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DOSSIER

REPRESENTACIONES FIGURATIVAS, MUJERES Y


ARQUEOLOGÍA
Trinidad Escoriza-Mateu1, Andrea González-Ramírez2 y Pedro V. Castro-Martínez3

Resumen:

En este trabajo abordamos el estudio de las Representaciones Figurativas. Para ello proponemos la utili-
zación de claves teórico-metodológicas alejadas de presupuestos relativistas, esencialistas y universalistas
y que tienden a mostrar a los sujetos sociales y sexuales abocados a destinos casi inevitables. De ahí la
necesidad de contar con una teoría arqueológica que favorezca el estudio no apriorístico ni arbitrario de las
mismas. Apostamos por una Arqueología como ciencia social comprometida con la mejora de las condicio-
nes de vida de las mujeres y hombres. Así, frente a idealismos y mitificaciones, y ante el androcentrismo
imperante, reivindicamos un uso no sexista del conocimiento científico. Consideramos que el estudio de las
Representaciones Figurativas ha servido para la instalación y refuerzo de estereotipos misóginos perversos
de la mano de una Arqueología Capitalista y Patriarcal cada vez más inmovilista y conservadora.

Palabras clave: Representaciones figurativas, Arqueología feminista, Teoría arqueológica, Realismo


epistemológico.

FIGURATIVE REPRESENTATIONS, WOMEN AND ARCHAEOLOGY

Abstract:

In this essay we tackle the study of archaeological figurative representations. To that end, we propose the
use of theoretical and methodological strategies which may be far from relativist universalist and essen-
tialist positions, because it usually shows the social and sexual subjects associated with unavoidable fates.
Therefore, we would like to raise the need for an archaeological theory that do not allow arbitrary and
pre-constructed studies. We argue for an archaeology like social science committed to improving the living
conditions of women and men. Hence, for address the problem of idealism and prevailing androcentrism,
we claim the no-sexist use of scientific knowledge. Moreover, we consider that Figurative Representations
studies promote -due to the conservative presence of the Capitalist and Patriarchal Archaeology- the stren-
gthening of perverse and misogynous stereotypes.

Keywords: Figurative Representations, Feminist Archaeology, Archaeological Theory, Epistemological


Realism.

1
Departamento de Historia, Geografía y Humanidades. Universidad de Almería. [tescoriz@ual.es]
2
Carrera de Arqueología, Facultad de Educación y Estudios del Patrimonio Cultural. Universidad SEK, Chile. [andre.gonzalez.ramirez@
gmail.com]
3
Departamento de Prehistoria. Universitat Autónoma de Barcelona. [pedro.castro@uab.cat]

Recibido: 15/05/2015; Aceptado: 10/09/2015

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Lo mismo que no es posible pensar objetos espa- tiranía de las propias RF, a ese estar “presos/as” y a la
ciales fuera del espacio y objetos temporales fuera “cárcel” que conlleva el hecho de la propia represen-
del tiempo, así no podemos pensar ningún objeto tación, es como podremos elaborarlas, revertirlas y,
fuera de la posibilidad de su conexión con otros. así, hacerlas explicativas en alguna dirección.
(Wittgenstein, 1973: 37)
Además, es necesario insistir que la Arqueología
Patriarcal ha construido, en base a las RF, un discurso
perverso y ficticio sobre el colectivo femenino en el
1. INTRODUCCIÓN pasado, imprescindible para afianzar las relaciones
de dominio en el presente, basándose para ello en lo
¿Qué papel juegan en las prácticas político-ideológi- que se supone debió ser y debe seguir siendo. Este
cas de las sociedades ágrafas las Representaciones tipo de imposturas fijan a las mujeres en lugares que
Figurativas (en adelante RF)?, ¿cuáles son los pro- pretenden en muchas ocasiones ser ejemplificantes
blemas teórico-metodológicos a los que tenemos ejerciendo un dominio sobre el presente. Un ejem-
que hacer frente?, ¿cuáles son las consecuencias plo de este tipo de práctica patriarcal es gestionar la
políticas que el colectivo femenino padece deriva- diferencia sexual como la causa y desencadenante
das de la puesta en marcha de dispositivos sutiles de situaciones de dominio, violencia y explotación,
que inculcan significados ficticios en torno a las mis- cuando en realidad no es así. De ahí la necesidad de
mas?, ¿por qué ese cierto dirigismo y autoritarismo sexuar el pasado, siempre que el registro arqueoló-
de quienes (los Otros) las saben y reconocen como gico nos lo permita. Por ello es vital saber cómo y bajo
imprescindibles para la reproducción de las ideolo- qué circunstancias se ha construido la representación
gías y ordenes dominantes? Estas son solo algunas sobre un determinado colectivo social y sexual. Fun-
de las muchas preguntas que recurrentemente nos damentalmente, porque hay una tendencia a mostrar
hacemos al abordar el estudio de las RF. como socialmente relevantes unas determinadas
series de formas de relación económica y política.
Ahora bien, antes de continuar es conveniente señalar
algunos supuestos sobre los que articulamos nues- Y si bien han existido aportaciones interesantes, como
tros argumentos y que deberían permitir evitar lectu- ocurre con la llamada Arqueología Social Iberoame-
ras desilusionadas (Escoriza-Mateu y Castro-Marti- ricana, orientada a la resolución de preguntas de
nez, 2011; Castro-Martinez y Escoriza-Mateu, 2014). índole sociológica, y en ocasiones centradas en ámbi-
En primer lugar, no hablaremos de arte, iconografía, tos político-ideológicos, se ha atendido escasamente
lenguajes plásticos y/o estilos, y en general deja- a las RF como productos sociales con información
remos las ficciones para que engrosen una buena relevante. Sin duda, la herencia que el estudio del
o mala literatura. En segundo lugar, entendemos denominado “Arte Prehistórico” ha acarreado desde
por representación un modelo de exteriorización de las versiones más conservadoras de la historia del
hechos, de cosas-objetos o de ideas-pensamientos arte, a las visiones simbólicas relativistas y/o cogniti-
acerca de algo, que en el caso de nuestra disciplina vas adoptadas desde la antropología culturalista, han
debe contar con un sustrato físico para ser percibido sido decisivas. Ambas herencias se han orquestado
y, por lo tanto, abordado en su estudio. Esto quiere muy bien con un substrato común: una Arqueología y
decir que existen múltiples formas de representación una ciencia androcéntrica funcional para la reproduc-
y que sólo tenemos acceso a una porción, conservada, ción social del Patriarcado Capitalista.
de la materialidad social. Finalmente, pensamos
que toda representación es materia base transfor- Creemos que para superar los errores lógicos y los
mada mediante el trabajo de mujeres y hombres, y peligros políticos de estas herencias es necesario
está inserta en redes de funciones y/o usos sociales desarrollar una teoría arqueológica de las RF. De
específicos que habrá que intentar determinar (Esco- ahí que abordemos los principales problemas teó-
riza-Mateu, 2007). Creemos que es necesario reflexio- ricos, metodológicos y políticos que observamos en
nar y ofrecer otras alternativas teórico-metodológicas las prácticas científicas que intentan interpretar las
para el estudio de este tipo de objetos, calificables mismas. Una vez ofrecidos los factores que explican
como productos singulares (porque no forman parte dichas prácticas, se delimitarán aquellos elemen-
de procesos de trabajo económico, como materia base tos centrales que deberían tenerse en cuenta para
ni como medios de trabajo). Solo haciendo frente a la superarlas desde una visión teórica, política y epis-

