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Peter Burke EL RENACIMIENTO EL RENACIMIENTO © SERIE GENERAL CRITICA Director: GONZALO PONTON ec 008 (hk) Buk nacimicty p. BFC PETER BURKE EL RENACIMIENTO ‘Treducolén castellana de ‘CARME CASTELLS CRITICA GRUPO GRUIALEO:MONDADOR BARCELONA ‘Qusdanrigrosmeate prise, sin In aorizais eer de los tlares {a coporight Blo In aosions cable en as lees, la reproduction {otal o pares de eta obra por cnlal: medio o proces, comps dos a tepcorain ye trtanento taformatic, 9 la esibecén de Sem pines de fs meduntealgulero pesto pbs il iia: ‘THE RENAISSANCE Macmilse Educate, Le, Londres (9 ioe Peter Drke {© 199% del nds atetama pare Espa y Amen: RITICA (Geto Come S.A), Ags, 38, 013 Barsona sah 87035936 Depsst ea 18-62-1903 Inpreso et pena 1993, NOVAGRAFIK, Pulgewd, 127, 8019 Harton 1, EL MITO DEL RENACIMIENTO E1 historiador holandés Johan Huizinga escribié que «dla palabra Renacimiento evoca en el softador la imagen de un pasado de belleza, de pirpura y oro» [9].* O para ser exactas, lo que ven reflejado en su mente es Bl naci- imiento de Venus, de Botticelli, el David de Miguel Angel, la Mona Lisa de Leonardo, Erasmo, os castillos del Loira, y la Reina de las hadas,** todos mezclados en una ima- gen de una edad de oro de Ja creatividad y la cultura. Esta imagen del Renacimiento —con R mayiscula—, se remonta hasta mediados del siglo xx, al historiador francés Jules Michelet (que estaba fascinado por ella), al critico John Ruskin (que la desaprobaba) y, sobre todo, al erudito suizo Jakob Burckhardt, cuyo famoso texto La cultura del Renacimiento en Italia (1860) des- cribia este periodo utilizando dos conceptos, el de «indi- vvidualismoy y el de «modernidady. Segtin Burckhardt, Loe mimes entre corchter renin as referencls biogas (vase pp 15-113 (a) 7 utr m rte 2 The Fae Quone, pot nets Edun Spon (Lopes, 8821595, comentria algo sobre aren y I p> en Nae) 8 5L RENACMENTO en la Edad Media, la conciencia humana permahecia, ‘como cubierta por un velo, softando o en estado de duer- mevela ... y el hombre s6lo se reconocia a s{ mismo como miembro de una raza, pueblo, partido, familia w otra forma cualquiera de lo colectivo». Fue en Italia, en el Renacimiento, adonde se desvanecié en el aire ese velo Por primera vez ... el hombre se convirtié en un indlvi- duo espiritual, y se reconocié como tal» (1, 2.* parte El Renacimiento es siaGnimo de modernidad. Para Burck- hardt, el italiano fue el hijo primogénito de la Europa, moderna. Petrarca, pocta del siglo xiv, fue «uno de los primeros hombres realmente modernos». Fue en Italia donde dio comienzo la gran renovacién del arte y de las ‘ideas, y posteriormente estas nuevas actitudes y formas artisticas se difundieron por el resto de Europa, Esta idea del Renacimiento es un mito. Desde luego, «mito» es un término ambiguo, y aqui lo utilizamos de- liberadamente en un doble sentido. Cuando Ios historia- dores profesionales aluden @ los «mitos», por lo general se refieren a relatos del pasado que se pueden conside- rar como falsos, 0 en cierta manera engafiosos. En el ccaso de la deseripcién que Burckhardt hace del Renaci- miento, 10s historiadores ponen en tela de juicio, por exagerados, los espectaculares contrastes que el autor sella entre el Renacimiento y la Edad Media, y enire Italia y el resto de Europa, ya que tales contrastes se producen por no habsr tenido en cuenta las diversas in- novaciones que se reelizaron durante la Edad Media, Ia pervivencia de actitudes tradicionales en el siglo xv1 iluso més tarde, ni tampoco el interés de los italianos por Ia pintura y por la miisica de los Paises Bajos. HL ro DEL RENACIMIENTO 9 El segundo sentido del término «mito» es més litera rio. Un mito es un relato simbélico que narra las vicis- tudes de unos personajes sobrehumanos (por su excelsi- tud 0 por su mezquindad); es un relato moral, y para ser exactos, un relato sobre el pasado cuya funcién es la de explicar o justficar algunos aspectos de la realidad actual. El Renacimiento de Burckhardt es también un ‘mito en este sentido. Los personajes de su relato —bien sean héroes como Alberti y Miguel Angel, o villanos como los Borgia— son todos ellos sobrehumanos. Y ese mismo relato explica y justifica a la vez el mundo mo- derno. Es un relato simbélico, en el sentido que descri be un cambio cultural utilizando las metéforas del des- pertar y del renacer, metéforas que no son puramente decorativas, sino un elemento esencial de la interpreta- cién de Burckhardt, ‘Tales metéforas o alegorfas no eran nada nuevo en Ja época de Burckhardt. Desde mediados del siglo x1v, un gran niimero de eruditos, eseritores y artistas, en Ita- lia y en todas partes, dieron en utilizar las imagenes de la renovacién para describir su sensacién de estar vivien- do,en una nueva época, una edad de regeneraciOn, res- tauracién, remembranza, renacimiento, redespertar 0 reemerger a la luz tras la época que ellos fueron los pri- meros en describir como «la edad oscura», Y tampoco entonces tales metiforas eran nuevas. Ya al poeta Virgilio, pint6 en su cuarta Egioga un vivo re- trato del retorno de la edad de oro. La idea de renaci- miento esta también claramente expresada en el Evange- lio segtin san Juan: «Bn verdad os digo que aquel que ‘no nazea de nuevo del agua y del Espf 10 Bt RENACIMIENTOD dr entrar en el reino de los cielos». Lo mas earacter tico del uso de estas metAforas, en el periodo compren- dido entre los afios 1300 al 1600 det que nos estamos ‘ocupando, fue su aplicacién a un movimiento de cariz nas intelectual y artisico que politico o reigioso. En la década de 1430, Leonardo Bruni deseribié a Petrarca como «el primero que posey6 una gracia y un genio tar Tes que pudo teconocer y traer de nucvo la luz la an gua elegancia de estilo, que estaba perdida y extinguida. Y Brasmo coment al papa Leén X que «nuestra ép0ca puede converttse en una edad de oro» gracias al renaci- mniento del saber y de la piedad, mientras que Gior Vasari organiz6 sus Vidas de pintores, escultores y ar- quitectos en torno a la idea de renovacion de las ates, dividida en tres fases: desde sus inicios en Ia época de Giotto hasta las figuras culminantes de Leonardo, Ra- fael y, sobre todo, del propio maestro de Vasari, Miguel Angel Como todas las qutovaloraciones, Jas de los itelee- tuales y artistas del Renacimiento resultan reveladores y a la vez inducen a error. Como otros hijos que se rebe- jan contra la generacién de wis padres, es0s hombres tenfan contraida una gran deuda con la Edad Media que tan a menudo denostaban. Acentuaban su distancia con respecto al pasado reciente y al propio tiempo minimiza- ‘ban la que les separeba del pasado remoto, la Antigte dad que tanto admiraban. La concepcién que tenfan de fu renacimiento era_an mito, en el sentido que presenta- tba una imagen distorsionada del pasado; era un sueBio, tun anhelo, y también una reactualizacién o wna repre- sentacién del antiguo mito del eterno retomo (10, cap. X). Ft MTO DEL RENACIMHENTO| u \ Elerror de Burckhardt consistié en ereer al pie de ta letra la versién de los artistas e intelectuales del periodo, haciendo suya de manera literal esa concepcién de rena- "cimiento, y reelabordndola en su libro. A la vieja férmu- Ja de la restauracion de las artes y del resurgir de la An- tigiedad clisica, Burckhardt afadié elementos nuevos, ‘como los de individualismo, realismo,y modernidad. En ‘su caso, resulta apropiado aplicar el proverbio de E. H. ‘Carr: «Antes de estudiar historia, estudiaal historiador, ‘ya que sin duda existieron razones personales que expli- ‘can su atraccién por este periodo y la imagen que tenia de &l, Para Burckhardt, Italia significaba, tanto en pa- ssado como en presente, una huida de una Suiza que con- sideraba sombria y remilgada. En su juventud italianizé ‘su nombre, firmando «Giacomo Burcardo», y se descri- bia a si mismo como «un buen individuo», al tiempo ‘que caracterizaba al Renacimiento como una época de individualismo. Pero estas razones personales no son su- ficientes para explicar el éxito de la nueva definicién, ni el creciente interés por ef Renacimiento que se dio a fi- nales del siglo pasado (entre intelectuales como Walter Pater, Robert Browning y John Addington Symonds en Gran Bretafia, y sus equivalentes en otros paises). Para comprender tal éxito debemos recordar el culto cuasi re ligioso por las artes que se profesaba en los nuevos tem- pos, Ilamados «museos», asi como ‘a preocupacién que poor el «realismo» y el «individusinsmo» sentian los artis- as y escritores del siglo xix. zstos, al igual que Erasmo Vasari, proyectaban sus ideales hacia el pasado, crean- Wo su propio mito de una edad de oro, de un milagro tural 2 1 RenacIMIETO Pero aiin hoy en dia hay quien toma en serio este mito del Renacimiento, y gracias a él siguen ganando dinero las cadenas de televisiOn y las agencias de viajes. Por el contratio, a los hiitoriadores profesionales cada ‘vez les resulta menos satisfactoria esta versién de la épo- ‘ca renacentista, aunque @ periodo y ef movimiento les sigan pareciendo atractives. El quid de la cuestin esta fen que el gran edificio erigido por Burckhardt y sus con tempordneos no ha resistido el paso del tiempo. Para ser exactos, lo han erosioaado especialmente las investi- zgaciones de los medievalistas (10, cap. XI}, cuyos argu- rmentos, articulados en tomo a un sinfin de detalles, pue- den sin embargo resumirse en dos lineas generales. En primer lugar, existen razones para afirmar que Jos lamados «hombres del Renacimiento» eran en reeli- (i bastante medievales. Su comportamiento, postula- dos e idcales eran mas tradicionales de lo que tendemos ‘a creer y de lo que ellos mismos pensaban. Hindsight sugiere que incluso Petrarca, «uno de los primeros hom- ‘bres realmente modernos» segiin Burckhardt, y un per- sonaje del que nos volveremos @ ocupar en estas pagi- ‘nas, nor su creatividad tanto poética como intelectual, tenia muchos puntos en comtin con la época que él mis- mo deseribié como «oscura» [72]. Dos de los mas famo- 308 libros escritos en el siglo xvt, BI cortesano y El prin- cipe, estén més proximos a la Edad Media de lo que parece, El cortesano de Castiglione esté inspirado en las tradiciones medievales de Ia cortesania y del amor cor- tés, asf como en textos clisicos como el Banquete de Platén y el De fas deberes de Ciceron (63). Incluso Et “principe de Maquiavelo, que algunas veces modifiea de- {BL NTO DEL RENACIIENTO B Useradaments el saber convencions, pertence hata date punto «un sine meleval, Ge lo Inmadon capeouy libros de avso ara goberants [29,68 Fin segundo Tuga, los metieralas han reunido da tov suftcetes pare afrmar que el Renciminto Uarontodimicae gular, como enum priscilo ej ton Burckhardt y aus coulemportnece, de manera que npagos tsar ene emi er ie ror orig enainienian»on la Edad Media, pei patetn a tmmbos casos &prodijo ne comblnacién Se lopos a too Hera, con un resurgent del Inerts por tas enehanas lies, y ambien en cadn un de eles Ion contempordacor cnsdearon que la suye rat (yocn de Todauraiso, tguimiento © scenovacioan (4, 781. ‘Albuns ests audaes, como et del dinto Ar noid ‘yghee en Extuaio dela tof, baa aan 2208 n ms on esa reclony han desert seme ‘nenos fuera de Europe ceridctl, en lanso, ene ‘Bando fini inclso en Lejano Orit. Toynbec ccc wat la palabra renscimtio como a Sombre poplg, ns hemos prmido caer en et ees de congderr cao ua aconecimlento nico lo que én et fh no mds que una maifextacén conrta de un fenbmono hatrcorecurtenten (8). Su eno es mis que» fetes un movinieat complejo «una de sux craters tas, pero aeguramenteToynes ets eno certo alr tarde ar el Renacinieto-n in istovia mula, y al prestar atencién a los resurgimientos del «helenismo» (come 4 dsgnn al radiidn clin, ques rode “ EL WNACIMIENTO ron allende as froniteras de a Europa occidental, asi ‘como a la recuperacién ¢e tradiciones autéctonas «muer- tas» en China y Japén. Al igual que las personas, cada renacimiento tiene sus saracteristicas propias, pero en ‘ierto sentido todos pertenecen a la misma «familian. "Asi pues, ga qué debemos atenernos? {Existié en rea- Fidad un Renacimiento? Si lo deseribimos como una épo~ cca revestida de plirpura y oro, como si fuese un milagro sultural aislado, 0 como la sibita aparicién de la moder- ‘hidad, mi respuesta seria «no». Si en cambio utiizamos fl término, sin perjuicio de los Jogros conseguidos en la Edad Media o de los que se produjeron fuera de Euro- pa, para referirnos a un determinado eimulo de cambios ‘powecidos en Ja cultura occidental, podremos considerar- To como vn concepto organizativo que ain tiene utilidad. a deseripci6n e interpretacién de este cirmulo de cam- bios ¢s el objetivo del resto de este ensayo. 2, ITALIA: RESURGIMIENTO E INNOVACION ese a la nevesidad de revisar la versign cominmen- te acepiada del Renacimiento, que presenta a Italia como activa y ereativa y al resto de Europa como pasiva © imitativa, resulta ineludible empezar por Italia, Asi pues, cste capitulo esté dedicado a los principales cambios ocurtidos en el arte, la literatura y las ideas, desde Giot- to (m. 1337) hasta Tintoretto (1518-1595), y desde Pe- trarca (1304-1374) hasta Tasso (1544-1595). Y.teataré de ituat esis sambios —sean resurgimientos 0 innovacio- es— en su contexto sociocultural. Parece obvio que en ce peii6dd no habla carencia-de indiyidualidades crew tivas, hombres (en su mayoria eran farones) que deja- ron en sus obras fa huella de su personalidad. De igual ianera, si observamos el curso de! cambio cultural en Italia durante todo el periodo, es decir en los tes siglos que van del 1300 hasta el 1600, veremos que también resulta obvio que lot logros que se obtuvieron fueron coleetives, dado que se trabajaba en pequefios grupos, y ue cada generacién creaba a partir de las obras de sus 16 1B RENACIMIENTO predecesores, En un easayo relativamente breve como el presente, me parece mis adecuado resaltar lo colectivo y tratar de contemplar el movimiento renacentista como un todo. ‘Una de las caracteristicas especialmente distintivas de «ste movimiento es el intento entusiasta de evivr otra caltra, de GO rasgo importante ede ser buen pun- 9, de pariid Es en la arquitectura donde resulta mis obvia la re- ° ‘cuperacién de las formas clésicas, desde las plantas ba jas hasta los detalles ornamentales [83, caps. 26-27]. Y no resulta sorprendente el que esta recuperacién de 1 arquitectura griega y donde se conservaban, mas 0 menos intactas, diversas construcciones clésicas, como el Panteén (Iimina 5), el Coliseo, el Arco de Constantino y ef teatro de Marcelo (todos ellos en la misma Roma), a la vez que las con- dliciones climéticas del sur de Europa permitian, més que en cualquier otro lugar, la imitacién de estos edifi- cios. Generaciones de arquitectos, entre los que se con- ‘aban Filippo Brunelleschi (1377-1446), Donato Braman- te (6, 1444-1514) y Andrea Palladio (1508-1580), fueron a Roma a estudiar y ¢ medir es0s edificios para poder imitar los principios sobre los que estaban construds. E m Ia ayuda de un tratado de arquitectura eserito por Vitrubio, que se conservaba des- de los tiempos de Ia antigua Roma. En estos Diez libros