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Sergio Bertozzi arquitecto

¿EN QUE SE PARECE LA ESCUELA A LA PRISION?

Cuando entré por primera vez al patio principal de la EET 4651, tuve la sensación de estar en el patio de una
prisión. Pero como no he estado en una prisión, no puedo aseverar que entre este patio de escuela y el de una
prisión exista tal correlación. Mi experiencia con los patios de las prisiones se limita a la que nos proporciona el
cine, en el que se recrean espacios que intentan comunicar el ambiente carcelario, o a la lectura de planos,
representaciones abstractas de un mundo que es tan concreto como desesperanzado. La sensación que se
experimenta al entrar al patio de la EET 465, remite a esas imágenes que nos impactaron en el cine, o que
provenían de imaginar una experiencia que en el fondo nadie quiere hacer.

La analogía resulta inevitable, y me conduce a comparar la escuela con la prisión. Me preocupo por que las
comparaciones son generalmente destructivas, por que se hacen en base a la desvalorización de una parte a
favor de la otra, y que –tal vez inconcientemente- parto de un prejuicio, por que la prisión está socialmente
desvalorizada, y por esta razón nunca antes la habría relacionado con la escuela, cuando hay, sin duda, no
pocas observaciones que hacer sobre la correlación estricta que hay entre estas. Correlación que se manifiesta
básicamente en una arquitectura concebida, históricamente, para el control.

Lo que confiere esta imagen al patio de la EET 465, es la suma de unas características que forman parte del
ámbito carcelario. En primer lugar, la arquitectura provee el marco propicio para ello, como un dispositivo
espacial que se comporta como si habría sido concebido específicamente para el control. El potencial es por que
el edificio no fue proyectado específicamente para una escuela sino para un taller industrial. En segundo lugar
por que la vestimenta de los alumnos contribuye a construir esta imagen. Si bien no hay uniforme, el vestuario
está tan estereotipado que llega a constituirse como tal, homogeneizando totalmente al grupo. La ausencia de
color no pasa desapercibida. La imagen resultante, severa y depresiva, no estimula a la permanencia. Es
probable que quienes se hayan acostumbrado a ella, quienes la han naturalizado, no acuerden totalmente con
este juicio de valor, pero ello no modifica en un ápice la imagen que la institución trasmite.

1
EET 465 (Escuela de educación técnica 465 Gral. Manuel Belgrano), ex Escuela nacional de educación técnica n° 3, ex Escuela
industrial de la Nación n° 2, Buenos Aires 1031, Rosario.
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Sergio Bertozzi arquitecto

Lo concreto es que todos esperamos que una escuela tenga una imagen severa, pero amable. Lo que nadie
espera es una imagen análoga a la de una prisión. Por que en el inconsciente colectivo perdura la imagen de la
prisión como ámbito de castigo antes que de rehabilitación. La crítica a la prisión contemporánea ha hecho
énfasis en el hecho de que en ella los internos disfrutan de mejores condiciones de vida que muchos hombres
inocentes, o lo que equivale a decir que la prisión, en vez de proveer un ámbito de relaciones humanas positivas,
necesario para la empresa de la rehabilitación -que es la empresa de la educación- debe ser una suerte de
infierno, donde cada interno sufra permanentes privaciones que le recuerden constantemente donde está. Y por
ello, nadie espera confundir una escuela con una prisión, lo que traducido en términos de arquitectura significa
que habría una arquitectura para cada una. La arquitectura sería, desde esta perspectiva, lo que hace que la
escuela sea escuela y la prisión sea prisión. Cuando Charles Dickens describe en “Tiempos difíciles” a la ciudad
industrial de Coketown, refiere hasta que punto el pragmatismo ha puesto las cosas:

“Todos los rótulos públicos de la ciudad estaban pintados, uniformemente, en severos caracteres blancos y negros.
La prisión se parecía al hospital; el hospital pudiera tomarse por la prisión; la Casa consistorial podría ser lo mismo
prisión que hospital, o las dos cosas al mismo tiempo, o cualquiera otra cosa, por que no había en su fachada rasgo
2
alguno que se opusiese a ello.”

