuerda. Visualiza.
—¿John? —Sam grita mientras corremos—. ¿JOHN?
—¿Qué está mal? —Le grito de regreso, girando la
cabeza.
—Tu… —Él se me queda viendo y casi se cae con sus
propios pies—. Tú desapareciste.
Yo no desaparecí. Me doy cuenta. Me volví invisible.
—Santo cielo, puedo hacerlo —digo en voz alta.
—¿Hacer qué? —Pregunta Nueve.
No respondo. Mi mente corre. Acabo de usar el Legado
de invisibilidad de Seis, fue solo brevemente. Yo solo lo
encendí, como cuando recuerdas un nombre que habías
olvidado. Puedo hacernos invisibles. Podemos escapar. Pero
eso significaría abandonar a Walker y su gente.
Todo este poder, justo en mis manos, siempre lejos de
mi alcance. Y ahora… ¿Qué puedo hacer? Necesito tiempo
para practicar, para aclarar cosas, para entrenar.
¿Qué otros Legados puedo obtener en los próximos
minutos que nos puedan ayudar a vencer a este monstruo?
La agente Walker y su grupo vacían sus armas en la
bestia. Las balas son tragadas por la gruesa garrapata oculta,
nada más efectivo que mi bola de fuego de antes. Nada más
que un enjambre de mosquitos para el Mogasaurio. Ignora
completamente a los agentes, viene por nosotros.
—¡Vamos! —Grito—. ¡Tráiganlo hacia el césped! —
Tendremos más espacio para pelear ahí y, considerando qué
tan torpe se ve el monstruo, es probablemente mejor que nos
mantengamos moviendo. Esperemos, que pueda pensar en
algo mientras nos persigue.
—Ay, hombre, no me siento tan caliente —Daniela dice.
Normalmente un hábil y rápido corredor, Daniela tropieza
con sus propios pies mientras nos dirigimos hacia el césped.
La tomo por un brazo y la arrastro por el camino.
—Algo me sucedió en esa mierda de visión. Mi cabeza
punza.
Pedazos de cemento eructan por el más reciente avance
del Mogasaurio y golpean mis hombros.
—¡Voy a intentar algo, Johnny! —Nueve dice, y se separa
de nosotros.
—Haz tu cosa. —Confiando en que Nueve no se auto
matará.
Nueve corre al borde de la plaza, donde hay unos toscos
binoculares de metal en un tubo clavado al suelo, las cosas
son para que los turistas admiren la vista de Manhattan.
Arranca dos de esas cosas del piso, sosteniendo una en cada
mano como mazos. Entonces, carga contra el monstruo. Su
súper velocidad activada y una borrosa raya atraviesa la plaza.
Podría usar eso. Intento enfocarme en Nueve,
imaginando la forma en que sus músculos trabajan tiempo
extra. La cosa duda tratando de decidirse si ir detrás de Nueve
o seguir persiguiendo al resto de nosotros. Entonces, tal vez
razonando en su pequeño cerebro que es más fácil quedarse
quieto, el Mogasaurio deja salir un chillido de bienvenida en
la dirección de nueve. Levanta una de sus enormes manos,
preparándose para golpear a Nueve tan pronto como se
acerque.
—¿Él sabe lo que está haciendo? —Sam pregunta.
—¿Alguna vez lo sabe? —Le respondo.
Nosotros alcanzamos el borde del césped que cruza de la
Estatua de la Libertad. En ese punto, Daniela directamente
cae sobre sus rodillas, incapaz de ir más lejos.
—Oh, hombre, mi cabeza va a explotar —Ella se queja. Se
dobla en una bola y masajea sus ojos con los nudillos de sus
manos.
—¿Qué está mal con ella? —Sam me pregunta.
—¡No lo sé!
Nuestros ojos se encuentran y ambos nos damos cuenta
de algo al mismo tiempo. Juntos, Sam y yo giramos hacia
Daniela.
—¡Está teniendo un nuevo Legado! –Sam dice.
—Me doblo cerca de ella.
—Lo que sea que este pasado contigo, Daniela… ¡Déjalo
pasar! Déjalo salir y… —Me callo cuando el Mogasaurio
golpea a Nueve.
El impacto es masivo. La bestia deja una abolladura de
unos dos metros profundos con forma de mano en el concreto
