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recensiones / 349

KESSLER, Gabriel. El sentimiento de


inseguridad. Sociología del temor
al delito. Siglo XXI, 2009. 288 pp.

El libro el sentimiento de segu- pio del dispositivo legal), la inseguri-


ridad de Gabriel Kessler propone una dad remitiría al campo de las proba-
aproximación a la recepción subjetiva bilidades: al riesgo de sufrir algún
de la seguridad a partir de una riguro- tipo de agravio. En este punto la lite-
sa investigación de campo en Argenti- ratura se bifurca: algunas posturas,
na. El trabajo nos plantea una pre- inspiradas por el último Foucault, se-
gunta que no por relegada deja de ser ñalarían que la noción de riesgo más
fundamental: ¿Qué es la inseguri- tiene que ver con un tipo de tecnolo-
dad? Evidentemente, la inseguridad gía de gobierno sobre las poblacio-
se define por algo muy diferente al nes que con una nueva entidad. Sería
conjunto de delitos que ocurren en un un recambio en las estrategias de
momento dado, puesto que por un poder y en su retórica, no en el cam-
lado deja fuera todos los delitos dis- po fáctico que existe de manera inde-
tintos a la criminalidad callejera, pendiente a estas tecnologías. Otra
mientras incorpora en su catálogo perspectiva sugiere lo contrario: la
eventos y prácticas no necesariamen- centralidad del riesgo en nuestras
te criminales, como las incivilidades, sociedades supone una mutación en
la presencia de otros percibidos como su funcionamiento, y en la manera de
peligrosos o el miedo al delito. estimar y controlar los riesgos que
En contraste, podríamos defi- produce. A la sociedad contemporá-
nir la inseguridad, como la misma nea le sería inherente la producción
palabra sugiere y una parte impor- de un volumen y tipo de riesgos que
tante de la literatura indica, a partir ya no pueden ser calculados ni con-
de la noción de riesgo. Es decir, la in- trolados por los medios convencio-
seguridad es probabilista, actuarial. nales. Si escogemos esta segunda
Más que al catalogo geométrico de opción (a la que creo se adscribe Ga-
los delitos, a la constatación de la briel Kessler en su trabajo), la inse-
ocurrencia de un hecho (método pro- guridad podría comprenderse por las
formas sociales con que se definen,
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estiman, representan y se reacciona A través de un trabajo de campo minu-


frente a estos riesgos. cioso, en que se combinan datos cuan-
Esto nos permite dar otro paso titativos (encuestas de victimización,
en la definición de eso que llamamos estadísticas oficiales), con entrevistas,
inseguridad: la inseguridad tiene una grupos focales, revisión de fuentes he-
clara dimensión subjetiva. La insegu- merográficas y observación, se propo-
ridad es “sentimiento de inseguri- ne en primer lugar un refinamiento
dad”, tal como se denomina el libro conceptual y metodológico, desagre-
de Gabriel. Pero introducir un ele- gando el sentimiento de inseguridad
mento subjetivo, incluso afectivo, no en cuatro dimensiones diferenciadas y
tiene nada que ver con la descalifica- autónomas: la preocupación por la in-
ción de su importancia o su realidad. seguridad, el cálculo de las amenazas,
Se suele combinar una vieja tradición la emoción que se experimenta y las
moderna que opone razón y senti- respuestas que se elicitan.
miento, con el cálculo político que La primera dimensión, de orden
pretenden restar relevancia a las de- política, es definida por los discursos
mandas públicas, en una operación que circulan socialmente. Es, en bue-
que niega la validez de esta percep- na medida pero no de manera mecá-
ción por irreal o sin fundamento. nica ni unidireccional, el ámbito en
De hecho, tanto en el campo que los medios de comunicación y los
académico como político, podemos actores políticos imponen su agenda.
dividir en dos las posturas sobre el El segundo componente del
tema: una, que podríamos llamar es- sentimiento de inseguridad, de or-
céptica, que presupone que el senti- den cognitivo, alude a qué tanto los
miento de inseguridad no es más sujetos se estiman expuestos a las
que eso, un sentimiento, que no tie- amenazas. Si bien pueden influir las
ne correspondencia con el delito o la agendas mediáticas, su fuente es la
llamada “inseguridad objetiva”, sino experiencia local, de orden ecológi-
que aludiría a procesos sociales de ca, que se verifica en los espacios so-
otro orden, o al efecto de los medios ciales en que se desenvuelve.
de comunicación que, ya sea como
La tercera dimensión es la
expresión de determinadas agendas
emocional, qué sentimientos y emo-
políticas, o por su efecto mismo
ciones experimenta el sujeto. El tra-
como amplificador de los hechos,
bajo de Gabriel advierte que estas no
producen. Del lado opuesto, tendría-
se reducen únicamente al miedo,
mos las posturas que podríamos lla-
pues pueden conocerse y transitarse
mar realistas, que suponen que el
por emociones tan distintas como la
sentimiento de inseguridad expresa
compasión, la ira, la vergüenza, etc.
una realidad tangible sobre el delito.
Está gobernada por reglas sociales
El libro de Kessler tiene la virtud que definen qué se experimenta y
de desmarcarse de ambas perspectiva. cuáles emociones es válido expresar.
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Por último, la dimensión que físico y social en términos de un gra-


