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NO SOMOS UN SOLO PUEBLO

Por una nueva hegemonía en Cataluña


Joan Manuel Cabezas
Doctor en Antropología Social
joanmanuel.cabezas@gmail.com
www.etnosistema.com

Introducción

Estamos a día 2 de octubre de 2015, pocos días después de las elecciones autonómicas catalanas. Unas
elecciones que, en mi opinión, han aclarado muchas cosas, y también han sacado el velo sobre algo que hace
tiempo comento: a pesar del desideratum de ser un solo pueblo ... no somos un solo pueblo. Aún ...
Dejamos de meter la cabeza dentro del suelo como los avestruces, o de esconder el polvo bajo la alfombra.
Hay que enfrentar el mundo sensible tal y como es, no como se piensa que es. Esta ha sido una táctica del
nacionalismo esencialista hegemónico: aquí no existe ‘cuestión étnica’, somos “el anti-Sarajevo”, no hay
exclusión, somos todos ‘lo mismo’, somos un país ‘abierto’, somos una “tierra de acogida” (qué
descubrimiento ... como si alguna tierra no lo fuera ...) ...
Este no es un artículo con pretensiones académicas, por tanto, es muy reductivista y entra poco en la
complejidad enorme de las temáticas que se tratarán. Que quede bien claro que soy más que consciente. Este
escrito pretende, esencialmente, poner de manifiesto una visión, ser un punto de partida, una introducción, la
exposición de una serie de ideas que espero sistematizar pronto con mucho más detalle, y que en muchos
casos ampliarán pensamientos que ya he expresado, aunque sea de forma embrionaria, en textos recientes.1
Con este breve texto sólo pretendo hacer algunas reflexiones y, sobre todo, llevar a cabo una breve
introducción en torno a un paradigma nuevo, alternativo al que domina en Cataluña desde 1980 sin ningún
tipo de interrupción (ni siquiera durante los años de los gobiernos llamados ‘Tripartitos’). Un paradigma que,
cosas de la vida, se basa en un aparato conceptual que empecé a construir a lo largo de mi tesis doctoral, la
cual se centró, mira por donde, en las identificaciones étnicas y nacionales, tomando ejemplos de África y de
Europa Oriental, con el fin de rebatir dos posiciones sólo aparentemente contrapuestas que, ahora y aquí,
tendrían diáfanos equivalentes: el nacionalismo esencialista catalán y el nacionalismo esencialista español,
oculto bajo la máscara del ‘ciudadanismo’ o del ‘patriotismo constitucional’.
Propongo una concepción de los sistemas sociales que supere o, mejor, que deje de lado estas dos (que son,
insisto, la misma), y esto implicará que se enjuague todo el arquitrabe simbólico y material construido por los
gobiernos catalanes desde 1980, y que se basan un determinar qué es la nación desde arriba, excluyendo a
aquellos que llegaron después de que ésta ‘nación-identidad’ estuviera constituida, por lo que no han tenido
más que dos opciones: incorporarse (es decir, asimilarse, igual que en la tan criticada Francia jacobina) o
permanecer como eternos grupos y personas situadas fuera de la estructura identitaria y de la cultura
autóctona (palabras textuales pronunciadas hace pocos años por Artur Mas).
Antes éramos (me incluyo) ‘castellans’,’ ‘xarnegos’. Ahora, los que han votado a C ‘s son denominados
‘garrulos’, ‘chonis’, ‘ninis’ y ‘quillos’. O un clásico que retorna: ‘la xarnegada’. No miento, lo estoy leyendo.
Quien me conozca sabe que soy independentista, en las antípodas de C’s. Y precisamente porque quiero la
soberanía para las clases populares de Cataluña, apuesto por una nueva hegemonía, para construir el pueblo
intercultural de Cataluña desde abajo. No tenemos, en mi opinión, otra posibilidad si queremos ser, realmente
(no sólo en el discurso) "un solo pueblo". Ahora no lo somos, y el máximo culpable ha sido, lo diré las veces
que sea necesario, el nacionalismo esencialista que domina en el país desde 1980, y que últimamente ha
nutrido y ha hecho crecer una rama xenófoba y racistoide que se ha quitado la máscara desde el 24-M ...
Efecto boomerang, se le llama a esto ...

1
https://independent.academia.edu/JoanManuelCabezasL%C3%B3pez/Papers
1
Bases para el nuevo paradigma

