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El papel transgresor de la mujer en dos cuentos de Alice Munro: Llegar a Japón y

Santuario

Paulo César Rico Gutiérrez

Resumen

El papel de la mujer es un motivo recurrente en la obra de Alice Munro, en específico la


condición de «reclusión» en la que se encuentran muchas mujeres. Este suele ser el hilo
conductor de los relatos de la autora canadiense, la cual sitúa a sus personajes femeninos en
situaciones de diversa índole, que se presentan a ellas como una especie de prisión, pero que,
sin embargo, son sorteadas o, al menos, sobrellevadas de manera diversa por cada uno de ellos,
asumiendo cada mujer el papel de transgresora de una manera diferente acorde con el contexto
y las limitaciones que se le presentan.

Palabras clave: transgresión, transgredir, huida, consciente, inconsciente, cotidiano, mujer.

A lo largo de la obra de Alice Munro, no solo en los dos cuentos que tiene como objeto este
escrito, parecen tejerse situaciones problemáticas similares, mediadas por personajes
recurrentes que deben afrontarlas, como lo sugiere Luz González (2007):

En numerosas ocasiones, no obstante, se la ha reprochado de contar una y otra vez la


misma historia y, en cierta forma, esto es verdad. El tema central de sus relatos es el amor
o desamor, encuentros y desencuentros entre mujeres y hombres de distinta edad que
viven «atrapados» en diferentes zonas rurales del norte de Ontario, empozados en sus
propias pasiones y debilidades. (p.278)

A pesar de que en su artículo González no incluye, como es evidente, los relatos contenidos en
Dear Life, esta característica (los personajes «atrapados»), sigue estando presente en la obra de
la escritora canadiense y, de manera muy marcada, en los relatos de Llegar a Japón y
Santuario, los cuales serán nuestro objeto de discusión, y en los que es posible seguir la vida
de un personaje que vive «atrapado». De esta particularidad de los relatos, nos interesará
conocer las causas de la «reclusión», pero, sobre todo, las motivaciones que llevan a las
«reclusas» a querer emprender la «huida».

Infidelidad en Llegar a Japón

Llegar a Japón es uno de los tantos relatos en que uno de sus personajes se encuentra en
situación problemática, la cual intenta resolver sirviéndose de los medios que pueda tener
disponibles. En este caso específico, se trata de una mujer encerrada en una vida que no parece
ser del todo de su gusto.

Greta es el nombre de la protagonista, la cual está casada con Peter, con quien tiene una hija,
Katy. La historia está enmarcada en la década del 60 o 70, lo cual, si bien no se expone de
manera explícita en la historia, es de gran importancia para comprender las dinámicas sociales
de la época, sobre todo, en cuanto al papel social y familiar de la mujer. Sin embargo, algunas
pequeñas reflexiones que Alice Munro pone en boca de su narrador sí bosquejan un poco las
condiciones en que se encontraba la mujer de la época:
Se podría decir que el feminismo no, pero entonces habría que aclarar que «feminismo»
ni siquiera era una palabra de uso corriente. Y luego habría que liarse a explicar que el
hecho de tener ideas propias, por no hablar de ambiciones, o simplemente leer un libro
de verdad, resultaba sospechoso, e incluso podía guardar relación con que tu hijo cogiera
una neumonía. Y un comentario político en una fiesta de la oficina podía costarle el
ascenso a tu marido. Daba igual sobre qué partido político. Era el hecho de que una mujer
se fuera de la lengua. (p.12)

Este es un panorama general que le da contexto a la situación en la que se encuentra Greta en