podríamos llamar “conativa”, alude a diente indeterminado de riesgo.
las respuestas que adoptan los suje-
En segundo lugar, este aumento
tos para lidiar con la inseguridad.
de la incertidumbre no es para nada un
Si bien estas dimensiones consti- problema “ontológico” sino que resul-
tutivas del sentimiento de inseguridad taría de los procesos sociales recientes
tienen algún grado variable de relación que redefinen los contornos de la vida
con el volumen de delitos que ocurren, social, de los cambios en las categorías
no pueden ser explicadas únicamente sociales (clase, barrio, origen, etc) y en
por estos. La mayor centralidad de la las relaciones entre ellas. La exclusión y
preocupación por el delito es resultado precariedad, la fragmentación social, el
de una comparación subjetiva con tiem- deterioro de las formas de identidad y
pos pretéritos, evocados de manera socialidad dentro de los grupos socia-
idealizada, y variables como las locacio- les de antaño, estarían íntimamente
nes, sujetos y prácticas delictivas ten- vinculados con el mayor desasosiego y
drán un peso relevante. De esta forma, mayor exposición al delito. La inseguri-
el mayor sentimiento de inseguridad en dad expresaría en consecuencia una
la Argentina de hoy estaría asociado en nueva configuración social.
buena medida con la deslocalización
del peligro (ya el delito no está acotado a Pero esto para nada supone una
zonas tradicionalmente percibidas negación del riesgo real de delito, sino
como peligrosas) y la desidentificación que más bien lo acompaña. Como re-
de los victimarios (ya no encarnan los lata Gabriel en un trabajo previo, So-
estereotipos tradicionales del “delin- ciología del delito amateur, al igual
cuente”), aumentando en consecuencia que lo que proponen otros muchos
la aleatoriedad percibida. El riesgo de autores, el delito conoce una nueva
ser víctima ya no está asociado con de- configuración resultado de estos pro-
terminados lugares ni con determina- cesos sociales que marcan el tránsito
dos sujetos percibidos como peligro- de una sociedad de inclusión jerarqui-
sos, sino que se puede venir de cual- zada, en que el trabajo era el signo de
quier persona y ocurrir en cualquier lu- la socialización y la pertenencia del in-
gar. Luego, es producto de un azar que dividuo, a otra en que prevalece la ex-
el sujeto no puede controlar: no tiene clusión y la precariedad.
como predecirlo ni como domesticarlo. La inseguridad, tanto en su di-
Quisiera resaltar dos conse- mensión objetiva como subjetiva, da
cuencias de esta idea. Por una parte, el cuenta de una nueva configuración de
sentimiento de inseguridad no sería lo social, de los cambios en las relacio-
tanto una función del aumento neto nes sociales, los conflictos y las posicio-
del delito como de la incertidumbre nes entre los actores sociales, los nue-
sobre las relaciones entre lugares, su- vos contornos de las clases, los despla-
jetos y prácticas de riesgo. Es decir, su- zamientos y mutaciones en las inscrip-
pone una resemantización del espacio ciones e identidades colectivas. Inclu-
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so, la inseguridad es, tanto para el pú- mientras que en la crisis pos-conver-
blico como para el poder, una de las sión pasó a un segundo plano para
maneras en que se hace inteligible, se que primaran los problemas sociales y
recodifica esta nueva configuración de económicos.
lo social. La retórica de las clases socia- A la vez, los eventos del pasado
les y la distribución del bienestar da contribuyen a definir las percepcio-
paso a la inseguridad como marco de nes del presente. Así, la reciente dic-
inteligibilidad de las nuevas relaciones tadura militar y la crisis económica
y conflictos. Ya no hay clases sino vícti- de hace una década favorecen para la
mas y victimarios, honestos y peligro- Argentina un significado más “social”
sos, no hay bienestar sino seguridad. y menos moral del delito.
Esta forma de inteligibilidad de lo
Otras disposiciones sociales,
social no deja de tener consecuencias,
como los marcos referenciales de los
pues desdibuja el anclaje estructural de
actores, los modos de expresión
los fenómenos que rotulamos como in-
emocional, la distribución de pape-
seguridad, se culpa al excluido, se favo-
les de acuerdo a género, edad y cla-
rece la adopción de posiciones puniti-
se, la proximidad y distancia con
vas y autoritarias, se privilegian las sali-
áreas y sujetos etiquetados como pe-
das penales y policiales (o, en el caso
ligrosos, las características del espa-
de algunas posturas pretendidamente
cio en que se habita, o incluso las
progresistas, la retórica preventivista
respuestas escogidas para lidiar con
que termina conviviendo y legitimando
la propia ansiedad frente al delito,
las posturas más duras), para culminar
también contribuyen a configurar el
por despolitizar y encubrir el conflicto
sentimiento de inseguridad.
subyacente. Como concluye Gabriel en
su trabajo, la inseguridad es una de- Una virtud capital del texto de
manda que desborda cualquier res- Kessler es cómo elude los tópicos
puesta intentada, e incluso se retroali- que sobre el tema prevalecen tanto
menta y reverbera con frecuencia de las en el debate académico y en la discu-
fórmulas ensayadas para satisfacerla. sión pública. El sentimiento de inse-
Por otra parte, el sentimiento de guridad no es ni un reflejo mecánico
inseguridad está condicionado por los de la realidad del delito ni una cons-
acontecimientos históricos y los cam- trucción interesada de los poderes
bios epocales. Kessler glosa cómo sus fácticos. Tampoco se puede reducir a
contenidos han variado en el transcur- la intervención de procesos sociales
so de las últimas décadas según perio- velados que se condensan en la for-
dos definidos por hitos que expresan ma de miedo al delito. Sería (y aquí
tanto nuevos tiempos como formas una interpretación libre) una conste-
distintas de comprender el delito. Por lación de discursos, artefactos, prác-
ejemplo, durante la dictadura militar ticas y subjetivaciones que atravie-
argentina la inseguridad estaba aso- san instituciones, colectividades e in-
ciada con el terrorismo de estado, dividuos y definen prácticas, modos
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de percibir y de sentir. No se resuelve sos posibles) y tiene la virtud de articular-