sobre argquitectura, publicados por vez primera aproxi- madamente en 1486, Vitrubio resaltaba Ia nevesidad de Un artista del norte en Roma: Maarten van Heemskerck, 18 1. RENACIMIENTO mantener la simetriay las proporciones, compar ‘estructura de un edific del cuerpo humano. Asi ‘mismo explicaba las reglas para el uso correcto de: los «ares érdenes», es decir, las columnas déricas,jonias y corintias, con sus corcespondientes frisos ¥ cornisas. El sistema de proporcionss cldsico se utilizé en edificis ta- les como las iglesias Morentinas de San Lorenzo y del Santo Spivito, construidas por Brunelleschi, y en la de San Francesco, en Rimini, de Leon Battista Alberti. La iglesia de San Pietro in Montorio, en Roma, construida por Bramante en 1502 (lémina 2), rompié con la tradi- cional planta erueiforme de las iglesias mediovaes, para adoptar la planta circular tipica de un templo romano. De ahi el apelativo familiar de Tempietio (pequetio tem- plo en italiano) de la cue fue la primera iglesia totalmen- te construida cn estilp dérico, También recverda a un templo romano el gran pértico de la Villa Foscari, de Palladio, conocida popularmente como La Malcontenta, que se erigié en Fusina, no lejos de Venecia, alrededor de 1560. En esta villa se utiliz6 el orden jénico. En cam- bio, las casas de camo y las villas romanas no habjan sesistido ol paso del tiempo, de manera que las villas renacentistas, desde Poggio @ Caiano en la década de 1480, hasta Pratolino en la désada de 1570 (construidas para la familia Médicis) estaban inspiradas en las des- cxipeiones que hizo el antiguo escitor romano Plinio el oven de ous casas y jardines (21, 22 y 23. En el caso de fa exultura, no se contaba con ningiin tratado antiguo come el de Vitrubio, pero fos modelos clasicos § ‘me imporiancia (18, 19]. El escul- 3. La Antigdedad consruida: la version de Botielli de a Calum: nla de Apes, 20 x mewacnatenro tor Donatello fue a Roma, como su amigo Brunelleschi, a estudiar fos vestigios de la Antigiedad clisica, mien- tras que Buonaccols! (apodado Antico), que se hizo fa- rmoso por sus pequefos bronces, fue enviado a Roma con el mismo propésito por su patrén, el marqués de Mantua. Hacia 1500 estaba de moda ente los italianos refinados el coteccionar piezas clisicas,siendo uno de Jos mayores entusiasias él papa Julio II. Julio era el pro- pietario de la mayoria de obras de arte que se habian encontrado hasta en-onces,incluyendo el Apolo de Bel- vedere (que debia su nombre ala villa papal en la que tstaba expuesto), y el atin mas famoso Laoconte que fiustraba una escena de la Mada de Homero, en la que tun sacerdote troyan» fue estrujado por unas serpient: enviadas por Apolo. Los nuevos géneros de Ja escultura wista eran po: io general reedciones de Jos zéne- cos, como Tos Bustos, fos monumentos ecussres Yas figuras o grupos con representaciones de la mitolo- gia cldsica, como el Baco del joven Miguel Angel (ami- za 4), que imit6 con tanto aciert el estilo lésico que durante un tiempo se ereyé que era una genuina an- tigtiedad. En el caso de la pintura resultaba mucho mis dificil encontrar fuentes y modelos antiguos. No habia ningtin eauivalente de Vitrubio ni de Laoconte, y Ia pinturaclé- Sica —a excepcin de algunas decoraciones en Ia Domus ‘Aurea de Nerén, en Roma era desconocda en la époce ¥ continus sindolo hasta ls excavaciones de Pompeya, a finales del siglo xvi. Como sus colegas en arquitec- tura y escultur, los pintorestrataban (fuese por deseo propio o exhortados por sus patsones) de imitar a los antiguos, para lo que tenian que recurtir @ métodos més La Antguedad reconseuida, Il el Baco de Miguel Ange 2 |B RENACIBNENTO indirectos haciendo que sus modelos posasen al estilo de Jas escultutras cldsicas mas famosas, o tratando de recor truir las pinturas clisicas perdidas a partir de las descrip ciones presentes en textos literarios [3, 12]. La Calumnia de Botticelli (ldmina 3), por poner un ejemplo, sigue la descripcién del escrtor griego Luciano de una obra per- ddida de Apeles. También se intent6 establecer unas re- slas pictéricas a partir de las criticas literarias de los an- tiguos, creyendo que, segtin dijo Horacio, «la pintura es ‘como la poesia». También en el eampo de la misica —es- pecialmente entre 1540 y 1560— se realizaron intentos de secrear el antiguo estilo a paxtir de fuentes literarias, en este caso a partir ée los tratados csicos [53]. Bl ejemplo dela Antigiedad estimulé también el auge del retrato como género independiente. Los retratos del siglo xv solian pintarse de perfil, imitando las cabezas de los emperadores que aparecian en las monedas roma- nas, y normalmente s= prolongaban hasta un poco més abajo de los hombros, a semejanza de los bustos de mar- ‘mol, No fue hasta el aio 1500 aproximadamente cuan- do Leonardo, Rafael y otros artistas prescindieron de este convencionalismo para producir obras sin ningtin precedente clasico, en las que el modelo aparecia de fren- te, 0 mostraba tres cuartas partes de su rostro, con pla- nos de medio cuerpo 0 de cuerpo entero, sentado 0 de pie, conversando con sus amigos o dando érdenes a los criados (75) = Sin embargo, en la pintura se produjo (fa avance cru- ial que nada tenia que ver con la Anfigiedad dl descu- brimienta de las leves de a perspectiva iineal. Es posible ue los artists clésioos hubiesen conocido estas leyes, 5. Un paradigma clisico: el Pantedn, en Roma. Ga ial f(s nee 2 ea] vo Vier] Vier] ivr Vier fr | er-[ ere] ere | ter] ee | ter | Bre 6. Una vist humanist del mundo: Chas de Bpugls. m L nenactnaesrro pero en todo caso st habian perdido hasta que Brune- Ieschiy sus amigos las redescubrieron cn el siglo xv. Este ejemplo pone de manifesto la afinidad entre ambas épocas y sugiere que estos paralelismos no puedert expli- carse s6lo en términos de imitacién [18] ‘Tanto_en la época_clésica como en el Renacimiento, tos artisias sentan gran preocupaciOn por Ia apariencia de fas cosas, por lo que Burckhardt denomin6 «relismo>. Ca palabra aparece entrecomillada no s6lo porque tenga ms de un signifieado (silo iusionista; tema tomado de la aida real», sea 10 lo que sea, y asi sucesivamente), sino también porque todos los artistas representan lo que para ellos es real y porque ningin arte esta libre de con- ‘venciones. Tneluso Ia perspectiva puede consierarse,segin ef historiador del arte Edwin Panofsky, «una forma sim- bolican. Por decirlo de otro modo, representar el mundo de acuerdo con sus leyes significa aceptar unos valores determinados y rechazar otros [18] En el caso de los artistas medievales, estos valores hhabian de inferirse de su obra, con el consiguiente ries- g0 de producir un argumento circular. Incluso en el caso de Giotto, su preocupacién por la tridimensionalidad, especialmente por la soldez de Ia figura humana, sein. fiere de esta manera. Por otra parte, en Italia, durante Jos siglos xv y x, los artistas y otras personas solian expresar por escrito sus ideas sobre el arte, ¢ incluso al final del periodo legaron a imprimirlas, como hizo Va- sari con sus Vidas, dejando bien claro qué tipo de pro- blemas querian resolver, asi como su aprecio por cuali- dades tales como la wverdad» o fidelidad a la naturale- 2a, la ilusin de vida, la aparente facilidad con la que se TALIA: RESURGIMIENTO E INNOVACIC 2s superaban las dificutades y, por lo més costoso de de- fini, 1a «pracian (6, cap. 6; 15]. ‘Nos hemos ocupado en primer lugar de la arquitec- tura, fa pintura y la escultura porque la mayoria de no- sotros en Jo primero que pensamos al ofr la palabra Re- nacimiento es en la artes visuales. Sin embargo, du te esa époce Jas warts Jiheralesm —es decir, ta literatura ¥ la ensefianza— gozaban de mayor prestigo (al menos eiife Tos estudiantes), que las «artes mecdnicasp, catego- ria en la que, a pesar de Tas quejas de Leonardo y otros, se mezelaban tanto la pintura, la escaltura y la arquitec- tura, como la agricultura y las técnicas textiles y de na- vegaci6n. Lo que en esa nueva era debia renacer eran as bonae litterae, las «buenas letras»; a saber: la lengua, la Titeratura y la ensefianza. En cualquier caso esa era la copinign de los intelectuales y escrtores de quienes pro- cede Ia imagen de gran resusgimiento que ha llegado has- ta nosotros, ya que los artistas (con Ia notable excepcién de Vasari), dejaron escasos testimonios de su parecer 80- bre el tema. Asi pues, no debemos olvidar este seszo de Ja informaci6n.que ha.llegado hasta-nosotzos. El idioma bésico que se beneficié de ese «renacery_o «cevivir no Tue el italiano, sing ef latin clasico El latin medieval se consideraba «barbaro» por su vocabulario, st ortografia Ge escribia michi en lugar del elésico mini), su sintaxs, et., como escribié el erudito Lorenzo Valla en la décade de 1440, «durante varios siglos, nadie ha hablado latin correctamente, y ni siquiera ha existido quien al leerlo lo entendiese correctamentey. En aquel ‘momento, en cambio, la ambicién de diversos intlectua- les era escribir en un latin digno de Cicerén. 26 1 REUACIENTO ‘Tales intelectuales recuperaron también los principa- les géneros literarios de ia antigua Roma: la épica, la Comedia, ia oda, Ta pastoral, etcéiera [46]. Yaa media- dos del siglo xv, Francesco Petrarca, el gran poeta y eru- dito toscano, escribié una epopeya en latin, Africa, ba- sada en la vida del gran general romano Escipién el Afri- cano. Fue la primera de las muchas imitaciones de la Eneida de Virgilio, en tas que se narraban hazafias he- roicas siguiendo una serie de convenciones entre ellas em- pezar por la mitad (con posteriores incursiones retrospec- tivas 0 flash-backs) y alternar hazatias realizades en Ia tierra con el consejo de los doses, La Jerusalén libera- da, de Tasso (1581), donde se narra la primera cruzada, fs una de las epopeyas renacentistas més profundamen- te cristianas y clisicas a la vez. Las tragedias se escribian @ la manera melodramsitica de Séneca, plagando los es- cenarios de cadaveres, y las comedias —en las que apa- recian padres severos, criados astutos, soldados penden- cieros y personajes equivocos— al estilo de los antiguos dramaturgos romanos Plauto y Terencio. La poesia lati- nna del Renacimi Jas a la manera de Horacio, epi larcial y_pasto- iales semejanes a Higa ees mene ‘de Vitali, en las que los pastores, enmarcados enn paisaje arcadiano, tocaban fa flauta y cantaban con afloranza sus amores. Con fre- cuencia, las ideas se plasmaban en forma de didlogos, ingpirados en la obra de escritores antiguos como Platén y Cicerén, y las historias de Florencia, Venecia y otros estados italianos siguieron el modelo de a historia de Roma de Tito Livio, Merece destacarse el hecho de que hasta 1500 se concedid. mis imnortancia a laiteratura en latin que a la eserita en aicula. Aunque hoy. Gh dia Péttarca es mas apreciado por su ica amorosa tsorita en italiano, seguramente Et hubiesepreferido que Je recordasen por su Africa. Y para aumentar la parado- ja, el idioma de la renovacién fue el latin clasico. Se produfo un interval de mas de cienaflos entre las pr- mmerat comedias renacentists, esrtas en lato, y S08 auivlentes en italiano, como ls Suppasti de Acosta (1509) y la Calandra del cardenalBibbiena (1513). Leo- nardo Bruni eseribi en latin su Historia del pueblo flo- renting a princpios del siglo xv, mientras que la prime- Te obra de este estilo en ialano, la Historia de alia de Francesco Guiciardin, no se eseribi6 hasta pasados més de cen anos (2, 29]. Cuando los contemporineds hae blaban del rencimiento de las erase, con esta expre- ‘ete tanto ala literature en sentido m0- zing como alo que hoy en dia se conocec ahaa La palabra humanismus empe: principios del siglo x1x, aplicdndola al modo tradicional de educaci6n clisica cuya validez estaba empezando a cuestionarse, y parece ser que fue Matthew Arnold el primero en utilizar ef término «humanismo» en inglés. Por Jo que respecta a «humanistay, la palabra se origi- 16 en el siglo Xv, y formaba parte del argot de los estu- diantes universitarios, que designaban con ella al profe- sor de whumanidades», de los studia humanitatis, anti ‘gua frase romana que englobaba un conjunto de cinco 28 fr RENAEIENTO dlscipins: gram, retéica, poi, histori y flo sofia moral [5]. legos a ete punto el etor bien podria pregun- tarse qué ero expecifinmente humane dels human dade, al definides, Sein eserbié Leonardo Brunt, uno de los lidres del movimiento de recuperacion de estos estudios, reciben este nombre porque «perfeccionan al hombres. Pero zpor qué se consieraba que ests mate tas cumplian tal fain? La idea fundamental era que el hombre ae diferencia de los animals en primer hgar or su eapacidad de hablar, , portant, de ditngut €l bien del mal. Ast pues, era fundamental el estudio de Tas materias relacionadas con el knguaje (gramdtica y ret6rica), © con la ética. La historia y la poesia se consi- deraban hasta cert punto ica aplcada,y eaetaban 8 Jos estudiantes a seguir los buenos ejemplos ya echa- zar los perveros. Los intlettales de la epoca no 50 fardaban de generlizar aoera de a wconcicin huma- fn», como la llamaba Poggio, ode exci textos como ta famosa Orato sobre la lgnidad del hombre, de Pico della Mirandola (aunque no pretendise con ell hacer una decaraién de independensa con respecto a Dios) [27]. Los pgstulados basicos de los humanistas estén hé- bilmenterefejads si undagrama de una obga de | = = =s=— Bouelles (limina 6). Seguin este diagrama, hay cuatro ni veles de eisencia, que en orden ascendete son: exstir como una pledra, vivir como una plant, sents como ‘i animal, y entender como un hombre. Va estos Br dos de existenca ecoreaponden cut tipos de ser hu mano! el haragén, elon, el vanidoso y el intelectual. ALIA: RESURGIMIENTO E DROVACION 29 in otras palabras: la humanidad es perfectibe, pero s6lo 1 humanista es verdaderamente humano. Bil diagrama muestra tambizn que la vida contempla- tiva es superior a la vida activa, aunque en realidad no habla consenso acerca de este punto. Leonardo Bruni, canciller dela repiblica florentina, opinaba que el hom- bre sélo podia realizarse como ciudadano, mientras que Marsilio Fino, flésofo que acepté el mecenazgo de los Médicis, se decantaba por el estudio y 1a contemplacién. 