de la plaza. Al principio, creo que no hay forma de que Nueve
pueda sobrevivir a eso. Pero entonces lo veo, usando su
Legado de antigravedad para correr por el músculo, venas
negras en el antebrazo del Mogasaurio.
El monstruo ruge, furioso, y golpea a Nueve con su otra
mano. Nueve corre sobre la parte baja del antebrazo de la
criatura en el momento justo, evitando el impacto. Él es
rápido y está pegado al Mogasaurio. Moviéndose más y más
lejos de su brazo como un molesto insecto. No estoy seguro de
qué es lo que va a hacer cuando llegue a la cabeza de la bestia.
Si tengo que adivinar, apostaría que Nueve tampoco lo sabe
aún.
—¡John! —Alguien grita detrás de mí—. ¡John!
¡Libérame!
Me giro para ver a Cinco luchando a lo largo del césped
en sus rodillas. Lo dejamos ahí atado con las cuerdas que
obtuvimos del bote de la guardia costera. Él no tiene su
espada o su bola que le permite cambiar su piel a metal, así
que Cinco esta tan indefenso como nunca ha estado.
—Oh, Diablos no —Sam dice, mirando hacia Cinco.
—Se lo que es esa cosa. –Cinco dice, alcanzándonos. Él
se sienta sobre sus rodillas, sus manos unidas enfrente de él, y
mira hacia mí—. Sé cómo matarlo. Puedo ayudarte.
—Dime. —Le digo.
—Setrákus Ra lo llama el Cazador. —Cinco dice
rápidamente—. Fue construido mientras seguía a bordo del
Anubis. Tiene un pendiente Loric en sus ojos y puede usarlo
para percibir la locación de cualquier Garde. No hay retirada,
debemos matarlo.
Mientras Cinco habla, Nueve alcanza el punto crucial del
hombro del Cazador. La bestia se rinde de intentar golpearlo.
Ahora, inclina su espinosa cabeza e intenta tragarse por
completo a Nueve. Nueve responde clavando el roto final de
uno de los postes de metal directamente en el techo de la boca
del monstruo. La criatura agita su cabeza y aúlla.
A mi lado, Daniela se queja. Sam se agacha a su lado y
frota su espalda.
—Vamos, eh, haz lo que John dijo —Sam intenta, pero
Daniela le responde solamente gruñendo. Él me mira—.
¡Necesitamos pensar en algo! ¡Si ustedes tienen algún nuevo
poder patea traseros, ahora es el momento de usarlo!
—Él necesita ir por los ojos, John —Cinco insiste,
ignorando todo excepto a mí—. Libérame. Puedo ayudarte.
—¿Por qué demonios confiaría en ti? —Le pregunto.
La expresión de Cinco se oscurece. Lo veo luchar contra
sus amarres, probándolos. Él mira hacia mí, y puedo decir que
él está haciendo un gran esfuerzo para controlar su ira.
—Porque puedo romper esto si realmente quiero —Cinco
me contesta—. Pero no lo haré. Tú salvaste mi vida, John. Y
no importa lo que pienses, no soy como él.
Sé exactamente de lo que Cinco habla. Setrákus Ra y
Pittacus Lore. Piedad seguida por traición.
—Quiero ayudar —Cinco gruñe—. Déjame ayudar.
—Al demonio —Sam dice, tomando la decisión por mí. Él
toma la espada de la muñeca, extendiéndola y cortando a
través de las cuerdas de Cinco—. Todas las manos en la
baraja.
Miro hacia el monstruo. Nueve saca el tubo que le queda
en el cuello de la bestia una y otra vez. Puedo ver sangre negra
saliendo de él, pero definitivamente no está haciendo mucho
daño.
Entonces, chillando, el monstro golpea hacia él otra vez.
Esta vez, él lo alcanza un poco, y es forzado a retirarse a la
espalda del monstruo.
Sobre los berreos del monstruo, escucho el familiar
sonido de los helicópteros. Un par de pulcras águilas negras
salen del puente de Brooklyn y están en camino. La agente
Walker no es completamente inservible después de todo.
—¿Puedo tener eso de regreso? —Cinco le pregunta a
Sam, manteniendo una mano sobre su arma.
—No —digo, poniéndome entre los dos—. Tú dijiste que
podías ayudar. Ve a ayudar. —Cinco suspira.
