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Semana 8: ¿Por dónde continúo?

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona
adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo
correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”

Aristóteles

Aprendizajes esperados:

- Identifica la virtud de la fortaleza con el fin de resistir y superar los obstáculos.


- Reconoce la importancia de la virtud de la justicia como fundamento de una vida
comprometida con la sociedad.

Conceptos clave: Virtud – Fortaleza – Justicia

1. Resistir a la dificultad. La fortaleza.

La semana pasada vimos la importancia de las virtudes cardinales. Éstas nos permiten
ir formando nuestro modo de ser para lograr la felicidad. La prudencia es la virtud que nos
permite establecer un puente entre lo teórico y lo práctico, nos permite establecer los medios
para practicar las demás virtudes. La templanza es la capacidad y el modo de ser habitual que
nos permite moderar y controlar los placeres. Nos permite distinguir entre lo que es
placentero y lo que es bueno realmente. Esta semana seguiremos con el estudio de las
virtudes.

En nuestra vida tendremos dificultades ¡qué duda cabe! Ya sea en nuestros estudios,
en nuestro trabajo o en la familia. Las influencias perjudiciales, el desánimo, las injusticias,
las enfermedades pueden afectarnos hasta el punto de desviarnos de nuestro fin natural: la
felicidad. Para enfrentar estas situaciones hace falta la virtud de la fortaleza: conjunto de
disposiciones estables y permanentes en el tiempo que permiten resistir y superar las
dificultades. Recordemos que una acción será más fácil de hacer si es que se ha convertido

1
en hábito. La virtud de la fortaleza nos permite la práctica del bien; resistir a las tentaciones
de realizar acciones malas y controlar el apetito irascible1. Por ejemplo, ante la posibilidad
de ser coimeados por una persona que necesita la revisión técnica de su automóvil, la virtud
de la fortaleza nos permite estar firmes ante la tentación de ceder por dinero. Haber llegado
a la enseñanza superior, sin duda, es un gran paso, pero eso no significa que esté exento de
dificultades. En este sentido, si suponemos que una de esas dificultades es la complejidad de
los estudios, habrá que tener la fortaleza para, en un primer momento resistir al desánimo.
Pero, además, en un segundo momento, habrá que superar esa dificultad, por ejemplo,
adquiriendo hábitos de estudio.

La voluntad es una de las facultades del ser humano y una de sus finalidades es querer
el bien y amar2. Por lo mismo, y sin perjuicio de lo señalado anteriormente sobre esta virtud,
podemos mirarla también desde otra perspectiva: la fortaleza es el amor que soporta todo
fácilmente por aquello que ama3. En este sentido, el fin de la fortaleza no es solo superar o
resistir los problemas, sino que seguir amando lo que hacemos pese a los obstáculos y las
dificultades.

La fortaleza nos permite lograr objetivos y metas con valentía. Si la esencia de la


virtud de la fortaleza consiste en aceptar el riesgo de ser herido en el combate por la
realización del bien, se está dando por supuesto que el que es fuerte o valiente sabe qué es el
bien y que él es el valiente por su expresa voluntad del bien. Lo que constituye la esencia de
la fortaleza no es el exponerse de cualquier forma a cualquier riesgo, sino solo una entrega
de sí mismo que es conforme a la razón. En efecto, la virtud de la fortaleza no tiene nada que
ver con una actitud impulsiva y ciega. Para que aquello no ocurra es necesario ser prudente.
En suma, solo el prudente puede ser valiente, pues sabe afrontar libremente los riesgos,
después de haber pensado mucho lo que hay que hacer […]4.

1
Cfr. Curso de Antropología, Duoc UC, semana 4.
2
Cfr. Ibídem., semana 6.
3
Cfr. Etienne Gilson, Introducción al Estudio de san Agustín, Marietti, Génova, 1989, p.159.
4
Cfr. Tacídides, Guerra del Peloponeso, libro 2.

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2. A cada cual lo que le corresponde. La justicia.

Supongamos que estás en busca de tu primer trabajo. Con esfuerzo, tus padres te han
dado la educación y están orgullosos de tener, quizás, al primer profesional de la familia.
Después de haber pasado todas las etapas del proceso de selección te encuentras junto a otro
postulante en la etapa final, pero por el solo hecho de vivir en una población de bajos recursos
y estigmatizada por la delincuencia, los dueños de la empresa deciden seleccionar a tu
competidor. Ciertamente, estamos ante una situación de injusticia.

La justicia es una virtud social, eso quiere decir que siempre afecta a los demás, en
otras palabras, está referida a las diferentes relaciones que establece la persona en su diario
vivir. En rigor, nadie puede hacer justicia con uno mismo. Por lo mismo, el objeto de la virtud
de la justicia son las demás personas, pues somos seres sociales por naturaleza5. La
convivencia humana se ordena mediante actos externos, es por eso que la justicia es parte
esencial de las relaciones humanas y con todo lo que rodea al ser humano, también con las
leyes.

