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El iusnaturalismo también es llamado derecho natural.

Derecho viene del latín directus, es decir, dirigir, recto,


igual; natural viene del latín naturalis, es decir, perteneciente a la naturaleza. Así lo que está dentro del
derecho es lo que está conforme a algo, en este caso, lo que está conforme a la naturaleza; y naturaleza puede
ser, en este orden de ideas, las leyes de la naturaleza desde el punto de vista racional o las leyes divinas.
Ambos puntos de vista señalaron los primeros principios de lo justo y de lo injusto. Ahora bien, uno de los
fundamentos más importantes del derecho natural es la defensa de la justicia. Sólo es derecho lo que es justo,
lo demás no es derecho, porque no puede ni siquiera existir un derecho injusto, sería una contradicción, y el
derecho justo, sería un pleonasmo. Pero, ¿qué es la justicia? Todo este ejercicio está orientado a tratar de
explorar una idea general de lo que es la justicia. Una de las ideas más aproximadas de justicia se encuentra en
la antigüedad.

Por otro lado, el positivismo jurídico es la teoría según la cual las únicas leyes que existen son las que están
escritas en un código y se hacen cumplir mediante la autoridad. Con el tiempo, muchos de estos derechos se
fueron incorporando a las Constituciones y los códigos legales, con lo que pasaron a convertirse en derechos
positivos. Esto quiere decir que, al estar escritos en las leyes, podemos exigir que se reconozcan y respeten. El
positivismo incapacita para percibir el valor de la persona y el contenido profundo del concepto de dignidad,
única referencia filosófica y cultural que puede dar sentido a los principios fundamentales. De ahí que para
quienes se niegan a otorgar un valor real a todo lo que supere el marco de los hechos, el término “dignidad de
la persona humana” sólo pasa a ser un recurso retórico y, en el fondo, una palabra vacía, el positivismo
jurídico, considera que el Derecho es tan sólo el instrumento normativo necesario para lograr imponer el orden
en la sociedad, y tal finalidad sólo la puede lograr el Derecho positivo. Los iusfilósofos de orientación
iuspositivista y con mayor razón los que se reconocen iusnaturalistas coinciden en que la dignidad es el rasgo
ónticamente relevante que distingue y eleva a la persona humana por encima de toda otra creatura conocida. Si
se tuviera que situar al hombre en lo referido a su esencia, habría que decir que éste es, primera y
esencialmente, dignidad. Y porque el hombre es dignidad, se puede, a su turno, decir de él que tiene por
naturaleza ciertos derechos esenciales y, por tanto, inalienables e imprescriptibles, llamados derechos
humanos.

Además, existe también un fundamento teocéntrico. Es una idea que está reconocida por todos los pueblos,
pues al ser el hombre un ser religioso por naturaleza, fundan la dignidad en esa dimensión natural. Con esto no
se quiere decir que la Revelación sea necesaria para reconocer la dignidad de la persona, pero sí es un punto
de partida para llegar hasta aquello que fundamenta la dignidad, que es la propia naturaleza. Por tanto, se trata
de una fundamentación metafísica, ontológica. De allí que pueda ser reconocida por toda sociedad y por todo
tipo de ordenamiento jurídico, al margen de cualquier credo o cultura. Nunca se puede crear una ley que
preceptúe que la persona es digna o deja de serlo. La función del derecho es sólo reconocer, promover y
proteger a la persona y su dignidad.

De igual forma, Paradigma antropocéntrico, la interpretación que germina con el relativismo de la modernidad
cual torre de Babel. Donde se busca comprender el origen y el proceso de hominización desde
diversos referentes secularizadores, mundanos, novedosos y racionales. Semejante a la visión
anterior, se comprende a partir de su naturaleza, de su conciencia y espíritu, lo que le otorga
supremacía sobre los demás seres y el resto de la Naturaleza.

Así mismo, Paradigma biocéntrico, se comienza a trasladar la dignidad a todo ser vivo, en este momento, la
iniciativa está centrada en los homínidos superiores con el Proyecto Gran Simio, para otorgarles parte
de los derechos básicos de los que, actualmente solo gozan los seres humanos: el derecho a la
vida, a la libertad y a no ser maltratados ni física ni psicológicamente.

Para concluir los distintos modelos tradicionales de dignidad no presentan premisas fundamentales para el
paradigma contemporáneo de dignidad humana precisamente porque no contemplaban un valor intrínseco y
absoluto de los seres humanos que fundamenta derechos iguales de todos frente al poder político. Al contrario,
estos paradigmas anteriores no tenían ninguna influencia en la esfera jurídico política y justificaban
estrictamente deberes morales. Mientras que el modelo actual de dignidad humana se fundamenta a partir de
un valor inherente y absoluto del ser humano, los modelos anteriores partían de un concepto de dignidad que
el individuo debía conquistar y mantener. Se puede seguir detectando y defendiendo unas premisas en
supuestas celebraciones de la superioridad y grandeza de la naturaleza humana, pero estas posiciones no
permiten entender la novedad y la ruptura que representa el modelo contemporáneo de dignidad humana. En
lugar de volver al pasado para pensar nuestro modelo de dignidad humana, con sus límites y abstracciones,
convendría mejor pensar su significado y su construcción como “valor” a la luz del discurso universal de los
derechos fundamentales. En otras palabras, y para abrir el campo a nuevas y futuras investigaciones sobre esta
cuestión, se deberia pensar no tanto cómo el modelo actual de derechos deriva del valor de la dignidad
humana, sino cómo estos mismos derechos participaron de la construcción de la dignidad humana como valor
inherente y absoluto de todo ser humano.

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