Todo esto se enraíza en una historia paradójicamente desconocida, puesto que la prisión, en el pensamiento
moderno acaba siendo negada, pues no es más que una consecuencia, un efecto indeseable de la propia
modernidad. Una modernidad que no es el punto de origen sino el tiempo de la expansión de lo carcelario, de la
prisión que conocemos, y que simultáneamente es el marco en el que tiene origen la escuela, de esta escuela de
la que hemos sido o somos parte, como la EET 465.

UN MUNDO CERRADO

La construcción de una prisión o de una escuela ha sido la construcción de un mundo cerrado, en el que la vida
transcurre con privación de la libertad, desde el momento que se ingresa hasta el de la salida. Presidiarios,
guardias, alumnos, maestros, todos siguen un ritual legitimado por las normas y naturalizado por el hábito, en un
esquema de relaciones de poder que se traduce en una arquitectura análoga. Pero como análogo es lo que es
parecido pero que no es lo mismo, es justo –además de necesario- recalcar las diferencias que se han ido
gestando históricamente, por que la hipótesis fundamental de este trabajo sostiene que en tanto en la
arquitectura de la prisión estas relaciones de poder formal se siguen verificando en la organización del espacio -
como consecuencia de requerimientos programáticos específicos que no se cuestionan-, en la arquitectura
escolar se verifica una evolución que va desde formas rigurosas y severas hacia formas libres y flexibles. Dicho
de otra manera, en la arquitectura carcelaria prevalece el pensamiento moderno, mientras que en la arquitectura
escolar comienzan a ser reemplazados algunos rasgos de la modernidad por otros propios de la posmodernidad.

Para verificar la hipótesis es necesario recurrir al análisis de casos, lo que implica no pocas dificultades: en
primer lugar, por que las arquitecturas contemporáneas capaces de aportar datos relevantes positivos -en el
sentido de constituir sustentos de la hipótesis-, no pertenecen a nuestro país. La Argentina de hoy se caracteriza
por la insuficiente inversión en educación, lo que no abona el terreno para la investigación proyectual en
arquitectura escolar. Así las cosas, esta se limita a reproducir modelos. Y estos modelos se encuentran en la
infraestructura de la educación pública de gestión estatal, que fue gestada en su mayor parte en la primera mitad
del siglo pasado, cuando el estado de bienestar se esforzaba para dotar a la nación de espacios para la
educación. La mayoría de nosotros hemos pasado una parte de nuestra biografía escolar –si no toda- en
edificios proyectados por la Dirección Nacional de Arquitectura dependiente del MOP, o las oficinas de
arquitectura escolar provinciales, conforme el proyecto pedagógico-arquitectónico que se instala en la segunda
mitad del siglo XIX a instancias de Domingo F. Sarmiento. Sarmiento fundó durante su presidencia3 más de 800

2
Charles Dickens. Tiempos difíciles.
3
1868-1874.
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escuelas que le permitieron triplicar el número de alumnos en el nivel primario. El formidable esfuerzo, que tuvo
continuidad a través de la acción posterior del Consejo Nacional de Educación, produjo un impacto tan grande
que aún hoy se perciben sus consecuencias. Pensemos que aún cuando se han sucedido las transformaciones
educativas hasta las actuales leyes federal de educación y de educación superior, la infraestructura escolar
continua siendo la misma, por que la mayor parte de los edificios educativos responden al proyecto de
Sarmiento.

Esta referencia no implica un juicio de valor hacia el proyecto pedagógico de Domingo F. Sarmiento, sino una
reflexión acerca de, por una parte, la importancia que Sarmiento asignaba a la arquitectura, a la que veía como
un recurso didáctico, y, por otra parte, la dinámica con que se producían los hechos en su época en relación a la
nuestra. El proyecto de Sarmiento posee elementos del sistema educativo francés post-revolucionario. Las
arquitecturas derivadas de este proyecto pedagógico, además estar concebidas para el control, debían tener una
fuerte denotación del carácter permanente del estado. Esto se tradujo en arquitecturas construidas con
materiales austeros pero nobles, resistentes al uso intensivo y al paso del tiempo. Por poner un caso, la antigua
práctica de la inscripción en letras de molde de la denominación de la escuela en la fachada del edificio,
evidencia la rigidez, previsibilidad y permanencias que el estado asignaba a la institución en el tiempo. No sería
serio acusar a esta arquitectura de falta de capacidad para adaptarse a las transformaciones educativas, cuando
fueron concebidas en un contexto cuya dinámica de cambio era muy diferente.