—Está bien. Lo haré de la manera difícil —flota sus pies
sobre el suelo, entonces me mira.
—Muy bien John. Préndeme fuego.
—¿Qué?
—¡Préndeme fuego! –Grita.
No necesito demasiado convencimiento para herir a
Cinco. Dejo mi Lumen salir y tiro una pequeña bola de fuego
hacia él. Él deja que lo golpee e inmediatamente su piel se
cubre en llamas.
—Gracias —dice, y sale volando en dirección al Cazador,
nuestro propio misil flameante.
Me agacho junto a Daniela y presiono mis manos contra
su cabeza. Dejo que mi Legado de curación fluya, esperando
que ayude a borrar el dolor. Eso no realmente un Legado de
curación, sin embargo, ¿lo es? Es Ximic, y curar es solo uno
de los Legados en los que soy realmente bueno copiando. No
ayuda a Daniela, pero algo pasa cuando la energía fluye entre
los dos. De repente, puedo ver exactamente lo que pasa
dentro de ella.
Puedo sentirlo también. Una presión detrás de mis ojos.
Un pesado peso que se siente como si intentara golpearme la
cara.
—¡Me está deshaciendo! —Daniela grita.
—Agh. ¡Lo sé! ¡Lo siento también! —Le respondo,
sosteniendo los lados de mi cabeza como si mi cráneo se fuera
a dividir.
Mientras tanto, Cinco, pura velocidad y calor pálido
caliente, se lanza a sí mismo justo en uno de los ojos del
cazador. Hay un enfermizo sonido y el monstruo grita más
fuerte que nunca. Un momento después, un hoyo explota a
través de la parte de atrás de la cabeza y Cinco sale. Él sujeta
algo en alto. Debe ser uno de los pendientes Lorics.
—Oh, demonios —Sam dice—. Eso fue asqueroso, pero
funcionó.
El Cazador recibe una bala humana a través del cerebro.
Apuesto que él se siente bastante parecido a la manera que
Daniela y yo nos sentimos justo ahora. No se derrumba
muerto como yo espero. En su lugar, solo se enoja más. Se
lanza en dirección a Cinco, quien vuela fuera rápidamente.
Aun aferrándose a la bestia pero ahora con una idea de cómo
herirlo realmente, Nueve comienza a escalar hacia el ojo
restante.
Ahí es cuando las águilas negras llegan. Ellos
bombardean al Cazador con misiles que golpea solo la
molesta piel del monstruo. Mientras aparece la ayuda, las
armas no van a lastimar a esta cosa. Hay una gran
oportunidad de que esos pilotos solo consigan que los maten o
que golpeen a Nueve y Cinco por accidente.
El Cazador destruye todo alrededor, golpeando contra la
plaza, y casi golpeando a uno de los pilotos fuera del cielo. Lo
hace extremadamente difícil para Cinco alinear otro golpe al
ojo de la criatura.
Cuando el Cazador agita su cabeza hacia atrás y ruge, el
poder de su mal aliento es suficiente para soplar a Nueve
fuera del rostro del monstruo. Él vuela fuera del cuerpo del
Cazador y se derrumba atravesando los cientos de pies de
altura en dirección al piso de concreto. Trato de alcanzarlo
con mi telequinesis, pero la distancia es mucha y mi cabeza
punza demasiado que no me puedo concentrar.
Cinco vuela abajo, con las flamas apagadas. En lugar de
ir por otro golpe, Cinco atrapa a Nueve por la muñeca a mitad
de aire. Él lo baja gentilmente al suelo. En respuesta, Nueve lo
golpea justo en la cara. Porque por supuesto, es él.
Los pilotos de los helicópteros van por otra vuelta. Ahora
por tierra, Cinco y Nueve están justo en el camino del
Cazador. Las cosas se irán al sur deprisa.
—Si ustedes van a hacer algo, ¡ahora es el momento! —
Sam grita.
No sé qué hacer. Puedo sentir el Legado que copié de
Daniela construyéndose dentro de mí, pero no tengo idea de
qué es o cómo usarlo. Estoy agitado aquí. Todo lo que tengo es
una jaqueca que me divide. Tiene que haber más que esto.
