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1. EL AMBIENTE
2 GALEAZZI LISI, R., A la luz y bajo la sombra de Pío XII, Barcelona 1967, p.223.
3 TARDINI, D.; PÍO XII; FLICHE, A.; MARTIN, V., Historia de la Iglesia, vol. XXVII/1,
Valencia 1983, p. 573.
4 Cuando en 1944 murió el secretario de Estado, cardenal Luigi Maglione, Pío XII
no cubrió la vacante, sino que dirigió personalmente la Secretaría de Estado, apoyándo-
se en dos prosecretarios: monseñor Montini para Asuntos Ordinarios y monseñor Tardini
para Asuntos Extraordinarios. El puesto de camarlengo de la Iglesia estaba vacante des-
de 1941 con la muerte del cardenal Lorenzo Lauri. Siendo este último cargo de impor-
tancia fundamental durante el período de Sede vacante, el Sacro Colegio cardenalicio
eligió al cardenal Benedetto Aloisi Masella para ocuparlo.
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5 Las ideas de la Curia se articulaban en torno a varios cardenales, como los cinco
que constituían el popularmente denominado «pentágono de púrpuras»: Giuseppe Piz-
zardo, Alfredo Ottaviani, Adeodato Piazza, Nicola Canali y Clemente Micara. El cardenal
Piazza murió en 1957, por tanto en el año anterior al fallecimiento de Pío XII.
6 Por ejemplo, causaba especial desagrado la creciente influencia de la madre Pas-
calina Lehnert, gobernanta de los apartamentos papales, o del arquíatra pontificio, doc-
tor Riccardo Galeazzi Lisi, así como la de los príncipes Marcantonio y Carlo Pacelli,
sobrinos del papa.
7 51 % en los cónclaves de 1914 y 1922 y 53 % en el de 1939.
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2. LAS EXPECTATIVAS
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17 Sin ser diplomático de carrera, Roncalli había servido a la Santa Sede en diversas
misiones: visitador apostólico en Bulgaria (1925-1931), delegado apostólico en Bulgaria
(1931-1934), delegado apostólico en Turquía y Grecia (1934-1944), nuncio en Francia
(1945-1953). Él siempre mostró una decidida disposición hacia el trabajo directamente
pastoral y un ferviente deseo de poder dedicarse totalmente a él.
18 Las anotaciones correspondientes a los meses de octubre y noviembre de 1958,
con algunas supresiones: CAPOVILLA, L. F., Vent’anni della elezione di Giovanni XXIII,
Roma 1978, pp. 38-47; ID., Mi chiamerò Giovanni, Bergamo 1998, pp. 269-274.
19 Beatificationis et Canonizationis Servi Dei Ioannis Papae XXIII Summi Pontificis
(1881-1963). Biografia documentata, pars I-IV, Roma 1995. Las agendas se añaden en
apéndice.
20 El lunes 6 de octubre escribe: «Por desgracia, las condiciones del Santo Padre
siguen en continuo empeoramiento. Del hipo se ha pasado a los trastornos circulatorios.
El augusto enfermo recibió la S. Comunión y la Extremaunción. Todo hace temer por su
salud. Es mi deber rezar y hacer rezar por él. Es lo que hago y sigo haciendo con gusto.
Por lo demás, debo decir que, como en otros casos, tuve fenómenos de telepatía que me
hacen presentir el futuro». El miércoles 8 la situación es crítica: «Las noticias sobre la
salud del Santo Padre siempre graves, incluso gravísimas».
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21 Cf. «Vent’anni di pontificato. Discorso a San Marco dopo la messa di réquiem per
Pio XII»: RONCALLI, A. G., Scritti e Discorsi, vol. III, Roma 1959, pp. 702-709. En la ano-
tación de la agenda, correspondiente al viernes 10 de octubre, señala: «Luto por la muer-
te del papa. Unánime y conmovido en toda la ciudad: una reconfortante sorpresa. La pre-
sencia del papa, tan viva y tan vivaz durante dieciocho años, en las dolorosas circuns-
tancias del final de la guerra y de la postguerra, a pesar de las miserias de los ataques de
la prensa más fogosa e indigna, ejerció una profunda penetración en el alma contempo-
ránea: y este sencillo comportamiento suyo en la distribución infatigable de la buena
doctrina, fue un apostolado que ha hecho merecedor al papa Pío XII de un reconoci-
miento sin fin. El futuro juzgará y bendecirá su nombre grande y bendito».