Por otra parte, de la misma manera que el profesorado ha naturalizado la organización del espacio y las formas
de la arquitectura escolar conforme el modelo de referencia, los arquitectos hemos incurrido en el mismo error. Al
naturalizar lo que es histórico, hemos dejado de ver que las escuelas podrían ser otra cosa, que podrían ser
mejores, y hemos caído en el reproduccionismo. Claro que esto no puede serle reprochado totalmente a los
arquitectos, por que la insuficiente investigación proyectual es consecuencia directa de la falta de inversión en el
sector.

Dicho esto, resta advertir que los ejemplos para este breve análisis pertenecen al contexto europeo. España, que
ha tenido la mayor influencia en la arquitectura argentina de las dos últimas décadas, ha explorado caminos
alternativos, que en parte han servido a modo de rectificación, pero en otros, de ratificación de los lineamientos
precedentes.

LA EVOLUCION

Hacer un recorrido a través de la evolución de la prisión, es entrar en un mundo de perversión y crueldad, por
que hasta sobrepasada la Edad Media, no puede hablarse de prisiones sino de pozos de desperdicios en los que
se arrojaba y abandonaba a un hombre con la misma naturalidad con que se tiraba la basura. De hecho, no
había diferencia entre ser ejecutado o ser arrojado a estas “prisiones”. Excepto por que la ejecución suponía una
suerte de opereta en la que jueces y verdugos agudizaban su creatividad para inflingir al condenado el mayor
sufrimiento posible, antes de que sobreviniese la muerte. ¿Pero por qué se ponía tanta saña en esta empresa?
En Europa, durante la Edad Media la muerte resultaba algo tan común a causa de las pestes, las hambrunas o
las guerras, y la existencia a menudo era tan miserable que, la muerte, dicho sin ambigüedades, no asustaba a
nadie. Por ende el acto de la ejecución, -que implicaba una demostración de la relación de poder entre las partes
involucradas-, debía deparar tantos sufrimientos al condenado como la imaginación y la tecnología de la época lo
permitieran. La ejecución del condenado, -el impartir justicia-, no era en sí tan importante como el efecto
permanente que con actos de esta naturaleza se buscaba, es decir, que los potenciales opositores a la norma se
inhibieran por temor a sufrir en carne propia lo que acababan de presenciar o les había sido relatado.

Michel Foucault sostiene que el abandono paulatino de estas costosas prácticas en la Europa moderna aparejó
el desarrollo institucional de la prisión, ahora abocada –en lo formal- a reformar o corregir, más que a castigar.
Pero entonces aparece un nuevo fenómeno: al crecer la población estable de las cárceles se conforman
verdaderas aglomeraciones. Aparecen requerimientos específicos que van a dar lugar, primero a la

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transformación o adaptación de edificios existentes para la nueva función4. O más tarde la construcción de
edificios específicos, como la prisión para jóvenes delincuentes que Carlo Fontana proyectó, en 1704, como
anexo al Hospital de San Miguel, en Roma. El proyecto de Fontana empleaba una organización en claustro –la
misma que había empleado en el hospital-, introduciendo un concepto revolucionario: la idea de la separación
celular. Esto, traducido en términos de arquitectura significa una serie de celdas personales construidas
alrededor de un patio. El esquema, simple y sencillo, implicaba una estructura disciplinada, sin precedentes, al
introducir la celda personal en relación con el patio común. Y “como nos mostró Foucault, la clausura no es, por
sí sola, suficiente para enmarcar las diferencias. La separación era mucho mas sutil y profunda, en la medida en
que eran las propias prácticas que sucedían en cada uno de esos espacios los que también los diferenciaban.” 5

Disciplina, previsibilidad, y control, son los parámetros que aparecerían sistemáticamente en los sucesivos
proyectos de prisiones. San Miguel, de hecho constituyó el modelo con el que se construyeron las prisiones
durante los siguientes 200 años.