6 su libertad para estudiar y e- entirse ligado por obligaciones de tipo politico, Otros humanistas se debatian entre la acci6n y Ja contemplacién, como sir Tomés Moro, para quien no fue nada fécil tomar la decision de convertirse en canc- Ter (y més tarde en lord cancille) de Enrique VIII, 0 Montaigne, guien interrumpi6 su retiro intelectual para ser alcalde de Burdeos, en la época de la guerra civil (70, 7). ‘Ast pues, parece bastante evidente que entre los estu- dios que el movimiento humanista consideraba més im- portantes no se encontraba lo que nosotros llamamos ‘ciencia» (y que a la sazén se conocia como «filosofia naturaly). Sin embargo, alguno de Jos humanistas més destacados (como por ejemplo. Alberti), estaban especial- mente interesados en las matemiticas. Sea como fuere, a recuperacién de textos de los antiguos escritores grie- {05 ¥ fomanos sobre matematicas, medicina, astrono- ‘ila, astrOloRia y por iltimo (pero no menos importan- te) de magia, formaba parte del programa humanista, y Jos textos cldsicos desempefiaron un papel fundamental Gn ol desarrollo poster Je ios esudios. Por esta ra- 20 L RENACIMAENTO z6n, podemos afirmar que durante ese periodo se pro- ‘dujo también un «Renacimiento» matemitico, clentifico incluso mégico (31, 32, 33]. Los casos de Brunelleschi y de Leonardo da Vinci ilustran de manera convincente las retaciones entre las artes y el renacimiento de las ma- teméticas (18, 67) ‘Bn qué sentido podemos afirmar que se produjo un ‘av, la verdadera fuga de cerebros humanistas acaeci6 entre 1430 y 1520, aunque el momento élgido de Ja emigraciOn fue a finales del siglo xv. Los eruditos Tanos Tueron_a, Fran ay Tn Espafia, Polonia y Portugal, aungue sélo tna siinoria de ellos pertenecia'a la elite, De hecho, a veces sospecho que algunos emigraron porque no eran capaces de lograr una 32 BL RENACIMTENTO bbuena posicién en su pais, Por lo que se refiere a los artistas, colectivo de bastante mas categoria, Ia mayoria de ellos salieron al extranjero aproximadamente una ge- sila a ‘principios da sigh de los humanistas, ‘ambién es en Francia donde pode- ‘mos encontrar el grupo més nutrido de artistas, entre los que se hallaban los pintores Rosso y Primaticcio, el joyero Benvenuto Cellini, et arquitecto Sebastiano Ser- lio, y Leonardo da Vinci, todos ellos invitados por Fran- cisco I, uno de los grandes mecenas del Renacimiento del norte [38]. 2Qué les impuls6 a abandonar Italia? En nuestros dias, la_decisiGn_de viajar o incluso de trabajar en el extranjero se puede tomar con cierta alegrla, pero en quella época las diffcultades y peligros de los viajes, asf ‘como ef dolor del exilio, hacian que en muchos casos cesta decisién no resultase tan sencilla. Algunos artistas y shumanistas partieron de Italia por razones que poco te- nian que ver con el Renacimiento. Aigunos de ellos de- ‘sempefiaron tareas diplomaticas, como Enea Silvio Pic- €olomini (mas tarde Pio II) en Europa central, o Baldas- sare Castiglione, que terminé sus dias como nuncio pa- pal en Espatia. Otros conocieron el exilio por razones politicas 0 de otro tipo. Por ejemplo, Filippo «Callima- or (apoderado ast en honor de un antiguo erudito y poeta griego), personaje que contribuyé en gran manera al desarrollo del humanismo en Polonia, tuvo que aban- donar Italia precipitedamente a causa del fracaso de una conspiracién en la que estaba involucrado, Los exilios [EL RENACIMIENTO EN EL EXTRANJERO 3 religiosos son bien conocidos. Lelio y Fausto Sozzini, por ejemplo, eran dos eruditos sieneses que, a mediados del siglo xvi, consideraron prudente alejarse de Italia para escapar de la Inquisicién, pues no erefan en la doc- trina de la Trinidad (de ahi que el rechazo de esa doctri- na recibiera el nombre de «socinianismoy). Tanto los Sozzini como otros exiliados, como Pietro Martize Ver- rmigli, que encontré refugio en Oxford, pertenecian tan- to a la categoria de humanistas italianos en el extranjero ‘como a la de herejes. También se dieron casos de exilia- dos por razones personales. Giorgio Vasari, que rara- fente perdia la oportunidad de contar angedotas, nos informa que el escultor florentino Pietro Torrigiani tuvo {que abandonar la ciudad después de una pelea en la que Te rompié la nariz a Miguel Angel. De no haber sido por sa reyerta, tal vez la capilla de Enrique VII en West- minster no tendria su bella tumba renacentista. En la historia det Renacimiento, como en la historia en gene- ral, nunca se debe olvidar la importancia de unos hechos ccuyas consecuencias son imprevisibls. ‘Son sin duda estas consecuencias imprevistas las que revisten de interés hist6rico las visitas. Asi, por ejemplo, consecuencias como las ensefianzas formales e informa- les impartidas por los visitantes acerca de griego, retéi a, pottica, escultura, o simplemente el aliento para rom- pper con la tradicién local. Durante un encuentro casual que tuvo lugar eri Granada el aflo 1526, Andrea Nava- ero, embajador de Venecia en Espaiia y conocido poe- ta, persuadié al cataldn Juan Boscén para que escribiese sus poemas a Ia manera italiana, Las consecuencias culturales de esas visitas no siem- 4 EL neNAciEN pre eran involtaras ino que alginos italianos mar Charon al extranjero al ser invtados por mecenas reales como Francisco 1, o por arstratas locales con inter ses artsticos 0 lieravis, omio Jan Zamojsti, cancer de Polonia a finales dd siglo xv, quien contraté aun arguitectoitliano para que proyectase su nueva ciudad, de nombre Zamosé en nonor de su fundador (37). Los Ptopios mecenas eran ea ocasionesitallanos que vivian tn el extranjero, en colons de comercantes, en ciuda- des como Brujas o Lyor. Tambign algunas princesas ita lianas fueron intermedarias culturales, con los clos ejemplos de Beatriz de Aragén, esposa de Matias de Hiungria, Bona Sforza, de Milén, que desposd con el rey Segismundo I de Polonia, y la florentioa Catalina de Medics, esposa y vida de Enrique It de Franck Incluso los soldados se slateron itereadoe por el me- cenazgo artistic el pnfor Masolino fue invitado a Hun- gria por el toseano Pippo Spano, capitin meroenaro, ‘Gules feron las respuesas locales a esos emeran- tes italiane, 2 rte? Algunos de. ellos reciberon una bienvenia exiremadamente calurosa. EL fhumanista lombardo Pedro Martir de Angleria, por ejemplo, nos ha dejado un famoso relato de su visita a Ja Universidad de Salamanca, que tuvo lugar en 1488, durante fa eval pronan una conferenca sbre el poo. ta Juvenal. La audienca era tan numeroga que no pudo llegar a la sala hasta que el bedel, con la aytda de su aston, pudo despejar el pasillo, y una ver que hubo dietado su conferenca, salad con un gran triunfo —nos dice como un vencedor en los Juegos Olimpicos. Qui- ‘4 su entusiasmo era un poco exagerado, ya que, «fin 1 RENACIMIENTO EN EL EXTRANIERO 38 de cuentas, Pedro Martir era un retérico profesional, aque habia vvido una experiencia que consideré digna de referir a su patrén. Una multitud similar, entre la que se contaban tanto piblico en general como estudiantes y profesores, acudié a escuchar la conferencia que sobre i poeta latino Ausonio pronuncié Girolamo Aleandro en Pars, en el aio 1511. Parece ser que otros humanis- {as italianos fueron objeto de célidas acogidas en el ex- tranjero, si es que merece Ta pena que nos detengamos tun momento en sus carreras itinerantes. Girolamo Bal- bbo empez6 como maestro en Paris, de donde pas6 a Ho- Janda, Alemania y Bohemia, mientras que Jacopo Publi cio desarrollé su actividad en Alemania y Suiza antes de asentarse en Portugal. Todos ells, figuras comperativa- mente menores que jamés habfan alcanzado relevancia en Italia, tavieron Ja oportunidad de convertirse en per- Sonajes importantes en el extranjero, como Antonio Bon- fini, que fue maestro de escuela en Ja pequefialocalidad de Recanati antes de converttse en historiador en la cor- te de Matias de Hungria. En aquella época de finales del siglo xv, habia una gran demanda de humanistasita- lianos, acentuada por el interés que exstia en diversas Jocalidades por la Ikeratura y tas euseflauzas lésias y la inexistencia de humanistas autéctonos que pudieran satisfacer ese interés. Unos afios mas tarde, cuando una nueva generaci6n hubo recibide formacién humanistica, ya fue posible prescindir de los expatriados. Una muestra del interés que despert6 en muchos ti sgares de Europa la cultura del Renacimiento es el tra 6 en difeecion coniraria, Por supuesto, no todos os que ‘isitaban Italia To hacian por las mismas razones; no (0- 56 EL ReNACIMENTO dos iban para entrevistarse con eruditos, para contem- plar pinturas o para ver Ias ruinas de la antigua Roma. Como ya sucedia en la Edad Media, diplomiticos, clér 0S, soldados, comerdantes y peregrinos encaminaban ssus pasos hacia Italia. El grupo mas numeroso de entre los visitantes interesacos por la cultura italiana era el de los estudiantes, que se dirigian concretamente a dos ‘universidades, Padua y Bolonia, a estudiar dos materia ‘derecho y medicina. Estas no formaban parte de los stu- dia humanitatis, y aurque la influencia del humanismo los transformé gradualmente, no podemos afirmar que ‘todos los profesores (ni tampoco los padres de los alum- nos, que eran los que pagaban los estudios), aprobasen esas innovaciones que hecian que Italia se asociase con Ja novedad. ‘A pesar de esas reservas es posible dar noticia de al- ‘gunas visitas a Ttalia c1yo testimonio documental mues- tra que se realizaron por lo que podrfamos Tlamar bue- nas razones renacentisias. Algunos artistas fueron a ita~ a estudiar el nuevo estilo pictdrico, 0 los restos de la escultura o [a arguitectura clésicas. Alberto Durero, por ejemplo, estuvo en Venecia en 1505-1506, y alli se reunié con Giovann! Bellin (a qulen describié como «et mejor de los pintores») y con otros artistas [65]. El ho- landés Jan van Scorel estuvo en Italia en Ia dévada de 1520, y su pupilo Maarten van Heemskerck visité Roma cen la de 1530; alli conocié a Vasari y realizé bocetos de cedificios antiguos y modernos. En esa época estuvo tam- bién en Roma el arquitecto francés Philibert de I"Orme Los eruditos ¢ intelectuales fueron a Italia para co- nocer textos y métods a fos que no_podian ac [RL RENACIMIENTO EN BL EXTRANJERO 0 su pais. Dos de los cientificos 0 filésofos naturales mas ‘conocidos del siglo xvt son probablemente Copérnico y Vesalio. Copérnivo, procedente de Polonia, estudié srie- g0, mateméticas y astronomia en_Jas_universidades de olonia, Padua y Ferrara a finales del siglo xvi, y e50s studios dejaron diversas huellas en su obra capital, De las revoluciones de los orbes celestes (1543), en la que afirmaba que el Sol estd en el centro del universo [3]. ‘Vesalio, que procedia de Flandes, fue a Padua a estudiar medicina, y también anatomia, de la que trata su obra De humani corporis fabrica, publicada asimismo en 1543. Sir Thomas Hoby, gentleman inglés de Hereford: shire conocido por su versidn de El cortesano de Casti- alione, ¢s otro claro ejemplo de erudito y escritor que visita alia impelido por el interés de las nuevas ense- anzas. El diario de Hoby revela que estuvo en Padua en 1548 para estudiar italiano y chumanitien, aunque también asisti6 a conferencias sobre ldgica y derecho ro- ‘mano. El holandés Justo Lipsio, uno de los grandes eru- ditos de la segunda mitad del siglo xvt, fue @ Roma en 1567 con el séquito de su mecenas, el cardenal Granve- Ja, con la intencién de trabar conocimiento con eruditos clasicos, como Carlo Sigouiv, y de estudiar de primera mano el mundo antiguo [46]. El historiador francés acques-Auguste de Thou dejé constancia en su autobio- arafia de su pasion por ver Italia, a donde llegé en 1573. ‘Thou adquirié textos griegos en Venecia, en Mantua vi- sité la coleccién pictérica reunida por Isabel de Este, y ‘conocié también a Vasari y a Sigonio. Unos afios més tarde, en 1580-1581, le Heg6 a Montaigne el turno de visitar Italia, donde admiré las ruinas de la antigua Roma 38 BL mAciMENTO 4 consults los mamuscrits cscs del Biblioteca Va- jana, ‘Sin embargo, en musos otros casos o importante fueron de nuevo las conseouencis iexperade, el descu brimiento de a Antgieead o del Readimiento por per sonas que no oan en st buset, Por ejemplo, el noble Stemén Ulrich von Hatten fue a Telia estudiar dere- Gho, pero durante st stain al descr el etracivo dei eratura lsc, en especial de los ciloges sa fos de Lucian, gue le sirveron come modelo cuando se vo envelo en ls polmias def Reforma, Sit Tho- tras Wyete descr a poesia taliana mietes se alla- ta co misidn eiptomatca (como le oseié a Geofrey Chaucer mucho tompo sts en cicunatancas imate), $ret ejemplo de Petre inp 808 Dropios poemes. Garciaso dela Veya,contemporineoexpatol de WY, cones ls poses Lagi Tasilo y Bernardo Tas (padre del ms famoso Torcuato Tasso) en Napoles, don- a hebie sido deterrado a causa de una peau ofen- $s. Como le ced aso amigo Bose ts 80 neuer tro con Navagero, Galas esrb a la manera italia- na tras su estanciaen Nip. Por supuesto, las ian y venidas de indvidoos 06 consttuen tde Ja sions dela difsin_del Renic- Feato, sino queambis coon a eirulacion de pintu- ae Gate, como las obras de arte que encau® a Florencia Francisco I de Francia, uno de los grandes me- conas del Renacimintg 38). Yhenia ambit ire Tacign de Hove, los (e805 orgnalen las eaduciones los poemas de Peirarca, dels obras pollas de Ma- Geared de on Watade bre arautestra, con sabe [SL RENAEIMAENTO EN BL BETRANERO 9 den, Sebeino Seto Bokeh Sapo de Bramante que se taslad6 a Francia en la désada de 1540), eteétera. El desarrollo. de la imprenta a finales. del siglo xv tuvo importantes consecuencias para el mo- 7 vimiento tenacenfista, como trataré de mostrar en este iismo capital TE algunos aspectos resulta mis fil de analiza la acogida los libros (especialmente a Ins traduocions) aque Tas telaciones personales, mas escuridizas, sobre tas ue tanto se ha habla, Es posible decubri cudn- tos textos se tradujeron, cules fueron selecsionados, qué tipo de pesones los traducian y, lo mas importante, es posible cuantfiat la popularided de algunos texxos d= ferminados, y estudiar dtalladamente los cambios que tfectaron los traductores. Cuanto menor fable et una traducién, mas valioso es el testimonio que ofresen dl proceso mediante el cual los textos italanos (yen algu- hos eas, tambien las imagenes), fueron adaptados @ Tan necesidades de os autores extranjeros. La acogia del Renacimiento, o de cualquier sistema de valores aje- no, ext necesaramentevinculada ala percepcién que se tiene de ét,y por supueso esta percept es cond. cionada por esquemas. En el siglo xvi, Italla era para) for exanjercn un pals cla opusto as eral opin Tas Traducciones ayudan a docamentar exe pro-| Ga de domesiacion de ete forester, tan peligrosa- mente aracivo oatractivamente peligro. La Italia que Tov no italanosinitaban era hast cierto punto una crea- Gin saya, hecha ae medida de sus necesidades y de rots como Tora fa Antigiedad que tanto ellos como + Tbs italianos aspirahan_ a imitar. oo BL REWACIMIENTO Dos ejemplos pueden ilustrar este proceso general. i primero es la dcogida a la arquitectura italiana en el ‘extranjero, y el segundo, aia més explicit, as reaccio- nes que suseld-en ol ek resano de Cas 1Porlo que respecta ala arquitectura, parece ser es pecialmente relevante el tema de «los usos de Italia», ya {que ésta es funcional y decorativa, porque obviamente precisa adaptarse al entoano local y, finalmente, porque ¢s un arte colectivo en el que desempefian un papel tan to los artesanos como los arquitects. Sin embargo, exis- tian algunos obstéculos para que la difusién en cl extran- jero de los disefios realizados en Italia se produjese de luna manera fuida, a peer de la existencia de libros-mo- delo como el tratado de Serio que ya hemos menciona- 40.0 los Cuatro libros sobre arquitectura de Andrea Pa- adio (1570), libros que fueron cditados en varios idio- mas europeos y que estaban al aleance de los arquitec- tos, y lo que es igualmente importante en una época en Ja que atin los maestros artesanos eran todavia los res- ponsables de la mayoria de los edificios de sus mezenas. Tncluso en la propia Talia las