Con un chillido angustiante, Daniela se levanta en sus
pies. Ella empuja a ambos a un lado y grita.
—¡Tengo que dejarlo salir!
Daniela abre sus ojos y una concentrada energía
plateada dispara hacia el Cazador. Al principio, está
completamente fuera de control, el rayo de energía parece
dolorosamente largo mientras sale de su cabeza, y zigzaguea
por todo el cuerpo del monstruo. Pero, después de unos
segundos, Daniela obtiene un agarre. El rayo se vuelve más
estrecho y enfocado.
El resultado es mejor de lo que pude esperar.
El Cazador da un grito confundido mientras mira hacia
sí mismo y se encuentra con su masivo cuerpo convirtiéndose
en piedra.
Tan pronto como veo a Daniela hacerlo, me doy cuenta
de que yo puedo hacerlo también. Me concentro en el peso
detrás de mis ojos, como una roca, doliendo como si girara
por una colina y lo empujara fuera. Mi visión toma un tinte
plateado mientras el rayo fluye desde mis ojos. Es difícil al
principio, debo controlarlo con mis ojos, así que no es fácil ser
preciso, pero le agarro el modo bastante rápido. También lo
hace Daniela. Pronto, estamos pintando rayas de piedra
arriba y debajo del confundido monstruo.
El Cazador intenta amontonarse hacia adelante para
atrapar a Cinco y Nueve, pero sus piernas ya no funcionan.
Son sólidos bloques de piedra.
Se termina unos segundos después. Imponiéndose junto
a la Estatua de la Libertad es una grisácea lápida sepulcral de
la más formidable creación Mogadoriana que he visto, sus
horribles características congeladas en una máscara de ira y
confusión. Nueve y Cinco miran hacia arriba a la cosa,
demasiado confundidos para pelear entre ellos. El círculo de
helicópteros alrededor, obviamente detecta que la bestia no es
más una amenaza y solamente es una monstruosidad.
—Guau —Daniela responde, y se recarga contra mí para
apoyarse—. Eso no se sintió para nada bien.
Me froto mi propia cara.
—No bromees.
—¡Eso fue asombroso! —Sam grita—. Son como Medusa.
—Ese no será mi apodo de súper héroe —Daniela
responde rápidamente—. Agh.
—Y tú eres como…como… —Sam está demasiado
entusiasmado para decirlo.
—Como Pittacus. —Termino por él.
—Demonios. ¡Si! Esto es grande. ¿Te das cuenta que tan
grande es esto?
—Es grande.
—Casi como robarse mi nuevo Legado de rayo aquí —
Daniela murmura.
Sacudo mi cabeza y río, de hecho me siento aliviado por
primera vez en días. Nueve camina hacia el monstruoso
monumento, con las manos en sus caderas, y golpea la piedra.
Mientras hace eso, Cinco vuela de regreso con el resto de
nosotros. Noto que trae el pendiente Loric que arrancó del
cráneo del monstruo y lo cuelga en su cuello. Me pregunto si
ese es su pendiente original al que renunció o fue tomado por
Setrákus Ra, o si pertenece a uno de la Garde muertos. No
presiono el tema ahora. Él mantiene sus manos fuera.
—Bueno, lo intenté —dice—. Pueden volver a atarme si
quieren.
Intercambio una mirada rápida con Sam. Sé que Cinco
acaba de ayudarnos y sé que él dijo que podía romper esas
cuerdas si lo necesitaba, pero aún me siento más cómodo con
él amarrado. Él es una bala perdida y un asesino. No sé si seré
capaz realmente de confiar en él.
Mientras recojo las cuerdas que Sam acababa de cortar
hace unos minutos. La Agente Walker y su equipo
sobreviviente caminan hacia nosotros. Ella está en su teléfono
satelital en medio de una silenciosa conversación.
Los helicópteros se asientan en el suelo, en uno de los
pocos lugares de la plaza que no fue demolido por el Cazador.
Supongo que nos llevaran en ferry de regreso al campamento
militar. Tengo que descubrir qué pasó con la otra Garde. No