Por su parte, la escuela, tal como la conocemos en la actualidad, es post-Renacentista. En este extenso período
de conformación de las nacionalidades, una de las prioridades para los estados que constituyen la Europa
moderna, es la de formar conciencias, entendido esto en términos de conciencia nacional. En el siglo XIX la
escuela se desliga cada vez más de la Iglesia, en un proceso de gradual laicificación y estatificación de la
educación pública en pro de la educación de las clases populares. Para ello la reclusión y el control se intuye
como el camino más adecuado a estos fines.6 Y el claustro es el esquema adecuado para la escuela, por que en
el se presta rigurosa atención a la circulación, a las líneas de visión, a la ventilación, a la salubridad, lo que
demuestra que quienes determinaron la organización espacial de de la escuela, como dispositivo de vigilancia –
como del hospital o la prisión- no fueron los arquitectos sino los médicos y los militares, que fijaron,
respectivamente, los parámetros de proyecto en materia de salubridad y control. Basta observar, para corroborar
esto, el plano para campamento militar de Joly de Maizeroy7 o los esquemas urbanos de las reducciones
jesuíticas-guaraníes.

Este modelo es el determinante tipológico de la arquitectura escolar en la Argentina. Como señaláramos en


párrafo precedente, se basa en la reproducción de este modelo de arquitectura para el control, en base al
principio de ver sin ser visto. ¿En que consiste esta idea?

Dos años antes de la Revolución francesa, uno de sus protagonistas, Jeremy Bentham8, el abogado inglés que
inventó el utilitarismo, el principio que antepone la utilidad a la moral, ideó un dispositivo que denominó Panóptico
(del griego, pan: todo; óptico: visión). El Panóptico de Bentham es una organización espacial que aparenta estar
pensada para una prisión pero en teoría puede ser aplicado también a un hospital, un manicomio, una industria o
una escuela, para establecer un control permanente sobre un internado, un obrero o un escolar. El Panóptico de
Bentham es un modelo teórico. Traducido en términos de arquitectura, Foucault lo describe del siguiente modo:

“Conocido es su principio: en la periferia, una construcción en forma de anillo; en el centro, una torre, ésta, con
anchas ventanas que se abren en la cara interior del anillo. La construcción periférica está dividida en celdas, cada
una de las cuales atraviesa toda la anchura de la construcción. Tiene dos ventanas, una que da al interior,

4
En 1557, la fortaleza inglesa de Bridewell fue adaptada para prisión. De ahí que, las posteriores construcciones destinadas a
prisiones, se conocieron en Inglaterra con el nombre genérico de Bridewell.
5
Alfredo Veiga-Neto. Espacios que producen., en AAVV, Textos para repensar el día a día escolar, Buenos Aires, Santillana, 2000.
6
Esto se vincula con la concepción luterana y calvinista acerca de la conveniencia de agrupar a los niños para educarlos. Los jesuitas
son, en el catolicismo, los primeros en aplicar este modelo.
7
Joly de Maizeroy, Theorié de la guerre, en Michel Faoucault, Vigilar y castigar, lam. 7
8
Jeremy Bentham (Londres 1748-1832). Filósofo, economista y jurista inglés, fundador de la doctrina del utilitarismo. Niño prodigio, leía
a los tres años, tocaba el violín a los cinco, y estudiaba latín y francés a los seis. Ingresó a la Universidad de Oxford a los 12 años.
Bentham estableció el principio del utilitarismo, por el cual una acción era moralmente correcta en la medida en que tendía a ser útil
para un cierto número de personas.
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correspondiente a las ventanas de la torre, y la otra, que da al exterior, permite que la luz atraviese la celda de una
parte a otra. Basta entonces situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda a un loco, un enfermo, un
condenado, un obrero o un escolar. Por el efecto de la contraluz se pueden percibir desde la torre, recortándose
perfectamente sobre la luz, las pequeñas siluetas cautivas en las celdas de la periferia.” “El dispositivo panóptico
dispone unas unidades espaciales que permiten ver sin cesar y reconocer al punto. En suma, se invierte el principio
del calabozo; o más bien de sus tres funciones –encerrar, privar de luz y ocultar-; no se conserva más que la primera
y se suprimen las otras dos. La plena luz y la mirada de un vigilante captan mejor que la sombra, que en último
9
término protegía. La visibilidad es una trampa.”