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temológicamente explícita. Finalmente, se discuten el empleo de presupuestos y términos como el de


proyecciones analíticas y requisitos metodológicos “arte” y “estilo”, y propició el uso de metodologías
coherentes con la teoría propuesta. con una notable carga humanista empática. De la
segunda derivan la utilización de herramientas de
anclaje interpretativo, como las analogías etnográ-
2. REPRESENTACIONES FIGURATIVAS: ficas, que en ocasiones, asumen continuidades de
¿UN PROBLEMA ARQUEOLÓGICO? “Culturas” estables, que histórica y metodológica-
mente son muy discutibles.
Si existe una materialidad en Arqueología a partir de
la cual se generan discursos variopintos y se reali- En las últimas dos décadas del siglo pasado, a las
zan asunciones escasamente relevantes, esas son anteriores dos influencias, debe sumarse el impacto
las RF. La iconografía, el imaginario, el “Arte Pre- que supuso en Arqueología la crítica postmoderna a la
histórico”, o los estilos decorativos, son términos ciencia y la declaración de muerte de los meta-relatos.
habituales en Arqueología para referirse a la pre- Es decir, la crisis del sujeto del proyecto moderno y la
tensión de acceder al pensamiento y a las mentes disolución, con ello, de los objetivos de la ciencia y de
de los sujetos sociales y sexuales del pasado, y de la posibilidad de acceder al conocimiento verdadero.
esta manera alcanzar el ansiado significado que se Es en ese contexto, donde se produce una vuelta al
esconde tras éstas. Ahora bien, para poder caracte- interés por la representación y por ende por la icono-
rizar el escenario que sustenta la problemática del grafía y el simbolismo, (Hodder, 1982; Shanks y Tilley,
estudio de las RF en Arqueología, resulta necesario 1982, 1987, 1992; Hodder y Hutson, 2003 [1982]). En
distinguir los ámbitos que fundamentan su funciona- resumen, los problemas teóricos del estudio arqueo-
miento y sus consecuencias, especialmente las polí- lógico de las RF pueden concretarse, por una parte,
ticas. Una revisión pormenorizada puede consultarse en una sublimación poco reflexionada que instala una
en trabajos anteriores (Escoriza-Mateu, 2002; Esco- esencia estética, en cuanto son consideradas “obras
riza-Mateu y Castro-Martinez, 2011; González-Ra- de arte”; en una confianza en el acceso a los significa-
mírez, 20141), por lo que aquí nos limitaremos sólo a dos subyacentes, por cuanto se restringe o se selec-
apuntar cuestiones de índole general. ciona una definición actualista o limitada de la teoría
del signo/símbolo; y, finalmente, en un reduccionismo
funcional, en la medida que se le asignan de forma
2.1. ACERCA DE LOS PROBLEMAS TEÓRICOS excluyente propósitos y funcionamientos universales,
como los comunicativos o cognitivos.
Es posible diferenciar dos ontologías, una empirista,
la llamada “Nueva Arqueología”, y otra idealista,
característica de los enfoques del Historicismo Cul- 2.2. ACERCA DE LOS PROBLEMAS METODOLÓGICOS
tural, y también identificable en buena parte de los
diversos post-procesualismos. La primera considera Es sin duda, en los procedimientos analíticos y en
a la representación, como epifenómenos de la adap- la metodología en general donde se evidencian más
tación (Binford, 1965; Renfrew, 1975, 1982; Trigger, claramente las carencias teóricas de partida. Así, en
1989; Flannery y Marcus, 1996) y, en consecuencia, la visión esteticista, los estudios suelen recurrir al
no comportarían información de mayor interés a la método iconológico de Panofsky (2002 [1982]), com-
Arqueología. Para la segunda, contrariamente los plementado ocasionalmente con floridas ideas sur-
sistemas simbólicos, no son otra cosa que la fijación gidas al fragor de la crítica del arte. El resultado son
o apertura de significados. Fruto de ello resulta que interpretaciones con una enorme dosis de ambigüe-
la denominada “cultura material” es la materiali- dad y ficción. En el caso de la “Nueva Arqueología” el
zación misma del significado. Además de estas dos problema con respecto a las RF es otro, pues son sis-
ontologías también es posible localizar dos impor- temáticamente desplazadas al margen de lo social e
tantes influencias disciplinarias: la Historia del Arte identificadas como mera “curiosidad”, ya que no son
y la Antropología culturalista. La primera, determinó informativas para lo que realmente importa: la adap-

1 GONZÁLEZ-RAMÍREZ, A. (2014): Las Representaciones Figurativas como Materialidad Social: Producción y Uso de las Cabezas Clavas del
yacimiento arqueológico Chavín de Huántar, Perú. Tesis Doctoral Inédita. Universidad Autónoma de Barcelona.