Las teorías y las prácticas consistirán en enfoques y acciones vinculadas con los contextos concretos, y con las
situaciones y momentos históricos donde tienen lugar .. Aquí radica una fórmula para conseguir la hegemonía:
captar lo que pasa, y devolverlo con significados que cuajen.
Y hay que soltar lastre y dejar atrás discursos y praxis basadas en dos grandes paradigmas ya mencionados y
que, en realidad, son uno solo: la idea de que hay culturas y naciones esenciales con ‘contenidos’ sustantivos
(cultura primordial, cultura ciudadana, etc.) que tienen nichos específicos con límites bien definidos y
cerrados (por mucho que se niegue). Así piensa y así actúa tanto el nacionalismo abiertamente esencialista
como el ‘ciudadanismo’ más abiertamente (y falsamente) neutral. El régimen del 80 se ha basado en la
versión catalana de este paradigma, el del 78 lo ha hecho basándose en la versión española.
Este paradigma hegemónico cuenta con diversas variables, pero el eje que las avitualla, se explicite o no, sea
claro o sea difuso, sea áspero o sea ‘amable’, es siempre el mismo: generar un núcleo cultural duro, esencial
(asimilable a lo que las clases dominantes consideran como lo normal) que funcione como elemento
estratégico a la hora de convertir en incuestionables todo tipo de desigualdades e injusticias. Sirve como el
aceite que permite el correcto funcionamiento del engranaje de una sociedad, la capitalista, que se nutre de la
desigualdad y de la explotación para funcionar. El capitalismo es una máquina de generar explotación y
desigualdad, y necesita de la excusa esencialista/culturalista para poder continuar reproduciéndose ...
Cuando he hablado de ‘cultural’ lo he dicho en sentido amplio: los referentes de este eje estratégico pueden
ser de tipo meramente ‘cultural’ (es decir, autodefinidos como ‘culturales’), lingüístico, económico, político,
religioso, e incluso histórico ... Todo son variantes de lo social reconvertidas en elementos ‘culturales’ (o
‘ciudadanos’) que contornean una esencia que siempre cumplirá con su tarea de (1) ocultar la existencia de
clases sociales (el fascismo hablaba de ‘superarlas’), (2) crear conflictos entre los miembros de las clases
populares (en base a sus esencias ‘diferentes’), e, insistimos, (3) servir de artificio legitimador, de excusa
cultural, para naturalizar , sacralizar, convertir en inapelables como si de la genética se tratara, las injusticias,
las explotaciones y las exclusiones. Igual que hacía y hace el racismo más puro: tener disponibles arsenales
conceptuales y artefactos simbólicos que permitan, a posteriori, legitimar-sacralizar-naturalizar la
explotación-exclusión-marginación de un grupo que, previamente (insisto) ha sido recluido en las eslabones
externos de un sistema social, sea de la escala que sea.
También la aportación ciudadanista supuestamente bien intencionada y nominalmente anti-’etnicista’ (es
decir, anti-esencialista), tiene un denso poso de este paradigma hegemónico que tratamos de sublimar.
Pero, aparte de tratar de aportar un grano de arena en la tarea de hacer de Cataluña, realmente, un solo pueblo
.... ¿por qué querer generar un paradigma alternativo, y un enfoque relativamente de ‘nuevo cuño’? Porque
creemos que (a) una teoría social debe proveer a la política de herramientas conceptuales y de reflexiones que
acaben con la posibilidad de generar legitimaciones de situaciones estructuralmente injustas, y porque (b)
consideramos que, para evitar la constante emergencia de nuevos discursos y prácticas que sacralicen y
legitimen la jerarquía, la explotación y la desigualdad, no sólo hay que generar un nuevo paradigma
hegemónico, sino que el paradigma, al criticar el anterior (el esencialismo cultural) en todas sus
modulaciones, debe promover la interiorización de lo siguiente: para acabar con el actual sistema de mundo
(el capitalismo) y con cualquier tipo de totalitarismo, las clases populares deben unirse por encima de (o
quizás gracias a) sus diferencias, y generar por sí mismas nuevas identificaciones que dejen de lado los
esencialismos, casi siempre impuestos desde arriba.
En un proceso que quizás se podría remontar en la Europa del s. XII, el poder (en manos de las clases
dominantes y de las instituciones que están a su servicio) se ha basado cada vez más en lo que ha
desembocado en el paradigma identitario actualmente hegemónico. Primero, la demonización de los Otros y
la táctica del chivo expiatorio (muy activa hoy en día). Después, los estados modernos que empezaron a
equiparar ‘cultura’ con el estado/nación, sellándolo en los tratados de Westfalia (1648). En el s. XIX el
proceso se consolidó, tratando de generar naciones identitarias donde el moderno concepto de Cultura fuera al
mismo tiempo la argamasa de uniformización y el ya comentado vértice de legitimación de estructuras
políticas, económicas y sociales injustas y desiguales.
Pretender ‘recuperar como hegemónica la visión que de las identificaciones sociales existía antes del s. XII, o
en los grupos sociales pre o exo-modernos, resulta simplemente absurdo, y pretender hacerlo es algo
sencillamente imposible, ya que las condiciones actuales (como he comentado antes) son las que deben
prevalecer a la hora de generar teorías y prácticas alternativas.