su naturaleza en el debate entre lo se con otros discursos. Temas como la
objetivo y lo subjetivo, sino que codi- inclusión social, el papel del estado y la
fica lo objetivo y crea subjetividades. sociedad, la exclusión o el deterior mo-
Podríamos entenderlo como un ral, que formarían parte de la retórica
dispositivo que ordena y articula la ex- progresista o de derechas, son fácilmen-
periencia de la vida social en un mun- te asimilables a la inseguridad. En Vene-
do precario, en que los referentes con- zuela, curiosamente, tanto un bando
vencionales que servían de guía en el como el otro han desplazado sus posi-
mundo social se desvanecen y apare- ciones a un eje común que considera la
cen nuevas figuras inéditas (el joven inseguridad como un problema moral
como delincuente, el vecino como pe- (sea por resultado de la anomia, para
ligroso, lo público como hostil), a la unos, o de los valores capitalistas, para
vez que regula las prácticas, privadas y otros), mientras coinciden en las solucio-
colectivas, y las interacciones. nes ofrecidas: una mezcla de mayor pu-
nitivismo y estrategias preventivas, que
Se constituye desde determi-
respondan a la degradación moral con
nados discursos y categorías colecti-
castigo o “rehabilitación”, según sea el
vas que producen sentido y significa-
caso.
dos a los hechos, prácticas y emocio-
nes. Pero, como muestra Gabriel, Pero por otra parte, la inseguri-
también se “crea” desde abajo, des- dad despolitiza, pues tiende a encu-
de las narrativas y relatos locales y brir los conflictos que subyacen a las
los consensos que construyen, o en ansiedades colectivas y al delito,
la manera en que se reapropian de mientras sustituyen las relaciones
los discursos “descendentes”. sociales por la sospecha y el cada vez
mayor repliegue a la vida privada. El
La inseguridad es un dispositivo
trabajo de Gabriel concita a una refle-
poderoso, que atraviesa tanto los discur-
xión sobre los efectos societales y
sos institucionales y los diálogos locales.
políticos que implica el creciente
De allí su uso frecuente en el debate polí-
sentimiento de inseguridad que ocu-
tico. Aunque Gabriel señala el riesgo de
pa a nuestras sociedades.
intentar capitalizar políticamente la inse-
guridad, los réditos que ofrece son ines-
Andrés Antillano
timables. La inseguridad es una podero-
Universidad Central de Venezuela.
sa herramienta política a la vez que des-
Caracas. E-mail: andresantillano@
politiza. Es útil políticamente pues ofrece
gmail.com
la posibilidad de construir consensos (el
miedo, en nuestras sociedades fragmen-
tadas, es quizás el último de los consen-

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