“De ahí el efecto mayor del Panóptico: inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que
garantiza el funcionamiento automático del poder. Hacer que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si
es discontinua en su acción. Que la perfección del poder tienda a volver inútil la actualidad de su ejercicio; que este
aparato arquitectónico sea una máquina de crear y de sostener una relación de poder independientemente de aquel
que lo ejerce; en suma, que los detenidos se hallen insertos en una situación de poder de la que ellos mismos son los
portadores. Para esto, es a la vez demasiado y demasiado poco que el preso esté sin cesar observado por un
vigilante: demasiado poco, por que lo esencial es que se sepa vigilado; demasiado por que no tiene necesidad;
demasiado, por que no tiene necesidad de serlo efectivamente. Para ello Bentham ha sentado el principio de que el
poder debía ser visible e inverificable. Visible: el detenido tendrá sin cesar ante los ojos la elevada silueta de la torre
central de donde es espiado. Inverificable: el detenido no debe saber jamás si en aquel momento se le mira; pero
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debe estar seguro de que siempre puede ser mirado.”

Izq.: Jeremy Bentham. A general idea of a Penitentiary Panópticon, publicado en París, en 1791. Cubierta original y dibujo del
panóptico. Centro: penitenciaría de Stateville (USA). Der.: penitenciaría nacional de Buenos Aires, construida en 1877 y demolida en
1962 (actual Plaza Las Heras).

El Panóptico de Bentham se convirtió en el principio que rige la mayoría de los diseños de prisiones: Channings
Wood11, Darmstadt-Eberstadt12, Maastricht13, Fleury Mérogis14 o La Muret15, por citar los casos más relevantes
de la historia de la arquitectura carcelaria. Pero en los Estados Unidos se construyeron prisiones que reproducen
textualmente la propuesta de Bentham: la prisión de Richmond, Virginia, 1797; la prisión de Pittsburgh,
Pensilvania, 1820; o la Penitenciaría de Stateville.

9
Michel Foucault. Vigilar y castigar. Buenos Aires, Siglo XXI, 1989, pp. 203-204.
10
Michel Foucault. Vigilar y castigar. El panoptismo. Buenos Aires, Siglo XXI, 1989, pp. 204-205.
11
Channings Wood, Inglaterra, capacidad 502 internos a razón de 55.1 m2/interno.
12
Darmstadt-Eberstadt, Alemania, capacidad 476 internos a razón de 62.5 m2/interno.
13
Maastricht, Holanda. 700 internos a razón de 40.5 m2 por interno.
14
Fleury-Mérogís, París, Francia. Una de las prisiones más grandes que se han construido en Europa, con capacidad para 2,900
internos en una superficie de 133,500 m2 a razón de 46 m2 por interno.
15
La Muret, Toulouse, Francia. Capacidad 737 internos a razón de 59 m2 por interno.
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LA BIBLIOTECA DE ESTOCOLMO O EL TEATRO GRIEGO DE TAORMINA

El panóptico de Bentham no solo constituye un modelo teórico que dio origen a una tipología espacial como la
adoptada en Stateville, además de otras prisiones, sino que dicha tipología aparece en edificios que tienen
funciones muy diferentes. Tal es el caso de la Biblioteca municipal de Estocolmo, proyectada por Erik Asplund,
obra comenzada en 1924 y completada en 1927. La gran sala cilíndrica que caracteriza al conjunto, alberga en el
centro el sector de control, en el que operan simultáneamente varios empleados que se ocupan básicamente de
la recepción y entrega de libros en préstamo. La biblioteca, que es de estantería abierta, permite a los usuarios
buscar por si mismos y tomar los libros. En todo momento estas operaciones son pasibles de control visual por
parte de los empleados que, desde su ubicación pueden ver la totalidad de las estanterías. Es cierto que no
pueden ver todo ni hacerlo todo el tiempo, aún en el supuesto que no tuviesen otras cuestiones de que ocuparse,
pero aún siendo discontinua la acción, acaba siendo permanente en sus efectos.

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Desde un análisis tipológico, Stateville o la Biblioteca municipal de Estocolmo son organizaciones de planta
centralizada. Este tipo de organización puede emplearse tanto para conseguir que el mayor número de personas
pueda ser vigilado por un encargado de vigilarlas (como en el Panóptico de Bentham), o en sentido inverso,
donde una persona queda expuesta ante los espectadores, como es el caso del teatro griego.