2
Al comenzar este artículo ya lo he mencionado de forma breve, y me extenderé, ahora sobre cuál ha sido el
origen del posicionamiento que estoy defendiendo. Entre los años 1997 y 2000 escribí la tesis doctoral,
Etnosistemas y fronteras en las sociedades africanas y de Europa Oriental. Desde finales de los años ochenta,
todavía en Bachillerato, me interesaron profundamente las identificaciones sociales, las ‘etnias’ (es decir, los
pueblos, ya que ‘ethnos’ significa ‘grupo social’). Al terminar la carrera y comenzar los estudios de doctorado
tuve la oportunidad de especializarme en este ámbito, tomando como ejemplos a comparar los pueblos de dos
zonas del mundo aparentemente ‘dispares’, pero nada lo es. El año que leí la tesis (2000) tuve ocasión de
comentar en pequeño comité que en el texto, entre líneas, cuando comparaba África y Europa Oriental,
siempre se podía leer ‘Cataluña’. Con los años, considero que en este texto, entre líneas, también se puede leer
cualquier pueblo, grupo o consorcio social. De aquí he pasado a encontrar, hace relativamente poco, un para
mí nítido paralelismo entre, por un lado, los dos corrientes teóricas que critiqué en la tesis (para ofrecer una
nueva teorización) y, por otro lado, dos corrientes políticas actuales que, como las teorías de la tesis, parecen
enfrentarse entre sí, pero considero que constituyen parte de un mismo paradigma ante el que ofrecer una
alternativa.
Las dos teorías que critiqué en la tesis doctoral son el deconstructivismo del objeto étnico y el esencialismo o
culturalismo. Supuestamente son dos formas ‘antagónicas’ de aproximarse a la realidad. No es así. En la tesis
traté de demostrar que el deconstructivismo no era más que una variante del esencialismo cultural. Por otra
parte, en el ámbito político, encontramos el ‘ciudadanismo’ y el nacionalismo esencialista, también
supuestamente dos formas ‘antagónicas’ de pensar y actuar, pero que creo que son dos variantes del mismo
nacionalismo esencialista.
Los deconstructivistas del objeto étnico los asimilo a los ciudadanistas en sus múltiples modulaciones.
Cargan, y en eso estoy de acuerdo con ellos, contra el esencialismo y el primordialismo culturales, pero no
hacen otra cosa que reproducirlo. En casos como el catalán, estos ciudadanistas a veces mutan en verdaderos
esencialistas, casi de forma inadvertida y quizás imperceptible para ellos mismos. De hecho, la etnografía y la
antropología se centran en eso: encontrar lógicas ocultas, explicar sistemas sociales más allá de lo que parece
‘evidente’, y hacer comparaciones con otras naciones, etnias y ‘tribus’, es decir, con otros pueblos. Me remito
a la temática de mi tesis doctoral: comparar los procesos etnosociales de África y Europa Oriental para crear
una teoría original sobre estos procesos también permite tener herramientas que pueden ser aplicadas a
cualquier proceso similar de cualquier lugar del mundo. Eso es lo que pretendo hacer, y así lo expongo aquí.
Prosigamos. Los deconstructivistas del objeto étnico desmontaban las etnias otras (africanas, en su caso)
demostrando que son construcciones sociales. Y con ello pretendían erosionar su ‘legitimidad’ y demostrar su
‘artificialidad’. Como si hubiera algo que no fuera artificial y que no se basara en una mera construcción
social. Sí: ese ‘algo’ es una especie de objeto sagrado del que ni se cuestiona su legitimidad ni se piensa,
además, como ‘construido’ o ‘artificial’, y del que nunca se habla, permanece como en estado de latencia, o
como sujeto elíptico, dado que su naturaleza primordial es tan obvia que resulta impensable poder remitir a
ella como si fuera algo ‘construido’. Ese ‘algo’ es, por ejemplo, Francia. O España. O Cataluña, ya que este
‘ciudadanismo’ como forma de esencialismo nacionalista también se encuentra presente aquí. Los
deconstructivistas del objeto étnico demostraron que las etnias no tienen las características que sí que tienen
(a la fuerza) los estados-nación modernos: límites claros y cerrados, una cultura uniforme, un único sistema
político y económico, etc .. .. Por lo tanto, las etnias eran vistas, tácitamente, como ‘inferiores’, meras
invenciones ‘coloniales’ creadas para aturdir a las masas, para gestionar sus conciencias y manipular su
voluntad. Al no ser como lo que tenían que ser (naciones identitarias), estas etnias no existían, eran
supersticiones fantasmagóricas ...
Trasladando el deconstructivismo del objeto étnico al ámbito político, eso es lo que proponen los
‘ciudadanistas’:
- Las identidades culturales (las otras) deben ser retiradas del ‘espacio público’, ya que son inferiores a la
ciudadanía del sujetos racionales, en un ‘espacio público’ que sería la expresión de este ideal (pura
superstición, por cierto ...)
- Los ‘nacionalismos’ (los otros) deben ceder el paso al entendimiento racional y pactado en igualdad entre
los ciudadanos de una nación ‘política’ (como si alguna no lo fuera), es decir, cívica, opuesta a las etnias y,
como decía JM Aznar, a las ‘tribus’. La razón se impondría así a la irracionalidad ‘identitaria’. Pero este
discurso se hace imponiendo una identidad: la del grupo dominante que tiene el poder en la nación que se
considera a sí misma no como ‘étnica’ (es decir, construida, diferente), sino como ‘natural’, como de ‘sentido
común’. Ni se discute, ya que no es ni siquiera pensable hacerlo .. Es un dogma de fe, literalmente. “Sentido

3
común”. Así, se cae en el que no es otra cosa que una variante del esencialismo identitario, del nacionalismo
substancialista y culturalista.
Breve paréntesis: la nueva teorización que propongo está resumida, provisionalmente, en este artículo:
https://www.academia.edu/13920394/DE_LA_CULTURA_A_LOS_PUEBLOS_DE_LOS_PUEBLOS_A_L
A_GENTE
Ahora, de manera muy breve, diré que esta teoría se centra en los colectivos y las gentes, concretos, con
necesidades específicas, con identificaciones complejas y mutables, no en abstracciones, ni en supersticiones.
Porque eso es lo que son, en última instancia, tanto el nacionalismo culturalista o esencialista, como los
‘ciudadanismos’.
Ninguna de estas dos ideologías (en el sentido marxista del término) toman en consideración la complejidad y
las relaciones de poder: los sistemas sociales tal y como aparecen en la acción real. No derivan del mundo
sensible, sino que son inmanentes, y quieren imponer encima de dicho mundo. Desde el interior, y desde
arriba, intentan salvar un mundo o bien demasiado ‘lejos’ de los ‘buenos tiempos en que todo el mundo se
conocía y hablaba la misma lengua’, o bien necesitado de un consenso cívico superior que haga que la gente
que es ‘demasiado diferente’ o bien deje de serlo en público, o bien lo disimule o se espere a cultivar su
‘esencia cultural’ de forma privada o íntima, a excepción de las ferias interculturales y de las ‘mesas de
inmigración’ donde las clases populares Otras y las élites Otras, respectivamente, pueden visibilizarse
siempre que hagan evidente que pueden tener modales (‘urbanidad’) y civismo ... No debe de ser sorprendente
que el ‘multiculturalismo’ (fruto de un entendimiento entre el idealismo romántico y el ilustrado) sea una
expresión culturalista que no por más refinada y ‘tolerante’ no deja de ser racistoide o, directamente, racista.