Llegar a Japón, la cual, si bien parece llevar una vida apacible al lado de su esposo y su querida
hija, tiene una contraparte interna que aunque puede que no esté molesta con su vida actual,
pues a lo largo del relato es difícil encontrar un síntoma explícito que pueda conducir a tal
conclusión, sí es evidente que carece de algo que su relación estable con su familia no le puede
proveer. Ahora bien, aun cuando no hay ninguna referencia explícita que fundamente una
conclusión como la descrita, en el relato sí se encuentran alusiones que permiten colegir cierta
monotonía y cierto tipo de relación que para algunas personas pueden considerarse no gratas,
como al inicio del relato cuando el narrador dice: «Y ella le habría dado la razón, pues no le
parecía natural que personas que se veían a diario, a todas horas1, tuvieran que andarse con
explicaciones de ninguna clase» (p.9). A pesar de que, como se dijo, no es una referencia
explícita, en el énfasis que hago en la cita se puede notar la fuerza que pone el narrador sobre
una de las características que tiene la relación de Greta y Peter, a saber, la continuidad y
repetición, acaso monotonía, que se vuelve a insinuar un poco más adelante cuando el narrador
afirma que «Entonces los afectos cotidianos cobraban relevancia, tan solventes como
siempre2»; e incluso, de manera soslayada, cuando, hablando de Katy, la narradora nos dice
que «A la edad de Katy, la monotonía no era un problema. Es más, a los niños les gustaba, se
sumergían en ella y enroscaban la lengua en las palabras conocidas, como si fuera una golosina
que no se terminara nunca» (p.23). A pesar de que, para algunas personas, la monotonía pueda
no parecer un gran problema, se puede proponer lo contrario siguiendo la propuesta que
Nietzsche (1882) hace en La ciencia jovial:

Nuestro amor al prójimo —¿no es un impulso hacia una nueva propiedad? ¿E igualmente
nuestro amor por el saber, por la verdad? ¿Y en general todo aquel impulso por las
novedades? Paulatinamente nos volvemos hartos de lo antiguo, de lo poseído con
seguridad, y extendemos nuevamente las manos: incluso el más hermoso paisaje en el
que vivimos tres meses ya no puede estar seguro de nuestro amor, y cualquiera costa
lejana estimula nuestra codicia: la mayor parte de las veces la posesión se vuelve más
pequeña mediante el poseer. El placer en nosotros mismos quiere mantenerse de tal modo
erguido, que una y otra vez transforma algo nuevo en nosotros mismos —precisamente
eso se llama poseer. Llegar a estar hartos de una posesión significa: llegar a estar hartos
de uno mismo. (p.38)

En esta referencia, es posible vislumbrar y fundamentar la hipótesis del cansancio que


experimenta Greta en su relación, gracias a la monotonía, la cual, de acuerdo con las dinámicas
del deseo que esboza el filósofo alemán, perdería su poder de atracción, de seducción, por el
solo hecho de haberse convertido en algo que, como se anotó más arriba, «se da a diario», «a
todas horas», algo «cotidiano», «como siempre», algo que, en todo caso, no puede arrancarla
de un estado de pasividad y no puede ya perfilarse como algo deseable, pues no es posible

1 Énfasis mío.
2 Énfasis mío.
desear aquello que ya se posee. De este modo, se puede encontrar la motivación de Greta a
comportarse de manera contraria a la moral y a las dinámicas sociales de su época.

Por otra parte, si bien la motivación de la protagonista de Llegar a Japón se puede sintetizar
en el carácter cotidiano y acaso monótono que le presentaba su vida actual, esto no implica de
manera necesaria que se ejecuten acciones conducentes a subsanar este estado de inactividad
que genera la seguridad de tener algo. Sin embargo, como es evidente en el relato, Greta sí se
aboca a una tentativa subversiva que se opone de manera rotunda a los principios que, al
parecer, había adoptado, pues la sociedad que muestra Munro en sus relatos, de manera directa
o indirecta, es una sociedad en la que la mujer está determinada a un estilo de vida específico:
un estilo de vida servil, de sumisión, secundario, que acaso pueda catalogarse incluso como
«fatal», el cual parece mediado, además, por una especie de moral religiosa que fundamenta y
da validez a dicho rol.

En Llegar a Japón, no se hace evidente este papel accesorio de la mujer más que por la primera
cita que referimos en el inicio de este texto, sin embargo, el lector puede apoyar además esta
conjetura en el hecho de que en los momentos en que Greta se descubría elucubrando
panoramas junto a otro hombre que no era su esposo, a ella «la embargaba una vergüenza
lacerante, que la hacía despreciarse» (p.20), sentimiento que de manera directa se puede asociar
con un sentimiento de culpa, el cual solo puede nacer de la mala conciencia de encontrarse
obrando en contra de lo que se considera socialmente como adecuado o «bueno».