caracteristicas locales pro- pictaron variaciones regcnales, de manera que la arqui- tectura renacentista lombarda © vencciana era diferente \ en varios aspectos a Ia dels Toscana, y estas diferencias 4 regionales fueron en cierto sentido «exportadas». Los ] ninaacosimitaron a os tofeaos, pero In arquitetra francesa se inclind a seguir el modelo Tombardo, y la Uarquitectura alemane el vneciano. Se considera que la arquitectura renacentiste italiana no sedifundié.en su «configuracign totals, sino de una ranera fragmentaria [34]. Podemos hablar razonable- EL RENACIMIENTO EN BL BXTRANUERO a mente de bricolage, es decir, dela incorporacién de mue- vos elementos italianos a la estructuras locales tradicio- tales, especialmente en las primeras fases de la recep- cidn, Por cjemplo, en la Francia de principios del si- slo xvi, resultaba més atractiva la decoracién italiana due los tipos de planta italianos, como podemos com probar en el caso del castillo de Chambord, que hizo construir Francisco I. Sus torres circulares son obvie~ ‘mente tradicionales, y s6lo los detalles arquitectonicos fran claramente nuevos. Se utiliz6 piedra local, por ser ‘mas barata y también (como sefial6 Philibert de ’Orme), ‘mis adecuada a las condiciones climéticas [35]. En cual. uier caso, el material uilizado afecta necesariamente a la forma, de manera que la arquitectura renacentista ita- liana sufrié un proceso gradual de aclimatacion. “También en Inglaterra Ta imitaciOn de Serlio por el isabelino Robert Smythson, o de Palladio por Inigo Jo- nes, comport6 modificaciones por razones pricticas y pporatue los arquitectos locales expresaban sus propias ideas. Pero estas modificaciones no siempre llegaron muy lejos, y han menudeado las observaciones céusticas acer- ca de las corrientes de aire que se producian en los pér- ticos de las casas de campo inglesas que siguieron unos disefos elésicos creados para un clima mediterrdnco. Sin embargo, sit Henry Wotton, en sus Elements de arqui- tectura (1624), es plenamente consciente del problema de las corrientes de aire y de la importancia de detalles como las chimeneas y la inelinacién de los tejedos, mu- cho mas importantes en Inglaterra que en Italia Esto no significa que los discos italianos fuesen mo- dificados tnicamente por razones utilitarias; afirmar tall a 1 REXACOMIENTO cosa seria adoptar un crudo funcionalismo que precisa- mente trato de evitar. Las modificaciones se produjeron por diversas razones, algunas claramente intencionales y blras no tanto. En algunos aso, lay diferencias de los nedeloeTalangs fueron ef-resullado de emplea artesa- nos locales, que poselan sis propias.tradiciones, y que Tho éran eapaces 0 estabar. poco predispuestos 2 entender {qué era lo que se esperaba exactamente de ellos. Cham- ‘bord, por ejemplo, fue disefiado para Francisco 1 por un arquitecto italiano, Domenico da Cortona, pero fue construido por albaiiles franceses. La nueva ciudad de “Zamose, en Polonia, fue proyestada por el italiano Mo- rando, pero también en este caso los que realizaron Ia construccién fueron artesanos locales. Un ejemplo par- ticularmente claro de los conflictos y de la interpenetra~ cidn entre las tradiciones locales y 1os modelos ialianos cs el de la arquitectura renacentista en Espafia, donde, ‘al. menos en el sur, las fadiciones artesanales islimicas mn atin muy arraigadas "A_veots cra el propio mecenas (que seguia las cosas de cerca), quien soliciaba modificaciones dc los disefos ftaliangs, més por razones simbdlicas que por considera. clones practicas. A finales del siglo xv, el zar vin IT dde Rusia pidié al italiano Aristotile Fioravanti que pro- yectase la catedral de San Miguel, en el Kremlin, pero indicdndole que siguese los planos de Ia catedral de Via- dimir, construida en el siglo xn. La actitud ambivalente del zar hacia Occidente ¢s un caso extremo de una reac- cidn bastante frecuente con respecto a la cultura italia- na. Asi, y por diversas razones, 1g que encontramos no ¢s 1a simple exportacién_de_los modelos itaianos al L RENACMIO EN EL EXTRANIERO 6 cxtraniro, sin su reconstryciony el desarola de fr- ras hbrdas, que se podran deseribir eomo malas nter- pretaciones (desde el punto de vista italiano), 0 como adaptaciones creatives. Como guia impresa para la ac- lén, para la construccién del yo, El cortesano de Cas- tiglione no tene un esats diferente al ¢e los tatados atguitectnicos de Serio y Palladio. La difuign, trade: cid e imitacign de est libro resulta bastante istrativa acerca de ia adopeisn y asimilacion del ideal cons ita- Tiano I didlogo de Castiglione fue pubicado por primera vez en 1528, pronto fue traducido al castellano yal fran- cy, un poco mas tard, en 1561, al inglés El trade: tor espafiol fue Juan Boscdn, y el inglés Thomas Hoby, ayo entusismo por la cultura faiana ya hemos men- cionado. Hoby afirms que habia intentado «seguir el verdadero significado de as palabras del autor, sin de- jarse llevar por ia fantasia, y sin haber omitido alguna Que otra parcelan, Sin embargo, en aquellaépoca el idio- ta inglés carecia de equivalents precsos para algunos de los concepios clave de Castiglione, 1o que forzé a Hoby a acunar nuevas expresions, La propia Cortega- nia, que hoy podtiamos equiparar « ccortesania>, ue pararaseada como acl ofiioy las maneras de os core Santon». El fumoso concepto de sprecratira, una especie de desdén, fue resuelto como «desdoro» o «temeridad ‘No est claro —al menos para mi, por qué razén Hoby no tli la palabra aneglgencian, que Chaucer habia uilizado antes que €l y que respondia a la neligentia de propio modelo de Castiglione, el antguo romano C cerda. Lo que teto de seialar, sin embargo, esque la 64 EL RENACOMENTO ausencia de equivalentes en inglés para los conceptos cla- ve de Castiglione sugiere que la difusion de sus ideas no fue fluida, a pesar del heeno de que Ta corte como insti- fuciSn era algo familiar en Inglaterra, Francia, Espafia y en todas partes. Algo semejante sucede con las traducciones francesas ¥ castellanas, y todavia resulta més reveladora, por ser ‘alin més posterior al original, Ia versién polaca de El cortesano, el Dworzanin Polski, publicada en 1566 por Lukasz Gérnicki, que es mds una trasposicién que una traduccién. El escenario de los hechos esté desplazado ¢ Ia corte de Urbino en 1508 a la de Cracovia en 1550, ¥ los personajes estén tomados de entre los nobles pola- ‘cos; no aparecen mujeres, ya que fueron eliminadas so pretexto de que, en Polonia, no eran suficientemente cul- tas para tomar parte en conversaciones de ese estilo. Gér- nicki afirma también que prescindié de la discusién s0- bre las artes de la pintura y de la escultura «porque no son temas conocidos en Polonia». Las controversias acerea de la manera més adecuada de hablar y de escri- bir en italiano fueron treducidas como comparaciones entre las diferentes lenguas eslavas. En el sentido estricto del término, el Dworzanin Pols- ‘ki es una {raduccién_poco fidedigna. Sin embargo, da- dos los eriterios sobre imitacién que aparecen en el pro- pio Cortesano —Ia idea de que si imitamos a los anti- guos en realidad no los imitamos, puesto que ellos no imitaban a nadie—, se podria aducir que Gémnicki fue tun traductor ms fidedigno que Hoby, precisamente por- que Jo era menos. Que eliminase de escena a las mujeres 1no fue algo arbitrario, sizo que expresaba el abismo en- FL RENACIMIENETO EN BL EXTRANIERO 65 tre las dos culturas, y esto es un testimonio til de los obstéculos sociales (no inferores a ls lingtisticos 0 miticos) que existian para que la difisién de los valores, itaianos en el extranjero se realizabe con flue. También cumplen esta funcién testimonial los ata- ques provenientes del exterior dirigidos a Castiglione 0 a los j6venes que aspiraban a comportarse como los per- sonajes de su obra, Estos ataques expresaban wna reac- cidn antitaliana, una hostilidad a lo que uno esté tenta- do de denominar imperialismo cultural italiano, distra- zados como una defensa de a sinceridad. El poeta inglés Jobn Marston, por ejemplo, satiriz6 al «absoluto Casti- lion y a sus «ceremoniosos cumplidos». En Francia, Castiglione fue asociado con el disimulo y con la ‘kcorrupeibn» de la lengua francesa con expresionesita- Tianas, proceso que irrté alos ericos que acufiaron tér- minos nuevos como uitalianizaciém». También Maquia- velo recibid ataques similares, su nombre fue asociado con el fingimiento y, por aftadidura, considerado sospe- choso de «ateismon; como expone el personaje de «Ma- chiavel» en el prélogo de BI judo de Malta, de Chris- ‘oper aoe a 5) "i " ata eacién host a Maguiavelo, a Castiglione ya otros tecritres no era puramenteantitaian; era también an. fatten 0, por desl enellenguaje dela epoca «an- tipaine> La Reform fue ouo obstieulo 2 una fel cdtusén de Renecimiento italiano en el extraniero- Para mf la religibn no es més que un juguete pu y aferrarse a ella no es pecado, sino ignorencis ( Baiste la opinis res diferencias entre el Renaci ‘ely a movimiento ea Iulia fue ef auge del chumeni mio_cstianop, asoelado sone Ta figira_ de Erasmo. Esta opinién se basa en Ja presuncidn —a mi éntender errénea, como ya he sefialado en el capitu- Jo 2—, de que Htalia estaka plagada de humanistas «pa- sganos», a los que se cortraponian los humanistas del norte. Los lideres del movimiento italiano estaban tan preocupados por la divinidad como por 1as hhumanida- des, ¥ realizaron un concienzudo esfuerzo para armoni- zar su devocién por la Antigedad con su cristianismo, tal como habian hecho algunos padres de Ta Iglesia. Ast pues, podemos decir razonablemente que los humanistas italianos eran fieles a dos antigiledades: la de los padres de la Iglesia y la de los clésicos [30]. Al norte de los ‘Alpes, el movimiento humanista estaba atin mis com- jprometido con los estudios sagrados (39; 60, cap. 14]. YY esto-no significa que Tos del norte fuesen mejores cris- tianos; Ia diferencia era en parte resultado de la deseme- Janza de la base institucicnal del movimiento (mis estre- chamente vinculada con universidades ¢ incluso monas- terios que en el caso de Italia), ¥ en parte vousecucneia del momento cronolégieo, que coincidié con el movi ‘miento para la Reforma de la Iglesia, antes y después de Martin Lutero. . Por supuesto, el modelo de humanista del norte es Erasmo, aue vivi6_aproximadamente, del 1466 al_ 1536 [16]. Desde luego Erasmo estaba interesado en los clési- ‘cos, pero hacia los treinta aflos se decant6 mas hacia Jos studios cristianos. Dedic6 buena parte de su tiempo a BL RENACIMIPNTO EN EL EXTRANIERO o la critica textual y a la traduccién de la Biblia (utlizan- do Ia versin griega original del Nuevo Testamento), y se ocupé de editar la obra de algunos padres de Ia Igle- sia, como Jeronimo y Origenes. En algunos de sus pr pios escritos traté, como hicieron ellos, de armonizar las ideas eristianas con Tag clasicas. En un didiogo, El banquete piadoso (1522), un orador dice que Cicerén csté «inspirado por la divinidady, mientras que otro alu- dea los sentimientos cristianos de Sécrates, lo que lleva un tercero a declarar que él «dificilmente puede ayu- dar», al tiempo que exclama: «;San Sécrates, ruega por nosotros!». Sin embargo, la tensién subsistia, como re- vela un didlogo aiin mas famoso de Erasmo, el Cicero- rnianus (1528), cuyo titulo evoca el suefio culpable de Je- rénimo. Bl protagonista del dilogo, un tal Nosoponus, desea escribir en latin como Cicerdn. Otro oradar obje- ta que eso es imposible sin resucitar la Roma de Cice- r6n, subrayando asi la paradoja de Ia imitacién (sit tamos a los antiguos en un mundo diferente, en realidad 1o los estamos imitando) e ilustrando el sentido renacen- tista del pasado, a nueva sensibilidad ante los anacro- nismos [49]. Pero el tema principal del didlogo es que Civerén no debe ser imitado, ya que era un pagano, Otro ppersonaje critica la epopeya en latin sobre In Natividad eserita por el poeta italiano Jacopo Sannazaro, conside- rando que el autor hubiese debido tratar este tema sagra- do de una manera menos clisica, menos virgiliana, y se cuenta la historia de un sermén pronunciado en presen- cia de Julio If, en el que se comparaba a este papa con el dios pagano Jipiter. La idea del humanista italiano ‘Pagano se remonta por lo menos hasta Erasmo y, como 6 BL REMCINENTO cs habitual, esté basada er el equivoco y en la desinfor- rmaci6n, No hace mucho sc han realizado investigaciones de las prédicas dadas en la capilla papal, y no se ha logrado encontrar el sermén al que Erasmo ponte ob- jociones. ‘A comienzos dal silo xvi se produjo el momento il- gido de la interaccion entre el movimiento humanista y ios estudlos religios68. En TS0E se Tund6 un colegio tr- Tigi en Afcalé, en Espata, para estudiar las tes en ‘suas de la Biblia: hebreo, griego y latin [43]. El huma- nista espanol Juan Luis Vives edit obras de san Agus- tin y recomend6 el estudio en las escuelas de los cristia- nos primitivos con preferenci al de los escritores paga nos. En Francia, el tedlogo Jacques Lefevre d’Etaples aprendi6 griego para estudiar el Nuevo Testamento y a los esetitores neoplaténioos en su lengua original. En ‘Alemania, el gran erudito hebreo Johan Reuchlin perte- necié a un grupo de humanistas con intaress teolbgicos. En Londres, el amigo de Erasmo John Colet incluyé en 1 programa de estudios de su nueva escuela en St. Paul tl estudio de algunos de ls primeros autores cristianos, como Lactancio y el poeta Juvenco (60, cap. 15]. En Cambridge, John Cheke, profesor de griego, tradujo al gran predicador Juan Cris6stomo, obispo de Constanti- nopla, asi como al antiguo trigico griego Euripides. La asociacién entre humanismo y teologia llegé-a su cenit en las dos primeras décadas de siglo xvi, antes de ja excomunién de Lutero y de su conflicto con Erasmo, aunque no desaparecié tas esos hechos. Todo lo que ‘estamos tratando seria mejor describirlo como la adap- tacién de las ideas y de ls habilidades humanistas a las 1 RENACINAENO 2 ETRANIERO o ‘nuevas circunstancias. Cuando se define al humanismo, como es costumbre hacer, en términos de la «dignidad del hombre», Lutero aparece como un_antihumanista porque él, al contrario que Erasmo, no creia en el libre albedrio. Pero Lutero no era un enemigo del humanismo por fo que respecta alos studia humanitats; él mismo ha- ba recibido una educacién clisica y no se oponia a que los eruditos recuperasen Ia antigua sabiduria, pues ereia ‘que Dios la habia inspirado como preparacién a la Re- forma de la Iglesia, y apoyé a Philip Melanchthon en sus esfuerzos para dotar a la Universidad de Wittenberg de un programa de estudios humanista. Zwinglio estuvo més préximo a los humanistas que Lutero, y crefa que algunos de los paganos virtuosos, como Sécrates, se habjan salvado. Calvino era més am- bivalente; recelaba de aquello que €l llamaba les scien- cies humaines —es decir, las humanidades— por consi- derarlas vanas curiosidades. Sin embargo, en sit juven- tud las habia estudiado, edité un texto del fil6sofo ro- mano Séneca, y ni siquiera en su madurez rechazé a Ci- cerén o a Platon. ‘También en la Europa catélica la asociacién entre los estudios religiosos y el movimiento humanista sobre- ‘ala