Hipocresía, ‘etnicismo’ velado, petulancia y chovinismo

Sí, hipocresía. Porque hipócrita es hacer ver que se construye una Cataluña abierta cuando no es así ...
Sí, ‘etnicista’, mejor dicho, ‘nacionalista esencialista’, porque el modelo hegemónico en Cataluña ha sido este
desde 1980, sin que el pseudo-paréntesis de los gobiernos ‘Tripartitos’ cambiaran casi nada con un falso
‘ciudadanismo’ que hablaba de ‘cultural pública común’ para ocultar la imposición de una identidad catalana
inencontrable en la vida real, y de una aún más inexistente, abstracta y metafísica ‘cultura catalana’.
¿Petulante y chovinista? Sí. Porque se ha querido vender el modelo hegemónico como ejemplo universal de
convivencia entre ‘diferentes’ cuando esto no ha sido así. Chovinista, sí, porque se ha pecado de una brutal
falta de autocrítica, y se ha vendido el país como si fuera el único ejemplo en el planeta de ‘tierra de acogida’
... Un concepto-fetiche inventado por mismo filósofo que volvió dogma de fe la supuesta ‘mentalidad’
catalana: sensatez (seny), medida, laboriosidad, y demás tonterías que han llegado a convertirse casi en
sentido común ...
La nación identitaria que quiere o quería imponer el modelo hegemónico en Cataluña se basa en la ‘cultura’
como eje estratégico de incorporación y, por tanto, también como potencial matriz para
sacralizar/naturalizar/legitimar explotaciones, jerarquías y exclusiones. Esta es la base de lo que califico como
coartada cultural: un baremo a través del cual se legitima, naturaliza y sacraliza una situación concreta en la
base a la ‘distancia cultural’en relación con el punto nodal de la pirámide de la estructura identitaria
catalana, al conjunto de rasgos que se consideran ‘propios’ de la ‘personalidad’ de Cataluña.
Incluso camuflado de un supuesto ‘ciudadanismo’, durante algunos años en Cataluña se ha tratado de
construir una nación identitaria en el marco de una ideología hegemónica: el mal llamado ‘etnicismo’.
‘Etnicismo’, una palabra que, aparte de emplear de manera errónea el concepto de etnia (que es, en realidad,
cualquier grupo social diferenciado) asimilándolo al de ‘raza’ y al de genos (‘origen’, linaje genético,
‘estirpe’), hace mención a algo que define de manera mucho más concreta y correcta el término ‘nacionalismo
esencialista’. Lo cual es la base de toda nación identitaria.

Es tan profundo el nacionalismo esencialista hegemónico en el régimen del 80, que incluso estos
‘ciudadanista’ no se desembarazaron de él nunca en su breve paréntesis en el gobierno: “Una cultura pública
común debe fomentar la participación del conjunto de la población joven en las redes de participación

4
ciudadana como vía para ser reconocida y para sentirse identificada con la cultura catalana” (Pacto Nacional
de Inmigración, 2008, p. 40, la negrita es nuestra). “La cultura pública común es el espacio compartido de
comunicación, convivencia, reconocimiento y participación de nuestra sociedad diversa diferenciada [sic],
para que la nación catalana continúe siendo el referente de toda la población que vive y trabaja”( la negrita
es nuestra) (ibid, p.34). En un texto de 49 páginas, sale 38 veces la expresión cultura pública común ...
La referencia constante a una cultura catalana remite a una esencia uniforme a la que amoldarse, base
‘simbólica’ de la nación identitaria, pues es en esta ‘cultura’ donde hay ‘identificarse’ para formar parte de la
nación ... ‘Integrarse’ dentro de la ‘cultura catalana’, es decir, de la nación identitaria catalana implicaría para
el nacionalismo esencialista (que reduce ‘la nación’ en una identidad cultural, es decir, metafísica), implicaría,
decía , entre otras cosas, adoptar los ‘valores’ propios de esta ‘identidad’. Veamos: ¿valores? ¿Propios?
¿Cuáles? No importa. Los ‘valores’ son como ‘las culturas’: no significan nada, por lo tanto, pueden servir
para todo ... Esta idea de los ‘valores’, del ‘talante’, ‘idiosincrasia’ o ‘carácter nacional’, no es sólo propia del
nacionalismo reaccionario y conservador: se ha extendido por muchos sectores de la sociedad como un hecho
‘consumado’, como algo ‘obvio’, propio de un cierto sentido común que, por tanto, no es necesario ni siquiera
discutir. No hace mucho, viendo un capítulo más del programa “Tot un món” de TV3, un chico senegalés que
llevaba 10 años en Cataluña y que colaboraba con una formación política de izquierda transformadora y
independentista, habló de los ‘valores’ catalanes2
En los últimos decenios, el supuesto ‘carácter integrador’ de Cataluña ha repetido hasta la náusea de una frase
del antiguo presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. Pero ha sido repetida sólo a medias, y quizás no por
casualidad, pues es una frase que implica una especie de ‘ciudadanía abierta’ y no-‘etnicista’.
Se repite desde 1980 el mantra basado en una frase escrita por Jordi Pujol en 1964: “es catalán quien vive y
trabaja en Cataluña”. Y todo el mundo contento. Pero no. La ciudadanía es un concepto jurídico-
administrativo, ni volitivo ni de adscripción personal, por mucho que se quiera convertir, como se hace en una
entidad mística, propia de la ideología ciudadanista que oculta las relaciones sociales reales, asimétricas, así
como la explotación y la exclusión, y la existencia de una clase dominante. Muchas personas que viven y
trabajan en Cataluña, sobre todo los trabajadores llegados de muchos lugares del mundo aún más pobres que
Cataluña, no son catalanes, ni españoles, pues el poder político (estatal y autonómico) les impide ser
‘catalanes/españoles’ en el sentido de ciudadano estrictamente jurídico. ‘Gracias’ a ello, un millón de
personas no ha podido votar el 27-S. Excepto Cataluña Sí que es Pot, y la CUP, nadie ha dicho absolutamente
nada al respecto. Lógico: para el paradigma hegemónico son sólo gastarbeiter (‘trabajadores-huéspedes’), no
parte de la nación-identidad.3
Por otro lado, creo que tal vez la frase de Jordi Pujol se recita siempre de forma incompleta de manera
consciente e interesada, a fin de ocultar su sentido real: “es catalán todo hombre [sic] que vive y trabaja en
Cataluña y que, de Cataluña haga su casa, su país, al que se incorpora y reconoce”(la negrita es mía). Por
lo tanto, nada de apertura como ‘rasgo característico’ de la nación catalana creada por los nacionalistas
esencialistas, la nación identitaria con una estructuración elegida por estos nacionalistas, y a la que se
incorporarán los que quieran ser catalanes. Mucho criticar (con razón) el jacobinismo español y francés, y
resulta que el término ‘incorporar’ remite a una asimilación jacobina ‘pura y dura.
Además, entraríamos aquí en una nueva trampa: ¿qué es ‘incorporarse a Cataluña’? ¿Y qué es Cataluña? ¿Qué
es la ‘cultura catalana’? ¿Es la nación identitaria con rasgos culturales, históricos, idiosincrásicos, abstractos,
que el poder designa y taxonomitza desde arriba? ¿O es el pueblo intercultural, que existe en lugares,
momentos y contextos concretos, a pie de calle, a raíz, que no tiene ningún tipo de identidad fija, sino que es
su falta de identidad uniforme la que hace que siempre exista un espacio vacío donde pueda confluir el
conjunto de su gente?
En el segundo caso, que es lo que defiendo como proyecto hegemónico, no sería necesario incorporarse a
nada, pues no habría nada donde hacerlo, no existiría ninguna estructura identitaria construida por los
artífices de identidades nacionales metafísicas e inexistentes más allá de discursos y supersticiones. Desde el