Del mismo modo, la calificación misma del narrador sobre la actitud asumida por Greta parece
corroborar esta subversión de la protagonista con miras a lo que se espera de ella, pues cuando
se empezaba a materializar el espíritu de transgresión en Greta, dice el narrado: «Y de pronto
la situación dio un vuelco, la posibilidad y luego la certeza del trabajo en Lund, el ofrecimiento
de una casa en Toronto. Un cambio brusco del tiempo, un acceso de temeridad» (p.20). De lo
que se puede colegir que aquello que pretendía hacer Greta no estaba acorde con lo que debía
hacer y, por el contrario, sería mal visto por otras personas. Sin embargo, lo que aquí nos ocupa
no una valoración moral sobre el obrar de la protagonista de este relato, es decir, si esta obró
de «buena» o «mala» manera, sino el contexto que generó este tipo de conducta, el cual ya se
determinó, y la motivación que la empujó a arriesgarse a violentar un estado de cosas ya dado
y, además, legitimado.

A modo de síntesis, lo que ocurre con Greta es que se le presenta la oportunidad de asistir a
una fiesta, gracias a unos de sus poemas que fueron publicados; en medio de un estado de
embriaguez, conoce a un hombre de Toronto que se ofrece a llevarla a su casa, con el cual, si
bien no surge nada sexual, sí se bosqueja la posibilidad de que se habría podido dar, pero hubo
algo que lo impidió; luego de esto Greta piensa de manera constante en este hombre, Harris;
ulteriormente se le presenta la oportunidad de trasladarse, solo con su hija, a Toronto, a cuidar
la casa de una antigua amiga que viajará a Europa, oferta que no rechaza, avizorando un posible
encuentro con el hombre que ocupaba su pensamiento en ese momento, Harris. El viaje de
Vancouver a Toronto se desarrolla en un tren en el cual hay literas donde se puede descansar;
en medio de este viaje, Greta conoce a una pareja, Greg y Laurie, con quien genera una buena
relación; la chica baja antes que los demás y el viaje continúa solo con Greg, con quien, en
medio de los efectos del alcohol, tiene un encuentro sexual.

Esta escena nos muestra un típico caso de una mujer promiscua, la cual se entrega a sus instintos
de manera indistinta, sin importarle en demasía el hombre, sino por el solo hecho de satisfacer
una necesidad sexual, de calmar un apetito. Esta disposición y acaso afán de la protagonista
por intimar con hombres diferentes de su esposo puede ser tomada como lo que se acaba de
describir, que en términos simples se resume en una mujer infiel que atenta contra la estabilidad
de la institución de la familia.
Uno podría pensar con Bertrand Russell (1936) que:

Un factor esencial que favorece la monogamia es la inmovilidad en una zona donde haya
pocos habitantes […] Otra influencia para lograr la monogamia es la superstición;
quienes creen sinceramente que el pecado lleva al castigo eterno pueden intentar evitarlo
y lo consiguen hasta cierto punto, aunque no tanto como podría esperarse. El tercer factor
que favorece la virtud es la opinión pública; en las sociedades agrícolas, donde los
vecinos saben todo lo que uno hace hay motivos poderosos para no romper los
convencionalismos.

Según esto, se podría considerar que Greta tuvo casi todo el terreno libre para quebrantar su
relación con Peter, y podría incluso pensarse que fue esta misma posibilidad la que la ayudó a
asumir su actitud temeraria, pues la historia se desarrolla en una ciudad grande, por lo que la
opinión pública no tendría gran injerencia; ella puede desenvolverse en contextos sociales que
incluyen diferentes personas, entre ellas, hombres, y en los cuales no necesariamente está su
esposo Peter; y su formación religiosa no parece ser tal que la pueda conducir a reprimirse por
temor de ir a parar al infierno. Si Russell lleva razón, fueron todas estas circunstancias las que
favorecieron el actuar de Greta y la hicieron desembocar en la infidelidad, descripción con la
cual gran parte de la población, sobre todo de la población conservadora estaría completamente
de acuerdo. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, aun cuando todo pareciera apuntar en
esta dirección que pone a la protagonista en una situación desfavorable, esto no es lo que mueve
a este personaje a comportarse de una manera que para su entorno resultaba censurable.