Reforma, e incluso al Concilio de Trento, pese ‘ala gran derrota que sufrieron en él los humanisias a ‘PrinGIpios de Ta dBcada de 1560, en sus intentos de sus- tituir la vuigata, 0 versi6n latina oficial de la Biblia, por tra derrota para los humanistas fue que el Indice de libros prohibidos, que se oficializé en el Concilio de ‘Trento, incluyese algunas de las obras de Erasmo, Por 0 BL RENACIMMENTO otra parte, el Indice eximia a la literatura clésica, que continué siendo parte importante del programa de estu- dios de las escuelas catélicas, especialmente en las de los jesuitas, Aunque se afirmara que los jesuitas apoyaron las letras pero no asi ol espiritu de los humanistas, esta inkerpretacidn depends sobremanera dela desacreditada ‘opinign sein Ja cual los «verdaderos» humanistas eran csenciaimente paganos 0 mundanos. La adapiacién que los jesuitas hicieron de Ta tradicion clasica a las neces dades de los jévenes catélicos del siglo xvi diferia en al- gunos detalles, pero no en lo fundamental, de los prime- 108 intentos realizados por Erasmo y Colet. E incluso no diferia demasiado de los curricula elaborados por los primeros maestros humanistas, como Vittorino da Feltre ‘© Guarino da Verona. La diferencia principal entre es- tos maestros humanistas y los profesores jesuitas est ‘baba en que el primier grupo rechazaba la filosofia me- dieval, mientras que el segundo la aceptaba [60, cap. 16) Astcomo parte del clero intentaba combinar las técnicas dl humanismo con las de la filosofia medieval, encon- tramos nobles que pretenéfan fundir el humanismo con los valores y actitudes de la aristocracia militar, de ma- nera que los historiadores han tenido que inventar tér- ‘minos hibridos como «caballeriailustrada» o «humani mo caballeresco» para describir tal combinacién, fuese ‘en las cortes del norte de ltalia (como la Ferrara de Arios- +o), en la Borgofia del siglo xv, 0 en la Inglaterra de los ‘Tudor [44]. El conde Baldassare Castiglione, autor de El cortesano, y sir Philip Sidney, predicaron y practica- ron no s6lo los nuevos valores asociados con el Renaci- imiento, sino también las virtudes tradicionales de los ea- FL RENACIMIENTO EEL ETRANIERO cn balleros medievales: la destreza en el arte de la guerra, Ja caballerosidad y Ia cortesia. La combinacién de lo an- tiguo y lo moderno es particularmente chocante en los torneos que se celebraban cuando los monarcas accedian al trono en la épaca de Ia reina Isabel: torneos en los ue los caballeros, Sidney entre ellos, adomaban sus atuendos y sus monturas con motivos renacentistas, pero combatian al estilo bajomedieval, representando asi el ‘humanismo caballeresco que encuentra su expresin lte- raria en La reina de (as hadas (40), ‘Todos estos ejemplos inducen a generalizar que el mo- iio humanista creci6 en el entor- no de las cludades-estado del norte y centro de Italia, modelindolas y siendo a su vez modelado por eilas. Asi, so ha argumentado que fue durante el trans- curso de la «lucha por la libertad» que mantuvieron los florentinos contra el duque de Milén, alla por el afio 1400, cuando Tos ciudadanos se abrieron a los valores cespecificamente renacentistas que expresaba su canci- ler, el humanista Leonardo Bruni, o empezaron a ser ‘conscientes de ellos [25; cf. 26, 42]. El Estaclo més estre- chamente vinculado con el humanismo, Florencia, con- tinué siendo, al menos formalmente, una repiiblica has- ta el afio 1530, si bien los escritos de Maquiavelo y Guic- ciardini dejan entrever que Ia antigua confianza en la raz6n y en el hombre quedé hecha afticos cuando los florentinos fueron incapaces de resistir a las fuerzas de a \ Y ucga ee scape tse i \ n EL RENACIMENTO Carlos VIII de Francia, que invadié Italia en 1494 [29], En Florencia y en otras repiblicas, especialmente en Ve- fecia y Génova (que conservaron esta forma de gobier- no hasta finales del siglo xvii), no fue diffe! para la clase gobernante, ni para los humanistas asociados a ella, la identificacidn con los hombres que habian gobernado las antiguas repuiblicas de Atenas y de Roma, y especial- ‘mente con Cicerdn, quien combinaba los papeles de po- litico, orador y fildsofo. Este republicanismo humanis- ta, 0 chumanismo civil», como se le suele llamar, tuvo lun cierto predicamento ex algunas de las ciudades libres de Alemania y Suiza, como sucedié en la Basilea det siglo xvi, 0 en Nuremberg, entre cuyos concejales se en- contraba Wilibald Pirckheimer, amigo de Durero y tra- ductor de clisicos griegos como Plutarco y Luciano. Erasmo, que procedia de Rotterdam, una de las ciuda- des holandesas hasta clesto punto independientes, era partidario de las repuiblicas y con frecuencia citico con [os principes, a quienes comparé una vez con las agui- las, aves codiciosas, rapaces y sanguinarias (seguramen- te deberia de tener en mente al emperador Maximiliano ¥¥ a sus no lejanos intentos de exprimir a los Paises Ba- Jos con nuevos impuestos).. Por otra parte, la monarquia cra la norma en toda 5 Fepibligas italiana, Casi- as_o modernas, eran poco. significativos. Este éra cl ‘mundo del llamado «prinsipe renacentistan, término que resulta adecuado pero desgraciadamente algo ambiguo. Si los historiadores emplean ese calificativo para definir al emperador Carlos V, ca Francisco I, o Enrique VIII, cello puede significar que estos tres principes estaban [BL RENACIMIENTO EN EL EXTRANIERO B interesados por el humanism o las artes, o que gober- naban de uta manera diferente (al vez acorde con los cambios culturales de la época), o sencillamente, en una acepcién menos conereta, que vivian en el periodo que nosotros conocemos como Renacimento. Los tres goer hantes que hemos etadoestabaninteresads por los mi. ‘os movimientos atsticos: Carlos encarg6 pinsuras 2 Tidano, Enrique VIII empleé a Hotbcin, y Francisco [, como ya hemos visto, llamé a su corte a artists italia. nos que realizaron las soberbias construcciones de Cham- bord y Fontainebleau. El mecenazgo real de erudits, y especialmente a Tundacin de los «lctores reales» de triego y de hebre, fueron hechos cruciles para el esta- blevimiento del himanismo en Francia (38). Por otra parte, los historiadores se muestran cada vez mds escép- tios con la aflrmacién tradicional de que esos monareas gobernaban de una manera diferente, «renacentista>, y Se incinan a setalar la pervivenca de las antiguas tradi Gionesmedievales de la administracion, Ta relacién esencial entre la politica y a propagacién det Renacimiento es de indole totalmente diferente. La cultura politica del norte de Buropa ayudé a dterminar Jo que se tomaba de la tradcién lisa o de la alia. contempordnea, y también cfimo se interpretaba. Por ejemplo, £1 cortesano de Castiglione debia su popular- dad fuera de Ktalia a su aplicabilidad en las ciudades de allende los Alpes tanto como a sis valores iteraros ‘Aunque Maquiavelosicvi6 a la replica forentna y e= cribid sus Discursos sobre la historia de la primiiva Roma fundamentalmente para la formacin de sus con cludadanosj6venes, fuera de Italia era més conocido —0 % ™ HL RENACIMIENTO ere lelonalncne caaba vnciledo + bs bro 71), También Erasmo, fuera cual fuese su opinién sobre) Jas aguilas, escribié La educacién del principe cristiano -en beneficio del joven emperador Carlos V, y le decia, { simran conocido ejemplo del nevestoicismo renacentista, Otro [HL RENACIMIBNTO EN HL EXTRANJERO 18 lectores del siglo xvt hacia los filésofos estoicos griegos ¥y romanos, especialmente Séneca, era su consejo de pre- servar la serenidad de animo o la entereza frente a la tirania, la muerte, 0 fo que Hamlet llamaba «los golpes y dardos de la insultante Fortuna». Como seftalaba una inseripeién en un retrato inglés del siglo xvi. Aligual que la roca en medio del mar embravecido no teme el corazdn firme ni mledos ni peligros. rp ree 16 EL RENACIMIENTO rmacién en derecho y en humanidades. De las tres figu- 1as principales en la reintepretacién del derecho soma: ptincipios del siglo xv, s6lo una, Andrea Alciati, ra italiana, y pas6 gran parte de su vida dando clases fen Francia, en las universidades de Avinin y Bourges. Guillaume Budé era pariense, y Ulrich Zasius, amigo de Erasmo, era oriundo ¢e la ciudad alemana de Cons. tanza, $i bien 1os primeros humanistas que estudiaron derecho romano eran italianos, ala larga fueron los fran- ceses quienes realizaron la mayor contribucin a esos es- tudios [41]. Elo resutaba bastante acorde con la preten- sin de los monareas franceses —a semejanza de los em- peradores romanos— de ser «absolutos», es decir, de estar por encima de las leyes, no en vano fue un jurista romano quien declar6 «lo que place al principe tiene la fuerza dela ley. ‘Un dmbito muy diferente en el que generalmente se considera que los europens occidentales y del norte su- peraron a sus maestros itaianos es el de a prosa de fc- cién. En ol caso de la comedia, era muy dificil hacerlo tiejor que Ariosto y Aretino; en la épica superar a Arios- to (el propésito de Spenser en La reina de las hadas), y cen el género pastoral ir mds ala de la Arminia de Tasso 0 el Pastor Fido de Gian Battista Guarini (1585), una obra roméntica que trataba de un amantefiel, que fue muy imitada en la Europa del cambio de siglo. En el caso de la prosa de ficcén (resultaria err6neo utilizar aaqu( el término moderno de «novela»), los italianos, des- de Boccaccio a Bandello, eran maestros en los relatos cortos, pero la transformacion del género en algo més ambicioso tuvo lugar fueva de Italia, Los grandes maes- [BL RENACIMIENTO EN EL EXTRANIERO n {ros del nuevo estilo fueron, sin duda, Rabelais, con sus Pantagruel (1532), Gargantvia (1534) y el Tiers Livre (1546), y Cervantes, con su Don Quijote (publicado en dos partes, en 1605 y 1615), aunque también figuras compa- rativamente menores produjeron obras de gran calidad, desde la Arcadia de sit Philip Sidney (or crita hacia 1580), hasta ef anénimo espafiol EI lazarillo de Tormes (1554), obra que rompia con las convenci nes, al contar la historia de un picaro y estafador pro- fesional desde el punto de vista de este héroe tan poco heroico (46, 4.* parte}. Estas obras de ficcién tienen contraida una deuda considerable con la Antigtiedad clisica, con los didlogos ccémicos de Lucian, con los romances griegos, como Dafnis y Cloe y, sobre todo, con Ia prosa de ficcién latina tarda, como el Asno de oro de Apuleyo y el Sa- tiricén de Petronio. También tienen un débito con el ro- mance medieval, y especialmente con la versién que Ariosto hizo de esos romances, escrita en clave irénica. Pero lo que produjeron Rabelais y Cervantes no tenia realmente parangén alguno. Una de las caracteristicas ‘mis innovadoras de Ia obra de estos dos autores era la importancia de la parodia, en coneretu la parva de los libros de caballerfas. Uno de los temas principales de ‘esos romances era la busqueda del Santo Grial: los hé- roes de Rabelais emprendian una especie de antibisque- da del «Oréculo de la sagrada botellan. Por lo que se refiere a Don Quijote, que ya en la primera pagina de la ‘obra queda descrito como un lector compulsivo de libros de caballerias, sus aventuras son trasposiciones cémicas de las historias de los caballeros andantes que bullian en su 4 \ n cabera. En ambos relatos se manifestaba la preocupa- n por Ia relacién de la fisin con la realidad, por el problema dela interpretacién. En el prologo a Gargan- fia, el autor (un tal maese Alcofribas, sein teza en la primera pigina),sugiere que est historia cémica ener en realidad un significado seri, pese a que conta eon 1a ceremonia de la confusign al burlarse de personajes «ue tienen un significado alegrica en os poemas de Ho- mero, Cervantes afirma a si vez que no ext inventando ninguna historia, sino que zecgia un rlato de un histo- riador drabe; el propio Don Quijote ejemplifca los pro- blemas de interprtacin con su insstencia en tratar Ia vida ordinaria como si fuete un libro de caballerias (48, 64,73, 74) ."Seha sugerido que esta timider india fue auspicia- { a por el auge de los libros impresos, y que la «cultura } impresa» explica ls princvales diferencias entre los es- eritores del Renacimiento ylos de la Edad Media; ytam- bin algunas veoes se afirma que de no ser por la impren- ta el Renacimiento-no se habria prodicido [69]. Ese es ui pile Tmportanie, augue fil de exagerar o malin- terpretar. Hay que tener en cuenta que la imprenta de tipos méviles no se invent6 hasta mediados del siglo >, con lo que no pudo dejar sentir su influencia a comien. 20s del Renacimiento, en la ideas de Petrarca y de Al- ben, las pinturas de Gioto y Masactio o en la arquitec- tura y la perspectiva de Branelleschi, Y est igualmente claro_que la nueva tecnologia facilité sobremanera la Ila ‘Bada «alfusiéns_deY Rengcimlento. En el caso nuevas formas arguiieetOnicas ya hemos seilado con anterioridad la importancia de los tratados impresos (de 1 REWACIMIENTO EN EL EXTHANIERO ~ Vitrubio, Selo, Palladio y otros). Que la rica amoro- sa de Petrarca se pusiese de moda entre los cireulos aris tocriticos del siglo xv resultarta también inconcebible {por lo menos a ese nivel sn la presencia de los peque- ios y clegantes wolimenes que sostienen en sus manos {os jovenes cabaeroe y damas que vemos en vats re- {vaios dela poca {47 gain ns evidente a reason ne el resureit de la Antgietiad y Ta posbiidad de con el que se suele poner fin a esas fies- ‘as. Atin mds profundamente carnavalesco resulta el Gar~ santa y Pantagruel, de Rabelais: los sigaotes,Panurgo el embusiero, el énfasis en comer, beber y defecar, la comedia de la violencia y la utilizaciOn de Tenguaje hi- perbdlieg por 16s saltimbanauis (74). No es que Rabelais fileve un autor popular, sino que era un hombre instrui- do, un médico conocedor de la literatura griega y latina, yy su obra estd repleta de alusiones que a buen seguro resultaron incomprensibles @ los artesanos de Lyon (don- de se edité el libro por primera vez), 0 a los campesinos locales. Lo que Rabelais hizo fue inspirarse en la cultu- ra popular para lograr sus propésitos, como por ejem- pio ridiculizar la docta cultura tradicional de los rigidos te6logos de la Sorbona. La utilizacién de formas popu- lares con fines subversivos fue algo habitual en ef Rena- Gliniento tardio, en la fase de su desintegracién, de la ‘que trataré el siguiente capitulo. (4) LA DESINTEGRACION DEL RENACIMIENTO Si ya resulta dif ceuindo emper6 el Rena miento, resulta prdcticamente.imposible_ deter ccudnda_gcab6. Algunos estudiosos eligen la década de 11520, ottos la de 1600, 1620, 1630 e incluso més tarde. Siempre es complicado afirmar cuéndo un movimiento esté Hlegando a su fin, y esto es doblemente dificil en este caso, al estar implicadas tantas repiones y artes di- ferentes. «Fim» es una palabra demasiado cortante, de- masiado defi un término mds preciso, como cuestidn esté en que lo que emper6 signdo.un moximien- to constituido por.un niimero-reducido.de-personas.que tenjan unos propésites claros fue perdiendo su unidad 2 ida que s¢ fue propagando, de manera que con el paso del tiempo cada ver fue mas dificil determinar qué © quignes pertenesian a tal movimiento Por lo que se refiere Tas artes visuales en Tilia, es 1a década de