2
En muchos casos, muchas personas inmigradas que salen en el programa se han 'integrado' gracias a tener pareja catalana. Como si
fuera la mejor o única forma de unirse al ‘cuerpo nacional identitario’. Resulta contradictorio que se critique con vehemencia (y con
toda la razón del mundo) el jacobinismo asimilador francés y español, y se haga lo mismo en Cataluña, pero en una escala diferente,
y empleando un lenguaje formalmente 'anti-asimilacionista' ... Toda una impostura.
3

https://www.academia.edu/13477486/EMANCIPACI%C3%93N_SOCIAL_LUCHA_POL%C3%8DTICA_DIVERSIDAD_CULT
URAL
5
punto de vista que aquí defiendo, por el mero hecho de vivir en Cataluña y de formar parte de las clases
trabajadoras, uno ya forma parte del pueblo intercultural catalán, de su conjunto múltiple, de su retahíla de
colectivos que sólo existen en las interacciones sociales entre la gente ... No hay que incorporarse a nada,
porque no hay nada, todo está siempre por hacer, la sociedad es un ente vivo en estado de nacimiento
continuo, y la identificación siempre es una relación viva, que se nutre de la realidad sensible y los
imaginarios sociales desplegados por grupos y gentes que viven en un espacio social común

La hegemonía esencialista del régimen del 80: ocultando, obviando o despreciando la realidad social

La situación en Cataluña ante la pluralidad no es intercultural. Es tricultural, aunque también se puede


concebir como bicultural si entendemos las dos ‘culturas’ del binomio como verdaderos artificios
reductivistas y sin base real ... pero socialmente operativos:
(1) La cultura ‘nacional’ o ‘propia’, modulada y creada por las elites dominantes, y donde entrarían la
multitud de grupos ‘autóctonos’, de gran complejidad interna y sólo unidos por el hecho de no ser Otros, es
decir, de funcionar por contraste, como ocurre con toda identificación. Esta ‘cultura propia’ funciona a veces
como eje primordial de identidad autóctona (versión abiertamente esencialista), a veces como una aspiradora
donde hacer entrar las ‘comunidades inmigrantes’ (esencialismo nacionalista versión ‘ciudadanista’: se
integran todos, lo quieran o no)
(2) La ‘cultura importada’ o ‘culturas importadas’, donde se amalgaman las miles de ‘tradiciones culturales’
propias sobre todo de las ‘comunidades’ de inmigrantes procedentes de países actualmente más pobres que
Cataluña, pues los que provienen de países más ricos y/o de la UE son a menudo dejados fuera del control
tecno-identitario o de la gestión de la diversidad, ya que les permite pasar desapercibidos como ‘colonias’ de
extranjeros (holandeses, ingleses, franceses, alemanes) .
En medio, en un permanente limbo identitario, estarían los antiguos inmigrantes llegados en los años 1959-
1972, y sus hijos y nietos. A veces integran el primer grupo en términos sólo jurídico-administrativos (son
‘ciudadanos españoles’), más que en términos ‘culturales’ (por mucho que se diga aquello de que ‘es catalán
quien vive y trabaja en Cataluña’...). En otras ocasiones forman parte del segundo bloque. Los extranjeros
ricos están aparte, o encima, no se les considera ni ‘étnicos’ ni mucho menos ‘inmigrantes’, sino colonias de
holandeses, británicos, franceses, alemanes ... Un nuevo ejemplo de que, en realidad, las taxonomías
culturales se rigen por criterios de clase social, además de por criterios puramente ‘culturales’ ...
Aunque se ha querido apostar por la existencia de un modelo de integración catalán, quedando la apuesta en
mero deseo, en la realidad en Cataluña entrecruzan tres modelos fracasados de integración:
1. Francia: ciudadanía como eufemismo de asimilación. La escuela francesa es profundamente nacionalista,
como la catalana y la española: uniformizadora y asimilacionista. Un ejemplo no anecdótico: Cataluña, los
colegios públicos sobre todo, los alumnos, todos, hacen el caga-tió, la castañada, etc. Inventos ‘étnicos’
catalanes del s. XIX ... En Cataluña ha habido también una hegemonía esencialista en versión ‘ciudadanista’:
la de que todo confluya en un solo punto, que debería centrifugar todo, o que visualmente me recuerda un
lavadero cuando se quita el tapón del agujero: la ‘lengua y la cultura catalana’, siempre en singular.
Jacobinismo ...
2. Gran Bretaña: aprende el idioma, quédate en tu ghetto y haz lo que quieras dentro de los límites de lo
correcto ...: En Cataluña también se da el modelo británico. Vayan a L’Erm (Manlleu), a Cerdanyola (Mataró)
o a Llefià (Badalona), si quieren encontrar lugares donde se combina marginación social y acumulación de
población ‘recién llegada’. En cuanto la idea británica de que mientras aprendan el idioma y las normas
básicas ya estarán integrados (¿qué más da el resto de cosas, como el trabajo?), Aquí se ha hecho algo similar.
Parece como si sólo las parejas lingüísticas o el aprendizaje del catalán garanticen, por arte de magia, la
pretendida integración...
3. Alemania: Blut und Boden: Lo ideal alemán es conservar los derechos ciudadanos por la autoctonía, la
‘sangre’ alemana. Cuesta mucho que alguien nacido en el extranjero sin antepasados alemanes (ni que sean
antepasados del s. XVIII), o incluso que haya nacido en Alemania pero que sea de ‘sangre’ no-autóctona,
pueda ser considerado como una persona culturalmente y nacionalmente ‘normal’. Vayan a cualquier pueblo o
ciudad de Cataluña y encontrarán algo similar. No es que se defienda una catalanidad ‘racial’, sino ‘cultural’.
Pero no olvidemos que ‘cultura’ es otra manera de decir ‘raza’. La sangre es la raza lo que la lengua, los
apellidos, las ‘tradiciones’, el ‘talante’ y el carácter es la cultura.