Al consumar el acto sexual con Greg, se puede leer que la protagonista «Se sentía débil,
aturdida, pero triunfal como un gladiador después de un combate en la arena. Al pensarlo no
pudo evitar sonreír» (p.30). Esta conducta considero que es una muestra de que la protagonista
no tenía como principal motivación el instinto sexual, sino, antes bien algo menos prosaico y
más satisfactorio que esto, lo cual evidentemente se relaciona con el tipo de vida y el tipo de
relación que llevaba Greta, pues como afirma González (2007), con respecto al papel que juega
la sexualidad en la mujer de Munro: «En sus relatos, Munro muestra una actitud similar hacia
la sexualidad femenina, demostrando que influye en muchos aspectos de la experiencia vital
de una mujer y que trasciende el mero acto sexual» (p.281). De esta forma, no se puede reducir
el comportamiento de la protagonista a un fin tan específico, pues significaría dejar de lado lo
que subyace a esta conducta.

De este modo, siguiendo a González, nuestra hipótesis deja de lado el componente sexual que
circunscribiría la actitud de Greta netamente al ámbito de la promiscuidad y de la infidelidad,
para tomar en consideración la involuntariedad del accionar de la protagonista del relato de
Munro, ya que, además, dice Marrone (2017): «She hints at the role of conscious or
subconscious desire in one's sense of awareness as well» (p.97). Así, Greta no busca una
interacción con otros hombres por un disposición hacia la promiscuidad y la infidelidad, las
cuales implicarían la premeditación, el cálculo y la conciencia de estar obrando en contra de
ciertos cánones, sino que es llevaba por una pulsión no perceptible para ella, la cual podríamos
arriesgarnos a llamar inconsciente, y que no es solo la manifestación del deseo sexual, sino,
más bien, la manifestación de un agotamiento de los elementos del entorno, lo cual exige la
búsqueda de novedad, de riesgo –toda novedad representa un riesgo en cuanto desconocido–,
todo lo cual se puede sintetizar en búsqueda de Libertad.
Hasta aquí, hemos visto cómo la protagonista de Llegar a Japón se halla en un contexto en el
que se evidencia la falta de novedad y movilidad, lo cual genera en ella un estado de carencia
que, de manera inconsciente se manifiesta en la búsqueda de interacciones afectivas con
hombres diferentes de su esposo, con la finalidad de conseguir lo perdido, a saber, Libertad,
libertad de movilidad.

Infidelidad en Santuario

Por su parte, Santuario es la historia de una niña de trece años, de la cual no se sabe el nombre,
que debe pasar una temporada en la casa de sus tíos, Jasper y Dawn, debido a un viaje de sus
padres a África. Si bien, como se dijo, la historia es la historia de la pequeña, por momentos
parece ser su tía, Dawn, la que lleva el protagonismo de esta, por lo cual en ocasiones nos
referiremos a ella como “la protagonista”.

En este caso, a diferencia de Llegar a Japón, las condiciones contextuales si bien no se hacen
explícitas, se esbozan a lo largo de la historia por medio de reflexiones de la narradora y
acciones y comportamientos de la tía Dawn y el tío Jasper; así mismo, no solo se esboza el
contexto sociocultural en el que se encuentra imbuida la pareja, sino las dinámicas propias que
han construido ellos mismos en su matrimonio, las cuales, evidentemente, se fundamentan y
van de la mano de las otras.

En este relato, la tía Dawn es una mujer de principios que observa de manera rigurosa la norma
social y familiar, convirtiéndolas en norma personal. A primera vista, es una típica mujer
dedicada a su hogar y a su marido, la cual vive por él y para él, tratando de cumplir a cabalidad
con el deber fundamental de la mujer: «La misión más importante de una mujer es construir un
santuario para su marido» (p.122). Aunque este comentario no se lo atribuye la narradora a su
tía, sí afirma que quizá la haya leído en una de las revistas de la época, por lo que se puede
considerar como una de las tantas consignas femeninas que signaban el contexto social en el
que se desenvolvía Dawn, el cual, como se afirmó antes, era respetado de principio a fin por
ella.