22 GIOVANNI XXIII, Lettere 1958-1963, Roma 1978, p. 482.
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3. LAS ORIENTACIONES
regreso, ni siquiera como posible secretario de Estado del nuevo papa 26.
Así pues, las miradas se dirigen en otra dirección.
Se habla de los cardenales Ruffini y Ottaviani, de línea conservado-
ra y que tendrían el posible apoyo de diversos sectores, pero parece
difícil que alguno de ellos pueda conseguir el quorum necesario. Se
abre paso la conveniencia de un pontificado de transición, de perfil
bajo, que ponga a punto la maquinaria del gobierno central de la Igle-
sia (Curia romana, Colegio cardenalicio...), que haga posible una cier-
ta distensión en el ambiente eclesiástico y que suponga una garantía
doctrinal, teológica y pastoral. Aquí las opciones no son muchas, dada
la edad de varios cardenales. El grupo dirigido por monseñor Tardini,
que aunque él mismo no es cardenal ejerce una indudable influencia,
orienta sus preferencias hacia el cardenal Aloisi Masella, de 79 años,
camarlengo, que ha desarrollado su vida entre la diplomacia y la Curia
romana. Pero el consenso es indudablemente mayor en torno a Ronca-
lli: tiene la edad adecuada para lo que se pretende, une las cualidades
de diplomático y pastor, y posee una personalidad sencilla y de trato
agradable, como han podido comprobar los muchos cardenales que han
sido sus huéspedes en Venecia.
Otro sector del Colegio cardenalicio parte de unas premisas diferen-
tes. Estos cardenales, entre los que se incluyen los de tendencia más
abierta y los vinculados a ambientes misioneros, no desean un pontifi-
cado de transición, que supondría perder un tiempo precioso, sino un
pontificado distinto, orientado hacia un fortalecimiento de la Iglesia y
que signifique un cambio, aunque existen diferentes modos de enten-
der la amplitud y el significado de este cambio. Un posible candidato
sería el cardenal Lercaro, arzobispo de Bolonia, pero la mayoría se
inclina por un papa no tan imprevisible, sino por una persona que
aporte cierta novedad sin sobresaltos. Incluso se consideran llegados
los tiempos de un papa no italiano. El candidato de este grupo es el
cardenal Agagianian.
26 La posible vuelta de Montini como secretario de Estado fue un tema que estuvo
presente en las discusiones y comentarios de esos días. Juan XXIII, gran amigo de Mon-
tini, preferirá mantenerlo como arzobispo de Milán. Nombrará secretario de Estado a
monseñor Tardini, su antiguo superior, que no siempre había estado de acuerdo con él en
el pasado. Probablemente estas decisiones maduraron en los encuentros mantenidos
antes de empezar el cónclave.
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miércoles: cardenal Tedeschini, de la Curia, y cardenal Canali, de la Curia; día 23, jue-
ves: cardenal Grente, arzobispo de Le Mans; cardenal Roques, arzobispo de Rennes, y
cardenal Fumasoni Biondi, de la Curia; día 24, viernes: mons. Olivotti, obispo auxiliar
de Venecia; día 25, sábado: Giulio Andreotti, ministro italiano de Finanzas.
29 El día 14 de octubre escribe: «Gran movimiento de mariposas en torno a mi pobre
persona. Algún encuentro fugaz que sin embargo no turba mi tranquilidad».
30 RONCALLI, M., Juan XXIII. En el recuerdo de su secretario Loris F. Capovilla,
Madrid 2000, p. 53.
31 Ibíd., p. 54.
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32 ANDREOTTI, G., A ogni morte di papa. I papi che ho conosciutto, Milano 1980,
pp. 72-73.