El aula no es tipológicamente una planta centralizada, pero es una combinación de estos dos conceptos, por que
la disposición de alumnos y profesor obedece a ambos requerimientos. Komensky había propuesto esta
disposición, es decir, el maestro ubicado en el frente exponiendo sus saberes a una globalidad de alumnos que
recepcionan. No es casual entonces que su propuesta no fuese aceptada en su tiempo, pero aplicada en el
mismo momento en que hace su aparición el Panóptico de Bentham. Por una parte el alumno está siempre
expuesto a al efecto de la visión por parte del encargado de vigilarlo, y así se convierte en su propio vigilante; por
otra parte el profesor ocupa el punto focal del espacio, estando siempre expuesto ante sus alumnos-
espectadores. En el aula, el control se establece en más de una dirección. Por esta razón muchos profesores se
inhiben frente a los grupos numerosos a los que no pueden ver [ni controlar] en su totalidad.

Para Michel Foucault los espacios escolar y carcelario están tipológicamente caracterizados. El ve una lógica
espacial. Pero es posible demostrar que esa lógica está modificándose, y esa caracterización tipológica también,
pues los efectos permanentes que el panóptico produce, al menos en teoría, sobre los sujetos que se sienten
observados, han podido conseguirse también con organizaciones espaciales que no responden al Panóptico de
Bentham, como en el Centro penitenciario de Brians.

EL CENTRO PENITENCIARIO DE BRIANS

En una ladera de la región montañosa de Sant Esteve Sesrovires, próxima al poblado de Martorell, y a escasos
20 km. de Barcelona, se emplaza el nuevo Centro penitenciario Brians, obra de los arquitectos Esteve Bonell,
Manuel Brullet, Josep María Gil y Francesc Rius. Admirable obra de arquitectura por su fuerza estética,
constituye un caso paradójico, contradictorio y a la vez perverso, al confirmar en su concepción la vigencia del
Panóptico de Bentham, al menos en cuanto a búsqueda de sus efectos permanentes sobre quienes deben ser
vigilados.

Centro penitenciario de Brians. Izq.: calle interna de estructuración. Centro: circulación de acceso a celdas (a la izquierda, por detrás del
muro se encuentra la galería de los guardias). Der.: sección transversal en la que se observan la circulación exclusiva para los
guardias.

El proyecto se desarrolla según un esquema lineal, en el que los pabellones de internados -de mediana y alta
seguridad-, y los edificios complementarios se estructuran a partir de un eje de más de 500 metros de desarrollo
conformado por una calle que pone a un lado los edificios de admisión y de servicios, y al otro los de reclusión.
En este eje se superponen cuatro espacios de circulación diferenciados: la calle abierta, que le confiere el
carácter urbano, -o por lo menos el mismo carácter urbano que tenía una abadía o un monasterio medieval-, una
circulación principal para el traslado de detenidos entre pabellones, una circulación interna propia de cada

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pabellón por cada nivel, desde la que se accede a las celdas, y –aquí reside la novedad- una cuarta galería de
circulación, paralela a la tercera, exclusiva para los guardias, dotadas de miras que permiten un máximo ángulo
de visión hacia las celdas, a la vez que desde estas resulta imperceptible el acto de observación (figs.5/6).
Concretamente “el sistema de vigilancia, con guardias ocultos en una red de galerías que recorren todo el
edificio, parece especialmente diseñado para provocar, incluso en los internos más adaptados, un estado de
irrevocable paranoia.” 16 Brians no responde ni a la tipología de claustro medieval del Hospital de San Miguel ni al
Panóptico de Bentham. Si en la Penitenciaría de Stateville el sujeto observado podía ver el lugar preciso en el
que se ubicaba su hipotético observador, aún cuando esto fuese de dudosa utilidad, no era poco comparado con
lo que se consiguió en Brians, donde acaba siendo definitivamente imposible, por que no hay un lugar sino
infinitos lugares para que el observador observe.

Si el panóptico de Bentham es, parafraseando a Michel Foucault, una máquina de disociar la pareja ver-ser visto,
Brians constituye un paso en el perfeccionamiento de lo perverso que ya tenía esta máquina. No así en su
eficiencia, puesto que el recurso adoptado implica mayor cantidad de espacio, además de un número mayor de
observadores. Lo concreto es que en Brians se da una inquietante contradicción entre la atención prestada a la
comodidad y a la belleza formal de las celdas y los sistemas de circulación, y la sensación de que las paredes
están repletas de espías invisibles.