tengo cicatrices nuevas en mi tobillo, lo que significa que la
batalla o fue ganada o sigue ocurriendo. Necesito llegar a
ellos, a Setrákus Ra, y poner este nuevo Legado en un buen
uso.
Bueno, mientras puedo descubrir cómo usarlo.
—Sí, señor. —La Agente Walker dice al teléfono,
entonces lo mantiene lejos de su cara, pestañeando en shock
como si no pudiera creer lo que está pasando. Parece más
sorprendida por su conversación que por la estatua de
monstruo que Daniela y yo acabamos de hacer. Ella cubre la
boquilla del teléfono y lo sostiene para mí.
—John, tengo al presidente en la línea para ti.
La miro fijamente.
—¿Qué? ¿En serio?
Walker asiente.
—Él esta aparentemente… hmm, cambiando de opinión
y apoya completamente a los Lorics. Te quiere en Washington
ya mismo para discutir estrategias.
Le doy las cuerdas a Nueve cuando él llega a nosotros.
Está demasiado feliz de ser el que amarrará a Cinco.
—Salvarme no hace que estemos parejos —Escucho que
él le murmura a Cinco.
—No, no lo hace —Cinco responde silenciosamente.
Los ignoro por ahora. Estoy a punto de hablar con el
presidente. Sacudo mi cabeza, mirando a Walker.
—Esto es una especie de truco. ¿No es así?
—No —Walker responde, sacudiendo el teléfono hacia
mí—. Te lo explicaré después.
Antes de que pueda tomar el teléfono satelital de Walker,
mi propio teléfono comienza a vibrar en mi bolsillo trasero.
Solo dos personas en todo el mundo tienen este
número… Sarah y Seis. La pelea con Setrákus Ra debe de
haber terminado si me están llamando. Demonios, tal vez
ellos mataron a ese viejo bastardo.
—Lo siento. —Le digo a Walker, sacando mi propio
teléfono. Ella me ve como si estuviera loco—. Dile al
presidente que espere. Tengo que tomar esto.
Contesto el teléfono inmediatamente, mi buen humor
evaporándose. Puedo escuchar ráfagas de viento, distantes
explosiones de fuego y demasiados gritos. Creo que es Mark y
él está absolutamente fuera de sí, gritándole a alguien que
despierte. Mi estómago se cae.
Y entonces, Sarah comienza a hablar.
—John… —Su voz es temblorosa, débil—. Escucha, no
tengo mucho tiempo…
—¡Agárrense! —Lexa grita sobre su hombro desde la silla del
piloto, y la nave oscila violentamente hacia un lado. Fuego
chisporrotea por el aire exterior, cercanos a golpearnos a
nosotros. Ella hace otra maniobra evasiva y los bancos van
fuerte hacia la derecha.
El Anubis nos persigue, descargando sus cañones de energía
en cualquier momento que tiene algo cercano a un tiro
despejado. Tengo fe en que Lexa nos llevará a un punto
despejado, pienso. Nuestra nave es más pequeña, más rápida, y
ella es la maldita mejor piloto.
—¿Qué está pasando ahí? —Ella grita, sudor gotea de su
cara mientras nos baja a la selva, utilizando árboles de cubierta.
—. ¿Seis? ¡Háblame, Seis!
No puedo hablar.
Al otro lado del pasillo, Ella se sienta con la espalda contra
la pared, sus rodillas dobladas apretadas contra su pecho. Se
abraza a sí misma y va hacia adelante y hacia atrás, llorando. Su
rostro está manchado con esa porquería aceitosa, pero al menos
ha dejado de fluir fuera de ella. Todavía hay un crujido ocasional
de energía Loric alrededor de su cabeza.
—Les advertí —susurra a sí misma una y otra vez—. Les
advertí todo lo que sucedería.
Marina se encuentra en una cama en la parte trasera de la
nave, inconsciente y de una mala manera, su cuerpo atado para
no ser sacudido durante el vuelo de nuestra apresurada huida.
Ni siquiera quiero adivinar cuántos de sus huesos están rotos, o
si ella alguna vez despertará otra vez.
Eso no detiene a Mark, desesperado y llorando,
sacudiéndole violentamente por los hombros.