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tación sistémica. Uno de los efectos de la desaten- hombres, y donde el trabajo social y sus implicacio-
ción fue precisamente la cristalización de conceptos nes en la producción y mantenimiento de la vida sean
incorporados directamente desde la práctica históri- un objetivo de análisis crucial (Sanahuja Yll, 2002;
co-cultural (v.g. Ford, 1949) a través de la cual, a su Castro-Martínez y Escoriza-Mateu, 2005). También
vez, se habían incorporado los usos más ortodoxos hemos sostenido (Castro-Martínez et al., 2006) que
de algunos términos de la Historia del Arte, como el el conocimiento científico no debe ser objeto de
concepto de “estilo” (Sedlmayer, 1929; Hautecoeiur, manipulación y/o falsificación, ni que hacer cien-
1968; Hauser, 1985; Wölfflin, 2004 [1915]). Pero ¿de cia suponga generar secuelas en los sujetos socia-
qué hablamos cuando hablamos de estilo?, ¿dónde les, justificables a modo de “daños colaterales”. De
se encuentra la definición de los límites de un estilo?, igual forma hemos reflexionado acerca del cómo y
¿en los dibujos que se parecen?, ¿parecidos respecto el por qué se socializan determinadas visiones sin
a qué?, ¿cómo se mide dicha semejanza?, ¿qué es lo existir indicadores materiales para ello, y cómo en
que refleja la dispersión espacial y temporal de un muchas de las historias divulgadas sobre las muje-
estilo? (Binford, 1972; Sackett, 1973, 1982; Wobst, res, a través del análisis de las RF, éstas han sido
1977; Wiessner, 1984, 1990). Pensamos, que la res- tratadas como un colectivo de segunda, subalterno,
puesta a estos interrogantes está abortada de par- y desde una mirada falocéntrica. Estamos ante pro-
tida, pues el estilo, en su capacidad de ordenamiento puestas generadoras de los consabidos estereoti-
exclusivamente limitante, desatiende las condicio- pos femeninos y que siguen ordenando las vidas de
nes materiales y la vida social en las que se producen estas, a través de la familia, las producciones (acti-
y usan las RF (Hegmon, 1992). vidades económicas), y las religiones (actividades
político-ideológicas). Y fundamentalmente, donde
Sin embargo, es en su uso como propiedad de la la contribución en el trabajo y mantenimiento de la
realidad, donde el polisémico “estilo” adquiere su vida de las mujeres ha sido invisibilizado y/o “defor-
dimensión más preocupante (Conkey y Hastorf, mado” en su realidad económica. Cuando hablamos
1993; Conkey, 2006). Así, pasó de ser una herra- de “secuelas políticas”, nos referimos precisamente
mienta ordenadora de la realidad, a una propiedad a todo ello, y a las consecuencias que para nuestras
de la misma. Frente a la pasividad que se veía en el propias vidas poseen las reconstrucciones que se
normativismo culturalista, el post-procesualismo esbozan y reafirman para el pasado. Por eso es nece-
arremetió con una inyección de idealismo creativo y sario hacer visible las secuelas políticas acumuladas
el estilo adquirió por fin vida propia (Hodder, 1990; a lo largo del tiempo. Pero veámoslos un poco más
Tilley, 1991; Herrera, 2003). Se convirtió en una espe- detenidamente.
cie de naturaleza activa, o sea en expresión de signi-
ficado (Earle, 1990). Y es que desde las versiones de La representación del cuerpo femenino ha sido y es
la teoría de la información, que veían en el estilo una sin duda un tema de interés central para la Arqueo-
forma de comunicación de las identidades sociales, logía. Así, por ejemplo, lo bello es lo que se consi-
hasta la versión derridiana utilizada en el estilo como dera generalmente erótico y sexualmente estimu-
discurso, éste subyace como un dato de la realidad lante para la mirada masculina hegemónica. De ahí
de todo grupo humano. Así, sería una manifestación el uso de descriptores de cualidad que son, más bien,
no sólo de la capacidad cognitiva sino de su potencia, juicios de valor éticos y fundamentalmente mora-
que expresa el pensamiento y las identidades. Con les: rostro sereno, adiposidad extrema, apariencia
argumentos de este tipo el “estilo” supone un peligro sumisa y asténica, diosa virginal, ramera, ídolo de
pues se sustenta en la creencia de la posibilidad de la fertilidad…. Valoraciones estéticas caracterizadas
acceso al contenido de las mentalidades y en defini- por un marcado sexismo, desprecio y misoginia. Jui-
tiva al pensamiento o a la relatividad de su interpre- cios que pretenden explicar lo figurado en sí mismo,
tación (Dietler y Herbich, 1998; Conkey, 2006). pensando que quizás la empatía, o ciertas dotes
de psicología, permitan hacerlo con más solidez y
hablar, por fin, de la verdad que se esconde tras lo
2.3. ACERCA DE LAS SECUELAS POLÍTICAS que se representa. En definitiva, de la “verdad” que
se esconde tras el signo. Aproximaciones que han
Apostamos por una Arqueología como ciencia social generado marcadores de identidad femenina funda-
que nos permita acceder al conocimiento de la rea- mentados en la presencia de signos erróneamente
lidad de las condiciones materiales de mujeres y traducidos a supuestos significados, y que socia-