Es muy probable que en alguna ocasión hayamos calificado un hecho como justo o
injusto, por ejemplo, si recibimos una mala atención en un hospital o nos hacen trampa en un
negocio, con toda razón podemos decir que ahí hay una falta de justicia, pues no nos han
dado lo que nos correspondía. Por otro lado, decimos justo que un niño reciba cariño,
cuidados y una buena educación por parte de sus padres. La justicia hace que respetemos
mutuamente nuestros derechos fundamentales, y tiene dos aspectos: el exigir los propios
derechos y el deber de respetar y procurar los ajenos. Lo vemos en el diario vivir, por ejemplo,
exigimos que se nos pague un sueldo justo, de acuerdo a nuestro aporte a la empresa, a nuestra
preparación y situación personal, pero, por otro lado, tenemos el deber de cumplir con el
contrato de trabajo, lo que implica cumplir el horario, ser leal con la empresa y trabajar con
seriedad. En este sentido, podemos decir que la virtud de la justicia nos permite derribar los
obstáculos para cultivar una sociedad en paz.

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Clase de Antropología, Duoc, semana 13

3
Ya que hemos hecho una introducción, nos encontramos en condiciones de enunciar
la definición de esta virtud. La justicia es el hábito según el cual se da a cada uno lo que le
corresponde6. La definición se ve muy sencilla, pero ¿será fácil su aplicación? Ciertamente
no. Para ser justos es necesario conocer cada situación con objetividad, implica la verdad.

Hay diferentes tipos de justicia y todas comparten el mismo principio: dar a cada uno
lo suyo. La justicia conmutativa consiste en dar a cada uno lo que le corresponde entre las
personas. Por ejemplo, un acto justo entre personas sería atender de manera adecuada a un
enfermo o cobrar lo que corresponde a la hora de prestar un servicio. La justicia distributiva
es dar, por parte de la sociedad, lo que le corresponde a cada persona. Por ejemplo, la
distribución proporcional de los bienes o un bono para ayudar a familias de escasos recursos.
Mientras que la justicia legal es dar lo que corresponde por parte de las personas a la
sociedad, por ejemplo, cumplir con las leyes básicas de convivencia.

Una mirada reducida de la virtud de la justicia conlleva peligros. Hay que dejar claro
que la justicia no se puede reducir a una cuestión meramente material o al simple
cumplimiento de la ley, pues ante todo es un principio moral. Reducir la justicia al
cumplimiento de la ley es lo que se llama ética legalista7, este modelo ético tiene
complejidades, pues algunas veces las leyes son injustas. Por ejemplo, en algún momento de
la historia la esclavitud fue legal, pero objetivamente era una injusticia. De la misma manera,
acotar la justicia a cuestiones meramente materiales, podría tener consecuencias peligrosas
para la sociedad, pues las relaciones interpersonales se pueden ver reducidas a lo material y
todos sabemos que las cosas materiales valen lo que valen, pero a las personas no les podemos
asignar un precio.

La virtud de la justicia ante todo es un principio moral al que estamos llamados a


practicar diariamente, en nuestro trabajo, en nuestra casa, en el club deportivo, etc.
¿Reconozco los derechos de las personas con quienes me relaciono? ¿Nos informamos
respecto a nuestras obligaciones y derechos que tenemos que respetar? Para responder esas

6
Cfr. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae II-II, q.58, a.1
7
Cfr. Clase Semana 2.

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preguntas y saber cómo y con quién ser justos, la virtud de la prudencia es vital, sin ella es
imposible de poder hacer bien la justicia. Sin prudencia, un acto que en su intención es recto,
puede terminar siendo injusto si es que no tomamos en cuenta los modos ni los medios. En
suma, solo hay virtud de la justicia si es que se ha adquirido la prudencia.

3. La excelencia moral y las virtudes.

El espíritu de la ética, ya lo hemos señalado, no se limita solo a trazar una línea entre
lo bueno y lo malo, ni nos interpela solo al cumplimiento de normas, sino que logremos,
mediante nuestros actos, ser felices. En efecto, la excelencia moral mucho tiene que ver con
este logro de la felicidad. Así la excelencia moral, no es el típico mediocre, sino el que es
virtuoso, eso implica hacer siempre todo el bien que está a nuestro alcance. Pero no solo
saber qué es lo bueno, sino hacerlo, es decir, practicar el bien. El modo habitual y que nos
van configurando nuestro ser son precisamente las virtudes. Es decir, las virtudes, nos
permiten el logro de la excelencia moral y, por tanto, la plenitud y perfección de la naturaleza
humana.

Resumamos lo visto en esta clase: la virtud de la fortaleza nos permite perseverar en


el bien pese a las dificultades. Mientras que la justicia es una virtud social que nos permite
relacionarnos de manera adecuada con las personas, con las leyes y la sociedad. La virtud de
la justicia ante todo es un principio moral y no se puede reducir a una cuestión meramente
legal o material. Una sociedad justa permite la paz en la sociedad y armonía en sus relaciones.
Así el conjunto de virtudes nos permitirán el logro de la excelencia moral.

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