TS20 la que marca Ia transicion del alto Renacimiento a To jento a lo que los historadorex det arte denomi- a L RENKCINIENTO ‘nan_«manierismoy, una tendencia (més que un movi- ‘miento organizado) a poner un énfasis poco habitual en Ta «manera» o el estilo; ev Ja novedad, Ja dificultad, a ingenuidad, Tg elegancia_y la gracia (57). Fue durante la década de 1520 cuando Miguel Angel empezd a traba- jar en la Capilla de los Médicis en Florencia, un edificio que Vasari, pupilo del artista, describié como «extrema- damente original», ya que se apartaba sobremanera del ipo de arquitectura reguledo por la proporcidn, el or- den y las normas que empleaban otros artistas segin la uusanza acostumbrada, conforme a las directrices de Vi- trubio y de las obras de la Antigiedad. Miguel Angel rechazé el orden elésico para crear el suyo propio. A fi- nales de esa misma década, Giulio Romano rompié tam- ‘ign con esas normas en si Palazzo de Te, en Mantua. Las «incorrectas» combinaciones de elementos clasicos ‘que realiz6, por lo visto pretendian tambien escandalizar de una manera festiva al espectador. Hasta cierto pun- 10, tanto Miguel Angel como Romano eran «anticlés ‘cos, pese a que en la Antigiedad clisica tardia habian existido ya precedentes de ese tipo de «anticlasicismo» 122, caps. 7, 9). En el caso de la pintura y la escultura es atin més dificil determinar iar qué obras deben considerarse «manie- agp. El rechazo a las reglas de la propardioa 7 de la pperspectiva puede encontrarse en los lienzos de Rosso, Pontormo y Parmigianino pintados en las décadas de 1520 y 1530, rechazo que est asociado a una elegancia cstiizada y a la vez bastante fria, que se encuentra tam- bién en los retratos de Bronzino, disc{pulo de Pontormo. Un rechazo similar a las convenciones, pero esta vez. aso- LA DESISTEGRACION DEL ENACIIENTO 85 ciado a la fuerza expresiva, es el que se puede admirar cn los frescos de EI juicio final de Miguel Angel, en ta Capilla Sixtina (1536-1541). Se dice que Miguel Angel afirmaba que todas las reglas de la proporcién y de la perspectiva no sirven para nada «sin el ojo, idea que mis avanzado el siglo desarrollé como teoria Gian Pao- lo Lomazzo, Los cuerpos manieristas son figuras de una clegancia sinuosa, como la de las serpientes (figura ser- ‘pentinata ls lamaba Miguel Angel) y son los rasgos mis destacados del periodo manierista, en el que generalmen- te se incluyen Ia estatua de Perseo y el salero que Cellini realiz6 para Francisco 1, ambos en la década de 1540, y la Fuente de Neptuno, de Bartolommeo Ammannati, {que esta cn la Piazza della Signoria de Florencia (19, caps. 10-11]. El estilo caprichoso del manierismo esta bien ejemplificado en el disefio de los jardines y de las gfutas (de las que deriva el término «grotesco»). Una ‘muestra de ello son los jardines de Boboli en Florencia, el parque de Bomarzo, proyectado por el aristécrata romano Vieino Orsini, que parece una Disneylandia del siglo xvi, con sus monstruos de piedra, su torre inclina- da y su boca del infierno (en cuyo interior se encuentra tuna mesa de midnuul paca las meriendas campestres) Los ejemplos que hemos citado hasta ahora, excep- tuando a Parmigianino, son toscanos o romanos. En Ve- necia, sin embargo, Tiziano y sus discipulos continuaron trabajando segsin ol estilo del alto Renacimiento hasta después de la década del 1520. La adopcién por parte de Tintoretto del estilo de Miguel Angel se puede admi- rar en su espectacular San Marco rescatando a un escla- vo fechado en 1548, pero en cambio Andrea Palladio 86 BL REKACIMIENTO siguié Tas normas clisicas en las villas que proyect6 en las décadas de 1550 y 1560, y el Veronés continué tra- bajando a la manera del alto Renacimiento hasta su muerte, ocurrida en 1588. En Ja literatura es alin mds dificil y menos provecho- so tratar de determinar lo que ¢s 0 0 manierista, aun- que resulta tentador incluir como tales Tos pormas de Miguel Angel, las Vidas de Vasari y la autobiografia de Collini, mas que nada por el conocimiento de las restan- tes actividades de sus autores. También se acostumbran ‘a considerar manieristas los dramas pastorales de Tasso y Guarini. Sin duda estas piezas son autocontenidas y elegantes; el problema esti en que estos mismos adjeti- vos pueden aplicarse también a varias obras literarias del primer Renacimiento. Guarini recibié criticas por tra- tar de combinar dos géneros, la tragedia y la literatura pastoril, Sin embargo otros no siguieron el ejemplo de Pontormo o de Giulio Romano y se abstuvieron de trans- agredir las normas: en este sentido no eran anticlisicos. ‘La misica plantea también un problema. Se acostumbra a calificar de «manieristas» los madrigales de Carlo Ge- sualdo, principe siciliano de finales del siglo xvt, pero, ‘como ya hemos visto, el desarrollo de la misica estaba desfasado en relacién con el de otras artes. YY ain mas dificil resulta la identificaci6n de las obras smanieristas fuera de Italia. Fl problema principal se de- ‘iva de que mientras que sn la década de 1520 el Rena ancia, Espafia, Inglaterra y ‘en Europa central y oriental. Un edificio poco canénico, el llamado palacio de Ottheinrichbau en honor de su me- {LA DESINTEORACION DBL RENACIMIENTO 8 ccenas, construido en Heidelberg en la década de 1530, puede deberse mds a la ignorancia que a la sofisticacién. Podemos intentar fechar el manierismo en Holanda en ‘una época relativamente temprana, pero los ejemplos ‘més conocidos y menos controvertidos de tal tendencia fuera de Italia no se dan hasta la década de 1580, cuan- do El Greco empez6 a trabajar para Felipe 1 —quien en realidad preferia a Tiziano—, mientras que Bartholo- smacus Spranger entré al servicio de Rodolfo II [59]. Bus- car las huellas del manierismo literario fuera de Italia no tiene otro objeto que el de revelar las ambigitedades del concepto. Algunos criticos elegirian como ejemplo tipico la Euphues de John Lyly (1579), novela satirica ‘eserita con una idiosinerasia muy peculiar y que fue pro- Fusamente imitada, hasta el punto de que fue necesario acufiar el término ceufuismoy* para designarla. ¥ otros tal vez optarian por Ia poesia y la prosa de John Donne, cuyo estilo ¢s una reaccién contra el eufuismo. Por si fuera poco, nos encontramos_cot los ensayos de Montaigne, que en ciertas ocasiones se consideran producciones «renacentistasy, ottas como tegrantes del «contra-Renacimienton y_a_veves como ‘Obras manleislas 9 iuclusw sbaucocasr. Aqui nos parc- (Ge mds dil afirmar, de manera més modesta, que Mon- taigne es un autor caracteristico del Renacimiento tardio, ccuya ereacién bubiera sido impensable sin la existencia del primer Renacimiento, a pesar de que ya no compar- ‘tla todos los valores de esa fase del movimiento. El esti- + bale turaria cratered ora profusi de atercones, so- es itis, ants introgaines esis, (% de a.) 88 BL Rewsecnaento Jo relajado de Montaigne no es nada sencillo (como él pretendia), ni rompe con la tradicién clasica, sino que ‘més bien representa una reacci6n habitual en la época ‘contra la estructura literaria que empleaba frases solem- nes, como Ias de Cicerén, y que optaba por un estilo mas informal, como el de Séneca. Un estilo como este, aparentemente simple, es el més adecuado para un autor {que mantiene una actitud distanciada y eseéptica frente a las pretensiones de reyes y eruditos, y frente a las su- blimes declaraciones sobre la dignidad del hombre y el poder de la razén [70]. ‘Tanto si consideramos de utilidad el término «manie- {A DESINTEGRACION DEL RENACIMIENTO ® contra esa tradicién, que parece agotada. Y en una de estas fases tardias, el publico —lectores, espectadores, oyentes— probablemente es mas consciente de las con- venciones que el publico de fases anteriores y, por con- siguiente, puede apreciar los guifios y el talento de los artistas que vulneran las normas deliberadamente. En segundo lugar, estén las explicaciones «externalis- tas» de los cambios culturales como respuesta a los cam- bbios sociales. En el caso del «manierismo», la respuesta por lo comin en los términos de crisis; bien religiosa, politica 0 social. No hay que rismon, como si_preferimos emplear el mas neutral de «Renacimiento tardion, Ics cainbios qué se produjeron requieren una explicacién. Resulla que les explicaciones {que se acostumbran @ dar son de dos tipos diferentes (aunque posiblemente comiplementarios). Estén en pi ‘mer Iuger las que podriamos lamar «internalistas», es decir, explicaciones basadas en la historia o en Ja «l6gi- can interna de cada género en particular. Si pensamos ‘en Ja historia de la pintura de la misma manera que lo hizo Vasari, como una imitacién cada vez mas perfecta de la naturaleza, entonces bien nos podemos preguntar ‘qué obras hubiesen podido superar el momento cumbre de Leonardo, Rafael o dal primer Miguel Angel. ¥ si concebimos Ia historia de la arquitectura renacentista ‘como Ia imitacién cada vez més correcta de las normas dictadas por los antiguos, se nos presenta el mismo pro- blema en el alto Renacimiento, ;Adénde nos conduce, pues, esta via? En la fase tardia de cualquier tradicién artistica o literaria es prebable que surja una reaccién fueron tnos Reshos mu. raumélicas, pero no necevaria- mente més traumdticos que los ocurridos en Ia década de 1490, cuando Savonarola propugné la reforma de la Iglesia y cuando se produjo la invasién francesa de Ita- Tia, Sabemos que Miguel Angel se tomaba muy en serio la cuestién religiosa, y que le atormentaban las dudas ‘con respecto a su salvacién. En este contexto no es des- ccabellado sugerir relaciones entre sus pinturas y sus ideas religiosas, pero en cambio no resulca tan probable expli- car de la misma manera sus innovaciones arquitect6ni- cas [69]. La autobiografia de Cellini no da la impresion de que su protagonista atravesase una crisis religiosa o que viviese de una manera traumdtica el saqueo de Roma; mds bien parece haberlo disfrutado como una aventura, La rigida elegancia de los hombres y mujeres retratados por Pontormo 0 Bronzino suele considerarse como un sintoma de «alienaci6m» (del artista o del mo- 30 BL RENACINEENTO delo), pero tal vez se tratase simplemente de una conce- si6n a estilo espaol de comportamiento aristocrético reservado, en boga en It época. En un sentido amplio, tenemos tan poca informacion de Ia vida fatima de la rayorfa de los artista del priodo que resulta aventura- do hacer afirmaciones en uno w otto sentido. ‘Fue ol manirismo ura respuesta a la crisis social? Las crisis sociales no siempre son files de defini, ex- cepio en lo que tiene que ver con su datacién, pero en este caso al menos existen evidencias de cambio en le csiractura social y politica. Durante el siglo x01, al paic- ‘ir cambio gradual: la riqueza y ia mugs de los Somerciantes Tas Gee clase terateniente, cambio que los marrisas des- criben con el nombre de «refeudalizacinn, Las ciuda~ des-estado independientesy sus mereaderes-mecenas que fabian hecho de Italia un pais con unas caracersticas tan dfsrencales dentro de Europa, ge veron sustivuidos ‘excepto en Venecia y en Génova), por cortes y atisto- cracias, Elegante, soflsticado, caprichoso.v alusivo, el ‘manieriomo es un estilo aistocratico. “A veces se considera al manerismo como un movi- rmiento ¢antirrenacentistay 0 «contrarrenacentistan, pero fallvez seria més acertado deseribirlo como una fase tar- ia del esainine, vague el fondo ‘y.gue en el fondo la rupture con ag realas clésices en cual- aquier cax0, tal esas mismas reglas que intentaban romper. Y si divigh- mos nuestra atencién haca los humanistas de la €poca, 4 los estudiosos y a los hombres de letras, veremos que su actividad no estaba encaminada a romper con su pa 1A DISINTEGRAGION DEL RENACIMENTO 3 sado renacentista, sino mds bien a elaborar algunos de sus aspects en detrimento de otros. Los escritores poli- ticos, como Giovanni Botero, cuya Razén de Estado (1589) tanto contribuy6 a poner de moda esa expresién, continuaron comentando la historia de Roma, pero fijén- dose en el imperio tardio de Técito mas que en la primera repiiblica de Tito Livio, El «neoplatonismon, nombre que recibe comtinmente el clto a Platén, se puso de moda en los eitculos cortesanos europeos del siglo xvi, desde Paris hasta Praga, tal vez porque el énfasis en la contem- placién en lugar de sobre la vida activa convenia mas a Jos suibditos de la monarquia (al contrario de lo que su- cedia con los ciudadanos de las repablicas). El movimien- {0 neoplaténico no se reducia al interés por los es del propio Platén, sino que inclufa también los de sus posteriores discipulos clésicos, como Plotino y Jémbli- 0, que cada vez habian prestado mayor atencion al mis- ticismo y a la magia, Parece ser que se produjo un cre- ciente interés por la «filosofia oculta» (0 lo que podria- xmos lamar «magia») y por la filosofia natural (en tér- minos modernos, «ciencian), debido quizés a que estos studios —que ain resulta diffilseparar—oftecian una escaparoria al turbulento mundo de los humans. El ca- nnénigo polaco Nicolés Copérnico, el alemén Heinrich Cornelius Agrippa, el inglés John Dee y et italiano Gior- dano Bruno (quemado por hereje en Roma en el aiio 1600), se cuentan entre los personajes més famosos que ‘optaron por ese camino [31, 55, 56]. tra respuesta a la cri del estoicis. ‘mo que ya hemos comentado en el capitulo tercero. El culto a la entereza parece que legé a la cumbre de st 2 BL RERACDAENTO apogeo en la segunda mitad del siglo xvi, cuando fas suerras civiles en Francia y en Holanda hicieron que la serenidad de &nimo reeomendada por Séneca y otros fi- ésofos estoicos fuese tan necesaria como dificil de con- seguir. Otros, como Montaigne, acabaron desilusionados con ei eloicismo v evolucionaron hacia el escepticisino clésico, hacia Ja doctrina semin Ja cual en_un. mundo ‘ngierto lo. mejor que pusde hacer el hombre sabio es abstencrse de todo juli. ELperiodo de finales del siglo xy1 se conoce también con el nombre de «época de la critica», en Ia que se Lipsio de sus autores favoritos, Tacito y Séneca, son ejemplos destacados de «criticismo textual»). El término se amplié hasta inclu lo que nosotros llamamos «criti- ca literarian y ceritica de arten. Las Vidas de Vasari se cuentan entre las obras de critica artistica mas famosas de una época en la que se debatié apasionadamente en Italia, especialmente en lo que se refiere a los méritos de os dos rivales en pincura y escultura, color y dibujo, Tiziano y Miguel Angel. Asimismo se escribieron trata- dos para atacar o defender a Dante, 0 para dictar las roglas a seguir para escribir Epica o tragedias. Todas estas tendencias, desde el platonismo hasta Ia critica, tenfan ya sus antecedentes en la Italia del siglo xv, ‘pero son los cambios en las cuestiones a las que se pres- taba mayor interés los que dieron un caricter propio al Renacimiento, tanto si lc lamamos «época manierista 1A DESI-TEGRACION DEL RENACIMENTO 93 0 «el otoho del Renacimiento». Personalmente prefiero ‘ng deseribir este periodo como una época de ya que los logros de Miguel Angel, Tasso, ‘Shakespeare y Cervantes, entre otros, son demasiado es- pléndidos para ello, y, como ya he comentado al inicio de este capitulo, prefiero