6
Y en cuanto al culto en el territorio ‘propio’, éste es practicado por cualquier nacionalismo esencialista, no
sólo por el alemán, y en Cataluña tiene plena vigencia: no sólo resulta palpable el esencialismo del Boden (la
tierra) en el idealismo romántico que apuesta por el retorno a los orígenes o en el fetichismo de los mapas
nacionales, sino también en la idea ya apuntada antes de que el espacio público no debe ser el lugar de
expresión de las identidades ni de las creencias, las cuales han permanecer dentro del ámbito ‘privado’ .. pero
sólo se hace esto en relación a las identidades otros ‘, no con las’ autóctonas ‘... Toda romería, procesión a las
cruces del municipio o procesión de fiesta patronal deberían ser proscritas , siguiendo este razonamiento. Pero
no ... Porque son ‘de sentido común’, ‘naturales’...

Las elecciones del 27-S: clasismo, unidad popular y ... mapas que no mienten

No jugaré aquí a hacer de politólogo ni llevar a cabo análisis de periodismo político sobre el mapa electoral
que emana del 27-S. Hay mucha teca y mucho que decir, eso sí, como antropólogo especializado en lo que
podríamos denominar las etnias, las naciones, los pueblos, y cualesquiera otros sistemas sociales
diferenciados. Porque deduzco que la victoria de Ciudadanos en muchos lugares de Cataluña es, por un lado,
el resultado boomerang del mecanismo de saturación nacionalista catalana de las últimas semanas (y décadas)
y, como síntoma que explicaría el fracaso rotundo en la pretendida construcción de un solo pueblo por parte
del nacionalismo hegemónico, el cual, en el fondo, creo que nunca ha tenido intención de crear un solo pueblo
más allá de los discursos. En la realidad, están, por un lado, los ‘nacionales’ o ‘autóctonos’ (con los
‘incorporados’ de forma ‘exitosa’) y, por el otro lado, los ‘forasteros’. Punto. Este ha sido el trasfondo
ocultado por el hipócrita discurso oficial del régimen del 80.
Multitud de personas que son parte integrante del pueblo intercultural de Cataluña, nunca han sido parte de la
nación identitaria catalana. No se lo han hecho sentir, por decirlo de alguna manera. Porque el nacionalismo
esencialista nunca busca crear un pueblo trabajador unido en su diversidad, sino la nación-identidad, hecha
por los de arriba, rodeada, por abajo, por grupos y personas que por formar parte y ‘incorporarse’ deben
someterse a la uniformización oficial dictada por los que creen saber qué es la ‘cultura catalana’ ...
Aún hoy en día podemos observar en ciudades como Ripollet, Sabadell o Terrassa, por ejemplo, un ‘centro’
formado por ‘catalanes-catalanes’ (‘gente de aquí’), y una periferia formada por personas con orígenes en el
resto del estado. La base de esta segregación geográfica no es sólo ‘étnica’, es decir, no sólo está motivada por
el nacionalismo esencialista, sino que es también, o sobre todo, económica. No olvidemos algo que a menudo
se olvida: la mayoría de personas llegadas en Cataluña entre 1959 y 1972 procedían de zonas aún más
depauperadas que Cataluña. Ciertos segmentos del neoindependentismo tienen un componente xenófobo y
clasista que quizás ha generado una reacción, una cismogenesis, una diferenciación tajante y, quizás,
antagónica. No hay que olvidar que este nacionalismo esencialista ha sido, en parte, la causa de la persistencia
del nacionalismo español en algunos lugares del país, tal vez latente hasta hace poco, pero ahora ha sido
activado. Y seamos claros también en esto: también ha pasado a la inversa. Este nacionalismo esencialista
español ha ‘permitido’ al nacionalismo esencialista catalán reafirmarse y, sobre todo, legitimarse: “los
charnegos de mierda [sic] no se quieren integrar porque dicen que están en España”, oí hace poco con estas
orejitas, en Castelldefels ...
Muchos critican (yo también) que los reaccionarios españoles insulten y desprecien a las personas que
silbaron el himno del reino de España en el Camp Nou, el pasado 6 de junio, en vez de preguntarse por qué se
hizo. Debemos hacer lo mismo en este caso. ¿Los que silbaron el himno lo hicieron, como dicen los
nacionalistas españoles, porque ‘odian en España’, ‘son unos radicales irrespetuosos’, ‘son chusma’, etc.? No.
Pues no caigamos en el mismo análisis a la hora de comprobar que existe, en estado larvado o no, un
nacionalismo español o una no-identificación con la nación-identidad catalana en lugares muy concretos. Sólo
hay que mirar los mapas. Nunca se ha hecho nada para hacer que estos territorios se identifiquen con un
concepto realmente amplio, abierto, plural, intercultural, de sociedad, de pueblo. Porque no ha existido este
concepto. Ahora hay que crearlo, y hay que desplegar un nuevo paradigma hegemónico, que incluya, también,
un subrayado especial en la clase social.