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lizan la idea de un colectivo femenino abocado por con anterioridad mencionada, nunca desde la posi-
naturaleza a ser madres, cuidadoras y/o constituir la bilidad del disfrute y goce del propio cuerpo, lo que
pieza clave de la familia y el hogar. Así, en algunos supone igualmente una cancelación de la libertad
casos, se llega a admitir que el sentido de la figura- femenina.
ción no puede ser otro, y con ello se trata de reforzar
el papel, por ejemplo, de la maternidad como fin y Otro tema abordado de una manera interesada es el
objetivo principal de todas las mujeres en el pasado y de las representaciones de los distintos trabajos y
en el presente. Afortunadamente desde hace tiempo actividades, tanto económicas como político/ideológi-
contamos con aportaciones que han comenzado a cas, que el colectivo femenino pudo llevar a cabo y,
cuestionarse y desmantelar este tipo de presupues- por ende, de la división sexual del trabajo represen-
tos patriarcales tan arraigados en el estudio de las tada (Escoriza-Mateu, 2002, 2004, 2008) (Fig. 1). Es
RF (Hachuel y Sanahuja Yll, 1996). De igual forma la cuanto menos significativo, que las interpretacio-
sexualidad femenina ha sido cancelada por la mirada nes realizadas desde el presente, y muchas de las
falocentrica. El cuerpo femenino desnudo general- imágenes socializadas desde el pasado, coincidan
mente se contempla desde esa perspectiva erótica en ocasiones en una máxima: ocultar el papel de

Fig. 1. Figuras femeninas en escenas rupestres de Estilo Levantino del Arco Mediterráneo Ibérico. Escenas donde se representan mujeres en
relación a actividades económicas (siembra-recolección-cosecha) y con instrumentos de trabajo (posibles palos cavadores). (Escoriza-Mateu
2002). (a) Barranco del Pajarero, Albarracín, Teruel. (b) Covacho Ahumado, Barranco del Mortero, Alacón, Teruel. (c y d) Abrigo del Ciervo,
Dos Aguas, Valencia.

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las mujeres en la producción y mantenimiento de 3. ¿POR QUÉ UNA TEORÍA ARQUEOLÓGICA


la vida. Así, por ejemplo, la maternidad es inter- SOBRE LAS REPRESENTACIONES FIGU-
pretada únicamente en su dimensión biológica y RATIVAS?
nunca económica. O bien, la mayoría de las activi-
dades económicas representadas y llevadas a cabo Partimos de la asunción de que la Arqueología de
por las mujeres en diferentes momentos históricos: las sociedades ágrafas cuenta con unas limitacio-
recolección, siembra, caza, mantenimiento de cria- nes evidentes. Por ello también sugeríamos en otro
turas, lactancia, fabricación de útiles, procesado de trabajo que quizás el papel de nuestra disciplina
alimentos…etc., no son consideradas actividades podría ser más el de dar un apoyo a la concien-
económicas ni fundamentales. Contrariamente, cia de lo que se está falsificando sobre el pasado,
son contempladas como tareas propias de la esfera que el de intentar redondear un conocimiento
doméstica familiar o una extensión de la “virtuosi- exhaustivo de todas las prácticas sociales acaeci-
dad asistencial” que se les supone a las mujeres en das. Máxime si tenemos en cuenta que la materia-
razón de su sexo. Estamos ante una división sexual lidad social (sujetos y objetos), documentada por
del trabajo construida desde los poderes dominan- la Arqueología, son residuos y/o fragmentos de lo
tes en función de la arbitrariedad que supone esa que aconteció (Castro-Martinez y Escoriza-Mateu,
oposición binaria, espacios públicos/espacios priva- 2014). De entrada, consideramos que una teoría
dos, institucionalizada. En este tipo de recreaciones arqueológica de las RF debe descartar la bús-
todo ese sobretrabajo que realizan las mujeres es queda del significado de la representación y del
invisibilizado. Este trabajo, denominado por algunas sujeto volitivo (o intención subjetiva), en el sentido
autoras como “reproductivo”, es un trabajo que las de “individuo” finito y autodeterminado que desde
mujeres, en el presente, hacen sin remuneración, y el liberalismo ilustrado han incorporado buena
que en la sociedad actual constituye la base sobre la parte de las Arqueologías postprocesuales.
que se asienta y sostiene el Capitalismo Patriarcal
(Federici, 2011). A ello habría que añadir la estra- El estudio y análisis de las RF procedentes de
tegia de la no representación, lo silenciado, lo cen- los grupos sociales del pasado es de vital impor-
surado, lo que no se muestra, como ya analizamos tancia, pues como ya hemos planteado en otros
una de nosotras, en relación al denominado “Arte lugares, constituye “una hábil guía e instrumento
Levantino” y al hecho de dar vida y, en definitiva, a la para socializar aquello que es del interés de los
desaparición de las futuras madres de los paneles grupos dominantes” (Escoriza-Mateu y Castro
levantinos (Escoriza-Mateu, 2002). Martinez, 2011). Y es en esta línea que insistimos
nuevamente en la necesidad de sexuar el pasado,
Todo ello ha redundado y condicionado no sólo el y, por esta razón, nos interesa sobretodo abordar
empleo de determinadas metodologías, como ya el estudio de las RF sexuadas, por la mayor capa-
mencionamos con anterioridad, sino que también ha cidad explicativa que tienen al hacer referencia
impedido profundizar en aspectos y problemáticas a cuerpos sexuados de mujer u hombre en rela-
relevantes como: la gestación, la división sexual del ción a las diferentes prácticas económicas y polí-
trabajo existente y/o las diferencias detectables entre tico-ideológicas (Escoriza-Mateu y Sanahuja Yll,
las propias mujeres como colectivo. Sostenemos que 2002). Ahora bien, esto no significa desechar las
los olvidos, desconsideraciones, omisiones y homoge- que carecen de este tipo de indicador, pues la no
nizaciones que se instalan sobre la representación del sexuación igualmente “nos habla” acerca de las
pasado humano pueden ser, a veces, inconscientes, normas que rigen las RF en las prácticas políti-
pero no inocentes. Son esos olvidos los que permiten co-ideológicas implementadas.
que los estereotipos respecto a la diferencia sexual,
o los políticamente correctos roles de “género”, se Es importante también señalar que del estudio de
proyecten a toda la humanidad, con las secuelas de las RF sexuadas no podremos aprender los géne-
padecimiento que ello supone para las mujeres en el ros, consensuados por los poderes dominantes,
presente. Pero además, se han propiciado recreacio- ni tampoco los elementos identitarios, supues-
nes sobre las posibles relaciones acaecidas entre los tamente identificativos de los individuos e igual-
sexos que, en la mayoría de los casos, sin contar con mente fabricados por los poderes hegemónicos.
datos objetivos, contribuyen a perpetuar esa nefasta Estas circunstancias no quedan materializadas
idea de la “lucha entre los sexos”. como evidencia en los contextos arqueológicos y,