—¡Despiértate! —Le grita en la cara—. Tú eres la
sanadora, maldita sea. ¡Tienes que despertar y curarla!
Adam se abalanza sobre él. El Mogadoriano golpea a Mark
con fuerza contra la pared de la nave y presiona su antebrazo
contra su garganta. Mark lucha contra él, de modo que Adam
simplemente lo golpea contra la pared hasta que se detiene.
—¡Detente! Puedes matarla sacudiéndola así —dice Adam.
—Tengo que… —Mark suplica. Adam sacude la cabeza
con firmeza.
—No hay nada que tú puedas hacer —dice, tratando de no
sonar frío.
Mark presiona su frente contra la de Adam y grita.
—¡Nunca debimos venir aquí!
Todo el caos no parece molestar a Sarah. Ella me mira y
sonríe plácidamente. Ella está más pálida de lo que jamás la
había visto. Hace un segundo, le di mi teléfono satelital para
llamar a John.
—John… escucha, no tengo mucho tiempo —ella dice, su
voz delgada y débil.
Mis manos están cubiertas de sangre de Sarah. Estoy
haciendo mi mejor esfuerzo para detener el sangrado, pero la
herida es enorme. Ni siquiera sé lo que la golpeo exactamente,
habían tantos objetos que volaban atreves del aire. Algo
irregular y grande. Desgarró a través de su costado, por encima
de la cadera. Tomó una gran parte de su abdomen con él. Tomé
algunos malos disparos durante ese intercambio con Setrákus
Ra, pero yo voy a lograrlo.
Sin Marina, Sarah no tiene mucho tiempo.
Ella me arrastró lejos de la pista de aterrizaje cuando yo
todavía estaba aturdida. No sé cómo lo hizo, sangrando tanto.
¿Adrenalina? Su fuerza vaciló cuando llegamos a la selva. Tuve
que llevarla el resto del camino a la nave de Lexa.
El suelo está cubierto de sangre. Así está mi ropa. Está
todo sobre mis manos, en más de un sentido.
Esto sucedió por mi culpa. Porque ella no me dejaría hacer
frente a Setrákus Ra sola.
Estúpida. Ella probablemente me salvó la vida.
—Por favor, John, no hables, solo escucha… —dice
Sarah—. Tienes que saber, desde el momento en que te vi fuera
de la secundaria de Paradise, lo sabía. Yo sabía que nos íbamos a
enamorar. Y yo nunca me he arrepentido ni un segundo de ello.
Ni siquiera ahora. Te amo con todo mi corazón, John. Siempre
lo haré. Fue… todo valió la pena.
Los bancos de la nave se van a la izquierda. Si yo maté a
Setrákus Ra allí, no ha impedido que El Anubis esté tratando de
perseguirnos. ¿Cómo voy a explicar esto a John? ¿Cómo se vive
con ello?
Debería haber sido yo.
—Me gustaría… me hubiera gustado verte una vez más —
Sarah dice en voz baja, con lágrimas en sus ojos—. Tal vez
todavía lo haré. Te estaré esperando, John, donde sea la
siguiente. Tal vez va a ser… será como Lorien. O como Paradise.
Bernie Kosar se acuesta junto a Sarah. Él se queja y le lame
la mejilla. Ella en realidad se ríe un poco.
—BK está aquí —ella le dice a John, sonando cada vez más
distante, fuera de sí—. Él dice hola.
Sarah jadea. Tose. La sangre se filtra desde las comisuras
de su boca, que viene desde dentro de ella. Veo que trata de
luchar contra ella. Ella está luchando muy duro para quedarse.
—Prométeme, John… prométeme que seguirás luchando.
Prométeme que vas a ganar. No dejaras que todo sea para nada,
mi amor. Por favor, solo recuerda, te amo, John. Yo siempre…
Sarah deja de hablar. Su boca se sigue moviendo por otro
segundo, ningún sonido sale, y luego se detiene. Sigo con una
mano apoyada contra su estómago y presiono la otra a su cuello,
a pesar de que ya lo sé.
Ella se ha ido.
Imaginaos el trabajo que dejamos atrás. Han sido dos semanas
bastante duras. Ha ocurrido de todo y hemos estado muchas veces
a punto de dejar las cosas tiradas. Pero no lo hicimos y hoy
estamos aquí.