el término «desintegraciénn, tuna desintegracién que abarcé un largo periodo. ‘Algunos elementos renacentistas —Ias actitudes, for- mas, temas, el¢., al uso—, perduraron mucho tiempo cn la cultura europea. Por ejemplo, en el papado de Ur- bbano VIII (1623-1644) se produjo un «segundo Rena ‘miento romano» similar al de la época del papa Le6n X, de Bembo y de Rafael. En la Francia de la época, Fran- cisca de Sales y otros fueron acertadamente definidos como «humanistas piadosos», mientras que un tal Nico- is Faret consiguié un gran éxito al publicar en 1630 un tratado sobre «cl arte de agradar en la corte», que era poco més que una traducci6n de algunos apartados de El cortesano dle Castiglione. En cuanto a Inglaterra, ha- bria mucho que decir a la hora de describir a Robert Burton y a sir Thomas Browne como humanistas, en el sentido estricto del término. La Anatomia de la melan- cola de Burton, publicada en 1621, comienza con una referencia al chombre, Ia criatura mas noble y excelente ddel mundo» y hace continuas referencias a escritores de principios del Renacimiento, como Ficino, asi como a Gicerén y a Séneca. La Religio Medici de Browne (pu- Dlicada en 1642 pero escrita en 1635), es una meditacion similar sobre la «dignidad de la humanidad, tal como se presenta en los textos clisicos. Si ineluimos a Burton y a Browne, habra que men- 4 aL RENKCIMIENTO cionar también a sir William Temple, que en un ensayo tert en la década de 1650 defendia la superioridad de ta ensefanze y la literatura antiguas sobre las «moder- nuso, ¥ ai mencionamos a Temple, obviamente no pode- nos omitir a Swift (en tempos seeretario de Temple), ni al doctor Johnson, a Pope, Burke y Gibbon, todos ellos tniembros del Hamado «humanismo> augusto [61], Al fin y al eabo, la edad «augusta» de la cultura ingles, et siglo vm, recibi6 su nombre merced a la identficacién de estos exeritores con la cultura romana antigua de la época de Augusto. El poema del doctor Johnson sobre Londtes ita una sétira del escritor romano Juvenal, mientras que La decadencia y caida del Imperio romano dle Gibbon, eserito durante la época de la Revolucién forteamericana, sefala un paraleismo implicto entre dos imperios en declive, el romano y el briténico. Los temas dela Hbertad y la corrupeién, tan relevante en el pensemiento politico del siglo xvi, son antes que nada Un legado de Grecia y Ronia —via Florencia y Venecia— Yuna edaptacion de ese ado a las necesidades de una Sociedad cada vez mis comercilizada (62). “También los artistas continuaron acepiando algunos de for valores del Renacimiento italiano, Joshua Rey- olds y George Romney visitaron pra estudiar la frquitecura elisca y la pintura renacentsta (especial- mente la obra de Rafael y de Tiziano). Las cass ingle- ses del siglo xv reciben el nombre de cpaliainas», por- Gque muchas de ella se inspiraron en los planos de las Milas que proyest6 en el siglo xv el arquitecto italiano “Andiea Paladio. Durante el reinado de Luis XIV (monarca que fre- 1A DESINTEGRACION Da. EWACHMIENTO 9s cuentemente fue comparado con Augusto) se produjo en Francia un entusiasmo similar por la Antigtedad: también en la época de la Revolucion francesa la rept- blica romana fue una fuente de inspiracién, Como ya hemos visto, a principios del siglo xix los defensores de la tradicion elésica en el campo de la educacién expresa- ron su identificacién con los valores del Renacimiento acufiando el término Aumanismus (5) Estos paralelismos con los siglos xV y xvi son bastan- te impresionantes, y no resultara dificil afadir algunos més. Sin embargo, el entusiasmo por la Antigiiedad y por el Renacimiento ifaliano fue cambiando pauiatine mignte-su significado como resultado de otros eambios en la cultura y en la sociedad. Uno de los cambios mas rigtoriog Tue ef Texullado del movimiento que los histo- ‘adores acostumbran_a lamar «Revolucidn_Gentfica» siglo xvii, la obra de Galileo, Descartes, Newton y algunos otros, Se trataba nada menos que de wna nueva ‘imagen del unverso,en la que la Tierra ya.no ea el cen- ii os Silay davon dese incorrupibe, Tos movi ‘Blaifor del cosmos podian explicarse mediante las lees diel mecca, La invesigacion a Te waruraleza se rea- If SabTE a bane de la observacion ta experimentacién sistematica y no sobre el estudio de los textos canénicos. 1s interpretacones sisica vxenncenti 0 fue rom rechazadas. Se consideré que los nuev ‘lenis devoatraban la superioridad de los emodernosn Sobre los cantiguos», por lo menos en algunos aspects. Esta nueva vision del mundo, #l propagars, hizo. que tos se alejasen del pasado; de ahi que los fechen Ia desintegraciSn de! Renacimiento 96 BL RENAME lécadas de 1620 y 1630, la época de Galileo y Deseartes. También deber’a resultar obvio por ello que ‘no podemos compartir la opinién de Burckhardt de con- siderar al Renacimiento una época claramente «moder- na» (1) 5. CONCLUSIONES En este ensayo hemos definido el Renacimiento de tuna manera ms restrngda quel. de Ruka ye Beano in il dtnléa a Gombric fo hemos com derado un «movimiento» y no Wr eperiodo» [11]. B in- cluso al caracterizarlo como movimiento, lo hemos limi- tado de manera bastante estricta, resaltando (excepto en el caso de la pintura) el intento de revivir la Antigiedad ‘més que otto tipo de cambios culturales de Ios que se hhan ocupado Burckhardt y otros historiadores. Estas li- mitaciones son deliberadas, y por una buena razén: un ensayo breve como este, que se ocupa de tan diversos aspectos del conocimiento y de las artes en tantos paises ceuropeos, resultaria intolerablemente vago si careciese de un tema de andlisis bien delimitado. Todavia mAs impor- tante es el hecho de que casi todas las otras caracteristi- cas que se atribuyen al Renacimiento pueden encontrar- se también en la Edad Media, época con la que se suele contraponer. Y sucede que esta simple oposici6n binaria centre la Edad Media y el Renacimiento, tan itil a efec- 10s explicativos, es en muchos aspectos errénea. 98 aL RENCIENTO Por ejemplo, podemos analizar el famoso wdesarro- Ilo del individuo» de Burckhardt, concepto sobre el que I mismo admitia tener sus dudas, y que en realidad no est muy claro, Uno de sus significados es el de la au- toestima, el «sentide modemo de la fama como Burc- khardt lo llamaba. La competitividad puede haber sido particularmente intensa en la Florencia renacentista —aungue es imposible cuantificarla—-, pero tal como se- fhalaba Huizinga, a los catalleros medievales les preocu- aba también la gloria [76]; también para ellos Ia fama era un estimulo. Oto significado del cindividualismoy renacentista es la conciencia de la individualidad. Siempre ¢s posible re- saltar, como hizo Burckhardt en su capitulo sobre «el descubrimiento del mundo y del hombre», el auge de las biografias y las autobiografias en la Italia renacentista, desde las memorias del papa Pio II hasta la autobiogra- fia de Benvenuto Cellini, as{ como al apogeo de los re- tratos y autorretratos (como Ios de Tiziano y Durero), pero también podemos encontrar biografias en la Edad Media. Por esta y otras razones se ha argumentado que el adescubrimiento del individuo» se produjo en el si- alo xu [77] tra formula habitual para caracterizar el Renaci- ‘miento es hacerlo en términos de razén: la razén huma- nna de la que se enorgullecian los humanistas, la ordena- ‘cién racional del espacio posibilitada por el descubri- miento de la perspectiva, o Io que Burckhardt llamaba «el espiritu de eéleulo, ejemplificéndoto en las estadis- ticas recopiladas por la Repiblica veneciana en cl si- lo xv, También en este caso Ia diferenciacién entre Edad cconcuvsionss 9 Media y Renacimiento parece artificiosa, Bl racionalis- 1mo, al igual que el individualism, es un concepto es- curtidizo; no obstante, puede encontrarse ya en el s glo xi, 0 incluso antes, en Europa occidental un claro interés por obtener cifras precisas [79]. Este interés fue cstimulado por la creciente utlizacién de dos tipos de équinas de calcula, el ébaco (que se empez6 a emplear en el siglo x), y el rela} mecénico (en el siglo xiv). En ‘otras palabras, el conocimiento de los nimeros no era nada nuevo en la época de Bruni y Brunelleschi. Asi las cosas, resulta diffll argumentar que se produjeraalgin cambio fundamental en la psicologfa o en la mentaidad incluso de las minorias cullas entre la Edad Media y el Renacimiento (anto si situamos esta transicin en torno al 1500, e1 1400 0 el 1300), Llegados a este punto, tal vez seria mejor detenernos un momento a reflexionar ¥ preguntarnos si el Renacimiento en eonjunto no podria. estar en peligro de disolucién, por dos tipos de razones bastante diferentes. En primer lugar, B t defini el Renacimien to como el principio de la modemidad, y esta es una efinicién de la cual los Jores se han ido apar- jando-paulatinamente desde entonces, en parte poraue implica un modelo evolutivo simple de cambio cultural ‘que muchos rechazamos hoy en dia, y en parte porque Jos occidentates de la sikima generacién han empezado a pensar, con mayor o menor inguietud, que en realidad ahora ‘estén viviendo en un mundo «postmoderno». ‘A cualquiera que comparta esta opinin, el Renacimien- to le pareceré una cosa mucho ms remota de lo que era antes [88] 100 1 ReNactETO En segundo lugar, y pese a que los logros de Leonar- do, Petrarca y algunos otros artistas, escritores y erudi- tos siguen despertando admiracién, hoy en dia resulta mucho més dificil que en la época de Burckhardt sepa- por um lado, estos logros de los de Ia Edad Media, y por otro, diferenciarlos de los que se consiguieron en los siglos xvi y xvi. Arist6teles, por poner un ejemplo claro, fue el maestro de un gran mimero de intlectuales teuropeos, desde su redescubrimiento en el siglo xu hesta su rechazo unos cuatrocientos aiios después, y por otra parte los debates humanistas acerca de su filosofia resul- tan ms féciles de entender silos situamos en el contex- to de este periodo més amplio [87]. Asi pues, za qué dlebemos atenernos? Estee: un punto en el que no existe lunanimidad. Algunos investigadores de Jo que atin se denomina «studios renacentistasy, siguen adelante como si nada hubiese sucedido. Otros, entre los que me ineluyo, tratamos de situar lo que ocurriG en el siglo XLV en Florencia, en el siglo Xen alia y en el siglo xvi en Europa dentro de una sesuencia de cambios concctados cnire ef aio 1000 (aproxinadamente) y el 1800. Estos déarfollos a largo plazo bien podrian describirse com 1 aoccidentalizacion de Oseidenten, en el sentido que fgleron que, por lo mencs las clases alta europens, se Giternclse cada voz made TS Ue OOS FueBTo,caino pone de manifesto la hisoria del adescubrimienton y conquisia de gran parte del globo. Algunos de estos avan- Ges fueron teonoldgicos: In invencion de las armas de Fuego, de los artefactos mecénicos, de la imprenta, de los iuevos métodos de navegecién y de otras méquinas que propiciaron el auge de os hilados y los productos text- Cconcuustonss| 101 tes, Pero los cambios que seftalaremos aqui, especialmen- te dos de ellos, son —sin embargo— cambios de men- ‘alidad. El socislogo Norbert Blas ha aficmado en un impor tanie estudio que el siglo xv1 fue un periodo crucial. Oceidente para to que éf denomina 4 tor rio», es decir, el desarrollo del autocontrol,y entre otros ‘Gemploscita los tatados sobre buena edvcacion de Bras- {0-y del arzobispo italiano Giovanni Della Casa, obras {que se reeditaron varias veces y en diferentes Ienguas [84]. Parece ser que la preocupacién por mantener un comportamiento civilizndo-en Ja mesa (abstenerse de es- cuit, lavarse las manos antes de comer, et.) era bas- tante frecuente en la época, por lo menos en algunos ‘Groulos socials, pero (como-e! propio Elias adiite)re- sulla. imposible trazar_una linea de separaciOn entre el enatimiento yla Edad Media, ya que los bros medi vales sobre «cortesin se femonian al sia x (80) ‘Queremos sefialar que en ningiin caso estamos sus riendo aqui que todas Ios otras culturss (a tradicional el Japén, oa China) cargiesen de cualauisr nocién de comedimiento en la mesa o en cualquier otze lugar. La ‘corlesia uceidental o civlizacién era uno més de los con- juntos de convenciones. Tal vez serfa mas exacto hablar de un aumento del sentido de la privacidad, o de un ‘ambio gradual-a la hora de asumir las esferas relativas a lo piblco y a lo privado. Ast, las clases superiores empézaroa a Comr en patos individuales en vez de ha- cerlo en bandejas coletivas, 2 seniarse en sillas indi fates ep ugar de en_bancos as personas, y @ considerar de mala educacién (para citar un ejemplo de 02 1 REWACIMIENTO Della Casa) ofrecer a un iny que el anfitrién ya hubiese mordidon. Estos cambios bien pueden tener algo que ver con el «individualismo» del que hablaba Burckhardt, pero durante un largo periodo de tiempo se difundieron de una manera muy superf ial, Quizds estén asociados a otras formas de comedi micnto o represién, especialmente a la represién sexual que era al parecer una de las catacteristicas de la cultura occidental en aquella época, ‘Una segunda aproximscién a los cambios culturales ene periodo medieval v a principios de Ja Edad Moder- na subraya el efecto que produjeron en las mentalida gs cambios en Jas formas de comunicacidn: Los histo- riadores de Ta reidrica percbieron una crecient piegcu- paci6n por el arte de Ja persuasién (tanto en alocuciones piiblicas como en cartas personales), como ponen de ma- nifiesto los tratados sobre el tema que se produjeron en. Italia, especialmente en ta época del monje benedictino, Alberico de Monte Cassino, a finales del siglo x1 [81]. Algunos de estos historiadores llegan a hablar de la «Re- volucién.de Ia retérica, ¢ incluso de una «Revolucién del lenguaje» en la Baja Edad Media, sefialando que los, filésofus empeziron & darse cuenta de lo problematico, de Ia relacién entre lenguaje y realidad. La ret6rica es tuna disciplina que se ocupa tanto de los gestos como de las palabras y parece set que su estudio estimulé el sen- tido de rol social, la preozupacién por la presentacién, del yo, tan evidente en EI cortesano de Castiglione 0 en las vidas de hombres tan diferentes como Tomas Moro © Walter Raleigh (52, 63). Otros han subrayado la difusién de la alfabetizacion cconcLustones 103 cn le Edad Media por razones comerciales y administra tivas, La autocontemplacidn que Taseind @ Burckhardt Fiempuede haber sido una de las conseeuencias de los nuevos bites de lectura y esritura en soitaro (82) res también hacen hincapié en lo que de- jominan «cultura de la imprentay. No siempre resulta séncilo distinguir entre las consecuencias de a imprenta y.las del temprano apogeo de la alfabetizaciOn y de los ‘conoeimieatos de cilculo, pero lo_gus si podemos afir- ‘nar es que a largo plazo Ia invenciOn_ de la imprenta aumenté fa disponibilidad de fa informacién, ampliando as os horizontes mentale y_estimulanda.es.astitndes Gritieas con respecio a la auioridad, al hacer mas eviden- tes las discrepancias entre los diferentes autores [89] Como sucede con la mayoria de las cuestiones histé- ricas fundamentales, resulta dificil discernir por qué ra- 26n estos cambios coneretos tuvieron lugar en este petio- do, a pesar de