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por lo tanto, nuestra disciplina no puede recupe- 4. REPRESENTACIONES FIGURATIVAS:


rarlas, de ahí nuestra propuesta de no utilizar este SIGNOS, SÍMBOLOS Y SIGNIFICADOS
tipo de conceptos. Es por ello que afirmaciones
del tipo: “la identidad femenina en la prehistoria” Definimos las Representaciones Figurativas como
o “el género en los grupos sociales del pasado” materialidad social con un evidente carácter políti-
nos parezcan propuestas teórico-metodológicas co-ideológico. Modelos que pretenden representar
inviables y, por lo tanto, una falacia a nivel de hechos, objetos y/o ideas-pensamientos, y pueden
investigación. tener como función comunicar, es decir, transmitir
algún tipo de información, aunque la misma repre-
Por otro lado, colaboraríamos a visibilizar la pro- sentación no la defina. Esto último es importante por
gresiva institucionalización y conservadurismo la tendencia al reduccionismo funcional que se las
que cada vez más van adquiriendo los feminis- ha asignado a veces desde nuestra disciplina. Ahora
mos de estado. Este hecho se refleja, como sos- bien, en lo que compete a la Arqueología, sólo pode-
tienen algunas autoras, en el “uso y abuso” de mos aprender la porción material de la represen-
conceptos como el de “género” (Izquierdo, 1994; tación como exteriorización y socialización. Preten-
Falcón, 2012). De igual manera contribuiríamos a der abordar la representación como interiorización
cuestionar la heteronormalidad impuesta y a des- sensorial y/o cognitiva del mundo, como buscan las
naturalizar el “género” que tiende a enmascarar arqueologías basadas en la percepción, es meto-
el concepto de dominación, explotación y hasta dológicamente inviable. De ahí que su estudio deba
el de violencia (Rivera Garretas, 1994; Butler, enfrentar el para qué y el cómo de la representación,
2007, 2008). Pero, sobre todo, nos desprendería- no el porqué. La universalidad de las prácticas de
mos definitivamente de un concepto-tópico sin representación reside exclusivamente en su concre-
un poder analítico real (Scott, 1999). Ahora bien, ción, no en su función, organización y/o significado.
sabemos que este tipo de planteamientos supo-
nen un reto, y que reconocer las diferencias pro- Sin embargo, antes de seguir adelante profundizando
duce una cierta sensación de desasosiego, a veces en varios aspectos acerca de las RF creemos conve-
insoportable. niente abordar, a nivel explicativo, algunos conceptos
tales como: signo, símbolo y significado, pues son fun-
Finalmente, insistimos en que solo la informa- damentales en la articulación de nuestra propuesta.
ción procedente del contexto arqueológico de la El signo lo definiríamos como la parte del símbolo
representación podrá tener la capacidad de “des- perceptible por los sentidos, de ahí su riqueza y tam-
maquillar” los alegatos sublimados y construidos bién su gran ambigüedad (Wittgenstein, 1973: 61). En
fruto de ficciones y manipulaciones convenientes. cuanto a los símbolos, tienen una doble dimensión,
A veces olvidamos u obviamos la ecuación princi- ya que por una parte pueden definirse como conden-
pal: solo nos encontramos ante signos objetiviza- sadores de significados, pero además, como medios
dos en objetos (Escoriza-Mateu, 2002). Y como ya indispensables para su materialización a través de los
abordaremos más adelante, el signo solo indica, signos. Pensemos que desde el presente interpreta-
no significa. Por otro lado, debemos considerar mos un signo y/o conjuntos de signos que percibimos
que la significación es un proceso mental que se una vez realizados sobre distintos soportes materia-
da a nivel individual, de modo que su concreción les y que son la expresión de símbolos aglutinadores
a nivel de la conciencia viene dada por las condi- de ideas, pensamientos y/o hechos.
ciones materiales de los sujetos sociales y sexua-
les. Además, un signo puede ser multisimbólico y Ahora bien, el significado de la representación no
un símbolo contener múltiples sentidos. Desde la se halla en el signo, el cual solo indica, sino en el
arqueología sólo tenemos acceso a la materiali- símbolo. En este sentido, el símbolo posee, en algu-
zación del signo, el cual no es una “ventana hacia nas ocasiones, una referencia empírica, el objeto
la mente”. No creemos que exista una voluntad material, que podemos analizar (Escoriza-Mateu,
subjetiva pura, salvo si aceptásemos la idea de 2002). Sin embargo, no siempre podemos represen-
representación subjetiva del mundo del idealismo tar todos los estados de la realidad, de manera que
kantiano y/o schopenhaueriano, donde el mundo puede haber RF que no incorporen muchos aspectos
es la representación que tengo de él (Kant, 1978 de la misma. También pueden existir combinaciones
[1787]; Schopenhauer, 2005 [1844]). de signos, que a primera vista puedan parecernos