Sin embargo, esta adopción de las valoraciones morales de la época por parte de la protagonista,
que pareciera estar motivada simplemente por el devenir natural de la tradición, pudo haber
desembocado precisamente en la irreflexividad del obrar de Dawn, es decir, el hecho de
adherirse a una filosofía moral que le sirviese para conducirse en la vida, y no en cualquier
vida, sino en la de la clase alta –pues así parece atestiguarlo la narradora: «Ahora el tío Jasper
y la tía Dawn iban a la iglesia unida, igual que la mayoría de la gente de dinero de la ciudad.»
(p.135)–, sin llevar a cabo un ejercicio de reflexión y cuestionamiento sobre lo que ello
implicaba, podría haber generado que todas aquellas acciones que inicialmente se pueden ver
como algo completamente natural, no sean más que una máscara que oculta un verdadero sentir
y un verdadero deseo de hacer. Pero la pregunta que sobreviene es ¿cómo salir de esto?, sobre
todo cuando en varios de los relatos de Munro se pueden ver mujeres que aun cuando se
encuentran de alguna manera atrapadas en sus vidas, encuentran regocijo en ellas, como
comenta DeFalco (2012):

Critics have stressed her commitment to the everyday lives of women, her unflinching
investigations into the by turns suffocating and satisfying world of the domestic.1 This
preoccupa tion with gender, power, and responsibility has revealed itself in stories that
depict women confronting ethical dilemmas in which the needs of the self come into
conflict with the needs of the other. (p.378)
Aun cuando las dinámicas sociales que ha decidido seguir Dawn se ofrezcan por momentos (o
de manera permanente), como arbitrarias, desiguales, pero, sobre todo, contrarias a sus propios
deseos, la preocupación por el otro, por su esposo, y el afán de cumplir de manera correcta su
papel como esposa generan un conflicto interno de difícil resolución: «¿Cómo pueden las
mujeres equilibrar las demandas de los demás con la autoconservación en una cultura que
alienta y celebra el desinterés femenino?» (DeFalco, 2012, p.379).

Como se puede notar, el problema de Dawn, en Santuario, parece distar mucho, al menos en
lo que atañe al contexto de la situación problemática, de la situación en que se encuentra Greta
en Llegar a Japón, no obstante, resulta claro que a pesar de que el contexto puede diferir en
ambas mujeres, las dos experimentan una misma reclusión que se resuelve de maneras
completamente contrarias y no solo contrarias, sino contradictorias.

Las costumbres de la pareja tíos parecían un poco rígidas, aunque también parecían concordar
muy bien. El tío Jasper, el médico del pueblo, era un hombre entregado a su trabajo que gustaba
del orden y de que las cosas fueran como deberían:

Aquella era la casa del tío Jasper, y era él quien elegía las comidas, los programas de la
radio y la televisión. Aunque estuviera en su consulta, contigua a la vivienda, o tuviera
una visita a domicilio, las cosas debían estar a su gusto en todo momento. (P.121)

La tía Dawn, como ya se sugirió, una mujer entregada a su marido y a su papel de esposa, que
busca mantener cómodo a su esposo en toda circunstancia, hasta el punto de parecer cederle su
identidad, para no molestar con nada, pues en un fragmento de Santuario la narradora nos dice:
«Incluso cuando me dirigía a ella aguardaba y lo miraba, por si prefería contestar él» (p.120).
Del mismo modo, ligado con esta disposición por agradar y mantener a su marido en su lugar,
Dawn parecía mantener una actitud positiva y alegre, que parece ponerse en entredicho por la
narradora en dos ocasiones; en la primera, nos cuenta que «Mi tía Dawn parecía siempre tan
jovial, y sonreía tan a propósito siempre, que costaba imaginar que se reprimiera» (p.120); en
tanto que más adelante apunta: «En una ocasión dijo que no le había gustado, sin entrar en más
detalles, y la risa de mi tía se desvaneció, y vi que apretaba los labios en un alarde heroico de
contención» (p.126).

Aunque estas son apreciaciones de la narradora, considero fundamental la actitud que parece
asumir la tía en esta última escena con la comida, la cual parece afirmar la hipótesis negada por
la misma narradora sobre la represión que vivía su tía, lo cual se ensambla de manera
armoniosa con la idea de que la rigidez de las exigencias de la época, así como su adopción
consuetudinaria, estaban generando en ella la semilla de un intento por transgredir su estado de
cosas, pues como sostiene Muñoz (2005), en Munro puede encontrarse con frecuencia un tipo
de mujer:

La mujer que guarda sus sentimientos y sus pasiones para sí, debajo de una superficie
apacible, y que de pronto un día se atreve a hacer algo que le provoca remordimiento,
pero de lo que no se arrepiente, porque sabe que no podría haber actuado de otra manera.

De acuerdo con esto, es posible establecer el contexto en que se gesta el obrar subversivo de la
protagonista de Santuario, el cual se puede expresar como el producto de una represión externa,
encarnada en la figura de la sociedad y de su esposo, así como de una represión interna,
autorrepresión, generada por la naturaleza tradicional de sus convicciones.