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Aquí entramos en otro tema, la unidad popular, que tocaré sólo de paso, por razones de espacio y porque ya lo
esbocé hace unos meses en un artículo homónimo4. Soy firme partidario de la unidad popular. Pero es
imposible construirla siguiendo el mismo paradigma hegemónico del régimen del 80. Resulta sencillamente
imposible, porque no se reflejará el pueblo intercultural, sino la nación-identitaria. Miremos los resultados de
una formación política que tiene este nombre, la CUP: en muchas zonas como Bellvitge, La Gornal, Pubilla
Casas (Hospitalet de Llobregat), Can Vidalet (Esplugues de Llobregat), Les Roquetes del Garraf, Cunit,
Calafell, algunos barrios de El Vendrell, entre muchos otros lugares que no he tenido tiempo de escrutar con
detalle, tienen entre un 2,18 y un 7,06% de votos. En la mayoría de casos, la ‘horquilla’ se mueve entre el 3 y
el 5%. ¿Unidad popular? ... Esto es, insisto, un síntoma: para cambiar la realidad hay que mirar cara a cara, no
sesgar-la. Nada pasa porque sí, siempre hay razones y lógicas, explícitas o secretas, y hay que averiguarlas. Y
lo que digo sobre esta formación se hace extensible al resto de la izquierda transformadora que puede poner
las bases políticas de esta nueva hegemonía: Cataluña Sí que es Pot no ha cuajado: sólo ha sacado un 8, 9 o
11% de los votos en los lugares antes mencionados, en pocos casos pasando del 15%. Esto también tendrá
alguna razón de fondo que habrá que conocer. Esto requiere tiempo y trabajo, no se puede hacer en un mes,
evidentemente.

Por una nueva hegemonía: de la nación identitaria al pueblo intercultural (y del capitalismo en un
socialismo de nuevo cuño)

Para terminar, haré mención sólo de la primera parte del título de este apartado, pues se circunscribe en mi
ámbito de conocimiento, y no me considero competente para desarrollar con más detalle el paso, seguramente
problemático y difícil, pero absolutamente imprescindible, de la actual dictadura capitalista a la democracia
real.
Una nación, una comunidad autónoma, un pueblo, lo que queráis... es también una identificación. Hay que
generar una identificación. Pero el problema radica en cómo se ha generado y se ha tratado de imponer
aunque sea de forma supuestamente ‘abierta’.
Aquí en Cataluña, desde 1980, retomando y actualizando el esfuerzo uniformizador elitista de la Renaixença,
el Novecentismo y la tradición vinculada al esencialismo nacionalista en todas sus modulaciones, aquí, decía,
esta creación de identificación social (‘cultural ‘, para los nacionalistas) se ha hecho desde arriba, tratando de
imponer unos modelos abstractos y uniformes sobre una población extraordinariamente compleja y diversa.
La razón me parece evidente: tener disponible un bagaje consistente en dispositivos simbólicos que dejen
fuera de la catalanidad los que no encajen. Nada nuevo, ya lo hemos dicho: una sociedad capitalista como la
nuestra necesita, vive, de los mecanismos de exclusión. De ahí que el nacionalismo esencialista sea
consustancial al capitalismo en todas partes. Le facilita coartadas culturales para naturalizar, biologizar,
sacralizar lo que son injusticias y desigualdades de tipo económico y social. Sacralizar, en efecto, que la
‘cultura’ es la religión de estado moderna.
Se ha tratado de imponer sobre toda la población una inexistente ‘cultura catalana’, en base a referentes
inventados (como lo han hecho todas las naciones del mundo), reelaborados para servir a los intereses de las
clases capitalistas, creando historias sagradas que remitirían a los tiempos fundacionales de un ente no
exactamente humano, sino de reminiscencias divinas, el Geist de la cultura, de la nación, su alma, su espíritu,
que continuaría sin interrupción hasta la actualidad. De estos “valores espirituales” habla, sin ir más lejos, el
manifiesto de la Asociación de Municipios para la Independencia.
De todo lo que estoy diciendo hay ejemplos a raudales desde 1980 (y antes, por supuesto), ejemplos que estoy
empezando a sistematizar y que ahora no expondré dado el carácter introductorio de este texto. Son casos que
a veces se nos escapan, pues es tal la hegemonía del nacionalismo esencialista en Cataluña durante 35 años,
que se han convertido, plenamente, en ‘sentido común’.

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https://www.academia.edu/13548606/UNIDAD_POPULAR.-_Reflexiones_desde_la_antropolog%C3%ADa
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Estamos en un momento instituyente, de cambio rápido, de mutación social, política .. Y vemos que no somos
un solo pueblo por causa del fracaso, obvio y previsible, de la imposición de un modelo ‘cultural’ único sobre
una sociedad que, como todas, no se puede doblar a un solo modelo de forma de decir, hacer y pensar.

Han sido 35 años de una hegemonía hecha desde arriba, no sólo por los pensados a sí mismos como
culturalmente ‘normales’, sino por las clases privilegiadas. Hay que revertir el movimiento, y ahora es el
momento de hacerlo. Enjuagar la hegemonía hasta ahora imperante, y generar otra, pero desde abajo. Surgida
de los latidos de la vida en sociedad, que brota de las interacciones reales de personas reales en lugares y
momentos concretos, en contextos y en situaciones específicas. Hay que pasar de la nación identitaria, que
siempre impedirá que seamos un solo pueblo, el pueblo intercultural.