LA ESCUELA DE MENDILLORRI

En Mendillorri, un suburbio de Pamplona, Francisco José Mangado y Alfonso Alzugaray son los autores de una
escuela cuyo esquema espacial es análogo al del Centro penitenciario Brians. Las correlaciones entre uno y otro
edificio exceden la dimensión tipológica de la arquitectura para alcanzar también los aspectos morfológicos y
espaciales. ¿Pero es lícito establecer una analogía entre estos dos proyectos? Estos proyectos comparten la
tipología. Pero en tanto Brians denota la tendencia reproduccionista en el diseño de las prisiones, al configurar
un dispositivo para el control, Mendillorri representa la búsqueda, la reacción frente a ese reproduccionismo que
caracterizó también a la arquitectura escolar española durante el extenso período de la dictadura.

“Un gran cuerpo lineal contiene los elementos de comunicación, ofreciendo un paño longitudinal opaco hacia el
entorno de las viviendas. Por el lado correspondiente al parque, este elemento conecta con los extremos de una serie
de cuerpos semi-independientes [pabellones] de dos plantas, dispuesto a modo de las púas de un peine. Tres de
estos cuerpos, de planta rectangular e idénticos, se disponen paralelos entre sí y ligeramente oblicuos con respecto
17
al eje del elemento de comunicación.”

Haciendo un análisis funcional, desde una perspectiva programática, la escuela infantil de Mendillorri no es
distinta a tantas otras escuelas. ¿En qué se diferencia Mendillorri de los casos analizados precedentemente?
Precisamente en que en tanto los primeros son resultado de una “composición cerrada”, Mendillorri es un
“sistema abierto”. Esta sustitución de la idea cerrada de “composición”, representada por el claustro del Hospital
de San Miguel o por el Panóptico de la Penitenciaría de Stateville, por la de “sistema abierto”, representado por
los esquemas del Centro penitenciario de Brians o la Escuela de Mendillorri, además de manifestar un cambio de
paradigma, implica la sustitución de los parámetros del proyecto clásico al abandonar la sujeción a lo tipológico.

LOS ANTECEDENTES

Decíamos en la introducción que al naturalizar lo que es histórico, dejamos de ver que la arquitectura de la
escuela podría ser diferente, cayendo en la clonación, algo que puede comprobarse en trabajos tan recientes

16
Peter Buchanan. Una salida inaccesible. Centro penitenciario Brians. Barcelona, El Croquis, 51, Madrid, El Croquis, noviembre 1991,
pp. 36
17
Escuela en Mendillorri, Pamplona. AV Monografías, España 1996, Anuario. Madrid, AV, 1996, pp. 102-104.
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como las bases para el concurso de anteproyectos para el Jardín de infantes de la Asociación Cultural Dante
Alighieri de Rosario. Lo explícito en ellas es un programa arquitectónico que se centra con exclusividad en lo
cuantitativo. Lo implícito es que se da por sentado que todas las partes que intervienen -proyectistas, jurados y
asesores- saben cómo debe ser un jardín de infantes, por que en ninguna parte del programa esto se explica.

Dicho en otros términos, los hacedores de las bases asumen que la organización espacial de la escuela es una
construcción natural, cuando en realidad es histórica, y como consecuencia de ello no es necesario explicitarla.
Por que la arquitectura escolar ha pasado a ser un problema de especialistas (arquitectos) con lo que las
respuestas acaban siendo proyectos arquitectónicos.

A diferencia de la práctica que aún persiste en la actualidad, el proyecto de Sarmiento era pedagógico-
arquitectónico, y la arquitectura resultante era la respuesta correspondiente a las teorías de la educación
subyacentes en el marco de un proyecto político más amplio, es decir, en el contexto de su época. En España ha
perdurado una tradición: la que hace que arquitectos y pedagogos trabajen juntos. Probablemente esto sea, sino
la única, la razón de mayor peso a la hora de evaluar los resultados exhibidos por la arquitectura escolar
española.18

En términos de arquitectura, la escuela acaba pareciéndose a la prisión en la medida en que su proyecto es


consecuencia de la reproducción de un modelo que se construyó históricamente. La adopción del Panóptico
implica la adhesión a un determinado esquema de relaciones de poder basado en la estricta vigilancia y en la
sectorización diferencial (por sexo, por edad, etcétera). Y en la regulación de los tiempos: en el caso de la
Escuela elemental de Fagnano Olona, Italia, proyectada por Aldo Rossi en 1972, perdura el panóptico como
organización de los espacios y los flujos en relación a un espacio central. En ese espacio, el reloj vigilante del
tiempo, se posiciona en el eje de simetría.