Pero ¿por qué Dawn, habiendo soportado con paciencia todo el peso de la sociedad, decide
levantarse en contra de sus creencias? Es evidente que el sentimiento de represión es el
detonante de toda la situación que se presenta en el relato en cuestión, pero la manifestación de
este sentimiento tiene algo particular que no se observa en Greta, la protagonista de Llegar a
Japón.

Así como en Llegar a Japón, se podrían enumerar las acciones subversivas que ejecuta Dawn
en Santuario, las cuales dan cuenta del carácter no completamente satisfactorio de la vida que
lleva. En primer lugar, «se va de la lengua» cuando habla con su sobrina sobre los gustos
musicales de su esposo; en seguida, prepara una cena que no es del gusto de Jasper, lo cual,
aunque la narradora afirma que «estoy convencida de que mi tía Dawn no la preparó con
intención de provocar» (p.75), ese mismo comentario genera la duda sobre el asunto; luego, el
aceptar la invitación de los vecinos; pero si estas acciones parecen corrientes y poco
revolucionarias, después Dawn devuelve la invitación a sus vecinos, con el agravante de que
además invita un trío de música clásica, del cual hace parte la hermana de Jasper, con la cual
este no lleva buena relación, y lo hace a escondidas de él. Por último, el acto final en la iglesia
nos lo refiere la narradora de la siguiente manera:

La tía Dawn no ha cantado, porque no encontraba el himno en el cantoral. Por lo visto no


podía seguir la letra sin más, como he hecho yo.
[…]
O quizá se diera cuenta de que, por primera vez, le traía sin cuidado. Y aunque le fuera
la vida en ello, no podía evitar que le trajera sin cuidado. (pp. 140-141)

En todas estas acciones, desde las más nimias hasta las más trascendentes, hay un elemento
transversal, a saber, la voluntad posada en la acción. Dawn, a diferencia de Greta, ejecuta todas
estas acciones no por un móvil inconsciente que librara de responsabilidad a la protagonista
sobre su manera de obrar, sino con una intención clara de transgredir la norma, y siguiendo a
Muñoz, son acciones que generan remordimiento, mas no arrepentimiento, pues no habría
podido hacerlo de otra manera.

Así pues, si bien la crítica pueda llevar razón y los personajes femeninos de Munro en Llegar
a Japón y Santuario parezcan repetirse, tenemos a dos mujeres envueltas en contexto
diferentes, por un lado, la cotidianización de la vida, por el otro el sentimiento profundo de
represión, todo lo cual, si bien puede llegar a producir una experiencia vital similar, la cual es
resuelta por medio de la acción en ambas protagonistas, dicha acción tiene un origen
completamente diverso, en Llegar a Japón, Greta obra llevada por una pulsión que la compele,
en tanto que en Santuario hay premeditación y dolo en la manera de Dawn de sobrellevar su
estado; de esta manera, no se podía imputar un mal acto a Greta, en tanto que con Dawn, acaso
sí se pueda hacer.
Referencias

Russell, B. (1936). Scribd. San Francisco, CA. Recuperado de


https://es.scribd.com/doc/73789580/Bertrand-Russell-Nuestra-Etica-Sexual

DeFalco, A. (fall 2012). Caretakers / Caregivers: Economies of Affection in Alice Munro.


Twentieth Century Literature. Recuperado de https://www.jstor.org/stable/24246940

Gonzalez, M. (febrero 2007). La textualización del cuerpo femenino en los relatos de Alice
Munro. Revista de filología. Recuperado de
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2528283

Marrone, C. (falll 2017). States of Perception and Personal Agency in Alice Munro's "Dear
Life". The Journal of the Midwest Modern Language Association. Recuperado de
https://www.jstor.org/stable/44862251

Munro, A. (2012). Mi vida querida. Barcelona. Editorial Lumen.

Muñoz, A. (2005). «Alice Munro, ‘Duchess of Ontario’. Huida y vocación», El País, sábado,
agosto 06, 2006. Recuperado de http://www.javiermarias.es/2005/08/alice-munro-duchess-
ofontario-en-el_06.html.

Nietzsche, F. (1882). La ciencia jovial. Caracas. Monte Avila Editores.

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