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que quieren sugerir algo, pero de los que no pode- transgresoras a las normas establecidas; d) como
mos explicitar más, fundamentalmente porque des- provocadoras de sufrimiento. Para entender el tipo
conocemos su contexto de uso. Con ello queremos de “secuelas” posibles que sobre los sujetos dejarían
decir que hay signos que se muestran, pero que des- este tipo de prácticas, hay que partir de que las RF
conocemos lo que pretenden expresar. No existe el están pensadas con una exigencia, la de ser perci-
signo puro, auto-significativo y compartido a través bidas, y que incluso el empleo de mecanismos para
del tiempo, cual esencialidad fija e inmutable para distanciarse de las mismas pueden resultar o no
todos los sujetos sociales y sexuales. Además, con- efectivos. A ello hay que añadir que todos/as nace-
trariamente mujeres y hombres frente a estos no son mos en unas determinadas condiciones materiales
inmunes, pues están socializadas/os en unas condi- y que disfrutamos y/o padecemos de una socializa-
ciones materiales específicas. ción diferente, por lo que la incidencia de estas en
los sujetos también será distinta. En la actualidad,
Por lo tanto, desde disciplinas como la Arqueología por ejemplo, los Estados Capitalistas Patriarcales
de las sociedades ágrafas únicamente podremos constituyen el marco idóneo de legitimación donde
acceder a los signos, es decir, a aquellos esquemas las ideologías dominantes fabrican las normas de los
formales que se encuentran materializados a través modos de representación a utilizar. En el caso del
de figuraciones, nunca a los símbolos que carecen de colectivo femenino el uso de las RF en temas como
referente empírico en nuestra realidad. Ahora bien, el de la maternidad, es por todos/as conocido, en
si sólo es posible acceder a los signos esto significa cuanto a la construcción de un imaginario en torno
que únicamente podemos acercarnos a lo “repre- al hecho de dar vida como una impostura (Sau, 1994).
sentado” a través del signo y que tiene presencia
material. Sólo partiendo de esta certeza podremos Un aspecto a destacar es que cuando afirmamos
evitar la continuidad que supone la “falacia sim- conocer el significado de una Representación Figura-
bólica”, como ya señalamos con anterioridad. Sin tiva, lo hacemos por la analogía que establecemos con
embargo, a través de la figura representada (signo) otras de las que ya creemos conocer su significado y,
nunca podremos acceder al pensamiento de quien por lo tanto, podríamos decir que estamos “recono-
tuvo que pensarla, y es aquí donde se encuentra el ciendo” de alguna manera. Es decir, empleamos un
gran límite de nuestra investigación. Si no conta- mecanismo tendente a establecer similitudes en fun-
mos con un “diccionario de signos”, donde se des- ción de diferentes tipos de rasgos que previamente
codifiquen los significados, si no tenemos la “Piedra hemos seleccionado. En otras ocasiones, nos halla-
Rosetta”, ni contamos con “intérpretes” que conoz- mos ante determinados tipos de RF que nos resultan
can los símbolos, la “traducción” se hace inviable. obvias (por sus propiedades morfométricas, por sus
De no aceptar esta circunstancia podemos caer en características anatómicas o estructurales, o por las
el despropósito de suponer que podemos acceder al asociaciones entre ellas) y que casi no las interpre-
pensamiento pasado. En definitiva, la figura repre- tamos para poder determinar lo representado. Pero
sentada no nos va a mostrar la lógica de los hechos también es cierto, que a veces tratamos de interpretar
y/o sucesos acaecidos y que intervinieron y/o deter- otras, y para ello debemos buscar necesariamente un
minaron su ordenación. No olvidemos que “la figura referente, pues la morfometría, características o aso-
lógica de los hechos es el pensamiento” y “el pen- ciaciones no serían suficientes. En este último caso,
samiento contiene la posibilidad del estado de cosas el supuesto contenido explicativo que le damos a una
que piensa” (Wittgenstein, 1973). En otras palabras, representación está vinculado, en parte, con algún
el pensamiento sería la proposición que significa, al aspecto de la realidad ya existente y a partir del cual
cual irremediablemente no podemos acceder. intentamos establecer analogías en torno a su posible
modelo en la realidad. Este es un procedimiento alta-
Una vez aclarados estos conceptos nos hacemos la mente peligroso. También es importante señalar que
siguiente pregunta, ¿cómo pueden ser utilizadas, la representación no es, ni puede llegar nunca a ser,
gestionadas y actuar las RF? Ya en anteriores tra- especular respecto a la realidad, pues ahí reside su
bajos se abordó este tema ampliamente, por lo que complejidad y su modo particular. Sin embargo, a dife-
aquí solo lo enunciaremos de manera general (Esco- rencia de la noción de representación social empleada
riza-Mateu, 2006). Las RF pueden actuar: a) como en psicología social, la nuestra debe ser necesaria-
instrumentos de coerción y de presión psicológica; b) mente más amplia que la idea de conocimiento social
como medios de alienación; c) como voces y formas que emplea Jodelet (Jodelet y Guerrero, 2000).