lo cual podemos intentar esbozar algunas hipétesis. La preocupacién por Ja retrica que se dio en me ss ciudader-esiado del nore de Malis. sondsTa parts pacién de los ciudadanos en ¢leobjeme hize que el arte de la persuasion fuese especialmente necesario, Fl ereci- Talia desempetiaba un papel central) estimuld Ja alfabe- tizacién a causa de Ja necesidad de registrar las transac- de los estados oe estimuld también la utiliz cidn de registvos escritos, lo que aument6 la necesidad de alfabetizacidn. Norbert fis ha llegado incluso a su- AeFir que el proceso civlizatorio esté conectado en iit- ‘ma instancia con Ja centralizacién politica. El poder cen- 104 BL RENACHMIENTO ‘ral forzaba alas gentes a vivir en paz unos con ot70s y, sradualmente, ejerce otro tipo de restricciones. La cre- ciente preocupaci6n por la disciplina militar (incluyendo Ia instrucei6n) propia de siglo xvi es un argumento en favor de estas hipétesis; el movimiento neoestoico del que hemos hablado antes demuestra la relacién entre el culto del autocontiol y el ereciente interés por ciertos cescritores antiguos, especisimente por Séneca {45]. Tam- bién el mundo clasico tardio estaba centralizado, y algu- nos de os «nuevos» problemas que surgieron entre los siglos xt y xvut habian sido @ su vez problemas «anti- guos», Por ejemplo, ya en Ja Roma de Cicerén existié un debate acerca de la civilizacién y de la cortesia (en términos de urbanitas 0 «urbanidad). Como dan a entender extos ejemplos, el aractivo que suseitaron los-clisicos durante todo el periodo, y espe- clalmente en 1os silos xv y xvi, fue en gran parte resul- ‘ado d6-21 ulllidad prdcics. Se admiraba a Ios antiguos porque representaban una guia para la vida; seguir sus Jnyellagsignificaba avancar con mayor dequrkdad por el sendero por el que la geaie BIBLIOGRAFIA, Por lo que se refiere a estudios recientes sobre el Renaci- ‘miento, merece Ja pena consultar las publicaciones especial zadas, tales como el Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, el Journal of Medieval and Renaissance Studies, el Bulletin of the Society for Renaissance Studies, y Bibliothe- que Chumanisme et renaissance (que incluye articulos en in- ales). Ietropucciones {H] J. Burekhardt, Le cultura det Renacimiento en Italia, (Orbis, Barcelona, 1985? (publicada originalments en ale- ‘man en 1860), que sigue siendo indispensable pese a que actualmente se cuestionan algunas de sus conclusiones. P] D. Hay, The Halian Renaissance and its Historical Back- aground, Cambridge, 1977. Un estudio equilibrado. 11 E. H. Gombrich, The Hiv’ory of Art, 1986", capitulos 12-18 (ay trad. cast: Historia del arte, Alianza Edito- rial, Madrid, 1979), I] B. Penofsky, Renaissance and Renascences in Western Art, 1970. Este ensayo lcido y elegante sitia al Rena- 106 BL RENCIMINTO cimiento dentro de la larga historia de los resurgimientos tlisicos (hay trad. cast.» Renacimiento y renacimientos nel arte occidental, Alianza Universidad, Madrid, 197). [5] P. O. Kristeller, Renaissance Thought, Nueva York, 1961, Un texto clésico thay trad. east: El pensamiento renacentista y las ares, Taurus, Madrid, 1986). 6] P. Burke, Culture and Society in Renaissance Italy, 1972, edicidn revsada en 1987 Intento de resituar las artes den- tro de su contexto social (71 L. Martines, Power and Imagination: City-States in Re- rnaissance Haly, 1980, Estudio erudo pero vigoroso, espe- cialmente util en lo que se refiere alas continuidades en- tre los siglos xity xn y el Renacimient. (8) J. Hile, ed,, A Concise Bneyclopaedia of the Italian Re- Inaissance, 1981. Una il obra de consulta (hay trad cast: Enciclopedia del Renacimiento itallano, Alisnea Esitorial, Madrid, 1984). LAIDEA DEL RENACIMIENTO 19] J. Huizinga, «El problema del Renacimienton, 1920, re feditado en su bro Mer and Ideas, Nueva York, 1959. Las reflexiones de un gran historiador holandés (bay ‘ad. cast, publicada en el Libro BY eoncepto de fa hie toria). [0] W. K. Ferguson, The Renaissance in Historical Thought, Cambridge, Mass., 1943, Desde los humanistas en ade- lante. [11] E. H. Gombrich, «The Renaissance — Period or Move- sment?y, en Background to English Renaissance, J. B. Trapp, 1974. mocnarta 07 Trauia: ta pmeTura, (12) E. Panofsky, Estdles in Foonology, Nueva York, 1939. BL ejemplo mas conocido de una aproximacién «iconogréti- cay al significado de las artes visuales (hay tad. cast: Es- tudios sobre iconologia, Alianza Forma, Madrid, 1985). 13] E. 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M43041816), ‘inloevenetno, 45,56 Bembo, Pato (170-187), et £0 y poeta veneiano, 35, 16 BL RENACONENTO Bibicaa (Bernardo Dovie (1470 1520), esrtorroscano, 27 ‘Bobo, jardines de, en Florencia, % Boscaco, Giovani (1313-1375), setae foreatno, 35,76 Bomarz, pare de, 88 Roafisi, Antonio. (e, 1427-< 1502), de Asc Piceno, huma- nist, 35 Bose, Juan (¢_ 87-138), 0 ‘or eatan, 53, 3 Botero, Giovanni (144-1617), {wéreo poliico piaments, 91 Boia, Sandro. (1445-1510), pinto florentino, 2, 46 Boualles, Chavis de” [Bovis] (14391353), humanist fran ols, 28 Bracilin, wéase Pogsio Bramante, Donato (¢ 14441514), ‘de Unio, argue, 16, 18, @ Bronzino, Agnolo (1803-1572), plntorfrentino, 84,89 ‘Browne, Thomas (105-168), e= ‘stor y médico inglés, 98 Branelschi, Filippo (1377-1480), saute floretino. 16. 18. 20,2, 3, 36,37 Bruni, Leonard (13771448), ue mmasista scan, 10,27, 28,44, 1 rane, Gioedano (148-1600, 1 ‘oso italiano, 91 Bodé, Guilaume (1468-1540), ju lay bumania fanes, 76 Boenscoki, Pier Giacomo rio, ‘wow Antico Burckhardt, Jaco (1818-1897), istorador suiz, 7.13, 24,40, 56,97, 98, 102,103 Burton, Rober (1577-1640), ese tor inglés, 93 Calimaco, Pippo (Buonaccors) (0487-1496), humanista. toes 10, 52 Catlos V,emperadr (1519-1556), 12,73, 14, 89 esa, Giovani dels (1508-1556, ‘cettor toacano sobre eda. 60, 10-102 tigllone, Baldassare (1478 1529, ecitorycortesan fom ard, 12, 37, 38, 52, 6365, 6,8 Calin, Benvenuto (15001572), antsia oceatino, 52, 85, 86, 19,98 Cervantes Saved, Miguel de (0547-1616), esertor espanol, 7,78, Cicetén, Marco Tullio (1068 2.C), orador romano, 12, 32, 33,38, 67, 72,88, 104 cid src, 33-34 Soles elinsies. 68 Sol, Ton (- MT-1319),bume- sta inglés, 68 Coliseo, creo romano, 16 media, 26 Canstaino arc de, de Rema, 16 plenieo, Nils (1473-1543), sirénomo polaco, 57, 91 ‘ortena, Domenico da (Bemabei) (. 159), argues toxano, 62 ‘riséstomo, Juan (@ 350407), forador greg erisiano, 68 tice auranérico ut etcsmo, susinieto dl, 92 ctcsmo textual, 32,79, 92 Chambord, castle de, 61, (Ghekey sr ohm (8141557), ae anit ingles, 68 Dee, Soha (1527-1608), ago tn als, 91 Aetecio romano, 32, 75.76 Des Pes, Joauia (1521), com- postr flamenco, 50 Domus Aurea, de Nera, ex Roms, 20 Donacién de Constantino, 32 Donatello (1386-1468), escutor oreatino, 20, 46 Donne, John (iS72463), posta ings, 37 Darero, Alberto (147-1528), ar tise seman, 56,72, 98 ss, Norbert (nae, en 1897), 0- cisiogoalemén, 101, 103 ea, epopeve, 26, 67 ‘pce dela ica 92 Erasmo, Desderio (¢ 14661536), ‘humanist bolands, 10,28, 6, 67, 2,14, 19, 8,101 scolar, 1820 aie, 87 Euripides 484-6. 4062.0), ie ico rigo, 68 [usebio de Casares (263-59), itor sriego eisiano, 4 Byck, Jan van Gl. 1422-148), ator flamenco, 50 Febrre, Lucien (1578-1956) hsto- lado francis, 148 Felze, Vidotino da (1378-1449, humanists italiano, 30, 70, Ficno, Marsiio (4381455), bo- rasista Moret, 29, 31,38, 3 ‘loofia natura, 2230, 91 Floravant, Aristotle (. 161s 1480), de Boon, aqui, rancico I, rey de Francia (de 1515 a 134,52, 88, 6, 72,73, s Garaaso de la Vega (6 1501- 1836), posta espaol, 38 Gowuldo, Carle. 1560-1613), ‘compositor sano, 86 Giotto di Bondone (a. 1337, in tor flrenino, 15, 24 Giulio Romano, we Romano, iulo Greco, 2 (Doménikos Thetoks- potios) (1541-1614), ptor or tence, 87 Guarinl, Gian Batista (1538. 1612), de Ferara, escrito, 16, 86 Guiting da Verona (1374-1480, amass, 30, 45 Guevara, Antonio de (@ 148 1548), moralita expat, 14 Guiecardini, Pranesco (1483 1540), histviadr Noreatno, 27 Hermes Trismegsto, 31 Hloby, sir Thomas’ (1590-1569, teaducior inglés, 57,63 lomero (siglo vn 3.C), poets pico igo, 20, 78 Heraco Flaco, Quinto (658 aC), poeta romano, 2, 26, 82 Hiizinga, Johan (15721945, his- toriadorholandés, 7, 98| ‘numanismo, 2730, 95; cablleres- £0, 70, 7h esano, 6-70 naman, asser, 46 Husen, Ulich von (1488-1529, Iumanisa alemn, 56 Imitacion, 34 lnmprent, 78-80, Indice de Wibros probibidos, 6 70 incividuaiamo, 98, 102 abel de Hse (14741539), mar ‘quesa de Martaa, 45, 7 {vd I, 2ar de Rusia (inane de 146281505), 62 Jardins, dseno 6 los, 85 Seebnimo, san (6. 348-420), pare ela Iglesia, 40, 67 Jesuits, 0 Sones, Inigo (1573-1652, araie tec ings, 61 Jublo Tl (Giulio della Rovere), ape (305-513), 20, 67 vera, Désimo Junio 6 130), posta romano, $4, 94 ‘ese e220, pia eat Kremlin, Mosed, 62 Leoconte, escutura cscs, 20, 3 lecailo de Tormes, 1,71 Lefevre d'Etaples, Jacques (© 14501536), umanstafrancts, « Leda X (Giovanni de Médis) apa (1515-152), 10, Leonardo da Vinci (14521819), ‘artista y centico florestino, 22, 30,46, 52 ipso, Justo (1547-1606), numa sa Mmenco, $7, 14, 92 Livio, Tito (Titus Livus) (59 ‘4.Ce1, hstorindor romano, 26, 38,91 opin, 30 Lomazzo, Giovan Paolo (1538 160), iedrio det ate lomber- do, 88 Lusiano (@ 115180), esator siege, 2,58, 72,7 tera, Martin’ (1483-1546), re ormadoralemén, 68 yy, John (15541605), esctor inglés, $7 magia, 91 ‘Meleontena, La, vil, 18 maniedsmo, 8451 Mantegna, Andrea (1481-1505, de Padua, pintr, 40 Manuzi, Aldo (1449-1515), in- ‘presor y humanist, 79 Maquievel, Nicol (1469-1527, te6re0 polio Morentin, 12, 36,7 Marcelo, teatro de, en Roma, 16 trices aLeansrico u Marcial, Marco Valeio (@. 1), poeta romano, 26 Marlowe, Christopher (156% 1593), dramaturao ings, 65 ‘Marston, John (@. 1575-163), posta sto ings, 65 Masscsio(401-<. 1428), pintor florenino, 46 Masoling (@. 1383-. 1447, pntor erento, $4 smatemias, 29.30 “Matis I Corvino, rey de Hngria (1458-1490), 54 Médicis, feta, 18 Melancthos, Philip (497-156), Tnumanista'yreformador ale da, 69 smentlidades, cambios en a 98, 102 Mic, Jules (198-187) histo riado fants, 7 Miguel Angel Buonarros (47S- 156, artista y poeta florent- 0, 20,42, 84, 85, 85, 89 Montaigne,’ Michel de (1533 1590, esto Fane, 28, §7, 2 Morando, Bemardo (ft. 1578 1599), arquiteco veneiano, 2 sic, 22 Navagero, Andrea (1483-1529), ‘ecritr vnaano, 53, neoestoicimo, 7 108 eoplaoniame, 3, 4, 91 COckepham, Johannes (€. 120. 1495), compositor Damienco, $0 Orme, Philibert de 1 (@ 1510. 1570, arqltecto francs, 56,61 ‘Oueinrichbau, palacio de," en Palladio, Andrea (1508-1580), de “Viet, arguitecto, 16, 18, 60, 61, 85, Panofsk, Erwin (1892-196), is toriador alomin dl arte, 24 Paned, templo romano, 16 Parmigiaino, Francesco (150% 1540), de Parma, pinto, 8 pastoral, gneo, 26, 76, 86 pevpestva, 2-34 Petraca, Francesco (13041374, posta 9 erudto rosano, 8,10, 26, 21, 32 33, 38, 36, M6, 50, 51,78, 79| Pico’ dla Micundola, Giovansi (146-1494, humarista mbar 60, 28 fo Il Enea Silvio Piccolomin), apa (1458-1464), 39,52, 98 Pitektcimer, Wiibald (1470 1528), humanisa ale, 72 Pati (. 429-347 .C), dso eg, 12 31, 74 aut ‘ite Macca 258-184 "Cy dramaturgo romano, 26 Plethon, Oenisthos (1355-1452), ‘lésofo peg, 41 Plinio el Joven (Caius Plnius Caeilivs Secundis) (c. 61 14), eeritor romano, 18 Poggio Bracilin (1380-1459, ‘numa Nocetino, 28, 32,37 Policiano, Angelo (1854-1490, Thumanista y posta toscang, 3$ 120 EL RENCIMTENTO Pomponazi, Pietro (1462-1525), de Padus, filgofo, 31 Poniornio, Jacopo (194-1556), ‘nor toscano, 84, 89 Primaticcio, Francesco (1504- 1570), de Manta, pntr, 52 rosa de fccién, 76:7 Publi, Jacopo, humanista, $5 Rabelais, Frangois (@. 1494, 1559), ‘escrilor franots, 77-78, a Rafael (Raffaello Seno) (1483 1530), de Urbino, pitor, 22 realism, 4 eatin, 102 retrates, 22 Reach, Johan (1455-122), hu ‘anita sleméa, 68 Revolucin cent, 98 Rodolfo Il, emperador (1576 1612), 87 Roma, sagueo de, 89 Romato, Giulio (c. 1492-1846, pintory aquitecto, 64, 86 Rosso, Giovanni Betista (1495- 1540), inter Moreatno, 52, a Ruskin, John (1819-1900), exteo de ace Inglés, 7 Salut, Colusio (1331-1406, ‘bums toxeano, 32 ‘an Pietro in Montoro, iglesia de Roma, 18, 2 Sanazzao, Jacopo (1458-1530), poeta napoli, 39| Savonarols, Girolamo (1452 1498), de Ferara, preicador, 2 Scocel, Jan van (1495-1562; pin- tor holandés, 56 Stazca, Ludo’ Anneo, of Joven @ 8.0.65, filsofo romano, 26, ©, 75, 92, 108 Serio, Sehastiano (1675-1554), de Bolonia,arguiteo, $2, $8, 60, 6 Sidney, Philip (18841586, militar y esto inglés, 70,71, 15,77 Sigonio, Carlo (€ 15201580, do “Médena, humana, 35 sineetiamo, 39| ‘Smythson, Robert (15361614), ‘arate ings, 61 secinianismo, $3 Sozzni, Fast (1539-1609), y Le Yio 15251562), humanists y hexuicos sens, 3 ‘Tito, Cayo Corto (ate. $5), Iistorindor romano, 91, $2 ‘Tall, Ligh (15101368), poeta napofian, 58 ‘Tasso, Bernardo (1493-1569), poeta lombardo, 58 Tasso, Tocqualo (15441595, de Ferrara, poeta, 15, 26, 58, 86 ‘Terencio Afer, Pub © 195.159 13.0), dramaturgo romano, 26 ‘Thou, Jacques Auguste de (1553 161°), historiadorfrancte, $7 ‘Tinta (seopo Robust) (1518- 1380, plntor veesino, 15, 85 “Tit Livio, wase Livi, Tto sce ALFABEICO m1 ‘Thlano Veeello (©. 1485-1576), ior veneciano, 85, 98 "Tomas de Aquino, santo (125. 1214, flbsofo ¥telog0, “Toms Moro (1478-1535), ome nist ings, 29, 74, 102 "Torigianl, Peco (14721528), es ‘tor Rrentino, $3, ‘Toynbee, Armold Joseph (1889. 1979), hstorador inglés, 13 rages, 26 Valla, Lorenzo (1407-1457), v= ‘manisa romano, 2, 20,32, 38 ‘an der Weyden Rogier (€ 1399- 146), pinto flamenco, 50| ‘Van Heenserck, Maarten (1498 1574), atta holands, 6 ‘Vast, Giorgio (151-1574), ais ‘2 y bidgrafo toscan, 10, 25, 38,47, 56 57, 84, 88,92 Vermigi, Pitso Martie (500- 1562), humanist y hertico o- reatino, $3 ‘Veronés, el (Paolo Cai) (1528- 158), pinto aan, 86 Veaalo, Andreas (1514-1569, m6- ‘io Flamenco, 57 villas, 1, 86, 96 Virgo (Publius Vergius Maro) GO.19 aC.)-poeta romano, 8, 26,41, 42, 43 Vics’ Marén, Publio 0.19 A.C), poeta romano, 9, 25,31, 28 Vitrabio, Marco (Mareus Vit ius) Giglo 1 C2), arquerto romano, 16, 18,79, 4 vives, Juin Lis (1483-1540), nue ‘anita espatl, 68 Wotton, Henry (1568-169), ck lomitio ings y extitor sobre srquitecura, 61 ‘Wyal, sir Thomas (15081542), posta inks, $8 Zamoisi, Yan (1542-1605), cana Ter de Polonia, 54 Zamoit, ciudad de Polonia, $4, @ Zasius, Ulich (14641535, jurist 'y humanists alemén, 76 ingio, Hukryeh (14841530, ‘efermador siz, 69 INDICE DE LAMINAS 1. Autorretrato de Maarten van Heemskerck, por cortesia del Fitzwilliam Museum, de 2, EI Tempietto de Bramante, por cortesia de Ja Mansell Collection 3. La Calumnia de Botticelli, por cortesfa de tn Mansell Colesion 4, BL Baco de Miguel Angel, por cortesfa de la ‘Mansell Collect 5. EI Partenén, en Roma, por cortesia de la Mansell Collection 6. Diagrama de Charles de Bouelles, De sapien- te, por cortesta de Ia Biblioteca Briténica ” 19 19 21 cy INDICE, 1, El mito det Renacimiento . alia: resurgimiento e innovacién . 3. El Renacimiento en el extranjero o los usos de Talia . 4. La desintegracién del Renacimiento 5. Conclusions Bibliogratia Indice alfabético . {Indice de téminas 9 8 10s us 3

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