Aldo Rossi. Escuela elemental Fagnano Olona, Italia, 1972.

Este esquema de relaciones, que en la prisión no se ha modificado, en la escuela ha sido objeto de cambios que,
necesariamente, no han podido ser debidamente acompañados por una arquitectura que carece, precisamente,
de la flexibilidad necesaria para adaptarse al cambio derivado de la fragmentación del poder, consecuencia de
las teorías críticas y autogestionarias, que han entendido al docente y al alumno como hombres y mujeres
capacitados para cumplir con responsabilidad y libertad con sus respectivas obligaciones escolares, lo que
implica abandonar la búsqueda del efecto inhibidor que produce el Panóptico, pues ya no resulta necesario.

Por otra parte, tanto en la institución escolar como en la carcelaria, la base organizacional es el modelo taylorista
de división del trabajo, y este a su vez se basa en la creencia de que los seres humanos, en general, deben y
prefieren ser dirigidos, e inclusive rehuyen a la responsabilidad que implica la libertad, y que solo buscan la
seguridad, de donde la arquitectura para el control encuentra su fundamento organizacional y su vinculación con
la didáctica conductista. Pero desde el constructivismo se postula que la organización debe constituir el ámbito
posibilitante para que el hombre asuma la responsabilidad por su trabajo sin necesidad de control ni sanción. Y
esto tiene obvias implicancias en la arquitectura.

18
Fundamentalmente esto se verifica en la arquitectura catalana.
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Sergio Bertozzi arquitecto

Bolles-Wilson. Escuela en Gievenbeck.

Lo que antecede no ha sido más que una exposición, una descripción del estado de situación percibido a partir
de la experimentación del espacio escolar desde una perspectiva diferente, en el sentido de que el haber pasado
por la escuela no significa que la conozcamos, es decir, pasamos por ella a una edad en la que nuestra
percepción de los hechos es obviamente diferente. Una visión posterior, enriquecida no solamente por el tiempo
transcurrido sino, fundamentalmente, por la perspectiva que proporciona la filosofía de la educación, no implica
que pueda inferirse cómo debería ser la arquitectura escolar, pero genera asombro. El asombro que produce
advertir que muchas prácticas que se han naturalizado podrían ser diferentes y que de hecho no siempre fueron
tal como aparecen en el presente. La arquitectura no es la institución, solo la alberga, pero es pertinente recordar
que el desarrollo de las potencialidades humanas requiere de un contexto de relaciones humanas positivas, y
que la arquitectura tiene en ese sentido un rol fundamental, porque la arquitectura es un recurso educativo. Este
concepto está presente en la arquitectura escolar española contemporánea, materializado en proyectos cuyos
valores estéticos han sido puestos por encima de los otros, por que se entiende que la escuela debe ser, ante
todo, bella. Tan bella que la crítica arquitectónica ha llegado a decir que la arquitectura española está “enferma
de belleza”.

En 1846 se podía leer en un libro lo siguiente: “nuestras escuelas deben ser construidas de manera que su
espectáculo obrando diariamente sobre el espíritu de los niños, eduque su gusto, su físico y sus inclinaciones”.
Este libro era Educación popular, y su autor, Domingo Faustino Sarmiento.

Arquitecto Sergio Bertozzi, Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María del Buen Aire, 2001.

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Sergio Bertozzi arquitecto

BIBLIOGRAFIA

AAVV. Textos para repensar el día a día escolar. Buenos Aires, Santillana, 2000.

Inés Dussell. Marcelo Carusso. La invención del aula. Una genealogía de las formas de enseñar. Buenos Aires,
Santillana, 1999.

Michel Foucault. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires, Siglo XXI, 1989.

Leslie Fairwather. La evolución de las prisiones, Escala 109, Santa Fe de Bogotá, s.f.

Peter Buchanan. Una salida inaccesible. Centro penitenciario Brians. El Croquis, 51, Madrid, 1991.

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