33 «Si se hubiese elegido al cardenal Agagianian el mundo árabe se habría subleva-
do, por el antagonismo con los armenios, y asimismo las diversas Iglesias orientales
habrían visto mal la preferencia por el armenio»: Beatificationis et Canonizationis Servi
Dei Ioannis Papae XXIII Summi Pontificis (1881-1963). Positio super vita, virtutibus et
fama sanctitatis, vol. IIa, Roma 1997, p. 341.
34 Anotación en la agenda correspondiente al domingo 19 de octubre de 1958.
35 Anotación en la agenda correspondiente al viernes 24 de octubre de 1958.
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4. LA ELECCIÓN
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41 Su celda estaba entre la del cardenal Ruffini y la del cardenal Fossati. Escribe el
día 24 en la agenda: «Visita a la celda: la mía, la n. 15 en el segundo piso: la habitación
del Comandante de los Guardias Nobles». Curiosamente, a la entrada permanecía una
placa con la inscripción «Comandante».
42 Cf. Acta Apostolicae Sedis, 38 (1946) 65-99.
43 En cuanto a la orientación del voto del patriarca de Venecia en este cónclave,
cabe señalar que lo dio al cardenal Valerio Valeri (1883-1963), su predecesor en la nun-
ciatura de París y que, acusado de haber mantenido la representación diplomática ante el
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Así pues, en la tarde del domingo los votos aumentan, hasta el pun-
to de hacer previsible la elección de Roncalli el día siguiente, lunes 27
de octubre. Dos datos aportados por el propio Roncalli parecen confir-
marlo así. En su agenda se refiere al lunes 27 como «el día que parecía
casi conclusivo y no lo fue». Otro dato importante lo encontramos en el
texto que el nuevo papa leyó al aceptar el pontificado en la tarde del
martes 28. En la versión oficial, el texto finaliza con las palabras «In
solemnitate Christi Regis cantavimus...», mientras que en el autógrafo
roncalliano está escrito: «Heri cantavimus...» (ayer hemos cantado). La
solemnidad de Cristo Rey se celebró el domingo 26 y, por tanto, Ron-
calli preparó el texto durante el lunes 27 para leerlo ese mismo día, en
el que consideraba muy probable su elección 46. No fue así y las fuma-
gobierno de Vichy, se había visto obligado a abandonar el cargo por presiones del gene-
ral De Gaulle. Desde 1953 era prefecto de la Congregación de Religiosos. Cf. CAPOVILLA,
L. F., Vent’anni..., p. 25. En los últimos escrutinios, Roncalli votó al decano, cardenal
Eugène Tisserant (1884-1972), según confidencia de Juan XXIII al profesor Eugenio
Bacchion. Cf. Positio..., p. 316.
44 Por la tarde a Roncalli le tocó ser uno de los escrutadores.
45 Así lo declarará monseñor Bruno Heim en el proceso canónico, basándose en una
confidencia del propio Juan XXIII. Cf. Positio..., p. 813
46 Cf. GAETA, S., Giovanni XXIII. Una vita di santità, Milano 2000, p. 204.
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tas negras aparecieron a las 11,15 y 17,35. Ignoramos si, en las evolu-
ciones del cónclave, fue éste el momento en el que crecieron o apare-
cieron otras candidaturas, pero resulta probable. Según parece, por la
tarde la candidatura de Roncalli vuelve a recuperarse o a oscilar: «En
las sesiones de la tarde, peor que peor» 47. Hay también una oscura
referencia cuyo alcance concreto se nos escapa:
«Para algunas personas ha llegado la hora del ignosco et dimitto, que está en el
cuarto puesto del Quinque puncta utilissima recitanda ante vel post Missam. Sí, yo
paso por alto y perdono de buen corazón y encuentro gusto en perdonar. Así el
Señor me mantenga la delicia interior de hacerlo y de hacerlo siempre usque
vivam. Éste es el modo más perfecto de vivir y morir.»
ecuménico durante una treintena de años, hablando de él a Pío XII y más tarde a Juan
XXIII el mismo día de su elección», STABILE, F. M., «Il cardinal Ruffini e il Vaticano II.
Le lettere di un “intransigente”», Cristianesimo nella Storia, 11 (1990) 134. La primera
referencia verbal de Juan XXIII sobre la necesidad de convocar un Concilio de la cual
tenemos noticia es del 30 de noviembre de 1958, dos días después de su elección, CAPO-
VILLA, L. F., Giovanni XXIII. Quindici letture, Roma 1970, p. 746.