El cambio de paradigma debe ser opuesto al actual no sólo en cuanto al sentido del movimiento (desde abajo)
sino también con respecto a los significados que hay que introducir en significantes totalmente secuestrados
por el nacionalismo esencialista. Hay que cambiar, por ejemplo, el contenido del concepto de identidad ‘, de’
nación ‘, de’ pueblo ‘, la visión de la historia, la concepción de la sociedad, rebatir la idea de’ cultura ‘, salir
de dobles vínculos como el ya mencionado del Pacto Nacional para la Inmigración, donde se invitaba (o
exigía) los ‘recién llegados’ que se adhieran a la identidad catalana ‘y en la’ cultura catalana ‘.

Desde nuestro punto de vista, por ejemplo, los ‘recién llegados’ ya son parte de la ‘identidad catalana’ y de la
‘cultura catalana’, la integran plenamente porque son parte del pueblo de Cataluña, y también parte de la
cultura popular catalana. Decir esto hoy en día sigue siendo visto como una herejía, pero si no optamos por
este nuevo paradigma, continuaremos bajo la hegemonía con la que queremos terminar.
Lingüistas, filólogos, sociolingüistas y historiadores oficiales (esencialistas), así como algún sociólogo
solariego, han sido los ‘intelectuales orgánicos’ que han construido algunos de los arquitrabes básicos de la
visión que ha dominado de forma arrolladora en la construcción del paradigma hegemónico del régimen del
80.
Optamos por una visión que beba, también, de otros ámbitos alejados del esencialismo nacionalista. Y
resultará muy importante la función de la etnografía. Por tanto, también será necesario que sea la ciencia
etnológica la que aporte su bagaje, pero no de manera abrumadora, en eso también nos distanciamos del actual
paradigma.
Desde lo que ahora llamo, a falta de un concepto mejor, paradigma del pueblo intercultural, todo conjunto
humano (etnosistema, en la terminología académica) es, siempre, un proceso.. Y su ‘identidad’ es una
relación, un vínculo, que se puede llenar de múltiples referentes, pero que nunca ‘es’, sino que ‘hace’. Esto
impediría o dificultaría la creación de ejes estratégicos que, como hemos comentado, faciliten coartadas para
legitimar situaciones de exclusión o de explotación económica, política o social. Pero mientras también exista
la hegemonía capitalista (inseparable de la hegemonía nacionalista-esencialista), todo esfuerzo será siempre
estéril, pues se crearán nuevas y más sofisticadas formas de exclusión.
En este escrito trato de ser optimista, dando pistas o aportando caminos que pueden deshacer y dejar de lado
el nacionalismo hegemónico en Cataluña, verdadero y quizás único enemigo real de la soberanía de las clases
populares. Pero también hay una mala noticia. Una mala noticia que, obviamente, también saben y denuncian
muchas otras personas: con capitalismo, no hay ni soberanía, ni democracia, ni independencia. Sólo dictadura
económica. Ahora también es un momento instituyente en este sentido, un momento de génesis dinámica. Nos
lo jugamos todo, que no es poco ...

El nuevo paradigma que genere una hegemonía totalmente diferente a la del régimen del 80 es algo que, en
una especie de relámpago no forzado de la conciencia (darme cuenta de la actualidad del tema de mi tesis
doctoral en Cataluña), traté de comenzar a sintetizar y de trasladar ese universo de conceptos y significaciones
de un plano a otro, es decir: del plano de la teoría etnológica en el plano de la realidad social aquí y ahora.
Pero sería de una prepotencia imperdonable querer presentarme como el ‘creador’ de este paradigma.
Sólo le estoy dando una forma con mis herramientas, la estoy presentando configurado en base a mi bagaje,
pero se trata de algo que he oído a muchas personas, y desde hace más de veinte años. En algunos casos
incluso podría poner referencias bibliográficas, como ya he hecho en otros escritos recientes en los que se
intuye este paradigma, esta nueva hegemonía a construir. En muchos casos ha sido fruto de condensaciones en
base a ideas que están en la calle, que surgen de momentos y de contextos, y que, trato de sistematizar lo

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mejor que puedo. Un día alguien dijo que si tienes una idea y sales a la calle, pregunta a la gente, pues
seguramente también tendrán la misma idea, o similar. No hablo de nada metafísico ni misticoide: las ideas
son entes sociales. A veces, alguien o algunos les dan forma, pero pensar que uno es la única fuente que las
genera, es sencillamente mentira.

Ya para terminar: resulta evidente que una hegemonía no se gana sólo deseándole la. Hay que ponerse manos
a la obra, y desde hoy mismo. Hay que hacer mucha pedagogía activa, concienciación, sensibilización,
formación, y creación de discurso, basándose en la vida cotidiana, en la situación real, las prioridades,
necesidades y lógicas de todas las geografías de Cataluña. Y también hay que tener poder para llevar esto a la
práctica. No hablo del poder institucional, que también, sino del poder otorgado desde abajo por el hecho de
identificarse plenamente con una nueva hegemonía, hasta el punto de que, deviniendo sentido común, logra
alcanzar su objetivo de manera no forzada.
Lo resumiré también las veces que sea menester: crear una sociedad soberana en todos los sentidos, conseguir
la libre disposición de las clases trabajadoras sobre sí mismas, incluye, como condición sine qua non,, acabar
con el dominio del nacionalismo esencialista. Y, también, del capitalismo. Porque son las dos caras de la
misma moneda ... Ni más ni menos.

Artículos complementarios:

https://www.academia.edu/13620878/NACIONALISMO_ESENCIALISTA_Y_CIUDADANISMO_HUECO.
_LA_PRESUNTA_GESTI%C3%93N_DE_LA_DIVERSIDAD_EN_CATALU%C3%91A

https://www.academia.edu/13331155/LENGUA_Y_SOCIEDAD._CONTRA_EL_ESENCIALISMO_LING%
C3%9C%C3%8DSTICO

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