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REPRESENTACIONES FIGURATIVAS, MUJERES Y ARQUEOLOGÍA

En consecuencia, una teoría de las RF como la pro- realidad (de presencia, de asociación, de disposi-
puesta propicia un conjunto determinado de pregun- ción) que resultará informativo sobre el conjunto
tas y sugiere algunos aspectos observacionales para de elementos expuestos explícitamente por la
llegar a recuperar la información empírica que per- ideología que guía las RF.
mita responderlas. Es básico acceder a los contextos
arqueológicos de prácticas sociales a través de los En definitiva, los aspectos centrales que propone-
cuales poder concretar cuáles son las condiciones mos para una teoría arqueológica de las RF reivindi-
materiales de los grupos sociales y sexuales que pro- can la idea de que el registro arqueológico conserva
ducen, usan, se benefician y/o padecen del “exhibicio- acciones (prácticas sociales) y no pensamientos.
nismo” de las RF. En definitiva, estamos proponiendo Los objetos que se fabricaron lógicamente debieron
la posibilidad de seguir variados “atajos” y de aprove- ser pensados en algún sentido, como también hubo
char múltiples “grietas” para acercarnos al estudio de pensamientos que no llegaron a materializarse en
las RF desde una perspectiva no normativista. objetos. Aunque cuando hablamos de “figuración”
estamos aceptando que lo representado se refiere
Así, por ejemplo, para frenar los muchos inconve- al mundo real, a través de los signos, y que pode-
nientes y evitar posibles incertidumbres, sostene- mos identificar las morfometrías, cualidades y aso-
mos que habría que diferenciar lo que son repre- ciaciones que nos remiten a modelos utilizados en
sentaciones con figuraciones explícitas de cuerpos las “figuraciones”. Es por ello que será el para qué
sexuados y lo que son signos a modo de atributos y el cómo de la RF a lo que deberán definitivamente
sexuales explícitos sobre soportes no antropomor- hacer frente nuestros estudios. Poder concretar
fos. De igual forma, para evitar todo tipo de ambigüe- cómo se producen estos objetos, quien tiene acceso
dad, nuestra propuesta se resume en la utilización o no a los mismos mediante su uso, qué se repre-
de las RF a nivel arqueológico en tres dimensiones o senta y qué no, y cómo, e, igualmente, verificar si se
planos distintos (Escoriza-Mateu, 2008, 2011): dieron cuerpos antagónicos de representaciones,
políticamente contestatarias y antagónicas a las
1. Lugares Sociales: En relación a las áreas de activi- legitimadas desde los poderes dominantes, evitaría
dades sociales en las que documentan. Es impor- generar posturas victimista y/o terapéuticas en la
tante discriminar el tipo de lugar social y las acti- interpretación de las RF.
vidades documentadas en el mismo (económicas
y/o político ideológicas, o ambas) y las relaciones
de transitividad o no mantenidas por estos obje- 5. UNA LÍNEA DE INVESTIGACIÓN DE LAS
tos en sus respectivos contextos de uso social. RF EN LOS ANDES CENTRALES
Teniendo en cuenta que como Soportes-Signos en
su asociación y disposición de uso social, forman Nos gustaría, concluir brevemente, mostrando los
parte de determinadas prácticas sociales. resultados obtenidos en la última investigación que
hemos realizado siguiendo las formulaciones teóri-
2. Soporte Material: En relación al tipo de soporte cas propuestas. Se trata del estudio de un conjunto
material en el que están fabricadas. Se trata de de esculturas líticas de cabezas con figuraciones
un acercamiento en relación con los indicadores antropomorfas y zoomorfas que se emplearon para
que atañen exclusivamente a la materialidad del su uso en sendos muros megalíticos de un sitio con
producto social en sí, como segmento de la natu- una compleja arquitectura monumental de los Andes
raleza apropiado y transformado mediante el tra- Centrales en Perú, Chavín de Huántar, cuyos límites
bajo de mujeres y hombres. De esta manera, se temporales de producción y uso han sido situados
llama la atención acerca de la necesidad de ana- entre el 1200-700/500 cal ANE (González-Ramírez,
lizarlos también como productos finales, resul- 2014) (Fig. 2). Destacamos la importancia del yaci-
tado de un proceso de trabajo y de una actividad miento para los debates en torno a los “orígenes” del
económica determinada. Estado en los Andes, y la aparición de grupos socia-
les dominantes y de explotación social, es decir, la
3. Modelos Reales de los Signos: En cuanto a los “emergencia de la Civilización”. Todo ello sumado a
referentes a los que se remite lo representado la profusión de la producción litoescultórica e icono-
(actividades, sujetos, objetos, asociaciones), por- gráfica reconocible en la implementación de espa-
que evidenciarán un determinado componente de cios singulares de uso colectivo, tradicionalmente

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TRINIDAD ESCORIZA-MATEU, ANDREA GONZÁLEZ-RAMÍREZ Y PEDRO V. CASTRO-MARTÍNEZ

a b c

Fig. 2. Cabezas Clavas de Chavín de Huantar. (a) Vista frontal de Cabeza Clava del grupo antropomorfo (Fotografía: Andrea González Ramírez
2009). (b) Vista Frontal de Cabeza Clava del grupo zoomorfo (Fotografía: González-Ramírez 2009). (c) Vista Frontal de Cabeza Clava del grupo
2º (Fotografía: González-Ramírez 2009). (d) Cabezas Clavas in situ de la esquina suroeste del Edificio A de Chavín de Huántar. La de la dere-
cha se desprendió por un aluvión el año 1945. (Fotografía: Archivo Tello MNAAHP;Mesia 2008: foto 6).

conllevó la asignación de una función teológica/dis- de talla escultórica, sobre las propiedades físicas
cursiva y estético/iconográfica no sólo al conjunto de de la materia (morfometría geométrica bidimensio-
cabezas, sino también a todo el repertorio de RF. nal y lineal, sobre la forma, análisis anatómicos y
de estados de movimiento de los atributos morfofi-
Como hemos apuntado más arriba, el problema sub- gurativos). Todos los datos primarios cuantitativos
yacente a la mayor parte de las investigaciones fue y cualitativos (mediciones y descripciones), fueron
no contemplar los contextos de la vida social, como sometidos a análisis multivariantes, que permitieron
los lugares donde localizar las evidencias para com- cruzar información interna y de otra investigación
prender el sentido de las acciones reiteradas de pro- como factores causales de la variabilidad observada.
ducción y uso de las RF. Frente a ello, se elaboró una
teoría de la observación que orientó las metodolo- Resultado de todo ello, fue la obtención de un
gías para recuperar información empírica con el fin panorama distinto, pero sobre todo menos arbi-
de, primero, caracterizar las formas de trabajo en la trario y más detallado, respecto a las actividades
producción litoescultórica y, segundo, su reinserción relacionadas con la presencia y ubicación de estas
en la producción de la arquitectura y su relación con cabezas de piedra. Tradicionalmente, desde expli-
los datos de la vida social disponibles. Se realizó un caciones intuitivas se había planteado que estas
análisis sistemático de las medidas y propiedades litoesculturas correspondían a la representación de
de distintos indicadores, que caracterizan el trabajo la supuesta transformación de estados humanos a