49 Cf. CAPOVILLA, L. F., Mi chiamerò Giovanni, Bergamo 1998, p. 26.
50 Cf. RONCALLI, M., JUAN XXIII. En el recuerdo de su secretario Loris F. Capovilla,
Madrid 2000, pp. 57-58.
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51 CAPOVILLA, L. F., Vent’anni della elezione di Giovanni XXIII, Roma (1978), p. 7-8.
52 Así aparece en un escrito del cardenal Eugène Tisserant, decano del Sacro Cole-
gio cardenalicio, publicado en facsímil tras su muerte. Cf. Panorama, 6 de julio de 1972.
53 Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus papam. Eminentissimum ac reveren-
dissimum dominum Angelum Iosephum Sanctae Romanae Ecclesiae cardinalem Roncalli,
qui sibi nomen imposuit Ioannis vigesimi tertii.
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58 Cf. RONCALLI, M., JUAN XXIII..., p. 62. También serán abolidas la incensación de
rodillas al sumo pontífice y la triple genuflexión ante el papa.
59 «Algo cortado, casi subyugado por la solemnidad del momento y la majestad del
lugar, pregunté tímidamente: “¿Deseáis ver a alguien? ¿Hay algo que os urja?”. “No,
respondió, ante todo déjame decir en paz las vísperas y las completas”», Cf. CAPOVILLA,
L. F., Mi chiamerò Giovanni..., p. 36.
60 Al final de la cena «apareció el anciano comendador Pio Manzia, de paso insegu-
ro, con una botella de champán en la mano, “Padre santo, es tradición que el maestro de
casa obtenga el permiso para descorchar una botella, ofrecer a su santidad y recibir el
resto como regalo”. El papa sonrió, aceptó un sorbo y condescendió de buen grado al
deseo del buen Manzia, que se retiró todo altivo con su preciosa joya», ibíd.
61 Durante un retiro espiritual en 1962, Juan XXIII escribe: «Primera gracia. Acep-
tar con sencillez el honor y el peso del pontificado, con el gozo de poder decir que no hice
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nada por provocarlo, absolutamente nada; es más, con un interés cuidadoso y consciente de
no provocar por mi parte ninguna atención sobre mi persona; muy contento, entre las varia-
ciones del cónclave, cuando veía alguna posibilidad disiparse en mi horizonte y dirigirse
sobre otras personas, verdaderamente también a mi juicio dignísimas y venerables»: GIO-
VANNI XXIII, Il Giornale dell’anima e altri scritti di pietà, Cinisello Balsamo 1989, p. 615.
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través del tiempo? ¿Por qué un hombre tradicional fue capaz de iniciar
el aggiornamento de la Iglesia? Tal vez porque, aun legítimos, los plan-
teamientos en los que se basó su elección eran excesivamente huma-
nos, y a quien habían elegido los cardenales en aquella tarde del otoño
romano era, ni más ni menos, un hombre auténticamente de Dios. Obo-
edientia et pax rezaba su lema episcopal y fue, en verdad, un programa
de vida 63. Unas palabras suyas pronunciadas en los primeros días del
pontificado nos dan, en su sencillez, la clave del ministerio y de la
entera existencia del papa Juan: «El secreto de todo está en dejarse
llevar por el Padre y en llevar el Padre a los hermanos» 64. Este actitud
es la que hizo posible un nuevo Pentecostés en la Iglesia.
63 En 1961, durante un retiro espiritual, escribe: «La experiencia de estos tres años
de mi servicio pontifical que tremens et timens, acepté en pura obediencia a la voluntad
del Señor expresada en la voz del Sacro Colegio de los cardenales en cónclave, es testi-
monio y motivo conmovedor y perenne de la fidelidad de mi espíritu a esta máxima:
absoluto abandono en Dios, por lo que respecta al presente; y perfecta tranquilidad en
cuanto al futuro»: Giovanni XXIII, Il Giornale..., p. 579.
64 CAPOVILLA, L. F., Giovanni XXIII papa di transizione, Roma 1979, p. 63.
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