Da un poco de nostalgia mirar el trabajo realizado y saber que


uno lo hizo con todo el empeño del mundo. La gente no sabemos
apreciar las cosas hasta que no las perdemos o hasta que nos
cuestan.

Con respecto a los múltiples errores que se pueden encontrar en


todo el texto del libro hay muchas cosas que tomar en cuenta; 1)
hay diferentes traductores, 2) hubo únicamente una persona que
revisó el contenido final, 3) no exijáis un trabajo 100% pulcro
por que a) no nos pagan por esto y b) tenemos muchas otras cosas
que hacer. 4) la persona que revisó se desveló dos noches
seguidas para que esto estuviera lo más pronto posible y alguien
con sueño no se da por enterado de los errores.

Finalmente, quiero decir, que amo hacer esto. Me agrada la idea


de compartirles un poco de lo mucho que este fandom me ha dado,
de lo mucho que Los Legados de Lorien significa para mí. Sé que
hay personas por ahí afuera de las que no soy santo de su
devoción, algunos que no están de acuerdo con lo que yo, como
persona, hago, y tal vez, solo tal vez, si se diesen la
oportunidad de dejar de ser pesados con la gente detrás de una
página, con quien ven que hace por lo menos algo, bueno o no,
podrían encontrar a la persona que está ahí. Sé que son los
agradecimientos de la traducción, y demás, pero me gustaría
decirlo. Soy un humano común y corriente como todos ustedes de
su lado de la pantalla. No me siento una celebridad, así que
cualquiera puede hablarme, mandarme un mensaje, no pasa nada. No
soy Setrákus Ra.

Y bien, ya, ahora sí para acabar; inmensas gracias a todos los


que me apoyaron en esto. Iba a dejar que la traducción se
viniese abajo, pero hubo alguien que me sostuvo y luego
simplemente yo seguí. Gracias a Mahelet, dueña de ECEN y mi
amiga, gracias a Isaac, al staff de la página en general y a
#Loridas que me salvó el pellejo. Gracias a la chica Guillen,
Raúl, Anairam, Laura, Cith (te adoro, Cith), Dante, Javiera,
Misael, Ciler, Cynthi, Daniel, y Josefa.Por permitirse algunos
de sus días y completar esta nueva aventura con nosotros.

¡¡¡LO HICIMOS POR SEGUNDA VEZ!!!

Ahora solo queda esperar para las sorpresas del año que viene, y
los Archivos Perdidos que saldrán durante ese lapso.

Buena cacería, vayan a patear algunos traseros Mogs.

Y que los Ancianos estén siempre de vuestra parte.

-Samuel M. (Samuu.)

Postdata; Si preguntan quién corrigió, fui yo. Me desvelé dos


días, ayer duré 24 horas sin dormir.

Post-Postdata; nos vemos en la traducción que sigue.


Quiero hacerle una dedicatoria muy especial esta vez. Aún cuando
quizá no tengo derecho, debido a mi poco o nulo aporte a esta
traducción. Pero no puedo dejar pasar por alto lo emocionada,
conmovida y agradecida que estoy con todos ustedes y en especial
con Samuel Maldonado; quien hace algunos años inició este
proyecto y con quien sin duda ni ECEN ni el grupo de traducción
existirían.

Quiero dedicarte a ti mi amigo todo esto, todo el esfuerzo,


todas las presiones, los spoilers y las llamadas largas para
saber cómo iba el asunto de la traducción. Pero sobre todo,
quiero darte las gracias por tu amistad, por tu dedicación, amor
y por la fortaleza que has tenido hasta ahora y con el proyecto
pese a los momentos difíciles. Gracias Samuel por ser mi
cómplice en estas locuras, mi amigo, mi compañero leal aunque a
veces medio loco. Te quiero muchísimo mi amigo, y agradezco que
me tomaras en cuenta en la creación de ECEN y todo porque sé que
nada de esto sería posible gracias a ti.

-Mahelet G. (Mahe)
La Venganza de Siete.
Libro Quinto de Los Legados de
Lorien:
http://ow.ly/Ohy8l

Archivo Perdido N°10:


El Fugitivo:
http://ow.ly/Ohyhc

Archivo Perdido N°11:


El Navegante:
http://ow.ly/OhyjQ

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