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REPRESENTACIONES FIGURATIVAS, MUJERES Y ARQUEOLOGÍA

sobrenaturales, debido a la ingesta de substancias tación de aspectos centrales en la continuidad de la


psicoactivas, lo que se relacionaba con los discur- vida social, como camélidos, cuyes, maíz o quínoa,
sos asociados a prácticas de chamanismo (Burger, se exaltaron personajes irreales y personas ancia-
1995) Sin embargo, nuestros resultados muestran nas. La violencia no fue explícita, pero se recordó
dos esquemas de representación que indican dos su existencia en la representación de armas y en la
mundos figurativos que no se cruzan: el antropo- insistencia en el uso de colmillos felínicos y garras
morfo y el zoomorfo híbrido. Sin posibilidad de rapaces. De modo que si algo le interesó a los gru-
sexuación, al menos por el momento, y a pesar de la pos responsables de la representación, al menos a
creencia común ofrecida por la bibliografía arqueo- aquellos que las formularon, fue la instalación de
lógica, se trataría de la representación de dos cuer- un mundo de las ideas completamente ajenas a la
pos de personajes que no muestran “tránsitos”, realidad que las hizo posible, ocultando, silenciando
al menos empíricos. Asimismo, la regularidad en o, simplemente, no considerando a quienes hicieron
la transformación de las propiedades físicas de la viable su existencia. No existe ninguna representa-
materia y en la estandarización de los esquemas de ción documentada de parto, de lactancia, de trabajo
representación, supone que el trabajo fue especia- agropecuario, de procesado de alimentos, de tareas
lizado, no sólo a nivel de las técnicas, sino también artesanales, ni de algún aspecto de las acciones de
en el contenido que debía representarse. Ello nos la vida cotidiana (Tello, 1960; Rowe, 1962, 1967; Lum-
lleva, inevitablemente, a preguntarnos si hizo falta breras, 1974, 1977, 1989, 1993, 2007; Bischof, 1994,
algún tipo de mecanismo institucionalizado de la 2008; Tellembach, 1998; Rick et al., 1998; Rick, 2005,
transmisión de los conocimientos especializados, 2008, 2009; Lumbreras y Gonzáles, 2012).
es decir, “escuelas”.
Así, concluimos que este tipo de RF de Chavín sir-
Los datos disponibles de la vida social en Chavín de vieron para la instalación de una institucionalización
Huántar refuerzan esta posibilidad. Efectivamente, de un cuerpo de ideas y conocimientos que omitie-
si bien es escaso aún el conocimiento que se tiene ron las diferencias existentes en la realidad social y
de los contextos domésticos y, más aún de las disi- que proclamaron un mundo de ideas seleccionadas
metrías existentes a nivel de la formación social de según los preceptos de una doctrina adecuada para
los cuerpos, puede decirse que la evidencia sugiere la reproducción social, es decir, para la conser-
diferencias sociales importantes respecto al trabajo vación del statu quo. Pensamos, en definitiva, que
invertido y su retribución efectiva. Variaciones sus- resultados como los obtenidos deberían llevarnos
tantivas en lo que se refiere a calidad de alimentos, a plantear la búsqueda de formas alternativas de
acceso a bienes especializados o singulares impor- representación: ocultas, marginales y, eventual-
tados, concentraciones amortizadas de objetos alóc- mente, transgresoras y/o disidentes a la oficial,
tonos, entre otros, sugieren un acceso diferencial de que cuestionaran la rígida normatividad observada
las personas a los beneficios que reportó la cons- y que, llegado el caso, puedan haber comprome-
trucción y mantenimiento de un espacio muy costoso tido la continuidad del proyecto social y su quie-
social y económicamente (Lumbreras, 1977, 1989, bre. Es importante en esa tarea poder visibilizar a
1993; Burger 1984, 1995; Druc, 1998; Rick et al., los colectivos sociales y sexuales a quienes se les
1998; Kembel, 20013, 2008; Rick, 2005, 2008, 2009; omite y a los que se orienta la ostentación de los
Contreras, 20072; Mesía, 20074; Sayre, 20105). contenidos, precisamente porque en esa distinción
podrán caracterizarse los niveles de disimetría que
Junto con la desconsideración en lo que podría están soportando la producción, mantenimiento y
denominarse las “formas oficiales” de la represen- final quiebre de sociedades como Chavín.

2 CONTRERAS, D. A. (2007): Sociopolitical and Geomorphologic Dynamics At Chavín de Huántar. Tesis Doctoral Inédita. Stanford University.

3 KEMBEL, S. R. (2001): Architectural sequence and chronology at Chavin de Huantar, Peru. Tesis Doctoral Inédita. Antropological Stanford
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4 MESIA, C. (2007): Intrasite Spatial Organization at Chavín de Huantar During the Andean Formative: Three Dimensional Modeling, Strati-
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5 SAYRE, M. (2010): Life across the River: Agricultural, Ritual, and Production Practices at Chavín de Huántar, Perú. Tesis Doctoral Inédita.
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TRINIDAD ESCORIZA-MATEU, ANDREA GONZÁLEZ-RAMÍREZ Y PEDRO V. CASTRO-MARTÍNEZ

El análisis de Chavín es un primer paso, en la direc- BURGER, R. (1995): Chavín. And the origins of Andean
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La investigación de la producción y uso de las cabe- CASTRO-MARTINEZ, P. V., ESCORIZA-MATEU, T.,
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tigación doctoral de una de nosotras, financiada por NECH, J., OTERO VIDAL, M. y SANAHUJA YLL,
la Beca Presidente de la República de Conicyt, Chile, M. E. (2006): Contra la Falsificación del Pasado
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30 MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // Nº 06. 2015. PP. 17-30. ISSN 2172-6175 // DOSSIER

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